El otorgamiento del derecho de asilo a los perseguidos por causas políticas, religiosas, raciales o de pensamiento es siempre un indicador de la tolerancia que reina en un país. Nuestra Constitución lo autoriza cuando reconoce el derecho de las personas a entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; y desde el Tratado de Derecho Penal Internacional suscripto en 1899 en Montevideo se estableció expresamente el derecho de asilo en favor de los perseguidos políticos.
Sobre la base de la legislación vigente, y siguiendo una tradición en la materia,
el Gobierno le otorgó asilo a Lino Oviedo y, como corresponde, se fijaron las condiciones que debe respetar para permanecer en nuestro territorio.
Pero, según la opinión del gobierno paraguayo y diversos testimonios locales,
el ex general no estaría cumpliendo con esos requisitos, ya que habría mantenido reuniones políticas Esto dio lugar a que la Cancillería paraguaya expresara su protesta y, luego, que el secretario de Seguridad le recordara que no está autorizado a realizarlas. El vicecanciller paraguayo sugirió, incluso, la conveniencia de que Oviedo fuera trasladado a un lugar más alejado, a fin de que se encuentre más restringida la posibilidad de que realice actividades políticas. Finalmente, días atrás, el gobierno del vecino país formalizó el pedido de extradición para juzgar la intervención de Oviedo en el asesinato del vicepresidente del Paraguay Luis María Argaña. Ahora, la Cancillería se encuentra analizando el pedido del gobierno paraguayo de que se le otorgue la extradición del ex general para luego, si cumple con todos los recaudos formales, elevarlo a la Justicia. El otorgamiento de la extradición, al igual que su pedido, es decisión judicial, y a veces se torna muy arduo deslindar las causas originadas por la comisión de un delito de aquellas otras motivadas por la persecución política. Hasta que esta cuestión se resuelva, el Gobierno deberá garantizar que el exiliado cumpla con los requisitos del beneficio que se le otorga y que su actividad no desborde los límites establecidos. De no ser así, se estaría permitiendo una desnaturalización en el ejercicio de un derecho concedido que es, además, un instrumento relevante de un régimen democrático.
Por otra parte, se estaría lesionando la relación diplomática con Paraguay, país con el cual se comparten fronteras y la pertenencia al Mercosur.
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