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La solución Fermi1

Hans Christian van Baeyer2

The College of William and Mary

A las 5:29 de la mañana un lunes de Julio 1945, la primera bomba atómica del
mundo explotó en el desierto, sesenta millas al noroeste de Alamogordo, Nuevo México.
Cuarenta segundos después, la onda de choque de la explosión alcanzó el campamento,
donde los científicos estaban reunidos para contemplar expectantes el histórico suceso. La
persona más excitada era el físico italiano-americano Enrico Fermi, a punto de atestiguar la
culminación de un proyecto que él había iniciado.
Antes de que la bomba detonase, Fermi rompió una hoja de papel de un block en
pequeños pedazos. Después, cuando percibió el primer estremecimiento de la onda de
choque propagándose a través del aire tranquilo, dejó caer los pedacitos de papel por
encima de su cabeza. Revoloteando los papelitos cayeron alejándose de la nube en forma de
seta que crecía en el horizonte y tomaron tierra unas dos yardas y media detrás de Fermi.
Después de un breve cálculo mental, Fermi anunció que la energía de la bomba, había sido
equivalente a la producida por 10 000 toneladas de TNT. En el lugar de la explosión
existían también sofisticados instrumentos. Los análisis de sus lecturas respecto a la
velocidad de la onda de choque y su presión, que tardaron varias semanas en completarse,
confirmaron la estimación inicial de Fermi. (No se sabe con seguridad como Fermi hizo el
cálculo, pero probablemente actuó de este modo: midiendo la velocidad del aire a causa de
la explosión, estimó la energía cinética total disipada en la atmósfera y después la dividió
por la energía que se libera en la explosión de 1 ton de TNT.)
El equipo de científicos que le acompañaba quedó impresionado, pero no
sorprendido por esta brillante muestra de improvisación científica. El genio de Enrico
Fermi era bien conocido en todo el mundo científico. En 1938 recibió el Premio Nobel por
sus trabajos en física de las partículas elementales y cuatro años después en Chicago,
consiguió poner en marcha la primera reacción nuclear en cadena, inaugurando así la era de
las bombas atómicas y la potencia nuclear comercial. Ningún otro físico de su generación y
ninguno más desde entonces, ha reunido las condiciones de experimentalista consumado y
teórico extraordinario que poseía Fermi. En miniatura, los trocitos de papel que lanzó aquel
día histórico y el análisis de su movimiento, son un buen ejemplo de esta combinación de
sus dotes.
Como todos los virtuosos, Fermi tenía un estilo característico. Su enfoque de la
física no soportaba ninguna oposición; simplemente nunca se le ocurría pensar que podía
fallar en la búsqueda de la solución de un problema. Sus artículos y libros científicos
revelan un desdén por el adorno. Su camino hacia una respuesta conducía siempre a lo más
directo y nunca a la ruta intelectualmente más elegante. En los límites de su destreza, Fermi
completaba una tarea a la fuerza bruta.
Para ilustrar este enfoque, imaginemos que un físico desea determinar el volumen
de un objeto irregular -por ejemplo, la Tierra que tiene la forma aproximada de una pera.
Sin ningún tipo de fórmula, uno puede sentirse incapacitado; pero existen varias formas de
buscarla. Consultar a un matemático es un procedimiento, pero encontrarle con suficientes
conocimientos y con interés para que te preste ayuda, es normalmente difícil. Otro camino
es buscar en textos matemáticos, pero puede perderse el tiempo, pues las formas ideales que
interesan a los matemáticos nada tienen que ver con los objetos irregulares encontrados en
la naturaleza. Por último, el físico podría dejar olvidada toda otra investigación y dedicarse
a deducir la fórmula a partir de principios matemáticos básicos, pero evidentemente, nadie
que desee dedicar grandes cantidades de tiempo a la geometría teórica, llegará a ser un buen
físico.
