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CENTAUR O S - RE VISTA DE L ITE RATURA

O ctubre 2023

EDICIÓ N

Ale ja ndro V. Bel l i do


J o sé Cue v as Ol medo
Irene F lo res Romero

DIS EÑO

G ra na S tu di o (@gr an as tu di o)

IMPR ES IÓ N

Arte s g ráfi cas Bon an za

IS S N

2952-055X

DEPÓ S IT O LE GAL

H257-2022

CO NTACT O

revista cen tau ros @gmai l .com


@ revista cen tau ros

CO LAB O R A

Ayuntam ien to de Hu el v a
Librería S al tés

Editado en H u el v a por
Aso c ia ció n Rev i s ta de L i ter atu r a Cen ta uros
NÚMERO 5

OCTUBRE 2023
CONTENIDO

Especial
1 Antonio Escohotado - Texto inédito: El reajuste

Poesía
8 Carlos Murciano - Ella
9 Jorge de Arco - Susurros
10 Estefanía Cabello - Salvaré mi encantamiento
11 Pedro Sevilla - Amanece, ¿lo ves?
12 Clara Monzó - Museo
13 Victoria León - Ruinas
14 Eloy Sánchez Rosillo - Mucho
15 Ignacio Vleming - Alborada
16 Eva Vaz - El final de la bruma
18 Joaquín Pérez Azaústre - Foto de Marlene Dietrich

Narrativa
20 Fran Cintado - Dos relatos breves
22 Daniel Rodríguez Rodero - Gloria Frustrada

Teatro
24 Jacobo Bergareche - Coma (fragmentos)

Traducciones
31 Aitana Monzón - Cinco poemas de Edna St. Vincent Millay

Artículo
37 Eduardo Gregori - Sobre la poesía formalista estadounidense
y su recepción en España

Entrevista
41 Gabriel Albiac - Entrevista realizada por Juan Gil Álvarez y
José Cuevas Olmedo

Notas de lectura
47 José Cuevas Olmedo - En tierra de nadie: Memorias (Gabriel Albiac)
48 Luis Bravo - La piel, la pulpa, el gusano, la semilla (Daniela Martín)
49 Nacho Fragío Alfonso - Vencer al dragón (Barbara Hambly)
50 David Ferrez - Plaza de abastos (Teresa Gómez)
52 Alejandro V. Bellido - Las luces de Hannover (Abraham Guerrero)
53 Irene F. Romero - Lugares donde quienes se amaron
se amaron mucho (Héctor Aceves)
Anto nio Es coh otado

EL REAJUSTE

De Antonio Escohotado se ha hablado mucho. En su figura se ha dado una


casualidad que no siempre es común entre los escritores o los artistas de
cualquier tipo, esto es: la pervivencia de su legado tras su muerte.
Tenemos la enorme suerte de contar con muchas horas de grabaciones,
de conferencias, coloquios e intervenciones en programas de televisión, que
abarcan desde los años 80 hasta poco antes de su fallecimiento en noviem-
bre de 2021; todos ellos pueden consultarse en su canal de Youtube, que
acumula más de 27 millones de reproducciones y 188.000 suscriptores. Su
obra escrita goza de poder encontrarse toda ella digitalizada y disponible.
En papel tan solo unos pocos libros están descatalogados -De physis a polis
y Filosofía y metodología de las ciencias sociales-, pudiéndose adquirir to-
dos los demás a precios comedidos a través de la editorial La Emboscadura.
Ello nos permite acercarnos a su faceta pública (como ponente y contertu-
lio) y privada (como escritor), sin intermediarios.
Y es precisamente esta exposición, el hecho de no haberse negado nunca
a hablar, a defender sus ideas, incluso ante a aquellos que sabía de antemano
que estaban en su contra, lo que le ha granjeado una fama que toma diferen-
tes matices según quien se refiera a ella, aunque la mayoría de las veces con
tintes dialécticos: comunista o liberal, defensor de la libertad o corruptor de
la juventud, etc. Aspectos todos ellos que tienen más que ver con la proyec-
ción de aduladores o destructores que con su propio ser. La realidad es que
la obra de Antonio, como su figura, es compleja, e invita a todos a los que se
acercan a él a ese espacio incómodo de estudiar lo que no se conoce, no para
confirmar prejuicios, sino para trazar la genealogía de las cosas.
El caso de Escohotado es único en nuestras letras, no sólo por explorar
la filosofía en sus andamios más básicos en Realidad y substancia y Caos y
orden, sino por escribir dos historias universales: Historia general de las
drogas y Los enemigos del comercio, obras que no tienen precedentes ni
paralelos en toda la bibliografía mundial. Pero hay una larga distancia entre
el estudio sesudo y riguroso, y una obra que trasciende. Antonio lo sabía, y
por eso le otorgó a sus escritos una de las mejores prosas que han visto los
ensayos en nuestra lengua.
Eso es lo que queremos reivindicar: Antonio Escohotado, como filósofo o
librepensador, sí, pero ante todo como escritor dotado de un enorme talen-
to para expresar ideas complejas; un talento forjado en el oficio continuo,

1
incansable, de pulir constantemente sus escritos. Una buena muestra la te-
nemos en Sesenta semanas en el trópico o Hitos del sentido, pero también
en el texto que les presentamos. Se trata de una reflexión personal, que a
pesar de no estar destinada a su publicación, nos enseña la manera en la que
Antonio trabajaba, llegando incluso a anotarse a sí mismo al pie de página,
puliendo cada frase con el mismo respeto que aquellas destinadas a verse
en un libro; porque para ser riguroso hay que ejercitar el espíritu crítico
incluso cuando nadie nos ve.
Gracias a su hijo Jorge Escohotado, director de la editorial La Embosca-
dura, tenemos la enorme suerte de contar con el inédito que leerán a con-
tinuación. Con su labor se une a otros ejemplos como el de Gustavo Bueno
Sánchez o Christopher Tolkien, no solo al proteger el legado de su padre,
sino al difundirlo más allá de cualquier frontera. Con nuestro gesto espera-
mos contribuir a esa noble causa.

Texto introductorio de José Cuevas Olmedo

2
EL REAJUSTE

De los errores aprendemos. El éxito, largamente deseable, no enseña


nada. Ningún error se paga tan caro como la confianza en un mal amigo.
Por amargas que sean, sobre verdades así descubiertas se basa la alegría de
vivir cuando no es mera máscara.
En el periódico que vemos por encima, mientras entra el café con leche
por la mañana, las cosas son algo más complejas. La guerra de las galaxias
y el misterio de Fátima se han dado la mano en primavera, como dos más
entre innumerables seres que germinan con el solsticio fértil de cada año.
Alí Agca, que poco puede perder, se muestra a medio camino entre el delirio
controlado de Dalí y el control del delirio a la usanza del Palmar de Troya.
Reagan, que poco más puede ganar, se obstina en convencer a todos de que
los gastos militares son la mejor inversión pública.
Al caducar grandes sectores de la fe en tormentos eternos, con puntual
sincronía, el temor sagrado al infierno ha sido sustituido en el corazón del
hombre por su profano temor a holocaustos nucleares1. Como era previsi-
ble, un efecto de boomerang2 resucita luego a las nuevas amenazas atómi-
cas3, las viejas profecías de batalla final, aquella que la crónica antigua sitúa
en las faldas sinuosas de Armaggedon, la colina de Meggido. Desde ahora
hasta finales del milenio, parece probable que los transistorizados chantajes
atómicos y las primitivas trompetas del Juicio suenen en combinado estré-
pito.
Sin embargo, no hay nada con una sola cara en esta vida. Si pudiéra-
mos preguntar a Oppenheimer y los inventores de la bomba cómo tuvie-
ron tamaña osadía [de hacerla4] podrían responder que gracias a ellos las
guerras mundiales se hicieron imposibles. De inmediato, el horror infinito
aplaza el honor infinito. Más aún, fuerza a aceptar una disyuntiva entre
racionalidad y destrucción que en otras eras aparecía menos nítidamente:
el hecho de que de ese combate los ganadores no podrán distinguirse de los
derrotados. Ya es -en su espantable evidencia- un gran progreso. Se diría,
a nivel colectivo, que ha acabado nuestra minoría de edad. La suerte de los

1 N. D. E. El autor coloca, inmediatamente antes de comenzar el siguiente punto y seguido y


sobre la línea transcrita: "Algunos hombres se han instalado en las prerrogativas del SS". Al no
haber hallado modo alguno de ensamblarlo en la totalidad de la coherencia textual, damos cuenta
del sintagma aquí.
2 Conveniente a pesar de que el autor no lo señale con comillas en el manuscrito, conviene
adecuar el término bajo la forma, bien de cursiva, bien de entrecomillado, ya que se trata de un
anglicismo.
3 Fruto, sospechamos, de un descuido inocuo del autor, el original escribe minúscula después de
“atómicas” sin mediación de una comas que ponderamos pertinente en tal espacio.
4 Figura en el original, aunque tachado.
3
hombres está en manos de muchas cosas, y también de los hombres. Como
en la madurez, los desatinos no serán pagados con meras reprimendas. Pero
las ojivas atómicas, y Fátima, no son cosas nacidas ayer. Hoy nos encon-
tramos lejos del milagro económico. Pocos pueden ostentar sus sacrificios.
Oblicua, flota en el aire la crisis, a veces aderezada con tonos apocalípticos.
Pese a sus numerosísimas excepciones, confirmadoras de la regla, quizá
tras la crisis hay un solo acontecimiento radical. Recurrimos a o somos
usados como trabajadores baratos; pero no hay comparación en precio con
las épocas de esclavitud y servidumbre formal. Si a eso añadimos la fuga de
energía y recursos supuesta en toda administración, cabe esperar un largo
periodo de reajuste. Por reajuste se entiende mayor pobreza, mesura para
casi todos. Allí donde no hay esclavos todos son un poco esclavos, y mien-
tras llegan robots la estructura social cruje como una casa vieja, llena de
ancianos y niños e incapaces.
El fenómeno es tan enorme y próximo que vela su propia grandez ética.
Montesquieu decía que la monarquía era un régimen sostenido por el honor
o lugar de cada sujeto, y que una democracia sólo podía sostenerse sobre la
virtud civil, un principio diferente no basado en donde nace un individuo,
sino en donde se pone él con sus actos.
Con la crisis podría pasar como con la bomba, y ser en último término una
crisis ética le viene no tanto porque falten o se modifiquen ciertas pautas de
conducta sino porque en el origen de la crisis hay un asunto esencialmente
ético: la abolición efectiva de esclavos y siervos en sentido estricto ha lan-
zado a Europa desde finales del XVIII, ha llevado a un general reajuste. Si
hay algún partidario de la esclavitud, que lo declare, y en otro caso que calle
para siempre.
Con mil retrocesos, latrocinios, degeneraciones y excepciones (confirma-
dores todos de la general tendencia) el trabajo social comienza a repartirse;
se extiende una convicción humanista, real entre los individuos, y las retri-
buciones dan señales de empezar a adaptarse a la penosidad y dedicación
de cada oficio. Que todo ciudadano tiene derecho a no perecer de hambre o
de frío, a recibir instrucción hasta cierto grado, a empleo digno, atención
médica gratuita y servicios públicos eficaces es –aunque parezca otra cosa–
un logro reciente que no puede sino producir crisis crónica en el reajuste.
Hay, pues, menos; tocamos a menos, y lo que tocamos son en buena medida
sucedáneos y placebos. Naturalmente, hay muchos más beneficiarios pero
los pudientes, acostumbrados a invertir en mano de obra barata, no la en-
cuentran, y se retraen; los demás harían algo, quizá, si pudieran, y el apara-
to burocrático poco puede poner salvo consejos o dictadura burocrática. Del
esclavo se pasó al siervo, del siervo al proletario, del proletario al empleado,
dentro de territorios donde el reparto no multiplica el botín. Sería un error

4
ver solamente las orejas de la crisis, y no su carga de consecuencia a medio
o largo plazo en progresos de justicia social, derechos civiles, orden distinto
del que manda Blas y demás mejoras. Todas las coronas son po-bres, y la
expansión demográfica combinada con la democracia ha llevado a solucio-
nes de [?]. Aceptando sus engorros, y a veces trágicos atolladeros, recor-
demos que estamos en la crisis ética, y que ser Estados de derecho obliga
a pagar -siquiera transitoriamente- esa grandeza ética con fisco, colas y
penuria, aunque mera virtud debe ser su propio premio. Apretarse el cin-
turón porque todos han de tener siquiera un poco, o lo mínimo, no es sólo
posible sino excusable en razón. Mucho más peligroso es -como sugieren
los retrógrados- que nos apretemos las meninges con prejuicios y sólo se
reconozca la libre iniciativa mercantil.
Los países de la Comunidad europea se parecen a las constituciones de
algunas ciudades griegas antiguas y a la república norteamericana. Sus de-
mocracias tienen mucho más mérito, si me permiten términos ingenuos.
Los hombres libres de Atenas y de Virginia, que en asamblea resolvían
votar una constitución liberal, eran propietarios de una docena de esclavos
por término medio. Los que en Europa vienen sosteniendo con su voto las
reglas democráticas no tienen ninguno. En vez de repartir una espectacular
riqueza han hecho algo mucho más honrosamente realista como empezar a
repartir una pobreza. Desgraciadamente, muchos entre los propios benefi-
ciarios de ese sistema olvidan deprisa sus orígenes, y agradecerían poderse
repartir bienes ajenos en vez de contribuir a más perentorias de otros. En
América del Norte había inmensos territorios, tierra fértil, subsuelo rico,
y como único enemigo real una metrópoli que quería gestionar aquellas
tierras en su privado beneficio. En otras palabras, los Estados Unidos eran
un Estado por necesidad, no por convencimiento racional, y faltando el
enemigo inglés muy posiblemente no hubieran redactado entonces su nota-
ble Constitución federal. Por esos años, en Francia el enemigo no era sólo
la corte, sino una inmensa miseria, e instaurar una reforma política como
la americana produjo ríos de sangre inmediatos. Siglo y pico más tarde,
en España se produjo una guerra civil con cruzados precedida por cien
pucherazos y seguida por veinte años más de fusilamientos cada vez más
esporádicos. Del nacionalcatolicismo queda bien decir que la mejor forma
de gobierno es la falta de gobierno individual. Pero los anarquistas debe-
rían reconocer que en sus formas radicales esa autarquía no es compatible
con niveles demográficos densos. Cuando en la polvorienta espoleada una
jerarquía militar arenga a sus soldados que jurarán bandera, habla de patria
y sacrificio. Podría añadir -sin faltar a la verdad- que un Estado no surge
al hacerse autosuficiente y solidaria la población de su territorio, sino al
crecer desmesuradamente las desigualdades materiales y hacerse imposible

