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ORDENAMIENTOS ECLESIÁSTICOS

Cartas de San Ignacio de Antioquía:


• “A los Esmirniotas”.
• “A Policarpo”.

HISTORIA DE LAS FUENTES CANÓNICAS

Ernesto Junior Martínez Avelino

29 de octubre de 2017
Ernesto Junior Martínez Avelino Historia de las Fuentes Canónicas | 1

ÍNDICE

I. Introducción……………………………………………………...……………………2

a. Fecha y lugar de composición de su Obra……………………..……………………..4

b. Lengua y original………………………………………………...……………………4

c. Manuscritos y versiones conservadas…………………………..…………………….5

II. Estructura de la Obra…………………………………………,,,…………………….6

a. “Carta a los Esmirniotas” …………………………………………………………….6

b. “Carta a Policarpo” …………………………………………,……………………….6

III. Elementos jurídicos de la Obra……………………………………………...………..8

a. La Iglesia es “una” ……………………………………………………………………8

b. La Iglesia es “particular” ……………………………………………..………..…….9

c. La Iglesia es “jerárquica” ……….……………………………………………………9

d. La Iglesia es “católica” ………………………………………………..............……..10

e. Regulación disciplinar de la celebración de los Sacramentos…...…………………10

IV. Bibliografía…………………………………………………………………………..12
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I. Introducción.

A partir de la Ascensión del Señor, la comunidad apostólica empieza a tener un papel


relevante en la ejecución de aquella tarea que el Señor le encomendó: «Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15). El trabajo de aquel incipiente
grupo de los Doce fue dando sus primeros frutos: «Los que acogieron su Palabra fueron
bautizados. Aquel día se les unieron unas tres mil personas» (Hch 2, 41), y así iba creciendo la
comunidad, como también iban creciendo los retos, los problemas, las necesidades, e incluso el
modo de organización.

Y puesto que, “Ubi societas, ibi ius”, es decir, donde hay sociedad, hay derecho, y donde
hay derecho, hay personas que crean las leyes, las aplican y vigilan su fiel cumplimiento,
precisamente sería Pedro, quien recibiría tal potestad: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia (...) A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra
quedará atado en los cielos…» (Mt 16, 18-19). Pero no sólo sería la necesidad de una mejora
organizativa lo que motive la existencia del Derecho en la Iglesia, sino que es la expresa
voluntad del Señor la que manifiesta la naturaleza jurídica de la comunidad eclesial.

Sin embargo, en el itinerario del estudio del Derecho Canónico, no se puede ignorar
aquella tesis de Rudolph Sohm, quien decía que «la esencia del Derecho Canónico está en
contradicción con la esencia de la Iglesia»,1 o aquella otra expresión del mismo Sohm que
decía que «cualquier derecho eclesiástico divino en el cristianismo primitivo sería contrario al
evangelio» porque «el cristianismo primitivo aparece como la comunidad de aquellos que están
unidos en el amor (…) Lo que hace de la Iglesia un cuerpo de naturaleza exclusivamente
religioso».2 Para Sohm, es claro que la Iglesia estaba fundada no en el Derecho, sino en los
carismas, contrarios a cualquier dimensión jurídica, y por ello, sólo sería posible hablar
propiamente de Derecho en la Iglesia a partir del s. IV. Esto es, a juicio de algunos expertos,
una anticipación de la reticencia posconciliar al ámbito jurídico.

Por ello, para un conocimiento fundamental y básico del ser y origen de la Iglesia, y del
lugar teológico que tiene el Derecho Canónico y de su función pastoral, es menester recurrir al
testimonio de «aquellos santos que, con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus
enseñanzas la engendraron y formaron (a la Iglesia) en el transcurro de los primeros siglos
(…) Son también sus constructores, ya que por ellos -sobre el único fundamento puesto por los
Apóstoles, es decir, sobre Cristo- fue edificada la Iglesia de Dios en sus estructuras
primordiales» (“Patres Ecclesiæ”, 2 de enero de 1980).