Alternativamente, el físico podría hacer lo que Fermi había hecho -calcular el
volumen numéricamente. En lugar de confiar en una fórmula, se puede dividir mentalmente
el planeta en cierto número de pequeños cubos, cada uno de ellos de volumen fácilmente
determinado multiplicando la longitud por la anchura y por la altura y luego sumando las
respuestas conjuntamente de estos problemas más accesibles (aumentando el número de
estos cubos se incrementa la exactitud del cálculo). Este método da sólo una solución
aproximada, pero como no depende de fórmulas desconocidas, seguramente produce el
resultado deseado; esto es lo que a Fermi le importaba. Con la introducción, después de la
II Guerra Mundial, de los ordenadores y luego, de las calculadoras de bolsillo, el cálculo
numérico ha llegado a ser un método estándar de la física.
La técnica de dividir los problemas difíciles en otros pequeños y más manejables, se
aplica en muchas situaciones, aparte del cálculo numérico. Fermi sobresalió en este método
y para enseñárselo a sus alumnos desarrolló lo que ahora está asociado a su nombre. Un
«problema de Fermi» tiene un perfil típico. Al oírlo por vez primera no se tiene la más
remota idea de cómo puede resolverse. Se está seguro de que falta información para
encontrar una solución. Sin embargo, cuando el problema se divide en subproblemas, cada
uno de ellos soluble sin la ayuda de expertos o de libros de referencia, puede hacerse una
estimación, bien mentalmente o bien sobre el dorso de un sobre, que resulta ser
notablemente próxima a la solución exacta.
Supongamos, por ejemplo, que deseamos determinar la circunferencia de la Tierra
por nuestros propios medios. Sabemos que Nueva York y Los Ángeles están separados por
unos 4800 km y que la diferencia de tiempo entre las dos costas es de tres horas. Este
tiempo corresponde a 1/8 de día y 1 día es el tiempo que el planeta tarda en completar una
revolución. Por tanto, la circunferencia de la Tierra puede estimarse como 8 veces la
distancia de Nueva York a Los Ángeles, es decir 8X4800= 38 400 km. En efecto, el
Ecuador terrestre tiene una longitud de 40 067 km. En palabras del poeta John Milton:

... tan fácil parecía una vez resuelto lo que antes de descubrir, pensabas era
imposible.

A primera vista parece que los problemas de Fermi recuerdan esos rompecabezas de
revista populares; por ejemplo, con tres recipientes de 8, 5 y 3 litros ¿cómo medir 1 litro?
Sin embargo, hay una diferencia fundamental. La respuesta a un problema de Fermi, en
contraste con la de un rompecabezas, no puede comprobarse por pura deducción lógica y
siempre es aproximada. (Para determinar con precisión la circunferencia de la Tierra, es
necesario realizar la medida.) La solución de un problema de Fermi requiere un
conocimiento de hechos no mencionados en el enunciado del problema. (En contraste, el
jeroglífico de la revista contiene toda la información necesaria para su solución.)
Estas diferencias significan que los problemas de Fermi están más ligados al mundo
físico que los acertijos matemáticos, los cuales raramente ofrecen algo práctico a los
físicos. Por la misma razón, los problemas de Fermi recuerdan a los dilemas ordinarios que
los no físicos encuentran cada día en sus vidas. Ciertamente los problemas de Fermi y la
forma len que se resuelven, no son sólo esenciales para la práctica de la física, sino también
de gran valor en el arte de vivir.
¿Cuántos afinadores de piano existen en Chicago? La naturaleza caprichosa de esta
cuestión, la improbabilidad de que alguien conociese la respuesta y el hecho de que Fermi
la plantease de este modo en sus clases de la Universidad de Chicago la convirtió en una
auténtica leyenda. No existe una solución estándar (esto es fundamental), pero cualquiera
puede hacer hipótesis que la conducen rápidamente a una respuesta aproximada. Veamos
un camino: Si la población del Chicago metropolitano es de 3 millones, una familia media
consta de 4 personas y 1/3 de todas las familias poseen un piano, existirán en la ciudad 250
000 pianos. Si cada piano es afinado cada 10 años se producen 25 000 afinamientos al año.
Si cada afinador pone a punto 4 pianos diarios durante 250 días al año, realizará 1 000
servicios anuales; por tanto, deben existir aproximadamente 25 afinadores de piano en la
ciudad. La respuesta no es exacta; podían ser 10 por abajo ó 50 por arriba. Sin embargo,
como las páginas amarillas de la guía de teléfonos, la respuesta es útil.
