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C.C: 1032504895
El presente trabajo tiene como objetivo realizar un análisis de las relaciones entre los
hombres y las mujeres pertenecientes a una comunidad específica, que es presentada
en la historia que tiene lugar dentro de la novela “El clan del oso cavernario” de Jean M.
Auel.
Para realizar un correcto abordaje de las relaciones entre hombre y mujeres se debe
tener presente la influencia que ejercen los diversos campos que conforman el orden
socio cultural sobre éstas. Para la elaboración de este escrito se abordarán
específicamente el ámbito del trabajo, conocimiento y cotidianidad del clan, entendiendo
que el proceso de sexualización determina la internalización y el ejercicio de los roles
diferenciados para hombres y mujeres.
Para llevar a cabo un análisis sobre las relaciones entre los hombres y las mujeres del
clan del oso cavernario, es necesario entender que estas se encuentran antecedidas y
atravesadas por un proceso de sexualización.
Respecto a las demás mujeres y hombres del clan, al encontrarse inmersos en ese orden
y en ese universo simbólico desde el nacimiento, existía una evidente internalización y
naturalización de el modo de ser, actuar, pensar y sentir correspondiente a su sexo. De
hecho, eso era lo que les permitía juzgar a Ayla porque ésta no actuaba según lo
normativo impuesto en el clan.
Trabajo.
El trabajo, entendido como la intervención que el hombre ejerce sobre la naturaleza para
poder suplir el conjunto de necesidades que como ser vivo posee, tiene 4 momentos que
se explicarán a continuación.
La cacería, como actividad que suplía las necesidades del clan, no solo en términos
alimenticios, era ejercida única y exclusivamente por los hombres. A las mujeres no se
les consideraba aptas para la actividad, mucho menos para usar o elaborar herramientas
alusivas a la misma. Sus labores se limitaban a la cocina, recolección de plantas,
verduras y frutas para el consumo y a la elaboración de algunos utensilios destinados al
hogar. Los roles determinados para hombres y mujeres en el ámbito del trabajo son
notoriamente marcados por la normalidad inscrita en el orden socio cultural del clan, pero
sobre todo por las características físicas del cuerpo de cada quién, que relegaban
acciones y espacios para unos y otros.
Aunque Ayla llevaba a cabo las actividades propias de una mujer del clan, se esforzaba
por llevarlas a cabo de la mejor manera gracias al aprendizaje que adquirió en torno al
modo en que debía comportarse, la transgresión de la regla acerca de la prohibición de
la cacería para las mujeres, le acarreó una maldición de muerte. La sanción fue
sustentada en razones que obedecían a las tradiciones y las normas del clan, pero
también a su comportamiento que se alejaba de la normalidad impuesta para las mujeres.
Conocimiento.
La adquisición de este implica una transmisión del otro semejante, que se encarga de
ingresar al ser humano que nace en la realidad y en el saber que gira en torno a la misma.
Es necesario que exista una “progresiva apertura del niño hacia las cosas y a la paulatina
penetración del mundo en el niño” (Mena, 1982. Pág. 298).
La madre, como filtro entre el niño y el mundo, es el otro semejante más cercano al que
se le delegan las funciones más importantes respecto a esa apertura del mundo. Con ella
la afectividad, los gustos y la sexualidad del ser humano se configuran.
Iza, al igual que las demás mujeres del clan fue la encargada de introducir a Ayla en la
estructura que regía a los demás miembros, y le enseñó el modo en que debía
comportarse y ser. La instruyó como curandera, pero también lo hizo en las diferentes
actividades que, como mujer Ayla debía realizar.
Respecto a los demás miembros del clan, la diferencia que existía entre el conocimiento
al que accedían los hombres y las mujeres se ve atravesado por su sexo. Las mujeres,
por ejemplo, poseían conocimiento sobre la cocina, es decir, sobre la cocción y
preparación de alimentos, como de las características de estos. Habían adquirido
además conocimiento sobre la elaboración de algunos utensilios para la cocina y para la
vestimenta, entre otros. Los hombres, por su parte, poseían un conocimiento amplio
sobre cacería, estrategias para abordar los animales y del uso y la elaboración de
herramientas para dicha actividad. Aunque en el libro no se evidencia la existencia de
algún tipo de sanción para los hombres que ejercían o tenían conocimiento sobre las
actividades correspondientes a las mujeres, contrario a ellos, a estas si se les negaba de
manera radical el saber y ejecutar las actividades de ellos, porque su femineidad se veía
trastocada al hacerlo.
El conocimiento en el clan se manifestaba como recuerdos sobre los saberes que como
mujeres o hombres debían poseer, por ello cualquier persona que naciera con un
recuerdo correspondiente al sexo opuesto lo perdía con el pasar del tiempo. Aprender las
habilidades del otro no era posible, debido a que la persona no tenía los recuerdos
correspondientes para hacerlo.
Cotidianidad
En el clan esto se refleja en todos y cada uno de los aspectos que conforman la
cotidianidad de los miembros. Usualmente una mujer debía obedecer a los mandatos de
un hombre, incluso aceptando como normal el ser golpeada. Su posición de
subordinación e inferioridad se ve reflejada no solamente en la división sexual del trabajo,
sino también en el modo de comunicarse con los hombres. Esa comunicación exigía un
lenguaje corporal de sumisión en dónde la mujer debía inclinarse y nunca mirar a los ojos
al hombre al que se dirigía. El hombre, por su parte debía mantener la disciplina, proveer
por medio de la caza, controlar sus emociones, pero sobre todo mandar a las mujeres.
Respecto a los caracteres sexuales secundarios del clan, es importante destacar que,
aunque si bien estos correspondían inicialmente a características físicas del sujeto
también recogían aquellas ligadas al modo de ser y de comportarse de una persona. En
ese sentido las mujeres, por ejemplo, no solo debían contar con una serie de elementos
que las hacían más atractivas ante los hombres, como la estatura, la complexión del
cuerpo, el color del cabello, sino que también debían responder a un modo específico de
comportarse que apuntara a la construcción del concepto, que el orden socio cultural del
clan había establecido, con respecto a la femineidad. Por ello, en determinadas
ocasiones se hizo mención dentro de la novela, sobre las escasas o nulas posibilidades
que Ayla tenía para conseguir pareja debido a que ella se alejaba de los estándares de
belleza impuestos y porque su comportamiento y su modo de ser no eran atractivos para
los hombres del clan.
Para finalizar y a modo de conclusión, se puede afirmar que las relaciones de hombres y
mujeres del clan son influenciadas por un proceso de sexualización que determina tanto
la internalización de la normatividad para cada sexo como el ejercicio de roles
diferenciados para ambos. La división sexual en ámbitos como el trabajo, conocimiento
y la cotidianidad establecen una evidente jerarquía del hombre con respecto a la mujer,
en donde se posiciona a lo masculino por encima de lo femenino en términos del hacer y
ser. Los modos de actuar, pensar, sentir y ser se encuentran atravesados por el universo
simbólico, del orden social y cultural forjado y configurado por los mismos miembros del
clan.
Bibliografía: