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Anderson, G. W. (2008) Lo Que El Cristiano Actual Necesita Saber Sobre El Nuevo Testamento Griego PDF
Anderson, G. W. (2008) Lo Que El Cristiano Actual Necesita Saber Sobre El Nuevo Testamento Griego PDF
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Lo que el cristiano actual necesita saber sobre el Nuevo
Testamento griego
Por G. W. Anderson
En años recientes ha habido mucha confusión con respecto a las traducciones y ediciones
modernas del Nuevo Testamento griego. Algunas personas hacen afirmaciones con
respecto al Nuevo Testamento griego sin contar con información ni hechos que las
respalden. Mucha gente afirma que sus traducciones son precisas porque se basan en los
mejores textos griegos disponibles. Algunos dicen que sus traducciones son mejores que
la Versión Autorizada porque la Versión Autorizada y el Textus Receptus (texto recibido)
griego subyacente a ella añaden variantes y lecturas adicionales al texto. Otros, sin
embargo, sostienen que el griego del Nuevo Testamento no es importante porque su
traducción favorita es mejor que cualquier texto griego. Otros aún dicen que el texto
griego no es importante porque la mayor parte de la gente no puede leer el griego de la
era del Nuevo Testamento. Sin embargo, el texto griego sobre el que se base una
traducción tendrá una influencia, tanto en la lectura de la Escritura por parte del cristiano
en su devoción personal como en la proclamación de la Palabra de Dios al dar testimonio
de la gracia salvadora de Jesucristo. Es necesario que el cristiano de hoy entienda la
importancia del texto griego tradicional en su vida cristiana.
El Texto Tradicional
En primer lugar es necesario entender qué se quiere dar a entender con el término “Texto
Tradicional”. Durante el primer siglo que siguió a la resurrección de Cristo, Dios impulsó
a los hombres para escribir Su Palabra (2 Pedro 1:21). El resultado fue un conjunto de
cartas y libros, escritos en griego koiné (llamados los “autógrafos originales”). Estas
cartas y libros fueron copiados y vueltos a copiar a lo largo de los siglos, y se
distribuyeron por todo el mundo. Estas copias comprenden los manuscritos del Nuevo
Testamento. Más de 5,000 de estos manuscritos griegos han sobrevivido hasta hoy. El
gran número de estos manuscritos griegos respalda lo que se denomina la tradición
textual bizantina, bizantina porque provino de todo el mundo de habla griega de esa
época. Estos manuscritos bizantinos conforman lo que se conoce como el Texto
Tradicional del Nuevo Testamento. La mejor representación impresa de este tipo de
textos bizantinos es el Textus Receptus (o Texto Recibido). Además de los manuscritos,
también disponemos de muchas obras en las cuales numerosos Padres de la Iglesia
citaron de los manuscritos. La obra de John Burgon ha establecido que el texto básico
usado por muchos Padres de la Iglesia es el mismo texto que ahora se conoce como el
Texto Bizantino.
El Texto Crítico
Sin embargo, durante los siglos diecinueve y veinte otra forma de Nuevo Testamento
griego ha alcanzado el primer plano, y se la utiliza para la mayoría de las traducciones
modernas del Nuevo Testamento. Este Texto Crítico, como se lo llama, difiere
ampliamente del Texto Tradicional en que omite muchas palabras, versículos y pasajes
que se encuentran en el Texto Recibido y en las traducciones que se basan en él.
Las versiones modernas se basan principalmente en un Nuevo Testamento griego que fue
derivado de un pequeño conjunto de manuscritos griegos del siglo cuarto en adelante.
Dos de estos manuscritos, que muchos eruditos modernos afirman que son superiores al
bizantino, son el manuscrito Sinaítico y el manuscrito Vaticano (ca. siglo IV). Estos se
derivan de un tipo de texto conocido como el texto alejandrino (debido a su origen en
Egipto); los críticos textuales Westcott y Hort hicieron referencia a este tipo de texto
como el “Texto Neutral”. Estos dos manuscritos forman la base del Nuevo Testamento
griego, conocido como el Texto Crítico, que ha sido ampliamente utilizado desde fines
del siglo XIX. En años recientes ha habido un intento de mejorar este texto mediante la
denominación de texto “ecléctico” (queriendo decir que muchos otros manuscritos fueron
consultados en su edición y evolución), pero sigue siendo un texto cuyo fundamento
central lo constituyen estos dos manuscritos.
Hay muchos problemas de omisión que caracterizan a este Nuevo Testamento griego.
Los versículos y pasajes que se encuentran en los escritos de los Padres de la Iglesia de
alrededor del 200 al 300 d.C. están ausentes en los manuscritos del texto alejandrino que
datan aproximadamente del 300 al 400 d.C. Además, estas primeras lecturas se
encuentran en manuscritos en existencia del 500 d.C. en adelante. Un ejemplo de esto es
Marcos 16:9-20: este pasaje se encuentra en los escritos de Ireneo e Hipólito del siglo II,
y aparece en casi todos los manuscritos del Evangelio de Marcos a partir del 500 d.C.
