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Doscientos Siete

Dossier • Cuarta etapa

El mundo del Diciembre 2016 •

trabajo en el posacuerdo
Controversia 207

Cuarta etapa - N.º 207 - Diciembre 2016 Jenny Pearce


Universidad de Bradford, Inglaterra
Centro de Investigación y Educación Popular/
Programa por la Paz (Cinep/PPP) Margarita López
Centros de estudios del desarrollo de
Escuela Nacional Sindical (ENS)
Universidad Central, Venzuela
Confiar
Pilar Riaño Alcalá
DIRECTOR University of British Columbia, Canadá
Mauricio Archila N.
Cinep/PPP Rodolfo Arango Rivadeneira
Universidad Nacional, Colombia
EDITOR ESPECIAL NÚMERO 207
Daniel Hawkins COLABORAN EN ESTE NÚMERO
Escuela Nacional Sindical Eugenio Castaño González
Carmen Tangarife
COMITÉ EDITORIAL Jairo Alexander Castaño
Mauricio Archila N. (Cinep/PPP) Luis Gabriel Quiroz Cortés
Daniel Hawkins (ENS) Fernando Urrea Giraldo
Daniel Hawkins
COMITÉ CIENTÍFICO Edgar Augusto Valero
Alejandro Grimson Kjeld Jakobsen
Instituto Nacional de Altos Estudios Sociales de José Alejandro Cifuentes
la Universidad Nacional San Martín, Argentina Lorena Guerrero

Angela Stienen COORDINACIÓN EDITORIAL


Universidad de Berna, Suiza Leonardo Parra Rojas

Carlos Figueroa Ibarra DISEÑO DE CARÁTULA


Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades Kevin Nieto Vallejo
de la Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla, México IMPRESIÓN Y ACABADOS
Panamericana Formas e Impresos S.A.
Clara Inés García
Instituto de Estudios Regionales (Iner),
Colombia ISSN Impreso: 0120-4165

David Recondo Carrera 5 N.º 33 B - 02


Centro de Estudios e Investigaciones Teléfono: 2456181
Internacionales de la Fundación Nacional de www.cinep.org.co/controversia.htm
Ciencias Políticas, Francia controversia@cinep.org.co
Bogotá, D.C.
Francisco Leal Buitrago Colombia
Universidad de los Andes, Colombia
Índice
7 Presentación
Por Daniel Hawkins

Dossier
“El mundo del trabajo en el posacuerdo”

17 El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario


de posacuerdo
Por Eugenio Castaño

43 Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas


geográficas de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso
2013-2015
Por Carmen Lucía Tangarife López

103 Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena


Nasa en tres municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono)
Por Fernando Urrea-Giraldo, Jairo Alexander Castaño y Luis Gabriel Quiroz Cortés

167 Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto


colombiano: ¿Una oportunidad para el dialogo social?
Por Edgar Augusto Valero

205 El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las


experiencias de Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos
y la Unión Europea
Por Daniel Hawkins

245 Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición


hacia la democracia: La incidencia del movimiento sindical
Por Kjeld Jakobsen

291 Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista Documentos Políticos


en el periodo final de La Violencia
Por Lorena Guerrero y José Alejandro Cifuentes

309 Reseñas

319 Resúmenes de artículos

333 Colaboradores

337 Revista Controversia


Instrucciones para los autores
Presentación 7

Presentación
Dossier: “El mundo del trabajo en el posacuerdo”
Daniel Hawkins1

L
a actualidad política y económica de Colombia marcada por el fin
del conflicto armado entre las FARC-EP y el Estado colombiano, y
el tenso proceso de implementar legislativa, política y territorial-
mente los Acuerdos de La Habana, nos impone diversos retos de índole
académica y política. Ante todo, la necesidad de comprender que la im-
plementación de los Acuerdos no sólo implica los trámites formales de
aprobación de proyectos de leyes y actos legislativos en el proceso aso-
ciado al fast track, sino un análisis de los múltiples factores políticos,
económicos y socioculturales que podrían obstaculizar la materialización
de lo acordado y enredar el proceso gradual de construir una época de
posconflicto colombiano, entendido, de acuerdo con las apreciaciones
de León Valencia (2017), como un periodo de transición, desde la termi-
nación del conflicto armado hasta la “normalización” de la democracia,
en el cual los factores detonantes de la violencia sean superados.

El acceso y uso de la tierra y, sobre todo, su escandalosa concentración


en Colombia, ha sido, quizás, el factor más importante para engendrar
el conflicto armado del país, y ha sido tema clave para la discusión en
las mencionadas negociaciones de paz y en el periodo de su inicial y pre-
caria implementación. En los informes de la Comisión Histórica sobre
el Conflicto Armado, publicados en 2015, se reconoció, ampliamente, la
relación del conflicto armado con el acceso y uso de la tierra.2 También
el tema de la concentración de la tierra en Colombia y sus desafíos para el
desarrollo político y económico del país fue abordado, por los integrantes
de la Misión para la Transformación del Campo Colombiano (Depar-

1
Director del Área de Investigación de la Escuela Nacional Sindical
2
Por ejemplo, en los doce informes presentados en la Mesa de Diálogos en La Habana
por la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas el 10 de febrero de 2015, la
8 Controversia 207

tamento Nacional de Planeación, 2014, 2015; y Ocampo, 2015). Estos


espacios oficiales de discusión, debate y diseño de propuestas de políti-
cas para amortiguar, al menos, la relación entre la tierra, la pobreza y la
desigualdad en el país son claves para el largo proceso de construcción de
paz y para consolidar un futuro de posconflicto. Pero, sin entablar unas
discusiones y reflexiones sobre el vínculo entre el trabajo, la tierra y la des-
igualdad territorial, de clases, de género, étnica y racial, la reclamada paz
colombiana no sería más que unos consensos oficiales y unas políticas y
leyes parciales.

El presente número 207 de la Revista Controversia incluye unas reflexio-


nes acerca de la importancia del tema de trabajo, sobre todo desde la
óptica de los derechos en el trabajo, en la implementación de los Acuer-
dos, especialmente, los puntos asociados con el capítulo 1 “Hacía un
Nuevo Campo Colombiano: Reforma Rural Integral”. Se plantea, como
argumento estructural de varios de los artículos en este número, que
para superar los conflictos relacionados con el acceso y uso tan desigual
de la tierra en Colombia, se debe comprender el estrecho vínculo entre la
tierra y el trabajo en las zonas rurales del país, y de forma complementa-
ria, y la alta desigualdad, entendida desde un enfoque de protección de
los derechos, que existe entre el trabajo urbano y el trabajo rural.

En total son siete artículos que componen la presente revista y aunque


casi todos reflexionan sobre los retos laborales en el posconflicto, lo
hacen desde diversas miradas y diferentes aspectos de las relaciones
laborales en el país. Tres de los artículos analizan las características del
trabajo en la zona rural del país y elaboran distintas apreciaciones sobre
los retos políticos e institucionales que enfrentan la implementación

mayoría destacan esta relación. Véanse, por ejemplo: Darío Fajardo, “Estudio sobre
los orígenes del conflicto social armado, razones de su persistencia y sus efectos
más profundos en la sociedad colombiana”; Javier Giraldo, S.J. “Aportes sobre el
origen del conflicto armado en Colombia, su persistencia y sus impactos”; Francisco
Gutiérrez, “¿Una historia simple?”; Alfredo Molano, “Fragmentos de la historia del
conflicto armado (1920-2010)”.
Presentación 9

de los Acuerdos de Paz. Así el artículo de Eugenio Castaño, “El trabajo


en el sector rural: dilemas (i)lógicas para un escenario de Posacuerdo”
examina como el capítulo 1 de los Acuerdos se relaciona con el mundo
de trabajo rural y ofrece una crítica de las incongruencias entre los úl-
timos Planes Nacionales de Desarrollo de los dos gobiernos de Santos
y lo acordado con las FARC-EP. Castaño termina su artículo resaltando
la necesidad de construir nuevos espacios de concertación e inclusión
social y laboral que tomen en cuenta las dificultades padecidas por el
sector rural, y especialmente, por las y los trabajadores rurales históri-
camente olvidados e invisibilizados por el Estado colombiano.

Carmen Tangarife, en su texto, “Medición y análisis de las condiciones


de trabajo decente en las zonas geográficas de Colombia: cabeceras y
centros poblados y rural disperso 2013-2015”, nos ofrece una compren-
sión cualitativa y cuantitativa sobre el déficit de trabajo decente en la
zona rural colombiana, resaltando las múltiples formas en que las y
los trabajadores de esas zonas territoriales enfrentan discriminaciones
laborales y como carecen de la posibilidad de ejercer sus derechos bá-
sicos del trabajo. Por ejemplo, Tangarife demuestra como la incidencia
de la pobreza rural es mayor que la urbana tanto en ingresos como en la
pobreza multidimensional. La pobreza monetaria en la zona rural llega
a 40,3%, así mismo se encuentra que casi un quintil de esta población
vive en condiciones materiales de indigencia, algo que se materializa a
través de una tasa de pobreza multidimensional de 40%, esto es más de
4’000.000 de personas en tal condición, y de una tasa de necesidades
básicas insatisfechas de más de 53%.

Estas cifras, asombrosamente altas, contradicen la poca atención po-


lítica dada al tema de la formalización laboral desde un enfoque de
derechos en el numeral 1 de los Acuerdos, donde más allá de las escasas
dos páginas dedicadas al asunto de formalización laboral y protección
social (punto 1.3.3.5), hay nula atención al tema de cómo avanzar en
mejorar la protección básica de las y los trabajadores del sector rural
10 Controversia 207

en un contexto donde, además de sufrir una alta precariedad de in-


gresos, enfrentan relaciones laborales, en su mayoría, fuera del marco
institucional: más de 87% de los trabajadores del sector rural están
excluidos de los sistemas de seguridad social básica. Tangarife, en la
misma línea de Castaño, argumenta que, para abordar estos déficits
estructurales e históricos, el gobierno debe formular una política pú-
blica de trabajo decente para el sector rural en la cual se prioricen los
derechos por encima de la sostenibilidad fiscal.

El artículo de Fernando Urrea y su equipo, “Mercado de trabajo, fuerza


de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres municipios del
norte del Cauca (Toribió, Jambaló y Caldono)” es un novedoso esfuerzo
por visibilizar las realidades concretas del mercado de trabajo en una
economía campesina, a través de la aplicación de una encuesta piloto
experimental. Analizando los resultados de esta encuesta, que usa el
marco conceptual de la nueva ruralidad de Colombia, los autores cues-
tionan la relevancia de los indicadores de mercado de trabajo oficiales
en un contexto de producción de mini y microfundios, fuerza de trabajo
principalmente familiar y de autoconsumo. Con un enfoque territorial
específico de tres municipios rurales de resguardo indígena, donde las
Unidades Domésticas de Producción Nasa (UDPN) tienen una protec-
ción especial frente al mercado de tierras y la expansión de empresarios
y terratenientes a través del control institucional del territorio del Cabil-
do, el artículo plantea nuevos retos al gobierno y a la institucionalidad
estatal en términos no sólo de cómo medir mejor las grandes diferen-
cias laborales entre las economías rurales campesinas y la economía
productiva urbana, sino cómo comprender de mejor manera el vínculo
entre la tierra comunal y el trabajo colectivo en el contexto indígena.

Por su parte, los artículos de Edgar Varelo y Daniel Hawkins analizan los
derechos del trabajo en Colombia en relación a dos de las más recientes
reconfiguraciones políticas y económicas del periodo contemporáneo:
primero, los cambios en las estrategias corporativas de las empresas
multinacionales con presencia en Colombia, asociadas al desarrollo de
Presentación 11

la Responsabilidad Social Empresarial (RSE); y segundo, la negociación


y ratificación de Tratados de Libre Comercio (TLC) entre Colombia y
grandes socios comerciales como los Estados Unidos y la Unión Europea.

Valero, a través de su artículo, “Sindicatos y Responsabilidad Social


Empresarial en el posconflicto colombiano: ¿Una oportunidad para el
diálogo social?” analiza si existe o no una relación entre la RSE, la nego-
ciación colectiva y los derechos laborales en Colombia. Indaga si en una
etapa de posconflicto promisorio, marcado por la institucionalización
de los conflictos sociales y laborales, habría más inclinación, tanto de
las empresas como de las organizaciones sindicales, a profundizar en la
RSE como elemento de diálogo social. A través del análisis de varios in-
formes de sostenibilidad de algunas empresas multinacionales presentes
en el país y entrevistas a dirigentes sindicales, Valero concluye que no
existe tal relación, argumentando que los proyectos de RSE en Colom-
bia, aunque son expresiones del proceso de globalización e integración
económica, se implementan en una sola vía y con un enfoque que prio-
riza la formulación de una buena imagen corporativa por encima de un
interés por entablar el diálogo social con las organizaciones sindicales.

Hawkins, por su parte, en su artículo, “El tema laboral en las negocia-


ciones de los TLC: Lecciones de las experiencias de Colombia frente a
los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea”, examina, primero,
las diferencias y similitudes de los modelos de negociar el tema laboral
en el ámbito de los TLC de los dos potencias comerciales más grandes
del planeta, los Estados Unidos y la Unión Europea, y segundo, los
impactos de ambos TLC en términos de la protección de los derechos
laborales fundamentales en Colombia. A través de un análisis que com-
bina la comparación detallada del contenido de los capítulos laborales,
y los acuerdos laborales paralelos, de ambos TLC, con un examen del
proceso político (policy process) de la implementación y monitoreo de
estas herramientas, el autor argumenta que aunque ambos modelos de
TLC subordinan los derechos laborales a los derechos y garantías del
capital, el modelo estadounidense, que incluye un mecanismo formal
12 Controversia 207

de queja con procesos de lobby político más concretos, abre más posi-
bilidad para una participación de exigencia por parte del movimiento
sindical que en el caso del TLC con la Unión Europea.

El presente dossier termina con dos artículos que reflexionan sobre lec-
ciones de pasadas experiencias de dictaduras y procesos políticos de
censura de las fuerzas de oposición. El artículo de Kjeld Jakobsen, “Ex-
periencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical” es un análisis de
diez procesos de paz o transición a la democracia, en diversos países
de Centroamérica y Suramérica así como en Sudáfrica, y sus lecciones
para el caso colombiano, con especial énfasis en el rol de los sindicatos
y el tema laboral en las negociaciones de paz o transición. Partiendo
de la noción que el pasado debe traer lecciones para las actuaciones
de hoy y mañana, Jakobsen argumenta que es necesario que el movi-
miento sindical, en vísperas de la firma de los Acuerdos de Habana y la
apertura de negociaciones de paz entre el ELN y el gobierno en Quito,
comprendan las formas en que diversos movimientos sindicales se han
involucrado en procesos de negociación.

Por último, el artículo de Lorena Guerrero y José Alejandro Cifuentes


“Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista Documentos Polí-
ticos en el periodo final de la Violencia”, reflexiona sobre la estrategia
de propaganda utilizada por el Partido Comunista de Colombia (PCC)
a través de la fundación y publicación de la revista Documentos Po-
líticos, en el periodo del régimen militar de Gustavo Rojas Pinilla, el
cual condenó al PCC a la ilegalidad y le impuso el delito de la opinión.
El artículo tiene el carácter testimonial de una parte importante de la
historia del Partido Comunista en la segunda mitad del Sigl o XX y exa-
mina la manera en que Documentos Políticos fue un esfuerzo del PCC
por ganarse un espacio democrático en medio de la dictadura de Rojas,
y un intento por fomentar alianzas entre la oposición a la dictadura.
Los autores resaltan el gran compromiso de los miembros del Partido
Comunista, quienes se responsabilizaron de la escritura y distribución
Presentación 13

de la revista de manera clandestina y en tiempos de fuerte represión y


persecución al Partido. Así, el artículo es, no solo un claro ejemplo de
la necesidad de la reconstrucción de la memoria política y simbólica
de una organización fuertemente reprimida durante su larga historia
colombiana, sino también un esfuerzo por destacar la convicción de
las ideas y como la palabra puede emprender la acción, o como lo ar-
gumentó el Comité Ejecutivo del Partido Comunista de Colombia en un
artículo de Documentos Políticos: “El papel da testimonio de que existe
una organización, o sea una fuerza. Entonces se siente empujado por
esa fuerza y desea actuar a la vez”.

Esta entrega de la revista se cierra con una reseña del libro de la an-
tropóloga norteamericana Lesley Gill sobre la historia reciente de
Barrancabermeja en medio de la violencia que la aqueja.

Referencias
Ocampo, J. A. (2015). El campo colombiano: un camino hacia el bienestar y
la paz. Misión para la transformación del campo. Informe detallado de la
Misión para la Transformación del Campo, Tomo I. Departamento Nacional
de Planeación.

Departamento Nacional de Planeación (2014). Misión para la Transformación


del Campo. “Diagnóstico de las condiciones sociales del campo colombia-
no”. Documento elaborado por Dirección de Desarrollo Rural Sostenible y
Dirección de Desarrollo Social. Recuperado de https://colaboracion.dnp.
gov.co/CDT/Agriculturapecuarioforestal%20y%20pesca/2014_10_30%20
DIAGN%C3%93STICO%20SOCIAL.PDF

Departamento Nacional de Planeación (2015). Misión para la Transformación del


Campo. “La protección social de la población rural”. Documento elaborado
por CEPAL. Recuperado de https://colaboracion.dnp.gov.co/CDT/Agri-
culturapecuarioforestal%20y%20pesca/La%20protecci%C3%B3n%20
social%20de%20la%20poblacion%20rural.pdf

Valencia, L. (2017). “Prefacio”, En: León valencia y Alexander Riaño (edito-


res). La Minería en el posconflicto: Un asunto de quilates. Bogotá:Sello
Editorial B.
Dossier
El mundo del trabajo
en el posacuerdo
E
1.
El trabajo en el sector rural:
dilemas y lógicas para un
escenario de posacuerdo
El trabajo en el sector rural:
dilemas y lógicas para un escenario
de posacuerdo1
Por Eugenio Castaño2

Introducción

E
n medio de las favorables noticias sobre el cese al fuego bilateral
entre el Gobierno y las FARC-EP es esencial construir nuevos es-
pacios de concertación e inclusión social y laboral que tomen en
consideración las dificultades padecidas por un sector históricamente
relegado, como lo es el sector rural colombiano. Si bien para la Escue-
la Nacional Sindical es fundamental examinar las peculiaridades del
trabajo rural, también es cierto que la naturaleza compleja de dicho
trabajo obliga abordar dichas especificidades laborales desde un punto
de vista social y económico mucho más amplio, con el fin de compren-
der las dinámicas y los retos que aquel sector entraña para el futuro
del país en el mediano y largo plazo. En ese caso, el primer punto de
los acuerdos de la Habana titulado Hacia un nuevo campo colombiano:
Reforma rural integral, sumado a los dos últimos Planes Nacionales de
Desarrollo, son, en teoría, las hojas de ruta sobre las cuales se ha desa-
rrollado el modelo de “progreso” y de trabajo en el sector rural, de cara
a los escenarios del posacuerdo.

1
Artículo recibido en agosto de 2106.
Artículo aprobado en noviembre de 2016.
2
Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Caldas, Manizales. Magister
en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín y estudiante
de Doctorado en Historia de la Universidad Nacional, Sede Medellín.
20 Controversia 207

A la luz de dichas apreciaciones y contexto, este artículo pretende lle-


var a cabo un análisis comparativo entre el primer punto de la Habana,
referido al tema agrario, y los dos últimos PND del presente gobierno
de Juan Manuel Santos. El artículo vuelca la atención sobre las incon-
gruencias existentes entre lo formulado en el acuerdo y lo planteado
en los PND, además de trazar unas recomendaciones incipientes para
diseñar una política pública de trabajo decente e incluyente en el sector
rural colombiano.

Perspectivas para fin del conflicto armado


Según lo planteado por Reyes (2010), dos razones llevaron al Gobierno a
la convicción de sentarse en una mesa de negociación con las FARC-EP
y llegar a acuerdos en materia rural. En primer lugar, una reforma rural
integral se constituía como una vía rápida hacia la seguridad alimen-
taria, la eficiencia económica y la igualdad social. En segundo lugar, el
escenario de diálogo también era una oportunidad política excepcional
para realizar la tarea pendiente del desarrollo, con la cual se garanti-
zarían los derechos de empresarios y campesinos. La negociación de
aquel primer punto se demoró diez ciclos, de once días cada uno, entre
el 28 de octubre de 2012 hasta el 26 de mayo de 2013. Fueron muchas
las dificultades presentadas en esta primera etapa, entre las cuales ha-
bía dos aspectos fundamentales. Por un lado, las FARC-EP se resistían
a reconocer en el Gobierno nacional un agente capaz de agenciar una
reforma rural profunda que cerrara la brecha entre el mundo rural y el
urbano. Por otro lado, el Gobierno tampoco reconocía en aquel grupo
insurgente un actor legítimo que reivindicara las demandas populares
en provecho del sector rural.

A ello se sumó una discusión profunda en torno a dos miradas diferen-


tes. Para el grupo guerrillero, tal como lo señala Reyes Posada (2016),
la expansión del latifundio y la exclusión violenta del campesinado, la
amenaza de los biocombustibles y los hidrocarburos, la adquisición de
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 21

tierras por parte de las multinacionales, entre otros asuntos, se constitu-


yeron en factores claves que alimentaron el conflicto armado. En vista
de lo anterior, el grupo insurgente de más trayectoria en el país defendía
la necesidad de diseñar un tipo de economía agraria familiar, además de
brindarle un impulso definitivo a las zonas de reserva campesina. De
otro lado, para el Gobierno, el campo era vulnerable al conflicto armado
y al narcotráfico; de modo que, según la visión oficial, el atraso rural
y la violencia iban inextricablemente unidas. Así pues, era necesario
centrar los esfuerzos en el bienestar de las personas y la integración de
territorios abandonados con un enfoque de desarrollo completo, capaz
de generar fuentes de ingreso decente.

Acuerdos en materia rural, ¿hacia un nuevo campo


colombiano?
En el mes de junio del 2014 se publicaron algunos puntos acordados en
la Habana en los que se hacía mención de cuatro aspectos fundamenta-
les para saldar la deuda histórica que se tenía con el sector rural en el
país. El primero de estos puntos, que llamaremos punto A, se desglosó
en una serie de subtemas. Estos señalaban primordialmente un acuerdo
sobre el establecimiento de un fondo de tierras de distribución gratuita
para los campesinos sin tierra o con tierra insuficiente; ello implicaba
acceso integral a la tierra, acompañada de riego, crédito, asistencia téc-
nica y apoyo para la comercialización.

Sin embargo, existían dificultades enormes, ya que el otorgamiento de


las tierras provendría fundamentalmente de los baldíos debido a as-
pectos como los costos en el financiamiento para inventariar las tierras
en Colombia. Este punto está fuertemente ligado a la dificultad de for-
malizar y titular las hectáreas ocupadas por los colonos en zonas de
frontera, porque, como señala Londoño (2013), la recuperación de bal-
díos ilegalmente apropiados era un proceso bastante dilatado, tanto en
términos administrativos como legales.
22 Controversia 207

Además, existía un claro interrogante frente al hecho de plantearse de


dónde provendrían aquellas tierras ocupadas. En ese caso, también es-
taban los bienes de extinción de dominio, los cuales habían demostrado
durante largos años ser una fuente de retrasos y de obstáculos jurídicos
a la hora de volver a adjudicar aquellos predios extinguidos o incau-
tados a los campesinos. Algunos sectores sociales revelaron que un
porcentaje de dichos predios, que harían parte de aquel banco de tie-
rras, eran utilizados para otros fines comerciales, como carbón, o bien
eran dedicados a los monocultivos de la palma. Frente a esta situación
se hizo compleja la implementación de una política de restitución de
tierras en favor de los campesinos desalojados de sus predios por los
grupos armados, a pesar de que la cantidad de dichos terrenos abando-
nados o despojados ha sido muy elevada.

El fondo que buscaba restituir tierras al campesinado debería disponer de


tierras suficientes para, solo en principio, proveer a doscientas cincuenta
mil familias aproximadamente. Ello sin contar con las familias que solo
disponían de media unidad agrícola familiar o fueron despojados de sus
tierras por cuenta del conflicto armado. También estaban quienes habían
abandonado un total de 270.680 predios, es decir, 6.556.968 hectáreas
aproximadamente, sumadas a las 1.500.000 hectáreas declaradas por per-
sonas desplazadas antes del 2004; tierras que no estaban procesadas.
En síntesis, según el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri, el fondo
no solo incluiría terrenos baldíos, sino también quinientas mil hectáreas
confiscadas al narcotráfico en las mejores regiones. Adicionalmente, exis-
tía un problema logístico sobre cómo brindar tierras para los campesinos
minifundistas, ubicados en las zonas centrales del territorio nacional,
donde no solían existir baldíos del Estado para distribuir. Este asunto
certificaba el peso que acarreaba la concentración de la tierra en el país,
pues el 41% de esta estaba en manos de los grandes propietarios, el 40%
en manos de medianos propietarios y el 19% restante estaba en poder de
pequeños propietarios, minifundistas y microfundistas3.

3
Foro departamental de seguimiento a los acuerdos de la Habana, 2016.
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 23

El segundo subtema del punto A se enfocó en el ofrecimiento de un


subsidio integral y crédito especial para compra de tierras. En ese caso,
se acordó impulsar un plan masivo de formalización de la pequeña y
mediana propiedad, así como la creación de una jurisdicción agraria
con el fin de asegurar la protección judicial a los derechos de dichas
propiedades. Con ello, como dijo en 2014 el Alto Comisionado para la
Paz, se buscaba impedir nuevos procesos de desplazamiento. En defi-
nitiva, este acuerdo intentó optimizar el uso de la tierra para mejorar
las fuentes de ingreso, poniendo en marcha programas de reconversión,
formación y actualización del catastro. De acuerdo con lo planteado
por Lucía Londoño (2013), aquel último aspecto, es decir la regulación
de tierras vía catastro, entrañaba un significado realmente importante
porque las irregularidades de esta índole generaban inequidad en los
avalúos y, por consiguiente, en el pago del impuesto predial. Según la
investigadora, el avalúo catastral de una hectárea, ubicada en una gran
propiedad, era siete veces menor que el avalúo en un microfundio,
tres veces menor que el avalúo en una pequeña propiedad y 3,3 veces
menor que el de una mediana propiedad. Por consiguiente, la actualiza-
ción del catastro permitiría, en principio, saber realmente cómo estaba
distribuida la tierra en Colombia; además de construir un nuevo esce-
nario para mejorar la financiación de los municipios.

Según Guzmán (2014), el segundo punto del acuerdo, al que menciona-


remos como punto B, en materia rural se orientó al establecimiento de
Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). El propósito era
reconstruir las regiones más afectadas por el conflicto, aumentar el área
sembrada, reducir la pobreza y ajustar la política rural conforme con los
retos impuestos por las nuevas condiciones ambientales. En efecto, como
dio cuenta El Nuevo Siglo en 2014, en departamentos como el Tolima, la
presentación del Programa de Desarrollo Rural procuraba adelantar estra-
tegias productivas en alianza con el Incoder y bajo el marco del Contrato
Plan Sur del Tolima. De allí se desprendió la necesidad de diseñar planes
de desarrollo con capacidad para transformar los territorios, garantizar
derechos y facilitar escenarios de reconciliación. La impronta trazada por
24 Controversia 207

este punto del acuerdo se centró en la construcción participativa de pla-


nes de acción para la transformación regional y el mejoramiento de las
condiciones sociales y de ingreso campesino. El tercer punto, es decir
el C, hizo hincapié en los Planes Nacionales de Desarrollo, pero esta
vez con énfasis marcado en la reducción de la pobreza y de la pobreza
extrema. Dichos planes debían proveer bienes y servicios públicos en
infraestructura, desarrollo social y estímulos a la productividad de la agri-
cultura familiar y la formalización laboral. Finalmente, en cuarto lugar, el
punto D de los acuerdos se dirigió hacia el establecimiento de un sistema
especial de seguridad alimentaria y nutricional, con el fin de robustecer
los mercados regionales y locales.

Ahora bien, en relación con lo anterior, el nuevo acuerdo en materia


rural introdujo un Sistema General de Información Catastral, integral y
multipropósito, que en un plazo de siete años concretara la formación
y actualización del catastro, ejecutado en el marco de la autonomía
regional. También se mencionó en el nuevo acuerdo el otorgamiento
de subsidios para que los municipios más débiles y los predios más
pequeños pudieran contar con catastros actualizados, en espera de que
se implementara en los municipios más afectados por la violencia. De
igual forma, se redefinieron las reservas forestales que tuvieran voca-
ción agrícola, sin concederles poderes especiales a las comunidades.

Hubo otros dos aspectos llamativos del nuevo acuerdo en materia rural.
El primero de ellos fue el reconocimiento explícito de la propiedad pri-
vada, lo que conllevó, como seña la Kalmanovitz (2016), la articulación
entre la gran economía agrícola y la pequeña economía campesina,
restándosele así importancia a las Zonas de Reserva Campesina. En se-
gundo lugar, se introdujo el principio de Desarrollo Integral del campo,
entendido este como el balance entre las diferentes formas de produc-
ción existentes: agricultura familiar, agroindustria, turismo, agricultura
comercial de escala4.

4
Foro departamental de seguimiento a los acuerdos de la Habana, 2016.
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 25

Finalmente, en lo concerniente al tema de formalización laboral, el


acuerdo propuso el fortalecimiento del sistema de protección social
para los trabajadores rurales a través de un plan progresivo. Con dicho
plan se pretende, en teoría, dignificar las condiciones de trabajo rura-
les mediante la aplicación plena, con la inspección del trabajo, de la
normatividad existente sobre relaciones contractuales, regulación sobre
jornada laboral, remuneración y subordinación. También se mencio-
nan una serie de criterios para su puesta en marcha: campañas para la
erradicación del trabajo infantil, garantía de protección social, estimulo
de procesos organizativos, vinculación laboral de personas en situa-
ción de discapacidad, vinculación de mujeres en áreas productivas no
tradicionales, capacitación a trabajadores y trabajadoras en materia de
obligaciones y derechos laborales, fortalecimiento de las inspecciones
laborales, programas social y ambientalmente sostenibles en las zonas
rurales, protección del riesgo económico de la vejez hacia la pobla-
ción rural en extrema pobreza, esquemas de protección al embarazo,
parto, lactancia y atención en salud para el recién nacido. También
se propone, por un lado, el fomento de la asociatividad, es decir de
los encadenamientos y alianzas productivas entre pequeños, medianos
y grandes productores, así como con procesadores, comercializadores y
exportadores. Por otro lado, se propone la puesta en marcha de un siste-
ma para la garantía progresiva de un sistema de alimentación. Estos dos
últimos puntos están enfocados en garantizar una producción a escala,
competitiva, insertada en cadena de valor agregado y que contribuya a
mejorar las condiciones de vida de los habitantes rurales5.

Retos e interrogantes frente a la implementación de


los acuerdos
Para Reyes (2010), con este acuerdo se pretendió que el nuevo desarro-
llo rural con enfoque territorial tuviese implicaciones concretas en el

5
Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz
estable y duradera, 2016.
26 Controversia 207

ordenamiento territorial. En ese caso, serían las propias condiciones de


los territorios las que determinarían la exigencia de coordinación de las
agencias públicas alrededor de los programas de desarrollo, ejecutados
por los Comités Locales. Para ello, a su vez, se definieron áreas priori-
zadas, una vez se llegase a un acuerdo definitivo con las FARC-EP. Con
ello se buscaba implementar una estrategia orientada a focalizar los
programas en los territorios, a través de la coordinación de esfuerzos
y competencias en el nivel central, regional y local. Incluso, también
se afirmaba que el enfoque territorial debía conducir al diseño de un
catastro que permitiese, realmente, hacer un inventario de las tierras
existentes en Colombia. El interés es poder dar cuenta de las tierras
pertenecientes al sector privado, las pertenecientes a los grupos étnicos,
indígenas y afrocolombianos, además de aquellas destinadas a protec-
ción y recursos naturales.

En ese sentido, existen algunas experiencias adelantadas, como la llevada


a cabo en el departamento de Antioquia, en donde se han desarrollado
procesos de fortalecimiento territorial, comunitario y de incidencia ins-
titucional en algunas subregiones. Detrás de estas propuestas y planes
está la intención de realizar un mapeo capaz de promover estrategias de
empoderamientos en las comunidades campesinas y de facilitar proce-
sos de formalización de las tierras. A partir de ahí, se busca identificar
a los actores en el territorio, impulsar procesos sobre apropiación de
conocimientos cartográficos y análisis de catastros. Adicionalmente hay
una pretensión de democratizar la información, conocer de primera
mano la ubicación de los baldíos, verificar coordenadas y establecer
líneas de acción desde lo local. Así, cuando la Agencia Nacional de
Tierras haga presencia en la zona, la idea es tener mayor claridad sobre
la forma de intervenir y diseñar políticas en provecho de los pobladores
locales y sus formas de concebir y optimizar su trabajo6.

6
Foro departamental de seguimiento a los acuerdos de la Habana, 2016.
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 27

Por otro lado, en La Habana también se planteó la creación de Consejos


de Seguridad Alimentaria y Nutricional en todos los niveles territoriales
como un tema a tratar con urgencia. Además, por supuesto, se abordó
el tema crucial del narcotráfico que, aunque correspondía a otro de los
puntos del acuerdo con el grupo insurgente, tenía una enorme implica-
ción en lo referido al tema de la producción y los ingresos. Este último
era un punto bastante problemático para algunos sectores campesinos,
toda vez que un porcentaje amplio de ellos sembraba hoja de coca y
amapola para su supervivencia, al tiempo que no existían claridades
respecto a lo que se concebía por seguridad alimentaria. Por tanto, la
sustitución de lo que oficialmente se ha denominado cultivos ilícitos
debía llevarse a cabo de manera concertada con las comunidades, au-
nado a un proyecto económico y laboral lucrativo y sostenible en el
tiempo. En ese sentido, se denunciaba el alto costo de fabricación de
productos alimenticios, de los insumos agropecuarios y del transporte
a los sitios de comercialización, lo cual contrastaba con la alta rentabi-
lidad de aquellos cultivos tipificados como ilegales.

A ello se le añade el temor de que con la puesta en marcha de las po-


líticas de sustitución por cultivos “legales”, el acompañamiento a los
campesinos, por parte del Estado colombiano y a través de subsidios
paliativos, fuese temporal. Alrededor de ello se planteaban los siguien-
tes interrogantes: ¿A largo plazo, qué pasaría con estos campesinos
después de firmados los acuerdos?, ¿de nuevo quedarían a merced de
los vaivenes del mercado?, ¿qué sucedería después cuando la coyuntura
de la paz dejara de ser un asunto clave dentro de las agendas de gobier-
no?, ¿qué ocurriría con aquellos campesinos que durante el proceso de
transición hubiesen decidido sustituir sus cultivos ilícitos?, ¿el Estado
colombiano estaría dispuesto a realizar un acompañamiento a largo
plazo, a través de políticas estructura les, que beneficiaran a los campe-
sinos que decidieran modificar sus fuentes de ingreso?7

7
Foro departamental de seguimiento a los acuerdos de la Habana, 2016.
28 Controversia 207

Los anteriores cuestionamientos planteaban un reto enorme, no solo a


la política de sustitución de cultivos ilícitos, sino al corazón mismo de
la reforma rural. Existía una discusión de fondo sobre la situación eco-
nómica del campesinado colombiano en relación con las oportunidades
de trabajo y con las posibilidades reales de eliminar los factores de po-
breza. En suma, se planteaba que la devolución de la tierra, por sí sola,
no sería suficiente para mejorar las condiciones de vida de este sector
poblacional. Dicho en otros términos, devolver la tierra sin mayores
atenciones y precauciones podría facilitar el retorno a un estado de po-
breza anterior al despojo: “A un campesino le retornan su tierra y como
no tiene los recursos ni el acompañamiento para hacerlas productivas,
pues terminan vendiéndola, porque que más va a hacer” (Entrevista a
líder campesino de Dignidad Agropecuaria, 2016). A ello se le adicio-
nan los testimonios de otros campesinos, para quienes el despojo había
provocado la incorporación de muchos de los pobladores rurales a los
grupos armados, pues se veía como una opción de “trabajo” frente a
la ausencia de otras posibilidades de empleabilidad dentro de las “vías
legales”.

Otros sectores vinculados con el Centro Democrático (2014) tejieron


todo un manto de dudas sobre los alcances de los acuerdos, al califi-
carlos como una forma de proponer la colectivización socialista de la
tierra, poniendo en riesgo, según ellos, la propiedad privada. Pero para
el Gobierno, aquellos acuerdos no conducían necesariamente a la colec-
tivización de la tierra. Antes bien, lo que se formulaba era la necesidad
de recuperar tierras adquiridas por medios ilícitos, así como los baldíos
obtenidos por medio de mecanismos fraudulentos.

Frente a este último aspecto es importante hacer una lectura más


detenida.

Si bien el argumento del Gobierno se apoyó en la necesidad de generar


una mayor apertura de la tierra como fuente de ingreso para los más po-
bres, en ningún momento, dicho argumento, se opuso al principio de la
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 29

propiedad privada como bien supremo. Con ello, finalmente, se reafir-


mó la legitimidad política de la propiedad, evitando centrar la discusión
en torno a la inminencia de una supuesta reforma agraria profunda.
Incluso la tesis del Gobierno se valió del principio de la formalización
de la propiedad como una herramienta destinada a brindar mayores
garantías jurídicas. Se trataba de brindar facilidades a los procesos de
comercialización de las tierras, además de garantizar inversiones soste-
nibles en el campo. Ello no necesariamente entrañaba una protección
directa al pequeño campesino para resistir a las arremetidas de los gran-
des empresarios de la tierra.

Si bien es cierto que la informalidad en los títulos de propiedad facilitó


el despojo a través del ejercicio de la violencia, también es cierto que
la formalización de la propiedad rural estaba en capacidad de allanar el
camino para su comercialización en el mercado, y no necesariamente
para la redistribución equitativa de las mismas entre los campesinos
más pobres.

Para ilustrar lo anterior, en un evento denominado “Expo Agrofuturo”,


llevado a cabo en la ciudad de Medellín a finales del 2014, el Superin-
tendente de Notariado y Registro, Jorge Enrique Vélez, puso de presente
la importancia de brindar seguridad jurídica a las inversiones en tie-
rras. Dos años atrás, como anota Rojas (2012), el entonces Ministro de
Agricultura, Juan Camilo Restrepo, ya había planteado la necesidad de
reducir la inseguridad jurídica para regular, de una manera más adecua-
da y eficiente, la inversión extranjera. Lo interesante es constatar que
dicha apuesta parecía estar articulada con la necesidad de proveer tie-
rras, puestas a merced de los juegos de un mercado que, a su vez, debía
estar amparado por unos mecanismos jurídicos bastante sólidos. Por
consiguiente, como dice Estrada (2014), la idea de construir una “nueva
ruralidad” no se alejaba radicalmente de las clásicas ideas articuladas
con la búsqueda de rentabilidad, valor agregado y productividad con
visión empresarial.
30 Controversia 207

En suma, si con lo planteado en los acuerdos el Centro Democrático


señalaba el riesgo de atentar contra la propiedad rural privada como
principio constitucional, el Gobierno declaraba que su accionar se ajus-
taba a lo estrictamente demarcado por la misma carta constitucional.
Igual sucedía con otro tipo de señalamientos en torno a las presuntas
concesiones otorgadas a las FARC-EP.

Por un lado, se le criticaba al gobierno su claudicación a través del favo-


recimiento de las Zonas de Reserva Campesina; pero, por otro lado, el
Gobierno respondía que dicha figura era bastante tradicional dentro de
los propios lineamientos normativos nacionales, los cuales se remontan
hasta1994. En ese sentido, es curioso que, al revisar los acuerdos de La
Habana, se acogiera la figura de las zonas de reserva campesina. Sin
embargo, para la Asociación Nacional de Reserva Campesina, Anzorc,
estas intenciones parecían enlodarse frente a los paquetes legislativos
preparados para, según afirmaban, entregar los baldíos al gran capi-
tal. El temor manifestado por dicha Asociación radicaba en la presunta
aniquilación de la Unidad Agrícola Familiar y de los mecanismos de
consulta a las comunidades campesinas, indígenas y afros. A esta situa-
ción se le sumaba la preocupación por las constantes estigmatizaciones
padecidas por parte de entidades como el Ministerio de Defensa, algu-
nos Senadores y Representantes a la Cámara, además de las históricas
amenazas provenientes de los grupos armados.

Si bien los planes del Gobierno quisieron imponer su sello a través de la


reivindicación de principios como la equidad, el combate contra la po-
breza rural y una mayor democratización de la tierra como fuentes de
ingresos dignos y decentes, también es cierto que jamás se puso en tela
de juicio el modelo de desarrollo en su conjunto. Si el Centro Democrá-
tico enfiló baterías contra el Gobierno con el objetivo de perturbar la
buena marcha de los mecanismos políticos y económicos del país, bajo
los cauces de un supuesto principio socialista, dicho principio puso
de presente su carácter moderado en los alcances como una manera
de evitar la animadversión de un amplio sector de la élite regional y
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 31

nacional. Ello se veía reflejado en situaciones como la presentada por


un conjunto de parlamentarios de la Alianza Verde, quienes indicaban
que el Gobierno nacional estaba dando rienda suelta a las “licencias
exprés en favor de las multinacionales, sin poner en consideración la
protección a las fuentes hídricas y los páramos” (El Espectador, 2015).

Existen ciertos temores frente a las irregularidades en la adquisición de


predios agrícolas por parte de los grandes grupos empresariales, lo cual
contribuía a acentuar el debate sobre el modelo de desarrollo agrícola en
el país y, por ende, el tipo de empleo rural que se deseaba impulsar. De
allí que emergieran, por un lado, posturas en donde se promoviera una
reforma agraria integral y la economía campesina, además del impulso
a una política de restitución de tierras; y, por el otro, una perspectiva
oficial, ajustada a las dinámicas de los tratados de libre comercio y a
los proyectos agroindustriales. No obstante, como deja ver De la To-
rre (2012), la paradoja sembrada entre las intenciones por restituir las
tierras en beneficios de los pequeños campesinos y las necesidades de
asentir a las exigencias de dichos tratados, ponía sobre el tapete la ur-
gencia de crear mecanismos de compensación que ofrecieran opciones
de supervivencia y de trabajo digno e incluyente para los habitantes del
campo; lo cual debía darse, además, con el fortalecimiento de las zonas
de reserva campesina. A la luz de lo anterior, la decisión de subsidiar la
producción de ciertos proyectos agroindustriales como los biocombus-
tibles, sumado a la vasta extensión de tierra subutilizada y dedicada a
la ganadería extensiva, no solo desembocó en la reducción de la oferta
alimentaria, sino que también, como anota Hommes (2011), desencade-
nó un alza en sus precios y del desempleo agrícola en los últimos años.

La Superintendencia de Notariado y Registro advirtió sobre las “arti-


mañas” utilizadas para robarle al Estado los lotes baldíos de los que
disponía, en detrimento de los intereses de los campesinos más pobres.
En departamentos como el Vichada, existían dos interrogantes en cuan-
to a la naturaleza de los procesos de poblamiento. Primero, aquella
duda estribaba en conocer si, efectivamente, esta zona era poblada por
32 Controversia 207

campesinos pobres en busca de un mejor proyecto de vida; o si, por el


contrario, el apremio colonizador ponía al descubierto un nuevo proce-
so de concentración de la tierra y de precarización laboral en perjuicio
de los campesinos más pobres. En efecto, para el Superintendente de
Notariado y Registro, Jorge Enrique Vélez, muchos propietarios de lo-
tes en esta zona del país eran citadinos que nunca habían vivido en la
zona. De acuerdo con él, “pese a hacerse con el negocio de sus vidas,
no les importan los proyectos productivos”.

Según Delgado (2013), en estos sucesos había una ausencia de con-


troles por parte del Estado, lo que generaba vacíos en los procesos
de restitución y apropiación de predios, así como de seguimiento de
acuerdo al uso que se le estaba dando a las tierras. Las irregularidades
más comunes eran aquellas en las cuales se hacía una sola escritura
para varias UAF (Unidad Agrícola Familiar). Es decir: varias empresas
de un mismo grupo económico adquirían una UAF y las unificaban; o
bien se recurría al despojo y a la creación de sociedades, cada una con
un NIT diferente, para poder acceder al mismo tiempo a varias UAF. En
segundo lugar, algunos expertos opinaban que no era precisamente en
Vichada o Meta donde los baldíos debían ser usados en beneficio de los
campesinos. Todo ello, como dice Botero (2014), teniendo en cuenta
que allí los suelos eran extremadamente pobres en nutrientes y además
costaba una fortuna habilitarlos para la producción.

Principios y contradicciones de los PND 2010-2014 y


2014-2018
Este panorama examinado hasta ahora permite lanzar un interrogante
sobre los alcances reales del primer punto de los acuerdos de La Haba-
na, además de las contradicciones existentes entre lo planteado allí, con
lo propuesto en los Planes Nacionales de Desarrollo. En principio, si
por un lado la reivindicación de programas como la “seguridad demo-
crática”, “confianza inversionista” y “cohesión social” han contribuido
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 33

a profundizar el fenómeno de las titulaciones mineras y la incorpo-


ración de las tierras a usos presuntamente más productivos; por otro
lado, la cosmovisión de un amplio sector del campesinado nacional se
orienta hacia una profunda reafirmación de la vida en contra de la pre-
carización laboral, la concentración de la tierra, la exclusión social y la
devastación de los ecosistemas.

Algunos sectores comenzaron a albergar serias dudas sobre las con-


tradicciones entre lo establecidos en los PND y lo planteado en los
acuerdos de La Habana. Organizaciones como el Cinep, Codhes, Mesa
de Incidencia Política de las Mujeres Rurales Colombianas, Comisión
Colombiana de Juristas, Dignidad Agropecuaria y Cumbre Agraria ex-
pusieron sus reservas sobre el tema de baldíos, ordenamiento territorial
y paz. Para estas instituciones y organizaciones el tema de los baldíos
en los PND no reconocía a los pueblos étnicos y campesinos que los
habitaban y usufructuaban, lo cual negaba su función social y abría
la posibilidad para que fuesen entregados a empresas privadas. Ello
daría rienda suelta a la posibilidad de fomentar inversiones mineras y
agroindustriales en las tierras baldías, como estrategia para mejorar las
escalas productivas.

Para estas voces, revestidas de carácter crítico, el concepto de “efi-


ciencia” cobraba un sentido particular al articularse al peso de las
estructuras empresariales, lo cual ponía en un lugar bastante desventa-
joso al campesinado pobre. El mejoramiento del entorno “competitivo”
para los negocios se tradujo en una mayor oferta de recursos naturales
para la agroindustria, oferta que, como bien muestra Zambrano (2015),
se vio reflejada en la existencia, solo para el mes de mayo del 2015, de
120 multinacionales interesadas en hacer negocios y de 220.000 hectá-
reas habilitadas en el departamento de Cundinamarca. Para ilustrar lo
anterior basta con mencionar lo sucedido en el 2013 cuando el enton-
ces embajador de Colombia ante Estados Unidos renunció a su cargo,
como respuesta frente al gran escándalo desatado por la adjudicación
34 Controversia 207

de tierras en el departamento de Vichada, en favor de la empresa Cargill


Riopaila; tierras que en principio estaban destinadas a los campesinos.

En ese sentido, los acuerdos de La Habana sobre el desarrollo agra-


rio integral y las bases de los dos últimos PND parecen ser la puerta
de entrada respecto al enfoque asumido para el desarrollo del sector
agropecuario, de cara a los escenarios de un posible posacuerdo. En
cualquier caso, queda un interrogante abierto: ¿cómo conciliar estas
realidades vinculadas con el complejo mundo del trabajo rural, además
de los objetivos propuestos en aquellos acuerdos, con lo promulgado en
los dos últimos Planes Nacionales de Desarrollo?

En principio, en el PND 2010-2014 se mencionaron las estrategias, rutas


y esquemas operativos para conformar Áreas de Desarrollo Territorial,
además de crear ejes o nodos articuladores capaces de conectar los
polos de desarrollo para la creación de entornos territoriales competiti-
vos y generadores de empleo. Por ejemplo, se planificó la construcción
de los ejes Bogotá-Villavicencio-Arauca y Bogotá-Villavicencio-San José
del Guaviare. Se aspiraba a que dichos ejes tuviesen funciones urbanas,
pero que también pudiesen servir de apoyo para el fomento del empleo
y el desarrollo agroindustrial, pecuario y de rutas eco turísticas en la
región del país abarcada por dichas rutas. De allí la necesidad de esta-
blecer unos lineamientos estratégicos enfocados en el acceso a nuevos
mercados globales, por medio de la optimización de las competencias
laborales y la creación de nuevos empleos con el apoyo de instituciones
formadoras como el SENA8. Según Correa (2011), a la luz de lo anterior
se precisó que para el sector agrícola el Ministerio de Agricultura y De-
sarrollo Rural definiría los mecanismos para la ejecución de las agendas
de innovación por cadenas productivas; además de hacer más rentable
una serie de territorios históricamente desprovistos de inversión, como
la Orinoquía. Más allá de este tipo de planteamientos, en el Plan de
Desarrollo 2010-2014 no se dieron mayores análisis acerca del diseño

8
Departamento Nacional de Planeación, 2010.
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 35

integral de nuevos empleos dignos, decentes e incluyentes, y con un


enfoque diferencial y territorial. Tampoco se mencionó la necesidad de
promover formas organizativas en el sector rural, como una manera de
construir espacios de consenso y deliberación sobre temas atinentes al
mejoramiento de las condiciones del trabajo y los ingresos rurales.

Adicionalmente, dentro del primer PND de la administración de Juan


Manuel Santos existían algunos artículos que fomentaban un tipo de
desarrollo municipal de carácter agrario y forestal; artículos que abrían
la posibilidad de arrendar tierras baldías y acumular UAF adjudicadas
a colonos. Con ello, según algunos sectores, se agudizaba el proceso
de concentración de tierras, más aún cuando el gobierno mantenía en
pie la idea de otorgar tierras en arriendo para los proyectos agroindus-
triales. Aquello reflejaba una clara intención por incorporar a Colombia
dentro de los “mercados internacionales”, mas no la intención de cen-
trar esfuerzos en el componente social y las cosmovisiones que sobre
la tierra poseían los campesinos. Lo anterior se ha visto reflejado en la
negativa del Gobierno nacional a negociar el tema minero y de hidro-
carburos en las discusiones y consultas sobre los PND.

Por otro lado, al analizar los alcances del PND 2014-2018, de nuevo
se planteó la necesidad de transformar el campo; además, el tema de
la paz parece ganar mayor protagonismo en comparación con el PND
anterior. Por tal razón, se expresó la necesidad de llevar a cabo la trans-
formación integral del sector rural colombiano, a través de la puesta
en marcha de varios puntos relacionados con la educación rural, el
cierre de las brechas en los ingresos urbano-rurales, la disminución de
la pobreza rural, fomento de estándares elevados de competitividad,
además de otros aspectos como formalización de tierras y mejoramien-
to de capacidades productivas. Sin embargo, y de manera semejante a
lo vislumbrado en el anterior PND, no se advierte de manera minuciosa
la forma de implementar políticas diferenciales de ingresos y empleos
incluyentes y dignos, más allá de la mención a los proyectos agro-em-
presariales, erigidos en los motores del “desarrollo”.
36 Controversia 207

Las pocas indicaciones directas sobre la creación de nuevos empleos


rurales se concentran, básicamente, en el sector minero energético. De
igual forma, en el PND 2014-2018 se mencionó la necesidad de promo-
ver aquello que el gobierno denomina “el autoempleo rural” –sin hacer
mayores precisiones sobre lo que ello significa–, el cual está destina-
do a beneficiar la población víctima del conflicto armado. De nuevo,
en este punto, emergen los mismos interrogantes en referencia a los
presuntos alcances de aquel “autoempleo rural”, ya que no brindan
mayores elementos de análisis respecto a la forma de articular aquello
con las necesidades de incorporar unos mayores niveles de formaliza-
ción, trabajo decente y apoyo a proyectos productivos en beneficio de
la población rural más vulnerable8.

A lo anterior vale la pena agregar la ausencia de un debate abierto a la


hora de replantear todo el corpus ideológico que contiene los PND. De
acuerdo con lo afirmado por una lideresa sindical de Fensuagro, si bien
parece plantearse la necesidad de construir una nueva institucionalidad
rural dentro en un escenario para el posacuerdo, no deja de llamar la
atención el hermetismo y la ausencia de espacios de concertación con
las organizaciones campesinas y sindicales para replantear el tema de
la explotación minera y petrolera, pilares del desarrollo económico del
actual Gobierno. De igual forma, las reglas de la flexibilización laboral
suelen someter a los trabajadores de las plantaciones agroindustriales a
condiciones bastante precarias en términos de remuneración; muchos
de ellos, incluso, carecen del derecho a seguridad social, además de
estar sometidos a los mecanismos de la tercerización laboral. De allí
que organizaciones como Fensuagro proclamen la necesidad de realizar
consultas en los diferentes territorios rurales, como condición para la
implementación de las políticas gubernamentales (Entrevista a lideresa
de Fensuagro, 2015).

8
Departamento Nacional de Planeación, 2010.
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 37

Consideraciones finales
Con base en lo examinado hasta ahora, se puede observar una enorme
desconexión entre dos formas de concebir el desarrollo rural por parte
del Gobierno y la forma en que lo aprecian los campesinos. Esta situa-
ción también se ve reflejada en las diferencias de enfoque apreciadas en
el punto uno de La Habana y los PND, en la medida que el primero pare-
ce hacer hincapié en el componente social del debate sobre la estructura
de las tierras y las economías campesinas, mientras que el segundo pa-
rece girar alrededor de un horizonte más articulado con las locomotoras
del desarrollo agroempresarial. Por consiguiente, en los PND no se vis-
lumbra, entre otras cosas, una política enfocada en atenuar las enormes
disparidades de género engendradas en el campo colombiano. Así mis-
mo, si bien parece existir un interés común en torno a la consolidación
de un proceso de paz y de una política de desarrollo rural capaz de dar
cuenta de los intereses de los campesinos más vulnerables –atendiendo
a lo promovido en el acuerdo de tierras–, el Gobierno continúa amparán-
dose en un estilo gerencial a la hora de abordar los asuntos del campo;
un ejemplo de ello son los PND. En ese caso, esta esfera de acción pare-
ce ajustarse a las lógicas del mercado internacional y a unos parámetros
supeditados al cumplimiento de estándares de competencia y eficiencia.
Además, frente a las manifestaciones campesinas, las tramas de poder
han mezclado la ilegalidad con las acciones de la fuerza pública y los
grupos armados irregulares, como una especie de herramienta orientada
a la contención de la protesta.

Igual acontece con las permanentes crisis desatadas por la precariedad


institucional, la falta de coordinación entre los diferentes organismos
gubernamentales y no gubernamentales, además de la corrupción, lo
cual pone en crisis la concepción de ciudadano como sujeto de de-
rechos. Si en el último PND se realizan algunas precisiones sobre los
escenarios de paz en el sector rural, estas no son suficientes ya que está
fuertemente marcada la ausencia de atención a la necesidad de fortale-
cer las organizaciones sindicales en el campo como forma de construir
38 Controversia 207

dichos escenarios. Es decir que hace falta también fortalecer el enfoque


territorial. Adicionalmente, cuando se invoca el concepto de territorio
en los Planes Nacionales de Desarrollo no es lo suficientemente clara
la manera en la cual se articula dicho concepto con una profunda pers-
pectiva histórico social, capaz de reconocer los múltiples significados
culturales de los grupos que lo configuran, lo ocupan y lo usufructúan.

Si se toma en cuenta lo anterior, se torna indispensable que el Go-


bierno colombiano promueva estrategias inclusivas y diferenciadas
para abordar la problemática del trabajo rural que atienda las diversas
necesidades y demandas de los habitantes del campo. Para ello se re-
quiere la apertura de espacios de reconocimiento e interlocución con
las organizaciones sindicales rurales y el movimiento campesino,
con el objetivo de diseñar los programas de gobierno que transformen
las reales condiciones de trabajo en el sector rural colombiano. Lo ante-
rior se señala tomando en cuenta aspectos básicos como: restitución de
tierras, procesos de formalización laboral con enfoque de género, tam-
bién, como anota con urgencia Salgado Araméndez (s/f), debe hacerse
un reconocimiento de las economías y cosmovisiones e imaginarios
campesinos. En ese mismo sentido de importancia es necesario fortale-
cer la inversión pública en infraestructura, el otorgamiento de créditos,
subsidios y proyectos productivos en provecho del campesinado más
precarizado.

En otras palabras, es necesario reformular la política agraria desde un


enfoque territorial, de conformidad con los nuevos retos ajustados a
los acuerdos de La Habana, que tenga en cuenta la necesidad de for-
talecer la seguridad agroalimentaria y los ingresos de los pequeños y
medianos productores, así como la necesidad de construir un estatuto
del trabajo que pueda garantizar unos mayores niveles de inclusión
en las relaciones laborales en el sector rural. En segundo lugar, es ne-
cesario impulsar políticas de formalización laboral con un enfoque de
género y en beneficio de las y los asalariados sin tierra, que conduzca
a una amplia cobertura de seguridad social, riesgos laborales y pen-
El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de posacuerdo 39

sión. En tercer lugar se debe auspiciar políticas públicas que faciliten y


salvaguarden los procesos sindicales y organizativos del campesinado
colombiano durante los escenarios de posacuerdo, y por último, se de-
ben diseñar estrategias encaminadas a mantener a la población joven
en los diferentes territorios, además de minimizar los impactos de los
procesos migratorios por falta de oportunidades laborales y formativas
en las regiones.

