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Notas previas.
La presente obra está ambientada en la Baja Edad Media, y ocurre en su integridad en el único
espacio de una choza o cabaña de pastores en lo alto de un monte cercano al cabo de finisterre,
en la gallaetia (Galicia) del año 998 del calendario Juliano.
Por preferencias personales intento siempre escribir el menor número de acotaciones posibles
para dejar al director y a los actores, principales destinatarios de este texto, la total libertad de
imaginar lo que los diálogos les sugieran.
Los fragmentos del texto entre [corchetes] pueden suprimirse directamente en bien del ritmo
escénico si se juzga necesario.
Las referencias históricas a reyes, reinos, fechas y algunos sucesos notables, son en su mayoría
y hasta donde sabemos, ciertas. En lo posible dichas referencias van anotadas al final del texto.
Todo lo demás es ficción.
Personajes.
NUNILA, hija de Diego, nacida en Ronda, (Nunila, por tanto, Dieguez) y cuyo nombre árabe
es Ass’ma al Zahra bint Sufiyya al Rundi (Asama la resplandeciente, hija de Sufiya la de
Ronda).
JIMENA.- Señora, señora… Está dormida como un leño… Esta debe ser la partera del
obispo. Maldita sea... (Se encamina hacia la puerta)
NUNILA.- ¡No se vaya…! (Jimena se detiene y se vuelve)
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(Pausa)
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(Se asoma muy lentamente y sus ojos se clavan en los de Bastián, que la mira
también de hito en hito. Pausa)
JIMENA.- Hm...
BASTIÁN.- Buenas tardes, mujer.
JIMENA.- (A Nunila) Es un hombre. (Pausa)
Asómese, señora, que enemigo no parece...
NUNILA.- (A Jimena) ¿Es soldado?
JIMENA.- ¿Es soldado?
BASTIÁN.- No… bueno, sí...
JIMENA.- (A Nunila) … tal vez…
NUNILA.- (A Jimena) ¿Sirve al rey?
JIMENA.- Al rey, ¿le sirve?
BASTIÁN.- ¿Yo…? No… o sí, en cierto modo…
JIMENA.- Es un hombre algo indeciso…
NUNILA.- ¿Y al obispo?
JIMENA.- ¿Y al obispo?
BASTIÁN.- Al obispo, no.
JIMENA.- Al obispo, no.
NUNILA.- Algo es algo…
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NUNILA.- Buenas tardes si viene en son de paz, y malas sean si busca nuestro daño.
BASTIÁN.- No busco yo el daño de mujer alguna… Al contrario, intento siempre
ayudarlas…
JIMENA.- ¡Muy bien dicho! ¡Así se habla…!
NUNILA.- Preséntese el caballero que llega a casa ajena.
BASTIÁN.- Pobre casa para dos mujeres, y una tan bien ataviada…
NUNILA.- Cuestión que no es de su incumbencia.
JIMENA.- ¿Acaso voy yo mal ataviada, buen mozo?
BASTIÁN.- Disculpen, las dos. Soy Bastián, hijo de Rodrigo.
NUNILA.- ¿Qué Rodrigo? Porque rodrigos hay muchos por el mundo.
BASTIÁN.- Rodrigo Abravanel de Toledo.
JIMENA.- Ni se dónde está eso…
NUNILA.- (Con cierta sorpresa) ¿De Toledo!?
BASTIÁN.- De Toledo.
JIMENA.- ¿Qué pasa en Toledo? ¿Tienen los hombres tres piernas en Toledo?
NUNILA.- Toledo está muy lejos y es una ciudad árabe, por eso me ha extrañado.
JIMENA.- Ah…
NUNILA.- Eres musulmán.
BASTIÁN.- No.
NUNILA.- ¿Bereber?
BASTIÁN.- Tampoco.
NUNILA.- Cristiano.
BASTIÁN.- Tampoco.
JIMENA.- Judío.
BASTIÁN.- …tampoco.
NUNILA.- Eres sólo Bastián, hijo de Rodrigo
BASTIÁN.- …y no siempre…
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JIMENA.- ¡Vamos allá! ¡Otro que no quiere hablar! Hoy es el día de los misterios. (¡Ay,
carallo, por qué no me quedé en mi casa!) Una hechicera que no es bruja, uno
que no es siempre lo que es, y yo, que ya no se quién soy. Vaya trío.
BASTIÁN.- ¿Hechicera?
NUNILA.- No le hagas caso…
JIMENA.- Decid al menos qué edad tenéis…
BASTIÁN.- La suficiente.
JIMENA.- Ya...
NUNILA.- ¿Y esos perros que ladraban?
BASTIÁN.- Míos son.
JIMENA.- (Mirando por el ventanuco) ¡Santa Méntula bendita, qué jauría! ¿Cuántos son?
BASTIÁN.- Treinta y dos. Y una perra va preñada.
JIMENA.- ¿Y para qué tantos?
BASTIÁN.- Me defienden. Para mí son más que mi familia.
NUNILA.- Eso se nota…
BASTIÁN.- Pero me obedecen en todo. No hay peligro.
JIMENA.- ¡Pues menos mal! (A Nunila) Seguro que a éste persíguenle también, me lo da
la nariz.
NUNILA.- (A Jimena, por el penetrante olor de Bastián) A mí en la nariz me da otra
cosa…
JIMENA.- (A Nunila) Pues yo no lo noto…
NUNILA.- (A Jimena) Pues suerte que tienes…
BASTIÁN.- Os juro que nada tenéis que temer de mí.
JIMENA.- Eso dicen todos los hombres al principio… aunque eres tú muy joven, a pesar
de la barba… mitad hombre y mitad niño.
BASTIÁN.- Los hombres deben serlo enteros aún cuando son niños.
JIMENA.- Tú eres diferente a todos los que yo conozco.
NUNILA.- ¿Conoces muchos?
JIMENA.- ...Los suficientes, como los años de este mozo.
BASTIÁN.- ¿Tenéis agua?
JIMENA.- Si…
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BASTIÁN.- Traédmela…
(Pausa)
BASTIÁN.- … si no os incomoda…
JIMENA.- No, voy a buscarla.
NUNILA.- No, iré yo.
JIMENA.- No se preocupe, no pienso escaparme.
NUNILA.- Ten cuidado: en las noches sin luna se hacen las almas más sombrías.
JIMENA.- Volveré en seguida.
NUNILA.- Creí que querías irte…
JIMENA.- ¿Yo…? Será un placer servir bien a este joven.
(Sale) (Pausa)
BASTIÁN.- ¿Sabéis leer?
NUNILA.- Y escribir. En árabe, latín, romance y griego.
BASTIÁN.- Demasiadas lenguas para decir siempre lo mismo.
NUNILA.- No todos los hombres tienen la misma capacidad de entendimiento.
BASTIÁN.- Pues afirman muchos que las mujeres la tienen menor aún.
NUNILA.- Demasiadas lenguas. ¿Y a dónde vas, si se puede preguntar sin ofender a un
hombre?
BASTIÁN.- A buscar al rey Vermudo4 para servirle de soldado, y llegar a caballero.
NUNILA.- ¿Y para servir a ese reyezuelo del fin del mundo has abandonado Toledo?
BASTIÁN.- Si… (Se acerca y mira por el ventanuco) Es cierto… Me dijeron que aquí
veíase a dios al ponerse el sol.
NUNILA.- Yo al ponerse el sol veo al sol ponerse.
BASTIÁN.- No sois muy religiosa.
NUNILA.- ¿Quién lo ha dicho? Sí que lo soy.
BASTIÁN.- ¿En serio?
NUNILA.- En cualquier caso no os importa. ¿Te quedarás a pasar la noche?
BASTIÁN.- Pensé en ello cuando vi la cabaña, pero si os molesta, seguiré.