El intento de Fermi era demostrar que aunque al principio, el orden de magnitud de
la respuesta sea desconocido, puede procederse sobre la base de diferentes hipótesis y
obtener estimaciones que, sin embargo, caen dentro del margen de la respuesta. La razón
es, que en cualquier serie de cálculos, los errores tienden a cancelarse entre sí. Si en lugar
de cada tres familias, consideramos que cada seis, una posee una piano, y consideramos que
los pianos deben afinarse cada cinco años en lugar de cada diez, el resultado hubiera sido el
mismo. Es poco probable que todos los errores de una serie de hipótesis caigan en la
subestimación (o en la sobreestimación) del mismo modo que al lanzar repetidamente una
moneda al aire salgan siempre caras (o siempre cruces). La ley de probabilidad nos dice que
las desviaciones de la hipótesis correcta tenderán a compensarse de modo que los
resultados finales convergerán hacia el número correcto. Una advertencia esencial es que
uno debe ser cauto para que ninguna posible fuente de tendencias favorezca las
desviaciones en una dirección u otra.
Naturalmente, los problemas de Fermi que se plantean a los físicos, tratan con
átomos y moléculas, más que con pianos. Para su respuesta, uno necesita recordar algunas
magnitudes básicas como, el diámetro aproximado de un átomo típico o el número de
moléculas que existen en un dedo de agua. Así puede estimarse, de un modo semejante al
expuesto en el ejemplo 1-5, el desgaste de un neumático en una revolución en condiciones
normales de conducción. Suponiendo que el espesor de la banda es de 1 cm y que su
desgaste total se verifica después de 60 000 km, dividiendo 1 cm por el número de
revoluciones realizadas por un neumático de circunferencia típica en 60 000 km, la
respuesta es aproximadamente, la del diámetro de una molécula.
Otro problema de Fermi ilustra la inmensidad del número de átomos y moléculas
que nos rodean. La cuestión es comprobar un teorema llamado «el último aliento de César»
según el cual cada vez que respiramos inhalamos una molécula del aire que Julio César
exhaló al morir. En esta afirmación subyacen una reserva y varias hipótesis. La reserva es
que, puesto que el teorema está basado en valores medios, sólo es aproximadamente cierto.
Si realizamos tres o cuatro inhalaciones sin encontrar una de las moléculas de César, no
debemos desalentamos; más tarde inha]aremos varias de golpe. Una de las hipótesis que
debe establecerse es que en los últimos dos milenios no se ha añadido ninguna molécula de
aire a la atmósfera ni tampoco se ha quitado ninguna de la circulación, lo cual no es cierto.
También aceptamos la hipótesis de que el último aliento de César se mezcló
homogeneamente en toda la atmósfera, lo cual tampoco es muy realista. Sin embargo,
admitiendo ambas hipótesis, el teorema sería cierto y podría aplicarse al último aliento de
Atila, Sócrates o Jesús.
El hecho importante a tener en cuenta es que, aunque la atmósfera terrestre sea muy
extensa, el número de moléculas exhalado en un simple aliento humano es también grande.
A fin de probar el teorema, debemos estimar el volumen total de la atmósfera y dividir este
volumen por la capacidad de los pulmones. El cociente es el número de posibles
inhalaciones pulmonares de aire que existen en la atmósfera, e igual, aproximadamente, al
número de moléculas del último aliento del César. Ambos coinciden aproximadamente con
la décima parte del número de Avogadro, 6x1023, un número que los físicos suelen tener
presente en su memoria.
Otros famosos problemas de Fermi hacen referencia a la política energética (número
de células solares que se requieren para producir una cierta cantidad de electricidad),
ambiental (cantidad de lluvia ácida producida anualmente por el consumo de carbón en los
Estados Unidos) o a la carrera armamentista. El físico prudente -aquél que quiere evitar
falsos comienzos y finales- opera de acuerdo con un viejo principio. Nunca debe iniciarse
un laborioso cálculo sin conocer el intervalo de valores dentro del cual incidirá
probablemente la respuesta (e igualmente importante, el intervalo dentro del cual la
respuesta es improbable que caiga). Este físico ataca todo problema como si fuera una
cuestión de Fermi, estimando el orden de magnitud del resultado antes de introducirse en
una investigación.
