Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Fabula Asiatica
Fabula Asiatica
Fábula asiática
ldelgadoa@u.uchile.cl
Cuando uno compra un Rey Rosa editado por Alfaguara, es publicitariamente recibido
por Roberto Bolaño en solapas y contraportadas. Dice Bolaño, el publicista, que Rey Rosa es el
mejor de su generación. Junto a Bolaño, hay toda una serie de recomendaciones más, sobre todo
de medios españoles (Babelia, El País, etc.) y autores internacionales. (La edición que tengo es
la de Alfaguara de Argentina, pero imagino que se trata de una edición simultánea en varias
capitales. No me consta que Alfaguara Guatemala, si es que aún existe, la edite paralelamente.)
La solapa sirve también para detallar la carrera, y obra publicada (sobre todo por Alfaguara) del
(incluyendo, al menos, una obra en Anagrama: pero se sabe que todo migra hacia la
concentración editorial). En resumen: Bolaño nos corteja para comprar el producto mientras los
peritextos nos convencen de la internacionalidad y prestigio del autor. (Hago notar esto porque
“interno”; siempre es bueno mantener esa tensión entre circulación y recepción “provinciana” y
consagración internacional; por ejemplo, hay una versión de La orilla africana editada por F&G
en Guatemala.)
Se diría que Rey Rosa es el mejor novelista centroamericano de la actualidad. Por los
temas amplios que ha abordado y por su capacidad de “deslocalizarse” frente a los expedientes
2
identitarios e insertarse en la globalización, resulta mucho más dúctil y moderno que Sergio
narrativo (con gran apoyo en el uso de elipsis y silencios) resulta mucho más significativo que
Horacio Castellanos Moya. Ahí donde Ramírez o Castellanos Moya aparecen atrapados por los
Rey Rosa para transgredir esos referentes sin dejar de aludir a expedientes identitarios, sobre
todo en obras específicas, es notable. A propósito, el volumen recogido por Alfaguara, Imitación
de Guatemala: cuatro novelas breves (2013), que contiene, entre otras, El cojo bueno.
En Fábula asiática (2016) tanto la internacionalización del autor como sus mejores
secretamente desesperada. (La autoironía es una característica de Rey Rosa y sus obras, por
especie de doble del autor, Rubirosa en Fábula asiática (se entiende el juego con el nombre),
escritor de origen mexicano, ingresará a una especie de jet set internacional de radicales que
buscan una suerte de eutanasia del mundo, o una desactivación parcial de las comunicaciones
que retarde la decadencia mundial. Es irónico, en efecto, que el comportamiento a lo jet set
(gente que viaja en jet) haga colindar a burgueses más o menos filantrópicos, científicos de
organizaciones terroristas. Las orillas (“orilla africana”) no son esos espacios eutópicos que se
podían imaginar desde los estudios culturales, sino verdaderas líneas de combate por la
ha vuelto biopolítica.
3
Se trata, por supuesto, de una novela distópica que coquetea con la ciencia ficción.
entre ciencia y novela. ¿Puede una novela tener estatus científico? ¿Qué frontera es esa que
“terrorismo”?
Estas preguntas han sido respondidas diversamente por autores tan disímiles como
Houellebecq, Sebald o Pámuk, y más cercana y contemporáneamente por Pedro Cabiya. (Rey
Rosa podría estar más cercano a Pámuk y Cabiya. En La casa del silencio (1983), Pámuk
advierte el provincialismo del científico colonial, pero con horizontes nacionales determinados.
