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El deleite en el matrimonio bíblicamente probado

10 Mayo, 2010 | El deleite en el matrimonio bíblicamente probado


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Para aquellos que no pudieron asistir a la charla de matrimonio el viernes 30 de


Abril, decidí postear las notas en dos partes (para los que asistieron, este puede ser
un buen repaso). Sugiero que lean este post buscando los textos bíblicos citados.
Es indudable que el matrimonio es actualmente una institución en crisis. La tasa de divorcio es sumamente
alta, y tenemos razones para sospechar que muchos de los que continúan casados tampoco tienen una
relación satisfactoria.

Esa realidad ha contribuido a producir en la sociedad occidental una perspectiva cínica y pesimista del
matrimonio, como si se tratara de una carga onerosa que unos pobres desgraciados están obligados a llevar
por el resto de sus vidas.

Pero, ¿se supone que esto debe ser así? ¿Creó Dios el matrimonio para castigar a los hombres en su pecado o
como un regalo deleitoso que deberíamos disfrutar?

Veamos brevemente lo que la Biblia dice al respecto, tanto en el AT como en el NT.

A. Gn. 1 al 3:
Este es un pasaje crucial, porque allí encontramos el ideal de lo que el matrimonio estaba supuesto a ser antes
de la caída.

Muchos siglos más tarde, tanto el Señor Jesucristo como el apóstol Pablo, apelan a este pasaje del Génesis
para traer enseñanzas pertinentes sobre la vida matrimonial. Así que este es un texto sumamente relevante
para nuestro tema porque nos muestra el diseño original de Dios para el matrimonio.

Dice en Gn. 1:26-28 que Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza, pero también los creó con géneros
distintos para que pudieran complementarse el uno al otro. Ambos poseen la misma naturaleza como seres
humanos y la misma dignidad, pero no el mismo género.

Dice en el vers. 27: “A imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Y es obvio que se está implicando
aquí algún tipo de unión entre ellos, porque dice en el vers. 28 que Dios los bendijo y les ordenó fructificar y
multiplicarse. Esta relación era parte de lo que Dios consideró “bueno en gran manera” al terminar la
creación (vers. 31).

Más adelante, en el cap. 2, la Escritura vuelve sobre el relato de la creación, pero esta vez nos da un cuadro
más ampliado de lo que realmente ocurrió ese sexto día en que Dios creó al hombre y la mujer.

Adán fue creado primero y colocado por Dios en el jardín del Edén. En ese lugar el hombre tenía todo lo que
podía necesitar para una existencia deleitosa (la palabra Edén significa precisamente “delicia”), incluyendo lo
más importante: una relación perfecta con Dios.
Sin embargo, el mismo Dios declara en el vers. 18 que no era bueno para el hombre estar solo. Y la idea del
texto no era que la soledad fuera mala en sí misma, porque antes de la caída no había nada malo en el mundo,
ni siquiera el hecho de estar solo.

Pero el Señor nos hace ver en esta declaración que antes de crear a la mujer el hombre estaba incompleto. Su
deleite en el jardín del Edén no era total, porque le faltaba una compañera de su propia naturaleza que fuera
su complemento.

Nosotros conocemos muy bien lo que ocurrió inmediatamente después: el Señor dio a Adán la tarea de
ponerle nombre a los animales, posiblemente con la intención de hacerle ver su soledad; todos los animales
tenían su contraparte, “mas para Adán, no se halló ayuda idónea para él”.

Ninguna de esas criaturas podría suplir la profunda necesidad que este hombre tenía de alguien que pensara
como él, que compartiera con él esos rasgos distintivos que diferencian al hombre de los animales. Este
hombre necesitaba urgentemente una persona como él.

¿Y qué hizo Dios? Lo puso a dormir, formó de sus costillas la ayuda que él necesitaba, lo despertó de su
sueño y le presentó a su mujer. Y cuando Adán vio a Eva, podemos suponer que fue una sorpresa
extraordinaria (comp. Gn. 2:23).

