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A LA ECONOMIA
PARA HISTORIADORES
GABRIEL TORTELLA
INTRODUCCION
A LA ECONOMIA
PARA HISTORIADORES
GABRIEL TORTELLA
SEGUNDA EDICION
1. a edición, 1986
2. a edición, 1987
Diseño de cubierta:
Javier Sánchez Cuenca
Impresión de cubierta:
Gráficas Molina
Miguel de Cervantes,
Don Quijote de la Mancha
w. Stanley Jevons,
The Theory of Political Economy
INDICE
V. MAGNITUDES MACROECONOMICAS......................................... 66
1. Renta y Riqueza: Flujos y Stocks................................................ 66
2. Estimación de la Renta Nacional ............................................... 68
3. El Análisis Input-Output ............................................................. 73
A Ahorro
B Beneficio
C Coste; Consumo
D Demanda
E Equilibrio
G Gasto
H Ingreso
I Inversión
L Trabajo
M Oferta Monetaria; Impuesto; Importaciones
O Oferta
P Precio
Q Cantidad
RN Renta Nacional
S Oferta
T Transacciones o Renta Real; Trabajo
V Velocidad de Circulación del Dinero
X Volumen de Producción o de Ventas; Exportaciones
Y Renta, Producción
CAPITULO PRIMERO
HISTORIA, ECONOMIA
E HISTORIA ECONOMICA
1. INTRODUCCION
2. LA HISTORIA ECONOMICA
Fuente: Cipolia, Fontana Economic History of Europe-, Clough y Rapp, European Eco
nomic History
600- -600
400 -400
300- -300
200- -200
100- -100
o
0S9
1000
o
LO 1340
Fuente: Cuadro 1-1
1. HISTORIA, ECONOMIA E HISTORIA ECONOMICA 5
Los historiadores económicos trabajan tanto sobre la economía de la Pre
historia como sobre las de la Antigüedad, la Edad Media, y la Edad Mo
derna, es decir, sobre'toda la gama de la Historia humana anterior a la
Revolución Industrial. Con todo, sin embargo, el fenómeno que sigue
constituyendo el centro preferente de la atención de los historiadores eco
nómicos es el que dio origen a su nacimiento o a su consolidación: la
Revolución Industrial y el formidable proceso de crecimiento económi
co y modernización social a que el industrialismo dio lugar. Y las princi
pales preguntas que se plantean los historiadores económicos son las re
lativas al origen, desarrollo, y consecuencias del crecimiento económico.
En gran parte, este estudio se realiza por su simple fascinación inte
lectual, y porque el conocimiento del pasado económico nos permite un
mejor conocimiento de la sociedad y, por tanto, del hombre. Pero el es
tudio de la Historia Económica puede tener fines más concretos: por una
parte, el estudiar economías pasadas nos ayuda a conocer los límites de
las distintas teorías económicas y lo muy relativo de sus postulados y con
clusiones; por otra parte, nos ayuda a esclarecer las conexiones entre la
variable económica y las demás variables sociales. Es decir, la Historia
Económica contribuye así a la elaboración y el perfeccionamiento de una
teoría general del desarrollo económico y social. Por último, la Historia
Económica, en cuanto rama de la Economía, puede servir también co
mo base para hacer recomendaciones de alcance político y de política
económica. Historiadores, economistas, e incluso políticos, recurren a
la Historia Económica para demostrar las virtudes de una determinada
política: el socialismo o el capitalismo, el librecambio o el proteccionis
mo, la reforma agraria, la reforma fiscal, la reconversión industrial, la
reforma educativa, la Comunidad Económica Europea, o incluso el pro
blema general de las relaciones internacionales (por poner sólo ejemplos
de cuestiones a las que es sensible un gran número de gentes) son defen
didos y atacados con argumentos que, muy frecuentemente, son de His
toria Económica.
3. LA ECONOMIA
Una variante más larga y algo más explícita es la del Penguin Dictio-
nary of Economics'.
La economía es la ciencia que estudia aquellos aspectos de la conducta e
instituciones humanas que utilizan recursos escasos para producir y distribuir
bienes y servicios con vistas a la satisfacción de las necesidades humanas.
6 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
4. MACROECONOMIA Y MICROECONOMIA
reas, como las cuentas bancarias y los instrumentos que las movilizan:
transferencias, cheques, órdenes de pago, etc.
El vulgo ve en el dinero el origen de grandes males e injusticias: esta
idea vulgar no resiste el análisis. El dinero, como todo instrumento, sir
ve los fines de quienes lo manejan. El problema no está en el dinero,
bien Utilísimo del que ninguna sociedad adelantada puede prescindir, si
no en cómo se distribuye y administra. Echar la culpa al dinero de los
problemas sociales viene a ser algo así como decir que si no hubiera co
mida nadie se moriría de hambre.
Para darnos una idea de la utilidad del dinero imaginemos por un
momento un mundo sin dinero en que, para poder comprar unos zapa
tos, por ejemplo, tuviéramos que encontrar algo por qué cambiarlos, al
go que el zapatero necesitara y quisiera en ese momento. El mundo del
trueque (ése es el mundo sin dinero) puede tener gracia entre colegiales
(te cambio el balón por la colección de cromos) pero sería una pesadilla
y un tremendo freno al desarrollo económico y al bienestar en cualquier
sociedad con un mínimo de comercio e intercambio. Por eso el dinero
apareció ya en el Oriente Medio muchos siglos antes del Imperio Roma
no, y también de la Grecia clásica.
Aunque algunos bienes son más apropiados que otros para cumplir
la función monetaria, el dinero se define por esta función, no por la ma
teria. En otras palabras, aunque oro y plata se han identificado tradicio
nalmente con el dinero por sus propiedades: escasez relativa, belleza in
trínseca, divisibilidad, durabilidad, hoy en día realizan funciones mone
tarias muy marginales y han sido sustituidos por otros materiales más
cómodos, baratos y manejables, como el papel, o incluso meras apunta
ciones contables. ■>
MICROECONOMIA:
OFERTA, DEMANDA Y MERCADOS
1. INTRODUCCION
2. LA DEMANDA
Cuadro II-L Función de Demanda (Imaginaria) de Café (en ptas./kg. y miles de Tm.)
Precio Cantidad Precio Cantidad
0 600 800 150
100 500 900 125
200 400 1.000 110
300 325 1.100 100
400 275 1.200 80
500 250 1.300 75
600 200 1.400 70
700 175 1.500 67
(Pregunta para nota: ¿Por qué tiene forma cóncava la curva de demanda?)
(Respuesta a la pregunta para nota: Puede no tenerla. El atribuirle forma
cóncava significa que aun a precios muy altos siempre se vende algo; y que a
precios muy bajos el público está dispuesto a comprar cantidades muy grandes:
pequeñas bajas de precio producen grandes aumentos en el consumo; o, dicho
de otro modo, que la demanda sea cóncava implica que es rígida a precios altos
y elástica a precios bajos. La curva de demanda, sin embargo, puede ser tam
bién convexa, es decir, elástica a precios altos e inelástica o rígida a precios ba
jos.)
3. LA OFERTA
Cuadro II-2. Función de Oferta (Imaginaria) de Café (en ptas./kg. y miles de Tm.)
0 0 700 225
100 30 800 250
200 75 900 260
300 120 1.000 270
400 150 1.200 280
500 175 1.400 300
600 200 1.600 315
resulta vender a precios más bajos. En estos casos, los precios de oferta
tienden a bajar al aumentar la cantidad producida: por tanto, la pen
diente de la curva de oferta será también negativa o cuesta abajo. Pen
semos en ejemplos tales como los televisores en blanco y negro, o en co
lor, o los relojes de cuarzo que, al tener gran aceptación entre el público
y aumentar su producción, han bajado de precio considerablemente.
En el caso del café, sin embargo, ello probablemente no será así por
que, al expandirse el cultivo, esta expansión se hará posiblemente sobre
tierras menos fértiles que las cultivadas, o de más difícil acceso, lo cual
aumentará el coste de producción. Por tanto, el precio no bajará al
aumentar la producción. En general, el fenómeno por el cual los precios
de oferta bajan al aumentar la escala de producción se llama «econo
mías de escala» (porque se hacen economías, es decir, disminuyen ios
costes unitarios, al aumentar la escala de producción), y se da más co
múnmente en la industria que en la agricultura. Más adelante volvere
mos a encontrarnos a estas «economías de escala».
También las curvas de oferta pueden ser elásticas, inelásticas, o de
elasticidad unitaria. El caso típico de oferta elástica es aquél en que un
pequeño aumento de precio produce un gran aumento en la cantidad pro-
ducidad. El de oferta inelástica, el caso en que los aumentos de precios
apenas repercuten sobre la producción. Y tendremos elasticidad unitaria
de oferta cuando ante un aumento de precio se produzca un aumento
proporcionalmente igual de producción. En nuestra función de oferta
de café tenemos tramos iniciales elásticos y tramos finales inelásticos.
Así, por ejemplo (ver Cuadro 11-2), al pasar el precio de 100 a 200, la
producción pasa de 30 a 75: por tanto, un aumento del precio del cien
por cien ha producido un aumento de la producción del 150 por 100:
aquí la oferta es elástica. Para volúmenes de producción mayores, la elas
ticidad se va reduciendo. Al pasar el precio de 300 a 400 (aumento del
25 por 100), la producción aumenta de 120 a 150 (aumento del 25 por
100): aquí la elasticidad, por tanto, es unitaria. Para precios y produc
ciones mayores, nuestra función de oferta se hace inelástica: al pasar el
precio de 1.000 a 1.200, por ejemplo (aumento del 20 por 100), la pro
ducción pasa de 270 a 280 (aumento del 3,7 por 100): evidentemente,
la oferta es inelástica en este tramo.
Al igual que la demanda, la curva de oferta infinitamente elástica se
rá una recta horizontal, y la infinitamente inelástica, una recta vertical.
Históricamente, el progreso técnico ha hecho que una gran cantidad
de bienes sea de oferta elástica. Típicamente, los productos industriales
han resultado tener ofertas muy elásticas a largo plazo: la producción
de vestidos y productos textiles, la de otros bienes de consumo tales co
mo electrodomésticos o automóviles, han crecido vertiginosamente, de
mostrando tener, con la perspectiva de la Historia contemporánea, una
gran elasticidad.
En cuanto a los productos de oferta poco elástica, el ejemplo típico
lo constituyen los minerales poco abundantes. Un caso bien conocido
sería el del petróleo, cuyo precio subió vertiginosamente durante la dé
11. MICROECONOMIA: OFERTA, DEMANDA Y MERCADOS______________17
4. EL MERCADO
Q
20___________ INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
también del aumento de la población) permiten aumentar la producción^
Es el fenómeno llamado crecimiento económico, que tan elocuentemen
te vimos reflejado en el Cuadro 1-1 y en el Gráfico 1-1, y que comentába
mos brevemente en el Capítulo anterior.
