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http://www.elespectador.com/opinion/el-precio-de-ahuyentar-los-ricos-
columna-890314
Jueves 28 De Noviembre
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Un día el gobierno del hipotético país les comunicó a los ciudadanos que, al
haber descubierto unas minas de coltán que le generan ingresos adicionales
de 20 millones de pesos por año, decidió (en proporción directa a los
impuestos que pagaban) pasar este “ahorro” directamente a los
contribuyentes. El estrato uno, que no pagaba nada, siguió sin pagar nada. El
estrato dos, en vez de pagar tres millones de pesos, disminuía su carga en 33
% y pagaría sólo dos millones. El estrato tres redujo su carga tributaria de siete
a cinco millones de pesos (ahorro del 28 %). El estrato cuatro quedó pagando
nueve millones de pesos en vez de 12, ahorrando el 25 %. El estrato cinco bajó
sus impuestos a 14 millones de pesos en vez de 18, generando un ahorro del
22 %. Y el estrato seis, en vez de pagar 59 millones, pasaría a pagar 49 millones
de pesos, ahorrando el 18 %. En la repartición proporcional de este “ahorro”
en los impuestos se armó la gorda. Los del estrato uno, que no pagan
impuestos, se enfurecieron al no recibir nada del “ahorro”, alegando que era
“un sistema injusto que explota a los pobres”. Los de los estratos dos, tres y
algunos del cuatro también argumentaron que el sistema era inequitativo
porque la mayor parte del “ahorro” en gasto se lo habían entregado al estrato
seis. Los representantes de los primeros tres estratos convocaron un “paro
nacional” para exigir que ni un solo peso del “ahorro” beneficiara al estrato
seis, y para presionar sus exigencias empezaron a destruir las estaciones del
transporte público, los centros comerciales y las sedes de las grandes
empresas. En los meses subsiguientes al “paro nacional”, en medio del caos y
el desorden, las turbas se concentraron en hacerle la vida imposible al estrato
seis. En menos de un año, los dos ricos habían liquidado sus negocios y
emigrado. Pero, para la enorme sorpresa de los estratos uno, dos y tres, el
nuevo recaudo de impuestos ya no alcanzaba ni siquiera a cubrir la mitad de
los gastos del Estado. Cerca del 60 % de los colegios, de las universidades, de
los hospitales y del trasporte público tuvo que cerrar las puertas. Y el 60 % de
los funcionarios, incluyendo los policías y los maestros, fueron despedidos
porque el Estado sencillamente ya no contaba con los recursos para pagar sus
sueldos. Los estratos más bajos nunca entendieron que el precio de aburrir a
los ricos era alto.
La anterior historia parece una fábula. Pero en verdad no está tan alejada de
la realidad: con algunos cambios de modo y lugar, eso es exactamente lo que
ha ocurrido en Venezuela… y puede ocurrir en Colombia.