5
una satisfacción de los elementos para grandes sectores. El Estado, ese le-
viatán mortal, es el modo de hacer posible un imposible, el modo de impo-
ner miedo a los desdichados y conferir seguridad a los prudentes. Socieda-
des muy cultas y ricas como algunas polis51griegas y las colonias inglesas
en América, no sujetas a esa miserable tiranía, inventaron un sistema que
sólo podrá exportarse con un profundo reajuste, cargado de ruido y de fu-
ria en ciertos momentos, de estrecheces y renuncia en otros. Si más y más
naciones van incorporándose a ese doloroso parto es porque no hay mejor
camino hacia la justicia y la libertad, dos cosas que sólo se valoran en su
hundida cuando empiezan a faltar. Pero no nos engañemos. Elecciones, sin-
dicatos, libertad de expresión, etc., no son instituciones para que la econo-
mía funcione mejor; si seguimos por allí llegaremos a delirios como la tasa
máxima de crecimiento. Lo básico es que los hombres se traten unos a otros
con el aprecio de los semejantes, que el atropello sufrido por un ciudadano
evoque a los demás la legítima indignación de quien se ve personalmente
amenazado por la más mínima usurpación proveniente de poderes públicos
o fácticos. La vieja Europa occidental, sembrada ahí de castillos y feudos,
es hoy una reunión de gobiernos electivos. Eso significa que la convivencia
no depende -como en las formas monárquicas y aristocráticas de gobier-
no- de que los ciudadanos asuman como esencia la posición social donde
nacieron, y defiendan o soporten ese sitio a capa y espada llamándolo honra
inalienable. La democracia se basa en algo mucho más frágil y bello: que los
ciudadanos sean virtuosos.

La ventaja de tan alta exigencia es que no requiere fanatismo alguno. Un


mensaje del más allá a la inquieta mente, donde se expone que el amor es
todo cuanto hay.
¿Virtud?
¿Lo llamaremos infortunio? ¿Merecimiento? Parece lo más habitual cons-
tatar que sí, que todo anda bastante estrecho y vulgar, procurando a la vez
olvidarlo y pensar que todo fue poco más o menos igual. La virtud es el
honor de los libres, cuando estén libres.
Para más inri, es una situación crítica que depende del mantenimiento del
estado de cosas, porque tanto el alza del dólar como su caída, por ejemplo,
nos afectarían perjudicialmente. Parece que la situación no sólo es preca-
ria, sino incluso algunos comentan que lo verdaderamente crítico no es
tener poco, sino la precariedad de ese poco mismo, que sólo se conserva, por
ejemplo, si el dólar ni sube ni baja mucho. Pero acabamos de ingresar en el
Mercado Común, y podría no ser ocioso tratar de pensar lo positivo de ese
negativo que es la crisis en sus diversas manifestaciones.

5 El autor lo subraya en el original, si bien el plural, "ciudades", transcrito del griego, es póleis.
6
El lado positivo de lo negativo que es esta crisis ayuda, de paso, (...)
Esto no salva la crisis, pero sí ayuda a (...)
Pensaba por eso que son regímenes de vida breve.
No se trata de que no haya opulentos, sino de quitarles el privilegio de
que haya menesterosos. Le interesa mucho más tender a una igualdad de
oportunidades.
Salarios dignos para todas las profesiones, tirando a modestos si se quiere,
y retribución proporcionada al esfuerzo que cada cual quiera o sepa para
conseguir ingresos suplementarios. Lo curioso del esquema es que vaya
ganando sin cesar terreno, aquí o allá, en cosas grandes y chicas a pesar
de que en principio debería sufrir esa suerte común a los ideales de quedar
siempre incumplidos.

7
C a r l o s Murcia no

ELLA

Sucedió antes de que yo naciera.


Estaba yo jugando a no saberme,
a no quererme, a no reconocerme,
y la encontré en mitad de la escalera.

Subía. O quizás bajaba. Era


esbelta y delicada. Dijo: Duerme.
Aún recuerdo que no pude valerme.
Y allí aprendí a dormir por vez primera.

Desperté en algún sitio. Ella no estaba.


Pero volvió, y vi que me ignoraba.
Sencillamente, me desconocía.

Ahora que los años van pasando,


he comprendido que me está esperando
en aquella escalera todavía.

8
Jo r g e de Arco

SUSURROS

Whisper me sweet through the night


Tyler Knott Gregson

A ti

Lo que susurras,
lo que dices lejana, pero mía,
lo escucho en la distancia
que nos ahoga
y nos delata.
Palabras que me trae
el viento de tu boca,
que dicen, quedamente,
a cuánto sabe nuestra soledad.

Lo que susurras,
amor,
es todo cuanto
yo te digo, también,
al alba de la tierra y sus semillas:
Y que no más el mundo
suceda al margen de nosotros.

9
Est e f a n ía Cabello

SALVARÉ MI ENCANTAMIENTO

Cuando crezca seré niña.


Salvaré mi encantamiento
Carmen Castellote

A Nuria Capdevila Argüelles

Imagínalo.
Este paisaje no lo nombramos y ya nos pertenece:
es posible el abrazo más allá de la memoria.

Puedo observarte en tu destino incansable


de creadora de fuentes y de trenes
que sobrevivan la ilusión.

El amor tiene el color de tus recuerdos:


te vuelcas en su estudio para nombrarlo
y que por fin sea. Con ello construyes la historia.
Sonríes fuera del tiempo y aparece ante mí
un rododendro que está cerca del mar.
Me señalas que una flor como esa bastaría
para decir la conmoción. Yo te creo
y además anoto que en tus ojos sí es seguro vivir.

Aunque me vaya, te encontraré de nuevo siempre


para decirte de qué manera está bello el mundo.

Soy niña, crezco niña y juntas


salvaremos nuestro encantamiento:
el patrimonio será todo este amor.

Insistiré en aparecerme en tus caminos. Lo prometo.


Haré más segura nuestra fábula.
Eternizaré la emoción.
10
P e d ro S evilla

AMANECE, ¿LO VES?

Amanece. ¿Lo ves?


Mira y no tiembles:
Amaina el tenebroso diluvio de las sombras
y un pájaro te trae hasta el alféizar
frío de la ventana
la ramita de oro de su canto,
que ya hay luz emergida.

La humildísima esquila de las monjas


suena a latín, a bronce,
y el mundo reaparece, esclarecido
de amarillas promesas.

Todo es verdad ahora. ¿Ves lo azul?


No tiembles, que ya hay sol…

Y, más que nada, aprende del jazmín,


que ha pasado la noche también solo,
tiritando en la umbría,
y nos lo está llenando todo de olor y tiempo,
de bondad y de flores diminutas.

11
C l a r a Mo nzó

MUSEO

Todos los azulejos de la casa


estaban limpios, los pulía
con paños de algodón, con camisetas
que Adán llevó a Port Aventura
y al cámping —soplo el polvo— donde
pasaban el verano
aquellos niños alemanes.
En los triglifos y metopas,
en las cenefas de motivos valencianos,
en la antesala de los templos
o de este patio abierto a los vecinos,
quién interpreta el sueño del aedo,
—la cocina dorada, reluciente—;
cuál de los vástagos mayores
está dispuesto a desvelar
el misterio detrás de la sandía
como una ofrenda abierta a los sobrinos;
cuál de nosotros, herederos,
recibirá la mano prodigiosa
donde brotaban las cerezas,
recibirá los ojos que encontraban
—bien escondido entre los troncos—
al dragón siempre a la primera,
diciendo «mira, mira» señalando.
Qué haremos si no viene
el fácil sacrificio,
a quién le tocará llamar,
poner la mesa sin esfuerzo,
esconder cosas a los hijos.

12
V i c t oria Le ó n

RUINAS

El dolor que no tiene adonde ir


—ese bajo continuo de la muerte—.
La inocente ternura extraviada
por los caminos sórdidos del miedo.
La eterna noche que nos da razones
para medir el peso de la vida.
Bosques del duelo y de la soledad.
Flores de escarcha de los sueños rotos.
Días de luz que el tiempo destruyó
con esos implacables argumentos.
Pero no olvides nunca que vivir
es ver amanecer sobre unas ruinas.

13
El o y Sánc he z R o sillo

MUCHO

Una mata de menta en un tiesto de barro


parece poca cosa, pero es mucho.
La luz, que iba de paso, ha reparado en ella
y se remansa en las fragantes hojas.
Cuánta vida en los tallos, cuánto empuje
en su fragilidad.
Si estás cerca y sin nadie,
si hay sosiego y tus ojos
contemplan lo que ocurre en esa mínima
porción del universo,
todo lo entenderás, aunque enseguida
empieces a olvidarlo cuando de allí te alejes.

14
I g n a cio Vle m ing

ALBORADA

En un reflejo que no le pertenece,


Andrés encuentra sus ojos aburridos,
son tornados y truenos;
un lobo sin jauría,
lo que a él le apetece
tener entre las muelas.
Después del sueño,
algo se pliega en códigos de barras.
Los productos esperan hieráticos,
mientras él busca el número áureo
en la proporción exacta de los logotipos.
Y su teléfono muge
como una res marcada por el fuego
o los náufragos de una ducha violenta,
para permanecer como una estatua
sobre su pedestal de mármol blanco.

Ni es de mármol su pedestal
ni sus brazos ni sus piernas,
que ahora contempla entre el vaho
y los bostezos:
aleaciones que hacen vulgar
al más noble de los materiales.
Oculto entre los dedos de la mano
el azogue de cristales diminutos.

Insufla vida a sus pulmones,


se peina con una raya en el centro
y en el pecho la placa de vigilante
como un corazón de plástico.

15
Eva Va z

EL FINAL DE LA BRUMA

Vi morir a mi padre,
prudente y discreto
como un murmullo inaudible,
una batalla silente.

Casi no se notó el trance,


pero sé que ocurrió un leve combate.
Yo estaba frente a él
y lo sentí en mi garganta.

No fue la primera vez.


Ya vi morir con diecinueve años,
igual de íntimo, de rostro a rostro,
pero ahora era mi padre.
Dejó de respirar, extenuado
tras la fatiga de una vida,
sutil como la última vigilia de un bebé
en su aureola de indolencia.

Su corazón entró en la niebla,


en una burbuja celeste,
huérfano de su existencia.

16
Vi morir a mi padre
y lo hizo tan suave,
tan exquisito,
que no sufrí el exabrupto.

No lloré su muerte recién acontecida.


Fueron días de entrenamiento afectivo.

La placidez, la belleza, incluso,


fue su último regalo.

17
J o a q u ín Pé rez Azaústre

FOTO DE MARLENE DIETRICH

Con Pablo García Baena, in memoriam

Una belleza adusta en la expresión


con una fortaleza de brillantes.
Había en su tristeza una alegría
natural de vivir,
con los pasos de baile
totémico en columnas elegantes de piel,
una especie de altura neblinosa
para el vértigo hostil de Helmut Newton.
Una mujer dormida en su feminidad
masculina en el ritmo sereno de la sangre,
tras la música erguida como revelación
y también rebelión de una misma en la tierra:
su timbre de escenario como tonalidad,
con ese hieratismo coralino
de una escultura griega con las curvas borradas
en matices de voz.
Con la rodilla al aire en la orilla del Sena
y aquella sutileza sobre el tacto,
besé la desnudez
restallante de nervio y lentitud
por todas las colinas de su cuerpo,
sus grutas de mujer rocosa y sideral
que atraparía a Odiseo en la escritura
desde su disidencia, maga Circe,

18
como una construcción teórica en el plano
que descubrió sus líneas debajo del satén.
Era una loba ardiente
por detrás del placer,
con cualquier Gary Cooper desvalido en Marruecos.
Sus amantes despiden una barca incendiada.
Vivirás en un ángel de pecho adolescente,
en todas las mujeres con un batín azul
capaces de ofrecernos sus sandalias
poco antes de cruzar las puertas del desierto.