NUNILA.- A mi no. Y voy a buscar a Jimena, que ya tarda.
BASTIÁN.- A lo mejor no vuelve.
NUNILA.- ¿Por qué lo dices!? ¿¡Por los perros!?
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(Entra Jimena)
JIMENA.- ¿Por qué tantas voces, señora? ¿Creía que me había escapado?
BASTIÁN.- Mis perros ladrarán a cualquiera que llegue o que se vaya.
JIMENA.- Aquí está el agua, buen mozo.
NUNILA.- Me preocupa que te vayas en lo oscuro, pero más que te lleves oscura la cabeza.
JIMENA.- (A Bastián) ¿Ves como habla siempre con palabras de bruja?
BASTIÁN.- ¿Qué quiere decir llevar oscura la cabeza?
NUNILA.- Para explicarlo tendría que contaros una historia muy larga.
JIMENA.- ¡Muy bien! A mí me gustan los cuentos, y de noche, ¿qué mejor podemos
hacer? …aunque estando aquí don Bastián también podemos pensar en otras
diversiones…
BASTIÁN.- …empecemos primero con la historia, que es bueno hablar para conocerse …
JIMENA.- ¡Ya decía yo que era distinto a todos los que yo conozco! ¡Aunque buen mozo
sí lo es! ¡Bueno: cuente pues!, que el silencio sienta bien sólo a los muertos, y
que sea ya lo que dios quiera… me quedo a oír la historia de la bruja…
[NUNILA.- ¿No te incomoda entonces que él pase aquí la noche con nosotras?
JIMENA.- No lo creo. ¿Don Bastián piensa incomodarme?
BASTIÁN.- Prometo que no tendréis queja de mí.
JIMENA.- Buena respuesta.
BASTIÁN.- Pues nunca mujer alguna se quejó antes de Bastián, aunque su caballerosidad
creció siempre en su ausencia.
JIMENA.- ¡…uy, carallo! Si empiezas tú también con acertijos, me voy.
NUNILA.- Ahora es él quien habla como bruja, o como fraile…
BASTIÁN.- Como fraile no. Habría que quemar a todos los frailes. Sentémonos.
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JIMENA.- ¡A todos no! Que muchos hay que dan gran beneficio…
NUNILA.- ¿Qué gran beneficio te dan a ti los hombres de dios, Jimena?
JIMENA.- Cosas mías.
BASTIÁN.- Pues por mí, fraile que viera, a la hoguera. Y rabino que apareciera, a la
hoguera. Y almuédano que a rezar llamera, a la hoguera. Y acabábase un
problema. Y las mujeres, calladitas.
NUNILA.- Me sorprende, señor Bastián… tan grandes problemas en alguien tan joven
provocan mi interés...
JIMENA.- Si el cuenta los suyos, yo también.
BASTIÁN.- Tal vez lo haga. Pero habéis de jurar que no saldrá de aquí.
NUNILA.- Yo pido lo mismo, y lo juro.
JIMENA.- ¿Y qué gracia tiene entonces…? No, yo, jurarlo, no lo juro…
BASTIÁN.- Entonces no lo cuento.
NUNILA.- Ni yo.
(…)
JIMENA.- ¡Ay, Santa Maraña…! me habeis picado… lo juro.
NUNILA.- Pues para mejor pasar tanta palabra como se nos viene encima… algo truje yo
de comer y de beber…
JIMENA.- ¡Esto es vino!
NUNILA.- Y bien bueno. Y por empezar la historia, os diré que me llamo Nunila, hija de
Diego, soy noble y nací en Ronda… Pero mucha gente me conoce como
Ass’ma al Zahra bint Sufiyya al Rundi, que quiere decir Asama la
Resplandeciente –esto era de joven- hija de Sufiya la de Ronda…
JIMENA.- ¡Con razón!
BASTIÁN.- ¿Con razón qué?
JIMENA.- Con razón es bruja… todos los moros lo son un poco… si no, no hubieran
podido tomar la ciudad del Apóstol hace dos años…
NUNILA.- No. Yo fui bautizada cristiana…
JIMENA.- Entonces peor!
BASTIÁN.- Abandonar a Cristo por Mahoma es un crimen horrible…
JIMENA.- ¡Exacto!
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BASTIÁN.- …para algunos cristianos, sobre todo los nobles. Aunque a mí me da lo mismo.
JIMENA.- ¿No os parece desleal dejar a los tuyos para irte con los otros?
BASTIÁN.- No cuando los míos me tratan peor que los suyos.
JIMENA.- Algo les habréis hecho a los vuestros para que os vean como dellos.
BASTIÁN.- Algo imperdonable hice, sí, ya no se bien a quién… pero no fue culpa mía…
NUNILA.- Cuando acabéis la plática, avisadme, y sigo con mi historia.
BASTIÁN.- Perdonadnos. A Jimena no le enseñaron modales, como a la mayoría de las
mujeres…
NUNILA.- Peor es que pudiendo tenerlos los olviden, como la mayoría de los hombres…
BASTIÁN.- No me daré por aludido…
NUNILA.- Allá vos. Pues os decía que mi padre era caballero cristiano, arriano, de los que
creen que dios es uno y no tres que son parientes y a la vez distintos pero
iguales -habrase visto memez semejante -, y su familia vive en Ronda hace más
de doscientos años…
JIMENA.- ¡Yo soy una ignorante! Y no se bien…
BASTIÁN.- Pues cállate y aprende.
JIMENA.- (…)
NUNILA.- Y habíase casado joven, mi padre, con una mujer mayor que él y a la que no
quería.
JIMENA.- ¿Pues que era tullida?
NUNILA.- No…
JIMENA.- ¿Fea como una mona?
NUNILA.- No…
JIMENA.- Entonces, ¿por qué no la quería?
NUNILA.- Quiero decir que no la amaba…
JIMENA.- …eso no lo entiendo bien… soy una ignorante…
BASTIÁN.- Y que lo digas… el amor es un sentimiento puro y elevado que nace en los
castillos nobles y podridos… más tarde te lo explico…
JIMENA.- Gracias…
NUNILA.- ¿Puedo seguir…? Gracias. Pues aún sin amarse tuvieron seis hijos, que una
cosa es el amor y otra la coyunda, diga lo que diga quien lo diga…
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JIMENA.- …ah…!
BASTIÁN.- No le hagas caso… inventan cosas que nadie ha visto nunca, para confundir a
las personas…
JIMENA.- ¿Por qué?
BASTIÁN.- Es un misterio… tal vez la señora nos lo explique…
NUNILA.- Si dejáis de parlotear como comadres estoy dispuesta a intentarlo[, y seré breve,
pero como volváis a interrumpirme una vez más, se acabó la historia…
JIMENA.- Eso pasa por hablar cosas que no se entienden…
BASTIÁN.- Las ideas hay que decirlas cuando se las piensa… pero intentaremos no
interrumpiros más, ¿verdad, Jimena?
JIMENA.- Lo intentaremos…
NUNILA.- Bueno] …Pues decía que cuando Diego, mi padre, tenía aún veintiséis años y
seis hijos, llegó a la villa una delegación del Califa de Córdoba, Abd-al-
Rahmán5, portadora de nuevas leyes. Y en ella venía Sufiyya, mi madre, una de
las seis esposas del emisario del califa, y una de las mujeres más hermosas de
toda al-andalus. Cuando mi padre la vio por vez primera, contome luego
muchas veces, sintió amor. Es decir, una emoción que nunca antes supiera. Una
atracción, un deseo, sí… pero a la vez la intuición de algo próspero, me dijo, de
algo bueno y diferente a cuanto había conocido…
JIMENA.- Vamos, que la moza entrole bien adentro por los ojos…
NUNILA.- Bien adentro. Sufiyya había heredado de su padre la afición a la medicina.