MICROECONOMIA:
CONSUMO Y PRODUCCION
1. EL CONSUMO
Observemos que para que agua y tierra sean libres tiene que haber
una gran abundancia relativa de ellos, es decir, tiene que haber una muy
baja densidad de población. La tierra es característicamente un bien li
bre para las comunidades nómadas pre-agrícolas, cazadoras y/o reco
lectoras. El agua será libre para una comunidad viviendo junto a un gran
lago o río de agua potable. La potabilidad del agua exige una muy baja
densidad de población. En comunidades agrícolas y/o industriales con
alta densidad de población el único bien libre es el aire, y gracias.
Necesidades
Utilidad
0 0 7 890
1 300 8 910
2 550 9 920
3 700 10 920
4 770 11 915
5 820 12 905
6 860
Como puede verse, hasta las nueve cañas la utilidad aumenta, pero
cada vez en cantidades menores. A partir de este punto la utilidad em
pieza a disminuir. Este Cuadro III-1 viene representado en el Gráfico III-l.
Ahora bien, hasta ahora hemos venido hablando de utilidad total,
esto es, la utilidad total que obtiene nuestro sujeto según el número de
vasos que beba. Pero un concepto relacionado y clarificador es el de uti
lidad marginal, que nos mide la utilidad que ese individuo obtiene por
cada vaso extra (de ahí la expresión «marginal») que se echa al coleto.
La utilidad marginal del primer vaso será igual a la que proporciona
ese vaso menos la que proporciona el no beber nada. La del segundo va
so será igual a la que proporcionan los dos vasos menos la que propor
ciona el primero. La del tercero, la que proporcionan los tres vasos me
nos la que proporcionan los dos anteriores. Y así sucesivamente: utili
dad marginal siempre es lo que añade a la utilidad total el último vaso,
o, en general, la última unidad consumida. Del Cuadro III-l, por tanto,
obtenemos el Cuadro III-2, y de éste el Gráfico III-2.
0 0 7 30
1 300 8 20
2 250 9 10
3 150 10 0
4 70 11 — 5
5 50 12 — 10
6 40
III. MICROECONOMIA: CONSUMO Y PRODUCCION 25
3. UTILIDAD MARGINAL Y FUNCION DE DEMANDA
Utilidad
Utilidad
0
26 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
mos. Si nuestro sujeto tiene una función de utilidad marginal tal como
la del Cuadro III-2, y se tomó cinco cañas, el precio de la'caña es 50
pesetas.
¿Por qué? Muy sencillo: si el precio hubiera estado por encima de
las 50 pesetas, nuestro sujeto no hubiera tomado más de cuatro cañas,
porque no le hubiera compensado pagar más de 50 pesetas por esa quin
ta caña cuyo máximo valor para él era de 50 pesetas. Ahora bien, si el
precio hubiera estado por debajo de las 50 pesetas nuestro sujeto habría
bebido más. Si, por ejemplo, hubiera sido el precio de 40 pesetas, nues
tro sujeto se habría tomado seis cañas, porque su utilidad hubiera aumen
tado con esa sexta caña exactamente en 40 pesetas y le hubiera compen
sado, por tanto, la transacción.
De todo esto deducimos un principio muy importante: la curva de
utilidad marginal es la curva de demanda. Más exactamente: la curva
de utilidad marginal de un determinado bien para un determinado indi
viduo nos da la curva de demanda de ese bien para ese individuo.
En efecto: la curva de utilidad marginal nos dice el número de cañas
que nuestro sujeto se tomará según el precio: en nuestro ejemplo, si el
precio está por encima de 300 ptas./caña, no se tomará ninguna. Si está
a 300 ptas., sólo una; si a 250, dos; si a 150, tres; y así sucesivamente.
Y si las regalan se tomará diez, pero no más; para tomarse la onceava
pedirá un duro, es decir, el precio tendrá que ser negativo (menos cin
co). Y así sucesivamente. Pero los precios negativos son, por desgracia
para los consumidores, poco frecuentes...
Cerveza Jamón
Cañas U.M.P. * Raciones *
U.M.P.
0 0 0 0
1 6 1 2
2 5 2 1,7
3 3 3 1,3
4 1,4 4 1
5 1 5 0,5
6 0,8 6 0,3
7 0,6 7 0,2
8 0,4 8 0
9 0,2 9 —0,05
10 0 10 -0,1
11 —0,1
12 —0,2
5. LA PRODUCCION
Exactamente igual que los individuos y las familias acuden al merca
do para procurarse los bienes de consumo que necesitan para satisfacer
sus necesidades, existen otros entes económicos (empresas y productores
individuales) que se dedican a producir bienes y servicios de consumo
(que satisfacen directamente necesidades) o de producción (bienes que
sirven para la producción). Por supuesto, la finalidad última de todo el
proceso productivo es el consumo: pero el progreso tecnológico consiste
en lograr una mayor productividad por medio de lo que un economista
austríaco (Eugen Boehm-Bawerk) denominó el «rodeo productivo».
Ejemplo: aunque en principio parece menos trabajo tomar un cántaro
e ir a buscar agua al río que construir un embalse y una red de conduc
ción de agua,, a la larga, si el número de productores y consumidores es
lo suficientemente grande (y la tecnología está lo suficientemente avan
zada), resultará más barato el «rodeo productivo» que la solución senci
lla. Adviértase que ya el cántaro implica un «rodeo productivo». El caso
más sencillo es ir a tomar el agua con las manos cada vez que se necesita.
A este «rodeo productivo» se le llama más comúnmente inversión o
formación de capital. Capital es el conjunto de bienes de producción.
32 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
0 0 0
0,50
1 0,50 0,50
2 1,50 0,75
0,50
3 2 0,67
0,25
4 2,25 0,56
0
5 2,25 0,45
0
6 2,25 0,38
Y gráficamente:
¡II. MICROECONOMIA: CONSUMO Y PRODUCCION 35
En general, las curvas de producción serán de este tipo:
Gráfico 1II-4
A. Producción Total
Producción
A. Coste Variable
B. Coste Fijo
Producción
Producción
38 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
9. EL EQUILIBRIO DE LA EMPRESA:
UN EJEMPLO NUMERICO
Los ejemplos más sencillos, y por tanto, más apropiados son los que
implican dos factores y un producto. Si, además, uno de los factores puede
considerarse como fijo, miel sobre hojuelas. La empresa agrícola, en que
la tierra es el factor fijo; el trabajo, el variable, y hay un solo producto
(trigo), es casi el ideal.
Supongamos que un agricultor alquila una hectárea de terreno por
un canon de 660.000 pesetas al año. Y supongamos también que el sala
rio de un trabajador agrícola sea de 500.000 pesetas al año. La función
de costes en estas condiciones queda descrita en el Cuadro III-7 y en el
Gráfico III-6, donde pueden apreciarse las curvas de costes total, medio
y marginal trazadas a partir del Cuadro III-7.
Gráfico III-7
A. Coste Total
Coste
Producción
42 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
lando tres hombres, ni pierde ni gana. Por encima de ese precio la em
presa tiene beneficio.
Supongamos que el precio está a 5.820 ptas. ¿Pasará la empresa a
producir 500 Qm.? Ni hablar, ya que ello le implicaría contratar a un
hombre y medio más, y seguir sin perder ni ganar. Nuestra empresa con
tinuará produciendo 400 Qm., con lo que obtendrá un beneficio de 420
ptas. por Qm., es decir, un beneficio total de 168.000 ptas. Nuestra em
presa, por tanto, se regirá por el volumen de producción que le marca
la curva de coste marginal, no la curva de coste medio.
¿Se mantendrá siempre la empresa en el punto de coste medio míni
mo mientras el precio sea igual o mayor a ese coste medio? No. Si el
precio alcanza o sobrepasa las 7.500 ptas./Qm. a la empresa le compen
sará aumentar el volumen de producción, contratar hombre y medio más,
y producir 500 Qm. a un coste medio de 5.820 ptas., haciendo un benefi
cio medio de 1.680 ptas./Qm., es decir, un beneficio total de 840.00 ptas.
(o mayor si el precio está por encima de las 7.500 ptas.).
Y así sucesivamente: a la empresa le convendrá aumentar su volu
men de producción cuando el precio se corresponda con el coste margi
nal de ese volumen. Así, por ejemplo, llegará a producir 600 Qm. si el
precio llega a 12.500 ptas./Qm., que es el coste marginal correspondien
te a ese volumen de producción.
Llegamos así a la conclusión anunciada al principio de la sección 8.
En condiciones normales, la empresa producirá, como mínimo, el volu
men correspondiente al coste medio más bajo (en nuestro caso, 400 Qm.)
y venderá a un precio mínimo igual a ese coste medio. Ahora bien, si
el precio sube, la empresa venderá a precios más altos y producirá las
cantidades correspondientes a esos precios no según la curva de coste me
dio, sino según la de coste marginal. La razón es simple: para aumentar
en una unidad la producción, el aumento de precio debe cubrir el aumento
en los costes; si no lo cubre, sería antieconómico aumentar el volumen
de producción. Por eso se dice que la curva de oferta de una empresa
individual es su curva de costes marginales en su tramo de pendiente po
sitiva cuando los costes marginales están por encima de los costes me
dios.
Para concluir hay que hacer una seria advertencia. Este análisis está
basado en el supuesto de que la curva de costes totales tenga esa forma
de lomo de caballo y que, como consecuencia, la curva de costes margi
nales tenga forma de U. Este supuesto, sin embargo, es discutible. Si la
curva de costes fuera, por ejemplo, lineal (esto es, fuera recta) entonces
la curva de coste marginal sería una recta horizontal que no cortaría nunca
a la de costes medios y el volumen de producción de equilibrio (dado
el precio) sería indeterminado según este análisis (Gráfico III-8). Es de
cir, en esa situación la curva de oferta sería la curva de costes medios,
cuya pendiente sería negativa: la empresa trataría de producir en canti
dades ilimitadas mientras el precio fuera igual o mayor al coste medio
porque cuanto más produjera, menor sería el coste medio y mayor, por
tanto, el beneficio. Pero la consecuencia sería que esa empresa por sí so-
III. MICROECONOMIA: CONSUMO Y PRODUCCION 43
Gráfico III-8
44 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
10. CONCLUSIONES
En este capítulo hemos visto, por así decirlo, lo que hay detrás de
las curvas de oferta y demanda. La curva de demanda viene determina
da por la curva de utilidad marginal. La Ley de la Demanda (a mayor
precio menor cantidad demandada) está basada en la Ley de la Utilidad
Marginal Decreciente. Ambas leyes tienen sólidos fundamentos. A pe
sar de que la utilidad es muy difícil de medir, la pendiente negativa de
las curvas de utilidad marginal y de demanda está fuera de duda.
No ocurre lo mismo con la curva de oferta. En principio, ésta coinci
dirá con el tramo ascendente de la curva de costes marginales a partir
del punto en que el coste marginal es mayor que el coste medio. Sin em
bargo, para que esto ocurra tiene que operar la Ley de los Rendimientos
Decrecientes. Aunque esta ley es de aplicación general, sin embargo, no
opera a todos los volúmenes de producción. Con los adelantos y la tec
nología modernos, la Ley de los Rendimientos Decrecientes no opera en
muchos casos (sobre todo en la industria) a los volúmenes de produc
ción corrientes. En estos casos, la curva de costes medios no tiene punto
mínimo, la curva de oferta tiene pendiente negativa u horizontal, y el
equilibrio de la empresa es indeterminado.