19
F ran Cin tado

DOS RELATOS BREVES

ALUMNO AVENTAJADO

Me he despertado desganado, pensando que este máster de guion es del todo in-
servible. En la última clase nos hablaron de la larga tradición del uso del material
biográfico en la ficción cinematográfica. Hoy teníamos que leer un relato breve es-
crito previamente en casa y que tratara este tema. A falta de ideas, llevo un cuentito
gracioso sobre mi perro. Comenzó un compañero que nunca antes había visto en
clase:
La sonrisa amarga de aquel tipo me estaba matando. No podía parar de mirarle.
Esa puta sonrisa. “Cabrón, deja de sonreír de esa manera, mecagondios. Deja al
menos de mirar hacía aquí”. Aquel tipo se puso a bailar de una manera extraña. En-
corvaba la espalda demasiado y después se incorporaba con los ojos bien abiertos.
Pero la puta sonrisa amarga seguía presente. Su cara era una mueca horriblemente
visible. Los ojos, que en un principio era de lo poco salvable de él, de un azul claro
muy curioso, perdieron toda su belleza para tornarse en una mirada llena de grima
hacia un indeterminado final del pasillo del fondo del pub. Me acerqué a él. Le di
un beso en la frente. No supo cómo reaccionar. Le dije "Mira, cabrón, no sé de qué
palo vas, ni siquiera, si tal como estás aquí ahora mismo de cuerpo presente podría
haberte imaginado alguien en algún momento. La cuestión, por acabar rápido: hoy
me he cogido un tajazo de mil demonios. Es que, vamos, me he pasado de locos con
el ron, y encima vienes tú con esta pinta. Mira, no puedo".
Coge el tipo y me suelta: "Tú lo que necesitas es que alguien te diga que los per-
sonajes que has creado no son verosímiles y encima dan tol puto asco. A nadie se
le ocurriría semejante pestiño de persona, vacío de personalidad y de rasgos físicos
tan simples. Y justo por eso estás aquí hablando conmigo".
"Anda, vete a la mierda, desgraciao. Qué sabrás tú". Y, con un movimiento calcula-
dísimo, lleno de rapidez, violencia y precisión, le arranqué los huevos de un apretón
y me los comí.
Con la boca ensangrentada y cogiéndole del pecho le recalqué: "Mi problema nun-
ca fue crear personajes, sino cómo acabar las historias de manera decente, listillo.
¡Viva lo grotesco y la inverosimilitud! ¡Viva Álex de la Iglesia!".
Y justo en ese momento de finalizar la lectura, este chico se quita lo que parece ser
una máscara realista y resulta ser el propio Álex de la Iglesia. Procede a levantarse
de la silla y mientras se va del aula, desmaquillándose y arrojando al suelo parte de
la ropa que ha usado, medio trastabillándose, nos dice señalándonos: "Acudid a ver
mi última película, Asco en Sevilla, a partir de mañana en cines. Además, el tío de la
20
sonrisa, el del cuento, aparece interpretado por Mario Casas. No os la perdáis".
Tras un par de minutos de shock. El siguiente en leer soy yo. Las locas e increíbles
aventuras del perrito Lucas.

SMOKE WIT EVERYDAY

Odio el tabaco. No me gusta fumar. Apenas soporto el olor. No puedo besar a una
chica fumadora. Sin embargo, me encanta el aura que crea el acto de fumar. Me fli-
pan las escenas donde el protagonista da una calada bien fuerte, echa el humo y te
suelta una frase; a veces, profunda; otras, romántica; quizás, hasta divertida. Todas
cautivadoramente decisivas. Y algunas, las mejores, devastadoras. Puñetazos en es-
tómagos agradecidos.
Recuerdo que en mi instituto todos los que fumaban eran, o bien pijos, o bien ca-
nis. Los pijos solo fumaban tabaco, del caro, por supuesto. Los canis, hachís y maría.
Los pijos solo fumaban cuando se reunían. Los canis fumaban en solitario más a
menudo. "Illo, me voy a queá un rato en er banco, ahora voy". "Tú sabe, el porrito
de antes de dormir".
Los pijos fumaban pa divertirse en sus fiestas con el alcohol de sus padres mien-
tras estos estaban en su casa de Sevilla. Mientras, el cani, ya confuso, fumaba por
inercia. A veces, porque estaba nervioso, otras, estaba nervioso porque se lo había
fumado. Este bucle de nerviosismo venía de movidas de casa también. O del barrio.
Y las movidas del barrio no dejaban de ser movidas familiares de casas vecinas
trasladadas al exterior. Así que ya ves tú. Pero bueno, ya se sabe, si fuman es porque
quieren. La voluntad es la decisiva. Juez y verdugo de la adicción.
Un día dentro del grupo de pijitos estaba esa especie rebelde, el cultureta. El
esnob. El pedante. El progre. Este coge su paquete de Ducados. Saca un porro
que tenía preparado. Lo mira unos segundos. El resto del grupo lo mira a él ex-
pectante. Lo enciende, le pega una calada tras varios intentos de encenderlo con
su mechero con la bandera republicana. Echa el humo por la nariz y la boca. El
petardo ilumina su cara pese a la gran iluminación del salón del piso de su amigo
Borja Sánchez-Guerra. Nuestro pijoprogre mira a su audiencia y dice: "Todos los
aquí presentes no sabéis la suerte que tenéis. El día que el proletariado se levante
os enteraréis de qué es la vida, el confort y la miseria. Os dejaréis de tanta Semana
Santa, banderita y yate. ¡Viva la República!".
Miré fijamente su boca, observé el humo unos instantes alrededor de las risas bur-
guesas y, de repente, fue a mí a quien le entró una risa histriónica, muy por encima
de las suyas.
Al volver al barrio, mi padre estaba liándose un porro sentado en el sofá y hablán-
dole a la tele, murmuraba: "Los podemitas estos no traen na más que problemas.
Ojalá Franco estuviera aquí de nuevo".
Cuando se lo encendió, empecé a toser como nunca antes había tosido.
21
D aniel R o dríg uez Rodero

GLORIA FRUSTRADA

Esperé un poco más para que el público estuviera al completo.


Entonces me levanté, me acerqué al agua y, animado por
los gritos de admiración, me dispuse a quitarme
lentamente el zapato izquierdo

Slawomir Mrozek

Tres o cuatro quilómetros al norte de la ciudad, al pie de las urbanizaciones


donde bosteza la clase acomodada, pasa un regato que suele languidecer entre
seco y vacío. Ni abril lo llena de agua, ni el verano lo llena de gente. Aun así,
este año la primavera ha venido con más lluvias de las habituales y el regato se
ha convertido en una más que digna corriente de agua, una corriente que supe-
ra en profundidad la altura del pecho de los bañistas y donde uno puede darse
un chapuzón acompañado de bogas y otros pececillos. (Los fines de semana,
algunos pescadores se entretienen echándoles el anzuelo).
El pasado domingo paseaba yo por las inmediaciones del río, cuando vi a
un pescador que agitaba los brazos en mitad del cauce y hacía unos esfuerzos
ímprobos por sacar la cabeza a flote. Reconozco que me quedé asombrado con
sus movimientos, pero pronto comprendí que aquella coreografía, ciertamente
horrenda, se debía a que se estaba ahogando. Según deduje de sus chillidos, ha-
bía metido el pie en una poza e, incapaz de sacarlo, no le quedaba otro recurso
que confiar en mi ayuda.
Como ya les he dicho, el regato no suele tener muchos visitantes, pero siem-
pre se deja caer por allí algún ciclista o alguna pareja de jubilados por matar
el aburrimiento.
Esta breve reflexión me llevó a esperarlos, a hacer tiempo hasta que se per-
sonasen por allí los ciclistas y jubiletas a quienes el destino había reservado el
privilegio de contemplar mi hazaña. El chico agitaba los brazos y yo oteaba a
un lado y otro del paisaje por si aparecían aquellos espectadores que divulga-
ran mi heroicidad. Estaba a punto de salvar a un hombre de una muerte segu-
ra. Al día siguiente, los periódicos abrirían con mi retrato y las autoridades me
nombrarían hijo predilecto. ¿Qué más podía pedir?
Aguardé más de media hora a que llegara el público… pero fue inútil. Tenía

22
claro que tan pronto apareciese algún transeúnte, yo debía zambullirme en el
agua, pues -en caso contrario- alguien llamaría a los bomberos y éstos lo res-
catarían arrebatándome la notoriedad. Pero como no encontraba a nadie por
ningún sitio, decidí irme a mi casa. Sin nadie que lo viera, ¿qué sentido tenía
rescatar a un imbécil?
No me fui sin antes decirle al falso ahogado, viejo amigo mío, que se dejara de
bailes porque estos no eran días para coronarse de gloria ni para salir en el pe-
riódico. Está visto que a los buscavidas como nosotros sólo nos queda ahogar-
nos de sol y sombra en las escasas tabernas donde todavía nos quieren bien.

23
J a co bo B ergarech e

COMA
(fragmentos)

El texto dramático que les presentamos a continuación, obra de Jacobo


Bergareche (Londres, 1976), tiene una historia que no quisiésemos dejar de
comentar porque, en lo que a reescrituras y traducción se refiere, compite
con el mismísimo Quijote; solo que aquí, a diferencia del juego narrativo que
Cervantes nos propone, la historia es cierta. La primera versión de la obra que
nos ocupa constaba, en un primer momento, de 50 páginas y fue redactada
por Bergareche hace trece años, en 2010. Dos años más tarde este marcha a
vivir a Estados Unidos y allí decide reescribir el texto en spanglish, creando
un monólogo sobre una mujer migrante de origen mexicano que se enamoró
de un ciudadano de Dallas. Es entonces cuando decide ponerse a trabajar en
esta nueva versión junto a una directora de teatro y una actriz y prescinde de
todo aquello que le resta naturalidad y efecto dramáticos a la pieza, con vistas
a presentarla al Festival de Teatro de Austin. La tarea de poda la dejó en 18
páginas y fue presentada a dicho festival como estaba previsto. Fue todo un
éxito. Después, Bergareche vuelve a España y decide encomendarle a su ami-
ga Lisi Sánchez la traducción de la obra íntegramente al español. A partir de
aquí su autor cogería dicha traducción y haría una serie de correcciones que la
convertirían en el texto que tenemos hoy aquí.
Esta es la primera vez que esta obra, en cualesquiera de sus versiones, ve la
luz en negro sobre blanco. Concretamente, lo que están a punto de leer se trata
de un largo fragmento que, si bien no sustituye a la obra al completo, logra
captar su esencia. Sin más dilación, les dejamos disfrutar de su lectura.

Texto introductorio de
Alejandro V. Bellido

24
DRAMATIS PERSONAE

JON: hombre de 35 años en coma profundo conectado a un respirador.

MARÍA: mujer de 35 años.

Jon lleva puesto un pijama de hospital, está conectado a un sistema de res-


piración artificial y yace inconsciente sobre una cama, con ojos abiertos que
no fijan la mirada en ninguna parte, pero que parpadean y a veces se mueven
de forma refleja. Tiene la tez pálida, las mejillas algo hundidas, parece estar
desinflándose lentamente, es difícil adivinar su edad en ese estado, pero no
parece que llegue a cuarenta. El cuarto donde está no tiene decoración alguna,
la luz lo iguala todo, sólo hay una silla vacía junto a la cama, unas margaritas
marchitas en un jarrón y el ruido de la respiración mecanizada.
María entra en la habitación, una mujer relativamente joven. Lleva unos
vaqueros prietos con algún roto y una blusa de flores llena de colores, que le
queda algo grande y se desborda sobre su cintura como un rosal que rebosa
sobre una valla, lleva en un brazo un abrigo rojo y un paraguas grande, en el
otro un ramo de peonías levemente moradas y un gran bolso rojo en el que se
marca algún objeto grande.

MARÍA.- ¡Amor! (mira a su alre- como este…


dedor. Apoya el paraguas contra la
pared, se quita el abrigo y lo deja María permanece silenciosa y pensa-
sobre la silla) Te traigo peonías, mira tiva unos minutos. Acaricia el rostro
qué preciosidad, creo que no hay flo- de Jon con ternura mientras le obser-
res más bonitas… Lo saben bien los va. Luego le huele.
floristas, me han arreado bien.
MARÍA.- Sí, bueno… estás limpio.
Retira las margaritas marchitas que Mal no hueles. Es que sería peor para
hay en un jarrón y las reemplaza por ellos… (le peina) Mira cómo te han
el ramo fresco. peinado, no hay manera de que me
hagan caso, yo les digo que sin raya,
MARÍA.- No sabes qué tarde ha pero no hay manera… (Acaricia su
quedado, es increíble, el cielo parece pelo y lo huele) Y este champú, uf,
un cuadro. Hace cinco minutos estaba en fin…
nublado y de repente… Bueno, ¡qué te
voy a contar a ti!, conoces bien el cie- María se aproxima a la mesa donde ha
lo de Bilbao, es mil veces más depri- apoyado el bolso.
mente que el de cualquier otra ciudad,
pero de repente te regala un momento
25
MARÍA.- Tengo muchas cosas que Ella se aprieta los ojos para contener-
contarte. Estas últimas dos semanas lo, como si pudiera empujar las lágri-
han sido… Sobre todo anoche. Madre mas hacia adentro. Respira profunda-
mía, anoche… Pero un momento, un mente, se recompone.
momento, te tengo una sorpresa. ¡Ta-
chán! (Abre el bolso y saca una bo- MARÍA.- Es que no puedo guardar-
tella de champán) La famosa botella: la más tiempo, lo tienes que entender,
todavía la tengo. tiene que irse de casa.

