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DANTE Y SU VIAJE EN LA (DIVINA) COMEDIA

Tal y como indica el propio Dante, “a mitad del camino de la vida” (Infierno I,1), inicia
su viaje por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Es un momento en el que suele darse una
crisis (¿la de los cuarenta de ahora?) y momento en el que se echa una mirada hacia atrás para
ver los claroscuros de la vida que ha pasado. El viaje de Dante bien puede ser el de cualquier
ser humano para reflexionar sobre su vida y cómo orientarla en el futuro.
Él inicia su viaje mientras se “encontraba en una selva oscura” (Infierno I,2), es decir,
reconoce que hay más sombras que claros en su vida hasta ese momento. Su “senda derecha ya
perdida” (Infierno I,3) necesita de ayuda para enderezarse de nuevo por los vicios que ha tenido
y los episodios vividos durante su primera mitad de la vida y que configuran su personalidad e
ideales: conjuras, amores, traiciones, destierro, etc.
No deja de ser un viaje “ex tenebris ad lucem” (“de las tinieblas a la luz”) (L. A. Seneca,
De brevitate vitae, XIV,1), representado en un ascenso del Infierno al Paraíso pasando por el
Purgatorio. Es semejante al ascenso del prisionero platónico de la caverna hacia fuera de ella
para contemplar la idea del Bien representado en el sol. Infierno y Paraíso se oponen
simétricamente dejando en medio el Purgatorio. Ese es el trayecto que Dante debe recorrer.
Ahora bien, ¿quién puede guiar a Dante en este viaje existencial por el Infierno primero
y después por el Purgatorio? ¿Quién puede ser lo suficientemente sabio para que Dante pueda
seguir la “senda derecha” (Infierno I,2) sin torcerse ni perderse o ser retenido por aquellos que
se encuentran retenidos y condenados en el Infierno y Purgatorio? El personaje simbólico
encargado de ser su guía es Virgilio, el gran compositor de la Eneida, estudiada por todos a lo
largo de los siglos por ser un ejemplo para todas las generaciones de dominio del estilo y de la
lengua latina.
¿Pero qué representa Virgilio en la obra? ¿Quién puede ser para nosotros hoy en día?
Creo que la respuesta sería la sabiduría (con minúscula). Esa sabiduría que tiene “la gente
sencilla” y no “los sabios y entendidos” (Lc 10,21), aquellos a los que la vida les ha mostrado
lo que está bien y mal, que han aprendido por experiencia lo que conviene y lo transmiten a
quienes quieran escuchar. Virgilio cuidará paternalmente de Dante a lo largo de su viaje. Parece
evocar estas palabras: “Hijo mío, escucha y recibe mis palabras, […] te instruyo en el camino
de la sensatez, te encamino por la senda recta; al caminar, no serán torpes tus pasos; al correr,
no tropezarás; agárrate a la corrección, no la sueltes; consérvala, porque te va la vida; no entres
por el sendero de los malvados, no pises el camino de los perversos; evítalo, no lo atravieses;
apártate de él y sigue; […] la senda de los honrados brilla como la aurora, se va esclareciendo
hasta que es de día” (Prov 4,10a.11-15.18). La sabiduría llega atendiendo a la razón. Virgilio
es un iluminado que simboliza la sabiduría o guía de la razón humana que lleva a la felicidad si
se usa con coherencia en este mundo. Así se puede vivir en el punto medio evitando los excesos
y los déficits que llevan a caer en los diferentes pecados y que son igual de actuales hoy en día
que cuando vivió Dante.
Dante baja por los distintos círculos del Infierno para contar las consecuencias de los
pecados en vida de los condenados (criticados con sabia ironía) y elaborando un auténtico
catálogo monográfico (¡pena de cámara de fotos!); desciende hasta las entrañas del Infierno
para ver a Lucifer con Judas, Bruto y Casio (Infierno XXXIV). Lucifer, que era el portador de
la luz, se ha convertido en la representación del mal absoluto. El Infierno simboliza al ser
humano, con sus tentaciones, pecados y debilidades que le apartan del sendero recto.
El Purgatorio, lugar para procesar y solventar las culpas a fin de lograr la liberación
permitirá a Dante meditar sobre la redención de los pecados capitales mientras sube camino del
Paraíso. En este viaje, ascendiendo hacia el Paraíso (terrenal) deberá ir subiendo por las gradas
(que recuerda la escalera de Jacob que llevaba al cielo en Gn 28,11-19) donde van purgando
los pecados capitales las distintas personas. El no estar en el Infierno es un aliciente tal vez para
que la gente de la época de Dante se arrepienta y busque enmendar los pecados cometidos.
También aquí la razón representada por Virgilio podría ayudar a saber qué hacer para purgar
los pecados de cada cual.
Sin embargo, ¿qué ocurre al llegar al Paraíso? ¿Por qué no sigue Virgilio si le ha
acompañado por el Infierno y el Purgatorio? El relevo del pagano Virgilio lo recoge Beatrice,
beata perfecta a los ojos de Dante y de la que está profundamente enamorado. Beatrice creo que
simboliza la Sabiduría (con mayúscula) de la fe, la belleza absoluta y el espíritu redentor, su
teología salvadora, por su amor y su cercanía a Dios. Ella es enviada por la Virgen María para
que encargue a Virgilio ser guía de Dante. Dante debe encontrar al mirar un ángel el reflejo de
Jesucristo y así su alma redimida pueda unirse con el Espíritu Santo en una comunión definitiva.
