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Universidad de Guanajuato

Campus Guanajuato

División de Ciencias Sociales y Humanidades

Maestría en Historia (Estudios Históricos Interdisciplinarios)

TESIS

Habitar en Los Altos de Jalisco: cambios poblacionales en un


periodo de oposición al Estado revolucionario (1920-1940)

que presenta

Rafael Omar Mojica González

Director de tesis

Dr. Oscar Sánchez Rangel

Comité Tutorial

Dra. Ana María Alba Villalobos


Dr. Miguel Ángel Guzmán López

Guanajuato, Gto. Diciembre de 2015


1
G r a c i a s / A. M. D. G.

Correo del autor: rafael.mojica.glez@gmail.com

2
Índice

Índice ............................................................................................................................... 3
Índice de Cuadros ........................................................................................................... 5
Índice de Gráficas y Mapas ............................................................................................. 7
Introducción ..................................................................................................................... 8
Planteamiento del problema.................................................................................... 9
Metodología .......................................................................................................... 14
Marco teórico ........................................................................................................ 18
Antecedentes de los tres municipios ..................................................................... 24
Capítulo 1. Una Sociedad Ranchera ............................................................................. 28
1.1 El nicho ecológico: una tierra poco fértil y de escasa precipitación................. 29
1.2 Un país en recuperación demográfica ............................................................ 41
1.3 Jalisco: un estado populoso pero con lento crecimiento ................................. 44
1.4 Los tres municipios: «tierra de braceros» ....................................................... 52
1.5 Los ranchos en la microrregión ....................................................................... 62
1.6 Una sociedad ranchera alteña ........................................................................ 68
Conclusión del Capítulo 1 ..................................................................................... 78
Capítulo 2. El Estado revolucionario en una sociedad rural alteña: la respuesta a la
política agraria, educativa y religiosa ............................................................................. 80
2.1 Construcción y consolidación del Estado revolucionario ................................. 82
2.2 La política revolucionaria en la microrregión: la cuestión agraria .................... 86
2.3 La educación oficial en los tres municipios ..................................................... 97
2.4 ¡Viva Dios y mi pistola!: los católicos alteños, entre la devoción y las armas 107
2.4.1 La vida religiosa en los tres municipios ............................................. 108
2.4.2 ¡Viva Cristo Rey!: los levantamientos armados ................................. 119
Conclusión del Capítulo 2 ................................................................................... 133
Capítulo 3. La producción agropecuaria ...................................................................... 135
3.1 Antecedentes: de las estancias a los ranchos .............................................. 136
3.2 Los recursos para la producción y el «espíritu de laboriosidad» ................... 139
3.3 El trabajo: propietarios, medieros y jornaleros .............................................. 150
3.4 Una agricultura tradicional basada en la siembra de maíz y de frijol ............ 160

3
3.5 Una ganadería poco desarrollada ................................................................. 174
Conclusiones del Capítulo 3 ............................................................................... 188
Conclusiones generales .............................................................................................. 191
Fuentes........................................................................................................................ 202
Documentales ..................................................................................................... 202
Orales ................................................................................................................. 202
Hemerográficas ................................................................................................... 204
Bibliográficas ....................................................................................................... 207
Anexo estadístico ........................................................................................................ 222

4
Índice de Cuadros

Cuadro 1. Población total por municipios seleccionados / 223


Cuadro 2 Densidad de población (número de habitantes/km2) / 223
Cuadro 3. Tasa de crecimiento media anual de la población en municipios seleccionados
/ 224
Cuadro 4. Población total por región y municipio / 224
Cuadro 5. Población total por entidad federativa / 229
Cuadro 6. Tasa de crecimiento medio anual de la población de Jalisco por entidad
federativa / 231
Cuadro 7. Población total por municipios y estados seleccionados / 232
Cuadro 8. Tasa de crecimiento medio anual en municipios y entidades de referencia / 233
Cuadro 9. Porcentaje de habitantes por región del total estatal / 234
Cuadro 10. Tasa de crecimiento medio anual de la población por regiones y municipios
seleccionados / 235
Cuadro 11. Localidades según su categoría política / 236
Cuadro 12. Población en los municipios según cabecera / 237
Cuadro 13. Habitantes según categoría de la localidad en municipios seleccionados y
Jalisco (1940) / 238
Cuadro 14. Habitantes por localidad y año (1910-1940) / 239
Cuadro 15. Ejidos en los municipios seleccionados / 240
Cuadro 15.1 Ejidos en los tres municipios (síntesis) / 241
Cuadro 16. Ejidos en Los Altos de Jalisco / 242
Cuadro 17. Dotación de tierras según periodo presidencial (hectáreas) / 243
Cuadro 18. Número de ranchos en Jalisco y México / 245
Cuadro 19. Crecimiento de los ranchos a nivel nacional / 245
Cuadro 20. Población que sabe leer y escribir en municipios seleccionados / 246
Cuadro 21. Número y tamaño de predios (1930) / 246
Cuadro 22. Nacionales y extranjeros que poseen bienes raíces (1940) / 246
Cuadro 23. Ocupación, oficio o profesión y posición económica por divisiones y clases
según la nomenclatura nacional de ocupaciones (1940) / 247
5
Cuadro 24. Ocupaciones en los tres municipios por división y valores relativos (1940) /
255
Cuadro 25. Ocupados en los tres municipios por variables seleccionadas (1940) / 256
Cuadro 26. Ocupación en agricultura y ganadería (1940) / 257
Cuadro 27. Carácter de los jefes de explotación en los predios censados (1930) / 258
Cuadro 28. Calidad de las tierras en los tres municipios / 259
Cuadro 29. Producción anual de maíz en los tres municipios (toneladas) / 260
Cuadro 30. Producción anual de frijol en los tres municipios (toneladas) / 261
Cuadro 31. Producción anual de trigo en los tres municipios (toneladas) / 262
Cuadro 32. Producción anual de alfalfa verde en los tres municipios (toneladas) / 263
Cuadro 33. Producción de ganado vacuno en los tres municipios / 263
Cuadro 34. Producción de animales (no incluye vacunos) / 264
Cuadro 35. Productos de origen animal / 265
Cuadro 36. Diezmo recolectado en la parroquia de San Julián, Jalisco / 266
Cuadro 37. Superficie dedicada al cultivo / 268
Cuadro 38. Productividad maíz en los tres municipios (toneladas) / 268

6
Índice de Gráficas y Mapas

Gráfica 1. Tasa de crecimiento medio anual de la población de México y Jalisco (1900-


1950) / 43
Gráfica 2. Tasa de crecimiento medio anual por entidad federativa (1910-1921) / 46
Gráfica 3. Tasa de crecimiento medio anual por entidad federativa (1921-1930) / 47
Gráfica 4. Tasa de crecimiento medio por entidad federativa (1930-1940) / 48
Gráfica 5. Población de las diez entidades más pobladas en 1910 y 1940 / 49
Gráfica 6. Porcentaje de habitantes del total estatal en región Los Altos y Centro (1900-
1960) / 52
Gráfica 7. Tasa de crecimiento medio anual por municipios seleccionados (1900-1950) /
54
Gráfica 8. Población total de los tres municipios seleccionados (1900-1970) / 55
Gráfica 9. Tasa de crecimiento media anual por unidades seleccionadas (1921-1930) /
56
Gráfica 10. Tasa de crecimiento media anual por unidades seleccionadas (1930-1940) /
57
Gráfica 11. Población en las cabeceras (1900-1940) / 64
Gráfica 12. Porcentaje de habitantes por lugar de residencia (1940) / 66
Gráfica 13. Número de ranchos a nivel nacional y estatal (1810-1940) / 71
Gráfica 14. Transacciones catastrales en San Julián (1913-1940) / 142
Gráfica 15. Población ocupada en los tres municipios (1930-1940) / 151
Gráfica 16. Tipo de ocupación en agricultura y ganadería (1940) / 153
Gráfica 17. Producción de maíz (toneladas) / 162
Gráfica 18. Maíz en especie recolectado en la parroquia de San Julián (hectolitros) / 164
Gráfica 19. Producción de frijol (toneladas) / 167
Gráfica 20. Producción de trigo (toneladas) / 169

Mapa 1. Regiones del estado de Jalisco / 30


Mapa 2. Ubicación de los tres municipios / 33
Mapa 3. Cabeceras municipales poblados vecinos / 34

7
Introducción

«Si la luz guía, el trabajo lo sostiene», se lee en el escudo de armas de San Diego de
Alejandría y hace referencia no a la luz de la razón sino a la religiosidad de los moradores,
una característica a la que hay que agregar la de ser trabajadores. Este último elemento
se encuentra también en el escudo de San Julián cuya leyenda reza «En el trabajo está
mi fortaleza» y en el de Unión de San Antonio en el que se lee «Amistad, trabajo, tradición
y fe». Resalta la referencia laboral en estos símbolos, lo que es razonable si nos
atenemos a la realidad geográfica que requiere de un constante esfuerzo para poder
producir, lo cual queda muy bien sintetizado en la leyenda del escudo de armas del
municipio vecino de Arandas: «Pauper terra laboriosa gens».
Los tres primeros municipios mencionados de San Diego de Alejandría, San Julián
y Unión de San Antonio son los que se estudiaron en esta investigación, los cuales forman
parte de Los Altos de Jalisco, una región caracterizada por un medio físico que requiere
de un constante trabajo debido a que son unas «tierras flacas», por emplear un término
metafórico usado por Agustín Yáñez, que no ofrecen un suelo rico para una agricultura
abundante ni tienen una accesibilidad de manera amplia al recurso hídrico que facilite en
gran escala la siembra de riego ni una ganadería intensiva, sin embargo, sus pobladores
a través de los siglos las hicieron habitables. En esa relación entre la gente y el medio se
realizó una actividad económica que, en la medida en que fue redituable, fue permitiendo
la permanencia de un grupo en un espacio a través del tiempo y fue consolidando los
lazos de unión entre las personas. También fue importante la existencia de un clima
político que permitió el desempeño de dicha sociedad. En otros momentos hubo
condiciones distintas que no lo favorecieron e influyeron para que los habitantes
emigraran provocando un descenso poblacional. En torno a estas cuestiones de
movimientos de población y su relación con lo económico y lo político se desarrolló este
trabajo.

8
Planteamiento del problema

Esta investigación se formuló para hacer un estudio de los rasgos de continuidad o


cambio en la residencia de los sujetos que habitaron un espacio geográfico. Se basó en
tres municipios de la región de Los Altos en el estado de Jalisco en el centro-occidente
de México que son San Diego de Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio durante
los años veinte y treinta del siglo XX. Como punto de partida se realizó una descripción
demográfica que mostró que durante el periodo de tiempo mencionado existió un bajo
crecimiento y pérdida de población. Encontrada esta situación, se exploró el contexto de
la época y los estudios sobre la región para encontrar pistas que pudieran explicar esos
cambios, destacándose en la revisión de la literatura algunos aspectos sociopolíticos y
económicos. Específicamente que en Los Altos hubo una evidencia de que amplios
sectores que habitaron en este espacio tuvieron una oposición a algunas disposiciones
del Estado emergido de la Revolución Mexicana, en particular, en el aspecto agrario,
educativo y religioso. Mientras que en el aspecto económico, fueron constantes las
referencias a la existencia de una actividad agropecuaria desarrollada mayoritariamente
en pequeñas propiedades.1
Una vez identificadas en una primera exploración estas tres características de
lento crecimiento poblacional (aspecto demográfico), oposición al Estado (aspecto
sociopolítico) y producción en pequeñas propiedades (aspecto económico), surgió la
pregunta rectora para realizar este estudio, que es la siguiente: ¿Cuáles fueron los
factores económicos y sociopolíticos que contribuyeron a un lento crecimiento
demográfico en los tres municipios durante los años veinte y treinta del siglo XX? Con
esta pregunta se considera que para comprender a la sociedad de los tres municipios,
los cambios demográficos dan una señal de la existencia de una transformación, que este

1
Paul Taylor (1991 [1933]). Arandas, Jalisco: una comunidad campesina. En: J. Durand (comp.)
«La migración mexicana a los Estados Unidos en los años veinte», Conaculta, México, p. 170-
173; Andrés Fábregas (1979). Los Altos de Jalisco: características generales. En José Díaz y
Román Rodríguez, «El movimiento cristero: sociedad y conflicto en los Altos de Jalisco». Nueva
Imagen, México, pp. 15-17, 56-57, 66; José Díaz y Román Rodríguez (1979). El movimiento
cristero: sociedad y conflicto en los Altos de Jalisco. Nueva Imagen, México, p. 181; José Luis
López Ulloa (2013). Entre aromas de incienso y pólvora: Los Altos de Jalisco, 1917-1940.
Universidad Iberoamericana, El Colegio de Chihuahua, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez,
México. pp. 19, 27.
9
estudio busca explicar a partir de profundizar en la respuesta dada en la zona a algunas
disposiciones del Estado, en especial respecto a las políticas agrarias, educativas y
religiosas (entendido esto como el factor sociopolítico); y de la dinámica de la actividad
económica (factor económico).
La razón de la selección de los tres municipios citados es debido a que por su
contigüidad pueden ayudar a la observación de una población próxima en un área más
amplia que abarque mayor número de formas de residir como lo son haciendas, ranchos,
comunidades, etcétera, que implican una forma distinta de trabajar y ser dueños de la
tierra y que pueden funcionar como un punto de comparación. También estos municipios
cuentan con procesos históricos similares y compartidos que facilitan el considerarlos
como una microrregión. Tuvieron un mismo proceso de conquista y colonización, así
como una administración colonial en la entonces parte del sur de la alcaldía de Santa
María de los Lagos. En el México independiente formaron parte de una misma
municipalidad que fue Unión de San Antonio, desprendiéndose en 1885 San Diego de
Alejandría y en 1913 San Julián. También pertenecieron a un mismo departamento con
centro en el primer municipio mencionado.2 Así, para la década de 1920 y 1930 existieron
elementos históricos comunes que permiten considerar a los tres municipios como una
unidad relativa, en vista de que pueden ser considerados como una microrregión de una
zona más amplia que son Los Altos de Jalisco, sin por ello dejar de considerar las
diferencias al interior que permiten realizar comparaciones. Durante la investigación se
priorizó el tomarlos como unidad, refiriéndolos como «microrregión» para contrastarlo con
la «región», término que se usó para hablar de Los Altos.
Otra razón para estudiarlos es que no se cuentan con estudios suficientes que
permitan caracterizar este proceso de pérdida de población en relación con el trabajo
agropecuario y la oposición a las directrices oficiales. Las obras académicas con que se

2
José María Muriá (1976). Historia de las divisiones territoriales de Jalisco. INAH, México; María
Luisa Cruz y Arturo García (1991). San Julián. Un pueblo de los Altos. Universidad de
Guadalajara, México; Domingo Cerrillo (2003 [1969]). Memorias de mi pueblo. San Diego de
Alejandría. Amate editorial, Zapopan (México); Celina Becerra (2008). Gobierno, justicia e
institución en la Nueva Galicia, Alcaldía de Santa María de los Lagos. Universidad de
Guadalajara, Guadalajara (México). En el caso de San Julián, aunque el decreto para ser
municipio es de 1912, fue el 1 de enero de 1913 en que se instaló el primer ayuntamiento (M.
Cruz y A. García, 1991, p. 56).
10
cuenta, han estudiado para el caso de San Diego de Alejandría el tema de la emigración
a partir de la historia de vida de una familia del lugar en el siglo XX y también algunos
aspectos de la rebelión Cristera desde una historia de vida.3 En San Julián se ha
estudiado el proceso de división de la tierra a lo largo del siglo XIX e inicios del XX a partir
de la fragmentación de una hacienda de origen colonial. También se cuenta con una
descripción histórica de la vida de la parroquia del mismo pueblo en la que se aportan
datos sobre su organización y sobre la vida religiosa de los habitantes.4 Han sido de
interés a su vez algunas cuestiones de política de fines del siglo XX, que han mostrado
la actividad de algunos grupos de poder y su relación con la Iglesia, así como el aspecto
electoral.5 Hay otra serie de trabajos que abordan la cuestión cristera para la región alteña
y que se basaron en parte en este municipio.6 Respecto a Unión de San Antonio se
cuentan trabajos académicos que han estudiado la migración internacional en una de sus
localidades –Tlacuitapan–, asimismo se ha estudiado el municipio en trabajos generales
sobre Los Altos, como sucede también con los otros dos.7
Por otro lado, hay publicaciones realizadas por autores locales en las que resaltan
acontecimientos relevantes para los municipios, siendo la rebelión Cristera uno de los
que ocupan un lugar primario; a su vez hay trabajos sobre genealogía de algunas familias

3
Víctor M. Espinosa (1998). El dilema del retorno. Migración, género y pertenencia en un contexto
transnacional. El Colegio de Michoacán, El Colegio de Jalisco, Zamora (México); Noemí Pérez
(2012). El papel de las cristeras en el conflicto de 1926 a 1929 en Guanajuato y Los Altos de
Jalisco. Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Guanajuato, Guanajuato (México).
4
Laura González Ramírez (2003). La pequeña propiedad en el municipio de San Julián,
Jalisco: 1861-1940. Gobierno del Estado de Jalisco, Instituto de Estudios del Federalismo
Prisciliano Sánchez, Guadalajara (México); Laura González Ramírez (2014). Fulget Crucis
Misterium. Microhistoria de la parroquia de San Julián, Jalisco. S. p. i., México.
5
Jorge Alonso (1990a). Elites y elecciones en los Altos de Jalisco. En «Estudios Sociológicos»,
Vol. VIII, Núm. 24; Marco Antonio Trejo Velázquez (2003). Política y Religión: Procesos
readaptativos de estructuras de poder en San Julián, Jalisco. Trabajo de Investigación
Licenciatura en Antropología Social, Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.
6
J. Díaz y R. Rodríguez (1979); J. L. López Ulloa (2013).
7
Andrés Fábregas (1986). La formación histórica de una región: Los Altos de Jalisco. Ciesas,
Ediciones de la Casa Chata, México; J. Alonso (1990a); Wayne A. Cornelius, Philip L. Martin y
James Frank Hollifield (1994). Controlling immigration: A global perspective. Center for U.S.-
Mexican Studies, University of California, Stanford University Press, Estados Unidos; Rafael
Alarcón, David Scott Fitzgerald y Leah Muse-Orlinoff (2011). Introduction: Tlacuitapa Revisited.
En David Scott Fitzgerald, Rafael Alarcón y Leah Muse-Orlinoff (eds.), “Recession Without
Borders: Mexican Migrants Confront the Economic Downturn”, University of California, La Jolla
(Estados Unidos) pp. 1-14.
11
alteñas y en particular del municipio de Unión de San Antonio, las cuales abarcaron desde
la época colonial; además hay textos que son una «historia del pueblo» en que resaltan
el interés por el origen de la población, los acontecimientos relevantes y algunos rasgos
culturales de la misma, también se caracterizan por compilar anécdotas de interés local.
Estos libros abarcan una temporalidad que va desde la época prehispánica hasta el siglo
XX. Son obras que presentan una importante referencia pues algunos de ellos fueron
escritos por testigos de los acontecimientos, especialmente en el tema cristero.8
Respecto a la selección del periodo 1920-1940, fueron años caracterizados por
tener un proceso de consolidación del Estado emergido de la Revolución Mexicana, un
tiempo que Alan Knight ha definido como «décadas revolucionarias» o «periodo
formativo» por la reconstrucción de un Estado que se relacionó de manera más intensa
con la sociedad a través de los ejidos, los sindicatos y las escuelas rurales en su impulso
por generar reformas agrarias, sindicales y sociales.9 Esta situación alteró las formas en
que se desempeñaba la vida en la microrregión. Algunos de los cambios que llevaron a
cabo los gobiernos en estas décadas fueron la instauración de nuevas políticas en
materia agraria, educativa y religiosa. Respecto a la primera se promovió la restitución
de tierras a pobladores que habían sufrido la pérdida de las mismas y la dotación para
algunos que las solicitaron. En lo educativo existió una mayor intervención oficial en las
directrices que debía llevar esta cuestión, restando la influencia de la Iglesia y
favoreciendo las ideas del Estado. En lo religioso se trató de regular la actividad

8
Sobre la Revolución Cristera: Víctor López (1970). El escuadrón de Jalpa de Cánovas y el
regimiento cristero San Julián (memorias). David, México; Domingo Cerrillo (2002). Memorias
Cristeras. 3 años y 15 días sin culto católico en esta parroquia de San Diego de Alejandría. Amate,
Guadalajara (México) y Josefina Arellano (2003). ¡Viva Cristo Rey! Amate Editorial, Zapopan
(México). Sobre genealogía: Mariano González Leal (1980). Pueblo de Hidalgos. Preludio,
génesis y desarrollo de la Unión de San Antonio, Jal. Talleres Béjar, México. Sobre «Historias del
pueblo»: D. Cerrillo (2003 [1969]); M. Cruz y A. García (1991); Mario Soto (1999). Eran otros
tiempos. Sin pie de imprenta, México; Óscar Maldonado (2002). Cruz de Piedra: cuerpo y Alma
de San Diego de Alejandría, Jalisco. Amate, Zapopan (México) y Óscar Maldonado (2003). Arrullo
de agua. Amate, Zapopan (México).
9
Este autor divide el siglo XX en cinco periodos: la última parte del Porfiriato, la Revolución
armada (1910-1920), las décadas revolucionarias o periodo formativo (años veinte y treinta), el
periodo clásico o del dominio del PRI (1940-1982) y el posclásico o el neoliberal (1982-2000)
(Alan Knight, 2013b, El mito de la Revolución mexicana. En: «Repensar la Revolución mexicana».
El Colegio de México, México, pp. 224-253; Elsa M. Gracida (2013). Entrevista a Alan Knight. Un
brillante y prolífico historiador mexicanista. Economía UNAM, vol. 10, núm. 29, pp. 118-119.
12
eclesiástica al limitar el número de sacerdotes y prohibir la educación confesional, entre
otras cuestiones. Ante estos cambios, hubo amplias regiones del país que rechazaron
estas disposiciones, entre las cuales figuraron Los Altos de Jalisco, lo cual fue visible en
la activa participación que tuvieron en la rebelión Cristera y en la oposición al reparto
ejidal. Esta postura afectó el desarrollo económico pues era la producción agropecuaria
la principal fuente de ocupación en la zona, y fueron sujetos del campo los que
participaron en la oposición, la cual fue notable durante las décadas de los años veinte y
treinta.10 Se puede observar claramente la disminución de la producción en uno de los
principales cultivos como lo fue el maíz, ya que como se verá en el Capítulo 3, registró al
término de la rebelión sólo dos quintas partes de lo cosechado previo a la misma.
De lo anterior, este trabajo desea conocer la dinámica poblacional de esa sociedad
alteña en un periodo caracterizado por la oposición a políticas oficiales y en la que sus
actividades productivas fueron parte de los factores que incidieron en posibilitar la
reproducción de la misma sociedad. De esto se desprende la pregunta anteriormente
planteada que para responderla se desmiembra en tres cuestiones que se trabajarán
cada una en un capítulo, la primera es ¿Cuáles son los rasgos y cambios demográficos
de la sociedad que la caracterizaron como expulsora de población?, la segunda es
¿Cómo se caracterizó la oposición al Estado? Y la última ¿Cómo fue la producción
agropecuaria en los años veinte y treinta?
Expresado lo anterior, se presenta el objetivo de esta investigación que es analizar
las razones sociopolíticas y económicas que produjeron cambios poblacionales en la
sociedad de la porción centro-oriental de Los Altos de Jalisco, ubicada en los municipios
de San Diego de Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio. En lo sociopolítico se
centrará en las disposiciones oficiales formuladas a partir de la Revolución Mexicana en
materia agraria, educativa y religiosa que generaron una situación de oposición en la
región. En lo económico se hará énfasis en las características de la producción agrícola
y ganadera que se desempeñó durante los años veinte y treinta del siglo XX, pues se

10
Andrés Fábregas (1979) pp. 48-63; Engracia Loyo (1999). Gobiernos revolucionarios y
educación popular en México, 1911-1928. Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México,
México, p. 111; Luis Aboites y Engracia Loyo (2010). La construcción del nuevo Estado, 1920-
1945. En: Erik Velásquez García et. al. «Nueva Historia General de México». El Colegio de
México, México. p. 607; Jean Meyer (2010). La Revolución mexicana. Maxi Tusquets, México, p.
129.
13
considera que la expulsión de población tiene una relación con una baja actividad
económica ya que uno de los criterios para el traslado de personas fue la instalación en
áreas que les representaron mayores ventajas.
Para conseguir el objetivo anteriormente planteado, se proponen tres objetivos
secundarios alineados con las tres preguntas formuladas. En primer lugar describir
demográficamente a los municipios para identificar las tendencias de crecimiento o
decremento poblacional así como de migración, las cuales pueden funcionar como
evidencia que revela si en los municipios para el periodo había condiciones para atraer o
expulsar población, generando una evidencia sobre la relación entre la demografía y el
desempeño económico. En segundo sitio, describir en qué consistió la oposición de parte
de la sociedad rural local a las disposiciones oficiales en materia agraria, educativa y
religiosa, para tener evidencias de cómo la relación de la microrregión con el Estado
alteró el orden local. Un tercer punto es realizar una descripción de los procesos
productivos habidos en los tres municipios seleccionados para establecer una relación
con los cambios demográficos y políticos.

Metodología

Para responder a la pregunta central de ¿Cuáles fueron los factores económicos y


sociopolíticos que contribuyeron a un lento crecimiento demográfico en los tres
municipios durante los años veinte y treinta del siglo XX? Se utilizó la metodología
seguida por Oscar Sánchez Rangel en su trabajo La transformación de la economía
tradicional mexicana. Guanajuato: mutaciones costosas durante la primera mitad del siglo
XX.11 En él se utilizan los cambios demográficos sucedidos en una unidad territorial, que
en su caso fue el estado de Guanajuato, para identificar la capacidad de la economía
para atraer o expulsar pobladores. A estos cambios se les acompaña con una descripción
de las principales actividades económicas a través de la realización de series de

11
Oscar Sánchez Rangel (2012). La transformación de la economía tradicional mexicana.
Guanajuato: mutaciones costosas durante la primera mitad del siglo XX. Tesis de Doctorado en
Historia, El Colegio de México, México.
14
producción y de otros datos cuantitativos. Asimismo establece la comparación entre
regiones como un medio para precisar las peculiaridades de las transformaciones.
Primeramente se hizo una descripción del nicho ecológico12 para mostrar los
recursos ambientales de los que dispusieron los habitantes alteños para su desarrollo y
las condiciones naturales en que los usaron. Por lo tanto se refirieron los aspectos de
clima, del suelo, de agua y de existencia de recursos minerales, animales y vegetales.
Después se pasó a una descripción demográfica consistente en la obtención del número
de habitantes y a partir de ellos se generaron las tasas de crecimiento promedio anual de
la población desde 1900 hasta 1940 para que a partir de los datos procesados se pudiera
identificar a los municipios como polos de expulsión o atracción de población. También
se retomó una regionalización del estado de Jalisco para identificar las peculiaridades de
Los Altos respecto a otras zonas de la entidad, para lo cual se formularon las tasas de
crecimiento medias anuales de cada región. Se recabaron los mismos datos para Jalisco
y México para tener puntos de referencia sobre los ritmos que había en la época. Se
consideró a su vez la información relativa a la emigración durante la primera mitad del
siglo XX para tener un mayor conocimiento de la movilidad de habitantes que existía en
el país y en los estados, con el afán de identificar si los municipios formaron parte de las
tendencias más amplias.
Otro punto consistió en hacer una descripción de las localidades como lo fueron
haciendas, ranchos y comunidades con que se catalogaron a los tres municipios para
conocer cómo estaba asentada la población en la microrregión, ya que por ejemplo el
tipo de estructura agraria predominante en la misma pudo contribuir a los cambios
demográficos pues se considera que una población asentada en pequeñas propiedades
tiene distintas perspectivas que las de una hacienda. Para realizar lo anterior, la
información se extrajo de los censos de población de los años 1900, 1910, 1921, 1930,
1940 y 1950. También se recuperaron los reportes hechos por los curas de las parroquias

12
Se utiliza «nicho ecológico» para enfatizar el conjunto de relaciones de un organismo que lo
vinculan con elementos del hábitat y que le permiten satisfacer sus necesidades. Esto da
importancia al aspecto relacional en vez de tomar los aspectos ambientales y físicos del hábitat
de manera independiente (Martin Mahner y Mario Bunge, 2000, Fundamentos de Biofilosofía,
Siglo XXI, México, pp. 209-214).
15
de los tres municipios ubicados en el Archivo Histórico del Arzobispado de Guadalajara
(AHAG) como información cualitativa que complementó la información estadística.
Una vez descritos los cambios demográficos, se procedió a identificar cómo se
vivieron las disposiciones agrarias, educativas y religiosas que afectaron la manera en
que los pobladores desempeñaron su vida cotidiana. También se mostró en qué consistió
la religiosidad católica de los habitantes de los tres municipios, pues se interpreta que era
parte del sentido social compartido y que el Estado pretendió modificarla provocando una
intensa respuesta. Para ello se recabaron distintos reportes de los párrocos para
identificar cómo se practicaba la religiosidad, incluyendo las organizaciones
confesionales existían en la época, las actividades de intervención social y la valoración
que tenía la figura del sacerdote entre los habitantes. También se recabó información de
obras bibliográficas, como lo fueron las historiográficas y de memorias de personas que
vivieron en la época, especialmente en lo que corresponde al tema cristero. En el aspecto
oficial se consultaron informes de funcionarios del gobierno del estado de Jalisco y las
actas de cabildo de los ayuntamientos, mientras que en lo eclesiástico distintos
documentos parroquiales del AHAG. Se complementó la información con algunos datos
otorgados por medio de entrevistas a personas que vivieron en el periodo o que tuvieron
relación con gente que habitó en ese tiempo. Otra fuente fueron las novelas ambientadas
en la época y en lo rural y que retoman el escenario alteño, como lo son algunas de
Mariano Azuela, J. Guadalupe de Anda y Agustín Yáñez, que ilustran con viveza los datos
que se encuentran en los archivos.
Con la identificación de los cambios demográficos y de cómo sucedió la oposición
de los pobladores a las políticas agraria, educativa y religiosa que pudo propiciar lo
primero, se realizó un análisis de la actividad económica para poder establecer una
posible relación con lo encontrado. Primero se hizo una identificación de las ocupaciones
de los habitantes de los tres municipios según lo establecido en los censos de población
de 1930 y de 1940. Después se describieron las formas y cambios en el trabajo agrícola
y ganadero, que constaron en el primero en la siembra del maíz, frijol y trigo; y en el
segundo a la producción de ganado vacuno, porcino y sus derivados. De ellos se buscó
identificar qué recursos materiales y humanos eran utilizados para ejercer estas
actividades. Para este capítulo se obtuvo la información de los Censos Agrícola y

16
Ganadero de 1930, el Censo general de 1940 y los datos e informes existentes en el
Archivo Histórico de Jalisco (AHJ) en los ramos de Estadística, Fomento y Agricultura y
Ganadería, lo que se complementó con algunas entrevistas.
El contenido de lo anterior se desarrolló en tres capítulos. En el primer capítulo «La
sociedad ranchera» se abordó el aspecto geográfico y demográfico, teniendo como
objetivo mostrar cómo fueron los cambios poblacionales de los tres municipios y cómo
estaban distribuidos los habitantes, para tener una referencia de la microrregión como
expulsora o receptora de población. En el segundo capítulo « El Estado revolucionario en
una sociedad rural alteña: la respuesta a la política agraria, educativa y religiosa», una
vez encontradas las transformaciones poblacionales, se buscó conocer en qué contexto
político sucedieron, para ello se retomaron las políticas oficiales en materia agraria,
educativa y religiosa y cuál fue la respuesta de los alteños ante las mismas, para
identificar si esto produjo posibles asociaciones con respecto a los cambios
demográficos. En el tercer capítulo «La producción agropecuaria» se consideró que para
comprender mejor los cambios demográficos era necesario trabajar el aspecto
económico, en especial la capacidad de generar riqueza del sector agrícola y ganadero
y que pudo incidir en los movimientos de habitantes, así como conocer si la situación de
inestabilidad generada por la oposición política pudo afectar el desempeño agropecuario.
La elección de las fuentes previamente expresadas fue para contar con un abanico
más amplio de material que permitiera contrastar los datos de la época, aportando tanto
datos cualitativos como cuantitativos, a la vez que se pudieran tener información
generada tanto por el gobierno como por la Iglesia y los habitantes de las localidades.
Esta selección también se hizo de esta manera con el afán de tener información
cuantitativa que facilitara el comparar con otros periodos de tiempo y otras áreas
geográficas, pero a su vez con lo cualitativo poder rescatar las subjetividades de la
población que quedaron en novelas, informes y en la memoria de las personas y que
contribuyen a formular una mejor interpretación de los datos.

17
Marco teórico

Como es nodal para la metodología seguida en este trabajo la relación entre demografía
y comportamiento económico, según lo sustentado en la obra citada de Sánchez,
el punto de partida es una descripción demográfica que funciona como una primera
evidencia para caracterizar a la población de la microrregión durante los años
veinte y treinta. Lo anterior requiere de algunas aclaraciones conceptuales para
comprender la expulsión de población o emigración. Primero es necesario
considerar una perspectiva general de cómo sucede el proceso de poblamiento,
para ello se retoma a Gustavo Cabrera, quien afirma que éste es una «forma en
que la población va ocupando, ampliando e intensificando espacios del territorio
nacional, de acuerdo con las percepciones, posibilidades y oportunidades que la
organización sociopolítica y la geografía del país le ofrecen y le permiten». Esta
intensificación del número de habitantes puede suceder por un «crecimiento
natural» que depende del comportamiento de la natalidad y la mortalidad, y de un
«crecimiento social» que se relaciona con los movimientos migratorios, mientras
que la combinación de ambos da un proceso de poblamiento, que a su vez debe
de retomar los factores políticos, sociales, económicos y culturales que tienen los
pobladores para desarrollarse y adaptarse a los cambios. La acción de poblar se
origina en cierta racionalidad humana en la cual «los hombres, de manera natural,
se localizan en donde las condiciones del medio les sean favorables».13 Massivo
Livi lo relaciona con lo económico al señalar que cuando sucede un aumento de
población contribuye para que se efectúe un desarrollo pues se dispone de mayor
fuerza laboral para el aprovechamiento de recursos, existe un menor coste de
construcción de infraestructura, hay mayor división del trabajo y una ampliación
del mercado.14
Según lo anterior, la migración como «crecimiento social» es uno de los
ingredientes en la población de un territorio, que en el caso de los municipios estudiados

13
Gustavo Cabrera (1993). Introducción. En: «El poblamiento de México: una visión histórico-
demográfica. Tomo IV». CONAPO, México, pp. 9-10.
14
Massimo Livi (2008). Historia mínima de la población mundial. 3ª Edición, Ariel Historia,
Barcelona (España), pp. 131-132, 174-177.
18
es de expulsión o emigración, la cual según Douglas S. Massey, Rafael Alarcón, Jorge
Durand y Humberto González que estudiaron el fenómeno de manera internacional, es
el resultado de un conjunto de cambios que tienen tanto una base económica como
social. En el caso económico, se ha encontrado que es un medio para situar obreros
entre las áreas de salarios bajos a la de altos. Esto debe de acompañarse de otras
explicaciones pues –siguiendo a estos mismo autores– es necesario tomar en cuenta
«que la migración se origina históricamente en los cambios de la estructura
socioeconómica de las sociedades de origen y destino» y después se sostiene por la
formación de redes de relaciones que generan un flujo migratorio, con lo que la
emigración forma parte de las estrategias de sobrevivencia de las familias y da pie a que
surja una nueva movilidad social.15
El punto de partida es que en los sitios de origen, «la migración representa un
ajuste a las desigualdades en la distribución de la tierra, trabajo y capital, que surgen del
particular desarrollo económico».16 Lo cual debe de ser ubicado dentro de una tendencia
mundial de paso de una sociedad basada en la agricultura a una en la industria, en la
que esta última junto con los servicios fueron generando más ocupaciones que las que
la agricultura pudo ofrecer.17 En el caso de la región, el desarrollo económico dependió
de la producción agropecuaria que se generaba en momentos en que también había una
oposición a las políticas agrarias, educativas y religiosas del Estado que pudo alterarlo
negativamente. Para comprender esto es necesario explicar por qué para los pobladores
podrían generar una oposición a dichos lineamientos oficiales.
Para esto sirve como marco interpretativo la obra de Alfred Schütz, pues da luz
sobre cómo hay acciones que son socialmente aprobadas que dan sentido a una
sociedad. Se retoma especialmente la explicación que hace del «mundo de la vida»,
concepto que retoma de Edmund Husserl. Para Schütz, el ser humano está cruzado por
muchas lógicas, intereses y espacios que forman una especie de subuniversos o mundos
en la realidad, que son «ámbitos finitos de sentido» en los que «los elementos que

15
Douglas S. Massey, Rafael Alarcón, Jorge Durand y Humberto González (1991). Los ausentes.
El proceso social de la migración internacional en el occidente de México. CONACULTA, Alianza
Editorial, México, p. 15.
16
D. S. Massey et al. (1991) p. 13.
17
Carlo M. Cipolla (1990). Historia económica de la población mundial. Conaculta, Grijalbo,
México.
19
caracterizan la definición de estos ámbitos son, en primer término, la cuestión del
significado que poseen, un estilo cognoscitivo que les es particular, la compatibilidad y
coherencia entre sí de las experiencias que globalizan, así como el acento de realidad
específico que poseen».18 Dentro de estos mundos el más importante es el de la vida
cotidiana, al que llama mundo de la vida o mundo del sentido, y del que los demás son
una derivación.19
En el mundo de la vida los actores tienen una «actitud natural» en la que no
cuestionan la realidad y la aceptan como dada, interviniendo en ella de manera
pragmática siguiendo esquemas de acción o tipificaciones en relación con los otros
(intersubjetividad).20 Es intersubjetivo, pues aunque se parte del sujeto como el punto en
el que ocurre la acción, la significación de las acciones está con los sentidos aprobados
en relación con los demás.21 Esta parte social, se consolida «en los encuentros cara-a-
cara [en que] cada uno de nosotros experimenta al otro en el presente vívido; ambos
comparten un sustrato común de experiencias pertenecientes al mundo externo y son
capaces de ejercer una influencia mutua con sus actos ejecutivos».22
Esta acción es con base en tipificaciones de objetos, personas o sucesos que
facilitan clasificar e interpretar lo que el sujeto vive para tener recetas sobre cómo actuar,
que son adquiridas por medio de la socialización y de tipificar experiencias que hayan
sido socialmente aprobadas.23 Estas tipificaciones están almacenadas en un «acervo de
conocimiento», que consiste en «un stock o almacenamiento de experiencias previas,
tanto propias como transmitidas, que posibilitan el desenvolvimiento del sujeto en el
mundo de la vida y le permiten captar, interpretar y resolver las situaciones en que se
encuentra».24 En donde están las experiencias personales (acervo subjetivo) y las

18
Zeyda Rodríguez (1993). Alfred Schutz, hacia la fundamentación de una sociología del mundo
de la vida. Editorial Universidad de Guadalajara, Guadalajara (México), pp. 35-36.
19
Z. Rodríguez (1993) p. 36; George Ritzer (2001). Teoría sociológica clásica. 3ª edición, Mc
Graw Hill, México, p. 506.
20
Z. Rodríguez (1993) p. 37; Jochen Dreher (2012). Fenomenología: Alfred Schütz y Thomas
Luckmann. En: E. De la Garza y Gustavo Leyva (coords.), «Tratado de metodología de las
ciencias sociales. Perspectivas actuales», FCE, UAM-Iztapalapa, pp. 102-103.
21
G. Ritzer (2001) p. 513.
22
J. Dreher (2012) p. 104.
23
Z. Rodríguez (1993) pp. 53, 55-56; G. Ritzer (2001) p. 510.
24
Z. Rodríguez (1993) p. 53
20
aprobadas socialmente y transmitidas vía socialización (acervo social).25 Esta parte
colectiva se explica de la siguiente manera: «Todo el conocimiento derivado socialmente
es aceptado por los miembros individuales de un grupo cultural como
incuestionablemente dado. Esto es así, porque éste es transmitido como válido y
ampliamente aceptado por los miembros del grupo; por consiguiente, se transforma en
un esquema de interpretación del mundo común y en un medio de comprensión y de
acuerdo mutuo”.26 La movilidad se da cuando las recetas se van cambiando según el
momento y cuando surge una nueva situación, siempre siguiendo un sentido
pragmático.27
Con base en estas ideas, los habitantes de los tres municipios tenían un esquema
de interpretación común formulado en un «acervo de conocimiento» que el Estado trató
de modificar a través de una nueva forma de repartir la tierra, educar y regular sus
creencias. Es decir, intentó intervenir en la socialización de los habitantes y en su vida
cotidiana, en donde la religión y la tradición eran partes fundamentales en formular las
«recetas de acción» que daban sentido a su realidad. En este sentido durante los años
veinte y treinta los pobladores alteños tuvieron que formar nuevas «recetas de acción»
para significar nuevos fenómenos como el que se podía acceder a la tierra a través del
reparto de las grandes propiedades realizado por el Estado, que la escuela tendría un
sesgo socialista o que la Iglesia tendría que someterse a regulación estatal, que chocaron
con lo que tenían en su «acervo de conocimiento» de fuerte contenido religioso y
tradicional. Ante esto ofrecieron diferentes respuestas que incluyeron un alzamiento
armado, aunque al final se determinó una solución a la relación con el Estado siguiendo
un sentido pragmático, pudiendo dar cabida a nuevos significados.
Esta perspectiva favorece la comprensión del orden social retomando el papel de
la tradición en la formación de un «acervo de conocimiento» que orientó las acciones.
Las «recetas de acción» pueden explicar el poder de un orden generado por la
religiosidad católica y la reacción tenida por la amenaza a ese orden, que no sólo implicó
que durante la rebelión Cristera ya no se celebraran misas o que con la educación

25
Z. Rodríguez (1993) pp. 60-61.
26
J. Dreher (2012) p. 105.
27
G. Ritzer (2001) p. 511. Z. Rodríguez (1993) pp. 54-55.
21
socialista se cantara «La Internacional», sino que las definiciones del todo social entraban
en duda. También es importante reconocer el sentido práctico que hizo que la población
tuviera que desarrollar sus actividades cotidianas a pesar de la existencia de una
inestabilidad producida por la oposición a las directrices oficiales.
Un factor que alteró el mundo de la vida de los pobladores de los tres municipios
y afectó su proceso de población fue el conflicto de cariz religioso, debido a que influyó
sobre otras esferas de la vida social, pues intervino en cómo se definía lo agrario y lo
educativo. El conflicto puede ser entendido como una parábola que inicia su aceleración
con la Revolución Mexicana, se incrementa con las tensiones habidas entre 1920-1925
y tiene su punto máximo durante la rebelión Cristera (1926-1929), continuando la tensión
en la década de 1930 disminuyéndose al final de la misma.
Para comprender este fenómeno de importancia en la microrregión, existen varias
interpretaciones, uno de los primeros estudios que abordaron el tema fue el de Alicia
Olivera, quien ubica a los cristeros dentro de la lucha entre los sectores tradicionalistas y
los progresistas del país.28 Posteriormente en la obra de Jean Meyer se resaltan los
motivos religiosos del conflicto como parte de un orden tradicional que se defiende de las
políticas revolucionarias. En este sentido los cristeros se encontraron en una «guerra de
religión» producto de la rivalidad Iglesia-Estado, ya que ambas instituciones se
encontraron en una lucha por conseguir una clientela política, siendo los levantados sus
«peones en el tablero».29
Posteriormente otro grupo de autores dirigidos por Andrés Fábregas se
distanciaron de los enfoques institucionales y de peso religioso para explicar la oposición
con base en los factores políticos y económicos. De esta manera el alzamiento se explica
por haber sido un conflicto de poder entre una oligarquía que buscaba aliarse con lo
nacional y otra que buscaba la defensa de la tradición. Esto último implicaba la
permanencia de una sociedad agraria basada en la pequeña propiedad y una dimensión
religiosa que convenía a los detentadores del poder local.30

28
Alicia Olivera Sedano (1987). Aspectos del conflicto religioso de 1926 a 1929. Sus
antecedentes y consecuencias. Secretaría de Educación Pública, México, pp. 221, 251.
29
Jean Meyer (2012). La Cristiada 1. La guerra de los cristeros. Siglo XXI, México, p. 387; Jean
Meyer (2012a). La Cristiada 2. El conflicto entre la Iglesia y el Estado, 1926-1929. Siglo XXI,
México, pp. 230-231, 240, 304.
30
Andrés Fábregas (1979) pp. 48-63; J. Díaz y R. Rodríguez (1979) pp. 229-232.
22
Continuando con esta línea económica y política, Robert D. Shadow y María J.
Rodríguez-Shadow encontraron que las posturas políticas y militares de las élites locales
son esenciales para modelar y determinar la dirección de los movimientos sociales en los
espacios bajo su influencia, debiéndose observar las luchas entre los estratos
dominantes. Con esto el conflicto cristero no fue un asunto netamente religioso, ya que
la defensa de la fe implicó «la salvaguarda de un conjunto de ideas y creencias
orgánicamente vinculadas con la práctica social, con su autonomía cultural, y con la
reproducción de una forma y un estilo de vida –encarnado en la persona del sacerdote y
en la institución de la Iglesia– que servía para definir las reglas que deben ordenar las
relaciones entre personas, la comunidad y la propiedad», lo que implicó un rechazo al
Estado que buscó alterar su autonomía cultural con sus políticas modernizadoras y con
un mayor desarrollo capitalista. En este sentido en la rebelión Cristera se buscó más
obtener una seguridad en la tradición y la defensa de las instituciones que las promesas
de un futuro planteado por los revolucionarios.31
Una interpretación que considera las posiciones locales como factores para
determinar una posición política, es la de Jennie Purnell, quien a partir de retomar el
concepto de «identidad política» trata de explicar la diversidad de respuestas que hubo
en el centro-occidente de México a las políticas revolucionarias. La autora considera que
la identidad política de los cristeros reflejó la conexión históricamente fuerte entre los
derechos de propiedad, las prácticas religiosas y la autoridad política. Estos tres últimos
aspectos no pertenecen a diferentes esferas, sino que respondieron a las historias de
conflicto y acomodo que tuvo cada comunidad.32 Es decir, para determinar ser cristero y
por lo tanto oponerse al Estado, entraba en juego la historia particular de cada localidad
en la que se establecía quién detentaba la autoridad, cómo se establecía la propiedad y
cómo se efectuaban las prácticas religiosas.
Retomando estos puntos, Matthew Butler pondera la diversidad de valores
religiosos y políticos que había en las comunidades, y cómo a partir de las trayectorias

31
Robert D. Shadow y María J. Rodríguez-Shadow (1994). Religión, economía y política en la
rebelión Cristera: el caso de los gobiernistas de Villa Guerrero, Jalisco. Historia Mexicana, Vol.
XLIII, No. 4, El Colegio de México, México, pp. 670, 695-696.
32
Jennie Purnell (1999). Popular movements and state formation in revolutionary Mexico. The
agraristas and Cristeros of Michoacán. Duke University Press, Estados Unidos de América, pp.
181-183, 191.
23
históricas de ellas se determinó oponerse o aliarse con el Estado. Este autor resalta el
aspecto cultural, considerando que la rebelión Cristera fue un producto de las divisiones
culturales y religiosas de los pobladores que tuvieron que sopesar si daban lealtad al
Estado o a la Iglesia, ya que ambas buscaban una clientela política. Este momento
histórico no solamente significó reformular las ideas políticas de las comunidades –ser
agrarista o cristero– sino que implicó cambiar sus mismas creencias y prácticas
religiosas.33
Con estas propuestas mencionadas se pueden considerar los factores
sociopolíticos de oposición al Estado y los aspectos económicos de producción
agropecuaria en pequeñas propiedades para explicar el proceso de poblamiento de los
alteños de la microrregión durante los años veinte y treinta. Para buscar el origen de la
expulsión de población es necesario observar el punto de partida, es decir, la comunidad
local y qué sucedía en su aspecto sociopolítico y económico, en el que la búsqueda de
un trabajo y un lugar adecuado de desarrollo era motivos para elegir emigrar. Como
también lo era el que había una mayor intervención del Estado, que modificó el mundo
de la vida de los pobladores, resignificándose en algunos casos la localidad como un
lugar en el que ya no era adecuado desarrollarse por la oposición a esa intervención, que
generó una inestabilidad y que afectó el desempeño económico. Esta oposición puede
ser explicada como la defensa de la tradición local, que involucró aspectos políticos,
económicos y culturales, y que dicha actitud acarreó cambios que afectaron el proceso
de poblamiento en los tres municipios.

Antecedentes de los tres municipios

El territorio que abarcan los tres municipios en tiempos prehispánicos fue ocupado por
grupos guachichiles o guamares, y formaba parte de la frontera chichimeca que limitaba
a estos últimos con las civilizaciones mesoamericanas, y que después lo sería del avance
español. La zona alteña fue parte de los reconocimientos hechos por los destacamentos

33
Matthew Butler (2013). Devoción y disidencia. Religión popular, identidad política y rebelión
cristera en Michoacán, 1927-1929. El Colegio de Michoacán, Fideicomiso “Felipe Teixidor y
Monserrat Alfau de Teixidor”, Zamora (México), pp. 13-14, 26, 314-317, 325.
24
de Nuño de Guzmán en las primeras incursiones que hicieron los españoles en esas
tierras, por ello pertenecieron al reino de la Nueva Galicia cuando se formó. La
dominación y casi exterminio de estos indígenas fue un proceso más largo que el habido
en el centro de México, que implicó el uso de diferentes estrategias, una de ellas fue la
de poblar la zona tanto con colonos españoles como indígenas sedentarios de otras áreas
a los que se les atraía con la concesión de tierras, que en el caso de los primeros fue en
forma de estancias de ganado mayor y menor, las cuales fueron dadas en la zona desde
el siglo XVI y que abastecieron a los centros mineros posteriormente.34
Esta forma peculiar de conquista, que fue más de formación de áreas productivas
que pacificaran y generaran productos para las zonas mineras de Zacatecas, en vez del
presidio y misión como sucedió en otras zonas donde se combatió a los chichimecas, dio
el origen al proceso de formación de haciendas y ranchos en el área que era ocupada
por estos indígenas quienes fueron incorporados, desplazados o exterminados. En el
tiempo posterior y continuando con el dominio español, a la par que había grandes
propietarios que poseían varias estancias en la zona estudiada, se encontraron
arrendatarios de dichas tierras y pequeños propietarios, algunos de sus descendientes
posteriormente serían ya identificados como propietarios de ranchos en el siglo XIX.35
Durante el periodo colonial, la región investigada perteneció políticamente a la
Alcaldía Mayor de Santa María de los Lagos –hoy Lagos de Moreno– en el mencionado
reino neogallego y posteriormente con las reformas borbónicas a la intendencia de
Guadalajara. Con el México independiente, formó parte del estado de Jalisco y cuando
éste fue dividido administrativamente en cantones formaron parte del Segundo Cantón
con sede en Lagos de Moreno. Al interior de este último, perteneció al departamento de
Lagos de Moreno y al formarse el de Unión de San Antonio en la segunda mitad del siglo
XIX, absorbió las tierras del mismo municipio, incluyendo las de San Julián que formaba

34
A. Fábregas (1986) pp. 35-36, 39, 42-43, 51-52; José Antonio Gutiérrez (1991). Los Altos de
Jalisco: panorama histórico de una región y de su sociedad hasta 1821. Conaculta, México, pp.
111-113, 118, 133-134, 139, 146; Philip. W. Powell (1996). La Guerra Chichimeca (1550-1600).
3ª reimp., 1ª ed. 1977, FCE, México, pp. 9, 44, 52, 245.
35
François Chevalier (1983). La formación de la pequeña propiedad en Los Altos de Jalisco.
Encuentro, vol. 1, no. 1, El Colegio de Jalisco, Zapopan (México) pp. 31-33; A. Fábregas (1986)
pp. 79, 81, 101, 142-144, 150-151; David Brading (1988). Haciendas y ranchos del Bajío. León
1700-1860. Enlace Grijalbo, México, pp. 36-37; Carlos Gómez Mata (2006). Lagos indio. Centro
Universitario de los Lagos, Universidad de Guadalajara, Lagos de Moreno (México), pp. 39-59.
25
parte de él, e intermitentemente de San Diego de Alejandría, que por algunos años estuvo
asociado con el de Lagos de Moreno, para finalmente ser parte del unionense. Como
municipio, Unión de San Antonio se formó al independizarse México desprendiéndose de
Lagos de Moreno, mientras que San Diego de Alejandría se formó a raíz de Unión de
San Antonio en 1885, como a su vez lo hizo en 1913 San Julián.36
Respecto a lo religioso, el territorio bajo estudio estuvo administrado por dos
parroquias en la mayor parte de la colonia, una era la de Santa María de los Lagos y la
otra era su ayuda de parroquia de Jalpa, ubicada hacia el sur de la misma,
aproximadamente los límites de ambas se ubicaban en los actuales bordes municipales
de San Diego de Alejandría y Unión de San Antonio. A fines del siglo XVIII se concedió
la formación de la parroquia de San Antonio de Adobes –antiguo nombre del último
municipio citado– la cual se hizo efectiva a inicios del XIX. En 1869, San Diego de
Alejandría se hizo parroquia al tomar la sede de Jalpa y en 1895 San Julián tuvo el mismo
nombramiento, obteniendo su territorio de los otros dos municipios.37
En cuanto a la actividad de sus pobladores, en términos generales el área bajo
estudio en la época novohispana se dedicó principalmente a la producción de ganado
mayor y destinó algunas secciones para la agricultura. Pocas haciendas disponían de
sistemas de riego con lo cual podían producir trigo y fue hasta el siglo XIX en que se
construyeron o agrandaron un mayor número de embalses tanto para la producción
comercial como para consumo local. En dicho siglo se observó una mayor proliferación
de ranchos, cuyos habitantes fueron teniendo una producción ganadera más modesta
que la colonial y a cambio desarrollaron más una actividad agrícola para su subsistencia,
situación que con algunos cambios por adaptaciones al mercado e innovaciones
tecnológicas se llegó al siglo XX.38

36
J. M. Muriá (1976) pp. 16, 73-74, 111; J. Gutiérrez (1991) pp. 142-143, 172-173; L. González
R. (2003) p. 128.
37
D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 17-18, 48; L. González R. (2014) pp. 54-59, 99-100.
38
D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 83-85, 90, 113, 159-160; J. Gutiérrez (1991) pp. 148-151; L.
González (2003) pp. 47-48, 133; C. Becerra (2008) p. 106-107, 179, 185. En 1821 había 86
ranchos en la microrregión que pasaron a 203 en 1888 (Victoriano Roa, 1981 [1825], Estadística
del Estado Libre de Jalisco. UNED, Guadalajara, México, p. 39; Mariano Bárcena, (1983 [1888]),
Ensayo Estadístico del Estado de Jalisco, Guadalajara, México, p. 169).
26
Teniendo una visión de largo plazo, se puede considerar a la microrregión como
un espacio que viene desde la época colonial en que fue una zona dominada por las
estancias y que con el correr de los siglos se tuvieron cambios demográficos –entre otros,
por supuesto– que llevaron a que este incremento poblacional demandara una fundación
de parroquias y una formación en municipios, al tiempo que se iba dividiendo la tierra.
Para el periodo de estudio ya no fue visible ese dinamismo que justificó la creación de
dichas divisiones, sino que tuvo un lento crecimiento en momentos en que el Estado
emergido de la Revolución Mexicana buscó intervenir de manera más intensiva en las
regiones y en el que la sociedad de la microrregión se distinguió por su fuerte carga
cultural religiosa, además por una forma de asentamiento en pueblos, comunidades,
haciendas y ranchos en donde desempeñó sus actividades económicas. En torno a estas
variables es lo que se busca conocer en este trabajo.

27
Capítulo 1. Una Sociedad Ranchera

Para conocer los factores económicos y sociopolíticos que contribuyeron a un lento


crecimiento demográfico en los tres municipios durante los años veinte y treinta del siglo
XX, punto central de esta investigación, es necesario primero mostrar cómo fueron los
cambios poblacionales, siendo éste el objetivo de este capítulo. Primeramente se
requiere conocer el espacio en el que acontecieron, por ello se hizo en un inicio una
descripción del nicho ecológico para saber con qué recursos climatológicos,
hidrográficos y orográficos contaron los habitantes para desenvolverse en un territorio.
Después, se estudiaron las tasas de crecimiento medio anual de los tres
municipios, así como de otras unidades que sirvieron como puntos de comparación para
conocer en qué medida cambió el número de habitantes. Para esto último se recuperó
una regionalización del estado de Jalisco con el afán de saber qué rasgos peculiares
tenían Los Altos respecto al resto de la entidad. Establecidos los puntos de comparación,
se concluyó en qué grado la microrregión pudo ser catalogada como expulsora o
receptora de población y si formó parte de una tendencia de mayor amplitud.
Otro aspecto a conocer es cómo estaba distribuida la población en las
municipalidades según las categorías de las localidades, pues se considera que el tipo
de residencia –rancho o hacienda, por ejemplo– generó dinámicas sociales y
económicas distintas. A su vez es necesario considerar a la emigración, tanto
internacional como nacional, como parte de los factores que pueden explicar los cambios
demográficos. En la parte final del Capítulo 1 se presentarán algunos rasgos asociados
con el rancho y la sociedad ranchera, ya que estas formas agrarias y las relaciones
sociales y productivas desprendidas de ellas tuvieron elementos distintivos de otras
áreas rurales en las que predominaba la hacienda o las comunidades, siendo uno de
ellos la manera en que relacionaban a las personas con la tierra y que posibilitaban el
crecimiento de la población.

28
1.1 El nicho ecológico: una tierra poco fértil y de escasa precipitación

Para comprender el proceso de poblamiento en los tres municipios es necesario describir


el espacio en el que se desenvolvió, esto es tanto los recursos físicos con los que
contaron como las peculiaridades de la región en la que se ubicaron, que es la de Los
Altos de Jalisco. Esta última es una de las regiones mejor definidas del país tanto
geográfica como humanamente,1 ya que «toda la región constituye una sola unidad tanto
en lo referente a condiciones topográficas, climatéricas, agrícolas, étnicas, sociales y
económicas», como notaron en 1935 un grupo de maestros que visitaron la zona,2 cuyos
rasgos particulares se expondrán más adelante.
Para establecer puntos de comparación de estas condiciones se requiere
contrastar con otras regiones del estado de Jalisco, por ello se retomó un modelo de
regionalización de la entidad proporcional a Los Altos, ya que es una región extensa y
se requiere de una división que sea compatible con su tamaño para poder establecer
una mejor comparación. La propuesta elegida establece seis zonas formuladas a partir
de las actividades económicas de los habitantes, las divisiones políticas y las
geográficas, situaciones que crean una dinámica en la población que las hace
diferenciarse de otras y asimilarla al interior dentro de un espacio.3 Este modelo tiene la

1
William W. Winnie Jr. (1984) La movilidad demográfica y su incidencia en una región de fuerte
migración. El caso del occidente de México. Universidad de Guadalajara, Guadalajara (México),
p. 76.
2
Informe general que el Instituto de Investigaciones rinde a la Secretaría de Educación Pública
acerca del estudio efectuado en la región de Los Altos, del estado de Jalisco con el fin de
determinar el lugar más adecuado para el establecimiento de una escuela regional campesina,
23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP-1-Caja 43-Exp. 1079 Legajo 4). Este informe fue realizado
por un grupo de investigadores que visitaron Los Altos en agosto de 1935, principalmente los
municipios de Tepatitlán, San Miguel el Alto y Jalostotitlán. En el equipo se encontraban J. B.
Durand, H. Corral, Francisco C. Cervantes y Luis Rodríguez Lomelí, quienes eran maestros y
uno de ellos agrónomo. El primero de los mencionados era el director del Instituto de
Investigaciones, factiblemente una dependencia de la Secretaría de Educación Pública, quien
fue la que solicitó la investigación. En el reporte se señalaron distintos aspectos de la zona alteña,
entre los cuales se incluyeron datos geográficos, económicos, culturales y sociales. Este informe
se retomará a lo largo de este trabajo, pues además de la variedad de cuestiones que reportó,
fue elaborado en un momento de aguda tensión en la región con motivo de la educación
socialista, señalando por tal motivo las dificultades que había en Los Altos en ese tiempo.
3
Se basó principalmente en Elisa Cárdenas (2010) El derrumbe. Jalisco, microcosmos de la
Revolución Mexicana. Tusquets, México, pp. 27-34, la que se completó con otras dos para poder
identificar a los municipios que corresponden a cada región, que son las contenidas en Historia
de Jalisco (1982) Gobierno del Estado de Jalisco, UNED, Guadalajara (México), que está basada
29
utilidad de que permite ciertas generalizaciones, pues no es el afán resaltar las
peculiaridades de cada región del estado, como lo tratan de hacer otras alternativas. Las
seis divisiones se pueden ver en el siguiente Mapa 1 que se muestra a continuación y
para más detalles en el Cuadro 4 en los anexos. Los nombres con los que se identifican
son Los Altos, Centro, Ciénega, Norte, Sierra-Costa y Sur.

Mapa 1. Regiones del estado de Jalisco.

Fuente: Elaboración propia a partir de http://www.ciberhabitat.gob.mx. La selección de las regiones fue


con base en Cuadro 4.
Nota: Las divisiones municipales corresponden al año 2006, por lo que aparecen algunos municipios que
no existían en la época bajo estudio.

en los cantones y la de Jesús Arroyo et al. (1986). Migración a centros urbanos en una región de
fuerte emigración. El caso del occidente de México. Universidad de Guadalajara, Guadalajara
(México), pp. 202-203. De las regionalizaciones revisadas, hay unas que son de un corte más
particular como las del Plan Jalisco (Héctor Castañeda, 1988, Jalisco en México, UNED Gobierno
de Jalisco, Guadalajara, México, pp. 35-38), otra hecha por la Universidad de Guadalajara
(Héctor del Toro, 1993, Una regionalización para el estado de Jalisco. En: Luis Felipe Cabrales
Barajas y María del Rocío Castillo Aja. «Procesos regionales en Jalisco». El Colegio de Jalisco,
Facultad de Geografía y Ordenación Territorial Universidad de Guadalajara, Guadalajara,
México, p. 30) y otra por el gobierno estatal en el Acuerdo sobre la Nueva Regionalización en
Jalisco (1998). Las regionalizaciones más recientes han preferido un estudio más particular del
mapa estatal, eligiendo la del acuerdo de 1998, sin embargo, ésta fragmenta a Los Altos para
abordarlos de forma administrativa y para este estudio es preferible tomar a la región en su
sentido amplio como lo hacen los primeros autores. Así, Los Altos quedan identificados por sus
actividades económicas y por la similitud de recursos con que cuentan, y no sólo por criterios
administrativos.
30
La primera de ellas –Los Altos– está ubicada hacia el noreste del estado, que se
caracteriza por ser una región de clima semiseco y por tener una tierra menos fértil que
la del Centro y Sur. La actividad económica preponderante es la agropecuaria y en menor
medida la comercial, pues es un territorio de tránsito del Centro hacia otras zonas del
país. Respecto al trabajo agropecuario, se desempeñó primordialmente en pequeñas
propiedades. Asimismo, se distinguió por poseer uno de los centros religiosos más
importantes de México que es la basílica de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de
San Juan de los Lagos.4
La región del Centro abarca la capital y algunas municipalidades de los valles
cercanos, cuenta con algunas planicies y sierras, además de una vegetación mayor que
la primera división mencionada, lo que le permitió tener una producción agropecuaria
más variada, que incluyó la caña de azúcar y el famoso vino mezcal o tequila, actividades
que fueron acompañadas por las realizadas en enclaves mineros e industriales. Por su
posición de ser sede del poder estatal y residencia de algunos empresarios, convirtió a
esta región en un polo de decisiones para la entidad. En lo que corresponde a la región
de la Ciénega, ésta se encuentra al sur de Los Altos y al este del Centro, abarcando al
lago de Chapala, cuerpo de agua por el que pasan algunos escurrimientos que bajan de
las tierras altas. Se distinguió por un dinamismo caracterizado por el comercio que le
permitió el mismo vaso lacustre, además de que se encontraba en el camino de
Guadalajara hacia México.5
La región del Norte se encuentra colindando con los estados de Zacatecas y
Nayarit, la cual tiene algunas zonas accidentadas que la hacen distanciarse de las otras
regiones jaliscienses. La agricultura y ganadería eran las actividades ejercidas por la
mayoría de sus pobladores, y en el ocaso colonial llegaron a tener una importante
producción minera. A inicios de siglo se consideró como una región marginal porque
estaba aislada en cuanto a vías de comunicación e interés político, lo primero por su
geografía abrupta. También se distinguió por ser una parte de la población de la etnia
wixárika o huichola, lo que le dio un distintivo en cuanto a formas de vivir en sociedad.

4
E. Cárdenas (2010) pp. 29-30.
5
E. Cárdenas (2010) pp. 27-29.
31
La Sierra-Costa incluye parte de la sierra madre occidental y la costa del Pacífico, que
aunque es extensa, en los años veinte y treinta contaba con una baja densidad de
población, siendo la mayoría de las propiedades poco productivas en parte debido a su
inaccesibilidad. Por otro lado, se caracterizó como una reserva por contener recursos sin
explotar. Finalmente la región Sur que posee diferentes nichos ecológicos que van desde
cálidas planicies hasta sierras boscosas. Las tierras bajas funcionaron como centros
comerciales, los cuales vincularon a la capital Guadalajara con las poblaciones de las
tierras altas.6
Los tres municipios que se estudian en este trabajo se encuentran en la región de
Los Altos en su parte oriental. San Diego de Alejandría tiene un área de 329 km2 y colinda
al este con Purísima del Rincón, en el estado de Guanajuato, al norte con Unión de San
Antonio, al oeste con San Julián y al sur con Arandas. San Julián con una superficie de
200 km2 tiene por vecinos en el lado oriente a San Diego de Alejandría, en el septentrión
a Unión de San Antonio y una pequeña porción de San Juan de los Lagos al Noroeste,
mientras que al poniente tiene a San Miguel el Alto y en la parte meridional a Arandas.
Unión de San Antonio tiene un espacio de 677 km2 que colinda por el este con los
municipios guanajuatenses de Purísima del Rincón y León, por el norte con Lagos de
Moreno, al oeste con San Juan de los Lagos y al sur con San Julián y San Diego de
Alejandría. La superficie sumada de los tres municipios es de 1,206 km2 y se puede
observar en los siguientes Mapas 2 y 3.

6
E. Cárdenas (2010) pp. 27-34.
32
Mapa 2. Ubicación de los tres municipios en Jalisco

Fuente: Elaboración propia con base en INEGI (2013) División Municipal [en línea] [Fecha de consulta: 22
de noviembre de 2013] [Disponible en: http://cuentame.inegi.org.mx].

33
Mapa 3. Cabeceras municipales y poblados vecinos

Fuente: Elaboración propia con base en Mapa Digital de México, INEGI.


Nota: Las carreteras no existían para la época de estudio, se comenzaron a construir en los años cuarenta
algunas de ellas. Se mantuvieron con la intención de señalar la ubicación.

Los Altos es una región identificable por distintas razones sociales, culturales,
económicas y geográficas, entre las que se encuentran las siguientes, que son
retomadas de afirmaciones de diversos autores que han estudiado a la zona: se ha
definido a su población como mayoritariamente criolla, debido a la escasez histórica de
población indígena y la poca mezcla racial, que además tuvo patrones de reproducción
endogámicos que mantuvieron esta distinción étnica,7 lo cual no niega el hecho de que
hayan tenido cierta presencia indígena y negra en alguna proporción.8 La población
principalmente se instaló en pequeñas propiedades o ranchos, en un proceso que
empezó desde la época colonial y se acentuó en el siglo XIX y XX, a los cuales se les

7
Paul Taylor (1991 [1933]) pp. 131-132, 149, 155; Andrés Fábregas (1979) pp. 14-15; Mariano
González Leal (1982). Retoños de España en la Nueva Galicia Tomo I. Universidad de
Guanajuato, Guanajuato (México), pp. 3, 13; J. A. Gutiérrez (1991) p. 533; Eliseo López Cortés
(1999). Último cielo en la cruz. Cambio sociocultural y estructuras de poder en Los Altos de
Jalisco. SEMS Universidad de Guadalajara, El Colegio de Jalisco, Guadalajara (México), pp. 15,
18-20; Carmen Icazuriaga (2002). La ciudad y el campo en Tepatitlán, Jalisco. Colección Gente
y Región I, Universidad de Guadalajara, Colotlán (México), pp. 17-18, 185.
8
Celina Becerra (2002). Población africana en una sociedad ranchera. Estudios jaliscienses, no.
49, pp. 7-19, Zapopan (México); Carlos Gómez Mata (2006).
34
tenía especial afecto y se valoraba el acceder a ellos a través de la herencia o compra
en propiedad privada, situación que hizo predominar la postura en contra del reparto
ejidal.9 En estas propiedades trabajaba la familia del propietario, además de las figuras
del jornalero y aparcero, y aunque estas personas se distinguían por un aprecio por el
terruño, sucedía desde principios del siglo XX una emigración a otras partes del país y
el extranjero debido a la intensa división de la tierra y los numerosos descendientes de
las familias que podían acceder a un predio por la vía de la herencia.10 Este movimiento
de población se aceleró por las situaciones económicas y políticas que se observarán en
los Capítulos 2 y 3. Otro rasgo distintivo fue el que para algunos autores en la primera
mitad del siglo XX esta sociedad ranchera estaba caracterizada por ser cerrada y
conservadora, lo que fue visible en su acendrado catolicismo.11
Esta población con los rasgos mencionados, se estableció en un medio físico del
que obtuvieron algunos de los recursos necesarios para la actividad productiva y el cual
dio cierta identificación a la región, y aunque son una influencia, no son determinantes,
pues dependen de cómo el humano los emplea, es decir, su forma de organización
sociocultural.12 Uno de los primeros aspectos que distingue a Los Altos es lo que refleja
su nombre, el cual toman a partir de que son tierras que están a un nivel de mayor altitud

9
P. Taylor (1991 [1933]) pp. 170-171; Patricia de Leonardo (1978). El impacto del mercado en
diferentes unidades de producción. En: Patricia de Leonardo y Jaime Espín «Economía y
sociedad en Los Altos de Jalisco», Nueva Imagen, México, pp. 43, 73-77, 79-82; Jaime Espín
(1978). Uso y tenencia de la tierra en el municipio de Teocaltiche. En: Patricia de Leonardo y
Jaime Espín «Economía y sociedad en Los Altos de Jalisco», Nueva Imagen, México, p. 136; A.
Fábregas (1979) pp. 15-16; M. González Leal (1982) p. 65; A. Fábregas (1986) p. 28; J. A.
Gutiérrez (1991) p. 533; E. López Cortés (1999) pp. 15, 18-20; Sergio Valerio (2003). Historia
rural jalisciense. Economía agrícola e innovación tecnológica durante el siglo XIX. Universidad
de Guadalajara, Guadalajara (México), pp. 31, 43.
10
P. Taylor (1991 [1933]) pp.131-132, 177, 220-221; J. Espín (1978) pp. 159, 233, 293-296; J.
Díaz y R. Rodríguez (1979) pp. 224-225; Historia de Jalisco (1982) pp. 116, 119; M. González
Leal (1982) p. 10; A. Fábregas (1986) pp. 31, 151; J. A. Gutiérrez (1991) p. 10; E. López Cortés
(1999) p. 274; C. Icazuriaga (2002) pp. 190-191.
11
P. Taylor (1991 [1933]) pp.131-132; J. Espín (1978) p. 133; J. Díaz y R. Rodríguez (1979) pp.
96, 228; A. Fábregas (1979) pp. 54, 60; M. González Leal (1982) p. 67; J. A. Gutiérrez (1991) p.
533; E. López Cortés (1999) pp. 18-19, 21.
12
Ángel Bassols señala una serie de recursos, como lo son los climáticos, hidrológicos,
edafológicos, de vegetación, fauna y minerales. Los cuales en su interacción y con el uso que
hace de ellos el humano pueden dar la peculiaridad a una región, por lo que el conjunto más que
la perspectiva individual es la que los convierte en recursos (Ángel Bassols Batalla, 1984,
Recursos naturales de México. Teoría, conocimiento y uso, 17ª ed., Editorial Nuestro Tiempo,
México, pp. 15, 28-29, 48, 65).
35
con respecto a otras vecinas como lo son las de El Bajío hacia el oriente, la ciénega del
Lerma-Chapala hacia el sur y el valle de Atemajac hacia el occidente. Esta diferencia de
altitudes implica además de una delimitación, una cualificación climática, hidrológica y
geológica distinta, que hace que el clima sea más frío, el agua más escasa y la tierra de
menor calidad con respecto a las zonas bajas circundantes. En 1807 una persona que
recibió un terreno en el hoy municipio de San Diego de Alejandría, que en aquel entonces
pertenecía a Santa María de los Lagos, se expresó sobre la tierra en comparación con
la de El Bajío de esta manera: «¿Qué puede valer caballería y media de tierra en la
jurisdicción de Lagos, donde, ni son tan buenas, como las de estos países, y donde no
caben más que cinco fanegas de sembradura de maíz?».13 Por «estos países» se refirió
a las tierras abajeñas, que a pesar de la proximidad tenían diferencias de calidad que les
daban un valor superior a la de Los Altos.
También hay divergencias en el aspecto climático entre Los Altos y las tierras que
los rodean. El clima en la comarca estudiada cuenta con un invierno y primavera
predominantemente secos, mientras que el verano es lluvioso, y la mayor parte del año
posee un clima semicálido semiseco, el cual es el que caracteriza a los tres municipios
bajo análisis.14 La meseta alteña tiene una temperatura media anual de 18°, que es en
promedio dos grados menor con respecto a El Bajío y la Ciénega.15 Esto hizo que en Los
Altos se tuviera una preferencia por la producción ganadera, que se adaptaba mejor al
clima, mientras que el medio físico de El Bajío tenía más bondades para la producción
agrícola. Como ejemplo, Patricia Arias relata el caso de algunos productores de cerdo
en El Bajío que ante alguna enfermedad de los animales los llevaban a Los Altos para
que se curaran, por ser terrenos más benignos para ellos.16
En el aspecto hidrológico, Los Altos pertenecen a una de las partes altas de la
región del Lerma-Chapala-Santiago, lo que le genera una desventaja a los tres
municipios, pues al formar la parte elevada de las cuencas en que son ubicados, provoca

13
Demanda por derecho a bienes sucesorios de Juan de Dios Guerrero contra los hermanos
Guerrero, 1807 (AHML, SD-JTC-SUC-C41-EXP5-1807).
14
Rogelio Álvarez (1958). Los Altos de Jalisco. Bases para un programa de rehabilitación,
Guadalajara, Gráfica Editorial, pp. 5-6 y Lámina 1; Andrés Fábregas (1986) p. 26.
15
INEGI. Mapa digital de México. [en línea] [consultar en: http://gaia.inegi.org.mx/] [recuperado
3 de mayo de 2014].
16
Patricia Arias (1992). Nueva rusticidad mexicana. Conaculta, México, pp. 119-120, 141.
36
que el recurso hídrico se precipite hacia las zonas bajas, lo que hace que la comarca
estudiada sea una zona de la que escurren aguas hacia el resto de las cuencas y no una
que recibe.17 En lo correspondiente al aspecto pluvial, el temporal es considerado como
errático, llevándose a cabo en cuatro meses que abarcan de junio a septiembre, con
algunas lluvias en invierno en las llamadas cabañuelas que suceden en el mes de
enero.18 El volumen de las lluvias en los tres municipios oscila entre 620 y 650 mm3 de
promedio en su precipitación promedio anual.19 Estos promedios son bajos pues hacen
que la agricultura de temporal sea riesgosa, ya que se necesitan entre 700 a 800 mm3
en tierras altas para una adecuada producción agrícola.20
A esta lluvia escasa hay que agregar que en la zona alteña seleccionada no
abundan de manera natural corrientes constantes de agua y pozos que satisfagan las
necesidades económicas y de supervivencia de los habitantes. En la microrregión, el
afluente con más corriente es el río Lagos que cruza una pequeña porción del municipio
de Unión de San Antonio hacia el septentrión. El resto del área son arroyos que llevan
poca agua, otros encauzan otra tanta sólo en tiempos de lluvias, a su vez hay mínimos
veneros, algunos de los cuales se fueron secando por la intervención del humano desde
la época colonial y en el siglo XIX. Por lo anterior, la retención de agua por medios
artificiales fue una de las principales medidas para hacer habitables estas tierras, así se
encuentran represas en una gran cantidad de haciendas y ranchos, algunas de las cuales
son de origen colonial y decimonónico. Existen otras represas de menor tamaño en
pequeñas propiedades que satisfacen lo necesario para sus moradores y para una

17
Comisión Estatal del Agua [CEA] [en línea] [consultar en: http://www.ceajalisco.gob.mx/
cuencas.html] [recuperado 3 de mayo de 2014].
18
Las cabañuelas son las lluvias de invierno, generalmente suceden algunos días de enero y
son mucho menores que las de verano, pero son útiles para algunos sembradíos como el trigo y
el garbanzo. Las cabañuelas también se pueden referir a un modo de calcular el tiempo
atmosférico del año a partir de las observaciones climatológicas hechas en el mes de enero.
19
J. R. Álvarez (1958) pp. 5-6; A. Fábregas (1986) p. 26; INEGI [en línea] [consultar en:
http://gaia.inegi.org.mx/] [recuperado 3 de mayo de 2014]; Enciclopedia de los Municipios
[consultar en: www.e-local.gob.mx] [recuperado 3 de mayo de 2014].
20
A. Fábregas (1986) p. 23; Miguel Ángel Casillas (2002). La tercera revolución del agua.
Sociedad y medio ambiente en Los Altos de Jalisco. Colección Grados, El Colegio de Jalisco,
CEAS, Zapopan (México), p. 42; Jesús Gómez Serrano (2000). Haciendas y ranchos de
Aguascalientes. Estudio regional sobre tenencia de la tierra y el desarrollo agrícola en el siglo
XIX. Universidad Autónoma de Aguascalientes, Fomento Cultural Banamex, México, p. 49,
citando a C. Bataillon, en que la siembra de maíz y frijol necesitan un mínimo de 700 mm3 de
agua para lograrse.
37
reducida producción pecuaria, como lo son los «tanques», los «bordos» y los
«vallados».21 A esta escasez hidrológica se suma la poca fertilidad de los suelos, ya que
la mayoría tienen poca calidad al contar con 40 centímetros o menos de espesor su capa
útil para la agricultura.22 A pesar de lo anterior no hay un impedimento para lograr una
producción agropecuaria, es un «territorio de transición entre la franca aridez norteña, la
humedad tropical del Pacífico y la sequedad de los altos valles del centro».23
En cuanto a la morfología del suelo, el área de los tres municipios tiene una
formación de lomeríos que van desde los 2,150 hasta alrededor de los 1,800 metros
sobre el nivel del mar. Se distingue hacia el sur de los tres municipios una franja llamada
el Cañón de Jalpa, que es como un Bajío insertado en Los Altos, pues es una sección
de tierras bajas que desembocan en El Bajío, el cual está flanqueado por tierras altas
hacia el sur pertenecientes al municipio de Arandas y al norte con los de San Diego de
Alejandría y San Julián. En esta última sección que flanquea al cañón, se alza parte de
la meseta alteña y comienza una serie de sinuosidades que involucra la mayor parte de
los tres municipios seleccionados, que van disminuyendo sus altitudes conforme se
acercan a El Bajío por la parte nororiental de los mismos. Uno de los rasgos particulares
y que es más visible en San Julián, es que esta altiplanicie de lomeríos carece de una
serranía que impida el paso del viento que erosiona el suelo que no es cortado por algún
accidente geográfico, teniendo este municipio la segunda mayor altitud sobre el nivel del
mar en Los Altos. Lo más distinguible son los cerros llamados «mesa», que son
formaciones en tal figura y están ubicados en la porción media de los municipios y
algunos otros de mayor elevación. Fuera de estos cerros más altos, el resto son lomeríos
expuestos al viento dando suelos menos fértiles, sin embargo, al pie de los mismos se
pueden hallar zonas que no están tan expuestas a la erosión debido a la protección que
le ofrecen las sinuosidades de los alrededores.
Este nicho ecológico, como lo es el de Los Altos de Jalisco, ha tenido variaciones
en el tiempo que han dependido del tipo de los asentamientos humanos y los usos que
han hecho del medio. En las mercedes reales de la región de los siglos XVI y XVII, y en

21
D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 109-110; L. González R. (2003) pp. 47, 133.
22
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-C43-
Exp. 1079 Legajo 4, f. 181 o 8).
23
J. Gutiérrez (1991) p. 21.
38
menor medida en las del XVIII, se hace referencia a cuerpos de agua como manantiales,
arroyos, lagos y lagunas que después se secaron, quedando vestigios en nombres como
Lagos, La Laguna u Ojuelos, por ejemplo. También se refiere que los ricos pastizales
encontrados al inicio de la época colonial se fueron agotando por el pastoreo, ya que una
ganadería extensiva erosionó parte del ecosistema a la par que el territorio fue
aumentando su división, lo que limitó las áreas para agostadero y permitió la rotura de
tierras para la agricultura. A pesar de esto, es constante en distintos periodos la
identificación de Los Altos como poseedores de un clima favorable para la ganadería.24
Estas descripciones sobre una tierra seca han sido señaladas oportunamente en
la literatura inspirada en Los Altos, como en la novela Las tierras flacas de Agustín
Yáñez. En la obra hay una escena en la que el personaje de Mercedes se encuentra con
su compadre Palemón, y ella se queja acerca de una deuda que tiene que saldar junto
con su esposo Rómulo, por la que les piden para finiquitarla la tierra o una máquina de
coser, la mujer se niega a dejar la máquina que fue de su hija recién fallecida y prefiere
vender el predio, que para ella tiene menos valor, por ello se expresó acerca de la tierra
de la siguiente manera: «ésa sí que ya no sirve de nada; tierra ñenga: puro tepetate
pelón, de año en año peor, arruinándonos con más y más deudas: lástima de trabajo,
que no rinde ni para pagar los intereses: haciéndonos ilusiones de reponernos al otro
año con un buen temporal». Por su parte, su esposo opina diferente, él muestra un
aprecio que se lee por voz de su mujer: «deshacerse de la tierra que nos queda sería
tanto como vender a su padre y a su madre y a mí con toda la parentela».25
En suma, los rasgos geográficos son de altitud con respecto a las tierras vecinas
de El Bajío, lo que le genera unas cualidades distintas de un clima más frío y seco,
derivado de una precipitación menor que hace más riesgosa las siembras de temporal
pero que climáticamente beneficia la producción ganadera. El suelo no es tan rico y no
tiene corrientes constantes de agua, sin embargo, las limitaciones no son un
impedimento para el establecimiento de una producción agropecuaria, que en el aspecto
agrícola fue más reducida que las tierras abajeñas, lo que hizo que la población

24
C. Becerra (2008) pp. 46-52, 187-188, 193; Expediente de medición del sitio de El Tolimán, 26
de mayo de 1734, en él se habla sobre pozos y arroyos secos (AIPJ-Ramo Tierras y Aguas-
Primera Colección-Libro 20-Expediente 2).
25
Agustín Yáñez (1977[1962]). Las tierras flacas. Joaquín Mortiz, México, pp. 10-11.
39
establecida en el lugar tuviera que sortear estas dificultades creando una infraestructura
adecuada.
La altura de la región investigada respecto a zonas próximas, le hizo estar
expuesta a la erosión, a la sequedad, un errático temporal y la escasez de cuerpos de
agua, que hicieron que se desarrollaran estrategias por los pobladores para realizar
actividades económicas bajo las condiciones mencionadas, sacando ventaja de esa
situación. «Solo hombres nacidos ahí mismo pueden vivir en un medio tan pobre»,
expresaron unos maestros al visitar Los Altos en 1935.26 Pero los habitantes
consiguieron generar una producción utilizando los recursos con los que dispusieron,
para ello construyeron embalses para el desarrollo ganadero y para uso humano,
mientras que en los sitios que poseyeron represas más grandes se practicó la siembra
de trigo e inclusive se instaló una fábrica de tejidos en el siglo XIX que usaba la corriente
de una de ellas. La ganadería era principalmente de bovino para su venta en pie, se
contaba con algunos rebaños de cabras y una pequeña producción de cerdo. En los
anexos de las habitaciones existían gallineros, que servían para la alimentación familiar
y para el comercio, pues el huevo era recolectado por comerciantes y vendido en los
mercados de los alrededores. En los años veinte y treinta se extraía poca leche, que era
destinada para el consumo local y para la elaboración de quesos para venta. También
había evidencias de la práctica de la apicultura. La ondulación del terreno permitía crear
zonas protegidas de la erosión en las que daba lugar a la siembra de productos agrícolas
como el maíz y frijol, principalmente, y en menor medida garbanzo, calabaza y sorgo. En
huertos cercanos a las viviendas se cultivaban árboles frutales y algunas hortalizas que
completaban la dieta de los habitantes.27

26
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-C43-
Exp. 1079 Legajo 4).
27
Esta información fue con base en Gregorio Oliva Plascencia (Nació en 1915 en el rancho San
Agustín, San Diego de Alejandría y falleció ahí mismo en agosto de 2015. Su padre fue agricultor
y encargado en el mismo rancho, donde también sus hijos desempeñaron labores agrícolas, en
los años cincuenta emigró una breve temporada a los Estados Unidos. Entrevistado el 5 de
octubre de 2003, noviembre de 2003, 25 de febrero de 2012).
40
1.2 Un país en recuperación demográfica

Un punto nodal de esta investigación es conocer los cambios demográficos en los años
veinte y treinta, teniendo como referencia las décadas que los preceden y las posteriores.
Esto, con el afán de conocer si hubo aumentos o decrementos poblacionales que
funcionen como un indicador que describa a la sociedad que se estableció en la región
y que permitan discutir sus asociaciones con el desempeño económico. Por lo tanto se
mostrará la situación demográfica a nivel nacional y estatal para tener un punto de
comparación con lo acontecido en la microrregión.
Respecto al país, en la última parte del Porfiriato México tuvo una población que
creció de forma lenta pero continua, con una alta natalidad y una mortalidad con
tendencia a la baja,28 situación que se interrumpió con la Revolución Mexicana,
registrando el censo de 1921 pérdidas poblacionales con respecto al llevado a cabo en
1910. Las causas de esta disminución no están solamente en los muertos en batalla,
sino también en la emigración internacional, las epidemias, el hambre, el incremento de
los precios de los alimentos, la escasez de comida, el derrumbamiento de las medidas
de salud pública y los nacimientos que dejaron de suceder por las condiciones de la
época.29

28
G. Cabrera (1993), pp. 12-13; Angélica Reyna (1993). El pensamiento y la política poblacionista
en el México de la primera mitad del siglo XX. En: «El poblamiento de México: una visión
histórico-demográfica. Tomo IV». CONAPO, México, p. 18.
29
G. Cabrera (1993) pp. 19-20; Manuel Ordorica y José Luis Lezama (1993). Consecuencias
demográficas de la Revolución Mexicana. En: «El poblamiento de México: una visión histórico-
demográfica. Tomo IV». CONAPO, México, pp. 37, 46-47, 51-52; Robert McCaa (2003). Missing
millions: the demographic costs of the Mexican Revolution. Mexican Studies/Estudios mexicanos,
Vol. 19, No. 2, Summer, Universidad de California, pp. 367 y 396. Respecto al censo de 1921,
se ha señalado que no contó con la rigurosidad necesaria debido a que las condiciones de la
época dificultaron un correcto levantamiento de información. El principal resultado que arrojó fue
que hubo menos población que en 1910, para calcular esto de mejor manera algunos demógrafos
han realizado aproximaciones de crecimiento con base en los censos de años previos así como
con las estructuras por edad, considerando asimismo las tasas de natalidad y mortalidad (M.
Ordorica y J. L. Lezama, 1993, pp. 39-43). Otro cálculo ha sido a través de la realización de una
proyección inversa basándose en el censo de 1930 (R. McCaa, 2003, pp. 367-378). Aunque
estos demógrafos consideran que se subestimó el número de habitantes en 1921, en los
municipios bajo estudio coinciden el registro de menos habitantes por el censo con algunos datos
descriptivos aportados por los sacerdotes del lugar que expresaron que se estaba perdiendo
población, tanto por la emigración como por las epidemias que existieron hacia finales de la
década de 1910.
41
De esta manera se tuvo un país que venía creciendo poblacionalmente a fines del
Porfiriato, pero que durante la Revolución Mexicana redujo su población. Ante este
escenario, en las décadas siguientes el país procuró generar mejores condiciones para
el desarrollo que favorecieran el aumento de la población, asunto que formó parte de la
política nacional, ya que se consideró que la nación no tenía el suficiente número de
habitantes que sostuvieran un desarrollo económico y que no estaban distribuidos
adecuadamente en el territorio. Para esto se siguió una política que modificara el ritmo
de crecimiento de la población en pos de tener un sustento humano para la generación
de riqueza, por lo que se buscó consolidar la estructura familiar, frenar la emigración,
repatriar a nacionales que habían emigrado y colonizar zonas insuficientemente
pobladas, así como mejorar las condiciones de trabajo y de salud, pues también las
mejoras indirectas como la paz u obras públicas eran factores para el crecimiento.30 Sin
embargo, a pesar de los objetivos oficiales continuaron algunas zonas del país con
pérdidas poblacionales o reducido aumento como es el caso del occidente del país y la
microrregión bajo estudio.
En general, México en los años veinte recuperó la población perdida en los años
diez y continuó su crecimiento en las siguientes décadas hasta llegar a los años sesenta
en que sucedió una explosión o transición demográfica que aumentó drásticamente el
número de mexicanos.31 A raíz de lo mencionado, como se observa en la Gráfica 1, las
décadas de 1920 y 1930 pueden ser identificadas como unos años que estuvieron entre
un periodo de pérdida de población por la Revolución Mexicana (1910-1920) y un periodo
de transición demográfica.

30
A. Reyna (1993) pp. 55-58; M. Ordorica y J. Lezama (1993) p. 37.
31
F. Alba (1993). Crecimiento demográfico y transformación económica, 1930-1970. En: «El
poblamiento de México: una visión histórico-demográfica. Tomo IV». CONAPO, México, p. 76.
42
Fuente: Elaboración con base en INEGI (2009).

En los años veinte y treinta, sucedieron una serie de factores que incidieron en
ese cambio, entre los que se pueden identificar la disminución de la capacidad de
atracción del medio rural, el incremento de la urbanización y la industrialización. Estos
últimos, aunque ya se venían dando desde el siglo XIX, se aceleraron transformando
económicamente al país y lo guiaron hacia una modernización, en la que se fueron
integrando cada vez y con mayor intensidad las localidades en que estaba conformado
México. Estos factores se pueden considerar que están interrelacionados, ya que la
industria instalada en las urbes provocó un foco de atracción para la población de zonas
rurales.32
Con la Reforma Agraria se tuvo como objetivo impulsar la actividad agropecuaria,
pero la población ocupada en ella comenzó a disminuir relativamente en favor del trabajo
industrial y de servicios, a la par que comenzaron a engrosarse las ciudades en parte por
la emigración del campo.33 Este proceso de pérdida del medio rural, tanto en lo

32
Hèléne Rivière D'Arc (1973). Guadalajara y su región: influencias y dificultades de una
metrópoli mexicana. SEP, Sep Setentas 106, México, p. 90; F. Alba (1993) pp. 85; G. Cabrera
(1993) p. 22.
33
F. Alba (1993) pp. 88-89.
43
productivo como en lo poblacional, se observa en la poca capacidad de atracción de la
población desde la Revolución Mexicana, cuando entre más pequeñas eran las
localidades menos población concentraron al final de la fase armada.34 También se nota
la disparidad entre el crecimiento rural y urbano, ya que desde antes del periodo
revolucionario la población con menor dinamismo era la rural y la más dinámica la
urbana, entre 1900-1910 tuvieron débiles incrementos las zonas rurales, en la década
siguiente tasas negativas y en la posterior un ligero aumento, a pesar de que en el campo
estaba distribuida la mayor parte de la población nacional.35 Estos fenómenos de escala
nacional, como se verá posteriormente, también distinguieron a los tres municipios.
Se puede resumir que México entre 1921-1940 venía de una década en que había
perdido población por lo que fue un periodo de recuperación, en la que la mayor parte
de su población vivía en localidades rurales, con una tendencia hacia la disminución en
favor de la población urbana que iba en crecimiento, aunque durante los años treinta
como consecuencia del reparto agrario cardenista, se tuvo un periodo de atracción de
población en el medio rural a nivel nacional, fenómeno que fue débil en Los Altos. Estas
tendencias se manifestaron de manera desigual en el país, como muestra fue el estado
de Jalisco que se comenta a continuación.

1.3 Jalisco: un estado populoso pero con lento crecimiento

Jalisco coincidió con el país por el flujo de población del campo a las ciudades, pero fue
peculiar porque comenzó el siglo XX siendo la entidad federativa más poblada, sin
embargo, al avanzar el mismo fue superado por entidades más atractivas como el Distrito
Federal y Veracruz.36 En las primeras cinco décadas de la centuria referida, Jalisco se
mantuvo debajo del promedio nacional en cuanto a la tasa de crecimiento promedio

34
M. Ordorica y J. Lezama (1993) p. 43.
35
Rural entendida como menos de 5 mil habitantes, siendo en 1921 de 77% y en 1930 74% (M.
Ordorica y J. Lezama, 1993: 42-43), aunque F. Alba dice que era del 66.5% en 1930, debido a
que rural lo entiende como menos de 2,500 habitantes (F. Alba, 1993: 84).
36
G. Cabrera (1993) pp. 15-16; Adrián Aguilar y Boris Graizbord (2001). La distribución espacial
de la población. Concentración y dispersión. En: J. Gómez de León y Cecilia Rabell (coords.) «La
población de México. Tendencias y perspectivas sociodemográficas hacia el siglo XXI». FCE,
CONAPO, México, p. 573.
44
anual, excepto en la década del diez en que perdió población en una porción menor al
país, teniendo la nación un ritmo negativo de -0.5% y el estado -0.13% como se observó
en la pasada Gráfica 1. Esta década que corresponde al periodo armado más agudo de
la Revolución Mexicana, parecería indicar que el conflicto tuvo un menor impacto en
Jalisco que en el país en su conjunto.
Es notable en la Gráfica 2 que durante la década de 1910 Jalisco estuvo dentro
del grupo de entidades federativas que perdieron población, sin embargo, su reducción
no fue tan drástica como en otras entidades en las que la lucha armada fue más intensa,
como Durango y Morelos. Por otro lado, dista del crecimiento que llegaron a tener
entidades como el Distrito Federal. En la Gráfica 3, que corresponde a los crecimientos
de la década de los años veinte, esta situación se modificó, la entidad jalisciense pasó a
tener el cuarto incremento más reducido, mientras algunos estados tuvieron un
importante aumento, como Baja California y el Distrito Federal lo que puede ser un indicio
de un reducido dinamismo económico. En la Gráfica 4, que muestra los crecimientos de
los años treinta, es relevante que la región del centro-occidente de México es donde se
ubican algunos de los ritmos más lentos como lo fue el caso de Guanajuato por ejemplo.
Jalisco, aunque tuvo un crecimiento, no formó parte de las regiones donde fue más
vigoroso como el centro del país y el norte fronterizo.
En la Gráfica 5 se señalan el grupo de entidades federativas que fueron las diez
más pobladas en 1910 y 1940. En esta selección se nota que tres de los estados del
centro-occidente como Jalisco, Michoacán y Guanajuato, registraron un dinamismo más
reducido que otras zonas, como el oriente (Veracruz) y el centro (Distrito Federal, Estado
de México). También es de resaltar que aunque el norte del país tuvo tasas de
crecimiento sorprendentes en la época, como es visible en las Gráficas 3 y 4, no alcanzó
para generar un volumen equiparable al de la zona central de la nación donde el número
de habitantes continuó estando concentrado en una franja que iba desde Jalisco a
Veracruz. Lo que significó que los estados más poblados lo siguieron siendo durante
algunas décadas, a pesar de que redujeron la velocidad en que se reproducían, como la
parte occidental de México que fue perdiendo peso relativo respecto al resto en cuanto
tasas de crecimiento.

45
Fuente: Elaborado con base en Cuadro 6 (ver anexo).

46
MÉXICO 1.72
AGUASCALIENTES 2.53
BAJA CALIFORNIA 8.88
BAJA CALIFORNIA SUR 2.16
CAMPECHE 1.21
COAHUILA 1.23
COLIMA
-4.55
CHIAPAS 2.74
CHIHUAHUA 2.43
DISTRITO FEDERAL 3.68
DURANGO 2.19
GUANAJUATO 1.65
GUERRERO 1.48

Fuente: Elaborado con base en Cuadro 6 (ver anexo).


HIDALGO 1.02
JALISCO 0.61
ESTADO DE MÉXICO 1.34
MICHOACÁN 1.30
MORELOS 2.93
NAYARIT 0.33
NUEVO LEÓN 2.59
OAXACA 1.26
PUEBLA
federativa (1921-1930)

1.38
QUERÉTARO 0.72
QUINTANA ROO -0.38
SAN LUIS POTOSÍ 3.16
SINALOA 1.76
SONORA 1.66
TABASCO 0.74
TAMAULIPAS 2.17
Gráfica 3. Tasa de crecimiento medio anual por entidad

TLAXCALA 1.67
VERACRUZ 2.05
YUCATÁN 0.89
ZACATECAS 2.28
47
Fuente: Elaborado con base en Cuadro 6 (ver anexo).

48
Fuente: Elaborado con base en Cuadro 5 (ver anexo).
Nota: Son once entidades porque San Luis Potosí dejó de estar dentro de las diez más pobladas para 1940 en favor de Guerrero, lo que agregó
una entidad más al grupo.

49
Sin embargo, esta situación de lento incremento poblacional era distinta si
comparamos Guadalajara con el resto del estado. A diferencia del crecimiento de la
ciudad tapatía, las pequeñas ciudades de Jalisco tuvieron estancamiento y reducción
entre 1877 y 1910.1 La capital del estado no tuvo decrementos desde el Porfiriato,
inclusive al inicio del mismo tuvo un crecimiento mayor que el Distrito Federal al tiempo
que se ubicó en el eje comercial Guadalajara-Bajío-México-Veracruz.2 Desde inicios del
Porfiriato, hasta 1940, la capital de Jalisco incrementó al doble la proporción de población
relativa del total estatal, teniendo al 16.2% de los jaliscienses.3 Entre los factores que
pueden explicar la concentración en la capital de Jalisco está la emigración que hubo
hacia la misma, debido a que durante la Revolución Mexicana y Cristera acudieron
pobladores que buscaban protección. Además de que la capital tapatía era un polo
atractivo por su generación de empleos y concentración de servicios.
Jalisco compartía con la región centro-occidental del país, que incluye también a
los estados de Colima, Guanajuato y Michoacán, el rasgo de tener pérdidas de población
y de representatividad a nivel nacional. Estas entidades federativas en conjunto fueron
las que más perdieron población entre 1910-1930 respecto a otras regiones del país,
también hacia 1940 disminuyeron su representación en la República.4 Durante este
periodo se registró la rebelión Cristera que afectó las condiciones para el desarrollo
económico como se verá en el siguiente capítulo. Este comportamiento demográfico fue
similar en los estados vecinos de Nayarit, Michoacán, Colima y Guanajuato, en los que
también se nota que mientras el país aumentó en un 30% su población entre 1910 y
1940, Jalisco lo hizo en cerca de la mitad. Esta situación fue más pronunciada en
Guanajuato y Colima y un poco mejor en Michoacán y Nayarit (ver Cuadro 6).
A pesar de la pérdida de representación en la población nacional, entre 1930 y
1940 Jalisco continuó entre los estados más poblados, junto con Veracruz, Estado de
México, Puebla y el Distrito Federal, entidades que tuvieron el 40% del incremento total

1
Historia de Jalisco (1982) p. 19.
2
L. Unikel et. al. (1978) El desarrollo urbano de México. Diagnóstico e implicaciones futuras. 2ª
edición, El Colegio de México, México, p. 22.
3
Mario Aldana Rendón (1979). Desarrollo económico de Jalisco. 1821-1940. 2ª ed., Instituto de
Estudios Sociales, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, p. 64.
4
F. Alba (1993) p. 84; M. Ordorica y J. Lezama (1993) p. 44.
50
de la población sucedida en el país.5 Estos datos pueden ser contrastantes pues es
observable un estado que va disminuyendo su crecimiento, ubicado en una sección del
país que también lo está efectuando y que es caracterizada por ser expulsora de
población, lo cual se ve reflejado en su lento crecimiento o hasta baja de población, pero
que por contraparte la capital Guadalajara atraía inmigrantes, aunque no con la fuerza
suficiente como para definir al centro-occidente como una zona receptora de población.
Para observar más a detalle estos contrastes, se pueden comparar las regiones
en que se compone Jalisco, según lo planteado en párrafos previos. Al inicio del siglo XX
la región más poblada era el Centro seguida por Los Altos y luego por la del Sur, Sierra-
Costa, Ciénega y Norte. La zona alteña se mantuvo durante la primera mitad del siglo
XX como la segunda región más poblada de la entidad, después de la central, pero cada
vez fue perdiendo más representación en Jalisco, al pasar del 25% del total estatal en
1900 al 19% en 1950, mientras que la región central fue creciendo hasta tener casi 40%
de la población para esta última fecha, cuando en 1900 tenía el 27% (ver Cuadro 9). Las
otras regiones –el Norte, Sierra y Sierra-Costa– también perdieron representatividad en
el estado, siendo solamente la región de la Ciénega la que creció un poco en este rubro
(Ver Cuadro 9).
Aunque Los Altos fueron la segunda región más poblada de Jalisco, presentó uno
de los desempeños menos positivos en la primera mitad del siglo XX, siendo sólo
superada en este renglón por la región Norte. Inclusive durante la primera década y los
años veinte, poseyó el menor aumento de población en comparación con las otras
regiones. Para los años veinte la región alteña tuvo un muy ligero crecimiento de .04%
que fue el menor de las regiones, pero si se formula la tasa entre los censos de 1910 y
1930, hubo un decremento de -0.11% promedio anual. Es decir, durante los periodos
más fuertes de levantamientos armados en Jalisco que fueron la Revolución Mexicana,
la Rebelión Delahuertista (1923-1924) y la Rebelión Cristera (1926-1929) la región alteña
perdió población, y específicamente en los años veinte fue la que tuvo el menor
incremento (ver Cuadro 10). Para los años treinta, Los Altos tuvieron un incremento, pero
estuvo debajo del promedio estatal y nacional, como lo había sido en las décadas
previas, teniendo un mejor desempeño el Centro, Sur y Ciénega.

5
G. Cabrera (1993) pp. 21-22.
51
Así, entre las regiones de Jalisco se pasó de una situación más equilibrada que
existía en 1900, cuando la diferencia entre la región alteña y central era de 18 mil
habitantes a una más pronunciada en 1940 en que la diferencia era de 190 mil
habitantes, producto de tasas de crecimiento muy distintas en ambas, teniendo el Centro
entre dos y tres veces más que Los Altos como se detalla en la siguiente Gráfica 6.

Fuente: Elaboración con base en Cuadro 9 (ver anexo).

1.4 Los tres municipios: «tierra de braceros»

Como se ha leído, los tres municipios seleccionados en este estudio –San Diego de
Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio– pertenecían a una región que estaba
perdiendo relevancia dentro del panorama estatal a pesar de ser la segunda más
poblada. A su vez formaban parte de un estado que era de los más habitados del país
pero que también era uno de los que tenía crecimientos más reducidos, como lo eran
asimismo algunos de los estados vecinos. Este fue el marco con el que se pueden
entender las modificaciones demográficas en la microrregión que se investiga y en el que

52
a continuación se observarán qué similitudes guardaron con estas tendencias más
amplias.
Durante los años veinte y treinta se presentaron dos dinámicas distintas en los
tres municipios tomados en conjunto, una de decremento poblacional en los primeros
años, mientras que en los segundos tuvo un ligero incremento, como se puede observar
en los Cuadros 1 y 3. El decremento que tuvieron en la primera década citada era parte
de una tendencia de pérdida de población, que se venía dando desde finales del siglo
XIX, en la que Unión de San Antonio –que en aquel entonces incluía a San Julián– tuvo
un decremento poblacional. A inicios del siglo XX tuvieron un crecimiento, siendo mayor
en San Diego de Alejandría, pero a partir de la fecha del inicio de la Revolución Mexicana,
hasta veinte años después, tuvieron ritmos negativos. A partir de 1930 en los tres
municipios existió un crecimiento promedio menor a la unidad (ver Gráfica 7).
En la Gráfica 8 se observa claramente el decremento de los años veinte y el lento
crecimiento de los treinta, que hicieron que la población de 1910 en los tres municipios
se recuperara hasta la década de 1960, por lo que podemos hablar de más de 50 años
en que los municipios tardaron en volver a tener los mismos niveles de habitantes,
periodo que fue caracterizado por pérdidas y lento crecimiento, que son los rasgos con
los que se identifican los años veinte y treinta. Esta misma gráfica, nos indica que a partir
de 1910 hubo un declive en la población que alcanzó su nivel más bajo en 1930, cuando
comenzó una lenta recuperación hasta conseguir el nivel de 1910. A esto hay que
agregar que en los censos de 1921, 1930 y 1940 tanto San Julián como San Diego de
Alejandría eran los municipios con menos habitantes de la región de Los Altos, en parte
explicable porque eran de los de menor extensión.
Tomando individualmente a los tres municipios, como es observable en el Cuadro
3, San Diego de Alejandría en los años diez mostró un decremento de -3.47% en su tasa
de crecimiento anual, en los veinte de -2.22% y en la siguiente fue de 0.08%. San Julián
–formado en 1913– tuvo en los veintes una disminución en su tasa anual de -2.10%
mientras que en el decenio siguiente tuvo un aumento promedio de 2.11%. Unión de San
Antonio en los años diez redujo su tasa en -0.73%, en la década siguiente en -1.70% y
en los treinta tuvo un incremento en 0.64%, inclusive en los años cuarenta tuvo
crecimiento negativo de -0.27%. Estas cifras muestran una similitud en los años diez y

53
veinte de pérdidas, pero señalan que en el municipio de San Julián en los años treinta
se operó un crecimiento que lo distinguió del lento aumento poblacional de sus vecinos
y que hizo que tuviera una recuperación más pronta que la de los otros dos municipios,
al haber registrado en el censo de 1940 una población mayor que la de 1921 (año en
que apareció en los censos por primera vez como municipio) mientras que San Diego de
Alejandría lo hizo en los años cincuenta y Unión de San Antonio en los sesenta. Quizá
debido a un retorno de los habitantes que trasladaron su residencia con la rebelión
Cristera.

Fuente: Elaboración con base en Cuadro 3.

54
Fuente: Elaboración con base en Cuadro 1 (ver anexos).

Si se comparan los crecimientos de los años veinte y treinta de San Diego de


Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio con los municipios con que colindan en el
mismo estado de Jalisco, que son Arandas, San Miguel el Alto, San Juan de los Lagos y
Lagos de Moreno, se observa que en la primera década citada tuvieron un
comportamiento similar de pérdida de población como San Miguel el Alto y lento
crecimiento como Arandas y Lagos de Moreno, mientras que San Juan de los Lagos
sorprendió con un crecimiento de 4.34%, quizá porque concentró habitantes durante la
rebelión Cristera, que buscaron protección. En la siguiente década también registraron
poco dinamismo, exceptuando el municipio sanmiguelense que fue parecido a San Julián
en haber tenido un crecimiento de alrededor 2%. Efectuando un promedio entre los
municipios vecinos en los años veinte tuvieron un 1.18% de crecimiento, que resalta por
el caso sanjuanense por la razón citada. En la década del treinta, todos estos municipios
presentaron en promedio crecimientos similares (ver Gráficas 9 y 10 y Cuadro 8 en
anexos).

55
Haciendo un comparativo para los dos decenios bajo estudio entre los niveles
geográficos manejados en este estudio, durante los años veinte el estado de Jalisco tuvo
una tasa de crecimiento menor a la media nacional, como se observa en la Gráfica 9,
que a su vez Los Altos tuvieron una tasa de crecimiento menor a la estatal y que los tres
municipios en conjunto tuvieron cifras menores respecto a la región (ver Cuadro 10). Lo
anterior nos permite identificar a los tres municipios dentro de una zona geográfica del
país que también tenía una lenta recuperación. Inclusive la situación era más drástica,
pues si estaban en un estado que crecía lentamente, los municipios lo hacían a su vez
más lento que la región, que la entidad y el país. En la década de los treinta, se mantuvo
esta situación de disparidad entre los ritmos microrregionales con los de la región, estado
y país, como se observa en la Gráfica 10, aunque se tuvo una severidad menor.

Fuente: Elaboración con base en Cuadro 10.

56
Fuente: Elaboración con base en Cuadro 10.

Uno de los rasgos por los que se acusan las diferencias es por el papel de la
emigración, tanto a nivel intermunicipal, interestatal como internacional que hicieron que
los tres municipios pudieran identificarse como expulsores de población, como lo fue el
centro-occidente del país a lo largo del siglo XX. Algunas de las regiones de esta porción
nacional a principios de la centuria ya destacaban por ser lugares de emigrantes,
característica que se mantuvo en décadas posteriores, de entre ellas destacaron Los
Altos de Jalisco que para los años setenta estaba entre las siete regiones en el occidente
de México con mayor emigración hacia los Estados Unidos de América.6
Respecto a la emigración internacional, la principal es la que se dirigió hacia el
país vecino del norte, la cual venía efectuándose en México desde antes de la Revolución
Mexicana, y durante la misma aumentó, debido a los trastornos políticos y económicos,
que se combinaron con el crecimiento agrícola en el oeste del país vecino que demandó
trabajadores. Los estados de la República Mexicana que más aportaron migrantes fueron

6
Manuel Gamio (1991 [1930]). Capítulo 1. Número, procedencia y distribución geográfica de los
inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. En: Jorge Durand (comp.) «Migración México-
Estados Unidos». Años veinte. 1991, CONACULTA, p. 32; P. Taylor (1991 [1933]) p. 177; W. W.
Winnie Jr. (1984) p. 72, 122.
57
Guanajuato, Jalisco y Michoacán, que abarcaron poco más de las dos quintas partes de
la emigración durante el periodo revolucionario, según lo documentó Manuel Gamio.7
Los Altos destacaron por la porción de población que cambió de residencia a la nación
del norte. En 1910, el 17.31% de los mexicanos que pasaron hacia Estados Unidos de
América por Chihuahua eran de Jalisco, en especial de las regiones de Los Altos y del
Norte.8 En el caso del municipio vecino de Arandas, desde inicios del siglo XX existieron
personas que emigraron a Estados Unidos de América y a partir de 1914 incrementaron
su número por lo atractivo que representó trabajar en el citado país.9
En los años veinte continuaron las emigraciones con algunos altibajos, la región
occidente del país fue la que más aportó emigrantes a Estados Unidos destacándose
Jalisco, al haber sido la tercera entidad en cuanto a su volumen, según Gamio, y la
primera en la región Chicago-Calumet.10 En particular Los Altos de Jalisco, El Bajío y las
zonas aledañas al río Lerma fueron las regiones con mayor expulsión de población hacia
la nación vecina del norte.11 Así fue en especial durante la rebelión Cristera en la que
cambiaron de residencia alrededor de 1,200 personas en Arandas entre 1926-1928, sin
embargo con la crisis internacional del siguiente año se redujo el flujo de emigrantes.12
En los tres municipios sucedió algo similar, hubo emigración a los Estados Unidos
de América desde los años diez y continuó en los años siguientes hasta que se redujo
tras la repatriación de mexicanos que realizó el mencionado país a partir de la crisis de
1929.13 En 1923 el cura de San Diego de Alejandría reafirmó lo anterior:

7
M. Ordorica y J. Lezama (1993) pp. 45-46.
8
Historia de Jalisco (1982) p. 119.
9
P. Taylor (1991 [1933]) pp. 177-183.
10
Manuel Gamio (1991) p. 32; Humberto González (1985). Las migraciones a los Estados Unidos
en el Occidente de México 1880-1935. En: Sergio Alcántara Ferrer y Enrique Sánchez Ruiz
(comps.) «Desarrollo rural en Jalisco: contradicciones y perspectivas.» El Colegio de Jalisco,
Conacyt, Guadalajara (México), Cuadro 1; Julia Grace Darling Young (2009). Mexican emigration
during the Cristero war, 1926-1929. [Tesis] The University of Chicago, Chicago (Estados Unidos),
p. 35. Para el año 2000 continuó el centro-occidente aportando el principal número de migrantes
(CONAPO, Regiones de origen y destino de la migración México-Estados Unidos
http://www.conapo.gob.mx/work/models/CONAPO/ intensidad _migratoria/pdf/Regiones.pdf [en
línea] [recuperado 30 de abril de 2014].
11
J. Young (2009) p. 37.
12
P. Taylor (1991 [1933]) pp. 177-183.
13
Sobre emigración en Unión de San Antonio en la década de 1910: Lic. Alfredo Moreno,
comunicación personal, 5 de agosto de 2014 (El entrevistado nació en 1929 en la cabecera
municipal de Unión de San Antonio, su padre fue emigrante a los Estados Unidos en los años
58
Actualmente la mayor parte de los Señores de la clase distinguida
y de la clase humilde en número más crecido han emigrado a E.
U. en busca de Fortuna, hice todo empeño o trabajé en el sentido
de convencerlos, de que son más los males que se siguen de su
determinación que los bienes que puedan sacar con irse fuera de
su Patria. Al ver su resolución decidida, les he recomendado eviten
los peligros de perversión o pérdida de su fe.14
Es decir, se alentaba la permanencia en alternativas laborales que no eran las más
satisfactorias en vez de buscar una mejor posibilidad en otro sitio. A nivel nacional este
fenómeno se comenzó a ver como un problema, pues se consideró que provocaba el
inconveniente de debilitar algunas zonas del país, por disminuir la cantidad de fuerza
laboral, llegando en algunos periodos a fomentarse la repatriación como con la Ley de
Migración de 1930 y la Ley General de Población de 1936.15 Pero continuó el traslado
de habitantes por lo que para el año de 1940 pasaron poco menos de 400 mil mexicanos
a Estados Unidos.16 Para 1935 un grupo de profesores que realizó un estudio en Los
Altos expresaron que «casi el 90% de los hombres adultos de Los Altos han vivido
temporadas de diversa duración en los Estados Unidos del Norte. En todas partes se
encuentra uno gente que habla el idioma inglés», aunque la cifra parece elevada muestra
que era un fenómeno recurrente.17 Durante los años cuarenta del Programa Bracero
(1942-1964), tanto Jalisco como Guanajuato y Michoacán ocuparon los primeros sitios
en la aportación de emigrantes junto con el Distrito Federal, Zacatecas, San Luis Potosí
y Aguascalientes.18

diez y administrador de correos en el municipio posteriormente, su madre fue maestra y


administradora de correos). También en la revisión exploratoria de los libros de registro
eclesiástico se encuentran casos en que reportan haber nacido o emigrado durante la época.
Sobre repatriación ver Dirección General de Estadística DGE (1939). México en cifras 1938.
Secretaría de la Economía Nacional, Dirección General de Estadística, México, Lámina 5.
14
Informe del cura José González al arzobispo, 30 de agosto de 1923 (AHAG- Sección Gobierno,
Serie Parroquias, Unión de San Antonio, Caja 3).
15
A. Reyna (1993) pp. 64-66; G. Cabrera (1993) p. 20.
16
F. Alba (1993) p. 80.
17
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-C43-
Exp. 1079 Legajo 4).
18
Guillermo Martínez (2007 [1948]). Los braceros. Experiencias que deben aprovecharse. En:
Jorge Durand (comp.) «Braceros. Las miradas mexicana y estadounidense. Antología (1945-
59
Esta emigración internacional se combinó con la que se hacía al interior del país.
A inicios del siglo XX un grupo de trabajadores de San Diego de Alejandría se fueron a
trabajar a Tamaulipas y algunos de ellos después lo hicieron a los Estados Unidos de
América. Estos traslados sucedían a su vez en los municipios vecinos, en 1904 se fueron
ocho familias de San Julián a un municipio del sur de Jalisco por invitación de un
sacerdote y factiblemente hubo otras que hicieron que en 1910 el párroco de San Julián,
Narciso Elizondo, se quejara de que su parroquia podría desaparecer por el descenso
de sus feligreses, en parte por la emigración provocada por las malas cosechas, lo que
identificó a la parroquia como «tierra de braceros». En 1917, el cura de San Diego de
Alejandría apuntó que las asociaciones piadosas del lugar se conservaban «no obstante
el desequilibrio que han sufrido con la citada emigración y peripecias de la época».19
Esto muestra que ya había signos de preocupación antes de la década en la que más se
perdieron habitantes que fueron los años veinte. Otras emigraciones interestatales
fueron las de algunos habitantes de San Julián que acudieron a la región de La Laguna
y a su vez la de algunos alteños que se instalaron en la Ciudad de México donde se
dedicaron a la producción de leche.20 Esto formaba parte de las tendencias nacionales,
pues a partir de 1921 el norte del país y el Distrito Federal fueron las principales zonas
que atrajeron población.21
En este rubro la que más sobresalió fue la que se realizó hacia las ciudades
occidentales de El Bajío guanajuatense. «León es Jalisco» expresó una informante para
referir el volumen de personas de esta última entidad que se habían trasladado a la
ciudad abajeña. Especialmente se ha hecho referencia a que sucedió durante la rebelión

1964)». Senado de la República LX Legislatura, Universidad Autónoma de Zacatecas, Miguel


Ángel Porrúa, México, p. 239.
19
Informe del primer cuatrimestre de 1917 al vicario general Manuel Alvarado del párroco
Dionisio María Gómez, mayo de 1917 (AHAG-Sección Gobierno, Serie Parroquias, San Diego
de Alejandría, Caja 2); Moisés González Navarro (2000). Cristeros y agraristas en Jalisco Tomo
I. México, El Colegio de México, pp. 89-90; D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 260; Moreno García
(2004). Llegada de las familias “Moreno García” de San Julián a Unión de Tula. Edición del autor.
Estas familias les llamaban «los israelitas» pues les decían que los llevaban a la tierra prometida.
20
L. González R. (2003) p. 147; Lic. Alfredo Moreno González (n. 1929), comunicación personal,
5 de agosto de 2014.
21
F. Alba (1993) pp. 79 y 83; G. Cabrera (1993) pp. 21-22.
60
Cristera.22 Ello es visible en las distintas tasas de crecimiento entre la microrregión y los
municipios guanajuatenses más próximos, que son León, Purísima del Rincón y San
Francisco del Rincón, con los que se tuvo una fuerte relación económica y migratoria. En
los años veinte los tres municipios guanajuatenses expresados tuvieron una tasa de
crecimiento de 2.64%, 1.25% y 2.08% respectivamente, cuando los tres municipios bajo
estudio tuvieron decrementos de alrededor -2.00%. Esta diferencia entre los municipios
jaliscienses y los guanajuatenses no fue tan pronunciada en los periodos previos de
1900-1910 y 1910-1921, ni en la posterior de 1930-1940. Esta divergencia en la década
de los veinte puede sugerir un impacto mayor de la rebelión Cristera en Los Altos, que
contribuyó en aumentar el ritmo de crecimiento de los municipios referidos de El Bajío,
pues algunos alteños buscaban seguridad en sus ciudades. Una vez reducido el conflicto
en los años treinta se volvió al ritmo lento de crecimiento que llevaban previamente (ver
Cuadro 8).
Se puede considerar que los habitantes de los tres municipios se fueron a algunas
de las ciudades vecinas del estado de Guanajuato o dentro del mismo estado de Jalisco
hacia la capital Guadalajara o poblados mayores como Lagos de Moreno, en una
tendencia en la que buscaron una seguridad. Otra razón para agregar es que también
las ciudades estaban siendo más atractivas para vivir en la época. En 1932, el cura de
San Julián afirmó que en la ciudad de León habitaban 400 familias de su parroquia,23
una cifra con la que hay que ser prudentes, pues puede ser una exageración del
sacerdote, pero apunta a un movimiento poblacional hacia los municipios de Guanajuato.
El volumen de migración puede ser minúsculo comparado con el incremento que tuvo
León en los años veinte, pero es significativo proporcionalmente respecto a las
municipalidades estudiadas. En la época, en la ciudad leonesa los matrimonios formados

22
María del Refugio Pérez González, comunicación personal, 12 de agosto de 2014 (La
entrevistada nació en 1929 en la cabecera municipal de Unión de San Antonio. Desciende por
ambas líneas de familias que fueron propietarias de predios en el citado municipio y en San
Julián); Lic. Alfredo Moreno González (n. 1929), comunicación personal, 5 de agosto de 2014; A.
Fábregas (1986) p. 31; Consuelo Díaz (1990). Los Altos de Jalisco: Transformación de una región
(1940-1980). En: En: Jorge Alonso y Juan García de Quevedo (coords.). «Política y región: los
Altos de Jalisco», Ciesas, Cuadernos de la Casa Chata No. 171, México, p. 39; R. García (2011)
p. 20.
23
L. González R. (2014) p. 467.
61
por integrantes foráneos pasaron de la cuarta parte a la mitad del total de los realizados,24
quizá algunos de ellos tenían origen en la microrregión por lo dicho por el sacerdote.
A partir de lo mencionado se puede identificar al centro-occidente del país como
una de las principales regiones de origen de los emigrantes hacia Estados Unidos, dentro
de esta área destacaron por su participación Los Altos de Jalisco, que tenían canales de
migración desde inicios del siglo XX hacia el país del norte. También existió migración
interestatal e intermunicipal, hacia ciudades como León, Guadalajara y Lagos de
Moreno, que a pesar de que también tenían una dinámica de crecimiento reducido,
funcionaron como ciudades-refugio o ciudades-trampolín en espera de emigrar a zonas
más prósperas y en algunos casos como una opción para una residencia definitiva. El
nivel de migración llegó a preocupar a algunas autoridades locales que veían en el
fenómeno la pérdida del sustento del orden local. Estos cambios no sólo correspondieron
a condiciones del lugar y al polo de atracción ejercido por las ciudades, sino también al
contexto político de la época que se caracterizó porque en Los Altos hubo evidencias de
oposición a algunas directrices oficiales lo que generó inestabilidad en la región, lo que
se desarrollará en el Capítulo 2, pero primeramente se observará la distribución territorial
de la población en el siguiente apartado.

1.5 Los ranchos en la microrregión

En la sección previa se identificaron en líneas generales cómo hacia finales de los años
veinte y principios de los treinta se tuvieron en los tres municipios el número de
habitantes más bajo de todo el siglo XX, resultado de ritmos de crecimientos negativos
en algunos periodos y lentos en otros, característica que compartía con la región de Los
Altos y el estado de Jalisco. Una vez apuntado esto es necesario ubicar la distribución
de la población en el espacio para reconocer cómo era habitado. Esto con el afán de
contribuir a responder la pregunta central de la investigación sobre ¿Cuáles fueron los
factores económicos y sociopolíticos que contribuyeron a un lento crecimiento
demográfico en los tres municipios durante los años veinte y treinta del siglo XX? En

24
J. Meyer (2010) p. 293.
62
específico, observar si el lento crecimiento tuvo alguna relación con las formas de
residencia como pudieron ser el rancho o el pueblo o el ser rural o urbano.
Un rasgo es que la mayoría de la población habitaba fuera de la cabecera
municipal en el área rural en un momento en que había una tendencia nacional e
internacional hacia el poblamiento de zonas urbanas. La transformación del país de rural
a urbano es uno de los cambios demográficos más notables del siglo XX en México y el
mundo, un fenómeno que se ha tildado como «desruralización» o «éxodo rural». Este
fenómeno está relacionado con la aceleración de la instalación de industrias
principalmente en las ciudades, lo que generó un polo de atracción para la población de
otras localidades, entre ellas las rurales. Así, por ejemplo, la ciudad de Guadalajara se
robusteció a partir de la migración rural atraída por el sector fabril.25 Las décadas de 1920
y 1930 fueron parte de ese tránsito de pérdida de población rural e incremento de la
urbana, ya que si al iniciar el siglo el 71% de los mexicanos vivían en localidades rurales,
hacia 1940 se redujo a un 65%.26
Teniendo en cuenta que a partir de 2,500 habitantes una localidad puede ser
considerada como urbana,27 en el caso de la microrregión el 100% de sus localidades se
pueden definir como rurales durante el periodo de estudio, incluyendo las cabeceras.
Pero si se considera a la cabecera municipal como poseedora de un grado de
urbanización mayor por ser la localidad más poblada y por ser un centro para realizar
actividades comerciales, religiosas, educativas, entre otras, que la distingue del resto de
las localidades que son más rurales, es notable que de 1910 a 1940 hubo cambios en
números absolutos pero no hubo diferencias significativas en cuanto a la porción de
población que habitó en la cabecera, siendo casi igual la habida entre 1910 y 1940 para
San Diego de Alejandría (de 26% a 25%) y San Julián (39% en 1910 y 1940), teniendo
ambos municipios un descenso en 1930. En Unión de San Antonio fue distinto pues se
pasó de un 8% a 19% entre 1910 y 1940. Estas diferencias son visibles si se tienen en
cuenta los números absolutos como se observa en la siguiente Gráfica 11: San Diego de
Alejandría registró en 1910 a 2,300 habitantes en la cabecera que se fueron reduciendo
en 1921 y en 1930, documentándose una caída drástica en ese año de menos de la

25
G. Cabrera (1993) p. 22.
26
INEGI (2009). Estadísticas históricas de México. INEGI, Aguascalientes (México), Cuadro 1.16.
27
F. Alba (1993) p. 84.
63
mitad de los existentes en 1910, que para 1940 todavía no se recuperaba. San Julián
rondó entre los 1,500 y 1,800 habitantes para esos años y en Unión de San Antonio fue
incrementándose lentamente en cada periodo censal. Esto nos señala un
comportamiento distinto en cada municipio, en el sandieguense hubo pérdida de
población tanto del campo como la ciudad en la década del diez y del veinte, con un lento
crecimiento posterior; en el sanjulianense la inmovilidad en el periodo señala que fue el
campo en donde se registraron las pérdidas poblacionales; esto mismo sucedió en el
unionense donde la cabecera fue incrementando su volumen, en un movimiento en que
quizá algunos habitantes buscaban más bienestar en el pueblo. Otra diferencia entre los
municipios es el tamaño de las porciones, pues San Julián tiene una mayor parte de sus
residentes en el poblado comparado con los otros dos municipios, quizá debido a que
tiene una extensión menor que facilitaba el vivir en el pueblo y trabajar en los ranchos
(ver Cuadro 12 y 14).

Fuente: Con base en Cuadro 12.

64
Como se ha mencionado, los tres municipios pueden ser considerados como
localidades rurales, lo cual no es ninguna novedad en un país en la que predominaba
este rasgo, pero es importante señalar lo particular que tenían éstos respecto a la
categoría de sus localidades. Para 1940 la mayor parte de las localidades del municipio
de San Diego de Alejandría poseían el rango de rancho (78 de 83) y el resto se componía
de un pueblo, que era la cabecera municipal, y cuatro haciendas. San Julián tenía la
característica de que fuera del pueblo, el resto eran ranchos, es decir, estaban ausentes
el resto de las formas agrarias como los ejidos y las haciendas. En 1917 era uno de los
18 municipios de Jalisco que no contaba con esta última forma agraria. Por su parte,
Unión de San Antonio tenía tipos más variados, poseía en ese año una villa (la cabecera
municipal), 21 congregaciones, 11 haciendas, 139 ranchos, 1 estación de ferrocarril y 12
comunidades. Si se considera a las tres municipalidades, se observa que las localidades
tipo rancho son la mayoría, algo que caracteriza a la región. Los ranchos tuvieron un
decremento en su número entre los años de 1910 y 1921, pero se volvieron a incrementar
para 1930 y 1940 (ver cuadro 11).28

28
L. González R. (2003) p. 133; Como lo indica en una obra posterior la Dirección General de
Estadística “Las categorías políticas de las localidades (…), no obedecen, en lo general a
determinadas características demográficas, económicas, sociales, urbanísticas, etc., tal como
debía ser. Son contadas las Entidades Federativas del país que tienen una legislación en la cual
se establecen normas para fijar la categoría política de sus localidades” (DGE, 1960). Pero se
puede hacer un acotamiento de cada una de ellas. Algunas varían según las regiones y proceden
de una nomenclatura colonial como lo son las de villa y pueblo, que se diferencian en “una escala
de dignidad”, es decir, tienen un grado de urbanización, un documento o tradición que los avala
como villa. La hacienda es una unidad rural que cuenta con mayor capacidad productiva y de
infraestructura que un rancho, el cual puede ser en los censos “una propiedad explotada por una
familia” o “un grupo de hombres con sus familias, que viven en un lugar sin estatuto” (François-
Xavier Guerra, 1995, México: del Antiguo Régimen a la Revolución. Tomo II. 3ª reimp. de la 2ª
ed., FCE, México, pp. 179, 483). La estación de ferrocarril cuenta obviamente con tal servicio de
comunicación. Por “comunidades” puede referirse a aquellas que estaban organizadas o en vías
de organización para obtener un ejido, ya que algunas que aparecen como tales posteriormente
serían ejidos, o también las que ya lo habían obtenido. La “congregación” es aquella localidad
con algún elemento que indica un grado mayor de poblamiento rural como lo puede ser el número
de habitantes, de viviendas o el tener servicios como el de un templo. Fábregas señaló que las
congregaciones “eran también una modalidad del sistema de pequeña propiedad, pues se daba
ese nombre a un conjunto de pequeños ranchos cercanos entre sí, que juntos adoptaban
generalmente el nombre de algún santo, que venía a ser el patrono de dicha congregación”
(1979, p. 123). Mientras que Guerra señala que eran pueblos de menor importancia (1995: 480).
La pequeña propiedad estaría entones en el rancho y la congregación, aunque sus residentes
podrían estar allí, en el pueblo o en la villa.
65
Para este último año, la mayoría de la población de los tres municipios vivía en
localidades catalogadas como ranchos (46.7%); le seguían las cabeceras (24.8%, que
incluye pueblos y villa), después las congregaciones (10%), las comunidades (8.6%), las
haciendas (6.9%) y la estación de ferrocarril (0.78%) (ver Cuadro 13). Estas cifras
contrastan con los porcentajes de Jalisco respecto a los ranchos, pues 25.5% de los
jaliscienses vivían en este tipo de localidad, lo que era una porción menor en casi la mitad
que en los municipios. Las haciendas, pueblos y villas abarcaron un porcentaje similar
entre la entidad y las tres municipalidades. Las congregaciones fueron ligeramente
menores. La categoría que hace un balance distinto es la de ciudades, que abarcaron el
26.7%, ya que los tres municipios no cuentan con ella. Para compensar esto y ejercer
una mejor comparación, se pueden considerar como cabeceras a los pueblos, villas y
ciudades, lo que hizo que en Jalisco vivieran 54.1% en cabeceras y que contrastó con
los tres municipios en los que vivían solamente el 24.8% en estas formas, es decir, tenían
una ruralidad mayor que el promedio estatal (ver Gráfica 12).

Fuente: Elaborado con base en Cuadro 12 y Cuadro 13.

En promedio, en San Diego de Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio la


unidad más pequeña era el rancho en cuanto a su media de habitante por localidad

66
[hab/loc], teniendo 36.4 hab/loc; le seguía la hacienda con 98 hab/loc; luego las
congregaciones, con 100.7 hab/loc; las comunidades, con 151.5 hab/loc; la estación de
ferrocarril, con 165 hab/loc; y después los pueblos y villas. Esto es de relevancia, pues
se puede hacer un aproximado del número de familias por localidad y tener un tipo
representativo de unidad productiva. Tomando por ejemplo el rancho y el promedio de 5
integrantes por familia que era el más frecuente en Jalisco en 1930,29 se tiene que en
cada rancho habitaban siete familias (ver Cuadro 13). Esto nos señala la problemática
de la división de la tierra: si se heredaba a todos los miembros se fraccionaría hasta
hacerla improductiva. También apunta las relaciones jerárquicas que había para
organizar la producción, pues no todos podían acceder a la tierra ya que todavía no
heredaban y tenían que emplearse como peones o participar como medieros. Indica a
su vez la presión para acceder a un predio y que la emigración funcionó como una válvula
de escape para las personas que no podían acceder al recurso, mientras que permitía
que los que se quedaban residiendo pudieran mantener en funcionamiento la unidad
productiva.
Esta información se completa con la densidad de población según se muestra en
el Cuadro 2 ya que puede funcionar como un indicador de accesibilidad a la tierra en la
que más densidad refiere más habitantes sobre un espacio. Para 1940 en San Diego de
Alejandría la densidad era de 15 hab/km2, en San Julián de 19.9 hab/km2 y en Unión de
San Antonio de 15.6 hab/km2. Estas densidades son similares a las de Jalisco (17.58
hab/km2) –excepto San Julián que es mayor– y son superiores a las del país (9.98
hab/km2). Con lo anterior se puede decir que el municipio con más ranchos era el más
denso, a su vez que era el más pequeño, lo cual podría entenderse como que había una
mayor presión sobre la tierra entre los pobladores. Esta situación se retomará en el
Capítulo 3 para complementar esta idea una vez que se describan las ocupaciones de
los pobladores.

29
Dirección General de Estadística [DGE] Censo de Población de 1930. México.
67
1.6 Una sociedad ranchera alteña

Como se refirió previamente, la población de la microrregión estaba distribuida


principalmente en ranchos en una proporción mayor a la que existía en el estado de
Jalisco, lo cual definió a la zona como una en la que abundaban los mismos, por esta
razón es necesario encontrar sus particularidades, que es lo que se referirá a
continuación.
En términos generales, la estructura agraria en lo que hoy es el territorio mexicano
se ha dividido desde el siglo XVI a la primera mitad del siglo XX en tres tipos que son la
hacienda, la comunidad campesina (que incluye a la indígena y al ejido) y el rancho.30
Estas categorías se consideran insuficientes, pues en los estudios empíricos residen
casos que no entran adecuadamente en ellas, además de que su contenido cambia
sustancialmente con el tiempo y el lugar.31 El rancho aparece definido en relación con
las otras dos, como un área que no alcanza un rango de hacienda por ser de menor
extensión, pero cuya organización no corresponde a la de la comunidad campesina o el
ejido, por ser más individualista.
Sin embargo, a pesar de la existencia de una variedad de formas agrarias
identificables como «rancho», se pueden tener algunos consensos en torno a qué se
puede determinar como tal, como en la siguiente síntesis:
Los ranchos eran unidades productivas de menor tamaño, que
podían ser dependientes de las grandes haciendas que los
arrendaban; o bien, independientes de su control, y pertenecer a
pequeños propietarios. La tierra era trabajada por el ranchero y su
familia; en ocasiones se empleaba trabajo eventual. El ranchero
ocupaba una posición intermedia entre la masa de peones
desposeídos y la pequeña elite de hacendados. Existían regiones
donde predominaban los ranchos, sobre todo en las zonas
montañosas, densamente pobladas, del centro de México. Los

30
Enrique Semo (1988). Hacendados, campesinos y rancheros. En: E. Semo (coord.), «Historia
de la cuestión agraria mexicana. 1. El siglo de la hacienda 1800-1900». Siglo XXI editores,
CEHAM, México, p. 87.
31
E. Semo (1988) p. 89.
68
rancheros administraban en forma directa sus tierras y
participaban activamente en el comercio local e, incluso, en el
procesamiento de los productos agrícolas que cultivaban. Las
dimensiones de los ranchos, aun los grandes, tendían a ser
menores que las haciendas.32
Su origen se detecta en la época colonial a partir del otorgamiento de tierras a soldados,
colonizadores y primeros habitantes de los poblados recién fundados, las cuales
contaban con una extensión menor respecto a otras grandes concesiones como lo fueron
las estancias o sitios de ganado mayor.33 Eran pequeños propietarios, generalmente
mestizos, que trabajaban la tierra con su familia, y si eran prósperos empleaban a
trabajadores. Estos predios los heredaban a sus sucesores, lo que disminuía con el
tiempo la extensión de los mismos.34 Junto a estos pequeños propietarios se fueron
asimilando otro grupo que eran los arrendatarios de tierras, y ya a fines del siglo XVIII no
había mucha diferencia en cuanto a riqueza o posición social entre un arrendatario
agricultor y un pequeño propietario. El acceso a la tierra, ya sea por compra o
arrendamiento, además de las porciones originales otorgadas, fue a expensas de la
hacienda, dentro de la cual ocuparon algunas áreas que ésta tenía sin producir.35 Así, se
incluyó en una misma categoría a individuos con distinto nivel de prosperidad y
capacidad productiva, en la que el ranchero era productor de ganado mayor y menor y
agricultor, sin atenerse a una sola línea económica.36

32
Esperanza Fujigaki (2004). La agricultura, siglos XVI al XX. En: Enrique Semo (coord.)
«Historia económica de México. 9». UNAM, Océano, México, pp. 32-33.
33
D. Brading (1988) p. 125; Carlos Alba (1983). División de la propiedad sin reforma agraria: la
formación de los ranchos alteños. Encuentro, Vol. 1, núm. 1, El Colegio de Jalisco, Zapopan
(México).
34
George McCutchen McBride (1993 [1923]). Los sistemas de propiedad rural en México. En:
George McCutchen McBride y Marco Antonio Durán «Dos interpretaciones del campo
mexicano», CONACULTA, México, p. 126; David Brading (1992). El ranchero mexicano:
campesinos y pequeños propietarios. En: Ávila Palafox, Ricardo, Carlos Martínez Assad y Jean
Meyer (coords.) «Las formas y las políticas del dominio agrario. Homenaje a François Chevalier».
Universidad de Guadalajara, Guadalajara (México), pp. 99, 104.
35
G. McBride (1993 [1923]) pp. 126, 137; D. Brading (1988) pp. 56, 99-104, 126, 261; D. Brading
(1992) p. 104.
36
Luis González y González (1997). Del hombre a caballo y la cultura ranchera. En: «La
Querencia. Obras completas de Luis González y González, Tomo X», Editorial Clío, México, p.
319; M. Blanco (1998). El movimiento revolucionario en Guanajuato, 1910-1913. Ediciones La
Rana, Guanajuato (México), p. 37.
69
Fue en el siglo XIX donde el número de ranchos tuvieron un crecimiento notable
en el país, aunque dicha centuria se ha denominado como el siglo de las haciendas,
también se puede catalogar como el siglo de los ranchos, ya que hubo un incremento de
los mismos por una mayor división de la tierra, como parte de un aumento poblacional
que hizo repartir este recurso entre más miembros de las familias, así como la existencia
de algunas leyes que contribuyeron al acceso privado a la misma, como lo fueron las
leyes de reforma y algunas porfiristas, lo que hizo que el rancho fuera más acorde a esta
forma de tenencia privada de perfil liberal.37 En la Gráfica 13 que se muestra a
continuación, es notable el aumento drástico que hubo desde mediados del siglo XIX
hasta 1910, en que se incrementaron a nivel nacional en poco más del doble el número
de localidades identificadas como tales (2.2 veces a nivel nacional y 1.7 a nivel estatal).
El aumento posterior fue menor, entre 1910-1930 se amplió su número en un 11.05% en
el país y un 0.91% en la entidad. En la década de los treinta hubo un notable aumento
respecto a la previa de 50.8% y 27.26% respectivamente quizá por la reforma agraria
que aceleró la división da la tierra para evitar expropiaciones (Ver Cuadro 19).38

37
E. Semo (1988) p. 87; G. McBride (1993 [1923]) pp. 131-132; Herón Pérez (1994). El vocablo
rancho y sus derivados: génesis, evolución y usos. En: Esteban Barragán et. al. «Rancheros y
sociedades rancheras», El Colegio de Michoacán, CEMCA, ORSTOM, Zamora (México), p. 45;
Mónica Blanco (1998). El movimiento revolucionario en Guanajuato, 1910-1913. Ediciones La
Rana, Guanajuato (México), p. 39; Jesús Gómez Serrano (1998). Ciénega de Mata. Desarrollo y
ocaso de la propiedad vinculada en México. Universidad Autónoma de Aguascalientes, El
Colegio de Jalisco, México, citando a F. X. Guerra, p. 187.
38
Jean Meyer señala que el aumento en las cifras de las localidades son imprecisas, pero que
independientemente de esto no niegan la multiplicación de los ranchos (Jean Meyer, 1986,
Haciendas y ranhos, peones y campesinos en el Porfiriato. Algunas falacias estadísticas. Historia
mexicana, Vol. XXXV, Núm. 3, p. 500).
70
Fuente: con base en Cuadro 18.

En el mismo gráfico se puede comparar el aumento de los ranchos en el estado


de Jalisco con el del país. Es de notar que México registró un aumento más veloz que el
estado, ya que consiguió duplicar su número hacia mediados de la centuria mientras que
la entidad jalisciense lo hizo hasta fines de la misma. Lo mismo ocurrió entre los años de
1910 y 1940, en el que la nación aumentó en una proporción dos veces más que Jalisco,
sin embargo, ésta era la entidad con mayor número de ranchos en el país.39 Esta
preponderancia, junto con la diferencia entre los dinamismos nacionales y estatales,
refuerza la idea de que en Jalisco ya existía una tradición más larga de división de la
tierra y que ésta se encontraba repartida por una dinámica propia cuando el proyecto
revolucionario intentó repartirla desde el Estado.40 También se puede notar en la gráfica
que el número de ranchos a nivel estatal y nacional era similar a inicios del siglo XIX, es
decir, de los ranchos del país la inmensa mayoría estaban en Jalisco. Al avanzar el siglo
fue disminuyendo el porcentaje jalisciense, porque se intensificó un proceso de división
de la tierra en otras zonas de México, aunque Jalisco siguió teniendo primacía, y mientras

39
Tanto en 1810 como en 1910 (G. McBride, (1993 [1923]) pp. 129, 138). En 1923 era el estado
con mayor número de predios rústicos (J. Díaz y R. Rodríguez, 1979: 123).
40
En el informe de gobernador de 1916 de Manuel Aguirre Berlanga reportó que en Jalisco
predominaba la mediana propiedad por lo que no había mucho terreno por repartir (Rubén
Rodríguez, 1990, La Cámara Agrícola Nacional Jalisciense. Una sociedad de terratenientes en
la Revolución Mexicana, INEHRM, México, p. 93).
71
se formaban nuevos en otras latitudes en la entidad se iba consolidando una sociedad
ranchera.
Los ranchos son parte característica del paisaje rural del centro-occidente de
México, principalmente en los estados de Jalisco, Guanajuato y Michoacán que
concentraron el mayor número de los mismos desde la época colonial, pasando por el
siglo XIX y llegando al XX, por lo que autores como George M. McBride definieron a la
zona occidental como «el bloque más típico» y más en específico David Brading se refirió
a Los Altos como «la región ranchera clásica».41 En el caso de la microrregión, en el siglo
XVIII el área estaba ocupada en su mayoría por grandes propietarios como lo fueron la
familia Monterde de la hacienda de Jalpa, la familia Ponce en la hacienda de San
Salvador, los González de Ruvalcaba con varias haciendas, los Orihuela y Morales del
sitio de La Laja y anexos y los Marmolejo de la hacienda de El Comedero. Dentro de
estos amplios territorios que podían alcanzar una extensión de hasta casi 70 mil
hectáreas, se dio acceso a la tierra a pequeños propietarios y arrendatarios, que en el
siglo XVIII podían obtener unas caballerías o arrendar algún sitio.42 Para el México
independiente se observa cómo estas grandes propiedades vendieron predios a
residentes colindantes, como la condesa de la hacienda de Jalpa vendió sus terrenos a
vecinos y la hacienda de Santa Ana Pacueco fraccionó sus terrenos entre sus
arrendadores. La primera con algunos terrenos en los municipios y la segunda con el
vecino de Arandas.43
De esta manera, el siglo XIX en Los Altos se caracterizó por una mayor división
de la tierra, en parte debido al crecimiento económico de un sector de la población de
origen criollo y mestizo, que se había instalado en una zona con poca presencia indígena
que generó una sociedad con menos distancia jerárquica entre los propietarios y los

41
G. McBride (1993 [1923]) p. 137; Frank Tannembaum (2003[1929]). La revolución agraria
mexicana. INEHRM, México, p. 32; D. Brading (1992) p. 105.
42
En el siglo XVIII, se efectuó una medición de los terrenos de la hacienda de San Salvador, y
en ella testificaron arrendatarios y pequeños propietarios que vivían en sus límites (AHJ-TyA-1ª
Colección, Libro 20, Expediente 2); AHML, Protocolo de Ildefonso de la Peña Rada, 1764, f. 3;
AHML, Protocolo 1772, f. 106; M. González Leal (1980) p. 21; María Guadalupe Rodríguez
Gómez (1984). Jalpa y San Juan de Otates. Dos haciendas en el Bajío colonial. El Colegio del
Bajío, León (México), pp. 75, 96-99, 115.
43
M. Blanco (1998) p. 39; Compraventa de fracciones de la hacienda de Jalpa (AHML-Protocolo
1848, pp. 387-408).
72
sirvientes y peones.44 Así, ya sea por reparto, compra o desmembramiento de haciendas
se incrementó la pequeña propiedad. La formación de los municipios tratados en este
trabajo, así como su erección en parroquias, fue en parte debido al aumento poblacional
propiciado por el acceso a la tierra.
Unión de San Antonio –antes Adobes– se hizo parroquia en 1808, aunque el
decreto era de los últimos años del siglo XVIII, San Diego de Alejandría lo hizo en 1856
y San Julián en 1895, mientras que como municipios lo hicieron en el México
independiente, 1885 y 1913 respectivamente. En estos procesos se nota el empuje de
los ranchos, pues San Diego de Alejandría consiguió quitarle la sede parroquial a Jalpa,
que era una hacienda, y San Julián se conformó como pueblo a partir de la invitación
hecha por el terrateniente local para vender terrenos y elevar la plusvalía de los propios
con la instalación de ranchos. En la centuria decimonónica hubo un crecimiento
demográfico de esta población que tenía «espíritu de empresa», como señaló François
Chevalier, y que eran «campesinos propietarios fervientes», como apuntó David Brading.
Lo que coincidió con la posibilidad de acceder a terrenos de las haciendas, las cuales
estaban endeudadas o hipotecadas y preferían transmitirlas.45
A los ranchos se les ha visto con algún grado de autarquía y tendencia a la
producción de subsistencia, con una relación mínima con el mercado, pues no podían
saltar algunos frenos como el costo de los transportes, acceder a mejor calidad de tierra
o librarse del bandolerismo, como sí podían evitar o disminuir las haciendas. Sin
embargo, a pesar del celo a sus tradiciones y apego a su familia, poseían cierta apertura
a relacionarse con las ciudades.46 Además que se ha registrado en el estado de Jalisco
que durante el XIX tendieron a la modernización capitalista en la producción.47 En el siglo
XX se tuvo en la región alteña una variedad de tamaños de propiedades, desde
pequeñísimas hasta grandes pasando por otras de pequeño y mediana extensión como
se revisará en el Capítulo 3. Al avanzar la centuria continuó la división de la tierra ya sea
por herencia, por la quiebra de empresarios agrícolas (como los trigueros), por temor a

44
F. Chevalier (1983) p. 31.
45
F. Chevalier (1983) p. 33; D. Brading (1988) p. 342; C. Alba (1983) p. 40 citando a F. Chevalier
y J. Bazant.
46
H. Rivière D'Arc (1973) pp. 58-60.
47
S. Valerio (2003) p. 19, 61.
73
la Reforma Agraria y por necesidades económicas. Estos cambios agrarios generaron
una movilidad social en la población, ya sea porque el antiguo arrendatario se convirtió
en propietario o porque descendieron en la escala por los avatares de la economía rural,
de ahí el dicho de «abuelo propietario, hijo mediero, nieto pordiosero».48 Esto se daba
por los riesgos propios de la agricultura de temporal y la inestabilidad sociopolítica.
La variedad de personas que podrían asociarse con el rancho, que incluía
jornaleros, medieros y patrones, generaba una diversidad de formas de entender el
trabajo. Un informante de San Diego de Alejandría expresó la inclinación de los jornaleros
hacia depender de otros en vez de tomar sus propias decisiones:
En parte estaban criados en una forma… así como dijéramos…
tenían el síndrome de dependencia de otros, algo así pienso yo,
pues no tenían mucho empuje y así se criaron en las haciendas, lo
que el mayordomo ordenaba y de ahí en adelante así se criaron y
así siguieron.49
Ese «síndrome de dependencia de otros» hacía que algunos sujetos se plantearan como
imposible el acceder a una extensión de tierra aunque pudieran hacerlo. Estas ideas
concuerdan con una de las visiones clásicas del Porfiriato formulada por Wistano Luis
Orozco quien en 1895 comparó en Zacatecas las haciendas con los ranchos y asoció a
los últimos de un «espíritu mercantil y empresarial».50 También estaba el orgullo por
poseer un predio y en general vivir dentro de un marco cultural en continua competencia
que inclinaba a algunos sujetos a tener más para distinguirse. Un novelista lo escribió de
la siguiente manera: «naiden quere quedarse atrás; en todo queren sacar la delantera»
ya que en cualquier aspecto competían, ya sea por el número de muertes efectuadas,
en el ser valientes, en el caballo que se posee, la mujer con la que se relaciona o la
posesión de armas, todo era para presumir.51
Un concepto útil para entender la abundancia de estas formas agrarias es el de
«sociedad ranchera» que resalta las relaciones sociales entre los habitantes. Para

48
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 126, 136-137.
49
Miguel Gutiérrez (1922-2015), nació en San Diego de Alejandría, fue pequeño propietario y ex-
funcionario público del lugar, comunicación personal, 17 de abril de 2014.
50
Wistano Luis Orozco citado por D. Brading (1992) pp. 96-97.
51
J. Guadalupe de Anda (1988 [1937]). Los Cristeros. La Guerra Santa en Los Altos. Hexágono,
Guadalajara (México), pp. 96-97.
74
Esteban Barragán, quien estudió la segunda mitad del siglo XX en una región
michoacana colindante con Jalisco, lo que define al ranchero no es la relación con la
tierra ni su estatus social, sino su pertenencia a una sociedad ranchera, es decir, el
vínculo entre sus miembros, que hacen de los rancheros un grupo social específico con
rasgos comunes, estructurado en torno a una organización económica y formas de
sociabilidad propias. Estos miembros comparten una visión del mundo, un sistema de
valores, una misma identidad ranchera, un orden social común y un mismo proceso
productivo, aunque contengan algunas divergencias y oposiciones entre ellos. Dentro de
sus rasgos están la dispersión y el aislamiento, que los lleva a tener un individualismo,
movilidad, autonomía e independencia, en una especie de rústica empresa liberal. Esa
dispersión la compensan formando lazos sociales, los cuales tienen como pivote el
proceso de producción, que para el caso que estudia el citado autor, es la ganadería, a
través de la cual entran en relación patrones, medieros, encargados y arrendatarios,
tanto entre ellos como con otros ranchos y otras regiones.52
Abonando en este aspecto, Mónica Blanco resalta a los rancheros como un grupo
social que incluye a un amplio espectro de sujetos, que se encuentran estratificados pero
con una notable movilidad en su interior, en el que se pueden encontrar peones,
medieros, arrendatarios y pequeños propietarios. De ellos, sobre todo los tres últimos,
tenían margen de decisión y libertad para organizar el trabajo, lo que formó una «cultura
del trabajo independiente», que se ejercía principalmente en la agricultura, aunque
también lo hacían en el artesanado, la arriería y en algunos casos en emplearse
temporalmente en las minas.53 Esta sociedad ranchera, que numéricamente en su
mayoría estaba comprendida por los medieros, se le relaciona con los sistemas urbanos,
ya que en ellos los ranchos encontraron un mercado para los productos que ellos

52
Esteban Barragán (1997). Con un pie en el estribo. Formación y deslizamientos de las
sociedades rancheras en la construcción del México moderno. El Colegio de Michoacán, Zamora
(México), pp. 33, 51-53, 148, 151-152. Un punto de comparación para habitar un territorio
enfocado en el trabajo agropecuario es el de la Sierra de Ávila, España donde no hay tal
dispersión y la población vive en los pueblos generando una proximidad entre los habitantes que
no hay entre los rancheros alteños y que por lo tanto los puede orillar a ser más individualistas,
identificarse más con el predio en el que trabajan –el rancho– y presentar más vulnerabilidades
respecto a las localidades que son más gregarias como la zona abulense.
53
M. Blanco (1998) pp. 37, 41.
75
generaban.54 Como es el caso de la región estudiada, en que parte de la producción de
agropecuaria se destinaba al mercado de El Bajío.
Uno de los elementos mencionados más relevantes es el aspecto del parentesco,
ya que en Los Altos cobró especial relevancia porque a través de las familias se formaron
las unidades productivas y se daba el acceso al principal medio de producción que era
la tierra. Esta última podía darse por la herencia, en la que todos los descendientes
tenían derecho. A esto se agrega que se contaba un gran número de integrantes lo que
hizo que se tuviera una amplitud de herederos, propiciando la fragmentación de la
propiedad. Una solución a lo anterior fue el matrimonio entre parientes o con gente de la
región (endogamia regional) que permitió reunir predios divididos. Por estos procesos de
herencia y matrimonio, había una tendencia a identificar la unidad de parentesco con la
de residencia pues los que recibieron extensiones en un sitio las pasaron a sus
herederos, lo que ligó a la familia con la tierra y vinculó las actividades económicas con
las sociales formando un sentido de pertenencia. El parentesco se caracterizó por tener
como base a la familia nuclear que en ocasiones se interconectaban formando mini
linajes con jefes de la parentela con autoridad sobre la misma. Esto fue sustancial para
la toma de decisiones, pues en momentos límite como la Cristera los alzados eran
reconocidos por algunos como parte de la parentela, lo que generaba una presión sobre
los pobladores para cooperar en la rebelión, llegando a ser los cabezas de familia los
jefes del movimiento.55 También la familia era de suma relevancia porque en ella se
formaba a los niños para la vida económica, social y cultural donde el aspecto religioso
estaba fuertemente imbricado y desde temprana edad se asignaban roles a los infantes
transmitiéndoles las formas convenidas.56
Los ranchos han saltado a la narrativa y al cine llegando a formar parte de una
idea de identidad nacional donde imágenes relacionadas con el mismo como lo son el
charro, el tequila y el valentón son fundamentales.57 En películas como Allá en el rancho

54
M. Blanco (1998) pp. 42-43.
55
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 206; Andrés Fábregas y Pedro Tomé (2001). El parentesco
alteño. En «Entre Parientes. Estudios de caso en México y España». El Colegio de Jalisco,
Diputación Provincial de Ávila, Ávila (España), pp. 79-110.
56
J. L. López Ulloa (2013) pp. 95-100.
57
José de Jesús Montoya (2003). Auge y ocaso de un modo de vida ranchero en Zacatecas.
INAH, México, p. 172.
76
grande dirigida en 1949 por Fernando de Fuentes se observa una imagen tipificada del
hombre del campo, siendo esta obra de las primeras que dieron pie a varias películas
que representaron a un México rural idealizado «sin fracturas ni conflictos, y difundían el
estereotipo del charro alegre, cantor y jactancioso».58 En la literatura es de notar en la
obra de los escritores jaliscienses como Agustín Yáñez, J. Guadalupe de Anda, Juan
Rulfo y Mariano Azuela, a distintos personajes que representan el carácter rural de la
primera mitad del siglo XX, en obras como Mala Yerba (1909), Los Cristeros (1937), Al
Filo del Agua (1947), El Llano en Llamas (1953), Pedro Páramo (1955) y Las Tierras
Flacas (1962). En estas expresiones narrativas y cinematográficas se difundió una
imagen del ranchero, la cual en algo coincide con la información empírica encontrada en
algunos trabajos, en los que se señala su característico estilo de vida que se lleva sin
comodidades pero en una búsqueda por distinguirse, también por mantener un
tradicionalismo y catolicismo que contrasta con su valoración de la rudeza, a lo que hay
que agregar un código de honor que rige a estas comunidades rurales, las cuales
fomentan una fuerte división entre sexos.59
Esta imagen popular del ranchero responde a la abundancia del mismo en la
primera mitad del siglo XX, en el que una sociedad ranchera era la representativa en
zonas del país como Los Altos de Jalisco, que se distanciaba de la hacienda y la
comunidad agraria. Por ello, se retoma la postura de Barragán, en que más allá de la
tenencia, existe una forma de relación social y esta relación define lo que se entiende
por ranchero. Con esto se consolida una manera de interpretar la realidad a partir de lo
local, sin embargo durante los años veinte y treinta el Estado buscó intervenir en esas
interpretaciones generando una respuesta –por momentos violenta– en un sector de la
población, como se verá en el siguiente capítulo, y que generó una inestabilidad para su
desarrollo.

58
L. Aboites y E. Loyo (2010) p. 638.
59
C. Alba (1983) pp. 44-46; José de Jesús Montoya Briones (1996). Jerez y su gente. Región de
vírgenes, nomadismo y resistencia cultural. INAH, Plaza y Valdés, México, pp. 12, 119; J.
Montoya (2003) pp. 31-33, 172.
77
Conclusión del Capítulo 1

El itinerario seguido en este capítulo fue mostrar, primero, cómo estaba conformado el
nicho ecológico de la microrregión bajo estudio ubicándolo como parte de una zona más
amplia que son Los Altos de Jalisco, el cual se caracterizó por tener suelos menos fértiles
por la exposición a una mayor erosión, por tener una precaria precipitación pluvial y por
la escasez de corrientes superficiales de agua. Después se describieron los cambios
demográficos existentes en ese espacio geográfico durante los años veinte y treinta del
siglo XX, especialmente a partir de las tasas de crecimiento medio anual. Para ello fue
necesario establecer comparaciones con otros niveles como la región, el estado y el país.
Posteriormente se describió cómo estaba ocupado el espacio con base en los tipos de
localidad, encontrándose una primacía en los ranchos, lo que llevó a mostrar cómo se
ha caracterizado a los mismos en algunos trabajos.
Recuperada la información con la ruta mencionada, se puede concluir que los tres
municipios fueron expulsores de población, siendo el periodo de estudio uno de bisagra
entre una tendencia hacia el declive y otra de lento crecimiento, ya que tuvieron a finales
de los años veinte e inicios de los treinta el número más bajo de habitantes de todo el
siglo XX, que fue el momento más crítico de una tendencia de pérdida de población que
venía desde la década de los años diez. Después tuvieron un lento crecimiento que hizo
que la población registrada en 1910 se recuperara poco más de medio siglo después.
Esta situación contrastó en algunos aspectos con lo que se vivió a nivel nacional,
en que hubo una recuperación más rápida tras la disminución del volumen de población
durante la Revolución Mexicana, ya que en la siguiente década volvió a tener cifras
similares, situación que también se dio en Jalisco. Pero por otro lado, la microrregión
tenía algunas similitudes con las tendencias nacionales y estatales en el aspecto de que
coincidían en que en el país en las zonas rurales vivían la mayoría de los mexicanos y
que esas zonas iban teniendo menos capacidad de atracción mientras las ciudades con
sus industrias, eran más llamativas. También compartían la tendencia del centro-
occidente de México de tener un menor dinamismo.
A su vez, los tres municipios se encontraron en una región que ocupaba el
segundo lugar a nivel estatal en cuanto número de habitantes, pero que crecía poco,

78
algo que también sucedía en Jalisco, que era de las entidades más pobladas pero con
uno de los crecimientos más reducidos. Por su parte, la microrregión presentó un
panorama más agudo a diferencia de Los Altos y de Jalisco, pues tenía ritmos más lentos
que ellos.
La población de la microrregión, caracterizada por tener una pérdida y reducido
crecimiento, habitó el espacio principalmente en las localidades clasificadas como
ranchos, en una forma más pronunciada que a nivel estatal, y que contribuía a que
Jalisco fuera la entidad con más ranchos de todo el país. Esta abundancia en parte se
debía a un proceso de división de las propiedades, que para los años veinte y treinta era
ya un mecanismo asentado históricamente en los municipios y que pudo propiciar una
emigración por la falta de accesibilidad de algunos habitantes al principal medio de
producción que era la tierra y por las vulnerabilidades que representó habitar
dispersamente.
A su vez hay otros factores para tener en cuenta, como el que la sociedad
establecida en este territorio para los años veinte y treinta se enfrentó a cambios en las
disposiciones oficiales que afectaron la forma de organizarse en la localidad y
desarrollarse en el medio y que pudieron generar una inestabilidad que propició la
reducción de su población. Estas cuestiones se abordarán a continuación.

79
Capítulo 2. El Estado revolucionario en una sociedad rural
alteña: la respuesta a la política agraria, educativa y religiosa

En el Capítulo 1 se observó cómo la población de San Diego de Alejandría, San Julián y


Unión de San Antonio durante los años veinte y treinta estuvo distribuía en su mayoría
en la zona rural y principalmente en ranchos. También se mostró cómo en ese periodo
de tiempo se redujo el crecimiento de su población, como parte de una tendencia que
venía desde décadas previas y se acentuó en la época, lo que hizo que los alteños de
estos municipios tuvieran en las dos décadas referidas el crecimiento más reducido de
todo el siglo XX.
Lo anterior sucedió en momentos en los cuales hubo evidencia de una amplia
oposición a disposiciones del Estado. Por lo que teniendo estos dos elementos de
oposición y de pérdida de número de habitantes, es necesario una comprensión de los
elementos políticos que intervinieron en ese tiempo que pudieron ser factores de la
desaceleración poblacional que afectaron la vida que se llevaba en los municipios. La
relación de estos dos procesos se abordará en este capítulo, respecto a la disminución
de población ya se revisó en el Capítulo 1 por lo que en el presente apartado se tratará
de responder a la pregunta ¿Cómo se caracterizó la oposición al Estado?
La resolución de esta cuestión aportará elementos para responder a la pregunta
central de este trabajo sobre ¿Cuáles fueron los factores económicos y sociopolíticos
que contribuyeron a un lento crecimiento demográfico en los tres municipios durante los
años veinte y treinta del siglo XX? En este capítulo se abordarán los factores
sociopolíticos, entendidos como oposición al Estado, específicamente a las políticas en
materia agraria, educativa y religiosa, pues se considera que con éstas los gobiernos
que surgieron de la Revolución Mexicana desarrollaron una intervención más intensiva
en las actividades cotidianas de los mexicanos. Por lo anterior, primero se hará una
descripción de la política a nivel nacional durante las dos décadas referidas,
especialmente en lo relativo a las políticas en las materias citadas. Después se efectuará
una descripción de cómo estas disposiciones fueron una fuente de conflicto en la

80
microrregión, y que pueden explicar en parte la expulsión de población por el riesgo que
representó habitar una zona bajo esa condición.

81
2.1 Construcción y consolidación del Estado revolucionario

En los estudios sobre el Estado mexicano de los años veinte y treinta, son constantes
las referencias a un régimen en construcción que años después vino a consolidarse. En
este proceso fue fundamental contar con la legitimidad de las masas, las cuales habían
tenido una participación decisiva para el triunfo de la Revolución Mexicana lo que las
llevó a exigir más beneficios sociales. Esto se tradujo en un Estado que desarrolló una
serie de políticas para satisfacer algunas demandas populares y que a cambio exigió
lealtad. Algunas de ellas fueron las reformas en materia agraria, educativa y religiosa
que generaron una injerencia más intensa en las regiones, pues devino el Estado en un
elemento participante en las dinámicas locales estableciendo un sistema de tenencia de
la tierra, de trabajar, de educar y de regular instituciones tradicionales como la Iglesia.
Esta intervención presentó conflictos con algunos sectores de la población mexicana
pues consideraron que afectaba las maneras propias de organizarse.1
En este proceso el Centro-Occidente del país, incluyendo a Los Altos de Jalisco y
por lo tanto a la microrregión que se trata en este trabajo, tuvieron una amplia oposición
a las políticas agraria, educativa y religiosa, ya que tenían directrices divergentes
establecidas por la tradición local, cuestión que se transformó en la existencia de
aversión y levantamientos armados durante los años veinte y treinta. Con estas reformas
el Estado buscó legitimidad, dando concesiones como el reparto agrario y la enseñanza
básica, mientras pretendió orientar a los mexicanos hacia los postulados del régimen y
no a los de otras instituciones como la Iglesia. En este punto no todos los pobladores
alteños resultaron un elemento que proporcionó sostenimiento al Estado y sí formaron
parte de aquellos que presentaron un obstáculo para que éste se fortaleciera, tanto por
sus tradiciones que se oponían a lo que el régimen establecía como por haber mostrado

1
Alan Knight (2004). Lázaro Cárdenas. En: Will Fowler «Presidentes mexicanos. Tomo II (1911-
2000)». INEHRM, México, pp. 204-205; Abdiel Oñate (2004). Álvaro Obregón y la tradición
autoritaria en la política mexicana, 1912-1928. En: Will Fowler «Presidentes mexicanos. Tomo II
(1911-2000)». INEHRM, México, p. 85; L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 595-596, 599; Javier
Garciadiego y Sandra Kuntz (2010) La Revolución mexicana. En: «Nueva Historia General de
México», El Colegio de México, México, pp. 566-567; A. Knight (2010). La Revolución mexicana.
Del Porfiriato al nuevo régimen constitucional. FCE, México, pp. 1295, 1335; J. L. López Ulloa
(2013) pp. 19, 26.
82
más simpatía por la Iglesia cuando estalló el conflicto más agudo con el Estado, aunque
es necesario acotar que existieron reducidos sectores que simpatizaron con este último.
Lo anterior afectó la manera en que se desempeñó la sociedad, lo que generó una
inestabilidad que mermó la producción económica y propició la expulsión de población.2
El par de décadas bajo estudio o «periodo formativo» como le llama Alan Knight,
fueron dos decenios en los que la elite que estuvo en el poder usó la coerción, el
clientelismo y la reforma social para mantenerse en el mismo.3 En general este periodo
se puede dividir en dos: uno dominado por los sonorenses principalmente a través de
Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, que inicia con el triunfo de la rebelión de Agua
Prieta en 1920 y termina con la expulsión de Calles del país en 1936. Una segunda fase
sucedió con Lázaro Cárdenas, quien implementó un conjunto de reformas económicas
mucho más profundas, principalmente la intensificación del reparto agrario.4 Algunos
elementos en común de los dos periodos fueron las dificultades que tuvieron los
presidentes de la República y el círculo con el que gobernaban, por la existencia de una
sociedad civil más politizada, la presencia de un sector militar que rivalizó con el poder
legal y que en algunos casos llevó a levantamientos armados, además de los conflictos
con la Iglesia católica y los Estados Unidos de América.5
Lo anterior mostró un Estado constantemente amenazado, que no podía erigirse
sobre las clases sociales y que requería el respaldo de un ejército en que cada jefe militar
se sentía con derechos de imponerse, sin embargo, sobrevivió por ser más fuerte y estar
más legitimado que sus oponentes consiguiendo un aumento del poder presidencial, una
gradual desmilitarización de la política y un gobierno más estable, que sin llegar a los
niveles que hubo en el Porfiriato, ni con los presidentes posteriores, permitió sobrepasar
a las fuerzas que intentaron desestabilizarlos. Este Estado contó con rasgos autoritarios

2
P. Taylor (1991 [1933]) p. 180; J. Garciadiego y S. Kuntz (2010) p. 567; A. Knight (2010) pp.
1294-1295, 1335; J. Meyer (2010) p. 189; J. L. López Ulloa (2013) pp. 15, 88.
3
A. Knight (2013b) pp. 225-228.
4
Georgette José Valenzuela (2004). Los claroscuros de la presidencia de Plutarco Elías Calles:
¿el hombre fuerte de los años veinte?. En: Will Fowler «Presidentes mexicanos. Tomo II (1911-
2000)». INEHRM, México, p. 131; J. Meyer (2010) p. 133; L. Aboites y E. Loyo (2010) p. 628.
5
A. Knight (2004) pp. 204-205; J. Meyer (2010) pp. 100, 133; A. Knight (2010) p. 1322; Alan
Knight (2013). La Revolución mexicana: ¿burguesa, nacionalista o simplemente una "gran
rebelión"?. En: Alan Knight «Repensar la Revolución mexicana. Volumen II». El Colegio de
México, México, p. 521.
83
y centralistas, pero sin perder un atractivo populista que trató de integrar a las masas, ya
que no contaba con la fuerza suficiente como para imponerse sin negociar con el resto
de los sectores.6
En el primer periodo mencionado, el de los sonorenses, se impulsó un reparto
agrario, se echó a andar una política educativa y se logró el reconocimiento diplomático
de los Estados Unidos de América, lo que fortaleció a los presidentes frente a sus
adversarios. Con estas actividades la influencia federal se fue extendiendo en el país por
medio de las campañas educativas y el reparto de tierra, cuyos representantes pasaron
a formar un vínculo nuevo entre el gobierno federal y las comunidades, funcionando
como importantes aliados para algunos pobladores pues contrarrestaron la influencia de
los caciques, mientras que al gobierno le permitió alinearlos a sus políticas, como sucedió
con los agraristas. También se fundaron instituciones relevantes como el Partido
Nacional Revolucionario (PNR) y en el aspecto económico el Banco de México, el Banco
Nacional del Crédito Agrícola, la Comisión Nacional de Caminos y la Comisión Nacional
de Irrigación. Asimismo se distinguió el periodo por haber sorteado importantes
rebeliones como la Delahuertista, la Cristera y la Escobarista.7
En el segundo periodo, el dominado por los cardenistas, se tuvo un estilo más
radical que el de sus predecesores, distinguiéndose sobre todo en que desarrollaron un
extremo reparto agrario hasta el que entonces se había tenido, también porque
intentaron implementar una educación de tinte socialista y enfocada a lo rural y que
provocó oposición de un gran sector de los mexicanos, también se apoyó a las
organizaciones gremiales, la formación de cooperativas y se nacionalizaron los
ferrocarriles y el petróleo.8 Hacia fines de la década de los treinta, se fue reduciendo el
radicalismo, pues la economía no era tan próspera como para sustentar medidas
drásticas y también porque aumentó la inconformidad por las resoluciones adoptadas.9

6
Martha Loyo (2003). Joaquín Amaro y el proceso de institucionalización del ejército mexicano,
1917-1931. UNAM, FAPECyFT, INEHRM, FCE, México, pp. 30, 53, 63, 65; A. Knight (2010) p.
1322; J. Meyer (2010) p. 163; L. Aboites y E. Loyo (2010) p. 603; A. Knight (2013) pp. 508, 520-
521, 531.
7
G. José Valenzuela (2004) pp. 132-143; L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 599, 601, 603-605, 609,
617; J. Meyer (2010) p. 213.
8
A. Knight (2004) pp. 196, 199-200; L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 628, 631-632; J. Meyer
(2010) pp. 228-230.
9
L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 633-634, 640-643.
84
En el caso del estado de Jalisco durante el periodo de 1920 a 1940, se puede
decir que hubo un acomodo de las fuerzas políticas al interior de la entidad, así como
una reconfiguración de las relaciones con el resto del país, especialmente con el
gobierno federal instalado en la Ciudad de México. En este periodo fueron constantes
las divisiones internas y la intervención federal que llevaron en varias ocasiones a
disolver ayuntamientos y congresos, así como destituir gobernadores, en otras se llegó
a dar el caso de que hubiera simultáneamente dos o tres congresos y gobernadores.
Esto fue reflejo de la existencia de una variedad de fuerzas las cuales se fueron
agrupando y al finalizar los años treinta se consolidaron en torno al PNR que funcionó
como una base desde la cual se accedió al poder estatal. También fue una expresión de
cómo la élite instalada en el gobierno federal se afianzó en una entidad dividida y en ese
ambiente se ejercieron las reformas planteadas a raíz de la Revolución Mexicana.10
Con lo mencionado en párrafos anteriores, el Estado en construcción debió
sortear serias dificultades que lo pusieron en riesgo, sin embargo salió avante pues fue
adquiriendo una mayor solidez que la de sus oponentes a través de un proceso de
formulación de alianzas con campesinos, obreros y los Estados Unidos de América que
fueron fundamentales para dar sostenimiento al régimen. Tuvo la capacidad para calibrar
el momento en que era necesario dar cabida a demandas populares para obtener apoyo
y cuándo era necesario moderarse para no romper con aquellos que eran afectados por
las directrices tomadas.11
Las políticas con las que aumentó su área de intervención, como lo fueron las
cuestiones agrarias, educativas y religiosas, afectaron la manera en que las
comunidades del país llevaban a cabo su vida y algunos las entendieron como atentados
a las formas tradicionales que existían en las localidades. Para otros era un beneficio

10
Laura Patricia Romero (1987). Jalisco desde la Revolución. Tomo III. La consolidación del
Estado y los conflictos políticos. Gobierno del Estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara,
Guadalajara (México), pp. 23, 29-32, 38-39, 48-49, 96, 112; Jaime Tamayo (1988). Jalisco desde
la Revolución. Tomo II. La conformación del Estado moderno y los conflictos políticos 1917-1929.
Gobierno del Estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara, Guadalajara (México), pp. 96-97,
102-125, 272-275, 332.
11
L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 600-603; A. Knight (2010a). La Revolución mexicana: su
dimensión económica, 1900-1930. En: Sandra Kuntz (Coord.) «Historia económica general de
México: de la Colonia a nuestros días». El Colegio de México, Secretaría de Economía, México,
pp. 490, 496; A. Knight (2013) p. 513; J. Meyer (2010) p. 133.
85
que había que pagar con un alineamiento con el régimen. En estos cambios, no hubo
una activa participación por parte de los alteños de los tres municipios en las
disposiciones oficiales y por lo tanto no se definieron como habitantes que dieran
legitimidad al Estado, aunque algunos pobladores tuvieron simpatía por los esfuerzos
federales efectuados a través de sus representantes como los maestros oficiales y los
agraristas. Esta sociedad tradicional y apegada a la Iglesia tuvo un obstáculo para su
desarrollo demográfico y económico al haberse manifestado en contra de esos intentos
por reformar la propiedad, la educación y la Iglesia, ya que por momentos tuvo rasgos
violentos que generaron una inestabilidad en la región, como se observará en los
apartados.

2.2 La política revolucionaria en la microrregión: la cuestión agraria

Para la resolución de la pregunta de investigación de este trabajo que es ¿Cuáles fueron


los factores económicos y sociopolíticos que contribuyeron a un lento crecimiento
demográfico en los tres municipios durante los años veinte y treinta del siglo XX? en los
siguientes apartados se mostrarán algunos elementos correspondientes a los factores
sociopolíticos, entendidos como las respuestas dadas en la microrregión a las políticas
agrarias, educativas y religiosas que produjeron inestabilidad y que pudieron justificar
que los habitantes de los tres municipios emigraran y con ello manifestaran pérdidas
poblacionales y lento crecimiento.
Para comenzar se enfocará el presente subcapítulo en la dimensión agraria,
cuestión medular para los revolucionarios, que desde 1915 establecieron una primera
formulación para el reparto de tierras y luego se consolidó en el artículo 27 de la
constitución de 1917 proponiendo que la Nación era la propietaria originaria, lo cual le
dio el derecho de repartir.12 El reparto agrario tuvo rasgos comunitarios, pues el sujeto
de reparto fue la localidad de campesinos y no cada uno de ellos personalmente, pero al

12
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917; Daniela Marino y María Cecilia
Zuleta (2010). Una visión del campo. Tierra, propiedad y tendencias de la producción, 1850-
1930. En: Sandra Kuntz (Coord.) «Historia económica general de México: de la Colonia a
nuestros días». El Colegio de México, Secretaría de Economía, México, pp. 440-443.
86
mismo tiempo fue individualista pues cada parcela se trabajaba por un particular.13
Aunque no todos los trabajadores agrícolas compartían esta forma agraria y mostraron
su oposición, como en la microrregión bajo estudio, pues tenían rasgos más
individualistas y una valoración por acceder con el esfuerzo personal a un predio privado,
en vez de uno dado por el Estado.
El reparto agrario se realizó a distinto ritmo desde su propuesta en 1915, inició
con Carranza quien efectuó una distribución moderada de tierras, le siguieron los
sonorenses que aumentaron el número de propiedades a restituir o dotar: Obregón lo
hizo cinco veces más que Carranza, Calles casi tres veces más que Obregón. No
obstante estos esfuerzos, la estructura agraria permaneció sin grandes modificaciones.
Al inicio de los años treinta se redujo el reparto aunque se mantuvieron las demandas
por parte de campesinos, quienes se organizaron y respaldaron a Cárdenas en su
candidatura para ser presidente de la República, quien una vez en el puesto ejerció la
mayor distribución de tierra después de la Revolución Mexicana afectando drásticamente
la tenencia de la tierra en la nación.14
En general se pueden observar dos ideas distintas sobre la política agraria y
agrícola por parte de los presidentes de la república durante las dos décadas, una era la
de los sonorenses y la otra la de Cárdenas. Obregón y Calles, como presidentes venidos
del norte y con una mentalidad más capitalista, observaron el ejido como una vía hacia
la pequeña propiedad y lo veían como una forma política más que un motor relevante de
la economía nacional, pues consideraban que la actividad agrícola dependía para su
desarrollo de otros apoyos como la educación, la creación de infraestructura y la
disponibilidad de crédito.15 La perspectiva de los sonorenses en cuanto al mercado
agrícola fue una continuación del Porfiriato pues su objetivo era tener una agricultura

13
Arturo Warman (2002). El campo mexicano en el sigo XX. FCE, México, pp. 54-55.
14
Javier Garciadiego (2005). La Revolución Mexicana. Crónicas, documentos, planes y
testimonios. UNAM, México, p. LXXXII; Verónica Oikión Solano (2004). Pascual Ortiz Rubio, ¿un
presidente a la medida del jefe máximo? En: Will Fowler «Presidentes mexicanos. Tomo II (1911-
2000)». INEHRM, México, p. 164; L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 601, 627; A. Knight (2010) p.
1322; A. Knight (2010a) pp. 492-493.
15
G. José Valenzuela (2004) pp. 128-129, 133-134; L. Aboites y E. Loyo (2010) p. 605, 612; D.
Marino y C. Zuleta (2010) pp. 451-454.
87
comercial cuyos productos se dedicaran para la exportación, como en el régimen de
Díaz.16
Cárdenas pensó diferente pues el país se encontraba en una situación distinta en
que ya no era posible sostenerse del mercado externo porque se había contraído con la
crisis de 1929.17 Con él sucedería la mayor distribución de predios, ya que mientras sus
antecesores entre 1915-1934 habían redistribuido en conjunto 11.5 millones de
hectáreas, él durante su sexenio distribuyó 18.7 millones de hectáreas, el 13% de la
superficie del país, beneficiando a más de 700 mil personas.18 Este pronunciado reparto
se observó en la microrregión, donde las dos terceras partes de los ejidos con que cuenta
se formaron en el sexenio cardenista (ver Cuadro 15). También con este presidente
cambió la perspectiva, pues aunque observó al ejido como algo que generaba justicia
social y le retribuía con apoyo popular –como sus antecesores lo hicieron–, le agregó el
considerarlo de manera relevante para generar un crecimiento en la economía mexicana,
que en esos momentos necesitaba desarrollar más su mercado interno en vez de uno
exportador.19
Una de las consecuencias del reparto, independientemente del tipo que se haya
llevado a cabo, fue que los dirigentes tuvieron la oportunidad de legitimarse y obtener
respaldo de la población. Carranza, Obregón, Calles y Cárdenas tuvieron momentos en
que requirieron apoyo del campesinado y el reparto agrario formó parte de las
concesiones para tener su simpatía, como a su vez las exigencias de los trabajadores
agrícolas ejercieron una presión para conseguirlas.20 Los campesinos consiguieron una
tierra para labrar a cambio de formar parte de la clientela política del régimen y participar
de una forma que para algunos les era extraña como lo era el ejido. El Estado se
benefició consiguiendo amortiguar las protestas populares, obteniendo legitimidad y

16
A. Knight (2010) p. 1296.
17
L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 619-620.
18
INEGI (2009) pp. 758-763.
19
A. Knight (2004) p. 210; L. Aboites y E. Loyo (2010) p. 632.
20
J. Garciadiego (2005) p. LXXXII; A. Knight (2004) pp. 193-194; A. Knight (2010) pp. 1257,
1295, 1320, 1322; J. Meyer (2010) pp. 76, 239, 268-269, 289.
88
teniendo un contacto estrecho con los campesinos, mientras que en lo económico
fomentó el mercado interno y generó mano de obra.21
Esta política agraria demandó una organización de los campesinos para que
pudiera ser viable el reparto de tierras, también requirió de una participación activa del
Estado y la existencia de grandes extensiones sobre las que se pudiera ejercer. Estas
situaciones fueron contrarias a las que se vivían en Los Altos, donde había una presión
de la tradición y los terratenientes por evitar que se distribuyeran predios, además de
que abundaban las pequeñas extensiones y era valorada la propiedad privada, por lo
que los habitantes definían el obtener tierras por parte del Estado de manera negativa.
Esto no eliminó completamente el que algunos campesinos desearan formar ejidos, pero
esas condiciones los limitaron. Aquí fue un actor importante la Iglesia, quien a través de
las prédicas de los sacerdotes reforzó la idea de que recibir tierras era pecado, pues era
robar y atentar contra las disposiciones divinas.22
En el caso de Jalisco, el reparto de tierras fue cercano al promedio nacional, ya
que entre 1915 y 1934 se otorgaron 359,391 hectáreas equivalentes al 4.5% de la
superficie estatal, mientras que a nivel nacional fue ligeramente mayor con 5.9%. Entre
1935-1940 en la entidad se dotaron 1,020,173 hectáreas que representaron el 12.6% de
la superficie estatal, en esta ocasión correspondió a un porcentaje mayor al promedio
nacional de 9.5% lo que lo colocó en el séptimo estado con mayor reparto. Con lo
anterior, para 1940 el 17.1% de la superficie formó parte de la reforma agraria, en un
porcentaje que era un poco mayor a la media del país de 15.4% (Ver Cuadro 17 en
anexos).
Los tres municipios, como la mayor parte de Los Altos, tuvieron una reducida
participación dentro del agrarismo.23 En un informe efectuado en 1935 sobre dicha
región, se expresó que había en promedio 63 hectáreas por individuo, lo que indicaba
que en el área no podría existir un problema agrario, «no hay hambre de tierra», se

21
L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 600-601; A. Knight (2010) p. 1320; A. Knight (2010a) pp. 492,
494; D. Marino y C. Zuleta (2010) pp. 451-454; J. Meyer (2010) pp. 175, 256; A. Knight (2013)
pp. 550, 554.
22
«Sinvergüenzas que agarran lo que no tienen», expresaron unos pobladores de Lagos de
Moreno alentados por un sacerdote (AGPJFJ-1JP-Serie P-1935-L1-Exp. 35); el ser dueño de
algo era por gracia de Dios, no del Estado (J. L. López Ulloa, 2013: 19).
23
A. Fábregas (1986) p. 28.
89
señaló.24 Pero no fue una fuerza ausente, ya que en los años veinte hubo evidencias de
organización de campesinos. Para el 31 de diciembre de 1929, en Jalisco se
documentaron 376 expedientes de los poblados que habían recibido ejidos o estaban en
el proceso de lograrlo, de los cuales solamente 17 correspondían a la región de Los
Altos. De ellos, tanto en Unión de San Antonio como en San Diego de Alejandría se
contaba con una petición en cada municipio con un estatus de «trámite inicial».25 Esto
señala que hubo personas que se organizaron y solicitaron tierras aunque en una
proporción que fue reducida comparada con el resto de Jalisco. El origen de los
agraristas no es claro, en algunos casos fueron personas de fuera de los municipios los
que iniciaron la organización y se apoyaron en algunos medieros y jornaleros de las
haciendas. No todos aceptaron el reparto pues era penalizado por la Iglesia y era visto
como una deslealtad al patrón. En estas circunstancias campesinos de otros municipios
que no estaban sujetos a las normas locales hicieron viable el acceso a la tierra por este
medio.
La labor agrarista inició de forma temprana en 1918 en Unión de San Antonio, con
una primera solicitud de dotación que pidió las extensiones de tres predios no contiguos
que había en el municipio y se efectuó formalmente en 1934.26 En otra dotación hecha
en la localidad de Tlacuitapan (1,052 habitantes en 1940), fue formada con tierras
principalmente de la hacienda de San Salvador –una de las más antiguas que existían
en la zona– y de otros predios. Cuando se formó el ejido fue con campesinos del lugar y
del municipio vecino de Lagos de Moreno. Hubo problemas con las haciendas e inclusive
ocurrieron asesinatos por cuestión de tierra, por lo que el gobierno les dio armas a los

24
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-C43-
Exp. 1079 Legajo 4 Pág. 207-208/29-30).
25
AHJ-ES2-C204-Exp. 4765.
26
Diario Oficial (1934, 17 de octubre). Resolución en el expediente de dotación de tierras al
poblado de Unión de San Antonio, Estado de Jalisco, Sección Segunda, Tomo LXXXVI, Núm.
31, pp. 911-912; Padrón e Historial de Núcleos Agrarios (PHINA) en [http://phina.ran.gob.mx]. En
el informe del gobernador Sebastián Allende del 1 de febrero de 1934 se señaló que se recibieron
las solicitudes de dotaciones en la Comisión Local Agraria de las localidades unionenses de Las
Agujas, El Lobo, Primavera, Saucillo y Los Cuartos (Sebastián Allende, 1934, Informe rendido
por el C. Gobernador Constitucional del Estado de Jalisco Lic. Sebastián Allende ante la H. XXXI
Legislatura el día 1o de febrero de 1934, Guadalajara, México, pp. 64-67).
90
agraristas para posesionarse del ejido.27 Se agregaron después otras peticiones que
lograron la formación de 17 ejidos –en su mayoría en la década de los treinta– llegando
a ser el tercero en cantidad de Los Altos (Ver Cuadro 16).
En San Diego de Alejandría se inició el movimiento agrario en 1925 cuando
algunos vecinos solicitaron tierras, aunque el presidente municipal Manuel Lozano
expresó que no había comunidades agrarias.28 Dos años después, el presidente de la
Comunidad Local Agraria, el ingeniero Pedro A. Martínez, envió una solicitud al
gobernador hecha por vecinos del poblado, que fue atendida por lo que tiempo posterior
logró erigirse en ejido.29 En el proceso de formación del mismo hubo una variable
relevante que consistió en un conflicto que había entre dos hacendados que poseían
importantes propiedades en el municipio, uno de ellos incitó para que fueran repartidas
las propiedades del otro para afectarlo. Como sus peones no aceptaron, se movilizaron
agraristas de otros municipios para que pudieran efectuar la asignación de predios. Ante
esto, el propietario prefirió donar las tierras a sus peones sin formar ejido, sin embargo,
la mayoría de éstos no quisieron porque creían que eso no era apropiado, por lo que
finalmente se formó con campesinos foráneos mezclados con algunos locales que sí
estaban dispuestos a recibir la tierra. Años después, el otro hacendado tuvo que donar
parte de sus propiedades para evitar formar un ejido.30
Finalmente, el 7 de octubre de 1937 sucedió la ocupación del ejido cuando
procedentes de San Juan de los Lagos, llegaron a San Diego de Alejandría varias
familias de campesinos para tomar posesión de las tierras señaladas para la Comunidad
Agraria en la hacienda de San Isidro.31 Un año después, se adueñaron del agua de la
presa con que se surtía al pueblo, ya que la consideraban parte de su dotación. La

27
En 1933 por la por la Comisión Local Agraria se dictaminó el expediente del ejido de San
Salvador (Unión de San Antonio) con 280 hectáreas (S. Allende, 1934: 64-67). Celso Espinosa
Amézquita, comunicación personal, 2 de agosto de 2014 (El entrevistado funge como Comisario
Ejidal de Tlacuitapan).
28
Oficio del presidente municipal Manuel Lozano, 2 de junio de 1925; Oficio del presidente de la
Comunidad Local Agraria al Secretario General de Gobierno, 7 de julio de 1925 (AHJ-AG6-C36-
Exp. 1342); en 1926 también solicitaron agua para riego (AMSDA, Sesión de Cabildo del 21 de
marzo de 1927).
29
Del Presidente de la Comunidad Local Agraria de San Diego de Alejandría al gobernador, 6
de enero de 1927 (AHJ-AG6-SDA/3).
30
Miguel Gutiérrez (1922-2015), comunicación personal, 17 de abril de 2014.
31
D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 287.
91
presidencia municipal alegó que el ejido disponía de otras represas de agua, pero no
querían utilizarlas. El depósito comenzó a vaciarse y alarmó a los habitantes; para
solucionar el asunto, fue enviada una fuerza militar de parte del gobierno del estado para
desalojar a los agraristas.32 En el mismo año tuvieron conflictos con una familia de
terratenientes –los Gómez Murguía– por lo que de la Liga de Comunidades Agrarias y
Sindicatos Campesinos, y la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) le
pidieron al gobernador un castigo para aquellos.33 Estos enfrentamientos resultaron
perjudiciales para los agraristas, quienes una parte fueron reubicados en tierras de
menor calidad en otra zona del municipio mientras que otra parte se le reasignó en Lagos
de Moreno, como resultado de las presiones que ejercieron algunos hacendados para
recuperar sus predios.34
En San Julián no se crearon ejidos, aunque en 1937 se pretendió formar un
expediente para dotar tierras tras la insistencia del gobierno para que los ayuntamientos
denunciaran terrenos expropiables, no obstante que el municipio reportó que no había
predios para ser afectados por la existencia de pequeñas propiedades.35 Asimismo, se
pueden recordar algunas características diferenciadas de este municipio mencionadas
en el Capítulo 1: tenía una población con mayor porcentaje en la cabecera municipal
mientras que en la zona rural habían solamente ranchos, también tenía una densidad
poblacional mayor y se recuperó con mayor rapidez de las pérdidas de habitantes de los
años veinte. Esto se puede interpretar como que estaba asentado un mecanismo de
división de la tierra por medio de la herencia que favoreció la permanencia de cierto
volumen de pobladores, lo que generó más densidad sobre los terrenos y por lo tanto la
existencia de un número mayor de herederos que dividieron la tierra a niveles que no
fueron propicios para ejercer un reparto por la vía oficial.

32
AHJ-AG6-C85-Exp. 4397, Legajo 37; AHJ-AG6-C86-Exp. 4399, f. 171.
33
Oficio del secretario tesorero de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos
de Guadalajara al Gobernador, 30 de julio de 1938 (AHJ-AG-6-938-CAJA 86-Exp. 4399-p. 173);
Oficio de Vicente Lombardo Toledano, secretario general de la CTM y Mario Padilla, secretario
de acción campesina, al gobernador de Jalisco, 3 de octubre de 1938 (AHJ-AG6-C86-Exp. 4399,
p. 174).
34
V. Espinosa (1998) pp. 123-124.
35
L. González R. (2003) pp. 146-147.
92
A su vez existió el temor en los propietarios de extensiones mayores de ser
afectados. Ante este riesgo se tomó la decisión de dividir las tierras entre los familiares
o vender algunas porciones para que la extensión de los terrenos no justificara una
posible intervención. Esta táctica fue llevada a cabo por terratenientes de los tres
municipios, lo que llevó a un fraccionamiento de las propiedades y la aparición de nuevos
dueños, como cuando los hacendados de San Salvador vendieron las extensiones que
habían quedado sin expropiar.36
Los puntos geográficos donde se formaron los ejidos fueron en su mayoría en
áreas cercanas a los límites con el municipio de Lagos de Moreno y con el estado de
Guanajuato y lejanos de las cabeceras, con algunas excepciones. Los ejidos de San
Salvador, Tlacuitapan y San Antonio de la Garza están en la porción noroccidental de
Unión de San Antonio, a unos 15 km de la cabecera los primeros. El de Lázaro Cárdenas
se extiende desde un punto cercano a estos últimos hasta unos pocos kilómetros de la
cabecera. El de Churintzio en el centro-norte en los límites próximos con Lagos de
Moreno distante 16 km de la cabecera. Mientras que el resto se localizan hacia el oriente
en una zona colindante con Lagos de Moreno (Santa Teresa a 15 km), con San Diego
de Alejandría (El Vallado a 11 km), alrededor de la estación del tren (Pedrito a 10 km) y
muy cercanos a León y Purísima del Rincón los de Carrión, San José de las Palmas, Las
Agujas, El Lobo, El Saucillo, La Noria, La Primavera y Los Cuartos, estando algunos de
ellos sólo a 1 km del límite estatal y entre 15 y 25 km de la cabecera. Mientras que en
San Diego de Alejandría se localiza en las cercanías de la cabecera municipal.
En total, en los tres municipios se formaron un total de 18 ejidos siendo el último
en crearse en 1948, de los cuales la mayoría estuvieron en Unión de San Antonio con
17, quedando San Diego de Alejandría con uno y San Julián con ninguno.37 Como se

36
Oficio del Ing. Roberto Aguirre, delegado del Departamento Agrario en Lagos de Moreno al
Ing. Salvador Teuffer oficial mayor del Departamento Agrario, sobre queja de Concepción López
Vda. de de Anda con el presidente de la República sobre predios afectados, 10 de agosto de
1938 (AHJ-AG6-C86-Exp. 4399); Celso Espinosa Amézquita, comunicación personal, 2 de
agosto de 2014.
37
En algunos informes aparece San Diego de Alejandría con dos ejidos y Unión de San Antonio
con 16, esto es porque el ejido de El Vallado fue formado con tierras de una hacienda del mismo
nombre y fue otorgado a la comunidad agraria de Río Verde, ambas se encuentran en Unión de
San Antonio pero las tierras se localizan en San Diego de Alejandría. Desde entonces ha
aparecido en diversos informes como parte del municipio unionense y por esa razón se mantuvo
como tal, además de que hasta la fecha es considerado de esta manera.
93
puede ver en el Cuadro 15, la resolución presidencial favorable de 14 de estos ejidos fue
publicada en el Diario Oficial en los años treinta y el resto en la siguiente década. Hasta
1940, con base en estas resoluciones, se habían señalado para ejecutar 9,417 hectáreas
en Unión de San Antonio y 792 hectáreas en San Diego de Alejandría, beneficiando a
768 y 76 personas respectivamente. En el caso del primer municipio se abarcó el 13%
de su superficie, mientras que en el segundo el 2.35% como se observa en el Cuadro
15.1. Esta diferencia se debió quizá a la existencia de un mayor número de haciendas
en el territorio unionense, con 11 de ellas, con respecto al sandieguense que poseía
cuatro, así como un mayor compromiso con la Iglesia que puede ser visto en que tanto
en San Diego de Alejandría como en San Julián los sacerdotes tuvieron una activa
participación en la rebelión Cristera y ejercieron una poderosa influencia para limitar el
acceso al reparto ejidal.
Es de notar que tanto en algunos de los primeros movimientos agraristas de San
Diego de Alejandría como en algunos de Unión de San Antonio, las peticiones se
realizaron sobre haciendas que tenían algún problema coyuntural. En el primer municipio
se mencionó que había un conflicto entre dos hacendados, mientras que en el segundo,
se ejerció sobre la hacienda de San Salvador, que había sido dejada en herencia a una
persona con «enajenación mental», que en caso de no recuperarse se había establecido
testamentariamente que pasaría a la beneficencia pública.38 Las zonas donde se
repartieron pertenecieron a algunas de las haciendas más antiguas de la zona como la
citada de San Salvador y las de San Bartolo, Las Vueltas y Carrión. También es de
resaltar que se incorporaron agraristas de otros municipios porque los pobladores locales
no lograban tener una sólida organización ni tener el número necesario de integrantes,
en parte debido a que consideraban poco apropiado acceder a un predio por esa vía.
Hay una tendencia a asociar en Los Altos el movimiento agrarista como proveniente del
exterior, ya sea de Guanajuato, Zacatecas o San Luis Potosí, por no encontrar en los
lugareños las condiciones culturales para hacerlo, sin embargo, hay que poner en duda

38
Demanda de amparo contra los actos del Agente del Ministerio Público, Jefe de la Fuerza
Federal de Lagos de Moreno y de la Junta de Beneficencia Privada (AGPJFJ-1JP-Serie Amparo-
1924-L11-Exp. 624).
94
esta afirmación, pues hay evidencias de que campesinos alteños desearon y recibieron
tierras.39
Los agraristas, es decir, los beneficiados por un reparto ejidal independientemente
de si eran de fuera de los municipios o pertenecientes a los mismos, fueron juzgados de
manera negativa por parte de los habitantes, que los veían con menos productividad en
el trabajo, pues consideraban que no valoraban la tierra ya que se les había «dado» y
también porque se les temía. Para el campesino alteño –y puede aplicarse en la
microrregión– el agrarista era visto como un «‘mantenido’ del Estado y, como tal,
comprometido como fuerza política con este último».40 Además, durante la rebelión
Cristera, fueron fuerzas agraristas las que combatieron hacia el final de la misma con la
promesa de que se les darían tierras en Los Altos, lo cual aumentó la oposición. Parte
de esta postura se debió a que la reforma agraria se sintió muy a menudo como «una
intrusión del Estado» que hacía que aparecieran en los pueblos funcionarios cuya lealtad
fundamental era para el gobierno, del cual los pobladores habían conocido su lado
violento, lo que hacía mirarlo con desconfianza.41
En la sociedad rural de Los Altos compuesta por medieros que laboraban en
propiedades pequeñas y medianas preponderantemente y con una relevante presencia
de grandes propiedades en ciertos municipios como San Diego de Alejandría y Unión de
San Antonio, como se verá en el siguiente capítulo, el reparto por la vía ejidal amenazó
las formas asentadas de transmisión de los predios y fue visto como «la disrupción de
un orden social que comenzaron a construir cuando los primeros campesinos-soldados
españoles llegaron a la región», en la que la visión era «un orden agrario formado por
pequeños propietarios, cada uno produciendo para sí y su familia», una postura que en
parte correspondió a la influencia de la religión católica.42 En un informe sobre Los Altos,
de 1935, se reportó sobre «el aspecto cultural de la propiedad» lo siguiente:
Tiene un elevado valor cultural y social que ha venido a modificar
los hábitos de vida, tendencias, intereses y actividades de las

39
Ann L. Craig (1983). The first agraristas: an oral history of Agrarian Reform on Mexico.
University of California Press, Estados Unidos, p. 236; D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 287; J. L. López
Ulloa (2013) p. 372.
40
A. Fábregas (1979) pp. 59-60.
41
J. Meyer (2012a) pp. 189, 191.
42
A. Fábregas (1979) pp. 56-57.
95
gentes, pues ahora interpretan los cambios de política, la
legislación y sus relaciones diversas, en términos de lo que pueden
significar, en último análisis, sus posesiones. Temerosas esas
gentes de que el Gobierno no pueda interpretar debidamente sus
necesidades e intereses, tendencias e ideales (…).43
Al tiempo existió un deseo de un sector de los pobladores para obtener la tierra, pero la
tradición y el respeto a los propietarios hizo que no la buscaran. Un habitante de Unión
de San Antonio expresó que tenía la oportunidad de tener un fragmento, pero su madre
se opuso, «porque decía que condenaba a uno», a lo que a la distancia reflexiona: «de
todos modos ya estamos condenados pues ¿Qué más queremos?».44 Este reproche era
común en varias familias.45 En algunas posturas no se plantean tan opuestos a los
cristeros y los agraristas, pues los primeros también deseaban tierras y los últimos
podían ser católicos a su vez. En Tlacuitapan, un poblado con presencia agrarista,
perteneciente a Unión de San Antonio y ubicado hacia la parte norponiente, un habitante
relató que no había problemas entre los agraristas y los otros pobladores, «eran iguales,
como estamos nosotros aquí también, creemos en el negocio y en la Santísima
Virgen».46
El ingreso de una nueva forma de acceder a la tierra representada por el ejido,
amenazó las vías acordadas para acceder al principal medio de producción en la zona
que era la tierra, como lo eran la herencia y la compra con un capital resultado del
esfuerzo personal. Ante el riesgo de invertir en propiedades afectables, algunos
prefirieron reducir su actividad o vender. Esto hizo que se establecieran nuevos
trabajadores como los ejidatarios y los que adquirieron predios. Los cambios surgidos
por estos movimientos se observan en el Cuadro 14 que muestra los crecimientos de
población que hubo entre 1910 y 1940 según el tipo de localidad, ahí se nota claramente
que la categoría que más perdió población fue la hacienda en poco más que la mitad

43
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-C43-
Exp. 1079-Legajo 4-p. 203/26).
44
Refugio Colunga Guerra, comunicación personal, 2 de agosto de 2014 (Nació alrededor de
1930 en Sabinda, Lagos de Moreno, residente en Tlacuitapan, Unión de San Antonio, fue
vaquero y agricultor).
45
Celso Espinosa Amézquita, comunicación personal, 2 de agosto de 2014.
46
Refugio Colunga Guerra (n. 1930ca), comunicación personal, 2 de agosto de 2014.
96
(-55%) mientras que las comunidades –categoría asociada a las comunidades agrarias–
tuvieron un crecimiento del 12.71%. Los ranchos se mantuvieron casi en el mismo nivel,
con un ligero decremento de -0.35%. Con esto se puede decir que la reforma agraria
impactó en el despoblamiento de las unidades más extensas de los municipios.

2.3 La educación oficial en los tres municipios

El reparto agrario hizo que el acceso a la tierra se diera por una vía distinta a la
acostumbrada localmente, lo que pudo generar incertidumbre en aquellos predios más
grandes, que como se observó fueron los que más perdieron población y como se verá
en el siguiente capítulo eran los que tenían la producción más diversificada. Esto agregó
un riesgo más a la de por sí incierta labor agropecuaria, que se combinó asimismo con
la animadversión en un amplio sector de la población por la política educativa, lo que
contribuyó a aumentar la inestabilidad para el desarrollo económico y demográfico.
A través de la escuela, el Estado buscó monopolizar una de las principales
herramientas para intervenir en la población para con ella poder ampliar su rango de
acción, al tiempo que le permitió tener un contacto cotidiano con la misma.47 No sólo se
buscó combatir el analfabetismo, que para 1920 en el país era de alrededor de 77% y
para 1940 se había conseguido disminuir a un 58%,48 sino que a su vez tuvo otros
objetivos agregados que le sirvieron al gobierno para intervenir en la formación de los
mexicanos, inculcando ideas y valores afines a él y reduciendo el peso ideológico de los
hacendados y la Iglesia, situación que dividió a la población mexicana entre los sectores
que lo respaldaban y los que se oponían.49
Esto fue difícil de conseguir, pues en la microrregión como parte del arzobispado
de Guadalajara, las escuelas católicas tenían una consolidada presencia que venía
desde el último tercio del siglo XIX en que cobraron un importante auge debido al impulso
dado por el prelado Pedro Loza de Guadalajara. Esto hizo que contaran con un amplio

47
E. Loyo (1999) pp. 111, 133.
48
Pablo Yankelevich (1985). La educación socialista en Jalisco. Departamento de Educación
Pública del Estado de Jalisco, Guadalajara (México), p. 19; L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 601-
602, 632.
49
P. Yankelevich (1985) pp. 52, 64, 84, 128-129.
97
número de centros de estudio para cuando el Estado pretendió reformarlas. En
específico, en los tres municipios desde el siglo XIX se contó tanto con escuelas oficiales
como católicas, y ambas funcionaron bajo la vigilancia del cura. En 1882 del tipo de las
primeras se establecieron en San Diego de Alejandría por promoción del párroco,
manteniéndose después por los vecinos y el ayuntamiento, estableciéndose una de
niños y una de niñas, como también había un par sostenidas por la parroquia.50 En San
Julián, por iniciativa del párroco se habían fundado escuelas para niños y niñas desde
finales del siglo XIX, en este caso no eran gubernamentales.51 Desde que se formaron
hasta el derrocamiento de Huerta en 1914, las escuelas oficiales no presentaron una
amenaza para la Iglesia, pues los maestros eran católicos y de confianza de los
sacerdotes, ni las religiosas afectaron al trabajo oficial.
Este vínculo entre la educación y la religión fue difícil de separarlo cuando lo quiso
hacer el Estado con las disposiciones de los constitucionalistas, sobre todo cuando las
mismas escuelas oficiales impartían doctrina cristiana y los establecimientos católicos
podían seguir los lineamientos oficiales sin que les implicara alguna amenaza. Estado e
Iglesia estaban relacionados y las nuevas directrices amenazaron el equilibrio que tenía;
este punto de acuerdo informal se ve en los siguientes casos: en 1900, en San Julián a
la par de la existencia de dos escuelas confesionales, había dos oficiales, las cuales
llevaban doctrina cristiana y los profesores eran allegados al cura; en este mismo sitio
en 1905-1906, el plan de estudios que se llevaba en los establecimientos católicos era
el oficial, con algunas modificaciones hechas por el párroco;52 en mayo de 1910, un
funcionario «jacobino» en San Diego de Alejandría intentó multar a las escuelas
religiosas, pero el Jefe Político del cantón se lo prohibió;53 en 1913 el ayuntamiento de
San Julián solicitó apoyo del cura para la instalación de un plantel y para la selección de
los maestros, a lo que se accedió en ambas cuestiones, prestándole los inmuebles de
las escuelas parroquiales, pues no lo consideró perjudicial, como le expresó al arzobispo:

50
D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 66, 89, 93, 135, 141, 146, 149, 275
51
L. González R. (2014) pp. 562-563.
52
L. González R. (2014) p. 569-571.
53
Informe del párroco Dionisio María Gómez al arzobispo, 11 de mayo de 1910 (AHAG-San
Diego de Alejandría-C2).
98
«Todo este pueblo, lo mismo que su Ayuntamiento, son tan piadosos, que creo que de
ninguna manera consentirán escuelas laicas».54
La situación se modificó a partir de la derrota del huertismo en que se observó una
estrecha vigilancia sobre la Iglesia. En octubre de 1914, el presidente municipal de San
Diego de Alejandría, Antonio Valadez, le expresó al párroco que con base en un decreto
estatal, «las escuelas Parroquiales deben de ser clausuradas desde luego, o en caso de
que subsistan han de ser agregadas a las oficiales, recabando del Ejecutivo la
aprobación respectiva». Meses después se cerraron en espera de su incorporación bajo
las nuevas bases y en esa condición permanecieron, por lo menos hasta 1916.55
La Constitución de 1917 estableció la escuela laica en el artículo tercero y por lo
tanto el Estado tendría la batuta sobre esta cuestión, pero le fue difícil suplir a la Iglesia
y los fieles en esta tarea, ya que no tenía establecido claramente un programa ni contaron
los maestros con la capacitación y los recursos materiales necesarios, además de que
se enfrentaron a la oposición de hacendados, curas y autoridades que tenían en la
enseñanza un coto de poder, y a su vez a la misma comunidad que daba prioridad a
satisfacer sus necesidades inmediatas sobre otras como la de ser alfabetizados.56
A pesar de los obstáculos había una necesidad urgente de alfabetizar y modificar
los hábitos de los mexicanos. Entre los objetivos a lograr con la educación oficial estaba
el de formar ciudadanos virtuosos comprometidos con su comunidad y con el país, que
aportaran al desarrollo económico, como en el caso de los campesinos, que implicó la
enseñanza de técnicas modernas de cultivo.57 Lo anterior porque buena parte de las
comunidades de la nación estaban aisladas y tenían una diversidad cultural, lo que hacía
que México como país existiera para una minoría, así que había una necesidad de tener
una homogeneidad que con la enseñanza se podría dar para tener una identidad
nacional y «forjar Patria».58

54
L. González R. (2014) pp. 574-575.
55
El presidente municipal al cura Dionisio María Gómez, 14 de octubre de 1914 (AHAG-San
Diego de Alejandría-C2); Informe del párroco Dionisio María Gómez al vicario general Manuel
Alvarado, 5 de enero de 1915 (AHAG-San Diego de Alejandría-C2); Informe del párroco Dionisio
María Gómez al vicario general Manuel Alvarado, 20 de enero de 1916 (AHAG-San Diego de
Alejandría-C2).
56
E. Loyo (1999) pp. 98, 114, 245, 268, 271, 273, 279.
57
P. Yankelevich (1985) pp. 29-30; E. Loyo (1999) pp. 126, 225, 256, 273, 279.
58
E. Loyo (1999) pp. 143, 258-259, 279; J. Meyer (2010) pp. 325, 334.
99
Estas directrices atentaron contra la Iglesia, pues desde el surgimiento de la
doctrina social llevó a cabo una mayor atención en la formación de sus fieles, viendo un
peligro en que los nuevos integrantes de la sociedad fueran formados en ideas ajenas a
la misma, además de que los feligreses buscaban una educación que fuera acompañada
de la impartición de un catecismo.59 En 1925, expresó el cura de Unión de San Antonio
que tenía dificultades para establecer la escuela parroquial, pero lo compensaba con un
mayor tiempo dedicado a los niños los domingos, así «no hay peligro de que perviertan
a la niñez».60 Es decir, la educación oficial era definida por el clero como algo negativo
que afectaría a los infantes, lo cual era sumamente importante por el peso que tenían las
opiniones de los presbíteros dentro de la comunidad.
A inicios de los años veinte, en la microrregión se siguió el modelo que venía
desde antes de la Revolución Mexicana consistente en escuelas oficiales en las
cabeceras, que después se ampliaron a ciertas localidades, más algunas escuelas
parroquiales en la cabecera y rancherías y otras que eran sostenidas por los fieles,
generalmente en los ranchos.61 Pero comenzó a cambiar el equilibrio logrado y la
tolerancia se hizo cada vez menor a partir de la implementación del artículo tercero
constitucional que prohibió la educación religiosa, no obstante las autoridades locales de
alguna manera permitieron la continuidad de algunos establecimientos en los tres
municipios, que se abrieron o clausuraron según la dificultad del momento.62 Para
defender la perspectiva conservadora, hacia 1921 existió una representación de la Unión
Nacional de Padres de Familia en Unión de San Antonio y en 1925 se mencionó su
existencia en San Julián.63
El periodo más álgido de confrontación fue durante la rebelión Cristera (1926-
1929) en que se afectaron pronunciadamente varias actividades en la región, entre ellas
lo fue la educación, en gran parte debido a que la Iglesia dictaminó que era pecado acudir
a la enseñanza oficial. En la circular 21 de 1926 estableció la excomunión para los

59
Historia de Jalisco (1982) p. 62; L. González y González (1997) p. 323; L. González R. (2014)
pp. 559-662.
60
Informe del párroco José R. González al arzobispo, 4 de junio de 1925 (AHAG-Unión de San
Antonio-C3).
61
AHAG-San Julián-C1.
62
D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 183, 275, 283.
63
Informe del párroco José R. González (AHAG-USA-C3); L. González R. (2014) p. 311.
100
maestros que dieran clases en escuelas oficiales y para los padres, con lo que usó el
recurso más drástico con que podía castigar a sus feligreses, por lo que el temor a sufrir
esta determinación era bastante fuerte y pudo generar un motivo para el rechazo violento
en los habitantes. Después se suspendió la orden y se dieron ciertas licencias a
profesores y progenitores, con la condición de que no firmaran adhesión política
antirreligiosa, en el caso de los primeros, y que los segundos vigilaran lo que se les
enseñaba a sus hijos dándoseles doctrina cristiana, estando atentos «para que los
saquen inmediatamente que vean que los niños corren peligro de perversión».64
El resultado inmediato fue la poca asistencia escolar y la ausencia de maestros.65
Algunos docentes que eran católicos pidieron licencias al arzobispo para seguir
ejerciendo su profesión a pesar de la prohibición. En 1926, unas maestras rurales de
Unión de San Antonio, que eran católicas pero daban clases en escuelas oficiales, le
comentaron al arzobispo que «siempre hemos procurado contrarrestar la enseñanza
nociva en la niñez y siempre que hay oportunidad enseñamos Religión a los niños», por
lo que deseaban continuar en el cargo, lo cual les fue concedido.66 En ese mismo año,
el Director General de Educación Primaria y Especial del Estado, notó que parte del
personal docente estaba en contra de las leyes sobre cultos, por lo que les pidió que
definieran su actitud y tras su respuesta cesó a más de 800 de los 2,000 maestros que
sostenía la entidad.67 Esta cifra revela el peso del catolicismo en los habitantes del
estado.
La tarea educativa se reactivó al término de la rebelión con el objetivo de pacificar
la zona, pues representantes de la Secretaría de Educación Pública consideraron que
parte del problema había sido la ignorancia de los habitantes, por lo que la escuela
pública sería una importante área de intervención y para ello fundaron pequeños centros
de enseñanza donde hubo mayor presencia cristera, como lo fueron en las localidades

64
Carta sin firma al arcediano José Ma. Esparza, Guadalajara, 5 de septiembre de 1928 (AHAG-
Unión de San Antonio-C3).
65
Informe de Francisco Mancilla, jefe del departamento Administrativo de la Secretaría de
Gobernación, 17 de octubre de 1926 (AGPJFJ-1JP-1926-L5-Exp. 220).
66
Carta al arzobispo de parte de tres maestras, 30 de agosto de 1926 (AHAG-Unión de San
Antonio-C3).
67
Informe del Director General de Educación Primaria y Especial de Jalisco, 5 de enero de 1927
(AGPJFJ-1JP-Serie P-1926-L5-Exp. 220).
101
alteñas de Caballerías, El Caliche, entre otras. Aunque continuó la resistencia de los
pobladores.68
A inicios de los treinta, funcionaban escuelas oficiales en las cabeceras y en
algunas localidades. En San Julián, había escuelas oficiales y se aprobó una escuela
rural en una localidad del municipio, aunque la parroquia evitaba su instalación.69 La
cabecera municipal de Unión de San Antonio contó con los llamados «párvulos» a cargo
de la Iglesia, que cobraba una cuota, y una primaria elemental oficial, que consistía hasta
cuarto grado y en la que se daban nociones básicas.70 Pero mientras que en la mayor
parte del estado se empezó a normalizar la situación, en Los Altos continuó la tensión.
El inspector Agapito Constantino sintetizó la situación después de visitar la zona a
mediados de 1932:
En su aspecto material todas las escuelas vienen funcionando en
pésimas condiciones: carecen de locales apropiados y de
mobiliario escolar (…). La asistencia de los alumnos es escasa y
el medio social de la zona es en extremo apático para los asuntos
educativos. Los maestros tienen estudios hasta sexto grado de
instrucción primaria superior, y si bien desempeñan sus tareas con
empeño, el medio social es muy difícil. La mayor parte de las
gentes tilda de malas a las escuelas de gobierno. Como la mayoría

68
«Caballerías» puede referirse a una localidad en San Juan de los Lagos en los límites con San
Julián y «El Caliche» puede ser una localidad que está en Unión de San Antonio. P. Yankelevich
manifiesta que la última localidad es una «población enclavada en un área de latifundios», en la
que en julio de 1932 fue asesinado el maestro Francisco González por lugareños que no estaban
de acuerdo con una campaña que organizó contra el consumo de bebidas embriagantes y por la
promoción que hizo para la formación de un sindicato para recibir una dotación de tierras,
«sabedores de esto los hacendados amedrentaron a los solicitantes, obligándolos a retirar su
petición» (P. Yankelevich, 1985, pp. 33-34). Esta localidad tendría tintes sinarquistas
posteriormente (Lic. Alfredo Moreno, comunicación personal, 5 de agosto de 2014, el
entrevistado nació en 1929 en la cabecera municipal de Unión de San Antonio, su padre fue
emigrante a los Estados Unidos en los años diez y administrador de correos en el municipio
posteriormente, su madre fue maestra y administradora de correos. Posteriormente estudió
derecho y tuvo una notaría).
69
Acta de Cabildo, 25 de enero de 1930; Acta de Cabildo, 27 de enero de 1931; Acta de Cabildo,
1 de febrero de 1932 (AMSJ); M. Cruz y A. García (1991) p. 72. Estos autores señalan que en
San Julián a inicios de los años veinte había 12 escuelas en la parroquia, pero luego se fundaron
oficiales hasta 1940 debido a la aversión del pueblo.
70
Lic. Alfredo Moreno González (n. 1929), comunicación personal, 5 de agosto de 2014.
102
de los vecinos viven en la completa ignorancia y aferrados a las
prescripciones curales, es muy poca la colaboración que
proporcionan, tiene uno que explicarles parte por parte cada uno
de los valores educativos.71
Esta visión negativa se debió en parte a que la población estaba acostumbrada a que
los niños llevaran doctrina cristiana en sus estudios, y la propuesta laica iba en contra de
esa costumbre. Otra dificultad era que las escuelas estaban en las cabeceras y en pocas
localidades fuera de ellas, por lo que la dispersión dificultaba la asistencia escolar. Para
compensar esto, los propietarios de ranchos o haciendas contrataban a una maestra o
maestro para atender a los niños y a algunos adultos que también se dispusieran. Esta
enseñanza estaba mezclada con lo religioso, pues a la par de enseñar aritmética, a leer
y escribir, se daba catecismo.72 La implicación de este tipo de escuela era buscar más la
perpetuación de la tradición que alfabetizar de manera amplia a la población, mientras
que la educación oficial contó con técnicas más modernas de enseñanza y aprendizaje,
como lo fueron el método onomatopéyico.73 Sin embargo, los agregados políticos que
podrían relacionarse con esta última hicieron que se rechazara a pesar de los efectos
positivos visibles en la alfabetización.
La situación educativa se agravó cuando se le quiso dar un giro socialista, lo cual
se formuló en el Plan Sexenal de 1933 y se elevó a rango constitucional en 1934,
entrando en vigor el 1º de diciembre de este último año, mismo día en que tomó posesión
como presidente de la República el general Cárdenas. Con este cambio se buscó que el
Estado tuviera una acción más amplia en la población que generara un cambio social y
político en el país, al tiempo que comprometiera a los habitantes con las ideas de la
Revolución Mexicana.74 El artículo tercero reformado se estableció de la siguiente
manera:

71
P. Yankelevich (1985) pp. 32-33.
72
María Luisa Gordillo Olivares, comunicación personal, 24 de febrero de 2012 (Nació en 1912
en Santa Teresa, Unión de San Antonio y desde pequeña residió en San Diego de Alejandría,
falleció en 2013. Fue maestra en algunos ranchos en los años treinta, después emigró a la
Ciudad de México donde laboró en una empresa textil por ocho años, retornó en los años
cuarenta a San Diego de Alejandría como maestra de la escuela oficial, cargo que ocupó por 50
años).
73
María Luisa Gordillo Olivares (1912-2013), comunicación personal, 24 de febrero de 2012.
74
L. Aboites y E. Loyo (2010) pp. 624-625, 636.
103
La educación que imparta el Estado será socialista, y, además de
excluir toda doctrina religiosa, combatirá el fanatismo y los
prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y
actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto
racional y exacto del Universo y de la vida social.75
Como se puede leer, tuvo un contenido ambiguo que dependió de la interpretación
particular que le dio cada funcionario, en específico para Cárdenas implicó una acción
más allá del aula, donde el maestro podía entrar «con valor en la lucha social» acudiendo
también al taller y al campo, preparando al niño para que en un futuro tuviera «conciencia
gremial» y solidaridad «con sus compañeros de clase».76
Ante la falta de claridad, los maestros y los pobladores la interpretaron y adaptaron
a su contexto. En otros casos presentaron resistencia y hostilidad para evitar el trabajo
de los docentes en sus regiones.77 Una táctica para oponerse fue la huelga escolar, que
se inició a principios de 1935 e hizo que se reportaran casi vacíos los planteles de Los
Altos, acusando su promoción a la Iglesia y los terratenientes.78 Situación explicable pues
había el miedo a ser excomulgado. En la Escuela Rural Federal de Las Palmas, Unión
de San Antonio, algunos vecinos efectuaron una campaña contra la misma, porque
querían clausurarla debido a que los sacerdotes los amenazaban de excomunión si
mandaban a sus hijos, quedándose el plantel sin asistencia, por ello el Director de
Educación Federal pidió al gobierno estatal que cesara la campaña.79
En 1935 el gobierno del estado pidió a diversos ayuntamientos medidas para
conseguir una asistencia mayor de alumnos, como lo fue en Unión de San Antonio y San
Diego de Alejandría donde se reportó que no acudían los estudiantes. También se
informó que los maestros eran perseguidos y amenazados por los «fanáticos», los curas

75
Francisco Larroyo (1988). Historia comparada de la educación en México. 20ª edición, Porrúa,
México, pp. 492-493.
76
Guadalupe Monroy (1985). Política educativa de la Revolución (1910-1940). Cien de México,
SEP, México, pp. 40-41, 49-50, 52-53, 57.
77
E. Loyo (1999) pp. XV, 245.
78
Queja de la Avanzada Roja de Mujeres de Izquierda, adherida a la sección femenil del PNR,
31 de enero de 1935 (AHJ-IP1-935-C43-Exp. 1079 Legajo 1, ff. 1-52); Varios comunicados al
gobernador (AHJ-IP1-C43-Exp. 1079, Legajo 8); Del secretario general de gobierno al presidente
municipal de Arandas (AHJ-IP1-C43-Exp. 1079 Legajo 9); P. Yankelevich (1985) pp. 118-119.
79
Oficio del Secretario General de Gobierno al presidente municipal de Unión de San Antonio,
30 de abril de 1935 (AHJ-IP1-C43-Exp. 1079 Legajo 7).
104
y los hacendados.80 En los tres municipios la forma más común de manifestar el rechazo
fue una estigmatización social y un boicot contra los empleados públicos, teniendo
algunos casos de violencia. En una ocasión incendiaron o desaparecieron los libros que
se almacenaban en uno de los salones de la escuela oficial de Unión de San Antonio.81
El caso más grave fue el asesinato del maestro rural Ramiro Martínez en una hacienda
de San Diego de Alejandría. En este caso, el profesor –que era de origen foráneo–
estaba instalado en dicha localidad y promovió entre los peones que se organizaran para
pedir tierras, a lo que el hacendado no le pareció y lo mató. El hecho causó gran malestar
entre los simpatizantes del gobierno en Jalisco, inclusive en las oficinas centrales de la
Secretaría de Educación Pública en la Ciudad de México se develó un monumento a los
maestros caídos y ahí se inscribió el nombre de este docente.82 Aunque este hecho tiene
el móvil del agrarismo, era un agente de la educación oficial quien sufrió la violencia y
muestra cómo se interrelacionaba el aspecto agrario con el docente.
Estos casos presentados en los tres municipios no fueron eventos aislados, sino
que formaron parte de una respuesta común en la región. En algunas localidades se
registraron asesinatos de maestros quizá por los cristeros pues se quejaban
constantemente de ser perseguidos, como en Pegueros.83 La poca o nula asistencia
escolar se observó en 1935 en distintos poblados de Los Altos, como en Arandas,
Cuquío, Jesús María, San Miguel el Alto y Santa María del Valle. También se reportó un
persistente peligro que corrían los maestros de ser atacados, «debido a que
constantemente amagan grupos de alzados esos lugares», como expresó la directora de
la escuela de Salto de Nogales, Arandas.84 También lo hacían por presiones de los
mismos pobladores, un docente de Arandas expresó: «la mayor parte de los habitantes

80
Oficio del ayuntamiento de SDA, 6 de abril de 1935 (AHJ-IP1-C43-Exp. 1079, Legajo 7); Oficio
del Secretario General de Gobierno a algunos presidentes municipales alteños, 8 de mayo de
1935 (AHJ-IP1-C43-Exp. 1079, Legajo 10).
81
Lic. Alfredo Moreno González (n. 1929), comunicación personal, 5 de agosto de 2014.
82
P. Yankelevich 104; Ó. Maldonado (2003) pp. 180-181; Queda por comprobar si en El Caliche
hubo un asesinato.
83
Oficio del Director General de Educación al Secretario General de Gobierno, 21 de Agosto de
1935 (AHJ-IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 10, 1068); P. Yankelevich (1985) p. 44.
84
AHJ-IP1-C43-Exp. 1079, Legajo 7; AHJ-IP1-C43-Exp. 1079, L8; AHJ-IP1-C43-Exp. 1079,
Legajo 9; AHJ-IP1-C43-Exp. 3086/1067.
105
de esta localidad son fanáticos enemigos de la revolución».85 Esta oposición fue a nivel
nacional y registró una respuesta violenta de alrededor de 100 asesinatos y 200
heridos.86
Esta enseñanza pretendió formar a los niños en tendencias que no eran
aprobadas por la tradición local y que se temía implantaran valores en las nuevas
generaciones que iban en contra de lo que establecía la comunidad y de lo que deseaban
los padres, lo que se tradujo en inasistencia y rechazo al maestro. Se acusaba a las
autoridades municipales y estatales de ser tolerantes con la falta de asistencia por no
ser capaces de desafiar al clero. Ante esta situación, los maestros vivieron concentrados
en las cabeceras municipales por el peligro que corrían por las amenazas dadas por las
partidas de alzados, que inclusive habían llegado a cometer asesinatos. Se afirmó que
«la escuela rural es vista con desprecio y saña, con desconfianza y rencor» en parte por
la actitud de la Iglesia.87
En los tres municipios es difícil decir que hubo una implantación de una educación
socialista, aunque la sola intención de hacerlo bastaba para rechazarla. Una persona
que acudió a la escuela oficial en Unión de San Antonio en los años treinta, recuerda que
en ese periodo cantaban o escuchaban canciones socialistas como «Sol redondo y
colorado», «El corrido de los agraristas» o «La Internacional», y que por acudir a la
escuela oficial eran señalados, pero que el cura de la época –José González– era
comprensivo.88 Lo anterior revela que la intensidad del control que la Iglesia podía ejercer
sobre la población pasaba por el criterio del sacerdote y su actitud abierta o cerrada,
habiendo algunos más dispuestos a evitar a toda costa la intervención oficial y otros
menos inclinados, pero siempre había un rechazo en algún grado. La situación en
general se puede decir que consistió en que a los planteles acudían pocos alumnos,

85
Oficio del Secretario General de Gobierno al presidente municipal de Arandas, 1935 (AHJ-IP1-
C43-Exp. 1079, Legajo 9).
86
Pablo Serrano (1992). La batalla del espíritu. El movimiento sinarquista en el Bajío (1932-
1951). Tomo I. Conaculta, México, pp. 92, 96-97; J. Meyer (2010) p. 223.
87
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-C43-
Exp. 1079, Legajo 4, pp. 211-215/33-37).
88
Lic. Alfredo Moreno González (n. 1929), comunicación personal, 5 de agosto de 2014. En los
reportes que envió dicho sacerdote mencionó algunas actividades no tan tolerantes, como el que
prohibió la realización de bailes durante las posadas lo que consiguió por la «docilidad» de sus
fieles (Informe cuatrimestral al arzobispo, AHAG-Unión de San Antonio-C3).
106
llegando algunos a la clausura, porque la oposición de los pobladores y los alzados
cristeros impidieron el trabajo de los maestros, generándose algunos casos de violencia
contra ellos y las instalaciones.
Como consecuencia de las directrices de la educación oficial y su falta de respaldo
en los habitantes alteños y por lo tanto de los tres municipios, se puede decir que hacia
1940 existió poco avance en la enseñanza. La educación socialista en la región –según
Pablo Yankelevich– resultó en un fracaso porque las escuelas tuvieron poca asistencia
y poco impacto en la población por la presión de los grupos que defendían a la tradición,
aunque en otras zonas del estado de Jalisco, como la costa, pudo ser exitosa.89 Esto
llevó a la clausura de establecimientos escolares, tras lo cual hacia finales de los años
treinta la política educativa tuvo que suavizarse pues las cifras eran alarmantes, como
muestra en 1940 se registró un 75% de analfabetismo en San Diego de Alejandría y en
Unión de San Antonio, mientras que en San Julián hubo un 67% (ver Cuadro 20).
La oposición educativa creó así un malestar en la población que fue manifiesto en
el poco avance de la alfabetización, que representó un obstáculo para el crecimiento
local al restringir la generación de nuevas áreas de trabajo en sectores que eran más
productivos en la época, como los servicios, y mantuvo a los pobladores en una actividad
limitada como lo era la agropecuaria. Estas posturas de los habitantes fueron alentadas
y promovidas por la Iglesia católica, como se reseñará a continuación.

2.4 ¡Viva Dios y mi pistola!: los católicos alteños, entre la devoción y las armas

De entre todas las políticas revolucionarias, la religiosa fue la más sensible en Los Altos
pues la Iglesia católica era fundamental para regular los aspectos sociales, culturales,
económicos y políticos, sobre todo porque el Estado renovó con más vigor su interés en
limitarla desde los años diez, tomando los gobiernos a nivel federal y estatal distintas
medidas para regular su actividad. Algunas disposiciones fueron más radicales que otras
y provocaron diferentes protestas y levantamientos armados en el periodo. Por ello, en

89
P. Yankelevich (1985) pp. 97-98, 133, 136.
107
este apartado se abordará primeramente la vida religiosa en los tres municipios, para
después realizar una descripción sobre lo que implicaba ser católico y por qué fue tan
grave para ellos la amenaza a la Iglesia. Posteriormente se hará una relación de en qué
consistió la oposición de un sector de los católicos a las leyes oficiales en materia de
culto, incluyendo la rebelión Cristera de fines de los años veinte y sus secuelas en los
años treinta.

2.4.1 La vida religiosa en los tres municipios

Como se mencionó anteriormente, el Estado –tanto a nivel federal como estatal–


intervino de manera más intensa en los años veinte y treinta en la búsqueda por
respaldarse en la población para obtener legitimidad, ofreciendo a cambio la aplicación
de reformas sociales. Éstas involucraron modificar algunos procesos consolidados al
interior de las distintas localidades del país, como en la sociedad rural alteña, y que en
este caso significaron una amenaza a ciertos aspectos de la vida local, que valoraba
proposiciones diversas a lo que el Estado planteaba, por lo que encontraron en la
microrregión una oposición, especialmente en lo correspondiente a lo agrario, educativo
y religioso.
El sentido social local puede ser entendido retomando lo expuesto en la
introducción respecto a las «recetas» que señala Alfred Schütz, que pueden ser
entendidas como pautas de acción que poseen los sujetos y que cuentan con una
aprobación colectiva que les permite ordenar su mundo y poder actuar en él. Este orden
se estableció por medio de un mecanismo de socialización que hizo incorporar a los
nuevos habitantes dentro de unas mismas pautas de acción, las cuales tenían un
mecanismo de control para evitar la dispersión. El establecer cómo se debía de actuar
fue parte de una conducta aprendida en ese proceso de socialización y que en muchas
ocasiones tiene sus raíces en modos coloniales que seguían existiendo para inicios del
siglo XX. Estos sentidos compartidos de acción no significaron una uniformidad total,
pues al interior de la sociedad había movilidad y cambio que hicieron que las formas se
modificaran con el tiempo y que hubiera una diversidad, sin embargo, se puede hablar
de tendencias generales que identificaron a los habitantes durante el periodo referido.

108
Uno de los rasgos con que son identificados los alteños de los años veinte y treinta
es el aspecto de su religiosidad católica, ya que ésta era un elemento fundamental dador
de sentido y cuya amenaza implicaba atentar contra su forma de entender el mundo y su
manera de regular las interacciones sociales.90 Con base en esto, en el presente
apartado se hará una descripción de en qué consistió la religiosidad de los pobladores
de San Diego de Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio para entender por qué
hubo una reacción negativa cuando el Estado intervino en la cuestión y con ello produjo
una inestabilidad en la zona que pudo contribuir a la expulsión de la población.
A principios del siglo XX, los curas de las parroquias de San Diego de Alejandría
y Unión de San Antonio usaron las palabras «dócil», «piedad» y «sumisión» para
describir a la feligresía.91 Estos rasgos continuaron en décadas posteriores y se puede
decir que esta forma de vivir la religiosidad católica desbordaba el ámbito netamente
devocional, pues incluía otras esferas como las familiares, laborales y educativas –por
mencionar algunas– lo que le permitía a la Iglesia ser una fuente dadora de sentido en
todas esas áreas. De ahí que la práctica católica se convertía en un punto preponderante
generador de «recetas de acción» que hacía que algunos habitantes en ocasiones
llegaran a tener una actitud extrema para defender ese orden, pues sin él el resto de las
actividades perdían su sentido.
Bajo estas ideas se puede entender esa «docilidad», que en párrafos posteriores
se verá que era relativa, y que puede ser entendida como disposición para cumplir y
seguir las ordenanzas eclesiásticas para llegar a ser un buen cristiano. Esto último puede
expresarse siguiendo el catecismo del padre Ripalda, que estaba muy difundido en la
época y se seguía en las parroquias. En este libro, se expresaban lineamientos básicos
como cumplir con los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia, que incluían ir a
misa, comulgar, ayunar, pagar diezmos, entre otros. También se indicaba cumplir con
los siete sacramentos que eran el bautismo, confirmación, penitencia, comunión,

90
J. L. López Ulloa (2013) pp. 27, 61, 88, 111.
91
Informe del párroco al Arzobispo, 30 de abril de 1907 (AHAG-San Diego de Alejandría-C2).
Descripciones similares se encuentran en: Informe del párroco al Arzobispo, enero de 1905;
Informe del párroco al Arzobispo, 16 de enero de 1907; Informe del párroco al Arzobispo, 22 de
enero de 1918 (AHAG-San Diego de Alejandría-C2); Informe del párroco al Arzobispo, último
cuatrimestre de 1921 (AHAG-Unión de San Antonio-C3).
109
extremaunción, orden sacerdotal y matrimonio.92 Como se puede leer, con ellos se
regulaban cuestiones que tenían que ver con la reproducción de la sociedad, como el
matrimonio, y con asuntos económicos como el diezmo.
Para cumplir con lo anterior, en las parroquias de la microrregión a lo largo del año
se contaba con distintas ocasiones para recibir los sacramentos y cumplir con las
ordenanzas de la Iglesia, como lo eran las fiestas del calendario religioso. Además de
estas ocasiones especiales, de manera regular se efectuaban una o dos misas diarias y
los domingos tres. Había días del mes con alguna dedicación especial, como los viernes
primeros del mes, en los que se confesaba y comulgaba o los días 12, en que se hacía
una celebración a la virgen de Guadalupe. El rosario se rezaba diariamente en horario
vespertino, contando algunas ocasiones con exposición del Santísimo y con explicación
de la Doctrina Cristiana por parte del sacerdote.93
En estas ocasiones se podía recibir el sacramento de la penitencia y de la
eucaristía, prerrogativa que se mandaba hacer por lo menos una vez al año. La
penitencia se realizaba por medio de la confesión, a través de la cual se obtenía el perdón
de los pecados y se podía comulgar para estar preparados para una buena muerte. El
cumplimiento de este sacramento fue visto de manera negativa por los
constitucionalistas, pues veían en el confesionario uno de los mecanismos de control
sobre la población, por lo que la quema de ellos fue un hábito durante la Revolución
Mexicana.94 Con la confesión el sacerdote poseía información sobre la vida en la
parroquia y las cuestiones íntimas de los feligreses, generándole un poder sobre la
misma.
Para cumplir con el resto de los sacramentos, el bautismo se realizaba a los pocos
días de nacido en la cabecera, la confirmación cuando acudía el obispo, el matrimonio

92
Jerónimo Ripalda (1880). Catecismo y exposición breve de la Doctrina Cristiana. Imprenta de
Francisco Rosal, R. de J. Gorgas, Barcelona (España). En: [http://www.vaticanocatolico.com/
PDF/Catecismo_PRipalda.pdf] Fecha de consulta: 23 de enero de 2015. Este catecismo «que
tanto miedo le tienen las leyes de reforma», según expresó el párroco de San Julián el 8 de
agosto de 1900 (L. González R., 2014: 145-146).
93
Lo anterior con base en informes de los párrocos de la microrregión y documentos eclesiásticos
de los años 1905-1906, 1914-1915 y 1917 (AHAG-San Diego de Alejandría-C2); Informes y
documentos años 1916-1918, 1920-1923, 1925, 1932, 1934, 1938 (AHAG-Unión de San Antonio-
C3); D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 104; L. González R. (2014).
94
J. L. López Ulloa (2013) p. 116.
110
en alguna de las misas de la cabecera y la unción de los enfermos con la asistencia de
un presbítero. Esta última era parte de la preparación para una buena muerte, Agustín
Yáñez en Al filo del agua relató la preocupación por una mujer que falleció sin confesión,
ya que el sacerdote la «santolió fría» y que por ello «pudo condenarse por falta de
auxilios» aunque afirmaran que «siempre estuvo lista para el supremo trance».95 Esta
preocupación fue visible en San Diego de Alejandría en julio de 1914, cuando ante el
temor de que se aproximaran los revolucionarios, concurrieron a confesarse varios
vecinos, por si acontecía alguna situación inconveniente.96
La suspensión de estos servicios religiosos implicó una dificultad para cumplir con
los sacramentos y mandamientos mencionados, lo que pudo generar una preocupación
que justificara una oposición, pues al no recibirlos se impedía una «buena muerte» o ser
buen cristiano, que era sustancial dentro de la religiosidad local. Para la realización de
estas disposiciones era fundamental el papel del sacerdote, pues era el oficiante
necesario para que se llevaran a cabo. A esta figura se le tenía un especial aprecio, así
se puede leer en expresiones de los fieles, como la que tuvieron algunos de ellos en
1912 en Unión de San Antonio, cuando tras remover al párroco por una orden superior,
señalaron al arzobispo su deseo de que volviera, expresando que «necesitamos de sus
luces, de sus consejos, de su amparo, necesitamos que nos sirva de guía por este
obscuro, tortuoso y áspero camino de nuestra existencia», pues lo consideraban un
amigo, hermano y padre, con lo que sentían «un vacío en el corazón y tristeza en el
alma».97 Aunque no fue una petición firmada por todos los fieles, da luz sobre una de las
formas de sentir en los pobladores.
Además de la actividad sacramental, los feligreses contaron con una serie de
asociaciones en las que participaban de la vida religiosa. El fin de ellas, como lo expresó
el cura de la Unión de San Antonio, era procurar que «se ejerciten en la piedad y virtud
las personas que forman dichos gremios». Para la década de 1920 y 1930 existían varias
asociaciones en las parroquias de la microrregión, algunas con fines devocionales que
se enfocaban a seguir ciertas prácticas de oración y otras de acción social entre las que

95
Agustín Yáñez (2008 [1947]). Al filo del agua. 27ª ed., Porrúa, México, pp. 130-131.
96
Informe del párroco al Arzobispo, segundo cuatrimestre de 1914 (AHAG-San Diego de
Alejandría-C2).
97
Carta al arzobispo de parte de vecinos, 12 de abril de 1912 (AHAG-Unión de San Antonio-C3).
111
se encontraban la Asociación Nacional de Padres de Familia, que pretendió vigilar que
en las escuelas laicas y católicas se impartieran clases de moral y religión; un círculo de
estudios que tenían «como objetivo la formación religiosa, intelectual y moral de sus
miembros a través de conferencias, lecturas comentadas», en los que también se daban
clases de música, literatura y religión; Círculos de Obreros que agrupaba a artesanos,
albañiles, carpinteros y músicos, entre otros; Cooperativas y Cajas de Préstamo, que en
el caso de San Julián fue fundada en 1919 una con el nombre de La Guadalupana por
iniciativa del párroco Narciso Elizondo y de Miguel Gómez Loza, y se mantuvo en
operación por lo menos hasta los años treinta.98
Otras asociaciones que tuvieron intensa actividad en los tres municipios fueron la
Unión de Damas Católicas Mexicanas (UDCM) que tenía como objetivo «hacer más
eficaz el apostolado de la mujer mexicana en pro de la Religión, de la Patria y del orden
social» que incluía labores de asistencia a la comunidad; también la Asociación Católica
de la Juventud Mexicana (ACJM) que participó en la formación religiosa, cívica y social
de los jóvenes, a través de actividades de devoción, de recreación (deportivas, teatro,
paseos) y de estudio de temas de religión, sociología, historia y urbanidad.99 Después
de la rebelión Cristera, estas asociaciones se modificaron, debido a que fueron
consideradas como activamente participantes en el conflicto y se orientaron hacia una
de las principales organizaciones con que la Iglesia agrupó a los católicos después de la
Cristera y canalizó por una vía pacífica la actividad de los mismos: la Acción Católica
Mexicana (ACM).100
La ACM fue fundada a nivel nacional en 1929 y pocos años después se estableció
en los tres municipios. Se dividía en cuatro ramas según edades (adultos y jóvenes) y
sexos. En 1933 el cura de San Julián informó que la ACM tenía presencia en el pueblo y
en los ranchos, siendo un mecanismo para hilar jerárquicamente a los pobladores con la

98
Informes de 1917, 1921, 1922, 1923, 1925, 1932, 1942 (AHAG-Unión de San Antonio-C3);
Informes 1906, 1914, 1917 (AHAG-San Diego de Alejandría-C2); Informes varios San Julián
(AHAG-San Julián-C2); D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 166-167, 208, 268-269, 279, 286, 288; M.
Cruz y A. García (1991) p. 71; Francisco Barbosa (1996). La Caja Rural Católica de préstamos
y ahorros en Jalisco (1910-1914 y 1920-1924). Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana,
pp. 91-93; L. González R. (2014) pp. 315, 318-319, 324-327, 337-341, 350.
99
L. González R. (2014) pp. 335-336, 352-353.
100
J. Meyer (2012a) pp. 160-161.
112
parroquia, el arzobispado y el Papa: «están todos los jefes unidos y de acuerdo con sus
respectivos celadores, éstos con el párroco, éste con vos [Arzobispo], y V. Excia. con el
Romano Pontífice, para trabajar por la Gloria de Dios, por la Iglesia y salvación de todos».
Dentro de sus objetivos, «se trabaja por la propagación de la buena prensa, se cuida de
la moralidad de costumbres, por la instrucción de la niñez, y se ayuda en lo que el Párroco
va indicando». También recibían cursos de formación «intelectual, moral y cívica» y
religiosa.101
El número de integrantes de cada asociación variaba dependiendo de la época,
por ejemplo si había persecución, también de la voluntad del obispo, del cura y de los
pobladores, entre otros factores. Si se toma como base un reporte de 1917 del cura de
San Julián, alrededor de la mitad de los pobladores estaba involucrada en alguna
asociación, sin incluir a los niños del catecismo.102 Sin embargo, que existieran fieles que
guardaban un gran celo religioso y un respeto a los presbíteros, no significaba una
obediencia ciega habiendo grados de religiosidad y de aprecio hacia ellos.103 En algunos
momentos, aunque no con frecuencia, hubo quejas de parte de los mismos ministros o
de los fieles que no aceptaban los modos de ciertos sacerdotes.104 A su vez, los
feligreses tenían conductas que no deseaban los párrocos, como la realización de bailes
o el emigrar a los Estados Unidos de América, o no todos participaban en los oficios
religiosos.105 Pero por lo general el sacerdote era respetado por su asociación con lo

101
L. González R. (2014) pp. 343, 354, 358-359, 360. La ACM con sus cuatro ramas se fundó en
1939 en San Diego de Alejandría (D. Cerrillo, 2003 [1969], p. 263).
102
L. González R. (2014) pp. 310-311.
103
Un poblador que creció en la época en Unión de San Antonio, llegó a escuchar el dicho de
«con los curas y los gatos pocos tratos» (Lic. Alfredo Moreno González, nació en 1929,
comunicación personal, 5 de agosto de 2014).
104
Carta del vicario foráneo Luis Macías al arzobispo, 22 de marzo de 1920 (AHAG-Unión de
San Antonio-C3); Oficio del presidente municipal de San Diego de Alejandría al arzobispo Garibi,
16 octubre de 1936 (AHAG-San Diego de Alejandría-C2); Carta de Ángel L. González, 2 de
noviembre de 1938 (AHAG-San Diego de Alejandría-C2).
105
Informe del cura José González al arzobispo, 30 de agosto de 1923, (AHAG-Unión de San
Antonio-C3). Un habitante de un rancho de San Diego de Alejandría, señaló que todos los días
rezaban el rosario, pero siempre había alguno que no acudía (Jesús Gallegos Moreno,
comunicación personal, 3 de septiembre de 2011, el entrevistado nació en 1916 y falleció en
2013, residió en varios ranchos entre San Diego de Alejandría y San Julián en los que trabajó
como mediero y jornalero, después compró un terreno en el último municipio mencionado
transformándose en pequeño propietario).
113
divino, como lo expresó una cristera tras irse un sacerdote que escondía en una casa
durante la rebelión: «yo pensaba que sin el padre a mí Dios no me cuidaba».106
Este sentir religioso era parte de la socialización de los pobladores. En el informe
citado de 1935 sobre Los Altos se expresó lo siguiente:
(...) el sentimiento religioso está apoderado fuertemente de la
conciencia de esa gente, y que es tal el dominio espiritual que ese
sentimiento ejerce sobre el ánimo de los creyentes, que los impulsa
a veces a cometer actos de barbarie en nombre de su religión. La
historia de los últimos diez años nos ha enseñado de lo que son
capaces los Alteños: unas veces pelean por convicción y otras sólo
cogen la bandera de la religión como pretexto para cometer actos
punibles por las leyes del País.107
Esta religiosidad era un lente para interpretar la realidad –que era común en otras partes
de México– pero que se distinguía en Los Altos por su antiguo acendramiento, según
algunos autores, quienes la consideran como una continuidad de los primeros
colonizadores españoles, que se establecieron en los siglos XVI y XVII y que tuvieron
que defender la tierra de los ataques de grupos chichimecas, de ahí surgió un aprecio
por el terruño y por la religión que justificó su estancia en ese suelo, el cual pasó a formar
propiedad privada y con el tiempo se dividió en pequeñas propiedades que organizaron
el trabajo en torno a las familias. Estas últimas fueron el canal por medio del cual siguió
la tradición ya que la población estaba dispersa en localidades a donde no era posible la
visita constante del sacerdote, pero que dieron un papel central a la religión católica,
enseñando valoraciones y disposiciones a los nuevos miembros, estableciendo qué
acciones eran las adecuadas.108
Para permanecer dentro de lo que se consideraba conveniente, existían
mecanismos de control para evitar desviaciones o reencauzar a los que habían tomado
distintas decisiones. En los recuerdos de los pobladores de ranchos de la microrregión
que crecieron en el periodo bajo estudio, es común la rememoración del rigor en la

106
J. Arellano (2003) p. 71.
107
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-
C43-Exp. 1079-Legajo 4, f. 210 o 32).
108
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 148; A. Fábregas (1979) pp. 16-17, 53, 60.
114
educación familiar recibida pues se veían constantemente vigilados y había un convenio
por seguir las jerarquías y los códigos de honor, que se traducía en un respeto a los
mayores, a los progenitores y a los patrones. Los padres y las madres tenían un peso
sustancial en las decisiones de la familia y en orillar a sus hijos a tomar ciertas conductas,
como el hecho de que algunos autores señalan a las mujeres por alentar a los hombres
para levantarse en la Cristera. También había un rigor de los patrones dentro de los
ranchos en el que el recurso de la fuerza física era constante para cumplir disposiciones,
incluyendo los ranchos que no tenían empleados o medieros pues los patrones venían a
ser los jefes de la parentela.109
La Iglesia contribuía fuertemente a presionar para mantener lo convenido, ya que
parte del trabajo de los sacerdotes y los fieles organizados consistía en la vigilancia y
control de la población local, debido a que la formación de un buen cristiano involucraba
la totalidad de la vida cotidiana: los pensamientos, las acciones y las palabras que se
veían en la educación, en el templo, en las plazas o en el trabajo. La Iglesia se imponía
como una fuerte institución de control que abarcaba todas las esferas y dejaba poca
libertad para disentir, generando una población «dócil» como se refirió anteriormente.
Cumplir con los sacramentos y con lo religioso era parte de lo fundamental para esta
sociedad, donde el temor a morir en el pecado o en una mala muerte era irse al infierno.
Este temor era real y se manifestaba en la valoración que se hacía de no caer en él
procurando estar confesado y comulgado. Para seguir en el camino cristiano todo el
periodo del año estaba lleno de actividades para recordar y mantener el buen
comportamiento.
Un ejemplo del control era el cuidado que se tenía para que no hubiera socialistas
y con qué atención se seguían las publicaciones que llegaban a los pueblos, pues
aunque se leía poco, lo que se efectuaba se hacía de acuerdo a la prensa católica.110 Se

109
Lo anterior se plantea según lo mencionado en entrevistas con algunos pobladores que fueron
educados en la época o convivieron con personas de la misma: Jesús Gallegos Moreno (1916-
2013), comunicación personal, 3 de septiembre de 2011; María Luisa Gordillo Olivares (1912-
2013), comunicación personal, 24 de febrero de 2012; Gregorio Oliva Plascencia (1915-2015),
comunicación personal, noviembre de 2003.
110
L. González R. (2014) p. 360. En alguna ocasión un «hombre de rancho» de San Julián leyó
el libro El conflicto de los siglos de E. White en el que mencionaba algo sobre los protestantes.
La angustia de haberlo leído lo llevó a escribir al arzobispo para saber si el libro estaba dentro
de los libros prohibidos (AHAG-San Julián-C1).
115
prohibía el cine «pues [se] teme que esa agencia cultural recreativa pueda poner en
peligro sus intereses en la conciencia de las gentes».111 Por medio de estas actividades
se intentaba que los pobladores se mantuvieran dentro de las pautas de acción
comúnmente aceptadas y todos los integrantes hacían un esfuerzo para vigilar, controlar
y solucionar las conductas desviadas.
El temor entre los pobladores parecería restringir la libertad que tenían en la
microrregión, donde ser practicante católico era condición necesaria para ser aceptado
en la sociedad. Esto parece contradictorio con lo referido en el Capítulo 1 sobre la
sociedad ranchera, en que se le asocia con características de autonomía, de ser una
«rústica empresa liberal» y de poseer una «cultura del trabajo independiente», mientras
que si se analiza el aspecto institucional tanto la familia, la Iglesia y el Estado parecen
someter fuertemente a los integrantes. En esto hace falta rescatar dos aspectos: el
interés material de la Iglesia, que también buscaba el desarrollo económico de sus
parroquias por lo que debía dejar lugar a la «cultura del trabajo independiente» y también
la capacidad de los pobladores de tomar ciertas decisiones al margen de lo dictado por
las instituciones.
En el primer aspecto, la Iglesia y el sacerdote como su representante a nivel local
pueden ser vistos no sólo como una institución con intereses religiosos y de formación
de buenos cristianos, sino también como un importante actor económico con intereses
materiales. A nivel nacional, por ejemplo, se mencionó que dentro del conflicto con los
callistas, se asoció a la jerarquía católica con los intereses petroleros, mientras que a
nivel regional se apuntaron sus nexos con las oligarquías que se beneficiaban de las
posturas de la Iglesia. Algo sumamente relevante era el cobro del diezmo, que aunque
estaba abolido, se seguía practicando en la microrregión, teniendo construcciones
especiales para su recolección y su contabilidad, a donde iba el 10% de la cosecha o de
la producción ganadera. Para cuando escaseaba el maíz –alrededor del mes de agosto–
se ponía a la venta a un precio moderado. También los curas eran tenedores
inmobiliarios, llegando a poseer predios rústicos y urbanos.112

111
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-
C43-Exp. 1079-Legajo 4, pp. 211-215/33-37).
112
Fue el caso del párroco de San Julián Narciso Elizondo, que a su muerte legó casas, una
pequeña propiedad de 7 3/4 caballerías, derechos a toma de agua, semovientes (65 reses, 11
116
En el segundo aspecto a agregar, la capacidad de decidir al margen de las
instituciones, tiene que ver con el cambio que hay en las sociedades. Aunque había
«recetas de acción» compartidas, existía la posibilidad de disentir e instaurar nuevas
formas. Haber pertenecido a una sociedad tradicional no significó haber sido una copia
exacta de su antecedente, pues existió una capacidad de reinterpretar en algún grado a
la tradición lo que generaba un cambio, a su vez había un atractivo por las novedades
del tiempo que los pobladores deseaban incorporar a su vida, como lo era la
«modernidad»: luz eléctrica, automóvil, teléfono, carreteras, etcétera. Un ejemplo que
podía provocar ansiedad en la Iglesia y los pobladores fue la emigración a los Estados
Unidos, que provocaba incertidumbre en lo local por la posibilidad de que los habitantes
adquirieran formas que eran extrañas. Agustín Yáñez refirió este problema en su obra Al
filo del agua:
Vientos que traen cizaña, cizaña ellos mismos, más perniciosa que
la de los arrieros (...) No se sabe qué sea peor: la ausencia o el
regreso (...) Muchos ya no quieren trabajar, todo se les va en
resumir, en alegar, en criticar (...) En dar mal ejemplo, burlándose
de la religión, de la patria, de las costumbres. (...) En sembrar la
duda, en hacer que se pierda el amor a la tierra, en alborotar a
otros para que dejen la patria miserable y cochina.113
Esta situación que se vivía en los municipios fue con el tiempo aceptándose aunque con
alguna resistencia.114 Otros disensos fueron menos favorecidos como el agrarismo y la
educación socialista que no fueron asimilados del todo. También se podían dar algunas
divergencias mientras no afectaran al grueso de los habitantes, como la existencia de
hijos ilegítimos o la presencia de «liberales» que pueden ser vistos como personas con
algún criterio divergente al general. En obras literarias ambientadas en Los Altos como

cerdos), siembras a medias (7.5 yuntas), aperos, dinero y deudas (L. González R., 2014, pp.
472-478). Sobre diezmo en las parroquias: D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 116; J. Díaz y R. Rodríguez
(1979) pp. 139, 152, 182; J. L. López Ulloa (2013) p. 346. Sobre beneficios del conservadurismo
Jorge Alonso (1990). Conclusiones. Una región entre la permanencia derechista y la irrupción de
convergencias populares. En: Jorge Alonso y Juan García de Quevedo (coords.). «Política y
región: los Altos de Jalisco», Ciesas, Cuadernos de la Casa Chata No. 171, México, p. 275.
113
A. Yáñez (2008 [1947]) p. 151.
114
Informe del cura José González al arzobispo, 30 de agosto de 1923 (AHAG-Unión de San
Antonio-C3).
117
Los fracasados de Mariano Azuela, Al filo del agua de Agustín Yáñez y Los Cristeros de
J. Guadalupe de Anda aparecen algunos personajes con opiniones «liberales», que
aunque no forman parte de la mayoría sí muestran que en los poblados alteños existían
estos sujetos. En algunos documentos llegan a aparecer esporádicamente algún
protestante, masón o liberal, quienes se podía estigmatizar por la población, pero que
podían solventar su situación aunque no sin dificultades.115
Junto a esta capacidad de disentir –aunque sea en un grado menor– es necesario
considerar también las contradicciones al interior. Una de las más representativas es la
disposición a la violencia de la población alteña, que se manifestaba en conflictos de
diversa índole: políticos, laborales, amorosos y de honor, y que compensa el cuadro
idílico «dócil» que se lee en los informes de los párrocos leídos previamente.116 En la
novela Los Cristeros a través del narrador y los personajes se hace una denuncia
constante hacia un aspecto contradictorio que según la obra literaria tiene el alteño: por
un lado sentirse católico y por otro valorar una valentía que llegaba a ponderar la
violencia y el asesinato, lo que queda epitomizado en la expresión «¡Viva Dios y mi
pistola!» que según la novela era la divisa de los alteños. También se refiere en esta
misma obra a que se mataban por «boberías» en carreras de caballos, fandangos y
bodas; que se daba importancia a aquel que había asesinado; que eran gente «bronca
y generosa».117
Este contraste entre las descripciones dadas por los sacerdotes sobre la
«docilidad» de los habitantes y por otro lado su activa participación en un movimiento
armado y en general el uso cotidiano de las armas, puede entenderse a la luz de las
«recetas de acción» locales fundadas en la tradición socialmente establecida, que tanto
aprobaba cumplir con los sacramentos católicos como el ser «bravo» para defender lo
propio, rasgos que dentro de la sociedad local no entraban en contradicción, por más

115
Declaración de Luz Hermosillo enero 1927 (AGPJFG-1J-Serie P-1927-L1-Exp. 8); J. Díaz y
R. Rodríguez (1979) p. 173; Moisés González Navarro (2003b). Cristeros y agraristas en Jalisco
Tomo V. El Colegio de México, México, p. 33.
116
J. G. de Anda (1988 [1937]) p. 70; R. García (2011) pp. 50-51. En 1898, en San Diego de
Alejandría por problemas en las elecciones hubo una balacera dejando algunos muertos y
heridos (D. Cerrillo, 2003 [1969]: 91-92). «La gente antes era trabajosa, salían a matarse unos
con otros» (Celso Espinosa Amézquita, comunicación personal, 2 de agosto de 2014).
117
J. G. de Anda (1988 [1937]) pp. 60, 67, 75, 88, 95-97, 125, 173, 234, 264.
118
que parezcan hacerlo, como la de ser un piadoso católico al tiempo de tener una postura
agresiva contra el Estado, como se mencionará a continuación.

2.4.2 ¡Viva Cristo Rey!: los levantamientos armados

Con el triunfo de los constitucionalistas –en especial los seguidores de Carranza– se


desarrolló un anticlericalismo justificado por diversos motivos, como el asociar a la Iglesia
católica con sus enemigos Díaz y Huerta. También porque provenían del norte del país,
un México menos católico y lejano del centro más cristiano, lo que les hizo tomar
distancia ante una institución que se les presentaba como un obstáculo. Además de que
podía interpretarse como un competidor, pues tanto el Estado como la Iglesia buscaban
una intervención sobre las masas. Esta posición contra la Iglesia puede denominarse
anticlericalismo pues estaba centrada en acotar la estructura jerárquica que administraba
la religión católica –el clero–, aunque en la práctica también se ejerció en algunos casos
contra las creencias de los mexicanos.118
Este cambio en el gobierno fue notado en la microrregión bajo estudio, en 1914 el
párroco de San Diego de Alejandría se refirió a «la franca y exterminadora persecución
que continúa contra nuestra adorable, única, verdadera y consoladora religión» y dos
años después él mismo tendría que abandonar la parroquia debido a que unos
carrancistas ocuparon el pueblo.119 Con la creación de la Constitución de 1917, se
materializó el anticlericalismo en los artículos 3º, 5º, 24, 27 y 130 que limitaron el culto
dejando en manos federales cualquier regulación. Esta cuestión fue de las más
discutidas en las sesiones del congreso constituyente, más que los asuntos sociales
como el agrario y el laboral.120 Con lo anterior se abolieron la educación religiosa, las
órdenes monásticas, el culto fuera de los recintos, la posesión de bienes para los
eclesiásticos y se acotaron las acciones de los sacerdotes.121

118
A. Knight (2010) pp. 1224, 1298; J. Meyer (2010) p. 183; J. Meyer (2012a) pp. 67-68, 208.
119
Informe del párroco Dionisio María Gómez al vicario general Manuel Alvarado, segundo
cuatrimestre de 1914 (AHAG-San Diego de Alejandría-C2); Informe del párroco Dionisio María
Gómez al vicario general Manuel Alvarado, 3 de agosto de 1916 y 11 de agosto de 1916 (AHAG-
San Diego de Alejandría-C2).
120
L. Aboites y E. Loyo (2010) p. 607; A. Knight (2010) pp. 1224, 1298; J. Meyer (2010) p. 85.
121
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917; L. Aboites y E. Loyo (2010)
pp. 597, 607; A. Knight (2010) pp. 1269, 1298.
119
Estas medidas afectaron no sólo a la institución eclesial sino al pueblo creyente,
pues la Iglesia formaba parte de la cosmovisión y la vida cotidiana de parte de los
mexicanos. Esto restó efectividad a la instauración de las políticas del Estado en algunas
zonas del país como Los Altos de Jalisco, pues un sector de los habitantes vieron en la
regulación a la Iglesia una agresión a la misma y por lo tanto a la forma en que se
desarrollaba la vida en las localidades en que el sacerdote y las creencias eran
sustanciales, situación que pudo distanciarlos de lo que representaba el Estado.
Probablemente estaba fundamentado el acotamiento eclesial dado por los
constitucionalistas para lograr un beneficio en la sociedad, pero la interpretación en Los
Altos no fue en ese sentido.
El anticlericalismo se manifestó con distinta intensidad en los años veinte y treinta,
según la interpretación del presidente en turno o el interés de los gobernadores de los
estados. Un importante antecedente fue en 1918 cuando llegó a suspenderse el culto en
Jalisco como parte de las tensiones que existieron a raíz de la promulgación de la Carta
Magna entre el gobernador Manuel M. Diéguez y el arzobispo de Guadalajara Francisco
Orozco y Jiménez. A principios de 1919, se reanudaron los servicios religiosos tras seis
meses de prohibición, lo que significó un triunfo para los católicos y un importante
antecedente para los conflictos de los años posteriores, además dio nuevos bríos a la
organización de los feligreses.122
A inicios de los años veinte, aunque Obregón tuvo una política menos
confrontadora, fueron sucediendo algunas acciones de hostigamiento que tuvieron como
fin recordarle a la Iglesia que su desarrollo dependía de la voluntad oficial.123
Posteriormente, el callismo buscó la unidad nacional implantando un Estado sobre las
demás fuerzas, donde la Iglesia se presentó incompatible para lograr ese objetivo, por lo
que desarrolló un anticlericalismo más radical, teniendo una clara intención de
reglamentar los artículos constitucionales y aplicarlos, lo que provocó que estallara un

122
A. Olivera (1987) pp. 64-69; J. Tamayo (1988) pp. 26, 44, 69; Francisco Barbosa (1988).
Jalisco desde la Revolución. Tomo VI. La Iglesia y el Gobierno Civil. Gobierno del Estado de
Jalisco, Universidad de Guadalajara, Guadalajara (México), pp. 214-229; Moisés González
Navarro (2001). Cristeros y agraristas en Jalisco Tomo II. El Colegio de México, México, p. 158;
José María Muriá (2005). Breve historia de Jalisco. FCE, El Colegio de México, Fideicomiso
Historia de las Américas, México, pp. 155-156; L. Aboites y E. Loyo (2010) p. 607.
123
J. Meyer (2012a) pp. 102, 108, 111, 116-117, 123, 126.
120
violento conflicto con los católicos.124 Los callistas pensaban que el país debía guiarse
hacia un progreso, para conseguirlo había que evolucionar al mexicano con reformas
sociales eliminando lo obsoleto y arcaico representado por el clero fanatizador, el vicio y
la ignorancia.125 Por lo tanto, bajo estas ideas la Iglesia se presentaba como una
institución que necesitaba acotarse en favor de las directrices oficiales.
Tras una serie de sucesos que fueron tensionando de manera más aguda la
relación del gobierno federal con los católicos militantes, en 1926 la Iglesia suspendió el
culto como respuesta a la reglamentación del artículo 130 constitucional que planteó el
presidente Calles, con la conocida «Ley Calles», mientras que el Estado comenzó a
perseguir cualquier manifestación religiosa, incluyendo las privadas, e impidió la
impartición de sacramentos.126 Para cuando estalló este conflicto, a nivel local se contaba
con una consolidada red entre los católicos forjada a través de algunas organizaciones
para fomentar el carácter social de la Iglesia y en las que los sacerdotes podían intervenir
difundiendo algunas ideas y reforzando posiciones, sobre todo si se considera la activa
participación que tuvieron los sacerdotes de las parroquias de San Diego de Alejandría
y San Julián durante el levantamiento. Algunas de ellas fueron las citadas en párrafos
previos y otras que cobraron relevancia como la mencionada Asociación Católica de la
Juventud Mexicana (ACJM), la organización secreta de la “U”, la muy activa Unión
Popular (UP) y la combativa Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR),
que tuvieron representantes en los tres municipios.127 Un poblador de San Julián expresó
el sentido de estas asociaciones fomentadas por el cura Elizondo:
Que al mismo tiempo que los instruyeran en la religión y en las
distintas cuestiones de índole económica y social, les formaran el
carácter y templándolos en el espíritu de sacrificio y en el amor a
Dios y la fidelidad a la Iglesia, fueran capaces, llegando el caso, de

124
J. Meyer (2012a) pp. 177, 208, 230-231.
125
G. José Valenzuela (2004) pp. 129-131.
126
A. Olivera (1987) pp. 105, 109; J. Meyer (2012) p. 388; J. Meyer (2012a) pp. 265.
127
Víctor López (1954, 22 de septiembre). Jalpa de Cánovas, G., en: David, No. 26; Felipe de
Jesús (1954, 22 de octubre) Coronel Víctor López, en: David, No. 27; J. Márquez (1955, 22 de
agosto) pp. 203-207; Cecilio E. Valtierra (1956, 22 de febrero). Memorias de mi actuación en el
movimiento cristero en Jalpa de Cánovas, Gto., en: David, No. 43, pp. 311-312; A. Olivera (1987)
inserto entre pp. 96-97, 104, 112, 162; M. González Navarro (2001) pp. 197, 268.
121
conducirse con la entereza de los héroes y la firmeza y la
constancia de los primeros mártires del cristianismo.128
Es decir, el estallido de 1926 no tomó por sorpresa a los pobladores, que desde la
suspensión del culto de 1918 habían visto cómo se iban acumulando sucesos contra la
institución eclesial que podrían agravarse como efectivamente sucedió en ese año. El
último día de celebración fue el 31 de julio de 1926, en que los pobladores abarrotaron
los templos recibiendo por última vez los sacramentos. Después de esa fecha sucedieron
una serie de protestas pacíficas a nivel nacional en las que los pobladores de la
microrregión también participaron de acuerdo con lo acordado por la LNDLR, para pedir
que se revocaran las leyes que consideraban persecutorias y así volviera la celebración
en los templos. A pesar de estas acciones no fueron escuchados.129
Tras esto, los fieles se decidieron por realizar un levantamiento armado
generalizado a inicios de 1927, conocido como la rebelión Cristera que se prolongó hasta
el verano de 1929, principalmente a través de la LNDLR y del aliento de los párrocos.130
Tuvo como objetivo la derogación de la «Ley Calles» y combatir la persecución que
desató, aunque algunos autores agregan otros factores como la dimensión agraria, en
que había una defensa de la propiedad privada y una participación de un sector que
había reducido su acceso a la tierra.131 En este periodo parte de la población católica
participó en un alzamiento armado contra las fuerzas federales, ya sea en los escenarios
de guerra, en el abastecimiento o en el financiamiento. La lucha fue más intensa en el
centro-occidente del país, siendo la microrregión bajo estudio una de las más activas en
el conflicto.132 Durante los tres años de lucha murieron 90 mil combatientes a nivel
nacional, a los que habría que agregar gran cantidad de civiles; en lo social provocó la
emigración de la población hacia zonas más seguras dentro y fuera del país; en lo
económico mermó la producción agropecuaria.133

128
José Márquez (1955, 22 de agosto). San Julián. En: David, No. 37.
129
Expediente contra Constancio Pérez, ex presidente municipal de San Diego de Alejandría por
el delito de rebelión (AGPJFG-1JP-Serie P-1927-L1-8/927); D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 39, 190;
J. Márquez (1955, 22 de agosto) pp. 203-207; A. Olivera (1987) pp. 104, 112.
130
A. Olivera (1987) pp. 229-230; J. Meyer (2012a) pp. 297, 287-288.
131
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) pp. 224-225, 228-230; A. Olivera (1987) pp. 101, 231, 238, 249.
132
L. Aboites y E. Loyo (2010) p. 607; J. Meyer (2012) pp. 169-179; J. Meyer (2012b) pp. 109-
133.
133
J. Meyer (2010) pp. 200-201.
122
Comenzó la rebelión como una serie de levantamientos atomizados que poco a
poco se fueron agrupando con el tiempo. Para octubre de 1927 de manera más formal
se crearon regimientos, según disposición del gobernador cristero Miguel Gómez Loza,
y fue uno de ellos el nombrado «San Julián», el cual estaría conformado por los
escuadrones de dicho lugar y además los de Jalpa de Cánovas y San Diego de
Alejandría.134 Este regimiento operó principalmente en la zona y se mantuvo en actividad
hasta su licenciamiento en 1929. Hacia este último año en Los Altos había ocho sectores,
de los cuales uno era el de San Julián.135 El jefe de este regimiento fue Miguel
Hernández, nativo de dicho lugar, quien era de los pocos que contaba con experiencia
militar pues había participado en la Revolución Mexicana.136 El número de miembros
levantados en un inicio fue de entre 27 y 40 hombres en San Julián y 132 armados de
400 enlistados en San Diego de Alejandría. En Unión de San Antonio no se registró un
grupo como en los otros municipios, aunque algunos pobladores se agregaron a otros
ya formados. Durante el conflicto varió el número, pues algunos participaron con el
entusiasmo inicial solamente y otros por temporadas, por lo tanto por momentos se
reportaron entre 70 y 200 cristeros juntando los tres escuadrones, otros autores elevan
la proporción a 800 y 2,000.137
Las diferencias entre los tres municipios pueden entenderse de acuerdo a las
«identidades políticas» que se jugaron en ellos mencionadas en la Introducción, donde
San Diego de Alejandría y San Julián se definieron con más respaldo al movimiento
católico, en parte porque eran poblados más reducidos que el de Unión de San Antonio

134
Cecilio E. Valtierra (1960, 22 de octubre). Memorias de mi actuación en el movimiento cristero
en Jalpa de Cánovas, Gto., en: David, No. 99, pp. 34-36. En otras versiones se incluyó también
a los de San Miguel el Alto, en Víctor López (1955, 22 de marzo). Jalpa de Cánovas, Guanajuato,
en David, núm. 32, pp. 126-128; V. López (1955, 22 de diciembre) pp. 272-273.
135
El resto eran los de San Gaspar, Cuquío, San Miguel el Alto, Ayo el Chico, Atotonilco,
Tepatitlán, Ocotlán-La Barca (Salvador Camarena, 1959, 22 de febrero. Afirmación, en: David,
No. 79, p. 120).
136
M. González Navarro (2001) p. 460; J. Arellano (2003) p. 28.
137
AGPJFJ-1JP-Serie P-1936-L11-Exp. 282 [95/927]; AGPJFJ-1JP-Serie P-1937-L10–Exp
28/927 699/937]. J. Ortiz (1953, 22 de febrero) pp. 109-111; V. López (1955, 22 de septiembre)
pp. 226-227; V. López (1955, 22 de diciembre) pp. 272-273; J. Márquez (1955, 22 de agosto) pp.
203-207; M. González Navarro (2001) p. 269; D. Cerrillo (2002) pp. 57-66; Lic. Alfredo Moreno
González (n. 1929), comunicación personal, 5 de agosto de 2014. El regimiento San Julián
estaba compuesto por cerca de 100 integrantes (J. Ortiz, 1953, 22 de febrero, pp. 109-111), 800
con base en Víctor López (L. González R., 2003: 139), Olivera sugiere que llegaron a ser dos mil
(1987: 141).
123
y por lo tanto con mayor posibilidad de organización y control. Este último municipio contó
con más dispersión y presencia de un movimiento agrarista, lo que no le restaba
catolicidad o indicaba que no hubiera cristeros, pero no lo hicieron en la organización y
forma de los otros dos municipios.
En lo que correspondió al conflicto bélico, el estado de Jalisco tuvo una
participación protagónica, aunque los alzados nunca emprendieron una marcha
arrolladora ni mantuvieron mucho tiempo las plazas conquistadas, toda su fuerza residió
en movimientos rápidos, golpes de audacia sobre pequeños depósitos militares o
defensas agrarias y su posterior repliegue a las zonas montosas. Su sostenimiento radicó
en la cooperación de los pobladores, además de lo arrebatado en combates y lo
comprado a las propias tropas federales.138 Estos recursos limitados les permitieron
prolongar un conflicto que los militares profesionales de otras rebeliones, como los
delahuertistas y los escobaristas, nunca pudieron hacer.
Hacia 1929, con la rebelión escobarista en el norte del país, el gobierno se auxilió
de los agraristas de Saturnino Cedillo que venían de San Luis Potosí para combatir en
Los Altos, debido a que se enviaron militares a combatir a los nuevos alzados. Esto
contribuyó a reforzar la asociación de los agraristas como enemigos de los habitantes.
El general Miguel Hernández ordenaba que los sentenciados a muerte se confesaran,
pero eso no lo hacía con los agraristas, porque decía él lo siguiente:
[fueron a combatir] por gusto y por negocio, a quemar nuestras
cosechas, robar nuestras casas, violar a nuestras mujeres, matar
a nuestros hijos y llenarnos de sufrimiento y de padecer. Nada
malo les habíamos hecho y jamás tratamos de quitarles sus tierras
como ustedes han tratado de quitarnos las nuestras. Nunca
quemamos sus iglesias ni matamos al señor cura como ustedes
han quemado las nuestras y asesinado o apresado a nuestros
párrocos.139
En 1929, ya con Portes Gil en la presidencia, se llevó a cabo un acuerdo entre la Iglesia
y el Estado mediado por el embajador de los Estados Unidos de América para terminar