CAPITULO IV
MICROECONOMIA: MERCADOS
Oferta
totalmente
inelástica
Oferta elástica
Q Q
IV. MICROECONOMIA: MERCADOS 47
empresas productoras. El Cuadro IV-1 ofrece un ejemplo, y,el Gráfico
IV-2 lo ilustra.
Precio A B c Total
1 1.5 0 3,5 5
2 3 0 5 8
3 4 2 7 13
4 5 6 8,5 19,5
Total
4-
3-
2-
1-
5 .1.0 15 20
48 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
Es interesante observar que las curvas de oferta (al igual que las de
demanda) ganan en elasticidad al ser sumadas. Esto en parte es una ilu
sión óptica, ya que sumamos cantidades, pero no precips.
Desde el Capítulo II sabemos cómo se ajustan oferta y demanda en
cada mercado para producir un equilibrio simultáneo en precio y canti
dad intercambiada.
Lo que se trata de resaltar ahora es la importancia de las elasticida
des de oferta y demanda en el modo cómo se realizan los reajustes.
Cuando oferta y demanda son elásticas, los ajustes se realizan por
variaciones en las cantidades y no en los precios, como se observa en el
Gráfico IV-3. En el Gráfico IV-3-1 tenemos una demanda elástica frente
a una oferta de elasticidad media. Una pequeña regresión en la oferta
produce un pequeño aumento en el precio y una fuerte disminución en
la cantidad demandada. En el Gráfico IV-3-2 tenemos una oferta elásti
ca frente a una demanda de elasticidad media; un aumento en la deman
da produce un pequeño aumento en el precio y un fuerte aumento en
la cantidad producida.
1
IV. MICROECONOMIA: MERCADOS 49
cas variaciones, a casi todos los productos agrícolas, razón por la cual
acostumbran a ser frecuentes las intervenciones estatales en sus merca
dos. A la percepción de las consecuencias de esta inelasticidad obedecen
las frecuentes destrucciones parciales de cosechas que llevan a cabo los
propios productores en épocas de sobreabundancia. Es proverbial que
durante la Gran Depresión en ciertas regiones de Brasil se utilizaba el
café como sustituto del carbón en las locomotoras. Dadas las inelastici
dades de oferta y demanda, el precio bajó tan vertiginosamente que va
lia más la pena destruirlo o venderlo in situ casi regalado que transpor
tarlo al mercado. Y el Estado, para mantener el precio, compraba gran
des cantidades de café, que le resultaba más caro almacenar que destruir.
Lo mismo ha ocurrido recientemente con ciertas cosechas de vino, pata
tas, etc., en España y fuera de ella.
Un ejemplo de los peligros de una política de estabilización de pre
cios agrícolas cuando las presiones de los productores resultan irresisti
bles nos lo proporciona la famosa «política común agraria» de la Co
munidad Económica Europea. Las presiones de los agricultores mantie
nen los precios de paridad (es decir, los precios mínimos a los que el Es
tado compra) por encima del punto de equilibrio. La consecuencia es que
todos los años hay un exceso de producción de los artículos subvencio
nados (notablemente, mantequilla, leche y vino), que el Estado (la Co
munidad) se ve obligado a comprar y almacenar. Al cabo de varios años
el coste de almacenamiento de esos «lagos de vino y leche» y «montañas
de mantequilla» se hace tan oneroso que la CEE se ve obligada a expor
tarlos a precio de regalo a los países del Este, cuyo problema es el inver
so porque sus precios agrícolas son demasiado bajos. Con lo cual resulta
que la CEE subvenciona a su pesar a sus rivales del «telón de acero».
2. CONCURRENCIA PERFECTA
Decimos que hay concurrencia o competencia perfecta en un merca
do cuando tanto los compradores como los vendedores se comportan co
mo si su demanda o su oferta individual no tuviera ningún efecto sobre
el precio. El caso característico es el del comprador individual que sabe
perfectamente que su decisión de comprar un kilo de naranjas o un bolí
grafo no van a influir para nada en el precio de estos artículos. Y lo mis
mo ocurre con el ganadero que lleva su leche a la central lechera, o el
fabricante de clavos y tornillos, que compite con innumerables otros ga
naderos o fabricantes.
Esto se expresa en los términos que venimos utilizando diciendo que
para el comprador en libre concurrencia la oferta es infinitamente elásti
ca (u horizontal) y para el vendedor en libre concurrencia la demanda
es también infinitamente elástica (u horizontal).
¿Cómo puede ser que la oferta sea infinitamente elástica para cada
comprador individual y no para los compradores en conjunto? El Gráfi
co IV-6 lo explica. Lo que hay que comprender es que para la señora
que compra naranjas en el mercado, cualquier cantidad que ella quiera
IV. MICROECONOMIA: MERCADOS 53
Gráfico IV-6. Concurrencia Perfecta
3. EL MONOPOLIO
Max—B = H - C
Gráfico IV-7
A. Demanda B. Ingreso
Gráfico IV-8
A. Ingreso Total
Ingreso
en ptas.
! Cantidades
x0
B. Ingreso Marginal
Ingreso
en ptas.
Cantidades
0
IV. MICROECONOMIA: MERCADOS 59
(Esta relación entre la curva de ingreso marginal y la de demanda puede
demostrarse matemáticamente.)
¿Cómo será la curva de ingreso para el vendedor-productor en libre
concurrencia? Muy sencillo: será una recta de pendiente positiva que co
mienza en el origen de coordenadas. Para comprobarlo bastará construir
una tabla de demanda con un precio constante. El ingreso crece, como
no podía menos de ser, en proporción constante al volumen vendido;
no hay, por tanto, punto máximo: no hay curva, la curva es recta.
Volvamos ahora a nuestro monopolista. Su punto de equilibrio será
el correspondiente a aquel volumen de producción en que ingreso margi
nal y coste marginal sean iguales (en el tramo de pendiente positiva del
coste marginal). La situación de equilibrio se representa en el Gráfico
IV-9. (Observemos que el Gráfico IV-9-A representa el equilibrio en tér
minos de las curvas de costes e ingresos marginales, mientras que el Grá
fico IV-9-B representa el mismo equilibrio, pero en términos de curvas
de costes, ingresos y beneficios totales.)
El punto de equilibrio es aquél en que coste marginal e ingreso mar
ginal son iguales, y corresponde a la cantidad qnl. En términos totales
es el punto en que la curva de costes y la de ingreso están más separadas
(y tienen igual pendiente), y, por tanto, el beneficio es máximo.
Ahora bien, a ese punto de equilibrio, para esa cantidad ofrecida qm,
la demanda admite un precio que está muy por encima del coste medio,
el precio pm: ese será el precio que ponga el monopolista. En esta situa
ción, el ingreso total será el rectángulo OqmEmpm, ya que Oqm es la can
tidad vendida, y Opm es el precio a que se vende. El beneficio (H - C)
será igual a ese rectángulo menos el rectángulo OqmBA, ya que qmB es el
coste medio que, multiplicado por lo producido (Oqm), dará el coste total.
El beneficio será, por tanto, el rectángulo ABEmpm. En otras pala
bras, será el beneficio por unidad (diferencia entre coste medio y precio)
multiplicado por la cantidad vendida (Empm = Oqm).
En términos totales, el beneficio viene representado por el segmento
qmM, que es igual al segmento CjH,» todo ello en el Gráfico IV-9-B.
4. EL MONOPOLIO DE DEMANDA
C. A Largo Plazo
IV. MICROECONOMIA: MERCADOS 63
librio en régimen de monopolio de demanda; y poy q0 son el precio y
la cantidad de equilibrio en régimen de libre concurrencia.
El corolario de este análisis es también simétrico con el anterior del
monopolio de oferta; el monopolista de demanda compra menos factor
y a menor precio que los demandantes en libre concurrencia.
5. MONOPOLIO BILATERAL
6. CONSIDERACIONES FINALES
MAGNITUDES MACROECONOMICAS
Renta
r Riqueza
c
c
Inversión
Amortización
(o capital)
Desvalorización Revalorización
(tecnológica y otras)
(por Obsolescencia \
y otras)
y
i=n
Y = E y,p, ,
i=l
tores acostumbran a ocultar parte de sus ingresos para pagar menos im
puestos (esto es inmoral, pero por desgracia frecuente). Los historiado
res saben bien que las fuentes fiscales tienen, por esta razón, un sesgo
a la baja.
En el Cuadro V-l se recogen tres diferentes estimaciones de la Renta
Nacional del Reino Unido en 1907, cada una de las cuales sigue uno de
los caminos aquí propuestos. Una simple inspección nos muestra que los
resultados no son idénticos, aunque sí muy similares. Resulta evidente
que la Renta Nacional británica en ese año estaba en torno a los 2.000
millones de libras. Como era de esperar, el método de estimación por
la renta-ingresos produce una ligera infravaloración (de alrededor del 4
por 100), y la estimación a través del gasto muy posiblemente sobreva
lúa (seguramente porque no se ha conseguido eliminar todos los impues
tos). Precisamente resulta interesante darse cuenta de la existencia de ine
xactitudes, que son el pan nuestro de cada día para los historiadores eco
nómicos.
Como las estadísticas son imperfectas, se acostumbra a hacer esti
maciones por los tres sistemas a la vez (muchas veces incompletas), y com
pletar o corregir unas con otras.
Veamos los principales problemas que se plantean, además de los ya
vistos, a los que calculan la Renta Nacional.
En cuanto al primer sistema, el de los Ingresos, el gran problema es,
aparte de la ocultación, el de las rentas no monetarias que a su vez puede
separarse en los dos siguientes:
a) Autoconsumo: también lo hemos visto, aunque de pasada: es el
de los agricultores que se abastecen a sí mismos, los sastres que se cortan
sus propios trajes, los médicos que se tratan unos a otros gratuitamente,
lo mismo (aunque en menor escala) entre otros profesionales, el profe
sor que da clases a sus hijos, y así sucesivamente. Parece que no, pero
esto introduce un fuerte sesgo a la baja, sobre todo en economías poco
comercializadas y muy agrarias, donde se comercializa una parte relati
vamente pequeña de la Renta Nacional. Por todo ello, las economías atra
sadas tienen un sesgo a la baja en sus estadísticas de Renta Nacional,
lo cual tiende a exagerar su pobreza.
b) Trabajos no remunerados monetariamente. El ejemplo más a me
nudo citado por los economistas es el de las amas de casa, que no acos
tumbran a percibir sueldo por la multitud de funciones que desempeñan
y que, si se alquilara a una o varias personas para sustituirlas, ello impli
caría una serie de desembolsos bastante notable. Puede decirse que quien
sabe exactamente en cuánto pueden valorarse los trabajos de un ama de
casa es un viudo que tiene que sustituir el trabajo de su mujer con traba
jo asalariado. Como no media transacción monetaria, el trabajo del ama
de casa no queda reflejado en los cálculos de Renta Nacional, con gran
desesperación de los economistas que, aunque se dan cuenta del absur
do, no hallan un método adecuado de estimación. Se pone de relieve las
paradojas que esto conlleva: veamos algunas. Un señor se casa con su
cocinera, deja de pagarle el sueldo: disminuye la RN (Renta Nacional).