Así pues, los “Padres de la Iglesia” son testigos privilegiados de la Tradición, ya que están
próximos a la pureza de la Iglesia desde sus orígenes, y un notable testigo es San Ignacio mártir,
Obispo de Antioquía, de quien nos ocuparemos en el presente trabajo mediante un breve estudio

1 Citado en RUOCO VARELA Antonio Ma., “Teología y Derecho”, Ediciones Cristiandad, Madrid 2003,
p. 136.
2 Citado en FANTAPPIÈ Carlo, “Storia del diritto canonico e delle istituzioni della Chiesa”, Il Mulino,

Bologna 2011, p. 29.


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de sus Cartas camino al martirio en Roma, consideradas como fuente histórica del Derecho
Canónico, con atención particular a la “Carta a los Esmirniotas” y a la “Carta a Policarpo”.

Esta sencilla labor consta de tres partes: la primera parte trata sobre una breve
introducción al estudio de la Obra de Ignacio; la segunda parte comprende el estudio a las dos
Cartas antes señaladas; por último, la tercera parte consiste en la identificación de los elementos
disciplinares y canónicos en la misiva a los Esmirniotas y a Policarpo que, aunque no se hallan
sistemáticamente, pero ya están presentes.

Nuestro estudio comienza en la Iglesia de Antioquía, de donde fue obispo San Ignacio.
La vida de fe de Antioquía hunde sus raíces en la primera persecución que los cristianos de
Jerusalén padecen tras la muerte de Esteban,3 y que se expandieron hacia el norte, no sólo por
Judea y Samaría (cfr. Hch 8, 1), sino más allá, por la región de Siria: «Los que se habían
dispersado cuando la tribulación originada a la muerte de Esteban, llegaron en su recorrido
hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin predicar la Palabra a nadie más que a los judíos. Pero
había entre ellos algunos chipriotas y cirenenses que, venidos a Antioquía, hablaban también
a los griegos y les anunciaban la Buena Nueva del Señor Jesús» (Hch 11, 19-20).

Precisamente sería Antioquía (actual Turquía), situada a orillas del río Orontes, capital de
la Provincia Romana de Siria, tercera ciudad más importante del Imperio después de Roma y
Alejandría, y residencia del gobernador romano de Siria,4 el lugar donde el cristianismo se
desplazaría tras la persecución en Jerusalén. La ciudad de Antioquía juega un papel importante
no sólo en el ámbito cultural y económico, sino también cristiano, pues se convertiría en el
centro operativo de las misiones al mundo pagano.5

De esa gran urbe del mundo antiguo, la Iglesia Madre habría tenido noticias de la
presencia de cristianos, y envió a Bernabé (cfr. Hch 11, 22) para que, como “Hijo de la
exhortación” (cfr. Hch 4, 36), incorporase a esa porción de creyentes al nuevo rebaño. Entre el
año 45-46 d.C., y ante el ingente trabajo que se habría de realizar en aquella ciudad, Bernabé
se hizo acompañar de Saulo (Pablo), y realizaron una valiosa labor, a tal grado, que «en
Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”»
(Hch 11, 26). Esa primera semilla sembrada en tierra fértil, y el posterior trabajo misionero del
Apóstol de los gentiles en y desde ese lugar (cfr. Hch 13, 1-2; 14, 26; 15, 22, 30, 35; 18, 22),
significaría el comienzo de la Iglesia en Antioquía que redundaría en abundantes frutos.

