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El “Corpus
Iohannicum”
Bajo este nombre se agrupan cinco obras atribuidas a un “autor” de nombre “Juan”:
El evangelio
Tres cartas
El Apocalipsis
La tradición ha considerado que todos estos textos fueron escritos por la misma persona.
Pero en la actualidad se suele analizar la situación con mayor cautela: salvo el Apocalipsis,
donde el “vidente” se autopresenta como “Juan”, ninguna de las demás obras hace referencia a
un personaje con ese nombre: tanto el “Cuarto Evangelio” como la 1 Juan son obras anónimas.
Y en 2 y 3 Juan el autor se autopresenta simplemente como “el presbítero”.
Hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX la investigación histórico-crítica comenzó a
reexaminar el valor de los Evangelios como fuentes para la reconstrucción de la vida de Jesús.
En ese contexto, se puso de relieve –una vez más– la notable diferencia entre los datos
aportados por el Evangelio de Juan y los aportados por los Evangelios llamados “sinópticos”,1
diferencia que dio pie a la pregunta acerca de cuál de ellos tendría más valor como fuente
histórica.
En un primer momento, la cuestión se planteó en referencia a los “autores”: si el responsable de
la composición del Cuarto Evangelio era “Juan, el hijo de Zebedeo”, el libro debía considerarse
como un relato de un testigo presencial, seguro y auténtico. Pero, según la tradición, “Mateo”
también era un testigo presencial, seguro y auténtico. Así, la cuestión comenzó a transformarse
en una verdadera dificultad, que se debatió, durante gran parte de los siglos XIX y XX bajo el
nombre de “problema juánico”.
Este “problema” consiste pues, en tratar de encontrar una explicación a las notables diferencias
que existen entre Juan y los Sinópticos.
Los Sinópticos –cada uno desde su óptica peculiar, por cierto– narran prácticamente los mismos
hechos y transmiten los mismos dichos de Jesús. Es decir, representan una misma tradición, se
pueden detectar fuentes comunes. Juan, en cambio, y si bien también describe el camino de
Jesús desde los comienzos hasta la crucifixión, sólo en contadas excepciones ofrece paralelos
para la mayoría de las secciones sinópticas. Por ejemplo:
Las narraciones de milagros
Sólo coincide, y no mucho, en el relato de la multiplicación de los panes y la marcha de
Jesús sobre las aguas (Juan 6); tal vez −y con buena voluntad− en el relato de la curación
del “hijo” del funcionario (Juan 4,46s; cf. Mateo 8,5s y Lucas 7,1s).
1 Cuando –hacia fines del siglo XVIII– los Evangelios fueron editados en columnas paralelas para
facilitar el estudio en forma científica, los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas se presentaron en su
totalidad, mientras que del evangelio de Juan sólo ingresaron algunos fragmentos. El libro que contenía
los Evangelios dispuestos de esta manera llevaba como título “Synopsis”. Así, desde entonces, a los tres
primeros se los llamó “Sinópticos”. La edición de los Evangelios en columnas paralelas fue hecha por
Johann Jakob GRIESBACH en Halle en 1776, y llevaba como título “Synopsis Evangeliorum Matthaei,
Marci et Lucae una cum iis Iohannis pericopis quae historiam passionis et resurrectionis Iesu Christi
complectuntur”.
2 Cf. Ph. VIELHAUER, “La relación con los sinópticos”, en: Id., Historia de la Literatura Cristiana
Primitiva, Salamanca (Sígueme 1991), 435-439.
3 Son constantes las referencias litúrgicas en el Cuarto Evangelio. Es más, su actividad está marcada por
el calendario litúrgico judío, aun cuando Jesús está en Galilea (Juan 6,4; 7,2).
4 No sólo el día es diferente, sino que también varía la hora de la crucifixión: Marcos dice: “Era la hora
tercia (es decir, las 9:00 de la mañana) cuando lo crucificaron” (Marcos 15,25), mientras que en el
Evangelio de Juan el juicio se prolonga más allá del mediodía: “Era el día de la Preparación de la
Pascua, hacia la hora sexta (=mediodía). Pilato dijo a los judíos: «Aquí tienen a su Rey»” (Juan 19,14).
5 Para los Sinópticos Jesús parece un típico predicador itinerante que escoge sus primeros discípulos
entre los pescadores del lago de Galilea (Mateo 4,18-22 //). Juan presenta a Jesús como un maestro que
reside largo tiempo en Jerusalén. Sus primeros discípulos provienen del círculo de seguidores de Juan
El vocabulario de Jesús
En JUAN –y a diferencia de los SINÓPTICOS− Jesús nunca enseña en “parábolas”. Nunca
aparece la palabra “milagro” en el Cuarto Evangelio.
Bautista (Juan 1,35-51), y parecería más bien que, en su mayoría, pertenecerían a la región de Judea (Juan
7,3).
6 El tema del “Reino” es preponderante en la enseñanza de Jesús en los Evangelios Sinópticos. Es lo que
Jesús anuncia, y sus discursos y parábolas giran en torno a este tema.
7 Durante el ministerio público de Jesús, la expresión sólo aparece dos veces, en el diálogo con
Nicodemo (Juan 3,3.5). Se vuelve a oír la expresión recién en el juicio frente a Pilato (Juan 18,33-37) y
con un sentido diferente al de los Sinópticos. Es evidente que el tema del “Reino” es ignorado por Juan
cuando tiene que hablar sobre el misterio de Jesús.
8 Además, en los Evangelios Sinópticos, Jesús discute con sus adversarios sobre cuestiones referentes a la
Ley, en cambio las polémicas del evangelio de Juan tienen como objeto la misma persona de Jesús.
Romanos 1,4
“Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios,
v2 que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas, v3
acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, v4 constituido Hijo de Dios
con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos,
Jesucristo Señor nuestro...”
Hechos 2,30-31
“Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado con juramento que se
sentaría en su trono un descendiente de su sangre, v31 vio a lo lejos y habló de la
resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne experimentó la
corrupción. v32 A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos”.
Hechos 13,32-33
«También nosotros os anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los
padres v33 Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está
escrito en los salmos: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy».
