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La fascinación que muchas generaciones de físicos han tenido por su figura se explica en parte
gracias a su magnetismo, a ese gran encanto personal que destilaba, capaz de fascinar
La física cuántica exigió el desarrollo de muchas herramientas para poder dar cuenta de los
fenómenos que pretendía explicar. Durante la primera mitad del siglo xx, los físicos tuvieron
que echar mano de ramas de las matemáticas ideadas varias décadas antes y de las que nadie
creía que tendrían una aplicación práctica para resolver los problemas que surgían de las
entrañas de la materia. Pero eso no bastó: también hubo que inventar toda una nueva
artillería matemática con la que derribar las murallas que separaban la teoría del experimento.
Es en este campo donde destacó Richard Feynman, y donde hizo su mayor contribución. Uno
de los problemas más graves que debía encarar la física de la década de 1930 era la aparición
de infinitos en la teoria que explica la interacción entre la materia y la luz. Si se pretendía
calcular lo que sucedía cuando un electrón chocaba con un fotón, el resultado era desastroso,
pues los infinitos plagaban las cuentas, y nadie sabía cómo solventar esta situación. Los físicos
estaban tan desesperados que organizaban congresos solo para tratar este tema. Feynman fue
uno de los tres que lo resolvieron. Pero, a diferencia de los otros dos (el japonés Shin'ichiro
Tomonaga y el norteamericano Julian Schwinger), solo la reformulación de la teoria cuántica
desarrollada por Feynman ha sobrevivido al paso del tiempo. De hecho, los famosos diagramas
que llevan su nombre se encuentran en prácticamente todas las disciplinas de la física que
tienen que ver con el mundo de lo más pequeño.
La nanotecnología languideció durante años porque manipular átomos individuales estaba más
allá de la tecnología de la época. Pero en 1981 los físicos hicieron un gran avance con la
invención del microscopio de efecto túnel. De repente, los físicos podían obtener
sorprendentes «imágenes» de átomos individuales dispuestos como se presentan en los libros
científicos, algo que los críticos de la teoría atómica consideraban imposible en otro tiempo,
pero que para Richard Feynman era posible. Ahora era posible obtener magníficas fotografías
de átomos alineados en un cristal o un metal. Las fórmulas utilizadas por los científicos, con
una serie compleja de átomos empaquetados en una molécula, podían verse a simple vista.
Además, el microscopio de efecto túnel hizo posible la manipulación de átomos individuales.
De hecho, se escribieron las letras «IBM» tomando átomos de uno en uno, lo que causó
sensación en el mundo científico. Los científicos ya no iban a ciegas cuando manipulaban
átomos individuales, sino que realmente podían verlos y jugar con ellos.
Si tratamos la antimateria como tan solo otra forma exótica de materia y entonces hacemos un
experimento con antimateria, no hay violaciones de causalidad. Causa y efecto siguen siendo
iguales. Si ahora invertimos la flecha del tiempo para el antielectrón, y lo enviamos hacia atrás
en el tiempo, solo hemos realizado una operación matemática. La física sigue siendo la misma.
Nada ha cambiado físicamente. Todos los resultados experimentales siguen siendo los mismos.
Por eso es absolutamente válido ver el electrón yendo hacia atrás y hacia delante en el tiempo.
Pero cada vez que el electrón va hacia atrás en el tiempo, simplemente satisface el pasado. Por
ello parece como si las soluciones adelantadas procedentes del futuro fueran realmente
necesarias para tener una teoría cuántica consistente, pero no violan la causalidad. (De hecho,
sin estas extrañas ondas adelantadas la causalidad se violaría en la teoría cuántica. Por otra
parte, Richard Feynman demostró que si sumamos la contribución de las ondas adelantadas y
retardadas, encontramos que los términos que podrían violar la causalidad se cancelan
exactamente. Así pues, la antimateria es esencial para preservar la causalidad. Sin antimateria,
la causalidad podría venirse abajo).
Feynman desarrolló lo complicada y descabellada de esta idea, hasta que finalmente cristalizó
en una completa teoría cuántica del electrón. Su creación, la electrodinámica cuántica (QED),
ha sido verificada experimentalmente hasta una precisión de una parte en 10 000 millones, lo
que la hace una de las teorías más precisas de todos los tiempos. Le valió a Richard Feynman,
el premio Nobel en 1965.
En el discurso de aceptación del premio Nobel, Richard Feynman dijo que cuando era joven se
había enamorado impulsivamente de estas ondas adelantadas procedentes del futuro, como
quien se enamora de una hermosa joven. Hoy esa hermosa joven se ha convertido en una
mujer adulta que es la madre de muchos niños. Uno de estos niños es su teoría de la
electrodinámica cuántica.