Cada uno de estos aspectos requiere de una mirada transversal que


dé cuenta de las dificultades que genera proponer una política de for-
malización laboral y trabajo decente, sin tomar en consideración las
divergencias en los contextos de acción del campesinado nacional. Por
ello se requiere, por un lado, el concurso directo y permanente del Es-
tado colombiano para garantizar el éxito del proceso de formalización y
de obtención de unos mínimos de trabajo decente, en provecho de los
asalariados más precarizados y de los pequeños productores incapaces
de solventar dichos gastos. Así como, por otro lado, resulta fundamental
crear un equipo de trabajo con la participación activa del movimiento
campesino y sindical, que evalúe los reales impactos económicos, so-
ciales, culturales, ambientales y, por supuesto laborales, de la actual
política rural nacional. Solo si se tienen en cuentan estas necesidades
y exigencias urgentes de la situación agraria en el país, atendiéndolas
de manera integral, el trabajo en el sector rural podrá dar cuenta de un
escenario orgánico en términos de posacuerdo.

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2.
Medición y análisis de las
condiciones de trabajo decente
en las zonas geográficas de
Colombia: cabeceras y centros
poblados y rural disperso
2013-2015
Medición y análisis de las condiciones
de trabajo decente en las zonas geográ-
ficas de Colombia: cabeceras
y centros poblados y rural disperso
2013-20151
Por Carmen Lucía Tangarife López2

Introducción

L
a Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha identificado que
las actividades económicas se desarrollan bajo formas que han
puesto en riesgo a los trabajadores y su calidad de vida. Ante
dicha situación, el organismo internacional ha hecho un llamado y ha
invitado a los países a pensar seriamente en esto, y por ello, ha propues-
to una batería de indicadores agrupados en diez dimensiones para medir
el trabajo decente, los cuales fueron tenidos en cuenta en este artículo.

El interés por realizar la medición de trabajo decente en las zonas geo-


gráficas (urbana-rural) es evidenciar las enormes brechas existentes
entre las condiciones de los trabajadores urbanos y rurales, y reforzar
la necesidad de una Reforma Rural Integral que siente las bases para la
transformación estructural del campo y cree condiciones de bienestar
para su población, a través del trabajo decente, tal como lo plantea el

1
Artículo recibido en agoto de 2106.
Artículo aprobado en octubre de 2016.
2
Economista y Magíster en Economía de la Universidad de Antioquia. Profesional
en el Área de Investigación de la Escuela Nacional Sindical.
46 Controversia 207

punto uno del Acuerdo Final entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP,
específicamente el numeral 1.3.3.5 que establece la necesidad de formu-
lar un plan progresivo de protección social y de garantías de derechos de
los trabajadores y trabajadoras rurales (República de Colombia, 2016).

Es importante destacar que una de las dificultades principales para me-


dir el trabajo decente en la zona rural tiene que ver con la disponibilidad
y debilidad de la información a este nivel de desagregación, ya que las
encuestas disponibles no tienen la capacidad de recoger las particula-
ridades de los trabajadores rurales, su estacionalidad y temporalidad,
y la multiplicidad de actividades en la que ocupan su tiempo. Adicio-
nalmente, el ingreso rural se mide de la misma manera que el ingreso
de las zonas urbanas (Departamento Nacional de Planeación, 2015).
Por tal motivo, para contar con información más precisa es necesario
realizar una encuesta exclusiva a los hogares rurales, puesto que esta
tiene grandes ventajas, por un lado, permite medir el empleo rural en
un periodo corto y también a través de una metodología más ajustada a
las características del trabajo y del proceso de trabajo rural en un tiem-
po largo (año calendario) y, por el otro, facilita realizar comparaciones
con los datos de las encuestas del área urbana y disponer de nuevos
parámetros sobre las especificidades del empleo rural (Martínez, 1992).

Si bien la información es limitada, en este caso para la medición de los


indicadores de trabajo decente se utilizó la Gran Encuesta Integrada
de Hogares (GEIH) del Departamento Administrativo Nacional de Es-
tadística (DANE) y en algunos indicadores se recurrió a información
recolectada por instituciones como la Federación de Aseguradores Co-
lombianos (Fasecolda), el Ministerio del Trabajo y la Escuela Nacional
Sindical (ENS). El período de análisis fue 2013-2015, bajo la agregación
de datos anuales3.

3
Vale la pena aclarar que como la mayoría de la ocupación en la zona resto se
concentró en el sector de la agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca,
algunos indicadores, para las que no existe información diferenciada para la zona
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 47

En este sentido, este artículo se desarrolla en tres apartados; en primer


lugar, se explica el origen del concepto de trabajo decente; en segundo
lugar, se presenta un breve contexto social de las zonas geográficas, ya
que los indicadores no pueden ser leídos ni interpretados por fuera del
mismo; en tercer lugar, se exponen una a una las diez dimensiones y se
miden sus respectivos indicadores. Finalmente, se encuentran algunas
consideraciones y recomendaciones que aportan a la toma de decisio-
nes, así como también se espera que permitan contrastar, profundizar o
remover ideas preconcebidas.

1. ¿Qué es el concepto Trabajo Decente?


En 1999 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) propuso a
sus miembros y a todos los países del mundo una concepción sobre
el trabajo: la del Trabajo Decente (TD). El TD surge debido a las tras-
formaciones del trabajo en los procesos de globalización, en donde se
presentó una flexibilización de las relaciones laborales con una paralela
precarización laboral que respondía, a su vez, a las nuevas formas de
organización productiva y las dinámicas de integración comercial que
se estaban generando. Juan Somavía, director del organismo en ese
entonces, instó a promoverlo a raíz del reconocimiento de grandes pro-
blemas de desprotección laboral y por una acentuada preocupación por
el aumento de condiciones laborales degradantes en el contexto global
junto con una profundización de la globalización.

En general, el concepto de TD hace referencia a la focalización de las


acciones de la OIT en cuatro objetivos/pilares estratégicos que tienen
como eje transversal la igualdad de género:

resto, serán analizados bajo el comportamiento que tuvo este sector, de manera
que se pueda observar la tendencia y contar con un panorama aproximado de las
condiciones de trabajo decente de la zona resto.
48 Controversia 207

1. Crear trabajo: se requiere de una economía que genere opor-


tunidades de inversión, iniciativa empresarial, desarrollo de
calificaciones, puestos de trabajo y modos de vida sostenibles.

2. Garantizar los derechos de los trabajadores: para lograr el re-


conocimiento y el respeto de los derechos de los trabajadores.
De todos los trabajadores, y en particular de los trabajadores
desfavorecidos o pobres que necesitan representación, participa-
ción y leyes adecuadas que se cumplan y estén a favor, y no en
contra, de sus intereses.

3. Extender la protección social: para promover tanto la inclusión


social como la productividad al garantizar que mujeres y hombres
disfruten de condiciones de trabajo seguras, que les proporcio-
nen tiempo libre y descanso adecuados, que tengan en cuenta
los valores familiares y sociales, que contemplen una retribución
adecuada en caso de pérdida o reducción de los ingresos, y que
permitan el acceso a una asistencia sanitaria apropiada.

4. Promover el diálogo social: la participación de organizaciones


de trabajadores y de empleadores, sólidas e independientes, es
fundamental para elevar la productividad, evitar los conflictos
en el trabajo, así como para crear sociedades cohesionadas.

En general, el trabajo decente sintetiza las aspiraciones de las perso-


nas durante su vida laboral. Significa la oportunidad de acceder a un
empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el
lugar de trabajo y la protección social para las familias, mejores pers-
pectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que
los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en
las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y
trato para todos, mujeres y hombres (Organización Internacional del
Trabajo, 2016).
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 49

Para la medición de TD se establecieron diez elementos fundamentales,


dimensiones que corresponden a los cuatro pilares estratégicos men-
cionados anteriormente, además de un elemento adicional relacionado
con el contexto económico y social para el trabajo decente. En la si-
guiente tabla se aprecian cada una de las dimensiones.

Tabla 1. Dimensiones analíticas del Trabajo Decente (TD)

2. Contexto social de los centros


poblados y rural disperso
2.1 Perfil de la población que habita en la zona resto
Para el 2015, Colombia registró una población superior a los 46,8 mi-
llones de habitantes, 77% de ellos vivían en la cabecera del país y el
23% restante en la zona rural (denominada centros poblados y rural
disperso o resto en las estadísticas del DANE). Del total de la población
de la zona resto, un 52,9% eran hombres y un 47,1% eran mujeres.
50 Controversia 207

Según la Encuesta de Calidad de Vida, a 2015, tanto en la cabecera


como en la zona resto, había más hogares que viviendas: el número
de hogares registrados supera en un 2,8% y 1,4% respectivamente al
número de viviendas disponibles, lo que quiere decir que hay vivien-
das en donde habita más de un hogar. Mientras que en la cabecera, el
tamaño promedio del hogar fue de 3,3 personas en la zona resto fue de
3,6. En esta última zona el 28% de los hogares se constituían por cinco
o más personas; 20,5% por cuatro personas; 19,8% por tres personas;
17,6% por dos personas y 14,1% por una persona.

Tabla 2. Indicadores de población por zona 2015

Fuente: Encuesta Nacional de Calidad de Vida. DANE

Con respecto al acceso a los servicios públicos en la zona resto, se


encontró que el servicio de energía eléctrica llegaba al 95,6% de los ho-
gares; el servicio de acueducto tuvo una cobertura de 61,2%; el servicio
de alcantarillado estaba disponible para el 16,8% de los hogares; los
hogares con acceso al servicio de gas natural fueron 11,7%; el servicio
de recolección de basuras alcanzó una cobertura de 26,1% y la cobertu-
ra de telefonía fue de solo el 2,5%. La baja cobertura evidenciada en los
servicios públicos es bastante crítica, no solo por las grandes brechas
urbano-rurales, sino por su valor intrínseco como derechos fundamen-
tales (Departamento Nacional de Planeación, 2014).
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 51

Gráfico 1. Acceso a servicios públicos por zona 2015


Porcentaje de cobertura

Fuente: Encuesta Nacional de Calidad de Vida. DANE

2.2. Contexto social


Existen diferencias importantes en términos de igualdad de oportunida-
des entre la población urbana y la población rural. La incidencia de la
pobreza rural es mayor que la urbana tanto en ingresos como en pobreza
multidimensional, los pobladores de las zonas rurales tienen menores
oportunidades de desarrollarse plenamente y como consecuencia exis-
ten muy pocas posibilidades de que generación tras generación mejoren
su condición socioeconómica (Departamento Nacional de Planeación,
2014). Para el 2015, la tasa de pobreza monetaria de la zona resto fue de
40,3% casi el doble de la reportada en la cabecera, 24,1%. Pero hubo
una situación más grave: casi la quinta parte de la población en el resto,
52 Controversia 207

18,0%, se ubicó en la categoría de indigente, frente a un 4,9% de la


población en la cabecera que se encontraba en esta condición. Ahora
bien, analizando la pobreza multidimensional4, los resultados indican
que el porcentaje de personas en situación de pobreza multidimensio-
nal fue de 40,0%, esto es 4.314.000 personas.

En el caso de las necesidades básicas insatisfechas (NBI), indicador que


busca establecer las carencias que tienen los hogares, se observó que
en la zona resto el 53,51% de las personas está en condición de NBI y
el 25,71% de personas en la miseria5.

Por otro lado, la realidad presentada por el Censo Nacional Agropecuario


pone al descubierto las enormes brechas entre lo urbano y lo rural, de
lo cual se desprenden estos altos niveles de pobreza y de concentración
de la tierra en el campo colombiano. El sector agropecuario se ha carac-
terizado por un gran número de Unidades Productivas Agropecuarias
(UPA) con poca área, en contraste con un número bastante reducido de
grandes unidades de producción con mucha área disponible. El 69,9%
de las UPA tiene menos de cinco hectáreas, las cuales ocupan menos
del 5% del área total censada. Tan solo 0,4% de las UPA tiene quinien-
tas hectáreas o más, y son el 40,1% del total de la superficie censada
(Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 2014).

4
El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) se construye con base en cinco
dimensiones: condiciones educativas del hogar, condiciones de la niñez y la
juventud, salud, trabajo, y acceso a los servicios públicos domiciliarios y con-
diciones de la vivienda. Estas 5 dimensiones involucran 15 indicadores, y son
considerados pobres los hogares que tengan privación en por lo menos el 33% de
los indicadores.
5
EVale la pena recordar que este indicador fija unas necesidades básicas definidas
en 5 dimensiones: viviendas inadecuadas; viviendas con hacinamiento crítico;
viviendas con servicios inadecuados; viviendas con alta dependencia económica
y viviendas con niños en edad escolar que no asisten a la escuela. Así pues, se
considera pobre un hogar que presenta al menos una de las anteriores privaciones,
mientras que un hogar se encuentra en situación de miseria si incumple con dos o
más de los criterios anteriormente descritos.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 53

Tabla 3. Indicadores sociales total nacional y por zonas 2013-2015

Fuente:* Gran Encuesta Integrada de Hogares. DANE

** Encuesta Nacional de Calidad de Vida. DANE


***Censo General. DANE.

3. Resultados de la Medición de Trabajo Decente


para cabeceras y centros poblados y rural disperso
2013-2015
3.1. Dimensión 1: oportunidades de empleo
En términos generales, esta dimensión contiene los indicadores que de
forma más tradicional son usados para el análisis del mercado laboral.
Estos indicadores permiten medir o valorar la cantidad de oportu-
nidades de trabajo en las zonas del país, es decir, la medida en que
todas las personas dispuestas a trabajar encuentran oportunidades
de trabajo como punto básico de realización del derecho al trabajo y al
trabajo decente. Es una buena aproximación para empezar a entender
lo que significa el trabajo decente y es una dimensión que intenta mos-
trar en términos generales cómo evoluciona el mercado laboral de las
cabeceras y los centros poblados y rural disperso.
54 Controversia 207

3.1.1. Tasa de ocupación6


En los tres años de análisis se encontró que en la zona resto del país la
ocupación mostró una tendencia variable a diferencia de la tendencia
creciente de la ocupación en las cabeceras. En la zona resto la tasa de
ocupación se ubicó en 56,0%, 3,8 puntos porcentuales pp por debajo
de la reportada en la cabecera que fue de 59,8%.

Gráfico 2. Tasa de ocupación 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

La ocupación por sexo mostró una enorme y marcada brecha entre hom-
bres y mujeres en la zona resto más que en las cabeceras. En la primera
zona la brecha de ocupación fue en promedio de 37 pp entre unos y
otras, mientras que en la segunda zona la brecha promedio fue de 18 pp.
Estas brechas son evidencia de una discriminación en las oportunidades
y un déficit de trabajo decente, que debe buscar reducirse hacia el futuro.

6
Las personas ocupadas son aquellas que durante el período de referencia
(semana anterior a la aplicación de la encuesta) se encontraban en una de las
siguientes situaciones: trabajó por lo menos una hora remunerada en la semana
de referencia; no trabajaron en la semana de referencia, pero tenían un trabajo o
fueron trabajadores familiares sin remuneración que trabajaron en la semana de
referencia por lo menos 1 hora.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 55

Tabla 4. Tasa de ocupación desagregada por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.1.2. Tasa de desempleo7


La tasa de desempleo es quizá el indicador más conocido del mercado
laboral y se ubica en el trabajo decente en la medida en que permite
expresar el déficit de oportunidades de trabajo, dado en términos de
las personas que buscan activamente un empleo. Entre las zonas con-
sideradas, la zona resto presentó la tasa de desempleo más baja, con
un promedio de 5,7% en los últimos años. Por su parte, la cabecera
tuvo una tasa de desempleo en promedio de 10,2%, incluso superior a
la reportada para el total nacional. En 2015 había un total de 288.000
desempleados en la zona rural.

Gráfico 3. Tasa de desempleo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


56 Controversia 207

Como se observa la tasa de desempleo en la zona resto ha sido inferior


a la observada en la cabecera. Este resultado se debe a que los trabaja-
dores del sector rural se ven obligados a aceptar o mantener trabajos de
baja remuneración, debido a que no les es posible mantenerse desem-
pleados en la medida en que sus salarios de reserva son relativamente
bajos y, adicionalmente, los ingresos laborales representan aproxima-
damente el 82% de los ingresos totales del hogar (Santa María, Parad
y Mujica, 2009).

Desagregando la población desempleada por sexo, es evidente que la


mayor tasa de desempleo se presentó en las mujeres, en ambas zonas,
la brecha con respecto a los hombres fue más amplia en la zona resto.
Para el 2015, la tasa de desempleo de las mujeres se ubicó en 11,0%,
7,8 (pp) superior a la reportada por los hombres: 3,2%. Lo preocupante
de esta situación es que los cambios que se han presentado de un año
a otro en este indicador han sido marginales y no han logrado impactar
en la disminución del desempleo femenino.

Tabla 5. Tasa de desempleo desagregada por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.1.3. Porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan (ninis)


En América Latina, los jóvenes que ni estudian ni trabajan son común-
mente llamados “ninis”. Uno de cada cinco jóvenes del continente, que
representan más de veinte millones de personas entre 15 y 24 años de
edad, vive en estas condiciones (De Hoyos, Rogers y Székely, 2016).
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 57

Colombia no es ajeno a este panorama, al contrario, al medir la tasa


de ninis en el país, entendiendo que según la Ley 1622 de 2013 en el
país un joven es quien se encuentra entre 14 y 28 años, los resultados
son alarmantes, mientras que en el último año la tasa de jóvenes que
ni estudiaban ni trabajan fue de 18,4% en la cabecera, en la zona resto
el indicador se ubicó en 25,6%, esto es, de cada cien jóvenes la cuarta
parte se encontraba en esta condición.

Gráfico 4. Porcentaje de jóvenes entre 14-28 años que no están


estudiando ni trabajando

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Para la mayor parte de los jóvenes, esta etapa del ciclo de vida se carac-
teriza por el cambio, la vulnerabilidad y el desarrollo de la autoestima
y del sentido de pertenencia. Es probable que necesiten el apoyo de
una supervisión y orientación especializadas. En resumen, para los jó-
venes que están fuera del sistema educativo y del mercado laboral es
especialmente difícil durante estos años afrontar los retos de la vida y
desarrollar todo su potencial (Grogger, 1997; Jacob y Lefgren, 2003 ci-
tado por De Hoyos, Rogers y Székely, 2016).
58 Controversia 207

Además, esta problemática tiene un efecto adverso en los ingresos, ya


que no solo reduce el producto total de la economía debido a una me-
nor productividad laboral (el motor del crecimiento), sino que también
obstaculiza la igualdad. Una incidencia de ninis más alta en los hogares
pobres y vulnerables exacerba las desigualdades existentes, obstruye la
movilidad social y la reducción de la pobreza a largo plazo (Ferreira y
col., 2013; Vakis, Rigolini y Lucchetti, 2015 citado por De Hoyos, Rogers
y Székely, 2016).

Analizando este indicador por sexo se encontró que mientras en la


cabecera el porcentaje de mujeres ninis duplica al reportado por los
hombres (25,3% frente a 11,5%), en la zona resto el porcentaje de mu-
jeres ninis casi quintuplica el reportado por los hombres (43,8% frente
a 9,0%). Los factores de riesgo más importantes asociados a la condi-
ción de nini de las mujeres son el matrimonio precoz y el embarazo
durante la adolescencia o incluso ambos.

Tabla 6. Porcentaje de jóvenes que no están estudiando


ni trabajando, desagregado por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Este indicador debe convertirse en una referencia bajo el entendido


de que si los jóvenes, especialmente las mujeres, no tienen acceso al
mundo laboral o no logran cualificarse quedan expuestas a trabajos
informales, muchas veces sin remuneración ni garantías, lo cual atenta
contra el trabajo decente. Según la OIT las soluciones pasan por esta-
blecer políticas de empleo para jóvenes, otorgar créditos blandos, becas
y otros incentivos para evitar o impedir la deserción escolar, conectar
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 59

mejor a la educación con el empleo, estimular el espíritu emprendedor


de los jóvenes y brindar incentivos y ayudas a madres jóvenes para que
permanezcan en el estudio o en el mercado laboral.

3.1.4. Tasa de desempleo juvenil8


En los últimos tres años este indicador no ha presentado variaciones
importantes en la zona resto y permaneció en 10,5%. En la cabecera, el
desempleo juvenil siempre ha sido superior y se ubicó en 16,4% en el
último año. La OIT ha insistido en la importancia de centrarse en los y
las jóvenes debido a que el desempleo o las malas condiciones laborales
para esta población amenazan las perspectivas laborales futuras de las
personas, disminuye el ahorro y la demanda global en las economías y
aumenta la exclusión y la inseguridad social.

Gráfico 5. Tasa de desempleo juvenil 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

8
Corresponde al porcentaje de población de 14 a 28 años que se encuentran
desempleados –o buscando empleo– con respecto a la fuerza laboral de 14 a 28 años.
60 Controversia 207

Por sexo, se evidencian enormes brechas entre la situación de las mu-


jeres y la de los hombres en ambas zonas geográficas, pero es más
compleja en la zona resto del país. Para esta última, la discriminación
por sexo en cuanto a oportunidades de trabajo para los jóvenes se ex-
presó en una diferencia de casi 14 pp desfavorable para ellas.

Tabla 7. Tasa de desempleo juvenil (14 a 28 años)


desagregada por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Realizar constante seguimiento y verificación de este indicador podría


aportar en la construcción de políticas o programas focalizados que
favorezcan la inserción de los jóvenes al mundo laboral.

3.1.5. Tasa de empleo informal por afiliación a seguridad social


Corresponde al porcentaje de la población ocupada que no se encuen-
tra afiliada al sistema de salud o a pensiones, lo cual produce una idea
sobre el nivel de desprotección social de la población ocupada. Se apre-
cia una alta proporción de ocupados de la zona resto, que no tenían
afiliación a dichos sistemas; de cada cien ocupados en esta zona, 87,6
estaba desprotegido.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 61

Gráfico 6. Tasa de informalidad por afiliación


a seguridad social 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Los resultados evidencian una enorme brecha urbano-rural. El mercado


laboral rural heterogéneo y altamente segmentado, con una proporción
importante de personas ocupadas por cuenta propia, se refleja en estos
niveles de desprotección. El empleo de las zonas rurales tiende a con-
centrarse en los ocupados por cuenta propia (51,6% para el 2015), los
cuales representan mayor proporción que los empleados asalariados.
Esta estructura en el mercado laboral rural afecta la calidad del empleo,
establece niveles insuficientes de ingresos y dificulta el acceso a los
servicios de protección social (Merchán, 2014 citado por Departamento
Nacional de Planeación, 2014).

Los resultados, según género indican que, si bien fueron las mujeres
las que registraron un mayor nivel de desafiliación a los sistemas en la
zona rural, la diferencia con respecto a los hombres no fue tan marcada
como en indicadores anteriores. Para el 2015, la tasa de informalidad de
las mujeres fue de 89,3% frente a 86,9% de los hombres. La desprotec-
ción social significa un riesgo alto en el deterioro de la calidad de vida
y una condición desfavorable para el bienestar de los trabajadores, lo
que desencadena pobreza.
62 Controversia 207

Tabla 8. Tasa de informalidad por afiliación a la


seguridad social desagregada por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.1.6. Proporción de los ocupados por cuenta propia y trabajadores


familiares en la ocupación total
Este indicador busca ofrecer información sobre aquellos grupos de ocu-
paciones que representan riesgos para las oportunidades de empleo y
para el trabajo decente, bajo la idea de que están expuestos a condi-
ciones inestables en sus contratos o poseen condiciones precarias de
trabajo. Según los resultados, seis de cada diez ocupados en la zona
resto y cuatro de cada diez en la cabecera estaban laborando de manera
independiente o eran trabajadores familiares.

Gráfico 7. Proporción de ocupados cuenta propia


y trabajadores familiares 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 63

En particular se encuentra que son los hogares en situación de pobreza


extrema y de pobreza los que concentran la mayor parte de la población
ocupada independiente o cuenta propia. De lo anterior, se infiere que
es la población más vulnerable la que se encuentra más expuesta en la
medida en que, por lo general, el empleo cuenta propia está relaciona-
do con menores ingresos y mayor incertidumbre (Santa María, Parad y
Mujica, 2009).

En la zona resto las mujeres fueron las que estuvieron más expuestas
a este tipo de ocupaciones; la proporción de ocupadas cuentapropista
y trabajadoras familiares permaneció invariable entre 2014-2015. Para
este último año, de cada cien ocupadas, 67 estaban en ocupaciones
expuestas a mayor riesgo económico y de cada cien ocupados 57,8 es-
taban en esta condición.

Tabla 9. Proporción de los ocupados por cuenta propia y trabajadores


familiares en la ocupación total desagregada por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.2. Dimensión 2: ingresos suficientes y productividad


Una parte de la discusión sobre la pobreza pasa por la importancia que
representa el trabajo y los ingresos laborales dentro de los hogares,
como una forma de acceder a mínimos vitales y a una vida digna. El
trabajo remunerado es la principal fuente de ingresos para los hogares,
por lo tanto, bajo esta premisa, es importante conocer el estado de los
trabajadores, así como tener una idea sobre sus ingresos, con el fin de
64 Controversia 207

establecer programas o políticas que conduzcan siempre a mejores con-


diciones para ellos.

A diferencia de la dimensión anterior, que contiene indicadores usual-


mente utilizados dentro del análisis del mercado laboral, esta dimensión
incorpora indicadores que son poco conocidos en el país.

3.2.1. Tasa de trabajadores pobres


La tasa de trabajadores pobres ofrece información sobre la relación
empleo-pobreza, es decir, combina datos del mercado de trabajo —
ocupación— con datos de ingresos de los hogares, lo que permite
medir el porcentaje de trabajadores que, a pesar de tener un empleo,
viven en hogares identificados como pobres. Hay que aclarar que el
concepto de pobreza aplicado en este indicador se da cuando el ingre-
so familiar per cápita es inferior a la línea de pobreza, por lo tanto, es
un concepto que se aplica a los hogares y no a los individuos. Según
estas consideraciones, una reducción de este indicador significa avan-
ces hacia el trabajo decente.

Los resultados son preocupantes no solo por el porcentaje tan alto de


ocupados en hogares pobres en la zona rural, sino por la enorme brecha
entre zonas. Para el 2015, el 41,9% de los ocupados de la zona resto
vivía en una hogar pobre, 17,3 pp por encima de lo reportado por los
ocupados en la cabecera, 24,6%. Una política social o laboral debería
persistir sobre estrategias de redistribución del ingreso y mejoras en la
productividad, con el fin de mejorar los ingresos reales de los hogares
para atacar la pobreza y mejorar las condiciones hacia el trabajo decen-
te en las zonas.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 65

Gráfico 8. Tasa de ocupados pobres 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.2.2. Tasa de asalariados con bajos ingresos (por debajo de 2/3 de la


mediana del ingreso por hora)
Este indicador, sumado al anterior, da pistas sobre qué tan pobres son
los trabajadores según la distribución de los salarios por hora. En este
sentido, cuanto más alto sea el indicador, existe un mayor número de
asalariados que reciben una baja remuneración. En la zona resto el
36,4% de los asalariados contaba con bajos ingresos, a pesar de ser un
porcentaje muy alto, este ha disminuido en más de 3 pp con respecto
al año anterior. Por su parte, en la cabecera la mejora fue de 0,8 pp. La
brecha entre zonas se ha cerrado levemente.
66 Controversia 207

Gráfico 9. Tasa de asalariados con bajos ingresos 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Para el 2015, en la zona resto, el 40,7% de las mujeres asalariadas tenía


bajos ingresos frente a un 34,9% de los hombres. En la cabecera, la
diferencia entre unas y otros fue más pequeña: 17,4% frente a 13,4%
respectivamente.

Tabla 10. Tasa de asalariados con bajos ingresos (por debajo de 2/3
de la mediana del ingreso por hora) desagregada por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.2.3. Salario promedio real


El salario promedio real se incluye en la medición pero debe ser interpre-
tado con la debida limitación que representa, dado que la información
utilizada —GEIH DANE— captura ingresos brutos, mas no netos; por
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 67

lo tanto, se restringe el análisis sobre capacidad de compra de los hoga-


res9. Para el 2015 el salario promedio de la zona resto fue el 56,6% del
salario promedio de la cabecera ($593.527 versus $1.049.060) mientras
que en 2014 la proporción fue de 54,6% (601.343 versus 1.101.169).

Gráfico 10. Salario promedio real 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.3. Dimensión 3: tiempo de Trabajo Decente (TD)


Esta dimensión es la que refleja la situación de los trabajadores en tér-
minos de los tiempos en el trabajo y es producto de una preocupación
sobre la posibilidad de que los trabajadores laboren más horas de las
permitidas o consideren que están subutilizados bajo consideraciones
de tiempo.

Aunque en el país es usual que el tiempo laboral no sea un aspecto


discutido dentro del proceso de contratación, sino simplemente se le
informa al trabajador su horario, en ocasiones se presentan casos en

9
En tal sentido, su resultado sólo refleja la evolución de los salarios promedios
reales en el tiempo, valorados a precios de 2008.
68 Controversia 207

donde a los trabajadores ni siquiera se les respeta dicho horario. Esta


dimensión pone de relieve la importancia de los acuerdos y los arreglos
en el trabajo, así como el diálogo social, que son temas sobre los cuales
la OIT hace énfasis.

3.3.1. Tasa de ocupados en tiempo de trabajo excesivo


Este indicador identifica los excesos en el trabajo medido por el mayor
tiempo que se dedica a él, lo cual tiene incidencia sobre los trabajadores
desde diversos ámbitos: salud, tiempo familiar, relaciones sociales, des-
canso, recreación, entre otros. El indicador muestra el porcentaje de los
ocupados que laboran en la semana más de las cuarenta y ocho horas
legales. Para la zona resto, el indicador disminuyó en 2,6 pp de un año
a otro, al pasar de 27,5% a 24,9%, mientras que en la cabecera el indi-
cador solo disminuyó en un pp, pues pasó de 32,1% a 31,1% ocupados
en horarios excesivos.

Gráfico 11. Tasa de ocupados en tiempos de trabajo excesivo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 69

3.3.2. Ocupados por horas de trabajo a la semana


Los ocupados por horas de trabajo muestra la participación porcentual
de los ocupados, según el rango de horas trabajadas a la semana, para
ello, se tienen como base las cuarenta y ocho horas, tiempo límite en
Colombia. En la zona resto los resultados dejan ver que cerca de un
75% de los ocupados trabajó hasta cuarenta y ocho horas, de los cuales
32,6% trabajó menos de cuarenta horas, 26,2% trabajó entre cuaren-
ta y cuarenta y siete horas, mientras que 16,3% trabajó cuarenta y
ocho horas. De acuerdo con Pineda (2013), este indicador proporciona
información indirecta sobre el tiempo que los trabajadores dedican a
actividades diferentes del trabajo como descanso, vida familiar, trabajo
doméstico, entre otros.

Gráfico 12. Distribución porcentual de los ocupados según jornada


de trabajo zona resto 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


70 Controversia 207

3.4. Dimensión 4: conciliación del trabajo, la vida fami-


liar y la vida personal
La idea de esta dimensión es contar con información capaz de poner
de relieve las relaciones entre el trabajo y la vida familiar y personal de
los trabajadores, haciendo análisis diferenciado por sexo, ya que existe
una preocupación particular sobre las mujeres, quienes parecen ejercer
en mayor proporción actividades no remuneradas relacionadas con el
cuidado.

3.4.1. Tasa de tiempo de trabajo no remunerado frente al remunerado


El propósito del indicador es mostrar las cargas de tiempo de trabajo
entre aquellas actividades remuneradas y las que no lo son. La premisa
sobre la cual se parte apunta a que los trabajadores dedican parte de
su tiempo a actividades no remuneradas en el hogar y que esta carga
impide aceptar otras demandas de trabajo remuneradas fuera del hogar,
lo que tiene incidencia en la productividad, los ascensos laborales, la
salud, entre otros aspectos. En otras palabras, y de acuerdo con Pineda
(2013), “este indicador mide la relación de horas promedio semanales
que la persona le dedica a actividades no remuneradas con respecto a
las horas semanales que dedica a actividades remuneradas”.

En la zona resto se apreció una alta tasa de tiempo no remunerado fren-


te al remunerado, para 2015 el 97% del tiempo de los trabajadores fue
dedicado a actividades no remuneradas. Estos resultados son el reflejo
de actividades desarrolladas en el hogar como cuidado de ancianos,
preparación de alimentos, limpieza del hogar, entre otras.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 71

Gráfico 13. Tasa de tiempo de trabajo no remunerado


frente al remunerado 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Por género, los resultados reflejan un significativo desbalance que afec-


ta más a las mujeres. En 2015 los hombres dedicaron el 29% del tiempo
a actividades no remuneradas, mientras que las mujeres dedicaron el
314%. De acuerdo con planteamientos de la OIT sobre este tema, un
indicador alto significa dificultades para conciliar la relación trabajofa-
milia, lo que podría conducir a la aparición de conflictos que lesionan
una u otra relación.

Tabla 11. Tasa de tiempo de trabajo no remunerado


frente al remunerado desagregada por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


72 Controversia 207

Si se cruza esta información con la reportada por el DANE en la Encues-


ta Nacional de Usos del Tiempo (ENUT) se evidencia que, al analizar
la diferencia entre los contextos urbano y rural para las actividades no
remuneradas de cuidado, la brecha de género se amplía en el segun-
do caso y que el tiempo dedicado a dichas actividades se incrementa
sustancialmente en el caso de las mujeres. Así las cosas, mientras en
las cabeceras las mujeres dedicaron 4,35 más horas que los hombres
a actividades de cuidado (6,35 horas frente a 2 respectivamente), en
contextos rurales dedicaron 5,44 más horas (7,37 horas frente a 1,53);
de este modo, el tiempo que las mujeres dedican a estas actividades en
las zonas urbanas triplica el de los hombres, y en la ruralidad lo cuadri-
plica (Osorio y Tangarife, 2015).

3.5. Dimensión 5: trabajo que debería abolirse


En el mundo existen ciertos tipos de trabajo que deben abolirse, como
lo son el trabajo infantil y el trabajo forzoso. El trabajo que debe abo-
lirse es el trabajo infantil que corresponde a alguna de las siguientes
categorías (Organización Internacional del Trabajo, 2002):

• Un trabajo realizado por un niño que no alcance la edad mínima especifi-


cada para el tipo de trabajo de que se trate (según determine la legislación
nacional, de acuerdo con normas internacionalmente aceptadas), y que,
por consiguiente, impida probablemente la educación y el pleno desarrollo
del niño.
• Un trabajo que ponga en peligro el bienestar físico, mental o moral del
niño, ya sea por su propia naturaleza o por las condiciones en que se rea-
liza, y que se denomina trabajo peligroso.
• Las formas incuestionablemente peores de trabajo infantil, que interna-
cionalmente se definen como esclavitud, trata de personas, servidumbre
por deudas y otras formas de trabajo forzoso, reclutamiento forzoso de
niños para utilizarlos en conflictos armados, prostitución y pornografía, y
actividades ilícitas.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 73

Medir el trabajo que debería abolirse es necesario para determinar sus


características e incidencia para luego realizar y ejecutar programas
adecuados para erradicarlo.

3.5.1. Tasa de Trabajo Infantil (TTI)


La tasa de trabajo infantil presenta dos formas de medición, la primera
corresponde a los datos provenientes de la GEIH que toma como base
los niños, niñas y adolescentes (NNA) entre los diez y los diecisiete
años, pero excluye a la franja de cinco a nueve años de edad, periodo
que el indicador debe tener en cuenta. La segunda forma corresponde
a la tasa de trabajo infantil que estima el DANE a través del módulo
específico de trabajo infantil, el cual considera a los niños, niñas y
adolescentes entre los cinco y diecisiete años de edad que trabajan en
relación con las personas de la misma edad, este indicador está dispo-
nible para los trimestres octubre –diciembre desde 2013 a 2015.

En el caso de la estimación a través de la GEIH se encontró que la tasa


de trabajo infantil para la zona resto se ubicó en 19,2% en el 2013, y
presenta una leve variación en 2014 para luego ubicarse en 17,7% en
2015. En la cabecera la TTI fue inferior y no mostró variaciones signifi-
cativas, se ubicó en 8,3% para el último año.
74 Controversia 207

Gráfico 14. Tasa de trabajo infantil –niños, niñas y


adolescentes entre 10-17 años– 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Al desagregar la tasa de trabajo infantil por sexo, tanto para la zona res-
to como para la cabecera, la TTI de los niños fue superior a la reportada
por las niñas. En la zona resto la TTI de los niños fue de 27,1% en 2013
y terminó en 2015 con una tasa de 23,9%. En el caso de las niñas no
hubo cambios significativos y la TTI se ubicó en 9,9% al igual que en
2013. En la cabecera TTI de los niños estuvo por encima del indicador
de las niñas en más de 3 pp durante los años de análisis y se ubicó en
2015 en 9,7% y 6,7%, respectivamente.

Tabla 12. Tasa de trabajo infantil –niños, niñas y


adolescentes entre 10-17 años– 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 75

Ahora bien, analizando la tasa de trabajo infantil a través del módu-


lo que realiza el DANE directamente, se encontró que para el cuarto
trimestre de 2013 esta tasa se ubicó en 15,8%, y culminó en 2015 en
15,6%. Es importante resaltar que en comparación con la cabecera, la
TTI de la zona resto ha sido superior en casi el doble en los tres años de
análisis y terminó en 2015 con una diferencia de 8,9 pp.

Gráfico 15. Tasa de trabajo infantil –niños, niñas y


adolescentes entre 10-17 años– 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.5.2. Tasa de Trabajo Infantil Ampliada (TTIA)


Este indicador corresponde a los niños, niñas y adolescentes que traba-
jan, más los que se dedican por quince horas y más a oficios del hogar
durante la semana de referencia, y no trabajan, con respecto a la pobla-
ción total en este grupo de edad. De acuerdo con las recomendaciones
del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de
la OIT, cuando el tiempo dedicado por los niños, niñas y adolescentes a
oficios del hogar es de quince y más horas semanales, se incluye como
trabajo adicional. Los oficios del hogar considerados son lavar, plan-
char, cocinar, cuidar niños pequeños o personas enfermas, atender la
76 Controversia 207

huerta casera, cría y cuidado de animales, hacer mandados o mercados,


limpieza y mantenimiento del hogar, entre otros.

Los resultados a través de la GEIH indican que en la zona resto la TTIA


se ubicó en 10,7% para el último año, lo que muestra una disminución
marginal con respecto a 2013 cuando fue de 11,1%. Por su parte, la
TTIA en la cabecera se ubicó en 4,9%, 5,8 pp por debajo de la reportada
en la zona resto.

Gráfico 16. Tasa de trabajo infantil ampliada –niños, niñas y


adolescentes entre 10-17 años– 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Por sexo, la TTIA presentó la misma tendencia que la TTI, fueron los
niños los que mayores tasas reportaron. En 2015 se encontró que en la
zona resto la TTIA de los niños fue de 15,8% y la de las niñas de 4,2%,
con una brecha entre unos y otras de más de 11 pp. En la cabecera la
diferencia fue de casi 3 pp, para el último año la TTIA de los niños fue
de 6,2% y la de las niñas de 3,4%.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 77

Tabla 13. Tasa de Trabajo Infantil Ampliada (TTIA) desagregada


por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Cuando se analizó la TTIA por el módulo específico, se encontró que


para el cuarto trimestre de 2015 la TTIA de la zona resto fue de 22,4%,
más del doble de la reportada en la cabecera donde llegó a 11,0%.

Gráfico 17. Tasa de trabajo infantil ampliada –niños, niñas y


adolescentes entre 5-17 años– 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

El trabajo infantil trae consecuencias de corto y largo plazo limitantes


del disfrute de los derechos y, por tanto, del desarrollo de los niños, ni-
ñas y adolescentes, es un factor que se verá reflejado en la baja calidad
de los trabajos que se obtendrán en la vida adulta o en la limitación
para el acceso mismo al empleo.
78 Controversia 207

El trabajo infantil aleja a los niños y a las niñas de la educación. En 2015,


en la zona resto, el 36,7% de quienes trabajaban no asistían a una insti-
tución educativa, el resto combinaba educación y trabajo, una situación
que redunda en bajo nivel académico y al final en la deserción escolar, en
tanto la escuela no les proporciona los beneficios de contar con ingresos
o apoyo para la obtención de los ingresos familiares. En este sentido, la
principal razón por la que los niños, niñas y adolescentes trabajaron se
relacionaba con que debían participar en la actividad económica de la
familia (43,2% del total de ocupados).

3.6 Dimensión 6: estabilidad y seguridad del trabajo


De acuerdo con OIT, la dimensión estabilidad y seguridad del trabajo
permite diferenciar a los trabajadores cuyos trabajos se caracterizan por
un grado de permanencia relativa de aquellos cuyos trabajos no ofrecen
expectativas de una relación de larga duración. Los indicadores se dan
en términos de la participación del empleo en categorías de trabajo
inestable. El primer indicador para esta dimensión es el trabajo precario
que se centra en la duración de los contratos laborales o la posibilidad
de un despido rápido; el segundo se refiere a la antigüedad en el tra-
bajo, que analiza la duración de tiempo en la que los trabajadores han
estado en su trabajo actual, sin importar la duración del contrato.

3.6.1. Tasa de empleo precario


La tasa de empleo precario considera a los trabajadores sin contrato
o con contrato a término fijo, o vinculados a través de Empresas de
Servicios Temporales, Cooperativas de Trabajo Asociado o Empresas
Asociativas de Trabajo, sobre el total de ocupados. En la zona resto
casi la totalidad de los ocupados se encontraba en un empleo precario,
91,2% para el 2015, sin presentar variaciones destacadas en el período
de análisis. En la cabecera el 70,0% de los ocupados estaba en un em-
pleo precario, disminuyendo en más de 2 pp con respecto a 2013.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 79

Gráfico 18. Tasa de empleo precario 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Tanto hombres como mujeres registraron altas tasas de empleo preca-


rio; sin embargo, fueron ellas las que reportaron tasas mayores. Para
el 2015, en la zona resto, de cada 100 mujeres ocupadas, 93 se encon-
traban en un empleo precario, mientras que en el caso de los hombres
de cada 100 ocupados 90 estaban en esa situación. En las cabeceras la
proporción fue de 71 frente a 69 respectivamente.

La anterior situación se sustenta en el hecho de que, si bien las muje-


res han incrementado su participación en el mercado laboral, son ellas
las que más altas tasas de informalidad reportan, además laboran en
condiciones estructurales de precariedad y discriminación fundadas en
estereotipos de género.
80 Controversia 207

Tabla 14. Tasa de empleo precario desagregado


por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.6.2. Antigüedad en el trabajo


La antigüedad en el trabajo puede mirarse de manera positiva si corres-
ponde a la estabilidad en un trabajo en condiciones decentes, esto es,
con ingresos adecuados, acceso a la seguridad social integral, garantías
reales para participar en el diálogo social, entre otras. Sin embargo, el
indicador debe desagregarse por posiciones ocupacionales con miras a
establecer la diferencia en la antigüedad para los trabajadores asalaria-
dos y los no asalariados.

En 2013, los trabajadores de la zona resto tenían un promedio de an-


tigüedad en sus trabajos de 8,3 años (100 meses) tiempo similar al
reportado en 2015 donde la diferencia fue de dos meses más de un año
a otro. Con respecto a la cabecera los resultados indican que para el
2013 la antigüedad de los trabajadores en sus trabajos era de 5,9 años
(70,8 meses) para terminar en 2015 con un tiempo de 5,8 años (69,9
meses).
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 81

Gráfico 19. Antigüedad en el trabajo –en meses– 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Para el 2015, al desagregar la información por sexo, se tiene que los


hombres en la zona resto reportaron una antigüedad en el trabajo de
9,4 años (113,3 meses) mientras que la antigüedad de las mujeres es-
tuvo 3 años por debajo con 6,5 años (77,7 meses) de antigüedad. En
la cabecera la proporción de años en el trabajo fue de 6,5 años (77,4
meses) para los hombres y 5,1 años (60,7 meses) para las mujeres.

Tabla 15. Antigüedad en el trabajo —en meses— desagregado


por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


82 Controversia 207

3.7. Dimensión 7: estabilidad y seguridad en el trabajo


Cuando se habla de trabajo decente es fundamental pensar en la igual-
dad de oportunidades e igualdad de trato en el trabajo. Sin embargo,
la falta de información de otras categorías como orientación sexual,
creencia religiosa, etnia, migrantes, entre otras, dificulta la medición
de indicadores laborales para estas poblaciones. Las estadísticas con
las que se cuentan son referentes a la diferenciación sexual, que son
centrales para el análisis, por lo que los indicadores de esta dimensión
están orientados a evidenciar las diferencias para hombres y mujeres en
el mercado laboral por zonas geográficas del país. Contar con la medi-
ción de estos indicadores ayuda a monitorear los avances o retrocesos
en el tema de la promoción de la igualdad de oportunidades y trato en
el trabajo por parte de las autoridades competentes.

3.7.1. Segregación ocupacional por sexo —Índice de disimilitud de


Duncan—
La segregación ocupacional se presenta cuando existe la tendencia de
asignar determinado tipo de ocupaciones a determinados grupos de una
sociedad sin que esta separación esté relacionada directamente con la
naturaleza y aptitudes propias del tipo de ocupación. Esta segregación
es de dos tipos, por un lado, la segregación vertical en la que se mira la
distribución de hombres y mujeres a través de distintas posiciones ocu-
pacionales, por otro lado, la segregación horizontal en que se visualiza
la distribución de hombres y mujeres dentro de una misma posición
ocupacional para distintos sectores o ramas de actividad económica.

La OIT (2013) recomienda tres tipos de medición para la segregación,


1) La cuota femenina del empleo (en relación a la participación mas-
culina) en cada uno de los subgrupos principales de la Clasificación
Internacional Uniforme de Ocupaciones (CIUO); 2) La distribución ocu-
pacional del empleo por sexo (usando subgrupos principales) y 3) el
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 83

Índice de Disimilitud de Duncan. En este caso se utiliza la tercera forma


de medición por ser el indicador más completo y popular para medir la
segregación.

El índice consiste, básicamente, en la sumatoria de las diferencias de


participación porcentual de mujeres y hombres en cada ocupación, 82
ocupaciones para el caso de Colombia sobre la base de la CIUO-88. Este
índice puede ser entre 0 y 1, donde 0 significa no segregación ocupa-
cional y 1 segregación ocupacional completa entre los dos sexos. Un
incremento en el índice de disimilitud significará una mayor tendencia
de los hombres o las mujeres para desarrollar trabajos diferentes.

Los resultados que se presentarán a continuación están expresados en


porcentaje. La zona resto en comparación con la cabecera presentó ma-
yor segregación, alrededor de un pp para el 2015. En 2013 la zona resto
presentó un índice de disimilitud de Duncan del 53,3%, mientras en la
cabecera fue de 52,0%, para culminar en 2015 con un índice de 52,9%
y 51,7% respectivamente.

Gráfico 20. Segregación ocupacional por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


84 Controversia 207

3.7.2. Porcentaje de mujeres ocupadas en alta y media gerencia


El indicador se refiere a la proporción de mujeres en cargos de media y
alta gerencia en el sector público y privado. Tiene en cuenta los siguien-
tes grupos ocupacionales: 1) los miembros del poder ejecutivo, de los
cuerpos legislativos y personal directivo de la administración pública
y 2) a los directores y gerentes generales de empresas privadas. Es un
indicador que brinda información sobre la proporción de mujeres que
están ocupadas en roles de toma de decisiones en el Gobierno, las em-
presas y las instituciones. Si bien en el sector público se han presentado
algunos avances en la búsqueda de la igualdad de las condiciones entre
hombres y mujeres en los cargos de decisión del Estado, aún falta mu-
cho por hacer. En el sector privado la situación es aún más compleja,
ya que las oportunidades para unos y para otras están determinadas por
factores culturales y dinámicas económicas que brindan continuidades
y cambios.

De acuerdo con los resultados encontrados, tanto en la zona resto como


en la cabecera, la participación de las mujeres en los cargos de rango
superior y medio fue muy baja, la situación más alarmante se presen-
tó en la zona resto. Para el 2015, en la zona resto, solo el 3,4% de las
mujeres se desempeñaban en un cargo de dirección o autoridad, así
las cosas los hombres eran los que estaban en la cabeza de las organi-
zaciones. En el caso de la cabecera la participación de las mujeres en
cargos de alta y media gerencia fue un poco mayor. Para el último año el
13,6% de las mujeres ocupadas hacían parte de este grupo, porcentaje
invariable en el transcurso de los años.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 85

Gráfico 21. Porcentaje de mujeres ocupadas en alta


y media gerencia 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.7.3. Brecha salarial


Este indicador refleja la discriminación y las desigualdades por géne-
ro en el mercado laboral, infortunadamente las mujeres son las más
afectadas. Si bien se han evidenciado incrementos en la participa-
ción de las mujeres, ellas perciben retribuciones promedio inferiores
a las de los hombres, lo que deja ver una diferencia entre los salarios
de unas y otros. La brecha salarial por género mide la diferencia relativa
entre el salario promedio por hora de los hombres y el salario promedio
por hora de las mujeres. El impacto que este indicador tiene sobre las
mujeres es que obtienen menos ingresos a lo largo de su vida, lo que
conduce a pensiones más bajas y a un mayor riesgo de estar en la po-
breza en la tercera edad.

Tanto en la zona resto como en la cabecera la brecha salarial de género


tuvo una tendencia variable en estos tres años de análisis, en la zona
86 Controversia 207

resto dicha tendencia fue mucho mayor. En el 2015 la brecha aumentó


en 1,4 pp con respecto a 2014. En el caso de la cabecera, presentó una
brecha menor que en la zona resto, y se ubicó en 6,6%, disminuyendo
en solo 0,5 pp de 2014 a 2015.

Gráfico 22. Brecha salarial por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.8. Dimensión 8: entorno de trabajo seguro


De acuerdo con la OIT (2016), cada quince segundos un trabajador
muere a causa de accidentes o enfermedades relacionadas con el traba-
jo. Cada quince segundos 153 trabajadores tienen un accidente laboral.
El coste de esta adversidad diaria es enorme y la carga económica de las
malas prácticas de seguridad y salud se estima en un cuatro por ciento
del Producto Interior Bruto global de cada año. Por lo anterior, la segu-
ridad y salud en el trabajo son componentes vitales del trabajo decente.
Las entidades nacionales, gubernamentales y municipales deben prote-
ger a los y las trabajadoras de los riesgos y peligros relacionados con el
trabajo, para esto no solo debe existir cobertura universal en afiliación
a riesgos laborales, sino que debe haber un monitoreo, vigilancia y con-
trol de indicadores relacionados con la problemática.
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 87

3.8.1. Muertes laborales


En el sector de la agricultura, la ganadería, la caza, la silvicultura y la
pesca se ha presentado una disminución en el número de muertes a
causa del trabajo en el periodo de análisis, pues se pasó de 47 muertes
en 2013 a 33 en 2014 y culmina en 2015 con 38 muertes. Así mismo, se
ha presentado una disminución en la tasa de mortalidad. Para 2015 por
cada 10.000 afiliados al sistema de riesgos laborales se presentaron 1,1
muertes a causa del trabajo.

Tabla 16. Muertes y tasa de mortalidad 2013-2015

Fuente: Fasecolda. RL Datos Riesgos Laborales


*Tasa de mortalidad por cada 10.000 afiliados al sistema de riesgos laborales.

3.8.2. Accidentes de trabajo no mortales


Los accidentes de trabajo son más recurrentes de lo esperado. En el sec-
tor de la agricultura, la ganadería, la caza, la silvicultura y la pesca; la
accidentabilidad laboral se ha incrementado en los últimos años: pasó de
59.777 accidentes calificados en 2013 a 64.173 accidentes en 2015, lo que
se traduce en 4.396 accidentes más en dos años. En 2015 la tasa de acciden-
tabilidad del sector fue de 18,4%, es decir, de cada 100 afiliados al sistema
de riesgos laborales, 18,4 tuvo un accidente calificado como laboral. Para
este último año se presentaron en promedio 176 accidentes por día.

También se encontró que para el 2015 a treinta y un trabajadores que


presentaron un accidente de trabajo se les inició el pago de una pensión
por invalidez y a 782 se les pagó una indemnización por incapacidad
permanente parcial.
88 Controversia 207

Tabla 17. Número de accidentes de trabajo y tasa


de accidentabilidad 2013-2015

Fuente: Fasecolda. RL Datos riesgos laborales

*Tasa de accidentabilidad por cada 100 afiliados al sistema de riesgos laborales.


** Pérdida de capacidad laboral mayor o igual a 50%.
***Incapacidad permanente parcial (pérdida de capacidad laboral mayor o igual al 5%
y menor al 50%).

3.8.3. Inspección laboral


Para la OIT (2016) una aplicación adecuada de la legislación del trabajo
depende de una eficaz inspección del trabajo. Los inspectores del tra-
bajo examinan cómo se aplican las normas nacionales del trabajo en el
lugar de trabajo y aconsejan a los empleadores y a los trabajadores, res-
pecto de la manera de mejorar la aplicación de la legislación nacional,
en cuestiones tales como el tiempo de trabajo, los salarios, el trabajo
infantil y la seguridad y la salud en el trabajo. Desempeñan una impor-
tante función en la garantía de que la legislación del trabajo se aplique
de modo igualitario a todos los empleadores y trabajadores.

Infortunadamente en Colombia el sistema de inspección laboral está di-


señado para atender las zonas urbanas y el sector formal de la economía,
por ello atienden casi en su totalidad a trabajadores asalariados pero de-
jan por fuera a los trabajadores del sector rural que se encuentran en la
informalidad. No existe un sistema de inspección para el sector rural ni
recursos económicos o logísticos para realizar este tipo de inspecciones.
Los inspectores no reciben formación especializada ni tienen un progra-
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 89

ma que demarque el campo de acción en el sector rural. Lo anterior es


una muestra de la deficiente aplicación de las obligaciones contenidas en
el convenio 129 de OIT sobre inspección en el sector agrícola.

3.9. Dimensión 9: seguridad social


Para la OIT la seguridad social cubre todos los beneficios, en efectivo
o en especie, que proveen protección social a los y las trabajadores
ante los riesgos causados por: a) falta de ingresos laborales a causa de
enfermedad, invalidez, maternidad, accidentes de trabajo, desempleo,
vejez o muerte de un familiar; b) falta de acceso o acceso inasequible a
la atención médica; c) falta de apoyo familiar, especialmente para niños
y dependientes y d) pobreza general y exclusión social.

El acceso a un nivel adecuado de protección social es considerado un


instrumento para la promoción del bienestar humano y el consenso
social, que favorece la paz social y es indispensable para lograrla y, por
lo tanto, para mejorar el crecimiento equitativo, la estabilidad social y
el desempeño económico, lo que contribuye a la competitividad. Solo
20% de la población mundial tiene una protección social adecuada y
más de la mitad no tiene ninguna cobertura. Estas personas enfrentan
peligros en el lugar de trabajo y tienen pensiones y seguros de salud
débiles o inexistentes.

3.9.1. Participación de los beneficios de pensiones de vejez


Este indicador corresponde a la población que actualmente está cubier-
ta por el riesgo de disminución de la capacidad laboral en edad adulta
mayor. Los resultados reflejan enormes diferencias entre las distintas
zonas geográficas del país y no varían mucho de año a año. Para el 2015
solo el 7,5% de los adultos de la zona rural recibieron una pensión, es
decir, que más del 90% del total de adultos mayores estaban excluidos
de esta protección. En la cabecera la participación fue de 30,3%.
90 Controversia 207

Gráfico 23. Porcentaje de población adulta que recibe


pensión de vejez 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

Al mirar la información desagregada por sexo se encontró que el por-


centaje de mujeres adultas que percibía una pensión fue inferior al
porcentaje de hombres adultos. En 2015 solo el 5,0% de las mujeres
adultas de la zona resto recibieron una pensión, frente a un 10,6% de
los hombres adultos que percibieron una pensión de vejez. En la cabe-
cera la situación fue de 25,2% frente a 39,8% respectivamente.

Tabla 18. Participación de los beneficiarios de pensiones


de vejez desagregada por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 91

Este panorama es el reflejo de la marcada informalidad en el sector


rural que afecta a la población más vulnerada, muy pobre, que a su
vez presenta las menores tasas de afiliación a pensión pero las mayores
tasas de afiliación a salud a través del régimen subsidiado (Santa María,
Parad y Mujica, 2009).

3.9.2. Proporción de la Población Económicamente Activa (PEA) que


cotiza en un fondo de pensión —obligatorio—
El indicador hace referencia a la fuerza laboral que potencialmente
estará cubierta en el futuro con seguridad social en pensiones. Los re-
sultados indican que un alto porcentaje de la población de la zona resto
estaba excluido del sistema. Para el 2015 solo el 11,8% de la PEA de esta
zona cotizaba a un fondo de pensiones mientras que en la cabecera la
cotización llegó a 37,5%.

Gráfico 24. Proporción de la PEA que cotiza en un fondo


de pensiones –obligatorio– 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).


92 Controversia 207

El gran interrogante de los resultados encontrados tiene que ver con los
trabajadores y trabajadoras excluidas del sistema pensional en ambas
zonas del país, pues se ha evidenciado que el sistema pensional en el
país está diseñado exclusivamente para garantizarles derechos a los
trabajadores de la economía formal, con un contrato de trabajo y que
gocen de una relativa estabilidad a lo largo de su vida laboral.

Desagregando este indicador por sexo, se encontró que en la zona resto


más del 90% de las mujeres no cotizaba a un fondo de pensión; de cada
100 mujeres solo cotizaron 9,6, y de cada 100 hombres solo cotizaron
12,8. En la cabecera la situación fue menos grave, la relación fue de
34,9 y 39,7 respectivamente.

Tabla 19. Proporción de la Población Económicamente Activa (PEA)


que cotiza en un fondo de pensión –obligatorio– desagregada
por sexo 2013-2015

Fuente: Elaboración propia con base en DANE-GEIH, (2013-2015).

3.10 Dimensión 10: diálogo social, representación de


los trabajadores y empleadores
El diálogo social desempeña un papel decisivo en alcanzar el objetivo
de promoción de oportunidades para que mujeres y hombres obten-
gan trabajo decente y productivo en condiciones de libertad, igualdad,
seguridad y dignidad humana. La definición de diálogo social de la
OIT incluye todos los tipos de negociación, consulta e intercambio de
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 93

información entre representantes de gobiernos, empleadores y traba-


jadores sobre temas de interés común (Organización Internacional del
Trabajo, 2016).

Las estructuras y los procesos del diálogo social, cuando son exitosos,
tienen el potencial de resolver importantes temas económicos y socia-
les, promover una buena gobernanza, avanzar en la paz y estabilidad
social e industrial, y estimular el progreso económico. La eficacia del
diálogo social depende de

• Respeto de los derechos fundamentales de libertad sindical y negociación


colectiva. Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las
zonas geográficas de Colombia 101

• Organizaciones de trabajadores y empleadores fuertes e independientes


con la capacidad técnica y los conocimientos necesarios para participar en
el diálogo social.

• Voluntad política y compromiso de todos los participantes al intervenir


en el diálogo social.

• Respaldo institucional adecuado.

Los indicadores de diálogo social son elementos fundamentales cuando


se mide el progreso del trabajo decente. Para esta dimensión se utilizan
dos indicadores principales, la tasa de sindicalización y la dinámica de
la negociación colectiva.

3.10.1. Tasa de sindicalización


En Colombia el sindicalismo es prácticamente marginal en las relaciones
laborales, para el 2015 se estimó una tasa de sindicalización de 4,6%.
De acuerdo con el Subsistema Censo Sindical de la Escuela Nacional
Sindical (ENS), la tasa de sindicalización del sector de la agricultura,
la ganadería, la caza, la silvicultura y la pesca se ubicó en 2,6%, 2 pp
94 Controversia 207

menos de la reportada a nivel nacional, es decir, de cada 100 ocupados


en este sector económico solo 2,6 estaban afiliados a un sindicato.

3.10.2. Dinámica de la negociación colectiva


Según el subsistema de la Dinámica de la Contratación Colectiva de la
ENS, en 2014 se presentaron 71 casos de negociación colectiva en el
sector de la agricultura, la ganadería, la caza, la silvicultura y la pesca,
de los cuales 28 fueron convenciones colectivas de trabajo y 43 pactos
colectivos. Para el 2015 el número de negociaciones cambió significa-
tivamente, se presentaron 128 casos, allí se destacó el incremento de
las convenciones colectivas que llegaron a 102, mientras que los pactos
colectivos llegaron a 26.

Tabla 20. Dinámica de la Negociación Colectiva en la Agricultura,


ganadería, caza, silvicultura y pesca 2014-2015

Fuente: Escuela Nacional Sindical, Sistema de información Sindical y Laboral (Sislab),


Subsistema Dinámica de la Contratación Colectiva, con datos del Ministerio de
Trabajo. El dato de trabajadores beneficiarios fue suministrado por el Ministerio
para el 72% de los casos en el 2004 y para el 88% de los casos en el 2015. Se
debe tener en cuenta que en el año 2015 se realizó la hegociación de Sintrainagro
con los empresarios bananeros que es una negociación que beneficia a más de
18.000 trabajadores y genera alrededor de 80 convenciones
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 95

4. Conclusiones y recomendaciones
Como se ha podido constatar, la medición del trabajo decente no es un
proceso mediado por un indicador sintético que revele un único dato,
al contrario, es un proceso multidimensional, por ello es un concepto
complejo. Las distintas dimensiones del trabajo decente se encuentran
interrelacionadas, por lo cual las estrategias e instrumentos que se de-
finan deben atender de manera transversal las carencias encontradas.

El concepto de trabajo decente tiene un carácter normativo en términos


de que es un deber ser al cual se llega de manera progresiva avanzando
en cada una de las dimensiones señaladas. El diagnóstico presentado
muestra los obstáculos y el déficit de trabajo decente que se tiene en
esta zona del país.

En la dimensión 1 —oportunidades de empleo— quedan retos plantea-


dos frente a las diferencias encontradas en los diferentes indicadores
por sexo, pues las mujeres son las más afectadas. También debe conver-
tirse en un desafío la reducción de la precariedad laboral y de los riesgos
en el empleo, interpretados a la luz de la situación de los trabajadores
por cuenta propia, que representan más del 50% de los ocupados y de
los trabajadores familiares; así como no puede dejarse de lado el segui-
miento a los ninis y la reducción de la informalidad laboral.

Con respecto a la dimensión 2 —ingresos suficientes y productividad—,


el Estado debe definir metas claras en sus programas que reduzcan
situaciones de pobreza, como lo indica la tasa de trabajadores pobres
que corresponde a más del 40% de la población. Además, estas metas
deben impactar en el cierre de la brecha de ingresos entre los trabajado-
res de la zona cabecera y de la zona resto.

La dimensión 3 —tiempo de trabajo decente— evidenció que un por-


centaje importante de trabajadores labora más horas de las permitidas.
Esta situación no es favorable para el trabajo decente bajo el entendido
96 Controversia 207

de que dichas jornadas tienen incidencia sobre la salud, la recreación,


la familia y el descanso del trabajador.

Sobre la dimensión 4 —conciliación del trabajo, la vida familiar y la


vida personal— se identificó que los trabajadores dedican más del
90% de su tiempo a actividades no remuneradas, lo cual no sería gra-
ve si dichas actividades estuvieran asociadas con el fortalecimiento de
la fuerza de trabajo y mejoras en el capital humano; pero, al revisar
la desagregación por sexo, llama la atención la significativa distan-
cia que hay entre hombre y mujeres, pues ellas son las que dedican
más del ciento por ciento del tiempo a actividades no remuneradas y
del cuidado.

En la dimensión 5 —trabajo que debería abolirse— las cifras encon-


tradas son de especial atención, más cuando existe una Estrategia
Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Jo-
ven Trabajador que plantea las estrategias y los estamentos encargados
de la superación de esta problemática. Para erradicar el trabajo infantil
son necesarias acciones contundentes que garanticen condiciones de
trabajo decente para los ocupados de la zona, así mismo acciones enca-
minadas a fortalecer las instituciones públicas encargadas de la política
y fortalecer el sistema de inspección, vigilancia y control.

La dimensión 6 —estabilidad y seguridad del trabajo— indica que más


del 90% de la población ocupada se encontraba en un empleo precario
y no tuvo avances significativos en el tiempo. Para avanzar hacia el
trabajo decente es necesario realizar campañas dirigidas a la promoción
y cumplimiento de los derechos laborales, promoción de la legalidad y
formalización laboral, además concertar con las organizaciones sindi-
cales un plan de inspección laboral en la zona.

Con respecto a la dimensión 7 —igualdad de oportunidades y trato en


el trabajo— se evidencia una distorsión del mercado laboral, tanto en la
zona cabecera como en el resto, y corresponde a las diferencias marca-
Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geográficas
de Colombia: cabeceras y centros poblados y rural disperso 2013-2015 97

das en los indicadores principales del trabajo para mujeres y hombres,


de nuevo son ellas las menos favorecidas. Se encontró que las mujeres
participaron poco en los roles de toma de decisiones de las institucio-
nes públicas y privadas. Por lo tanto, realizar una medición de trabajo
decente diferenciado por sexo es importante para el direccionamiento
de políticas públicas efectivas que disminuyan las brechas existentes
entre unas y otros.

Para la dimensión 8 —entorno de trabajo seguro— se encontró un


aumento de la muerte a causa del trabajo y un destacado incremento
en el número de accidentes de trabajo calificado. Contar con infor-
mación actualizada sobre las condiciones de seguridad ocupacional
y laboral de los y las trabajadoras de la zona resto permitirá que los
actores del mundo del trabajo tengan instrumentos de medición para
establecer políticas de prevención y protección relacionadas con la
seguridad y salud laboral. Además, es necesario el fortalecimiento de
los mecanismos de inspección, vigilancia y control que mitiguen la
problemática.

La medición para la dimensión 9 —seguridad social— evidencia un


cambio marginal en la población masculina mayor de 62 años y la
femenina mayor de 57 años que recibe una pensión de vejez y un de-
crecimiento de la PEA que cotiza a un fondo de pensión. Ante este
panorama es necesario el fortalecimiento del sistema de inspección,
vigilancia y control que impida la violación de los derechos laborales
de la población trabajadora.

Por último, para la dimensión 10 —diálogo social, representación de los


trabajadores y empleadores— los resultados indican la poca afiliación
de los ocupados en organizaciones sindicales y la marginal participa-
ción de la negociación colectiva en el sistema de relaciones laborales.
Para progresar en trabajo decente es necesario el respeto de la libertad
sindical (asociación, negociación y huelga) como derecho fundamental
en el trabajo.
98 Controversia 207

Los resultados encontrados reafirman la necesidad de intervenir en


la zona resto con políticas públicas laborales eficientes que logren: a)
estabilidad en el empleo mediante formas adecuadas de contratación,
transición hacia la formalidad; b) promoción del empleo juvenil en la
economía rural; c) erradicar el trabajo infantil y sus peores formas; d)
remuneraciones suficientes; e) cobertura y acceso a protecciones so-
ciales; f) fortalecimiento del sistema especial de seguimiento laboral
en el sector rural, cumplimiento de las obligaciones contenidas en el
Convenio 129 de la OIT sobre inspección laboral en el sector agrícola y
g) asegurar la libertad sindical y el reconocimiento efectivo del derecho
de negociación colectiva.

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M
3.
Mercado de trabajo, fuerza de
trabajo y economía campesina
indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca
(Toribío, Jambaló y Caldono)
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo
y economía campesina indígena Nasa
en tres municipios del norte del Cauca
(Toribío, Jambaló y Caldono)*
Por Fernando Urrea-Giraldo**
Jairo Alexander Castaño***
Luis Gabriel Quiroz Cortés****

Introducción

E
l norte del Cauca es una subregión que presenta una interesante
diversidad étnico-racial, así como un importante dinamismo so-
cioeconómico que articula a los municipios entre sí y, cada vez
más, con la ciudad de Cali (ver Figura 1). La población Nasa, uno de
los grupos étnicos más importantes de los municipios que componen
esta subregión, es mayoritaria en Toribío, Jambaló y Caldono1. En estos
tres municipios los Nasa tienen una larga tradición de organización y

*
Artículo recibido en julio de 2106.
Artículo aprobado en octubre de 2016.
Este artículo ha sido resultado de una investigación realizada con el equipo
indígena de los Proyectos Nasa y Global de los cinco resguardos de los municipios
de Toribío y Jambaló, y del resguardo de San Lorenzo de Caldono, con la
participación destacada de la socióloga de la comunidad Nasa, Magaly Gualiche
Garcés, y de la estadística Clara Isabel Orozco, también Nasa. La Fundación Ford
apoyó la realización de la Epen (Encuesta Piloto Experimental Nasa de Unidades
Domésticas y Productivas) para los tres resguardos de Toribío (Tacueyó, Toribío y
San Francisco) y la Fundación Interamericana del Congreso de los Estados Unidos
para el resguardo del municipio de Jambaló en sus tres zonas (alta, media y baja)
y el resguardo San Lorenzo de Caldono.
106 Controversia 207

arraigo territorial que les ha permitido consolidar un tipo de economía


campesina indígena articulada al mercado principalmente a través del
cultivo de café. Esta producción se realiza en el espacio de cinco res-
guardos indígenas: tres en Toribío, uno en Jambaló y uno en Caldono.
El norte del Cauca y el sur del Valle constituyen a la vez una región
interdepartamental cuyo nodo principal es la ciudad de Cali2.


Sociólogo, Maestría en Ciencia Política, Profesor Emérito y Titular del Departamento
de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad del
Valle. Email: furreagiraldo@yahoo.com
***
Sociólogo egresado de la Universidad del Valle, coordinador del trabajo de campo
y del equipo CIDSE-Univalle-Proyecto Nasa (Toribío), Proyecto Global (Jambaló),
Resguardo de San Lorenzo de Caldono (Caldono) y para todos los otros municipios
del norte del Cauca con población Nasa en materia de estadísticas indígenas.
Email: jacalo16@yahoo.com
****
Economista egresado de la Universidad del Valle, miembro del equipo CIDSE
Univalle del norte del Cauca en coordinación con el equipo indígena Nasa local.
Email: lugaquir@hotmail.com
1
La subregión norte del Cauca está compuesta por catorce municipios. Según el
censo del 2005, en algunos de estos encontramos predominio de población negra/
afrodescendiente, como en Puerto Tejada (97,5%), Villarrica (96,9%), Padilla
(96,9%), Buenos Aires (68,5%), Caloto (62,4%), Suarez (58,2%) y Miranda
(52,7%); y en otros, predominio de población indígena, como en Jambaló (98,6%),
Toribío (95,6%), Caldono (70,6%) y Corinto (44,3%). El municipio de Santander
de Quilichao, por su parte, tiene un leve predominio de población étnica (afros
e indígenas: 52,7%) y un importante contingente de población sin pertenencia
étnica (blancos/mestizos: 47,3%). Para el año 2005 no se tenía información sobre
Guachené, debido a que su creación es posterior al censo; de todas formas es un
municipio de predominio de población negra/afrodescendiente.
2
Esta regionalización ha sido desarrollada en el estudio “Cali, ciudad región
ampliada” de la Alianza de Universidades (Universidades del Valle, Icesi, San
Buenaventura, Javeriana y Autónoma de Occidente), que ha contado con recursos
de la Fundación Ford, a partir de la metodología propuesta por la Misión Rural
(Ocampo, 2015), que se apoya en el concepto de nueva ruralidad. De esta manera
pueden analizarse en una misma región municipios con diferentes niveles de
urbanidad-ruralidad. La región en mención está conformada por veintiocho
municipios: Miranda, Padilla, Guachené, Puerto Tejada, Villa Rica, Caloto, Corinto,
Toribío, Jambaló, Caldono, Suárez, Buenos Aires, Morales, Santander de Quilichao,
en el departamento del Cauca; y Buenaventura, Dagua, La Cumbre, Vijes, Cerrito,
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 107

Como veremos más adelante, la economía campesina Nasa se carac-


teriza por una producción para el mercado basada en minifundios y
microfundios que utilizan principalmente fuerza de trabajo familiar;
además, el autoconsumo constituye una base importante para la repro-
ducción de la unidad doméstica (Kerblay, 1981; Chayanov, 1985).

Al mismo tiempo, los intercambios de fuerza de trabajo a través de


la modalidad de “cambio de mano” y “mingas” son muy importantes
para la siembra y cosecha de cultivos. La participación de las familias
en jornadas de trabajo comunitario en la vereda y en el resguardo ase-
guran las condiciones generales para la producción agropecuaria de las
Unidades Domésticas de Producción Nasa (UDPN).

Si bien es evidente la importancia del asalariamiento y la diversifica-


ción de actividades en los resguardos indígenas de estos municipios,
los indicadores convencionales del mercado de trabajo no capturan la
dimensión laboral de manera adecuada. La multiplicidad y emergencia
de actividades −domésticas y económicas− se traduce en una alta tasa
de ocupación y desempleo friccional. Conscientes de esta limitación,
incluimos el análisis de la fuerza de trabajo: así pues, mediante indica-
dores como el tiempo destinado a las labores domésticas y al trabajo en
la finca, el trabajo familiar no remunerado adquiere una connotación
diferente debido a la importancia que tiene en la satisfacción de las
necesidades del hogar.

A esta introducción le siguen los aspectos metodológicos y concep-


tuales de los municipios estudiados. Posteriormente se realiza la
caracterización del mercado de trabajo. Después, analizamos el grado
de articulación de estos municipios con otras regiones y municipios
del país. A continuación analizamos el acceso a tierra, el destino de

Guacarí, Ginebra, Palmira, Cali, Candelaria, Florida, Pradera, Yumbo y Jamundí


en el departamento del Valle del Cauca.
108 Controversia 207

la producción y la fuerza de trabajo, lo cual permite caracterizar el


tipo de economía campesina Nasa como una agricultura familiar y es-
tudiar sus interrelaciones con otros municipios del norte del Cauca y
con la ciudad de Cali. Finalmente, se presentan las conclusiones más
relevantes de esta investigación.

Figura 1. Límites municipales de Toribío, Jambaló


y Caldono en la región
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 109

2. Aspectos metodológicos de la fuente de datos


utilizada: la Encuesta Piloto Experimental Nasa de
unidades domésticas y productivas, 2014-2015
La información que se presenta en este artículo tiene como fuente prin-
cipal los resultados de la Encuesta Piloto Experimental Nasa (Epen)
aplicada en los resguardos de Toribío, Tacueyó y San Francisco en el
año 2014 y en Jambaló y San Lorenzo de Caldono en 2015.

La muestra para los resguardos de Toribío es probabilística y represen-


tativa tanto a nivel municipal como de los tres resguardos; se aplicó en
961 hogares/unidades productivas y el margen de error es inferior al
3%. Las encuestas en Jambaló (300) y Caldono (300) no fueron proba-
bilísticas; se realizó un muestreo aleatorio consecutivo porque se tenía
acceso a los censos de población de ambos resguardos e, igualmente, se
calcularon factores de expansión para ambas muestras. En Jambaló no
se tuvo en cuenta la cabecera municipal por el poco peso poblacional
en el total de la población del resguardo.

La encuesta consta de dieciséis módulos sobre distintos ámbitos de


la vida de la población Nasa. Los principales módulos indagan por
las características demográficas, socioeconómicas (educación, salud,
ingresos), de mercado y fuerza de trabajo y sobre acceso a tierra y pro-
ducción agropecuaria. El marco muestral para la expansión de las tres
muestras fueron los censos de los cinco cabildos para todas las unida-
des domésticas de los resguardos de Tacueyó, Toribío y San Francisco,
del municipio de Toribío, el de Jambaló (uno solo que cubre a todo el
municipio) y el de San Lorenzo de Caldono.

La aproximación metodológica es estrictamente descriptiva, sin em-


bargo, los indicadores presentados arrojan luces sobre las limitaciones
para medir el nivel de actividad laboral en las economías campesi-
nas. Como se indicó previamente en la introducción, un elemento
conceptual clave que retomamos en este artículo es la definición de
110 Controversia 207

nueva ruralidad del Departamento Nacional de Planeación acuñada


en la Misión Rural (Ocampo, 2015). Este punto de vista permite obser-
var la complementariedad e interacciones entre los territorios rurales
y urbanos.

Según la definición de nueva ruralidad, los criterios fundamentales


para definir el grado de ruralidad de los municipios dependen funda-
mentalmente de la densidad poblacional: la relación entre la población
de la cabecera y de fuera de la cabecera es un factor determinante en
dicha clasificación. Por consiguiente, se definen cuatro tipos de ca-
tegorías para los municipios del país: 1) ciudades y aglomeraciones,
2) intermedios, 3) rurales y 4) rurales dispersos. Los municipios de
Toribío, Jambaló y Caldono se clasifican dentro de la categoría rural
porque su cabecera tiene menos de 25.000 habitantes, más del 70% de
la población se encuentra en la zona “resto” y su densidad poblacio-
nal está en el rango de entre diez y cincuenta habitantes por kilómetro
cuadrado.

Este enfoque permite entender la ruralidad en términos graduales se-


gún el nivel de acceso a servicios públicos, la inserción en el mercado
de trabajo, el tipo de actividades económicas y el acceso a mercados
de bienes y servicios diferenciados. Por otro lado, nuestro concepto de
UDPN se refiere a unidades familiares de producción y de consumo en
las que las relaciones de parentesco son las que estructuran las rela-
ciones de producción y de consumo (Chayanov, 1985; Shanin, 1976).
Además, contiene las particularidades que caracterizan la situación
actual de la población Nasa en los resguardos de Toribío, Jambaló
y Caldono.

Entre dichas particularidades, la más importante es el hecho de ser


tierra de resguardo desde la Colonia, reconocida desde finales del siglo
XIX como territorio del grupo que lo habita y lo administra mediante la
institución del Cabildo. De este modo, el territorio es una protección de
las unidades domésticas Nasa frente al mercado de tierras y la expan-
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 111

sión de terratenientes y empresarios; sin embargo, debido a que toda la


tierra del territorio de los resguardos está asignada, las nuevas UDPN
no tienen disponibilidad de tierras3.

La segunda particularidad tiene que ver con que los cabildos han ju-
gado un papel determinante en la recuperación de los territorios de
resguardo y, además, administran buena parte de las transferencias del
Estado central y regional de responsabilidades económicas y sociales
(educación y salud, principalmente). Teniendo en cuenta lo anterior,
la práctica del trabajo comunitario, que desde el inicio del proceso
de recuperación del territorio ha recaído fuertemente sobre la fuerza de
trabajo disponible de las unidades domésticas Nasa, se ha ido configu-
rando como una forma de intensificación del trabajo familiar. Y como
el trabajo comunitario tiene su soporte en la satisfacción de necesida-
des culturales del grupo Nasa, la conservación de la cultura propia es
también una particularidad constitutiva de las unidades domésticas de
producción Nasa.

3. Mercado de trabajo e inserción de la fuerza de


trabajo de los tres municipios de predominio Nasa

3.1. Los indicadores convencionales


Los indicadores del mercado laboral fueron estimados para la población
de diez años y más de edad, debido a que Toribío, Jambaló y Caldono
son municipios rurales según la clasificación de la Misión Rural (Ocam-
po, 2015). Este ejercicio posibilita observar los patrones del mercado de
trabajo haciendo uso de los indicadores convencionales, pero aplicados
en un contexto de econo mía campesina indígena. Sin embargo, meto-


3
Para un análisis de la situación de tierras en el municipio de Toribío ver: Castaño
2016.
112 Controversia 207

dológicamente los indicadores calculados para esta sección presentan


ciertas restricciones relacionadas con la descripción de la estructura
socio-ocupacional en una economía campesina.

En otras palabras, por la presencia de la economía campesina, los crite-


rios de la medición y los resultados en términos del nivel de ocupación,
desempleo y participaciones laborales difieren considerablemente fren-
te a los correspondientes a las áreas metropolitanas y al total nacional
urbano (Leibovich, Nigrinis y Ramos, 2016)4. Este resultado era espe-
rable debido a la estructura de ocupaciones en áreas rurales, donde la
división social del trabajo pasa todavía por la esfera de la reproducción
de las unidades productivas campesinas, a pesar de la presencia de
mano de obra asalariada. Igualmente, en el caso de los Nasa de los res-
guardos estudiados, el trabajo comunitario en actividades del cabildo,
la guardia indígena de las juntas de acción comunal es un factor más
que incide en los niveles de ocupación, desempleo y participaciones
laborales.

En un escenario de economía rural, la tasa de ocupación revela una


prominente inserción en actividades laborales diversas, mientras que el
desempleo manifiesta una situación ideal por los valores tan reducidos.
Lo anterior es explicado por el conjunto de ocupaciones relacionadas
con el trabajo en el hogar, como barrer, cortar leña, cargar agua, cuidar
a los animales y el cultivo, etcétera, y no tanto por la profundización
de actividades económicas o el crecimiento de la demanda de trabajo.
El sesgo urbano de la medición aplicado en un contexto de economía
campesina no pondera de forma adecuada las labores destinadas a man-

4
No obstante, las encuestas de hogares en el sector rural siempre arrojan tasas
convencionales de empleo y desempleo más bajas que para el sector urbano. Lo
interesante con los resultados para los tres municipios es que algunos de estos
indicadores, como el de la tasa de desempleo, bajo la lectura convencional
sería apenas friccional, lo que muestra la limitación de una lectura bajo
criterios urbanos.
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 113

tener o reproducir la fuerza de trabajo, lo que redunda en incrementos


del nivel de ocupación. Esta es la principal limitación que presenta la
estimación y lectura de los indicadores del mercado de trabajo en una
economía donde el cambio de mano, el cuidado del Tul5 y el trabajo
no remunerado en el cabildo, la guardia indígena, el hogar o en otros
hogares son muy frecuentes6.

El Gráfico 1 compara los principales indicadores del mercado de trabajo


para los tres municipios. Jambaló y Toribío presentan una mayor pro-
porción de personas en edad de trabajar (PET), 79,5% en ambos casos,
en comparación con Caldono, con un 75,6%. De modo similar, Caldono
revela la menor tasa global de participación (TGP) para ambos sexos:
55,1% frente a 65,3% de Jambaló y 66,9% en Toribío. Esto significa
una moderada presión demográfica sobre el mercado de trabajo en Cal-
dono, mientras que en Toribío y Jambaló ocurre lo opuesto.

Al desagregar por sexo se evidencian diferencias en las participaciones


laborales. En primera instancia, los hombres de Toribío (79,7%), Jam-
baló (76%) y Caldono (69,7%) se encuentran más volcados al mercado
de trabajo que las mujeres, siendo los de Toribío los que expresan la
mayor integración laboral. Para el caso de las mujeres, las de Jambaló
y Toribío manifiestan participaciones más elevadas (54,5% y 54,1%
respectivamente) que las de Caldono (41%).


5
En términos generales el Tul equivale a la huerta casera campesina y representa
una forma de trabajo productivo en el hogar Nasa. Para los Nasa, el Tul está en
relación directa con la necesidad de recuperar los saberes ancestrales sobre las
propiedades curativas y nutritivas de las plantas.

6
Pero al igual que la categoría “cuenta propia”, la de trabajo familiar no remunerado
en el hogar o en otros hogares tiene un sentido diferente al contexto urbano, ya
que en este caso expresa más el fenómeno del intercambio de fuerza de trabajo
entre las unidades domésticas de una vereda y veredas contiguas (cuando se trata
de trabajo en otros hogares); es decir, el mecanismo de “cambio de mano” para
los diversos cultivos a lo largo del año. Se trata de una modalidad clásica de una
economía campesina.
114 Controversia 207

Llama la atención la reducida participación laboral en Caldono, lo cual


evidencia diferencias muy marcadas en la estructura laboral y de ocu-
paciones frente a Toribío y Jambaló. Esta baja participación laboral se
debe a la elevada inactividad laboral (ver gráfico 11). Según la Epen, la
semana anterior a la visita a este municipio el 19,2% de las personas
de diez y más años de edad estaban dedicadas a los oficios del hogar y
el 24,3% a estudiar. En Toribío, por su parte, estos porcentajes fueron
del 15,6% en oficios del hogar y el 19,3% estudiando, mientras que en
Jambaló el 13,3% se dedicaba a oficios del hogar y el 20,9% a estudiar
(ver anexo I).

Gráfico 1. Tasas global de participación, de ocupación, de inactividad y


desempleo por sexo en los tres municipios de predominio Nasa en norte
del Cauca, población de 10 años y más de edad.

Encuesta Piloto Experimental Nasa, 2014-2015


Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 115

En Toribío, la tasa de personas ocupadas fue de 65,9%, 1,4 y 12,2 pun-


tos porcentuales pp por encima de la tasa de ocupación (TO) de Jambaló
(64,5%) y Caldono (55,1%) respectivamente. La brecha de género en
el mercado de trabajo es mucho más marcada en Caldono que en los
otros municipios: el diferencial entre la tasa de ocupación de hombres
y mujeres llega a ser de 27,7 pp. En el caso de Toribío la brecha es lige-
ramente inferior (26,3 pp) y resulta mucho más tenue en Jambaló 20,2
pp. El factor demográfico influye en el hecho de que Caldono presente
la mayor inactividad laboral femenina asociada a la dedicación a las
actividades domésticas y al peso de la población estudiantil.

En términos de las ocupaciones, las actividades agropecuarias concen-


tran gran parte de estas. Así, el 78,9% de los ocupados de Jambaló
realizan labores de precultivo, siembra, cultivo, cosecha, poscosecha y
otras actividades agropecuarias, mientras que para Toribío representan
el 68,5% y en Caldono el 64,6% de los ocupados (ver Anexo II)7.

Según sexo, los hombres de Toribío, con un 79,1%, presentan la TO


más elevada relativamente (en Jambaló son el 74,5% y en Caldono el
67,9%). El tipo de ocupaciones de los hombres indica un patrón muy
cercano al del total de cada municipio; es decir, las actividades agrope-
cuarias concentran la mayor parte de la fuerza de trabajo masculina: el
79,4% de los ocupados de Jambaló, el 71,8% en Toribío y el 70,6% en
Caldono (ver Anexo II).

Estos datos varían debido a los diferentes periodos de precosecha, cosecha y


7

poscosecha. Como la Encuesta Piloto Experimental Nasa para Toribío se hizo


en precosecha, en este municipio las ocupaciones relacionadas con el periodo
posterior a la cosecha fueron muy reducidas (0,4%), a diferencia de Jambaló
(48,4%) y Caldono (32%), municipios en donde se realizó la encuesta precisamente
en ese periodo. Al mismo tiempo, en Toribío la etapa anterior al cultivo registra
el mayor porcentaje (32,5%), frente a Caldono (6,3%) y Jambaló (1,3%). Esto
muestra cómo la estacionalidad y ritmos de los cultivos afectan las respuestas a
las preguntas sobre las ocupaciones rurales en el mercado de trabajo, dependiendo
del periodo del año en que se levanta la información.
116 Controversia 207

La situación de las mujeres evidencia que son las de Jambaló, con un


54,3%, las que tienen la tasa de ocupación más elevada en relación
con las de Toribío (52,7%) y de Caldono (40,1%). La distribución de
las ocupaciones femeninas permite observar un patrón similar al mas-
culino: en Jambaló el 77,9% de las mujeres se dedica a actividades
agropecuarias, en Toribío el 64% y en Caldono el 54,9% de las ocu-
padas (ver anexo II). Asimismo, las ocupaciones relacionadas con la
venta y el comercio, así como los trabajos de servicios personales,
tienen una participación importante en Toribío (13,3% y 4,7% respec-
tivamente) y Caldono (12,4% y 11,1%), y en menor grado en Jambaló
(4,7% y 2,2%) (ver Anexo II). Estos hallazgos muestran la mayor di-
versificación de actividades en el mercado de trabajo local en Toribío
y Caldono.

La tasa de desempleo (TD) es casi friccional o muy reducida en los tres


municipios: 2,5% en Caldono, 1,5% en Toribío y 1,3% en Jambaló.
La lectura convencional de este indicador no resulta convincente; más
bien, puede decirse que la reducida tasa de desempleo evidencia la
importancia que tiene la distribución de las labores o actividades en las
zonas rurales.

Según la Epen, la proporción de personas que al momento de la en-


cuesta buscaba trabajo es muy baja en los tres municipios: Jambaló y
Toribío registran 0,6% y 0,7% respectivamente, y Caldono 1,3%. Lo
anterior, y teniendo en cuenta el porcentaje de los que se encuentran
trabajando (52,9% en Caldono y 62% en Toribío y Jambaló), permite
apreciar el efecto que tiene la diversidad de actividades de cualquier
tipo –ya sean remuneradas o no– sobre la tasa de ocupación laboral en
las zonas rurales.

En el año 2014, los datos totales de los cuatro trimestres de la Gran


Encuesta Integrada de Hogares (Geih) del DANE muestran que la TGP
de la zona rural para el total nacional fue de 58,1%, un resultado muy
cercano al valor arrojado por la Epen para el resguardo de Caldono
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 117

(55,1%) y muy por debajo de la tasa en los resguardos de Toribío


(66,9%) y Jambaló (65,3%). En el indicador tasa de ocupación se pre-
senta un comportamiento similar: la Epen muestra que Caldono está
más cercano al promedio nacional de la zona rural (53,7% y 54,8%,
respectivamente), mientras que Toribío (65,9%) y Jambaló (64,5%)
están más de diez puntos porcentuales por encima del promedio na-
cional según datos de la Geih. En la tasa de desempleo tenemos que
los resguardos indígenas tenían una menor tasa de desempleo que la
población total de la zona rural según la Geih (5,7%).

En síntesis, a pesar de las limitaciones del módulo de mercado labo-


ral, los resultados son consistentes y permiten comprender el sesgo
interpretativo y las restricciones de su lectura convencional en las eco-
nomías campesinas.

3.2. Posición socio-ocupacional de los presentes


y ausentes
La Epen indagó por la actividad económica de las personas ausentes
y presentes en el hogar. Por ausente entiéndase aquella persona que
pertenece a la unidad doméstica u hogar pero que al momento de la
encuesta se encontraba en otro sitio distinto; el periodo de referen-
cia para considerar ausente a una persona corresponde a los últimos
seis meses.

3.2.1 Miembros de las unidades domésticas presentes


El trabajador por cuenta propia tiene la mayor participación en la
posición ocupacional, siendo Caldono el municipio que registra el por-
centaje de trabajadores por cuenta propia más elevado (70,9%), al cual
le sigue Jambaló (59,9%) y por último Toribío (44,2%) (Ver Anexo III).
Cabe señalar que esta categoría se refiere principalmente al pequeño
productor indígena-campesino.
118 Controversia 207

La segunda categoría en importancia corresponde a la de jornalero o


peón, cuyos porcentajes se distribuyen de la siguiente manera: 25,2%
en Toribío, 13,6% en Caldono y 11,9% en Jambaló. El trabajo sin
remuneración en el hogar o en otros hogares también muestra una par-
ticipación importante; en el caso de Jambaló (22,1%) y Toribío (17,3%)
este tipo de trabajadores pesan mucho más en la distribución ocupacio-
nal si se comparan con Caldono (3,6%).

Posiblemente, el acceso a la tierra en este tipo de economías determina


fuertemente la distribución socio-ocupacional. Esto parece factible ya
que más adelante veremos que la escasez de tierra en Toribío tiene co-
rrelato con el mayor peso de las actividades asalariadas agropecuarias
(como jornaleros) y de otras relacionadas con el comercio y los servi-
cios. Por otro lado, en Caldono la disponibilidad de tierra hace posible
la mayor participación de la fuerza de trabajo bajo la modalidad de
cuenta propia.

Siguiendo con el análisis de las ocupaciones, el obrero o empleado


del cabildo o empresa comunitaria y el trabajador de empresa priva-
da muestran proporciones más significativas en Toribío (7,3% y 1,5%,
respectivamente) en relación con Jambaló (3,7% y 0,3%) y Caldono
(2,0% y 1,4%). Por su parte, el trabajador o empleado del gobierno
tiene mayor importancia en Caldono (4,7%) que en Toribío (2,9%) y
Jambaló (1,5%). Nuevamente, si observamos el grado de asalariamien-
to vía jornaleros o peones y la proporción de trabajadores en empresas
privadas o en el gobierno, se evidencia una mayor articulación a diná-
micas laborales capitalistas en el caso de Toribío (ver Anexo III).

Con el empleo doméstico ocurre lo siguiente: en Caldono está la mayor


proporción de estas(os) trabajadoras(es) (3,6%) frente a Toribío (1,4%)
y Jambaló (0,6%). En el caso de los patrones o empleadores, estos no
tienen mayor importancia en la estructura ocupacional –en ninguno de
los municipios llega al 1%–. La posición ocupacional corrobora la exis-
tencia de una economía campesina al detectar la importancia que tiene
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 119

el trabajo familiar sin remuneración, el trabajo asalariado en la finca, en


empresa privada o en el gobierno, los pocos empleadores y la sobrerre-
presentación de la categoría cuenta propia.

Gráfico 2. Distribución porcentual de la posición ocupacional por sexo


para miembros presentes y ausentes de la unidad doméstica que están en
el mercado de trabajo como ocupados, en los tres municipios de
predominio Nasa, Encuesta Piloto Experimental Nasa 2014-2015.
120 Controversia 207

Según sexo, los hombres revelan un patrón similar al total municipal:


en Caldono se registra el mayor porcentaje de trabajadores por cuenta
propia (74%), por encima de Jambaló (66,8%) y Toribío (49,6%); los
de este último municipio manifiestan el mayor grado de asalariamiento
(26,9%) –16,4% en Caldono y 12,6% en Jambaló–; y los de Jambaló
tienen una mayor participación en trabajos en otros hogares y en el
mismo hogar no remunerados (14,1%) –12,4% en Toribío y 2,3% en
Caldono– (ver Gráfico 2).

Para el caso de las mujeres, el mayor porcentaje de trabajadoras por


cuenta propia lo ostenta Caldono (65,9%) –50,1% en Jambaló y 36,1%
en Toribío–. Otra categoría relevante corresponde a las trabajadoras sin
remuneración; así, en Jambaló el 33,5% de las mujeres trabaja sin re-
muneración, el 24,7% en Toribío y el 5,6% en Caldono. Entre tanto,
las jornaleras de Toribío (22,8%) presentan una mayor participación
en relación con las de Jambaló (10,8%) y Caldono (9,0%). Nótese que
el servicio doméstico en Caldono (9,0%) exhibe la proporción de em-
pleadas más elevada versus 3,0% para Toribío y 1,5% para Jambaló.
Finalmente, la distribución ocupacional evidencia que en las zonas
rurales, detrás de los diferentes roles o labores, hay un reparto o asig-
nación tradicional que pasa por la categoría de género. Se evidencia
también así una importante inserción laboral de las mujeres en distintas
actividades económicas, incluso como trabajadoras sin remuneración
en la finca del hogar o de otros hogares.

3.2.2. Miembros de las unidades domésticas ausentes


Buena parte de los ocupados ausentes de Jambaló trabaja como peones
o jornaleros (50,6%), a diferencia de los de Toribío (37%) y Caldono
(26,5%). Para el caso de Caldono, es muy importante el empleo domés-
tico (60%), que supera por mucho a la población de trabajadoras(es)
domésticas(os) de Toribío (21,1%) y de Jambaló (12,1%). En términos
relativos, los trabajadores de Toribío (14,6%) y Jambaló (16,8%) se
encuentran más vinculados a empresas privadas que los de Caldono,
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 121

donde no se encontraron trabajadores ausentes vinculados en empresas


privadas (ver Anexo III).

Considerando la variable sexo, los hombres se encuentran princi-


palmente laborando como jornaleros o peones de otras fincas: en
Jambaló la proporción representa el 71,3%, en Caldono llega a 61,9%
y en Toribío a 50,4%. Por otro lado, los trabajadores en empresas
privadas también tienen una participación importante en el caso de
Toribío (22%) y Jambaló (14,5%), pero, como se vio, no en Caldo-
no. Los trabajadores por cuenta propia y los empleados del gobierno
igualmente tienen proporciones no despreciables con respecto al total
(ver Gráfico 2).

La situación de las mujeres ausentes muestra un porcentaje similar de


mujeres asalariadas/jornaleras: en Toribío la proporción es del 15%,
en Jambaló 13,9% y en Caldono 13,3%. No obstante, con relación al
trabajo doméstico se presentan diferenciales muy profundos, pues si
bien más de la mitad de las mujeres ausentes de Toribío (55,6%) y una
tercera parte de las de Jambaló (33,7%) se encuentran vinculadas la-
boralmente como empleadas del servicio doméstico, estos porcentajes
resultan modestos frente a la proporción de trabajadoras domésticas
de Caldono (82,4%) (ver Gráfico 2). En otras palabras, principalmente
las mujeres de Caldono, y en menor medida las de Toribío y Jambaló,
constituyen el ejército de reserva de empleadas del servicio doméstico
residentes para ciudades como Cali, Popayán y Bogotá, pero principal-
mente para Cali8.

En un portal de libre acceso en internet se presenta el mapa de departamentos


8

colombianos y se calcula un índice de empleados del servicio doméstico en


condición de residentes, que es igual al cociente entre el número de “empleados
de servicio” –registrados en el censo 2005 y que por tanto residen y son censados
en la casa donde trabajan– y la total de la población. Este indicador solo se estima
para las cabeceras urbanas municipales. Para profundizar más sobre la temática,
revisar el siguiente enlace: http://finiterank.github.io/censo/empleadas.html.
122 Controversia 207

3.3 Distribución según ramas de la actividad económica


La mayor parte de los ocupados en Jambaló, Toribío y Caldono se en-
cuentran en el sector agropecuario, lo que marca el carácter rural de
estos municipios. De acuerdo con lo anterior, Jambaló presenta el ma-
yor porcentaje de trabajadores agropecuarios, registrando el 78,2%,
para Toribío y Caldono las participaciones son 74,7% y 65,4% respec-
tivamente (ver Anexo IV). De otro lado, ramas de actividad como el
sector de la construcción, comercio y ventas, y las ocupaciones ligadas
a la administración pública y servicios sociales demuestran participa-
ciones porcentuales no despreciables.

Esta tendencia se mantiene al analizar las ramas de actividad según


sexo. En consecuencia, los hombres de Toribío y Jambaló tienen pro-
porciones similares de ocupados en el sector agropecuario (79,6% y
79,2% respectivamente) que resultan mayores en comparación con las
de Caldono (72,0%). Del mismo modo, el sector de la construcción
resulta importante para los hombres de estos municipios: el 9,9% de
los ocupados de Caldono se desempeña en este sector, frente al 5,8%
de Jambaló y al 4,2% de Toribío. Las actividades relacionadas con el
comercio y las ventas, así como la educación, servicios sociales y ad-

Cali es una de las ciudades con mayor participación de mujeres en el servicio


doméstico que trabajan como “internas”. La mayor parte de ellas son mujeres
indígenas y negras procedentes, entre otras, del norte del Cauca. Según la Encuesta
de Empleo y Calidad de Vida de Cali, 2012-2013 del Ministerio de Trabajo, el 57%
de las empleadas domésticas en Cali son afrodescendientes e indígenas. En los
últimos 15 años, a raíz del incremento del empleo para las mujeres negras en las
empresas de la zona franca del norte del Cauca en actividades de maquila, se ha
abierto para las mujeres indígenas aún más el empleo doméstico en Cali, en buena
medida como trabajadoras “internas”. Caldono hoy en día podría ser uno de los
municipios que más exporta mujeres para el servicio doméstico a la ciudad de
Cali. En los últimos 10 años una ola de migrantes indígenas Nasa, especialmente
de Caldono, han llegado a la ciudad y una parte de ellos ha conformado un barrio
de invasión en la ladera de Cali, en la comuna 18. Todas las mujeres de esta
invasión trabajan en el empleo doméstico.
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 123

ministración pública, son sectores donde se encuentra trabajando una


proporción considerable de hombres.

La situación de las mujeres expone un patrón semejante al de los


hombres; en otras palabras, la mayoría de las mujeres ocupadas se des-
empeña principalmente en el sector agropecuario (76,8% en Jambaló,
67,3% en Toribío y 55,2% en Caldono) y, en segundo lugar, como em-
pleadas del servicio doméstico (11,6% para Caldono, 5,3% en Toribío
y 4,6% en Jambaló).

4. Articulación de la fuerza de trabajo indígena a la


subregión sur del Valle y norte del Cauca
4.1. Articulación de trabajadores en calidad de asalaria-
dos en otras fincas, hogares, fábricas o negocios
La Epen permite calcular el porcentaje de hombres y mujeres Nasa que
en los doce meses anteriores a la encuesta se insertaron en el mercado
laboral como trabajadores(as) asalariados(as) en otras fincas, en hoga-
res, en fábricas o en negocios, tanto al interior del resguardo como por
fuera de este. Con esta aclaración, nos enfocamos principalmente en los
trabajadores que salieron del territorio con la intención de observar el
grado de articulación vía mercado de trabajo.

El Cuadro 1 muestra que el 40% de la población de diez años y más de


los resguardos de Toribío realizó algún trabajo asalariado en los últimos
doce meses, lo cual pone en evidencia la importan- cia del asalaria-
miento en estos hogares y una mayor inserción en el mercado laboral
local y regional.
124 Controversia 207

Cuadro 1. Proporción de personas que en los últimos 12 meses dedicaron


tiempo al trabajo como independientes o por cuenta propia distintos a los
de la finca según sexo, Encuesta Piloto Experimental Nasa.

Los porcentajes de personas que realizaron trabajo asalariado en Jam-


baló (26,9%) y Caldono (27%) son inferiores a los de Toribío, lo que
posiblemente esté aso- ciado con el mayor acceso a tierra y la extensión
de los predios en estos resguardos. De todas formas, tienen porcentajes
importantes de personas que han realizado actividades laborales asa-
lariadas.

Por sexo encontramos que los hombres de todos los resguardos tienen
el mayor porcentaje de dedicación de tiempo a trabajos asalariados y,
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 125

como era de esperar, son los hombres y las mujeres de Toribío las que
presentan mayor inserción laboral como asalariadas.

Por otro lado, en cada uno de los resguardos seleccionados se calculó


el porcentaje de población que realizó trabajo asalariado por fuera del
resguardo en los últimos doce meses. De este modo, tenemos que Jam-
baló es el municipio con mayor proporción de migrantes laborales en
actividades asalariadas con un porcentaje de 23,4%, seguido de Caldo-
no con 13,9% y finalmente Toribío con un 10% de asalariados por fuera
del resguardo.

Gráfico 3. Lugares de destino de las personas que en los


últimos 12 meses dedicaron tiempo al trabajo asalariado.
Encuesta Piloto Experimental Nasa
126 Controversia 207

El Gráfico 3 nos muestra que en todos los resguardos el principal des-


tino de la migración laboral en actividades asalariadas es Cali y los
municipios de la región norte del Cauca y sur del Valle. Los resguardos
de Toribío se destacan con el mayor porcentaje de inserción laboral
en el mercado laboral de Cali y la región con un 59,4% de migrantes
laborales en estos municipios, Jambaló muestra una mayor inserción
laboral en otros municipios del Cauca (30,7% versus 12% en Toribío y
16,2 en Caldono) y Caldono se destaca por una migración e inserción
laboral alta (41,7%) en otros municipios de Colombia (por ejemplo Me-
dellín, Bogotá, Manizales, entre otros).

Gráfico 4. Lugares de destino de las personas que en los últimos 12


meses dedicaron tiempo al trabajo asalariado según sexo. Encuesta Piloto
Experimental Nasa
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 127

Teniendo en cuenta lo anterior, el Gráfico 4 muestra el lugar de destino de


la población –según sexo– que dedicó tiempo a las actividades asalariadas
en los últimos doce meses. Para ello se clasifican en tres grandes grupos
de municipios: Cali y los municipios de la región norte del Cauca y sur del
Valle9, otros municipios del Cauca y otros municipios de Colombia.

Por sexo encontramos diferencias interesantes en los resguardos es-


tudiados (ver Gráfico 4). En primer lugar, llama la atención la gran
importancia de la migración laboral femenina hacia Cali y los muni-
cipios del norte del Cauca y Sur del valle: en el caso de las mujeres
de Toribío, estos municipios son el destino del 76,6% de mujeres, en
Caldono del 65,2% y en Jambaló del 42,7% de las migrantes laborales.
Como se analizó en el apartado sobre las ocupaciones de las mujeres
presentes y ausentes de los resguardos, estos porcentajes están estrecha-
mente relacionados con la fuerte inserción laboral de las mujeres Nasa
en el empleo doméstico en hogares de la ciudad de Cali. Como hipótesis
puede decirse que las economías campesinas indígenas del norte del
Cauca son un reservorio de mano de obra femenina para el servicio
doméstico en la ciudad de Cali, con lo cual se configura un “ejército de
reserva” para los hogares caleños a precios de mercado favorables.

Los hombres de los resguardos de Toribío (51,2%) son los que tienen
la mayor articulación con el mercado laboral en Cali y la región; como
veíamos en el apartado de las ocupaciones, esta inserción laboral se
da sobre todo en condición de jornaleros y obreros. Para los hombres
de Caldono (51,7%) y Jambaló (37,3%) es más importante el merca-
do laboral de otros municipios del Cauca como Popayán, Piendamó y
Argelia. Es muy importante resaltar que los hombres Nasa de los cinco
resguardos tienen una migración laboral importante hacía otros muni-
cipios de Colombia (Neiva, Bogotá, Medellín, entre otros).

Como ya se mencionó al inicio del artículo, esta regionalización hace parte del
9

proyecto “Cali Ciudad región ampliada” de la Alianza de Universidades.


128 Controversia 207

4.2. Articulación de trabajadores en calidad de


independientes o cuenta propia (distintos al trabajo
en la finca)
En este apartado analizaremos el porcentaje de hombres y mujeres
Nasa que en los doce meses anteriores a la encuesta se insertaron en
el mercado laboral como trabajadores(as) independientes o cuenta pro-
pia en actividades distintas a la finca (dentro y fuera del resguardo).
También se incluye el porcentaje y los principales destinos de los(as)
trabajadores(as) que realizaron este tipo de trabajos por fuera del terri-
torio de resguardo.

Cuadro 2. Proporción de personas que en los últimos 12 meses dedicaron


tiempo al trabajo como independientes o por cuenta propia, distintos a los
de la finca según sexo, Encuesta Piloto Experimental Nasa
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 129

El Cuadro 2 nos revela que en los resguardos existe una proporción


relativamente importante de personas (presentes y ausentes) que rea-
lizaron trabajos independientes o cuenta propia distintos a los de la
finca: en Jambaló es el 18,4%, en Toribío el 16,8% y en Caldono el
14,3%. Por sexo no se observan diferencias importantes, aunque los
hombres son los que participan más en este tipo de trabajos.

Por otro lado, el porcentaje de personas que en los doce meses anterio-
res a la encuesta realizaron trabajos independientes o por cuenta propia
distintos al de la finca por fuera del resguardo es del 15,9% en Jambaló,
del 6,3% en Caldono y del 5,9% en Toribío. Para esta población pre-
sentamos la información de los Gráficos 5 y 6 sobre el lugar de destino
según sexo.

Gráfico 5. Lugares donde las personas de los cinco resguardos de Toribío,


Jambaló y Caldono dedicaron tiempo al trabajo asalariado, Encuesta Piloto
Experimental Nasa
130 Controversia 207

Gráfico 6. Lugares donde las personas de los cinco resguardos de Toribío,


Jambaló y Caldono dedicaron tiempo al trabajo como independientes,
Encuesta Piloto Experimental Nasa

Según el Gráfico 5, Cali y los municipios de la región norte del Cauca y sur
del Valle son el destino principal de las y los trabajadores independientes
por fuera del resguardo: 82,9% en Toribío, 61,7% en Caldono y 47,6%
en Jambaló. Como veíamos previamente, este fenómeno también se pre-
sentó en el caso de las personas que se insertan en trabajos asalariados
en otras fincas, hogares, fábricas y negocios. De nuevo, Toribío presenta
el mayor grado de articulación al mercado laboral de Cali y la región, en
este caso en actividades independientes o cuenta propia distintas a las de
la finca (por ejemplo como pequeños comerciantes y artesanos).

Por sexo, tenemos que las mujeres de todos los resguardos de Toribío y
Caldono que realizan trabajos independientes o por cuenta propia tienen
como destino principal a la ciudad de Cali y los municipios de la región
norte del Cauca y sur del Valle. Contrariamente, las mujeres de Jambaló
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 131

tienen como destino predilecto de migración otros municipios de Co-


lombia. En el caso de los hombres, otros municipios de Colombia son
el epicentro de la migración de trabajadores independientes de Toribío y
Caldono, y no la subregión norte del Cauca y sur del Valle, mientras que
en Jambaló tienen más relevancia otros municipios del Cauca y Colom-
bia, sin desconocer el peso que tienen Cali y las subregiones.

5. Economía campesina indígena: acceso a tierra, ta-


maño de los predios, cultivos y fuerza de trabajo

5.1. Acceso a tierra y tamaño de los predios


La distribución del acceso a la tierra en los resguardos evidencia que en
Toribío este es mucho menor en relación con los otros municipios, ya
que el 15,6% de las UDPN no tiene acceso a la tierra. En contraste, en
el resguardo de Jambaló menos del 3% de los hogares no tiene acceso,
mientras que Caldono se encuentra en una situación intermedia, con un
6,8% de hogares sin acceso. La omisión de la cabecera en la aplicación
de la encuesta en Jambaló, y su inclusión en Toribío y Caldono, influye
un poco en los altos porcentajes de unidades domésticas sin acceso a
tierra, aunque, como ya señalamos, las cabeceras municipales no tie-
nen mucha importancia en términos demográficos en estos municipios.

El número promedio de los predios ayuda a entender la presión que ejer-


ce la población sobre el territorio; en tal sentido, en los resguardos de
Toribío y San Lorenzo de Caldono una UDPN tiene en promedio 1,4 pre-
dios, mientras que en Jambaló cada unidad de producción posee 1,9
predios en promedio (ver Anexo V).

El acceso a la tierra tiene una serie de implicaciones muy profundas en


la sociedad indígena Nasa. En primera instancia, el número de predios
configura la posibilidad de trabajar la tierra como actividad principal;
en ese sentido, Jambaló tiene la mayor desviación estándar en relación
132 Controversia 207

con el número de predios en comparación con Caldono y Toribío (4,1


y 2,4 predios respectivamente). Lo anterior implica que, además del
acceso mayoritario a tierra que tienen las UDPN de Jambaló, existe
mayor variación en el número de predios que poseen estos hogares (ver
Anexo V). El tamaño promedio de los predios es más alto en Jambaló
(4,07 plazas10) y le sigue Toribío (3,43 plazas); en cambio, el resguardo
de San Lorenzo de Caldono tiene el tamaño promedio de predios más
reducido de los resguardos (2,86 plazas).

Gráfico 7.%Unidades domésticas sin acceso a tierra en los tres municipios


de predominio indígena. Encuesta Piloto Experimental Nasa 2014-2015

Para profundizar en el análisis del acceso a tierra, se transformó el área


de los predios de metros a plazas para examinar la extensión promedio
de los mismos, de esta forma encontramos que más de la tercera par-
te de las UDPN produce en menos de una plaza (46%). Teniendo en
cuenta lo anterior, a pesar de que en el municipio de Toribío el tama-
ño promedio del predio es más alto que en Caldono, el fenómeno del

10
Una plaza corresponde a 6.400 metros2.
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 133

microfundio es mucho más fuerte en los resguardos de este municipio


debido al alto porcentaje de UDPN que producen en menos de una
plaza (45,8%). Para el caso del resguardo de Jambaló, la proporción de
hogares que producen en un área menor a una plaza llega al 35,9%, y
en San Lorenzo de Caldono al 27,9% (ver Gráfico 8).

Asimismo, a medida que aumenta el tamaño de los predios en plazas


se observa que Caldono tiene las proporciones más altas de UDPN que
producen en predios de entre 1,5 y 2 plazas (31,9%), así como en pre-
dios de entre 3 y hasta 5 plazas (22,9%). Igualmente, en Jambaló hay
un porcentaje relativamente importante de unidades domésticas con
acceso a predios de tamaños mayores a 10 plazas, frente a Toribío y
Caldono (5,7%, 4,5% y 2,6% respectivamente).

Gráfico 8. Tamaño de los predios en plazas, Encuesta Piloto Experimental


Nasa 2014 - 2015*
134 Controversia 207

5.2. Cultivos y fuerza de trabajo


En este apartado profundizamos en el análisis de la economía campe-
sina Nasa. Para cumplir este objetivo se presentan los resultados sobre
los cultivos principales y complementarios en los predios, el destino
principal –venta o autoconsumo– de los mismos, el tipo de semilla y
abono que utilizan las UDPN en los resguardos de San Lorenzo de Cal-
dono, Jambaló y los tres resguardos del municipio de Toribío (Tacueyó,
San Francisco y Toribío).

Por otro lado, retomando bajo ciertas condiciones la perspectiva de Cha-


yanov, se analizan los indicadores relativos al porcentaje de fuerza de
trabajo que utilizaron las unidades domésticas en el periodo de siembra
y cosecha. Además, se presenta la proporción de hogares que pagaron
jornal en estas fases del cultivo. Igualmente, se incluyen las horas pro-
medio dedicadas al trabajo doméstico como cortar leña, cargar agua,
cuidar a los niños, barrer y cocinar, por la incidencia que tienen sobre
la reproducción de la fuerza de trabajo de las unidades domésticas.

Debido a factores socio-históricos y culturales, el cambio de mano y el


trabajo comunitario cobran relevancia y resultan indispensables en la socie-
dad indígena-campesina Nasa. El cambio de mano es en efecto una práctica
tradicional en los cinco resguardos de estos municipios; es más, en muchas
de las actividades agropecuarias, el uso del cambio de mano es fundamen-
tal, principalmente en el periodo de cosecha. Por consiguiente, estimamos
el promedio de veces y el porcentaje de personas que cambiaron de mano
en el último año. El trabajo comunitario se refiere fundamentalmente al tra-
bajo en la vereda o el resguardo en actividades como arreglar una carretera,
construir o reparar infraestructura o en el “trabajo de ayuda” o solidario en
otras fincas comunitarias o particulares (Vitonás, 2007).

En síntesis, esta sección nos permite comprender de mejor manera las


prácticas ligadas a la actividad económica más importante y principal
fuente de ingresos en esta zona de resguardos indígenas.
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 135

5.3. Cultivos principales y complementarios


La economía campesina en esta región tiene un sustento importante en
el autoconsumo para garantizar la reproducción de la fuerza de traba-
jo familiar; sin embargo, a diferencia de los postulados de Chayanov
–en este sentido su enfoque analítico es insuficiente–, las UDPN tie-
nen como fuente principal de ingresos los cultivos para la venta y, por
lo mismo, dependen de las variaciones de los precios en el mercado
global. Por esta razón se diferenció los cultivos entre principales y com-
plementarios: el criterio que permite esta diferenciación radica en la
extensión del área cultivada.

Gráfico 9. Destino de la producción según tipo de cultivo para los


Resguardos de los tres municipios, Encuesta Piloto Experimental Nasa

El Gráfico 9 muestra el destino de la producción según tipo de cultivo;


es evidente que la gran mayoría de las unidades domésticas destina el
cultivo principal para la venta y el complementario al autoconsumo.
Según lo anterior, las unidades domésticas del resguardo de Jambaló
136 Controversia 207

y San Lorenzo de Caldono destinan una mayor proporción del cultivo


principal a la venta (88% y 86,7% respectivamente) frente a las UDPN
de los resguardos de Toribío (84,4%). En relación con el cultivo com-
plementario, se nota que en Toribío se destina la mayor parte para el
autoconsumo, lo que implica que en los resguardos de Jambaló y Cal-
dono los cultivos complementarios tienen una vinculación importante
con el mercado que permite la generación de ingresos adicionales. En
Toribío la reproducción de las unidades domésticas vía autoconsumo es
más fuerte e importante que en los otros municipios, de ahí que incluso
se destine el 15,6% del cultivo principal para esta práctica.