¿Por qué el título “Hijo de Dios” no ha de interpretarse en la línea del “mesianismo real
judío” sino con el sentido de “ser igual a Dios” en la teología juánica?
Indicamos cuatro razones:
1. Juan emplea dos palabras distintas para decir “hijo” cuando utiliza la expresión
“hijo de Dios”, de acuerdo a quién se esté refiriendo:
Cuando habla de Jesús como “hijo de Dios” utiliza el término uÀioj (hýios).9
Cuando habla de los hombres como “hijos de Dios”, usa te/knon (téknon).10
Además, los hombres “se hacen”, “llegan a ser hijos” (Juan 1,12), es decir, no es
algo que posean por naturaleza.
Esto marca con claridad la diferencia cualitativa de la filiación: “Pero vete donde
mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro
Dios” (20,17)
2. La “cristología juánica” habla de “preexistencia” y de “encarnación”.
1,1-4 “En el Principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la
Palabra era Dios. Ella estaba en el Principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin
ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida...”
1,14 “Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de
gracia y verdad”.
17,5 “Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado
antes de que el mundo fuese”.
3. Los adversarios judíos entienden claramente la pretensión de Jesús como una
blasfemia:
9 Juan 1,12 “Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios”. 11,52 “como era
Sumo Sacerdote, profetizó que Jesús iba a morir por la nación –y no sólo por la nación, sino también para
reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos”.
Esto se ve especialmente en las cartas: 1 Juan 3,1.2.10; 5,2.
10 Juan 1,34; 1,49; 3,18; 5,25; 10,36; 11,4; 11,27; 17,1; 19,7.
5,18 “Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo
quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí
mismo igual a Dios”.
10,33 “Le respondieron los judíos: “No queremos apedrearte por ninguna obra
buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo
Dios”.
19,7 “Los judíos replicaron: “Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe
morir, porque se tiene por Hijo de Dios”
11 C. H. DODD, “El nombre de Dios”, en: C.H. DODD, Interpretación del Cuarto Evangelio, Madrid
(Cristiandad 1978), 104-107. R. SCHNACKENBURG, “Excursus 8: Origen y sentido de la fórmula e)gw¯
ei¹mi“, en: Id., El Evangelio según San Juan II1971, Barcelona (Herder 1980), 73-85. MOLONEY,
«Johannine Theology. “I Am He”», en: BROWN-FITZMYER-MURPHY (ed.), The New Jerome Biblical
Commentary, New Jersey (Prentice Hall, 1990), 1423-1424.
12 5 veces en Mateo, 3 veces en Marcos; 4 veces en Lucas y 29 veces en Juan.
13 C.H. DODD da ejemplos que permiten constatar que en ambientes rabínicos las expresiones «)ªnî hû» y
«)ªnî w:hû) » eran empleadas como si fueran el nombre de Dios. A la segunda “fórmula” «)ªnî w:hû»
(“yo y él”) se le atribuía una significación especial puesto que se veía en ella una expresión de la íntima
asociación o cuasi-identificación de Dios con su pueblo (cf. Ch. DODD, Interpretación del Cuarto
Evangelio, 104-105).
14 1 vez en Mateo, 2 veces en Marcos; 2 veces en Lucas, 26 veces en Juan.
Además, el empleo en Juan es muy peculiar (cf. SCHNACKENBURG, El Evangelio II, 74-76):
En siete metáforas: pan (6, 35.41.48.51); luz del mundo (8, 12; cf. 9, 5); puerta (de las ovejas) (10,
7.9); buen pastor (10, 11.14); la resurrección y la vida (11, 25); camino, verdad y vida (14, 6); vid
verdadera (15, 1.5). Todas estas metáforas están en relación con la Vida (zoé) que es Jesús y que
comunica a los creyentes.
La fórmula puede aparecer sola, sin predicados: 6, 20; 8, 24.28.58; 13, 19; 18, 5.6.8.
Hay pasajes en los que la fórmula no aparece de un modo tan “puro”, es decir que, lingüística y
formalmente no se trata de la misma fórmula pero, desde el punto de vista teológico, tienen
idéntico alcance: 4,26; 8, 18.23.
Emparentada con esta fórmula está la expresión “donde yo estoy”, cuando con ella se indica la
meta celeste: 7, 34.36; 12, 26; 14, 3; 17, 24.
De los restantes empleos de e)gw¯ ei¹mi, sólo dos pasajes no se refieren a la autoafirmación de Jesús: 9,9 y
18,35.
Por ejemplo:
Isaías 43,25 “Era yo, yo mismo el que tenía que limpiar tus rebeldías
por amor de mí …y no recordar tus pecados”
אָ נֹ כִ י אָ נֹ כִ י הּוא מֹ חֶ ה פְ שָ עֶיָך לְ מַ ע ִ ֲִ֑נ
´(ánókî ´(ánókî hû) móhe p:šá(eyká l:ma(anî
15 Pero es exagerado pretender que la fórmula implicara necesariamente una identificación explícita de
Jesús con Dios. También hay tres pasajes en los Sinópticos en que se usa el “yo soy” de un modo similar
al de Juan:
Marcos 14,62 // Lucas 22,70, cuando el sumo sacerdote pregunta a Jesús si él es el Mesías, el hijo del
Bendito, Jesús contesta: “egó eimi”. Estas palabras provocan inmediatamente la acusación de
blasfemia.
Mateo 14,27 (Marcos 6,50): en el pasaje mateano de la marcha de Jesús por sobre las aguas, tras la
frase de Jesús, hay una profesión de fe de los discípulos (Mateo 14,33), lo que muestra que Mateo da
a las palabras de Jesús un alcance mayor.
Los “sacramentos”
En Juan aparece mucho más fuerte el tema de los sacramentos, en especial, los
sacramentos de “iniciación”, destacando como la vida de Dios se comunica, se hace
presente a través de elementos materiales significativos:
AGUA
Nacer del agua
3,5 “el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”
Agua / vino 2,1-11
Agua viva 4,5-15
7, 37-38 El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie, gritó: «Si alguno
tiene sed, venga a mí, y beba 38 el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno
correrán ríos de agua viva. 39 Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir
los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido
glorificado.
El lavatorio de los pies
13,1-10 “Si no te lavo, no tienes parte conmigo”.