Se sienta en la cama y pone la botella María se levanta, respira hondo, se da


en su regazo, lee la etiqueta, se fija en un par de vueltas por la habitación,
ella por un rato. aclarándose los ojos y mientras va
quitándole la cápsula al tapón de la
MARÍA.- No he conseguido librar- botella. […]
me de ella, mira que no han faltado
ocasiones… La de noches que he lle- MARÍA.- Me acuerdo perfectamen-
gado de marcha y no había nada en te del día que apareciste con ella: era
la nevera y tienes ganas de tomarte un primer domingo de octubre. Esta-
la última y sabía que estaba ahí... Y bas superexcitado, pensabas que iba a
ahí se ha quedado. No la he tocado bailar al verla, menudo chasco te lle-
en todo este tiempo, la he escondido vaste. En fin… Lo siento, joder. Esta-
exactamente como tú insistías que ha- ba claro que era uno de esos falsos re-
bía que hacerlo… Qué brasa me diste galos que… en realidad eran para ti.
con eso. Escóndemela y no me digas Si es que sabías que yo paso del cham-
dónde, que no la encuentre que me la pán y de ese tipo de pijadas… Me dan
bebo. Pero no la vayas a joder, déjala igual esos rollos, yo no soy como vo-
tumbada, así boca abajo, en la oscuri- sotros, lo sabes perfectamente: hubie-
dad… ra preferido cualquier otra cosa. Una
camiseta del aeropuerto, una postal,
María suelta una leve carcajada que qué sé yo, hasta una flor. Una flor me
termina convertida en suspiro. [...] hubiera hecho muchísima más ilusión,
eso lo sabías. Cuando te diste cuenta
MARÍA.- Bueno, no vamos a poner- de lo mucho que pasaba de tu botella,
nos dramáticos. No, no, no. Hoy la va- intentaste arreglarlo y la cagaste más
mos a abrir. Ya me he hecho a la idea. aún. Tuviste que contarme lo que te
Tonight is the night. había costado. Un pastón absurdo, mil
euros, fenomenal, ¿y a mí qué? ¿Se su-
María coloca la botella en la mano de pone que debía hacerme ilusión? Mil
Jon. Le hace tocarla. […] De repente euros gastados en una puta botella de
los primeros síntomas del llanto no champán, no sé ni cómo te atreviste a
le permiten a María seguir hablando. contármelo, en serio. Me conoces per-

26
fectamente, sabías ya que me iba a ca- MARÍA.- Voy a dejar que la pruebes
brear contigo… lo sabías, pero tuviste tú primero, venga. A lo mejor consi-
que decírmelo. [...] gue reanimarte… (una sonora car-
cajada brota de la boca de María)
María derrama una lágrima, luego Después de un par de años sin probar
vienen más, se muerde el puño hasta ni una gota. ¡Sería increíble!
que consigue recuperar el control y
se calma. Respira profundamente, se María coge una sábana, dobla una
sienta en la cama y agarra la botella. punta y la moja en el vaso. Luego la
retuerce sobre los labios de Jon para
MARÍA.- Bueno, ya basta de dra- extraer unas gotas que caen en su
mas… Llegó la hora. Instante de glo- boca.
ria compartida, en tus propias pala-
bras. MARÍA.- Ya, ya, te he explicado por
qué no está fría… Pero mira dónde
María entra en el baño que da a la ha- estamos, de verdad que no estás como
bitación. Allí comienza a descorcharla para ponerte sibarita.
con sumo cuidado, lentamente.
Después de mojar los labios de Jon,
MARÍA.- Lo suyo sería poner una María toma un pequeño sorbo. Lo sa-
musiquita, dejar que el corcho se in- borea, aprueba con la cabeza y se bebe
cruste en el techo, la espuma despa- el vaso entero de golpe. Se sirve otro
rramándose por el suelo, un poco de vaso. Saca el teléfono y se hace una
numerito, como a ti te gustaba… Pero foto con Jon y la botella.
no va a poder ser. Siempre me ha dado
terror abrir botellas de champán, MARÍA.- Un selfie raruno, sí. Pero
como si fueran a explotar, y tú jamás esto hay que documentarlo, joder: es
me hubieras dejado hacerlo además. la primera vez que me bebo una copa
Eso sólo lo podías hacer tú... A ver… contigo en este asco de sitio… (Toma
¡Ya! otro sorbo largo) ¡Que vivan las pri-
meras veces! (María rebusca en el
María regresa con un pequeño vaso bolso y saca un cigarillo electróni-
de plástico lleno de champán. co) Ya lo sabes, no puedo beber sin
fumar… si es que a esto se le puede
MARÍA.- Que tampoco es plan de llamar fumar. Tranquilo, que no me
montarla aquí y que me echen, así que van a pillar… Y además, ¿qué pasa
cuidadito, ¿vale, amor? El vaso es es- si me pillan? No pienso moverme de
pantoso, ya lo sé… ¿Qué esperabas? aquí hasta que hayamos terminado la
Estamos en un hospital. botella, te lo aseguro. Es la primera
vez que celebramos algo en casi dos
María se sienta al borde de la cama. años, Jon. Veintidós meses, tres sema-

27
y dos días. Ya iba siendo hora, ¿no? cambia.

María se levanta con el vaso, toma un MARÍA.- Yo sé que tú lo ibas a com-


pequeño sorbo y se acerca a la venta- prender. Si es que han pasado casi dos
na. La abre y suelta el humo del ciga- años…. y no es la primera vez, ya lo
rrillo electrónico. Mira a Jon. sabes. Yo siempre te lo cuento todo,
pero ahora es distinto: es la primera
MARÍA.- Te mueres por una caladi- vez que puedo verlo con claridad…
ta, ¿eh?, ¿a qué sí? Bueno, bueno, eso Debe ser el champán.
tiene remedio…
María le coge la mano a Jon.
María da otra calada, guarda el aire
en la boca y se acerca a Jon. Le besa MARÍA.- He conocido a… Bueno,
y suelta el humo dentro de su boca. en realidad ya le conocía, es un clien-
Luego le besa. te. Pero ha cambiado de curro, o sea
que no pasa nada, ya no es cliente…
MARÍA.- Quieres más, ¿eh? Lo malo es que está casado… No es-
toy enamorada ni nada por el estilo…
María ríe con alegría, echa atrás la ca- Pero me hace reír. Viene a Madrid
beza, se sirve otro vaso de champán. casi todos los meses… y hace lo que
tú solías hacer en los viajes de traba-
MARÍA.- Ahora en serio, ya vale: jo: concentra todas las reuniones en
mira que acabamos en comisaría… una mañana y luego se tira dos días
de farra...[…] El caso es que se lla-
María coge el vaso, se levanta de la ma Eduard. Eduard Puigcerda. O sea,
cama y regresa a la ventana. muy catalán. Pero no es de los que
está todo el día dando la chapa con lo
MARÍA.- Soy gilipollas… (Da la del lacito y eso, no, este está en otra…
última calada) No quiero que me De hecho, estoy segura de que te cae-
echen, Jon… Además solo es vapor, ría bastante bien… Pero a lo que iba:
no merece la pena. Vaya asco, ya no Eduard me invitó a cenar la semana
queda nada auténtico en el mundo. pasada. En teoría, también había que-
dado con otra pareja encantadora de
María se bebe el vaso entero de un Madrid que tenía que conocer y bla
trago, se sirve otro y coge una revista bla bla. […] Obviamente era menti-
que llevaba en el bolso. La agita pro- ra porque la mesa era solo para dos…
fusamente para limpiar el aire. […] tenía abierta una botella de vino y me
María se para donde el ramo, lo arre- pone una copa en la mano antes de
gla un poco, mira a Jon un buen rato. que me hubiera sentado. Cuando va-
Luego se sienta a su lado. Piensa, mos por la mitad de botella, el cabrón
busca las palabras adecuadas. Su tono confiesa (imita su voz, con un leve

28
acento catalán) "Esto de la pareja de me decías que daba igual, que el resto
amigos, en realidad era una excusa…" de la semana lo pasaríamos comiendo
(María ríe, se tapa la boca) Qué quie- pasta con atún de lata todos los días y
res que te diga, de puro jeta me hizo nos quedaríamos en casa follando, sin
hasta gracia. Me sirve hasta arriba y hacer gasto, y pasabas de todo, y te
va y me dice que solo quería bailar pedías la botella buena, y otra luego,
conmigo, que deseaba hacerlo desde y acabábamos completamente ciegos,
que empezamos el proyecto. Y ya que dando tumbos, durmiendo con los za-
estamos en plan caretas fuera, yo le patos puestos. Empecé a llorar des-
pregunto si lo que quiere es follar o consoladamente, uf… Menos mal que
bailar conmigo, y el tipo me dice que llevaba colirio en el bolso. Cuando
las dos cosas, pero primero bailar. Que volví a la mesa, me puse a beber una
él es muy de bailar. Un auténtico sin- copa detrás de otra como si no hu-
vergüenza. Pero con gracia. No de- biera un mañana, pero con furia, glu
jaba de llenarme la copa, una y otra glu glu… Creo que intentaba provo-
vez, no habían llegado los entrantes car que pasara cualquier cosa, lo que
y nos habíamos bajado ya la botella. fuera, iba con el demonio dentro […]
Y entonces dice que cambiábamos a Quería ponerme hasta las cejas de
champán y pidió una botella absur- coca, perder la consciencia, descere-
damente cara, de uno que se llama brarme… Menos mal que al final no
Krug, que tú sabrás mejor que yo. In- lo hice… En fin, que nos marchamos
vito yo, insiste, y no te creas que el de allí completamente pedo y pensé
tío está forrado, para nada. Es un viva que iríamos a su hotel a follar. […]
la vida. Parecía más de Bilbao que de Porque yo follar ya había vuelto a fo-
Barcelona. Y bueno, en fin, acabamos llar, un día en verano con uno que co-
emborrachándonos, como te puedes nocí en una cena y no he vuelto a ver,
imaginar… Todo de muy buen rollo, pero bailar, bailar así, de verdad, con
estábamos supercontentos, hablando alguien que te agarra y te lleva por la
por los codos, risas. En un momento pista y te mete la mano por la espalda,
dado fui al baño para hacer pis, que te hace girar... y luego nos fuimos a su
no aguantaba más. Y allí sentada en hotel y... casi nos echa el taxista del
el váter, tuve un ataque de realidad coche, es que no podíamos esperar a
espantoso… Empecé a echarte de me- llegar al hotel.
nos muchísimo, Jon… mientras hacía
pis. Y al acordarme de cómo solíamos María se aprieta el puño, trata de no
ir a cenar solos, en plan improvisado, llorar, se enjuaga el ojo con la mano.
una noche cualquiera entre sema-
na, y cómo te dejabas un pastón que MARÍA.- Ya, lo siento, amor… Ne-
no teníamos en una cena buenísima, cesito contártelo… Y yo sé que lo
y pedías el mejor vino de la carta, y entiendes, hay que bailar, y hay que
yo te decía que no gastaras tanto y tú follar de vez en cuando, que por cierto

29
estuvo bastante bien, pero no, pero es reza y te sonríe en silencio, todo sin
más que eso… lo que te quería contar decir una sola palabra… para que no
es lo de después, lo que me pasa des- se rompa el hechizo. El tiempo pasa-
pués... (Toma un sorbo, lo saborea) ba tan despacio… Aún era temprano,
El buen champán no falla. nos miramos y volvimos a dormirnos,
abrazados.
María suspira, busca las palabras, se
coloca el pelo bien. La voz de María tiembla, parece que
está a punto de llorar pero consigue
MARÍA.- Y bueno, lo que te quiero sobreponerse. […]
contar, lo de después… lo que de ver-
dad me ha hecho... me ha hecho... no MARÍA.- Ya era horroroso ama-
sé. No sé explicarlo. La manera en que necer sola… pero después de pasar
dormimos abrazados. Yo le abrazaba a la mañana con él, y ni siquiera es él,
él, o él a mí, no estoy segura, pero nos fue acordarme de lo que tenía… No
abrazábamos y era agradable, muy puedo volver a despertarme así, se
cómodo, encajábamos perfectamente ha vuelto insoportable… Esa sensa-
el uno en el otro, los brazos, las pier- ción, es como si… Un día tras otro,
nas, todo, encajábamos bien, era la año tras año, cuando me despierto…
posición perfecta. Tú sabes a lo que siento que algo horrible está pasando
me refiero... A veces la otra persona pero no sé lo que es. […]
te echa el mal aliento, o se te acaba
durmiendo el brazo por falta de cir- María se levanta y se aproxima a la
culación… Con Eduard no sé cómo, ventana, coloca una mano sobre su
pero conseguimos dormir así, y estar pecho, siente la angustia palpitar.
cómodos… Me dio uno de esos abra- Después mira a Jon, asustada. Se sirve
zos que te ayudan a dormir bien. […] un poco más de champán, comprueba
Había olvidado esa sensación, no que lo que caen son las últimas gotas.
la recordaba, ¿te puedes creer? ¿Te
acuerdas como nos gustaba frotarnos MARÍA.- Es el último trago, amor.
los pies en la cama?… Me desperté en
mitad de la noche, no encontraba su María humedece los labios de Jon con
cuerpo y me estiré para buscarle, me champán, con los dedos, y luego apu-
abrazó otra vez y volví a dormirme ra lo que queda en el vaso.
enseguida… Cuando volví a desper-
tar, empezaban a entrar los primeros MARÍA.- Nos la hemos bebido. Se
rayos de luz… ¡Cómo es ese momento acabó, mi amor... Se acabó.
de maravilloso! Cuando aún no hay
que levantarse ni hacer nada, solo
disfrutar del calor bajo las sábanas
y mirar al otro, ver cómo se despe-