La mayor proporción de cultivos principales corresponde a cultivos per-


manentes, mientras que los complementarios están asociados a una
combinación entre los cultivos de ciclo corto y los permanentes (ver
Anexo VI). El cultivo del café es el más importante en la economía cam-
pesina Nasa. De acuerdo con el Anexo VI, los hogares del resguardo de
Jambaló destinan toda la producción de café para la venta; no obstante,
en los resguardos de Toribío y Caldono existe una reducida fracción de
UDPN que destinan una parte del café para el autoconsumo.

Otros cultivos principales importantes en esta zona son plátano, lulo,


cebolla larga, granadilla, gulupa, tomate de árbol, naranja, yuca, papa
y durazno, entre otros. Sin ser el objetivo de la encuesta, esta capturó
los cultivos de coca y marihuana, los cuales fueron agrupados en una
misma categoría. En ese sentido, cuando el cultivo de coca o marihuana
es el principal, los hogares de Jambaló y Toribío destinan toda la cose-
cha a la venta, lo que demuestra que en estos territorios hay una mayor
actividad de cultivos ilícitos con fines puramente económicos. Por el
contrario, en el resguardo de San Lorenzo de Caldono no se capturó
UDPN que tuviesen estos cultivos como principales. Los cultivos de
ciclo corto tienen una participación no despreciable en la distribución
de los cultivos principales, lo cual está ligado a mayores riesgos para los
productores agrícolas (ver Anexo VI).
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 137

Con respecto a los cultivos complementarios, la mayoría corresponde a


cultivos de ciclo corto y a permanentes como plátano, tomate de árbol,
cebolla larga, maíz, papa, yuca, arracacha, achira y los frutales como
fresa, naranja, limón, mandarina, mora, guayaba, plátano, lulo, entre
otros (ver Anexo VII). Estos cultivos son típicamente de pancoger, aun-
que algunos hogares de los cinco resguardos destinan la producción de
éstos para la venta. Dentro de los complementarios, los cultivos de coca
y marihuana tienen un mayor peso en los resguardos de Toribío en re-
lación con los otros resguardos. En Caldono, curiosamente, los cultivos
“ilícitos” se destinan principalmente para el autoconsumo, lo que evi-
dencia el mantenimiento de prácticas culturales como mambear coca.

Ahora bien, la semilla natural es la más utilizada por las unidades do-
mésticas en los cultivos de los cinco resguardos de estos municipios,
pero frente a los otros resguardos, Toribío es donde se utiliza más este
tipo de semilla (ver Gráfico 10). Análogamente, en el resguardo de Jam-
baló y de San Lorenzo de Caldono se utilizan en mayor medida las
semillas certificadas. Según el tipo de cultivo, el Gráfico 12 revela que
los cultivos complementarios se caracterizan por el uso intensivo de
semillas naturales mientras que para los cultivos principales ocurre lo
contrario. En ese sentido, las UDPN de los tres resguardos de Toribío
emplean intensivamente la semilla certificada en los cultivos principa-
les, incluso en una proporción ligeramente superior que los resguardos
de Jambaló y de Caldono. El mayor uso de la semilla certificada en los
cultivos principales está relacionado con las exigencias de la Federación
Nacional de Cafeteros.
138 Controversia 207

Gráfico 10. Tipo de semilla utilizada, Encuesta Piloto Experimental Nasa

Del mismo modo, el Gráfico 11 nos da información sobre el tipo de


abono que utilizan las UDPN en sus actividades agrícolas. Según los
resultados, una importante proporción de hogares en Toribío (67,8%)
y en San Lorenzo de Caldono (55,8%) usan abono orgánico en sus cul-
tivos. El considerable uso de la semilla natural en los tres resguardos
de Toribío se refleja en el menor porcentaje de utilización de abono
químico en comparación con Jambaló y Caldono (7,4%, 10% y 18,4%
respectivamente). Llama la atención que el 66% de las UDPN del res-
guardo de Jambaló no utilizan abonos en sus cultivos, mientras en los
otros resguardos se observa un porcentaje similar de hogares que sí los
utilizan.
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 139

Gráfico 11. Tipo de abano utilizado en los cultivos,


Encuesta Piloto Experimental Nasa

Otro hallazgo interesante está asociado con el tipo de abono usado


según si son cultivos principales o complementarios. A este respecto,
el Anexo VIII dilucida que la combinación de abono orgánico y quí-
mico es muy poco utilizada en los cultivos complementarios de los
cinco resguardos. Por otro lado, esta combinación de abono es usada
principalmente por las UDPN de San Lorenzo de Caldono y de los tres
resguardos de Toribío en sus cultivos principales. En el caso de Jamba-
ló, los hogares prefieren no utilizar abono en los cultivos principales.

En términos generales, la economía campesina Nasa tiene como cul-


tivo principal el café y destinan los cultivos complementarios para el
140 Controversia 207

autoconsumo. Las prácticas agrícolas de los cinco resguardos indígenas


no muestran diferencias en términos del tipo de semilla utilizada; sin
embargo, cabe señalar que los datos revelan que las prácticas de cultivo
relativamente más tradicionales se realizan en el resguardo de Jambaló,
puesto que un porcentaje considerable de UDPN prescinde del uso de
abono químico.

5.4. Fuerza de trabajo familiar y producción


agropecuaria
Según Chayanov, la familia representa el motor de la actividad econó-
mica campesina (Kerblay, 1981). Lo anterior implica que en la dinámica
de la economía campesina indígena hay una intensificación del trabajo
familiar, lo que se traduce en más tiempo de trabajo doméstico, prolon-
gación de las jornadas de trabajo e incremento del esfuerzo realizado en
las actividades agropecuarias con la finalidad de suplir las necesidades
de la unidad doméstica familiar (ver Anexo IX). En ese sentido, la auto-
explotación o intensificación de la fuerza de trabajo familiar es la base
de las actividades económicas en los resguardos indígenas de Toribío,
Jambaló y Caldono.

Para demostrar el peso que tienen las actividades domésticas en la


economía campesina indígena Nasa, se procedió a estimar el tiempo
promedio que las personas destinaron a labores como barrer, trapear,
lavar, cortar leña, cocinar, cargar agua, cuidar a los niños, a los animales
o al Tul y el tiempo designado a tejer. El Anexo IX presenta información
sobre el promedio de horas que las personas de cinco y más años de
edad destinaron a estas tareas en la semana anterior a la encuesta. En
este sentido, en Jambaló y en Toribío las personas dedicaron en prome-
dio más horas al trabajo doméstico (27,3 y 26,9 horas respectivamente),
mientras que en Caldono destinaron menos horas (22 horas).
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 141

Siguiendo con los resultados anteriores, es evidente que las mujeres de


todos los resguardos dedican más horas en promedio a las actividades
domésticas que los hombres, pero son las de Toribío las que designan
a estas labores más horas en promedio. En el caso de los hombres, los
del resguardo de Jambaló dedicaron más horas en promedio que los de
los otros resguardos.

Con respecto al número promedio de semanas que las personas de


cinco y más años de edad destinaron al trabajo en la finca – en los
cultivos para la venta o el autoconsumo– en los últimos seis meses,
observamos que entre Toribío y Jambaló no hay diferencias sustan-
ciales, ¬14,5 semanas aproximadamente, lo que corresponde a tres
meses y medio (ver Anexo X). Sin embargo, la diferencia con las per-
sonas de Caldono representa casi un mes menos de trabajo en la finca
durante este periodo.

Según sexo, es de esperar que los hombres dediquen más semanas de


trabajo a las actividades agropecuarias que las mujeres (ver Anexo X).

Asimismo, el trabajo comunitario incide en la mejora sustancial de las


condiciones generales para la producción. En este sentido, las Juntas de
Acción Comunal y el trabajo del Cabildo en las veredas del resguardo
tienen gran poder de convocatoria, ya que en los cinco resguardos hay
un porcentaje importante de personas que dedicaron tiempo al trabajo
comunitario convocado por estas instituciones (ver Anexo XI).

En términos del uso de fuerza de trabajo en el periodo de siembra, la


encuesta revela que el 70,2% de las UDPN del resguardo de Jamba-
ló utilizaron únicamente trabajo familiar en estas actividades agrícolas
(ver Gráfico 12).
142 Controversia 207

Gráfico 12. Proporción de uso y explotación del trabajo familiar y del


jornalero agrícola en el periodo de siembra de cultivos, Encuesta Piloto
Experimental Nasa

En San Lorenzo de Caldono, por su parte, el 77% de los hogares utilizó


trabajo familiar, mientras que en Toribío la proporción de hogares que
utilizó esta fuera de trabajo es más alta en comparación con los otros
resguardos: 83,5%.

Existe una relación inversa entre la utilización del trabajo familiar y el


pago del jornal; en otras palabras, las UDNP que usan intensamente
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 143

trabajo familiar no pagan jornal y viceversa. De ahí que la mayor propor-


ción de unidades domésticas que no pagaron jornal en el mismo periodo
corresponde a las de los resguardos de Toribío (90,4%), le siguen las
UDPN de San Lorenzo de Caldono (85%) y por último las de Jambaló
(82,2%). Esto corrobora que en Toribío el trabajo familiar en la finca
pesa mucho más que en los otros municipios (ver Gráfico 12).

Durante el periodo de cosecha la tendencia es similar a la explicada


anteriormente. Es decir, en los resguardos de Toribío se encuentra la
proporción más alta de hogares que únicamente utilizaron fuerza de
trabajo familiar en la cosecha (90,9%), por encima de la mostrada por
Caldono (73,8%) y Jambaló (66,7%) (ver Gráfico 13). Como era de
esperar, el porcentaje más alto de hogares que no pagó jornal en el
periodo de cosecha corresponde a los ubicados en Toribío (95,7%),
luego se ubican en importancia los hogares de Jambaló (85,4%), mien-
tras que en el resguardo de Caldono este porcentaje es más reducido
(78,2%) y se presenta la mayor participación de UDPN que pagaron
jornaleros en cosecha (5%).

El bajo porcentaje de hogares que pagan jornal en el periodo de siem-


bra o cosecha está fuertemente relacionado con el uso de fuerza de
trabajo en cambio de mano. A este respecto, el Gráfico 14 evidencia
que el porcentaje de personas que realizó cambio de mano en los
últimos doce meses es más alto en Jambaló (39%) en comparación
con los resguardos de Toribío (23,4%) y Caldono (16,6%). Por sexo,
encontramos que la tendencia en los resguardos de Toribío y en San
Lorenzo de Caldono es que los hombres tienen un porcentaje más alto
con respecto al cambio de mano frente a las mujeres, lo cual no ocurre
en Jambaló.
144 Controversia 207

Gráfico 13. Porcentajes de uso y explotación del trabajo familiar y del jornalero
agrícola en el periodo de cosecha, Encuesta Piloto Experimental Nasa

Sin embargo, a pesar de que las personas de los resguardos de Toribío


presentan un menor porcentaje de participación en cambio de mano
frente a Jambaló, el número de veces que cambió de mano es más
alto en el primer municipio (ver Gráfico 15). Según sexo, encontramos
un promedio de veces que se realizó cambio de mano mayor para los
hombres, aunque con valores muy cercanos en el caso de las mujeres.
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 145

Gráfico 14. Distribución porcentual de las personas de 10 y más años de


edad que en el último año realizaron cambio de mano según sexo,
Encuesta Piloto Experimental Nasa 2014-2015

Gráfico 15. Promedio de veces en las que cambió de mano en el último


año, Encuesta Piloto Experimental Nasa 2014-2015
146 Controversia 207

6. Conclusiones
Los tres municipios indígenas han consolidado economías campesinas
con soporte de la institucionalidad Nasa a través de la organización
indígena, especialmente en las últimas dos décadas. La autoridad in-
dígena en estos territorios ha adjudicado predios a las familias, lo cual
ha incidido en mejorar los mecanismos de generación de ingresos, fo-
mentar el desarrollo productivo y articular la economía campesina al
mercado a través de la venta de productos agropecuarios.

Detrás de los logros de los cabildos indígenas, subyace el entramado


de relaciones sociolaborales que configuran la estructura ocupacional.
Inicialmente, y como era de esperar, los indicadores convencionales
del mercado de trabajo aplicados a una economía campesina revelan
diferencias sustanciales en comparación con las áreas metropolitanas,
ciudades intermedias y zonas rurales de agricultura comercial: bajos
niveles de participación laboral y ocupación, alta inactividad laboral
y desempleo casi friccional. No obstante, a pesar de evidenciar este
hecho estilizado entre los mercados de trabajo urbanos y rurales, los
indicadores presentados no logran capturar de manera adecuada la es-
tructura de actividades en una economía campesina debido al inherente
sesgo urbano de estos indicadores.

Con todo, la posición socio-ocupacional demuestra que muchas de


las personas de estos municipios se desempeñan como trabajadores
por cuenta propia, jornaleros o peones de fincas, obreros de empre-
sa privada o pública y empleadas/os del servicio doméstico. El sector
económico más importante corresponde típicamente al agropecuario
donde, como se advirtió anteriormente, gran parte de las ocupaciones
están relacionadas con el precultivo, siembra, cultivo, recolección/ co-
secha y otras actividades agropecuarias. Esto reafirma el carácter rural
de estas economías. Asimismo, otras ramas de actividad como la venta
y comercio, la administración pública, los servicios educativos y de sa-
lud tienen una participación importante de trabajadores.
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 147

Aunque un buen porcentaje de hogares en estos municipios tienen tie-


rra, existen diferencias muy profundas en el acceso, tamaño y número
de predios disponibles. La distribución de la tierra evidencia en el caso
de los resguardos de Toribío un restringido acceso y la escasez de tierra,
además de reducidos tamaños de los predios. Estas restricciones han
llevado a una mayor diversificación de las actividades económicas de
las familias. Dicha diversificación de oficios no se debe a una profundi-
zación de la demanda de trabajo, sino a la importancia que tienen los
oficios del hogar en un contexto de economía campesina. Es decir, la
diversificación productiva referida en la nueva ruralidad se presenta en
este territorio no como avances en materia de inclusión laboral o mejo-
ramiento en la estructura de oportunidades, sino como un mecanismo
de resistencia de la economía campesina ante la escasez de tierras.

Por consiguiente, haciendo uso de otros indicadores, se considera de


manera diferente el papel del trabajo doméstico sobre las UDPN. Así
pues, en estos municipios no es posible desconocer la importancia que
tienen el trabajo familiar en la finca durante el periodo de siembra y
cosecha, el trabajo comunitario convocado por el Cabildo o la Junta
de Acción Comunal (JAC), las prácticas rurales tradicionales como el
cambio de mano ni tampoco el trabajo doméstico, debido a que tienen
una incidencia directa en la reproducción de la fuerza de trabajo y las
prácticas productivas.

El cultivo del café y la fuerza de trabajo son los dos canales de articu-
lación de Toribío, Jambaló y Caldono con la región ampliada sur del
Valle y norte del Cauca. Además, debido a la vocación comercial del
cultivo principal, se posibilita la integración con mercados nacionales e
internacionales. Igualmente, se encuentra un peso muy importante de
cultivos complementarios de pancoger para el autoconsumo y, en res-
guardos como Jambaló y Caldono, también para la venta. El principal
tipo de semilla es natural/tradicional y el tipo de abono es sobre todo
orgánico, lo cual muestra que se practica una agricultura ecológica se-
gún las nuevas tendencias del mercado internacional.
148 Controversia 207

Por otro lado, las personas ausentes y en general las personas que han
salido en los últimos doce meses del resguardo como independientes o
asalariados, han logrado una importante inserción en el mercado labo-
ral de Cali y los municipios de la región norte del Cauca y sur del Valle.
La migración laboral de las mujeres Nasa se realiza fundamentalmente
a estos municipios y su actividad principal es el empleo doméstico y en
menor medida actividades de comercio y artesanales por cuenta propia.
Los hombres de los resguardos que trabajan por fuera de su territorio
también tienen como destino principal la ciudad de Cali y otros munici-
pios del norte del Cauca y sur del Valle, principalmente como jornaleros
o peones.

Referencias
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(Colombia) Rev. Colombiana de Sociología, 39(2), 263-280.

Kerblay, B. (1981). A.V. Chayanov: su vida, carrera y trabajos En: Chayanov


y la Teoría de la Economía Campesina. Cuadernos de Pasado y Presente.
México: Impreso por Siglo XXI, 1981.

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laboral rural en Colombia. Borradores de Economía, 408.

Ocampo, J.A. (2015). El campo colombiano: un camino hacia el bienestar y


la paz. Misión para la transformación del campo. Informe detallado de la
Misión para la Transformación del Campo, Tomo I. Departamento Nacional
de Planeación.

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Editorial Anagrama.

Vitonás, E. (2007). Formas de producción y distribución de la economía nasa.


Etnias y Política. Volumen (9), 140-153.
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 149

Fuentes primarias
Asociación de Cabildos Indígenas de Toribío, San Francisco y Tacueyó, “Pro-
yecto Nasa”, “Proyecto Global” y Cabildo de San Lorenzo de Caldono
(2014/2015). Base de datos de la Encuesta Piloto Experimental Indígena
Nasa sobre el Buen Vivir en Toribío, Tacueyó, San Francisco, Jambaló y
San Lorenzo de Caldono. Fecha de consulta: agosto del 2016.

Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). (2014). Gran


Encuesta Integrada de Hogares. Procesamientos especiales CIDSE con el
micro-dato.
150 Controversia 207

Anexos
Anexo I. Distribución porcentual de las actividades a las que se ocupaban
la semana pasada de los tres municipios de predominio Nasa en el norte
del Cauca, Encuesta Piloto Experimental Nasa, 2014-2015

Anexo II. Distribución porcentual por tipo de ocupación de la población


indígena que participa en el mercado de trabajo como ocupada, según
sexo, en los tres municipios de predominio Nasa en el norte del Cauca,
Encuesta Piloto Experimental Nasa, 2014-2015
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 151
152 Controversia 207

Anexo III. Distribución porcentual por posición socio-ocupacional de la


población indígena que participa en el mercado de trabajo como ocupada,
según sexo, en los tres municipios de predominio Nasa en el norte del
Cauca, Encuesta Piloto Experimental Nasa, 2014-2015
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 153
154 Controversia 207

Anexo IV. Distribución porcentual por ramas de actividad de la población


indígena que participa en el mercado de trabajo como ocupada, según
sexo, en los tres municipios de predominio Nasa en el norte del Cauca,
Encuesta Piloto Experimental Nasa, 2014-2015
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 155

Anexo V. Distribución del número de predios para tres municipios de


predominio indígena. Encuesta Piloto Experimental Nasa 2014-2015
156 Controversia 207

Anexo VI. Distribución de los cultivos principales según destino de la pro-


ducción, Encuesta Piloto Experimental Nasa
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 157
158 Controversia 207
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 159

Anexo VII. Distribución de los cultivos principales según destino de la


producción, Encuesta Piloto Experimental Nasa
160 Controversia 207
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 161
162 Controversia 207

Anexo VIII. Tipo de abono utilizado según cultivos principales y


complementarios, Encuesta Piloto Experimental Nasa
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 163

Anexo IX. Tiempo en horas destinado al trabajo doméstco en la última


semana, Encuesta Piloto Experimental Nasa 2014-2015

Anexo X. Promedio de semanas de trabajo en la finca dedicadas a los


cultivos para la venta en los últimos seis meses, Encuesta Piloto
Experimental Nasa 2014-2015
164 Controversia 207

Anexo X. Promedio de semanas de trabajo en la finca dedicadas a los


cultivos para el autoconsumo en los últimos seis meses, Encuesta Piloto
Experimental Nasa 2014-2015

Anexo XI. Distribución de las personas de 5 y más años de edad que en el


último mes le dedicaron tiempo al trabajo para la guardia indígena
Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena Nasa en tres
municipios del norte del Cauca (Toribío, Jambaló y Caldono) 165

Anexo XI. Distribución de las personas de 5 y más años de edad que en el


último mes le dedicaron tiempo al trabajo para la vereda
S
4.
Sindicatos y Responsabilidad
Social Empresarial (RSE) en
el posconflicto colombiano:
¿una oportunidad para el
diálogo social?
168 Controversia 207
Sindicatos y Responsabilidad Social
Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el
diálogo social?1

Por Edgar Augusto Valero2

Introducción

L
a reestructuración empresarial y los cambios relacionados con la
internacionalización de la economía colombiana en las últimas
décadas han debilitado un ya estrecho campo de negociación co-
lectiva y de derechos laborales. En este contexto, de cara a certificar
sus procesos y proyectarse al mercado externo, se han producido cam-
bios en la estrategia corporativa de las firmas, cambios perceptibles en
nuevos discursos de legitimación que ahora se apoyan en diferentes
esquemas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Este conocido
recurso corporativo es usual y propio de las dinámicas de globalización
en contextos desregulados en los que los directivos desean cultivar una
imagen favorable y prevenir procesos potencialmente adversos al plan
estratégico.

1
Artículo recibido en septiembre de 2016
Artículo aprobado en noviembre de 2016
2
Magíster en sociología y PHD en historia, está vinculado al Departamento de
Sociología de la Universidad Nacional de Colombia.
170 Controversia 207

En los planes de acción de la RSE, como diseño de políticas corpora-


tivas que son, se nos revela una lógica de lo típicamente unilateral,
voluntario y discrecional que, desde luego, tiene especificidades para
los diferentes territorios y espacios económicos nacionales. Las firmas
adhieren a principios y metodologías de alcance internacional como
base para formular objetivos y acciones en lo ambiental, económico y
social, de modo que uno de sus capítulos se ocupa del ámbito interno
de las relaciones laborales. Es así como en la presentación de los in-
formes de RSE se expone una serie de autocompromisos y adhesiones
voluntarias a principios éticos de equidad y respeto por los derechos de
los trabajadores.

El medio colombiano se ha caracterizado por una de las más bajas tasas


de afiliación sindical, una muy restrictiva legislación sobre negociación
colectiva y una cultura empresarial adversa a la acción reivindicativa de
los trabajadores. Lo anterior en relación con un sistema político relati-
vamente excluyente y vertical, con pocos canales para la concertación,
y en medio de un prolongado conflicto armado explica que, a diferencia
de otras sociedades, poco se haya tomado en cuenta a quienes en esas
conceptualizaciones se llamarían un grupo de interés interno (Mitchel,
Agle y Wood 1997; Partridge Katharine 2006), y apenas comienzan a ser
valoradas las prácticas de RSE como una posibilidad de diálogo cons-
tructivo y mejora de la situación laboral.

En este artículo se analizarán las tendencias que muestran los programas


de RSE respecto a los derechos laborales y la negociación colectiva, para
explorar además la posibilidad de que, en la llamada etapa de poscon-
flicto que comienza, las organizaciones sindicales se aproximen a estos
espacios y aprovechen algunas de las posibilidades de debate y contras-
tación de estos discursos gerenciales que se proyectan insistentemente a
la sociedad, pero hasta ahora no han tenido ningún tipo de interlocutor.

Se describirán procesos representativos en relación con el manejo la-


boral, a partir de la explicación de factores determinantes de la esfera
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 171

empresarial y socio-laboral. Se acudirá a fuentes variadas, entre otras,


la consulta de informes de sostenibilidad de las empresas, debidamente
contrastada con información de organismos sindicales y de relaciones
laborales.

La RSE como faceta de la globalización neoliberal y


tema de la ciencia social
En un momento en que resulta más abrumador el poder del capital y
las corporaciones continúan debilitándose en todas las sociedades an-
tiguos mecanismos de regulación de las interacciones capital-trabajo,
como los de las relaciones industriales y la negociación colectiva que
situaban la remuneración y las condiciones de trabajo en la esfera de
los acuerdos políticos como temas sujetos a institucionalización e inter-
vención estatal.

En todos los contextos nacionales, el signo de la época parece ser que


los empleos estables y sujetos a protecciones sufren el embate de las
dinámicas de descolectivización de las relaciones laborales y el debili-
tamiento de las funciones integradoras del trabajo (Castel, 2010). Cada
vez en mayor medida la calidad de los empleos se deteriora y los nuevos
referentes de la situación ocupacional son las capacidades negociadoras
individuales y ciertas políticas y estrategias específicas de las firmas.

La probabilidad de que se revierta la espiral de deterioro en la calidad


de los empleos, en ciertos contextos empresariales, ya no parece liga-
da a los mecanismos institucionales de regulación del trabajo o a las
posibilidades de acuerdo social y negociación, que siempre han sido
reducidas, sino más bien a una variada gama de nuevas orientaciones y
programas, en torno a los cuales las firmas voluntaria y unilateralmente
promueven cambios.

En primer término, se trata de un ámbito permeado por nuevos ele-


mentos de cultura corporativa sustentadora de la hegemonía por vía
172 Controversia 207

de directivos cuya formación está centrada en enfoques sicologistas de


motivación y liderazgo que pretenden el consenso desde lo individual,
sin reconocer los aspectos conflictivos plurales inherentes a las relacio-
nes de trabajo bajo el capitalismo (Rossi, 2016). Dentro de ese contexto
encontramos una variedad de nuevos esquemas organizativos como los
del enfoque felicista (Greenberg, Hemingway, 2007), el emprenderismo
y el coaching3.

Dentro de estos nuevos recursos corporativos de organización, cuya


aplicación tiene consecuencias para las relaciones laborales, se desta-
can por su continuidad y extensión los discursos y prácticas de RSE.
A lo largo de las últimas décadas han sido parte esencial del proceso
de globalización económica y mundialización del comercio. Su surgi-
miento está relacionado con publicitados hechos de abuso y afectación
contra el medio ambiente, los trabajadores, comunidades y consumi-
dores, que llevaron a organismos internacionales como la ONU, OIT,
OCDE, ONG y grandes corporaciones a plantear la necesidad de una
autorregulación o re-regulación de varios aspectos de la actividad eco-
nómica y el manejo laboral.

Aunque algunos autores sitúan su origen en el comienzo mismo del ca-


pitalismo4, su auge ocurre en un período reciente en que las dinámicas
de cambio y desregulación de inspiración neoliberal han erosionado —
en casi todas las latitudes— mecanismos estatales y públicos de control

t
Modelo de organización del trabajo y autoridad centrado en la actuación de un
líder que, con su conocimiento de los subordinados y capacidad de motivación a
su equipo, asegura el cumplimiento de las metas y también el desarrollo personal
y profesional de cada uno de ellos; lo anterior dependiendo del buen ajuste que
tengan al esquema de actuación seguido y su nivel de logro individual.
4
El esquema evolutivo sugerido por Patrick Murphy (2007) describe una lenta
conformación de la perspectiva de la RSE, partiendo de un período precursor que
se extiende desde el comienzo mismo del capitalismo hasta 1900; luego una fase
filantrópica hasta 1950: en ambas la caridad, paternalismo e idea de servicio son
esenciales. De acuerdo a esta periodización, que se considera un referente amplio
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 173

sobre la actividad económica y han desarticulado en diferente grado los


avances en instituciones de salvaguarda colectiva como la normativi-
dad laboral y los sistemas de protección social.

Para un buen número de divulgadores y analistas, el posicionamiento


del tema en la vida empresarial ha estado relacionado con importantes
desastres del mundo financiero que minan la confianza corporativa,
al tiempo que por catástrofes ambientales y grandes escándalos me-
diáticos relativos a la arbitrariedad laboral. Igualmente, las grandes
corporaciones, en especial en el primer mundo, experimentan presiones
y cuestionamientos de la opinión pública en relación con la afectación
ambiental, laboral y social que sus actividades ocasionan. Los ries-
gos de deterioro reputacional, el perjuicio a la imagen corporativa, los
boicots de consumidores y de organizaciones no gubernamentales, e
incluso caída del precio de las acciones, hacen parte de un conjunto de
incertidumbres y dificultades que la gestión debe prevenir.

Desde los años noventa, se ha recorrido un largo camino en materia


de diseño de principios, instrumentos e indicadores de RSE, desde el
lanzamiento del Global Compact de Naciones Unidas en 1999 y la firma
de los Objetivos de Desarrollo del Milenio un año después; pasando por
la divulgación del Libro Verde y la generación de la norma ISO 26000
y las metodologías estandarizadas del Global Reporting Initiative GRI
(Raufett, 2012).

De acuerdo con el tipo de negocio y mercado en el que se desempeñe


una compañía, puede adoptar las herramientas más convenientes para
mostrar que controla sus procesos y, de ese modo, construir una imagen
pública. Un ejemplo está en el sector floricultor colombiano que, con su

más que un tránsito necesario y gradual de las firmas, en la segunda mitad del
siglo XX se vivieron fases de toma de conciencia, confrontación de problemas,
reconocimiento y compromiso.
174 Controversia 207

gran presencia en mercados extranjeros, tuvo que anticiparse a barreras


y boicots por motivos ambientales y sociales, a través de la creación del
código de conducta Florverde, que más adelante se convirtió en un sis-
tema de certificación avalado por un organismo independiente (Valero
y Camacho 2006; Asocolflores 2009). Para otras firmas, un papel simi-
lar cumplen declaraciones de principios éticos, compromisos de buena
ciudadanía corporativa, normas ISO, definición de grupos de interés,
informes de sostenibilidad, entre otros.

El tema de la RSE ha sido abordado por estudiosos en áreas de economía,


empresa, estrategia, organización, ética y ciencias sociales (Alvarado,
Bigné, Currás, 2011). La sociología ha explorado variadas temáticas:
desde los más amplios sobre el sentido de esta tendencia empresarial
en el capitalismo actual, hasta los más específicos relacionados con
cuestiones ambientales, comunidades y grupos sociales particulares.
Algunos trabajos destacados muestran la diversidad de las cuestiones
analizadas: Lazin (2007) estudia los procesos que condujeron de las
prácticas caritativas a la conformación de la filantropía corporativa de
las grandes fundaciones del capitalismo americano que, al comienzo
del siglo XX, surgieron con con Rockefeller y más tarde continuaron
con Soros; para ello describe sus programas en países no desarrollados,
las interacciones con los avances de la revolución verde y se interroga
sobre su verdadera efectividad.

El análisis de Boeddeling (2012) sitúa el tema de la RSE como un plan-


teamiento sobre el papel que debe cumplir la economía en la sociedad
y valora las posibilidades de la sociología económica weberiana en la
exploración de los diferentes sentidos y orientaciones que a nivel de
sus promotores tiene la acción social, los complejos nexos con las ins-
tituciones y la racionalización de la acción económica. En este sentido,
más allá de las orientaciones puramente pragmáticas e instrumentales
compartidas por todos los actores de las organizaciones, admite la exis-
tencia de conflictos de valor entre los partícipes de la acción en torno a
intereses materiales e ideales en los cursos de acción que genera la RSE
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 175

y la posibilidad de que esta encarne una nueva ética de la acción eco-


nómica, y una específica base de legitimidad para la firma. La cuestión
central en este autor es que los intereses ideales tienen una significa-
ción que supera la orientación instrumental o normativa, y que la RSE
puede ser entendida como racionalidad con arreglo a valores.

Desde una perspectiva contrastante con la anterior, pero tal vez repre-
sentativa de un gran número de interpretaciones de la RSE, en una
tesis de ciencias sociales se realiza un ejercicio analítico de inspiración
marxista (Karaca, 2012). En este caso se caracteriza la ética de la RSE
como un discurso cómodo, estrechamente ligado a las circunstancias
del mercado y el interés de acumulación. La RSE representa un fenóme-
no global de humanitarismo-espectáculo típico de la era neoliberal, un
esfuerzo legitimador de la ideología capitalista, una manera de natura-
lizar impactos aún no explicados, una pretendida solución a problemas
ambientales y humanos que no toca la causa esencial de los mismos,
que es el capitalismo mismo.

Dentro de la corriente de los Critical management studies, Bobby Ba-


nerjee (2011) expresa un fuerte escepticismo por los contenidos de
estrecho interés capitalista y legitimador del poder corporativo implí-
citos en los discursos de RSE, ciudadanía corporativa y sostenibilidad.
Reconoce el valor que hay en el fondo de estos planteamientos, pero
señala que los diversos problemas relacionados con el poder corpo-
rativo deben salir del estrecho y sesgado interés empresarial y ser
abordados por el conjunto de la sociedad, lo cual requiere un examen
crítico de la racionalidad que preside la economía, de la forma como
participan las partes interesadas y de la dinámica de las relaciones
entre las empresas, las ONG, los gobiernos, la comunidad, los grupos
y los organismos de financiación. El nuevo colonialismo corporativo,
oculto tras los discursos de RSE, impone a la sociedad formas de par-
ticipar en la economía, mientras que ignora las consecuencias de la
toma de decisiones de gestión y no se construyen efectivas formas de
rendición de cuentas y resolución de conflictos.
176 Controversia 207

En el campo específico del trabajo y las relaciones laborales, el análi-


sis de Rainer Dombois (2011) sobre multinacionales señala del mismo
modo el carácter predominantemente voluntarista de las nuevas mo-
dalidades de regulación y su trasfondo de autocompromisos frente al
entorno y al medio ambiente, principalmente en lo relacionado con los
trabajadores y sus representantes; destaca que el referente esencial no
son las normas legales, sino más bien las expectativas sociales.

El autor deja claro que décadas atrás las directrices de comportamiento


de los consorcios transnacionales se cimentaban en una obligatoriedad
derivada de compromisos interestatales y, por ello, eran códigos públi-
cos, pero desde los años noventa el escenario es tomado gradualmente
por los arreglos privados, basados en los autocompromisos voluntarios
de las empresas.

Del mismo modo, expresa escepticismo acerca de que los autocom-


promisos de las empresas transnacionales sustituyan modalidades
nacionales e internacionales de regulación del trabajo, y considera que
siguen siendo necesarios:

acuerdos institucionales internacionales que comprometan a los Estados,


o que estén en la posibilidad de obligar el cumplimiento de los principios y
estándares en los sistemas ocupacionales como la OIT, acuerdos regiona les,
supraestatales o propuestas inter-estatales, tales como la política social inter-
nacional de la Unión Europea o el Acuerdo Norteamericano de Cooperación
Laboral (Dombois, 2011, p. 270).

La actuación y el poder de las firmas multinacionales, dentro y fuera de


sus países sede, ha sido un importante campo de acciones y estudios
de RSE. Como veremos, se encuentran también las más dinámicas e
innovadoras posturas y acciones de sindicatos y ONG interesadas; se
trata de procesos de interés sociológico e indudable valor para la com-
prensión de las dinámicas capitalistas globales en ámbitos nacionales.
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 177

El propósito de rescatar la imagen corporativa en la atmosfera de críticas


y escándalos de la última década ha estado presente en un gran número
de planes de RSE que generan acciones de tipo voluntario, unilateral y
autoregulado por parte de las compañías, sin llegar a tener un ámbito
de aplicación global en todos los países en los que operan (Vidal, 2010).

Consecuencia de lo anterior, es que los códigos que de este modo com-


prometen a las organizaciones no son exigibles por ningún medio legal,
por lo que queda excluida la responsabilidad jurídica por incumplimien-
to de los mismos. Se trata de una típica despolitización y desregulación
de las reglas que rigen el funcionamiento de las firmas en la actualidad.
Además, el discurso sobre ética de los negocios del que surgen tales
modelos de acción y su carácter discrecional los acerca mucho a un
sentido paternalista.

Irrupción sindical en la RSE: oportunidades


y avances
Recientes procesos muestran que en torno a la aplicación de la RSE se
ha conformado un dinámico campo de luchas y relaciones de fuerza
entre compañías y actores sociales como los sindicatos. Estos avan-
zan en planes de acción nacionales e internacionales que contrarresten
las estrategias de las corporaciones multinacionales para ocultar sus
impactos negativos con recursos publicitarios, y para desplazar las exi-
gencias legales y de negociación colectiva a los terrenos voluntarios y
discrecionales de la RSE.

Frente a ello, las organizaciones de trabajadores se esfuerzan por con-


vertir los autocompromisos y códigos éticos unilaterales de las firmas
en acuerdos marco- internacionales de mayor alcance, suscritos con
las federaciones sectoriales internacionales, para así avanzar en lo que
sería una forma de negociación colectiva transnacional y una globaliza-
ción del movimiento sindical (Vidal, 2012).
178 Controversia 207

Es interesante señalar que en diferentes espacios internacionales los sin-


dicatos han superado las iniciales etapas de desinformación, indiferencia
o rechazo ante los programas corporativos de RSE, y de modo creciente
se plantean conocer a fondo conceptos y metodologías como grupos de
interés, RSE estratégica, norma ISO 26000, Modelo GRI (Global Reporting
Initiative), para participar de los programas con argumentos y propuestas
ante las firmas. En este caso, se aplicaría la idea de James Scott (1990,
p.80) respecto a que exigir a los grupos dominantes que se comporten de
acuerdo con la presentación idealizada que han hecho de sí mismos es
una posibilidad en el repertorio de las formas de lucha.

Una de las más conocidas experiencias fue la que condujo en mayo de


2013, a la firma de un acuerdo entre más de doscientas marcas globales
y federaciones sindicales internacionales de industria y servicios, entre
ellas IndustriALL Global Union y UNI. De acuerdo con el documento
que describe el caso, se logró

un nuevo marco que suponía pasar de la iniciativa unilateral en los compro-


misos y prácticas empresariales de Responsabilidad Social (muchas de ellas
todavía simple marketing empresarial) a iniciativas colectivas consensuadas
con uno de los principales “grupos de interés”, el sindicalismo organizado,
que en este caso era el sindicalismo “global” (Boix, 2015, p. 2).

Los impactos mediáticos de varias tragedias con víctimas de los derrum-


bes de plantas subcontratistas en países asiáticos crearon un ambiente
favorable a tales avances. De modo que, dos años después de ese inicial
logro en relación con la seguridad en el trabajo y el derecho a la vida,
se aborda una dimensión más amplia del salario digno, decente, vital,
como derecho colectivo alcanzable en la negociación colectiva.

Este proceso de intervención sindical se convirtió en una efectiva nego-


ciación colectiva, nacional y supranacional, que comenzó en Camboya
y Bangladesh, pero después se extendió a países de todos los conti-
nentes y, al mismo tiempo, obligó a que se pasara de los compromisos
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 179

unilaterales a los compromisos pactados e hizo realidad los Acuerdos


Marco Globales. Lo anterior a partir de compromisos de responsabili-
dad social, que por vía de códigos de conducta o adhesiones a códigos
globales habían hecho las firmas.

Estos acuerdos, que comprometieron en primera instancia a la fir-


ma española Inditex, eran propuestos desde 2002 y se proyectaron
de modo que contemplan el ámbito sectorial y territorial; pretenden
una eficaz implicación a lo largo de toda la cadena de valor y permi-
ten pasar de los compromisos empresariales unilaterales hacia otros
consensuados. Derivado de esta experiencia queda un claro plantea-
miento para los sindicatos en el sentido de aprovechar las posibilidades
de la RSE:

Cuando más de la mitad de la clase trabajadora mundial opera en las cade-


nas de valor de las empresas multinacionales, transnacionales, cuando los
Convenios de la OIT tienen un gran valor de referencia pero escaso de directa
eficacia, cuando las violaciones de los más elementales derechos del trabajo
se producen a lo largo y ancho de nuestro mundo globalizado, la Responsa-
bilidad Social empresarial ha demostrado que puede ser un útil instrumento
para progresar hacia la dignidad del trabajo. Con una condición esencial: la
intervención de los grupos de interés, del de los trabajadores, el sindical, en
particular. Y para la eficacia de esta intervención hay que avanzar desde los
compromisos empresariales unilaterales a la contractualización de su con-
tenido y sobre todo de su aplicación, en primer lugar con el sindicalismo
organizado (Boix, 2015, p.14).

Otras organizaciones muestran su decidida intención de aproximarse a


los mecanismos de RSE y hacerlos conocer entre sus afilados, con la in-
tención de trascender los propósitos de imagen corporativa y marketing
de las gerencias y convertirlos en un camino hacia la participación y la
recuperación de la calidad de los derechos laborales y la calidad de los
empleos. En el caso de las Comisiones Obreras de Castilla–La Mancha,
después de varios años de experiencias, se propone una combinación
180 Controversia 207

de “vigilancia, diálogo, presión y negociación con las empresas”; co-


mités de empresa para controlar el cumplimiento de las declaraciones
unilaterales de RSE, para exigir y verificar su real aplicación práctica y
para hacer denuncias si es del caso (Jiménez, 2007).

Dentro de una lógica de dar tratamiento diferente para cada esquema


que empleen las empresas sugieren variadas estrategias, como la re-
dacción de contramemorias que creen polémica alrededor de supuestos
buenos resultados que se divulgan; además de conocer las normas o
instituciones internacionales a las que las empresas se vinculan vo-
luntariamente para extender el seguimiento crítico. Los compromisos
unilaterales con el seguimiento público pueden hacerse de cumplimien-
to exigible para después pasar a la verificación y más adelante a la
exigencia de medidas correctoras de los incumplimientos. Del mismo
modo que, en el caso de Industrial, se propone la redacción de acuerdos
marco-sectoriales para la inspección de las operaciones de las multina-
cionales en todos los países donde tengan actividades.

El manual de Comisiones Obreras de Castilla–La Mancha, destaca tam-


bién cuestiones de más amplitud como las del desarrollo socialmente
sostenible, políticas frente a las empresas transnacionales y la promo-
ción del desarrollo regional. Convocan a las principales confederaciones
a evitar sus típicos temores a perder protagonismo y aprovechar las
posibilidades de la RSE, vinculando sus esfuerzos con ONG y otros sec-
tores y organismos sociales que podían ser aliados; participar en foros
multilaterales y debates sobre la globalización.

En el caso de la española Unión sindical Obrera USO, se define la RSE


como parte de los actuales cambios del mundo globalizado, y como
parte de la necesidad de informarse sobre sus mecanismos para be-
neficiarse de ella e incluirla en sus plataformas de negociación y en
su relación con la empresa, de cara a aportar propuestas y resolver
problemas en el contexto de crisis económica actual. A este respecto es
importante la exigencia de aplicar criterios sostenibles de producción,
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 181

medidas de conciliación, igualdad de oportunidades y mejora en pre-


vención y salud laboral (USO 2010).

Se asume la RSE como un nuevo paradigma de comportamiento em-


presarial, a partir del cual se puede generar diálogo y cooperación en
el ámbito nacional e internacional, entre empresas, sindicatos, organis-
mos públicos, empleados, asociaciones, ciudadanía, de modo que los
sindicatos sean los interlocutores válidos de la RSE.

En el mismo sentido está la postura de la European Trade Unión Con-


federation, pues plantea que, a pesar de sus debilidades, la RSE ofrece
buenas oportunidades a los sindicatos en cuanto al diálogo social conti-
nuo, la transparencia y la generación de nuevas estrategias en la Unión
Europea (Ormond, 2014).

Defienden también que los mecanismos de las relaciones laborales y


la negociación colectiva no deben ser sustituidos por las instancias vo-
luntarias de la RSE, sino que estas deben ayudar a que se cumplan las
responsabilidades legales. Debe permitirse a los trabajadores participar
en el diseño de la RSE, e igualmente organizaciones sindicales naciona-
les e internacionales deben conformar una red para hacer que la RSE se
cumpla a lo largo de toda la cadena productiva, pues los trabajadores
no son una parte interesada solamente en hacer consultas e informes,
sino que debe ser un ente con potestad en la negociación colectiva y
debe actuar como instancia de supervisión de la RSE.

En este caso, la proyección de los sindicatos hacia la RSE toma en


cuenta directrices muy conocidas, aunque muchas de ellas no sean
vinculantes, precisas y exigibles legalmente, como las de OCDE, nor-
ma ISO 26000, principios del Pacto Mundial de las Naciones Unidas,
Declaración tripartita de la OIT de principios sobre las empresas mul-
tinacionales y la política social. En ese orden de ideas, los sindicatos
deben promover que los informes de RSE consulten fuentes sindicales,
aborden la cadena productiva en toda su extensión, empleen adecuados
182 Controversia 207

indicadores de análisis y valoración, incluyan asuntos relevantes con


información precisa, no falten a la verdad y aborden aspectos proble-
máticos e impactos negativos.

En el contexto latinoamericano se registran algunas evidencias de si-


milar orientación y posicionamiento sindical estratégico ante la RSE
como recurso empresarial de la globalización neoliberal5. Un manual
mexicano propone aprovechar la idea de trabajo multi-stakeholder, que
subyace a la ISO 26000 y los elementos participativos y de representa-
ción plural que estuvieron presentes en su diseño, además del amplio
alcance de sus formulaciones dirigidas no solo a la empresa privada,
sino a la sociedad en general y a todas sus organizaciones (Veloz, 2008).

Por lo anterior, se espera que asuntos transversales de gran calado para


México como el de los derechos humanos sean mejor resueltos con base
en este instrumento; igualmente se espera que los sindicatos debida-
mente ilustrados sobre sus contenidos y motivados al diálogo consigan
un mayor respeto a los derechos laborales. Sobre estos aportes, grupos
de interés como las organizaciones de la sociedad civil, los sindicatos
y las organizaciones de consumidores pueden negociar propuestas con
sectores como la industria.

En la misma dirección, se considera posible que las organizaciones de


la sociedad civil se esfuercen por crear un marco regulatorio internacio-
nal de la RSE que sea vinculante: “El propósito es superar las lógicas de
voluntariedad y unilateralidad que se expresan en la autorregulación,
es decir, en la implantación de sistemas privados de regulación y certi-
ficación, versus la imposición de obligaciones desde el derecho” (Veloz,
2008 p.17).

5
Ver para Perú: Fernández M., (2010) y para Chile: Cerda Becker C., y Cuevas
Valenzuela H., (2014)
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 183

RSE en Colombia: presencia y auge actual


Dentro de las firmas nacionales más grandes y modernas, del mismo
modo que las de inversión extranjera, desde hace varias décadas se ha
extendido la aplicación de programas de RSE, de forma que es posible
construir una periodización de estas prácticas, partiendo de los elemen-
tales planteamientos y acciones benéficas en la primera mitad del siglo
XX; que luego continua con una profesionalización de la asistencia en las
llamadas empresas providencia y llega a épocas recientes. Con los cam-
bios de la globalidad neoliberal y el influjo del Acuerdo global de la ONU
de 1999, se hacen más diversos los discursos y metodologías: balance
social, grupos de interés, ciudadanía corporativa, marketing responsable,
reportes de sostenibilidad GRI (Rauffet y Barrera, 2010).

En la etapa más reciente, a instancias de organizaciones especializadas,


consultores y universidades se ha intensificado la difusión del discur-
so de la RSE a diferentes sectores de la vida nacional. En los medios
masivos de comunicación se percibe una sofisticación de estrategias pu-
blicitarias alrededor de programas y realizaciones, que a veces parece
sobredimensionada respecto a las acciones concretas desarrolladas. El
trasfondo de estos discursos es variado, oscila entre el voluntarismo ético
y la idea pragmática de que las acciones de RSE convertidas en “benefi-
cio reputacional” son un factor estratégico en la lucha por el mercado y
la rentabilidad.

Un escenario muy destacado en la difusión de las prácticas de RSE


surge de la reciente “reprimarización” de la economía con notable in-
versión extranjera; lo que pone en auge a sectores mineros y extractivos
de poca generación de empleo que, con sofisticadas estructuras técnicas
y empresariales, actúan en zonas atrasadas del país. De modo que el re-
sultado y proyección de la RSE a la sociedad dependerá de la naturaleza
del empresariado y sus estilos de gestión en el escenario competitivo
que sortea en el presente, tanto como de antecedentes históricos y ca-
racterísticas del contexto.
184 Controversia 207

En los últimos años, la firma de tratados de libre comercio se convierte


en un factor determinante de las estrategias de RSE. En un principio se
apreció la posibilidad de mejoras parciales en las relaciones laborales,
condiciones de trabajo y de negociación colectiva ligadas a las exigen-
cias externas, norteamericanas y europeas, implícitas en condiciones de
los TLC; del mismo modo, hay expectativa por los probables cambios
derivados de decisiones, como la del actual Gobierno respecto al ingre-
so de Colombia a la OCDE.

Sin embargo, tales cambios han sido más formales y aparentes que rea-
les; de modo que, por lo fragmentarios y leves, suscitan el escepticismo
y la crítica de las organizaciones de trabajadores6, tanto en la esfera
institucional como en la empresarial privada. Señalan que se ha vuelto
a establecer el Ministerio de Trabajo, pero con tal debilidad institucio-
nal y demostrada incapacidad de vigilancia y control, que no puede
promover mejoras apreciables en el respeto a los derechos laborales.
En el mismo sentido se valora la prohibición a las firmas de emplear
Cooperativas de trabajo asociado CTA (Ley 1429 de 2010), la más no-
civa y extendida de las modalidades de tercerización aplicadas, ante la
que el empresariado, con su conocida recursividad, intensificó otros
esquemas como el de la contratación sindical, órdenes de servicios y
sociedades por acciones simplificadas SAS (Muñoz, 2013).

Una conjunción perversa de las dos tendencias señaladas en la esfera


pública y privada se encuentra en la reciente expedición del Decreto
583 de 2016 que acepta todas las formas de tercerización a condición
de que cumplan un mínimo de normas laborales. Frente a este cambio,
los sectores laborales reclaman que la aprobación de dicha medida, que

6
La Escuela nacional sindical ENS ha elaborado tres documentos que puntualizan los
múltiples incumplimientos a los compromisos derivados del TLC E. U. – Colombia
para mejorar la protección y el respeto de los derechos laborales, los cuales fueron
incluidos en el llamado Plan de Acción Laboral Obama – Santos PAL suscrito en
abril de 2011.
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 185

afecta a los trabajadores y los propósitos de formalización del trabajo,


solo se analizó con el gremio empresarial ANDI y no se discutió en la
Comisión Permanente de Concertación de Políticas Salariales y Labo-
rales CPCPSL. Por ello, emprenden en el momento una lucha interna
sustentando la inconstitucionalidad de la norma, y una lucha externa
ante organismos como la OIT al denunciar su carácter regresivo y vio-
latorio de convenios y derechos laborales7.

Los temas laborales en los informes


de sostenibilidad GRI colombianos
Las empresas colombianas han adherido a compromisos voluntarios como
los del Global Compact de la ONU y adoptado algunas de las metodolo-
gías y normas disponibles sobre ciudadanía corporativa, sostenibilidad y
metodologías GRI para la presentación de sus informes anuales sobre la
base de un conjunto de variables e indicadores estandarizados e interna-
cionalmente aceptados.

A continuación, resumiremos algunas características destacadas de los


programas de RSE, en lo referente a condiciones de trabajo, manejo la-
boral y negociación colectiva, tal como se hallan a partir de la consulta
de un conjunto de diez informes que se encuentran disponibles en las
páginas web de las firmas.

Estos textos tienen la utilidad de enunciar los principios, metodologías


y organizaciones rectoras a los que adhieren las compañías, del mismo
modo que describir y cuantificar dentro de parámetros más o menos es-
tandarizados el conjunto de acciones y planes que se desarrollan. Como
veremos, las firmas más grandes y avanzadas del país, muchas de ellas
con apreciables inversiones en otras naciones, son las que realizan pre-
sentaciones más completas y rigurosas en lo técnico.

Escuela Nacional Sindical, Agencia de Información ‘Nuevo Decreto 583 sobre


7

tercerización laboral en Colombia: un gran retroceso’ Abril 22 de 2016


186 Controversia 207

Debe destacarse que cada vez más las empresas incluyen en su in-
forme calificaciones y posicionamientos otorgados por entidades
certificadoras y consultoras especializadas en aspectos ambientales,
contables, de clima organizacional y manejo laboral. Se trata de un
elemento que adquiere creciente importancia en el ámbito sociopo-
lítico, puesto que tales evaluaciones y resultados, como se vio años
atrás en el caso de las protestas de trabajadores en los ingenios azu-
careros, junto con las acciones de RSE, se convierten en referentes y
argumentos de las firmas ante los cuestionamientos y debates sociales
que llegan a afrontar.

Así mismo, las firmas de mayor tradición y desarrollo, particularmente


las asentadas en la región de Antioquia, que fueron pioneras en polí-
ticas de bienestar laboral y cierto asistencialismo hacia sus entornos,
como las del sector textil, Grupo Corona y Argos, hasta cierto punto
mantienen su tendencia a mostrar unos estándares de remuneración y
calidad del empleo, y abordan ahora nuevas dimensiones y propósitos
como los de equidad de género y equilibrio entre trabajo y familia. Esto
último también se percibe en algunas filiales de multinacionales y otras
firmas del sector servicios.

El grado de avance que se tenga en estas cuestiones laborales, ahora


convertidas en parte de las acciones de RSE, es difícil de valorar, ya que
se presentan en muchas ocasiones en simples enunciados de intencio-
nalidad o informaciones difíciles de sopesar, al mismo tiempo que se
soslaya o matiza temas problemáticos. Ejemplo de lo anterior, es como
al abordar el tema de la negociación colectiva se muestran las minúscu-
las cifras de los sindicatos independientes que aún subsisten, al mismo
tiempo que se muestran las cifras más grandes de los pactos colectivos8
que han sido uno de los instrumentos empresariales para debilitar a los

8
Modalidad de negociación reconocida por la legislación colombiana, que hace posible
el paralelismo sindical y el debilitamiento de las organizaciones independientes
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 187

primeros. Obviamente es posible y deseable contrastar estas informa-


ciones con los aportes de otras fuentes e introducir dimensiones más
amplias de tiempo y otros contextos de actuación del empresariado en
el análisis.

Reducida presencia y no reconocimiento


de los sindicatos como grupo de interés
Solo en el caso de un consorcio cementero con plantas en varios países
se encontró presencia de voceros obreros, ya que afirman haber esta-
blecido un “Modelo de diálogo social con la organización sindical bajo
condiciones de respeto, tolerancia, buen trato y comunicación abierta
entre las partes” (Argos 2015).

Los demás informes analizados reflejan la inexistencia o muy reducida


presencia de las organizaciones en los medios laborales, del mismo
modo que se hace visible el desplazamiento de las mismas por el me-
canismo del pacto colectivo. En algunos informes los indicadores de
comunicación, democracia y participación de los empleados se limita
a señalar el mecanismo de elección de los “representantes” en el pac-
to colectivo o cualquier otra instancia interna que se maneje; se hace
referencia a resultados positivos de estudios de clima organizacional
contratados (Davivienda 2015, pp. 35, 79, 85).

En el de una conocida fábrica de servilletas y papeles toalla se enuncia


el compromiso con los mandatos de la OIT y la disposición a respetar la
libertad de asociación e incluyen algunas cifras sobre afiliación a sindi-
catos: de un total de 4628 en sus cuatro plantas de Colombia y otras en

y con capacidad de convocar paros. En ella se escoge una representación de los


empleados, muy limitada en sus posibilidades de negociación y exigencia; altamente
tutelada por los patronos y sin ninguna autonomía y capacidad de presión, que
en determinados momentos hace peticiones y acuerda con la gerencia mejoras
salariales o de otro tipo.
188 Controversia 207

cuatro países latinoamericanos 311 trabajadores, 5,90%, están vincula-


dos a un sindicato; 220 de Argentina, 67,28% del total en ese país, y 91
de Colombia 2,47% del total (Grupo Familia 2014).

En una firma del grupo empresarial del sector alimentos, con 38.000 em-
pleados, de los cuales 26.000 están en Colombia y 12.000 en plantas del
exterior, el 18,6% de empleados pertenecen a sindicatos y 59,2% a pac-
tos colectivos. Se afirma haber desarrollado una agenda de trabajo con
las organizaciones sindicales en la que se incorporaron temas de interés
común; del mismo modo “con líderes de pactos colectivos y representan-
tes de los trabajadores, a fin de promover la participación en el análisis
y solución de situaciones laborales de interés común” (Nutresa 2014).

En algunos casos, para exhibir una aceptable democracia interna y


canales de participación, se cuantifican diversos mecanismos de in-
formación, diálogo, comunicación con los empleados, desde veinte
encuentros con el presidente, mensajes del presidente, edición de revis-
tas y otras publicaciones internas, mensajes recogidos en los buzones
abiertos a la expresión de los empleados (Éxito 2015).

Políticas laborales de “última generación”


Se refiere a programas tendientes a mejorar la conciliación vida la-
boral – vida familiar y la equidad de género. Argos fue la primera
empresa colombiana en alcanzar el sello del Sistema de Gestión de
Igualdad de Género, Equipares, otorgado por el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Trabajo9, como
certificación de las condiciones de igualdad de oportunidades para
hombres y mujeres (Argos, 2015, pp.12, 25). Este programa ha sido

9
Equipares es un programa de certificación voluntaria que promueven varias
entidades, entre ellas el Ministerio de Trabajo, para certificar la buena situación de
una empresa respecto a estándares de equidad de género.
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 189

muy divulgado y muestra el esfuerzo por “desgenerizar” los perfiles


ocupacionales y los puestos de trabajo, por ejemplo, asignando cin-
cuenta y cinco cargos de conductor de mezcladora a mujeres y otros
de oficinistas a hombres.

Un importante consorcio de la industria de alimentos (Nutresa 2014)


enuncia objetivos de diversidad e inclusión y avanza en ese propósito
con un programa de formación de líderes y equipos de trabajo en la ma-
teria; fortaleció un programa de inclusión de personas en situación de
discapacidad e incorporó en uno de los negocios la norma de equidad
de género “Equipares”. Asimismo, seis compañías del Grupo se certi-
ficaron como Empresas Familiarmente Responsables y Organizaciones
Saludables, además, obtuvieron la calificación de mejor empresa para
trabajar en Colombia en el sector alimentos.

Supervisión de derechos humanos y condiciones


laborales a nivel interno y a lo largo de la cadena
productiva
A nivel interno se mencionan capacitaciones, talleres y otras activida-
des para educar sobre derechos humanos y la redacción de códigos para
garantizar su cumplimiento (Familia 2014).