De esa fecunda Iglesia antioquena, fue obispo Ignacio, quien se presentaba a sí mismo en
sus misivas como “Theophoros” (Θεοφóρος), es decir, “Portador de Dios”. De la vida del
obispo Ignacio tenemos noticia gracias a algunos testimonios como el de Eusebio de Cesarea,
un historiador del s. IV, que refiere que fue el «segundo en obtener la sucesión de Pedro en el
episcopado de Antioquia»,6 y que sucedió al primer obispo antioqueno llamado Evodio;7 este

3 Cfr. HUBER Sigfrido, “Las cartas de Ignacio de Antioquia y de San Policarpo de Esmirna”, Ediciones
Desclée, De Brouwer, Buenos Aires 1945, p. 19.
4 Cfr. Comentario bíblico “San Jerónimo”, Tomo III, Nuevo Testamento I, Ediciones Cristiandad, Madrid

1972, p. 484.
5 Cfr. Sagrada Biblia: Comentario, EUNSA, Pamplona 2010, p. 1168.
6 EUSEBIO de Cesarea, “Historia Eclesiástica”, BAC, Madrid 2002, III, 36, 2.
7 Ibidem, III, 22.
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historiador antiguo también relata que Ignacio «fue trasladado de Siria a la ciudad de Roma
para ser pasto de las fieras, en testimonio de Cristo».8 Otro testimonio es el de Ireneo sobre el
martirio de Ignacio, que es presentado como «uno de los nuestros, condenado a las bestias, a
causa del testimonio dado por él a Dios: “Porque trigo soy de Cristo y por lo dientes de las
fieras he de ser molido, a fin de ser presentado como limpio pan de Dios”».9 También Orígenes
se refiere a Ignacio como «mártir, segundo obispo de Antioquia después de Pedro, quien en la
persecución en Roma, luchó contra las bestias».10 Sin embargo, la mejor fuente para saber de
la vida y pensamiento de este obispo mártir son sus siete cartas que durante su viaje hacia el
martirio en Roma dedicó a las Iglesias de las ciudades por donde pasaba.

Por último, según Eusebio de Cesarea, el episcopado de Ignacio el frente de la Iglesia de


Antioquia inició en el primer año de Vespasiano, es decir, en el año 70, y terminó en el año
décimo de Trajano, es decir, en el 107, año de su martirio en Roma.11

a. Fecha y lugar de composición de su Obra.

La Obra de Ignacio se desarrolla en dos etapas durante el camino de su martirio, de Siria


hacia Roma. La primera es en Esmirna, donde el obispo antioqueno escribe cuatro cartas: una
a la Iglesia de Éfeso en la que recuerda al obispo Onésimo; otra a la Iglesia de Magnesia donde
menciona al obispo Damas; otra a la Iglesia de Trales cuyo jefe es Polibio; y una más a la Iglesia
de Roma, en la que expresa una clara conciencia de su martirio.12 Según lo que reporta la “Carta
a los Romanos” (X, 3), la fecha de la presencia de Ignacio en Esmirna es «a nueve días antes
de las calendas de septiembre».13

La segunda etapa es en Troas, desde donde envió tres cartas: una a la Iglesia de Filadelfia,
otra a la Iglesia de Esmirna y una más, de manera particular, al obispo Policarpo, que la presidía,
y a quien reconoce como varón apostólico y a quien le confía su rebaño de Antioquia.14

b. Lengua y original:

San Ignacio escribe sus cartas en lengua “koiné”, que es el griego corriente que servía a
todo el Imperio como idioma universal. Pero a juicio de Möhler, conocedor de los Padres de la
Iglesia, escribe al respecto:

«El estilo de las cartas es imaginativo y espontáneo, enteramente a la


manera de los orientales, tiene largos periodos no bien construidos, y
a menudo, pensamientos surgidos de pronto que interrumpen la fluidez

8 HE, III, 36, 3.


9 SAN IRENEO, “Adversus Hæreses”, Libro V, Serie Los Santos Padres No. 53, Apostolado Mariano,
Sevilla 1999, V, 28, 4.
10 ORÍGENES, “Homilías sobre el Evangelio de Lucas”, Tomo 97, Ciudad Nueva, Madrid 2014, VI, 4.
11 Cfr. EUSEBIO de Cesarea, “Die Chronik des Hieronymus”, Akademie-Verlg, Berlín 1984, ad. ann.

Abr. 2085; ad. ann. 2133.