Estas son las primeras palabras humanas que la historia recoge y algunos estudiosos de las Escrituras
entienden que esta declaración tiene en el original una estructura poética. Así que las primeras palabras
históricamente registradas que el hombre pronunció fueron probablemente las líneas de un poema dedicado a
la mujer.

Así que el matrimonio no sólo fue parte del conjunto de cosas con los que Dios pobló el jardín del Edén para
el deleite del hombre y la mujer; el matrimonio fue la corona de ese deleite, sobrepasado únicamente por la
relación que nuestros primeros padres tenían con Dios.

Lamentablemente ese no es el fin de la historia. En el capítulo 3 del Génesis tenemos el relato de la caída; y
una de las primeras consecuencias que el pecado produjo fue que la relación matrimonial quedó
profundamente afectada (comp. Gn. 3:12, 16).

La razón por la que muchos no pueden encontrar deleite en el matrimonio no es la incompatibilidad de


caracteres ni las presiones del mundo; la razón es el pecado.

Sin embargo, la Biblia enseña que aún después de la caída el matrimonio puede y debería ser una relación
deleitosa.

B. Deut. 24:5:

Los hombres recién casados eran excluidos por un año completo de ir a la guerra o de ocuparse en cualquier
otro asunto que los obligara alejarse de sus casas. La idea no parece ser que el individuo estaría todo ese año
sin hacer absolutamente nada, sino que no se le involucrara en ningún asunto que lo obligara a ausentarse del
hogar y descuidar a su esposa (comp. Deut. 20:7).

Se esperaba del recién casado que pusiera especial atención a esa nueva relación que había iniciado con su
esposa, a la cual él debe alegrar en vez de causarle la inquietud de que pueda perder la vida si se va a la
guerra, o la tristeza de que no esté en su hogar.
De más está decir que el cuadro que tenemos aquí no es el de una esposa que se va a poner muy contenta
cuando el esposo le diga que va a estar fuera de casa por un tiempo. Es una relación donde el deleite de
ambos consiste en estar juntos el uno con el otro. Dios espera que ésta sea una relación deleitosa.

“Si, pero eso es al principio, durante la luna de miel. Pero después nos envolvemos en la rutina de la vida y
conocemos mejor al elemento con el que estamos casados y entonces el panorama cambia drásticamente”.
Hay un proverbio árabe que dice que los primeros días de casados son de miel y los otros son de hiel. Pero,
¿realmente debería ser así?

C. Pr. 5:15-19:

Hay varias cosas que quisiera destacar de este pasaje. En primer lugar, estos versículos enseñan claramente
que el matrimonio es una relación deleitosa. En el versículo 15 se le compara con el deleite que sentimos
cuando calmamos nuestra sed.

En el vers. 15 se compara a la esposa con una cisterna, que era lo que usaban los judíos para acaparar el agua
de la lluvia, y también se la compara con un pozo que se nutre por un río de aguas subterráneas.

Luego en el vers. 18 se exhorta directamente al hombre a que se alegre con su mujer; y en el vers. 19 a que
encuentre en ella plena satisfacción (la gacela era comúnmente usada en la poesía oriental como símbolo de
belleza y de los encantos femeninos – lit. el texto dice: “sus senos te satisfagan… y en su amor embriágate”,
o “intoxícate”).

Por otro lado, el texto da la idea de que este no es un matrimonio de recién casados. Aquí se exhorta al
hombre a alegrarse con la mujer de su juventud, aunque hayan pasado los años y ya no sean tan jóvenes
ninguno de los dos, y la piel no esté tan tersa como al principio, y la figura haya cambiado. Si los dos llegan a
viejo deben seguir deleitándose el uno con el otro.

En vez de buscar satisfacción con una mujer extraña, bebe el agua de tu misma cisterna y los raudales de tu
propio pozo.

No es verdad que la variedad sea tan satisfactoria como la pintan. En realidad eso es un engaño. Cuando
bebes de los labios de una mujer extraña te será muy excitante al principio, pero la dulzura de sus besos se
convertirá en ajenjo tarde o temprano (comp. vers. Pr. 5:3-4).