Una gran firma filial de una multinacional de las comunicaciones des-


taca sus premios y logros en materia de rankings e indicadores de
entidades evaluadoras: Premio Andesco al Mejor Desempeño Social,
gracias a la gestión de derechos humanos y desempeño social; cali-
ficación como una de las veinte más sostenibles y la única del sector
de telecomunicaciones, en el estudio de Sustainalytics; varios recono-
cimientos como uno de los mejores lugares para trabajar en Colombia
según el Great Place to Work Institute. Igualmente, subraya su adhesión
a los principios de la Norma AA1000 AS del Institute of Social and Ethi-
cal Accountability (Telefónica 2014).
190 Controversia 207

Un ingenio azucarero registra incumplimiento de normas laborales por


parte de los proveedores a los que se supervisa (Rio Paila, 2015, p.50).
Cementera Argos promueve Cuidémonos, programa que busca afianzar
la cultura de seguridad y autocuidado en colaboradores y contratistas y
hace auditorías a su cadena productiva para asegurar la no existencia
de trabajo infantil (Argos 2015). Igualmente, comunica su postulación
al premio del Instituto Great Place To Work, y seguimiento de sus re-
sultados como forma de conocer y mejorar las condiciones laborales
(Argos 2015).

Políticas inclusivas y de diversidad


Un notable consorcio del comercio de gran superficie destaca ser la
firma de mayor número de empleados en el país —más de 41.100— y
sus esfuerzos por mejorar la participación y distribución equilibrada de
géneros; del mismo modo, el incremento en la proporción de emplea-
dos ocupados a término indefinido 33.578, frente a 7.563 a término fijo;
inclusión laboral de discapacitados, jóvenes en riesgo, víctimas de la
violencia, desmovilizados, participación femenina en cargos, capacita-
ciones, reducción de accidentalidad (Éxito, 2015, 50).

En el caso de una importante fábrica de gaseosas, que cuenta con


aproximadamente 10.000 trabajadores, no se presenta ningún tipo de
mejora en las políticas laborales y se mencionan como principal aporte
a los trabajadores las capacitaciones de recursos humanos: solo 10%
del personal está vinculado a término indefinido y el 80% son hom-
bres; coexisten convención colectiva y pacto colectivo (Colombiana
2015, p.82).

Telefónica desarrolló programa de “Principios para el empoderamiento


de las Mujeres” propuesto por Naciones Unidas (Telefónica 2014). El
ranking de “Merco talento Colombia 2015” consideró a Argos la séptima
empresa que mejor atrae y retiene su talento humano, ascendiendo dos
puestos en la lista en relación a 2014 (Argos 2015).
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 191

Otros programas dirigidos a los empleados


Promoción del voluntariado y la participación de los empleados en la so-
lución de problemas sociales de comunidades vecinas; capacitaciones,
talleres a los proveedores en materia de derechos laborales y respeto
a la libertad de asociación (Nutresa 2014). Se incluyen programas y
capacitaciones técnicas diversas sobre salud ocupacional, seguridad in-
dustrial y bienestar laboral (Argos 2015).

El programa Trabajo con significado de una planta cervecera se esfuer-


za, mediante entrenamientos y capacitaciones, por motivar, capacitar y
dar identidad y sentido de pertenencia a los empleados con sus oficios
y puestos (Bavaria, 2014, p.77).

Las anteriores informaciones relativas a acciones de RSE en materia


laboral, aunque diversas y poco sistemáticas para evaluar el mane-
jo empresarial, muestran tendencias de interés. En un solo caso se
registra entendimiento con organizaciones sindicales, adquieren sig-
nificación nuevos referentes de la calidad de la gestión empresarial
como las certificaciones y sellos de voluntaria aceptación referidos a
nuevos y viejos propósitos laborales como la inclusión y equidad de
género o la calidad del manejo laboral; para este caso la legitimidad
se basa en la buena calificación aportada por una entidad especializa-
da en un proceso en el que no parecen tener presencia los grupos de
interés internos.

Los sindicatos colombianos ante la RSE


Para la exploración de este tópico se entrevistó a directivos de las tres
principales confederaciones sindicales (CUT, CGT, CTC) y se exami-
naron recientes documentos programáticos de esas agremiaciones,
después del ejercicio fue clara una marcada ausencia de referencias a
las políticas de RSE. En los diálogos, estos voceros manifestaron su crí-
tica y escepticismo frente a tales programas, que son calificados como
192 Controversia 207

simples y superficiales esfuerzos publicitarios y de imagen10; se apor-


taron numerosos ejemplos sobre la falsedad de logros compendiados
en los informes, contradicciones e incongruencias de las firmas en el
cumplimiento de los diversos propósitos, conductas fraudulentas y co-
nocidas argucias para reducir impuestos.

La desconfianza de los directivos sindicales sobre los programas de


RSE es comprensible, dado el gran número de actuaciones censurables
que se registran. Una parte de ellas está asociada al típico patrón de
conducta rentístico11 de muchas firmas en el escenario nacional, por
ejemplo, empresas que planteaban notables compromisos de gobierno
corporativo, ética y transparencia realizaron cabildeos y componendas
para obtener diferentes tipos de exenciones y privilegios del Estado, o
resultaron seriamente implicadas en conocidos casos de cartelización
con las que debían ser sus competidoras para elevar los precios a los
consumidores por largos períodos (sectores del azúcar, cemento, arroz,
cuadernos, pañales y papel higiénico, etcétera).

En otros casos se mencionaron realizaciones de cierta resonancia posi-


tiva para la opinión, que resultaron opacadas por acciones censurables
en otros frentes de actividad, por ejemplo, perjuicios al medio ambiente,
políticas laborales regresivas, actividades corruptas frente a instancias
estatales, apoyo a grupos armados ilegales, compra ventajosa de tierras
despojadas a campesinos mediante la violencia.

De modo que la percepción de las organizaciones sindicales sobre las ac-


ciones ‘responsables’ de los empresarios o las dirigidas a que sus firmas

10
La única alusión al tema se halló en Resolución #5 Empresas trasnacionales y
Responsabilidad social empresarial Memorias del encuentro nacional de sindicatos
de empresas multinacionales CUT CTC Programa país FNU Bogotá, octubre 29 y
30 de 2012.
Para una definición de este rentismo y descripción de diferentes modalidades de
11

ejercicio indebido de presiones corporativas sobre entes reguladores públicos y


Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 193

se comporten como ‘buenas ciudadanas’ es muy negativa; así mismo,


no se percibió ninguna expectativa por convertir esas políticas en espa-
cio de interacción constructiva. Sin embargo, respecto a otro elemento
relevante en la cuestión laboral actual, como es el planteamiento de la
OIT sobre trabajo decente, debe resaltarse que se percibe un buen nivel
de conocimiento y disposición entre sectores laborales de todas las ten-
dencias12, y aún en algunos espacios empresariales.

En el caso de la Central Unitaria de Trabajadores CUT, hace varios años


se conformó un área dedicada a temas relacionados con empresas mul-
tinacionales, y se considera a su responsable como el encargado del
tema de RSE. Sin embargo, la visión de la RSE no va más allá de una
desconfianza y de un rechazo comprensibles dentro de la tradición y
el contexto de antagonismo y confrontación que ha caracterizado las
relaciones entre sindicatos y sectores empresariales.

Por ello, el plan de acción que se deriva de la mencionada resolución


#5 considera la RSE como un factor a tomar en cuenta, pero no lo
aprecia como espacio para intervenir y ganar posiciones. Simplemente
plantean la necesidad de establecer redes y nexos con organizaciones
de otros países para estructurar una mejor resistencia a las firmas mul-
tinacionales, del mismo modo que: “Debatir, profundizar y definir el
concepto de «Responsabilidad Social Empresarial» acorde a la realidad
y necesidades de los trabajadores para confrontar las normas del Pacto
Mundial de la ONU y las directrices establecidas por la Organización de
Cooperación y Desarrollo Económico-OCDE”.

conductas tendientes obtener ventajas del Estado e imponer intereses particulares,


ver Azuero Zúñiga Francisco ‘La búsqueda de rentas: una revisión teórica y sus
expresiones en un país emergente’ 2015 (Hasta ahora solo disponle en: https://
www.youtube.com/watch?v=nU7mivPVhI0)
Una ONG importante en ese campo como es la Escuela Nacional Sindical ENS, ha
12

agitado con insistencia el decálogo del trabajo decente, como lo muestran diversos
textos promocionales y eventos que ha impulsado.
194 Controversia 207

Por otra parte, la situación de debilidad, estancamiento numérico13 y


atomización de los sindicatos en organizaciones de base y federaciones
separadas tampoco propicia que en torno a los programas de RSE se
construya un espacio de debate y concertación con los empresarios.
Las condiciones de antagonismo y exclusión reinantes en las relacio-
nes laborales, pero también el enclaustramiento de los directivos en las
negociaciones, agendas políticas, luchas internas y mantenimiento de
posiciones gremiales, dificulta los cambios de orientación al respecto.

Las oportunidades del posconflicto


La idea de posconflicto como etapa que sigue a la cesación de la con-
frontación en una sociedad es compleja, polémica y generadora de
interrogantes. De modo general y a riesgo de simplificar demasiado,
podemos decir que para algunos sectores se trataría de empezar a
construir la paz, recuperar la normalidad, estabilizar y recomponer la
sociedad. Desde otras perspectivas hay coincidencia con lo anterior,
pero se prefiere hablar de posacuerdo, porque consideran que el silen-
cio de las armas no significa que concluya el conflicto si, entre otras
cosas, no se reconocen y superan las causas y procesos históricos que
condujeron al enfrentamiento armado o se adelanten satisfactorios pro-
cesos de verdad, justicia y reparación que impliquen, sin excepción, a
todos los partícipes en la guerra.

Desde los estudios de empresa y el sector corporativo se ha analizado


la cuestión del conflicto y el posconflicto, los diversos roles que pue-
de tener una organización como afectada, promotora y participe de la
violencia, beneficiaria directa o indirecta de la calamidad reinante. En
relación con la RSE, se exploran muchas posibilidades y líneas de ac-

13
La tasa de afiliación más elevada ha sido el 13,4% del 1965 y para el año 2012 se
estimó en 4,2%, Ver Censos sindicales del Ministerio del Trabajo (1947 – 1984) y
ENS Censo sindical (1996 - 2012).
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 195

ción con las que las firmas podrían o deberían contribuir a la resolución
del conflicto, pero fundamentalmente a la creación de un nuevo esce-
nario de paz, que, entre otras cosas, redundará en mejores condiciones
para la actividad productiva (Prandi y Lozano, 2010).

Una destacada reflexión con la participación del gremio ANDI, sobre las
contribuciones posibles del empresariado a la construcción de una paz
sostenible, valora experiencias de RSE que se tuvieron entre 2009 y 2013
por parte de firmas comprometidas con la protección de los derechos
humanos. Se aprecia también la vinculación a iniciativas internacionales
voluntarias con el mismo propósito, la participación en diálogos de paz
y apoyo a procesos de reintegración socioeconómica de excombatientes.

Como contribución práctica, se estableció un observatorio de RSE, de-


rechos humanos y construcción de paz para compilar y difundir todas
las experiencias útiles en la materia (ANDI, NIR, FIP, 2014).

Aunque se considera muy importante contribuir a la reinserción de ex-


combatientes y el apoyo a víctimas, un estudio sobre modalidades de
contribución al posconflicto por parte de firmas multinacionales de ori-
gen colombiano señala que solo el 25% los vincula como empleados, en
tanto que la mayoría prefiere ayudarlos a través de Programas de desarro-
llo y paz y dar donaciones a Fundaciones (Jiménez, Gabriel, 2014 p.87).

Respecto a la sostenibilidad de los programas se destaca el compro-


miso de los líderes; sin embargo, existe un predominio de situaciones
en que los programas descansan sobre la actividad de cargos medios
y bajos que trabajan con las comunidades sin que estos esfuerzos de
construcción de paz hagan parte del núcleo de la operación empre-
sarial. En cuanto a los montos de financiación hay la impresión de
que “tienden a ser muy desiguales entre tipos de empresas y que, en
general, tienden a ser bajos, volátiles y vulnerables al desempeño eco-
nómico anual de las empresas” (Rettberg y Rivas, 2012, p.339).
196 Controversia 207

En síntesis, de los pocos estudios disponibles y la diversa información


de los medios de comunicación, se concluye que la manera como las
empresas están contribuyendo a las tareas del posconflicto se funda-
menta en los paradigmas de RSE que ya habían adoptado. Se trata de
una variada gama de acciones como la simple no implicación para “no
hacer daño”, fomento de elementos “conectores” —para reducir ten-
siones sociales—, participación en planes de construcción de la paz,
desempeño como negociadores, facilitadores, inversionistas en fondos
o proyectos de desarrollo dirigidos a combatientes desmovilizados o
las comunidades y grupos de víctimas; asesoría técnica en actividad
empresarial y desarrollo productivo.

Sin embargo, estos aportes tangibles no ocultan la ausencia de otros


que son importantes en los modelos de RSE y que podrían ser muy
decisivos con referencia a los acuerdos de paz, como las políticas de
inclusión, transparencia, valoración de los grupos de interés, trabajo
decente, diálogo social. Aunque se menciona con frecuencia estos pro-
pósitos, es evidente que dentro de las acciones empresariales tienen
una menor influencia.

En el terreno de las relaciones laborales, se evidencia la misma tenden-


cia, ya que los empresarios colombianos, en su mayoría permeados por
valores paternalistas, parecen satisfechos con sus facultades de manejo
autocrático y discrecional de las firmas, sin instancias de acuerdo o
compromiso con sectores laborales. Vemos entonces que se da una re-
producción de sus ya naturalizadas prácticas de exclusión de cualquier
vestigio de representación laboral autónoma y debilitamiento de las
pocas que superviven mediante los pactos colectivos y las contratacio-
nes tercerizadas. Los sectores de grandes consorcios, más obligados a
fijar posiciones públicas, tienen tanto en sus realizaciones de RSE como
en sus certificaciones y posiciones de rankings e indicadores las justi-
ficaciones y argumentos unilaterales para reclamar legitimidad ante la
sociedad, sin diálogos o acuerdos de alguna significación.
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 197

En la situación actual, la RSE se ha convertido en un elemento orien-


tador importante para las firmas en la definición de sus acciones ante
las exigencias del posconflicto. Sin embargo, entre la variedad de pa-
radigmas y programas posibles para diseñar han tenido preeminencia
los que implican contribuciones materiales (asesoría, ayuda, recursos);
mientras que no se avanza en los que suponen cambiar las relaciones
con grupos de interés significativos en este momento histórico como
los trabajadores.

Si a esta predominante forma empresarial de contribuir al posconflic-


to, sin cambios de actitud ante sectores laborales significativos, en lo
que sería el ámbito de la RSE interna, se agrega lo descrito antes sobre
desconocimiento, escepticismo y desconfianza de los líderes sindicales
respecto a las prácticas de RSE, es evidente que se van a desaprovechar
las posibilidades de generar cambios de fondo en el comienzo mismo
de una etapa que se considera trascendental para el país.

Así mismo, habría una notoria incongruencia frente a las expectati-


vas de participación y diálogo incesantemente expresadas en los dos
acuerdos de paz firmados entre el Gobierno y la insurgencia. En tales
documentos, diálogo y participación, estructurados en sistemas, instan-
cias, escenarios, y mecanismos, etcétera, están ligados a la construcción
de confianza, a la promoción de una cultura de tolerancia, respeto y
convivencia; inclusión de comunidades, surgimiento de nuevas fuerzas
para enriquecer los debates sociales14.

Así pues, la RSE más allá de los estrechos marcos de la dádiva de relacio-
nes públicas de las firmas y de la indiferencia escéptica de los sindicatos,
podría ser un mecanismo de entendimiento y transformación. Más aún

Ver: ‘Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz
14

estable y duradera’, Agosto 24 de 2016; ‘Nuevo acuerdo final de Paz’ Noviembre


24 de 2016.
198 Controversia 207

cuando parece posible concluir la prolongada confrontación y se confía


en el comienzo de una etapa nueva y abierta a cambios sociopolíticos
positivos. Corresponde a los actores sociales empresarios y trabajadores
estructurar nuevas formas de acción para evitar que ocurra una simple
mutación de la democracia precaria, la desigualdad y los sistemas de
imposición construidos bajo la intimidación y pasividad generada por
la guerra.

Conclusión
A diferencia de lo que se percibe en otros países, de modo especial en
las organizaciones obreras de sectores multinacionales, los sindicatos
colombianos no se han planteado hasta ahora reclamar y asumir un rol
participativo y polémico frente a los discursos y prácticas de RSE de
las firmas. No parece visualizarse la posibilidad de convertir este tipo
de acciones unilaterales y voluntarias de las empresas en un motivo de
diálogo y construcción de mejores escenarios para el entendimiento.

Es obvio que entre firmas y sindicatos ha reinado por mucho tiempo la


incomunicación, una mutua y arraigada visión distorsionada del otro y
la limitación de las interacciones a la mecánica de la negociación y el
pliego petitorio. Se trata de condiciones que impiden concebir por parte
de los trabajadores, la posibilidad de incursionar en este contexto de las
acciones de RSE.

Es evidente que en este estado de cosas influye una larga historia de


hegemonía bipartidista oligárquica, debilidad de sectores sindicales y
nuevas corrientes políticas, precario desarrollo de la democracia y las
instituciones de ciudadanía y protección social. A lo largo de décadas,
dilatados esfuerzos de concertación no han llevado a conformar un
marco de entendimientos y auténtico reconocimiento al sector labo-
ral (Celis, Toro y Valero 2014). La fuerza política y negociadora de los
sindicatos no sustentada en una capacidad de movilización de los tra-
bajadores o en acuerdos políticos de amplio alcance fracasa intentando
Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el posconflicto
colombiano: ¿una oportunidad para el dialogo social? 199

revertir fuertes y arraigadas tendencias de exclusión y debilitamiento


como actor social en el espacio político colombiano.

Cuando se trata de construir una imagen, interactuar restringidamente


con sectores de la sociedad o responder por posibles perjuicios ocasio-
nados, los variados instrumentos de la RSE son cada vez más el recurso
empleado por las firmas y, al parecer, lo serán en mayor medida en el
nuevo contexto socio político del llamado posacuerdo. Sin embargo,
hasta ahora estos medios de proyección de las empresas a los grupos
de interés son de una sola vía, percibidos como canales para entregar
variables apoyos tangibles, mecanismos propagandísticos sin interlocu-
tores activos, cuando no diálogos de convencidos que no sobrepasan
niveles organizativos y sociales restringidos.

Es indudable que en la etapa de posconflicto se requerirá una más


transparente y democrática interacción entre las firmas y todos los sec-
tores de la sociedad, entre ellos los trabajadores, que genere nuevas
posibilidades y espacios de diálogo que construyan verdaderos proce-
sos participativos y de inclusión. En tal escenario, tendrían más sentido
los programas de RSE o cualquier otro mecanismo tendiente a superar
no solo los impactos adversos del conflicto, sino también los de la glo-
balización neoliberal que, en muchos casos, están íntimamente ligados.
200 Controversia 207

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E
5.
El tema laboral en las
negociaciones de los TLC:
lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los
Estados Unidos y la Unión Europea
206 Controversia 207
El tema laboral en las negociaciones de
los TLC: lecciones de las experiencias
de Colombia frente a los TLC con los
Estados Unidos y la Unión Europea1
Por Daniel Hawkins2

Introducción

L
a política estatal de promover negociaciones para tratados de li-
bre comercio (TLC) con los socios comerciales más importantes
de Colombia ha sido uno de los ejes prioritarios de los últimos
cuatro gobiernos. Fue el expresidente Álvaro Uribe Vélez el primero
en formalizar negociaciones con los Estados Unidos (EE. UU.) y la
Unión Europea (UE), los dos mercados más grandes del planeta, para
poder ampliar las preferencias comerciales para productos colombianos
y generar empleos y mayor competitividad. A pesar de los profundos
desacuerdos entre académicos sobre los beneficios (Bwagwhati, 2004;
Boskin, 2015; OCDE, 2002) o las desventajas de firmar este tipo de
acuerdos comerciales y políticos (Scherrer, 2014; Stiglitz, 2013; Wade,
2004), los recientes gobiernos de Colombia nunca quisieron debatir
sobre su estrategia de integración económica y apertura comercial, a
través de acuerdos bilaterales, donde las asimetrías económicas y el

1
Artículo recibido en julio de 2106
Artículo aprobado en noviembre de 2016.
2
Director del Área de Investigación de la Escuela Nacional Sindical. Tiene un Ph.D.
en Ciencias Sociales de la Universidad de Kassel, Alemania y un posdoctorado
del Centro Global de Derechos de los Trabajadores de la Universidad Estatal del
Pennsylvania, Estados Unidos.
208 Controversia 207

poder de negociación eran muy evidentes. Al contrario, el expresidente


Uribe, en vísperas de concluir las negociaciones con el equipo estadou-
nidense, en 2006, dijo que ese TLC “beneficia a todas las regiones del
país y a todos los sectores de la producción” (Jiménez, 2006) y en otro
discurso aclaró que él firmara a ese TLC aún sí “le llovieran rayos y
centellas” (Portafolio, 2006).

El actual presidente Santos, durante su primer gobierno, tomó las


riendas de Uribe en la política económica y siguió la misma línea, tra-
tando de atraer al capital extranjero al país y aprobar los grandes TLC
que llevaban años en aprietos políticos por el pésimo récord que tenía
Colombia en términos de la persecución y violencia en contra de sin-
dicalistas y los defensores de derechos humanos, además de la poca
efectividad institucional en lograr hacer cumplir las leyes laborales.

Al mismo tiempo que los dos últimos presidentes de Colombia veían que
sus dos TLC más importantes estaban estancados y se desesperaban en
buscar la fórmula para lograr que sus trámites en el Congreso estadou-
nidense y el Parlamento Europeo, respectivamente, dieran frutos, sus
dos socios, ambos con mucha experiencia en negociar, firmar y aprobar
TLC con diversos países del Sur, decidieron optar por dos estrategias su-
tilmente distintas que podrían comprometer al Gobierno colombiano en
mejorar su protección a los derechos laborales y fortalecer su capacidad
para implementar su legislación laboral. Tanto las iniciativas del Gobier-
no estadounidense como las promovidas por diputados del Parlamento
Europeo y los funcionarios de la Comisión Europea siguieron una ruta
muy experimentada que combinó capítulos sobre temas laborales dentro
de los TLC con unos acuerdos laborales paralelos.

En el caso estadounidense, se complementaron el capítulo laboral (17)


del TLC con un Plan de Acción Laboral (PAL) firmado por los presiden-
tes Obama y Santos en abril de 2011. La UE, por su parte, reprodujo un
capítulo sobre comercio y desarrollo sostenible, previamente encontra-
do en el TLC que esta entidad europea firmó con Corea del Sur, lo cual
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 209

buscó profundizar la cooperación y el diálogo en temas laborales y am-


bientales, y después, el Parlamento Europeo, en junio de 2012, aprobó
una hoja de ruta para el Gobierno colombiano (Resolución 2628) que
sugería mejoras en diversos temas relacionados con la protección y
garantía de los derechos laborales y los derechos de las víctimas en
Colombia.

En términos de su capacidad para destrabar ambos TLC y lograr su


aprobación definitiva, los dos modelos utilizados por el Gobierno es-
tadounidense y la UE fueron exitosos: el TLC con los EE. UU. entró en
vigencia en mayo de 2012 y el TLC con la UE se implementó parcial-
mente en agosto de 2013. Pero ¿hasta qué punto se puede argumentar
que ambos modelos, diseñados para mejorar la protección de los dere-
chos sociales en Colombia, tuvieron los impactos prometidos? ¿Se puede
comparar las formas de negociación adoptadas por los EE. UU. y la UE
con respecto a temas laborales dentro de las negociaciones amplias de
sus respectivos tratados de libre comercio? Al analizar ambos modelos
de negociación, ¿qué lecciones podemos aprender de esas experiencias,
no tanto sobre sus impactos concretos en la protección de los derechos
laborales en Colombia varios años después de su acogida, sino como ma-
nera de comprender el cómo y el porqué se utilizan estos dos modelos?
Y finalmente, ¿hasta qué punto podemos comprender estos dos modelos
de negociación como manifestaciones de las diferencias institucionales
y estructuras sociopolíticas en los EE. UU. y la UE respectivamente?

El presente artículo pretende responder a estas reflexiones y ofrecer un


análisis comparativo de los estilos y modelos de negociación de temas
laborales en los TLC de los EE. UU., primero, y la UE, luego, enfocán-
dose en la experiencia concreta de sus negociaciones con Colombia.
En el país, a pesar de muchas discusiones centradas en las ventajas
y desventajas de los TLC, la mayoría de ellas se han enfocado en los
impactos económicos, mas no en la situación de los derechos laborales
y los mecanismos utilizados para protegerlos. Este artículo pretende
cambiar este enfoque.
210 Controversia 207

Primero, se examinará el PAL como acuerdo laboral paralelo para Co-


lombia, pero también como una herramienta de negociación utilizada
por el Gobierno estadounidense en numerosas ocasiones en las úl-
timas dos décadas. Luego del análisis del PAL y la forma en que se
complementa y avanza en la estrategia estadounidense de combinar
mecanismos legales que contemplan posibles sanciones por violacio-
nes laborales con acuerdos bilaterales que sean monitoreados, mas no
judicializados, se examinarán las diferencias en la estrategia europea
de proteger derechos y estándares laborales a través de la cooperación
y diálogo entre actores gubernamentales y la sociedad civil. El artículo
concluye con unas reflexiones sobre las lecciones más importantes de
estas dos experiencias, como paso para entender las estructuras insti-
tucionales que moldean los modelos de negociación de temas laborales
que utilizan los EE. UU. y la UE y para presionar por un cambio sustan-
tivo en estos modelos frente a su inefectividad en brindar herramientas
y mecanismos adecuados para la protección y garantía de los derechos
laborales en países como Colombia.

El Plan de Acción Laboral, un nuevo acuerdo para


proteger y garantizar los derechos laborales en el
marco de los tratados de libre comercio
El Plan de Acción Laboral (PAL), firmado el 7 de abril de 2011 entre los
presidentes Obama y Santos, fue la herramienta clave para asegurar el
paso del TLC entre ambos países por el Congreso estadounidense y su
posterior firma y ratificación presidencial, después de casi cinco años
de estancamiento3. Antes de la firma de este plan, el TLC en cuestión
había estado congelado en el Congreso estadounidense debido a los
altos índices de violencia antisindical y la impunidad reinante, el pre-
cario estado de los derechos laborales fundamentales y el panorama

3
Colombia y los Estados Unidos firmaron el TLC el 22 de noviembre de 2006, tres
años después de la apertura de las negociaciones (el 18 de noviembre de 2003).
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 211

general de condiciones de trabajo indecentes en Colombia. Debido a


estas preocupaciones inmediatas, se diseñó el Plan de Acción Laboral
(PAL) y se propuso convencer al presidente de Colombia, Juan Manuel
Santos, para que se comprometiera con 37 medidas concretas sobre
diez temas relacionados con la protección de los derechos de los tra-
bajadores del país.

Con la firma del PAL se dio vía libre a la aprobación del TLC y ese
mismo año, en octubre, el Congreso estadounidense y el presidente
Obama firmaron dicho acuerdo, aún sin tener claro si las medidas su-
geridas serían adoptadas total o parcialmente y si estas tendrían efecto
sobre las realidades que se querían cambiar. Si bien el PAL fue un
mecanismo exitoso para desbloquear la firma del TLC, no ha sido una
estrategia ni eficiente, ni única, ni novedosa, cuando se recuerdan los
muchos otros acuerdos laborales paralelos o los capítulos sobre es-
tándares laborales que forman parte de los TLC negociados entre los
EE. UU y países del Sur. El PAL fue, en realidad, otro intento más para
supeditar los derechos laborales con los tratados de libre comercio que
se expandieron significativamente durante la década de los 90 y a prin-
cipios del siglo actual.

Una breve reseña de los acuerdos laborales parale-


los anteriores del PAL
El TLC entre Estados Unidos, Canadá y México, Nafta (por sus siglas en
inglés) incluyó un acuerdo laboral paralelo (conocido como el Acuerdo
Norte Americano sobre Cooperación Laboral, Naalc, por sus siglas en
inglés). Este acuerdo ofreció cobertura para varios derechos laborales
fundamentales como la libertad de asociación, la negociación colectiva,
la abolición de las peores formas de trabajo infantil, la prohibición de
trabajo forzoso, además de otros derechos más instrumentales, aso-
ciados con el respeto por el salario mínimo, las jornadas laborales y
estándares mínimos sobre salud y seguridad en el trabajo (Burgess,
2010; Polaski, 2004). Adicionalmente, el Naalc estableció provisiones
212 Controversia 207

para los derechos de trabajadores migrantes y para las compensacio-


nes para accidentes en el trabajo. En total, el Naalc estableció once
“principios rectores”, los cuales cada signatario del TLC en cuestión se
comprometió a promover de acuerdo con sus leyes laborales nacionales
(Doumbia-Henry y Gravel, 2006, p.191).

Se ha planteado que el Naalc, aunque bastante limitado en la manera


en que protege a los derechos laborales, sí logró abrir nuevos espacios
para construir coaliciones y tomar acciones concretas para el avance
de los intereses de trabajadores y el movimiento sindical, sobre todo a
través de los mecanismos de quejas establecidos (Compa, 2001). Pero
en términos de su efectividad para mejorar las condiciones laborales y
proteger a los derechos laborales fundamentales en México, la eviden-
cia puntea hacía un fracaso rotundo4.

Desde sus inicios, las críticas sobre la forma en que se había tratado
los estándares y derechos laborales en Nafta fueron diversas y amplias,
pero este modelo de acuerdo laboral paralelo al TLC, con retórica sobre
los derechos laborales y mecanismos de quejas por violaciones siste-
máticas a estos derechos, volvió a estar presente en varios de los TLC
negociados por los EE. UU. en el siglo XXI, aunque cada uno con sus
acápites especiales.

4
Véanse algunos de los estudios sobre las múltiples formas en las cuales se nota la
falencia del Naalc para brindar una protección efectiva a los derechos de libertad
sindical y en erradicar las peores formas de trabajo infantil y trabajo forzoso: Bou-
zas, José Alfonso Ortiz (Coord.) (2009). Evaluación de la contratación colectiva
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El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 213

En julio de 2005 el Congreso estadounidense aprobó el TLC con Centro


América y la República Dominicana (Cafta-DR, por sus siglas en in-
glés5). Este TLC, además de incluir cláusulas que explican la necesidad
que cada país signatario respete los derechos laborales fundamentales
de la OIT, con énfasis especial en la reducción de la discriminación de
género en zonas francas y la disminución de las peores formas de traba-
jo infantil, también instó a las partes firmantes a implementar sus leyes
laborales, so pena de enfrentar sanciones comerciales y evaluaciones
financieras potenciales. Adicionalmente, se incluyó un mecanismo para
la cooperación laboral y la construcción de capacidades (anexo 16.5 del
acuerdo), el cual priorizó cinco puntos para desarrollar la capacidad
institucional, de modo que permitiera regular las relaciones laborales y
hacer cumplir las leyes.

Para poder implementar este mecanismo, el Gobierno estadounidense


inicialmente destinó 20 millones de dólares para que los países socios
pudieran modernizar y empoderar sus ministerios de trabajo de tal for-
ma que estos podrían “hacer inspecciones y resolver conflictos laborales
con un enfoque de transparencia, objetividad y con responsabilidad”
(Doumbia-Henry y Gravel, 2006, p.195); un camino bastante parecido
al recorrido en el PAL con Colombia. Existen pocos trabajos académi-
cos sobre los resultados concretos de estos esfuerzos para mejorar la
capacidad institucional, sobre todo con respecto a la efectividad de los
sistemas de inspección de trabajo (para una excepción, véase Schrank,
2013). Y aunque se ha utilizado el mecanismo de quejas para solicitar

Disponible en: htpp://workersrights.org/Freports/WRC%20Findings%20and%20


Recommendations%20re%20Arneses%20y%20Accesorios%20 de%20Mexico%20
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Este TLC cubrió los siguientes países: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Hondu-
5

ras, Nicaragua, la República Dominicana y los EE. UU.


214 Controversia 207

investigaciones y sanciones a países de Centroamérica que han violado


los estándares laborales contenidos en el Nafta y el Cafta-DR (México,
Guatemala, Honduras y República Dominicana), solo uno —el caso de
Guatemala— ha logrado llegar a la etapa final de resolución y sanción
potencial. Los demás vacilaron en interminables procesos de diálogo,
consultas y conferencias. Y hoy en día, casi diez años desde que aquel
TLC entró en vigencia, y 22 desde la ratificación del Nafta, no hay ningu-
na sanción interpuesta a alguno de los países implicados por violaciones
en materia laboral.

¿Cómo se diferencia el PAL de los acuerdos


laborales anteriores en la región?
Es justo decir que a través la implementación del PAL, al igual que para
los otros acuerdos paralelos y los capítulos laborales específicos en los
TLC firmados con los EE. UU., se avanzó en plantear rutas y metas
más concretas para la protección de los derechos laborales y sindicales
en comparación con las anteriores estipulaciones sobre temas labora-
les encontradas, por ejemplo, en el Sistema General de Preferencias
(GSP), la iniciativa de la Cuenca Caribeña (CBI), y el Acuerdo de Pre-
ferencias Arancelarias para los Países Andinos (Atpa), posteriormente,
el Atpa/DEA6.

La principal diferencia entre el PAL y el Naalc y los componentes so-


bre estándares laborales del Cafta-DR tiene que ver con su enfoque
sobre la protección a sindicalistas amenazados (tema 8) y las reformas
hechas al sistema de justicia para intentar acabar con la impunidad
por casos de violencia en contra de sindicalistas colombianos (tema

6
Es importante anotar que el Atpa/DEA estaba más asociado al cumplimiento de los
países andinos con respecto a sus políticas de antinarcóticos, siguiendo las líneas
determinadas por la DEA. Véase: Patel-Campillo, Anouk (2010). Rival commodity
chains: Agency and regulation in the US and Colombian cut flower agro-industries.
Review of International Political Economy, 17(1), 77-102.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 215

9). Adicionalmente, hubo un énfasis en el PAL sobre la necesidad de


acabar con prácticas de intermediación laboral ilegal (tema 3), sobre
todo en las cooperativas de trabajo asociado (CTA), las cuales violaban
muchos de los derechos fundamentales de los trabajadores en benefi-
cio de las empresas.

Se repitió el enfoque sobre el fortalecimiento institucional (tema 1),


principalmente a través de la creación del Ministerio de Trabajo y la
expansión y profesionalización de su planta de inspectores del trabajo.
Adicionalmente, varios temas intentaron diseñar medidas legislativas
que protegieran mejor las libertades sindicales (temas 2, 5 y 7). Inclu-
so, como documento de compromiso político, el PAL logró recopilar
y mejorar los enfoques incluidos dentro del Naalc y el Cafta-DR. No
obstante, tener un documento bien escrito y con claridad sobre cada
medida no significa que su traducción en política siguiera las mis-
mas líneas. La principal falencia del PAL, así como ha pasado con las
experiencias anteriores en la región, tiene que ver con su naturaleza
voluntaria. Mientras que muchas de las medidas legislativas del PAL se
establecieron como obligatorias, para asegurar que se aprobara el TLC,
una vez que el presidente Obama ratificó ese acuerdo, la implementa-
ción continua de las medidas del PAL carecía de esa obligación, igual
que se carecían de “criterios estándares o un mecanismo de evaluación
individual”, como ha mencionado la AFLCIO en una reciente publica-
ción (AFL-CIO, 2016, p.4).

Es así que más de cinco años después de la firma del PAL estamos
ante una situación en la que a pesar de las evidentes mejoras en la
regulación estatal de las relaciones laborales del país (sobre todo con
respecto a la creación del Ministerio de Trabajo, la ampliación de la
planta de inspectores y la modernización del sistema de inspección
laboral, el fortalecimiento de los sistemas de protección de sindicalis-
tas amenazados y el gradual avance investigativo contra los miles de
crímenes cometidos contra sindicalistas colombianos), muchos de los
diez temas y las 37 medidas concretas del acuerdo no se han cumplido
216 Controversia 207

a cabalidad y miles de trabajadores colombianos siguen laborando sin


poder ejercer sus derechos y muchas organizaciones sindicales siguen
esperando que el Ministerio y la Fiscalía actúen de acuerdo con lo
establecido en el PAL, para garantizar que la actividad sindical sea
protegida y fortalecida, no atacada y menospreciada, como pasa con
frecuencia hoy en día.

El TLC entre Colombia, Perú y la Unión Europea:


¿un avance para los derechos laborales en
Colombia?
El TLC entre Colombia, Perú y la Unión Europea, firmado en Bélgica en
junio de 2012, tuvo un plazo entre las negociaciones y la aprobación
política bastante distinto que la experiencia del TLC entre Colombia y
los EE. UU. Originalmente, se empezaron las negociaciones entre los
países andinos (Colombia, Perú y Ecuador) y la Comisión de la UE7
en enero de 2009, pero poco tiempo después Ecuador suspendió su
participación, así que las negociaciones entre las tres partes restantes
culminaron en marzo de 2010. En otras palabras, podríamos plantear
que, dado que las negociaciones para este TLC tuvieron lugar después
de la terminación de las negociaciones con el equipo estadounidense,
para reflexionar sobre su estrategia de negociación, se esperaría que
el Gobierno colombiano hubiera aprendido de las lecciones del TLC
con los EE. UU., sobre todo de los problemas asociados a la falta de
una protección adecuada de los derechos laborales y sindicales en el
país, que resultaron ser el talón de Aquiles en la aprobación política
de dicho TLC en Estados Unidos. Obviamente, pensar así sería, pri-
mero, sobredimensionar el poder político-económico de Colombia y
Perú en estas negociaciones, y segundo, equivocarse al pensar que
los modelos de negociación estadounidense habrían sido iguales que

7
La Comisión de la Unión Europea tiene facultad de iniciar y concluir todas las
negociaciones comerciales con países socios.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 217

los modelos de la Unión Europea, tanto en términos de forma como


de sustancia.

Aunque la historia reciente de ambos bloques comerciales ilustra su


creciente preferencia para impulsar la liberalización comercial a través
de la negociación de acuerdos comerciales bilaterales o regionales, en
vez de la táctica prevalente durante las primeras décadas después de
la Segunda Guerra Mundial (SGM) de promover negociaciones multi-
laterales, primero a través del GATT (Acuerdo General sobre Comercio
y Aranceles) y luego con la Organización Mundial de Comercio (OMC)
(Aghion, Antrás y Helpman, 2007), se ha planteado que, con respecto
a su política comercial y su relación con cuestiones sociales, sobre
todo en relación con estándares laborales, la Unión Europea es distin-
ta a los Estados Unidos por el hecho de que no tiene un “modelo de
TLC” (acuerdos de asociación económica) que utilice al momento de
negociar acuerdos con países diversos (Woolcock, 2007). Pero quizá
en años más recientes la UE, como forma de armonizar sus diversas
negociaciones en camino, ha diseñado un tipo de modelo social para
sus nuevos TLC.

Por cierto, aunque los TLC negociados por la UE han aumentado en nú-
mero durante el nuevo siglo8, fue a partir de la Estrategia Comercial de
la Europa Global, en 2006, que se pudo evidenciar cómo la Comisión
Europea, entidad responsable por las negociaciones comerciales9, además
de diseñar y presentar cualquier normatividad de la UE, profundizó su
política de acelerar las negociaciones a través de la estrategia de promover
instancias de “cooperación” en temas sociales (Van den Putte et al., 2015).

Vean la lista de negociaciones concluidas y TLC vigentes de la UE aquí: http://


8

ec.europa.eu/trade/policy/countries-and-regions/agreements/#_other-countries
(recuperado el 4 de agosto de 2016).
Desde el año 2009, la comisión obtuvo el dominio sobre las negociaciones de los
9

acuerdos de inversión firmados por la UE.


218 Controversia 207

A propósito, uno de los marcos que ha distinguido la aproximación de


la Comisión Europea a estándares laborales y sociales en las negocia-
ciones de los TLC de la UE al enfoque del Gobierno estadounidense ha
sido, precisamente, su preferencia por adoptar una posición que resalta
instancias de cooperación entre las partes firmantes en vez de estipu-
lar posibles sanciones por la violación de provisiones laborales en los
TLC (Compa, 2014). Y en años recientes, este marco cooperativo se ha
ampliado, como la mejor manera de alcanzar lo que se definió como
una nueva competitividad (Yencken, 2016). Pero, exactamente, ¿cómo
se diferencian estos dos modelos de TLC en relación con los estándares
laborales promovidos por la UE y los EE. UU.?

¿En qué se basa el supuesto marco cooperativo del


nuevo modelo TLC de la UE?
Mientras que la posibilidad sancionatoria por violación de las provisio-
nes laborales existía desde el TLC entre los EE. UU.-Canadá-México,
como ya mencionamos, desde esa misma década, los 90, la UE había
propuesta adoptar una política de negociar TLC y otros acuerdos co-
merciales donde el diálogo prevalecía sobre el castigo (Concejo de la
Unión Europea, 1999). Pero sin lugar a dudas, en términos de su acer-
camiento a estándares y provisiones laborales, los TLC negociados por
la UE en años recientes son fundamentalmente distintos que los TLC
firmados hace más de una década. Por ejemplo, los TLC firmados con
Chile (2002) y México (2000) no incluyeron una mención explícita de
los derechos laborales. En reemplazo, el artículo 1 de ambos acuerdos
planteó el vínculo entre el respeto por los principios democráticos y los
derechos humanos fundamentales y “las políticas internas y externas
de las partes firmantes, constituyéndose así como un elemento esencial
[…]” (Compa, 2014, p.130). No obstante, esta cláusula no existe como
mecanismo legalmente vinculante (Meyer, 2005). Solo después de 2006,
bajo el rubro de esa nueva estrategia “competitiva” de la UE en sus
políticas de negociación y apertura comercial, se vio aparecer lo que al-
gunos han llamado los TLC de “la nueva generación” (Yencken, 2016).
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 219

Sobre todo, a partir de la firma del TLC entre la UE y Corea (2010) se


combinó la “cláusula democrática”, encontrada en los TLC de Chile y
México (entre otros), con extensivas referencias sobre derechos y están-
dares laborales (Compa, 2014, p.130). Fue en este TLC que apareció un
capítulo sobre “Comercio y desarrollo sostenible” donde se encuentran
los planteamientos relacionados con temas y derechos laborales y am-
bientales, un aparte que reaparece en el TLC firmado con Colombia y
Perú. De acuerdo con algunos analistas europeos, la inclusión de este
nuevo capítulo a los más recientes TLC negociados con países en vías
de desarrollo, como Colombia, ha profundizado el compromiso social
en las negociaciones comerciales de la UE en tres maneras (Van den
Putte et al., 2013). Primero, el alcance de las normas sociales se ha
profundizado y ampliado. Mientras que en los TLC firmados a princi-
pios del presente siglo se hablaban de normas sociales como áreas de
cooperación, en los TLC más recientes son referidas como derechos
humanos. Segundo, en los nuevos TLC se han abierto algunas formas
semijurídicas para resolver disputas laborales10.

Y tercero, los nuevos TLC incluyen instancias para la participación de


actores no gubernamentales sobre cuestiones relacionados con temas
laborales y ambientales (Van den Putte et al., 2015, p.2).

Es cierto que la ampliación de espacios para discutir la implementación


de los TLC nuevos con respecto a disputas laborales puede profundi-
zar la cooperación, pero no alcanza ser una sustitución comparable
de mecanismos concretos que obligan el cumplimiento de derechos y
estándares laborales (Compa, 2014, p.131). Y es en este punto donde se
diferencian los modelos de la UE y el estadounidense, y no por ser dos
opuestos irreconocibles entre la “zanahoria” y el “garrote”; hay mucha

De acuerdo con Van den Putte et al. (2015, p.2) en la primera instancia se puede
10

iniciar consultas gubernamentales para discutir el asunto, y si no llega a un


acuerdo, se puede crear un panel de expertos encargado de buscar una resolución.
220 Controversia 207

más sutileza en cómo se relacionan las instancias de cooperación para


temas laborales del modelo de la UE y los mecanismos concretos de
posibles sanciones incluidos en el modelo estadounidense.

Ya hemos analizado como el Plan de Acción Laboral (PAL) firmado


por los presidentes Obama y Santos, en 2011, siguió el camino iniciado
hace 22 años tras la firma de Naalc (Acuerdo Norteamericano sobre
Cooperación Laboral), el cual fue un acuerdo paralelo al Nafta. Todos
los acuerdos laborales paralelos —firmados durante los años restantes,
incluido el PAL— carecieron de mecanismos sancionatorios y fueron,
más bien, compromisos entre los Gobiernos de los países firmantes
para mejorar la regulación de las relaciones laborales, protegiendo dere-
chos laborales específicos, dependiendo del contexto concreto de cada
país involucrado. Pero aunque formalmente no fueron más que acuer-
dos voluntarios entre gobiernos, firmados para destrabar la aprobación
de los TLC en el Congreso estadounidense, todos abrían la posibilidad
de que los movimientos sindicales respectivos pudieran incidir, a través
del monitoreo y la presión, para que cada tema mencionado y cada
compromiso adquirido fueran implementados.

En el caso del PAL, el Gobierno colombiano fue presionado a publicar


informes sobre el estado de su implementación cada año y el mismo
representante de Asuntos Comerciales del Gobierno estadounidense
(USTR) replicó con sus propios informes sobre los avances y temas
por mejorar en la implementación del PAL. Hubo consultas continuas
entre las centrales sindicales colombianas, el Centro de Solidaridad de
la AFL-CIO, la Escuela Nacional Sindical (ENS) y funcionarios de la
Embajada Estadounidense en Colombia, así como un proceso de re-
troalimentación con funcionarios del Departamento de Trabajo (Usdol)
de los EE. UU. y miembros del Congreso estadounidense, durante los
últimos cinco años, como forma de contrastar lo dicho y publicado por
el Ministerio de Trabajo de Colombia con lo percibido y publicado por
el sindicalismo colombiano y las ONG asociadas.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 221

Al mismo tiempo se pudo depositar, en mayo de 2016, una queja


formal contra el Gobierno colombiano por sus incumplimientos y vio-
laciones al capítulo laboral del TLC con los EE. UU. (capítulo 17),
presentada ante el departamento de Comercio y la Oficina de Asuntos
Laborales (Ilab, en inglés) de ese país, por parte de varias organiza-
ciones sindicales y laborales de los EE. UU. y Colombia. Esta queja
no significa que los EE. UU. terminarán por sancionar al Gobierno
colombiano. Pero abre la posibilidad que las violaciones laborales no
queden en el olvido; que se discutan, que se investiguen y que el
Gobierno estadounidense mantenga una presión sobre los gobiernos
de países con demandas formales. Comparando las experiencias co-
lombianas del TLC con los EE. UU. frente al TLC con Perú y la UE, se
podría apreciar lo débil que resultan ser las instancias de cooperación
asociadas con este último.

¿Exactamente qué mecanismos de cooperación hay


en el capítulo sobre comercio sostenible y desarrollo
del TLC entre Colombia, Perú y la Unión Europea?

Siguiendo el modelo utilizado para las negociaciones con Corea del Sur,
como parte del TLC con Colombia y Perú, la Unión Europea (UE) pro-
puso la inclusión de un capítulo en ese acuerdo donde se plantearan
las protecciones y garantías sobre temas laborales y ambientales y, de
modo más general, para reiterar la importancia de vincular asuntos de
comercio con el trabajo y el medioambiente: el título IX sobre Comercio y
desarrollo sostenible. El preámbulo de este título hace referencia a varias
de las declaraciones internacionales y multilaterales más importantes
sobre el medioambiente, el desarrollo y el trabajo decente, como manera
de subrayar el compromiso de las partes firmantes del TLC con el fin de

promover el comercio internacional de tal manera que se contribuye al ob-


jetivo del desarrollo sostenible y para trabajar por integrar y reflejar este
objetivo en sus relaciones comerciales. En particular, las partes subrayan el
222 Controversia 207

beneficio de considerar asuntos laborales y medioambientales relacionados


con el comercio como parte de un enfoque global sobre comercio y desarro-
llo sostenible11.

El artículo 267 de dicho título propone la necesidad que las tres par-
tes: “(b)12 fortalezcan el cumplimiento de las legislaciones laborales y
medioambientales de cada parte”; “(d) fortalezcan el compromiso con
los principios y derechos laborales de acuerdo con las provisiones del
presente título”; y “(e) promuevan la participación pública en asuntos
cubiertos bajo este título”. Preocupa, sin embargo, la falta de unos me-
canismos vinculantes para asegurar que estos propósitos anunciados
queden inscritos en las políticas públicas de cada firmante, es decir, en
ese título no se establece ningún compromiso concreto y mucho menos
obligaciones para que cada país firmante realmente “mejore” la aplica-
ción de sus leyes laborales y las leyes sobre el medioambiente. Incluso,
en el artículo 268 de ese título, sobre el derecho a regular y sobre nive-
les de protección, se hace explícito que cada firmante tiene el “derecho
soberano […] a establecer sus políticas y prioridades nacionales sobre
el desarrollo sostenible y sus niveles propios de protección ambiental
y laboral, consistente con los estándares y acuerdos reconocidos inter-
nacionalmente”. Más adelante, ese mismo artículo plantea que, en vez
de establecer obligaciones concretas sobre la aplicación efectiva de las
leyes en armonía con los convenios internacionales respectivos, “cada
parte se esforzará para que sus leyes y políticas relevantes provean y
promuevan altos niveles de protección laboral y para el medioambien-
te” (énfasis del autor). Pero “esforzarse” por asegurar que las leyes y
políticas públicas protejan los derechos de los trabajadores y los dere-
chos de la naturaleza suena más como una manera de “intentar” en
vez de “hacer” y deja cualquier evaluación sobre el desempeño de las

Traducido de la versión oficial en inglés por el autor.


11

12
Nota del autor: todas las citas directas del texto del TLC son traducciones del
inglés hechas por el autor.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 223

partes, en relación con este tema, sobre terreno poco firme: ¿cómo se
puede determinar que un Gobierno no ha intentado que sus leyes y po-
líticas protejan los derechos laborales y al medioambiente?

Debemos afirmar que el artículo 269 de dicho TLC plantea los compro-
misos de cada firmante con respecto a cinco de los derechos laborales
fundamentales de la OIT: la libertad de asociación sindical y la negocia-
ción colectiva, la eliminación del trabajo forzoso, la abolición efectiva
de trabajo infantil y la eliminación de la discriminación en el empleo
y las ocupaciones. La importancia de resaltar los dos derechos funda-
mentales habilitantes, como son la libertad sindical y la negociación
colectiva, no es un asunto menor, pero, teniendo en cuenta la supuesta
profundización del enfoque cooperativo de los nuevos TLC de la UE,
que enfatiza los Derechos Humanos en vez de solo normas sociales, es
extraño que no hay ninguna mención de la Convención Europea sobre
Derechos Humanos ni del Acta Constitutiva de la UE, en las cuales se
otorga una fuerte protección a los derechos laborales fundamentales,
como la libertad sindical y la negociación colectiva, derechos que son
habilitantes y por lo tanto deben ser vistos como “los derechos civiles
de los trabajadores” (Kucera, 2002). Adicionalmente, es preocupante
que se haya omitido alguna referencia directa a otros estándares rela-
cionados con el trabajo decente, por ejemplo, la legislación y aplicación
de salarios mínimos, la seguridad industrial y la salud ocupacional,
además de las jornadas laborales13.

La inclusión del artículo 271 del título IX a través del cual, en el punto
3, se plantea que “las partes acuerdan promocionar las mejores prác-
ticas relacionadas con la responsabilidad social empresarial (RSE)”,
es novedoso, y si se promocionara para vincular prácticas de RSE

Esta ausencia fue notada por la Red Peruana por una Globalización con Equidad
13

(2015, agosto). Impactos de los Acuerdos Comerciales Internacionales: adoptados por


el Estado peruano en el cumplimiento y promoción de los derechos humanos en Perú.
224 Controversia 207

al terreno concreto del diálogo social dentro de cualquier empresa,


donde la gerencia establezca un diálogo continuo y permanente con
sus trabajadores a través de sus organizaciones sindicales represen-
tativas, podríamos avanzar en la democratización de las relaciones
laborales en Colombia sin necesidad de la acción coercitiva del Esta-
do. No obstante, el énfasis que se hace en el mismo artículo sobre la
promoción del uso de “mecanismos flexibles, voluntarios y basados
en incentivos” (punto 4) podría estimular más discusiones y una ma-
yor concertación en la resolución de disputas; pero al mismo tiempo,
la falta de un marco legal tiende a dilatar cualquier intento de ami-
norar los impactos negativos en materia de Derechos Humanos y del
medioambiente14. Adicionalmente, no se plantea cómo avanzar con
políticas de RSE que generen enlaces con las comunidades ubicadas
en las zonas de influencia de empresas. La RSE no puede continuar
siendo una política unilateral de las empresas, a través de su diseño de
códigos de conducta, que busque generar consenso y una buena ima-
gen corporativa. Durante las negociaciones para este TLC, las partes
firmantes nunca hicieron un análisis de las leyes laborales respectivas
para ver cuáles no cumplen con los derechos laborales fundamentales
de la OIT15, y debido a esta grave ausencia, el enfoque institucional
sobre mecanismos de diálogo y cooperación encontrado en el texto
se queda sin enganche concreto. Además, sin tener el posible recurso
de una queja oficial, como existe en la mayoría de los TLC firmados
entre los Estados Unidos y países socios del Sur (incluidos Colombia y
Perú), las organizaciones sindicales y a las ONG asociadas se quedan
sin un mecanismo formal para sustentar sus alegatos de violaciones
laborales y sindicales.

14
La RSE es, en principio, vinculante y carece de mecanismos para sancionar a las
empresas por las violaciones de derechos humanos, laborales o ambientales.
15
En el caso colombiano, este punto es especialmente relevante para los pactos
colectivos y el derecho a la huelga, entendiendo el segundo derecho como parte
integral del derecho a la negociación colectiva.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 225

Mecanismos de participación de la sociedad civil:


espacios manejados por el antojo del Gobierno
En contraste, el título IX del TLC entre la UE y Colombia y Perú explíci-
tamente plantea que ningún firmante puede tener recurso a la resolución
de disputas con respecto a cualquier tema que se presenta bajo este ca-
pítulo, incluyendo a los estándares laborales (artículo 285, punto 5). Por
ende, las consecuencias por no cumplir con los compromisos de este títu-
lo no son claras, más allá de enfrentar cierta presión pública y escrutinio.
En el caso de la presión pública e instancias de seguimiento y discusión
sobre la implementación del título en cuestión, aunque existen varios
espacios abiertos a través de este, en el caso colombiano, a tres años de
la implementación parcial de este TLC, ninguno de ellos se ha creado y
desarrollado de acuerdo con el espíritu y las sugerencias del texto del
acuerdo. Por ejemplo, artículo 280 del título IX (mecanismos domésticos)
proyecta que cada firmante debe consultar con los comités nacionales so-
bre asuntos laborales, medioambientales o de desarrollo sostenible, o si
no existen, los debe crear. Estos comités pueden expresar sus opiniones
y hacer recomendaciones sobre los temas que les corresponden.

En la Unión Europa estos comités son llamados Domestic Advisory


Groups (DAGS) y están conformados por doce miembros, repartidos de
forma equitativa, por representantes de los empresarios, representantes
de las organizaciones sindicales y representantes de las ONG. El DAG
europeo formado para monitorear la implementación del título IX del
tratado entre Colombia, Perú y la UE ha tenido tres reuniones formales16
con representantes de la UE (Parlamentarios, funcionarios de la Comi-
sión, etc.), además de participar en la primera (y hasta la fecha, última)
reunión articulada entre miembros de la sociedad civil de Colombia, en
junio de 2015 en Bogotá. Tres miembros del DAG europeo (un empre-
sario, un sindicalista y un representante de las ONG) son elegidos para

En febrero de 2015, junio de 2015 y abril de 2016, todas en Bruselas.


16
226 Controversia 207

el Comité Europeo Social y Económico (Cese). El Cese proporciona la


secretaria permanente de los grupos consultivos internos (GCI).

Existe un buen nivel de transparencia en la actuación de ese DAG, con


breves informes sobre las discusiones de cada reunión disponibles en
la página del Cese17, pero en el caso colombiano el proceso de confor-
mación de su GCI dista mucho de la experiencia europea. Primero que
todo, el Gobierno colombiano decidió no crear ningún GCI nuevo para
tratar temas laborales, ambientales y de desarrollo sostenible. Por el
contrario, se decidió dar facultad, primero, a la subcomisión de asuntos
internacionales de la Comisión de Concertación de Políticas Laborales y
Sindicales18 (CCPLS), para temas laborales, y segundo, al Consejo Na-
cional Ambiental, un espacio creado en tiempos de la inauguración de
la Constitución Política de 1991, pero que no ha tenido rol alguno más
allá de llenar vacíos burocráticos.

Es verdad que la subcomisión de asuntos internacionales de la CCPLS


es activa y se reúne cada mes, pero en vez de componerse por represen-
tantes de la sociedad civil, predomina la incidencia del mismo Gobierno.
Como planteó una funcionaria del Ministerio de Trabajo en una reciente
reunión con la delegación de la UE en Colombia19, en esta subcomi-
sión tienen asiento no solo las tres centrales sindicales del país y cinco
gremios empresariales, sino funcionarios del Ministerio de Comercio,
Industria y Turismo, el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural,
Planeación Nacional y el Banco de la República. En otras palabras, no

17
Véase: http://www.eesc.europa.eu/?i=portal.en.international-trade-monitoringeu-
colombia-peru-joint-meetings (recuperado el 8 de agosto de 2016).
18
Su rol como mecanismo para las consultas laborales asociadas con el TLC con la
UE se oficializó en una publicación del MinCIT en mayo de 2016: http://www.
mincit.gov.co/publicaciones.php?id=36543
19
Esta reunión tuvo lugar en Bogotá el 11 de mayo de 2016 y la discusión centró
en los avances y problemas de la implementación del título IX del TLC entre
Colombia, Perú y la UE.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 227

hay ninguna presencia de representantes de las ONG colombianas que


trabajan temas sobre el mundo laboral y la mera presencia de funcio-
narios del Gobierno contradice el enfoque sobre “participación de la
sociedad civil” enmarcada en el artículo 281 del título IX.