<
Cuadro V-l. Renta Nacional del Reino Unido en 1907 (en millones de libras)
MAGNITUDES MACROECONOMICAS
RENTAS CASTO PRODUCCION (Valor Añadido)
1. Sueldos y Salarios 1.003 1. Consumo Privado 1.811 1. Agricultura 140
2. Auto-empleados 348 2. Consumo Público 163 2. Industria 760
3. Beneficios 271 3. Formación bruta de Capital 160 3. Servicios 1.060
fijo Doméstico (Inversión)
3. EL ANALISIS INPUT-OUTPUT
Un método para calcular la Renta Nacional como culminación del
proceso productivo, y de relacionar el producto con los factores o com
74 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
1. INTRODUCCION
2. LA TIERRA
Gráfico VI-1. Precios del Trigo y Hectáreas Cultivadas (según Cuadro VI-1)
VI. LOS FACTORES DE PRODUCCION 81
3. EL TRABAJO
0 0 660 0 —660
100 1 1.160 700 —285
200 1,5 1.410 1.400 — 10
300 2 1.660 2.100 440
400 3 2.160 2.800 640
500 4,5 2.910 3.500 590
600 7 4.160 4.200 40
Salario = 500.000 ptas./año.
Precio trigo = 7.000.
(3) (5)
Coste Beneficio
600 —660
1.060 -360
1.260 140
1.460 640
1.860 940
2.460 1.040
3.460 700
Salario = 400.000 ptas./año.
Precio trigo = 7.000.
Ahora bien: ¿cómo han ido las cosas en la realidad? Lo más sobresa
liente ha sido un aumento muy grande de la productividad desde la Re
volución Industrial, aumento que ha absorbido y compensado los aumen
tos en los salarios reales y los aumentos en la oferta total de trabajo.
De modo que, aunque estemos viviendo en unos años de gran desem
pleo, la perspectiva histórica nos permite afirmar que la demanda de tra-
87
VI. LOS FACTORES DE PRODUCCION
Gráfico VI-4
Coste
Ingreso
88 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
(4) (5)
Ingreso Beneficio
0 —660
800 —360
1.600 190
2.400 740
3.200 1.040
4.000 1.090
4.800 640
0 0 660 0 —660
100 0,75 1.035 700 —335
200 1,125 1.222,5 1.400 177,5
300 1,5 1.410 2.100 690
400 2,25 1.785 2.800 1.015
500 3,375 2.347,5 3.500 1.152,5
600 5,25 3.285 4.200 915
bajo ha crecido enormemente en los últimos dos siglos, más que la ofer-
ta, y que ese aumento de la demanda se debe al aumento en la producti
vidad.
El crecimiento sostenido de los salarios reales contradice la teoría de
Ricardo. Este creía que los salarios no iban a aumentar a largo plazo
porque pensaba que un aumento en los salarios provocaría un aumento
en la natalidad y, por tanto, un aumento en la oferta de mano de obra,
que tendería a deprimir el salario. Este burdo error de Ricardo se debe
tanto a una subestimación del progreso tecnológico que, al hacer crecer
la productividad, hizo que la demanda de trabajo siempre estuviera por
delante de la oferta, como a su desconocimiento de los parámetros fun
damentales de la demografía.
La oferta de trabajo no está determinada solamente por la natalidad,
ni ésta es función únicamente del salario real. Para empezar, la oferta
de trabajo depende de la Tasa de Participación, proporción de pobla
ción activa dentro de la total, y esta Tasa depende de factores muy di
versos: institucionales y culturales en primer lugar (trabajo femenino,
trabajo infantil, edad de retiro, etc.), y estructurales en segundo (distri-
VI. LOS- FACTORES DE PRODUCCION 89
Gráfico VI-6.
90 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
bución por edades, por sectores económicos, etc.). También depende del
nivel de salarios, pero ésta es una variable más, y quizá no de las más
importantes.
En cuanto a la población total, depende de la natalidad, la mortali
dad y las migraciones. Todas estas variables dependen en alguna medida
del nivel de salarios. La que más depende es la migración, pero aun así
ésta tiene otras determinantes institucionales, culturales, geográficas, y
de otros tipos. La natalidad está relacionada con el salario real a través
de la nupcialidad, pero esta relación es cada vez más débil en las socie
dades industrializadas. Aún menos relación tiene la mortalidad, que de
pende cada vez más de la tecnología médica y su difusión. En resumen,
el burdo esquema ricardiano no se da: las sociedades con más altos nive
les de salarios reales, como Alemania, Suecia, Europa occidental en ge
neral y los Estados Unidos, tienen tasas de natalidad muy bajas, y défi
cit crónico laboral, que cubren con inmigración. Mientras que, al con
trario, las sociedades con más bajos niveles de salarios acostumbran a
tener las más altas tasas de natalidad, como Kenya, Pakistán, México,
Egipto o Indonesia. Históricamente se da el mismo principio: las tasas
de natalidad eran mucho más altas en España, en Inglaterra, en Estados
Unidos, en Francia o en cualquier otro país industrializado antes que des
pués del proceso de industrialización, mientras que los salarios reales son
mucho más altos después que antes. Un factor que tiene una gran in
fluencia directa sobre la tasa de natalidad es el grado de urbanización:
la influencia es negativa: a mayor urbanización menor natalidad. Ahora
bien, la urbanización se correlaciona positivamente con la industrializa
ción y la modernización en general: de modo que la realidad muestra
que, a largo plazo, la relación entre salario real y natalidad es exacta
mente la contraria de la postulada por Ricardo.
4. EL CAPITAL
del capitalismo. Y para Marx, cuya obra más conocida se titulaba preci
samente El Capital, éste, más que una categoría económica, era una ex
presión del poder social detentado por los propietarios de medios de pro
ducción, en especial los industriales. A pesar de toda esta diversidad de
conceptos, las contradicciones no son tan grandes como parece. La defi
nición que más comúnmente se utiliza en economía es la de capital físi
co, es decir, la que ve al capital como un conjunto de bienes de produc
ción: fábricas, maquinaria, minas, tierras de labor, en resumen, todos
aquellos bienes que no sirven al consumo directo, sino a la producción
de otros bienes. La definición de capital monetario no es necesariamente
contradictoria con ésta, porque se refiere al dinero como bien de pro
ducción: el capital de una empresa industrial es el conjunto de sus insta
laciones, planta, etc. Y también es la valoración de esos bienes en dine
ro, o la masa de dinero que originalmente han reunido los socios de tal
empresa para comprar esas instalaciones, planta, etc. (En cuanto al con
cepto marxista de capital, es más literario que científico: para Marx esa
palabra resumía todo un sistema social y económico que él estudió con
pasión y con odio, y cuya sentencia de muerte creyó que firmaba.)
También se acostumbra a distinguir entre capital fijo y capital varia
ble o circulante. Esta distinción es paralela a la que se establece entre
coste fijo y coste variable: capital fijo es el que no varía con el volumen
de producción (característicamente, planta, instalaciones, maquinaria...),
y capital variable el que aumenta o disminuye según el volumen de pro
ducción (característicamente, materias primas y energía).
Como vimos en el Capítulo III (pp. 31-32), la idea de capital está rela
cionada con la de «rodeo productivo». Producir capital significa pospo
ner el consumo, es decir, trabajar para producir algo que no vamos a
consumir inmediatamente. La razón de hacer esto es que a más largo
plazo produciremos más bienes de consumo y con menos trabajo; pero,
por el momento, trabajamos sin compensación inmediata. Esto signifi
ca que para invertir (es decir, producir bienes de capital) tenemos que
tener cubiertas nuestras necesidades más inmediatas. Una persona que
se está muriendo de sed y llega a un lago no se pondrá a fabricar un cuenco
para beber o almacenar el agua: beberá directamente o con las manos.
Sólo con su sed saciada empezará quizá a pensar en fabricar una vasija
de barro para llevar el agua lejos o almacenarla. Esa vasija será ya un
bien de capital; pero para realizar la inversión que significa trabajar en
ella, nuestro hombre tendrá primero que tener comida y bebida suficien
tes para el tiempo que le lleve encontrar la arcilla, amasarla, darle for
ma, cocerla, etc. Algo parecido puede decirse, en la sociedad moderna,
sobre el individuo cuyos ingresos son tan bajos que apenas le bastan pa
ra subsistir: no invertirá. Si sus ingresos aumentan repentinamente, una
vez cubiertas sus necesidades, reservará un dinero para invertir: comprará
una casa, o bonos del Estado, o acciones de una sociedad, o montará
un negocio. En realidad, éste es un problema que se plantea a todo indi
viduo y a toda comunidad: gastar su renta en consumo o reservarla para
inversiones. Se plantea igualmente a la familia que duda entre comprar
92 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
Los activos financieros de renta fija tienen muy poco riesgo: se sabe
exactamente lo que van a rendir. Ese rendimiento, por tanto, será lo que
determine las decisiones de invertir: ese rendimiento es el tipo de interés.
Por eso es tan importante el tipo de interés en la marcha de una econo
mía: porque, en último término, él va a determinar el ritmo de la inver
sión y, por tanto, la formación de capital.
(Junto con otros elementos, por supuesto, como los gustos y prefe
rencias del público, y el nivel de renta, como ya sabemos; pero éstos cam
bian más lentamente y, sobre todo, son menos controlables a corto pla
zo, mientras que el tipo de interés puede ser manipulado en cierta medi
da por el Gobierno.)
Veamos cómo determina el tipo de interés el ritmo de la inversión.
Si está muy bajo, el ahorrador puede decidir no invertir y guardar el di
nero líquido en espera de una ocasión mejor o en previsión de una emer
gencia o, simplemente, gastárselo. Ahora bien, si realmente no necesita
el dinero y quiere invertirlo en algo productivo, en lugar de bonos, con
tan bajo interés, preferirá un activo de más riesgo, pero más productivo:
comprará acciones, o le prestará a un amigo para montar un negocio,
o comprará un piso. Por tanto, una baja del tipo de interés canalizará
el dinero hacia la empresa privada y, en general, facilitará la formación
de capital. Si sube el tipo de interés, en cambio, los inversores compra
rán títulos de renta fija, y las empresas y negocios tendrán más dificulta
des en procurarse capital. Por otra parte, sin embargo, la subida del tipo
de interés estimulará el ahorro, porque permitirá al ahorrador ganar más
dinero invirtiendo.
Por tanto, en los mercados de capital (que debieran llamarse, real
mente, de «capital monetario») el tipo de interés actúa como un precio
más, equilibrando la oferta de capital (dinero ahorrado) y la demanda
de capital por parte de las empresas y el Estado, que buscan dinero para
invertir. Un tipo de interés demasiado bajo favorecerá la formación de
capital; pero puede desanimar: el ahorro, y ello a la larga hará subir el
tipo de interés. Un tipo de interés demasiado alto atraerá a los ahorra
dores, pero deprimirá la demanda de capital por parte de las empresas:
el dinero ahorrado (los «fondos prestables») derivarán hacia los títulos
de renta fija, típicamente la Deuda pública. Pero si la Deuda (bonos del
Tesoro y otros títulos del Estado) no absorbe todos esos fondos presta-
bles, el tipo de interés tenderá a caer.
