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NUEVA LEY DE MATROMONIO CIVIL Pablo Rodriguez Grez PDF
NUEVA LEY DE MATROMONIO CIVIL Pablo Rodriguez Grez PDF
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6.- Medios para remediar y paliar las rupturas
matrimoniales y sus efectos. Se trata aquí de evitar los trastornos que
fatalmente conlleva esta situación, tanto para los cónyuges como para su
descendientes.
La ley se encarga de dejar sentado que las relaciones entre
los cónyuges y las de éstos con sus hijos (debió decir sus descendientes), están
regidas por el Código Civil. De lo anterior se sigue que la ley de Matrimonio Civil
tiene un ámbito delimitado y que sigue en plena vigencia el Código Civil como
norma matriz respecto de las obligaciones y derechos entre los cónyuges y los
descendientes comunes.
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autoridad, para posibilitar el ejercicio de este derecho, cuando sea negado o
restringido arbitrariamente. Sobre este principio caven dos observaciones. La ley
instituye una “acción popular” que puede ejercerse en el solo interés de la ley
para salvaguardar el derecho a contraer matrimonio, cuestión nada habitual en
nuestro ordenamiento jurídico. Desde otra perspectiva, hay que reconocer que a
partir de la vigencia de esta ley, se relativizó el derecho que el artículo 107 del
Código Civil confiere a los ascendientes para autorizar el matrimonio de sus
descendientes menores de edad (mayores de 16 años y menores de 18), puesto
que no cabe “negar o restringir arbitrariamente” el derecho a casarse.
Paralelamente, debe entenderse modificado el artículo 114 y 1208 N°2 del
Código Civil, que sanciona a la persona que siendo menor de edad se casa sin el
consentimiento de su ascendientes, privándolos de pleno derecho del 50% de
sus derechos hereditarios y haciendo posible su desheredamiento por cualquiera
de los ascendientes (incluso aquellos que no han sido llamados a prestar
autorización). Estas sanciones deberán entenderse referidas en el futuro a un
decisión “arbitraria”, esto es, caprichosa, irreflexiva o sin razón del ascendiente
llamado a autorizar el matrimonio.
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4.- Principio de preservación de la vida común. La ley
impone al juez el deber de procurar, esto es, instar, por la preservación y
recomposición de la vida común cuando se trata de una unión válidamente
contraída si ella es amenazada, dificultada o quebrantada. Este deber implica que
el juez debe adoptar un papel activo al entrar a conocer un conflicto conyugal, a
fin de predisponer a los cónyuges a un entendimiento que mantenga y
reconstruya la vida común. No debe, por ende, limitarse a oír a las partes sin
desplegar un esfuerzo que conduzca a la reconciliación o avenencia. Esta
finalidad se expresa, además, en las normas sobre conciliación, mediación y
plazos consagrados en la ley como requisitos del divorcio.
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son contradictorios o no cubren toda la problemática que surge con ocasión de la
ruptura matrimonial. De aquí también la importancia de los nuevos tribunales de
familia instituidos en la Ley N°19.968.
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deben ser “completos” y “suficientes”. El artículo 27 inciso 2° define ambos
conceptos en los siguientes términos: “El acuerdo será completo si regula todas y
cada una de las materias indicadas en el artículo 21” Estas materias se refieren a
las relaciones mutuas, régimen matrimonial y alimentos; si existen hijos a los
alimentos para éstos, al cuidado personal de los mismos, a la relación directa y
regular que mantendrá con los hijos aquél de los padres que no los tuviera
(derecho de visitas). El acuerdo es suficiente cuando “resguarda el interés
superior de los hijos, procura aminorar el menoscabo económico que pudo
causar la ruptura y establece relaciones equitativas, hacia el futuro, entre los
cónyuges cuya separación se solicita.” Como puede constatarse la ley se anticipa
a reconocer que la ruptura puede causar un menoscabo económico y obliga a los
cónyuges a atenuar estas consecuencias.
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contrayentes. Paralelamente, las regulaciones y exigencias para que se decrete
el divorcio y los efectos que se siguen de la ruptura matrimonial aparecen como
paliativos útiles para el núcleo familiar.
A.- Capacidad.
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limitar el ejercicio del derecho a personas con una madurez mínima,
consolidando con ello una relación establece y más sólida.