30
Edna S t. V in cen t Mi l l ay

CINCO POEMAS

Existe otro modernismo anglosférico más allá de T. S. Eliot, E. E. Cum-


mings o Ezra Pound. En ese movimiento caben otras voces no hegemónicas
-algunas incluso desdeñadas por los ya mencionados- como las de Mina Loy,
Florine Stettheimer o Edna St. Vincent Millay. Esta última, si bien incluida
hoy en las listas canónicas de la poesía estadounidense de la primera mitad del
siglo XX, se reconoce igual de disidente que las dos anteriores. Millay, nacida
en Maine en 1892, conoció en vida el éxito y la fama al ser una de las figuras
literarias más aclamadas de su generación. Poeta, dramaturga, traductora, es-
critora y libretista, fue miembro de la Academia Estadounidense de las Artes
y las Letras y entre sus reconocimientos literarios destacan la Insignia de Oro
de San Nicolás de Poesía, el Premio Pulitzer y la Medalla Robert Frost.
Su segundo poemario, A Few Figs From Thistles (1920), aun menospreciado
en el momento de su publicación, la erige como una de las voces esenciales del
movimiento New Woman por su contribución al feminismo mediante un dis-
curso subversivo en el que desafía radicalmente las expectativas y los roles de
género preconcebidos. Abren el poemario los siguientes versos traducidos por
Ana Mata Buil para Lumen: "Mi vela arde por ambos cabos;/ no durará la no-
che entera;/ Pero ay, odiados, y oh, amados…,/ ¡qué luz tan intensa muestra!".
La poesía de Millay es directa e irónica. Compleja en ocasiones, se ve atravesa-
da por una gran intertextualidad donde abundan los ecos grecolatinos. Tam-
bién existe un espacio para la reflexión sobre la clase, el deseo, la soledad y la
incomunicación. Conocida en gran parte como "la voz de la juventud ardiente
y rebelde", Millay siempre reivindicó el hecho de que una poeta no habría de
diferenciarse de un poeta.
Lo que nos queda, entonces, de la norteamericana, es un legado, al mismo
tiempo, de madurez, compromiso -recuerdo ahora el poema Say that We Saw
Spain Die- y experimentación. Una brillantez expresada a través del soneto
como del verso libre, de una filosofía de la desesperación y de una atmósfera
cosmopolita. El primer texto que leí de la, para mí, poeta modernista, fue
Time Does Not Bring Relief, soneto que ahora me atrevo, humildemente, a
traducir. Siento si en el proceso prescindí de su música o su movimiento, en-
volvente como una danza en la que todo acaece y basta.

Texto introductorio y traducción del inglés de


Aitana Monzón

31
LA PENITENTE
[de Poems by Edna St. Vincent Millay]

Tenía una pequeña Pena


nacida de un Pecado.
Encontré una habitación toda en penumbra
que a los cuatro encerró;
Y dije: "Llora, pequeña Pena",
"¡Y pide a Dios morir, parvo Pecado,
y sobre el suelo yaceré
pensando en lo mala que he sido!"
Ay, de los planes piadosos-
¡no importan a nadie!
En cuanto a la penumbra de esa habitación,
¡la lámpara podría haber estado encendida!
Mi pequeña Pena no lloraría,
mi pequeño Pecado se dormiría-
¡Para salvar mi alma
tuve que mantener distante
a mi mente descortés!
Así que me enfadé
y cogí un libro que tenía
y coloqué en mi pelo un lazo
para gustar a un chico que pasaba.
Pero, "hay algo que no puedo evitar".
Me dije: "he sido una chica mala";
Y si no puedo lamentarlo, entonces,
¡más me vale alegrarme!

32
MUNDO DE DIOS
[de Poems by Edna St. Vincent Millay]

Oh, Mundo, ¡no puedo sostenerte entero!


¡Tus vientos, tus amplios cielos grises!
¡Tus bosques, este día de otoño que duele y cae
pero llora en color! ¡Ese adusto risco
que se vence! ¡Levantar ese inclinado farol negro!
Mundo, Mundo, ¡no puedo sostenerte entero!
Durante mucho tiempo he conocido la gloria en todas partes,
pero nunca era así;
aquí es tal la pasión
que me fragmenta - Señor, temo
que hayas hecho este año un mundo tan bello
que mi alma quede fuera de mí, - impide la caída
ardiente de las hojas; te lo ruego, que no lloren los pájaros.

33
TARDE EN LA COLINA
[de Poems by Edna St. Vincent Millay]

¡Seré la más feliz


bajo el sol!
Tocaré hasta cien flores
sin arrancar ninguna.
Avistaré los riscos y las nubes
con mis ojos callados,
miraré cómo el viento se inclina ante la hierba,
cómo la hierba crece.
Y cuando asomen las luces de la ciudad,
entonces señalaré cuál debe ser la mía
y echaré a andar.

34
EL SUDARIO
[de Poems by Edna St. Vincent Millay]

Muerte, digo, mi corazón se inclina


ante el tuyo, —¡Oh, Madre!
¡Este vestido rojo será un sudario
tan bueno como cualquier otro!
(Yo, que no esperaría a llevar
mis propias joyas nupciales,
con un vestido negro igual que mi cabello
di con las respuestas.
Yo, esa noche, que hasta que él viniese
no podría, no podría esperar,
en un vestido radiante como una llama
les sostenía la puerta.)
Muerte, digo, mi corazón se inclina
ante el tuyo, —¡Oh, Madre!
¡Este vestido rojo será un sudario
tan bueno como cualquier otro!

35
EL TIEMPO NO CONSUELA
[de Poems by Edna St. Vincent Millay]

El tiempo no consuela; habéis mentido


quienes dijisteis que aliviaría mi dolor.
Lo extraño en el sollozo de la lluvia;
en el encogimiento de las olas.
La nieve se derrite en la montaña,
las hojas ya son humo en el sendero;
mas el amor pasado ha de quedar
pleno en mi corazón y pensamiento.
Hay cientos de lugares donde temo
ir, -tan llenos están de su memoria.
Por eso llegaré a un lugar tranquilo
donde él no haya posado pie o rostro
y diré: "¡No hay recuerdo de él aquí!"
tan abandonada, pensando en él.

36
Edua rdo Gregor i

SOBRE LA POESÍA FORMALISTA ESTADOUNIDENSE


Y SU RECEPCIÓN EN ESPAÑA

En el largo proceso de emancipación cultural llevado a cabo por los Estados


Unidos, desde su independencia (1776) hasta la Primera Guerra Mundial, las
élites sociopolíticas se esforzaron enormemente en distanciarse del yugo inte-
lectual del Reino Unido. En términos poéticos, esta distanciación fructificó en
el encumbramiento de Walt Whitman (1819-1892) como el gran poeta nacio-
nal. La poesía de Whitman es exuberante y arrolladora, compuesta en versícu-
los largos, sin rima ni metro alguno. Podríamos decir que, ya en vida del gran
poeta americano, se produjo una identificación cultural entre versolibrismo y
Estados Unidos; es decir, entre versolibrismo y modernidad; es decir, entre
versolibrismo y progresismo. Escribir al margen de la tradición formal britá-
nica (basada en parámetros rítmicos entre sílabas tónicas y átonas e incluso en
la isometría versal y la rima) se convirtió en la manera privilegiada cultural y
políticamente de ser un auténtico poeta americano, libre de injerencias cultu-
rales de la antigua metrópoli. En este sustrato cultural, la gran eclosión del
modernismo poético (con figuras señeras como las de T.S. Eliot, Ezra Pound,
Wallace Stevens, William Carlos Williams, E.E. Cummings o Marianne Moo-
re, entre otros) no supuso más que la confirmación de la hegemonía cultural
del versolibrismo y el refuerzo sistemático de la identificación entre versoli-
brismo y modernidad.
Cualquier lector español de poesía podría trazar una línea de continuidad en-
tre Whitman, los modernistas y la poesía americana posterior al modernismo;
en una genealogía básica que iría desde los beatniks (Ginsberg, Ferlinghetti) y
el grupo de Nueva York (Frank O’Hara, John Ashbery) pasando por la poesía
confesional (Anne Sexton, Sylvia Plath, Robert Lowell) y el realismo sucio
(Bukowski, Carver) hasta los clásicos contemporáneos (Louise Glück, Sharon
Olds, Charles Simic) o la última generación, ya ampliamente traducida y dis-
tribuida en España, como Ocean Vuong o Amanda Gorman. Estos nombres
constituyen, básicamente, la idea que el lector español tiene de la poesía ameri-
cana desde mediados del siglo XX hasta hoy. Estos son los poetas que han sido
más traducidos, más estudiados y más leídos dentro y fuera de Estados Unidos
porque, al margen de su evidente calidad literaria, son los que más se ajustan
al modelo poético-cultural del país desde Whitman hasta hoy.
Y, sin embargo, hay otra tradición poética americana que incluye a algunos de
37
los mejores poetas estadounidenses y que es, en gran medida, perfectamente
desconocida en España. Esto no es, en absoluto, culpa del lector español; sino
consecuencia de su marginación cultural por haberse situado al margen de la
corriente cultural mayoritaria en los Estados Unidos. No han sido traducidos
al mismo nivel que el grupo anterior (en muchos casos, no han sido traducidos
en absoluto) y han sufrido el ostracismo de escribir con cierto grado de forma-
lismo (muchos riman; otros siguen los modelos rítmicos clásicos de la tradi-
ción anglosajona, pero todos presentan un mayor interés formal que el grupo
anterior) en un país donde el mero concepto de formalismo se ha convertido
en una especie de descalificativo ignominioso. Escribir poemas formalistas se
asocia, en demasiadas ocasiones, a ser un hombre blanco heterosexual y cisgé-
nero, conservador y racista. En otras palabras: a ser un mal poeta americano1.
En las líneas siguientes me gustaría establecer un somero panorama de la
poesía formalista americana desde principios del siglo XX hasta hoy, señalan-
do algunos nombres imprescindibles de la mejor poesía estadounidense.
Las dos mayores figuras iniciáticas de esta poesía americana al margen del
modernismo son Robert Frost (1874-1963) y Edna St. Vincent Millay (1892-
1950). Frost está considerado, entre los lectores de poesía estadounidenses, al
mismo nivel que Eliot; sin embargo, entre nosotros la figura de Eliot es titá-
nica mientras que Frost apenas es leído (no ha sido traducido por ninguna de
las grandes editoriales de poesía españolas). Edna St. Vincent Millay ha sido
antologada recientemente en Lumen (2020) y en Random House (2023).
De una generación posterior, publicando a partir de los años 50 y hasta
finales de siglo, tenemos a Anthony Hecht (1923-2004), James Merrill (1926-
1995) y Howard Nemerov (1920-1991). Hecht, autor de dos libros capitales
como The Venetian Vespers (1979) y Flight Among the Tombs (1998), no está
traducido en España. De James Merrill hay dos libros traducidos, ambos por
la editorial Vaso Roto: Divinas comedias (2013) y El libro de Efraín (2017).
Ambos se encuentran descatalogados. Howard Nemerov no está traducido al
castellano.
A partir de los años ochenta surgió un grupo poético, conocido como neo-
formalistas (The New Formalism) liderados por Dana Gioia (1950-), Timothy
Steele (1948-) y Rachel Hadas (1948-). Gioia se convirtió, a su pesar, en el
blanco de las críticas antiformalistas porque, efectivamente, es muy rico2 (fue
un alto directivo de General Foods, una de las mayores empresas de alimentos
del país) y muy republicano (sirvió como presidente de la National Endow-
ment for the Arts; una agencia federal para el desarrollo del arte y la cultura,
durante el gobierno de George W. Bush). Gioia ha sido recientemente anto-

1 Ante la estupidez del prejuicio crítico contra los formalistas, la tozuda realidad: Erica Dawson es
afroamericana; Edna St. Vincent Millay, bisexual; James Merrill, gay. Por ejemplo.
2 Aunque menos que James Merrill, hijo del fundador del fondo de inversiones Merrill Lynch.
38
logado en Pre-Textos (La oscuridad intacta, 2020). Timothy Steele, además
de excelente poeta, es un reconocido ensayista sobre métrica y prosodia. Ni
sus poemarios ni sus ensayos están traducidos en España. Por último, Rachel
Hadas, autora de uno de los libros más reconocidos del neoformalismo, Pass it
On (1989) tampoco está traducida en nuestro país.
La última hornada de poetas formalistas se encuentra muy bien representada
por dos mujeres: A.E31. Stallings (1968-) y Erica Dawson (1979-). Stallings,
clasicista de formación, emigró de Estados Unidos en 1999, viviendo más de
veinte años en Atenas. Actualmente es profesora de poesía en la Universidad
de Oxford. Pese a ser una de las poetas más reconocidas del panorama poético
estadounidense, no está traducida en España. Erica Dawson, por último, es au-
tora de tres poemarios: Big-Eyed Afraid (2007), The Small Blades Hurt (2014)
y When Rap Spoke Straight To God (2018). Supongo que el lector no se sor-
prenderá demasiado al saber que Dawson tampoco está traducida en España.
Con esta brevísima relación, si no de la destrucción de las Indias al menos sí
de la marginación de un grupo de poetas francamente estupendos, no pretendo
criticar el verso libre o los poemas en prosa; la buena poesía se viste con cual-
quier ropaje (la mala también). Pretendo, por el contrario, llamar la atención
ante un hecho que se me antoja parcial e injusto: que el lector de poesía en este
país disfrute y admire a T.S. Eliot, a Robert Lowell o a Louise Glück, pero
que se le prive de leer a extraordinarios poetas como Anthony Hecht, Howard
Nemerov o A.E. Stallings.
El hecho de que el establishment cultural americano privilegie la exporta-
ción de poesía versolibrista no es gratuito y acarrea consecuencias evidentes.
Al leer poesía americana traducida, el lector español siente que la única mane-
ra de ser auténticamente moderno y rompedor es renunciar a la forma. Existe
toda una tradición poética estadounidense, al margen del canon que se vende
bajo la etiqueta "poesía americana", que transita por unos derroteros muy
diferentes a los que se nos vende como moderno y rompedor. Conozco pocos
poemas más modernos y rompedores que los de Edna St. Vicent Millay a prin-
cipios de los años 20, a pesar de ser estrictamente formales. La ubicuidad del
verso blanco y el uso masivo del endecasílabo en la poesía española moderna
y contemporánea han diluido mucho la división entre versolibristas y forma-
listas en nuestro país. En Estados Unidos, sin embargo, existe un auténtico
abismo entre poetas que escancian sus poemas y los que optan por la prosa
poética o la ausencia total de métrica. Prefiero, sin duda, la actitud española.
Me resulta mucho más estimulante nuestra tolerancia ante diversas formas de
entender el hecho poético. Me preocupa, sin embargo, la casi total exclusión
de poetas formalistas estadounidenses del mercado editorial. Podemos correr