Para profundizar en el aprovechamiento de los espacios novedosos de


participación social en el monitoreo de la implementación del título IX
de dicho TLC, primero que todo, se deben democratizar y abrir su acce-
so. Adicionalmente, se debe buscar más transparencia en términos del
funcionamiento de dichos espacios o GCI; un informe sobre cambios en
las relaciones bilaterales de comercio a partir de la implementación del
TLC no es suficiente.

Seguir el mismo modelo del capítulo sobre comercio y desarrollo sos-


tenible encontrado en el TLC firmado con Corea para el TLC negociado
con Colombia y Perú es erróneo, al menos si ese capítulo es el único
donde se trata asuntos laborales y ambientales. El problema de repro-
ducir modelos homogéneos en contextos muy diferentes es algo que
se puede asociar a las estrategias adoptadas tanto por la UE como por
los EE. UU. Sin embargo, para el Gobierno estadounidense, su política
pragmática de suscribir acuerdos laborales paralelos a estos TLC ha
sido la manera en que se intente armonizar los estándares laborales y
la eficacia de la regulación laboral de los países del Sur con los plan-
teamientos encontrados en cada capítulo laboral específico. Como ya
mencionamos, la naturaleza no obligatoria de estos acuerdos paralelos
los deja debilitados, sobre todo después de que se aprueban los TLC
relacionados, pero al menos existen para enfocar en las muchas es-
pecificidades de cada país en términos de las dificultades de proteger
derechos laborales y a implementar adecuadamente las leyes laborales.

Así fue el mismo caso en el TLC entre Colombia y los EE. UU., donde
se suscribió un capítulo sobre temas laborales parecido a los otros capí-
tulos sobre este asunto firmados por el Gobierno estadounidense para
otros TLC con países de Centro y Suramérica, pero luego se vieron for-
228 Controversia 207

zados a diseñar, escribir y firmar un plan de acción laboral. En el caso


de la UE, en vísperas de presiones en contra de la negociación de un
TLC con un país como Colombia, donde prevalece la violencia antisin-
dical y las graves ausencias en términos de una protección garantista de
los derechos laborales de los trabajadores del país, varios diputados del
Parlamento Europeo acordaron formular un documento que contendría
exigencias al Gobierno colombiano relacionadas con la mejoría de su
regulación laboral y la protección a los derechos laborales y humanos
fundamentales. Así se creó la Resolución 2628, aprobada el 13 de junio
de 2012 por la Eurocámara en la ciudad francesa de Estrasburgo20.

La Resolución 2628 del Parlamento Europeo:


¿otro acuerdo laboral paralelo a un TLC?
La Resolución 2628 del Parlamento Europeo, conocida en Colombia
como la hoja de ruta del TLC entre Colombia, Perú y la Unión Europea,
se puede entender como un refuerzo y ampliación del Plan de Acción
Laboral Obama-Santos (PAL). En total, la Resolución 2628 comprende
trece temas relacionados con los derechos laborales y sindicales —y un
tema adicional con un enfoque sobre la implementación de la Ley de
Víctimas de 2011 y la protección de los defensores de derechos huma-
nos en Colombia—, muchos de los cuales se acercan a los compromisos
adquiridos por los Gobiernos de Colombia y los Estados Unidos en el
PAL, aunque en varios casos, el enfoque del Parlamento Europeo (de
aquí en adelante, el PE) varía; el PAL fue más enfático en términos de
sus solicitudes al Gobierno de Colombia, mientras que la Resolución
2628 propone objetivos más generales y difíciles de cuantificar.

El hilo conductor de la Resolución 2628 es el deseo del PE de asegurar que


el Gobierno colombiano actúe para fomentar los derechos humanos en el

20
El contenido de la Resolución 2628 se puede consultar aquí: http://www.
europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+TA+P7-TA-2012-
0249+0+DOC+XML+V0//ES
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 229

país, garantizando que cualquier obstáculo a su libre acogimiento y expre-


sión sea castigado o eliminado y que las y los trabajadores colombianos
puedan gozar de todos los derechos laborales fundamentales en su vida
de trabajo y su vida cotidiana. Adicionalmente, se plantea la necesidad de
establecer un marco jurídico para “los mecanismos nacionales y de diálo-
go con la sociedad civil [en Colombia y Perú]”, para que la participación
de la sociedad civil en la implementación y monitoreo del título IX del
TLC en cuestión sea lo más democrática y transparente posible.

El origen de la Resolución 2628, como exigencia al Gobierno colom-


biano, se funda en la efectiva eliminación del régimen de Sistema de
Preferencias Comerciales, SPG+, luego de que el TLC en cuestión en-
trara en vigencia, ampliando el terreno de relaciones comerciales entre
los dos países andinos y la UE, pero ahora sin la obligación formal de
que aplicaran efectivamente 27 de los convenios sobre Derechos Hu-
manos fundamentales (incluyendo los laborales) y el medioambiente.
El sistema SPG+ se componía de dos regímenes especiales: uno que
favorecía los países menos desarrollados y otro que buscaba estimular
el desarrollo sostenible y la gobernanza (Siroën, 2013). Junto con Co-
lombia y Perú, entre 2009 y 2011, se beneficiaban del SPG+ dieciséis
países. Aunque la UE nunca ha llegado a sancionar un Gobierno de
un país beneficiario de las preferencias otorgadas en el SPG+ y se ha
cuestionado el grado de rigor con que los 27 convenios son aplicados en
ciertos países, también se ha argumentado que tanto el SPG+ como el
sistema de SPG estadounidense proporcionan “mayores garantías que
los demás tratados de libre comercio firmados en los últimos años”
(Polasky y Vyborny, citados en Siroën, 2013, p.109).

La vigencia del SPG+ (para Colombia y Perú) terminó con la entrada en


funcionamiento, incluso parcial, del TLC entre las tres partes. En su reem-
plazo, para respaldar la protección a los derechos humanos, el Acuerdo
comercial incluye una cláusula análoga, suscrita por Colombia en el Acuer-
do de Diálogo Político y Cooperación CAN-UE en 2003 y ratificado en 2012
por el Congreso colombiano. Esta cláusula, incluida en todos los acuerdos
230 Controversia 207

comerciales firmados por la Unión Europea, subraya la necesidad de que


las naciones socias respeten los Derechos Humanos fundamentales. En
caso de violación de estos derechos, se adoptarán medidas “apropiadas”
que se ajusten al Derecho Internacional. Nuevamente, una palabra tan
ambivalente como “apropiada” deja en un marco político muy descon-
certante para activistas sociales que trabajen para la protección de los
Derechos Humanos y que busquen mecanismos más eficaces que el diá-
logo para asegurar que se respetan estos derechos y que se castiguen las
personas, instituciones o empresas que son culpables de violarlos. A más
de cuatro años de la aprobación de la Resolución 2628 ¿qué ha pasado
con su “implementación” y cómo debemos evaluar su efectividad como
mecanismo complementario al título IX del TLC con la UE?

La Resolución 2628 del Parlamento Europeo:


buenas intenciones que se quedaron en el aire
Como suele suceder con los trámites y poderes distintos de la Unión
Europea (UE), el amplio marco para mejorar y profundizar en la re-
gulación de las relaciones laborales y en la protección a los Derechos
Humanos y a la protección del medioambiente, contenido en la Reso-
lución 2628, se quedó en las buenas intenciones, en términos de su
impacto concreto en el ámbito del Gobierno colombiano y, por ende,
no podemos comparar los alcances de esta iniciativa con los avances
asociados al PAL, aun sabiendo de las grandes limitaciones y falencias
de ese compromiso político entre los Gobiernos de EE. UU. y Colombia.
Aunque se estipulaba que la hoja de ruta de la Resolución 2628 debía
ser aprobada por el Congreso colombiano y luego implementada a ca-
balidad, so pena de causar la posible revocatoria del TLC por parte de
la UE21, más allá de las proclamaciones formales asociadas al TLC hubo

Ver una nota de prensa al respecto: http://www.portafolio.co/negocios/empresas/


21

tlc-union-europea-entra-vigor-octubre-firma-103412 (recuperado el 8 de agosto de


2016).
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 231

pocos esfuerzos institucionales para monitorear el nivel de apropiación


que hizo el Gobierno colombiano de esta resolución. La poca efectivi-
dad en lograr que, a través de este mecanismo, se pudiera presionar a
Colombia para que implementara las recomendaciones encontradas en
ese documento, tiene sus raíces en dos factores, uno estructural y otro
coyuntural.

Lo primero y más importante para entender la inefectividad del meca-


nismo de control político ejercido por diputados del Parlamento Europeo
tiene que ver con sus facultades formales y el poco peso político que
tienen dentro de la Unión Europea. Como se mencionó previamente, la
Comisión Europea (CE) es la entidad responsable de las negociaciones
de los TLC y cualquier otro acuerdo comercial y de la formulación de
cualquier propuesta legislativa de la UE. El Parlamento, por su parte,
puede proponer modificaciones a las propuestas legislativas enviadas
por la Comisión o las cláusulas de los TLC (o el texto en su conjunto),
pero su aprobación final queda en manos del Consejo de la Unión, con-
formado por los Estados miembros. En este escenario, y debido a las
estructuras partidarias del PE, donde tradicionalmente se ha ejercido
un consenso de mayoría entre los dos partidos dominantes (el Partido
Popular de Europa y la Alianza de Socialistas y Demócratas22), existe
poca posibilidad de maniobra entre diputados para posicionar temas
controvertidos y mucho menos para presionar por el revocamiento de
un TLC, como el de Colombia, debido al no cumplimiento de un acuer-
do tipo paralelo, como la Resolución 262823. Así, a pesar de la llamada
hecha por los diputados de PE de los partidos Verde y la Alianza GUE/
NGL24 en 2009 para excluir a Colombia del acuerdo en negociación
debido a las altas, recurrentes y no castigadas violaciones sistemáticas

Para un análisis de las grandes debilidades estructurales del Parlamento Europeo,


23

véase: Watkins, Susan (2014, noviembre-diciembre). Political state of the Union.


New Left Review (editorial).
El Grupo de la Izquierda Unitaria Europea/ Izquierda Verde Nórdica.
24
232 Controversia 207

de los derechos humanos, la CE hizo caso omiso (Arroyo Picard et al.,


2009, p.23).

El aislamiento del PE dentro de la estructura orgánica de la UE, al mis-


mo tiempo en que la Comisión recibe una extensión de su control a
través del Tratado de Maastricht sobre el rumbo de la UE, combinados
con la crisis económica y política de la UE desde que estalló la crisis
económica global de 2008, han implicado que las posibilidades reales
de presionar por un cumplimiento efectivo de acuerdos como la Reso-
lución 2628 sean casi nulas. Desde 2012, las prioridades de la UE, y por
extensión el PE, han cambiado significativamente: las crisis repetitivas
de las economías Pigs (Portugal, Irlanda, Grecia y España) y, sobre
todo, los acontecimientos asociados a los tres fracasados salvamentos
de la deuda griega por el Troika, además de la continua crisis en Ucra-
nia, y el enfoque prioritario de las negociaciones del TTIP25, y más
reciente el perplejo mediático asociado al brexit en el Reino Unido, am-
plificada por la continuación de la crisis migratoria en la UE, asociada
al creciente flujo de refugiados de los múltiples conflictos y guerras en
el Medio Oriente, han puesto a Colombia y, específicamente, el grado
de protección a los derechos laborales en ese país, demasiado bajo en
la escala de prioridades que enfrentan todas las instituciones de la UE.
Y para acabar de complicar este panorama, las más recientes elecciones
para diputados del PE, ocurridas en mayo de 2014, cambiaron el enfo-
que del Parlamento, con la salida de varios de los más comprometidos
con la Resolución 2628.

Más allá de estas muchas distracciones que cambiaron prioridades den-


tro de la UE y el Parlamento, el proceso de aprobación política del TLC
con Colombia y Perú reflejó, en gran parte, lo que había pasado con la
demorada aprobación del TLC entre Colombia y los EE. UU. en el Con-

25
En inglés: Transatlantic Trade and Investment Partnership entre la UE y los EE. UU.
(el Acuerdo de Comercio e Inversión del Transatlántico).
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 233

greso estadounidense. En el caso de este último, tan solo a seis meses


después de la firma del PAL entre los presidentes Obama y Santos, se
aprobó el tratado en el Congreso estadounidense, así que no se pudo
avanzar lo suficiente en la implementación de las 37 medidas formula-
das en ese acuerdo bilateral.

Para el caso de la Resolución 2628, tan solo seis meses después de


su formulación, el Parlamento Europeo aprobó el TLC entre Colombia,
Perú y la UE (el 11 de diciembre de 2012). Y mientras tanto, en el caso
del PAL, hubo un proceso de lobby continuo entre sindicatos y ONG
colombianos y sus contrapartes en los EE. UU., que hizo presión para
que funcionarios de Usdol estuvieran en contacto casi permanente con
funcionarios del Ministerio de Trabajo de Colombia, monitoreando las
muchas falencias en la implementación de las medidas del PAL; para el
caso de la Resolución 2628, no se establecieron mecanismos concretos
de seguimiento, monitoreo y evaluación desde el parlamento y tampo-
co se planteó la posibilidad de consultar con organizaciones sociales
en Colombia y la UE. Varias ONG de Europa26 buscaron espacios den-
tro del PE y la Comisión para conversar sobre las demoras y falencias
del Gobierno colombiano en cumplir con las recomendaciones de la
mencionada resolución, y en marzo-abril de 2015 se logró presentar
las denuncias al respecto ante varios diputados del PE en Bruselas27.
Lastimosamente, dicho lobby en Europa no hizo la presión suficiente
para la apertura de un diálogo formal entre el Gobierno colombiano y
el movimiento sindical y las ONG asociadas. Y así, no solo ha desapare-
cido la Resolución 2628 en las discusiones intergubernamentales (entre
funcionarios de la Comisión Europea, embajadas de países europeos

Sobre todo, la alianza de ONG para Colombia, OIDHACO (ubicada en Bruselas) y


26

Transnational Institute (TNI) con sede en Ámsterdam.


La delegación que participó en esta denuncia y reunión en el PE consistió en
27

representantes de dos de las centrales sindicales de Colombia (la CUT y la CTC),


representantes de la Escuela Nacional Sindical, Censat Agua Viva, Oidhaco y TNI.
234 Controversia 207

en Colombia, y funcionarios del Gobierno colombiano), tampoco se ha


avanzado en hacer un monitoreo serio sobre el grado de implementa-
ción del título IX del TLC, con un enfoque sobre la protección de los
derechos laborales fundamentales mencionados en el texto. Adicional-
mente, no se ha resuelto las falencias en la creación y sostenimiento de
los espacios institucionales para la participación de la sociedad civil,
delineados en el mismo título.

Entonces, luego de tres años de la implementación parcial de este TLC,


nos encontramos de frente no solo con graves impactos económicos
asociados a la continua dependencia de Colombia de las exportacio-
nes de petróleo y carbón, ambos productos golpeados por la caída de
los precios internacionales de los commodities, sino con una situación
preocupante en la cual no se ha logrado avanzar en el traslado de las re-
comendaciones con respecto a la protección de los Derechos Humanos,
y en particular, a los derechos laborales, encontradas tanto en el título
IX como en la Resolución 2628, a la esfera política colombiana.

Y por ende, el buen discurso de los derechos encontrado en ambos do-


cumentos ha quedado en el papel, sin lograr impactar sobre el terreno
concreto de las relaciones laborales en Colombia. Y esta falta de acción
para la protección de los derechos humanos y laborales encontrada en
los textos de los TLC y en los acuerdos laborales gubernamentales pa-
ralelos a estos TLC, en la situación concreta de Colombia y otros países
donde suceden graves violaciones a los derechos de las trabajadoras y
los trabajadores y de activistas defensores de los derechos, es algo que
no pasa cuando el asunto se trata de la protección al capital y, sobre
todo, a los inversionistas extranjeros provenientes de países que tengan
un TLC. Quizá, más allá de las diferencias sutiles de los dos modelos de
negociación de temas laborales en los TLC adoptados, por un lado, por
los Estados Unidos, y por otro, la Unión Europea, es la gran asimetría
entre la protección debida a los derechos de capital y la protección de-
bida a los Derechos Humanos lo que más refleja lo poco que importan,
en lo concreto, los segundos.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 235

Lecciones aprendidas de la débil, pero diferenciada,


protección a los derechos laborales asociadas a los
TLC con los Estados Unidos y con Perú y la Unión
Europea
Para entender por qué, 22 años después de la ratificación de Nafta, sigue
existiendo una brecha enorme entre las protecciones y garantías ofreci-
das a los inversionistas extranjeros en los TLC y las que se ofrecen a los
derechos de los trabajadores, es interesante analizar las dos maneras tan
distintas como se resuelven los conflictos en, primero, la Organización
Mundial de Comercio (OMC), y segundo, la Organización Internacional
del Trabajo (OIT). Aunque la primera entidad multilateral existe desde
hace poco más de 20 años, y la segunda fue creada en las ruinas inme-
diatas del final de la Primera Guerra Mundial (1919), la OMC resuelve
disputas comerciales entre países socios a través de medidas que hacen
cumplir con las normas, o en palabras más claras, “el procedimiento de
la OMC hace hincapié en el imperio de la ley”28. La OIT, por su parte,
tiene un sistema de supervisión donde los pilares son el tripartidismo y
la acción voluntaria de los Estados miembros (Hepple, 2005, p.50). Sen-
cillamente, la OMC utiliza lo que se llama “hard law” (sanciones, si son
necesarias) y la OIT promueve el uso de “soft law” (persuasión a través
de la posible vergüenza internacional). Es por eso que, en la Conferencia
de Ministros en Singapur (1996), la OMC se comprometió a defender los
estándares internacionales de trabajo, pero, a la vez, definió que la OIT
fuera la entidad responsable de tratar estos mismos estándares (Hepple,
2005, p.57), una fórmula más fácil para mantenerlos sin dientes.

Las diferencias entre la forma en que se llevan las disputas entre ambas
entidades multilaterales suelen replicarse cuando se trata de conflictos
relacionados con las inversiones y la violación de estándares o leyes

Véase la página oficial de la OMC: https://www.wto.org/spanish/thewto_s/


28

whatis_s/tif_s/disp1_s.htm (visitada el 2 de abril de 2016).


236 Controversia 207

laborales. Y es por eso que los EE. UU., a pesar de haber recibido mu-
chas quejas por violaciones de las leyes o estándares laborales en países
con quienes comparten un TLC, nunca han impuesto ninguna sanción
de mercado o una multa monetaria en contra de alguno de sus socios
comerciales. Y la UE, que promueve un modelo que prioriza un acer-
camiento a temas sociales basado en la cooperación, nunca ha llegado
a sancionar a un país socio por violaciones a los Derechos Humanos
o a las leyes laborales. Al mismo tiempo, existen muchas demandas
en el trámite de inversionistas extranjeros en contra de países por ha-
cer cambios legislativos o políticos, posteriores a la firma del TLC, por
considerar que dichos cambios han resultado o resultarán ser dañinos
económicamente para sus empresas. Y estas demandas, a diferencia
de lo que sucede con las quejas (o en el caso de la UE, las denuncias)
asociadas a los capítulos laborales de TLC, son resueltas en cortes su-
pranacionales de arbitramento, donde los árbitros son economistas o
abogados expertos en comercio internacional29.

El mismo EE. UU. enfrenta una demanda muy reciente de 15 mil mi-
llones de dólares, interpuesta por la empresa energética canadiense
TransCanada, por la decisión tomada por el presidente Obama de sus-
pender el proyecto de oleoducto Keystone XL30. Colombia, por su parte,
enfrenta demandas millonarias relacionadas con inversionistas extran-
jeros con sede principal en diversos países que tienen TLC vigentes con
Colombia31, y por lo menos una de estas demandantes —la minera suiza
Glencore— ha estado involucrada en varios procedimientos administra-

29
Para una descripción y crítica a los mecanismos de funcionamiento de los tribunales
de arbitraje, ver: TNI. Profiting from Injustice. https://www.tni.org/en/briefing/
profiting-injustice (recuperado el 25 de noviembre de 2016).
30
Véase: Democracy Now: http://www.democracynow.org/es/2016/1/7/transcanada_
sues_the_us_for_15b (visitada el 2 de abril de 2016).
EcoOro Minerals de Canada, usando el TLC Colombia-Canadá, por la suspensión
31

del proyecto de minería de oro en el páramo de Santurban; Glencore de Suiza,


usando el TBI Suiza-Colombia, por el cambio en la licencia de explotación
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 237

tivos y judiciales por presuntas violaciones a las leyes y los derechos


laborales fundamentales, además de haber enfrentado muchas quejas,
demandas y oposición por acciones en contra de las comunidades que
residen en las cercanías a sus instalaciones mineras y sus minas de car-
bón en el departamento del Cesar.

¿Por qué los inversionistas pueden demandar Estados por supuesto daño
a su patrimonio económico mientras que trabajadores, comunidades o
Estados no pueden demandar a las empresas por impactos negativos
asociados a sus actividades económicas32? Si nunca han prosperado
las demandas en contra de Estados que no protegen efectivamente los
derechos laborales fundamentales, incumpliendo sus compromisos
asumidos en los TLC, ¿por qué miembros de la sociedad civil no pue-
den seguir los pasos de los inversionistas para reclamar rectificación y
compensación por negligencias de su Estado o violaciones hechas por
empresas que operen en su país?

Los muchos años de presión social para aumentar las protecciones y


garantías para los derechos laborales de los trabajadores a través de
entidades multilaterales, como la OMC, para que exijan estándares la-
borales mínimos en sus estatutos y asegurar que todos los TLC y otros
acuerdos comerciales se rijan por estos estándares mínimos, no han
logrado resultados satisfactorios. Los mecanismos han mejorado, in-

de carbón en Calenturitas; Cosigo and Tobie Mining and Energy, bajo los TLC
EE.UUColombia y Canadá-Colombia, por la declaración de parque natural Yaigoji
Apaporis en el Amazonas, que impide la explotación de oro; y América Movil, bajo
el TLC con México, (está en proceso de notificación) por el reconocimiento de pago
de infraestructura.
Esta pregunta se toma de un artículo escrito por un estadounidense experto en
32

temas de estándares laborales y TLC. Véase: Compa, Lance (2016, enero 14).
How to make the Trans-Pacific Partnership work for workers and communities.
Disponible en http://www.thenation.com/article/how-to-make-the-transpacific-
partnership-work-for-workers-and-communities/ (visitada el 30 de marzo de 2016).
238 Controversia 207

dudablemente, pero su implementación y grado de cumplimiento son


parciales, en el mejor de los casos, como hemos visto en los cinco años
de la implementación del PAL, y sin dientes ni legales ni políticos, en el
caso del título IX del TLC con la UE y la asociada Resolución 2628 del
Parlamento Europeo.

Si analizamos, de manera sintética, las sutiles diferencias, en términos


de su impacto sobre la protección de los derechos laborales, del modelo
estadounidense —el cual, como hemos visto, incluye un procedimiento
de queja que podría resultar en una sanción a los países socios que
violen las cláusulas incluidas en los capítulos laborales, además del
uso de acuerdos paralelos laborales complementarios— y el modelo
europeo — el cual prioriza el fortalecimiento de mecanismos institucio-
nales de cooperación y respeto por los derechos y estándares laborales
reconocidos en convenciones internacionales, sin incluir la posibilidad
de sanciones comerciales o monetarias en el caso de violaciones a esas
normas—, se puede decir que aunque ninguno de estos modelos ofrece
una protección suficiente a los derechos laborales y ninguno pretende
avanzar en integrar a políticas de trabajo decente dentro de los pa-
rámetros formales de las negociaciones para sus TLC, la experiencia
colombiana demuestra que el modelo estadounidense otorga un papel
más importante a las regulaciones laborales y los derechos sindicales
que el modelo europeo.

La diferencia se manifiesta más clara en cómo el modelo estadouniden-


se combina un mecanismo legal de posible sanción a un mecanismo
intergubernamental de compromiso (el Plan de Acción Laboral), mien-
tras que el modelo europeo busca el fortalecimiento de la cooperación
entre actores en vez de establecer instancias concretas de castigo en el
caso de violaciones claras de leyes laborales y de los derechos laborales
fundamentales mencionados en los textos de sus TLC. Estas manifes-
taciones se visibilizan a través de las diferencias institucionales y las
condiciones políticas de Estado de los EE. UU. y la entidad supranacio-
nal de la UE.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 239

Como se ha argumentado en otros artículos, aunque ambos modelos de


negociación de acuerdos comerciales incluyen capítulos sociales donde
el tema de derechos se manifiesta, las condiciones internas determinan,
significativamente, la efectividad de la estrategia para proteger estos de-
rechos (Rettberg et al., 2014). Mientras que hubo mayor apertura en el
congreso estadounidense para escuchar a los sindicatos estadouniden-
ses en contra de la firma del TLC con Colombia debido a las sistemáticas
violaciones a los derechos laborales-sindicales y la violencia en contra
de sindicalistas colombianos, por el hecho de que el Partido Demócrata
tenía mayoría en la Cámara de Representantes entre 2006-2010, y esa
presión logró congelar la aprobación del Acuerdo hasta después de que
se firmara el PAL, en el caso de la UE existió poco espacio para hacer
lobby político en favor de los derechos laborales en la Comisión Europea
(Eberhardt, 2014), mientras que el Parlamento dio por concluido su es-
fuerzo por mejorar la protección de los Derechos Humanos en Colombia
con la aprobación de la Resolución 2628, sin establecer mecanismos
institucionales que ayudarían en lograr su efectiva implementación.

Al mismo tiempo, la naturaleza supranacional de la UE dificulta la


incidencia política de movimientos sindicales y ONG, quienes deben
intentar hacer lobby en diversas esferas (jurisdicciones territoriales y
administrativas y organizaciones distintas). Adicionalmente, aunque el
Parlamento Europeo se organiza a través de varios comités (uno de los
cuales se encarga de temas laborales) a los que se encomienda elaborar
enmiendas a las directivas de la Comisión, estos no tienen las faculta-
des para hacer seguimiento a las normas aprobadas en el PE, como se
da en el caso estadounidense, en el cual el Departamento de Trabajo
(USDOL) y su embajada en el país respectivo se encargan de estable-
cer mecanismos de seguimiento a la implementación tanto de los TLC
como de los acuerdos laborales paralelos firmados.

Hasta el momento, con un año de diferencia en la implementación de


los dos TLC en cuestión, la cooperación intergubernamental y con las
sociedades civiles de la UE no ha logrado establecer una planeación,
240 Controversia 207

concertada y con medidas claras, entre los actores involucrados para


avanzar en asegurar que el Gobierno colombiano (y las empresas eu-
ropeas presentes en Colombia) cumplan con los dictámenes referidos
a temas laborales del TLC y que hagan caso a las recomendaciones y
estipulaciones encontradas en la Resolución 2628.

En el caso europeo parece que la dispersión institucional combina-


da con las prioridades geopolíticas de la coyuntura ha predominado
mucho más que las normas sociales y las garantías discursivas sobre
los derechos laborales encontrados en el TLC con Colombia y Perú. Y,
obviamente, esta dispersión está reflejada en las estrategias múltiples,
pero a veces sin coordinación efectiva, de los movimientos sindicales
europeos, junto con diversas ONG, que se han aliado con sus organiza-
ciones hermanas en Colombia. La experiencia de más de dos décadas
del movimiento sindical estadounidense —especialmente a través de su
central, la AFL-CIO y sus oficinas, ubicadas directamente en los países
socios de los TLC (a través del Centro de Solidaridad)— en acompañar
a los movimientos sindicales del Sur al momento de iniciar campañas e
iniciativas políticas para denunciar violaciones a los derechos laborales-
sindicales se ha hecho notar. Su capacidad para hacer lobby en Estados
Unidos, especialmente en el Congreso, y proponer y coordinar muchos
de los mecanismos de seguimiento a la implementación de los TLC y,
sobre todo, de los acuerdos laborales paralelos como el PAL, ha logrado
un grado de efectividad que aunque dista enormemente de ser comple-
ta, es significativamente más elevada que la demostrada hasta hoy por
sus contrapartes europeos.
El tema laboral en las negociaciones de los TLC: lecciones de las experiencias de
Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión Europea 241

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E
6.
Experiencias internacionales
de procesos de paz y
de transición hacia la
democracia: La incidencia del
movimiento sindical
Experiencias internacionales de
procesos de paz y de transición hacia
la democracia: La incidencia del
movimiento sindical1
Por Kjeld Jakobsen2

Introducción

E
ste texto tiene como objetivo discutir el papel del movimiento sin-
dical en la superación de los conflictos, violencia y autoritarismo
político en diferentes momentos históricos. El objetivo es verificar
el nivel de su incidencia en los procesos de paz y normalización demo-
crática de los países estudiados. Del mismo modo, se busca dar cuenta
de la formulación de acuerdos de recuperación de derechos de los tra-
bajadores –por lo general violados durante los regímenes autoritarios–,
así como del fortalecimiento de sus mecanismos de representación.
Finalmente, se busca también verificar la participación sindical en el
establecimiento de culturas de paz.

Esta información, resultado de diversas experiencias nacionales, podrá


servir de insumo para el debate del movimiento sindical en Colom-
bia en el momento de la implementación de los Acuerdos de Paz; del

1
Artículo recibido en septiembre de 2106
Artículo aprobado en noviembre de 2016.
2
Trabaja como consultor sobre relaciones internacionales, cooperación para el
desarrollo y asuntos sindicales y como consultor de la Confederación Sindical de
las Américas (CSA). Ha trabajado extensivamente con sindicatos de Brasil y fue
miembro de la Junta Nacional Ejecutivo de la CUT Brasil entre 1991 y 2003.
248 Controversia 207

mismo modo en que resultara de utilidad para el proceso de negocia-


ción entre el Gobierno nacional y el ELN. La sociedad colombiana no
debe permanecer ajena a este proceso y se espera que los sindicatos y
las centrales sindicales de Colombia aprovechen la oportunidad que se
abrió con las negociaciones en Cuba, así como se abren actualmente
con las negociaciones en Ecuador. Estas oportunidades son claves para
exigir la formación de una nueva cultura política en la cual se respeten
la democracia, la justicia social y las libertades sindicales.

Los conflictos que analizamos se caracterizan, por un lado, por tener


múltiples orígenes y, por el otro, por ser procesos de paz y/o de rede-
mocratización que ocurrieron bajo la salvaguardia del neoliberalismo
introducido a nivel internacional desde finales de los años setenta. Es
fundamental aquí señalar que esta dominancia corriente política, la
neoliberal, tiene como uno de sus fundamentos el desmantelamiento
de las conquistas sociales del período posguerra de la Segunda Guerra
Mundial. Este es el caso del grupo de países que se analizarán, y entre
ellos se registran los conflictos derivados de intentos de superar las he-
gemonías y estructuras agrarias arcaicas apoyadas por el imperialismo
estadounidense en varios países de Centro América.

En este interés de delimitación geografía, vale señalar que otro proceso


está representado por las experiencias de superación de las dictaduras y
las transiciones a la democracia en el Cono Sur. Por ejemplo, Perú fue in-
cluido debido a que el gobierno autocrático de Alberto Fujimori estuvo en
vigor durante diez años con un terrible record de violaciones al DDHH,
cometidas en la presencia de un gobierno democrático formal. Por últi-
mo, se analiza la transición del régimen de apartheid en Sudáfrica hacia
una situación de normalidad democrática y de inclusión de la población
negra, mayoritaria en el país, en la definición de sus destinos y con acceso
a sus derechos civiles fundamentales. También es relevante señalar que
en Guatemala, tras el golpe de Estado que en 1954 derrocó al presidente
reformista Jacobo Arbenz hasta el Acuerdo de Paz en 1996, se identifican
los extremos de la violencia con la ocurrencia de un genocidio.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 249

Los conflictos de estas regiones, en conjunto, causaron la pérdida de


cientos de miles de vidas, desperdicio de enormes sumas de recursos,
además de producir graves violaciones de los Derechos Humanos bá-
sicos por muchos años. Aun así, debe anotarse que, por un lado, en
la mayoría de las situaciones se lograron acuerdos de paz duraderos
y la reconciliación entre las partes, pero, por otro lado, estos se dieron
sin cambiar la mayoría de las situaciones económicas y sociales.

El movimiento sindical fue un actor importante de resistencia ante la


opresión que caracterizó a estos conflictos, pero no siempre logró desta-
carse en los momentos definitivos que marcaron el rumbo de los países
en términos de normalización democrática. En la mayoría de los ca-
sos, el movimiento sindical fue excluido de las mesas de negociación,
así, los intereses que prevalecieron fueron los de la élite y sus partidos
políticos. Además, durante el conflicto no había relaciones laborales
normales y el papel que los sindicatos cumplieron fue más político y
militante, y a menudo a favor de una de las partes, lo que tornaba difícil
volver a un papel normal después de establecida la paz.

Sin embargo, también es necesario verificar si lo acordado fue res-


petado y si el movimiento sindical tuvo un rol o no que debía ser
garantizado. Así que la primera lección importante para el sindica-
lismo colombiano es la necesidad de ganar un espacio en el debate
nacional si se quiere influir en la normalización de la vida del país y
contribuir para convertir la superación del conflicto en el fundamento
de un desarrollo más justo y equitativo de Colombia, además del esta-
blecimiento de una cultura de paz.

Las guerrillas de América Central


y los acuerdos de paz
Aquí trataremos tres situaciones con procesos similares: Nicaragua, El
Salvador y Guatemala. Estos casos sirvieron al presidente de los Esta-
dos Unidos Ronald Reagan para justificar, con la “Teoría del domino”,
250 Controversia 207

su intervención militar en contra del “avance del comunismo” en Cen-


tro América3.

Nicaragua
El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) operó en Nicara-
gua durante 17 años. Su accionar se hizo desde la clandestinidad para
vencer a través de una insurrección popular que reunió guerrilleros,
campesinos, sectores burgueses y los trabajadores organizados en las
zonas urbanas. La corrupción y la violencia de la dinastía Somoza que
gobernó el país por cuarenta y cinco años escandalizaron al mundo,
incluido el público americano.

Las perturbaciones comenzaron cuando en 1976 la dictadura fue la cau-


sante del robó de los recursos de la ayuda humanitaria internacional
para las víctimas del terremoto que destruyó gran parte de Managua.
Asimismo, en 1979 fueron de nuevo la corrupción y la violencia los
factores detrás de la ejecución a sangre fría de un periodista estadouni-
dense a manos de un soldado nicaragüense; hecho que fue trasmitido
por la prensa.

Se estima que la cifra de muertos para hacer frente a Somoza, fue de


aproximadamente 50 mil y, como señala Zimmermann (2020), el país
fue devastado económicamente por la guerra y el robo de bienes que
Somoza y sus aliados se llevaron cuando huyeron del país. Después de
la victoria de la revolución, el país fue gobernado por una junta integra-
da por representantes del FSLN y las clases altas que se habían opuesto
al régimen de Somoza. Un ejemplo de ellos fue Violeta Chamorro, viu-
da de Pedro Chamorro, periodista y propietario del diario opositor La
Prensa asesinado en 1978 por orden del dictador.

3
Esta teoría suponía que los países de América Central caerían bajo la órbita
comunista, uno tras otro debido a las acciones de las guerrillas izquierdistas.
Después de Nicaragua, lo siguiente sería El Salvador y luego Guatemala.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 251

El programa de gobierno de los sandinistas desarrolló una política que


fusionó las actividades económicas del sector privado con la expropia-
ción de la propiedad y la tierra de la familia Somoza y sus cómplices,
esto con el fin de desarrollar experiencias de autogestión y reforma
agraria. Además, adoptaron una serie de programas sociales para ele-
var los niveles de salud de la población y erradicar el analfabetismo.
Políticamente crearon milicias y Consejos de Defensa de la Revolución,
además de la policía y el ejército sandinista. Aunque, los sandinistas
no implementaron un estricto régimen socialista, la derecha dejó de
cooperar con el régimen y sus representantes renunciaron a la junta
de gobierno.

Con la inauguración del mandato de Reagan en Estados Unidos, el nue-


vo gobierno de Nicaragua tuvo que enfrentar a la hostilidad de este
país cuyo gobierno comenzó a financiar la organización de un pode-
roso grupo contrarrevolucionario con sede en Honduras y compuesto
principalmente por exmiembros de la Guardia Nacional somozista que
huyeran del país después de la revolución. Después de su reelección en
1984, Ronald Reagan promulgó un bloqueo comercial a Nicaragua y el
embargo de sus bienes nacionales en el extranjero. El gobierno nicara-
güense convocó a una elección presidencial y legislativa para el mismo
año, donde los sandinistas fueron los ganadores con 67% de los votos
y una nueva Constitución entró en vigor en 1987. A partir de los Acuer-
dos de Esquipulas, el Gobierno sandinista levantó la censura de prensa,
creó una Comisión de Reconciliación Nacional, permitió el regreso de
algunos opositores exiliados y concedería amnistía a los contrarios que
estuvieran dispuestos a deponer las armas.

La economía estaba en una situación de grave crisis a causa de las


consecuencias de la guerra, y, en segundo lugar, debido a la falta de
preparación de los nuevos gestores para garantizar la productividad
necesaria de las empresas. Además a esto se le sumaba, como señala
Zimmermann (2002), un sabotaje de los empresarios y las acciones de
los “contras”.
252 Controversia 207

Al inicio del proceso electoral, adelantado para 1990, los sandinistas


presentaron la candidatura de Daniel Ortega a la reelección, y catorce
partidos de la oposición se unieron a la Unión Nacional de Oposición
(UNO) y presentaron la candidatura de Violeta Chamorro, exmiem-
bro de la Junta de Gobierno que triunfó por 55% a 41% sobre los
sandinistas. Los sandinistas entregaron el gobierno tras la firma de
un Protocolo de Transición que exigía el respeto a la Constitución en
vigor, a las instituciones y a los logros sociales de la revolución, así
como la continuidad del desarme de los “contras”. La presidenta se
comprometió a asumir personalmente el Ministerio de la Defensa y
mantener a Humberto Ortega en el mando del ejército. Entre 1987 y
1990 los sandinistas propusieron una serie de acuerdos a los Estados
Unidos, así como lo hicieron con la oposición interna, la finalidad de
esta acción política era aliviar la presión que asfixiaba la economía
y las condiciones sociales de los nicaragüenses; por ello cuando per-
dieron las elecciones negociaron el mantenimiento de los principales
logros de la revolución.

Muchos sindicatos jugarán un papel importante en los levantamientos


urbanos, especialmente en los últimos años con el enfrentamiento al
gobierno somozista. Después de la victoria sandinista en 1979 hubo
muchos incentivos para la organización sindical y diversas organizacio-
nes, como la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC), la Central
Sandinista de Trabajadores (CST) y el Frente Nacional del Trabajo
(FNT), las cuales abarcan las diversas organizaciones sociales y sindi-
cales sandinistas. Estos intentos se ampliaron en gran medida durante
la década de 1980. Debido a ello, Violeta Chamorro, cuando asumió el
poder en 1990, tuvo que enfrentarse a una fuerte huelga del sector pú-
blico y cumplir con parte de sus demandas a pesar de haber intentado
derrotarla. Cuando su gobierno inició el proceso de privatización de
las empresas estatales de todo tipo concedió 25% de la propiedad a los
respectivos sindicatos.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 253

El Salvador
Debido a unas elecciones que tuvieron un trato ilegal, en 1977 el general
Carlos Humberto Romero se convirtió en presidente. Este hecho provo-
có protestas en el territorio nacional que fueron reprimidas con gran
violencia, lo cual dejó como resultado un saldo de siete mil muertes.
Una de las primeras acciones de este gobierno fue situar en la ilegalidad
a los partidos de la oposición. Esta situación dio aliento a los grupos
guerrilleros que coordinaron acciones entre sí, además de promover la
unión en 1980 de cinco grupos guerrilleros que quisieron sumarse a las
filas del Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí (FMLN).

Romero fue derrocado en 1979 y sustituido por una junta civil y militar
compuesta por oficiales más jóvenes que él, así como miembros de
la socialdemocracia y la democracia cristiana. Sin embargo, la junta
no podía manejar la represión de la oposición y las acciones de los
escuadrones de la muerte (grupos paramilitares). Estos lograron tanta
impunidad que en 1980 asesinaron al arzobispo de San Salvador, Oscar
Romero, en plena luz del día mientras celebraba la misa. Los miembros
civiles renunciaron y fueron reemplazados por un sector conservador
de la Democracia Cristiana liderado por Napoleón Duarte. Al año si-
guiente, la FMLN lanzó una ofensiva general y amplió sus operaciones
a todas las regiones del país, y formó una alianza con el Frente Demo-
crático Revolucionario (FDR), que incluía parte de la Unión Nacional de
Oposición (UNO), así el FMLN-FDR comenzó a recibir reconocimiento
internacional como una fuerza representante del pueblo salvadoreño.

Sin embargo, el entonces nuevo presidente de Estados Unidos Ronald


Reagan manejó el conflicto en El Salvador como un asunto de seguridad
nacional. Su estrategia era fortalecer las fuerzas armadas salvadoreñas
con fondos, armas y entrenamiento. Estas acciones le permitían promo-
ver la participación directa de asesores militares estadounidenses en el
conflicto, en combinación con la política institucional, la cual abrió es-
pacio para la participación de las fuerzas políticas moderadas del país.
254 Controversia 207

Pese a la apertura política que parecía favorecer la diferencia, en 1982


se celebraron elecciones para una Asamblea Constituyente, la cual, sin
embargo, resultó presidida por el mayor Roberto D’Aubuisson, líder de
la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y mentor del asesinato
del Monseñor Oscar Romero.

En las elecciones presidenciales de 1984, boicoteadas por el FMLNF-


DR, Estados Unidos apoyó al demócrata cristiano Napoleón Duarte,
quien fue el ganador con el 47% de los votos mientras que el 51% de
la población se abstuvo de votar. A pesar de la presión de los militares
de extrema derecha, su elección fue reconocida por el alto mando de
las fuerzas armadas y en el mismo año se produjo el primer contacto
entre representantes del gobierno y de la guerrilla. Estos contactos se
reanudaron en 1987 dentro de un nuevo marco de paz regional, y se
dio gracias a la firma de los Acuerdos de Esquipulas I y II hecha por
los gobiernos de América Central. Estos acuerdos preveían el final de
la ayuda externa a los grupos insurgentes armados existentes en cada
país, promocionaban el diálogo interno con la mediación de la Iglesia
Católica, daban amnistía a aquellos dispuestos a deponer las armas
y manifestaran compromiso de participar en la vida política. Sin em-
bargo, Duarte intentó profundizar las negociaciones respaldadas por
Estados Unidos con el FMLN-FDR entre 1987 y 1989 pero no resultó
debido a la fuerte resistencia por parte de la extrema derecha y de
los militares.

En 1989 el frente guerrillero propuso un nuevo boicot a las elecciones


presidenciales en 1989, pero el FDR rompió la alianza y lanzó un candi-
dato, Guillermo Ungo, quien se posicionó en tercer lugar mientras que
el ganador fue Alfredo Cristiani, de la Alianza Republicana Nacionalista
(Arena). El FMLN lanzó una ofensiva importante ese año y llegó a ocu-
par varios distritos de la capital. Ante este fenómeno, la respuesta del
Gobierno fue bombardear varias zonas densamente pobladas y promo-
ver una serie de ataques. Una bomba explotó en la sede de la Federación
Nacional Sindical de los Trabajadores Salvadoreños (Fenastras) y asesi-
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 255

nó a nueve dirigentes sindicales, entre ellos la Secretaria General, Febe


Velásquez. La sede del Comité de Madres y Familiares de Detenidos,
Desaparecidos y Asesinados Políticos de El Salvador (Comadres) fue
dinamitada, y dos semanas más tarde seis jesuitas y dos empleados
de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) fueron
asesinados por un grupo de militares de un batallón de élite entrenado
por el ejército estadounidense. Estos hechos fueron condenados por
la comunidad internacional y casi se pone en riesgo la cooperación de
Estados Unidos con El Salvador.

El diálogo de paz se reanudó en México en 1991 y el Comité Permanente


del Debate Nacional (CPDN) organizó una movilización de más de diez
mil personas para exigir la firma de un acuerdo de paz y la promoción
de la reforma de la Constitución. Vale anotar que el CPDN fue fundado
en 1988 y estaba compuesto por setenta y un entidades de la sociedad
civil salvadoreña, incluyendo la Unidad Nacional de Trabajadores Sal-
vadoreños (UNTS), además, contaba con el apoyo de la Iglesia Católica.

El primer acuerdo de El Salvador se firmó, en su primera fase, el 27 de


abril de 1991, y los diálogos se reanudaron en noviembre del mismo
año bajo supervisión de la ONU. Esto derivó en una firma de acuerdos
definitivos el 1 de enero de 1992 en New York, y se basó en el compro-
miso de finalizar todas las hostilidades entre febrero y octubre de ese
año. El balance de los doce años de período de la guerra civil, desde la
unificación del FMLN y la firma de los acuerdos finales de paz, fue de
75 mil muertos, ocho mil desaparecidos y un millón de refugiados.

Según anotan Montgomery y Wade (2002), los principales compromi-


sos acordados fueron:

1. Reducción de las fuerzas armadas a la mitad, cambio de su


estructura y formación, así como la limitación de sus funcio-
nes a la defensa de la soberanía y de la integridad nacional.
256 Controversia 207

2. Disolución de los servicios de inteligencia.


3. La distribución de tierras a los excombatientes de ambos la-
dos y la prestación de asistencia técnica y financiera a los
colonos.
4. Creación de un foro económico tripartito para discutir el mode-
lo de desarrollo del país y normalizar las relaciones de trabajo.
5. La creación de una Policía Nacional Civil para reemplazar la
Policía Nacional, la Guardia Nacional y la Policía de Hacienda,
esto con el fin de dar cabida, en parte, a los excombatien-
tes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
(FMLN).
6. Creación de una Comisión de la Verdad para investigar las
violaciones al DDHH cometidas durante la guerra civil.
7. Transformación de la FMLN en partido político legalmente
reconocido.

Los últimos miembros de la guerrilla entregaron sus armas el 15 de


febrero de 1993 y la Comisión de la Verdad verificó que el entonces
ministro de Defensa, René Emilio Ponce, fuera el autor intelectual del
asesinato de los jesuitas en 1989 lo que provocó su renuncia. La Co-
misión también encontró que el 95% de los casos de violación de los
Derechos Humanos eran de responsabilidad militar, de los escuadrones
de la muerte vinculados a ellos y del Estado en general. Fue recomenda-
do el despido de 102 jefes militares y la pérdida de los derechos políticos
de algunos exlíderes guerrilleros. El presidente Cristiani propuso por las
mismas fechas una ley de amnistía que logró aprobar, con lo cual evitó
castigo a ambos partes.

Para el caso de El Salvador, el saldo de los efectos del acuerdo es posi-


tivo con salvedades. En primer lugar, se trata de un acuerdo duradero
hasta hoy, sin reanudación de las hostilidades, a pesar de los muy pre-
carios indicadores sociales y de la alta criminalidad, lo cual permaneció
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 257

en vigor en los años posteriores a la guerra. Pero, pese a dichos indica-


dores, se estableció un consenso en el país: no aceptar más asesinatos
por razones políticas.

Por otra parte, la concertada distribución de la tierra no se produjo en


el tamaño y velocidad esperados. En 1994, del total de 37 mil guerrille-
ros y miembros del ejército desmovilizado, solo 12 mil –un tercio de lo
previsto– recibieron sus tierras; lo que derivó en que muchos excomba-
tientes insurgentes terminaran integrados a bandas criminales. Aunque
la amnistía general evitó el castigo, en la práctica, jefes militares involu-
crados en la violación de los Derechos Humanos fueran retirados de sus
cargos. Otro aspecto, a señalar se dio en relación al Foro Económico,
el cual fue boicoteado rápidamente por los empresarios, y la UNTS in-
formó que el Gobierno estaba violando los acuerdos y había empezado
una campaña contra las organizaciones sociales.

Aunque los sindicatos tuvieron un papel político importante y reco-


nocido por la sociedad salvadoreña durante el conflicto, cuando los
enfrentamientos bélicos terminaron estos perdieron representación en
la base de trabajadores. La UNTS, a pesar de toda la represión, era
muy militante, además de caracterizarse por ser uno de los principa-
les voceros de las denuncias de violación de los Derechos Humanos y
sindicales. Cuando la guerra terminó, los sindicatos tuvieron mucha
dificultad para reemplazar el activismo político del período de la guerra
por un rol más relevante en los conflictos de las relaciones laborales y
entre el capital y el trabajo. Por lo tanto, como rastrearon Montgomery
y Wade, (2002), la densidad sindical rápidamente se redujo a 6% pro-
medio en el país.

La FMLN, tras actuar como partido político, tuvo el 25,5% de los votos
en las primeras elecciones presidenciales en 1994. Como movimiento
político legal amplió su espacio en las elecciones municipales en 1997,
cuando eligió alcaldes de la capital y otras ciudades importantes y final-
mente alcanzó la presidencia del país en 2009.
258 Controversia 207

Guatemala
La reacción de la izquierda armada de Guatemala, ante la concentra-
ción de la tierra y sus consecuencias, surgió inicialmente en la década
de 1960 con la fundación de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR). A la
par, surgieron gobiernos dirigidos por miembros de las fuerzas arma-
das, o por civiles con protección militar, quienes fueron escogidos por
medio de elecciones ilegales. A este se añadirían, ya en los años setenta,
los grupos guerrilleros del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) y la
Organización del Pueblo en Armas (OPA). En 1982 hay una integración
de todos, además del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), y forman
la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG).

Varios grupos de Derechos Humanos estiman que la represión militar


contra la izquierda entre 1954 y 1982 habría causado cerca de 80 mil
víctimas. En 1982, hubo un golpe de Estado que puso el general Efraín
Ríos Montt como presidente y en el primer año de su gobierno 15 mil
guatemaltecos fueron asesinados, 70 mil buscaron refugio en los países
vecinos y 500 mil buscaron refugio en las montañas del país. Cientos de
aldeas rurales fueron devastadas y aumentó el número de “aldeas mo-
delo” donde los campesinos fueron alojados por la fuerza y obligados a
producir para la exportación y no para sus propias necesidades.

En 1983 se produjo un nuevo golpe de Estado que depuso a Ríos Montt


y, tras el acto, el general Oscar Mejía Víctore prometió un rápido retor-
no a la democracia. Este retorno se daría a partir de la convocatoria de
una Asamblea Nacional Constituyente en 1984, que a su vez aprobó
el derecho de huelga de los trabajadores de las empresas estatales,
autorizó el regreso de algunos exiliados y convocó a las elecciones
presidenciales de 1985. Aun así, dichas elecciones fueron boicoteadas
por la URNG, aunque dieron la victoria al demócrata cristiano Vinicio
Cerezo, quien ordenó la suspensión total y definitiva de las actividades
de la policía secreta.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 259

En 1984, después de más de veinte años de conflicto armado, los repre-


sentantes del Gobierno y de la URNG se reunieron por primera vez para
iniciar la negociación de un acuerdo de paz. La Comisión Nacional de
Reconciliación (CNR), creada según lo propuesto por los acuerdos de
Esquipulas, tomó un papel de liderazgo junto con la ONU para acercar
a las partes. En la continuación de las negociaciones se estableció una
agenda y en 1990 se firmó un acuerdo básico. Sin embargo, un acuerdo
definitivo solo se viabilizó seis años después.

El contenido de este acuerdo se refiere, básicamente, a cuestiones tales


como la democratización del país, los Derechos Humanos , el fortaleci-
miento del poder civil y la función del ejército en una sociedad democrática,
identidad y derechos de los pueblos originarios. También alude a la refor-
ma constitucional y del sistema electoral, a aspectos socioeconómicos, la
situación agraria y el reasentamiento de las poblaciones rurales dispersas
por la lucha armada y la reintegración política de la guerrilla. También
se creó una Comisión de la Verdad y se acordó no “individualizar” a los
responsables por violaciones de Derechos Humanos.

El balance de este acuerdo en Guatemala merece muchas advertencias,


aunque debe reconocerse que el terror político terminó. Sin embargo,
tras los acuerdos ocurrieron asesinatos selectivos de dirigentes sindi-
cales y de los movimientos sociales hasta la actualidad. Durante las
últimas elecciones de 2011, fueron asesinados al menos 30 activistas.
Aunque la guerra en Guatemala duró 27 años, mucho más tiempo que
en los países vecinos, se hizo más evidente en la década de 1980, an-
tes de la caída del muro y del fin de la Revolución Sandinista, que una
victoria de la guerrilla ya no era posible; ni siquiera lo era llegar a un
acuerdo que conllevara cambios políticos y sociales contundentes. Así
pues, en la década de los ochenta, la guerrilla se limitó a luchar para ga-
rantizar el respeto de los Derechos Humanos y del Estado de Derecho.
Esto, como anota Grandin (2002), permitió que los militares y la élite
del país utilizaran las negociaciones y los acuerdos alcanzados para
consolidar su poder y control sobre el país.
260 Controversia 207

La estimación final del número de víctimas en 1996 fue de 200 mil muer-
tos, 50 mil desaparecidos, cerca de 200 masacres y millones de refugiados.
La mayoría de las víctimas (75%) fueron las comunidades indígenas, so-
bre quienes cayó un genocidio como producto de las violaciones de los
Derechos Humanos en Guatemala. Hay denuncias muy concretas sobre
algunas de las atrocidades cometidas por el ejército, escuadrones de la
muerte y otros grupos paramilitares como las Patrullas de Autodefensa
Civil (PAC). Por ejemplo, en 1993 encontraron los restos de 177 personas,
entre ellas mujeres y niños, víctimas de la masacre de Río Negro perpe-
trado por el ejército en 1982. En el mismo año, el gobierno acabó con los
registros de los ciudadanos que consideraba peligroso para la seguridad
nacional, pero las actas de los responsables de violaciones de Derechos
Humanos desaparecieron también. En 1995, el general Ríos Montt, que ha-
bía sido elegido diputado y presidente del Congreso, perdió su inmunidad
parlamentaria y fue juzgado por el Tribunal Supremo por una serie de deli-
tos que no estaban directamente vinculados con el genocidio; sin embargo,
no tuvo mayores consecuencias. Esto sirve para anotar que la impunidad
es una marca importante de la política en Guatemala. Aun así, en 1999
varias organizaciones guatemaltecas de Derechos Humanos reivindicaron
al gobierno por investigar los crímenes cometidos entre 1983 y 1985 sobre
la base de un informe interno con 183 nombres de personas desaparecidas.

El reasentamiento de las poblaciones desplazadas por la guerra tam-


bién fue extremadamente lento y limitado. La inserción de la guerrilla
en la política también fue difícil y muchos que participaron de la lucha
armada militan en diferentes partidos de izquierda hoy. Debe decirse
que pese a la incursión política de la insurgencia dentro del marco legal,
esta solo presentó una candidatura presidencial en 2011, pero apenas
alcanzaran el 5% de los votos.

El movimiento sindical en Guatemala también fue reprimido durante la


fase de la dictadura de la década de los ochenta, además de tener que
hacer frente al ajuste estructural neoliberal desde 1994. Sin embargo,
organizaciones como la Unión Sindical de Trabajadores de Guatemala
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 261

(Unsitragua) jugaron un papel importante para contribuir a las protestas


por las violaciones de los Derechos Humanos . Pero su incidencia en el
proceso de paz fue pequeño, quizás se debió a las mismas razones que
afectan su funcionamiento hoy en día, y se debe a su organización frag-
mentada, lo que deriva en una densidad sindical no superior al 2% en el
país. Sin embargo, las organizaciones campesinas, indígenas y ONG eran
más activos durante el período comprendido entre la firma del primer
acuerdo y el último. Por ejemplo, en 1994 hubo una marcha de 5 mil indí-
genas reclamando la extinción de la Patrullas de Autodefensa Civil (PAC).

Transiciones de dictaduras para regímenes


democráticos
En este apartado del texto se discuten dos situaciones diferentes de
transiciones de dictaduras hacia regímenes democráticos. Son los casos
de cuatro dictaduras militares del Cono Sur: Argentina, Brasil, Chile y
Uruguay, y el caso de Perú que, en el período democrático, fue víctima
de un gobierno autocrático que exhibió un terrible historial de corrup-
ción y de violaciones de Derechos Humanos .

En Argentina, el primer gobierno de Juan Domingo Perón promovió un


importante proceso de industrialización, implementó un robusto siste-
ma de protección social, fortaleció la organización sindical, así como
las confederaciones empresariales, y duró nueve años antes de ser de-
rrocado en 1955 por un golpe militar. El peronismo fue un fenómeno
político con mucha fuerza y trascendencia, pero, a pesar de su base
inicial obrera y sindical, y de haber sido responsable por la creación de
una legislación social importante, se dividió entre sectores de derecha
e izquierda. Por ejemplo, Carlos Menem fue elegido presidente en 1989
por el Partido Justicialista (peronista) y, al tiempo, implementó uno de
los gobiernos neoliberales más radicales de América Latina.

Cuando Perón fue depuesto en 1955 se exilió en España y regresa a


territorio argentino dieciocho años después. Mientras tanto hubo una su-
262 Controversia 207

cesión de gobiernos elegidos democráticamente así como varios golpes


milita res. A pesar de la proscripción del peronismo, los peronistas con-
tinuaron influyentes en la política nacional, así como en los sindicatos.
En las elecciones de 1973, Héctor Cámpora, candidato del justicialismo,
salió victorioso y su misión era preparar el regreso de Perón, que tuvo
lugar dos meses después, cuando Cámpora renunció para causar la ce-
lebración de nuevas elecciones donde Perón fue elegido con el 63% de
los votos. Para este gobierno, en su nuevo gobierno Perón tuvo a con
su segunda esposa, María Estela Martínez, como vicepresidente, quien
asumió un año después la presidencia tras la muerte de su marido.

En 1975, el ejército derrocó a la presidenta, suspendió todas las ga-


rantías constitucionales e implementó una feroz represión contra la
izquierda a través de secuestros, torturas y asesinatos. Se estima que
alrededor de 25 mil personas desaparecieron durante los ocho años
que duró la dictadura. Los militares argentinos también introdujeron
una atrocidad desconocida hasta entonces: el secuestro y entrega de
los niños nacidos de encarceladas para adopción por miembros de las
fuerzas armadas. Las embarazadas eran mantenidas con vida hasta dar
a luz para solo después ser ejecutadas.