Sangre / agua
19,34 “uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió
sangre y agua”
PAN 6,31-52
COMER MI CARNE Y BEBER MI SANGRE 6,53-60
Al comenzar a leer críticamente esta obra, comparándola con los relatos de los demás
Evangelios, se descubrió que presentaba a un Jesús:
Como si fuera un personaje diferente del que describen los Sinópticos, que lo único que tiene
en común es el nombre.
¿De dónde salen estas tradiciones diferentes?
Si representa una fuente distinta de información, ¿qué valor histórico tiene la información
transmitida por este evangelio?
Si las doctrinas son considerablemente distintas, ¿qué influencias pudo haber recibido de las
diversas corrientes de pensamiento que circulaban por la época?
¿Por qué se lo incluyó en el canon si representa una tradición desconocida?
¿Se basa o no se basa en una autoridad apostólica?
¿Se puede sostener –como ha sido la convicción de la iglesia a lo largo de los siglos– que este
evangelio fue compuesto por Juan, hijo de Zebedeo, hermano de Santiago, miembro destacado
del grupo de los “Doce”16? ¿O la crítica moderna ha demolido esta convicción?
La crítica moderna pronto iba a constatar que la atribución de esta obra al apóstol Juan se fue
imponiendo recién hacia fines del siglo II, a partir de San Ireneo.
Y no solamente esto, sino que empezaban a surgir toda una serie de cuestionamientos:
Crítica “externa”
Evaluación crítica de los datos previos a la identificación del “discípulo amado” con el
apóstol Juan
16 Cf. por ejemplo las respuestas de la “Pontificia Comisión Bíblica” del 29-5-1907 (Dz 2110-2112).
17 Cf. Pierson PARKER, “John the Son of Zebedee and the Fouth Gospel”, JBL (1962) 35-43.
18 Por ejemplo, la que afirma que Juan también habría muerto mártir a manos de los judíos junto a su
hermano Santiago hacia el 42 d.C. [cf. R BROWN, El Evangelio según San Juan I1966 (Cristiandad 1979),
102; R. SCHNACKENBURG, El Evangelio según San Juan I1965, Barcelona (Herder 1980), 114-116,
quienes estiman que esas fuentes carecen de excesiva confianza].
19 Que la expresión “discípulo del Señor” se refiere al “hijo de Zebedeo” se desprende del hecho que en
Adv. Haer. I 1 19 cita Juan 1,14 con la fórmula “el apóstol dijo: ...”. Cf. una versión en línea de esta obra
de Ireneo: http://www.mercaba.org/TESORO/IRENEO/00_Sumario.htm.
20 En Adv Haer III 3 3 afirma además que la iglesia de Éfeso es un testigo veraz de la tradición de los
apóstoles, por Pablo, que la fundó, y por Juan que vivió allí (citado por EUSEBIO en HE III 23 4).
Pero antes nos preguntamos: ¿Por qué San Ireneo defendió esa posición?
Probablemente porque en algunos medios eclesiásticos comenzaba a manifestarse un
repudio hacia esta obra, dado el uso que hacían de ella algunos círculos gnósticos 22 y, en
especial, la peligrosa secta de los montanistas.23
Según el testimonio de Ireneo hubo “antimontanistas”, aparentemente dentro del
ámbito de la Iglesia, que llegaron a rechazar no sólo el Apocalipsis sino también el
Evangelio según San Juan:
“Hay otros que para suprimir el don del Espíritu, no admiten esta forma de
evangelio que es según Juan, donde el Señor prometió el envío del Paráclito”
(Adv Haer III, 1, 9).
IRENEO dice que se trata de gentes “desgraciadas” que así recusan a la Iglesia
misma el espíritu profético.24 Ireneo sólo los nombra de pasada, en la defensa del
canon de los cuatro evangelios, y parece que estos personajes no alcanzaron mayor
21 Al producirse la confusión entre “Juan, el presbítero de Éfeso”, con “Juan, el Apóstol hijo de
Zebedeo”, se originó la costumbre de representar al Apóstol como más joven que los demás durante la
vida terrenal de Jesús. De este modo se podía justificar que hubiera vivido hasta los tiempos del
Emperador Trajano.
22 Es probable que un gnóstico sea el que escribió el primer comentario del Evangelio de Juan:
HERACLEÓN, al que conocemos por la violenta refutación que de él hace Orígenes en su comentario al
Cuarto Evangelio. Consta que en Egipto los gnósticos acapararon al Evangelio de Juan (cf. R.
SCHNACKENBURG, “El uso gnóstico del EvJn”, en: Id., El Evangelio según San Juan I, 219-220 y notas
511 y 512, 586-587).
23 El movimiento montanista o la “nueva profecía” comenzó cuando MONTANO, hacia el 170 d.C. y poco
después de su bautismo, comenzó a anunciar, en actitud extática y lenguaje oscuro, que él era el órgano y
el profeta del Espíritu Santo, que sólo ahora y por obra suya, iba a conducir a la cristiandad a la verdad
completa. Al principio, su mensaje fue recibido con escepticismo, pero luego se transformó en un éxito
espectacular, y logró numerosísimos adherentes, despertando una ola de fervor. Anunciaban como
inminente el fin del mundo, y predicaban la necesidad de prepararse con ayunos rigurosos, renuncia al
matrimonio y a los bienes, e inculcaban no rehuir del martirio. Fundaban sus enseñanzas en la revelación
directa del Espíritu Santo, del Paráclito mismo (cf. Juan 14,15-17; 16,13). El recurso, pues, de los
montanistas a la doctrina juánica del Espíritu (el “Paráclito”), hizo levantar sospechas sobre el evangelio.
Se apoyaban también en el Apocalipsis, por lo cual ese libro debió luchar siglos enteros por su
reconocimiento canónico en Oriente.
24 Cf. Adv. Haer. III, 11, 12.
influjo. Tampoco dice dónde predicaban estos “antimontanistas”. Tal vez habría
que pensar en Roma o las Galias, donde abundaban los “profetas” montanistas.