138
A. Olivera (1987) pp. 124, 140, 193.
139
M. González Navarro (2001) p. 460.
124
con la rebelión y reanudar el culto con los llamados «arreglos», en el que el gobierno se
comprometió verbalmente a dar amnistía para los rebeldes y restituir los inmuebles
eclesiásticos incautados, sin embargo, los artículos fuente de conflicto no se
reformaron.140 Esta solución desde la jerarquía no contó con el total convencimiento de
los levantados, como lo expresó en una carta el vicario de Jalpa: «No estamos nada de
confiados, pues de mi parte se lo digo muy en lo particular que con los llamados arreglos
no hicieron más que engañarnos».141 Este acuerdo que no contó con la solidez necesaria
dejó un camino abierto para que persistiera la violencia en la microrregión en la siguiente
década.
Parte de la eficacia que permitió sobrevivir a los levantados fueron las redes
formadas previo al alzamiento y la cooperación de los pobladores, pues el terreno no
ofrecía muchas ventajas para esconderse ni contaron con importante abastecimiento de
parque y armas.142 Las redes fueron forjadas al calor de las organizaciones como la
ACJM y la UP, a las que se agregaron la LNDLR y las Brigadas Femeninas Santa Juana
de Arco. Estas últimas fueron un valioso canal para llevar información desde los jefes
hasta los representantes en los ranchos y abastecer de pertrechos.143 El apoyo popular
era uno de sus puntos fuertes, que se manifestó en diversas acciones tanto en el ámbito
de la lucha como en el ejercicio de la práctica religiosa. En las memorias de personas
que vivieron en la época son constantes las menciones a personas que apoyaron a los
cristeros con cuestiones materiales como alimentos, dinero y pertrechos de guerra, así
como servicios de correo, espionaje y de atención a los heridos. A su vez proporcionaron
auxilio para los ritos católicos que se efectuaban clandestinamente al guardar los libros
de la parroquia, las imágenes y los objetos litúrgicos, así como al alojar a los
sacerdotes.144
¿Por qué fue tan grave para los pobladores la suspensión del culto si parte de las
prácticas religiosas continuaron en los templos dirigidas por seglares, como el rezo del

140
J. Meyer (2012a) pp. 340-341.
141
C. Valtierra (1961, 22 de septiembre) pp. 226-227.
142
J. Ortiz (1953, 22 de febrero) pp. 109-111; V. López (1955, 22 de diciembre) pp. 272-273.
143
C. Valtierra (1956, 22 de octubre) pp. 46-47; C. Valtierra (1958, 22 de mayo) pp. 347-348; C.
Valtierra (1960, 22 de octubre) pp. 34-36.
144
J. Ortiz (1953, 22 febrero) pp. 109-111; R. Martínez Camarena (1960, julio) p. 385; L. González
R. (2003) pp. 137, 141.
125
rosario diario o la lectura correspondiente para los días festivos? Los sacramentos se
cumplían clandestinamente y en los momentos más agudos de la persecución los
llegaron a efectuar fieles con la aprobación eclesiástica. Sin embargo, la consagración
requería del sacerdote y este elemento era fundamental para la vida de un católico, sobre
todo si estaba próximo a la muerte podía determinar si se iba o no al cielo, según la forma
de pensar basada en la religiosidad local.145 En San Julián se decía que sin la vida
religiosa el gobierno quería que «vivieran como perros».146
Si se toman en cuenta algunas interpretaciones mencionadas en la Introducción
que trataron de explicar las distintas respuestas que hubo en el país, se tiene la de
Shadow y Rodríguez-Shadow que explican el levantamiento por el grado en el que
estaban dispuestos a salvaguardar su autonomía cultural; Purnell por la existencia de
diferentes «identidades políticas» basadas en cómo se definían históricamente los
derechos de propiedad, las prácticas religiosas y la autoridad política; Butler pondera los
antecedentes históricos y culturales que intervinieron para que los pobladores tuvieran
que sopesar si daban lealtad al Estado o a la Iglesia, porque esta decisión implicaba
mantener o modificar sus creencias y prácticas religiosas.147 Por lo tanto, siguiendo a
estos autores, había ciertas condiciones en las localidades para inclinar su posición en
favor de uno u otro partido con base en el interés por defender su tradición y también los
intereses de sus propiedades, que variaban entre los pobladores según los casos a cuál
le daban más prioridad, si a sus pertenencias o a la costumbre.
Tomar una postura o estar asociado con alguna fue sumamente perjudicial para
los pobladores de la microrregión. Algo similar pudo haber sucedido a lo encontrado por
Paul Taylor en Arandas, donde había poca posibilidad de mantener una neutralidad que
hizo que los pacíficos se encontraran asediados tanto por los militares como por los

145
AGPJFJ-1JP-Serie P-1937-L15-Exp 167/928-968/937; AGPJFJ-2JP-Serie P-1927-L3-Exp.
140/927; Cecilio E. Valtierra (1956, 22 de septiembre). Memorias de mi actuación en el
movimiento cristero en Jalpa de Cánovas, Gto., en: David, No. 50, pp. 33-34; Cecilio E. Valtierra
(1957, 22 de febrero) pp. 90-91; Cecilio E. Valtierra (1957, 22 de marzo) pp. 121-123. En 1918
se expresó que con la ausencia de sacramentos «nuestros amigos y allegados morían sin los
auxilios del alma causando con ello grande angustia» (J. Arellano, 2003: 23-24).
146
R. García (2011) p. 20.
147
R. Shadow y M. Rodríguez-Shadow (1994) pp. 670, 695-696; J. Purnell (1999) pp. 181-183,
191; M. Butler (2013) pp. 13-14, 26, 314-317, 325.
126
cristeros, «todos teníamos miedo», le expresó un informante.148 Además, los dos bandos
absorbieron los recursos de pasturas, alojamiento y alimentos que había en las
localidades.149 Un habitante de San Julián recordó que «llegaban unos a comer tortillas
y llegaban otros, y se las llevaban y nos dejaban sin comer ¿Qué más hacía?».150
Cualquier posición política era un problema, aunque en las referencias a la participación
de la población de Los Altos son comunes las que indican que la mayoría simpatizó o
participó de alguna manera por la causa religiosa, esto puede ocultar a sectores
relevantes de población que padecieron la guerra y que no la respaldaron, se puede
pensar en los católicos pacíficos, los miembros de los ayuntamientos, los burócratas y
«liberales» que, aunque eran grupos contradictorios, quizá tuvieron en común el tener
que definir una postura cuando la situación se agravó. Algunos optaron por emigrar y
otros se alinearon con alguno de los bandos, pues ante las medidas del gobierno
prefirieron rebelarse a ser detenidos o asesinados por la más mínima sospecha.151
Una de las afectaciones más importantes fue la de las concentraciones, que
consistieron en un traslado forzoso de los habitantes a núcleos donde hubiera fuerza
militar para que no otorgaran ayuda a los cristeros. Fueron dos ocasiones en las que
sucedió esto, una en mayo de 1927 y otra de enero a abril de 1928, en la primera
acudieron a las cabeceras municipales y en la segunda al centro poblacional de Unión
de San Antonio y a los pueblos del Rincón en Guanajuato, quedándose vacía la zona
rural unionense y la totalidad de los municipios de San Diego de Alejandría y San
Julián.152 Tomando como base los habitantes de 1921 para tener una referencia, se
puede decir que alrededor del 90% de la población de la microrregión tuvo que emigrar,
que fueron poco más de 21 mil habitantes. Esta situación fue recordada con pesadez por
los que las padecieron, un poblador expresó: «esos viejos que anduvimos en esas
concentraciones que dio el gobierno, que no dejaron establecernos en nuestros hogares,

148
P. Taylor (1991 [1933]) pp. 182-184. Los hacendados manejaron cuidadosamente su posición
para no ser identificados con los rebeldes, pero al mismo tiempo fueron pocos los que
manifestaron públicamente su respaldo al gobierno (V. Espinosa, 1998, p. 115-116).
Dependiendo la circunstancia era su posición.
149
J. Arellano (2003) p. 113.
150
Jesús Gallegos (1916-2013), comunicación personal, 3 de septiembre de 2011.
151
V. Espinosa (1998) p. 117.
152
D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 190-191; A. Olivera (1987) p. 164; M. González Navarro (2000)
pp. 59, 401; J. Arellano (2003) p. 73.
127
nomás decir sáquenlos y todo lo que teníamos, gallinas, puercos, todo se quedó y comió
el gobierno».153 También dificultó las siembras pues se efectuaron en el tiempo en que
se preparaba la tierra para ello. Aunque se expidieron salvoconductos para que los
campesinos pudieran trabajar sus predios, otros prefirieron emigrar por el miedo de
convertirse en sospechosos o vender los productos agropecuarios. Como la respuesta
que dio Joaquín Amaro a una comitiva de San Diego de Alejandría que fue con él a pedir
autorización para labrar, según la tradición local: «Ustedes vienen aquí conmigo pero a
sus muchachos de la ACJM los traen en el cerro».154
Estos duros perjuicios son atribuidos principalmente al Estado, como otros que
también sucedieron como la destrucción de propiedades, asesinatos y distintos robos de
semovientes, pastura y artículos dentro de las viviendas, además de que se llegaron a
pedir préstamos forzosos a los habitantes. Los cristeros también los cometían, pero como
señaló Taylor sobre Arandas, al ser una región con una inclinación hacia este bando los
pobladores lo justificaban como que necesitaban alimentarse o evitar que los recursos
pasaran a manos federales.155 Aunque sobre todo en la parte última de la lucha son
frecuentes las quejas a las conductas de los levantados que solicitaban dinero,
pertrechos y ganado a los propietarios, haciendo que algunos cristeros renunciaran a
seguir en la lucha.156 Estas circunstancias hicieron que los ayuntamientos tuvieran
déficits en sus ingresos, por lo menos así lo reportó el cabildo de San Diego de Alejandría
quien expresó que solamente podía pagar el sueldo de un policía y un sepulturero, un
símbolo de lo que sucedía en ese tiempo.157
Las duras consecuencias padecidas por los habitantes independientemente de su
grado de involucramiento no bastaron para suavizar la relación Iglesia-Estado. El
anticlericalismo continuó en los años siguientes a la rebelión, continuando la vigilancia
del gobierno a través del constante tránsito de destacamentos militares, mientras que los
pobladores y la Iglesia trataron de reanudar sus actividades. En 1930, el presidente de
la República exhortó a los gobernadores a cumplir la ley de Cultos recomendándoles la

153
Gregorio Oliva (1915-2015), comunicación personal, 25 de febrero de 2012.
154
D. Cerrillo (2002) pp. 95-96, 116, 121-122, 127-128.
155
P. Taylor (1991 [1933]) p. 182.
156
V. López (1955, 22 de agosto) pp. 199-200; En Los Altos de Jalisco [Sin autor] (1960, junio),
pp. 368-370; O. Maldonado (2002) pp. 292-296.
157
Sesión de Cabildo del Ayuntamiento de San Diego de Alejandría, 4 de abril de 1927 (AMSDA).
128
vigilancia del laicismo en la educación, al tiempo que continuaron los asesinatos de los
principales jefes cristeros a pesar de haberse amnistiado.158 Debido a lo anterior, el
general Miguel Hernández y otros alzados del regimiento San Julián, tuvieron que huir o
esconderse el resto de su vida. Esta situación orilló a otros cristeros a continuar en la
lucha pues prefirieron morir en combate a hacerlo desarmados, como sucedió en otras
partes del país.159 Un poblador de Arandas expresó en esas fechas: «Si el gobierno
empieza a perseguir a la Iglesia, la guerra empezaría otra vez en dos semanas», cosa
que sucedería hacia 1935.160
El 26 de octubre de 1932 se publicó el decreto 3742 en Jalisco con el que se
ordenó empadronar a los sacerdotes y se limitó su actividad a uno por cada 25 mil
habitantes, lo cual fue interpretado como una nueva persecución. Las parroquias de San
Diego de Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio quedaron administradas por el
mismo sacerdote y cada semana atendía uno de los curatos asignados, situación que
persistió por lo menos hasta mediados de 1933. En alguna ocasión el cura de San Julián
ofició misa en el pueblo cuando no tenía el permiso y fue visto por algunos soldados de
la guarnición militar que había en el sitio, quienes lo expulsaron del lugar.161
El cumplimiento de estas disposiciones dependía en alguna medida de las
autoridades municipales, las cuales eran frágiles pues no contaban con recursos
necesarios para tener policía, ni siquiera para las cuestiones más elementales. A
principios de los treinta en San Julián había un constante cambio de presidentes
municipales, en parte por la inseguridad, inclusive en julio de 1931 fue asesinado el que
desempeñaba el cargo temporalmente, en momentos en que el ayuntamiento no tenía
policía y sólo poseía como medida de seguridad la aplicación del toque de queda.162

158
V. Oikión (2004) p. 163.
159
Para el caso de la zona de Durango, Jalisco y Zacatecas véase Antonio Estrada M. (1999).
Rescoldo. Editorial Jus, México; J. Arellano (2003) p. 206.
160
P. Taylor (1991 [1933]) p. 181.
161
D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 207; M. Cruz y A. García (1991) p. 111; Francisco Barbosa (1994).
La azarosa vida del artículo 130 constitucional en Jalisco 1917-1932. Nueva Antropología, Vol.
XIII. p. 46.
162
Acta de Cabildo del Ayuntamiento de San Julián Núm. 8, 23 febrero de 1931; Núm. 15, 25 de
julio de 1931; Núm. 18, 17 de agosto de 1931 (AMSJ). Fue asesinado por un grupo de
«presumidos» que no querían dejarse mandar por Salomé Hernández de la Rosa, quien era un
cantero pobre y considerado como «indio» (M. Cruz y A. García, 1991: 59).
129
La situación se agravó cuando en 1934 Calles reanimó la hostilidad contra la
Iglesia para que el nuevo presidente de la república necesitara de su experiencia para
calmar la situación. Además, para esas fechas se contaba con un discurso socialista que
era visto como destructor de la catolicidad. Estas situaciones aumentaron el sentimiento
antigobiernista de algunos pobladores que realizaron un segundo levantamiento con
tintes religiosos, que en este caso estaba en contra de las políticas agrarias, educativas
y religiosas. Esta rebelión tuvo menos participantes y apoyo de la población, sobre todo
una oposición de la misma Iglesia, pero consiguió ser una amenaza para la estabilidad
en la zona. Uno de sus líderes en Los Altos fue el coronel Lauro Rocha, quien lanzó su
primera proclama el 1º de abril de 1935 y llegó a contar con 400 levantados, mientras
que a nivel nacional este segundo alzamiento llegó a movilizar 7,500 combatientes en
15 estados.163
La segunda Cristera en la microrregión de estudio tuvo algunos eventos y
participación de un reducido número de habitantes. En ella operó un lugarteniente de
Rocha de nombre Francisco Romo alias la Gata, que en la memoria colectiva es
recordado más como bandolero que como cristero. Era seguido por un grupo pequeño
de gente armada que se dedicó a exigir pertrechos y dinero para los alzados, que en la
práctica eso se interpretó como hurto. Para hacer frente a los levantados en el segundo
semestre de 1936 algunas comunidades agrarias fueron dotadas de pertrechos para su
defensa para no ser víctimas de los cristeros.164 «Hace más una sotana que un máuser»
se decía en la región, donde el sacerdote era un importante promotor de las obras
materiales del pueblo, y también porque en lo espiritual era la persona para bendecir,
perdonar y colaborar para que las almas se fueran al cielo aplicando los sacramentos, lo
que lo ponía en una posición preponderante, ocupando un sitio que no podían ocupar
los funcionarios públicos como los profesores, inspectores, promotores agrarios o jefes
de oficinas de correos y rentas.165
Desde mediados del año de 1936 venía decayendo el alzamiento porque el
gobierno permitió la apertura de las Iglesias clausuradas y porque las tropas mostraron

163
J. N. (sic) (1965, agosto) p. 207; J. Meyer (2012) pp. 367-375.
164
Juan E. Rosales al general Simón Díaz Estrada de Sayula, 20 de abril de 1935 (AGPJFJ-1JP-
Serie P-1936-L3-Exp. 60/936); P. Yankelevich (1985) pp. 115, 120-121.
165
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 163.
130
menos anticlericalismo. Lauro Rocha se quejó de que la gente en la zona en ese
momento le era hostil y le hacía sentir más un bandolero. Con su muerte acaecida en el
último día del año de 1936 desapareció casi en su totalidad el movimiento armado en
Los Altos, además contribuyó a esto la formulación de una Ley de Amnistía en febrero
de 1937, con la cual se sobreseyeron las causas habidas por motivos de rebelión desde
principios de los años veinte. Otro aspecto que ayudó fue que en 1936 hubo un cambio
en la sede arzobispal de Guadalajara, ya que tras el fallecimiento del belicoso Orozco y
Jiménez le sucedió el más cordial José Garibi Rivera. Continuaron algunos focos en
Jalisco que se fueron eliminando, como el caso del bandido La Gata que fue perseguido
por una fuerza formada por habitantes de la microrregión ante la falta de garantías
oficiales y finalmente fue asesinado en 1938. En 1940 se declaró oficialmente pacificado
el estado.166 Un año en el que hubo elecciones para presidente de la república y tras la
victoria del candidato de la línea oficial hubo algunas sospechas de levantamiento, ante
lo cual algunos excristeros entre los que se encontraba el jefe que fue de San Diego de
Alejandría, publicaron un manifiesto en el que afirmaron que no participarían en un
movimiento armado y pedían garantías para que no fueran hostigados.167
En la arena política surgió en 1937 la Unión Nacional Sinarquista, que tuvo sus
representantes en los tres municipios. Este movimiento estuvo caracterizado por
oponerse al régimen posrevolucionario teniendo como base la región vecina de El Bajío,
defendiendo una posición católica, nacionalista, anticomunista, antiestadounidense,
hispanista y tradicionalista que contó con amplias simpatías.168 Realizó distintas
demostraciones de fuerza en las ciudades de León y Guadalajara, a donde acudían

166
José María Muriá (1988). Breve historia de Jalisco. Secretaría de Educación Pública,
Universidad de Guadalajara, Colección La Feria, Guadalajara (México), p. 517-520; J. M. Muriá
(2005) p. 173; J. Meyer (2012) pp. 371-382. R. García (2011) pp. 30-31. Un informante recordó
la entrada de Rocha a San Diego de Alejandría: «Rocha sí vino (…) el día 12 de Julio de 1935,
(…) de eso sí me acuerdo porque yo estaba ya grandecillo y andábamos escarbando por allá y
se empezaron a oír ruidos (…) pues se empieza el run run, que por ahí anda, que por allá viene
y que va a venir y que va a llegar y que se va corriendo la voz (…). No llegó en plan de nada,
venía en plan de levantar gente, porque aquí era pobre gente tristeando, que feo, pero (…) como
que no le hallaron mucho sentido la gente ya, los mismos cristeros que eran de entonces ya no
tenían ganas» (Miguel Gutiérrez, 1922-2015, comunicación personal, 17 de abril de 2014).
167
La más absoluta paz y tranquilidad reina y reinará en el Edo. de Jalisco (1940, 1º de agosto).
«El Bajío», León, Guanajuato, Año V, Núm. 241.
168
P. Serrano (1992) pp. 16-17.
131
algunos pobladores de los ranchos de la microrregión.169 En esta organización algunos
habitantes encontraron un canal para manifestar su desagrado a las directrices del
régimen, cosa que no pasarían por alto los dirigentes del Estado, lo que los llevó a limar
asperezas planteándose un nuevo equilibrio entre los católicos, la Iglesia y el Estado.

169
Gregorio Oliva (1915-2015), comunicación personal, 3 de septiembre del 2011.
132
Conclusión del Capítulo 2

El Estado mexicano durante los años veinte y treinta se puede caracterizar como en
construcción, debido a que constantemente tuvo que formar alianzas para mantenerse
en el poder y obtener legitimidad en las masas a cambio de otorgar reformas, al tiempo
que también buscó una clientela política a la cual pudiera subordinar. Parte de la moneda
de cambio fue la generación de reformas, como la agraria que propició un reparto de la
tierra, la educativa que trató de tomar el control de la formación de los futuros ciudadanos
y la religiosa que tuvo como objetivo limitar a una institución que tenía mucha incidencia
en el país y con la cual competía. Con ellas se logró una mayor intervención en las
localidades del país y algunas zonas mostraron su divergencia.
Fue el caso de los tres municipios estudiados y de la región a la que pertenecen,
Los Altos, que durante los años veinte y treinta presentaron una oposición a las políticas
agraria, educativa y religiosa, que se manifestó en rechazo, protestas, boicots,
estigmatizaciones, levantamientos y asesinatos que variaron de grado durante las dos
décadas. La oposición agraria fue visible en un rechazo al agrarismo, por contravenir las
normas de herencia, propiedad privada y obtención de predios por un esfuerzo personal,
establecidas desde mucho tiempo atrás a nivel local, que eran convenciones
respaldadas y promovidas por la Iglesia. Además de que la estructura agraria
predominante era el rancho, lo que no eximió a la microrregión de la creación de ejidos,
especialmente en Unión de San Antonio que era un municipio de mayor extensión y con
mayor número de haciendas, es decir, con posibilidad de tierras expropiables.
En el aspecto educativo, en los tres municipios estaba asentada históricamente
una relación entre Iglesia y educación, que a partir de la Revolución Mexicana el Estado
trató de suprimir. Esto fue relativo, pues aunque se prohibieron las escuelas
confesionales, se siguió a nivel local cierta permisividad, excepto en los momentos de
mayor tensión, como en la Cristera y con la educación socialista, en que se polarizaron
las posiciones llegando la Iglesia a excomulgar y algunos pobladores a propiciar un
ausentismo escolar y de manera más grave al asesinato y persecución de maestros.
En estas cuestiones el conflicto religioso fue más visible, sobre todo cuando
sucedieron levantamientos armados en los años veinte y treinta. La oposición es

133
entendible, pues las pautas de acción generadas por el orden tradicional fueron
afectadas por la política que llevó el Estado, que intentó modificar con la reforma agraria
los acuerdos locales en cuanto a cómo se accedía a una propiedad y cómo se trabajaba;
con la educación oficial cómo sucedía la socialización de contenidos, normas y valores
que chocaban con lo deseado por el clero y las familias católicas; y con la política
religiosa pretendió cambiar el sentido de la vida de los practicantes, pues la religión era
un punto orientador fundamental.
Los municipios fueron definidos como simpatizantes de lo tradicional y lo católico,
aunque existieron algunos habitantes con posturas divergentes, lo que los enfrentó a un
Estado en proceso de consolidación. Las consecuencias fueron la generación de una
inestabilidad en la zona. Esta cuestión pudo acelerar el movimiento poblacional hacia
otras ciudades del país y a los Estados Unidos de América, lo que hizo que hubiera un
menor índice de crecimiento de una población que vivía mayoritariamente en ranchos lo
cual, por las condiciones de la época, les generaba una vulnerabilidad mayor para ser
afectados por los militares o los cristeros debido a su dispersión.

134
Capítulo 3. La producción agropecuaria

Durante las décadas de 1920 y 1930 se desarrolló una actividad económica en los
tres municipios que sorteó varias dificultades, una de ellas fue la recuperación de
las afectaciones sufridas durante la rebelión Cristera, donde gran parte de los
habitantes tuvieron una participación activa que les produjo perjuicios como las
pérdidas de sus cosechas, robo de animales, saqueo y concentraciones. En la
década de los treinta hubo algunas secuelas que no permitieron la total pacificación
de la zona y que mantuvieron el riesgo para las actividades cotidianas.
Con estos agravantes, los habitantes tuvieron que ejercer sus labores para
lograr su subsistencia en el sector agropecuario, que era la actividad principal. Para
el desempeño de este trabajo intervinieron múltiples factores que le fueron restando
un dinamismo que disminuyó la capacidad de sostenimiento y retención de
población. Algunos de ellos fueron la dificultad para acceder a la tierra por su
división en unas áreas y concentración en otras, aunado a lo anterior estaban las
limitantes naturales del nicho ecológico y los problemas para disminuir el riesgo que
favoreciera la inversión en la microrregión. Esto hizo que algunos alteños les fuera
más atractivo emigrar que permanecer en sus sitios de origen.
Este capítulo busca ahondar en los factores económicos que contribuyeron
para que la población establecida en los tres municipios no tuviera una
consolidación, especialmente en torno a la principal actividad que era la
agropecuaria, considerando que un lento crecimiento puede estar asociado con una
poca capacidad de generar riqueza en el campo que propicie la retención de
trabajadores. Para abordar esto, primero se hará una descripción general de los
antecedentes económicos en la microrregión, después se describirán los recursos
con los que contaron, luego se observarán las principales fuentes de ocupación en
las dos décadas de estudio para enseguida analizar las actividades agrícolas y
ganaderas que hubo en los municipios. Esto se comparará con las décadas que le
precedieron y las siguientes para tener mayores referencias de los cambios en la
producción.

135
3.1 Antecedentes: de las estancias a los ranchos

La economía de la microrregión para los años veinte y treinta se desarrollaba


principalmente en ranchos y haciendas y dependía principalmente del acceso a la
tierra, en este aspecto continuaba con un proceso de división de la misma que se
había agudizado desde la segunda mitad del siglo XIX y que hacía que existiera un
gran número de propietarios. Al mismo tiempo había un movimiento de
concentración o de mantenimiento en otros casos, que hacía que existieran predios
de gran extensión. En los ranchos se desarrollaba una producción
predominantemente de subsistencia basada en el maíz y el frijol que se sembraban
generalmente en terrenos de temporal, mientras que en huertos pequeños se
cultivaban algunas hortalizas. Había pocos terrenos con acceso al riego que
generalmente se dedicaban a la producción de trigo. Esto se complementaba con
una reducida producción ganadera de vacunos, cerdos, gallinas y cabras para la
alimentación; así como ganado mular y equino para el trabajo y transporte. Existía
poca actividad de productos manufacturados, que generalmente consistieron en
elaboración de conservas y deshilados que generaban un ingreso extra. En los
predios mayores se tenían algunos de estos rasgos, pero se distinguían porque se
disponía de mayor capacidad de inversión para poder desarrollar una agricultura y
ganadería más comercial, aunque no alcanzó a competir con la efectuada en otras
zonas de México.1
Algunos de estos rasgos productivos que eran compartidos con Los Altos de
Jalisco y con otras partes del país durante la primera mitad del siglo XX, tienen su
raíz en la época virreinal, donde las mercedes de tierra otorgadas a los primeros
conquistadores y colonizadores en forma de sitios de ganado mayor y menor
hicieron que en la zona existieran amplias propiedades en condiciones para

1
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP-
1-Caja 43-Exp. 1079-Legajo 4); D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 113; P. de Leonardo (1978) pp.
126-127; J. Díaz y R. Rodríguez (1979) pp. 96, 141; C. Alba (1983) pp. 39-41; F. Chevalier
(1983) pp. 31-33; J. Alonso (1990) p. 260; C. Díaz (1990) p. 39; L. González R. (2003) pp.
47-48, 98.

136
desarrollar una ganadería que aprovechó los amplios pastizales de los que se
disponía en ese tiempo y que sirvió para abastecer los centros mineros de
provisiones. Con el tiempo se combinó con una agricultura que dio una fuente
adicional de ingreso y que fue ampliando la superficie de labor permitiendo el
sustento de una población que lentamente se instaló en la zona. «Mina quiere
mina», era un dicho que se llegó a decir en Los Altos para referir el abastecimiento
que requería la explotación de un yacimiento y que en este caso la región funcionó
como tal.2
Para el fin del periodo colonial las primeras estancias mercedadas se habían
convertido en ranchos y haciendas, estas últimas en el siglo XIX se fraccionaron
porque los arrendatarios fueron comprando extensiones, en consecuencia se
incrementó la población por la atracción que generó obtener tierras, que con el
tiempo y por la herencia se dividió más aumentando la presión sobre la tierra. Como
ejemplo está la instalación de pobladores de otras zonas de Los Altos en el siglo
XIX por la venta de terrenos de la hacienda de Jalpa o la fundación de San Julián,
en donde uno de los grandes propietarios promovió la venta de terrenos para la
formación de un pueblo en un punto que era un puesto a la vera del camino. En ese
siglo se combinó el acceso a predios y el traslado de habitantes con la disminución
de abastecimientos a las zonas mineras, lo que hizo que se pasara de una
producción enfocada en lo ganadero durante la colonia a una más de agricultura.
Aunque no desapareció la primera, las condiciones necesarias para su desempeño
requerían de amplios pastizales que ya no estaban disponibles. Así había una
agricultura que necesitaba mayor número de manos que los que la familia podía
aportar, lo que favoreció que en unidades más grandes aumentara la mediería.
Para algunos investigadores, estos cambios hicieron que se pasara de una región
vinculada con mercados de otras regiones a una «encerrada en sí misma, aislada

2
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 140; A. Fábregas (1979) pp. 27, 48; C. Alba (1983) pp.
37-39; F. Chevalier (1983) pp. 27-30; Miguel Gutiérrez (1922-2015), comunicación
personal, 17 de abril de 2014.

137
del resto de la nación, lo que contribuyó a reforzar el «nacionalismo regional».3 Lo
cual es relativo pues persistió un comercio que mantuvo los vínculos de la zona con
los mercados circunvecinos.
En estas condiciones los pueblos de San Diego de Alejandría, San Julián y
Unión de San Antonio consiguieron ser parroquias y municipios, para ello debieron
justificar económicamente y poblacionalmente la necesidad para serlo. En los tres
casos primero fueron parroquias y luego tuvieron ayuntamiento, en esta última
cuestión el primero fue Unión de San Antonio que al tiempo de la independencia de
México contaba con ayuntamiento, mientras que San Diego de Alejandría lo fue en
1885 y San Julián en 1913. Se puede considerar que para esas fechas debieron
haber existido argumentos en cuanto a un suficiente número de habitantes y una
sólida capacidad económica como para tener una propia organización política y
lograr la aprobación del congreso del Estado. En el caso sandieguense, en 1884 se
dijo que «muchos años estamos sufriendo las consecuencias más desagradables
de una dependencia incómoda» de Unión de San Antonio, lugar caracterizado por
una «decadencia y estado ruinoso», mientras en San Diego de Alejandría se
caracterizaba por su «incesante prosperidad y engrandecimiento de nuestra
población».4 Estas descripciones de abundancia ya no son las que se utilizaron en
la década de los veinte y treinta y se encuentra más un cuadro de una falta de
crecimiento.
Hacia 1920, al término del periodo armado de la Revolución Mexicana, la
población estaba diezmada por la guerra, la sequía y las enfermedades. Entre
1916-1920 se expandió el tifo, la peste y la influenza entre los habitantes de la
microrregión, así como algunas plagas en los sembradíos.5 De esta manera, la

3
P. de Leonardo (1978) pp. 126-127; J. Díaz y R. Rodríguez (1979) pp. 96, 141; C. Alba
(1983) pp. 39-41; F. Chevalier (1983) pp. 27-33; J. Alonso (1990) p. 260; L. González R.
(2003) pp. 47-48, 79-80.
4
Carta al gobernador de parte de los vecinos de San Diego de Alejandría solicitando
conformarse en municipio (D. Cerrillo, 2003 [1969], pp. 65-67).
5
Informe del cura de Unión de San Antonio Darío Rodríguez al arzobispo, 7 de febrero de
1917 (AHAG-Unión de San Antonio-C3); Carta a Silviano Carrilllo, Unión de San Antonio,
6 de noviembre de 1918 (AHAG-Unión de San Antonio-C3); Carta al canónigo Miguel Cano,

138
década inició con una recuperación de dichas calamidades en un campo en el que
persistían algunos de los rasgos previamente citados y estaba consolidado el
acceso a la tierra por un proceso de fraccionamiento a través de la compra-venta y
por medio de la herencia en que los dueños que lograron tener predios en el siglo
XIX habían trasladado el dominio a sus sucesores.

3.2 Los recursos para la producción y el «espíritu de laboriosidad»

El desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas estaba condicionado por el


nicho ecológico en el que se encontraban. En el Capítulo 1 se refirió que eran tierras
que contaban con una capa corta fértil para la agricultura en constante erosión y
que en el aspecto hidrológico no se caracterizaron por una abundante precipitación
promedio anual ni constantes corrientes superficiales de agua. Esto limitó el
desarrollo de una agricultura más próspera que la que se efectuó en regiones
limítrofes como La Ciénega y El Bajío, así como una ganadería que poseyera un
acceso a ricos pastizales y abrevaderos como en el sur de Jalisco.
A pesar de ello, se lograron utilizar los limitados recursos naturales con que
contaron, así como aquellos socialmente establecidos. De esta manera durante los
años veinte y treinta se contó con cierta infraestructura necesaria para acceder al
agua; en el transporte existían caminos, ferrocarriles y automotores; la electricidad
comenzaba a propagarse, entre otras tecnologías, aunque no se expandieron con
una velocidad adecuada para generar un incremento notable en la economía local.
El principal recurso era la tierra, de la cual ha dominado la idea de que en
Los Altos de Jalisco había una gran división y que se aceleró después de la
rebelión Cristera, ya que le emigración que provocó este evento así como el temor
a la reforma agraria hicieron que los que trasladaron su residencia vendieran sus

Unión de San Antonio, 24 de marzo de 1920 (AHAG-Unión de San Antonio-C3); Informe


secreto al arzobispo, 16 de marzo de 1920 (AHAG-Unión de San Antonio-C3); D. Cerrillo
(2003 [1969]) pp. 172-173, 285.

139
propiedades.6 Esto era parte de tendencias nacionales, ya que entre 1910 y 1940
se duplicó el número de los rancheros, pasando de 50 mil a 90 mil y el de los
grandes propietarios por lo menos se quintuplicó.7
En cuanto al número de predios, en 1930 se tuvieron 345 en San Diego de
Alejandría, 320 en San Julián y 548 en Unión de San Antonio como se muestra en
el Cuadro 21, que proporcionalmente al número de habitantes hacían que hubiera
14.5, 11.7 y 19.4 habitantes por predio en promedio.8 Estas cifras sugieren que en
Unión de San Antonio había una menor división de la tierra y tenía hipotéticamente
una concentración de la misma. En cuanto a la extensión de los predios, para 1930
tanto en San Diego de Alejandría como en Unión de San Antonio persistían en cifras
importantes las grandes extensiones –entendidas como de más de 500 hectáreas–
que abarcaban la mitad de la superficie de estos municipios, mientras en San Julián
era bastante menor con solamente el 7.4% de su extensión bajo este tipo de
propiedad. Los predios medianos que tenían entre 100-499 hectáreas, eran
abundantes en este último municipio con alrededor del 40% de la superficie,
mientras en los otros era cercano a la tercera parte como se observa en el Cuadro
21. Las pequeñas propiedades que podían ir de 10 a 99 hectáreas eran las más
abundantes en San Julián ya que formaban casi la mitad de la extensión municipal,
mientras que en San Diego de Alejandría abarcaban una quinta parte y en Unión
de San Antonio lo eran en una décima porción. El resto eran pequeñísimas
propiedades con áreas entre 1 y 10 hectáreas que rondaban entre el 1% y el 3%
de la superficie municipal.
Esto indica que en los tres municipios abundaban las pequeñas y medianas
propiedades, pero que en el caso de San Diego de Alejandría y Unión de San
Antonio convivían con propiedades extensas que abarcaban la mitad de la

6
P. de Leonardo (1978) pp. 81, 103; Mario Aldana (1986). El campo jalisciense durante el
Porfiriato. Instituto de Estudios Sociales, Universidad de Guadalajara, Guadalajara
(México), p. 30; C. Díaz (1990) p. 40.
7
J. Meyer (2010) p. 300.
8
DGE (1938). Primer censo agrícola-ganadero 1930, Estado de Jalisco, Vol II, Tomo XIV.
Secretaría de la Economía Nacional. Dirección General de Estadística, México.

140
superficie municipal. También se sugiere el por qué hubo un movimiento agrarista
en estos municipios como no lo hubo en San Julián. A su vez puede referir una
mayor presión para acceder al principal bien para producir que era la tierra, si en
San Julián estaba limitado por la densidad de población sobre una tierra dividida,
en los otros estaba controlada por los grandes predios, que eran 34 propiedades
en Unión de San Antonio y 13 en San Diego de Alejandría.9
Si esto se combina con los datos ofrecidos en el Capítulo 1, en el que se
señalaron las formas de residencia, se tiene que en las haciendas –las cuales
pueden asociarse con las grandes propiedades– podían vivir el 7% de la población,
mientras que los ranchos, que pueden entenderse como localidades de tamaño
mediano y pequeño, eran las localidades más frecuentes con casi la mitad de la
población. Esto puede indicar una mayor densidad de población en los ranchos,
cuyos pobladores se encontraron con una situación en la que incrementar el
número de pobladores exigía dividir un espacio que era más reducido, por lo que la
fragmentación de la tierra pudo llegar a un grado que no permitía el mantenimiento
de nuevas familias en predios que se redujeron por el mecanismo de herencia.
Otro aspecto es respecto a los propietarios de los predios, en 1940 había
233 dueños de predios rurales y urbanos en San Diego de Alejandría, 420 en San
Julián y 1,167 en Unión de San Antonio. De ellos el principal era el correspondiente
a los bienes raíces rurales que abarcaban el 77.3%, 39.8% y 71% del total de los
dueños respectivamente. Había algunas variaciones en los tres municipios ya que
en el sandieguense había un relevante número de poseedores de bienes rurales
que no vivían en casa propia (15.9%) mientras que en los otros este porcentaje era
reducido (5.2% y 2.2%). San Julián destacaba por el volumen de propietarios que
eran dueños de un predio rural y uno urbano (40%), lo que explica el porcentaje
mayor de población en la cabecera como se revisó en el Capítulo 1 y que además
indica que ésta podía trabajar en el campo y vivir en la cabecera o residir en ella en

9
Las referencias a pequeñísimas, pequeñas, medianas y grandes propiedades se tomaron
con base en P. de Leonardo (1978) pp. 97-117 y J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 136,
adaptándolas al censo de 1930.

141
la época de secas.10 Unión de San Antonio, debido a la extensión de su territorio,
tenía un mayor número de dueños que en promedio hacían que un propietario rural
tuviera 60 hectáreas, como se ve en el Cuadro 22, mientras que San Julián era de
52.9 hectáreas y San Diego de Alejandría de 148.9 hectáreas, lo que señala que
en el lugar había una menor división de la tierra, aunque estos promedios ocultan
la existencia de grandes propiedades, como posteriormente se verá.
Las variaciones en el número de predios o de propietarios se puede inferir a
partir de un estudio realizado sobre la división de la tierra en San Julián, el cual
analizó el número de transacciones catastrales entre 1913 y 1940, que es la Gráfica
14 que se muestra a continuación.

Fuente: Elaborado con base en L. González R. (2003) p. 131.

En esta Gráfica 14 se pueden observar tres caídas que registraron un menor


número de transacciones catastrales en predios rústicos. Una de ellas fue durante

10
L. González R. (2003) p. 114.

142
los años más duros de la Revolución Mexicana entre 1913 y 1917 a los que les
siguió una activación hasta 1920 y decayeron a inicios de esa década, en un
momento en que también el dezmatorio registró pronunciadas bajas como se verá
en el apartado 3.4. Después aumentó a mediados de la misma, en un momento en
que se tuvo niveles altos en la producción como posteriormente se mostrará.
Durante la rebelión Cristera (1926-1929) fue la caída más drástica en la que se notó
un congelamiento de las compraventas que fue casi nulo en 1928 y que tras su
término fue incrementándose con altibajos hasta registrar su punto culmen en 1940.
Estas variaciones irán muy de la mano con el apartado 3.4 en el que se señalan los
aspectos productivos y en donde se observará una caída hacia 1929 y altibajos en
la producción en la siguiente década. Por lo pronto es visible la inestabilidad que
produjo el levantamiento armado que impidió el comercio de tierras y de traslado
de dominios durante el mismo, lo que puede sugerir que había poca confianza para
invertir en la zona.
El incremento de las transacciones rústicas en la primera mitad de los treinta
y sus altibajos en la última mitad, así como el estancamiento de la compra-venta de
predios urbanos, indican que la inestabilidad persistió y que pudo ser un reflejo de
los movimientos de población. En los años posteriores a la rebelión Cristera no
hubo demanda de bienes urbanos, es decir, gente que quisiera vivir en las
cabeceras, como sí la hubo para comprar predios rurales a personas que ya no
estaban interesadas en el campo, a la par de que había algunas que estaban
dispuestas a comprar los predios a esa población que emigraba y que posiblemente
haya sido gente de la misma microrregión pues no hubo un notable incremento
poblacional. Otro aspecto a tener en cuenta fue que las extensiones rústicas
mayores estaban en riesgo de que fueran repartidas por la reforma agraria, lo que
pudo acelerar el traslado de dominios para que los dueños evitaran esta situación.
A su vez se conjugó con la segunda Cristera que generó una inseguridad en el
campo y aumentó el bandidaje. Estos aspectos pudieron hacer que en 1935 se
incrementara el número de transacciones en una forma como no se había tenido
en los años precedentes.

143
Además de la tierra, un recurso fundamental era el agua. Ya se refirió en el
Capítulo 1 la escasez del recurso hídrico en la región, con la escasa precipitación
y el reducido número de manantiales y de arroyos, así como la solución que dieron
los pobladores construyendo represas y tanques, con los que se pudo tener un
acceso para los habitantes, para que abrevara el ganado y para cultivar el trigo. Sin
embargo, persistieron las dificultades y en un reporte realizado en los años
cincuenta sobre Los Altos, se señaló que la base de todos los problemas en la
región era la escasez del líquido.11 Esto fue una limitante para el desarrollo de la
población, pues los recursos económicos estaban basados en una agricultura de
temporal y para que existieran más habitantes se necesitaba una mayor
producción, que no sólo consistía en abrir más terrenos para la agricultura, sino
tener cultivos diversificados rentables en el mercado y no unos que daban pocas
ganancias como el maíz, frijol y el trigo. Aunque se contaba con algunas represas
y ciertos pobladores tenían acciones en ellas para regar huertas de alfalfa y trigo,
era un número reducido el que podía hacerlo. Además la subsistencia de los
habitantes de las cabeceras dependía de que no se secaran éstas, pues de ahí se
abastecían.12 Las represas de mayor capacidad se habían construido en el siglo
XIX y para las décadas de los veinte y treinta es probable que no se hayan hecho
nuevas construcciones de tamaño similar, más allá de algunos tanques y pequeñas
represas que alcanzaban para una sola unidad productiva. Un proyecto fue la
construcción de una represa de agua para beneficiar a los agraristas, la obra fue
autorizada por Lázaro Cárdenas en 1939 tras visitar San Diego de Alejandría, pero
sus resultados no se dieron en el periodo bajo estudio.13
A las restricciones del nicho ecológico y de infraestructura hidráulica se le
deben sumar las de comunicaciones. Los caminos para los años veinte y treinta
estaban en mal estado, había pocos carreteros en los que con dificultades podían

11
J. R. Álvarez (1958) p. 12.
12
Acta de Cabildo No. 1, 1º de enero de 1933 (AMSJ); L. González R. (2003) pp. 114, 153.
13
V. Espinosa (1998) p. 19. Las principales represas de San Julián eran del siglo XIX (L.
González, 2003, p. 102) asimismo las de San Diego de Alejandría (D. Cerrillo, 2003 [1969],
pp. 69-71).

144
andar los automotores y algunos prácticamente eran de herradura en época de
lluvias o intransitables cuando crecía algún arroyo, volviendo a ciertas partes casi
aisladas. Esto obstaculizaba el comercio con mercados como Guadalajara, Lagos
de Moreno y El Bajío, pues aunque estaban distantes por pocos kilómetros, por
ejemplo 15 km entre la cabecera de San Diego de Alejandría y Purísima del Rincón
o 40 km con León, el estado de los caminos los hacían que se requirieran varias
horas para poder llegar a ellos, más aún si se considera lo difícil que era transportar
animales que habían sido engordados por la lentitud con la que se podía
trasladarlos, sobre todo a los cerdos, ya que era factible que murieran en el camino.
Una solución fueron los vehículos motorizados, que comenzaron a aparecer desde
la década de 1910 y se consolidaron para las siguientes décadas sirviendo tanto
para el transporte de mercancías como el de personas.14 Pero persistió la falta de
buenos caminos, por ello en el Informe de 1935 citado múltiples veces en este
trabajo, se expresó que «La falta de comunicaciones en la región de Los Altos, hace
que esta porción de terreno nacional permanezca segregada espiritual y
materialmente del resto del País».15
En cuanto al ferrocarril, fue un elemento de modernización económica en el
país que redujo el costo del transporte de diversos productos, como fueron el maíz,
el trigo y el frijol, contribuyendo a su vez a integrar un mercado nacional.16 Fue el
caso de la capital jalisciense, pues cuando se establecieron las vías férreas que la
conectaron con la Ciudad de México en 1888, al poco tiempo modificó el comercio
al haber impulsado la producción de cereales en las zonas cercanas a la línea férrea
para así proveer a la capital del país.17 Sin embargo, aunque no se tienen datos

14
Monumento alteño a Jesucristo Rey (David No. 142, 22 de mayo de 1964, pp. 343-344);
D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 111, 281; V. Espinosa (1998) p. 154; L. González R. (2003)
pp. 133, 149.
15
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-
IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4, f. 193 o 19).
16
Sandra Kuntz (2010). De las Reformas liberales a la gran depresión, 1856-1929. En:
Sandra Kuntz (Coord.) «Historia económica general de México: de la Colonia a nuestros
días». El Colegio de México, Secretaría de Economía, México, pp. 318-320.
17
M. Aldana (1979) pp. 115, 269.

145
precisos en la microrregión, al parecer no se aprovechó extensamente el haber
contado con una estación de ferrocarril de la línea que conectaba a la Ciudad de
México con Ciudad Juárez, la cual fue construida en el año de 1884, es decir, antes
de la que llegó a la capital del estado. La estación era la de Pedrito, localizada hacia
el extremo oriental de Unión de San Antonio, en un punto lejano para el resto de la
microrregión por lo que para los pobladores les representó casi el mismo esfuerzo
abordar el tren en ese lugar o en San Francisco del Rincón, Guanajuato. El uso que
se le dio a este transporte fue la movilidad de personas hacia la Ciudad de México
y hacia el norte del país y en lo económico se cargaba ganado y granos básicos
producidos en los municipios alteños, desconociéndose exactamente los
volúmenes aunque se sugieren que fueron bajos.18
Otra tecnología era la electricidad, la cual tuvo su primera instalación en la
microrregión a finales del siglo XIX con la fundación de la fábrica de hilados Cruz
de Piedra en San Diego de Alejandría. Posteriormente, en el siglo XX los
ayuntamientos contrataron un servicio de iluminación pública con particulares que
además permitió el funcionamiento de un molino. En las décadas bajo estudio
contaron con este servicio eléctrico, el cual se generaba a través de un dínamo que
funcionaba con gasolina. Por lo que el beneficio para la actividad agropecuaria fue
mínimo, contribuyendo más a cuestiones de alumbrado y facilitación del trabajo de
molido de maíz para la alimentación. Fue hasta los años sesenta en que llegó una
línea eléctrica a la población de San Diego de Alejandría y tardó algunos años más
en llegar a los ranchos.19

18
D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 266; Lic. Alfredo Moreno González (nació en 1929),
comunicación personal, 5 de agosto de 2014.
19
V. Espinosa (1998) p. 153; D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 87, 195-196, 199-200, 224; L.
González R. (2003) p. 150; Lic. Alfredo Moreno González (nació en 1929), comunicación
personal, 5 de agosto de 2014. En San Diego de Alejandría se tuvo servicio de alumbrado
público en 1921 (Acta de Cabildo del 31 de agosto de 1921 y 27 de diciembre de 1921,
AMSDA) y en San Julián se efectuó un contrato en 1933 para instalar 24 lámparas y
proporcionar luz para las fiestas (Contrato con Joaquín Aguirre, Acta de Cabildo No. 3, 3
de abril de 1933, AMSJ).

146
Una última cuestión a revisar en este apartado son aquellos elementos que
pueden ser entendidos como «recursos culturales» de los habitantes, entendidos
como las «recetas de acción» que pueden inclinar a los pobladores a tomar ciertas
decisiones que repercuten en el desempeño de las actividades económicas. Las
recetas o pautas mencionadas en el Capítulo 2 son guías para la acción que son
acordadas socialmente para enfrentar los eventos de la vida cotidiana y pueden
implicar la esfera productiva, pues la misma sociedad puede impulsar hacia ciertas
elecciones, que pueden involucrar el decidir emigrar o quedarse; comprar tierra o
permanecer como mediero; entre otras cuestiones.
François Chevalier señaló que la región tuvo un dinamismo en el siglo XIX
ligado a «un espíritu de empresa» que podía tener su antecedente al haber sido
una zona con poca presencia indígena, lo que impidió la formación de una sociedad
dualista compuesta por un pequeño número de señores españoles con un gran
número de indígenas tributarios, sirvientes y peones explotados.20 También se ha
dicho que los alteños son «católicos imbuidos en una ética protestante» para
señalar que son católicos profundos que defienden su fe como parte del
fundamento de su organización social y que tienen algunos rasgos empresariales
e individualistas, que valoran el trabajo personal que favorece una forma de actuar
capitalista, por eso se hace alusión al trabajo sobre la ética protestante de Max
Weber.21 Esto podría guiar a los propietarios a que trabajaran por su cuenta,
forjando un individualismo e independencia en los abundantes ranchos, lo que
hacía que la población estuviera dispersa en el campo y tuviera que solucionar sus
problemas sin atenerse a otra instancia. Esta caracterización persistió en el siglo
XX, según algunos autores los alteños «se sienten independientes y capaces de
valerse por sí mismos en términos de autosubsistencia».22 Otros rasgos con los

20
F. Chevalier (1983) pp. 28, 33.
21
Pedro Tomé y Andrés Fábregas (2000). Entre mundos. Procesos interculturales entre
México y España. El Colegio de Jalisco, Diputación Provincial de Ávila, CUNorte U de G,
2ª edición, México. pp. 37-38.
22
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 167; Beatriz González y Luis Guerrero (1990).
Reflexiones sobre la cultura en Los Altos de Jalisco. En: Jorge Alonso y Juan García de

147
que se ha distinguido a los pobladores son por poseer una cultura del ahorro y de
la austeridad, el ser gente reservada que da valor a la palabra, «casi refractario al
cambio», que da un gran valor el trabajo y al esfuerzo personal, que es aferrada a
la tierra y defensora de la propiedad privada.23 Para otros autores la precariedad
del nicho ecológico influía en que las personas tuvieran que trabajar más para hacer
productiva la tierra lo que les daba un adjetivo de laboriosos.24 En 1935 un grupo
de profesores enviados por el gobierno, expresaron sobre la región lo siguiente:
«son industriosos, amigables, francos, nada tímidos al hablar
con gentes extrañas, de aire resuelto (…). No son nada
perezosos, pues siempre están dispuestos a trabajar en
cualquier cosa que les permita ganar dinero (…).
Perseverantes en el trabajo, frugales y sobrios, amantes del
progreso económico; este espíritu de laboriosidad y
dedicación al trabajo así como el deseo de elevar su nivel
económico es lo que los impele a buscar en la transformación
de sus materiales locales los rendimientos que la tierra les
niega por razón de su absoluta pobreza. Son orgullosos;
nunca piden limosna porque eso va contra su carácter altivo
e independiente. Piden trabajo, y si no lo encuentran buscan
la manera de ganarse la vida en forma honorable».25
Esta misma fuente, en otro punto en el que refirió la cuestión religiosa agregó:
Este fenómeno es algo raro, y no halla uno como explicarse
que gente de tan buena cepa, inteligente y amante del

Quevedo (coords.). «Política y región: los Altos de Jalisco», Ciesas, Cuadernos de la Casa
Chata No. 171, México, pp. 232-233.
23
C. Alba (1983) pp. 43-46; L. González R. (2003) p. 114.
24
«En medio físico empobrecido y aleatorio y en condiciones sociales tan precarias, sólo
al carácter excepcional del alteño son atribuibles el arraigo, el apego al trabajo y la
esperanza secular, en cada ciclo renovada, de conseguir una prosperidad estable» (J. R.
Álvarez, 1958, p. 9).
25
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-
IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4, pp. 195 o 21-22).

148
progreso y del bienestar económico, de espíritu activo y
emprendedor, puede dejarse manejar por sus ministros
espirituales hasta ponerse al margen de la Ley, ya que eso
les lastima en sus intereses privados y colectivos.26
Esto tiene sentido, pues en muchas ocasiones el sacerdote era un principal
promotor de la incorporación de la electricidad, la construcción de los caminos e
inclusive la negociación de algún precio de venta de los productos locales.27 Esto
podía indicar que en diversas ocasiones los presbíteros mediaron para acceder a
algunos recursos, teniendo una injerencia la Iglesia en asuntos que el Estado
también buscó desarrollar, quizá porque el sacerdote tenía más legitimidad que
podía usar para convocar a los habitantes para lograr esfuerzos colectivos.
Estos rasgos asociados con los alteños no se pueden generalizar para la
totalidad de la población en la microrregión, pues como se revisó en San Diego de
Alejandría y Unión de San Antonio las grandes propiedades ocupaban grandes
proporciones de los municipios y con ello una manera de organización del trabajo
vertical y jerarquizada que distaba de los ranchos, que al ser más pequeños
generaban una dinámica distinta. En el Capítulo 1 se apuntó que en los ranchos
había una cultura del trabajo independiente con lo que se puede señalar un margen
de decisión frente al mediero o jornalero que estaban ligados a los terratenientes.
Aunque el hecho de tener un predio no significa necesariamente la productividad
del mismo y como se verá en el siguiente apartado, la mayoría de los trabajadores
eran medieros y jornaleros.
Hay que ser cuidadosos con estos rasgos culturales, pues pueden ser más
producto de una tradición popular que se define a sí misma con tales características
que algo sustentado históricamente y si en algún momento hubo elementos
distintivos éstos se diluyeron con el incremento de las comunicaciones.28 Es difícil
definir los elementos subjetivos que contribuyeron a ser más o menos productiva la

26
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-
IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4).
27
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 163.
28
A. Craig (1983) p. 24.