No tenemos que escoger entre el deleite pecaminoso del adulterio o el santo aburrimiento del matrimonio.
No. Ese no es el cuadro que la Biblia presenta de la relación conyugal.

En una entrevista que se le hizo a un actor muy conocido por sus papeles románticos en la pantalla, le
preguntaron: ¿Cómo se puede ser un gran amante? Para sorpresa del entrevistador y de toda la audiencia, el
actor respondió:

“Un gran amante es aquel que puede satisfacer a una sola mujer a lo largo de toda su vida… y puede ser
satisfecho por una sola mujer a lo largo de toda su vida. Un gran amante no es aquel que va [de una mujer a
otra]. Cualquier perro puede hacer eso”.

D. Cantar de los Cantares:

Este libro presenta serias dificultades al estudioso de las Escrituras por la trama de su historia y por la
cantidad de figurales orientales que usa, muchas de ellas con un claro simbolismo erótico.
Pero hay algo que vemos claramente en el libro y es que presenta un cuadro deleitoso del amor conyugal, a
pesar de las dificultades que pueda surgir en la pareja. En Cantar de los Cantares vemos al hombre y a la
mujer deleitándose en la compañía mutua, en la contemplación mutua y en la relación sexual.

Él le dice en 1:15: “He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí eres bella; tus ojos son como palomas”.
Y ella le responde: “He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce; nuestro lecho es de flores”.

Los amantes expresan libremente lo que sienten el uno por el otro. Más adelante, en 2:3 ella dice: “Como el
manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté,
y su fruto fue dulce a mi paladar”.

El manzano parece ser una metáfora de protección y dependencia. La fuerza de Salomón le inspiraba
confianza a la sulamita; por eso le deleitaba sentarse en su sombra.

Ella encuentra un gran deleite en la protección que le brinda su amado, pero también se deleita en la relación
que tiene con él: “Su fruto fue dulce a mi paladar”.

El cuadro que este libro presenta de la relación conyugal es el de una relación deleitosa.

E. Is. 62:1-5:

En el vers. 4 encontramos un juego de nombres para mostrar el contraste entre la nación que sería llevada al
cautiverio, abandonada por Dios, y la nación que sería redimida.

De ser “Desamparada” y “Desolada” vendría a ser llamada Hefzi-ba (“mi deleite está en ella”) y Beula
(“Desposada). Dios expresa el deleite que siente por Su pueblo comparando Su relación con el de un esposo
por Su esposa. “Como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo” (vers. 5). Dios se
goza en Su pueblo (comp. Sof. 3:17).

Y de la misma manera el creyente se deleita en su Dios. En el Sal. 4:7 David dice al Señor: “Tu diste alegría
a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto”.

Y en el Sal. 16:8: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.
Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma”. Y luego añade en el vers. 11: “Me mostrarás la senda de
la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”.

Hay un deleite mutuo entre Dios y Su pueblo. Pues del mismo modo debe haber un deleite mutuo en la
relación conyugal. Se supone que el esposo se goce con la esposa y la esposa con el esposo. Lo extraño
debiera ser que fuera de otro modo.

Y lo mismo vemos en el NT (comp. Ef. 5:25ss). Aunque en este pasaje no se habla del deleite matrimonial de
manera explícita, sí se compara la relación de Cristo con la iglesia con la relación del esposo con la esposa. Y
nosotros sabemos por muchos otros textos de las Escrituras que la relación de Cristo con Su iglesia, y la
relación de la iglesia con Cristo, es una relación deleitosa.

“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom. 14:17).

Es por eso que el creyente aguarda con expectación la llegada de aquel día en que esa relación que ahora
tiene con Cristo por la fe, sea consumada en las bodas del Cordero (comp. Ap. 19:6-8).
Pienso que estos textos que hemos citado hasta ahora son suficientes para probar el punto que queríamos
probar: Dios enseña en Su Palabra que la relación matrimonial debería ser una relación deleitosa.

Pero ese deleite matrimonial debe ser debidamente cualificado, como veremos en nuestra próxima entrada.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre
que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
El deleite en el matrimonio debidamente calificado
11 Mayo, 2010 | Sugel Michelén
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En la entrada anterior vimos que el matrimonio está supuesto a ser una relación deleitosa, aún después de la
caída. Pero esta declaración debe ser calificada.