Sabía leer y escribir en griego, árabe y latín… [Gustaba de estudiar, observar, y
razonar con otros sabios, todos hombres, dejándolos asombrados por sus
conocimientos, y] corriendo grandes riesgos, pues los malequíes, que son como
los obispos cristianos, en lo bueno y en lo malo, no permitían que una mujer
demostrara tanto seso. [Por eso el propio hijo del califa, el príncipe Hakam,
tuvo que salvarla enviándola fuera de Córdoba, como regalo para el nuevo
gobernador de Ronda, a quién mucho le complugo tal presente…] Y os ahorraré
los detalles, pero el caso fue que al cabo de nueve meses, mi padre y mi madre
huyeron de Ronda para establecerse juntos en Toledo6, pues llegó una persona
empeñada en denunciarlos públicamente, que era yo… En Toledo viví los trece
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JIMENA.- ¡Ay, Santa Pandorga, en vilo estoy! ¡Y a ti te veo serenísimo ante un ánima que
llama…!
BASTIÁN.- La calma ayuda al pensamiento, eso lo sabe cualquier hombre…
NUNILA.- Y cualquier mujer que piense, que no son todas... Don Bastián, tanto a Jimena
como a mí nos buscan y no queremos ser encontradas…
(Golpes en la puerta)
JIMENA.- ¡Ay! ¡Deste que llama, creo yo, nadie puédese esconder…!
NUNILA.- …Vamos a intentarlo, ¿eh?… más que nada por si acaso… por si no fuera un
muerto ni un espectro, que también pudiera ser…
JIMENA.- No creo, pero bueno… ¡ay Santa Atalaya…! Desde aquí otearemos lo que
pasa...
BASTIÁN.- De acuerdo. Escóndanse ahí las dos mujeres, y no hagan ningún ruido. Iré a ver
quién es… O qué es…
(Sale) (…) (Entra)
BASTIÁN.- Si no vuelvo, mañana dad de comer a mis perros…
JIMENA.- ¡Ay, San Balano mártir, ayúdanos!
(Sale)
NUNILA.- ¡Silencio! ¡No hagas ningún ruido!
JIMENA.- (Por gestos) ¿Qué hacemos?
NUNILA.- (íd) Esperar.
JIMENA.- (íd) Me estoy poniendo tan nerviosa que tengo ganas de gritar, como antes.
¿Tú crees que será la santa compaña? Dicen que por las noches sin luna
recorre los montes buscando gentes…
NUNILA.- (íd) Tranquila. Dicen tantas cosas, pero yo creo que la mayoría son fantasías
de la gente ignorante…
JIMENA.- O igual es un muerto que vivía en esta casa, o sea, que vivía cuando vivo, y
murió luego y es su fantasma, ¿no crees?
NUNILA.- Pues no mucho, la verdad.
JIMENA.- (íd) Me voy a asomar por el hueco de la pared a ver si veo algo.
NUNILA.- (íd) Buena idea. Vamos a ver qué sucede. Esto es muy extraño, pero no hagas
ruido, por si acaso…
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JIMENA.- (íd) ¡Ahí está Bastián! (En voz baja) ¡Ahí está Bastián!
NUNILA.- (En voz baja) ¿Y hay alguien más?
JIMENA.- (íd) Muy oscuro está… no se ve bien…
NUNILA.- Déjame ver…
JIMENA.- Creo que está hablandose con alguien, pero yo sólo veo una sombra… muy
alta…
NUNILA.- Déjame ver…
JIMENA.- ¡Se inclina Don Bastián! Se pone de rodillas… ¡Por Santa Mondaría! ¡Está
hablandose con el fantasma de un niño! ¡Por Sanjesucristo!
NUNILA.- ¡Déjame ver…! Eso no es un niño… no veo bien qué es…
JIMENA.- ¡Por Santa Tusona, Santa Rabiza y Santa Bagasa! ¡Socórrenos San dios! ¡Es el
fantasma del niño del rey!
NUNILA.- ¡Silencio…! … ¿¡Sabías lo del rey!?
JIMENA.- ¡Todo el mundo lo sabe! Ofrecen recompensa a quien te denuncie. ¡Lo que me
faltaba, que me encontraran en compañía de una convicta, y medio bruja!
NUNILA.- ¡Yo no soy culpable de nada! ¡La culpa es del rey Vermudo y del obispo…!
JIMENA.- ¡Tú arréglalo encima! Si lo dices más alto, además del caldero quizás te corten
la cabeza! ¡Y a mí el rabo!
NUNILA.- ¡No grites! Todavía no nos han encontrado…!
JIMENA.- El espíritu del niño del rey te persigue… porque eres bruja… Está ahí en la
puerta… hablando con Don Bastián…
NUNILA.- ¿Tú eres cristiana?
JIMENA.- ¿…por qué tardará tanto…? ¡…Santa Rodona del Monte… ay… ¿y si Don
Bastián es también un espíritu…?
NUNILA.- San Bonifacio7 dice que no es digno de cristianos el creer en brujas ni
aparecidos…
JIMENA.- (Sale corriendo)
NUNILA.- ¡Vuelve!
JIMENA.- ¡Bruja!
(Entra Bastián)
BASTIÁN.- ¡Alto ahí! ¿Dónde vas tan corriendo?
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BASTIÁN.- …Tócame. ¿Ves? esto es carne y esto es hueso… y esto es un brazo, igual que
el tuyo… y este el otro…
JIMENA.- ¡¡Ay…!! (San Todo el Santoral, líbranos de todo mal…)
NUNILA.- ¿Qué ha pasado?
JIMENA.- No es un espíritu…
NUNILA.- Vaya, menos mal…
JIMENA.- Es un demonio…
NUNILA.- …mujer, con la alegría que me habías dado… a ver… ¿en qué le notas tú que es
un demonio?
JIMENA.- En que es un hombre pero tiene pechos.
NUNILA.- ¿Cómo?
JIMENA.- Sí. Se los he tocado…
BASTIÁN.- Está muy alterada…
JIMENA.- Tiene pechos, dos. Y bien grandes… en el mismo lugar que nosotras, que no los
tiene en otro…
NUNILA.- No puede ser… te has engañado…
JIMENA.- ¡Te digo que los tiene! Y no me engaño fácilmente yo en esta materia…
NUNILA.- Pero mírale la barba…
JIMENA.- ¡Pues ahí está…! …es un demonio…
BASTIÁN.- No le hagas caso, el susto le hace creer cosas extrañas.
(…)
NUNILA.- …pues para dejar de creer cosas extrañas, nada mejor que meter las manos en
las llagas… no os importará, supongo, don Bastián…
BASTIÁN.- ¿Qué vais a hacer?
NUNILA.- Asegurarme por mi misma, tocándoos, y mostrarle luego vuestro velludo pecho
a esta cándida mujer…
BASTIÁN.- ¡Me niego a ser examinado como un carnero por las locuras de una orate!
JIMENA.- ¡Demonio!
NUNILA.- Si te resistes aún conseguirás que la crea… y será apenas un momento, joven
Bastián…
BASTIÁN.- ¡No permitiré que mi dignidad quede ultrajada!
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JIMENA.- ¿Lo dices por mí? ¿Crees que soy una simple que se cree todo lo que oye!?
BASTIANA.- Mas o menos…
NUNILA.- ¡Haya paz! Ahora que el sosiego ha venido a visitarnos, seamos buenos
anfitriones…
BASTIANA.- Quiere decir que no grites, Jimena. Y que aunque estés nerviosa, te lo calles…
NUNILA.- La calma ayuda al pensamiento… Y a la charla, dado que Bastiana tiene mucho
que contarnos… ¿verdad, Jimena?