Está ausente en dos manuscritos alejandrinos, el Sinaítico y el Vaticano.
Este es apenas uno de los muchos ejemplos de este problema. Hay muchas palabras,
versículos y pasajes que han sido omitidos en las versiones modernas, pero que se
encuentran en el texto tradicional o el bizantino del Nuevo Testamento, y por lo tanto, en
el Textus Receptus. Según un cálculo, el Texto Crítico difiere del Textus Receptus en
5,337 ocasiones. El manuscrito Vaticano omite 2,877 palabras en los Evangelios; el
manuscrito Sinaítico, 3,455 palabras en los Evangelios. Estos problemas entre el Textus
Receptus y el Texto Crítico son muy importantes para la correcta traducción e
interpretación del Nuevo Testamento. Contrariamente a lo que sostienen los partidarios
del Texto Crítico, estas omisiones sí afectan la doctrina y la fe en la vida cristiana.
Además, se crea un error en la Biblia en Marcos 1:2; en este pasaje en el Texto Crítico se
presenta a Isaías como el autor del libro de Malaquías. En numerosos lugares en el Nuevo
Testamento se omite el nombre de Jesús en el Texto Crítico; setenta veces se omite
“Jesús” y veintinueve veces se omite “Cristo". (1)
Otro problema con el moderno Texto Crítico es que los dos principales manuscritos sobre
los que se construye este texto, el Sinaítico y el Vaticano, difieren entre sí unas 3,000
veces sólo en los Evangelios. De este modo, el texto alejandrino se presenta como un tipo
de texto que se caracteriza en muchos lugares por lecturas que no son comunes a los
manuscritos de su propia tradición. El Texto Crítico se caracteriza por una redacción que
en el idioma original es difícil, abrupta e incluso imposible. Parece ser que con
independencia de cuán peculiar o aberrante pueda ser la variante de lectura, debe haber
estado en los autógrafos originales porque (como algunas veces se afirma) un escriba
nunca haría un cambio que discrepara de otros manuscritos; en lugar de eso, haría un
cambio que facilitara la lectura de un pasaje.
Se habla mucho de que los manuscritos alejandrinos son muy antiguos. Esto es verdad,
pero el énfasis en el estudio de la crítica textual no debería enfocar sobre cuán antiguo es
el manuscrito, sino sobre a cuántas copias de distancia está con respecto del original. Un
manuscrito que ha sido fechado como copiado durante el siglo décimo puede haber sido
el quinto en una línea de copias que se originara con el autógrafo original, mientras que
un manuscrito fechado como copiado durante el siglo tercero podría haber sido el
centésimo en la línea de copias. Puesto que es difícil determinar la genealogía, o la
familia de cualquier manuscrito dado, es importante tener en cuenta que la edad es
relativa, en el sentido de que se podría tener un manuscrito corrupto del siglo III, o un
manuscrito fiel del siglo X.
Un buen ejemplo sería suponer que, en el año 3000, se encontrara una copia de la Biblia
inglesa que datara de la década de 1970. Supóngase que esta Biblia fuera la más antigua
disponible, y que esta Biblia difiriera en cientos de lugares de la Biblia utilizada por los
cristianos en el año 3000. Bien podría imaginarse a los críticos científicos, con su
metodología, ensalzando las virtudes de la avanzada edad de esta Biblia, el diseño de la
página y cómo revela su calidad, el cuidado de la diagramación y el papel de este
volumen en particular, la encuadernación y así sucesivamente. Pero sus argumentos se
vendrían abajo si, tras comenzar a traducir las Biblias a los idiomas modernos basándose
Preservación providencial
Mateo 5:18 declara “Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la
tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean
hechas”.
Isaías 59:21 dice, “Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío
que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de
la boca de tu simiente, ni de la boca de la simiente de tu simiente, dijo Jehová,
desde ahora y para siempre”.
Estos versículos demuestran que Dios no ha dejado a Su iglesia por siglos sin una copia
autoritativa de la Palabra de Dios, sino que el pueblo de Dios a lo largo de los tiempos ha
copiado y vuelto a copiar con fidelidad las copias de los autógrafos originales. La iglesia
en todo el mundo ha usado el Texto Tradicional en todas sus variadas formas, y Dios ha
estimado conveniente multiplicar multitudes de copias y ha traído salvación a muchas
generaciones a través de este proceso de preservación. Esta doctrina de la preservación
providencial se declara de manera sucinta en la Confesión de Fe de Westminster,
Capítulo 1, párrafo VIII:
El Antiguo Testamento en hebreo (que era la lengua nativa del antiguo pueblo de Dios), y
el Nuevo Testamento en griego (que en la época en que fue escrito era la lengua más
conocida entre las naciones), al haber sido inspirados inmediatamente por Dios, y
conservados puros a través de los siglos por su especial cuidado y providencia, son por lo
tanto auténticos; y por esa razón, la iglesia debe apelar a ellos en última instancia en toda
controversia religiosa.