Por otras fuentes, especialmente por fragmentos de un escrito de HIPÓLITO
ROMANO,25 se puede conocer que en Roma, bajo el Papa Ceferino (199-217) un
hombre docto, de nombre GAYO o CAYO, rechazaba juntamente con el Apocalipsis
también al Evangelio de Juan, e incluso, lo atribuía al hereje doceta CERINTO (con
lo que afirmaba a la vez, el carácter gnóstico del Cuarto Evangelio).26
El objetivo principal de GAYO / CAYO era impugnar al montanismo. Al
desvalorizar y reprobar al Evangelio de Juan, este último buscaba sin duda
arrancar de las manos un arma a los montanistas.
San Ireneo, pues, se habría esforzado por mostrar el origen apostólico del evangelio,
porque debía evitar que este se convirtiera en una propiedad particular de los gnósticos.
Él se encontraba ante dos fenómenos que de diferentes maneras dejaban el Evangelio de
Juan en manos de los gnósticos: unos, como Ptolomeo y Heracleón, que lo comentaban
como si fuera obra de un gnóstico, y otros que lo rechazaban diciendo que había sido
escrito por un gnóstico.
25 Los fragmentos están contenidos en un comentario del obispo jacobita DIONISIO BAR SALIBI († 1171)
sobre el Apocalipsis (cf. SCHNACKENBURG, El Evangelio según San Juan I, nota 536, 589). Este CAYO es
mencionado también por Eusebio en HE VI 20,3.
26 Para ampliar la información acerca de CERINTO: ver HE III, 28.
27 EPIFANIO, judío converso nacido en Israel, fue monje y luego obispo de Salamina. Su obra màs
importante fue el “Panarion” (también conocida como Adversus Haereses). Escrito entre 374 y 377,
constituye una especie de “guía” para tratar con heréticos, listando 80 doctrinas heréticas, algunas de los
cuales no están descritas en ningún otro documento de aquel tiempo que nos haya llegado.
28 La expresión acuñada por EPIFANIO es bivalente (“álogos” = “negadores del logos” y “a-lógicos” o
irracionales”) y quiere indicar la negación del Evangelio de Juan, que recurre a ese título cristológico,
aunque sin designarlos como herejes. Constituirían un movimiento nacido en la iglesia de Roma, bajo el
liderazgo de un presbítero llamado Caio o Gaio, que se oponía a Montano y a dos mujeres que lo
acompañaban, y en medio de éxtasis y arrebatos místicos anunciaban el retorno inminente de Cristo y la
manifestación de la Jerusalén celestial. Se decían inspirados por el Espíritu Santo y para sostener sus
afirmaciones aducían textos del evangelio de Juan y del Apocalipsis. Para oponerse a ellos, Caio rechazó
estos libros y según algún testimonio de la antigüedad, habría dicho que eran obra del hereje Cerinto. San
Ireneo da a entender que Caio no era el único que rechazaba el evangelio de san Juan, sino que se trataba
de todo un movimiento.
29 No se tienen datos precisos sobre los años en que vivió. Se conjetura que podría haber sido entre los
años 140-195, (aunque también se proponen otras fechas).
“El cuarto evangelio es de Juan, uno de los discípulos. Rogado por sus
condiscípulos y obispos, dijo: “ayunad conmigo tres días a partir de hoy, y que
cada uno de nosotros refiera a los demás lo que le fue revelado”. Aquella misma
noche le fue revelado a Andrés, uno de los apóstoles, que, de conformidad con
todos, Juan escribiera en su nombre. Y así, aunque parezca que se enseñan cosas
distintas en los distintos evangelios, no es diferente la fe de los fieles, ya que por
el mismo y principal Espíritu ha sido inspirado lo que en todos se contiene sobre
el nacimiento, pasión y resurrección (de Cristo), así como su permanencia con los
discípulos y sobre su doble venida, despreciada y humilde la primera, que ya tuvo
lugar, y gloriosa y con regia potestad la segunda, que ha de suceder. ¿Qué tiene
pues de extraño que Juan tan frecuentemente afirme cada cosa en sus epístolas
diciendo a este respecto: “lo que vimos con nuestros ojos y oímos con nuestros
oídos y nuestras manos tocaron, esto os escribimos”. Con lo cual se profesa a la
vez no solo testigo de vista y oído, sino escritor de todas las maravillas del
Señor”.
30 Cf. Éxodo 28,36-38 (cap. 28: “ornamentos sacerdotales”) “Harás, además, una lámina de oro puro, y
en ella grabarás como se graban los sellos: “Consagrado a Yahveh”. La sujetarás con un cordón de
púrpura violeta, de modo que esté fija sobre la tiara. Quedará sobre la frente de Aarón; pues Aarón
cargará con las faltas cometidas por los israelitas en las cosas sagradas; es decir, al ofrecer toda clase de
santas ofrendas. La tendrá siempre sobre su frente, para que halle favor delante de Yahveh”.
31 Cf. HE III, 39, 6, donde se habla de dos “Juanes” famosos enterrados en Éfeso.
Evidentemente, todo apunta a hacer pensar que, durante el siglo II, no hay indicios
sólidos para pensar que esta obra era atribuida al “apóstol Juan hijo de Zebedeo”. El
primer testimonio explícito de la identificación del autor como “el apóstol Juan” es el de
SAN IRENEO, y, a partir de él, toda la tradición se hace eco de este dato.
≡ El “discípulo amado”
Un discípulo de Jesús que habría vivido en Jerusalén y no perteneció al grupo de
“los Doce”. Es posible que antes de concer a Jesús haya sido discípulo de Juan
Bautista. Durante la pasión de Jesús permaneció en Jerusalén y fue testigo de la
crucifixión.
Después de la Pascua formó una comunidad, a la que le transmitió la tradición de
Jesús. Este discípulo habría dejado algún escrito (Juan 21,30) que actualmente no
se puede identificar, pero que debió de haber sido asumido para la composición del
Evangelio.
Los comentaristas que sostienen que el “discípulo amado” y el “evangelista” serían
la misma persona, suponen que este escrito podrían ser los capítulos 1-20 del
evangelio.
≡ El evangelista
La mayoría de los comentaristas actuales sostienen que el “evangelista” no se
identificaría con el “discípulo amado”, sino que habría sido un destacado miembro
de la comunidad formada por este.