En Malas hierbas (2010), Cabiya mezcla archivos epistemológicos diversos con conocimientos
Rey Rosa, por su parte, afila el enfoque sobre las interrelaciones entre ciencia, poder,
terrorismo y mercado del arte, en un estado postcontemporáneo del mundo en que ciertas elites
liberales o radicales, podrían unirse en una utopía salvadora (frente al problema de las
migraciones desde el sur, esa orilla africana o asiática). Este horizonte post-nacional no deja de
ser aterrador, y ahí es donde colindan utopía y destrucción. (Uno de tantos códigos narrativos
que Rey Rosa integra en la novela es Gravity, la conocida película de Alfonso Cuarón. Me
publicó Tres novelas exóticas, que incluye la novela que es quizá el mejor logro literario de Rey
Rosa: La orilla africana (1999). Su calificación de novela exótica es sugerente del pródigo filón
orientalista de la literatura del guatemalteco, tocado sobre todo por la vida en Tánger y su
conocida vinculación con (la literatura de) Paul Bowles, a quien la novela homenajea en la figura
de Jonh Field, pintor de celajes. “Pintó el último el día de su muerte.” (49). La imagen que ofrece
Rey Rosa de Bowles, es decir, Field, no es inocente o mero adorno. Bowles (el artista o novelista
por antonomasia) funciona como engarce entre mundos. Así cuando se refiere a Osama Bin
Laden: “A mí me gusta la idea de ese hombre escapando de los americanos a caballo por el
desierto a la luz de la luna. Podría ser un buen cuadro, ¿no?, si, digamos, Delacroix la hubiera
pintado.” (42). En esta ironía se deja ver que ningún expediente orientalista podría ser inocente,
incluida la novela que leemos. Este cuestionamiento implica que la localización del
Al igual que en otras de sus obras, la estructura de esta novela de Rey Rosa se basa en el
montaje. En este caso, la tecnología funciona como “manuscrito” encontrado: casetes, memorias
electrónicas (correos electrónicos), sueños más o menos psicotrópicos que tienen que ver con
profecías o movilidad en el mundo del Mediterráneo (la gran orilla europea, se diría). Uno
espera, sobre todo en la primera parte, el desarrollo más o menos distante y contrastante con el
mundo árabe, entrelazado hábilmente por las dotes editoriales del ficcional autor mexicano
potencia de los hijos de la periferia, genios infantiles que juegan con la ciencia e imaginan una
eutanasia universal. Hay cierto riesgo “Harry Potter” en estas partes (grupo juvenil entusiasmado
por alguna alquimia, y agrupados en torno a un secreto). Pero el otro gran tema es la frontera
5
biopolítica (ilustrado por los inmigrantes muriendo de meningitis en Patmos). Patmos nos indica,
Aunque “orientalista” podría tener un deje peyorativo, en este caso reviste una compleja
relación cosmopolita, e incluso de relación sur-sur o entre expedientes coloniales, que relativiza
la dominante estudiada por Edward Saíd. (Sobre este aspecto, remito a las lecturas de la obra de
Rey Rosa que ha hecho Alexandra Ortiz, por ejemplo, “Literaturas sin residencia fija: poéticas
242).
ciencia en esta novela, con algunos de sus tópicos popularizados por los medios (por ejemplo, la
del genio científico), el foco se desplaza hacia el sur (Marruecos, Grecia, Guatemala, México)
sin perder la relación con los centros tecno-científicos (la NASA, el Silicon Valley,
sentido ya se presentía en La orilla africana), deja la sensación que uno ha comenzado a leer una
versión actualizada de aquella otra novela (La orilla africana) y que algunos de sus presupuestos
han entrado en crisis. Me parece que principalmente está en cuestión o en discusión en la novela,
la función estética de la obra de arte en general. Queda indicado el poder biopolítico de lo que
potencialmente es hoy obra artística, sobre todo, para el caso de un novelista, la cuestión de la
narración de/sobre los otros. Con qué ética acercarse a esos otros, y cómo imaginar futuro junto a
ellos. Esta crisis de representación está circundada por un mundo borgeano, específicamente el
6
de “El Aleph”, que extiende sus tentáculos en el presente a través de la tecnología y la ciencia,
las redes, los satélites y los drones. (Además, este expediente borgeano es explicitado como
Al igual que El material humano, Fábula asiática parece una novela escéptica con
Rey Rosa parece decir que la literatura se ha movido a espacios no tradicionales y que sus
de la obra de arte en general, en un mundo en que las orillas y bordes se multiplican. El escritor,
tal y como lo ilustra Rubirosa en la novela, puede convertirse en el sujeto más ingenuo de todos
colindan y se entremezclan.