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PIERRE CHARLES ALEXANDRE LOUIS, LA EVIDENCIA EN MEDICINA

En 1828, un médico parisino puso en jaque una idea que se apoyaba en la más antigua y
sólida práctica de la medicina y ayudó así a fundar la medicina basada en evidencias y la
epidemiología moderna.

El médico era Pierre Charles Alexandre Louis, de 41 años de edad, del hospital La Charité.
La idea era del respetado François Joseph Victor Broussais, que decía que todas las fiebres
tenían la misma causa, la inflamación de los órganos, y disponía que se trataran con una
sangría en la piel más cercana al órgano afectado, utilizando lancetas para perforar vasos
sanguíneos, ventosas o sobre todo sanguijuelas, entonces se pensaba que las “fiebres” no
eran un síntoma, sino la enfermedad en sí. De allí que se hablara –y aún se hable- de fiebre
amarilla, puerperal, etc. Era una época anterior a que Louis Pasteur y Robert Koch
desarrollaran la teoría de los gérmenes patógenos que por primera vez daría una
explicación científica de muchas enfermedades. Los médicos literalmente sabían muy poco,
e intentaban usar la tradición, la experiencia y la especulación para darle respuestas a sus
pacientes.

La antigua práctica de la medicina era la teoría hipocrática de que el cuerpo humano


constaba de cuatro “humores” o líquidos (bilis amarilla, bilis negra, flema y sangre) y que la
enfermedad se producía cuando había un desequilibrio entre ellos por exceso de sangre.
La práctica había sido un estándar del tratamiento médico desde la antigua Grecia y nunca
había sido desafiada ni siquiera ante el evidente hecho de que no era eficaz. Todas las
autoridades medicas lo aceptaban y no se discutía.
Las sangrías podían ser brutales, exigiendo a veces que se extrajeran volúmenes tales de
sangre que literalmente podían matar al paciente y que hicieron enorme daño.

¿Cómo someter a prueba la propuesta de Broussais? La práctica de las sangrías era tan
común que, según cuenta el médico e historiador Alfredo Morabia, sólo en 1833 Francia
importó más de 42 millones de sanguijuelas para ellas. Pierre Charles Alexandre Louis
dudaba de Broussais y creía tener la respuesta: había que contar... contar a los pacientes,
sus circunstancias, los tratamientos que recibían, y aplicar la estadística para desentrañar
la eficiencia de los tratamientos. Lo llamó el “método numérico”, que le permitía estudiar
con una profundidad sin precedentes la distribución de la enfermedad en una población y
los determinantes y hechos que la afectaban, lo que hoy se conoce como “epidemiología”
y que va más allá de las epidemias en sí. Toda enfermedad se valora epidemiológicamente
cuando se analiza en términos de la población a la que afecta.

Lo que publicó en 1828 fue un artículo llamado “Investigación sobre los efectos de la sangría
en algunas enfermedades inflamatorias”, donde daba los resultados de su aproximación. A
lo largo de su labor en el hospital parisino de La Charité, había reunido numerosos casos
clínicos. De entre ellos, seleccionó a 77 que no sólo tenían pneumonía, sino que tenían la
misma forma de pneumonía, todos habían tenido una salud perfecta al momento de que se
presentara la enfermedad y eran similares en otros aspectos. Los dividió en dos grupos, los
que habían sido sangrados los primeros días de la enfermedad y los que habían sido
sangrados tardíamente y descubrió que el primer grupo había sufrido un 44% de muertes
mientras que el segundo sólo había sufrido un 25%, lo cual era sorprendente. Concluyó así
que, teniendo en cuenta la mortalidad y la duración de la enfermedad, las sangrías de
Broussais tenía poca utilidad.

Hoy diríamos que la muestra con la que trabajó Pierre Charles en este primer estudio era
demasiado reducida y que no había hecho un esfuerzo por evitar que el azar jugara un
papel relevante en sus resultados. Pero todo esto la medicina aprendió a hacerlo después
de que Pierre Charles marcara el camino. Él mismo pensaba que necesitaba muestras
mayores. “Supongamos”, escribió dando una idea de las poblaciones con las que debería
trabajar, “que 500 de los enfermos, tomados de la misma manera, son sometidos a un tipo
de tratamiento y otros 500, tomados de la misma manera, son tratados de un modo
diferente. Si la mortalidad es mayor entre el primer grupo que entre el segundo, ¿no
debemos concluir que el tratamiento era menos apropiado o menos efectivo en la primera
categoría que en la segunda?
Del mismo modo, Pierre Charles subrayó, en sus escritos, la necesidad de que se diera
cuenta de factores tales como la edad, dieta, gravedad de la enfermedad y otros
tratamientos, de modo que la comparación realmente consiguiera aislar la influencia de la
variable que estudiaba.
Su trabajo, que enfatizaba la importancia de la observación y del tratamiento matemático
de los casos que estudiaba, sería parte de la revolución que la medicina experimentó a
mediados del siglo XIX, adoptando los métodos científicos también de otras formas, como
los estudios fisiológico-experimentales y el trabajo de laboratorio
No era extraño que Pierre Charles Alexandre Louis, nacido en 1787 participara en una
revolución cuando él mismo era un verdadero producto de la Revolución Francesa que
estalló cuando él tenía dos años. Hijo de un comerciante en vinos de clase baja, sólo pudo
acceder a la universidad y a la posibilidad de estudiar medicina nada menos que en París
debido a las nuevas ideas que planteaban que el conocimiento no era sólo para la
aristocracia. Después de recibir su título en 1813, practicó la medicina en Rusia antes de
volver a Paris y desarrollar sus estudios e ideas.
La revolución dependió, sobre todo, de los alumnos de Pierre Charles, que fundaron la
Sociedad para la Observación Médica en París y desarrollaron sus ideas. Fueron esos
alumnos los que introdujeron conceptos clave como la “inmunidad de manada” que explica
el funcionamiento de las vacunas, la tasa de mortalidad y otros que hoy son parte esencial
de los estudios clínicos con los que se evalúan medicamentos, técnicas y procedimientos
para desarrollar la medicina basada en evidencias... la medicina que no depende de la
especulación sino de los datos de la ciencia, y que ya no necesita millones de sanguijuelas
como parte de la terapia.

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