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puesto que los deberes y derechos que surgen del matrimonio están referidos
tanto al otro cónyuge como a los hijos comunes. Será tambié la jurisprudencia la
llamada a fijar su alcance, ya que no resulta difícil extenderla a la más diversas
situaciones
B.- Impedimentos.
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1.- Vínculo matrimonial no disuelto. Este impedimento está
fundado en el matrimonio monogámico y se mantiene en idénticos términos en
esta nueva normativa.
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Como en todo contrato, el elemento fundamental es el
consentimiento libre y espontáneo. Mucho más tratándose de este contrato que,
atendida su naturaleza y proyección, constituye una de las decisiones más
importante de la vida y que incide en el establecimiento de una familia, núcleo
fundamental de la sociedad. De aquí que la ley sea rigurosa en esta materia en
aras de amparar la manifestación auténtica y no forzada de la voluntad.
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simularse – debe haber sido determinante para prestar el consentimiento,
atendidos los fines del matrimonio. ¿Cabe en esta causal la “impotencia
generandi”, esto es, la incapacidad perpetua e incurable para procrear? La
respuesta es positiva, especialmente si se tiene en consideración que el
matrimonio tiene por objeto la procreación. Fácil resulta concluir que esta
incapacidad deberá ser analizada en cada caso a la luz de los fines del
matrimonio, la cualidad ausente, su importancia para los efectos de prestar el
consentimiento, y el comportamiento que antes del perfeccionamiento de este
contrato observó el cónyuge a quien se reprocha esta carencia. Estimamos, en
consecuencia, que no se trata de una causal objetiva. En otros términos, creemos
que no basta la simple constatación de que la “cualidad” que se reclama no
concurre. La exigencia es más severa. Ha debido simularse su existencia,
hacerse creer por hechos positivos que ella está presente, de modo que el error
será inducido y no casual. Esta conclusión la extraemos de la circunstancia de
que la cualidad ausente ha debido ser “determinante para otorgar el
consentimiento”, como lo expresa la ley, lo cual lleva a concluir que se hizo creer
maliciosamente a uno de los contrayentes que efectivamente la aptitud
determinante para consentir estaba presente. No basta, por lo mismo, con el
simple error, si se trata de una “cualidad personal”, la cual, por razones obvias,
no puede suponerse sino desprenderse de la conducta que observa una persona
en las relaciones previas al matrimonio. Como puede constatarse, estamos muy
próximos al dolo, pero con particularidades bien específicas. (Aun cuando más
de alguien haya dicho que todo esposo –novia o novio – actúa dolosamente
exaltando sus cualidades y disimulando sus defectos. Este “dolo” en todo caso es
tan “bueno” como el dolo del comerciante que magnifica las bondades de sus
mercaderías.)
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el matrimonio. Nuevamente nos hallamos frente a una causal genérica que
deberá ser interpretada por los Tribunales y en la cual caven, como es obvio, una
infinidad de situaciones de muy diversa índole. La circunstancia, por ejemplo, de
que uno de los cónyuges, como consecuencia de una afección psicológica,
contraiga matrimonio con su médico psiquíatra ante el temor y pánico que le
produce la situación de abandono en que presume se encuentra, puede
entenderse comprendida en esta causal. Las presiones que se generan en el
entorno familiar derivadas de un hecho determinado, atendida su naturaleza y
origen pueden también configurar el vicio de fuerza. En fin, son muy diversas las
alegaciones que pueden hacerse valer a este respecto. Lo que sí subsiste,
atendida la remisión que la ley hace al Código Civil, es la exclusión del “temor
reverencial” (el solo temor de desagradar a las personas a quienes se debe
sumisión y respeto), como vicio de fuerza. Finalmente, el artículo 8 N° 3 de la
Ley de Matrimonio Civil recalca que la fuerza debe ser “determinante para
contraer el vínculo”. Esta disposición, aparentemente innecesaria, ya que
tratándose de un vicio del consentimiento debe existir una relación causal entre
éste y la expresión de la voluntad, parece estar más bien referida a una
“circunstancia externa”, situación no contemplada en los artículos 1456 y 1457
del Código Civil.
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información y para intervenir en la celebración del matrimonio. Para estos efectos
se derogó el artículo 35 de la Ley N°4808 sobre Registro Civil.
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ninguna de las situaciones descritas en el artículo 16 que comentaremos más
adelante.