12 Cfr. HE, III, 36, 4-6.
13 BOSIO Guido, “Iniziazione ai Padri”, Vol. I, La Chiesa Primitiva, Società Editrice Internazionale,

Torino 1963, p. 60.


14 Cfr. HE, III, 36, 10.
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retórica. La riqueza e intensidad de ideas y sentimientos no hallan con


frecuencia su expresión adecuada en el campo de la legua griega, por
extenso que sea; y las reglas de expresión acostumbradas son
abandonadas por ser como una atadura que traba el arrojo y la
expansión de espíritu. Ello explica que sus epístolas no sean fácilmente
comprensibles».15

c. Manuscritos y versiones conservadas.

De manera resumida es posible decir que, sobre la Obra de Ignacio de Antioquia se


desarrolla una larga y compleja tradición manuscrita que consiste en tres recensiones:

• La primera es la recensión breve que se compone de las siete cartas que Eusebio reporta
en su “Historia Eclesiastica” (III, 36, 4ss). Es la recensión original; existe sólo en griego
y se halla en el “Codex Mediceus Laurentianus” (57, 7) y data del s. II.
• La segunda es la recensión larga. Data del s. IV y surge porque la colección original sufrió
alteraciones e interpolaciones. Esta recensión consta de las siete cartas de la recensión
breve, pero de una forma más amplia y a las cuales se han sumado seis más, consideradas
espurias. Esta recensión larga se encuentra en manuscritos latinos y griegos. De hecho,
esta fue la primera en conocerse, se imprimó en latín en 1489 y en griego en 1557.
• La tercera es la recensión brevísima pero que en realidad se trata de un resumen en siriaco
publicado por Cureton en 1845, que compendia sólo tres cartas: “A los Efesios”, “A los
Romanos” y “A Policarpo”.

Ahora bien, ¿cuál de estas tres recensiones es la auténtica? Desde el s. XVI se debate este
problema al cual se le ha llamado “Cuestión Ignaciana”, pero a partir de los estudios de algunos
expertos como Lightfoot, Harnack, Zahn y Funk, se puede concluir que la recensión breve, es
decir, las siete cartas que describe Eusebio, es la más aceptada.16

Sin embargo, para algunos la cuestión continúa abierta. En 1977, el patrólogo catalán
Rius-Camp, afirmó que sólo la “Carta a los Romanos” había llegado hasta nosotros
correctamente y que eran auténticas “A los Tralianos”, “A los Magnesios” y “A los Efesios”,
aunque fueron reelaboradas por un falsario del s. II, cuya preocupación principal era justificar
la constitución jerárquica tripartita de la Iglesia, de manera que era necesaria una restructuración
de esas cartas. Incluso, otros más osados han llegado a negar la existencia real de Ignacio. Con
todo, la recensión breve (o la de Eusebio), se impone como la de mayor aceptación.17

15 Cfr. HUBER Sigfrido, Óp. cit., p. 26.


16 Cfr. QUASTEN Johannes; “Patrología I. Hasta el Concilio de Nicea”; BAC, Madrid 1991, pp. 81, 82;
BOSIO Guido, Óp. cit., p. 61.
17 Cfr. RAMOS-LISSÓN Domingo, “Patrología”, EUNSA, Pamplona 2005, p. 72; también puede verse

RIUS-CAMPS Josep, “Las cartas auténticas de Ignacio, el obispo de Siria”, Revista Catalana de Teología
2, Facultat de Teología de Barcelona, Barcelona 1977, pp. 31-149, (el estudio completo en:
http://www.raco.cat/index.php/RevistaTeologia/article/viewFile/65831/99503&a=bi&pagenumber
=1&w=100).
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II. Estructura de la obra.

a. “Carta a los Esmirniotas”.