BASTIANA.- Mucho menos que otras acusadas de matar al hijo de un rey.
JIMENA.- …Eso es verdad. Nos pones en peligro a todos… bueno, a todas…
BASTIANA.- (A Nunila) Tal vez la que debiera marcharse desta casa eres tú.
NUNILA.- …está bien: acabaré rápido mi historia… y después quiero oír las vuestras… Y
si es necesario me iré luego.
BASTIANA.- De acuerdo.
NUNILA.- El caso es que, siguiendo los pasos de mi madre, me convertí en la sanadora –
¡no en la bruja!- más respetada de la corte del Califa… y por eso no quiero que
nadie te llene de sombras la cabeza, Jimena, pues nada hay de sobrenatural en
mí o en mi trabajo… qué más quisiera… aunque lo digan un rey o un obispo…
que no son precísamente unas lumbreras…
BASTIANA.- Ceñíos a la historia, señora Nunila…
NUNILA.- Ya voy… (cuerpo de mujer, pero modales de hombre…) Hace seis años,
cuando el General Abú Amir, al que aquí llamáis Almanzor, se alzó con el
poder a la muerte de Al-Hakam8, huí de Córdoba, donde la corte perdió interés
en el curar heridas al descubrir que era más rentable producirlas. Y víneme al
convento de San Salvador de León, donde a cambio de abrir un hospital –al
estilo árabe- me había ofrecido acomodo la abadesa Elvira, a la que conocí en
Córdoba cuando curamos de su gordura al rey Sancho9. Y hace una semana fui
llamada por el rey Vermudo a Santiago -donde estando de viaje habíasele
puesto de parto una de sus concubinas, de nombre Áurea-, ya que a la ayuda
habitual del palacio no se la podía llamar para no suscitar las iras de la Reina…
JIMENA.- Claro, menuda se pondría, con el genio que tiene… ¿y cómo hacen los árabes,
que tienen tantas mujeres…?
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NUNILA.- Los musulmanes ricos tiene varias mujeres, como aquí los cristianos, sólo que
allá hácenlo a las claras y con reglas de por medio, y aquí a las oscuras y con
más hipocresías.
BASTIANA.- Ceñíos a la historia, señora Nunila…
NUNILA.- Por supuesto, señor... Contaré los hechos: la criatura venía atravesada y de
espaldas y la madre se desangraba. No había tiempo sino de actuar para salvar,
con suerte, a una de las dos, y sólo a una… pero el rey quería saber el sexo de la
criatura… pues si era varón, que viviera a costa de quien fuera… más si era
hembra, que muriese con tal que la madre viviera… pues Áurea era una mujer
realmente hermosa -de origen árabe, por cierto- de las que no es fácil encontrar
dos por estas tierras…
JIMENA.- Claro, es lo que tiene ser rey, siempre atento a la descendencia…
NUNILA.- …Cíñome a la historia… Me negué, pero me obligaron. El rey andaba
obcecado pues el obispo, protector de Áurea y de su hijo, predijo que dios
enviábale un nuevo varón para que gobernara Gallaecia desde Santiago,
separadamente de León, que sería para su otro hijo, y esa idea gustábales
mucho a ambos, y ya eran viejos... Así que tuve que averiguar lo que el rey
quería palpando a la criatura dentro del vientre de su madre… todavía me
tiemblan las carnes recordándolo. Cuando ella se deshizo en sangre ya era
tarde, mas intenté aún salvar a la criatura, pero cuando la saqué ya estaba
muerta... Era un varón….
JIMENA.- Pero entonces tú no tuviste la culpa… cuando el niño viene mal dado… ni las
brujas grandes lo consiguen… si es que son brujas, claro…
NUNILA.- Sí, pero el error lo cometí luego, pues acusé al rey en público de ser el causante
de que fueran dos las muertes, y no una… Así que él me acusó de usar de
brujería, y el obispo sentenció lo de siempre en estos casos: “Que juzgue dios…
Mediante el caldero…”, y me encerraron hasta que dios tuviese un rato libre.
Ayer engatusé a uno de mis guardianes con mis encantos –non se rían, que era
hombre maduro, como yo-, cogí mis cosas, algo de comida y me eché al monte.
Como suponía que me buscarían en dirección a León, víneme hacia el mar. Día
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y noche anduve sin parar, y llegué al amanecer a esta cabaña, donde me quedé
dormida hasta que Jimena me despertó.
JIMENA.- Pero si eras inocente, Dios no habría permitido un gran mal irreparable en el
caldero…
BASTIANA.- ¿Qué quiere decir eso?
JIMENA.- Que a lo mejor se hubiera quemado un poco, pero no se hubiera muerto…
BASTIANA.- Es decir, que no crees realmente que dios protege a esos inocentes…
JIMENA.- Hombre –perdón, mujer-, no digo yo eso… la protegerá un poco… el hueso y
algo de carne, no se… la verdad es que siempre que lo vi hacer el reo se quemó
como un cangrejo… también es que el agua esa está muy caliente, eh… mucho
dios tiene que haber ahí para que salga una enterita…
BASTIANA.- ¿Entonces tú crees que todos los reos que viste eran culpables?
JIMENA.- Ah… no soy yo quien juzga… yo creo lo que dicen todos…
BASTIANA.- Que es lo que dice dios…
NUNILA.- (A Jimena) La única inocente aquí eres tú.
JIMENA.- …no… yo creo que soy también culpable…
BASTIANA.- Como Nunila, entonces, aunque quizás eso te salve…
NUNILA.- ¿Por qué dices eso?
BASTIANA.- El obispo ha interpretado tu huída como una confesión. Ofrece una recompensa
en oro, -suficiente para que un aspirante a caballero se compre caballo y armas-
y también una bula de perdón –que es muy útil para los culpables- a quien de la
pista de la hechicera que mató al hijo del rey. Ayer lo oí al pasar por un lugar.
Y los hombres del obispo estan muy cerca…
NUNILA.- ¿Me vas a denunciar?
BASTIANA.- Dime una cosa: ¿dónde está el poder que decías que da el conocimiento? ¿De
qué le sirvió a tu madre? ¿O a ti, si no para acabar denunciada…? Bonita vida
la vuestra... El leer no ayuda a nada, y menos aún a una dama… Todo lo que
merece la pena puede aprenderse de palabra y los que leen, además… son gente
rara…
NUNILA.- ¿Contarás tu historia?
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BASTIANA.- Soy fiel a mi palabra. Pero mi cuento será mucho más breve, pues soy más
joven y mas parca. Nací en Toledo, hace unos dieciocho años, me dijeron. A los
trece frecuenté la sinagoga en secreto, disfrazada de muchacho y ayudada por
un joven que de mi se había prendado. También yo lo estaba de él con toda el
alma, y él me enseñó a leer… y juntos aprendimos a hacer otras muchas cosas.
Nuestra ansia de saber y de vivir era espantosa, y devorábamos el mundo por
los cuatro costados. Cuando al cabo de dos años mi padre me descubrió, casi
me mata. Quedé marcada para todos como peor que una apestada. A mi amigo
lo apartaron de mí e hicieron lo imposible por convencerle de mi grandísimo
pecado. Y lo lograron… no ha vuelto a dirigirme la palabra. Hace un mes mi
padre, ya viudo, decidió que ya era hora de casarme y me encontró un marido,
uno bien gordo, pustuloso y de Bragança. Me molestó que fuera de Bragança y
me escapé, pues tengo oído hablar de una castellana que regenta ejército propio
acá en León. Y como quiera yo hacer lo mismo, para tener libre albedrío,
vestime de hombre, disfraz que conozco desde niña y aquí estoy. Y ya está, esta
es mi historia.