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matrimonio. Son inhábiles: los menores de 18 años (lo cual resulta paradójico si
se considera que puede una persona ser hábil para contraer matrimonio, pero
inhábil para intervenir como testigo en él); los que se hallaren en interdicción por
causa de demencia; los que se hallaren actualmente privados de razón (puede
ocurrir que se trate de una incapacidad temporal proveniente de factores externos
y no orgánicos); los que hubieren sido condenados por delito que merezca pena
aflictiva, los que por sentencia ejecutoriada estuvieren inhabilitados para ser
testigos; y los que no entendieren el idioma castellano o aquéllos que estuvieren
incapacitados para darse a entender claramente. La ley no contempló, como
habría sido de desear, ningún caso de habilidad putativa, como sucede con el
testamento, por ejemplo, en el artículo 1013 del Código Civil. Tratándose de
inhabilidades tales como los antecedentes delictuales o la privación “actual” de la
razón, habría sido recomendable haber contemplado esta excepción, atendida la
trascendencia del requisito que comentamos.
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1.- Surte los mismos efectos que el matrimonio civil, siempre
que cumplan los requisitos contemplados en la ley. Esta declaración, como se
podrá comprobar, no es efectiva y sí inductiva a error.
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5.- El Oficial Civil sólo puede rechazar la inscripción si resulta
“evidente” que el matrimonio no cumple con alguno de los requisitos exigidos en
la ley. En tal caso puede reclamarse ante la respectiva Corte de Apelaciones. El
alcance de la expresión “evidente” no puede ser otro que notorio, indudable, que
salta a la vista. Por lo mismo, deberá tratarse de la infracción de un mandato
expreso de la ley.
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Católica, cuyo único fin consistió en el reconocimiento del matrimonio religioso.
Pero de la manera que se hizo no existe ni siquiera este reconocimiento, ya que
todos los efectos civiles se subordinan a la ley civil, previa inscripción en los
registros públicos y la ratificación del consentimiento ante el Oficial Civil. No es
esta una buena técnica legislativa si se tiene en cuenta que ella sólo será fuente
de dificultades y discordias.
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Especial interés tiene la ley en establecer la fecha cierta de
la separación o fin de la convivencia. Para estos efectos, el artículo 22, establece
tres instrumentos que permiten dar fecha cierta a la ruptura: escritura pública o
acta extendida y protocolizada ante notario público; acta extendida ante el Oficial
del Registro Civil; o transacción aprobada judicialmente. Para estimular a los
interesados a que practiquen las diligencias destinadas a dar publicidad a estos
acuerdos, la misma disposición señala que si se requiere una inscripción,
subinscripción o anotación en un registro público, se tendrá como cese de la
convivencia aquella en que se cumpla tal formalidad. Esto sucederá, por ejemplo,
cuando en el acuerdo celebrado se ponga fin a la sociedad conyugal o el régimen
de participación en los gananciales, o bien se adopte entre los cónyuges un
acuerdo sobre el ejercicio de la patria potestad.
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2.- Separación por regulación judicial de las relaciones
conyugales.
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Como se analizará más adelante, no cabe duda alguna que
la separación judicial constituye un nuevo estado civil y puede tomar tres formas
diversas: demanda imputando falta al otro cónyuge; demanda por haber cesado
la convivencia; y petición conjunta de los cónyuges al tribunal.
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Como resulta obvio, la acción para demandar la separación
judicial sólo corresponde al cónyuge que no haya dado lugar a causal (inciso final
del artículo 26), puesto que nadie puede valerse de su propio dolo.
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1.- Es irrenunciable. Por consiguiente, cualquiera que sea la
intención de los contrayentes al momento de casarse o posteriormente, esta
acción subsistirá aun contra su voluntad.
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tratándose del patrimonio social, ya que es evidente que sobre él no tienen
derechos más que los cónyuges y sobre el patrimonio de éstos los hijos
comunes. En todo caso se trata de una cuestión semántica.
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vínculo conyugal atenuado en lo que se refiere a las obligaciones y derechos que
surgen del matrimonio, todo lo cual nos hace concluir que se ha instituido un
nuevo estado civil.
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común acuerdo. Nos parece claro, en consecuencia, que la ruptura de la
convivencia por decisión unilateral hace culpable de la separación al que decide
poner fin a la convivencia sin el consentimiento o aprobación del otro cónyuge.