En esta obra, el obispo Ignacio se dirige a la Iglesia de Esmirna, que es una ciudad del
Asia Menor (actual Izmir, Turquía). Esta ciudad situada a orillas del Mar Egeo, fue colonizada
por los eolios hacia el s. X a.C., pero sin alguna relevancia especial, hasta que Alejandro Magno
reconoce su ubicación privilegiada como vía comercial de Oriente. Fue reedificada por el rey
Lisímaco hacia el s. IV a.C., y pronto se convirtió en el puerto comercial más importante del
Asia Menor, y desde el año 133 a.C., junto con la ciudad de Pérgamo, se convirtió en un centro
importante del culto imperial.18

Los primeros pasos cristianos de Esmirna, probablemente se remontan a la predicción del


Apóstol Pablo desde Éfeso (cfr. Hch 19, 10), que incluye el territorio inmediato, ya que esta
ciudad fungía como centro de las siete ciudades de las que habla Ap 1, 11: «Escribe en un libro
lo que veas y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes Filadelfia
y Laodicea»; y en el mismo texto sagrado, el Evangelista se dirige particularmente a la Iglesia
de Esmirna: «Escribe el Ángel de la Iglesia de Esmirna» (2, 8ss).

La misiva que el obispo antioqueno dirige a los cristianos de Esmirna, consta de trece
capítulos, que se van agrupando conforme a los temas que se van desarrollando. Con ocasión
de la herejía del docetismo, Ignacio presenta su doctrina cristológica y su doctrina eucarística;
recomienda la unión con el obispo y habla sobre la jerarquía de la Iglesia; por último, trata sobre
la hospitalidad y la fraternidad entre los fieles.19

I-VI: Doctrina Cristológica (contra el docetismo).


VII: Doctrina Eucarística.
VIII-IX: Sobre la unión con el obispo.
X-XIII: Sobre la fraternidad en la Iglesia

b. “Carta a Policarpo”.

En la ruta hacia su martirio, Ignacio se detiene en Troas, desde donde escribe además de
la Carta a los hermanos de Filadelfia y de Esmirna, una misiva a Policarpo, quien, según el
testimonio de Eusebio de Cesarea e Ireneo fue discípulo de los Apóstoles y le confiaron el
episcopado de la Iglesia de Esmirna del Asia.20 Tertuliano cuenta que fue Juan quien le puso al
frente de la Iglesia de los Esmirniotas.21 Interesante también es un testimonio de Ireneo que
Eusebio recoge en su “Historia Eclesiastica”, en el que describe las relaciones que tuvo
Policarpo con Juan (Ireneo no conoce otro Juan que el apóstol) y con todos los que habían visto

18 Cfr. Diccionario Bíblico Ilustrado, Vila Santamaría, Barcelona 1983.


19 Cfr. BOSIO Guido, Óp. cit., p. 69.
20 Cfr. HE, III, 36, 1; IV, 14, 3; SAN IRENEO, “Adversus Hæreses”, Libro III, Serie Los Santos Padres No.

36, Apostolado Mariano, Sevilla 1999, III, 3, 4.


21 Cfr. AYÁN CALVO Juan José (Dir.); “Tertuliano. «Prescripciones» contra todas las herejías”, Fuentes

Patrísticas 14; Ed. Ciudad Nueva, Madrid 2001, XXXII, 2.


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al Señor.22 La fecha de su martirio es muy discutida, sin embargo, el testimonio más aceptado
es el reportado por Eusebio de Cesarea, hacia el año 167 d.C.23

En la “Carta a Policarpo”, el obispo antioqueno refiere algunos temas que ya había


desarrollado en su Carta a la Iglesia de Esmirna, como la unidad de la Iglesia, el Sacrificio
Eucarístico, la exhortación a los fieles a permanecer en comunión con el obispo, pero además,
como hermano en el episcopado, dedica a Policarpo algunos consejos para el ejercicio del
ministerio al frente de la Iglesia que le ha sido confiada, 24 y que bien podrían ser un auténtico
programa de vida pastoral: le exhorta a trabajar por Cristo, a reprimir las falsas enseñanzas, a
cuidar de la viudas, a tener presente a casados y vírgenes, a tener las reuniones eucarísticas con
mayor frecuencia, y por último, Ignacio expresa que no pudo escribir a otras Iglesias, por lo
que pide a Policarpo que lo hiciera en su nombre. La “Carta a Policarpo” consta de ocho
numerales, distribuidos de la siguiente manera:25

I: Reglas que debe observar el Pastor de almas: La caridad.