A la larga, el tipo de interés vendrá determinado por la rentabilidad
media del capital físico de una economía, esto es, por el crecimiento de
su Renta nacional, ya que la Renta nacional es el flujo de bienes y servi
cios que se obtiene del stock de capital total de un país. Pero a corto
plazo el tipo de interés vendrá determinado sobre todo por factores mo
netarios que el Gobierno puede manipular a través de la política econó
mica. Estos factores son los que vamos a estudiar en los próximos capí
tulos.
CAPITULO VII
DINERO Y BANCA
1. EL DINERO
3. LA DEMANDA DE DINERO
5. LA OFERTA MONETARIA
del siglo xvn). La originalidad de estos recibos estaba en que en vez del
nombre del depositante, solamente indicaban que Palmstruch pagaría en
oro o plata al «portador» del billete que lo pidiera. Con ello, el propie
tario del oro o plata podía pagar a un tercero con el billete, sin necesidad
de sacar el metálico del banco. Palmstruch quebró pocos años después
de su invento, probablemente por haberlo utilizado demasiado alegre
mente. Pero algunos años más tarde, el Banco de Inglaterra, fundado
en 1694, comenzó a emitir billetes de banco, que se popularizaron en las
grandes ciudades de Gran Bretaña durante el siglo xviii. Los billetes de
banco se fueron extendiendo por la Europa continental y otros países
a medida que se industrializaban y modernizaban durante el siglo XIX.
Aunque en muchos casos la emisión de billetes no era monopolio de un
solo banco, con el tiempo los Gobiernos tendieron a conceder el mono
polio a un banco único, el «banco central» o banco oficial. El Banco
de España adquirió este monopolio en 1874, después de haber comparti
do la facultad o «privilegio» de emisión con muchos otros bancos, como
el de Bilbao, el de Santander, el de Barcelona o el de Reus durante va
rios años. Finalmente, en el siglo XX, tras la Gran Depresión de los Años
Treinta, los Gobiernos de la mayor parte de los países suspendieron la
«convertibilidad» de los billetes: es decir, decidieron que los bancos cen
trales no pagarían ya al portador la cantidad especificada ni en oro, ni
en plata, ni en nada. Simultáneamente, decidieron conferir a los billetes
el carácter de «curso legal», es decir, darles poder liberatorio obligato
rio. Los billetes no eran ya dinero porque eran convertibles en oro, sino
porque el Estado lo mandaba.
Aunque esto pueda sorprender a algunos, la moneda fraccionaria y
los billetes de banco de curso legal son solamente una proporción peque
ña (alrededor de la cuarta parte) de la Oferta Monetaria en su versión
MI (en su versión M2 son una fracción aún más pequeña, naturalmen
te). La mayor parte de la Oferta Monetaria en un país relativamente de
sarrollado está compuesta por los depósitos bancarios a la vista o en cuen
ta corriente, que vienen a constituir entre el 70 y el 80 por 100 del total
en Estados Unidos y una proporción parecida en España. Lo interesante
de este hecho es que los depósitos en cuenta corriente (las cuentas co
rrientes, en breve) no son dinero de curso legal sino que, por el contra
rio, son lo que se llama «dinero bancario», esto es, dinero creado por
el sistema bancario, que está compuesto mayoritariamente por compa
ñías privadas. Resulta, por tanto, que, pese al interés que los Estados
tienen en controlar la Oferta Monetaria, que les ha llevado a nacionali
zar los bancos centrales y a regular cuidadosamente la emisión de papel
moneda, es un hecho que la mayor parte del dinero que circula es lo que
podríamos llamar «dinero privado» (esto se aplica, por supuesto, a los
países que tienen banca privada).
Aquí pueden planteársele al lector dos preguntas. En primer lugar,
¿cómo es posible que los bancos privados creen dinero? Las cuentas co
rrientes suponen un depósito previo de dinero; si ya contamos los bille
tes en la Oferta Monetaria, ¿no estamos incurriendo en doble contabili-
VII. DINERO Y BANCA 105
zación? Y en segundo lugar, aun admitiendo que sea lícito sumar cuen
tas corrientes y billetes, ¿cómo se ha podido llegar a esta situación y có
mo es posible que los gobiernos la toleren? Estas son las preguntas que
trataremos de contestar en el próximo apartado.
6. EL SISTEMA BANCARIO
taria por medio del dinero bancario la dio nuestro conocido banquero
Palmstruch con su idea de emitir billetes a cambio de depósitos. Su quie
bra seguramente se debió a que hizo un uso exagerado de las consecuen
cias de su idea. Al comprobar que la mayor parte de los tenedores de
billetes no iban al banco a reclamar su oro, a Palmstruch se le ocurriría
emitir billetes sin respaldo de oro y prestárselos a clientes a cambio de
un cierto interés. Con ello Palmstruch se encontraba haciendo grandes
beneficios: al canon que cobraba a los depositantes se sumaba ahora el
interés que cobraba a los prestatarios; y todo ello sin poner un céntimo
de su bolsillo. Pero en medio de su entusiasmo, sin duda, Palmstruch
se encontró con la Némesis de todos los banqueros: por haber emitido
demasiados billetes, un día resultó que no podía pagar a todos los porta
dores de billetes. Tuvo que declararse en bancarrota.
(Los banqueros deben su nombre a que los cambistas se sentaban en
bancos en las ferias, ante una mesa donde amontonaban sus monedas;
y cuando un cambista, al igual que Palmstruch más tarde, prestaba más
dinero del que podía, y se encontraba incapaz de devolver el dinero que
sus clientes le habían confiado, su banco, que era símbolo de su profe
sión, era roto públicamente en la feria, para que todos supieran que el
desgraciado era expulsado de la profesión, y nadie debía confiar más
en él.)
Ya sabemos que más adelante el Banco de Inglaterra retomó la idea
de Palmstruch y que la práctica unida a la precaución enseñó a los ban
queros que si se atenían a una cierta proporción, es decir, si no emitían
billetes más allá de una cierta proporción del total de oro depositado,
podían ampliar la Oferta Monetaria casi sin riesgo. Hemos visto tam
bién cómo los Estados fueron sometiendo a control cada vez mayor a
los bancos emisores de billetes hasta llegar a la situación actual en que
prácticamente todos los bancos centrales están nacionalizados y, conse
cuentemente, todos los billetes de banco son directa o indirectamente del
Estado.
Sin embargo, mientras el Estado iba controlando cada vez más la cir
culación fiduciaria (los billetes), los bancos iban desarrollando otra mo
dalidad de expansión de la Oferta Monetaria: los depósitos en cuenta
corriente. El mecanismo básico en este caso es el mismo que en el del
billete de banco. La diferencia estriba en que, mientras en el caso de la
emisión de billetes el dinero depositado se moviliza por medio de los tan
repetidos billetes, en el de las cuentas corrientes esa movilización se hace
por cheque (o talón) y por transferencia. Ilustremos el caso por medio
de un ejemplo. Supongamos que yo deposito 100.000 ptas. en una cuen
ta corriente en el Banco de Alcalá de Henares. Yo recibo mi libro de che
ques, y puedo seguir disponiendo de ese dinero. Ahora bien, el banco
no guardará ese dinero íntegro en su caja. La experiencia le dice al ban
co que con tener el 20 por 100 del dinero depositado en la caja la basta
para hacer frente a las demandas de reintegro. Por tanto, estará dispues
to a prestar hasta 80.000 ptas. Supongamos que se las presta a un escri
tor local llamado Miguel de Cervantes. El Sr. Cervantes deposita sus
VII. DINERO Y BANCA 107
MV = PT
P = k M,
dP = dM,
EL ESTADO EN LA ECONOMIA
es mucho mayor que en resto del mundo, al menos en teoría, por lo que
medir los ingresos presupuestarios no significa lo mismo que en las eco
nomías capitalistas.)
Otra razón que hace dudar de la inexorabilidad de la «Ley de Wag-
ner» es la creciente aparición de lo que se ha dado en llamar la «econo
mía sumergida», es decir, la proliferación de empresas que evaden par
cial o totalmente los controles del Estado, entre los que se cuentan los
impositivos y los estadísticos. La forma más común de «economía su
mergida» es la producción clandestina que ni paga impuestos ni aparece
en la Renta Nacional. Por supuesto, si se pudiera contabilizar la activi
dad de estas empresas el resultado sería una disminución de la propor
ción de los impuestos dentro de la Renta Nacional. Se dice que lo que
sí es claramente creciente es la participación de estas empresas clandesti
nas dentro de la Renta Nacional, aunque, por definición, esta afirma
ción es estadísticamente incontrastable. También es bien sabido que la
«economía sumergida» en los países comunistas alcanza grandes propor
ciones, mayores sin duda que en los países capitalistas desarrollados.
Mencionemos, para terminar este apartado, que la aplicabilidad de
la «Ley de Wagner» a España ha sido estudiada por Manuel Lagares
(1975), Pedro Tedde (1981) y Francisco Comín (1985). En estos tres es
tudios realizados de manera totalmente independiente, con métodos di
ferentes, y para períodos de tiempo distintos aunque yuxtapuestos (La
gares, 1900-1975; Tedde, 1875-1906; Comín, 1901-1972) puede observarse
que la «Ley de Wagner» se ha aplicado en España sin lugar a dudas en
el siglo XX (aunque Tedde dude de su aplicabilidad para los primeros
veinte años de este siglo). Ahora bien, España, como país relativamente
atrasado dentro de los desarrollados, con una participación discreta del
Estado en la Renta Nacional, y con un rápido crecimiento económico
en el siglo XX, parece un caso muy a propósito para que se cumpla en
él la «Ley de Wagner», de modo que este resultado ni es sorprendente,
ni aporta una evidencia muy fuerte de la validez universal de tal «ley»,
universalidad que, por otra parte, ni el propio Wagner sostenía.
2. LA POLITICA FISCAL
GASTOS
Miles de
millones pts. %
A. Obligaciones Generales del Estado 284,2 12,4
(1. Deuda Pública) (41,4) (1,8)
(2. Clases Pasivas) (178,5) (7,8)
(3. Otros) (64,3) (2,8)
CuadroVIII-2 (concl.)
INGRESOS
Miles de
millones de pts. %
1. Impuestos Directos 908,5 44,9
(a. Sobre la Renta) (875,7) (43,3)
(b. Sobre el Patrimonio) (17,8) (0,9)
(c. Sobre Transmisiones «mortis»)
causa») (14,7) (0,7)
(d. Otros) (0,4) (0,0)
7. Déficit 269,4
cios, como generalmente ocurre con los dos bancos mencionados, los di
videndos correspondientes al Estado aparecen en el capítulo de Ingresos
del Presupuesto, en el renglón de «Ingresos Patrimoniales». Si las em
presas, por el contrario, producen pérdidas, y el Estado se ve obligado
a subvencionarlas, esas subvenciones, como es lógico, aparecen en el ca
pítulo de Gastos del Presupuesto, normalmente dentro de los fondos des
tinados al Ministerio correspondiente (en el caso de las numerosas em
presas del Instituto Nacional de Industria, INI, con pérdidas, esos gas
tos irán englobados en los del Ministerio de Industria; las pérdidas de
Iberia en las del Ministerio de Transportes; etc.).