149
región, como el tener un espíritu individualista, independiente y emprendedor, que
son referidos constantemente en la literatura. Se puede decir que existían
pobladores con esos calificativos que les generaron riqueza, sin embargo, no se
puede extender a todos. Por esto a continuación se presentará el tipo de
ocupaciones que tenían los habitantes.

3.3 El trabajo: propietarios, medieros y jornaleros

Para comprender los factores económicos que pudieron explicar los movimientos
poblacionales de los años veinte y treinta, objetivo de este trabajo, se ha
mencionado en el apartado 3.1 el proceso histórico de división y concentración de
la tierra que sucedió en la microrregión así como la accesibilidad a la misma en el
apartado 3.2, la cual era el principal recurso para que una familia pudiera
establecerse en la región. Ahora es necesario conocer en qué trabajaba la
población establecida en los tres municipios que aprovechó los recursos
disponibles. Con base en la siguiente Gráfica 15 se puede observar que los
habitantes de los tres municipios estaban concentrados en tres divisiones. La
primera en 1930 incluía a 5,747 personas dedicadas a labores agropecuarias que
equivalían al 31.1% de la población total; la octava representó los trabajos
domésticos con 6,472 habitantes que significaron el 35.9% y la décima con 6,781
que eran los no productivos que eran el 29% del total de los habitantes. Es decir,
alrededor de un tercio de los habitantes trabajaba en labores agropecuarias y
siguiendo al Cuadro 23 eran predominantemente masculinos, otro tercio en el hogar
con una mayoría de las mujeres y un último tercio que no trabajaban y que
contempló a los ancianos, niños, discapacitados, etcétera. Si a los trabajadores de
la primera división se les agregan el resto de las ocupaciones se observa que
alrededor del 34.4% era la población ocupada en actividades que generaban un
ingreso en los tres municipios (ver también Cuadro 25).

150
Fuente: Con base en Cuadro 24.

También se puede notar que aunque aumentaron entre 1930 y 1940 las
personas involucradas en las labores agropecuarias y domésticas y disminuyeron
las improductivas, persistieron como los ámbitos que más ocuparon pobladores.
Los comerciantes fueron los que se incrementaron de manera más notable al pasar
de 88 a 264 y por su volumen los de la división primaria que pasaron de 5,747 en
1930 a 6,550 en 1940.
Por otro lado, si se consideran las ocupaciones sin tener en cuenta el trabajo
doméstico, pensando que las otras divisiones generaron ingresos económicos para
las familias según lo que se acostumbraba en la época, se tiene que en 1940 la
gran mayoría de los trabajadores remunerados estaba en la primera división, que
eran los dedicados a cuestiones agropecuarias.29 Ellos representaban el 93.6% de

29
Los datos expuestos no quieren decir que las mujeres no aportaran económicamente, ya
que en todas las divisiones se contabilizaron algunas que lo hacían. También el trabajo
doméstico que era principalmente desempeñado por mujeres según el censo, podía ser
remunerado como las personas que laboraban en la casa de los propietarios o las que

151
los ocupados en San Diego de Alejandría, 84.8% en San Julián y 91.4% en Unión
de San Antonio, como es apreciable en los Cuadros 23 y 24. El resto de los trabajos
en la microrregión consistieron en oficios que estaban ligados con la supervivencia
de los habitantes y con el trabajo agropecuario pues lo abastecían de elementos,
como las fraguas que hacían rejas y herraduras; las talabarterías fabricaban
monturas, fundas y arreos; las carpinterías y carrocerías efectuaban cajas, carretas,
arados y yugos; la alfarería materiales para la construcción como tejas y pisos; entre
otros como hojalateros, sastres y dulceros.30
Había pocos esfuerzos para tener una actividad económica no relacionada
con el sector agropecuario, como fue el caso de le fábrica de hilados y tejidos de
lana «Cruz de Piedra» en el municipio de San Diego de Alejandría, fundada hacia
1888 y que en su momento fue la única industria en Jalisco que utilizó la lana
generando 1,200 libras diarias de hilaza y tejidos, sin embargo, para la década de
los años treinta estaba en decadencia. Otra actividad era la relacionada con la
cadena productiva de la sombrerería que destacaba en El Bajío. Hacia 1919 se
comenzaron a emplear algunas personas menos favorecidas en San Diego de
Alejandría para trenzar y planchar la palma y tejer el forro necesario para la
manufactura del sombrero, insumos que eran llevados a San Francisco del Rincón.
Esta labor continuó durante décadas, pues en los años ochenta Patricia Arias la
encontró asentada en el municipio.31
Fuera de estos pequeños esfuerzos, el grueso de los trabajadores de la
microrregión se dedicaron a la agricultura y la ganadería. En la siguiente Gráfica
16, se muestran clasificados en tipos con base en el censo de 1940. La gran

«molían y torteaban ajeno», pero siguiendo a las referencias de la época, radicaba en el


jefe de familia masculino el principal sostenimiento económico de la familia.
30
Lista de comerciantes de Unión de San Antonio, 24 de diciembre de 1920 (AHJ-F2-C83-
Exp. 7684); D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 69-71, 157-159, 165-166.
31
P. Arias (1992) pp. 191-214; D. Cerrillo (2003 [1969]) pp. 184, 271; Federico De la Torre
(2004), Historia industrial de Los Altos de Jalisco en el siglo XIX: notas de investigación
sobre tres casos. En: Jorge Trujillo y Federico de la Torre (comps.) «Seminario de Estudios
Regionales. Anuario 2003». Centro Universitario de Los Altos, Universidad de Guadalajara,
México, pp. 82-85.

152
mayoría eran «obreros y jornaleros» que abarcaban entre la mitad y dos terceras
partes de los laborantes. El siguiente grupo a destacar eran del tipo «directores
propietarios, socios y empresarios» que variaban en proporciones distintas en los
tres municipios, que iban desde una décima parte a una cuarta porción. Esto mismo
se observa en «individuos que trabajan solos, propietarios no directores y otros» en
los que en San Julián eran de casi una cuarta parte mientras que en los otros
municipios rondaban la décima parte. El resto eran del tipo «individuos que ayudan
a su familia sin retribución» con casi un décimo de los trabajadores y finalmente un
muy reducido número lo representaron «empleados y dependientes» (Ver también
Cuadro 26).

Fuente: Con base en Cuadro 26 a partir del Censo 1940.

En la gráfica es visible el peso de los jornaleros dentro de la fuerza de la


economía local y que a primera vista sugieren que más que una preponderancia de
pequeños propietarios en su mayoría eran trabajadores que no contaban con una
propiedad rústica. Esto es necesario acotarlo, Jean Meyer respecto a los censos
de 1910 y 1921 alertó sobre el riesgo de interpretar los datos sobre ocupación sin

153
detenerse en las categorías, pues pueden guiar a darle mayor peso a la hacienda,
que aunque lo tenía no lo era en las proporciones que algunos autores lo señalan.
Esto porque en la categoría de «jornaleros» podían indicar distintas formas de
trabajar como lo eran los medieros, arrendatarios y pequeños propietarios y no
solamente peones como algunos pensaron.32 En el mismo Censo de 1940, en el
cual se basa la Gráfica 16, se menciona que tuvieron problemas para clasificar las
ocupaciones pues hubo confusiones en el levantamiento, al no haber podido
identificar con precisión los oficios como a un hijo de ejidatario que podía
considerarse como su padre, a su vez como «jornalero» o «ayuda a su familia».33
Para tener más elementos sobre este punto se realizó una exploración de
las papeletas censales de 1930, pues las del efectuado en 1940 no se localizaron.
A pesar de ello pueden servir debido a que persistió el uso de las mismas categorías
para el trabajo agrícola durante el periodo.34 En el estudio exploratorio se observó
que en la localidad «hacienda» todos los jefes de familia y sus hijos laborantes eran
jornaleros no propietarios, además se mostró poco parentesco entre las familias,
por ello probablemente eran peones o medieros. En los ranchos fue distinto: los
que aparecen registrados como jornaleros no se refieren en todos los casos a un
empleado no familiar, sino a los hijos solteros del propietario, quienes bajo el
sistema de herencia podían acceder a un predio y en la espera de lograrlo o casarse
eran considerados «jornaleros». También se observaron casos en que un mediero
y un par de jornaleros eran propietarios.35 Por lo tanto, esto confirma lo señalado

32
J. Meyer (1986) pp. 488-492.
33
DGE (1940).
34
J. Meyer (1986) p. 492.
35
El estudio exploratorio consistió en revisar las papeletas del levantamiento del Censo de
1930 de los ranchos de Amolero (San Julián), Las Pintas (San Diego de Alejandría) y la
hacienda de Carrión (Unión de San Antonio). Para referencias de extensiones se utilizó el
Censo de 1910-1912 (Patricia Arias y Claudia Rivas, comps., 1994, Estadística agrícola de
Jalisco, 1910. Universidad de Guadalajara, Guadalajara, México). Se encontró que en la
hacienda vivían menos habitantes (56) cuando contaba con una mayor extensión (1,754
ha) en donde todos los trabajadores eran jornaleros. En Amolero (conocido como Puerto
de Amolero) residían 137 habitantes en 24 familias. De los trabajadores de campo, nueve
eran agricultores, cinco medieros y 34 jornaleros. De estos últimos, 23 eran hijos de
agricultores (67.6%). Cinco jornaleros eran cabezas de familia y en total habían trece

154
por Meyer en que hablar de una mayoría de jornaleros incluye considerar a
trabajadores que recibían pago en especie o moneda, medieros y al mismo tiempo
a personas susceptibles de recibir medios de producción por la vía de la herencia.
Se tiene poca información complementaria pero puede dar una idea de que
«jornalero» no era sinónimo de «peón». Una es la señalada en 1925 por el
presidente municipal de San Julián quien expresó que existían en el lugar alrededor
de 400 medieros, una cifra que equivalía a casi el 40% del número de trabajadores
agrícolas considerando como referencia el año de 1930, y dijo a su vez que no
había «peones agrícolas» debido a la división de la tierra.36 Otro dato es el referido
para Los Altos en el que para la época de la Cristera aproximadamente el 29% de
la población total de la región laboraba bajo la mediería.37
Por lo tanto, se puede decir que los trabajadores en la microrregión eran
peones, medieros o hijos de propietarios, en porciones que no es posible precisar
pero que factiblemente los dos últimos eran los más frecuentes, por lo menos en
San Julián. Algo similar pudo haber sucedido en los otros dos municipios, en los
que persistían algunas grandes haciendas que convivieron con medianas y
pequeñas que generaron una dinámica distinta. Los peones se empleaban en las
haciendas y ranchos que necesitaban trabajadores pues la mano de obra de la
familia nuclear no alcanzaba, llegando a incorporar parientes de la familia extensa
quienes recibían un salario en moneda.38 El trabajo era por día o destajo, el primero
era de sol a sol y el segundo por tareas específicas, recibían un pago semanal que

propietarios (siete agricultores, un mediero, dos jornaleros, una mujer dedicada al quehacer
y dos no especificados). Curiosamente un jornalero que tenía propiedades declaró que
hablaba inglés. De los propietarios la mayoría tenían un mismo apellido (cinco que eran
Angulo). En Las Pintas (31 hectáreas en 1912), se registraron 68 personas distribuidas en
doce hogares, de los cuales en siete casos eran propietarios. Los jornaleros también se
registraron como agricultores y en su mayoría eran la misma familia Villalpando ("México
censo nacional, 1930," Base de Datos digital en FamilySearch: https://familysearch.org:
accedido el 1º de agosto de 2015. Fuente Original: Archivo General de la Nación).
36
L. González R. (2003) p. 138.
37
A. Fábregas (1979) pp. 54-55.
38
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 134; L. González R. (2003) p. 119.

155
en la memoria se recuerda como 25 centavos y un almud de maíz (4 litros), algo
que era común en la región.39
En el caso de la mediería era un sistema de producción con arraigo en la
región de estudio que permitió una mayor apertura del área de labor porque era una
fuerza extra a la de la familia y además compartían el riesgo de sembrar junto con
los propietarios.40 A pesar de las diferencias que existían en cada caso particular,
en general se puede considerar que la mediería consistía en que el dueño de la
tierra pactaba con el mediero en sembrar una porción de terreno –generalmente
una yunta (36 solares o 5 ha) o una fanega ranchera (7 ha)– y el producto se
repartía por mitad entre el dueño y el mediero. Por lo común no les proporcionaban
las mejores tierras, ya que éstas eran reservadas para la familia de los dueños. El
propietario ponía la vivienda, la tierra, la semilla y los bueyes mientras que el
mediero el trabajo y arado. Había variantes en cuanto a qué aperos ponía uno u
otro y también a quién le correspondía el rastrojo. En la región generalmente el
mediero también era al mismo tiempo un peón que se empleaba en otras labores
de los predios como construir, ordeñar, acarrear agua, etcétera, por las que obtenía
un salario en moneda y en especie (maíz). A su vez esto último se solía adelantar
al trabajador para que él y su familia tuvieran un sostenimiento en espera de la
cosecha. Ya que sucedía esta última, se hacía un balance de cuánto maíz se había
adelantado, de cuántos días se habían trabajado y se descontaban de la cosecha.41
El mediero era un poco más autónomo e independiente que el peón y fuera
del ciclo agrícola podía ser ambas cuestiones. Para algunos autores el mediero
tenía poca movilidad social porque estaba atado a una deuda con el patrón por el

39
D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 199; A. Fábregas (1979) p. 56; Gregorio Oliva (1915-2015),
comunicación personal, 3 de septiembre de 2011; Jesús Gallegos (1916-2013),
comunicación personal, 3 de septiembre de 2011.
40
A. Fábregas (1979) pp. 54-55.
41
P. de Leonardo (1978) pp. 102, 120; J. Espín (1978) p. 233; J. Díaz y R. Rodríguez (1979)
pp. 131-133; M. Aldana (1986) pp. 66-67; L. González R. (2003) p. 121. Uno de los
entrevistados comentó su caso: trabajaba como «sirviente» o jornalero a la vez que era
mediero en un rancho que atendía solamente él y otra persona. Su paga era por semana
en moneda. Como jornalero trabajaba con el ganado y en la milpa (Refugio Colunga
Guerra, comunicación personal, 2 de agosto de 2014).

156
maíz que recibía previo a la cosecha y también porque lo que conseguía apenas le
alcanzaba para subsistir, mientras que el dueño se beneficiaba de que le trabajaran
tierras ociosas y si tenía varios medieros podía tener una acumulación que le
generara liquidez con la venta.42 Por otro lado, en la memoria de los habitantes hay
algunos casos en los que se señala la libertad para emplearse en distintos ranchos,
también el que ser mediero se veía como una mejor posición para el trabajador que
podía en algunos casos generar cierto capital.43
En el caso de los poseedores de bienes rústicos, en la Gráfica 16 mostrada
líneas atrás se aprecia que los «directores propietarios, socios y empresarios»
representaron casi la cuarta parte en Unión de San Antonio, casi una quinta parte
en San Julián y casi una décima en San Diego de Alejandría. Mientras que los
«individuos que trabajan solos, propietarios no directores y otros» en San Julián
eran cercanos a la cuarta parte y los otros dos municipios en menor porción.
Sumados los dos rubros que incluyen propietarios se observa que en San Diego de
Alejandría el 17.2% de los trabajadores agrícolas eran dueños de terrenos y en los
otros dos municipios eran más del doble que éste: 41.9% en San Julián y 38.8% en
Unión de San Antonio. Estas denominaciones pueden prestarse a confusión como
en el caso de los jornaleros, pues las dos incluyen propietarios que están mezclados
con «individuos que trabajan solos» y que los distingue el ser director o no. Más
allá de esto pueden indicar la presencia de una división de la tierra por el número
de propietarios y una abundancia en San Julián y Unión de San Antonio mayor que
San Diego de Alejandría.
Estas cifras parecen contradecir algunos datos que se han referido en otros
apartados de este trabajo en los que se ha resaltado en la literatura la abundancia

42
J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 133, 136, 140; M. Aldana (1986) pp. 66-67.
43
Lic. Alfredo Moreno González (nació en 1929), comunicación personal, 5 de agosto de
2014; Gregorio Oliva comentó que su padre en la década de 1910 dejó de ser «sirviente»
para ser mediero por petición suya a un hijo de su patrón (comunicación personal, el 25 de
febrero de 2012); Jesús Gallegos refirió que su familia llegó a progresar en el rancho en
que trabajaban como medieros y la patrona decidió dejarles de dar tierras, después se hizo
pequeño propietario (comunicación personal, 3 de septiembre de 2011); Refugio Colunga
Guerra, comunicación personal, 2 de agosto de 2014.

157
de la pequeña propiedad. También contrasta que en Unión de San Antonio se
formaron un gran número de ejidos –si se compara con Los Altos– cuando tenía
más propietarios respecto a San Julián, que no los tuvo. Estas contradicciones
pueden explicarse por lo ya mencionado respecto a que un jornalero pudo incluir a
distintos sujetos entre los que podían estar los peones, medieros y herederos, por
lo tanto una abundancia de la categoría de «jornaleros» no significó abundancia de
personas que pudieran recibir tierra con la reforma agraria. Respecto al mayor
número de propietarios directores en Unión de San Antonio (26.2%) respecto a San
Julián (18.9%) y la existencia de 17 ejidos en el primero y de ninguno en el segundo,
es necesario acotar que estos números no son un sinónimo de que sólo existió un
movimiento hacia la división de la tierra, sino que pudo convivir con uno de
persistencia y concentración en las grandes propiedades. En el apartado «3.2 Los
recursos para la producción» se observó cómo la mitad de la superficie municipal
unionense y sandieguense la abarcaban los grandes predios mientras que en San
Julián era poca.
Ya sea pequeña, mediana o grande la propiedad, las relaciones entre los
trabajadores y los propietarios podían ser duras y difíciles. El estilo de mandar de
los patrones podía variar según la personalidad de cada uno, habiendo algunos
más exigentes que otros. Un habitante de la época recordó «era duro entonces,
según ellos era el machismo el que rifaba, nadie quería que le pisaran el gabán,
nomás ellos mandar, era duro».44 Otro mencionó sobre si había alguna diferencia
entre laborar en los ranchos o en las haciendas a lo que expresó «yo prefería no
trabajarle a nadie, porque era muy duro. Entonces para hablar con un patrón
necesitaban cruzarte de manos o quitarte el sombrero. En una ocasión con uno nos
tenían casi como propietarios los hombres», pues «nos tenían los patrones a pan y
agua».45 Por estos tratos algunos de los trabajadores llegaron a amenazar o matar
a sus empleadores.46 También fue uno de los elementos para que los pobladores

44
Jesús Gallegos (1916-2013), comunicación personal, 3 de septiembre de 2011.
45
Refugio Colunga Guerra, comunicación personal, 2 de agosto de 2014.
46
Gregorio Oliva (1915-2015), comunicación personal, 5 de octubre de 2003 y 10 de agosto
de 2012.

158
buscaran trabajo en otras zonas, ya que había alternativas más atractivas para
laborar y simbólicamente la Revolución Mexicana había enaltecido los derechos de
los jornaleros que rechazaban algunas de las condiciones en que laboraban.
En resumen se puede decir que la mayoría de los trabajadores remunerados
lo eran en cuestiones agropecuarias. Ellos laboraban como propietarios, medieros
o jornaleros en porciones que no es posible cuantificar específicamente y que en
ocasiones se mezclaban entre sí, aunque fuentes complementarias indican que la
mayor porción lo eran propietarios y medieros, que en el caso de San Julián lo
hacían en su mayoría en pequeñas y medianas propiedades, mientras que en los
otros dos municipios lo hacían también en las grandes. Esto no niega la relevante
presencia de pequeños y medianos propietarios que hicieron identificar a la zona
como una abundante de ranchos. En el caso de San Julián solamente 31 de las
1,128 transacciones de predios rústicos que se realizaron entre 1913 y 1940 fueron
en mayores a 100 hectáreas, lo que puede ser un indicador de la proliferación de
las extensiones pequeñas y medianas.47
Esto era parte de una tendencia a nivel nacional de predominio de las
ocupaciones en labores del sector primario, que incluyó a las cuestiones
agropecuarias. En 1910, el 69% de la población económicamente activa (PEA) del
país se encontró en este sector y para 1940 se mantuvo en proporciones similares
con un 71%.48 El estado de Jalisco presentó cifras parecidas, con un 74.2% de la
PEA en 1930 que se redujo a 68.8% en 1940.49 Sin embargo en la microrregión se
apuntaron porcentajes mayores que podían abarcar entre 84% y 93% de los
trabajadores. Lo que nos indica la poca oferta para laborar en otras áreas, contrario
a lo que estaba sucediendo en otras partes del país en que iban aumentando el
número de trabajadores en sectores más productivos como el secundario
(industrias) y terciario (servicios). Aunque en México la mayor parte de la población
estaba ocupada en el sector primario, la riqueza generada era muy reducida

47
L. González (2003) p. 151.
48
J. Meyer (2010) p. 257.
49
M. Aldana (1979) pp. 70-73.

159
generando alrededor de 1930 sólo el 22% del Producto Interno Bruto (PIB) y en
específico la productividad agrícola era ocho veces menor que en el resto de la
economía.50 Esto era en parte por una agricultura tradicional que se practicó en
distintas partes del país como en ciertas localidades de la microrregión que se
estudia. Enseguida se muestran algunas de sus peculiaridades.

3.4 Una agricultura tradicional basada en la siembra de maíz y de frijol

Para continuar con la búsqueda de elementos que puedan responder a la pregunta


central de esta investigación que es ¿Cuáles fueron los factores económicos y
sociopolíticos que contribuyeron a un lento crecimiento demográfico en los tres
municipios durante los años veinte y treinta del siglo XX? En este apartado se
abonará al estudio de los primeros factores, reconociendo a lo agropecuario como
preponderante como ya se ha señalado en las ocupaciones y que se puede pensar
como una actividad determinante para que una población pueda sostenerse en un
territorio, tanto por los alimentos que aporta como el trabajo que genera, y que es
muy sensible a distintas variables tanto naturales como sociales, entre las que se
encuentran las revoluciones, el bandolerismo, entre otras.
En general el trabajo agropecuario se desempeñó en haciendas, ranchos y
ejidos. Las primeras contaron con una mayor extensión que los segundos lo cual
les permitió emplear más gente y tener una producción más diversificada tanto de
siembra como de semovientes, aunque en la época se encontraron amenazadas
por la reforma agraria. Los ranchos seguían el camino de división acelerado desde
el siglo XIX y tenían más limitada su capacidad de producción por no disponer de
mano de obra amplia ni de extensos terrenos para pastizales, lo que los hizo
enfocarse en la agricultura y tener una reducida producción de animales, que
complementaban con la siembra de hortalizas en pequeños huertos, la ordeña de
pocas vacas y la cría de gallinas, cerdos y cabras. Estos limitantes les hizo tener
pocos excedentes y destinar la producción casi solamente para la familia. Por su

50
S. Kuntz (2010) pp. 344-347, 349.

160
parte, los ejidos se formaron principalmente en los años treinta y beneficiaron a un
reducido número de familias como se verificó en el Capítulo previo.51
Un acercamiento al trabajo agrícola lo da el uso de la superficie en los tres
municipios, que en 1930 se utilizaba aproximadamente una tercera parte para tierra
de labor y el restante en pastizales. Respecto a la primera en ese año se cultivó
cerca de la mitad y de ésta en su gran mayoría era de temporal con un 89% de
promedio, le seguía un 9% de riego y una reducida de humedad con .5% (Ver
Cuadro 28). El depender del temporal hacía que la religión jugara un papel
fundamental, pues suplicar por una intervención divina para que sucedieran unas
lluvias adecuadas era una vía para sortear los riesgos según el marco de
pensamiento local. De ahí las celebraciones para el buen temporal como las de San
Isidro y la fe de los pobladores, que como se observó en el Capítulo 2 llegaba a los
extremos de defenderla con las armas. Respecto a las definiciones de «buen» o
«mal» temporal, se encontró que en 1926, 1929, 1933 y 1935 fueron años que
afectaron las cosechas, ya sea por heladas, sequías o exceso de lluvias que
anegaron las sementeras.52
Bajo esta mayoritaria agricultura de temporal se llevaron los cultivos en los
tres municipios, de los cuales a continuación se harán algunas anotaciones sobre
los más sobresalientes. Para ello se construyeron series de datos con base en los
principales cultivos a partir de los informes reportados por los presidentes
municipales a las autoridades estatales y de algunos cuadros concentrados por las
mismas instancias. También se tomaron los datos del primer censo agrícola y
ganadero de 1930 y ciertos datos cualitativos. Como se observará, no fue posible
encontrar para todos los años bajo estudio el dato correspondiente que permitiera
con mayor precisión identificar las tendencias, pero a partir de lo encontrado se
pueden señalar los cambios y algunas ideas generales de la producción. También,

51
P. de Leonardo (1978) p. 77; J. Díaz y R. Rodríguez (1979) p. 134; L. González (2003)
p. 115-116.
52
Informe de la CANJ al Director General de Agricultura y Ganadería, 21 de mayo de 1930
(AHJ-AG2-C18-Exp. 827); Reporte de San Julián, 1 de octubre de 1935 (AHJ-ES2-C226-
Exp. 5791); D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 276; L. González (2003) p. 143.

161
las series construidas permiten realizar comparaciones con los hechos referidos en
el Capítulo 1 sobre pérdida de población y en el Capítulo 2 sobre oposición a las
reformas del Estado.
Comenzando con el maíz, se realizaba una cosecha anual de temporal la
cual se efectuaba en unidades familiares y en los predios más extensos se contaba
con trabajadores externos. Esto era similar a lo que aconteció en el tiempo colonial,
pero la época bajo estudio se distinguió en que hubo más mediería y mayor
superficie destinada a la siembra, también más densidad de la población y más
complejidad en las relaciones al interior de las unidades y con el exterior.53 El maíz
representaba la principal fuente de alimentación en la microrregión y le daba un
sostenimiento a los habitantes, quienes se enfrentaban a una gran variación en
cuanto a los volúmenes cosechados, como se puede ver en la siguiente Gráfica 17.

Fuente: Con base en Cuadro 29.

53
L. González (2003) pp. 98, 133.

162
En ella se puede observar que en conjunto los tres municipios a mediados
de los años veinte tuvieron un punto alto en la producción, la cual decayó
drásticamente en 1930 en que se lograron solamente dos quintas partes de la
cosecha de 1926. Estos datos apuntan principalmente a un efecto de la rebelión
Cristera que se vivió de manera intensa en la microrregión como se señaló en el
Capítulo 2, que se combinó con un mal temporal que se registró en 1929. Hacia
1931 el gobernador del estado inclusive tuvo que comprar maíz para auxiliar a los
habitantes del estado, incluyendo a algunos alteños.54 Años después hubo indicios
de recuperación, pero no fue lo suficientemente potente como para llegar a los
volúmenes de mediados de los años veinte. Además, volvió a tener un punto bajo
en 1937 aunque no fue tan profundo como el habido en 1930.
Revisando a cada municipio en particular, en San Diego de Alejandría se
presentó la tendencia referida con una mayor producción en el año de 1925 con
alrededor de dos mil toneladas que decayeron a la mitad al año siguiente y tuvieron
un punto bajo en 1930. En 1934 se registró una casi nula producción, quizá debido
a un mal cálculo del reporte, para 1936 se tuvo una producción similar a la de 1926
que decayó en 1937-1938. San Julián por su parte contó con números más
reducidos al tener menos extensión, comenzó la década de 1920 con una
recuperación, según se puede inferir a partir del dezmatorio parroquial que son los
datos disponibles para esos años. En 1920 y 1921 los productores dieron más maíz
en especie a la Iglesia que los años previos de 1910, 1915 y 1919, lo que puede
leerse como un incremento en la producción que se interrumpió en 1922 cuando se
reportó 40% menos que el año previo y en 1923 con una caída del 50%. También
es notable que las cifras de 1922 y 1923 fueron inferiores a las registradas en los
años aciagos de la Revolución Mexicana como en 1915, como se ve en la siguiente
Gráfica 18.55 Estos indicadores son resultado de balances hechos por el cura del
lugar con base en lo que contribuyeron los católicos, esto puede variar por distintos

54
L. Romero (1987) pp. 65-67.
55
Cuentas del Dezmatorio de la parroquia de San Julián por el Pbro. Narciso Elizondo,
años 1910, 1915, 1919, 1920, 1921, 1922, 1923 (AHAG-San Julián-C2).

163
factores como la voluntad de los feligreses para contribuir según lo que le
correspondía. A pesar de ello, puede ser un indicador de que la década de 1920 se
empezó con una recuperación que decayó en 1922 y 1923.

Fuente: Con base en informes del párroco Narciso Elizondo (AHAG, San Julián, C2).

Basándose en las fuentes oficiales, en el mismo municipio se generaron los


puntos más altos en 1924 y 1930 con cifras entre 500 y 600 toneladas, como se
observa en la Gráfica 17, sin embargo, no alcanzaron el nivel que se llegó a tener
en 1912 de 700 toneladas. Con esto, el año de 1930 representó para San Julián un
incremento respecto a lo logrado a mediados de los años veinte. Una tendencia
contraria a lo reportado en San Diego de Alejandría en donde sucedió una caída al
término de la rebelión Cristera y también lo revisado respecto a los movimientos
catastrales en San Julián que durante la Cristera se paralizaron. Las memorias de
los habitantes resaltan las dificultades que tuvieron para realizar sus habituales
siembras y asimismo que el escuadrón del lugar tuvo una activa participación, lo
que puede interpretarse como que la zona presentó un constante riesgo para los

164
pobladores. Sin embargo estos datos no concuerdan con una pérdida como en los
otros dos municipios. Una hipótesis puede ser que al tener un grado mayor de
población viviendo en la cabecera, representó un menor riesgo dedicarse a las
labores agrícolas que aquellos municipios donde había más residencia en el área
rural donde había más vulnerabilidad. Independientemente de esta cuestión, no
alcanzó los niveles de 1912 y es notable que las cifras refieren más a unos vaivenes
en los que hay ciertos límites que no se pueden saltar para generar una mayor
producción. Como referencia, se puede considerar lo mencionado en 1899 en San
Julián en que se expresó que con 454 toneladas era suficiente para alimentar a la
población del lugar, sin embargo, para 1926, 1927 y 1938 se tuvieron cifras
menores, es decir, la subsistencia estaba en riesgo.56
Respecto a Unión de San Antonio tuvo una reducida cosecha a inicios de los
años veinte como en San Julián y se recuperó a mediados de la década. Sin
embargo en 1930 sufrió una gran reducción como parte de las consecuencias del
asunto cristero, pues los niveles reducidos también apuntados en otros años no lo
hicieron como en ese tiempo. Hacia 1933 se volvió a recuperar y asimismo
descendió al año siguiente, mientras que en 1936 y 1938 tuvo un alza. Esos
vaivenes en la producción señalan que los limitantes que impedían aumentar las
cosechas no se habían superado en el par de décadas bajo estudio. Las rebeliones
y el temporal afectaban profundamente los volúmenes y no se dispuso de
infraestructura y tecnología para revertirlos, como pudo haber sido la construcción
de embalses. A lo que hay que agregar la incertidumbre producida por los
desacuerdos con el reparto ejidal, la educación socialista y la acotación a la Iglesia
que no daban garantías a la zona para desarrollar una actividad económica
próspera y diversificada. Esto hizo que fuera riesgoso invertir en una región en
donde los cultivos más diversificados se encontraban en los grandes predios que
era factible fueran intervenidos por la reforma agraria y que con la oposición a las
políticas agrarias, educativas y religiosas del Estado siempre estuvo latente una

56
L. González R. (2003) p. 112.

165
nueva rebelión, lo que pudo hacer que la población saliera del lugar pues las
expectativas económicas estaban limitadas por los rasgos del nicho ecológico y
agravadas por las situaciones sociopolíticas.
Esto también fue visible en el comportamiento de otros productos como el
frijol ya que se sembraba intercalado entre el maíz. En la siguiente Gráfica 19 es
visible que a mediados de los años veinte se registró una buena producción que
destacó sobre la tenida en años previos, pero que no pudo sostenerse por varios
años sino que a partir de ahí lo común fue la obtención de cifras menores con
algunas recaídas importantes en 1930, 1934 y 1937. Se puede inferir que la
microrregión tuvo poca capacidad para tener un crecimiento sostenido pues los
años donde se registraron cifras altas no les siguieron otros en el mismo sentido.
También porque a partir de los volúmenes pronunciados de 1926 le siguieron
agudos conflictos con el Estado con la rebelión Cristera y sus secuelas como se
observó en el Capítulo 2 y que tienen relación con las pérdidas poblacionales y
lento crecimiento que se refirieron en el Capítulo 1.

166
Fuente: Con base en Cuadro 30.

Un tercer producto en importancia fue el trigo, que tuvo un comportamiento


ligeramente distinto pues su producción requería algunas condiciones específicas,
como el contar con una mayor infraestructura como eras, trilladoras, represas y
sistemas de riego, además de estar cercanos a cuerpos de agua. Se sembraba
entre octubre y noviembre en los bajíos o en los vasos de las presas, las cuales se
vaciaban y con la humedad dejada crecía la planta, la cual se reforzaba con las
precipitaciones de las cabañuelas. Esto generaba más riesgo que el maíz por las
pocas lluvias y las heladas del invierno. Eran cosechas de variedades de mala
calidad y poca abundancia, que para los meses de mayo o junio se cortaban
predominantemente a mano. Para la época existió poca maquinaria para esta labor,
contabilizándose algunas sembradoras, segadoras y trilladoras mecánicas, las
cuales se alquilaban. Para efectuar el riego se utilizaba el agua retenida por las
represas, que en su mayoría habían sido construidas en el siglo XIX. En el caso de
una de ellas localizada en San Julián, la propiedad del agua estaba dividida entre
ciertas personas que tenían la capacidad de comprar acciones de la represa, lo que
les daba derecho a llevar el preciado líquido a sus terrenos a través de un sistema
de regaderas. Probablemente se contabilizaban las acciones por horas de apertura
del desagüe.57
En la siguiente Gráfica 20 se puede observar el comportamiento de la
producción de trigo en los tres municipios. Es de notar la similitud con los otros
productos en los años veinte en cuanto a que se registró un volumen mayor a
mediados de la década y en 1930 tuvo un rendimiento menor. En los años treinta
con algunos altibajos repuntó, pero no con una sólida consistencia por lo que a

57
Acta de Cabildo No. 1, 1º de enero de 1933 (AMSJ); Informe general que el Instituto de
Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4); D.
Cerrillo (2003 [1969]) pp. 106-108; J. Espín (1978) pp. 220-224, 237; J. Díaz y R. Rodríguez
(1979) p. 155; L. González R. (2003) p. 118; Gregorio Oliva (1915-2015), comunicación
personal, 3 de septiembre de 2011 y 25 de febrero de 2012; Lic. Alfredo Moreno González
(nació en 1929), comunicación personal, 5 de agosto de 2014.

167
finales de la década se anotaron registros menores a los habidos a mediados de
los años veinte. Esto puede confirmar el peso que tuvo la rebelión Cristera para la
actividad agropecuaria, pues en 1930 se registró la mitad de lo cosechado en 1924.
La inseguridad de este evento y sus secuelas contribuyeron para dejar de lado a
este cultivo hacia finales de los años treinta, ya que requería una mayor
infraestructura e inversión. Esto lleva a pensar que se prefirió la agricultura
tradicional de maíz y frijol sobre una que demandaba más requerimientos y que
además ligaba a la región con una industrialización pues abastecían los molinos de
El Bajío. Las diferencias que se observan entre los municipios están relacionadas
con el área de los mismos, en donde San Julián era menor por su extensión.
También porque en este municipio no había haciendas como en los otros, que era
donde preferentemente se sembraba el trigo.

Fuente: Con base en Cuadro 31.

Para 1950 se consiguió una reducida cosecha de este producto en un


momento en que no se encontraban ya las inseguridades de décadas pasadas, por
lo que puede interpretarse que este cereal que tenía un perfil comercial fue dejado

168
a un lado por la preferencia que en la década de los años cuarenta fue habiendo
sobre la producción láctea y que demandó cultivos propios para la alimentación del
ganado. Tampoco puede verse como un mal temporal, pues ese año se registraron
volúmenes mayores en el maíz y el frijol y puede confirmar la predilección por una
agricultura tradicional y favorable a la ganadería en lugar de una que demandaba
mayor inversión y que generaba más riesgos, aunque se obtenían más ganancias.58
Comparado con el maíz, el trigo podía llegar a tener volúmenes amplios como en
1934 que registró el 70% del volumen de la del maíz o reducidos como en 1937-
1938 que tuvo solamente el 7% de este cereal, es decir, fue muy variable su
siembra y hacia el fin del periodo fue teniendo poca representación.
Había otros productos que se sembraban o recolectaban en el área de los
tres municipios en menor escala y en los que destacaron en algún momento por su
volumen, como lo fueron el chile verde, el chile seco, el cacahuate y la linaza.
Respecto a la extracción del aguamiel del maguey para hacer pulque, en 1930 se
extrajeron 45 mil litros, en su mayoría en el municipio unionense, el cual tuvo un
aumento en 1936 con 100 mil litros. En ese mismo año se recolectaron 16 toneladas
de tuna en San Diego de Alejandría, previamente en 1930 en Unión de San Antonio
se habían tenido 106. Había otros productos cuyo destino era casi para consumo
doméstico como lo eran los frutales (chabacano, durazno, higuera, lima, membrillo,
naranja, perón, sandía), leguminosas (ejote, lenteja) y hortalizas (jícama, jitomate,
lechuga, zanahoria).59
Otro indicador para conocer la producción es la superficie cultivada en los
tres municipios, la cual se incrementó entre 1921 y 1930 entre un 13% en San Diego
de Alejandría y un 40% en Unión de San Antonio, mientras que en San Julián se

58
En San Julián según reportes de diezmos de 1910, 1915, 1919 y 1920 se sembraba trigo
en unos cuantos predios, en su mayoría con acceso a represas: La Escondida, Cola de la
Presa, Cerritos (AHAG-San Julián-C2).
59
Diferentes informes de la Cámara de Comercio y de personas de los municipios a
cuestionarios enviados por el gobierno estatal (AHJ-AG2-C19-Exp. 2871; AHJ-AG2-C22
Exp. 2903; AHJ-AG2-C26-Exp. 3037; AHJ-AG2-C27-Exp. 3018; AHJ-ES2-C227-Exp.
4830; AHJ-ES2-C228-Exp. 4834; AHJ-ES2-C231-Exp 4848; AHJ-ES2-C232-Exp 4857;
AHJ-ES2-C239-Exp. 5712; DGE, 1938).

169
desconocen las cifras para el primer año. El siguiente dato encontrado de referencia
para este rubro es el de 1950, que representó una ampliación de casi el doble
respecto a 1930 en el municipio sandieguense, de casi una cuarta parte en el
sanjulianense y dos quintas partes en el unionense (Ver Cuadro 37 en anexos). Si
se relaciona con lo mencionado sobre los cultivos, en los años veinte hubo mayor
incorporación de tierras propicias para la labor pero esto no representó cosechar
mayores volúmenes y señaló una falta de productividad. Esto persistió en los
treinta, ya que casi la misma proporción de población generó lo mismo o inclusive
menos que lo efectuado a mediados de los años veinte (Ver Cuadro 38). Esta poca
capacidad de incrementar la producción posiblemente alentaba una expulsión de
población y un lento crecimiento poblacional, como se observó en el Capítulo 1.
Continuando con la productividad, un dato puede ser las toneladas
generadas por el total de habitantes en los municipios. Si se toma como base el
principal producto que era el maíz y se cuentan los años en los que se recuperaron
los registros para los tres municipios se obtiene una muy poca variación. En 1925
se apuntaron 1.1 toneladas por habitante, al siguiente año bajó un poco a una por
habitante, para 1930 disminuyó a 0.4 y en 1937 se recuperó a 0.9, es decir, los
pobladores no podían generar más riqueza con los recursos que disponían, a pesar
de que en los años treinta aumentó el número de personas dedicadas al campo,
como se mencionó en el apartado 3.3. Aunque un atenuante es que en 1925 se
calcularon 500 habitantes más que en 1937, con base en las proyecciones de
población fundadas en las tasas de crecimiento medio anual. Esto requiere cautela
pues son proyecciones con base en un crecimiento estandarizado, pero muestran
con claridad las limitantes para aumentar la riqueza (Ver Cuadro 38).
Los esfuerzos por lograr una mayor producción estaban constantemente
limitados por diversas cuestiones que desalentaban la inversión en la zona. Una de
ellas eran las relacionadas con el medio ambiente, ya que las altas y bajas en la
producción coincidieron con las caracterizaciones que se hicieron del temporal:
mucha lluvia en 1926, escasez y heladas en 1929, lluvia intensa en 1933 y un
exceso en 1935. A esta cuestión es necesario agregar los acontecimientos, pues

170
uno de los puntos más bajos en la producción sucedió al término de la rebelión
Cristera en 1929, lo que puede explicar la disminución que hubo hacia 1930. La
segunda Cristera de 1935-1936 tuvo un efecto menor pero mantuvo la inestabilidad.
Otra producción reducida se registró en 1937-1938, fechas para cuando ya estaba
prácticamente pacificada la zona. Es decir, existieron bajas cosechas en años en
que sucedió un temporal inadecuado las cuales se manifestaron de manera más
pronunciada cuando se combinaron con levantamientos armados como en 1929.
La oposición a las directrices oficiales en materia agraria, educativa y
religiosa no permitieron tener una actividad económica que generara más
volúmenes que los que ya se habían tenido en años previos. En parte por los
levantamientos propiciados y también por la reforma agraria. Como se revisó en el
Capítulo previo, durante el periodo de estudio existió un movimiento agrarista que
aunque fue reducido consiguió un reparto en los años treinta a partir de algunas
haciendas. En su mayoría se formaron en Unión de San Antonio donde en las
mismas era el sitio en el que se cultivaba de forma más diversificada mientras que
en los ranchos era menos.60 Es factible que la poca tecnología agrícola registrada
en 1930 estuviera en las haciendas, como sembradoras, segadoras, trilladoras y
desfibradoras.61 Esto es, la formación de ejidos o su amenaza afectó la actividad
agraria en las unidades donde se podría decir que existió una agricultura más
comercial, lo que quedó visible en la caída del trigo hacia finales de los años treinta
pues en estas unidades era donde se sembraba principalmente.
Esta falta de diversificación la lamentaron algunos productores en el estado:
tras las abundantes cosechas de 1933, un agricultor expresó «En mi concepto esto
es un salvajismo supino, toda vez que la tierra no tan solo produce maíz, ni la

60
P. Arias y C. Rivas (1994) pp. 87-108.
61
En las haciendas de San Fernando, El Vallado y otras de Unión de San Antonio había
trilladoras y segadoras, según lo recuerdan algunos habitantes (Rafael Mojica González,
comunicación personal, 2 de septiembre de 2011. El entrevistado nació en Santa María del
Valle, Jalisco en 1933 y falleció en 2014 en San Agustín, Jalisco. Durante su vida administró
un rancho en San Diego de Alejandría y fue presidente municipal de San Julián; Lic. Alfredo
Moreno González (nació en 1929), comunicación personal, 5 de agosto de 2014; DGE,
1938, Cuadro VI).

171
humanidad consume en concreto este cereal. En consecuencia, la solución del
actual problema quedaría solucionado suspendiendo en parte ese cultivo y
dedicando las tierras a otros más remunerativos» para lo que proponía al algodón
y las oleaginosas. También alentaba para que se combatiera la «ignorancia»
conociendo nuevos cultivos.62
Esto tiene relación con lo que pasaba en otras partes del país, en las que
otros estados desarrollaron una agricultura comercial que contó con infraestructura
y maquinaria que le fue quitando representatividad a las entidades que
tradicionalmente producían el grueso de la agricultura como lo eran las del centro
de México, en las cuales la reforma agraria y la rebelión Cristera profundizaron la
fragilidad de su actividad, lo que provocó una relocalización de la siembra de
cereales hacia el norte y el Pacífico.63 Específicamente el estado de Guanajuato
con el que la microrregión tenía un vínculo importante, se rezagó respecto a las
entidades norteñas en la producción de cereales lo que influyó en una expulsión de
población.64 Aunque contradictoriamente a algunas ciudades guanajuatenses
fueron los lugares a donde acudieron alteños, no tanto por la prosperidad, pues no
la había, sino por la seguridad.
Esto retrasó la inversión en Los Altos de Jalisco, como parte de la zona del
país que sufrió el levantamiento y que le generó pérdidas poblacionales y
productivas y que en el caso de la microrregión pudo ser más aguda por no haber
encontrado mecanismos para revertir su estancamiento. Un ejemplo de esto lo es
el que para el periodo de estudio la infraestructura hidráulica era casi la misma que
en la época decimonónica y desde ese periodo no hubo mayores esfuerzos a pesar
de ser una zona en la que el agua era una demanda primordial. La maquinaria de
la que se disponía en 1930 muestra la poca tecnología en el campo: 2,358 arados

62
Luis Díaz Infante al gobernador del estado de Jalisco, 27 de septiembre de 1933 (AHJ-
AG2-C19-Exp. 2877).
63
D. Marino y M. Zuleta (2010) pp. 460-464.
64
O. Sánchez Rangel (2012) pp. 11-12.

172
contra los siete tractores que se registraron en ese año y las 157 carretas por tres
camiones y cuatro automóviles.65
La agricultura tradicional no potenció el crecimiento poblacional pues la
mayoría de los trabajadores eran jornaleros y medieros que lograban con
dificultades su subsistencia. Cambiar a otras actividades como la siembra de otras
semillas o la cría de mejores razas implicaba una inversión que no todas las
personas y unidades productivas podían ejercer, además que involucraba tener una
visión de negocios más allá de la tradicional. Para hacer más atractivas las
actividades económicas era necesaria la inversión, pero esta se encontraba con
limitantes. El acceso al dinero se lograba de manera reducida en los pobladores
pues parte de su salario era en especie y además se les descontaba lo adelantado
en el año. Los que podían tener más ingreso eran quienes podían generar una
cosecha mayor a la que demandaba la subsistencia familiar, como eran aquellos
predios que empleaban medieros que le generaban al patrón una mayor
acumulación de grano para la venta, pero no hubo evidencia de que esto se
convirtiera en un crecimiento.
Los vaivenes en la producción más unas dificultades para contar con
infraestructura y tecnología, para acceder a la tierra y a su vez una riesgosa
situación política podían alentar a la emigración, pues la producción agropecuaria
en la microrregión no podía sostener un crecimiento, persistiendo en los cultivos
tradicionales de frijol y maíz con solamente algunas unidades con cultivos
diversificados. La rebelión Cristera evidenció el problema de permanecer en el
campo y las ventajas de emigrar a otras zonas con mejores oportunidades para los
pobladores, pero no fue un acontecimiento que inauguró la expulsión de población,
ya que desde los años previos habían existido mermas de cosechas, inseguridades
y traslado de pobladores. En el caso del movimiento hacia los Estados Unidos de
América, ya era constante desde la década de 1910, lo que hizo que para las
décadas de 1920 y 1930 se tuvieran consolidadas redes para la emigración que

65
DGE (1938) Cuadro VI. Maquinaria e implementos en los predios mayores de una
hectárea.

173
facilitaron el tránsito de la población cuando fue necesario. También había un
traslado de residencia en el país principalmente hacia otras ciudades jaliscienses y
guanajuatenses, pues hacia los años treinta se había dificultado la emigración
internacional a consecuencia de la Gran Depresión.
La inversión en la zona alteña para tener una relación más intensa con el
mercado se realizó hasta después de pacificada la zona en los años cuarenta con
la construcción de carreteras, el inicio de algunas obras de irrigación y la instalación
de una planta procesadora de lácteos en Lagos de Moreno, que se conjuntaron con
el Programa Bracero que facilitó la movilidad laboral a los Estados Unidos de
América y con ello existió la posibilidad de invertir en la extracción de leche
encadenándose la región a la industria.66 Esta lenta modernización era compartida
con un área más amplia del país, pues el estado de Guanajuato se caracterizó en
las mismas fechas por la poca maquinaria agrícola y la reducida irrigación.67 En
algunas personas de las localidades existía la creencia de que la zona había sido
«castigada» por el Estado por su participación en la Cristera limitando la
construcción de infraestructura y otros beneficios públicos, entre otras cosas porque
fue hasta los años setenta en que se construyó una carretera asfaltada que
comunicó a los poblados.68

3.5 Una ganadería poco desarrollada

Los Altos de Jalisco han sido asociados con la ganadería pues en la época colonial
fue una zona adecuada para pastar los animales y siglos después formaron una
importante cuenca lechera en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, este
rasgo no era el que distinguió a la región durante el periodo de estudio, pues se

66
Ezequiel Hernández (2015, Julio 18). Andrés Cardona y la Presa de Cuarenta. Periódico
A. M. Lagos de Moreno [en línea] [Consultar en: http://www.am.com.mx/opinion/
lagosdemoreno/andres-cardona-y-la-presa-de-cuarenta-16615.html] [Recuperado el 2 de
septiembre de 2015].
67
O. Sánchez Rangel (2012) p. 230.
68
R. García (2011) p. 18.

174
encontró con varios obstáculos tanto para desarrollar una ganadería intensiva como
extensiva como lo fueron la inseguridad, la poca inversión, la carencia de
comunicaciones, la falta de acceso a medicinas y tecnología, así como la división
de la tierra que impidió la prevalencia de grandes propiedades adecuadas para la
ganadería. Por lo tanto, en 1920 se reportó que las zonas de Jalisco con más
ganado eran la Ciénega, Sur y Norte, es decir, Los Altos no figuraron como lo
habían sido en la época colonial.69
En la microrregión, para los años veinte y treinta la ganadería era un
complemento de la agricultura que aportaba a la dieta de los pobladores y a la vez
generaba un ingreso con la venta de animales o sus derivados. La principal especie
era el ganado vacuno que servía para dar leche a la familia y para su venta en pie,
en el caso de los bueyes servían para el trabajo; en menor medida había el caballar,
que era muy apreciado en la zona; el mular y asnal para la arriería, el transporte y
en ocasiones para tirar arados; y otras especies menores como ovinos, caprinos,
porcinos y aves.70
Respecto al ganado vacuno, el tipo común era el criollo o corriente y su
alimentación consistía en los pastos de las áreas de agostadero y en el rastrojo
sobrante de la cosecha. Para describir la situación de esta especie en la
microrregión se encontraron pocos datos sobre el número de cabezas de ganado
vacuno, por lo que se extendió el periodo de tiempo para tener más referencias
considerándose los años de 1899 y 1950. En 1899 se registraron 400 ejemplares
en los tres municipios con base en un censo levantado en Jalisco, lo cual indica un
muy reducido número.71 Después sucedió la Revolución Mexicana y con ella se ha
señalado que en Jalisco –y en general en el país– este acontecimiento mermó la
existencia ganadera al ser uno de los productos de los que se apropiaron los grupos
revolucionarios para su subsistencia, por ello puede decirse que al inicio de la

69
Carta de la Cámara Agrícola Nacional de Jalisco, 5 de agosto de 1920 (AHJ-AG4-920-
C2-Exp. 894); J. Gutiérrez (1991) p. 173.
70
J. Alonso (1990) p. 260; L. González R. (2003) pp. 47-48.
71
L. González R. (2004) p. 119.

175
década de 1920 se estaba en recuperación de estas pérdidas.72 No se tienen cifras
precisas para estos años, pero con base en los diezmos de la parroquia de San
Julián recolectados entre 1920 y 1923 la producción pecuaria representó una ínfima
parte del total de lo recolectado con alrededor del 3% y específicamente sobre
vacunos se dieron 110 becerros a la Iglesia. Estos datos sugieren que la mayor
parte de la producción la proporcionaba el maíz y frijol y que la ganadería era muy
reducida, pero que se había incrementado comparada con 1899 (Ver Cuadro 36).
Si puede suponerse que hubo una recuperación ganadera en los años
veinte, al final de la década sucedió la rebelión Cristera que afectó intensamente
algunas regiones del país como Los Altos de Jalisco, situación que se señaló en el
Capítulo 2. Al término del alzamiento en 1929-1930 se registraron 5,937 cabezas
en San Diego de Alejandría; 4,694 en San Julián y 12,415 en Unión de San Antonio,
como se ve en el Cuadro 33 en los anexos. Por las razones expuestas, estos datos
sugieren un drástico cambio comparado con 1899, pero no es posible saber si estas
cifras representaron un aumento o caída durante los años veinte. Se puede pensar
que sucedió esto último pues algunos testigos de la época señalaron que hubo
constantes robos durante el conflicto, aunque por el momento no es posible
cuantificarlos.73 En 1934 y 1935 existió un descenso en el número, quizá debido a
que en 1933 hubo una intensa neblina y lluvia que mató a parte del ganado
existente por el duro clima generado, que en el caso de San Diego de Alejandría
hizo que se perdieran 1,900 reses. Para los años siguientes no se han encontrado
cifras, pero en 1950 existió un ligero incremento que no era muy distante del de
1930.74
De este ganado bovino se extraía la leche que generalmente era para un
consumo local y para la alimentación del becerro. Cuando había exceso como en
la temporada de lluvias, se producía queso, mantequilla y jocoque que podían

72
Informe de la Cámara Agrícola Nacional Jalisciense a la Secretaría de Guerra y Marina,
24 de diciembre de 1920 (AHJ-AG2-C11-Exp. 2759).
73
D. Cerrillo (2002) p. 103; Gregorio Oliva (1915-2015), comunicación personal, 5 de
octubre de 2003.
74
D. Cerrillo (2003 [1969]) p. 285; Cuadro 33 anexos.