II: La prudencia.
III: La firmeza.
IV: Sobre las viudas, reuniones eucarísticas y esclavos.
V: Atención a los casados y vírgenes.
VI: Sobre la unión.
VII: Que Policarpo envíe a un delegado a Antioquía de Siria.
VIII: Últimas recomendaciones y saludos individuales.

22 Cfr. HE, V, 20, 6.


23 Cfr. EUSEBIO de Cesarea, “Die Chronik des Hieronymus”, Óp. cit., ad. ann. 167.
24 Cfr. QUASTEN Johannes; Óp. cit., pp. 73, 74.
25 Cfr. HUBER Sigfrido, Óp. cit., p. 75.
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III. Elementos jurídicos en la obra.

Antes de recibir la palma del martirio, Ignacio, como tercer obispo de la Iglesia, realizó
el último acto apostólico de enseñar, consolidar en la fe y confirmar el orden de los bienes
eclesiales para salvaguardar la unidad en Cristo. Y aunque sus cartas no ofrecen un sistema
completo de doctrina teológica, sin embargo, representan un tesoro para el conocimiento de la
vida de la Iglesia primitiva de aquellos siglos y de sus relaciones internas.26

En todas ellas se plasman algunas de las verdades de fe más fundamentales como la


doctrina sobre Jesucristo Hombre-Dios, la doctrina sobre la Eucaristía, la unión espiritual con
Cristo, la unidad eclesial y una advertencia sobre los peligros de los errores de la fe. Sin
embargo, en las siguientes líneas únicamente nos ocuparemos de los elementos disciplinares y
canónicos que sobresalen en la “Carta a los Esmirniotas” (Ad Smyrn.) y en la “Carta a
Policarpo” (Ad Polyc.).27

a. La Iglesia es “una”.

Para el obispo Ignacio la unidad es, ante todo, una prerrogativa de Dios, que es Uno. 28
Por ello, los cristianos deben imitar esta unidad propia de Dios en su comunión con el obispo,
ya que él representa a Cristo, y quien está unido al obispo, está unido a Cristo, de modo que
todos, ya sean fieles, judíos o gentiles, forman un solo Cuerpo eclesial (Communio Fidelium).

«Finalmente, (Jesucristo) fue clavado en la cruz… a fin de alzar


bandera por los siglos, por medio de su resurrección, entre sus santos
y fieles, ora venga de los judíos, ora de los gentiles, aunados en un solo
cuerpo de su Iglesia» (Ad Smyrn., I, 2).

«Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre… Que nadie, sin


contar con el obispo, haga nada de cuanto atañe a la Iglesia» (Ad
Smyrn., VIII, 1).

«Bien está que sepamos de Dios y del obispo, el que honra al obispo es
honrado por Dios. El que a ocultas del obispo hace algo, rinde culto al
diablo» (Ad Smyrn., IX, 1).

«Atened al obispo, a fin de que Dios os atienda a vosotros» (Ad Polyc.,


VI, 1).

26 Cfr. BOSIO Guido, Óp. cit., p. 61.


27 El texto de las cartas de San Ignacio en su versión castellana se ha tomado de la obra preparada por
RUIZ BUENO Daniel, “Padres Apostólicos”, Edición bilingüe completa, BAC, Madrid 1965.
28 Ad Smyrn., XII, 2; Ad Polyc., VIII, 3. San Ignacio también afirma la unidad de Dios en “A los

Magnesios” (VIII, 2), “A los Filadelfios” (VIII, 1), “A los Efesios” (IV, 2).
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b. La Iglesia es “particular”.