Durante los tres gobiernos militares que se sucedieron, Argentina fue,


después de Chile, el nuevo laboratorio del monetarismo y del neolibe-
ralismo en América del Sur. Los dictadores promovieron una política de
liberalización de las importaciones que liquidó un tercio de la capacidad
productiva del país, los salarios reales se redujeron a la mitad y se su-
primieron una serie de beneficios sociales. Las economías regionales, en
particular el sector agrario, se vieron terriblemente afectadas por las altas
tasas de interés, la cual alentó una especulación financiera desenfrenada.

Estas medidas plantearon cuestiones internas a las que el tercer presi-


dente de período, el general Leopoldo Galtieri, respondió con la invasión
de las Islas Malvinas buscando generar la unidad cívica en el país. Pero
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 263

los ingleses expulsaron a los argentinos de las islas después de cuarenta


y cinco días de combates. Dos días después Galtieri renunció, hubo una
purga parcial en la cumbre de las tres fuerzas armadas y las elecciones
generales fueron convocadas para octubre de 1983, cuando Raúl Alfon-
sín, líder de la Unión Cívica Radical (UCR), fue elegido.

La primera casta que llegó con el nuevo gobierno civil dio en relación
a la respuesta que había de darse por las graves violaciones al DDHH
durante la dictadura, pues, vale anotar, Alfonsín ganó las elecciones
como candidato de la legalidad y de la vida contra la arbitrariedad y
la muerte. Durante el juicio de los nueve comandantes en jefe de la
dictadura, una Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
(Conadep) expuso los horrores que tuvieron lugar bajo su determina-
ción. La condena y el alcance de los cargos a otros oficiales de bajo
rango llevaron a varias presiones en la esfera militar, lo que incluyo el
acuartelamiento de algunos sectores. El gobierno llamó a una gran ma-
nifestación en defensa de la democracia, pero después de negociaciones
del presidente con los militares se dio el retiro de algunos comandantes
y la aprobación por el Congreso de la ley del “punto final”. Al año si-
guiente se dio la ley de “obediencia debida” para eximir a los militares
involucrados en las violaciones de Derechos Humanos cometidas bajo
órdenes superiores. El presidente que sucedió a Alfonsín fue Carlos Me-
nem, quien promovió medidas institucionales adicionales para eximir a
los militares involucrados en la “guerra sucia”; entre ellos promovió el
indulto para los miembros de las fuerzas armadas y para los de grupos
armados de izquierda que aún estaban arrestados.

Fue solo durante el gobierno de Néstor Kirchner, 2003-2007, que fueron


derogadas estas medidas y varios militares aun vivos, incluidos los jefes
de gobierno durante la dictadura, fueron encarcelados. Sin embargo, la
continuación de las investigaciones sobre los desaparecidos y el destino
de los bebés secuestrados, hoy en día adultos, continúa bajo iniciativas
de organizaciones de la sociedad civil como las “Madres de la Plaza de
Mayo” y las “Abuelas de la Plaza de Mayo”.
264 Controversia 207

Por su parte, el papel del movimiento obrero durante la dictadura y su


rebasamiento fue ambiguo. Por un lado, hubo muchos dirigentes sindi-
cales y delegados de base entre los desaparecidos debido a su militancia
política y sindical. También hubo sindicatos que sufrieron interven-
ciones de las fuerzas armadas por ejercer sus actividades sindicales
normales en defensa de los derechos de los trabajadores. Sin embargo,
también hubo un importante sector de dirigentes de la Confederación
General del Trabajo (CGT) que colaboraron con la dictadura a través
del pacto sindical militar, e incluso hubo casos en que militantes fue-
ron denunciados por dirigentes sindicales. En 2000, la Fitim suspendió
la afiliación al sindicato de trabajadores metalúrgicos (Smata) después
de que su presidente José Rodríguez se encarara de exponer a muchos
trabajadores de Mercedes y Ford a la represión. Varios de ellos se en-
cuentran entre los desaparecidos.

Cuando terminó la dictadura, la CGT se dividió en dos fracciones, luego


vino una tercera disidencia a la izquierda auspiciada por la Asociación
de Trabajadores del Estado (ATE), por la Confederación de Trabaja-
dores de la Educación (Ctera), así como por algunos sindicatos de la
industria; de esta tercera disidencia e fundó la Central de Trabajadores
Argentinos (CTA). La participación de los sindicatos en la transición
democrática se dio básicamente en la negociación con el gobierno de
Alfonsín, la cual fue fundamental para aprobar la ley 23.551 que nor-
malizó el funcionamiento de los sindicatos, la negociación colectiva y
el regreso de la gestión de “obras sociales” – cuidado de la salud y la
seguridad social– para las federaciones sindicales.

Brasil
En Brasil el gobierno de João Goulart fue derrocado por un golpe militar
en 31 de marzo 1964, y la dictadura que siguió a este hecho fue de larga
data: 21 años. Al principio hubo numerosas prisiones de comunistas
y otros considerados subversivos por los militares, así como interven-
ciones en miles de sindicatos que tenían sus liderazgos destituidos
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 265

debido a que muchas de las cabezas sindicales estaban en presión. Se


suprimieron los partidos políticos que fueron reemplazados por dos
partidos solamente, lo que empeoro la situación de la oposición. Cuan-
do la izquierda armada urbana intensificó sus acciones a partir de 1968,
ocurrió lo llamado el “golpe dentro del golpe”. Esto conllevó numerosas
detenciones, suspensión del funcionamiento del Congreso, la pérdida
del mandato de varios parlamentarios, suspensión del Habeas Corpus y
el comienzo de una dura represión contra la izquierda con el aumento
de torturas, asesinatos y desapariciones. Los diversos focos guerrilleros,
en su mayoría urbanos, así como una iniciativa del Partido Comunista
de Brasil (PC do B) en la región amazónica, fueron totalmente destroza-
dos en poco tiempo por medio de graves violaciones al DDHH.

La primera crisis del petróleo encubrió el “milagro económico” que ha-


bía generado el crecimiento del PIB brasileño de casi 12% por año entre
1970 y 1972. Después de una gran victoria electoral de la oposición en
1974, para llenar la mayoría de los escaños en el senado disputado –un
tercio ese año–, los ideólogos del régimen militar comenzaron a diseñar
un retorno a la normalidad democrática de forma “lenta, segura y gra-
dual”. Así, unos años más tarde se quitó la censura previa de la prensa,
y en 1979 se aprobó una amnistía para ambos lados, es decir para los
militantes de izquierda y los agentes del Estado que reprimían, a la
vez que se aprobó una ley que permitió la creación de nuevos partidos
políticos.

Para las elecciones generales de 1982 se aprobó la elección directa de


los gobernadores de los estados que había sido suprimida en 1966. La
elección directa para el cargo presidencial solo se produjo en 1989. Si
se toma 1974 como el inicio de la transición democrática brasileña, en-
tonces esta duró 15 años. Cosa que resulta coherente con la tradición
histórica del país de promover cambios suaves en las negociaciones
“entre los de arriba”, es decir, los acuerdos realizados por las cúpulas de
las elites nacionales. Sin embargo, en esta última transición democráti-
ca fue fundamental el movimiento obrero, especialmente los sindicatos
266 Controversia 207

que surgieron en los sectores económicos avanzados, resultantes del


desarrollismo brasileño. Las primeras grandes huelgas que se llevaron
a cabo produjeron negociaciones directas entre empleadores y trabaja-
dores en el sector automóvil en el estado de São Paulo en 1978. Este
movimiento se extendió a otros sectores económicos, como la petroquí-
mica, refinación de petróleo, la electricidad, las telecomunicaciones e,
incluso, sectores públicos tales como la educación y la salud.

Estas manifestaciones no se limitaron a las demandas económicas, por


más necesarias que fueses, sino que también incluyeron la demanda
por el fin de control estatal sobre la organización sindical, así como
plantearon elecciones directas para presidente y la convocatoria de una
Asamblea Nacional Constituyente. En 1980 se fundó el Partido de los
Trabajadores (PT), lo cual se realizó a partir de una propuesta emitida
por el movimiento sindical y que incluía personas que militaran contra
la dictadura desde los años 1960 hasta los 1980. Durante los primeros
años de la década del ochenta el sector sindical auténtico logró fundar
la Central Única de los Trabajadores (CUT), que funcionó hasta 2008 de
hecho, más no de derecho, ya que la legislación sindical en Brasil no
preveía la existencia de centrales sindicales4.

El movimiento sindical brasileño nunca fue unitario por razones ideo-


lógicas. En la lucha contra la dictadura había diferentes puntos de vista
sobre las prioridades en el campo de la izquierda y la omisión total
de los sindicalistas oficialistas (amarillos), y muchos de ellos habían
cooperado con los militares. Esta diferencia también se reveló en el mo-
mento de incidir en el trabajo de la Asamblea Constituyente completada
en 1988. Esta no fue exclusiva, sino, más bien, una tarea asignada a
los parlamentarios electos en 1986. Sin embargo, hay varios derechos
laborales que se insertaron en la Constitución como la licencia de pater-

4
El gobierno del Presidente Lula aprobó una ley en 2008 que reconocía y legalizaba
las centrales sindicales bajo ciertos criterios mínimos de representación.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 267

nidad, la licencia de maternidad ampliada a 120 días, la jornada laboral


de seis horas para los trabajadores por turnos, entre otros. Más tarde,
durante el enfrentamiento de las políticas neoliberales que se tornaron
políticas de Estado entre 1990 y 2002, la división y la posición de las
diferentes centrales.

En cuanto a la violación de los Derechos Humanos durante la dictadura,


la CUT defendía el castigo de los torturadores, pero esta propuesta no
resultaba muy atractiva. Más tarde, con el lanzamiento de un estudio
muy detallado realizado por la iglesia católica a partir de los procesos
judiciales de los presos políticos y testimonios personales de ex presos
que sobrevivieron y que incriminaban militares y policías como auto-
res de torturas, así como los informes de asesinatos y desapariciones,
comenzó a formarse una opinión en la sociedad sobre la necesidad de
tomar medidas con el fin de esclarecer lo sucedido. Así, varios grupos
se organizaron para exigir iniciativas para descubrir la verdad sobre la
dictadura. Un ejemplo de ello es la organización “Tortura Nunca Más” y
otras en el área de los Derechos Humanos. La primera reacción provino
del gobierno de Fernando Henrique Cardoso de proponer una indem-
nización a los afectados por la represión de la dictadura. Eso generó
muchos casos individuales reclamando esta compensación, incluidos
numerosos sindicalistas.

Durante el gobierno de Luiz Inácio Lula, varios abogados alegaron en


el tribunal y trataron de llevar adelante la tesis de que los delitos de
secuestro y desaparición son inalienables según la opinión de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, pues son crímenes continuos.
Algunos jueces de tribunales inferiores comprendieron las denuncias,
pero otros se aferraban a la tesis de la amnistía mutua, la cual fue rea-
firmada por la Corte Suprema.

Veinticinco años después del fin de la dictadura, la presidenta Dilma


Rousseff compuso una Comisión de la Verdad para investigar e infor-
mar sobre lo ocurrido en la represión política entre 1945 y 1988 en
268 Controversia 207

cuanto a las responsabilidades por las desapariciones políticas y otras


violaciones de los Derechos Humanos5. Esta Comisión ya ha emitido su
informe que concluyó que hubo más de 400 desapariciones forzadas y
culpó a muchos agentes del Estado, incluidos los generales presiden-
ciales. El movimiento sindical y la CUT participaron de este trabajo
haciendo levantamiento de informaciones sobre la represión política en
el sector laboral y la responsabilidad empresarial en aquel momento.
Esto se hizo ya que el golpe de 1964 fue civil y militar, y muchos traba-
jadores fueron despedidos por su activismo político, a la vez que varios
de ellos fueron arrestados en sus lugares de trabajo.

No hay duda, en el caso brasileño, que al menos el sector progresista


del movimiento obrero tuvo un papel importante en la lucha contra la
dictadura, así como en la construcción de una sociedad e instituciones
democráticas en el período que culminó con la elección, por primera
vez, de un trabajador para conducir el país en 2002.

Chile
Un marxista fue elegido como presidente de Chile en 1970: el 35% de
los votos, después de tres intentos anteriores, le dieron la presidencia
a Salvador Allende, candidato del frente de izquierda Unidad Popular
(UP), quien tres años después de posesionarse se suicidó para evitar
ser detenido durante el golpe militar organizado por el general Augusto
Pinochet.

La dictadura fue responsable de muchos asesinatos y desapariciones


poco después del golpe de Estado. Las atrocidades cometidas en el Es-
tadio Nacional de Santiago fueron unos de los hechos más atroces de
esa dictadura, pues allí fueron recluidos los miembros y simpatizantes

5
Estas fechas fueron aprobados para reducir la oposición de los militares a la
instalación de la Comisión, pero, en la práctica, las investigaciones estaban en
eventos entre 1964 y 1985.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 269

de la UP para ser interrogados, torturados y ejecutados a menudo; a ese


mismo nivel estaban los campos de concentración creados para encarce-
larlos. También hay que señalar que la Central Unitaria de Trabajadores
(CUT) y los partidos políticos fueran proscritos. Puede decirse que, con
conciencia de la gravedad de estos hechos, en 1978 el gobierno decretó
una amnistía para los “actos delictuosos” durante el golpe.

La política económica adoptada fue el monetarismo/neoliberalismo con


el asesoramiento directo de Milton Friedman y la Escuela de Economía
de Chicago con resultados desastrosos desde el punto de vista de la
concentración del ingreso y el crecimiento de los exiliados económicos;
aunque unos años más tarde se produjo un importante retorno al creci-
miento económico. En 1981 el régimen impulsó una nueva Constitución
de continuidad del sistema con apoyo de más del 60% de los votos,
aunque no hay mayor seguridad en relación a los números reales del
resultado de este referéndum, ya que las listas electorales databan de
antes del golpe de Estado. Poco después comenzó un ciclo recesivo en
1983, lo cual devino en que el 55% de las familias pasaron a vivir por
debajo del umbral de la pobreza; con este motivo se realizaron protestas
que tuvieron a la cabeza de la Coordinación Nacional Sindical (CNS) y
el Comando Nacional de Trabajadores (CNT). Estas organizaciones no
eran reconocidas por el Gobierno, pues se había creado una ley laboral
que legalizaba solo los sindicatos de base que podrían formarse a partir
de la voluntad de al menos 14 trabajadores. Así, se establecieron dece-
nas de sindicatos en una misma empresa, pero estos no poseían ningún
poder real de representación.

En 1984 la Iglesia Católica tomó la iniciativa de promover un diálogo


político entre la oposición, la Alianza Democrática (AD), una coalición
de partidos de centro-derecha liderados por los demócratas cristianos
y, por el lado del gobierno, el ministerio del interior. El diálogo fracasó
rápidamente y la Iglesia también se alejó del Gobierno y comenzó a
presentar denuncias sobre la violación de los Derechos Humanos. La
izquierda se agrupó en el Movimiento Democrático Popular (MDP) y
270 Controversia 207

defendía todas las formas de lucha contra la dictadura. El intento de


unificar a la oposición en 1985 chocó con la cuestión de la lucha ar-
mada que ya era parte de la estrategia del Partido Comunista de Chile
(PCCH), esta lucha se dio a través del Frente Patriótico Manuel Rodrí-
guez (FPMR) y del Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu).

En 1987, el régimen hizo posible que los partidos políticos, menos los
de izquierda, fueran legalizados y al año siguiente propuso un nuevo
referéndum con el fin de ampliar el mandato de Pinochet por ocho
años más. Si no se hubiese aceptado este referéndum habrían suce-
dido elecciones un año después. En preparación para el referéndum,
el Gobierno permitió la realización de campaña pública y el amplio
frente de oposición implementó una publicidad moderna y alegre que
apuntaba a un futuro mejor en caso de ganar el “No”; como en efecto
lo hizo por aproximadamente el 56% al 44% de los votos. El Gobierno
aceptó el resultado, porque en este momento solo sobrevivían dicta-
duras militares en Chile y Paraguay, y la presión internacional era muy
fuerte.

Las elecciones presidenciales y parlamentarias fueron convocadas para


el año siguiente sobre la base de un acuerdo negociado entre los milita-
res y la oposición, acuerdo que mantuvo la mayor parte de las políticas
implementadas por el régimen en el campo económico y social. La re-
ducción del período presidencial a cuatro años relajó la prohibición de
los partidos de izquierda, pero se creó la figura del senador vitalicio con
inmunidad para dar cabida a los miembros de la junta militar y otros
aliados del régimen militar; además de la introducción de un sistema
electoral que favoreció a la derecha. Pinochet, mantuvo inicialmente su
cargo como jefe del ejército y después asumió el cargo de senador.

El presidente electo fue Patricio Aylwin, demócrata cristiano, candidato


por la Concertación Democrática. Él asumió el cargo en 1990 y una de
las primeras medidas adoptadas fue nombrar una Comisión de la Ver-
dad y la Reconciliación para investigar violaciones al DDHH durante
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 271

la dictadura de Pinochet. La Comisión dio a conocer detalles de lo que


ocurrió durante el régimen militar y llegó a la conclusión de que hubo
al menos 2.229 desaparecidos que luego fueron considerados muertos.
Al revelar esta información, el nuevo presidente se disculpó en nom-
bre del Estado y anunció que el proceso de investigación continuaría a
través de los tribunales. Sin embargo, tanto las fuerzas armadas y de la
Corte Suprema de Justicia negaron la validez del informe. Sin embargo,
en 1995 los militares Pedro Espinoza y Manuel Contreras, ex jefe de la
policía secreta (Dina), fueron condenados a prisión por el asesinato de
Orlando Letelier, ex canciller de Allende; asesinato que se cometió en
Washington en 1976. Más tarde, otros militares condenados cumplieron
sus sentencias en un club construido especialmente para ellos, donde
no pasaban ningún tipo de sufrimiento o restricción. Este privilegio se
revocó solamente durante el mandato del presidente Sebastián Piñera,
irónicamente un político de derecha, pues bajo su mandato aquellos
fueron trasladados a cárceles ordinarias.

Otro paso importante para llevar a los responsables de violaciones de


Derechos Humanos ante la justicia fue la detención de Pinochet en
Inglaterra a petición del juez español Baltazar Garzón, orden que se
emitió por el asesinato de ciudadanos españoles durante la dictadura.
A pesar de que causó cierta conmoción y manifestaciones masivas na-
cionalistas a favor y en contra de la prisión, el episodio también sirvió
para arrojar luz sobre la corrupción que se produjo durante el régimen
militar, en particular por la familia del general.

El papel del movimiento sindical fue importante en la organización


de manifestaciones y protestas durante la dictadura, así como en la
campaña por el “No” en el año 1988. Antes del golpe la CUT era una
organización muy fuerte e influyente en la izquierda, y recobró vida
después de la dictadura cuando el CNS y la CNT se fusionaron para
refundarla. Aunque su accionar no tuvo la misma fuerza que antes
debido al nuevo sistema sindical y las leyes heredadas de la dictadura,
las cuales están en vigor hasta hoy. Además, la dirección de la central
272 Controversia 207

llegó a estar compuesto de acuerdo con el peso de los diferentes parti-


dos políticos que integran la Concertación Democrática, principalmente
los demócratas cristianos y socialistas, y los militantes del Partido Co-
munista. En varios momentos las decisiones fueron tomadas a partir
de los puntos de vista partidistas de estos frentes. Ante esta situación,
los sindicatos no participaron directamente en las negociaciones de la
transición chilena, pero sus partidos sí. Sin embargo, algunos sectores
sindicales como los mineros de cobre y funcionarios públicos, como los
maestros, han conservado la capacidad de movilizar.

Uruguay
Entre los países del cono sur se encuentra también Uruguay, el cual
desarrolló una economía y Estado de bienestar social muy relevante
a principios del siglo XX, hasta el punto de llevar al país a ser conoci-
do como la Suiza Suramericana. Sin embargo, la falta de reinversión
de la ganancia, principalmente por los ganaderos, causó una recesión
industrial en la década de 1950 la cual nunca se revirtió. En la década
siguiente la situación económica empeoró, y cuando el presidente Jorge
Pacheco Areco en 1968 congeló los salarios y trató de reprimir a los
sindicatos, la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), junto con
los estudiantes, se enfrentó a esta política.

Al mismo tiempo, el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), más


conocido como Tupamaros, promovió una serie de acciones armadas de
impacto nacional, y en 1971 se fundó la coalición de izquierda Frente
Amplio. Esta se presentó con un programa de gobierno progresista, y
con el general retirado Liber Seregni como su candidato en las eleccio-
nes presidenciales celebradas ese año. Sin embargo, el ganador fue el
“colorado” y ruralista Juan María Bordaberry, aunque el otro partido
de derecha en Uruguay, el Nacional o “blanco”, denunció fraude en
esas elecciones. Los Tupamaros fueron desmantelados por el ejército a
principios del gobierno de Bordaberry mediante el uso sistemático de
prisiones y tortura.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 273

En 1973 el presidente, en alianza con las fuerzas armadas uruguayas,


dio un golpe de Estado civil/militar. El Congreso se cerró, se prohibieron
los partidos políticos y los sindicatos, el Gobierno adoptó la doctrina de
la seguridad nacional y personalidades del liderazgo civil comenzaron
a desaparecer. La CNT convocó una huelga general contra el golpe de
Estado, la cual duró dos semanas. Dos trabajadores murieron, cientos
fueran detenidos y miles fueron despedidos. Las detenciones y torturas
comenzaron a generalizarse, y se estima que durante los once años de
la dictadura un tercio de la población llegó a ser detenida para interro-
gación por alguna razón política. La política económica adoptada se
parecía mucho al laboratorio neoliberal en Chile. El ingreso se concen-
tró y los salarios se redujeran en un 50% con respecto al valor anterior
a 1973.

A comienzos de la década del ochenta, la dictadura intentó institucio-


nalizar el sistema a través de un referéndum, pero fue derrotada y los
generales tuvieron que preparar un cronograma de retorno a la norma-
lidad democrática, aunque gradual y lentamente. En 1983 los militares
empezaron negociaciones con los partidos conocidos como blanco y
colorado, pero excluyeron al Frente Amplio, que todavía tenía muchos
líderes en la cárcel, e incluyeron al presidente Liber Seregni y a otros en
el exilio. Debe decirse que estas negociaciones se rompieron.

En el mismo año se formó la Plenaria Intersindical de Trabajadores


(PIT) y en la celebración del 1 de mayo se reivindicó la liberación
de los presos políticos; y a principios de 1984 el PIT convocó una
huelga general de 24 horas. En la celebración del 1 de mayo de ese
año se anunció la creación de una única central de trabajadores, el
PIT-CNT. Poco después, el diálogo civil y militar se reanudó y esta vez
con la participación del Frente Amplio alcanzó el “Pacto del Club Na-
val”. Aquí se abordaron cinco temas principales y se ajustaron detalles
como la fecha de la elección presidencial. Los temas centrales fueron:
la liberación gradual de 800 presos políticos, la derogación de algunos
actos institucionales, la derogación de las proscripciones, la libertad
274 Controversia 207

de prensa y de finalización del juicio de civiles hecho por militares.


Los exiliados regresaron pero a los presidentes del partido blanco y del
Frente Amplio se les restringió la participación en las elecciones pre-
sidenciales que tuvieron lugar en noviembre de 1984. El ganador fue
el candidato colorado, Julio María Sanguinetti. Este llevó adelante el
programa económico neoliberal inaugurado por los militares, aunque
desarrolló una política exterior que pretendía romper el aislamiento de
la dictadura de la época; también incluyó la restauración de las relacio-
nes diplomáticas con Cuba y Nicaragua.

En 1986, Sanguinetti obtuvo 75% de los votos en el Congreso para


aprobar una amnistía a los militares acusados de violar los Derechos
Humanos; esta amnistía se conoció como la Ley de Caducidad. En
1989 hubo un referéndum sobre la permanencia de esta ley donde el
PIT-CNT hizo campaña por su derogación, pero el 56% de los votantes
optó por mantenerla. Más tarde, bajo la presión de los familiares de
desaparecidos políticos y de las organizaciones de derechos humanos,
el presidente Jorge Batlle creó una Comisión de la Verdad en el año
2000 para determinar la situación y destino de las personas declaradas
desaparecidos. En este comité participó José D’Elia, histórico dirigen-
te sindical de Uruguay. La comisión investigó 228 casos de presuntas
desapariciones y 83 de ellas fueron confirmadas, 80 parcialmente con-
firmadas y 56 descartadas. Sin embargo, la mayoría de desapariciones
de uruguayos ocurrió en Argentina debido a la colaboración que exis-
tía en el área de represión política entre las dictaduras de Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, que se conoció como la
Operación Cóndor.

La comisión fue restablecida en 2003 y alcanzó casi las mismas con-


clusiones de antes. El Congreso uruguayo aprobó una ley en 2011 que
permite castigar a los agentes estatales por delitos de lesa humanidad
cometidos entre 1973 y 1985, lo que impidió efectivamente la prescrip-
ción de determinados delitos. Antes de esta ley hubo el juicio y condena
a los principales dirigentes de la dictadura, Bordaberry y el general
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 275

Gregorio Álvarez, pero no todos los jueces uruguayos tenían la misma


comprensión que llevó a estas convicciones.

En los procesos de resistencia a la implantación de la dictadura, la pre-


sión política por el final de la misma, en la transición a la democracia y
el debate sobre la violación de los Derechos Humanos, el sindicalismo
uruguayo fue uno de los actores más activos en América Latina; aunque
el PIT-CNT no participó directamente de las negociaciones del Club Na
val. Sin embargo, su capacidad de organización y representatividad le
aseguró un papel clave en las transformaciones que incluso permitió
que el Frente Amplio ocupara el gobierno de Uruguay desde 2005.

Perú
Víctor Haya de la Torre, pensador y político de Perú, fue el fundador y lí-
der del Partido de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (Apra),
que ideológicamente mezcla anticapitalismo, nacionalismo y antiimpe-
rialismo. Después de su fundación en 1923 se mantuvo durante muchas
décadas como el partido político más popular y sólido en el Perú, pero a
pesar de varias victorias electorales, la derecha y los militares nunca le
permitieron gobernar. Fue solo en 1985 cuando Alan García fue elegido
presidente por el Apra.

En la década de 1960, algunos disidentes del movimiento, y otros sec-


tores de la izquierda revolucionaria, intentaron desarrollar una lucha
guerrillera que no obtuvo al final el éxito. En 1968, un grupo de mi-
litares encabezado por el general Juan Velasco Alvarado derrocó al
presidente Fernando Belaunde Terry, pero en lugar de iniciar una dic-
tadura militar tradicional de la represión a la izquierda, y de alineación
con el anticomunismo y la doctrina de la seguridad nacional de los
EE.UU., implementó una serie de medidas para promover el desarrollo
de la economía nacional. En ese sentido, impulsó la reforma agraria y
la participación de los trabajadores en la gestión empresarial, creó un
sector de empresas de propiedad social, expropió y entregó algunos
276 Controversia 207

órganos de prensa para sectores sociales organizados y desarrolló una


política exterior independiente y no alineada.

Enfermo y físicamente frágil, Velasco Alvarado fue depuesto por su


primer ministro, el general Francisco Morales Bermúdez, quien, presio-
nado por el FMI y la oligarquía local con ganas de recuperar el poder,
derogó muchas de las medidas anteriores y convocó elecciones para
una Asamblea Constituyente en 1978; la finalidad era entregar los pro-
blemas a los políticos civiles. En la elección presidencial de 1980 el
elegido fue Belaunde Terry que había sido despedido por Alvarado, y
que llevó adelante una política económica desastrosa de conformidad
con las directrices del FMI. El mismo año se puso en marcha la guerrilla
maoísta del Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso (PCP-SL)
y en 1984 este fue reforzado por la entrada en escena del Movimiento
Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

En 1985, durante la crisis de la deuda externa, Alan García fue elegido


presidente y fue sustituido cuatro años más tarde por el hasta entonces
desconocido Alberto Fujimori. El populismo autoritario, pero neoliberal,
se estableció en Perú con su posesión en 1990. Ante la oposición que
tenía mayoría parlamentaria comenzó a gobernar por decreto y en 1992
dio un golpe de Estado con apoyo militar. Suspendió las actividades
parlamentarias, desestimó a los jueces de la Corte Suprema y aprobó el
ajuste estructural proporcionado por el Consenso de Washington como
una guía para la economía. Gracias a las medidas económicas adop-
tadas con el apoyo del FMI logró que el Gobierno de Estados Unidos
también lo apoyara. El apoyo interno superaba al 80% de la población
debido al desgaste de las instituciones antes mencionadas.

Cambio 90, el partido de Fujimori, obtuvo en 1992 la mayoría de los


votos para el “Congreso Constituyente Democrático”, esto se dio debido
a que los partidos tradicionales boicotearon las elecciones. Ese mismo
año, mientras que el líder del PCP-SL, Abimael Guzmán, fue detenido,
la popularidad del presidente se disparaba lo que le garantizó la reelec-
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 277

ción en 1995. Dos años después Fujimori sustituyó a los magistrados


del Tribunal Constitucional que habían declarado que una nueva ree-
lección sería ilegal y en 2000 fue elegido por tercera vez por el partido
Perú 2000.

Sin embargo, ese año se levantó controversia interna y externa sobre


su derecho a afianzarse en el poder, pues al parecer había evidencia de
fraude electoral. Poco después se dio a conocer un video que muestra a
Fujimori y a su jefe de seguridad, Vladimiro Montesinos, sobornando a
un parlamentario para unirse al partido del entonces presidente. Eso dio
lugar a una serie de manifestaciones populares en contra del Gobierno
y provocó la renuncia del presidente durante una reunión de APEC en
Japón, así como de su asistente. El mandatario ya no tenía la mayoría
en el Congreso y este no aceptó la renuncia y promulgó un juicio políti-
co sobre la base de “fracaso moral” de actuar como presidente.

A Fujimori le sucedió en forma interina el tercer vicepresidente del


Congreso, Valentín Paniagua, mientras aquel permaneció en autoexilio
en Japón durante cinco años. Cundo trató de regresar al país, aloján-
dose inicialmente en Chile, fue detenido y extraditado para ser juzgado
en el Perú. Entre 2007 y 2009 pasó por cuatro juzgados diferentes: se
le acusaba de abuso de autoridad, invasión ilegal de domicilio, envío
ilegal de fondos públicos, graves violaciones de los DD.HH y, además,
por la responsabilidad en las masacres de Barrio Alto y La Cantuta6 , así
como el secuestro y asesinato de un periodista y un empresario después
del golpe de 1992. El cuarto juzgado fue por escucha ilegal de teléfono
y espionaje, soborno de congresistas y la compra ilegal de un canal de
televisión. Su pena mayor, como anota Burt (2009), fue de 25 años en
el tercer fallo, el máximo permitido por la ley peruana, además de pago
de multas e indemnización a las víctimas.

En el Barrio Alto, el grupo Colina asaltó una casa y mató a 15 personas, entre
6

ellas un niño de ocho años y en la Universidad de La Cantuta secuestró e hizo


desaparecer a nueve estudiantes y un profesor.
278 Controversia 207

El récord negativo de diez años de gobierno de Fujimori es serio, ya que


sucedió en un régimen formalmente democrático, aunque manipu-
lado para que pudiera elegirse por tres veces. El manejo, así como
el golpe de Estado de 1992 y la destitución de los jueces de la Corte
Constitucional, fue la creación de un grupo paramilitar para su propio
servicio, el Grupo Colina, que también actuó como escuadrón de la
muerte contra personas consideradas subversivas. A este escuadrón
se le unió el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), el cual estaba
subordinado directamente a la presidencia y era utilizado para espiar
e intimidar a los miembros de la oposición, así como el control de las
instituciones peruanas, incluidos los medios. En 1995 se hizo indultó
a los militares y policías condenados por violaciones de los Derechos
Humanos en la lucha contra la guerrilla desde 1980, que incluía a
miembros del Grupo Colina. También creó la figura de los “jueces sin
rostro” que permanecieron en el anonimato durante los ensayos que
justificaban como preservación de su seguridad personal. Estos jueces
condenaron a más de dos mil personas entre 1992 y 1995. Cuando
Fujimori dejó el cargo aún había unos 900 prisioneros. Este Gobierno
también practicó intensa corrupción para beneficio personal y para
mantenerse en el poder, incluyendo a los legisladores sobornados y
otros personajes que le podían resultar de utilidad. Se estima que la
corrupción entre 1990 y 2000 costó al Perú entre US$ 1,5 a 4,0 mil
millones de dólares.

El gobierno interino estableció una Comisión de la Verdad en el año


2001 con un mandato amplio para investigar las responsabilidades de
los guerrilleros y agentes del Estado en lo relacionado a las violaciones
de los Derechos Humanos en el Perú sucedidas entre 1980 y 2000. Cuan-
do el presidente elegido en 2002 Alejandro Toledo asumió la presidencia
extendió el número de miembros del comité para doce representantes y
su nombre cambió para Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR).
El informe final fue entregado en 2003 con los siguientes resultados:
entre 1980 y 2000 murieron 69 mil personas víctimas de los conflictos
y 15 mil personas fueron víctimas de desaparición forzada. El PCP-SL
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 279

tuvo la responsabilidad del destino de 54% de las víctimas, el 37%


fue responsabilidad de agentes de Estado, 2% fue responsabilidad del
MRTA y no fue posible determinar la responsabilidad de un 7% de las
víctimas. Tres cuartas partes de las víctimas eran campesinos y la ma-
yoría de ellos solo hablaban quechua u otra lengua indígena. Esta cifra
es relevante para el análisis ya que en Perú solo el 16% de la población
no tiene el español como su primera lengua. Por lo tanto, al igual que
ocurrió en el caso de Guatemala, Perú tiene en su historia un caso de
genocidio.

Las principales recomendaciones de la CVR fueron:

• El Estado promoverá las reparaciones individuales y colectivas a las


víctimas y sus familias.
• El Estado promoverá las reformas estructurales en su funcionamiento,
especialmente en las fuerzas armadas, la policía y el poder judicial.
• El poder judicial debe abrir procesos en relación con los 47 más
graves casos de violaciones de derechos humanos7.
• No aprobar amnistías o indultos que impidan la búsqueda de la
verdad y la justicia.

Las recomendaciones de la CVR se inspiraron en gran parte por la ju-


risprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero
fue solo en 2006 que cuatro policías fueron condenados a 16 años de
prisión por la desaparición de un estudiante. Según el coordinador de la
CVR, Salomón Lerner, “la verdad no se conoce de forma automática y
no conduce automáticamente a la reconciliación. Tiene que haber una
mediación para lograr la reconciliación entre la verdad que no puede
ser una condición suficiente, aunque es necesario, y la justicia condi-

La Procuraduría de Defensa del Pueblo añadió otros 12 casos a los 47 recomendados


7

por la CVR.
280 Controversia 207

ción necesaria para la reconciliación” (Burt, 2009). Esta lógica supone


que la mediación sería una combinación de reparación con acciones
legales contra los responsables de violaciones.

El movimiento sindical fue una de las víctimas de la era Fujimori en ma-


teria de Derechos Humanos. Varios dirigentes sindicales se encuentran
entre los desaparecidos y el más conocido es el del secretario general de
la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), Pedro Huilca,
secuestrado y asesinado por el Grupo Colina en 1992 por su oposición al
Gobierno. Los trabajadores y los sindicatos también fueron muy afectadas
por las medidas económicas y sociales adoptadas por el gobierno de Fuji-
mori como la privatización, despidos de servidores públicos, contratos de
trabajo flexibles y restricciones en la capacidad colectiva de los sindicatos.

La Organización de los Estados Americanos inició una negociación con


el Congreso de la República para discutir la transición e invitó pro forma
solo a un representante de la CGTP. La OEA tenía su plataforma política
para el período de transición que era la nominación de un gobierno de
emergencia nacional, la convocatoria de nuevas elecciones nacionales
y regionales, el castigo para los funcionarios públicos corruptos y la
adopción de una nueva estrategia económica con prioridad para el em-
pleo y la recuperación del poder adquisitivo. En 2001 se creó el Consejo
Nacional de Trabajo y Promoción del Empleo, pero no había mucho
entusiasmo debido a la composición del Ministerio de Transición. Ade-
más, de los ministros de economía neoliberal, el nuevo ministro de
Trabajo provenía de una asociación empresarial y había mostrado mu-
cha simpatía con las leyes laborales creadas por Fujimori.

La transición del apartheid a la democracia


en Sudáfrica
Sudáfrica es actualmente el país más desarrollado de África, además
de tener la economía más grande. Fue colonizada en el pasado por
holandeses e ingleses, y estos últimos se convirtieron en la fuerza hege-
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 281

mónica en el país, aunque la cultura holandesa africander sigue siendo


fuerte; incluso a través de una de las doce lenguas oficiales, el afrikáans
–un holandés arcaico–.

Aunque la población negra siempre ha sido mayoritaria, la segregación


entre negros y blancos data del siglo XIX y se profundizó gracias a una
serie de leyes, decretos y otros mecanismos jurídicos aprobados en el si-
glo siguiente entre 1910 y 1963. Estos mecanismos prohibían a los negros
poseer la tierra y votar, a la vez que fueron sometidos a confinamiento
en determinadas áreas (bantustanes) lejos de los lugares de trabajo. El
Gobierno entonces podía incluso transferirlos de lugar en cualquier mo-
mento. Los negros no tenían acceso a los servicios públicos, no podían
unirse a los sindicatos, y mucho menos hacer huelga; tampoco podían
asistir a las mismas instituciones educativas que los blancos.

Algunos autores explican la segregación (apartheid) a partir de las creen-


cias religiosas muy ortodoxas de los africanders, pero el hecho es que este
esquema permitió generar mano de obra barata que jugó un papel impor-
tante en la minería y la industrialización de África del Sur. Este hecho es
determinante, como señala Pereira (2012), debido a que esto permitió las
inversiones extranjeras directas en las décadas de 1950 a 1960.

La primera organización política creada por los negros sudafricanos fue el


Congreso Nacional Africano (CNA) en 1912. En 1921 se fundó el Partido
Comunista Sudafricano (PCSA), aunque en el principio sus miembros eran
en su mayoría blancos. El CNA adoptó en 1940 una estrategia de resisten-
cia no violenta y se añade a esta estrategia la formulación de la Carta de la
Libertad, firmada también por las organizaciones de indios, mulatos, libe-
rales y socialistas. Este documento, que denunciaba el apartheid, apelaba
por la abolición de este régimen, a la vez que predicaba la igualdad entre
los sudafricanos y la división de la riqueza nacional. La Carta de Libertad
se convirtió en el principal programa y referente de la lucha, aunque algu-
nos militantes más jóvenes del CNA comenzaron a discutir la posibilidad
de promover acciones más agresivas para enfrentar al régimen.
282 Controversia 207

Por otro lado, otros sectores del movimiento negro en desacuerdo con
el carácter multirracial de la CNA, crearon en 1958 el Congreso PanA-
fricano (CPA). Dos años más tarde, el CPA realizó una manifestación en
la ciudad de Sharpeville en protesta por la ley que limitaba la libertad
de movimiento de los negros en las zonas reservadas para los blancos.
La policía abrió fuego contra los manifestantes y asesinó a 70 de ellos.
Además, el Gobierno puso el CNA, el CPA y el PCSA en la ilegalidad. A
raíz de esto, el CNA decidió poner en marcha la resistencia armada a
través del Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación). En 1963 Nelson
Mandela y otros líderes de la CNA, acusados de participar en la lucha
armada, fueron detenidos y condenados a cadena perpetua.

A pesar de las leyes de confinamiento, comenzó a producirse una cada


vez más fuerte afluencia de negros a las ciudades, porque los bantus-
tanes no tenían trabajo y la tierra era casi improductiva. Eso produjo
problemas sociales y protestas a la proximidad del blanco. Por ejem-
plo, la manifestación de estudiantes en Soweto en 1976 en contra de
la enseñanza obligatoria del afrikaans, brutalmente reprimida por la
policía a un costo de entre 95 (cifra oficial) y 700 muertos (no se co-
noce la cifra cierta).

La descolonización de los países del Sur de África contribuyó a la inte-


rrupción del aislamiento internacional de la CNA, abrió posibilidades
para campos de entrenamiento de la “Lanza de la Nación” y abrió el
debate sobre un boicot internacional contra Sudáfrica si su gobierno in-
sistía en mantener el régimen del apartheid. Esta campaña antirracista
comenzó a crecer mucho en Europa y Estados Unidos, aunque el go-
bierno de este último en realidad nunca llegó a unirse al boicot, a pesar
del apoyo de la ONU y de la Comunidad Económica Europea.

Con la caída de los precios de los minerales en el mercado internacional


y el creciente aislamiento del país la situación en los años ochenta fue
difícil para los gobernantes blancos de Sudáfrica; las demostraciones
internas contra el régimen también se multiplicaron. Con la caída del
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 283

muro de Berlín también desapareció la justificación del anticomunis-


mo para reprimir a la comunidad civil y a sus organizaciones. Así, el
gobierno blanco comenzó a negociar con el CNA a través de Nelson
Mandela quien con sus compañeros había sido transferido del trabajo
forzoso en la inhóspita isla de Robben a una prisión en el continente
para facilitar los contactos. En 1990 se llegó a un acuerdo para norma-
lizar la vida política del país.

Las primeras medidas concertadas fueron la abolición de la segrega-


ción racial en los lugares públicos, la liberación de los presos políticos,
la abolición de los bantustanes y el establecimiento de una constitu-
ción provisional que creó una Asamblea Nacional de 400 miembros y
un Senado de 90, a la vez que estableció el derecho universal al voto.
El presidente sería elegido por la Asamblea Nacional y una nueva
división territorial se estableció con nueve provincias del país, cada
uno con su propia asamblea legislativa y el gobernador. Se creó en-
tonces una Fuerza Nacional de Paz, con la participación de miembros
de las fuerzas armadas y de la guerrilla del ANC. Las primeras elec-
ciones multirraciales en Sudáfrica se llevaron a cabo entre el 26 y 29
de abril de 1994 con la participación de 84% de los votantes; el ANC
ganó con 63% de los votos, y así fue como Nelson Mandela alcanzó
la presidencia.

Los primeros sindicatos que conocemos en Sudáfrica datan de princi-


pios del siglo XX, básicamente compuestos por trabajadores blancos.
El Congreso de Sindicatos de Sudáfrica (Cosatu)8, identificado políti-
camente con el PCSA y el CNA y con representación multirracial, fue
fundado en 1985; es la mayor central sindical del país, con fuertes raí-
ces en el sector industrial y minero. En la campaña electoral de 1994,

Hay otras dos centrales sindicales: el Nactu ligada a la CPA y la Fedusa, las cuales
8

provienen de los sindicatos de funcionarios públicos que durante el apartheid eran


todos blancos.
284 Controversia 207

y durante el período de gobierno de Mandela, se formó una alianza


tripartita con el PCSA y el CNA, lo que llevó a algunos de sus líderes
a la participación del ministerio, mientras que otros fueron elegidos
parlamentarios.

En los primeros años de la presidencia de Mandela hubo una serie de


medidas para mejorar las relaciones laborales y permitir la participación
de los sindicatos en las discusiones sobre las leyes y medidas a adoptar
por el Parlamento. Los Convenios 87 y 98 fueron ratificados y esta-
blecida la plena libertad sindical, derecho de huelga y la organización
en el lugar de trabajo. Fue creado el Consejo Nacional de Desarrollo
Económico y Trabajo (Nedlac, por su siglas en inglés), un organismo
cuatripartito –gobierno, sindicatos, empresarios y representantes del
tercer sector– para discutir y posicionarse sobre las propuestas del Go-
bierno antes de su envío al Parlamento.

Actualmente hay una gran controversia dentro de la Cosatu en relación


al mantenimiento de la alianza tripartita, ya que varios sindicatos con-
sideran que el actual presidente Jacob Zuma no cambió la dirección
neoliberal de la economía que se habrían implementado por su pre-
decesor, Thabo Mbeki. Esto permite señalar que el principal reto para
el sindicalismo sudafricano es la lucha contra el desempleo que afecta
principalmente a los negros, así como conquistar la paridad salarial en-
tre negros y blancos, ya que estos ganan, en promedio, diez veces más
que los primeros.

Con respecto a violaciones de los Derechos Humanos durante el apar-


theid, una Comisión de la Verdad y Reconciliación, presidida por el
arzobispo Desmond Tutu, comenzó a funcionar en 1995. El objetivo era
analizar lo ocurrido bajo responsabilidad de agentes del Estado y orga-
nizaciones de la oposición al apartheid entre 1960 y 1994. La Comisión
formó dos comités: uno para evaluar las amnistías y otro para analizar
las reparaciones y rehabilitaciones. Los primeros informes resultado de
estas comisiones fueron entregados en 1998.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 285

No existen datos precisos sobre el número de violaciones de los De-


rechos Humanos, en particular de los más graves. Sin embargo, la
Comisión escuchó a 21.519 víctimas y testigos, cerca de dos mil en
audiencias públicas; y se registró la denuncia de más de 30 mil viola-
ciones. También se encontró que muchos documentos de propiedad
de las fuerzas de seguridad fueron destruidos entre 1990 y 1994. La
Comisión también tenía el poder para poner en práctica un programa
de protección de testigos y un centenar de personas se beneficiaron,
principalmente los que testificaron en contra de los oficiales de alto
rango de la policía. Es importante aquí señalar que para que un acu-
sado de violaciones de Derechos Humanos fuese amnistiado este tenía
que proporcionar toda la información acerca de su participación, y re-
cibiría amnistía si el caso llegaba a las audiencias públicas. Se hicieron
más de seis mil solicitudes de amnistía, pero el Comité ha concedido
solo 849 y rechazó otras 5.392. Los que no fueron amnistiados podían
ser procesados, pero no hubo mayor esfuerzo para que esto sucediera.

En cuanto al Comité de Reparaciones y Rehabilitación debe decirse que


este era el encargado de hacer recomendaciones al Gobierno en cuanto
a los que tenían derecho a alguna reparación o rehabilitación. También
aconsejaba en relación a los valores monetarios, ya que es difícil asig-
nar un precio para compensar una violación de los Derechos Humanos.
Pereira (2012) anota que hubo varias recomendaciones al respecto, pero
pocas fueron cumplidas plenamente por el Gobierno. En relación al
tema sindical debe decirse que el movimiento sindical apoyó la labor de
la Comisión, aunque no formó parte de ella.

Todavía queda mucho para que Sudáfrica se convierta en un país justo


y equitativo, pero no hay duda de que el movimiento sindical jugó un
papel importante en el desmantelamiento del apartheid y en la realiza-
ción de los cambios mencionados anteriormente.
286 Controversia 207

Conclusiones
Tras analizar los casos mencionados, se confirma que las transiciones a
la democracia se constituyen, en procesos específicos, de maneras sin-
gulares y carecen, en la mayoría de los casos como dice Sáez (1992), de
garantías mínimamente claras que lleven al éxito de los acuerdos. Sin
embargo, a modo de conclusión vamos a hacer algunas comparaciones
y comentarios que esperamos puedan servir de reflexión sobre nuevos
casos de transición democrática o de negociaciones que tengas como
objetivo el final de conflictos.

Lo que se percibe desde el punto de vista económico y social en todos


los casos analizados es la transición del conflicto o de la dictadura hacia
la democracia y la paz; pero también se percibe, de manera constante,
la permanencia de regímenes neoliberales. Lo que demuestra esto es
que en los procesos analizados no ha habido suficiente fuerza política
y consenso para que los acuerdos en realidad puedan generar cam-
bios concretos y profundos; cambios que vayan más allá de la paz y la
democracia. Y se puede señalar que un aspecto que debe ser fortaleci-
do en futuros acuerdos e implementación de los mismos es que debe
existir un mayor y determinante marco de garantías. Solo se pudo ver
algunos cambios en este sentido cuando los partidos de izquierda se in-
volucraron en las transiciones, como fue el caso de Argentina, Brasil, El
Salvador, Nicaragua y Uruguay donde aquellos asumieron el Gobierno.
En ese mismo sentido, ha de decirse que los cambios resultaron útiles
para elegir a los gobiernos de izquierda en el curso de las transiciones
políticas en Sudáfrica y Chile. Sin embargo, obviamente era necesario
superar las transiciones hacia la paz y la democracia para tener alguna
expectativa de cambios políticos.

Se percibe en los casos estudiados que el movimiento sindical tuvo un


papel importante para impulsar las negociaciones de paz y los acuerdos
de transición democrática a través de sus movilizaciones y cabildeo
para este propósito. Así fue en Sudáfrica, El Salvador, Nicaragua, Brasil,
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 287

Chile, Perú y Uruguay. Sin embargo, solo en Perú hubo participación


directa de los representantes sindicales en la negociación de las disposi-
ciones transitorias. En el seguimiento de la aplicación del acuerdo hubo
participación del movimiento sindical en todos los países estudiados.

En los diversos aspectos que involucran las violaciones de Derechos Hu-


manos durante los conflictos internos, las dictaduras y en los regímenes
autocráticos, como Sudáfrica y Perú, hubo diferentes situaciones. En
otros países hubo amnistía con el fin de proteger a los agentes estatales
de acusaciones después de la transición democrática. Solo en Sudá-
frica la amnistía para violadores de los Derechos Humanos depende
de la plena cooperación de los acusados con las investigaciones y el
dictamen de una delegación específica de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación. Más recientemente ha habido iniciativas para derogar
la amnistía de los delitos de secuestro y desaparición forzada en Argen-
tina, Chile, Perú y Uruguay. En Brasil se intenta utilizar legalmente la
doctrina de algunos Tribunales de Justicia que consideran estos críme-
nes como imprescriptibles y, por lo tanto, no sujetos a amnistía.

Las Comisiones de la Verdad se han aplicado sobre todo en los procesos


de transición, aunque a menudo con el mandato temporal más allá de
ellos, como en Sudáfrica, Argentina, Chile, El Salvador, Guatemala y
Perú. En Brasil y Uruguay las comisiones se instalaron años después
del fin de las dictaduras. Igual, en todos los casos, se observa que la
demanda por la verdad y justicia es real, independientemente de la
dimensión de las violaciones de Derechos Humanos. Esta es la media-
ción que Salomón Lerner mencionó en el caso de Perú, aunque en la
mayoría de los países los castigos fueran limitados debido a las leyes de
amnistía. Sin embargo, es imposible pensar en la reconciliación si las
amnistías son amplias, generales y sin restricciones. Del mismo modo,
la compensación por violaciones –como fue implementado en Brasil–
no son suficientes para considerar cerrado el tema. Más razonable es
la posición de Sudáfrica, donde la Comisión de la Verdad arbitra las
amnistías y la compensación en la escala de violaciones.
288 Controversia 207

Aunque los acuerdos de paz se han sostenido, una pregunta crucial es


en qué medida el proceso de transición ayudó a establecer una cultura
de paz, considerando que en Sudáfrica y en la mayoría de los países de
América Latina como Brasil, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Perú
la violencia política fue reemplazada por altos niveles de delincuencia
común. Sin embargo, los indicadores actuales muestran que la mayoría
de las personas consideran la democracia como mejor que las dictadu-
ras y, como se mencionó anteriormente, el fin del terror político es un
alivio, y en muchos de los países actualmente existe la convicción de
que no es aceptable matar para defender posiciones políticas.

La lección más importante para el movimiento obrero que quiere cen-


trarse en procesos similares a los estudiados es, en primer lugar, la de
tener una plataforma para el acuerdo de paz y la transición. Esto debe
incluir los cambios políticos y las herramientas necesarias para ampliar
la participación popular en las decisiones y, por supuesto, no habrá
acuerdo si los beligerantes no se incorporan a la vida política normal.
En segundo lugar, es necesario revisar lo que pasó durante el conflicto
o la dictadura y para eso sirven las Comisiones de la Verdad que tienen
ciertas reglas a seguir, tales como su composición, duración, estructura
y mandato. Del mismo modo que nadie depone sus armas si no hay
amnistía, tampoco habrá reconciliación si no hay justicia para todos los
que se levantaron en armas.

Por último, la plataforma debe incluir una propuesta viable de los te-
mas que pueden cambiar económicamente y socialmente en el proceso,
pero eso también depende de la correlación de fuerzas, la representati-
vidad y la capacidad de organización del movimiento sindical.
Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la
democracia: La incidencia del movimiento sindical 289

Referencias bibliográficas
Burt, Jo-M. (2009). “Guilty as charged: The trial of former Peruvian president
Alberto Fujimori for human rights violations”. En The International Journal
of Transitional Justice. 3. (3). Inglaterra: Oxford Journals, 2009. 385- 405.

Enciclopédia do Mundo Contemporâneo (2000). São Paulo: Publifolha.

Grandin, G. (2002). A revolução guatemalteca. São Paulo: Editora UNESP.

Montgomery, T. y Wade, C. (2002) A revolução salvadorenha. São Paulo: Edi-


tora UNESP.

Pereira, A. D. (2012). A revolução sul-africana. São Paulo: Editora UNESP.

Sáez, M. (1992) “Las transiciones a la democracia en España, América Latina


y Europa Oriental. Elementos de aproximación a un estudio comparativo”.
En Cuadernos de CAPEL. 35, IIDH-CAPEL. San Jose da Costa Rica.

Zimmermann, M. (2002). A revolução nicaraguense. São Paulo: Editora UNESP.

Otras fuentes
Entrevistas: con Amanda Villatoro (El Salvador), Marita Gonzalez e Andres
Larosgoytia (República Argentina).

Normativa: Decretos relativos a la creación de las Comisiones de la Verdad en


Argentina, Brasil, Chile, El Salvador, Guatemala, Perú, Sudáfrica e Uru-
guay.

Larraín, P. (Dir.). (2012). “NO” [cinta cinematográfica]. Chile: Fábula Pro-


ductores.

Sitio: www.pitcnt.org.uy
P
7.
Prensa alternativa e izquierda:
el caso de la revista Documentos
Políticos en el periodo final de
La Violencia
292 Controversia 207
Prensa alternativa e izquierda: el caso
de la revista Documentos Políticos
en el periodo final de La Violencia1
Por Lorena Guerrero2 y José Alejandro Cifuentes3

Introducción

L
a revista Documentos Políticos fue publicada por el Partido Comunis-
ta de Colombia entre 1956 y 1984. Aunque su función primaria era la
de difundir a la militancia y a los lectores interesados la situación del
Partido y su posición ante situaciones coyunturales, Documentos se con-
virtió poco a poco en una herramienta de prensa que permitía la difusión
desde análisis de actualidad económica y política, temas históricos, pro-
blemas internacionales, y también arte y cultura. Es más, desde el número
noventa y nueve, la publicación contenía reproducciones de trabajos de
artistas plásticos, caricaturistas y fotógrafos nacionales e internacionales.

El presente artículo parte de la revisión del amplio trabajo de investiga-


ción y catalogación de esta publicación llevado a cabo por Beatriz Elisa
Guerrero (2013). Dicha investigación nos ha permitido comprender la
riqueza de Documentos Políticos como una fuente para la historia po-
lítica y de la izquierda colombiana en la segunda mitad del siglo XX.

1
Artículo recibido en junio de 2106
Artículo aprobado en octubre de 2016.
2
Historiadora de la Pontificia Universidad Javeriana, estudiante de la Maestría en
Geografía de la Universidad Nacional de Colombia.
3
Historiador de la Pontificia Universidad Javeriana, estudiante de la Maestría en
Historia de la Universidad Nacional de Colombia.
294 Controversia 207

Pero, dado el espacio y lo extenso de la publicación, lo que presentamos


a continuación son algunas reflexiones sobre la fundación de la revista.
Documentos nos permite observar el esfuerzo del Partido Comunista
por ganarse un espacio democrático en medio de la dictadura militar
de Rojas Pinilla. Los primeros números de la revista son un testimonio
del periodo de clandestinidad del Partido en medio del momento final
de la Violencia.

La dictadura y la ilegalización del comunismo


Tras el golpe del 13 de junio de 1953, el general Gustavo Rojas Pinilla
sube al poder; sin embargo, Rojas enfrentaba las consecuencias de su
intento de gobernar sin los partidos tradicionales, mientras que los líde-
res conservadores y liberales fraguaban una alianza que les permitiría
retomar el poder y la imagen de una democracia formal. Con la llegada
del Frente Nacional, este nuevo periodo se entendería como un régimen
de transición a la democracia tras un periodo de cuatro años de dictadu-
ra militar. Muy por el contrario, el análisis de este periodo nos enseña
que el Frente Nacional implicó la monopolización del poder político por
parte de liberales y conservadores, lo que condujo a la exclusión del
sistema democrático de cualquier fuerza política disidente. Así pues,
el Frente Nacional constituyó un nuevo periodo de antidemocracia que
estuvo precedido por una década marcada por las dictaduras civiles
conservadoras y una dictadura militar. Sin embargo, la oposición al
régimen militar no se hizo esperar. Las fuertes represiones y castigos
contra todo aquel que estuviese en contra de sus leyes y estatutos sería
víctima de una justicia arbitraria. El Partido Comunista, siendo parte de
la oposición, había sido condenado a la ilegalidad y se le había impues-
to el delito de opinión4.

4
Debemos recordar que los comunistas ya habían sido víctimas de la persecución
desde las dictaduras civiles conservadoras anteriores al régimen militar.
Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista
Documentos Políticos en el periodo final de La Violencia 295

A pesar de estos impedimentos, el Partido decide crear una revista de


carácter teórico y de análisis político que hiciera frente al delito de opi-
nión impuesto en el gobierno de Rojas Pinilla. La revista se constituiría
como un elemento importante de la lucha política, sobre todo, porque
desafiaría a la represión, difundiendo información con objetivos con-
cretos. Así pues, la publicación sería un órgano de comunicación que
guiaría la lucha contra el impuesto estatus de ilegalidad.