JIMENA.- Pues sí que has sido breve…
BASTIANA.- Pregunten lo que quieran saber.
JIMENA.- ¿En verdad era tan feo tu futuro marido?
BASTIANA.- No lo sé, no lo he visto en mi vida.
JIMENA.- ¿Entonces por qué has dicho que era gordo y pustuloso!?
BASTIANA.- Contómelo mi primo, que buscaba comerciar más con sus tierras, y para
redondear el lote, vendíanme a mí como si fuera especia…
[NUNILA.- También dijiste al llegar que no eras judía…
BASTIANA.- Por prudencia lo dije, y por no importarme serlo.
JIMENA.- ¿Preferirías ser cristiana?
BASTIANA.- No. Ni musulmana. Dios habrá de ser de todos los hombres algún día, pero ese
día yo ya no estaré, así pues no me preocupa. ]
NUNILA.- ¿Y aquel ansia de saber?
BASTIANA.- Murió.
NUNILA.- No lo creo… Tal vez esté enterrada. Pero esas ansias no mueren a tu edad…
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NUNILA.- La abadesa de León está buscando mujeres jóvenes y adelantadas para varios
servicios en sus tierras, incluido el de defensa… sueña con una suerte de damas
esprituadas y guerreras… tal vez os interese…
BASTIANA.- No, gracias. No resucitareis en mí el ansia del estudio. Mi camino va por otro
lado.
NUNILA.- Todos los caminos llevan a algún lado, con tal de caminar el tiempo suficiente.
BASTIANA.- Palabras, pero el tiempo lo dirá…
JIMENA.- Pues a mí se me agotó ya el mío, y con tanto vino no me aguanto, así que…
NUNILA.- …Señora Jimena, mejor será, creo yo, hacer eso fuera de la cabaña…
JIMENA.- Pero si esto sirve a guisa muy bien de bacinilla…
NUNILA.- Aún así, yo gustaría que saliéramos todas, para ello, fuera de la casa…
JIMENA.- ¿Salir? ¿Ahora…? ¿…Y si vuelve el espíritu del niño?
BASTIANA.- Me dijo a mí que ya no volvería en toda la noche.
JIMENA.- ¿Seguro?
BASTIANA.- Te acompaño aún así, para que no tengas temores.
JIMENA.- …no… si temores no es que tenga… es así como un respeto solamente…
NUNILA.- No se tarden… por si acaso…
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JIMENA.- (off) ¡Eso será, que aquí hasta la reina se yo que usa de la bacinilla para todo sin
salirse de su alcoba! …¡Bastiana…! ¿dónde vas…?! ¡Bastiana…!
(Entra Jimena)
(Entra Bastiana)
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BASTIANA.- ¿Ibas a empezar a contar tu historia sin esperar a que volviera? No me parece
justo…
JIMENA.- ¡Bastiana! ¿Dónde te habías metido?
BASTIANA.- Fui a estirar la piernas… y a otear el territorio. Se ha levantado algo de viento,
y mis perros olían alguna cosa…
NUNILA.- Creímos que habías ido a denunciarme.
BASTIANA.- Aunque lo hubiese querido está oscuro todavía para bajar al pueblo… No. Subí
al altozano, y vi hogueras de un campamento a no mucha distancia… y por mis
canes se que es mi padre que está a punto de alcanzarme. Supongo que el rastro
que dejan mis animales es fácil de seguir…
NUNILA.- Necesitarías un caballo para poder huir.
BASTIANA.- Apenas haya la suficiente claridad me pondré en marcha. No os preocupéis por
mí… y aprovechemos este tiempo que nos queda, pues Jimena no puede
marcharse sin contarnos su problema.
JIMENA.- Ahora lo contaré encantada. Lo primero es que no es verdad que tenga yo
hombre fijo, señora, ni menos que me pegue, que no le dejaría yo a ninguno
hacerme eso. Lo que sucede es que yo soy algo puta, como se suele decir,
aunque a mí me gusta mas que me digan de moza del común, que es más
bonito… Y además sucede que de un tiempo a esta parte algunas gentes
empiezan a mirarme mal. Y la culpa de todo la tiene don Mezonzo, mal rayo le
parta. Porque con el obispo anterior todo iba bien. La obispía nos ayudaba y nos
protegía a las tres o cuatro que andábamos por ahí, como debe ser, que bien les
servíamos con nuestro trabajo, y bien abundante que era, pues estando cerca el
monasterio de Celanova, que non es de machos y hembras, como otros, pues ya
pueden sus señorías imaginarse… Y es que yo creo que de todo tiene que haber
en esta vida… y están las que les gusta el apaño de casadas, y tener un solo
hombre, y servirle… o ayudarle, que tampoco digo yo que esté mal, y las que
prefieren andar a su avío, sin que nadie les marque esto o aquello… y
ganándose la vida honradamente, sin robar ni matar a nadie, con aquello que
nos ha dado Dios para que tengamos gusto y alegría de vez en cuando… ¿no les
parece a vuestras mercedes…?
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que sería bueno juntarnos varias en casa buena, de ladrillo o incluso piedra, con
taberna y varias estancias, con jergones buenos, y un hombre para poner orden
cuando preciso fuera… y así pasar más descansadas, pues que las atenciones
que tenemos son cada vez mayores.
NUNILA.- Esas componendas, y aún mejores, las hay ya en Roma, y armadas con fondos
del papado, según contó Don Otón, el emperador de Germanía…
BASTIANA.- Y a mi paréceme bien, puestos a ello, que haya más comodidad…
JIMENA.- Claro, es cosa del logos. Bueno, pues díjome Belita: “habla tú con el Obispo,
que tienes con él una buena mano” Y hablé, y encontrola estupenda idea, claro,
pensando él además en ganar con alquileres de la casa, y con mejor servir al
peregrino. Y en dos días acordamos todo y nos fuimos tres mujeres a la casa,
que veíame yo ya en el cielo, pues era casón de ladrillo y piedra, y con buen
techo de paja, pero… hete aquí que, pasado ni un mes de aquello y yendo todo
como la seda, retorna este Don Mezonzo de León con el pensamiento todo, todo
lleno de pecados! Y nos manda salir de la casa. Entre síes y nóes pasaron dos
días, que ni vernos quería, como si nuestra sola vista fueran Sogoma y Modorra
juntas, o como quiera que se diga… y vino a parar todo en que ayer tarde
envionos a uno de los frailes de la obispía a echarnos, con tan mala fortuna que
llegamos a las manos…
NUNILA.- ¿Qué sucedió?
JIMENA.- Pues creo yo que el mozo venía algo avinado y se discutió, pues no queríamos
nosotras salir sin antes hablar con el Obispo… el caso es que el animal sacó la
tranca de madera que traía y emprendiola a bastonazos con Belita, y luego
conmigo, que acalmarlo quería, y no se yo como fue que de repente me
apareció una piedra entre las manos, y al momento siguiente teniala él en la
cabeza… milagro parecía de cómo ella sola se movía… Dio un gran grito el
mozo, agarrrose la frente, dio la vuelta y salió corriendo por la calle dando
voces: “me han matado, me han matado…”, y a los cuarenta pasos cayó al
suelo como un fardo y quedose allí tendido.
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Viendo que la gente salía, estando el obispo tan mal dispuesto y el lugar todo
arremolinado contra nosotras, sin parar a ver más, salimos las tres corriendo a la
pata la llana, cada una para su lado. Y aquí estoy…
NUNILA.- ¿No sabes si murió el mozo?
JIMENA.- No.
BASTIANA.- ¿Te das cuenta que tal vez has matado a un fraile con órdenes del obispo?
JIMENA.- ¡Ay, San Péneque Casto…! Ni creo yo que ese esté muerto… a más que fue él
que empezó, que parecía que iba a matarnos… ¿Creéis que es muy grave el
asunto?