3 Alicia Elsbeth, para los curiosos.


39
el riesgo de contagiarnos de esa intolerancia calvinista a la métrica como algo
arcaico, conservador e incluso (¡horror!) facha.
Observo, entre los poetas españoles más jóvenes (los menores de 25, por
poner una fecha redonda), una tendencia bastante acusada por el versolibris-
mo y menor tolerancia estética ante patrones métricos que la de sus colegas
algo mayores. Creo que esto se debe, en no poca medida, a la lectura de poetas
americanos traducidos. No tengo absolutamente nada en contra de la poesía
en verso libre, pero me molesta que se asuma acríticamente el versolibrismo
como moderno y rompedor cuando es, claramente, una posición ideológica
con una larga tradición cultural en Estados Unidos. Urgen más traducciones
de más poetas americanos formalistas, aunque solo sea para equilibrar la ba-
lanza y presentar al lector español un canon poético estadounidense mucho
más plural y rico del que conoce hasta ahora.

40
G abriel Al bi ac

ENTREVISTA

Gabriel Albiac (1950) fue profesor y catedrático de filosofía en la Univer-


sidad Complutense de Madrid. Ha escrito varias novelas, así como nume-
rosos ensayos y artículos de opinión (en el diario El Mundo y luego en el
ABC). Testigo privilegiado de muchos momentos decisivos de la historia
reciente, Albiac publicó el año pasado sus memorias bajo el título En tierra
de nadie. Memorias (libro que reseñamos en este número). En torno a sus
vivencias y opiniones, entre otras cosas, le preguntamos en esta entrevista.

Texto introductorio y entrevista realizados por


Juan Gil Álvarez y José Cuevas Olmedo

41
Leyendo En tierra de nadie uno se decisiones voluntarias. En la memo-
topa con un rasgo inesperado que luego ria sabemos que no tenemos el menor
parece volverse cada vez más frecuente: sentido. Sabemos, en rigor, que eso a
no se cuentan las cosas de A a B, sino que lo que llaman –y, a veces, llamamos–
es la memoria la que dicta sus propias re- “yo” es nada: apenas si un coágulo de
glas. Más adelante, el pulso que mantiene palabras que se hacen eco unas a otras
el recuerdo con el propio libro es el que fuera del tiempo, en aquel lugar que
transita en paralelo a la lectura. Con una Freud nos enseñó a saber monstruo-
estructura tan peculiar, ¿cuáles fueron sus samente eterno y que es el presente.
principales influencias? Por eso la reflexión sobre la escritura
Es lo que pone la diferencia, pien- misma se amalgama con aquello que
so, entre una “autobiografía” y unas evoca. Y se sabe inventora de esa mis-
“memorias”. La “autobiografía” im- ma evocación, ante la cual el que es-
pone un sentido a la historia que na- cribe no es más que un pobre diablo
rra: le supone un sujeto rector, que se que ningún explícito deseo, ningún
mantendría en progreso continuo a lo propósito, rechazo o preferencia pue-
largo del correr del tiempo, dándole de imponer. La memoria es escritura,
al nombre y apellido del firmante una ante la cual el que escribe se declara
consistencia inapelable, una identidad vencido.
desde cuya culminación todo poseye- En sus Memorias se da un debate cons-
se una armonía de fondo por encima tante entre el blindaje, el aislamiento y la
de las discordancias. En rigor, la auto- imposibilidad de callar; el reafirmarse y
biografía es necesariamente un frau- decir en voz alta “yo repudio esto”. Uno
de. Aunque pueda ser, literariamente se siente tentado a seguir esa vía en un
hablando, un fraude muy hermoso. Y mundo en el que toda discusión parece in-
lo es porque ese nombre y apellido no útil. ¿Son tiempos de malestar en silen-
significan nada: son una convención cio o es justo ahora cuando no habría que
jurídica, tras la cual no hay más so- morderse la lengua?
porte que el de las responsabilidades El malestar -o, si lo prefiere, la an-
administrativas o penales. La “memo- gustia- es el territorio de la escritura:
ria” explora exactamente lo contrario. el de una soledad inapelable. Escribo
Asocia imágenes, en los términos que porque el mundo, la realidad en torno
la resonancia de las palabras impone. a mí y dentro de mí, se ha vuelto in-
Y, si el que escribe no es de una in- soportable. Es lo que evoca el pasaje
genuidad rayana en lo necio, sabe que de Borges del cual está tomado el tí-
es el presente absoluto de su escritu- tulo de mi actual columna en el "De-
ra el que está forzándole a superpo- bate": No haber caído,/ como tantos
ner imágenes sin vínculo cronológico, de mi sangre,/ en la batalla./ Ser en
porque lo que vincula su secuencia es la vana noche/ el que cuenta las síla-
una combinatoria simbólica a la que bas. Hubo, en mis años jóvenes, una
el escritor no puede ni debe imponer exaltación épica: la maravilla de haber

42
afrontado el riesgo de luchar contra jóvenes, que casi no tendrían a lo que
una dictatura. Sé ahora que aquella asirse, ¿qué cabe? ¿Resistencia vigilante o
exaltación mentía. Lo sé, porque veo clandestinidad sin aspavientos?
en qué sordidez ha acabado la reivin- Lo ha percibido usted muy bien.
dicación de aquella plenitud, que lo No es fácil. Me enojan los lugares co-
era precisamente en la medida en que munes acerca de mi pesimismo o mi
no buscaba desenlace. Sé que me en- nihilismo. Ambos, nihilismo y pesi-
gañé, cuando creí ver abrirse las puer- mismo, son sólo versiones inversas de
tas de un mundo nuevo. No hay eso: la misma estúpida teleología que nos
el mundo humano es esencialmente hace siervos: la desesperación es una
monótono. Pero sé también que fue- esperanza invertida, nada más que
ron años de una belleza y de una ge- eso, su providencialismo es idéntico.
nerosidad rarísimas en la vida de un He tratado tan sólo, a lo largo de toda
hombre. Y a nada de ello renuncio. Lo mi vida, de entender: y mis aciertos
dice usted muy bien: toca ahora ence- como mis errores vienen sólo de eso.
rrarse en el silencio. No en cualquiera La retórica y los aspavientos son una
de sus formas. En ésta, por la cual he burla atroz, con cuyo estruendo busca
apostado, de la escritura: desmenuzar el sofista platónico -y el político pre-
las palabras mediante las cuales todo sente- golpear mentes pueriles e im-
a nuestro alrededor se ha trocado en ponerles "miedo y esperanza": los me-
mentira y amenaza en hacernos men- canismos primordiales de la sumisión,
tira a cada uno de nosotros mismos. Spinoza de nuevo. Quisiera escribir en
Usted sabe hasta qué punto soy deu- énfasis cero. Aunque sé que eso es im-
dor del viejo judío español que dicta- posible, me esfuerzo en cada línea por
mina en Ámsterdam cómo aquel que ir borrando las resonancias. Por eso
se arrepiente es doblemente misera- soy tan lento en mi escritura. Resistir
ble: por lo que hizo y por arrepentirse es entender. Nada más que eso. Aun-
de ello. De mis errores -de nuestros que lo que hayamos de entender sea lo
errores- del final de los sesenta guar- más indeseable.
do el recuerdo de una lección primor- A tenor del nihilismo, parece que este
dial: porque no hay más verdad que la se desarrolla en paralelo a un hedonismo
que, poco a poco, sabemos extraer de basado en un ocio de distracciones cons-
nuestros errores; también de nuestras tantes. Sobre todo en torno a los jóvenes,
mentiras. Dice Malraux que son pre- que son víctimas silentes del espectáculo
cisos sesenta años para que un hom- mediático, o bien culpables (como cuan-
bre salga de la infancia y llegue a ser do se empleaba la etiqueta de "irrespon-
un hombre. Y que entonces ya no sir- sables" en tiempos del coronavirus), ¿le
ve para nada. Yo tengo setenta y tres. preocupa que a largo plazo se genere un
Sin embargo, en sus palabras hay más caldo de cultivo de consecuencias impre-
desesperación que nihilismo. Ante tal si- visibles?
tuación, y pensando en generaciones más Desde el Fedro platónico, que defi-

43
ne la escritura como el "más bello de Complutense, siempre aconsejé a mis
los juegos" y coloca al filósofo en el alumnos que, antes de tocar una sola
lugar de la sospecha burlona, el del página de sus Diálogos, se leyesen, de
discurso que gira sobre sí mismo, han cabo a rabo, a Sófocles, a Esquilo, a
pasado dos milenios y medio. Un ci- Eurípides. Quienes no lo hayan hecho,
clo en el cual lectura y escritura im- no entenderán nunca nada. Eso que
pusieron -con todas las vacilaciones ahora llaman algunos "filosofía" -y
que se quiera- una primacía, en cierto que no es más que abochornante "ma-
modo, sagrada, de la inteligencia. Son nual de autoayuda"- da sólo razón de
dos mil quinientos años que nosotros la inepcia de sus autores y de la fal-
hemos visto cerrarse. En las jóvenes ta de vergüenza de editores a la caza
generaciones, nadie prácticamente de beneficio rápido. Ni divulgación ni
sabe ya leer: leer en el sentido propio, autoayuda. La filosofía es una dura
el que Platón exalta, esa capacidad práctica literaria de segundo grado:
de imponer interrogación continua a escritura sobre escritura.
las palabras que la sintaxis compone. La investigación científica está en ma-
La sociedad ágrafa, que temíamos, ha nos de las revistas de impacto: se mide por
llegado. En España, como sucede con citas, publicaciones, referencias etc. Dan
casi todo casi siempre, el triunfo de más la imagen de ser una suerte de "Ins-
ese analfabetismo es perfecto y mueve tagram" para doctores que lugares de dis-
a vergüenza; pero el drama es univer- cusión. Poco queda de aquel espíritu con
sal. Lea usted con criterio literario a el que nacieron, por ejemplo, Annales.
los "escritores" españoles más jóve- Histoire, Sciences sociales. ¿Qué resul-
nes: "youtubers", "influencers"… Con tados están dando si los comparamos con
honrosísimas y mínimas excepciones, las publicaciones del siglo pasado?
la patulea de los que nada han leído y Garantes de jerarquía académica y
cuya escritura no hubiera pasado un estabilidad salarial… Sin más. La ver-
examen de ingreso en el bachillerato dad es que da vergüenza.
hace medio siglo. Los periódicos actuales han encontra-
Parece que el ensayo sólo puede enten- do en los muros de pago una nueva for-
derse de dos formas, al menos en nuestro ma de financiación. El uso de técnicas de
país: o desde la esterilidad quirúrgica de posicionamiento en Internet ha alterado
un academicismo rígido, o desde cierto el lenguaje a todos los niveles. Usted ha-
paternalismo bajo la máscara de la "di- bla de hacer literatura con el periodismo,
vulgación", ¿acaso no debe hacerse litera- ¿hasta qué punto sigue siendo posible?
tura con el ensayo? Colocarle a un columnista los su-
El ensayo es literatura. O no es marísimos juicios anónimos de sus
nada. Como era literatura la filoso- lectores al pie de su artículo es ma-
fía cuando Platón la codificó: segun- tar el columnismo literario. Y no hay
da navegación de la tragedia. Cuando ya solución. Hemos hablado muy in-
he tenido que explicar a Platón en la genuamente de "libertad de prensa"