Reconocemos que la cuestión puede ser discutible, pero carece de justificación
imputar este efecto sólo a la separación que se decreta por falta grave. Conviene
recordar que “el juez en la sentencia efectuará la declaración correspondiente, de
la que se dejará constancia en la subinscripción” (art.35).
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2.- Si hubiere habido sentencia de separación por “culpa” de
uno de los cónyuges (art.26), deben ambos solicitar que se revoque dicha
sentencia, debiendo subinscribirse en el Registro Civil para hacerla oponible a
terceros.
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Analizaremos separadamente cada una de estas causales.
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artículo 81 N°7 del Código Civil. Este caso no estaba contemplado en la Ley de
1884 de suerte que el mismo estaba sujeto a la reglas generales.
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Como puede observarse las normas analizadas se
caracterizan por reducir los plazos consagrados en la Ley de 1884, sin perjuicio
de contemplarse otras situaciones que antes no habían sido consideradas.
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Recordemos que en materia de incapacidades el artículo 5 se
abre considerablemente, al declarar incapaz a quien adolezca de un trastorno o
anomalía psíquica, fehacientemente diagnosticada, que le impida de modo
absoluto formar la comunidad de vida que implica el matrimonio; y a quien carece
de suficiente discernimiento y juicio para comprender y comprometerse con los
derechos y deberes esenciales del matrimonio. A su vez, tratándose del
consentimiento libre y espontáneo, la causal se extiende a un error acerca de
alguna de las cualidades personales del otro contrayente que, atendida la
naturaleza o los fines del matrimonio, ha de ser estimada como determinante
para otorgar el consentimiento. Finalmente, tratándose de la fuerza, dispone la
ley que ella puede provenir de una persona o de “circunstancias externas”,
siempre que este vicio haya sido determinante para contraer el vínculo. De estas
disposiciones podemos extraer como conclusión que la capacidad y los vicios del
consentimiento están ampliados en la nueva Ley de Matrimonio Civil, lo cual se
atenúa, como se verá más adelante, por la reducción de los plazos de
prescripción de la acción de nulidad.
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b.- Si la causal que se invoca es la del artículo 8 (falta de
consentimiento libre y espontáneo), la acción corresponde sólo a aquel que ha
sufrido el error o la fuerza.
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tratándose de quien contrae matrimonio estando unido por matrimonio anterior,
ya que el cónyuge sobreviviente tendrá que compartir la herencia con el otro
cónyuge (habrá dos cónyuges llamados a suceder).
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c.- Tratándose de matrimonios en artículo de muerte, la
acción de nulidad prescribe en el plazo de 1 año contados desde la fecha del
fallecimiento del cónyuge enfermo.
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que da derecho a las partes a ser restituidas al mismo estado en que se hallarían
si no hubiese existido el acto o contrato nulo.
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c.- Las donaciones o promesas hechas por el otro cónyuge al
que se casó de buena fe, subsisten no obstante la declaración de nulidad (art.51
inciso 3°).
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Fue esta materia la que ocupó durante años el debate sobre
la nueva Ley de Matrimonio Civil. Justo es reconocer que, por lo mismo, se perdió
la visión e importancia de otras normas. Con el divorcio culmina lo que hemos
llamado la degradación paulativa de la relación matrimonial.
1.1.- Causales.
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1.2.- Presunciones de concurrencia de la causal genérica.
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infanticidio, lesiones, etc.), y siempre que la comisión de los mismos importen una
ruptura seria de la armonía conyugal.
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la Ley de 1884 (caso en el cual debe acreditarse de modo que el juez adquiera
plena convicción sobre este hecho).
Este tipo de divorcio fue, sin duda, el más debatido entre los
legisladores. Para que se de lugar a él, deben concurrir los siguientes requisitos:
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solicitarlo, salvo que se trate de divorcio sanción (art.54), en que la acción
corresponde al cónyuge inocente que no ha incurrido en la falta que se denuncia.
Ahora, si uno de los cónyuges fallece durante la tramitación del juicio de divorcio,
la acción puede ser sostenida por sus herederos para los efectos patrimoniales
que se siguen.
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d.- Por efecto del divorcio cesan las obligaciones de carácter
patrimonial y personal entre los cónyuges que se fundan en la existencia del
matrimonio, los derechos sucesorios recíprocos y el derecho de alimentos
(art.60). En otras palabras, se extingue toda obligación entre los cónyuges que
tenga como fundamento el matrimonio.