A. El deleite en el matrimonio posee diversas facetas:

Cuando hablamos del deleite en el matrimonio nos referimos a muchas cosas a la vez y no únicamente al
deleite sexual (que, por supuesto, está incluido como vimos en los textos que citamos anteriormente).

Es el deleite de compartir tu vida con alguien que amas, el deleite de abrirle tu corazón y de que ella pueda
abrirte el suyo, el deleite de servir a esa persona y dejarte servir, el deleite de ver a esa persona haciendo algo
bien, o de verla gozarse en algo particular.

Es un deleite entre dos seres humanos creados a la imagen de Dios y, por lo tanto, no solo involucra todo
nuestro cuerpo, sino también toda nuestra personalidad: el intelecto, la voluntad, las emociones.

Y si ambos son cristianos, entonces la relación involucra también todo un conjunto


de facetas que tienen que ver con la relación que cada uno de ellos tiene con Dios y
con Su reino.
No nos casamos con un cuerpo, sino con una persona. Si nuestra relación con esa persona no va más allá de
lo físico, tarde o temprano toda la relación se resentirá, incluyendo la relación física.

B. El deleite en el matrimonio es compatible con las dificultades de vivir en un mundo caído:

En 1Cor. 7:28 Pablo dice que los se casan tendrán aflicciones de la carne, y aunque es muy probable que se
esté refiriendo a una dificultad particular por la que estaban atravesando o iban a atravesar los corintios en el
futuro cercano, la enseñanza de este texto es de aplicación universal.

El matrimonio es deleitoso, pero no es el paraíso. En ocasiones tendremos que enfrentar problemas


económicos, problemas de salud; tendremos que lidiar con nuestros pecados y los pecados de nuestro
cónyuge. No siempre estaremos en el mismo estado de ánimo.

La vida real no es como se presenta en algunas películas, donde nadie se despeina y no hay que cepillarse los
dientes por la mañana. El Señor nos advirtió que en el mundo tendríamos aflicción, y los casados no están
exentos de esa realidad.
Hay muchos ajustes que hacer, cosas en las que tendremos que negarnos a nosotros mismos para complacer
al otro y adaptarnos al otro. Pero aun así, podemos experimentar deleite en la relación matrimonial, a pesar
de esas dificultades.

No es lo mismo tener que enfrentar una aflicción en soledad, que encararla con alguien que te ama y al que
amas. Como no es lo mismo tener que resolver un problema con alguien que ha pecado contra ti o contra el
cual tú has pecado, si hay una relación de verdadera intimidad y de respeto mutuo en la generalidad de los
casos.

No siempre experimentaremos el mismo grado de deleite y satisfacción en nuestros matrimonios, pero eso no
elimina la realidad de que la relación matrimonial puede y debe ser una relación deleitosa.

C. El deleite en el matrimonio no sustituye, sino que presupone nuestro deleite en Dios:

El Catecismo Menor de Westminster nos enseña en su primera pregunta que fuimos creados para glorificar a
Dios y gozarnos en Él por siempre. Todos los deleites que el hombre habría de disfrutar en este mundo
dependían de ese deleite primario del hombre con Dios, incluyendo el deleite matrimonial.

Cuando el hombre pecó y se apartó de Dios, todas las demás relaciones quedaron trastornadas. Y es de
suprema importancia que entendamos esto: Si quieres que tu matrimonio funcione, dedícate primero a
cultivar tu relación con Dios.

El hecho de tener una buena relación con Dios no asegura que tendrás una buena relación matrimonial; pero
no podrás tener una buena relación matrimonial sin tener primero una buena relación con Dios.

Por eso Pablo encierra su exhortación a los matrimonios en su carta a los Efesios entre la llenura del Espíritu
y vestirse toda la armadura de Dios (comp. Ef. 5:18 y 22-32 y 6:10ss). Ambas cosas son imprescindibles para
tener un matrimonio deleitoso.

© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre
que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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