Las ediciones impresas del Nuevo Testamento griego publicadas durante los años 1500 y
1600 fueron producidas por hombres que entendían qué significaba la gloria de Dios y la
importancia de tener copias precisas de la Biblia. Desde la obra conocida como la
Políglota Complutense hasta las diversas ediciones de Erasmo, a las cuatro ediciones de
Robert Stephens (la más conocida de las cuales es el texto de 1550 y que es la base para
lo que se denomina el Interlineal Berry o el Nuevo Testamento griego para los ingleses),
a la obra del gran crítico Teodoro Beza en sus cinco ediciones, a las ediciones de los
hermanos Elzevir en 1624 y 1633, y finalmente a la obra de F. H. A. Scrivener en las
décadas de 1870 y 1880, tenemos estudios académicos en crítica textual y la actitud más
fiel y cuidadosa hacia los manuscritos que pueda imaginarse. El Texto Tradicional del
Nuevo Testamento fue el texto del período de la Reforma, de manera que, ya fuese la
obra de Erasmo o de Stephens, la propia traducción de Lutero o la de sus herederos de la
Reforma, como los Teólogos de Westminster y los traductores de la Versión Autorizada
en inglés, este texto ha sido ampliamente usado y enormemente bendecido por Dios.
El crítico textual J. Harold Greenlee ha dicho: “Por lo tanto, la crítica textual del Nuevo
Testamento es el estudio bíblico básico, un prerrequisito para todo el otro trabajo bíblico
y teológico”.(2) No se trata de una exageración con respecto a la importancia de este
asunto. Como creyentes tenemos la responsabilidad, en nuestro tiempo y época, de
proclamar el Evangelio, el Evangelio puro, el Evangelio no diluido. También tenemos el
derecho y privilegio de ser los siguientes en la línea de proteger la Palabra de Dios y
proclamarla. Cada cristiano individual decidirá sobre este tema, de cuál texto es el
Notas
(1)
Véase "The Great Omission", The Quarterly Record (Londres, Inglaterra: The Trinitarian
Bible Society, nro. 524, Julio-Septiembre 1993).
(2)
J. Harold Greenlee, Introduction to New Testament Textual Criticism (Grand Rapids,
Michigan, EE.UU.: William B. Eerdmans Publishing Co., 1964), pág. 17.
"The Ancient Manuscripts of the New Testament", Quarterly Record Londres, Inglaterra:
The Trinitarian Bible Society, nro. 510, January-March 1990.
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"The Word of God Among All Nations: An Introduction to the Society's Principles".
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Contenido:
El Antiguo Testamento
La primera lengua
Materiales de escritura
Revelación
Doctrina gemela
Puesta por escrito
Los originales
El templo
Significado del arca
Un solo libro
Copias
El trabajo de los escribas
Pérdida de los originales
La gran sinagoga
Los célebres masoretas
Un texto masorético
Resumen del Antiguo Testamento
El Nuevo Testamento
La Biblia es la eterna Palabra de Dios. Le ha sido entregada por Dios al hombre para que fuera la
norma absoluta, suprema, autorizada, infalible e inmutable para la fe y la práctica. En este artículo
remontaremos la historia de la Biblia desde sus orígenes en la propia revelación divina, a través de su
corporización en forma escrita por inspiración sobrenatural, hasta su transmisión precisa hasta el
presente por preservación providencial. Es nuestra firme creencia que, si bien las tormentas de la
crítica siguen levantándose contra la Palabra de Dios, la humilde confianza del creyente en ella es
justificable y fundamentada. Este sagrado volumen es, y siempre lo será, el Libro de Dios.
El Antiguo Testamento
La mayor parte del Antiguo Testamento fue escrita en hebreo, a veces denominada “la lengua de
Canaán” (Isaías 19:18), o “la lengua judaica” (Isaías 36:11). Esta lengua probablemente se desarrolló
a partir del hebreo antiguo hablado por Abram en Ur de los caldeos (Génesis 14:13); diversos
académicos consideran que este hebreo antiguo antecedió a Abram, y que era la “una lengua” y “unas
mismas palabras” de las épocas anteriores a Babel (Génesis 11:1). En otras palabras, la consideran el
idioma original del hombre.