32 Resumiendo: la conexión entre el cuarto Evangelio y Juan el hijo de Zebedeo no puede ser considerada
como un dato decisivo para la fe. Lo que es verdaderamente importante es saber si esta obra tiene o no el
respaldo de un testigo de los hechos y las palabras de Jesús.
≡ La redacción final
Después de la desaparición física del “evangelista”, algún miembro de la
comunidad se ocupó de dar forma definitiva al Evangelio, incluyendo material
escrito por el evangelista que no habría sido editado en la obra original (¿caps. 15-
17? ¿cap. 21?).
En un análisis del evangelio es muy difícil diferenciar entre la obra del evangelista
y la del redactor final.
Destinatarios
Fecha y lugar de composición
Sobre la base de estos cuestionamientos –aunque el tema es aún debatido– señalamos que
algunos investigadores se inclinan a pensar que el evangelio estaría vinculado a un grupo
reunido entorno a un discípulo del Señor, no perteneciente al grupo de “los Doce”,
familiarizado con Jerusalén y con la liturgia judía. El grupo incluía helenistas, seguidores de
Juan Bautista, judíos y samaritanos.
En este grupo se habría desarrollado una tradición que evolucionó con bastante independencia
respecto de las otras tradiciones del cristianismo naciente (“paulina”, “sinóptica”,
“judeocristiana”). Se expresaron con un vocabulario propio, y desarrollaron su teología
peculiar, que creció un tanto aislada de la tradición sinóptica.
La tradición suele indicar una fecha tardía para la redacción final de la obra:
O los últimos años de Domiciano (81-96).
O los primeros años de Trajano (98-117).
20,30 “Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales (seméia)
que no están escritas en este libro.
20,31 Estas han sido escritas para que creáis que (hina pisteuete hoti)
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios (ho húios tou theou),
y para que creyendo tengáis vida (zoe) en su nombre”
SIGNOS O SEÑALES33
A diferencia de los Sinópticos, el Evangelio de Juan nunca utiliza la palabra “dynamis”
(milagro) para referirse a los gestos poderosos de Jesús.34 El Cuarto Evangelio los llama
«signos» o «señales» (semeion), o, también, “obras”.35
El vocablo “semeion” apunta a expresar una finalidad específica: mostrar, hacer “ver”.
Los “signos” tienen una alta carga de revelación, un fuerte contenido cristológico, en cuanto
manifiestan la gloria de Jesús e intentan suscitar la fe (al menos, en aquellos que esté dispuestos
a penetrar el misterio de Jesús).
Lo más característico de la teología juánica de los signos está en que sólo Jesús los hace 36 y en
la relación de los signos con la fe.37
2,11 “Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y
creyeron en él sus discípulos”.
11,4 “Al oírlo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para
que el Hijo de Dios sea glorificado por ella»“.
33 J. O. TUÑÍ, “Historia literaria o Historia del texto: La tradición narrativa de los signos de Jesús”, en:
TUÑÍ-ALEGRE, Escritos joánicos y cartas católicas, Navarra (Verbo Divino 1995), 30-41. Cf. R.
SCHNACKENBURG, “Los «signos» joánicos”, en: Id., El Evangelio s. S. Juan I1965, 381-394. Cf. F. J.
MOLONEY, “Johannine Theology. The Believer's Response. (I) Signs and Faith”, en: BROWN-FITZMYER-
MURPHY (ed.), The New Jerome Biblical Commentary , New Jersey (Prentice Hall, 1990), 1425-1426. H.
LONA, “Las formas literarias y sus Fuentes. A) Los “signos” o milagros”, en: Id., El Evangelio de Juan,
Buenos Aires (Claretiana 2000), 24-30.
34 Según los Sinópticos los dynameis de Jesús son los actos poderosos que acompañan la presencia activa
del reino entre los hombres. En el Evangelio de Juan prácticamente no se habla de “Reino” –sólo lo hace
en Juan 3,3-5–. El Jesús de Juan no anuncia el Reino, ni lo proclama como presente, ni lo ilustra mediante
parábolas, ni describe el proceso de implantación del Reino entre los hombres mediante la expulsión de
los demonios (en el Cuarto Evangelio no se narran exorcismos) y la curación de los enfermos.
35 ¿Hay alguna diferencia entre obras y signos?
“Signos” sólo los realiza Jesús, durante su ministerio público. Los discípulos sólo pueden hacer “obras”:
14,12 “En verdad, en verdad os digo, el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará
mayores aún, porque yo voy al Padre”.
17,4 resume todo el ministerio de Jesús como una “obra”:
“Yo te he glorificado en la tierra llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar”.
Los “milagros” son a la vez signos y obras, según desde donde se les considere:
“Signos” en el sentido que expresan realidades que remiten al misterio.
“Obras” en cuanto se insertan en la corriente de la actividad del Padre (“La obra de Dios es que
creáis en quien él ha enviado”, Juan 6, 29), como obras comunes al Padre y al Hijo.
El Padre le da al Hijo para que las realice: 5, 36 “porque las obras que el Padre me ha encomendado
llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado”. 14,
10.11 “¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo
por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme, yo estoy en el Padre y
el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras”; cf. Juan 17,4.
36 Por eso dirá el autor explícitamente que Juan Bautista no hizo ningún signo: Juan 10,41 “Muchos
fueron donde él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era
verdad»“. Y es que Juan Bautista no podía hacer ninguno, porque los signos son propios del Hijo, que
sólo hace y dice lo que ve y escucha del Padre (Juan 5,19.31).
El interés de Juan no radica en el efecto de los gestos de Jesús, sino mas bien en su origen y fundamento.
Por eso se puede decir que lo que caracteriza a los “signos” juánicos es su sentido revelador. Los signos
dan a conocer la fuente y el origen de la actividad de Jesús, lo que alienta su obrar, la razón más profunda
de su presencia entre los hombres.
37 Cf. H. LONA, “La fe y los signos”, en: Id., El Evangelio de Juan, 101-102 (cf. “La fe”, ibid. 100-107).
La “gloria” de Jesús toma cuerpo en todos los signos que realiza, pero cada signo particular
muestra una faceta del misterio de Jesús salvador.38
Se comienza numerando las “señales”: 2,11; 4,54, y, en total, aunque Jesús ó “muchas señales”
(11,47; 20,30), se narrarán 7.