BASTIANA.- Bastante. ¿Te vio alguien encaminarte aquí?
JIMENA.- No lo se… posiblemente.
BASTIANA.- Eso es más grave…
NUNILA.- Mejor será que no te encuentren. Yo que tú me marcharía, un tiempo al menos.
JIMENA.- ¿Pero y dónde voy a ir? No tengo ningún amparo…
BASTIANA.- A cualquier lado donde te lleven tus piernas, pero lejos… aquella claridad
indica que dentro de poco ya habrá luz… señoras, creo que debemos ponernos
en marcha ahora. Haré que mis perros confundan algo los rastros, pero será
mejor partir ya, cada una en una dirección diferente y deseándonos suerte…
NUNILA.- La vamos a necesitar.
JIMENA.- ¡Ay, Santa Jordana, yo me iré subiendo el río!
NUNILA.- Yo en dirección a Bragança, pues desde allí, si llego viva, arreglaré transporte
seguro hasta León… en aquel monasterio, si alguna vez pasáis, tendréis posada.
BASTIANA.- Bastiana se irá en la dirección opuesta. Adiós, amigas…
(Sale Bastiana)
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JIMENA.- ¡Seguro que serán los hombres del Obispo que vienen en mi busca! ¡Ay, Santa
Integridad, que no suceda nada!
NUNILA.- Cálmate y guarda silencio, a ver si oímos algo…
(…)
JIMENA.- ¡Ay, San Borondón, que no se escucha ni un hipo…!
NUNILA.- Silencio…
(Entra Bastiana)
BASTIANA.- Aún están coronando la ladera. No se les ve bien, pero a la luz de las antorchas
parecen unos cuarenta soldados, con el obispo a caballo. Mi padre anda con
ellos, y parece que a lo lejos vienen más.
JIMENA.- ¡Santa Tremebunda, qué exageración! Ni que fuéramos el Moro, con perdón…
BASTIANA.- En lo alto de una pica llevan la cabeza de una mujer…
JIMENA.- ¡Ay! ¿Será la de Belita…!? Ay…
BASTIANA.- No podemos luchar, ni huir… ¿qué hacemos?
NUNILA.- Parlamentar… verme a mí es lo que menos esperan, así pues saldré e intentaré
engañarles, y ganar tiempo. Huid por detrás si veis la ocasión. Escondeos ahora
y no hagáis ningún ruido a no ser que os llame, ¿entendido?
JIMENA.- Si.
BASTIANA.- No. No es justo que salgáis vos sola…
NUNILA.- Si confieso que soy hechicera no probaré el caldero. Y si luego me arrepiento y
me convierto, saldré tal vez sin daño…
BASTIANA.- Tal vez…
NUNILA.- Creo que soy la que tiene menos que perder…
BASTIANA.- Igual mi marido no es tan feo, y podría siempre escaparme de nuevo… Saldré
yo o lo echaremos a suertes.
JIMENA.- ¡Ay, San Angustias, creo que tiene razón! Debemos echarlo a suertes. Es a mí a
quien quiere cazar el obispo…
BASTIANA.- La que saque la pajita más larga, saldrá.
(…)
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NUNILA.- Hay locos que dicen que no existe el azar. Escondeos ahora, y si podéis,
escapad. Intentaré convencerles de que estaba sola. Buena suerte…
JIMENA.- ¡Santa Urraca la bendiga, señora!
(Sale Nunila)
BASTIANA.- (Mirando por el agujero) Silencio… Allá va. Se han detenido a cien pasos de la
casa…
JIMENA.- ¿Qué pasa?
BASTIANA.- Nunila se acerca hasta el caballo del Obispo. Hablan. Miran hacia aquí. Los
soldados la rodean…
JIMENA.- ¿Y qué más…?
BASTIANA.- Hay otros dos hombres a caballo, uno es mi padre y el otro debe ser mi amante
esposo…
JIMENA.- Déjame ver… ya lo veo… ¡Uy que feo! Es horroroso…
BASTIANA.- Si: pustuloso… deberíamos aprovechar para intentar huir ahora…
JIMENA.- …espera…
BASTIANA.- ¿Qué pasa?
JIMENA.- Espera…
BASTIANA.- ¿Qué ves?
JIMENA.- Espera… ¿qué pasa…?
BASTIANA.- Eso digo yo…
JIMENA.- No entiendo…
BASTIANA.- ¡Yo tampoco…!
JIMENA.- Llega más gente.
BASTIANA.- ¿Qué gente?
JIMENA.- Caballeros, más soldados, hay un estandarte… pero no se ve…
BASTIANA.- ¿Y qué hacen?
JIMENA.- Discuten con Don Mezonzo… uno de los recién llegados está peleándose con el
obispo, al parecer…
BASTIANA.- Déjame ver… Si… ¡pero es una mujer! Y está dándole órdenes a gritos…
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BASTIANA.- Están hablando… la reina llama al obispo… Nunila señala hacia esta casa… no
entiendo… ¿qué está haciendo…? están hablando los tres… la reina niega así
con la cabeza…
JIMENA.- ¿Y qué más…?
BASTIANA.- El obispo está organizando a sus soldados… ¡la reina y Nunila vienen hacia la
casa…!
JIMENA.- No puede ser…
BASTIANA.- Directas hacia la casa…
JIMENA.- No puede habernos delatado, ¿verdad…?
BASTIANA.- No lo sé…
(Entra Nunila)
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JIMENA.- ¡El obispo se va con la mitra entre las piernas…! ¿No preguntó por mí?
NUNILA.- Si, era a vos a quien buscaba, aunque me encontró a mí. Y le juré, gracias al
honor que me prestó la reina, que no os habíamos visto en toda nuestra vida,
igual que a esa joven por la que preguntaban, y a la que llamaban Bastiana…
BASTIANA.- ¿Pero y vos y la prueba del caldero…?
NUNILA.- La reina le dijo al obispo que si me obligaba a meter los brazos en el caldero, él
entraría entero. No estaba muy contenta con el obispo ni con los amores del rey,
pero sí con la muerte de los posibles rivales de su hijo…
JIMENA.- ¿Y qué haré yo luego en León, cuando se marche la reina…?
NUNILA.- Verás, Jimena, he estado pensando… y tal vez vuestros… conocimientos
puedan interesar a la abadesa, que no es descabellado que se avenga a apoyaros
en una iniciativa de… mujeres libres cerca del convento… pues así los varones
de la corte quizás no le distraigan tanto a sus monjitas…
JIMENA.- ¡Claro! Y que no es ninguna tontería, eh, pues a dios hay que servirle en cuerpo
y alma, y cada una con aquello que mejor se le de…
NUNILA.- Bien dicho: a esto le llamaré a partir de ahora la especialización… ¿estáis
dispuesto, don Bastián?
BASTIANA.- Lo estoy. Mas yo no sé si me quedaré ni un solo día allá en León…
NUNILA.- Nadie os obligará a nada…
BASTIANA.- …Pues la dignidad de un hombre, cuando ha sido ultrajada, no cicatriza
jamás…
NUNILA.- ¡Marchaos ya, si tanto os inquieta!
BASTIANA.- No, haré el viaje, más en cuanto llegue se marchará Bastián… aunque tal vez se
quede Bastiana. Os agradezco esta oportunidad, y luego, algún dios algo dirá…
JIMENA.- ¡Qué guapo mozo resulta, demonios! Pena que sólo le cuelgue la espada…
NUNILA.- Moderad vuestro lenguaje, Doña Jimena, que a partir de ahora vamos de reinas,
y hay que refinarse.
JIMENA.- Eso será con los reyes musulmanes, que los nuestros creo yo que son aún asaz
brutos.
