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El jabón de sal ha sido llamado también jabón de balneario o jabón de spa y tiene dos
características que chocan bastante si no estamos familiarizados con él: lleva una gran cantidad de
aceite de coco (a veces incluso el 100 por cien) y mucha sal. Y cuando digo mucha sal...es mucha.
Se obtiene un jabón duro, con capacidad de generar mucha espuma y también algo quebradizo.
Con él, la ducha se convierte en un tratamiento vigorizante al principio y relajante al final. La sal,
siempre una buena sal marina por supuesto, contiene minerales como magnesio, zinc, calcio,
potasio y yodo, los cuales tienen probadas propiedades terapéuticas para nuestros músculos y
nuestra piel.
Con el jabón de sal podemos limpiar, exfoliar y desintoxicar nuestra piel, además de reducir el
estrés y meorar la circulación de la sangre. Y, por supuesto, todos conocemos las propiedades
antisépticas y desinfectantes de la sal.
Es un jabón especialmente adecuado para pieles normales o grasas y no debe ser usado por las
muy maduras o delicadas, ya que es ligeramente resecante y además tiene una textura gruesa,
como el exfoliante más efectivo.
Para que estos jabones no resequen drásticamente la piel se recurre a un sobreengrasado que
parece desproporcionado, de hasta un 30 por ciento. Es decir, que este jabón lleva un 30 por
ciento más de grasa de la que sería habitual en relación con la sosa. O, para decirlo de otra
manera, en este jabón 30 gramos de aceite de cada 100 no saponifican, y por lo tanto se destinan
sólo a hidratar nuestra piel. En la fórmula que os doy ya se incluye este sobreengrasado sin
necesidad de añadir más aceites en la traza.
Úsé aceite de girasol para evitar la extrema dureza que este tipo de jabones suelen adquirir nada
más hacerse, la cual muchas veces dificulta verterlos en los moldes o incluso cortarlos si no es
inmediatamente. A mí me solidificó de manera paulatina y normal, y creo que fue gracias al aceite
de girasol.
Fórmula en gramos
Coco 85
Ricino 10
Girasol 5
Hidróxido de sodio 12
Agua destilada 32
Este jabón es súper cremoso y está hecho mediante el proceso en caliente, que sólo se diferencia
del proceso en frío en que la mezcla se saponifica muy rápidamente (el día de la elaboración)
gracias a una suave cocción, con lo cual no hay que esperar prácticamente nada para usarlo.
La verdad es que este jabón fue todo un experimento tanto por los igredientes como por su
elaboración, pero ya veis...sólo puedo mostraros una pastilla, la que me queda, porque los repartí
pronto.
El aceite de neem le da un carácter especial que quizás no guste a todos. Su intenso olor
podríamos decir que mata todo el aroma que podamos añadirle; de hecho yo usé 50 gotas de
aceite esencial de geranio y aun así lo que domina en el jabón es el olor a neem.
Este jabón, por su cremosidad, es también adecuado para el afeitado.
Ya veis en las imágenes que es un jabón de textura rústica...eso lo suele conllevar el proceso en
caliente, ya que el jabón al cocerse suele solidificarse e incluso apelmazarse un poco, y más que
verterlo en los moldes lo tenemos que embutir en los mismos.
Fórmula en gramos
Las cantidades de agua y sosa las podéis obtener con cualquier calculadora de jabón online.
Esta vez le he dado un toque refinado a las pastillas usando un molde de silicona con una bonita
forma de flor. Estos jabones, con un peso medio de 75g por pieza, son especialmente hidratantes
gracias a los aceites de almendra, argán y oliva.
Como novedad, es la primera vez que utilizo aceite de ricino en un jabón, un poco en sustitución
del aceite de coco que tiene propiedades similares en cuanto a generación de espuma y dureza.
Os doy la fórmula exacta al final de esta entrada por si lo queréis hacer; el método de elaboración
es el habitual del proceso en frío.
Con las cantidades que doy salen exactamente el número de piezas que veis en la foto; este jabón
todavía se está curando y estará disponible para su uso a mediados del próximo mes de junio.
Fórmula en gramos