44
durante muchos años. Pero "libertad novela social zoliana. Inmensa escri-
de prensa" es sólo un eufemismo para tura. La "literatura social" sin litera-
decir "rentabilidad de prensa". Cuan- tura es basura. Es de locos tener que
do Internet y las redes hicieron ne- explicitar eso.
cesariamente deficitarios los periódi- Además de ensayos y novelas, usted
cos, la libertad se acabó. Las empresas publicó un poemario, Rock and roll, en
buscan atraer el máximo de pinchazos 1992, ¿a qué se debió esa incursión?, ¿si-
digitales que les permita acumular gue escribiendo versos?, ¿podemos esperar
esos datos de los cuales viven. Y el un nuevo poemario?
gran periodismo literario, que fue la La poesía es el momento experimen-
joya de la corona de la prensa espa- tal de la escritura. Por ello, no admite
ñola, pasa a ser un lujo insostenible. correcciones: o es perfecta o naufraga
Cuanto más elemental y más idiota en el ridículo. Nada hubiera deseado
sea una columna, más alto será el nú- yo más que ser poeta. Sé que no poseo
mero de sus lectores entusiastas. La ese don. Por eso he ido destruyendo
tentación de idiotizar al que escribe todo cuanto escribí en este campo.
hasta ponerlo a la altura del que lo lee R&R se salvó por la infinita bondad
es muy grande. Es curioso que Bau- de Jesús Munárriz, a quien, en 1992,
delaire profetizara ya eso. yo había enviado desde París esos
Asistimos a un revival de la literatura poemillas sin más intención que la de
de corte social, comprometido y, muchas divertirlo. Unos meses después me
veces, incompleto, porque aspira sólo a re- encontré con las pruebas de imprenta
unir las pretensiones que no exigen que la listas para su bella colección. No tuve
obra alce el vuelo. Al no haber un obrero la fuerza de negarme.
desconocido al que construir un monu- Una vez usted dijo que "Santiago Ca-
mento, se relevan varias figuras dentro de rrillo fue el paradigma de esa generación
un "lumpen" imaginario, en lo que parece de monstruos que produjo la Europa de
una gran operación de marketing. ¿Cómo entreguerras". ¿Qué monstruos está pro-
percibe este fenómeno? duciendo la Europa de la resiliencia?
Un fruto de la ignorancia más idio- Una galería de monstruos sin gran-
ta. Las grandes novelitas sociales po- deza alguna: personajes parasitarios,
seían un refinamiento literario que moral y conceptualmente nulos. Los
no se improvisa. Zola era un estilis- asesinos ahora no son ogros gigan-
ta prodigioso. No hablo ya de Balzac tescos, son desalmados pigmeos. Y es-
o Stendhal. Se requiere haber leído tán dispuestos a vivir a costa de eso a
todo para escribir L’assommoir, o Las lo que seguimos llamando ciudadanía,
ilusiones perdidas, o La cartuja de aunque deberíamos empezar a aceptar
Parma. Y algunos olvidan que Huys- que se llama grey. Europa está muer-
mans, antes de ser el alucinante van- ta. Empezó a morir en 1914, y Freud
guardista de À rebours y Là-bas, fue lo entendió muy bien. Ahora, el cadá-
un extraordinario continuador de la ver es irrecuperable. Y, con Europa,

45
muere mi mundo. Por suerte, dada mi
edad, no lo sobreviviré yo demasiado.
¿Qué monstruos?, me pregunta usted.
Observe a Sánchez: es el animal del
futuro.
Y para finalizar, en sus Memorias,
las menciones a las estilográficas que usa
tienen un puesto destacado. ¿Con cuáles
escribe en estos días?, ¿qué historias tie-
nen detrás?
Pequeñas locuras mías. Inofensivas,
al menos. Empecé, a inicio de los se-
tenta, a escribir con una vieja Conklin
Nozac años treinta que sus milicianos
habían regalado a mi padre -coronel
republicano de carrera en la sierra
de Madrid- hacia 1937. Me aficioné
a ese modelo de Conklin, que sigo
utilizando hasta hoy y del que he ido
rastreando media docena de ejempla-
res. Junto al de la Nozac, me maravi-
lla el plumín de las primeras Parker
Duofold, una de las cuales, de hacia
1923, utilizo mucho. De las estilográ-
ficas modernas, sin duda alguna, son
las japonesas mis favoritas: Namiki
y Nakaya hacen instrumentos senci-
llamente perfectos. Pero, insisto, eso
son manías inofensivas, que facilitan
el ritual -tan sacralizado- de escribir.
A falta de estilográfica, puedo utilizar
lápiz. Con bolígrafo no sé hacer nada:
no logro descifrar lo que he anotado.

46
N o t a s de le ctura personas las que nos guían por la vida
de Albiac. Una vida recordada en la
En tierra de nadie: Memorias que él mismo es un espectador, igual
Gabriel Albiac que nosotros, pero el más importan-
La Esfera de los Libros, 2022 te entre todos ellos al ser el que nos
señala el cruce de caminos que se ex-
Cuando un filósofo decide escribir tiende a sus espaldas.
sus memorias existe un riesgo: que No quiero centrar el foco en su vida.
convierta el relato de su vida en un El que quiera conocerla ahí están sus
ejercicio de doxografía propia y aje- Memorias; me parece mucho más im-
na; que llene su recorrido vital con portante señalar algo que no sé hasta
un sinnúmero de citas, de puntos de qué punto es reivindicado. Puede que
vista circunstanciales, y de debates el interés de Gabriel hacia Francia y
que sólo son interesantes muy par- sus autores haya despistado a más de
cialmente. Ciertamente es un peligro uno, y provocado que terceras perso-
no exclusivo de los filósofos, pero más nas le cuelguen el cartel de afrancesa-
susceptible de verse en aquel gremio do, de ser esto o de ser lo otro (algo
debido a las labores de su oficio. ¿Qué que Albiac deja más que entrever en
tiene que decir, por qué es interesante sus Memorias). Dejemos de lado los
la vida de alguien que, esencialmente, psicologismos: Gabriel Albiac es uno
se ha dedicado a leer y a escribir? de los mayores conocedores de la tra-
El caso de Gabriel Albiac es, cuando dición literaria española. No solo eso,
menos, exótico, no solo por los inicios sino que consigue llegar a unas cotas
de su biografía, (hijo de un oficial re- de belleza estética, de calidad litera-
publicano condenado a una pena capi- ria, de cercanía con el lector que lo
tal que nunca se ejecutó) sino porque colocan sin duda alguna como uno
en él se dieron una serie de casualida- de los grandes escritores de nuestro
des -ya sean buscadas o fortuitas- las tiempo.
cuales le permitieron asistir a ciertos En Albiac no se da solamente aque-
hitos importantes de nuestro pasado lla máxima de "tradición o plagio",
reciente, y sobre todo, transmitirlos a más bien "tradición o muerte". Se
través de su peculiar visión. Este es da de una manera que no redunda en
un factor fundamental para compren- acartonamiento ni rigidez, tampoco
der sus Memorias, pues lo que encon- en pedanterías ni cursiladas; justo lo
tramos en ellas es el relato de su vida; contrario. ¿Se le puede contar como
un relato no dirigido linealmente, en injusticia que viva con demasiada in-
el cual no se buscan móviles teleoló- tensidad, que sienta como propias las
gicos a maneras de actuar pasadas. Es grandezas y los males de su tiempo?
la propia memoria, con sus idas y ve- Si la respuesta para usted es afirma-
nidas, con sus recuerdos anclados a si- tiva, entonces será síntoma de que,
tuaciones, a lugares, a sentimientos y como sociedad, hemos perdido defini-

47
tivamente el rumbo. la hora de abrir un libro, es igual-
En tierra de nadie es un testimo- mente libre para determinar o detec-
nio. Quizá también una llamada de tar si este le está pareciendo malo o
atención sobre la manera en la que los bueno. En el caso que me ocupa, La
cambios de los últimos treinta años piel, la pulpa, el gusano, la semilla,
nos han atropellado y a los que hemos último libro de Daniela Martín Hi-
respondido simplemente bajando los dalgo (Lanzarote, 1980), aparecido en
brazos. ¿Albiac nos llama a la acción? la editorial valenciana Pre-Textos, he
No lo creo, pero nos invita a reflexio- de inclinarme por la primera opción.
nar. No es poco teniendo en cuenta el Cuando ocurre esto, uno espera que
estado actual de la marea. esa inicial mala impresión vaya des-
pareciendo con el pasar de las pági-
José Cuevas Olmedo nas, achacándola a mil razones que
puedan salvar ese atolladero en el que
La piel, la pulpa, el gusano, la se- se van convirtiendo los poemas y el
milla compromiso de entenderlos. Pero no
Daniela Martín Hidalgo llegamos a ese puerto.
Pre-Textos, 2023 Ante los poemas de La piel, la pul-
pa…, la sensación es de zarandeo y
Uno piensa que el hecho de escribir perplejidad. Sencillos, accesibles en
poemas, prestado a misterios y espe- sus estructuras, predominando las
culaciones -y esto es verdad porque enumeraciones en su gran mayoría,
quién puede dar una definición exacta pero sin idea o emoción principales
de qué es la poesía y qué es un poema que transmitir a quien se detiene a
si ni siquiera los que lo intentamos y observarlos. En todos, las imágenes
la leemos sabríamos dar con una res- y elucubraciones se suceden cuesta
puesta cercana a ese deseo volátil, y abajo y sin frenos, no entendiendo a
acaso deba permanecer así, aireada y quién se habla, de quién estamos re-
fugitiva, para que sepa abastecernos a cibiendo lo mencionado, y terminan-
todos por igual-, es un genuino acto do en una total indiferencia, marea-
de libertad y demostración de la mi- dos por lo cambiante y fallido en su
rada personal hacia las novedades del mezcla de escenarios urbanos, cos-
mundo. Cada ejemplo que tomemos, tumbristas, con una sintaxis afectada
podrá ser tenido en cuenta o no, pero de azogue, incapaz de asentarte una
habrá siempre un hueco para que al- imagen, chispeante pero sin alumbre.
guien venga y de nuevo quiera con- Hay excepciones: Garzas, Primavera
fiarnos su anhelo, y nosotros, agrade- de reparaciones, Solar, Parque (El día
cidos, tenerlo en consideración. perdido), el mejor de todos posible-
Sin embargo, quien lee, aun tenien- mente. En estos, Martín Hidalgo sí
do presente lo complicado de la suma logra integrarnos en la efervescen-
de la subjetividad y la apreciación a cia del entorno, pero con temple para

48
apreciar cada uno de los detalles. En te clásico, que sigue los patrones de
el resto, mete la quinta marcha. la fantasía de los 70, 80 y 90. Un li-
Sorprende que en una colección tan bro con mapa, un libro que se cita a sí
prestigiosa se publiquen poemas que, mismo, en el que la construcción del
permitiéndoseme la dureza, parecen mundo se hace de manera concienzu-
esquemas, balbuceos de una idea po- da pero tosca. Donde los lectores de
tente dejada a medias, versos escritos fantasía más avezados se van a sen-
porque sí. Algunos, con más sorpre- tir como en casa. Como digo, un libro
sa si cabe, perfectamente prescindi- que parece clásico en todo, pero no lo
bles por su planicie en comparación es. Por ejemplo, en sus personajes: hu-
al resto, como es el caso de Branquia, manos, profundos, creíbles y adecua-
sin poso poético alguno. No tiene im- dos. Siendo los más importantes:
portancia. Es la apuesta de la autora • John Aversin, el único vencedor
y se perciben unas intenciones y un de dragones (Dragonsbane en la
universo recreado muy apegado a su versión inglesa, que también es el
ambiente familiar y natural. Una lás- título de la novela en ese idioma)
tima que el resultado no se corres- que queda vivo en el reino.
ponda. "Llegar a ver o hacer/ poesía • Sir Gareth, un joven caballero
con todo", dice en Vasos de embudo. enviado a encontrar a tan noble
Pudiera ser ese el problema: que no héroe y pedirle que acabe con un
todo se presta a lo poético. Y si uno dragón negro que asola la capital.
se empeña, lo que llega es gato por • Jenny, la protagonista y la com-
liebre. pañera sentimental de John, es
una mujer que lidia con las vici-
Luis Bravo situdes de ser madre y hechicera.
Ninguno de estos tres personajes
Vencer al dragón son lo que parecen ser. Encontramos
Barbara Hambly esta presentación a su vez en la trama
Winterlands, 2023 de la obra, que se plantea como una
épica gesta donde un valeroso héroe
Esta novela, considerada una obra deberá repetir las acciones que le
de culto entre los seguidores del gé- granjearon el reconocimiento de las
nero de la fantasía, fue publicada ori- canciones de juglares y trovadores,
ginalmente en 1985 en Estados Uni- para luego descubrir una intriga de
dos y 1990 en España. Volvió a las intereses políticos, místicos y, el más
estanterías de las librerías el pasado humano de todos, monetarios. Donde
mes de marzo. Vencer al dragón se el foco de la misma deja de ser "debo
trata de la obra más popular y cono- matar a ese dragón" y pasa a ser "¿y
cida a nivel internacional de la autora qué gano yo si mato a ese dragón?".
Barbara Hambly. Todo este juego de espejos que se
Estamos ante un libro aparentemen- repite varias veces también sirve de

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marco para la gran cantidad de temas Plaza de abastos
que toca esta obra. Reflexiones tan Teresa Gómez
humanas y extrapolables que pueden Vandalia, 2022
dejar en el lector una sensación de
crecimiento, enseñanza e introspec- Mucho ha llovido desde aquella tar-
ción. de en la que Teresa Gómez presen-
Una obra que medita sobre lo ver- tó Plaza de abastos acompañada por
daderamente importante, sobre cómo Juan Carlos Rodríguez en el Centro
Artístico de Granada en la primave-
la fama no es lo que la gente imagina.
Una obra con una protagonista con ra de 1986. Dicha presentación sirvió
un debate muy real y tangible. para cartografiar, desde una perspec-
Aun así, Vencer al dragón flaquea en
tiva feminista, los límites ideológicos
su antagonista, una figura que prome-de aquel arroyo poético llamado "La
Otra sentimentalidad", que más tarde
tía tanto y que pasa casi de puntillas.
Aspecto que a su vez choca con un desembocaría, junto a otros arroyos,
en la poesía de la experiencia. Ángeles
elenco protagonista tan bien definido.
Mora e Inmaculada Mengíbar, como
Otro bache en el camino sería el ritmo
bien sabemos, completaron la nómina
de la obra pues, si bien se deja leer y
femenina del proyecto granadino.
tiene una recta final trepidante, donde
los acontecimientos se suceden como Pese a la euforia del momento, Plaza
una suerte de avalancha, puede dar lade abastos acabó condenado al anoni-
sensación de que se dan rodeos o se mato por razones de índole editorial.
pone el foco en cosas que no son tan Tras este intento frustrado, Tere-
interesantes. sa Gómez empezó a olvidarse de la
poesía, así como el mundo académico
Para finalizar me gustaría destacar
que estamos ante una novela que sin empezó a olvidarse del marxismo tras
duda gustará a los más acostumbra- la caída del muro de Berlín. Sin em-
dos a tramas y tropos de la fantasía bargo, como indica Ángeles Mora en
clásica que lleven tiempo leyendo el el prólogo, la "fragancia juvenil" que
género; que siembra reflexiones de desprendía el libro desde el cajón del
peso en la cabeza del lector aprove- olvido, convirtió muy pronto a Teresa
chando su ilusoria presentación, peroGómez "en una poeta prácticamente
inédita y consagrada al mismo tiem-
que aun con todo eso a su favor, puede
po". Lo demuestra el hecho de que
resultar lenta y pesada a los ojos acos-
tumbrados a la fantasía más actual. varios de los poemas incluidos apare-
cieran en diversas revistas o plaquet-
Nacho Fragío Alfonso tes como Subasta en mi ventana y que
Francisco Díaz de Castro incorporase
una interesante selección poética de
nuestra autora en su libro La Otra
Sentimentalidad. Estudio y antología.