176
venderse.75 Respecto a cifras sobre lo lácteo, en 1912 en los tres municipios se
generaron 120 mil litros anuales, no se han localizado para años posteriores sino
hasta 1950 en que se extrajeron más de 4 millones de litros (Ver Cuadro 35 en
anexos). Este cambio puede indicar que la instalación de la compañía Nestlé en la
década de 1940 transformó la vocación de la zona hacia una lechera, por lo que
este aumento es probable que no se haya generado en las décadas bajo estudio.
En relación con el ligero incremento en el número de cabezas entre 1930 y 1950
mencionado en el párrafo previo, pudo deberse a que el cambio fue más en el tipo
de ganado que fue sustituyéndose el criollo por uno lechero y que el giro a lo lácteo
fue gradual pues requirió infraestructura como caminos, transporte, alimentos
ganaderos y establos que se generaron con el tiempo. Hubo un cambio, pero no
fue tan tangible como lo fue en décadas posteriores. Una pista la puede dar la
producción de alfalfa, ya que es un alimento para ganado lechero, que entre 1936
y 1950 tuvo un incremento de más de cinco veces (ver Cuadro 32). Otro indicador
es la superficie dedicada a la ganadería que se incrementó en una tercera parte
entre 1938 y 1950 (Ver Cuadro 37).
Sobre otros tipos de animales, los equinos eran muy apreciados en la región
teniendo en algunos sitios algunas razas finas «pues los alteños tienen verdadero
entusiasmo por el cruzamiento y selección de estos animales», según expresó un
observador de la zona.76 En la novela Los Cristeros se señala que un buen ranchero
es sabedor de caballos y en Las tierras flacas se apuntan varios dichos que hacen
referencia al mismo animal. Eran valorados no sólo por su utilidad sino también por
el sentido de orgullo que tenía una persona que montaba uno de buena presencia.
También porque eran muy concurridas las carreras de caballos que en ocasiones
tenían malos términos, como narra El corrido de los Pérez, que está basado en

75
Jesús Manuel Macías (1990). Caracterización regional de Los Altos de Jalisco. En: Jorge
Alonso y Juan García de Quevedo (coords.). «Política y región: los Altos de Jalisco»,
Ciesas, Cuadernos de la Casa Chata No. 171, México, p. 25; L. González R. (2003) p. 122;
Lic. Alfredo Moreno González (nació en 1929), comunicación personal, 5 de agosto de
2014.
76
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-
IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4).

177
unas muertes sucedidas en unas carreras en Los Altos.77 No se recuperaron cifras
para los años veinte, pero a inicios de los treinta había algunos productores de esta
especie que registraron 1,275 equinos en los tres municipios, una cifra que se
puede pensar pequeña pero hay que considerar que durante la Cristera se
perdieron o confiscaron.78 En años posteriores no hubo un clima político adecuado
para su reproducción, ya que durante las rebeliones eran de los principales
elementos para requisar, calculándose su existencia en 50 mil ejemplares para la
región alteña, una cifra que se consideró reducida.79 Lázaro Cárdenas visitó San
Julián en 1939 y al saber del gusto de los habitantes por los caballos, le regaló un
semental al pueblo.80 Lo que se puede pensar como una manera de utilizar
simbólicamente a este animal en su política de conciliación con una región que le
había sido hostil.
Sobre asnos, mulas y machos, éstos se utilizaban para las labores de carga
y transporte en los ranchos y haciendas. Este ganado era indispensable para el
comercio a través de los hatos formulados con la arriería, que fue una práctica
importante que dio pie a la creación de los pueblos que ahora son cabeceras
municipales, pues una de las justificaciones para su fundación fue la instalación por
parte de las haciendas de puestos a la vera del camino que servían para atender a
los viajantes, pero que al avanzar el siglo XX fueron desapareciendo con la
proliferación de automotores y carreteras. En 1930, se registraron 5 mil asnos en
los tres municipios y 450 mulas, que en 1934 disminuyeron como sucedió con el
ganado vacuno quizá por las mismas razones citadas (ver Cuadro 34).
Respecto al ganado menor, los cerdos eran generalmente criados en un
chiquero cercano a las casas y por lo común correspondía a las mujeres su
alimentación, en ocasiones era solamente un ejemplar para que produjera la

77
J. G. de Anda (1988 [1937]) p. 51.
78
Oficio del diputado Lorenzo Ponce al secretario general de gobierno, 18 de marzo de
1933 (AHJ-AG4-C7-Exp. 3236-f. 10); L. González R. (2003) p. 133.
79
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-
IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4).
80
L. González R. (2003) p. 147.

178
manteca, que era indispensable para la conservación y preparación de los
alimentos. En la memoria de los pobladores se recuerda que era poca la producción
que de ellos se hacía y cuando se sacrificaba alguno, como lo era con las reses,
las piezas se compartían entre los vecinos para su aprovechamiento. Aunque
según los diezmos reportados en San Julián, entre 1920 y 1923 el volumen de
cerdos no distó mucho del de los vacunos, con 131 ejemplares los primeros y 110
los segundos (Ver Cuadro 36). Se recordará que esto representó un pequeño
porcentaje respeto a todo lo generado en la parroquia, pero puede indicar una
modesta producción.
Sería hasta en los años setenta cuando Los Altos destacaron por su
importante generación de ganado porcino, en un tiempo en el que las carreteras
facilitaron su transportación, cosa que no había en la época bajo estudio y dificultó
el traslado de unos ejemplares engordados por varios kilómetros. Los que lo hacían
tenían que transportarlos por la noche e ir avanzando lentamente para que no se
murieran por el sol y el cansancio.81 El cerdo tenía un importante valor para forjar
lazos sociales, hasta la fecha «matar un cerdo» es una excusa para invitar a los
familiares y amigos a reunirse, como lo es en otras latitudes mexicanas como en
Michoacán o hispánicas como en la Sierra de Ávila, España donde en diciembre
hombres y mujeres participan en la preparación del porcino.82
En cuanto a caprinos, en Unión de San Antonio contaba con una mayor
producción con 5,500 cabezas en 1930 mientras que San Diego de Alejandría tuvo
800 y San Julián 34. En 1934, como en los casos anteriores, se tuvieron pérdidas
que en este caso fueron cercanas casi a la mitad (ver Cuadro 34). De esta especie
interesaba tanto su carne como la extracción de leche, aunque los consumidores
debían de cuidarse de la brucelosis.83 En la hacienda de San Bartolo, localizada al
sureste de Unión de San Antonio a pocos kilómetros de Purísima del Rincón, se

81
J. Alonso (1990a) p. 494; Lic. Alfredo Moreno González (nació en 1929), comunicación
personal, 5 de agosto de 2014.
82
E. Barragán (1997) pp. 218-222.
83
Lic. Alfredo Moreno González (nació en 1929), comunicación personal, 5 de agosto de
2014.

179
documentó un criadero de raza nubia de registro y con la calidad suficiente para
que en 1933 sus ejemplares fueran expuestos en ferias nacionales.84 Para su
registro se hacían señales de sangre, que en San Diego de Alejandría eran siete
ganaderos, que eran pocos comparados con los vacunos que eran 82.85 Un
observador notó que en Los Altos había condiciones para su abundancia, ya que
requieren de muy poco alimento comparado con los vacunos, pero que no había
importantes rebaños.86 De ovinos había una producción más modesta con un total
de 1,105 ejemplares en la microrregión en 1930. Para la época funcionaba todavía
la fábrica de tejidos de lana citada que podría utilizar el pelaje de esta especie, sin
embargo, las cifras no muestran que existió un abastecimiento importante de lana
y es posible que el centro fabril estuviera en decadencia pues se clausuró años
después.
En lo correspondiente a las aves, se criaban gallinas, guajolotes y palomas
que eran casi exclusivas para el consumo familiar y las primeras más numerosas
que las últimas. En 1930 en San Diego de Alejandría había 7,220 gallinas, gallos y
pollos, en San Julián 4,694 y Unión de San Antonio casi 11 mil. El huevo derivado
de las mismas generaba excedentes que se enviaban a los mercados cercanos
habiendo algunos pobladores o comerciantes que recolectaban lo generado en
cada rancho y los llevaban a las ciudades, a cambio también les ofrecían productos.
Estos comerciantes encontraron en el huevo la posibilidad de acumular capital y
posteriormente invertir en otros negocios, para las décadas posteriores a las de
este estudio, hubo casos como el de Marcelino González que con este negocio
llegó a tener varias propiedades en San Julián y Unión de San Antonio, o el de Pepe
Sánchez en San Diego de Alejandría que llegó a fundar una fábrica de dulces.87

84
Hermanos López Puga a la Junta Central de Ganaderos, 6 de noviembre de 1933, Unión
de San Antonio (AHJ-AG4-C7-Exp. 3220-f. 15).
85
Informe del inspector a la Juntas Ganadera de San Diego de Alejandría, 9 de mayo de
1934 (AHJ-AG4-C14-Exp. 3287-f. 135).
86
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-
IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4).
87
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-
IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4); V. Espinosa (1998) pp. 166, 202; Lic. Alfredo Moreno

180
Los Altos de Jalisco décadas después despuntaron a nivel internacional en la
producción de huevo, especialmente Tepatitlán y el municipio vecino de San Juan
de los Lagos, situación que también hizo que en los tres municipios se tuvieran
granjas productoras de esta especie. Sin embargo, en los veintes y los treintas la
producción era casera con algunos excedentes.88 Respecto a otros productos de
origen animal se contaba con una reducida apicultura de 1,596 colmenas en 1930
que usaba técnicas tradicionales con los llamados colotes y que básicamente era
para un consumo familiar.89
Independientemente del tipo de animales que se criaron, la ganadería se
enfrentó a diversos obstáculos durante los años veinte y treinta. En primer lugar
estaban las características del nicho ecológico que se mencionaron en el Capítulo
1, en el que no se tenían suficientes cuerpos de agua para sostener un grueso hato.
Ni tampoco existían amplios terrenos ya que el ganado vacuno necesitaba entre
dos o cinco hectáreas por cabeza para subsistir. También había impedimentos por
las enfermedades a que estaban expuestos ya que por lo menos para los años
treinta no se acostumbraba vacunar a las reses ni bañarlas.90

González (nació en 1929), comunicación personal, 5 de agosto de 2014; María Guadalupe


Ramírez García (1933-2013), comunicación personal, 17 de marzo de 2008 (la entrevistada
nació en el rancho de San Rafael, municipio de San Julián, vivió en distintos ranchos
circunvecinos. Fue hija de un mediero que después se hizo pequeño propietario y
emigrante a los Estados Unidos de América).
88
J. Alonso (1990a) p. 494; V. Espinosa (1998) p. 166.
89
DGE (1938); Lic. Alfredo Moreno González (nació en 1929), comunicación personal, 5
de agosto de 2014.
90
Se necesitaban cinco hectáreas por cabeza de ganado en Los Altos (Oficio del M. V.
Horacio Ruiz al Director General de Ganadería en México, 26 de junio de 1935, AHJ-AG4-
C15-Exp. 937); N. Demyck, que estimó que en la región una hectárea irrigada era capaz
de sostener de 5 a 6 animales, en áreas de temporal una cabeza necesitaba de 1.5 a 2
hectáreas y en agostadero de 6 a 10 (A. Craig, 1983, p. 21). Otros autores consideran que
lo normal eran 4 hectáreas por cabeza de ganado mayor (J. Espín, 1978, p. 174; P. de
Leonardo, 1978, p. 82). Sobre las enfermedades: Informe sobre enfermedades en la
ganadería, J. M. Olivares, San Diego de Alejandría, 6 de octubre de 1924 (AHJ-AG4-920-
C2-Exp. 3168-f. 30); Solicitud de la Junta Central de Ganaderos de Unión de San Antonio,
21 de agosto de 1933 (AHJ-AG4-C7-Exp. 3220); Informe del inspector a las juntas
ganaderas en San Diego de Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio, mayo 1934
(AHJ-AG4-C14-Exp. 3287-ff. 134-136).

181
Otra gran dificultad era la falta de garantías para la propiedad del ganado,
que hacía del abigeato una práctica común y que era padecida por los pobladores
desde el siglo XIX. A finales del mismo, en San Diego de Alejandría se quejaron de
la extracción de ganado y por lo mismo fue una de las justificaciones para formarse
como municipio pues consideraban que así podían defenderse de «los bandidos
del Bajío».91 La práctica continuó en las siguientes décadas, siendo en 1931 un
problema constante en los municipios colindantes entre Jalisco y Guanajuato.92
Aunque en 1935 se mencionó que este problema estaba casi extinto en Jalisco, en
ese año estaba en su apogeo la segunda Cristera y algunos aprovecharon la
coyuntura para la extracción de ejemplares.93
El robo de semovientes se agravaba durante los levantamientos armados
como la Revolución Mexicana y la rebelión Cristera que afectaron la producción
ganadera pues en tiempos de guerra los animales son necesarios para la
alimentación de los ejércitos, con lo que la producción y el comercio se vuelven
riesgosos aprovechándose de ello algunos individuos para el abigeato. También las
disposiciones oficiales en momentos de rebelión limitaron la producción, como la
que hizo el gobernador jalisciense quien prohibió el comercio en la «zona ocupada
por los rebeldes» permitiéndolo sólo con autorización de la Jefatura de Operaciones
y del gobierno del estado.94 El impacto de la Cristera se observa en los informes
dados por la Cámara Agrícola Nacional Jalisciense (CANJ), que en 1928 de manera

91
Carta al gobernador de vecinos de San Diego de Alejandría solicitando conformarse en
municipio (D. Cerrillo, 2003 [1969], pp. 65-67); Informe del Jefe Político S. Michel sobre
San Diego de Alejandría para ser municipio, 11 de octubre de 1884 (D. Cerrillo, 2003
[1969], pp. 69-71).
92
Oficio del gobernador de Guanajuato al de Jalisco sobre la necesidad de documentar el
comercio del ganado y combatir abigeato, 22 de octubre de 1931 (AHJ-AG4-C4-Exp. 3178-
f. 2); Oficio del Departamento de Gobernación al gobernador de Jalisco sobre robo de
ganado en Unión de San Antonio por personas del estado de Guanajuato, 12 de marzo de
1936 (AMUSA, Libro 1932-1937).
93
Se introducía ganado a Guadalajara para sacrificio «siendo la procedencia de esos
animales de partidas robadas con pretexto de que hay algunas gavillas de levantados en
armas en esos Municipios», por lo que se pedía vigilancia para comprobar la propiedad de
los animales (J. W. Torres al Inspector de Ganados Francisco González Gallo, 20 de agosto
de 1935, AHJ-AG4-C15-Exp. 3305).
94
Aviso a los presidentes municipales, 10 de diciembre de 1927 (AHG-AG4-C3-Exp. 5055).

182
optimista expresó que «nuestro Estado es el más ganadero de la República» y un
año después casi al tiempo de la firma de los «arreglos» calculaba que había
disminuido notablemente el vacuno un 60%, mular 60%, lanar 90%, porcino 30%,
caballar 80%, asnal 10% y cabrío 25%.95 La situación no cambió en los años
siguientes, en 1934 el secretario de la Junta Central de Ganaderos J. W. Torres
expresó sobre «la despoblación de ganados» que había en Jalisco.96
Parte del esfuerzo para hacer más productiva la ganadería implicó disponer
de un esquema legal que protegiera la propiedad del productor. Por ello, a principios
de los años treinta se tuvieron esfuerzos para organizar mejor la situación de los
criadores de animales en Jalisco, como la Ley de Ganadería que impulsó la
formación de juntas locales para llevar el correspondiente control de registro y venta
de los semovientes, como efectivamente se fundaron las de San Julián y Unión de
San Antonio en 1933 y poco después en San Diego de Alejandría.97 En
consecuencia de estas disposiciones, en 1934 se registraron 82 fierros en San
Diego de Alejandría, 61 en San Julián y 119 en Unión de San Antonio, restando
pocos dueños por normalizarse. Cifras que representaban a los propietarios de
ganado más grandes, ya que los que tenían pocas reses usaban el fierro del
municipio, que en el segundo eran 157 ganaderos.98 Por lo que se puede tener una
imagen de que para los años treinta había una abundancia de pequeños
productores con base en los registros de fierros mencionados, además de que así

95
CANJ, 9 de marzo de 1928 (AHJ-AG4-C4-Exp. 3189); CANJ, 10 de junio de 1929 (AHJ-
AG4-C4-Exp. 3194).
96
Petición del secretario de la Junta Central de Ganaderos J. W Torres al secretario de
agricultura y fomento Francisco S. Elías, 6 de marzo de 1934 (AHJ-AG4-C4-Exp. 3182-f.
19).
97
Informe de la Junta Central de Ganaderos sobre San Julián (AHJ-AG4-C6-Exp. 3212-f.
129); Acta de instalación de la Junta de Ganaderos, 8 de agosto de 1933, Unión de San
Antonio (AHJ-AG4-C7-Exp. 3220-f. 17); Jalisco Agrícola y Ganadero (1934, noviembre).
Vol. 1, Núm. 12.
pp. 17-18.
98
Informe del inspector a las juntas ganaderas en San Diego de Alejandría, San Julián y
Unión de San Antonio, mayo 1934 (AHJ-AG4-C14-Exp. 3287-ff. 134-136).

183
era la tendencia en Jalisco, donde el 65% de los productores de ganado tenían
pocos animales (de 1 a 20) que en general eran de razas de mala calidad.99
A partir de estas reformas legales y disposiciones de los gobernantes
también se buscó mejorar las razas de la región, ya que se consideró que estaba
limitada la actividad ganadera por la mala calidad de los ejemplares. En el caso de
los tres municipios se enviaron algunos sementales para mejorar las razas, como
el tipo suizo, y también de otras especies como los ovinos. Además de que el
gobernador Sebastián Allende (1932-1935) fomentó la importación de sementales
para la entidad.100
En la microrregión había poca venta de ganado en las plazas locales y más
en las del estado de Guanajuato con el que al parecer existía un comercio
constante, inclusive cuando se recomenzó un nuevo control sobre los fierros en los
años treinta, algunos ganaderos de San Diego de Alejandría los tenían registrados
en el estado de Guanajuato.101 En 1931 el presidente municipal de León comentó:
«la mayoría de los animales que se sacrifican en el rastro de esta ciudad proceden
del Estado de Jalisco», lo cual apunta a que probablemente los tres municipios
participaban en este abastecimiento,102 pues era una tendencia que venía desde el
siglo previo.103
Esta venta de ganado en las plazas vecinas generaba un ingreso económico
para las familias, en el caso de los medieros podía ser una alternativa para disminuir

99
Jalisco Agrícola y Ganadero (1934, noviembre). Vol. 1, Núm. 12, pp. 17-18.
100
Solicitud de la Junta Central de Ganaderos de Unión de San Antonio, 13 de octubre de
1933 (AHJ-AG4-C7-Exp. 3220-f. 9); Informe del inspector a las Junta Ganadera de Unión
de San Antonio, 8 de mayo de 1934 (AHJ-AG4-C14-Exp. 3287-f. 136); J. W. Torres, “Labor
en pro de la ganadería desarrollada por el gobierno de Jalisco”, 10 de enero de 1935 (AHJ-
AG4-C15-Exp. 3299); AHJ-AG4-C6-Exp. 3212-f. 129; AHJ-AG4-C15-Exp. 3311. y Exp.
3329.
101
El presidente municipal de San Diego de Alejandría al secretario general de gobierno,
20 de abril de 1933 (AHJ-AG4-C7-Exp. 3223); Informe del inspector a la Junta Ganadera
en San Julián, 12 de mayo de 1934 (AHJ-AG4-C14-Exp. 3287-f. 134).
102
Oficio del presidente municipal de León al secretario general de gobierno de Jalisco, 1
de diciembre de 1931 (AHJ-AG4-C4-Exp. 3178).
103
Mónica Blanco (2012). Historia de una utopía. Toribio Esquivel Obregón (1864-1946).
El Colegio de México, UNAM, México, p. 35.

184
los riesgos de la agricultura y poder generar un ahorro para una eventual compra
de tierras.104 En el caso de los pequeños propietarios y según lo negociado con los
medieros, podían disponer del rastrojo de la milpa y con ello alimentar algunas
cabezas, o también la cosecha de garbanzo de invierno para engordar puercos.
Los grandes propietarios tenían más áreas para agostadero y la capacidad de tener
trabajadores especializados para el transporte de los animales.105
La productividad ganadera encontró limitantes por el temporal, la falta de
terrenos de agostadero por la división de la tierra, por las enfermedades, por los
levantamientos, el abigeato y la falta de recursos para invertir en una actividad
intensiva. Se puede decir que durante los años veinte y treinta estaba estancada la
actividad económica por la producción de manera tradicional de cultivos como el
maíz, frijol y trigo y en la ganadería en modestas proporciones. Sólo las grandes
propiedades desarrollaron una más diversificada. Esta situación se reformó en los
años cuarenta cuando la Nestlé planteó una opción distinta a los productores de la
región, pues demandó un abastecimiento de leche para la producción industrial de
derivados de la misma. Así, los ganaderos encontraron en dicha compañía una
manera de obtener ingresos en una forma que ni la ganadería extensiva ni la
agricultura de temporal lo podían hacer.
Esta opción no estaba disponible para la época, por lo que los pobladores
buscaron otras formas de ingresar dinero como lo pudo haber sido la emigración,
que propició el descenso y lento crecimiento de los tres municipios. Especialmente
el acudir a los Estados Unidos de América era atractivo por el hecho de ganar un
salario mucho mayor que el que se recibía en la zona alteña y poder adquirir
productos que dieran distinción. Se ha mencionado que no sólo se emigraba por

104
Un informante comentó que eran medieros en un rancho en San Diego de Alejandría y
su familia disponía de varios animales, al grado de que la dueña expresó a su esposo: «esa
familia que arrimaste ahí pues tiene ya más animales que tú, ya no quieren darnos la mano
ni en lavar ni en planchar, ni moler ni nada, ahí tienen puercos, tienen reses, empezaron a
criar animalitos», por lo que con el tiempo se fueron del lugar y compraron un terreno (Jesús
Gallegos, 1916-2013, comunicación personal, 3 de septiembre de 2011).
105
Gregorio Oliva (1915-2015), comunicación personal, 5 de octubre de 2003 y 25 de
febrero de 2012.

185
necesidad, sino también aquellos que buscaban mejores ingresos. Era variante el
impulso que daban a la economía local los emigrantes, en Arandas Paul Taylor
encontró un ingreso importante en el envío de giros postales y también personas
que compraron tierra con estos emolumentos, pero también localizó ciudadanos
que regresaron a su tierra en las mismas condiciones que cuando se fueron.106
En los tres municipios hay algunos casos de éxito como el de Chon Luna
que después de emigrar consiguió una gran propiedad e instalar en 1929 una
fábrica de mezclilla nombrada «El Anillo de Hierro» en San Francisco del Rincón,
entre otros que se enriquecieron y eran mal vistos por los ricos de abolengo, que
veían de manera negativa el crecimiento económico por esa vía y no por la
tradicional basada en las actividades agropecuarias.107 Algunos emigrantes podrían
verse como «una empresa de aventureros y de peones o medieros desarraigados
que renegaban de su trabajo» por lo que los terratenientes y el cura no aprobaban
este movimiento de población generándoles preocupación, aunque sus pares los
veían con admiración.108
Más allá de si efectivamente la emigración mejoraba las condiciones de vida
de los pobladores, las historias de éxito podían alentar a aquellos que pensaban en
emigrar en poder ser uno de los que regresaron y compraron tierras teniendo una
movilidad social. El ingreso monetario estaba limitado por la economía tradicional
en la que era lenta y riesgosa la acumulación por diversos factores como un mal
temporal o la paciente engorda de semovientes, mientras que trabajar en otra parte
del país lo hacía más rápido. Los emigrantes tenían una liquidez cuando hubo un
mayor riesgo para la producción agropecuaria debido a las rebeliones que hizo que
algunos propietarios se desinteresaran por seguir trabajando en los ranchos y por
lo tanto surgió una posibilidad de vender terrenos.109

106
Informe general que el Instituto de Investigaciones..., 23 de septiembre de 1935 (AHJ-
IP1-C43-Exp. 1079-Legajo 4, f. 204 o 27); P. Taylor (1991 [1933]) pp. 148, 171, 176, 184,
188, 208, 211.
107
P. Arias (1992) p. 189; V. Espinosa (1998) pp. 104, 107-108, 151-152.
108
V. Espinosa (1998) p. 109.
109
L. González R. (2003) p. 148.

186
187
Conclusiones del Capítulo 3

El ámbito agropecuario fue la principal actividad en los municipios de San Diego de


Alejandría, San Julián y Unión de San Antonio ya que empleó el mayor volumen de
la población que recibía ingresos. En el aspecto de la agricultura, se desempeñó
predominantemente de manera tradicional, es decir, estaba concentrada en
semillas como el maíz, frijol y el trigo; era principalmente de temporal; tenía poco
acceso a la tecnología y reducidos predios se caracterizaron por su orientación al
mercado. Esto le restó competitividad frente a otras zonas del país que contaron
con más inversión, por lo que en las décadas de los veinte y treinta manifestó
altibajos, siendo notable que hacia el fin de la rebelión Cristera cayó drásticamente
la producción, que se recuperó a un ritmo lento en los siguientes años, registrando
una nueva caída en la segunda mitad de los treinta.
Estas variaciones por razones obvias estaban relacionadas con los
fenómenos naturales, donde una sequía o un exceso de lluvia afectaron las
cosechas. Pero hay que agregar que la situación se agravó cuando se combinó con
los conflictos sociales y políticos revisados en el Capítulo 2 que hicieron que se
perdiera población durante los años veinte y se tuviera un lento crecimiento en la
siguiente, como se observó en el Capítulo 1. Así, hacia 1930 se contabilizaron
menos habitantes en un momento en que los datos económicos no eran positivos:
estaba casi inmovilizado el mercado de tierras y la producción registró unas de las
notas más baja del periodo bajo estudio.
La segunda fuente de ingreso, que era la ganadería, tuvo rasgos similares a
los de la agricultura. Se tenían razas de mala calidad y no se disponía de amplias
áreas para pastar, además de que la escasez de agua impedía mantener varias
cabezas. La inseguridad de la rebelión Cristera y sus secuelas hicieron del abigeato
una práctica común, la cual se fue reduciendo a través de la pacificación y la
formulación de nuevas disposiciones legales. Se registraron incipientes impulsos
para mejorar la alimentación y la salud de los animales, así como las razas, pero
no se manifestaron en un notable crecimiento.

188
Esto generó un comportamiento económico poco sólido, que por momentos
pudo tener algunas notas altas pero que no fueron consistentes en el periodo, lo
que hizo de la zona un lugar poco propicio para generar riqueza y con ello permitir
el incremento poblacional. La actividad económica mostró diversos limitantes así
como una fragilidad ante los fenómenos ambientales y los diversos problemas
sociales y políticos del periodo, que generaron una inestabilidad.
Las condiciones en que se generó el trabajo y la tenencia de la tierra fueron
barreras para el crecimiento poblacional. Los trabajadores del campo eran los
mismos propietarios con su familia, los medieros y los jornaleros, que podían
encontrar en los ranchos y haciendas de la región un fragmento de tierra para
sembrar, pero que les impedía una amplia capitalización, en los primeros por la
división de las propiedades y en los últimos porque las extensiones de que
dispusieron no eran las mejores y el «maíz adelantado» se convertía en una deuda
que reducía la parte de la cosecha que les correspondía. Aunque hubo algunos
casos de éxito, no todos podían saltar estos obstáculos.
El trabajo en el campo se realizaba en pequeñas y medianas propiedades,
en el caso de San Diego de Alejandría y Unión de San Antonio lo hacían en
convivencia con las haciendas que abarcaban alrededor de la mitad de la superficie
municipal. Esto se puede combinar con lo referido en el Capítulo 1 respecto a que
la mayoría de la población vivía en ranchos, lo que señala que había más densidad
de población en predios reducidos que en los grandes, esto puede referir una
presión sobre la tierra en los primeros que podía inclinar a parte de los habitantes
a emigrar. En el caso de las haciendas podían lograr una agricultura y ganadería
más diversificada, pero la reforma agraria, ya sea en forma real o tentativa,
desalentó la inversión en estos predios que fue visible en la caída del trigo al final
del periodo.
Estas condiciones se combinaron con el hecho de que en otras zonas del
país y de los Estados Unidos de América hubo una demanda de trabajadores lo
cual generó una emigración, aunque se redujo con la gran depresión de 1929 se
convirtió a los pocos años en una sólida alternativa laboral para el campesino

189
alteño. En este sentido la emigración permitió sortear las pocas opciones para
sembrar en tierras sujetas a las cambiantes condiciones del medio ambiente, a las
rebeliones, al bandolerismo, a la falta de infraestructura y a la poca diversidad
productiva en momentos en que la economía nacional encontraba en la agricultura
comercial, la industria y los servicios sectores más fructíferos.

190
Conclusiones generales

El problema a investigar en este trabajo fue la pérdida y lento crecimiento de


población habidos en tres municipios que se encuentran ubicados en la parte
oriental de Los Altos de Jalisco que son San Diego de Alejandría, San Julián y
Unión de San Antonio. El periodo elegido fueron los años veinte y treinta, un tiempo
que se caracterizó porque a partir de la Revolución Mexicana el Estado trató de
consolidarse a través de varias formas entre las que se encontraron la instauración
de directrices en materia agraria, educativa y religiosa. Estas cuestiones
provocaron una oposición en alguna medida en la zona bajo estudio, lo que produjo
una inestabilidad que no permitió un desarrollo adecuado de las principales
actividades económicas que eran las agropecuarias y con ello no se generaron las
condiciones favorables para el crecimiento demográfico. En ese sentido se formuló
la pregunta que guio a esta investigación que fue ¿Cuáles fueron los factores
económicos y sociopolíticos que contribuyeron a un lento crecimiento demográfico
en los tres municipios durante los años veinte y treinta del siglo XX? Así, el objetivo
fue analizar las razones sociopolíticas y económicas que produjeron cambios
poblacionales en los tres municipios referidos. En este trabajo se comprobó la
existencia de una relación de estas cuestiones en donde la expulsión de población
tuvo un nexo con una baja actividad económica, ya que la falta de prosperidad incitó
a los pobladores a residir en otros sitios con mejores condiciones. En este caso la
situación se agravó por la inseguridad provocada por los levantamientos armados.
Para obtener los elementos necesarios que pudieran dar respuesta a la
pregunta anteriormente planteada, se hizo un estudio cuantitativo con base en la
construcción de series de producción de los principales cultivos y la formulación de
tasas de crecimiento poblacional a través de las fuentes oficiales como los censos
e informes gubernamentales, los cuales se complementaron con algunas
descripciones cualitativas de memorias escritas por personas que vivieron en la
época, reportes de los párrocos y entrevistas. Asimismo fue de utilidad un

191
acercamiento a la literatura en la que se revisaron algunas obras ambientadas en
Los Altos de Jalisco que mostraron a través de la narrativa una vida rural alteña que
corroboró algunos de los datos encontrados en otras fuentes.
Con base en la información obtenida, en primer lugar se hizo una descripción
del nicho ecológico de la zona bajo estudio para conocer el medio en el que se
establecieron los habitantes y cómo afectó esto sus actividades económicas. Se
encontró que existió una falta de calidad del suelo y escasez hídrica, que a pesar
de que obstaculizaron la labor agropecuaria no representaron un total impedimento
que permitió una producción variable en el periodo que hizo en algún grado
sostener a los habitantes, sin embargo, hubo momentos en que no se logró hacerlo
con suficiencia. En este sentido, en esta investigación se demostró que el proceso
de poblamiento en los tres municipios registró decrementos en el número de
habitantes en los años diez y veinte que hicieron que en 1930 se registrara el
número más bajo de habitantes de todo el siglo XX en un momento que existió una
baja actividad económica y se terminó la primera rebelión Cristera, es decir, no se
contó con un crecimiento natural ni con uno social sólido que reveló que la
microrregión era poco atractiva. A partir de 1930 sucedió un lento crecimiento,
exceptuando a San Julián que fue más vigoroso en este último decenio
mencionado, quizá debido a un mayor retorno de los habitantes que habían
trasladado su residencia durante el levantamiento. De esta manera la población que
se registró en los tres municipios en 1910 se recuperó en promedio hasta la década
de los años sesenta.
Estos cambios poblacionales pueden acusarse en parte a una emigración
intermunicipal, interestatal e internacional. En el primer caso, algunos municipios
del estado de Jalisco y en especial la ciudad de Guadalajara fueron un fuerte foco
atractivo por cuestiones laborales y de protección. En la emigración a otras
entidades, se efectuó a estados del norte del país, el Distrito Federal y Guanajuato.
Se destacó la habida a este último, en donde a pesar de no haber contado con una
alentadora economía, fue un lugar más seguro para los alteños que además estaba
relativamente próximo. Respecto a la emigración internacional a los Estados Unidos

192
de América, sucedía desde inicios del siglo XX y para la década de los veinte era
ya un canal consolidado en donde se trabajaba en la agricultura, los ferrocarriles y
la industria. Se interrumpió algunos años por la crisis internacional de 1929, pero
persistió años después por lo atractivo que representaron los salarios más elevados
en ese país.
Las dinámicas demográficas poco vigorosas en la microrregión eran
similares a las que existieron en Los Altos. Esta región ocupaba el segundo lugar a
nivel estatal en cuanto número de habitantes e inició el siglo XX con una porción
muy similar a la de la región más populosa que era el Centro. Sin embargo, esta
última fue teniendo mayor porcentaje de habitantes que la distanció de Los Altos,
por lo que se puede decir que la región alteña era la segunda más poblada de
Jalisco, pero que registró uno de los crecimientos más reducidos resaltando en los
años veinte por ser la región que tuvo menor tasa de crecimiento promedio anual y
en los años treinta por su lento crecimiento, según cifras que arrojó esta
investigación.
La situación no era muy distinta para Jalisco respecto a otras entidades. Para
1900 era el estado más poblado de México y en las siguientes décadas perdió
representatividad. Aunque se mantuvo como un estado populoso, se distinguió por
un lento crecimiento que fue menor a la media nacional durante la primera mitad
del siglo XX, exceptuando la década de los diez en que fue ligeramente superior.
Inclusive en los años veinte registró el cuarto crecimiento más reducido del país.
Esta situación se dio en un momento en el que otras entidades como las norteñas
o el Distrito Federal eran más dinámicas, mientras que la porción centro-occidental
donde se encuentra Jalisco, resaltó por tener notas de expulsión de población y
lento crecimiento como se demostró en este trabajo. Por lo anterior, la microrregión
estaba en una zona del país con poco dinamismo, destacándose en que lo hizo de
forma más aguda.
Asimismo se constató que la mayor parte de la población de los tres
municipios era rural, como lo era en el país, y resaltó porque la mayoría de las
localidades eran catalogadas como ranchos y en ellas habitaba la mayor parte de

193
los residentes. Las cabeceras municipales aunque tuvieron cambios en sus
números relativos entre 1910 y 1940, tuvieron porcentajes similares respecto al total
de la población municipal, lo que señaló que la población perdida en el periodo fue
principalmente de la zona rural, donde como se mencionó, había una mayoría de
ranchos. La pérdida de población rural fue un fenómeno compartido en México e
inclusive internacionalmente, en algo que se ha denominado «desruralización»,
pero que en la región se combinó con una particular situación sociopolítica y un
estancamiento económico que afectó a una población que vivía de manera dispersa
y por lo tanto con mayor vulnerabilidad.
Para entender la peculiaridad de lo anterior, se observaron los factores
sociopolíticos mencionados en la pregunta de investigación, entendidos como la
oposición a las políticas agrarias, educativas y religiosas por parte del Estado
emergido de la Revolución Mexicana. La primera de ellas sirvió al Estado para tener
presencia en el mayor sector social que era el campesinado y legitimarse en todo
el país a través del reparto de tierra a trabajadores del campo. En Los Altos hubo
un menor reparto comparado con el que se efectuó en Jalisco, en parte por haber
contado con una asentada fragmentación de la tierra. En el caso de la microrregión
se consiguió la creación de 18 ejidos que abarcaron una reducida extensión de la
superficie municipal, en su mayoría fueron formados en la década de los treinta y
estuvieron principalmente en Unión de San Antonio; mientras que San Diego de
Alejandría tuvo uno y San Julián se distinguió por la carencia de los mismos. Las
diferencias en los tres municipios están en relación con la mayor presencia de
haciendas que existió en los primeros, así como la mayor extensión del unionense.
El movimiento agrarista en parte fue promovido por campesinos foráneos que se
apoyaron en algunos locales, lo que los favoreció pues no se encontraban sujetos
a las normas locales que penalizaban socialmente a los que recibían tierras. El
agrarismo fue visto como una intromisión del Estado que amenazó a las formas
convenidas de acceso a la propiedad y se convirtió en un riesgo para los predios
más grandes, pues hubo incertidumbre para invertir en propiedades factibles de ser
sujetas a la expropiación.

194
En el asunto educativo, se observó cómo la Iglesia desde el siglo XIX tenía
un fuerte control en los tres municipios contando con servicios en las cabeceras y
en algunas zonas rurales. La enseñanza estaba mezclada con el catecismo e
inclusive en los planteles oficiales estaban bajo vigilancia de los párrocos. Esta
situación fue distinta tras las restricciones a la educación religiosa introducidas en
la Constitución de 1917 en la que la enseñanza religiosa por momentos fue
clausurada o tuvo que ejercerse en la clandestinidad. La escuela oficial de corte
laico o a partir del sexenio cardenista con el tinte socialista, creó animadversión en
los pobladores por promover ideas dispares a lo socialmente establecido. Esto se
transformó en un ausentismo escolar y violencia contra los profesores, que hicieron
que hacia 1940 se tuviera muy poco decremento del analfabetismo comparado con
décadas previas. La educación oficial se conjuntó con la cuestión agraria y la
religiosa para generar un clima de inestabilidad que dio pie a levantamientos
armados retrasando el ingreso de elementos modernizadores que propiciaran un
crecimiento económico.
La tercera cuestión de los factores sociopolíticos que se analizó fue la
religiosa, que fue la más visible y estuvo combinada con las anteriores en el sentido
de que la Iglesia y la tradición católica también intervinieron en favorecer un tipo de
propiedad que era la privada sobre la colectiva o ejidal, y que defendía su derecho
a formar mexicanos en vez de solamente el Estado. Los momentos más críticos se
vivieron durante la rebelión Cristera (1926-1929) y en sus secuelas en los años
treinta que produjeron una inestabilidad en la zona. En este fenómeno los tres
municipios tuvieron una participación activa y por lo tanto padecieron sus duras
consecuencias, como el haber sufrido asesinatos, concentraciones, robos, saqueos
y destrucción de propiedades que hicieron a la zona bastante insegura y dificultaron
las actividades económicas y el crecimiento poblacional.
Con estas políticas el Estado trató de fortalecerse y esto significó una
intervención al nivel de la vida cotidiana de los mexicanos, que en el caso de los
alteños bajo estudio, implicó plantear una transformación de su manera de trabajar
(cuestión agraria), socializar (cuestión educativa) y de dar sentido a su vida

195
(cuestión religiosa). Esto significó un atentado al orden tradicional acordado lo que
hizo que un sector de los pobladores se opusiera de distintas maneras, incluyendo
el rechazo al reparto ejidal, un boicot a la escuela oficial y un levantamiento armado.
A pesar de que no todos los pobladores tuvieron estas posturas, pues había
algunos «gobiernistas» y agraristas que se beneficiaron de la política oficial, se
puede considerar que la región fue más identificada por su defensa de la tradición
que generó una tensión con el Estado. La intervención oficial se vio obstaculizada
asimismo por una sólida estructura de redes formuladas por las diversas
asociaciones religiosas que tenía la Iglesia.
Estos factores sociopolíticos se combinaron con la situación económica que
había en los tres municipios y que favoreció la pérdida de población y lento
crecimiento que se encontró en este trabajo. En cuanto a los factores económicos
que se expresaron en la pregunta de investigación, se describieron algunos
recursos que hicieron posible desempeñar una actividad económica. El principal de
ellos era la tierra, la cual se tenía en propiedad en los tres municipios principalmente
en porciones pequeñas y medianas, pero en el caso de San Diego de Alejandría y
Unión de San Antonio convivían con propiedades extensas que abarcaban la mitad
de la superficie municipal. Esto señala también por qué hubo un mayor movimiento
agrarista en estos municipios comparado con San Julián. A su vez puede referir
una mayor presión para acceder al principal bien para producir que era la tierra: si
en San Julián estaba limitado por la densidad de población sobre una tierra dividida,
en los otros estaba controlada por los grandes predios. Otro importante recurso era
el agua, del cual se tenía una reducida infraestructura para su almacenamiento que
principalmente correspondía a obras hidráulicas construidas en el siglo previo. En
el aspecto de las comunicaciones, los caminos eran deficientes pues las brechas
que se tenían eran casi intransitables en épocas de lluvias restringiendo el
comercio. Aunque se tenía acceso al ferrocarril en uno de los municipios, era
subutilizado. Otras tecnologías como los automotores para el transporte o
maquinaria agrícola se contaban de manera reducida, lo que señala la poca
inversión que existió en la zona en el periodo.

196
La ocupación principal era la efectuada en la actividad agropecuaria,
existiendo pocos trabajadores en otras áreas como el comercio y la industria, los
que generalmente estaban ligados a la cadena productiva del sector primario, es
decir, había un reducido esfuerzo por tener ocupaciones diversificadas. El tipo de
trabajadores en el campo en su mayoría eran medieros y propietarios, y en menor
medida peones. Todos ellos se encontraron con la posibilidad de emigrar: los
medieros y peones por los bajos niveles de ingreso que raramente les hacían pasar
de la subsistencia y los propietarios porque los fragmentos heredados podían
representar una extensión poco alentadora para el enriquecimiento. Estas
ocupaciones correspondían a la tendencia nacional en que la mayoría de los
trabajadores eran del sector agropecuario, en un momento en que estaban
reduciendo su productividad y los sectores secundario y terciario iban cobrando
importancia.
La producción agrícola presentó rasgos tradicionales, en el sentido de que
los principales cultivos fueron granos comunes como el maíz, frijol y trigo; también
por ser en su mayoría cultivos de temporal, así como por haber contado con débiles
relaciones con el mercado y poca inversión en riego, maquinaria y semillas
mejoradas. Esta situación no favoreció un crecimiento económico que sostuviera
uno poblacional. Los volúmenes cosechados en las dos décadas bajo estudio
mostraron altibajos que señalan la falta de consistencia en la producción. En esta
investigación se afirmó que el maíz tuvo un comportamiento irregular, en el sentido
de que a los años de buena cosechas le siguieron otros de reducidos volúmenes,
mostrándose ciertos límites que era difícil de rebasar por la persistencia de
condiciones poco propicias para el incremento, principalmente por la carencia de
infraestructura como el riego y de tecnología. En cuanto al frijol y trigo se constató
un comportamiento similar al del maíz. El trigo tuvo de particular que hacia finales
de los treinta mostró un casi abandono en favor de los otros dos productos
mencionados, lo que señaló la falta de interés en un cultivo más ligado a lo
comercial.

197
Es de notar que la condición del temporal afectaba por razones lógicas lo
generado en los cultivos, sin embargo, las cosechas se veían más afectadas
cuando sucedían los conflictos armados. Así, en 1930 se obtuvieron dos quintas
partes del maíz de 1926 y de trigo se cosechó la mitad de 1924. Resalta asimismo
que hacia el fin de la década de los treinta no había un notable incremento respecto
a las toneladas recolectadas en algunos años prósperos como lo fueron los de
mediados de la década de los veinte, por lo que la productividad entre las dos
décadas no aumentó sino que mostró estancamiento. Esto sucedió en un momento
en el que otras partes del país como los estados del norte y del Pacífico tuvieron
mejor desempeño en cuestiones agropecuarias, restando protagonismo a la
tradicional zona central del país.
Con base en lo trabajado en esta investigación, se comprobó a su vez que
la ganadería tuvo un papel secundario con respecto a la agricultura y que Los Altos
no eran de las principales regiones ganaderas de Jalisco. En la microrregión se
registraron varias limitantes como el haber contado en su mayoría con ejemplares
de poca calidad, además de unas reducidas medidas para generar más ganancias
como el acceso a medicamentos, el abastecimiento de alimentos para una actividad
intensiva y la construcción de vías de comunicación que favorecieran un mayor
comercio. Por el contrario, fue constante el abigeato y los levantamientos armados
que afectaron notablemente esta actividad. Aunque fue una forma utilizada para
generar un ingreso con la venta en pie o de derivados entre los habitantes, tanto en
medieros como propietarios, no se potencializó por la falta de infraestructura como
sucedería décadas después que hicieron de Los Altos una importante cuenca
lechera.
Con base en lo anteriormente expuesto se puede responder a la pregunta
que guio a esta investigación de ¿Cuáles fueron los factores económicos y
sociopolíticos que contribuyeron a un lento crecimiento demográfico en los tres
municipios durante los años veinte y treinta del siglo XX? Comprobándose que
efectivamente los tres municipios pueden caracterizarse como expulsores de
población y que ésta tuvo relación con una inestabilidad producida en la zona a raíz

198
de los conflictos armados que hubo por la oposición a disposiciones oficiales en
materia agraria, educativa y religiosa, pero que además se dio en un momento en
que la economía de la microrregión presentó pocas innovaciones que no le
permitían aumentar los niveles en la producción que favorecieran la instalación de
más personas en la región. El aporte de este trabajo fue en el sentido de señalar
que los levantamientos armados efectivamente afectaron la economía local y la
consolidación de la población, pero fue más en el sentido de agudizar tendencias
previas económicas y poblacionales poco dinámicas. La Cristera acentuó una
situación que era evidente: que la forma de producción tradicional no generaba los
beneficios necesarios para incrementar la población. Así la emigración pudo ser
una forma de conseguir un ingreso que en la localidad no se lograba. Usando los
términos que manifestó un párroco de San Diego de Alejandría: emigraban tanto la
«clase distinguida» como la «clase humilde».
Los tres municipios se observaron como una microrregión que en parte tuvo
antecedentes comunes desde la época colonial y que con el tiempo fueron tomando
algunos derroteros distintos. Compartieron algunos rasgos que en general pueden
encontrarse en Los Altos, como la fuerte presencia de ranchos, la asociación de
residencia con parentesco en los mismos, la fragmentación de la tierra, el sistema
de herencia, una temprana emigración a los Estados Unidos de América, el trabajo
agropecuario en un nicho ecológico con limitantes y diversos aspectos culturales
como el peso de la Iglesia católica en la regulación de las actividades, incluyendo
las económicas. Pero entre los tres hubo diferencias, en el caso de San Diego de
Alejandría registró un crecimiento poblacional más lento quizá debido a una mayor
concentración de la tierra que hizo al municipio figurar más los jornaleros y los
medieros, es decir, personas asociadas con la poca posibilidad de enriquecimiento.
San Julián no contó con haciendas y se recuperó más rápidamente de las pérdidas
poblacionales de los años veinte, mostrando un mayor dinamismo que los otros dos
municipios, posiblemente por su menor extensión que facilitaba vivir en la cabecera
y trabajar en el campo –lo que le dio menos vulnerabilidad–, además de su mayor
número de propietarios. Por tener una mayor extensión, Unión de San Antonio tuvo

199
localidades más variadas y el control de la Iglesia fue más difícil, especialmente en
las zonas lejanas de las cabeceras que fueron donde principalmente se crearon
ejidos.
En conclusión, en la microrregión se registraron en los años veinte y treinta
el momento más bajo de habitantes de todo el siglo XX en un tiempo en que la
economía se encontraba en un estancamiento que fue mayúsculo cuando se
combinó con los levantamientos armados. Habitar en ranchos y otras localidades
pudo ser una actividad productiva para cierto volumen de población, pero no para
una que creciera y demandara mayores beneficios. También la acumulación de
riqueza estaba restringida a un número reducido de habitantes y esta acumulación
era una posibilidad para poder invertir en una diversificación en el sector primario
que diera mayores ganancias. La emigración permitió al campo ser rentable
manteniendo un cierto nivel de población y expulsando el excedente, por lo menos
bajo las formas de producir tenidas en la época. Un aumento de población
necesitaba una organización diferente de la producción que favoreciera la
generación de mayor riqueza, lo cual no se conseguía bajo el riesgo e incertidumbre
en que se desempeñaba.
Esta situación fue diferente en la década posterior del cuarenta cuando se
instaló una planta de la Nestlé en Lagos de Moreno que favoreció un modo de
producción intensivo de mayores ingresos en los tres municipios y se construyó una
carretera que cruzó Los Altos de Jalisco que impulsó el comercio. A su vez el
Programa Bracero generó ingresos para la microrregión que impactaron en la
economía local. A través de estos cambios se fue expandiendo de manera más
acelerada la modernización agropecuaria y se fue construyendo paulatinamente
infraestructura, que dieron pie al aumento de la producción en el campo y la
recuperación de población en las siguientes décadas, que se dio con ciertos
altibajos porque permaneció la atracción de las urbes y los Estados Unidos de
América, pero no tuvo las caídas drásticas del periodo revisado.
Para finalizar se puede decir que durante las dos décadas estudiadas los
habitantes se fueron a engrosar otras ciudades del país y localidades del país

200
vecino del norte, en un movimiento que hasta la fecha continúa. Hubo otros que se
quedaron o retornaron. Un informante de San Diego de Alejandría tras
preguntársele por qué no permaneció en Estados Unidos de América si había
conseguido la ciudadanía, contestó: «Porque es mi tierra, simple y sencillamente»
y agregó los versos de una canción conocida como La Higuera que consideró se
podría aplicar a Los Altos de Jalisco, que explica la situación de muchos como él:
«Venderemos toro y vaca, venderemos la becerra, toditito venderemos, menos la
tierra». Otro entrevistado que la mayor parte de su vida vivió en un rancho del
mismo municipio mientras que toda su familia se fue a otras partes del país y el
extranjero, acusó su condición a que estaba «enraizado». Continúa hoy como
entonces la expulsión de población, pero algo hay en los municipios que permite
una reproducción que abastece a ese movimiento de los que se van, que son la
existencia de los enraizados, la contraparte que se queda porque en algún grado
se genera bienestar y desde luego, por el amor a la tierra.

201
Fuentes

Documentales

AGPJFJ – Archivo General del Poder Judicial de la Federación en Jalisco


AGPJFG – Archivo General del Poder Judicial de la Federación en Guanajuato
AHAG – Archivo Histórico del Arzobispado de Guadalajara
AHML – Archivo Histórico Municipal de León
AHJ – Archivo Histórico de Jalisco
AIPJ – Archivo de Instrumentos Públicos de Jalisco
AMSDA – Archivo Municipal de San Diego de Alejandría
AMSJ – Archivo Municipal de San Julián
AMUSA – Archivo Municipal de Unión de San Antonio

Orales

COLUNGA GUERRA, Refugio, nació alrededor de 1930 en Sabinda, Lagos de Moreno,


residente en Tlacuitapan, Unión de San Antonio, fue vaquero y agricultor,
entrevistado el 2 de agosto de 2014 en su domicilio por Rafael Omar Mojica
González.
ESPINOSA AMÉZQUITA, Celso, Comisario ejidal de Tlacuitapan, entrevistado el 2 de
agosto de 2014 en su domicilio por Rafael Omar Mojica González.
GALLEGOS MORENO, Jesús. Nació en 1916 y falleció en 2013, residió en varios
ranchos entre San Diego de Alejandría y San Julián en los que trabajó como
mediero y jornalero, después compró un terreno en el último municipio
mencionado transformándose en pequeño propietario. Entrevistado el 3 de
septiembre de 2011 en su domicilio por Rafael Omar Mojica González.
GORDILLO OLIVARES, María Luisa, nació en 1912 en Santa Teresa, Unión de San
Antonio y desde pequeña residió en San Diego de Alejandría, falleció en 2013.

202
Fue maestra en algunos ranchos en los años treinta, después emigró a la
Ciudad de México donde laboró en una empresa textil por ocho años, retornó
en los años cuarenta a San Diego de Alejandría como maestra de la escuela
oficial, cargo que ocupó por 50 años. Entrevistada el 24 de febrero de 2012
en su domicilio por Rafael Omar Mojica González.
GUTIÉRREZ, Miguel. Nació en 1922 en San Diego de Alejandría y falleció en el mismo
lugar en agosto de 2015, su padre era trabajador en la hacienda de San Isidro
en el mismo municipio. Se desempeñó en puestos administrativos en el
ayuntamiento, también emigró por temporadas a los Estados Unidos de
América y fue pequeño propietario. Entrevistado el 17 de abril de 2014 en su
domicilio por Rafael Omar Mojica González.
MOJICA GONZÁLEZ, Rafael. Nació en Santa María del Valle, Jalisco en 1933 y falleció
en 2014 en San Agustín, Jalisco. Durante su vida administró un rancho en San
Diego de Alejandría y fue presidente municipal de San Julián. Entrevistado el
2 de septiembre de 2011 por Rafael Omar Mojica González.
MORENO GONZÁLEZ, Alfredo. Nació en 1929 en la cabecera municipal de Unión de
San Antonio, su padre fue emigrante a los Estados Unidos de América en los
años diez y administrador de correos en el municipio posteriormente, mientras
que su madre fue maestra y administradora de correos. Posteriormente
estudió derecho y tuvo una notaría. Entrevistado el 5 de agosto de 2014 en su
domicilio por Rafael Omar Mojica González.
OLIVA PLASCENCIA, Gregorio. Nació en 1915 en el rancho San Agustín, San Diego
de Alejandría. Su padre fue agricultor y encargado en el mismo rancho, donde
también sus hijos desempeñaron labores agrícolas, en los años cincuenta
emigró una breve temporada a los Estados Unidos, regresando al mismo
rancho donde falleció en agosto de 2015. Entrevistado el 5 de octubre de 2003
en su domicilio por Rafael Omar Mojica González.
---------- Entrevistado en noviembre de 2003 en su domicilio por Rafael Omar Mojica
González.

203
---------- Entrevistado el 26 de julio de 2008 en su domicilio por Rafael Omar Mojica
González.
---------- Entrevistado el 3 de septiembre de 2011 en su domicilio por Rafael Omar
Mojica González.
---------- Entrevistado el 25 de febrero de 2012 en su domicilio por Rafael Omar
Mojica González.
---------- Entrevistado el 10 de agosto de 2012 en su domicilio por Rafael Omar
Mojica González.
PÉREZ GONZÁLEZ, María del Refugio. Nació en 1929 en la cabecera municipal de
Unión de San Antonio. Desciende por ambas líneas de familias que fueron
propietarias de predios en el citado municipio y en San Julián. Entrevistada el
20 de agosto de 2014 en su domicilio en Lagos de Moreno por Rafael Omar
Mojica González.
RAMÍREZ GARCÍA, María Guadalupe. Nació en 1933 en el rancho de San Rafael y
falleció en el 2013 en San Julián. Fue hija de un mediero que después se hizo
pequeño propietario y emigrante a los Estados Unidos de América. La
entrevista se efectuó el 17 de marzo de 2008 por Rafael Omar Mojica
González en su domicilio.

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Anexo estadístico

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