CREER
(pisteu,w)39
A lo largo de la obra, se reconoce la extraordinaria importancia que el evangelista concede al
acto de “creer”:
Sino también, en algunos casos, por la peculiar utilización de una construcción, que,
desde el punto de vista gramatical, es, por lo menos, anormal:
pisteu,ein eivj + ACUSATIVO
| |
“Pistéuein eis” El acusativo indica una persona, término de la acción.
38 Los diálogos del Evangelio de Juan tendrán la función de desentrañar y ahondar en el aspecto
revelador de los gestos de Jesús, plenitud de la revelación salvadora de Dios. Un acto de ahondamiento en
la realidad de Jesús lleva a entender que en él está presente la realidad poderosa del Dios lejano e
invisible, la presencia de la gloria. En ese hombre Jesucristo resplandece Dios en medio de las tinieblas de
este mundo. Por eso, los “signos” son como un rayo de esa gloria, que se da en la “sarx”. El Evangelio de
Juan, convencido de que en Jesús ha llegado la salvación final, penetra en la realidad de Jesús y percibe
que en sus gestos, en su actuar existe un acercamiento del Dios invisible y lejano. No un acercamiento
provisional y ejemplar sino una presencia total y definitiva. La salvación ya no podría venir por otro lado.
Es en Jesús donde hay que encontrar al Dios misterioso y donde podemos contemplar “la gloria”.
39 R. BROWN, “Vocabulario Joánico. 9) pisteuein = «creer» («tener fe»,«llegar a creer», «confiar» ...)”,
en: Id., R. BROWN, El Evangelio según San Juan II1970, 1486-1489. R. SCHNACKENBURG, “Excursus 7. La
fe joánica”, en: Id., El Evangelio s. S. Juan I1965, 543-561. J. O. TUÑÍ VANCELLS, “La «fe» en la
comunidad en el EJ”, en: Id., Jesús y el evangelio en la comunidad juánica, Salamanca (Sígueme 1987),
40-48 y cf. 112-123; Id., “Aceptación de Jesús: la fe joánica”, en: TUÑÍ-ALEGRE, Escritos joánicos y
cartas católicas, Navarra (Verbo Divino 1995), 123-127. F. J. MOLONEY, “Johannine Theology. The
Believer's Response. (I) Signs and Faith”, en: BROWN-FITZMYER-MURPHY (ed.), The New Jerome Biblical
Commentary , New Jersey (Prentice Hall, 1990), 1425.
40 El contraste con las cartas de Pablo es notable: el verbo “creer” aparece 54 veces mientras que el
sustantivo “fe” se encuentra 154 veces.
Esto se ve con mayor claridad en Juan 6,35, donde aparece, en paralelo con la expresión
“creer en mí”, “venir a mí”:41
6,35 “Les dijo Jesús: « Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí (o` evrco,menoj pro.j
evme),no tendrá hambre, y el que crea en mí (o` pisteu,wn eivj evme.), no tendrá nunca sed.
v36 Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. v37 Todo lo que me dé el Padre
vendrá a mí, y al que venga a mí (to.n evrco,menon pro.j evme.) no lo echaré fuera; v38
porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha
enviado”.
Esto permite entender también porque en Juan no se emplea nunca el sustantivo fe (pi,stij), más
indicado para expresar “posesión”, “estado” en el sujeto que dinamismo sujeto/objeto.
Los LXX emplean el verbo para traducir formas verbales de la raíz 'aMaN, que indica lo que es
“firme”, “seguro”43 (de donde viene el vocablo “amén” = cierto, seguro, tan frecuentemente
utilizado por el Jesús joánico).
La importancia del “creer” en Juan se subraya también a través de las promesas que se hacen a
los creyentes:
El que cree...
Nunca más tendrá sed (6,35)
Aunque muera, vivirá (11,25)
No permanecerá en las tinieblas (12,46)
Hará las obras que hizo Jesús, e incluso mayores (14,12)
5,24 “En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha
enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la
vida”.
6,40 “Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él,
tenga vida eterna y que yo le resucite el último día» …6,47 En verdad, en verdad os
digo: el que cree, tiene vida eterna”.
11,25-26 “Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí,
aunque muera, vivirá; v.26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees
esto?»“
VIDA44
Es el concepto salvífico fundamental de este evangelio (cf. Juan 20,31; 1 Juan 5,11-13).
El evangelista distingue cuidadosamente entre la cualidad de “la vida divina”, que es el bien
salvífico que viene a traer Cristo, y “la vida humana”, que todos poseemos por naturaleza,
sujeta a la muerte.
Para manifestar esta diferencia cualitativa fundamental, el evangelista emplea dos vocablos
distintos para designar estos dos tipos de “vida”:
yuxh/ (psyjé) y zwh\ (zoé).
yuxh/ (psyjé)
Se refiere a la vida humana, natural, terrena. Es la vida que el hombre posee por naturaleza,
sujeta a la muerte, limitada.
Por tener yuxh/ Jesús –el buen pastor– puede ofrecerla por las ovejas
10,11 “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas”.
10,15 “como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas”.
10,17 “Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. v. 18
Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para
recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre”.
44 C.H. DODD, “Vida Eterna”, en: Id., Interpretación del Cuarto Evangelio, 153-159. R. BROWN,
“Vocabulario Joánico. 6) zoe = «vida» («vida eterna»)”, en: Id. R. BROWN, El Evangelio según San Juan
II1970, 1478-1481. R. SCHNACKENBURG, “Excursus 12. La idea de la vida en el Evangelio de Juan”, en:
Id., El Evangelio según San Juan II1971, 428-439.
zwh\ (zoé)
No se refiere en Juan a la vida “natural”. Se trata de “la” Vida por antonomasia, la Vida de
Dios, lo que le es propio como Viviente. Una vida plena, perfecta, ilimitada, “eterna” (zwh¯
ai¹w¯noj45), no sujeta a la muerte.
El Hijo es la zoé
11,25 “Jesús le respondió: «Yo soy la resurrección y la vida”.