Los físicos también utilizan los problemas de Fermi para comunicarse unos con
otros. Al reunirse en los patios o pasillos de la universidad, en los congresos científicos o
en los restaurantes franceses, al describir, por ejemplo, nuevos experimentos o discutir
temas poco familiares, comienzan por estimar de forma numérica el perímetro del
problema. Los que están acostumbrados a manipular problemas de Fermi enfocan el
experimento o el tema como si fuera propio, demostrando su comprensión de los principios
físicos que subyacen realizando cálculos aproximados. Si la conversación gira en torno a un
nuevo acelerador de partículas, por ejemplo, los físicos podrían estimar la intensidad de los
imanes que se requieren; si el tema es la estructura de un nuevo cristal, pueden calcular el
espaciado entre sus átomos. El objetivo es alcanzar una respuesta razonable con el mínimo
esfuerzo. Este espíritu de independencia, que él poseía en amplia medida, es el que Fermi
intentaba infundir planteando sus problemas no convencionales.
Las cuestiones sobre bombas atómicas, afinadores de piano, neumáticos de
automóviles, aceleradores de partículas y estructura de cristales tienen poco en común. Sin
embargo, la forma en que se hallan sus respuestas es la misma en todos los casos y puede
aplicarse a cuestiones que están fuera del alcance de la física. Si el problema se refiere a la
cocina, a la reparación de automóviles o a relaciones personales, existen dos tipos básicos
de respuestas. La sumisa que se dirige a la autoridad -libros de referencia, maestros,
directores, asesores, médicos o. ministros- y la independiente que ahonda en el almacén
privado del sentido común y en el conocimiento de los hechos que cada persona posee y
deduce sus soluciones aproximadas y lógicas mediante hipótesis razonables. Naturalmente,
sería una locura practicar la neurocirugía en casa, pero los retos que diariamente nos
desafían, tal como reemplazar una bomba de agua o resolver una disputa familiar, pueden
con frecuencia ser resueltos con lógica, sentido común y paciencia.
No todo el mundo. confía en estos enfoques informales. Probablemente existirán
personas escépticas respecto al análisis que hizo Fermi sobre el ensayo. de la primera
bomba atómica con la ayuda de un puñado. de confeti. Tal actitud demuestra quizás menos
su conocimiento del problema que su postura frente a la vida.
Por último, el valor de tratar las problemas científicos o los cotidianos, en la forma
con que Fermi lo hizo, descansa en las recompensas que se obtienen al realizar
descubrimientos e invenciones independientes. No. Importa si el descubrimiento es tan
transcendental como la determinación del rendimiento. de una bamba atómica, o. tan
insignificante como la estimación del número. de afinadores de piano de una ciudad como
Chicago.. Buscar la respuesta en un libro o dejar que otra persona la obtenga, realmente
empobrece; priva a una persona del placer y del orgullo que acompaña la creatividad y le
aparta de una experiencia que le hubiera reportado. una confianza maravillosa en sí mismo.
La autoconfianza es el requisito. esencial para resolver los problemas de Fermi. Así, el
enfocar las dilemas personales, como. si fueran problemas de Fermi, puede llegar a ser,
mediante una especie de reacción en cadena, un hábito que enriquece la vida.
1
Citado en “Física” de P.Tipler. Ed Reverté, 1995
2
Hans Christian van Baeyer es profesor de física del College de William and Mary en Williamsburg, Virginia
(EE.UU.). Realizó sus estudios secundarios en Canadá y se graduó en la Universidad de Columbia,
obteniendo su título de Ph. D. (Philosophical Doctor) en la Universidad de Vanderbilt. Su especialidad de
investigación es la teoría de partículas elementales. con énfasis en la mecánica clásica relativista -problema
que debió haber sido resuelto hace 70 años, pero que no lo fue. Es miembro de la AmeJ"Ícan Physical Society
y ha recibido el premio de articulista científico (Science Writing Award) del American Institute of Physics.
Este ensayo apareció originalmente en la columna bimensual de la re-, vista The Sciences bajo el epígrafe
«PHYSIKA". El profesor van Baeyer practica el atletismo en carreras de los 10 km y suele terminar entre los
lugares de la mitad mejor clasificada.

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