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EL SHINGO Y EL MONO HUAYHUASH

Érase una vez un Shingo que estaba descansando en un árbol de eucalipto de un cerro,
después de un almuerzo. Era un día caluroso y solo le apetecía dormir. Pero recordó que
estaba enamorado de una china buenamoza de un pueblo cercano, de un salto se levantó y se
puso a caminar de un lado a otro muy pensativo e ilusionado, su corazón latía a mil.

Cuando se encontraba más cómodo, llegó el mono Huayhuash con su sombrero y su poncho
colorado, muy palangana y haciendo mucho ruido. El Shingo estaba tan distraído pensando
en el amor de su vida, que ni si quiera se percató, pero el mono empezó a subir por el árbol.

El Shingo lo recibió con muy mal humor, empezó a gruñir, y le dijo al mono:

«Compadre mono, estoy planeando como pedir la mano a los papas de una china que estoy
enamorado y tú bienes a interrumpir»

El Huayhuash más atento y todo emocionado estaba. «No te creo compadre, tan cabezón que
te tiene, tendría que verlo con mis propios ojos para poder convencerme» le dijo el mono al
Shingo.

Ni cortos ni perezosos, ese mismo instante el Shingo tomo el lomo del Huayhuash con sus
patas y emprendió el vuelo, llegaron justo cuando la chica estaba descansando al pie de la
sombra de un árbol. Y la verdad que era muy linda y encantadora.

«¡Perdóname compadre!» dijo el mono. «Por favor déjame mañana tempranito ir y yo pediré
la mano en tu nombre y asunto arreglado».

Al Shingo le resultó divertido pensar que un mono podría alguna vez ayudarlo. Pero
considero la propuesta.

Al siguiente día, mientras el mono observaba desde un lugar cerca a la casa de la muchacha,
el Shingo muy decidido y con un ramo de flores se acercaba a la casa de la muchacha. Pero
ni bien llegaba, sus padres de la muchacha viéndolo acercarse lo votaron a escobazos. Como
pudo se escapó de allí el pobre

«Seguramente ha venido a pedir la mano de nuestra hija; si vuelve mañana, quiere decir que
en realidad quiere a nuestra hija» dijeron los padres de la muchacha.

Llegando junto al mono. «No me quieren compadre» dijo el Shingo al Mono y se puso a
llorar muy decepcionado.

Al día siguiente, temprano fueron nuevamente a la pedida de mano. Pero esta vez le tocaba
ir al mono en representación de su compadre el Shingo.
Toca la puerta, salen los padres. El mono un poco nervioso dejo: «Eh venido a pedir la mano
de su hija …» Ni lo dejaron terminar la petición, aceptaron rápidamente; es más, ese mismo
día fue la boda.

Moraleja: No debemos rendirnos fácilmente, al contrario, tenemos que ser más


perseverantes en lograr lo que queremos.

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