Para Ignacio, la unidad de la Iglesia no es una idea abstracta, sino expresión viva y
concreta de la comunión de las Iglesias particulares (Communio Ecclesiarum), ya sea en
“Éfeso del Asia”,29 ya en “Magnesia del Meandro”,30 ya en “Trales del Asia”,31 ya en Roma
a la que reconoce el lugar prevalente que posee entre todas las Iglesias al considerarla «puesta
a la cabeza de la caridad»,32 ya en “Filadelfia del Asia”,33 ya en Esmirna.

«A la Iglesia de Dios Padre y del amado Jesucristo… Iglesia divinísima


y portadora de santidad, establecida en Esmirna del Asia» (Ad Smyrn.,
en “Introducción”).

«A Policarpo, obispo de la Iglesia de Esmirna» (Ad Polyc., en


“Introducción”).

c. La Iglesia es “jerárquica”.

A fin de que esta unidad propia de la Iglesia se viva con la garantía de la verdadera fe,
esta se constituye de manera “jerárquica”, esto es, formada por el obispo acompañado por el
colegio de los presbíteros y ayudado en el servicio por los diáconos (Communio Hierarchica).
Esta jerarquía ejerce una responsabilidad peculiar en la edificación de la comunidad eclesial.

«Seguid todos al obispo, como Jesucristo al Padre, y al colegio de


ancianos (ίῳ) como a los Apóstoles; en cuanto a los
diáconos, reverenciadlos como al mandamiento de Dios» (Ad Smyrn.,
VIII, 1).

«Saludo a vuestro obispo, digno de Dios; al divino colegio de los


ancianos έ), y a los diáconos, consiervos míos, y a todos
los del pueblo en general» (Ad Smyrn., XII, 2).

«Yo me ofrezco como rescate por quienes se someten al obispo, a los


ancianos (έ) y a los diáconos… Trabajad unos juntos a
otros, luchad unidos, corred a una, sufrid, dormid, despertad todos a
la vez, como administradores de Dios, como sus asistentes y
servidores» (Ad Polyc., VI, 1).

Además, esta Communio Hierarchica –que parte de la unión con Cristo, Principio y
Fundamento de toda Communio– posee rasgos de confianza y fraternidad cuando se comparte

29 “A los Efesios” en Introducción.


30 “A los Magnesios” en Introducción.
31 “A los Tralianos” en Introducción.
32 “A los Romanos” en Introducción.
33 “A los Filadelfios” en Introducción.
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una tarea en común. Con deseos propios de un hermano en el ministerio del episcopado, se
dirige Ignacio al obispo Policarpo, al momento del consejo y la exhortación.

«(A Policarpo, obispo de Esmirna) … Yo te exhorto, por la gracia de


que está revestido, a que aceleres el paso en tu carrera, y a que exhortes
tú, por tu parte, a todos para que se salven… Desempeña el lugar que
ocupas con toda diligencia… Preocúpate de la unión… A los hombres
del pueblo, háblales al estilo de Dios…» (Ad Polyc., II, 2).

«Mantente firme, como un yunque golpeado por el martillo. De gran


atleta es ser desollado y, sin embargo, vencer… Sé todavía más
diligente de lo que eres» (Ad Polyc., III, 1-2).

«Yo, en efecto, confío en la gracia, que estáis prontos para toda buena
obra que atañe a Dios. Como sé vuestro fervor por la verdad, he
reducido mi exhortación a estas breves líneas» (Ad Polyc., VII, 3).

«Así pues, como yo no he podido escribir a todas las Iglesias… escribe


tú, como quien posee el sentir de Dios, a las Iglesias más allá de
Esmirna» (Ad Polyc., VIII, 1).

d. La Iglesia es “católica”.

Y ya que la Communio Fidelium expresa la unidad de la Iglesia, la cual se hace presente


por la Communio Ecclesiarum, bajo la vigilancia de la Communio Hierarchicha, podemos
concluir que la Iglesia es “católica”. Así lo expresó Ignacio de Antioquía, al referirse al conjunto
de todos los cristianos, siendo el primero en la literatura cristiana en atribuir a la Iglesia el
adjetivo de “universal”.

«Dondequiera apareciere el obispo, allí está la muchedumbre, al modo


que dondequiera estuviere Jesucristo, allí está la Iglesia universal
(θὴἐί – iglesia católica)» (Ad Esmyrn., VIII, 2).

e. Regulación disciplinar de la celebración de los Sacramentos.

Puesto que el obispo es el representante visible del Obispo Invisible, que es Cristo, él es
también custodio y administrador de los Sacramentos. Por ello, Ignacio recomienda que la
celebración del Bautismo, Eucaristía y Matrimonio se realice con su conocimiento y anuencia;
además, dispone que, quienes no profesan la verdadera fe, se abstengan de participar de la
Eucaristía.

«Sólo aquella Eucaristía ha de tenerse por válida que se celebre por el


obispo o por quien de él tenga autorización» (Ad Smyrn., VIII, 1).
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«Sin contar con el obispo no es lícito ni bautizar ni celebrar la


Eucaristía; sino más bien, aquello que él aprobare, eso es también lo
agradable a Dios, a fin de que cuanto hiciereis sea seguro y válido»
(Ad Smyrn., VIII, 2).

«Respecto a los que se casan, esposo y esposas, conviene que celebren


su enlace con conocimiento del obispo, a fin de que el casamiento sea
conforme al Señor y no por solo deseo» (Ad Polyc., V, 2).

«(Respecto a los que profesan doctrinas ajenas) Apártense también de


la Eucaristía y de la oración, porque no confiesan que la Eucaristía es
la carne de nuestro Salvador Jesucristo» (Ad Smyrn., VII, 1).
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IV. BIBLIOGRAFÍA

➢ AYÁN CALVO Juan José (Dir.), “Tertuliano. «Prescripciones» contra todas las herejías”,
Fuentes Patrísticas 14, Ed. Ciudad Nueva, Madrid 2001.

➢ AYÁN CALVO Juan José (Intro. y Trad.), “Ignacio de Antioquía, Cartas. Policarpo de
Esmirna, Carta. Carta de la Iglesia de Esmirna a la Iglesia de Filomelio”, Fuentes Patrísticas
1; Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1991.

➢ BENEDICTO XVI, Audiencia General, 14 de marzo de 2007.

➢ BOSIO Guido, “Iniziazione ai Padri”, Vol. I, La Chiesa Primitiva, Società Editrice


Internazionale, Torino 1963.

➢ Comentario bíblico “San Jerónimo”, Tomo III, Nuevo Testamento I, Ediciones


Cristiandad, Madrid 1972.

➢ Diccionario Bíblico Ilustrado, Vila Santamaría, Barcelona 1983.

➢ EUSEBIO de Cesarea, “Die Chronik des Hieronymus”, Akademie-Verlg, Berlín 1984.

➢ EUSEBIO de Cesarea, “Historia Eclesiástica”, BAC, Madrid 2002.

➢ HUBER Sigfrido, “Las cartas de Ignacio de Antioquia y de San Policarpo de Esmirna”,


Ediciones Desclée, De Brouwer, Buenos Aires 1945.

➢ ORÍGENES, “Homilías sobre el Evangelio de Lucas”, Tomo 97, Ciudad Nueva, Madrid
2014.

➢ QUASTEN Johannes, “Patrología I. Hasta el Concilio de Nicea”; BAC, Madrid 1991.

➢ RAMOS-LISSÓN Domingo, “Patrología”, EUNSA, Pamplona 2005.

➢ RUIZ BUENO Daniel, “Padres Apostólicos”, Edición bilingüe completa, BAC, Madrid
1965.

➢ Sagrada Biblia: Comentario, EUNSA, Pamplona 2010.

➢ SAN IRENEO, “Adversus Hæreses”.


• Libro III, Serie Los Santos Padres No. 36, Apostolado Mariano, Sevilla 1999.
• Libro V, Serie Los Santos Padres No. 53, Apostolado Mariano, Sevilla 1999.

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