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Treinta y siete años después del si- cuerpo que piensa desde el lenguaje
mulacro, Plaza de abastos irrumpe en cotidiano de la explotación, es decir, a
el panorama literario como un mila- través de un cuerpo que piensa "des-
gro machadiano de la primavera. En el de y en el cuerpo". En la perspectiva
título del libro, Teresa Gómez sugiere en que algunas feministas hablaron de
una visión muy dramática sobre nues- que el cuerpo cotidiano presenta una
tro presente: el mundo es un merca- dimensión biológica y política. Claro
do donde cada sujeto vende su propia que el cuerpo, ya sea propio o ajeno,
mercancía. Solo que esta mercancía arrastra consigo la tristeza de lo efí-
no es otra cosa que su propia vida: "yo mero: "Yo sostuve en tu cuerpo una
vuelvo del mercado/ y no tengo una formulación de mi pasado". Cuando
excusa para cerrar la puerta". Entre descubre "arañada en la carne/ la po-
sus páginas, resalta una discreta sen- dredumbre de un paisaje vencido", y
sualidad lírica con reminiscencias be- el dolor le recuerda su "desdichada
cquerianas: "batiendo alas, su rumor vocación de solitario". Pese a ello, el
de besos". Así como una habilidad cuerpo permanece en su sitio y afron-
profundamente gongorina de conver- ta con tenacidad su éxodo permanente
tir el tiempo en espacio: "se desgarra para dibujarse en imágenes sucesivas
la historia en mis paredes", y el pulso que nos fascinan en su cotidianidad
vitalista de Miguel Hernández: "cru- del instante, del movimiento en el es-
zan la calle caravanas de cuerpos/ y pacio -como el cabello rubio que en
no son como el tuyo/ que me dejó en Garcilaso el viento mueve, esparce y
la boca la herida de la tarde". Ánge- desordena.
la Figuera, Rafael Alberti o Antonio "Nada ha cambiado y, sin embargo,
Machado, son solo una ligera muestra todo existe de otra manera", escribe
de las influencias que nutren el poe- Sartre al final de La Náusea; y Gil de
mario. No obstante, la dovela central Biedma, por su parte, apunta: "Pare-
del libro es el deseo de producir una ce que fue ayer, y algo ha cambiado/
auténtica metafísica del cuerpo, como hoy no esperamos la revolución". Tal
bien señaló Juan Carlos Rodríguez en vez, contrastar estas dos citas pueda
su Canto a Teresa; escrito a propósito mostrarnos sutilmente lo que supo-
para la presentación. El planteamien- ne la publicación de Plaza de abastos
to es fascinante a todas luces, pues, si cuarenta años después de la aparición
entendemos que las claves ideológicas de "La Otra sentimentalidad". Encon-
de nuestra sociedad burguesa han sido trarse, de pronto, con la última pieza
las divisiones básicas entre el ámbito del rompecabezas que ya se daba por
de lo privado -femenino- y lo público perdida. Quien escribe estas líneas,
-masculino- y entre la razón -mascu- uno de tantos lectores que se vieron
lina- y la sentimentalidad -femenina-, atraídos -o más bien atrapados- por
la imagen de una mujer otra y libre aquel sintagma extraño, agradece a
solo puede construirse a través de un su autora que nos ofrezca el latido de

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un tiempo que no nos pertenece. crear una fábula del fracaso del capi-
talismo, y de la que, sin duda, él mis-
David Ferrez mo se ha sentido parte como miem-
bro de una generación a la que se le
Las luces de Hannover prometió un sólido futuro que vimos
Abraham Guerrero Tenorio deshacerse desde la universidad. Así,
El Paseo, 2023 de hecho, lo expresó en su poemario
Toda la violencia, en versos como
Cuando a uno le cae en las manos estos del poema B2: "Después llegó
una primera novela de un poeta, lo la crisis del ladrillo/ y nos pidieron
primero que piensa, y más en estos nuestros padres/ un esfuerzo más./
tiempos en que la ficción escasea en Emigramos a Londres, Berlín, Ham-
la narrativa, es que trenzará de mala burgo, Zúrich…/ fregamos vasos de
manera una serie de párrafos donde cerveza negra,/ recogimos bandejas
contará una historia, protagonizada de comida basura [...] e hicimos el
por alguien calcado a él mismo: mi- amor como último remedio". En este
llennial, con inquietudes literarias, caso, la ficción le permite a Abraham
etc., etc. explorar no solo la experiencia del
Cuál fue mi sorpresa cuando resulta migrante, sino de cualesquiera de las
que me encuentro con justo lo contra- víctimas del sistema, que en el fon-
rio: en Las luces de Hannover, novela do es solo una: la clase trabajadora.
con la que Abraham Guerrero (Arcos Así, nos relata en Coltán las violen-
de la Frontera, 1987) se ha alzado con cias a las que se ven sometidos quie-
el XXVII Premio de Novela Universi- nes acaban acercándose a ese mineral
dad de Sevilla, el gaditano nos ofrece tan teñido de sangre como apreciado
una verdadera ficción. La historia su- por occidente; pero vemos también
cede, como su propio nombre indica, una figura en apariencia opuesta, la
en la ciudad alemana del título y los de Robert, un exitoso futbolista que
personajes vienen de contextos muy acaba viendo dañada seriamente su
distintos a los de su creador, todos salud mental ante la presión de volver
ellos, además, aparentemente muy di- a ver a su familia empobrecida; y tam-
versos. Sin embargo, hay algo que los bién ante la presión de ser el mejor
hermana: son el reguero de cadáveres en todo momento y no decepcionar a
que deja el sistema capitalista. Lo que la afición del club. Este es uno de los
las luces de Hannover -o Düsseldorf, temas, la salud mental, más presentes
Manchester, Madrid…- no quieren en Las luces de Hannover, otra de las
alumbrar. Esa cara b del sistema que huellas que el capitalismo voraz deja
otros autores como Bukowski, Carver en los personajes, algunos llegando a
o Fante plasmaron a lo largo de toda rozar la paranoia y otros el suicidio.
su carrera. En esta tradición se inser- Y es que todos ellos tienen en común
ta Guerrero Tenorio, que consigue una soledad que los engulle, una so-

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ledad de la que tratan de zafarse a tra- chirría a veces cuando el autor se ex-
vés de las drogas o del sexo ("e hici- cede encadenando metáforas. Sale ga-
mos el amor como último remedio"). nando el texto cuando evita cargar las
Un paisaje humano desolador, un sis- tintas y aporta esa imagen adecuada
tema lleno de grietas que Guerrero en el momento justo: "Yo he querido
nos alumbra con su prosa. a tu hermano, lo he querido tanto que
Destaca, por otro lado, la pericia téc- lo seguí hasta este país que nunca me
nica, cosa que brilla por su ausencia en gustó, Anna Luisa, a este país donde
muchos de los textos que se publican las nubes siempre están grises y car-
-y se promocionan a bombo y platillo- gadas a la altura de las casas".
hoy día. Hay cada vez más prosistas, Las luces de Hannover es un de-
pero menos narradores. Guerrero es but estupendo que coloca a Abraham
ambas cosas; consigue, por ejemplo, Guerrero como una de las voces na-
crear un puzle de once capítulos (o rrativas jóvenes más interesantes del
relatos) protagonizados por persona- país. Habrá que seguirle la pista no
jes diversos pero involucrados en una solo al poeta, ahora también al narra-
misma acción -un secuestro- ya sea de dor, que amenaza con darnos muchas
forma directa o indirecta. Abraham va alegrías en el terreno de la novela.
cogiéndonos de la mano a los lectores
en un thriller que nos atrapa, y nos Alejandro V. Bellido
va mostrando lo que quiere y cuan-
do quiere, sorprendiéndonos a cada Lugares donde quienes
momento. Es una novela que funciona se amaron se amaron mucho
como un reloj suizo, un trabajo de or- Héctor Aceves
febrería que se echa de menos en estos Hiperión, 2023
tiempos que corren. Pareciera que el
trabajo narrativo hubiese quedado re- Héctor Aceves (Madrid, 2001), fi-
servado a los guionistas de las series lólogo y poeta, ha sido ganador con
y a los autores de novelas de best-se- Lugares donde quienes se amaron se
ller. amaron mucho del V Premio de Poe-
Por otra parte, cada capítulo suena sía Joven "Tino Barriuso", un galar-
completamente fresco por la variedad dón que desde sus comienzos nos des-
de voces narrativas que emplea, un ar- cubre las voces más interesantes de la
senal que hará las delicias de todos los poesía joven española; voces frescas,
profesores de secundaria de Lengua y sorprendentes y disruptivas. Este li-
Literatura: uso de la primera persona, bro es una prueba más de ello; el au-
desde el narrador testigo hasta el na- tor nos cuenta una historia de amor
rrador personaje; tercera persona en entre la tradición hispánica y anglo-
estilo indirecto libre, omnisciente… sajona siendo quizá la segunda donde
Respecto al estilo, pocas pegas; una se encuentre más cómodo, por ejem-
prosa bastante solvente que, quizá, plo, mediante el uso del versículo y

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el prosaísmo propio de autores como amor es trágico! ¿Es que nadie pien-
Anne Carson o Frank O’hara tal y sa en el decoro?/ -¡No hay forma con
como refleja en los siguientes versos: vosotros!".
"y todas las métricas son delicadas y Dentro de esta amalgama intertex-
un poco absurdas cualquiera lo sabe/ tual por supuesto hay templanza y
todas las métricas están destinadas al ternura que simbólicamente repre-
desastre es una lástima". senta el verano, en el que Aceves hace
Esta heterogeneidad de referentes especial énfasis en el mes de agosto,
se observa en las cinco partes que que a su vez también representa el fi-
conforman el poemario y que están nal del verano y la llegada del temible
precedidas por las citas de autores y otoño, el mes más cruel, septiembre,
autoras como Adrienne Rich, Virgi- su inicio, así lo podemos ver en varios
lio, César Vallejo, Louise Glück y Mi- de sus poemas: XII. Otro poema so-
guel de Cervantes; y es que la propia bre agosto, en los versos: "Ya sabes
obra es una reinvención de los tópicos que en agosto/ el amor y los finales,
literarios a través de una perspectiva como la lluvia, son impredecibles,/
posmoderna que aúna el amor y la pero en septiembre nadie mira atrás,
metapoesía con las reflexiones en tor- por lo que no hay que preocuparse
no al yo poético. Una muestra clara demasiado."; y también en la segun-
de ello la encontramos en sus poemas: da parte del poema: XXI. Un poema
VII. Las bombas, querido Truman, de amor en el presente, que recita:
las bombas, en el verso: "los secuaces "mi novio hasta el desastre es decir
del Siglo de Oro preguntándose cómo hasta el otoño/ pero todavía es vera-
van a seguir siendo pedantes, los del no y mi novio está conmigo"; o en el
XVIII aterrados ante el fin del orden, poema: XVIII. Adiós a los hermosos,
los del romanticismo suicidándose..." a los altos, en los versos: "Hasta que
y XVII. Colección de poemas breves, llega septiembre con su lírica vaga,/
un único poema en el que intercala con sus principios y finales fatídicos./
otros escritos desde su teléfono mó- Septiembre, ese tren alejándose".
vil. Héctor Aceves ha creado un poe-
Y así en esta vida amorosa del poeta mario de amor actual, infinito, como
todo se entremezcla, se rompe, como nos deja claro en el último título de
otro síntoma de la posmodernidad: los su poema: XXVII. Epílogo: El prin-
iconos pop como Madonna o Lana del cipio. Un libro, como todos los que
Rey con los poetas ya mencionados se han escrito desde el Romanticismo
y hasta con el drama teatral shakes- (Bécquer, Salinas…), en el que, pese
periano del que somos público, como a todo, el amor no puede expresarse
reza el poema: XXIV. El público pide con palabras, es un imposible: "Perdó-
un final triste, en los versos "El públi- name. Esto ya no es poesía. / Si acaso
co por su parte, pide un final triste:/ un desahogo o una declaración atroz".
-¡Vuestra relación no es realista!/ -¡El
Irene F. Romero
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