VIII. EL ESTADO EN LA ECONOMIA 117
De cada 100 pesetas recaudadas por Hacienda, 83 provienen de los
impuestos. Estos se caracterizan por ser exacciones sin contrapartida in
mediata: a cambio de los impuestos el Estado rinde unos servicios públi
cos gratuitos y satisface las llamadas «necesidades colectivas», tales co
mo la paz, el orden, la justicia, la defensa, etc. Pero estas necesidades
colectivas, por su propia naturaleza, no se satisfacen en proporción a
los impuestos pagados. Precisamente por su carácter de exacciones sin
contrapartida, los impuestos han sido, desde la Edad Media en Europa,
una de las cuestiones, controvertidas entre gobernados y gobernantes que
han contribuido al desarrollo del sistema parlamentario y, en definitiva,
al progreso de la democracia. En efecto, desde la Edad Media, frente
a la tendencia de los reyes y señores de exigir impuestos y contribuciones
para subvenir a los gastos «públicos» (el entrecomillado se debe a que
es bastante reciente la distinción entre la hacienda del soberano y la Ha
cienda del Estado), en particular los militares, se alzó la resistencia de
los súbditos que reclamaban que se les consultase (y se buscase, a ser po
sible, su consentimiento) antes de establecer impuestos que ellos habían
de pagar. La misma cuestión fue más tarde uno de los agravios típicos
de las colonias contra las metrópolis. En realidad, las más importantes
de las revoluciones que marcan la divisoria entre la Edad Moderna y la
Contemporánea, entre el Antiguo Régimen y las sociedades democráti
cas e igualitarias actuales, tales como la Revolución inglesa del xvii, la
Guerra de Independencia de Estados Unidos, o la Revolución francesa,
son en parte rebeliones de contribuyentes contra lo que juzgan exaccio
nes excesivas y arbitrarias. Así, el principio de que el impuesto, para ser
legítimo, requiere el consentimiento de los contribuyentes o de sus re
presentantes, conduce al desarrollo de los sistemas políticos representa
tivos, al establecimiento de parlamentos, cámaras de representantes o cor
tes, una de cuyas misiones principales es aprobar el presupuesto anual:
el sistema presupuestario arrebata así a los príncipes su poder económi
co arbitrario y entrega a los representantes de los ciudadanos la facultad
de recaudar los impuestos y decidir en qué se van a emplear esos fondos.
De ahí el carácter profundamente democrático (al menos, en su origen)
del presupuesto y de ahí también que, en el caso español, hubiera que
esperar a la muerte de Fernando VII —para quien Cortes y Presupuesto
constituían una intrusión intolerable en sus prerrogativas— y a la con
clusión de la Guerra Carlista para que se implantara el sistema del pre
supuesto anual.
La distinción fundamental que suele hacerse en materia de impues
tos es la que separa los indirectos de los directos. Con generalidad pode
mos definir los impuestos directos como aquéllos que gravan directamente
la capacidad de pagar del contribuyente. El ejemplo más obvio es el im
puesto directo por antonomasia, el impuesto sobre la renta, por el cual
se estima la renta de cada ciudadano y se le exige que pague una fracción
de esa renta estimada. Los impuestos indirectos, en camhio, gravan de
manera indirecta la capacidad de pagar; lo que gravan, típicamente, es
una transacción, casi siempre la adquisición de un bien o un servicio.
118 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
GASTOS
1850-90 1980
1. Deuda Pública 27,3 1,8
2. Clases Pasivas 6,6 7,8
3. Justicia 7,6 1,6
4. Guerra y Marina (Defensa) 25,3 12,5
5. Gobernación (Interior) 3,1 6,0
6. Hacienda (Hacienda, Economía, Comercio) 18,0 1,8
7. Fomento (Educación, Obras Públicas,
Industria, Agricultura, Trabajo,
Sanidad y SS., Transportes, Cultura) 9,0 56,1
8. Otros (Presidencia, Cortes, Asuntos
Exteriores, Casa Real, etc.) 3,1 12,4
INGRESOS
recto, esto es, según sea elástica o inelástica. El Gráfico VIII-1 nos muestra
la incidencia de un impuesto indirecto sobre un producto cuyas funcio
nes de oferta y demanda son, en ausencia de impuesto, las curvas So So
y DD. En esas condiciones, el punto de equilibrio será el E, para un pre
cio Po y una cantidad Qo. Ahora bien, si el Estado decide gravar el tal
producto con un impuesto indirecto que recaude la cantidad M por uni
dad vendida, esto causará un desplazamiento hacia arriba de la curva
de oferta exactamente igual a M. Esto será porque a los precios de ofer
ta correspondientes a cada cantidad habrá que sumarles el importe del
impuesto. En consecuencia, nuestra nueva curva de oferta será la St Sr
La curva de demanda no tiene por qué cambiar. Lo que sí cambiará, en
cambio, es el punto de equilibrio: éste será ahora el punto C, en que se
cortan la nueva oferta y la demanda. ¿Qué ha ocurrido? Como revela
el nuevo punto de equilibrio, el precio será ahora mayor (P^, y la can
tidad intercambiada menor (Q,). Esto era de esperar; ahora bien: obser
vemos que el aumento del precio no es igual al impuesto. La diferencia
entre Pt y Po (que es el aumento de precio) es menor que M. La razón
es que los oferentes no pueden repercutir todo el impuesto a los consu
midores, porque se quedarían sin clientela: en estas condiciones (por ser
la demanda de elasticidad media) el peso del impuesto se lo reparten en
tre vendedores y consumidores. Veamos cómo es eso.
Cuando no había impuesto, los vendedores vendían la cantidad OQo
0 O, Q<
128 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
al precio OPo. Su ingreso era la cantidad vendida por su precio: por tan
to, el rectángulo OPo EQo. Con el impuesto, la cantidad vendida es aho
ra OQt, y el precio OPr La recaudación total, por tanto, es OP( CQr
Pero ahora, de la recaudación total el Estado se lleva una parte, igual
a M por la cantidad vendida: el rectángulo AP, CB. ¿De dónde viene
ese ingreso, quién lo paga? Lo pagan a medias entre vendedores y com
pradores. Los vendedores pagan APo FB (la cantidad vendida con im
puesto por la diferencia entre lo que ellos se embolsan por unidad vendi
da, que es igual a OA, y lo que se embolsarían si rigiera el precio sin
impuesto, que es igual a OPo). Y los consumidores pagan PoP1CF, que
es igual a la cantidad vendida por la diferencia entre el precio que pagan
(OPt) y el que pagarían sin impuesto (OPo).
Este reparto equitativo del impuesto es posible porque la demanda
es de elasticidad media. En el caso de que la demanda fuera muy elástica
(Gráfico VIII-3) el efecto del impuesto M, de igual cuantía, sería muy
diferente: el precio con impuesto aumentaría muy poco, y la cantidad
vendida disminuiría mucho. De la recaudación estatal total los consumi
dores pagarían una parte muy pequeña, y los vendedores sufragarían la
mayor parte. En conclusión: en los productos de demanda elástica el Es
tado recauda poco porque se vende poco al aumentar el precio; y los per
judicados son los vendedores.
Si, por el contrario, la demanda es inelástica (Gráfico VIII-2), la venta
disminuye poco (con lo que el Estado recauda bastante) y el peso del im
puesto recae sobre el consumidor. Son los impuestos típicamente pin
gües para el Estado, pero irritantes para los contribuyentes, porque acos
tumbran a recaer sobre bienes de primera necesidad y a producir fuertes
alzas de precios. De ahí, como ya vimos en el Capítulo IV, Sección 1,
el malestar social contra los consumos en el siglo xix.
A diferencia de los indirectos, los impuestos directos no modifican
la curva de oferta, sino la de demanda. ¿Por qué? Porque ellos no gra
van ningún producto específico: simplemente, detraen una fracción de
la renta, empobrecen al consumidor, y eso se refleja, en el mercado de
cada bien, en un desplazamiento de la curva de demanda hacia dentro.
El efecto de un impuesto directo, típicamente el IRPF, por tanto, será
una disminución de la cantidad vendida, pero también del precio (a no
ser que la curva de oferta tenga pendiente negativa, en cuyo caso el pre
cio aumentaría por disminuir la escala de producción).
En todo caso, para el consumidor es preferible un impuesto directo
por dos razones. La primera, porque es más equitativo: pagan más los
más ricos, mientras que en el indirecto pagan los que consumen y, sien
do el bien gravado un alimento, pagan proporcionalmente más los po
bres. Y en segundo lugar, porque el impuesto directo permite al contri
buyente redistribuir su gasto como quiera, sin distorsión en los precios.
Observemos que en el Gráfico VIII-4 no se refleja lo recaudado por
el Estado, sino sólo cuánto ha disminuido la recaudación total, es decir,
el ingreso del vendedor del producto, a consecuencia de la retracción de
la demanda como consecuencia del impuesto.
VIH. EL ESTADO EN LA ECONOMIA 129
4. LA POLITICA MONETARIA
keynesiana, que ya veremos. Por último, también son críticas del fun
cionamiento del mercado las posiciones que podríamos llamar militares.
Estas son las que conciben una comunidad humana no como una má
quina de producir bienestar, sino como una máquina de poder.
La teoría económica ha demostrado que, en condiciones de libre con
currencia, el funcionamiento del mercado conduce a situaciones que ma-
ximizan el bienestar de los ciudadanos con una serie de restricciones. Es
tas restricciones se deben al grave problema de que las utilidades de dife
rentes personas no pueden medirse en la misma escala. Por eso, todo
lo que puede decirse de esas situaciones «óptimas» es que son lo mejor
que se puede conseguir para todos sin perjudicar a nadie: esto es lo que
los economistas llaman un «óptimo paretiano», porque el primero que
demostró que el mercado de libre concurrencia conducía a estas situa
ciones fue el economista ítalo-suizo Vilfredo Pareto. Sin embargo, el óp
timo paretiano satisface a muy poca gente. La mayoría piensa que es me
jor quitar a los ricos para dárselo a los pobres, es decir, perjudicar a unos
para favorecer a otros, tendiendo a igualar las utilidades marginales y
suponiendo que éstas son en cierto modo comparables. Y esta misión
niveladora se asigna generalmente al Estado.
También se piensa generalmente que el mercado produce distorsio
nes e injusticias que el Estado debe corregir. Sin embargo, la evidencia
no es clara en este sentido. En la mayoría de los casos el mercado fun
ciona mal porque no se dan las condiciones de libre concurrencia. El ca
so que mejor conocemos es el del monopolio, y sabemos, efectivamente,
que el monopolio produce beneficios extraordinarios para el monopolis
ta a costa del público. Ahora bien, el monopolio, o más frecuentemente,
las situaciones semimonopolísticas u oligopolísticas, son muy abundan
tes especialmente en la industria moderna. La razón es simple: la escala
de producción que requiere la industria moderna es tal, que en un mer
cado nacional sólo caben unas pocas empresas. La Historia nos propor
ciona múltiples ejemplos de esta concentración empresarial en industrias
tales como la del automóvil, la aeronáutica, la química pesada, la ban
cada, y tantas otras. En otros casos, como el del teléfono, el transporte
urbano, el ferrocarril, el gas o la electricidad, el monopolio es práctica
mente inevitable. En todos estos casos parece un corolario lógico de la
doctrina liberal que el Estado debe intervenir, por paradójico que parez
ca, para tratar de restablecer, de un modo u otro, la situación de libre
concurrencia: bien constituyendo un monopolio público que aproxime
el precio al coste marginal, bien interviniendo los precios y tarifas en es
te mismo sentido, bien por medio de empresas públicas que, vendiendo
a precios de libre concurrencia, compitan en el mercado y rompan las
situaciones de monopolio. Esta es, a mi juicio, la única y verdadera jus
tificación de la empresa pública.