Ambos se adentran en el Paraíso, lugar donde moran aquellos beatos y santos junto a la
Trinidad en distintos círculos según méritos (y sin muchas ganas de avanzar algunos en
cercanía, porque como ya han sacado un 5 en el examen del amor al atardecer de sus vidas (S.
Juan de la Cruz), ¿para qué esforzarse más?). Dado que es un lugar celestial, donde habita el
Misterio, la razón no puede vislumbrar lo que hay en él por sus límites de conocimiento. Tierra
y Paraíso son lugares muy distintos. El lugar donde habita Dios no puede mezclarse con la tierra
porque la supera siempre. El profeta Isaías señala que Dios está muy por encima de todo
diciendo: “Como el cielo está por encima de la tierra, mis caminos son más altos que los
vuestros, mis planes más que vuestros planes” (Is 55,9). Por ello, Beatrice servirá de guía a
Dante por el Paraíso hasta donde le es posible, dado que ella representa la fe, la capacidad de
creer aquello que no es posible ver. Dado que el Paraíso es un lugar divino, donde ningún mortal
ha subido ni lo ha visto, Dante debe probar que es digno y demostrar que su fe (y él mismo) son
dignos de acceder a él tras haberse purificado en su viaje desde el comienzo. Cosa que hará. Y
así podrá contemplar el Paraíso en su totalidad hasta llegar a ver el Sumo Bien. (¡Ha salido de
la caverna platónica!).
Dante no solo realiza el viaje a lo largo de la obra para sí, sino que pretende dejar una
guía para poder realizarlo cada cual adaptado a la realidad personal de cada uno. Ese podría
decirse que es el objetivo final de esta gran obra. Es un viaje largo, pues el poeta debe
“limpiarse” de todos sus abusos y tomar nota de todo cuanto vea para escribirlo para aquellos
que quieran/queramos llegar al Paraíso. Su purificación espiritual precisa de ayuda externa, la
cual llega de la mano de diversos personajes (Virgilio, Estacio, Beatrice, Matelda y San
Bernardo) para que como pecador redimido pueda llegar a la meta más alta: contemplar y
glorificar a Dios. Ahora, Dante, tras llegar al Paraíso nos ofrece su ayuda con su obra poética-
teológica para alcanzar nosotros, redimidos, el Paraíso.
En el viaje de Dante parece mostrarse que la razón se subordina a la fe, dado que
Beatrice (la fe) es la que envía a Virgilio (la razón) a fin de guiar al Dante viajero. Sin embargo,
siguiendo a San Agustín (curiosamente platónico), creo que Dante tiene en mente “intellige ut
credas, crede ut intelligas” (“comprende para creer, cree para comprender”) (San Agustín,
Sermón 43). Tal vez esta segunda opción sea la orientación de Dante en su obra, que se puede
expresar diciendo que “la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano
se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo
de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo,
pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo” (Juan Pablo II, Fides et ratio). Por
tanto, Dante invita con su obra a conocer la verdad, pero harán falta razón o Filosofía y fe o
Teología, pues se mueve por ámbitos en los que ambas son necesarias y se complementan, dado
que la Filosofía tiene los límites del conocimiento y la Teología abre siempre horizontes tan
amplios que no se pueden abarcar e ignotos.
Dante se ha mostrado como un poeta-teólogo que ha sido capaz de dar forma o convertir
en imagen conceptos teológicos complejos y que han quedado grabados en el imaginario
colectivo de Occidente. Su obra, sus ideas, su viaje existencial, es una invitación a buscar la
perfección en esta vida de cara a lograr alcanzar el Paraíso como beatos y beatas felices junto a
Dios. ¿Cómo llegar a ser como ellos? Dios con su Gracia ilumina al hombre para actuar
rectamente pues de Él depende el alma intelectiva del ser humano y que no estaría influenciada
por los astros como se creía en la Edad Media. Dante acepta esta influencia, pero cree que el
libre albedrío del ser humano con sus malas decisiones hace que pueda acabar en el Infierno
por sus pecados.
Fe y razón, justicia, caridad, misericordia, libertad, sabiduría, salvación, Gracia… son
conceptos presentes en esta obra y que entran por el ojo a través de la imaginación con que los
ha representado Dante magistralmente.
Dante buscaba conseguir los laureles por su obra y los ha conseguido, quedando yo creo
que a la altura de Virgilio u Homero con sus poemas. Ha sido capaz de hacernos reflexionar
sobre temas complejos y oscuros con imágenes sencillas, de conducirnos “ex umbris et
imaginibus in veritatem” (“de las sombras y de las imágenes a la Verdad”) como reza el epitafio
del cardenal J. H. Newman.
Lección a aprender de la obra: saca lo mejor de ti para no acabar en el Infierno y al
atardecer de la vida sacar matrícula de honor en el examen del amor y estar así en el primer
círculo del Paraíso.

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