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b.- Este derecho plantea varias interrogantes. Desde luego,
surge la duda de su procedencia cuando entre los cónyuges ha habido sociedad
conyugal o participación en los gananciales, pues, en tal caso, los beneficios
económicos deben ser compartidos, cualquiera que sea el cónyuge que obtuvo
ventajas económicas. En principio, parece evidente que en este supuesto no hay
nada que compensar. Sin embargo, pueden presentarse situaciones en que, a
pesar del régimen de comunidad o participación, se genere un desequilibrio. Tal
sucede, por ejemplo, si la mujer se dedica durante el matrimonio a una actividad
remunerada o lucrativa, dejando en manos del marido preferentemente el
cuidado de los hijos y las labores propias del hogar. En conformidad a lo previsto
en el artículo 150 del Código Civil puede verse incrementado su “patrimonio
reservado” y al extinguirse la sociedad conyugal, renunciando a los gananciales,
conservará dicho patrimonio íntegramente para sí. Se dirá que el ejemplo es poco
práctico, ya que en una sociedad como la nuestra en que predomina el
“machismo”, no resulta fácil aceptar que el marido sustituya a la mujer en su rol
tradicional. Es cierto, pero el cambio de las costumbres y el constante esfuerzo
por identificar los roles en el matrimonio, no hace descartable que en el futuro
esta situación pueda producirse. Puede también ocurrir que el trabajo ejecutado
por el marido o por la mujer redunde en una valorización de sus bienes propios,
en términos que la sociedad conyugal no participe de dichos beneficios, lo cual
obrará en desmedro de las expectativas de cualquiera de los cónyuges. En
consecuencia, creemos que no es posible excluir de plano el que pueda
reclamarse esta compensación, aun en el caso de que entre los cónyuges exista
un régimen de comunidad de bienes o participación en los gananciales, a pesar
de que lo más frecuente será que esta compensación se reclame cuando ha
habido un régimen de separación total de bienes durante el matrimonio.
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acento en los elementos indicados, sin perjuicio de lo cual surgen algunas dudas
que conviene despejar. Al establecerse “la duración del matrimonio y de la vida
en común de los cónyuges” debe considerarse, a nuestro juicio, el tiempo durante
el cual los cónyuges convivieron antes de contraer matrimonio. Ello porque para
interpretar esta disposición debe atenderse al principio de “protección del
cónyuge más débil”. Otra interpretación conduce a una doble injusticia, ya que
durante la separación es casi seguro que uno de los cónyuges ha debido quedar
a cargo de los hijos y del hogar común, facilitando al otro cónyuge sus
actividades laborales o lucrativas.
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Afirmamos que si esta compensación no se reclama en la
demanda, ni en la reconvención, ni en escrito complementario, el derecho
caduca, porque no se contempla ninguna otra instancia en que sea posible
hacerlo valer. Se trata, creemos nosotros, de un derecho sui generis que es
consecuencia directa e inmediata del divorcio o la nulidad del matrimonio y que
debe reclamarse con ocasión de la acción deducida y no después de decretado
una u otra cosa. Si el derecho subsistiera después de la tramitación del juicio de
divorcio, se estaría vulnerando el artículo 60 que señala que “el divorcio pone fin
a las obligaciones y derechos de carácter patrimonial cuya titularidad y ejercicio
se funda en la existencia del matrimonio”. Por su parte, si el mismo derecho
subsistiera después de pronunciada sentencia firme de nulidad de matrimonio, se
vulneraría el artículo 50 que dispone que se retrotrae “a las partes al estado en
que se encontraban al momento de contraer el vínculo matrimonial, sin perjuicio
de lo dispuesto en los dos artículos siguientes” (matrimonio putativo). Finalmente,
la circunstancia de que deba el juez “informar a los cónyuges de esta derecho
durante la audiencia de conciliación”, y la limitación impuesta al mismo de
pronunciarse sólo si esta reparación es “pedida en la demanda, en escrito
complementario de la demanda o en la reconvención” (art.64 inciso 3°), nos hace
concluir que estamos ante un derecho susceptible de extinguirse por el solo
hecho de no hacerlo valer en la oportunidad procesal consagrada en la ley.
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ii.- Ordenar la constitución de un derecho de usufructo o
habitación, respecto de bienes que sean de propiedad del cónyuge deudor. La ley
se anticipa a declarar que estos derechos no perjudicará a los acreedores que el
cónyuge propietario hubiere tenido a la fecha de su constitución, ni aprovechará a
los acreedores que el cónyuge beneficiario tuviere en cualquier tiempo. Nos
parece un exceso lo consagrado en la ley en esta parte. En efecto, si se trata de
un usufructo valioso, no se divisa por qué razón éste derecho se transforma en
inembargable, lo cual, incluso, puede perjudicar al cónyuge usufructuario al
impedirle incorporarlo a su derechos de prenda general. Con todo surge la duda
de si el titular del usufructo podría, por ejemplo, constituir a su respecto un
derecho de hipoteca, en presencia de lo previsto en el artículo 2418 del Código
Civil. No ocurre lo mismo respecto del derecho de uso y habitación en razón de lo
previsto en el artículo 819 del mismo cuerpo legal.
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suficientes (una hipoteca, una prenda, un fiador solvente, etcétera), queda
liberado de apremios personales.
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2.- Aspectos generales de la conciliación.
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c.- El objeto de la conciliación está definido en la ley.
Resumiendo, él consiste, como se dijo, en examinar las condiciones que
contribuirían a superar el conflicto de la convivencia común, verificar la
disposición de las partes para hacer posible la conservación del vínculo conyugal,
acordar las medidas que regularán lo concerniente al derecho de alimentos entre
los cónyuges y respecto de los hijos, su cuidado personal, el derecho de visitas
del padre o madre que no los tenga bajo su cuidado, y el ejercicio de la patria
potestad. Como es posible constatarlo, se busca una solución integral del
conflicto que genera la ruptura conyugal.
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g.- Finalmente, el juez debe pronunciarse sobre las medidas
de carácter provisional a que se refiere el artículo 67, vale decir, resolver lo
concerniente a los alimentos entre los cónyuges y para con los hijos, al cuidado
personal de estos últimos, el derecho de visitas, el ejercicio de la patria potestad,
etcétera.
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en el Registro de Mediadores. La decisión del juez no es susceptible de recurso
alguno, salvo que el mediador fuere curador o pariente por consanguinidad o
afinidad en la toda la línea recta y hasta el cuatro grado en la línea colateral de
cualquiera de los cónyuges, o hubiere prestado servicios profesionales a
cualquiera de ellos con anterioridad.
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adoptar las medidas necesarias “para que se obtenga ese equilibrio” debe
declarar terminada la mediación. En caso que uno de los cónyuges hubiere sido
objeto de violencia intrafamiliar por parte del otro, “se presume que no existe
igualdad de condiciones entre los cónyuges”. A nuestro juicio, se trata de una
presunción de derecho, aun cuando la ley no lo diga, porque no se divisa cómo
podría probarse en contra de ella.
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VIII.- Matrimonios celebrados en países extranjeros.
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espontáneo de los contrayentes”. Si el legislador hubiere querido hacer aplicable
el artículo 8, habría procedido de la misma manera que lo hizo al citar, en el
inciso anterior, específicamente los artículos 5, 6 y 7 de la Ley. Esto implica que
en esta materia las facultades del juez son más amplias y que podrá apreciar
cualquier otra circunstancia que implique un vicio del consentimiento, no sólo
aquellos descritos en el artículo 8.
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entenderá que se ha actuado en fraude a la ley cuando el divorcio ha sido
decretado bajo una jurisdicción distinta a la chilena, a pesar de que los cónyuges
hubieren tenido domicilio en Chile durante cualquiera de los tres años anteriores
a la sentencia que se pretende ejecutar, si ambos cónyuges aceptan que su
convivencia ha cesado a lo menos ese lapso, o durante cualquiera de los cinco
años anteriores a la sentencia, si discrepan acerca del plazo de cese de la
convivencia. El acuerdo o la discrepancia entre los cónyuges podrá constar en la
propia sentencia o ser alegado en la tramitación del exequátur.” Como puede
constatarse se trata de una presunción confusa difícil de comprender, atendida la
redacción del precepto y los numerosos elementos que se incorporaron a él.