Documentos políticos, nacimiento y consolidación


La revista Documentos Políticos lanza su primer número en el mes de
diciembre de 1956, mientras que el Partido Comunista se encontraba en
la ilegalidad. Bajo la clandestinidad, Documentos saca sus primeros seis
números impresos en mimeógrafo, y ello ante el peligro inminente de
los atropellos por parte de las fuerzas represivas, puesto que una publi-
cación era un abierto desacato a las disposiciones gubernamentales que
impedían a los comunistas actuar en el escenario público colombiano.
Por ello, Documentos Políticos, sería el apoyo y el eje central del Partido
Comunista a la hora de enfrentar este periodo antidemocrático.

El decreto de ilegalización del comunismo incapacitaba al Partido para


toda actividad pública y de participación política, además de que creaba
de facto el delito de opinión. Pero los comunistas no se limitaron a que-
darse de brazos cruzados. De ese espíritu de lucha nació la voluntad de
crear una revista de análisis político y de actualidad, la cual bautizaron
Documentos Políticos. Bajo la situación de ilegalidad que se les había im-
puesto, los comunistas concibieron una revista con el propósito formal
de impulsar su tarea teórico-práctica, para formar una escuela nacional
de cuadros, y donde se pudiesen expresar su plataforma política revolu-
cionaria de liberación nacional y social por medio del trabajo intelectual.

La revista era una expresión de la lucha por la legalidad. En el XIX Ple-


no del Comité Central del Partido Comunista de Colombia, reunido en
el mes de agosto de 1956, se planteó la reforma del programa del Parti-
296 Controversia 207

do. Allí se estipuló que el programa vigente en 1947 presentaba muchos


errores y vacíos, porque básicamente el documento corría el riesgo de
constituirse “en una colección de exigencias inmediatas y reformistas”
(Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista de Colombia, 1965,2).

La tarea de cambiar el programa era, según las directivas del Parti-


do, de vital importancia para que dicho documento se convirtiera en
una “brújula y [en] instrumento de nuestra lucha”, ello con el fin de
que el programa guiara al pueblo colombiano en la labor de “realizar
la revolución democrática y popular en Colombia”(Comité Ejecutivo
Central del Partido Comunista de Colombia, 1965,6). En este sentido,
los comunistas comenzaron a enfrentar las posturas militaristas de las
guerrillas activas, y a insistir en métodos pacíficos para alcanzar la re-
volución ( Buenaventura, 1990). En medio de dichas posturas emitidas
por el Comité Central, se hacía necesaria una publicación, que en prin-
cipio sirviera para discutir lo relativo a la reforma del programa, donde
aparecieran “las observaciones y discusiones de los temas, contenido y
críticas de los temas, sobre él” (Buenaventura, 1990, 21-28).

Documentos Políticos se publicó inicialmente en el campo, en Tequen-


dama. Su primera serie fue organizada por los dirigentes Hernando
Hurtado, Martín Camargo y Álvaro Vásquez del Real. Los primeros
números fueron elaborados en mimeógrafo, una herramienta rudimen-
taria pero que hacía que la producción de copias de la revista fuese
mucho más barata y sencilla. Además, hay que tener en cuenta que, por
lo estipulado en el Decreto 0434 de 1956, difícilmente los comunistas
hubieran podido acceder a una imprenta para hacer un tiraje numeroso.

La intención de mantener una revista propia del Comité Central que sis-
tematizara sus propias enseñanzas y determinaciones era una urgente
necesidad, no daba espera a que se legalizara de nuevo al Partido. Esto
queda claro en un texto de la contraportada de la primera entrega, allí
se decía que Documentos Políticos “se publica por el Comité Central en
cumplimiento de las decisiones del último Pleno [el 19°], el cual no
Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista
Documentos Políticos en el periodo final de La Violencia 297

hizo otra cosa que insistir en una antigua determinación del Partido. La
necesidad de una revista del Comité Central se ha hecho en los últimos
tiempos aún más urgente” (Comité Ejecutivo Central del Partido Comu-
nista de Colombia, 1956, 1).

Este primer esfuerzo es resultado de la intensión de impulsar una


publicación de una proporción considerable. De igual modo, es de im-
portancia rescatar que poco tiempo después de aparecida Documentos,
se inició la publicación del semanario Voz de la Democracia. Dicho
periódico se constituyó como otra expresión más de la lucha por la
legalidad, aunque no sea, tal como lo sostiene Nicolás Buenaventura
(1990), la primera expresión por la legalidad , pues, como lo hemos
visto, Documentos Políticos ya circulaba con el mismo objetivo.

El periódico se suma a la actividad intelectual y a la lucha por la de-


mocracia que los comunistas realizaban clandestinamente durante los
últimos momentos de la dictadura militar. El 20 de julio de 1957 se
publica el primer número de su periódico Voz de la Democracia, bajo la
dirección del jurista Juan Francisco Mújica, y del director de Documen-
tos Políticos, Álvaro Vásquez del Real. Hasta finalizar 1958 la publicación
completó dieciocho ediciones, una por cada mes. En un comienzo, el
periódico, al igual que la revista, tuvo una mayor difusión en las zonas
agrarias. Ello debido a la fuerte censura que seguía existiendo en las
ciudades durante el gobierno de la Junta Militar, que reemplazó a Rojas.

El hecho de que hubiese un tiraje de prensa a la par de su revista


demuestra un grado de cohesión y organización en torno al trabajo
intelectual. Los comunistas desde sus inicios plantearon un grupo
orgánico de personas encargadas de darle vida a su labor publicis-
ta, involucrado desde el proceso de redacción hasta la difusión de
sus publicaciones.

Con respecto a la constancia de la aparición de publicaciones comu-


nistas en Colombia, Álvaro Vásquez del Real señala el papel vital que
298 Controversia 207

jugaron Documentos Políticos y el diario Voz de la Democracia, apare-


cidos hace más de medio siglo:

Yo creo que las dos publicaciones, digamos modelo del Partido han sido
[la] revista Documentos y el periódico Voz. Porque tampoco antes de eso
ningún periódico nuestro llegaba a más de 6 números. Con excepción de
pronto de El Diario Popular que tuvo un periodo estable, pero también duró
poco. Primero fue semanario, después fue diario, y después desapareció.
Y los otros periódicos son bastante episódicos: Tierra, El Soviet. Y algunos
regionales que hubo en Cali, en Barranquilla, y en Bogotá (Oviedo y Vás-
quez del Real, 2010, 32).

Sobre las experiencias del trabajo revolucionario durante la década de


1957, Documentos Políticos publica en su número dos un artículo ti-
tulado “Los problemas de la propaganda política”. Dicho artículo fue
presentado como parte de la experiencia de un equipo de propagandis-
tas del Partido Comunista Colombiano. Allí exponen cómo este equipo,
dedicado a la propaganda del Partido, operó durante ocho años con-
secutivos. Es llamativo resaltar el trabajo realizado por este equipo de
propagandistas, ya que, conociendo su carácter clandestino, contribu-
yeron en publicaciones de carácter semilegal, en periódicos, folletos,
revistas, entre otros, y realizaron ediciones con una frecuencia casi dia-
ria, y, a pesar de la persecución, nunca interrumpieron su labor.

El citado artículo, directamente enfocado en establecer los problemas


de la propaganda política, fue dirigido a toda la oposición: escritores,
editores, corresponsales, distribuidores, lectores organizados, sin im-
portar el partido político o la clase social a la que pertenecieran. Por
ser esta una publicación más amplia, la revista retoma algunos de sus
elementos para hacer posible su difusión.

El tema de la propaganda se planteaba especialmente en una coyuntu-


ra como lo era la dictadura militar. Se señalaba que la propaganda era
Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista
Documentos Políticos en el periodo final de La Violencia 299

clave para lograr la unidad de las fuerzas opositoras al régimen, para


coordinar dichas fuerzas, y así lograr congruencia de acción en contra
del régimen represivo.

El artículo proponía una ruta para la elaboración de textos informativos


y de propaganda. En primer lugar, debía recopilarse la información que
la prensa oficial no estaba publicando, así como los sucesos que tenían
que ver con la lucha del pueblo, que, a su vez, permitían denunciar los
atropellos del régimen. Luego se debían agrupar los elementos y rela-
cionarlos entre sí para difundirlos en un volante. Y así cuando a la gente
le llegara nueva información, lo más seguro sería que

aún para el lector más desprevenido…le llegue la idea elemental de la


lucha. Pero ya desde allí, es probable que el lector se interese por nuevas
informaciones, si se organizan las cosas de manera que siga llegando a sus
manos la propaganda, conversará inevitablemente con sus amigos sobre
las noticias y terminará —en una buena parte de los casos— buscando los
datos y la propaganda por su cuenta (Comité Ejecutivo Central del Partido
Comunista de Colombia, 1957, 8).

Ya con este primer acercamiento, el individuo dejaría de sentirse ajeno


a la situación y pasaría a ser un participante en la lucha. Para comple-
tar la estructura, hacía falta el elemento organizativo, ya que “el papel
de la propaganda es empujar y conducir a la acción coordinada, a la
organización de la lucha” (Comité Ejecutivo Central del Partido Comu-
nista de Colombia, 1957, 8). Ello como principal referente a la hora de
convertir en efectiva resistencia la oposición al régimen. Los autores del
texto también explican la circulación de la propaganda, señalando que
la noticia se transforma en una verdadera arma si se escribe en el papel
y se hace circular:

la gente sabe que el papel no se escribe él mismo ni camina solo. Al recibir-


lo el obrero o el estudiante o el profesional, tiene la seguridad de que detrás
del escrito hay alguien que actúa. El papel da testimonio de que existe
300 Controversia 207

una organización, o sea una fuerza. Entonces se siente empujado por esa
fuerza y desea actuar a la vez. He allí la función de la propaganda (Comité
Ejecutivo Central del Partido Comunista de Colombia, 1957, 9).

Este elemento hay que tenerlo bien presente, pues en un momento en


el que el régimen había decretado el delito de opinión a todo aquel
que le hiciera oposición se hizo necesaria una abundante y ágil pro-
paganda de toda índole. Dicen los autores, que era entonces de suma
importancia construir “un frente de lucha capaz de derrocar a corto
plazo el poder de la autocracia”. Pero este frente debía apuntar a una
tarea más trascedente y difícil, a saber: “construir un nuevo poder, el
poder democrático, auténticamente popular” (Comité Ejecutivo Cen-
tral del Partido Comunista de Colombia, 1957, 9). En ese frente de
lucha se basó el Partido Comunista para contrarrestar al régimen, si
bien se dio la pelea, no fue tarea fácil, especialmente debido a que el
régimen militar “se [había] empeñado en destruir o amordazar todos
los periódicos más o menos independientes, no importa las clases a
que pertenezcan” (Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista de
Colombia, 1957, 9.).

La persecución era feroz, por ello los impulsores de la prensa opositora


tuvieron que actuar de manera furtiva. Debido a lo anterior, muchos es-
critores y propagandistas fueron tildados de bandoleros o delincuentes,
fueron encarcelados, recluidos o asesinados. Pese a esta situación, el ar-
tículo advertía que no se debía asumir que la propaganda “clandestina”,
al ser ilegal, debía ser agresiva y carente de contenido. El hecho de que
fuera “clandestina” no era motivo para el uso de

palabras atrevidas y subidas de tono [ya que] así, descuidan el estilo y el


análisis en la propaganda y se preocupan solo por decir en ella, como por
desquite, todas las frases que no cabrían en la propaganda supervigilada
por el régimen (Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista de Colom-
bia, 1957, 10-11).
Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista
Documentos Políticos en el periodo final de La Violencia 301

Todo lo contrario, muchos documentos escritos con destino a la prensa


censurada no pudieron ser publicados por motivos de descalificación
oficial, por tanto, pasaron a ser textos clandestinos, que la gente se
encargó de reproducir y difundir. El hecho de que sea tildado de clan-
destino, nos dicen los autores de Documentos, se debe a que no quieren
que se reproduzca la verdad y por ello se intenta borrarla a como dé
lugar. Por ello, la información que se intentaba trasmitir, al ir dirigida
al pueblo, tenía que ser sobre el atropello diario, aquel que se expre-
saba en los bajos salarios, en las alzas de precios, en el recorte de las
libertades, etcétera. Así, según las declaraciones del Comité Ejecutivo
Central del Partido Comunista “la única garantía para la larga vida de
un órgano de propaganda popular es un sistema que permita recibir re-
gularmente, sin interrupciones, las noticias y opiniones de las gentes a
las cuales va dirigido” (Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista
de Colombia, 1957, 14).

Es necesario recordar que la actividad intelectual del Partido Comunista,


plasmada en Documentos Políticos, tomó forma en medio de los difíciles
momentos que atravesó el país en la década de 1950. Los gobiernos
autoritarios conservadores de 1946-1953, y luego la dictadura militar
de Rojas Pinilla, como hemos visto, buscaron silenciar a la oposición,
entre ella a los comunistas. Ante las restricciones de las libertades civi-
les y la creciente violencia, el Partido Comunista no se quedó impávido.
Por el contrario, fue un agente político activo que adoptó una postura
y una línea de acción, desde la participación en los grupos armados
que resistían en el campo a la violencia oficial y conservadora, hasta
la actividad propagandística clandestina, acciones estas que también
afectaron el proceso de conformación de su revista.

Documentos Políticos y el escenario internacional:


XX Congreso del PCUS
Documentos Políticos fue a su vez una publicación que debía difundir
los principales debates y temas de actualidad del escenario internacio-
302 Controversia 207

nal. Esta tarea se planteó en 1956, un momento de inflexión pues se


realizó el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética,
el primero organizado tras la muerte de Stalin. Este evento tuvo un
impacto en el movimiento comunista internacional. En este Congre-
so, a cargo de Nikita. S. Jruschov, se dio la denuncia del régimen de
Stalin. Aunque al discurso de Jruschov donde se criticaba al accionar
de Stalin, no se permitió la asistencia de los delegados extranjeros,
el Congreso inauguró la lucha contra el culto a la personalidad (Eric
Hobsbawm, 1981). El Partido Comunista de Colombia comenzó la dis-
cusión de problemas propuestos en el XX Congreso soviético dentro
de las condiciones nacionales que estos estaban viviendo. Pron-
to, Documentos Políticos se convirtió en plataforma de difusión de
estos problemas.

En el primer número de la revista, el Comité Ejecutivo Central del


Partido Comunista de Colombia explicó que uno de los propósitos de
Documentos era realizar:

un positivo aporte al estudio de las experiencias internacionales, al conoci-


miento de los problemas nacionales y a la profundización de las cuestiones
que plantea la construcción de nuestro Partido. Teniendo en cuenta que
hoy discutimos un proyecto de Programa del Partido y nuevos estatutos,
la revista recogerá los aportes del Partido en relación con la elaboración
de ambos documentos. Igualmente, en las discusiones de nuestro Partido
acerca de los aspectos que ha llevado a primer plano el XX Congreso del
PCUS, nuestra Revista debe ser una amplia tribuna que refleje esas dis-
cusiones (Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista de Colombia,
1957, contraportada).

El Partido se inscribía en un movimiento comunista internacional. Aun-


que dicho movimiento ya no era dirigido desde Moscú por la Komintern,
disuelta en la década de 1940, en Colombia el Partido sí estaba atento
a lo que ocurriera en el seno de los partidos comunistas y obreros más
importantes del mundo. Las discusiones que se dieran en el seno del
Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista
Documentos Políticos en el periodo final de La Violencia 303

Partido Comunista soviético, iban a repercutir indiscutiblemente en este


movimiento internacional. Además, como lo señala Eric Hobsbawm
(1981), con la llegada de Mao al Poder, la China comunista comenzaba
a desafiar el liderazgo soviético, lo cual llevó a que las discusiones del
PCUS en 1956 tuvieran una mayor trascendencia.

En el primer número de Documentos Políticos se publicaron varios ex-


tractos de los textos de las resoluciones tomadas durante el XX Congreso
del PCUS, sobre todo, las relacionadas con el culto a la personalidad
(Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista de Colombia, 1956).
De esta forma, Documentos Políticos fue planteada desde el principio
como una publicación internacionalista, una que supliera al despare-
cido semanario Por una Paz duradera, por una Democracia Popular,
publicado por la Kominform:

Al decidirse por los respectivos Partidos Comunistas, la cesación de las


funciones del Buro de Información de los Partidos Comunistas y Obreros
y dejar de aparecer el semanario (sic.) POR UNA PAZ DURADERA, POR
UNA DEMOCRACIA POPULAR” […] se ha hecho más imperiosa una pu-
blicación del Partido que, de una parte, recoja los mejores documentos del
movimiento comunista internacional, y de otra, sirva de órgano de los pro-
pios documentos de nuestro Partido y de los estudios que los comunistas
colombianos consideren más importantes en relación con los problemas
del pueblo y del movimiento revolucionario nacional (Comité Ejecutivo
Central del Partido Comunista de Colombia, 1957, contraportada).

Conclusiones
Como señalábamos, con la instauración del Frente Nacional, y tras la
llegada a la presidente de Alberto Lleras, Documentos Políticos con-
seguiría una licencia oficial para ser publicada. Este nuevo régimen
político, aparentemente democrático, significaba la exclusión de cual-
quier voz disidente del bipartidismo. A su vez, se inició una nueva
fase del conflicto desatado desde la década de 1940. En ese contexto,
304 Controversia 207

la revista de los comunistas tendría nuevos retos: al mismo tiempo que


debía ampliar sus contenidos, debía jugar también un papel importante
en el esfuerzo de “construir una nueva cultura”.

Veremos en la revista la participación de artistas como Fernando Oramas


u Olivia Miranda, y de investigadores de envergadura como el urbanista
Jacques Aprile. Pero lo que importa destacar aquí es que Documentos
fue resultado del sueño de un grupo de intelectuales orgánicos que
buscaban encauzar los esfuerzos de oposición a un régimen político
excluyente y violento.

La revista es una expresión política del Partido Comunista en un perio-


do complejo de la historia del país, la Violencia. Es de resaltar dicha
situación, pues durante el ambiente hostil vivido bajo el gobierno de
Rojas Pinilla cualquier alusión al comunismo internacional era castiga-
da de manera arbitraria por la justicia militar. Y eso no es de extrañar,
porque en Occidente se vivía una dura campaña anticomunista liderada
por los órganos de propaganda e inteligencia norteamericanos (Stonor,
2013 y Hobsbawm, 2003).

Finalmente, es importante afirmar que Documentos Políticos es aún una


fuente por explorar para la historia de las izquierdas en Colombia.
Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista
Documentos Políticos en el periodo final de La Violencia 305

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R
Reseñas
Lesley Gill. (2016). A Century of
Violence in a Red City: Popular Struggle,
Counterinsurgency, and Human Rights
in Colombia. Durham: Duke University
Press, 304 páginas1
Por Mauricio Archila Neira2

B
arrancabermeja es una de las ciudades más estudiadas en Colom-
bia, no solo por ser el principal centro petrolero del país, sino por
contar con una tradición política contestataria que algunos desig-
namos como radical. Pero este libro de la antropóloga norteamericana
Lesley Gill ofrece varias novedades. Aunque ya ha habido extranjeros
que han estudiado a Barranca —como coloquialmente se le conoce—,
lo han hecho desde una perspectiva casi apologética de la explotación
petrolera y más recientemente de forma crítica, desde la defensa de
los derechos humanos. Esta es una perspectiva que considera la pro-
fesora de la Universidad de Vanderbil, Lesley Gill, pero ella va más
allá, incluso polemiza con el enfoque de derechos humanos, y en eso
radica la novedad del texto reseñado. En efecto, su clave de análisis es
la categoría clase y desde allí intenta leer en forma muy coherente el
efecto del capitalismo y la violencia —los hermanos gemelos, como los

Una versión muy breve de esta reseña fue publicada por la Revista Europea de
1

Estudios Latinoamericanos y del Caribe (ERLAC, por las siglas en inglés), No. 103
de 2017.

2
Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia e investigador en Cinep/PPP.
312 Controversia 207

llama— en el hacerse y deshacerse de la clase trabajadora barranqueña.


Algo que había analizado para Bolivia e inclusive para su mismo país.
Ya volveremos sobre esta discutible hipótesis.

La otra novedad, tal vez no tan polémica como la anterior, es meto-


dológica: el uso de testimonios directos por el trabajo de campo que
valientemente realizó en esa ciudad desde 2004, cuando fue invitada
por los trabajadores de Coca Cola a acompañarlos en la lucha por la de-
fensa de la vida. Y decimos valientemente no solo por el calor sofocante
que se respira en este puerto sobre el río Magdalena todo el año, sino,
sobre todo, porque la ciudad desde 1998 sufrió una brutal incursión de
paramilitares que rechazaban cualquier pensamiento crítico, así provi-
niera de una extranjera. Por tanto, su vida estuvo en juego —así no lo
confiese mucho a lo largo de las trescientas páginas de su libro—. En
ese sentido, aunque la autora no reflexione mucho sobre el método de
investigación —lo cual es una lástima pues hubiera dado muchas cla-
ves de comprensión de su texto—, sin duda se trata de una etnología
comprometida con la suerte de la gente a la que acompañó por casi diez
años de viajes intermitentes a la zona. Así lo reconoce brevemente en
la página final de sus conclusiones. En ese orden de ideas, la novedad
empírica está en ese trabajo de campo y en los testimonios conseguidos
con paciencia y solidaridad, que son hábilmente entrelazados con la
lectura de fuentes secundarias y reflexiones teóricas a lo largo del texto.

El libro en cuestión tiene siete capítulos más la introducción. En esta


la autora plantea sus motivaciones para hacer la investigación y cómo
se dio el acompañamiento a los empleados de Coca Cola y, en general,
a los trabajadores de Barrancabermeja, a renglón seguido expone su
enfoque teórico, que, como hemos dicho, es de clase. Este enfoque es
una lectura marxista de la acumulación de capital por desposesión, en
la que se articula la flexibilización laboral neoliberal con la violencia
estatal y paramilitar. También señala una comprensión muy amplia de
la clase obrera, que incluye trabajadores rurales y urbanos a veces con-
siderados como campesinos o capas medias. Y, por último, indica que
Lesley Gill. (2016). A Century of Violence in a Red City: Popular Struggle, Counterin-
surgency, and Human Rights in Colombia. Durham: Duke University Press. 313

su visión del Estado no remite solo a la materialidad institucional, como


si fuera una “cosa”, sino que lo ve como un conjunto de relaciones y
alianzas de poder.

Luego, Lesley Gill entra en materia para lo cual sigue una línea cronoló-
gica en los tres primeros capítulos y después hace un análisis sincrónico
más detallado del fenómeno paramilitar en los cuatro siguientes. Así, en
el primer capítulo toca la llegada en los años veinte del siglo pasado de
la subsidiaria de la Exxon, la Tropical Oil Company, y la creación de un
enclave petrolero en la mitad del país —lo que desde los años cincuenta
se llamará Magdalena Medio—. Dicho enclave alimentó la formación de
una clase obrera antiimperialista y solidaria. En la siguiente sección, la
autora aborda la segunda mitad del siglo veinte para destacar como esa
clase trabajadora acompañó a los pobladores y campesinos en sus lu-
chas reivindicativas, especialmente por servicios públicos domiciliarios
y en particular por el agua, a través de paros y luchas “cívicas” en los
años sesenta y setenta. En el tercer capítulo hace el recuento de la ate-
rradora llegada de los paramilitares en los años ochenta, especialmente
desde la masacre del 16 de mayo de 1998, que desplaza a las guerrillas
implantadas en los barrios populares con el auge de las luchas cívicas.

A partir de ese momento, la autora orienta los siguientes capítulos al


análisis de esa violencia y del nuevo orden paramilitar que se genera
en Barranca y en el Magdalena Medio. De esta forma, en el capítulo
cuatro estudia la reestructuración económica en Coca Cola, tanto en el
ámbito global como en el nacional y el local, y destaca la alianza entre
empresarios y paramilitares con un mismo fin: debilitar el sindicalismo
para favorecer la acumulación capitalista por desposesión del trabajo
y hasta de la vida. En el siguiente apartado reflexiona sobre el signi-
ficado del orden paramilitar en términos de la precaria construcción
del Estado en Colombia. Allí, la autora afirma que los paramilitares no
pretendían sustituir al Estado, sino más bien usarlo a su favor, aunque
poco después, en forma contradictoria, usa la expresión “para-Estado”
para referirse a su dominio. A continuación aborda el otro lado de esa
314 Controversia 207

dominación, la resistencia popular, en este caso a través del lenguaje de


los derechos humanos. Aquí la autora hace una dura crítica a ese len-
guaje que, surgido en la tradición liberal, individualiza a los colectivos,
los pone a pelear en términos legales, lo que los despolitiza mientras
los deja sin bases sociales, pues esta labor no las requiere. Claro que
ella acota inmediatamente que también es un lenguaje que puede dar
cabida a viejas y nuevas reivindicaciones, como es el caso de los dere-
chos laborales y ahora de género y de diversidad sexual. Este es uno de
los apartes en donde se hacen evidentes las consecuencias teóricas y
políticas de su enfoque de clase.

Finalmente, Lesley Gill termina esta gran segunda parte del libro con un
breve análisis de lo que ocurre en el inicio de este decenio, que se pue-
de resumir como la continuación de la guerra por otros medios a pesar
de la desmovilización de los grupos paramilitares, que en realidad, bajo
otros nombres, siguen sembrando terror en el Magdalena Medio y en
otras regiones conflictivas del país. Por supuesto, el mensaje de estas
secciones finales es muy pesimista frente al futuro no solo de Barranca,
sino del país. Sin embargo, intenta matizar en algo las conclusiones
diciendo que el proceso de “deshacer” la clase trabajadora no está aún
completo y que de esas cenizas surgirán alternativas de cambio social.
Así, termina redondeando un argumento coherentemente desarrolla-
do a lo largo de trescientas páginas sobre el impacto del capitalismo
violento en una “ciudad roja”. Pero en realidad es una lectura no solo
pesimista, sino un poco plana de la historia de Barranca y, desde allí,
de la historia de Colombia.

Me explico. Cuando uno termina de leer el libro de Lesley Gill tiene la


impresión de que la historia de Barranca fue la de un cambio extremo
de una cultura radical obrera y ciudadana, que predominó entre los
años veinte y los ochenta, a una cultura individualista, fragmentada y
egoísta, implantada de los años noventa para acá. Es lo que la autora,
en términos thompsonianos, refiere como el hacerse y deshacerse —
making and unmaking— de la clase trabajadora. Personalmente tengo
Lesley Gill. (2016). A Century of Violence in a Red City: Popular Struggle, Counterin-
surgency, and Human Rights in Colombia. Durham: Duke University Press. 315

una imagen distinta de los obreros y pobladores barranqueños por el


conocimiento que tuve de ellos desde los años ochenta, como lo plasmé
en varios trabajos en los que me apoyaba en sus testimonios, textos
que la autora juiciosamente cita. En pocas palabras, ni la clase obrera
barranquera estaba tan “hecha” en los años ochenta, ni el terror para-
militar la destruyó tanto como la autora sugiere. Creo que la historia
no es de blanco o negro, sino de muchos matices de grises, unos más
oscuros y otros más claros.

Es cierto que el capitalismo históricamente ha estado acompañado de


violencia —ya lo decía Marx al hablar de la acumulación originaria— y
que el neoliberalismo en Colombia, y en especial en el Magdalena Me-
dio, se articula con el terror paramilitar para destruir el sindicalismo,
como lo hemos señalado en un libro que la autora infortunadamente
no conoció,3* pero no deja de ser un poco lineal la forma de exposición
de ella, incluso en el orden de los capítulos. Tal vez el haber llegado a
Barranca en 2004 en pleno auge del paramilitarismo la hace idealizar
un pasado narrado por sus entrevistados, un pasado que no era tan soli-
dario y radical como nostálgicamente lo recuerdan, en contraste con un
presente que se percibe aterrador, como seguramente lo trasmitieron las
víctimas de esa violencia y ella misma lo vivió en su trabajo de campo.
Yo creo que hay muchas formas de resistencia subalterna en los ba-
rrios populares que no se analizan en el libro. Por ejemplo, las formas
de economía popular en iniciativas como las mujeres de “Merquemos
juntos”, muchas de las actividades de las Juntas de Acción Comunal
—como se alcanza a vislumbrar en el testimonio de Leonardo Páez en
el capítulo cinco— o de las cooperativas y lo que hace el Programa de
Paz y Desarrollo del Magdalena Medio, que si bien es discutible, no se
puede demeritar con la sola frase de que “es financiado por el Banco
Mundial” (pág. 188), sobre todo, cuando su origen fue un acuerdo entre

*Me refiero al texto Violencia contra el sindicalismo, 1984-2010, Bogotá, Cinep,


3

2012.
316 Controversia 207

el clero, la USO y Ecopetrol, y fue orientado por el carismático sacerdo-


te jesuita Francisco De Roux, a quien la autora nunca menciona.

En este punto es necesario reiterar que el argumento de Lesley Gill es


coherentemente construido y contiene mucha evidencia empírica como
para desconocerlo. Pero el enfoque teórico y político de clase, la hace
caer en ese pesimismo muy propio de una lectura estructural que no
percibe los matices de resistencia cotidiana de la gente, quienes no des-
truyen el orden autoritario, pero no lo aceptan integralmente y nunca se
someten del todo. Ese mismo enfoque la conduce a una dura crítica del
lenguaje de derechos humanos, así la misma autora reconozca que fue
la única alternativa viable de resistir en un contexto de dura violencia
paramilitar. Y es bueno aclarar que ella es crítica también de la violen-
cia guerrillera, no la idealiza ni la oculta, pero sí le reconoce los lazos
que en algunos momentos pudo tener con la población civil. Y por esa
vía toma distancia también de la cultura de izquierda incluyendo a los
sindicalistas, que aún en el presente siguen siendo homofóbicos y poco
favorables a cambios en asuntos de género y diversidad sexual.

En cuanto a la forma, el libro se lee con agrado a pesar de su duro


contenido. Como ya dijimos, la autora hace un acertado uso de los
testimonios para narrar eventos traumáticos que de otra forma serían
difíciles de comunicar. Pero a veces, dentro de los capítulos, hay una
forma circular de argumentar con reiteraciones sobre temas no siempre
claramente organizados. Existen también algunos errores puntuales de
nombres y fechas, que seguramente son descuidos de digitación. En
cambio hay un problema más serio al dar cifras exageradas sobre la vio-
lencia contra los trabajadores como en la página 116 en la que, sin citar
la fuente, se afirma que entre 1986 y 2003 fueron asesinados 4.000 sin-
dicalistas de la CUT —la central obrera más grande mas no la única—,
cuando analistas de la Escuela Nacional Sindical y nuestras propias
pesquisas arrojan una cifra cercana a 3.000 asesinados para el conjunto
del sindicalismo entre 1984 y 2010. Pero estos errores no demeritan la
calidad académica del libro y sus aportes, que son principalmente etno-
Lesley Gill. (2016). A Century of Violence in a Red City: Popular Struggle, Counterin-
surgency, and Human Rights in Colombia. Durham: Duke University Press. 317

gráficos y de denuncia. En efecto, el conjunto del libro es una lectura


coherente de las indudables transformaciones del mundo del trabajo
en Barranca y en el país, como en el conjunto del planeta, que arrojan
valiosas lecciones, entre otras, sobre el compromiso de los intelectuales
con las causas populares.

Concluyo reconociendo el valor académico y ético del libro de Lesley


Gill, y señalo que, paradójicamente, aunque la autora no menciona los
diálogos de paz con la insurgencia que se hicieron públicos desde 2012
—algo que tal vez hubiera matizado su pesimismo—, este libro hace
más necesarios que nunca estos acuerdos para que ese mundo de terror,
inseguridad y desconfianza, que tan bien describe y analiza, no se repita.
R
Resúmenes de artículos
Resumen de artículos 321

Resúmenes de artículos

El trabajo en el sector rural: dilemas y lógicas para un escenario de


posacuerdo

Por Eugenio Castaño

Resumen

En el presente artículo se expondrán los asuntos centrales relacionados con


el mundo del trabajo rural, en lo que concierne al punto uno del Acuerdo de
Paz de la Habana, titulado “Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma
rural integral”, así como a los dos últimos Planes Nacionales de Desarrollo
del gobierno de Juan Manuel Santos”. En ese sentido, este texto pretende
llevar a cabo una aproximación a sus principales planteamientos, además
de las incongruencias, los retos y unas incipientes recomendaciones para
construir una política pública de trabajo decente en el sector rural.

Palabras clave: Planes Nacionales de Desarrollo, Acuerdo de La Habana,


trabajo rural, política pública.

Work in Rural Sectors: Dilemmas and Rational for a Post-agreement


Scenario

Abstract

This article will present the central issues related to the world of rural
labor, focusing on both Point One of the Havana Peace Accords, entitled
Towards a New Colombian Countryside: A Comprehensive Rural Reform,
322 Controversia 207

and the last two National Development Plans of Juan Manuel Santos’s ad-
ministration. With this approach, this text intends to carry out an critique
of its main proposals, incongruities, and challenges to suggest some initial
recommendations to construct a decent work public policy in rural sectors.

Key words: National Development Plans, Havana Agreement, rural work,


public policy.

Medición y análisis de las condiciones de trabajo decente en las zonas geo-


gráficas de Colombia: cabeceras municipales y centros poblados y rural
disperso 2013-2015.

Por Carmen Lucía Tangarife López

Resumen

El presente artículo busca aproximar al lector hacia una comprensión


cualitativa y cuantitativa sobre el significado y los alcances del trabajo
decente, específicamente en la zona de centros poblados y territorio rural
disperso en Colombia. A través de las diez dimensiones propuestas por la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) para la medición del trabajo
decente, se calcula y analiza cada uno de los indicadores que las compo-
nen, y, en la medida de lo posible, se diferencia por sexo y zona geográfica
(p.ej., cabecera municipal y el resto). En este sentido, se espera que esta
medición sirva como línea base y ofrezca información relevante para la
toma de decisiones sobre una posible política pública de trabajo decente
para la zona rural del país.

Palabras claves: pobreza, medición de trabajo decente, trabajo decente, tra-


bajo rural, política pública.
Resumen de artículos 323

Measurement and Analysis of Decent Work Conditions in Geographical


Areas of Colombia: Municipal Capitals and Populated Centers, and Dis-
persed Rural Communities 2013-2015.

Abstract

This article seeks to bring the reader closer to a qualitative and quantitative
understanding of the meaning and scope of decent work, specifically in the
populated and rural areas of Colombia. Through the ten dimensions pro-
posed by the International Labor Organization (ILO) for the measurement
of decent work, each of the indicators that compose them is calculated
and analyzed, and, as far as possible, they are differentiated by sex and
geographical area (e.g., municipal capital and the rest). In this sense, this
measurement is expected to serve as a baseline to provide relevant infor-
mation for decision-making on a possible decent work public policy for
rural sectors in the country.

Keywords: poverty, decent work measurement, decent work, rural work, pu-
blic policy.

Mercado de trabajo, fuerza de trabajo y economía campesina indígena


Nasa en tres municipios del norte del Cauca: Toribío, Jambaló y Caldono

Por Fernando Urrea-Giraldo, Jairo Alexander Castaño, Luis Gabriel Quiroz


Cortés

Resumen

En este documento se analizan los indicadores convencionales del mer-


cado de trabajo (tasa global de participación, tasa de ocupación, tasa de
inactividad y tasa de desempleo) y la inserción de la fuerza de trabajo
324 Controversia 207

indígena en el mercado laboral local y regional para tres municipios de


predominio de población Nasa en el norte del Cauca: Toribío, Jambaló
y Caldono. Igualmente, se presenta una caracterización de la economía
campesina Nasa en términos de los cultivos y su destinación (venta/auto-
consumo) y el uso de fuerza de trabajo en las labores de siembra y cosecha,
entre otras características. Los hallazgos muestran que los indicadores del
mercado de trabajo no logran captar la realidad laboral en esta economía
campesina. Las fuentes de información utilizadas fueron las bases de datos
de la Encuesta Piloto Experimental Nasa.

Palabras Clave: Mercado de trabajo, fuerza de trabajo, economía campesina,


producción agropecuaria, indígenas Nasa.

Labor Market, Labor Force, and Nasa Indigenous Rural Economy in


Three Municipalities in the Northern Cauca: Toribío, Jambaló y Caldono

Abstract

This paper analyzes conventional labor market indicators (global partici-


pation rate, employment rate, inactivity rate and unemployment rate) and
the insertion of the indigenous labor force in the local and regional labor
market for three municipalities with a predominant Nasa population in the
north of the Cauca: Toribío, Jambaló and Caldono. Similarly, we analyze
characteristics of the Nasa rural economy in terms of the crops and their
destination (sale/self-consumption) and the labor force use in the sowing
and harvesting tasks, among other features. The findings show that labor
market indicators fail to capture labor reality in this rural economy. The
sources of information used were the databases of the Nasa Experimental
Pilot Survey.

Keywords: Labor market, labor force, rural economy, agricultural produc-


tion, Nasa indigenous community.
Resumen de artículos 325

Sindicatos y Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el pos conflicto


colombiano: ¿Una oportunidad para el diálogo social?

Por Edgar Augusto Valero

Resumen

Este escrito se ocupa de analizar los discursos y prácticas de Responsabi-


lidad Social Empresarial RSE, en relación con las políticas laborales y la
negociación colectiva en las firmas. Después de definir RSE como parte
de las tendencias y procesos de la actual globalización, se presenta un pa-
norama de las acciones sindicales que en diferentes contextos nacionales
se orientan a aprovechar estos programas como espacios de lucha para
revertir el deterioro en la calidad del trabajo. En la parte final se examina
la posibilidad de que los sindicatos colombianos procedan en el mismo
sentido.

Palabras clave: Responsabilidad Social Empresarial, sindicatos, relaciones


laborales, Trabajadores, globalización

Unions and Corporate Social Responsibility (CSR) in Colombian Post


Conflict: An Opportunity for Social Dialogue?

Abstract

This paper deals with the analysis of discourses and practices of corporate
social responsibility (CSR) regarding labor policies and collective bargai-
ning in firms. After defining CSR as part of trends and current globalization
processes, an overview is presented of trade union actions that in different
national contexts are oriented to take advantage of these programs as sites
326 Controversia 207

of struggle to reverse work quality pauperization. In the final section of the


paper, there is an examination of the possibility that Colombian unions can
proceed in the same direction.

Keywords: corporate social responsibility, unions, labor relations, workers,


globalization

El tema laboral en las negociaciones de los TLC: Lecciones de las expe-


riencias de Colombia frente a los TLC con los Estados Unidos y la Unión
Europea

Por Daniel Hawkins

Resumen

Los dos tratados de libre comercio firmados por Colombia con los Estados
Unidos (2012) y Perú y la Unión Europea (2013) no solo marcaron el eje
central de la política de apertura e integración económica de los gobiernos
de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, sino también pusieron a prueba
la capacidad del Gobierno estadounidense y las instituciones de la Unión
Europea para asegurar que sus políticas comerciales hacia países del Sur,
como Colombia, pudieran mejorar las precarias condiciones laborales de
gran parte de la población trabajadora y la capacidad estatal para proteger
y garantizar los derechos laborales fundamentales y demás derechos so-
ciales. Este artículo analiza las diferencias en ambos modelos de negociar
temas laborales y compara el grado de impactos sociales positivos que am-
bos TLC han traído a Colombia varios años después de su implementación.

Palabras clave: Tratados de libre comercio, acuerdos laborales paralelos, de-


rechos laborales fundamentales, plan de acción laboral, Resolución 2628.
Resumen de artículos 327

The Labor Issue in FTA Negotiations: Lessons from Colombia’s Expe-


riences with FTAs with the United States and the European Union

Abstract

Free Trade Agreements (FTAs) signed by Colombia with the United States
(2012) and Peru and the European Union (2013) not only marked the central
axis of the economic liberalization and integration policy of Alvaro Uribe
and Juan Manuel Santos governments, but they also put to test the ability of
the US government and the EU institutions to ensure that their commercial
policies with countries of the South, such as Colombia, would improve the
precarious working conditions of a considerable part of the working popula-
tion. Furthermore, they also challenge the capacity of the Colombian state to
protect and guarantee fundamental labor rights and other social rights. This
article examines the differences between both models of negotiating labor
issues and compares the degree to which both FTAs have actually brought
about positive social impact in Colombia a few years after their formal im-
plementation.

Key words: Free Trade Agreements, Parallel Labor Agreements, Fundamen-


tal Labor Rights, Labor Action Plan, Resolution 2628.

Experiencias internacionales de procesos de paz y de transición hacia la


democracia: La incidencia del movimiento sindical

Por: Kjeld Jakobsen

Resumen

Como manera de aportar a una reflexión sobre los posibles caminos que
se pueden abrir en Colombia, luego de la firma del Acuerdo de Paz entre
328 Controversia 207

el Gobierno y las Farc-EP, y la apertura de negociaciones de paz entre el


mismo gobierno y el ELN, el presente artículo examina los procesos de
paz y transición a la democracia en diez países de Centro, Sur América y
Sudáfrica. Se parte de un análisis que prioriza el rol de los movimientos
sindicales en los procesos de cada uno de estos países, análisis que se
configura como forma de ofrecer una reflexión para el propio movimiento
sindical colombiano. Esta propuesta es relevante en la medida que dicho
movimiento aún se encuentra deliberando sobre cómo influir en la im-
plementación de los Acuerdos de la Habana, ya que estos traen consigo
mejorarías en las relaciones laborales, en beneficio al ejercicio de las li-
bertades sindicales y los demás derechos laborales. A partir del análisis
comparativo de estos diez casos, se pretende argumentar que, a pesar de
la notable heterogeneidad de los procesos, ninguno logró transformar el
modelo político económico dominante y solo en Sudáfrica se pudo elegir
un gobierno de izquierda en el transcurso de las transiciones democráticas.
Del mismo modo en que solo en Perú hubo participación directa, aunque
limitada, del movimiento sindical en la transición democrática.

Palabras clave: Transición democrática, autoritarismo, movimiento sindical,


dictaduras, comisión de la verdad, derechos humanos, libertades sindicales.

International Experiences of Peace Processes and Transition to Democracy:


The Impact of the Trade Union Movement

Abstract

As a means of reflecting on the possible paths that could open up in Co-


lombia, after the signing of the Peace Accords between the Colombian
government and Las FARC, and the formal opening of Peace negotiations
with the ELN, this article examines the peace processes and democratic
transitions that took place in ten countries (in Central and South America,
and in South Africa). The article gives special attention to examining the
Resumen de artículos 329

role of the trade union movements in each of these processes, in particular


to contrast with the Colombian union movement, at a time when this actor
is still deliberating as to how best it can influence the implementation of the
Havana Peace Accords in a way which helps improve labor relations and
the protection of union and other labor rights. Based on the comparative
analysis of these ten cases, the author argues that despite the vast hetero-
geneity of each process, not one peace process managed to transform the
dominant political-economic model, and only in South Africa was a leftist
government elected during the democratic transitions. Furthermore, only
in Peru was there a direct participation of the union movement in the de-
mocratic transition, although limited.

Key words: Democratic transition, authoritarianism, trade union movement,


dictatorships, Truth Commission, Human Rights, union freedoms.

Prensa alternativa e izquierda: el caso de la revista Documentos Políticos


en el periodo final de La Violencia

Por: Lorena Beatriz Guerrero y José Alejandro Cifuentes

Resumen

El siguiente artículo abarca los aspectos políticos durante el régimen mili-


tar de Gustavo Rojas Pinilla como contexto de la prensa producida por el
Partido Comunista Colombiano. Se analiza la revista Documentos Políti-
cos del Partido Comunista de Colombia, por ser un ejemplo de oposición
ante aquel periodo antidemocrático. Es así como, mediante un recorrido
histórico de aquel periodo, en el que las libertades democráticas fueron
restringidas, podemos dar a conocer el trabajo intelectual y político de un
grupo de la izquierda colombiana. Además, resaltamos el carácter testimo-
nial de esta publicación a la hora de abordar una historia de la izquierda en
330 Controversia 207

Colombia, y más concretamente una historia del Partido Comunista en la


segunda mitad del siglo XX.

Palabras claves: prensa, izquierda, revista comunista, oposición al Régimen


militar, comunistas

Alternative and Leftist Press: The Case of the Magazine Documentos Po-
líticos in the Final Period of La Violencia

Abstract

The following article covers the political aspects during the military re-
gime of Gustavo Rojas Pinilla, as a context to the press produced by the
Colombian Communist Party. It analyzes the magazine Documentos Po-
líticos (Political Papers) published by the Communist Party of Colombia,
since it is an example of opposition to that antidemocratic period. Thus,
by means of a systematic historical approach of that period, in which
democratic freedoms were restricted, we can better understand the inte-
llectual and political work of a group of the Colombian left. Furthermore,
we highlight the testimonial character of this publication when addressing
the history of the left in Colombia, and more specifically the history of the
Communist Party in the second half of the twentieth century.

Key words: Press, the left, communist magazine, opposition to the military
regime, communist
Colaboradores

Eugenio Castaño González


Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad de Caldas, Manizales.
Magister en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Me-
dellín y estudiante de Doctorado en Historia de la Universidad Nacional,
Sede Medellín. Ha hecho aportes en el campo de la historia urbana y de
la subjetividad, así como en investigaciones ligadas a las condiciones del
trabajo decente y la memoria histórica de la violencia cometida contra
organizaciones sindicales. Email: memoriahistorica@ens.org.co

Carmen Lucía Tangarife López


Economista y Magíster en Economía de la Universidad de Antioquia.
Profesional en el Área de Investigación de la Escuela Nacional Sindical
e integrante del Grupo Mundo del Trabajo y Grupo de Macroeconomía
Aplicada inscritos a Colciencias. Email: carmentangarife@gmail.com

Fernando Urrea-Giraldo
Sociólogo y Magíster en Ciencia Política. Profesor Emérito y Titular del
Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Eco-
nómicas de la Universidad del Valle. Email: furreagiraldo@yahoo.com

Jairo Alexander Castaño


Sociólogo egresado de la Universidad del Valle, coordinador del trabajo
de campo y del equipo CIDSE-Univalle-Proyecto Nasa (Toribío), Proyec-
334 Controversia 207

to Global (Jambaló), Resguardo de San Lorenzo de Caldono (Caldono)


y para todos los otros municipios del norte del Cauca con población
Nasa en materia de estadísticas indígenas. Email: jacalo16@yahoo.com

Luis Gabriel Quiroz Cortés


Economista egresado de la Universidad del Valle, miembro del equipo
CIDSE- Univalle del norte del Cauca en coordinación con el equipo in-
dígena Nasa local. Email: lugaquir@hotmail.com

Edgar Augusto Valero


Magister en sociología y ph.D. en historia. Está vinculado al Departa-
mento de sociología de la Universidad Nacional de Colombia, en donde
ejerce la docencia e investigación en el área de sociología industrial y
del trabajo; ha realizado estudios en temas de historia y sociología del
empresariado; relaciones laborales; organización productiva y tecnolo-
gía. Participó como coautor del escrito ‘Sindicalismo colombiano: entre
la exclusión del sistema político, el paternalismo y la conflictividad en
las relaciones laborales’, En Reconfiguración de las relaciones entre
Estado, sindicatos y partidos en América Latina Clacso-ENS, Medellín
Colombia 2014. Email: eavaleroj@unal.edu.co

Daniel Hawkins
Es el director del Área de Investigación de la Escuela Nacional Sindi-
cal. Tiene un ph.D. en Ciencias Sociales de la Universidad de Kassel,
Alemania y un posdoctorado del Centro Global de Derechos de los Tra-
bajadores de la Universidad estatal del Pennsylvania, Estados Unidos.
Email: dirinvestigacion@ens.org.co
Colaboradores 335

Kjeld Jakobsen
Trabaja como consultor sobre relaciones internacionales, cooperación
para el desarrollo y asuntos sindicales y como consultor de la Confe-
deración Sindical de las Américas (CSA). Ha trabajado extensivamente
con sindicatos de Brasil y fue miembro de la Junta Nacional Ejecutivo
de la CUT Brasil entre 1991 y 2003. Adicionalmente, fue miembro del
instituto gobernante de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
entre 2002-03. Fue el co-fundador del Instituto para el Desenvolvi-
miento de Cooperación y Relaciones Internacionales y co-fundador del
Instituto Observatorio Social, ambos en Brasil. Recientemente, obtuvo
un ph.D. del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidade
do Estado de Sao Paulo.

Lorena Beatriz Elisa Guerrero Mojica


Historiadora de la Pontificia Universidad Javeriana, estudiante de la
Maestría en Geografía de la Universidad Nacional de Colombia. Email:
beatrizgm91@hotmail.com

José Alejandro Cifuentes Sarmiento


Historiador de la Pontificia Universidad Javeriana, estudiante de la
Maestría en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Email:
josealcq@hotmail.com
Revista Controversia
Instrucciones para los autores
Instructivo 339

Revista Controversia

Instrucciones para los autores1

El trabajo coordinado de los autores y las autoras con la Revista es esencial


para llevar a buen término una publicación. Por esto, el texto que se desea
publicar debe cumplir con algunos requisitos desde su misma creación, para
lo cual se deben tener en cuenta normas básicas de calidad académica, técnica
y lingüística.

A continuación, se explicará en detalle dichos requisitos. Lo ideal es, entonces,


que sean conocidos y tenidos en cuenta siempre al bosquejar, componer y
presentar contribuciones a la Revista.

Sobre la revista

Controversia es una publicación semestral, que recibe textos de investigación,


reflexión y revisión relacionados con temas sociales, económicos, culturales y
políticos de Colombia y América Latina, al igual que sobre aspectos teóricos
que iluminen estos problemas y también sistematizaciones de experiencias en
educación popular, organización social y desarrollo sostenible. Por lo anterior,
se espera que los textos que se envíen para evaluación tengan un carácter de
artículo publicable y no el de un informe de investigación o capítulo de tesis.
Estas contribuciones deben ser inéditas y no podrán ser sometidas a conside-
ración para su publicaciones en otras revistas, nacionales o internacionales,
simultáneamente. A juicio del consejo editorial y del comité asesor podrá con-
templarse la publicación de una contribución en otro idioma si esta es consi-
derada pertinente para las líneas de trabajo antes señaladas.

1. Este manual de recomendaciones está basado en la última versión de la Ortografía


de la Real Academia Española de la Lengua y en el Manual de publicaciones de la
American Psychological Association, 6ª ed. Para ampliar la información, el autor
puede remitirse a dichos textos.
340 Controversia 207

Proceso de evaluación

Los manuscritos que el consejo editorial considere apropiados para publica-


ción, o aquellos que sugiera el comité asesor, serán sometidos al arbitraje de
especialistas en el tema respectivo. Los evaluadores de cada artículo son pares
internos y externos, y dispondrán de un mes para enviar su concepto. El conse-
jo editorial se reserva el derecho de aceptar o rechazar los artículos, según los
requisitos indicados, o también de condicionar su aceptación a la introducción
de modificaciones, cuando sean necesarias.

El proceso de evaluación es confidencial. Se utilizará un formato para que


cada árbitro consigne su concepto sobre la calidad, originalidad e impor-
tancia del texto evaluado. El artículo obtendrá una valoración cuantitativa
y una cualitativa. Los comentarios de los árbitros serán remitidos al autor
del artículo, junto con las sugerencias del consejo editorial de la revista, si
hubiera lugar a modificaciones. Con el fin de tener control sobre los tiempos
de edición, se hará seguimiento a las fechas de recepción y aprobación de
los artículos.

Presentación de las contribuciones

Los artículos deben tener entre 5.000 y 10.000 palabras. Se debe añadir un
resumen del artículo, en español y en inglés, de seis a diez líneas, y otro se-
mejante sobre los datos personales (perfil) del autor, que señale sus títulos
académicos, los cargos más destacados que ha desempeñado, su filiación ins-
titucional actual, sus publicaciones recientes más importantes y su dirección
de correo electrónico.

Las reseñas de libros, por su parte, no pueden exceder las 1.200 palabras.

Los textos deben ser presentados en el procesador de textos Word u otro com-
patible. La fuente que se debe usar es Times New Roman, puntaje (tamaño)
12 e interlineado 1,5. El documento debe ser enviado al correo electrónico
controversia@cinep.org.co. Los artículos pueden ser elaborados y firmados
por uno o más autores.
Instructivo 341

Se solicita que a en el correo electrónico se adicionen los complementos tales


como figuras, tablas, ilustraciones y demás elementos en su formato original.
Cada complemento se debe adjuntar en un archivo independiente.

Asimismo, el material gráfico debe ser de muy buena calidad. En caso de que
sea material digital, se recomienda entregar archivos con extensiones TIF o
JPG, y una resolución mínima de 300 dpi.

Algunas recomendaciones de redacción y estilo

1. Sobre el uso del lenguaje

Se sugiere evitar terminología técnica, en caso de que su uso sea necesario, se


deben explicar los significados. El estilo debe ser fluido, de rápida compren-
sión y apegado a las normas básicas del lenguaje escrito. Es importante que el
texto no presente ambigüedades, pobreza o impropiedad léxica, redundancias
y otros problemas que impidan la adecuada interpretación del escrito.

2. Numeración de elementos

Las figuras, tablas, gráficas, ilustraciones, etc., deben estar numeradas de for-
ma independiente según el tipo de elemento, es decir, las tablas deben llevar
su numeración propia (Tabla 1, Tabla 2, etc.), al igual que las figuras (Figura 1,
Figura 2, etc.) y demás elementos, y no debe continuarse la numeración entre
unos y otros. El siguiente ejemplo ilustra mejor cómo debe ser la numeración:
• Correcto: Tabla 1, Tabla 2, Figura 1, Tabla 3, Figura 2, Gráfico 1.
• Incorrecto: Tabla 1, Tabla 2, Figura 3, Tabla 4, Figura 5, Gráfico 6.

3. Citas textuales

Las citas son frases, párrafos o ideas obtenidas de otras obras para respaldar,
argumentar o en determinado caso contrastar lo que está diciendo el autor. Por
regla general, las citas deben ser idénticas al original.

Según la norma APA, las citas textuales de menos de 40 palabras son cortas
y se incluyen en el cuerpo del párrafo entre comillas; por su parte, si superan
esta extensión, deben desplegarse en un bloque independiente del texto, en
342 Controversia 207

un nuevo renglón y sin comillas, con sangría izquierda de aproximadamente


1 cm. Al terminar la cita, se debe poner entre paréntesis el apellido del autor,
seguido del año de la publicación y la página de donde se tomó el pasaje.

Las omisiones de fragmentos se indican con puntos suspensivos entre corche-


tes cuadrados […]. Los corchetes cuadrados también se usan para demarcar
las anotaciones, comentarios o conexiones que se hagan dentro de las citas.
Para señalar errores de cualquier tipo dentro de la cita se utiliza la palabra sic
entre corchetes y en cursiva.

4. Citas indirectas o paráfrasis

Las citas indirectas permiten parafrasear o referirse a una idea contenida en


otro trabajo. Para proporcionar información más precisa al lector, es importan-
te que la paráfrasis contenga la información del autor (apellido), el año de la
publicación y el número de página o párrafo de la obra citada.

Es importante destacar que por el creciente uso de textos en formato digital no


sea posible poner el número de página en la referencia. Por ello, se recomien-
da poner el número del párrafo del que se extrae la información en lugar del
número de la página. Se puede utilizar la abreviación (párr.) o el símbolo (§).

5. Notas al pie

Se deben utilizar solamente para agregar información, explicar conceptos pro-


blemáticos o remitir a otros autores que desarrollan trabajos pertinentes para
profundizar en el tema. No deben utilizarse para dar información de referencia
de las citas, ya que esta debe ir inserta en el texto.

Las notas al pie deben enumerarse con superíndices en números arábigos y


de manera consecutiva. Los superíndices deben ir antes de cualquier signo de
puntuación, es decir, antes de los puntos, comas, guiones o rayas.

6. Referencias bibliográficas y bibliografía

Las referencias bibliográficas son el listado de fuentes primarias o secundarias


que se han citado dentro del texto. Por otro lado, la bibliografía corresponde
Instructivo 343

al listado de fuentes consultadas y que de alguna forma influyeron en el texto.


Es obligatorio que al final del texto aparezcan las referencias bibliográficas.
Sin embargo, es opcional la elaboración de una bibliografía; si el autor decide
que quiere incluirla, debe discriminar los dos listados al final del artículo. Es
importante anotar que la lista de referencias bibliográficas se ordena alfabéti-
camente según el apellido del primer autor que aparece en la referencia.

Para la elaboración de las referencias bibliográficas y la bibliografía se debe


seguir la norma APA (6ª versión en inglés, 3ª en español).

Recomendaciones tipográficas

1. Uso de cursivas
Es preferible utilizar las cursivas cuando:
• Se usen extranjerismos o palabras en otro idioma.
• Se haga énfasis en algún término o concepto
• Se nombren títulos de obras completas
2. Uso de la negrita
Se debe restringir a títulos o datos de importancia en tablas o figuras. No es
recomendable usarla para resaltar términos o elementos dentro del texto,
en cambio se puede utilizar la cursiva.
3. Las comillas
En español se utilizan tres tipos de comillas:
• « » latinas o angulares
• “ ” inglesas o altas
• ‘ ’ simples
Se recomienda utilizarlas en los siguientes escenarios:
• En citas textuales de menos de cuarenta palabras
• En términos usados de forma irónica
• Para dar un matiz especial a una expresión

Según la recomendación de la RAE, en primer lugar deben utilizarse las comi-


llas angulares, luego las inglesas y finalmente las simples, tal como se ejem-
plifica:

Entonces, Perla refirió: «Yo oí que José dijo “voy a ‘machacar’ las piedras a
puño limpio”. Después de eso me fui».
344 Controversia 207

5. Lineamientos de propiedad intelectual

1. Autoría

Es responsabilidad de los autores definir y notificar, en caso de ser necesario,


quién es el autor principal, quiénes son los coautores y el orden de aparición
de cada uno de ellos, así como la participación de los asistentes de investiga-
ción o asesorías. Del mismo modo, el contenido y las opiniones de los artículos
son responsabilidad de los autores y no representan necesariamente el punto
de vista del Editor.

2. Confidencialidad

Durante el tiempo que dure el proceso editorial, Controversia tratará los artícu-
los de los diferentes autores como documentos confidenciales, así que no serán
citados o utilizados por ninguna de las personas implicadas en dicho proceso.
Instructivo 345

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