14,6 “Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
45 La expresión hebrea subyacente al giro “zoé aiónos” aparece por primera vez en Daniel 12,2: “Muchos
de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna (l:xayyê (Olÿ{), otros
para el oprobio, para el horror eterno”.
Intento de detectar
una estructura en este evangelio
Ver: L. H. RIVAS, ¿Qué es un evangelio?, Buenos Aires (Claretiana 2001), 95s.
La comunidad juánica
y su problemática48
Por su comprensión tan peculiar del misterio de Cristo, muchas afirmaciones de este evangelio,
tomadas aisladas, podían llevar a interpretaciones erróneas de la figura y la obra del Señor.
Así, pronto fue necesario tomar posturas claras respecto de ciertas cuestiones teológicas
fundamentales, para precisar y matizar el alcance de las afirmaciones de este evangelio. Por
ejemplo:
¿No se corre peligro de pensar que Cristo redime por lo que reveló, por su
conocimiento y no por su vida y su muerte en cruz?
Si ya, por la fe, tenemos todos los bienes salvíficos, la vida misma de Dios:
¿Puedo tener aún pecado?
¿Para qué molestarnos por los mandamientos, por el amor al hermano? (=/= “amor al prójimo”;
se trata de “amor fraterno”, es decir, de “comunidad”)
o Por empezar, la “carta” es anónima. El autor nunca dice su nombre, ni firma. Se parece
más a un pequeño tratado que a una verdadera carta.
o El interés dominante es el reforzar a los lectores contra un grupo que está haciendo la
labor del demonio y del anticristo:
1 Juan 2,18 “Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo;
pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la
última hora”.
1 Juan 4,1-6 “Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus
vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. v.2 Podréis conocer en
esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de
Dios; v.3 y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo.
El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo”.
o El autor de 1 Juan, en una clara y fuerte polémica, les dedica epítetos que en el Evangelio
de Juan se aplican a los “judíos”:
Hijos del diablo: 1 Juan 3,8.10; cf. Juan 8,44.
Los que realizan el pecado «escatológico»: 1 Juan 3,4-5 (la «iniquidad»: 1 Juan 5,17); cf.
Juan 8,34
Mentirosos: 1 Juan 2,4; cf. Juan 8,44.
Asesinos: 1 Juan 3,15; cf. Juan 8,44.
Son del mundo: 1 Juan 4,5 Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el
mundo los escucha.
Son como Caín, que siendo maligno mató a su hermano: 1 Juan 3,12
No hay que rogar por ellos
1 Juan 5,16-17 “Si alguno ve que su hermano comete un pecado que no es de muerte,
pida y le dará vida –a los que cometan pecados que no son de muerte pues hay un
pecado que es de muerte, por el cual no digo que pida–. v.17 Toda iniquidad es pecado,
pero hay pecado que no es de muerte”.
Ni saludarlos ni menos aún recibirlos en casa.
2 Juan 1,10-11 “Si alguno viene a vosotros y no es portador de esta doctrina, no le
recibáis en casa ni le saludéis, v.11 pues el que le saluda se hace solidario de sus malas
obras”.
o Buscan conseguir seguidores. El autor les recuerda a los destinatarios que han recibido el
Espíritu, y que nadie los puede engañar.
1 Juan 2,26 “Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. v.27 Y en cuanto
a vosotros, la unción que de El habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis
que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas –y es
verdadera y no mentirosa– según os enseñó, permaneced en él”.
1 Juan 4,1 “Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus
vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo”.
o Los errores que combate el autor de 1 Juan son tanto cristológicos como “éticos”:
El autor de 1 Juan insiste en la realidad de la carne humana de Cristo; los adversarios no
confiesan a Jesús:
1 Juan 4,2-3 “Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a
50
Jesucristo, venido en carne, es de Dios; v.3 y todo espíritu que no confiesa a Jesús , no
es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya
está en el mundo”.
2 Juan 1,7 “Muchos seductores han salido al mundo, que no confiesan que Jesucristo ha
venido en carne. Ese es el Seductor y el Anticristo”.
Los adversarios, ¿habrían creído haber logrado una relación fuerte y estable con Dios, y
el papel de Jesús en ese logro no les interesaba? De todos modos, hay una clara y
explícita voluntad por parte del autor de 1 Juan de afirmar sin ambigüedades la realidad
humana de Jesús, frente a quienes parecen negarla.51
50 Es interesante señalar que hay una variante textual de 1 Juan 4,3: “todo espíritu que deshace a Jesús”.
51 Es de notar que en 1 Juan el sujeto de las confesiones de fe es siempre “Jesús”:
2,22 “¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega
al Padre y al Hijo”.
4,15 “Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios”.
o Como los adversarios pretenden estar libres de pecado, insiste en que tenemos pecados:
1 Juan 1, 8.9.10 (pero, cf. 1 Juan 3, 5-10, especialmente, el vs. 9).
1Juan 1,10 “Si decimos: «No hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está
en nosotros”.
o Aunque pregonan la comunión con Dios, no cumplen los mandamientos. 1 Juan insistirá
en la necesidad de guardar los mandamientos, en particular, en el mandamiento del amor
fraterno:
1 Juan 2,3-4 “En esto sabemos que le conocemos: en que guardamos sus mandamientos.
v.4 Quien dice: «Yo le conozco» y no guarda sus mandamientos es un mentiroso y la
verdad no está en él”.
1 Juan 2,9-11 “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las
tinieblas. v.10 Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. v.11 Pero
quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a
dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos”.
Cf. 1 Juan 3,10-24 y 4,7-21
¿No consideraban importante amar al hermano?
¿Consideraban salvíficamente irrelevante la práctica de los mandamientos?
Todo esto permite comprobar una situación problemática en el seno mismo de la comunidad.52
Hoy día se tiende a pensar que habría habido tendencias internas, que provocaron
interpretaciones seriamente encontrada del mensaje fundamental del Evangelio, en concreto,
respecto de una comprensión de la común tradición juánica que habría negado el carácter
salvífico de la vida y la muerte de Jesús.
Las primeras confesiones cristianas subrayaban el predicado: Jesús, el cercano, el que ellos conocían, es el
Mesías; Jesús es el Hijo de Dios. 1 Juan el acento se ha desplazado del predicado al sujeto.