Hay, incluso cuando se da la competencia perfecta, otras injusticias
que legitiman la intervención del Estado. Por una parte, el principio de
propiedad privada, que sirve de acicate a la iniciativa individual, puede
producir distorsiones en la distribución de la riqueza, en especial en las
Vlll. EL ESTADO EN LA ECONOMIA 137
COMERCIO INTERNACIONAL
Y CRECIMIENTO ECONOMICO
1. INTRODUCCION
Portugal Inglaterra
Vino 1 3
Paño 2 4
Portugal Inglaterra
1 lit. de vino = 0,5 m. de paño 1 lit. de vino = 0,75 m. de paño
1 m. de paño = 2 lit. de vino 1 m. de paño= 1,33 lit. de vino
3. LOS ARANCELES
Los aranceles son impuestos indirectos que gravan las mercancías im
portadas. Estrictamente hablando, los aranceles pueden también gravar
las mercancías exportadas, aunque en nuestros días el arancel a la ex
portación es poco frecuente.
Históricamente, el arancel de Aduanas era un sistema de impuestos
que gravaba a las mercancías al cruzar las fronteras. Su única finalidad
IX. COMERCIO INTERNACIONAL Y CRECIMIENTO ECONOMICO 145
era, como la del resto del sistema de impuestos, el recaudar dinero para
las arcas del Estado y su principal razón de ser era que resultaba fácil
controlar las mercancías en tránsito por las fronteras, por estar éstas es
pecialmente bien guardadas. Por ello, los aranceles recaían sobre las mer
cancías tanto entrantes como salientes: no se trataba de impedir o favo
recer el tráfico, sino de extraer dinero de él. Uno de los aranceles más
saneados en la España medieval y moderna era precisamente uno sobre
la exportación, el que recaía sobre la saca de lanas en beneficio de la Co
rona de Castilla, por el hecho de ser Castilla una gran exportadora de
esa fibra.
Más tarde, sin embargo, con la política económica que Adam Smith
llamó «sistema mercantil» o «mercantilismo», los aranceles empezaron
a utilizarse no tanto para recaudar cuanto para estorbar el comercio: se
trataba de poner unos gravámenes tan fuertes a las mercancías de im
portación que éstas resultasen carísimas y nadie las comprase. A este ti
po de aranceles se les llama hoy «aranceles protectores», reservándose
para los aranceles cuya finalidad primordial es recaudar el nombre de
«aranceles fiscales». Observemos que cuanto más protector trate de ser
un arancel más alto será. El arancel fiscal, por el contrario, no debe ser
muy alto, porque si lo fuese inhibiría la importación y con ello caería
la recaudación.
Por supuesto, el objeto de un arancel protector es «proteger» a al
gún sector de la economía nacional: encareciendo el producto importa
do, aminora la competencia extranjera y permite que el sector nacional
venda más caro. Es decir: «protege» a ese sector económico a costa del
consumidor del producto. Dicho de otra manera, protege a unos a costa
de otros. Por supuesto, no es el arancel el único medio de proteger estor
bando el comercio; hay otros medios aún más radicales, como las prohi
biciones, las cuotas, el control de cambios, los reglamentos sanitarios,
y otros. Las prohibiciones simplemente excluyen un determinado pro
ducto del comercio internacional. Las cuotas o contingentes establecen
taxativamente la cantidad de producto que se podrá comerciar, general
mente en un año; acostumbran a ir ligadas a un sistema de licencias para
importar o exportar, emitidas por el departamento competente, y que
serán denegadas una vez se haya importado o exportado la totalidad de
la cuota. A menudo estos controles van acompañados por el monopolio
estatal de las divisas extranjeras: con este sistema, todo aquél que desee
importar una mercancía debe comprar las divisas para pagarla en la co
rrespondiente oficina del Estado, que se las vende al precio que estima
conveniente (generalmente fijado de antemano); para complicar más las
cosas se inventó el sistema de cambios múltiples, por el cual el Estado
vende la misma divisa a diferente precio según la operación para la que
se solicita: característicamente, si es para una operación que el Estado
considera conveniente venderá la divisa a mejor precio que si es para im
portar, pongamos por caso, un bien que el Estado quiere «proteger».
En cuanto a los reglamentos sanitarios, pueden ser utilizados con fines
puramente comerciales: tales reglamentos cuentan entre sus objetos el
146 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
tendrá estímulo para rebajar costes y precios, y nunca dejará, por tanto,
de considerarse «industria naciente» o, como mucho, «industria infan
til». Y la realidad es que abundan los ejemplos en apoyo de ambos pun
tos de vista. Los casos de industrias protegidas que nunca alcanzan una
estructura competitiva son numerosísimos: el de la industria algodonera
española (catalana) es bien conocido y debatido, aunque indudablemen
te se está muy lejos de conocer satisfactoriamente las magnitudes econó
micas relevantes. Otro caso bien conocido de fracaso de industrias naci
das a la sombra de un arancel (o de todo un complejo protector) es el
de las industrias de la Europa continental, en especial la francesa, al ter
minarse el bloqueo económico a Inglaterra (el famoso «bloqueo conti
nental») que había impuesto Napoleón. Las industrias algodonera y si
derúrgica francesas, que se habían desarrollado con altos costes y anti
cuada tecnología primero tras el proteccionismo de los gobiernos revo
lucionarios, luego tras las prohibiciones y altísimos aranceles del «blo
queo continental», se vinieron abajo estrepitosamente al restaurarse no
ya el librecambio, sino un sistema de protección «normal». Sin embar
go, pueden aducirse ejemplos en que las barreras a la importación pro
dujeron efectos beneficiosos. El más espectacular fue sin duda el de la
industria algodonera inglesa en el siglo XVIII: al prohibirse a principios
de siglo la importación de tejidos de algodón de la India por presiones
de los industriales laneros, la manufactura de algodón se desarrolló de
tal manera (la importación de algodón en rama no estaba prohibida) que
dio lugar al descubrimiento de las máquinas de hilar y de tejer, y se es
cribió así un capítulo muy importante de la Revolución Industrial. Lo
que este caso demuestra, según Hirschman, es que los aranceles sirven
cuando van precedidos de un período de librecambio que ha dado lugar
a un mercado y una demanda para el producto en cuestión.
Llegamos así al final de nuestra discusión sobre las barreras al co
mercio, en particular las más frecuentes hoy, los aranceles. El tema tiene
una larga historia de debate: el arancel ha sido tradicionalmente la prin
cipal palanca de política económica, uno de los temas que más apasio
nan a políticos, economistas e historiadores. Las conclusiones de esta dis
cusión me parecen ser dos: desde el punto de vista estático, los aranceles
no tienen defensa económica; desde el punto de vista dinámico es impo
sible formar un juicio a príori.
Hoy se habla mucho de explotación de los países pobres por los paí
ses ricos; y los historiadores frecuentemente caracterizan las relaciones
entre dos o más países como de explotación. Pero es raro el autor que
entra a definir con precisión ese término. Hay, sin embargo, una medida
objetiva que puede servir para medir las relaciones de explotación, y es
ta medida nos la brinda el cálculo de las relaciones de intercambio.
IX. COMERCIO INTERNACIONAL Y CRECIMIENTO ECONOMICO 153
5. LA BALANZA DE PAGOS
En sus rasgos esenciales, por tanto, una Balanza de Pagos puede ex
presarse como lo hace el Cuadro IX-3. Según el cuadro, un cierto país
ha verificado, durante un período de un año, pagos por valor de 6.191
unidades monetarias, e ingresos por ese mismo valor (como la Balanza
de Pagos es un instrumento contable que utiliza, como la inmensa ma
yoría de los instrumentos contables de hoy día, la técnica o convención
de la partida doble, los pagos y los ingresos tienen que ser iguales, y el
saldo total, por tanto, cero). Ahora bien, esos pagos e ingresos se des
componen en los cuatro grupos de transacciones que antes mencionába
mos: mercancías, servicios, transferencias y préstamos. Dicho de otro
modo: el país ha recibido 2.979 unidades por ventas al extranjero de mer
cancías, y ha pagado 4.548 unidades por importaciones de mercancías
del extranjero. Ha ingresado 1.086 unidades por exportaciones de servi
cios, e importado servicios por valor de 149 unidades. Ha recibido 768
unidades del extranjero por transferencias sin contrapartida, y no ha trans
ferido al extranjero ni una sola unidad (como veremos más adelante, es
ta situación es muy poco realista). Por último, ha recibido.préstamos por
valor de 638 unidades, y prestado por valor de 1.494.
La columna de la derecha nos da los saldos o diferencias entre ingre
156 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
sos y pagos, y por su propia naturaleza no tiene más remedio que sumar
cero.
Entre los tres primeros renglones y el cuarto los expertos establecen
y perciben una diferencia fundamental: los préstamos dan lugar a un cam
bio en la posición deudora o. acreedora del país en cuestión; las otras tres
partidas, no. Por tanto, la Balanza de Pagos se presenta generalmente
dividida en dos partes fundamentales: 1) Balanza por Cuenta Corriente,
que abarca la Balanza Comercial, la de Invisibles, y la de Transferen
cias; y 2) Cuenta o Balanza de Capital, que incluye los Préstamos y las
partidas acomodantes.
¿Qué es esto de las partidas acomodantes? Son aquellas partidas de
la Balanza de Pagos que vienen determinadas por la evolución de las de
más, y que en cierta medida contribuyen a mantener el equilibrio conta
ble. Las otras partidas, las no acomodantes, se llaman autónomas, y su
magnitud viene determinada por las decisiones de los agentes económi
cos, con total independencia de las otras magnitudes de la Balanza. Por
ejemplo: las decisiones de importar mercancías, adquirir servicios extran
jeros, hacer transferencias internacionales de fondos, etc., están hechas
por los agentes económicos por motivos totalmente autónomos: ahora
bien, en el cuadro IX-3 puede observarse que la suma algebraica de los
saldos de esas tres partidas, por cuenta corriente y autónomas, es de 856
unidades (saldo acreedor). El saldo deudor de la cuenta de capital (prés
tamos) es exactamente de 856 unidades. ¿Cree el lector que la suma alge
braica de las decisiones autónomas de los agentes económicos en mate
ria de préstamos fue exactamente igual al saldo por cuenta corriente con
signo cambiado? Evidentemente, no. Pongamos que lós movimientos de
capital autónomos hubieran ascendido (por poner una cifra redonda) a
una exportación de capital neta de 500 unidades. Nos quedaría entonces
un desequilibrio de 356 unidades; los ingresos del país excederían en 356
unidades a los pagos. Ahora bien: ese exceso de ingresos se ha de mate
rializar de alguna manera. O bien ese superávit lo deben los agentes ex
tranjeros, y entonces es un crédito que el país ha extendido al extranje
ro, un préstamo acomodante, una deuda que resulta de la evolución de
la demás partidas; o bien ese saldo acreedor se ha pagado en dinero con
tante y sonante, es decir, en oro y/o divisas, y entonces esas 356 unida
des han ido a parar al stock de oro y divisas (las «reservas») del país en
cuestión, engrosándolo. (O bien no se sabe a dónde fue a parar, y enton
ces se incluye en la embarazosa partida de errores y omisiones, que es
la más acomodante de todas las partidas.)