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(fin)
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NOTAS AL TEXTO
1
El calendario Juliano, instituido por Julio César –asesorado por el astrónomo egipcio Sosígenes de Alejandría- en el s. I
a.C, fu el primer calendario aceptable y razonablemente preciso. Estuvo en vigencia durante 1600 años hasta el 24 de Febrero
de 1582, en que por bula papal de Gregorio XIII fue abolido e impuesto el calendario Gregoriano, vigente hasta nuestros días.
La razón del cambio es que debido a la diferencia entre la duración del año astronómico y el civil (que tenía que medir días
exactos) se acumulaban cada año 12 minutos de diferencia, con lo que al cabo de 1600 años las estaciones civiles comenzaban
10 días antes que su inicio real (solsticios) astronómico, y eso empezaba a notarse. El calendario Gregoriano es básicamente
igual al Juliano pero con dos modificaciones: se suprimían 10 días en el cómputo oficial de la historia (el período
comprendido entre el Viernes 5 y el Domingo 14 de Octubre de 1582 se hizo desaparecer: ese año, después del día 4 de
Octubre se pasó al día 15 (conocido es que –según las crónicas de las Carmelitas Descalzas- Sta. Teresa de Jesús falleció
justamente el 4/Oct/1582, y “fue enterrada, al día siguiente, el día 15 de Octubre”). La otra modificación fue una corrección
adicional al sistema de años bisiestos para evitar que volviera a suceder el corrimiento civil-astronómico.
Aún con estas correcciones el año civil sigue siendo 26 segundos más largo que el astronómico, para corregir lo cual algunos
han llegado a proponer que se quite un día cada 4000 años… Esperemos que alguien tome nota al respecto, para esas fechas…
Fuente: Web: http://www.piramidologia.com/libros/kronos/Kronos.html
2
Vayamos por partes. Benedicto IV fue efectivamente nieto del papa Sergio III y su concubina, la famosa Mazoria, quienes
también tuvieron un hijo, Juan XI, que fue papa antes de Benedicto (que era su sobrino). Y era también la época de la
máxima corrupción pontificia en Roma. Sin embargo es necesario decir que entonces el celibato sólo se exigía a los
estamentos eclesiásticos superiores (de obispo para arriba), aunque ya vemos que sin mucho éxito. La exigencia del
celibato a los clérigos era una cuestión muy debatida, y no sólo por razones morales (¿) sino también por razones
económicas (frecuentemente las propiedades eclesiales eran fruto de litigio a la muerte del cura, entre La Iglesia y su
viuda o descendientes). En el 965 San Dunstan impone el celibato a la clerecía inglesa, prólogo del Sínodo de Pavía
(1022), que decreta –finalmente y hasta hoy- el celibato para los clérigos con órdenes mayores.
Fuente: Una crónica de la Cristiandad. Alberto di Mare. Revista Acta Académica, Univ. Aut. de Centroamérica.
(www.uaca.ac.cr/acta/1991may/adimare.htm)
Hasday ibn Shaprut (910-970) fue un notable judío nacido en Jaén y que vivió en Córdoba toda su vida, siendo uno de
los principales consejeros del Califato durante la vida de Abd-al-Rahmán III (912-961) e inicios del reinado de su hijo,
Al-Hakam. Ejerció de médico, traductor, consejero y diplomático especialmente en la relación del califato con los reinos
cristianos norte peninsulares (conocida es la historia de la mediación con la reina Toda de Navarra y la curación de la
gordura del rey Sancho I el Craso (ver El viaje de la Reina Toda, de Ángeles de Irisarri). Tradujo el tratado médico de
Dioscórides y se le atribuye la invención de un fármaco de grandes propiedades curativas (Theriaca). Durante su época de
consejero visitó Córdoba el emperador Otón, al frente de una delegación del Sacro Imperio Romano, por lo que la
entrevista entrambos es más que probable.
Fuente: Historia de las Ciencias. Michel Serrés et al. Ed. Cátedra, Madrid, 1989. Web
www.organizacionislam.org.ar/losjudios.htm
Y finalmente, Don Pedro de Mezonzo (más tarde canonizado), que fue obispo de Iria Flavia y Compostela entre los años
de 983 y 1003, compositor de la célebre Salve Regina, si hacemos caso a la información de la web de la Iglesia
Metropolitana de Stgo. De Compostela (http://www3.planalfa.es/arzsantiago/Default.htm). En dicha web también
aprendemos que las primeras noticias de la diócesis de Iria Flavia datan del 569, que dependía en aquella época de la
iglesia de Braga, que en el 829, alertado por el eremita Pelayo, el obispo Teodomiro descubrió una tumba que se creyó del
apóstol Iago (Jacob, hijo de Zebedeo): sanctus loci iago… Santiago), situada en un campo donde, según la leyenda,
veíanse resplandores (campus stellae… Compostela), y que a partir de entonces comenzó a ser objetivo de peregrinación y
aumentó su importancia. En 1095 se constituyó en diócesis compostelana, dependiente directamente de la santa sede, y en
1120 fue convertida en la archidiócesis metropolitana de Santiago de Compostela, con categoría de ciudad santa, como
Jerusalén o Roma, ya plenamente conscientes de su importancia en la lucha contra los reinos árabes del sur de la
península.
Por otro lado en la web http://usuarios.advance.com.ar/pfernando/DocsIglMed/index.html#Docs, de la Pontificia
Universidad Católica Argentina, descubrimos que la documentación que atestigua la presencia real del apóstol Jacobo
(Santiago) en la península es escasa, controvertida y no definitiva, por lo que hay estudiosos que afirman que su viaje a
España (por no hablar de la leyenda del traslado de sus restos mortales) nunca se produjo.
3
Desde el tiempo de los romanos las horas se calculaban de una forma inexacta, como aproximadamente la doceava parte del
tiempo entre el amanecer y la puesta de sol. Pero los relojes no existían y era más habitual referirse al tiempo en relación con
la duración de determinadas actividades naturales (el sol) o religiosas.
Fuente: Web: http://www.piramidologia.com/libros/kronos/Kronos.html
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Vermudo II el Gotoso. (? c. 956 - † en el Bierzo, 999) Rey de Galicia (982-999) y de León (984-999). Se cree que era hijo
bastardo de Ordoño III. Los nobles gallegoportugueses, descontentos por las derrotas de Ramiro III de León frente a los
musulmanes, le proclamaron rey en Santiago de Compostela. Reforzó su poder después de vencer en la batalla de Portela de
Arenas a su primo Ramiro III (983) y, auxiliado por las tropas de Almanzor, a la muerte de aquél (984), dominó León frente a
la otra línea dinástica leonesa. Una vez se hizo innecesaria su ayuda decidió expulsar a los aliados musulmanes que, en
represalia, saquearon Coimbra, Zamora y León. Vermudo II huyó a Galicia ante el asedio musulmán. A partir de ese momento
las tropas de Almanzor saquearán sus reinos en repetidas razzias y llegarán a tomar Santiago (997), llevándose las campanas
de su catedral a Córdoba, hecho que mucho resaltan las crónicas de la época.
Casa primero con Velasquita, con la que sólo tiene una hija (Cristina), por lo que la repudia y casa por segunda vez con Elvira
García, hija del Conde de Castilla, con quien tiene a Alfonso (V, rey a partir de 999), a Teresa y a Sancha. Como hijos
bastardos se conocen los nombres de Elvira y Pelayo.
Bermudo (que también así se encuentra escrito) murió en un pequeño pueblo del Bierzo, aquejado de gota, en los últimos
meses del año 999.