Intentemos desglosar los elementos que integran esta presunción: i) se trata de
un divorcio declarado por una jurisdicción diversa de la chilena; ii) los cónyuges
ha debido tener domicilio en Chile durante cualquiera de los 3 años anteriores a
la sentencia que se pretende ejecutar si ambos aceptan que la convivencia se ha
suspendido al menos durante este lapso; iii) si los cónyuges discrepan acerca
del plazo durante el cual ha cesado la convivencia, han debido tener domicilio en
Chile en los últimos 5 años anteriores a la sentencia.. En otros términos, se trata
de evitar que los cónyuges acudan a una jurisdicción extranjera para salvar el
requisito impuesto en el artículo 55 inciso 3° que exige, tratándose del divorcio
por voluntad unilateral, que haya cesado la convivencia a lo menos durante tres
años, lo cual se acreditará por medio de los instrumentos a los cuales la ley da
“fecha cierta” o, tratándose de matrimonios celebrados antes de entrar en
vigencia la Ley N°19.947, por cualquier medio capaz de producir plena convicción
al juez sobre el hecho de la suspensión de la convivencia.
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exequátur si han sido manipulados los factores de conexión. Por el contrario, me
parece contrario a los principios de derecho internacional privado, y podría
prestarse para imprevisibles efectos prácticos indeseados, establecer reglas que
condicionen el reconocimiento de sentencias extranjeras al cumplimiento de los
requisitos de nulidad o divorcio establecidos en la ley chilena. Hago presente que
incluso bajo la actual situación legal, la Corte Suprema ha reconocido sentencias
de divorcio dictadas en el extranjero, aún respecto de cónyuges chilenos, si éstos
tenían su domicilio en el país donde la sentencia fue dictada. Atendido lo anterior,
me permito sugerir que se agregue como inciso cuarto del artículo 83, el
siguiente: ‘Tampoco se reconocerá valor a las sentencias obtenidas en fraude a
la ley. Se entenderá que se ha actuado en fraude a la ley cuando el divorcio o la
nulidad han sido declarados bajo jurisdicción distinta a la chilena a pesar de
haber tenido los cónyuges domicilio en Chile en cualquier tiempo durante los tres
años anteriores a la sentencia que se pretende ejecutar.’ La norma tiene el efecto
práctico, a contrario sensu, de que si los cónyuges han tenido domicilio en Chile
durante los tres años anteriores, sólo podrán demandar divorcio o nulidad ante
los tribunales chilenos”. La forma propuesta originalmente es, sin duda, bastante
más clara que la que, en definitiva, quedo consignada en la ley. En todo caso, a
mi juicio, la presunción es bien discutible, por cuanto es exageradamente estricto
el precepto si exige que la suspensión de la convivencia haya debido operar en
Chile al menos durante tres o cinco años anteriores a la sentencia.
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tutela o curaduría, quisiera volver a casarse, deberá proceder al inventario
solemne de los bienes que esté administrando y les pertenezcan como herederos
del cónyuge difunto o con cualquier otro título”. Como puede observarse se
eliminó la referencia al viudo viuda, quedando comprendido el divorciado.
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que se resuelvan de la mejor forma posible los problemas que nacen de las
rupturas matrimoniales. No es posible dejar sin amparo al cónyuge más débil
(generalmente la mujer en esta sociedad de cultura machista) y a los hijos, con
ocasión de una ruptura matrimonial. De allí que todas las normas sobre la
necesidad de asegurar un acuerdo “completo y suficiente” (lo que comprende las
relaciones personales entre los cónyuges, el régimen de bienes, los bienes
familiares, el derecho de alimentos, el cuidado personal de los hijos, el derecho
de visitas, el ejercicio de la patria potestad), sean un paso positivo en función de
la protección de la familia.
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materias la nueva normativa es muy reglamentaria, no obstante tratarse de
cuestiones de poca trascendencia, como la separación de hecho, cuya única
importancia reside en la prueba del fin de la convivencia. Tampoco parece
conveniente delimitar tan drásticamente la prueba del cese de la vida en común,
incluso respecto de los matrimonios contraídos antes de la entrada en vigencia
de la nueva ley.
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convivencia de hecho, prescindiendo de la regulación jurídica, lo cual puede
verse magnificado por la opción de contraer matrimonio religioso sin inscribir ni
ratificar posteriormente el consentimiento ante la autoridad civil. Así las cosas,
puede ocurrir que, en lugar de extender la regulación jurídica, se opere un
fenómeno precisamente opuesto: que el matrimonio se restrinja cada día más,
con grave riesgo para la constitución de la familia.
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