Estamos ya en condiciones de pasar a examinar el Cuadro IX-4, que
nos ofrece las Balanzas de Pagos española y de Estados Unidos en 1971
presentadas de una manera más detallada y más convencional que la que
ofrecíamos en el Cuadro IX-3. El lector observará, sin embargo, que la
Balanza española del Cuadro IX-4 no es sino una versión ampliada del
resumen del Cuadro IX-3.
La presentación de la Balanza por Cuenta Corriente no resulta muy
diferente en la versión convencional que en la resumida: simplemente,
IX. COMERCIO INTERNACIONAL Y CRECIMIENTO ECONOMICO 157
EL EQUILIBRIO MACROECONOMICO
1. INTRODUCCION
2. LA DEMANDA GLOBAL
Yd = Cd + A
Yq =Cq +1
C,d + A = Cq +1
rra por el tipo de interés, decía él, sino que ahorra en función de su ren
ta. Las variaciones en el tipo de interés afectan poco al ahorro; y ade
más, el mercado de dinero también es «rígido a la baja»; por mucho ex
ceso de ahorro que haya, el tipo de interés nunca baja hasta cero, ni mu
cho menos. A este fenómeno de la inflexibilidad del tipo de interés, Key
nes le llamaba la «trampa de la liquidez»: por más liquidez que haya,
el interés nunca es cero. Las consecuencias de este análisis keynesiano
son, por tanto, que A no tiene por qué ser igual a I y que, por lo tanto,
la demanda de bienes de consumo no tiene por qué ser igual a la oferta
y, por lo tanto, que puede haber tendencias a la inflación o al paro que
la economía no corrige ella sola. Se necesita, por tanto, la intervención
del Estado para restablecer el equilibrio.
El que el ahorro sea igual a la inversión no es sólo una cuestión de
permitir que demanda y oferta de bienes de consumo sean iguales. Pare
ce también lógico que sea aquella parte de la renta que los consumidores
detraen del consumo la que la sociedad destine a engrosar su capital. He
mos visto que el ahorro depende, bien del tipo de interés, bien de la «pro
pensión a ahorrar» del público (o de ambas cosas). La inversión tam
bién dependerá en parte del tipo de interés y en parte de las expectativas
de los empresarios. Si el tipo de interés es alto, los empresarios inverti
rán menos, porque les cuesta más pedir prestado (o, si tienen dinero ellos,
podrán prestarlo ellos con menos riesgo y buena rentabilidad). Pero las
expectativas son cruciales: por barato que esté el dinero, nadie invertirá
si duda acerca de la rentabilidad de la inversión: uno no aceptaría una
fábrica ni regalada si pensara que no iba a poder vender el producto.
Y en esto reside todo el problema: si no fuera por la importancia de las
expectativas, el tipo de interés se encargaría de equilibrar el mercado de
capital (es decir, de ahorro e inversión). Cuando hubiera exceso de fon
dos, bajaría el tipo de interés: esto estimularía la inversión y desanima
ría el ahorro, con lo que se tendería al equilibrio. Si hubiera escasez de
fondos, subiría el tipo de interés: esto desanimaría la inversión y estimu
laría el ahorro, con lo que se tendería al equilibrio. Por desgracia, sin
embargo, el ahorro viene determinado más por la renta y la «propensión
a ahorrar» que por el tipo de interés; mientras que la inversión depende
más de las expectativas que del tipo de interés. El equilibrio, por tanto,
es difícil de alcanzar.
Para Keynes, que escribía en plena Gran Depresión de los años trein
ta, el problema de los países desarrollados es que su renta es tan alta que
el ahorro tiende a superar a la inversión. Los países tienen una capaci
dad productiva superior a lo que el mercado puede absorber; hay un pro
blema crónico de superproducción que provoca una tendencia crónica
al paro. Al final, por supuesto, el equilibrio siempre se alcanza; pero en
el mundo de mercados rígidos en que vivimos el equilibrio se alcanza
aumentando el paro en lugar de bajando los precios. En otras palabras,
oferta global y demanda global se equilibran en un punto en que la renta
está por debajo del máximo posible, ya que, por exceso de ahorro y falta
de demanda de bienes de consumo, ese equilibrio se alcanza por debajo
170 INTRODUCCION A LA ECONOMIA PARA HISTORIADORES
3. MULTIPLICADORES Y ACELERADORES
Multiplicador = ——
Aumento en Y. = X x —!—
d m
10 35 15 1 16
15 50 15 1 16
Fase de Expansión
18 65 15 1 16
20 80 15 1 16
Fase Estable 20 80 0 1 1
25 25 12,5 25 2,5 15 10
25 25 12,5 25 2,5 15 10
Fase de Expansión
25 25 12,5 25 2,5 15 10
25 25 12,5 25 2,5 15 10
4. CICLOS
Gráfico X-2. Interés medio de los descuentos del Banco de Barcelona. 1850-1904.
ello un nivel mínimo en la depresión, nivel del que se sale cuando la ne
cesidad de renovar el equipo pone de nuevo en marcha el mecanismo
aceleración-multiplicación, ahora marchando hacia delante. Así, cuan
do el equipo capital acumulado en el período de prosperidad envejece
y tiene que ser sustituido, la demanda de capital se recupera y comienza
de nuevo el crecimiento rápido y la prosperidad. En palabras de Keynes,
«la duración de la depresión [... es ...] función de la duración media del
capital en una época dada».
5. INFLACION Y DESEMPLEO
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INDICE ALFABETICO
Ahorro, 8, 92-94, 97, 123-124, 167, 168-170, externas, 142; ver también «Externalida-
171. des».
Amortización, 67-68. Elasticidad, 14, 15, 16, 17, 48-55, 85, 179.
Aristóteles, 98, 101. Engel, Ernst, 30.
Autarquía, 140. Equilibrio.
general, 8.
Balanza de pagos, 8, 154-160, 162-165. parcial, 8.
básica, 157. «Especuladores», 51.
partidas acomodantes y autónomas, 156. Estabilizadores automáticos, 126.
Bancos Centrales, 103-108, 123-124. Externalidades, 73.
131-133.
Base Monetaria, 108, 123-124. Factores limitativos, 33.
Bienes de consumo, 12, 13, 31. sustituibles, 33.
de producción, 12, 13, 31. Feudalismo, 93.
económicos, 21, 22. Fisiocracia, 3.
libres, 21-22. Formación de capital, 8, 31, 90-94.
Bienestar Económico Neto (BEN), 73.
Bimetalismo, 164, 165. Gabela, 118.
Bretton Woods (acuerdo de), 164. Gasto, 61.
marginal, 61.
«Caeteris Paribus», 11. público, 114-126, 135, 170-172.
Capital, Definición, 31, 90. Gran depresión de 1929-1939, 9, 52, 100,
«capital humano», 78, 182-183, 184. 104, 109, 162, 169, 170.
fijo y variable, 32, 91.
físico y monetario, 91, 182, 183, 184. «Historia total», 2.
Circulación fiduciaria, 106; ver también «Di Hume', David (teorema de), 162.
nero signo».
Coeficiente de caja, 107, 123, 132. Impuestos, 114-130.
Comunidad Económica Europea (CEE) 5, «contribución industrial y de comercio»,
52, 144, 165. 118.
Consumo, 12, 13, 21-23. «contribución rústica o territorial», 118.
Costes‘fijos y variables, 36, 144. de producto, 118.
marginales, 36, 40-44, 45, 53. directos, 117-119, 126-130.
medios, 38. indirectos, 117-119, 126-130.
sobre el valor añadido (IVA), 119-120.
Deflación, 97, 98, 99, 109-110, 130, 163. sobre la renta, ver IRPF.
Derechos de propiedad, 92, 136, 184. «Industrias nacientes» (argumento protec
Descuento y redescuento, 132. cionista), 151.
Determinismo Inflación, 97, 98, 99, 108-111, 124, 125-126,
económico, 2. 130, 131, 133, 138, 148, 161, 162, 169,
geográfico, 141, 183-184. 171, 180-181.
Deuda Pública, 94, 101, 120-126. hiperinflación, 125.
consolidada, 125. Ingreso, 36, 55.
flotante, 124-125. marginal, 56-61.
monetización, 123-126. Inversión, 8, 31, 67, 68, 91-94, 168-170,
Dinero, 9, 10, 90, 95-111. 172-174, 179-180.
de pleno contenido, 103. IRPF (Impueso sobre la renta de las perso
definición, 95. nas físicas), 31, 117, 118, 119, 122, 125,
imaginario o de cuenta, 98. 128.
signo o fiduciario, 103-105.
«Dumping», 149. Letra de cambio, 103, 105.
Ley de la demanda, 13, 33, 44, 45.
«Economía sumergida», 114. Ley de los rendimientos decrecientes, 32, 33,
Economías de escala, 16, 142, 144, 151. 38, 44, 45.
192 INDICE ALFABETICO
L y difícil. Sin embargo, es también cada día mis esencial para compren
der el mundo en que vivimos y para desenvolverse en las sociedades
actuales. Para historiadores y otros científicos sociales es una herramienta esen
cial para complementar sus respectivos saberes.
Este libro trata de facilitar el aprendizaje de la economía exponiendo las
bases de esta ciencia en un lenguaje sencillo y asequible, sin emplear formalis
mos o tecnicismos que sacrifiquen la claridad al rigor. Como dice su autor en
el prólogo a la primera edición, «este libro está dirigido a aquellos que, como
yo. no tienen ni inclinación ni facilidad para las matemáticas». Sin embargo,
una vez estudiada, esta Introducción dejará al lector en posesión de los más
importantes conceptos de microeconomía. macroeconomía. teoría monetaria,
comercio exterior y finanza pública.
Gabriel Tortella es catedrático de Historia Económica en la Universidad de
Alcalá. Ha sido profesor en las Universidades de Pittsburgh. Chicago.
California. Columbia. Colegio de México y. en España. Complutense de
Madrid y Literaria de Valencia. Ha sido investigador visitante en el Instituto de
Estudios Avanzados de Pnnceton. en la Universidad de Harvard, en el Instituto
Torcuato Di Tella de Buenos Aires y en la Universidad de Oxford. En 1994
recibió el premio Rej Juan Carlos de Economía. Ha sido presidente de la
Asociación Internacional de Historia Económica, de la Asociación Europea de
Historia Bancaria y de la Asociación Española de Historia Económica. Es
miembro de la Academia Europaea. con sede en Londres. Es autor de varios
libros, el más reciente La revolución del siglo XX, y de cerca de un centenar de
artículos científicos.
Foto de cubierta:
Bolsa de Hamburgo. grabado coloreado del siglo svi.
Biblioteca Nacional. Madrid
© Arvhiso Anaya
1218032