Fuente: varias: Diccionario de los Reyes de España. M.Ríos Mazcarelle. Ed. Aldebarán; Web Los reyes de León
(http://members.fortunecity.es/edepaz/index.htm)
5
El reinado de Abd -al-Rahmán III se produce entre el 912 y el 961. Córdoba había sido un emirato independiente de
Bagdad desde 756, cuando lo fundó el príncipe omeya Abd-al-Rahmán I, huido de Bagdad ante la toma de poder de la
dinastía abasí. Pero en 929, aprovechando el declive del poder del Califato persa, Abd-al-Rahmán III se proclama Califa (esto
es, no sólo detentador del poder terrenal, sino jefe espiritual de toda la comunidad de creyentes). Con él comienza el periodo
de esplendor del califato omeya de Córdoba. Su hijo, Al-Hakam, le sucede, reinando entre 961 y 976.
Fuente: Historia de España. Vol.2: la época medieval. Miguel Artola et. Al. Alianza Editorial.
6
Toledo fue ciudad árabe desde el 714 hasta 1085, en que fue tomada por Alfonso VI de Castilla.
7
En los primeros siglos de la edad media, la postura de la Iglesia frente a la brujería -creencia popular ampliamente
extendida- contrariamente a lo que podría pensarse fue bastante razonable, y predominantemente escéptica. De ahí la opinión
de San Bonifacio (s. VIII). De hecho, el Canon Episcopi de aquella época negaba la posibilidad de los vuelos nocturnos para
someterse a la diosa Diana, que es uno de los mitos de los que deriva la figura de la bruja. Sin embargo, en 1326 Juan XXII
lanza una bula (Super illius specula) en la que concede la categoría de herejía formal a la brujería, y se asocian los maleficios
y las brujas con el diablo. Los siglos de grandes cazas de brujas fueron el XVI y el XVII, cuando el poder de la Iglesia
Católica Apostólica y Romana estaba ya totalmente centralizado, varios siglos de escolasticismo y de Agustinismo habían
acabado de acabar con los restos del saber griego, árabe y romano, y el tribunal de la Inquisición hallábase por fin bien
enraizado… (La historia no siempre, ni en todos los frentes, va hacia adelante…)
Fuente: web http://www.el-distrito.com/secciones/rinconhistoria/brujeria.htm
8
Al Hakam, hijo y sucesor de Abd-al-Rahmán III, muere cuando su hijo, el príncipe Hisam es aún muy joven para asumir
el poder, lo cual sume al Califato en cinco años de pugnas por la regencia, en las que triunfa el general Abú-Amir, quien
consigue alzarse con las dos jefaturas, la civil y la militar, reduciendo la figura del Príncipe a un papel meramente decorativo
como supremo referente espiritual… Abú Amir, más conocido como Al-Mansur (Almanzor, en romance) basó su reinado en
la constitución de un enorme ejército, aumentando la contratación de soldados bereberes mercenarios y la realización
constante de campañas militares (más de 50, contra los reinos cristianos norte peninsulares) que por un lado servían para
disimular la falta de justificación ideológica de su autoridad y por otro lado eran necesarias para mantener las arcas del tesoro
público, castigadas por el presupuesto militar y las construcciones suntuarias (p. Ej: palacio de Medinat-al-Zahra).
Fuente: Historia de España. Vol.2: la época medieval. Miguel Artola et. Al. Alianza Editorial.
9
Entre 950 y 960 la reina de Navarra, Toda Aznar, viajó a Córdoba con su nieto, el rey Sancho el Gordo, que había sido
destronado del reino de León por su hermano jorobado Ordoño, llamado el Malo. Pretendía que un conocido médico del califa
–Hasday Ibn Shaprut- curase a su nieto de la obesidad que padecía (que le impedía montar a caballo y empuñar la espada) y
arrreglar un pacto con su sobrino, Abd-al-Rahmán III, para que los ejércitos de éste ayudasen a su nieto a recuperar el trono de
León. Todo salió como pretendía.
Sobre esta fascinante anécdota histórica se ha publicado una novela: “El viaje de la reina”, de Ángeles de Irisarri, que
recomendamos.
Citamos: “Toda Aznar, bisnieta del rey García Iñiguez de Pamplona; nieta por parte de madre del rey Fortuño Iñiguez,
llamado el Tuerto; esposa de Sancho Garcés I, que destronó al Tuerto y la hizo reina; madre del rey García II; tía del califa
Abderramán III; abuela de dos reyes de León y de Sancho de Navarra; suegra de Fernán González; tía de casi todos los
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nobles importantes de la Península y la mayor casamentera conocida a este lado de los Pirineos, tanto entre cristianos como
entre musulmanes, fue con bastante probabilidad la mujer más importante de la Alta Edad Media española, aunque, sin duda,
no la mejor.” (Fuente: web)
Fuentes: El viaje de la reina / Ángeles de Irisarri. Emecé. Col: Novela histórica. Barcelona, 1997. Historia de España vol. 2,
op. Cit. Web: http://www.arrakis.es/~corcus/losantos/losnuestros/todaaznar.htm (página-resumen biográfico de la reina Toda)
10
Varios datos. El matrimonio católico no se impuso como sacramento hasta el siglo XII, tras varios siglos de lucha de la
Iglesia, y supuso sin duda mejoras importantes para la mujer, al regular el divorcio, la repudiación y la necesariedad del
consentimiento de la interesada. A partir de ese periodo, la Iglesia comienza una etapa de exaltación del matrimonio, a base de
santificar a mujeres casadas, y al mismo tiempo, una persecución de la prostitución (s. XIII). Sin embargo, ya a partir del s.
VIII la prostitución preocupaba a la Iglesia, pues en el 801 Carlomagno la prohíbe, tendencias que poco a poco van llegando a
la península.
Ya San (¿) Agustín de Hipona, uno de los padre más influyentes de la Iglesia, había escrito en el 401 aquello de "Nada hay
tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer". De hecho, algunos expertos en historia
de la Iglesia no consideran precisamente a S. Agustín como el pensador sublime que ha consagrado la tradición, y dicen:
“La historia pudo haber sido diferente. Había elementos en la cristiandad a inicios del siglo quinto que se esforzaban
en crear una cultura propiamente cristiana, conforme a los dictados de Orígenes. Su fracaso y destrucción fueron
principalmente obra de un solo hombre, quien llevó a sus últimas consecuencias las tendencias implícitas en las
concepciones de Ambrosio y Jerónimo. Agustín fue el genio sombrío de la cristiandad imperial, el ideólogo de la
alianza Iglesia-Estado, y el autor de la mentalidad medieval. El primero después de Pablo, quien suplió la teología
básica, fue, más que cualquier otro, quien dio forma al cristianismo... (…). Aquí, articulado por vez primera, el
llamado de la Iglesia persecutora a todos los elementos autoritarios de la sociedad, en verdad de la naturaleza
humana. Ni Agustín se limitaba a obrar sólo a nivel intelectual. Era un obispo eminente, que trabajaba activamente
con el Estado para imponer la uniformidad imperial... Agustín modificó el punto de vista de la ortodoxia respecto de
las divergencias religiosas, en dos ideas fundamentales. Primero,... por la justificación de la persecución constructiva:
la idea de que el hereje no debía ser expulsado sino, contrariamente, obligado a retractarse y conformarse con la fe, o
ser destruido "Constríñelos a estar dentro". Su segunda contribución fue todavía, en alguna forma, más siniestra, pues
implicaba la censura constructiva. Agustín creía que era obligación del intelectual ortodoxo el identificar la herejía
incipiente, traerla a la superficie y exponerla, y así forzar a los responsables de ella a abandonar su orientación
intelectual o aceptar el status de herejes.”
Johnson, Paul
A History of Christianity, Atheneum, New York, 1987, 5a edición, ISBN 0-689-70591-3, sacado de la web:
http://www.uaca.ac.cr/acta/1991may/adimare.htm#Johnson
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