52 Según R. BROWN (La comunidad del discípulo amado, 94), esto invita a suponer que las cartas son
posteriores al evangelio: “Lo realmente decisivo en la cuestión de la fijación de la fecha es que, mientras
el evangelio refleja la actuación de la comunidad juánica con los de afuera, las cartas se refieren a los de
adentro. Los secesionistas ahora representan al mundo (1 Juan 4,5); y en ellos, más bien que “los judíos”,
son fustigados como hijos del diablo (1 Juan 3,10). Si las cartas fueron escritas antes del evangelio, habría
existido una comunidad juánica ya dividida y diezmada que luchaba con los de afuera cuando el evangelio
fue escrito; pero no tenemos indicación de esto”.
Esta carta es como la “clave de lectura” para unas interpretación “ortodoxa” de la peculiar
teología del Cuarto Evangelio.
Los “adversarios” del autor de la 1 Juan, se supone, podrían haber caído, tras la ruptura, en
posiciones extremas, volcándose hacia las diversas tendencias gnósticas del siglo II (docetismo,
maniqueísmo, gnosis, etc.).
2 JUAN 53
El mensaje fundamental de este texto es idéntico al de la 1J uan, sólo que mucho más breve.
Dirigida a la “Señora Electa y sus hijos” (v.1),54 señala directrices acerca de la exclusión de
gentes que puedan llegar negando que Jesucristo de encarnó (vv. 7.10-11). También recuerda el
“mandamiento del amor” fraterno (vv. 5-6).
3 JUAN 55
Se trata del escrito más breve del Nuevo Testamento. Es una verdadera carta, y además,
personal, porque tiene el nombre del destinatario (Gayo); el autor, al igual que el de la 2 Juan,
se identifica como “el presbítero”.
El presbítero, que parece tener un cargo de cierta responsabilidad en alguna comunidad juánica,
ha tenido alguna dificultad con un tal “Diótrefes”, que parece tener autoridad en otra
comunidad. Según el autor de la carta, Diótrefes actúa de forma autoritaria y no ha querido
recibir a los enviados por el presbítero que llevaban un escrito de éste dirigido a la comunidad
(v. 9; ¿se trataría de la 1 Juan?)
Diótrefes se opone al grupo del presbítero y tampoco permite, so pena de expulsión, que algún
miembro de su iglesia reciba a los enviados del autor de esta carta: 56
3 Juan 1,10 “Por eso, cuando vaya, le recordaré las cosas que está haciendo, criticándonos
con palabras llenas de malicia; y como si no fuera bastante, tampoco recibe a los hermanos,
impide a los que desean hacerlo y los expulsa de la Iglesia”.
53 R. BROWN, “Second Letter of John”, en: Id., An Introduction to the New Testament, 395-400. Senén
VIDAL, “Textos de 2Jn”, en: Id., Los escritos originales de la comunidad del discípulo «amigo» de Jesús,
638-645.
54 Teniendo en cuenta que, en el v. 13, el saludo lo manda “los hijos de tu hermana Electa”, debemos
pensar que el nombre se refiere, no a una mujer de nombre Electa, sino a una iglesia particular, doméstica.
55 R. BROWN, “Third Letter of John”, en: Id., An Introduction to the New Testament, 401-405. Senén
VIDAL, “Textos de 3Jn”, en: Id., Los escritos originales de la comunidad del discípulo «amigo» de Jesús,
646-653. J. O. TUÑÍ, “La Tercera Carta de Juan”, en: J. O. TUÑÍ - X. ALEGRE, Escritos joánicos y cartas
católicas, 195-198.
56 ¿Porque pertenece al otro bando? ¿Porque no quiere intervenir en el conflicto?
Gayo, en cambio, recibió a los enviados en su casa. Por ello, el presbítero se muestra
agradecido, lo alaba por la hospitalidad que mostró a los misioneros (vv. 3-8). Recomienda
especialmente a un tal Demetrio que está por llegar (v. 12). Como en 2 Juan, promete visitarlos
pronto, y tratar, personalmente, el asunto de la hostilidad de Diótrefes hacia él (v. 10a).
A pesar de ser un escrito tan breve y tan particular, proporciona datos interesantes para el
conocimiento de las comunidades juánicas:
En primer lugar, a través de este escrito se puede inferir que había grupos “juánicos” en
diversos lugares. Y probablemente, en ciudades, puesto que el cristianismo fue al
comienzo un fenómeno fundamentalmente urbano. Además, que la distancia entre los
centros urbanos debía ser considerable. No sólo escribe a Gayo, sino que le pide que
provea para el viaje de los misioneros, que, por lo tanto, ha de ser un viaje de cierta
envergadura.
En segundo lugar, se ve también que existían personas en las comunidades que estaban
revestidas de cierta autoridad. Ante todo, el mismo “presbítero”, que se consideraba con
autoridad para echar en cara a Diótrefes su conducta inhospitalaria. Pero también
Diótrefes tiene claramente una cierta preeminencia.
También se puede descubrir que las iglesias juánicas tuvieron misioneros itinerantes, que
se dedicaban a visitar a las diversas comunidades. 3 Juan describe su tarea en términos de
“colaborar con la verdad” (vs. 8).
¿No habrá que empezar a pensar seriamente en una autoridad visible que dirima estas
cuestiones? El epílogo del Cuarto Evangelio reconoce la autoridad de un pastor humano (Juan
21,15-17). ¿Diótrefes estaba acaso tomando para sí este papel? (3 Juan 1,9-10).
El autor de 3 Juan sólo le reprocha su manera dictatorial de proceder (aunque cf. 2 Juan 10-11)
no recibiendo ni la carta ni a los misioneros enviados por el presbítero. Pero, ¿no termina
siendo necesaria una autoridad visible?
Parece que esta comunidad tuvo finalmente que transigir con la eclesiología de las pastorales,
por pesada y formal que fuera, si no querían desintegrarse con los conflictos y/ o caer en el
gnosticismo.
El “carisma” sin “institución” parece abocado inevitablemente a la disolución y a la
fragmentación que representan las sectas gnósticas de los siglos II y III d.C.