2
La primera lengua
La evidencia de respaldo para esto es bastante sólida. En primer lugar, en hebreo los nombres de los
animales expresan de manera muy precisa su naturaleza y características, ciertamente, más que en
cualquier otro idioma antiguo. Esto se vincularía con el hecho de que Adán, a poco de su creación,
designó a los animales observando las cualidades y características peculiares de cada una de las
especies (Génesis 2:19-20). Segundo, los nombres propios, como Adán, Eva y Caín, tienen
significados importantes en hebreo, algunos de los cuales les fueron en realidad asignados en las
Escrituras del Antiguo Testamento (Génesis 2:23; 3:20; 4:1). En tercer lugar, los nombres de diversas
naciones antiguas parecen ser de origen hebreo, al derivar de los hijos y nietos de Sem, Cam y Jafet,
como por ejemplo, los asirios de Asur, los elamitas de Elam y los arameos de Aram.
En consecuencia, puede argumentarse que la primera lengua que se habló y oyó en este mundo haya
sido alguna forma de hebreo; pero sea como fuere, es un hecho indiscutible que prácticamente todo el
Antiguo Testamento está escrito en hebreo. Las únicas excepciones están en arameo (un idioma
cercano, de la misma familia que el hebreo), que de hecho reemplazó al hebreo en la época del
cautiverio. Estas excepciones son dos partes del libro de Esdras (4:8-6:18; 7:12-26), que se explican
al ser el arameo el idioma oficial del imperio persa; un versículo de Jeremías (10:11), donde aparece
la cita de un proverbio arameo, y una sección bastante grande del libro de Daniel (2:4 a 7:28), en la
cual se utiliza el arameo, probablemente dado que la sección completa trata de las naciones del
mundo.
Materiales de escritura
Ahora bien, ¿sobre qué se escribieron las antiguas Escrituras? Originalmente, las Escrituras del
Antiguo Testamento parecen haber sido escritas sobre papiro. Éste se hacía con juncos que crecían en
las márgenes del Nilo. Los juncos se cortaban en tiras, y se colocaban línea sobre línea en ángulo
recto; luego, se los golpeaba, prensaba y pulía para formar una especie de papel primitivo. Sabemos
que el papiro era utilizado en Egipto hace mucho tiempo, ciertamente en tiempos de Moisés, y en
consecuencia es probable que los documentos del Antiguo Testamento se escribieran sobre este
material. En caso contrario, habrían sido escritos sobre cueros de animales, que se utilizaban
alrededor de 2000 a.C. Se llegó a preferir los cueros porque duraban más y no resultaban tan frágiles,
y de esa forma, conservaban más perfectamente el texto.
Revelación
Sabemos que Dios es el mayor de los seres. Dice la Escritura: "¿Alcanzarás tú el rastro de Dios?
¿Llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?" (Job 11:7). Y la respuesta que se presume es, por
supuesto, “no”. Ni con todo nuestro ingenio podemos descubrir al Dios infinito. Él está mucho más allá
de nuestra humana comprensión. ¿Esto quiere decir, entonces, que no tenemos esperanza de
conocerlo? Afortunadamente, no significa eso. Si bien no podemos, ni siquiera con una intensa
investigación, descubrir a Dios, Él puede hacerse conocer por nosotros. Como fuente de toda verdad,
Él puede enseñarnos sobre Su propio Ser maravilloso, y en consecuencia, como lo dice el Salmista:
“En tu luz veremos la luz" (Salmos 36:9). Esto nos trae, de manera muy natural, a la doctrina de la
revelación.
Una definición concisa pero acertada de la revelación proviene de la pluma del Dr. James Bannerman,
quien escribió: “La revelación, en cuanto acto divino, es la presentación de la verdad subjetiva al
hombre de una manera sobrenatural, por parte de Dios. La revelación, en cuanto efecto de dicho acto,
es la verdad objetiva así presentada”.1
3
Ahora bien, la revelación es de dos tipos. En primer lugar, existe una revelación general. Esta
proviene en parte de lo exterior a nosotros, del mundo que nos rodea. En las obras de creación y
providencia, Dios muestra algo de Su divinidad y perfección. “Porque las cosas invisibles de él, su
eterna potencia y divinidad, se echan de ver desde la creación del mundo, siendo entendidas por las
cosas que son hechas" (Romanos 1:20; cf. Salmos 19:1; Hechos 14:27). Al mirar las diversas partes
de este universo visible, nos vemos obligados a pensar, con temor reverencial, en el divino Arquitecto
y Hacedor. Una revelación general adicional proviene de nuestro interior. Hechos a imagen de Dios,
contamos con un cierto sentido natural de Dios, la inmortalidad y la diferencia entre el bien y el mal.
Somos, como dice Pablo, una ley a nosotros mismos, porque “la obra de la ley” está escrita en
nuestros “corazones”, “dando testimonio juntamente nuestras conciencias” (Romanos 2:14,15).
Se dice que tal revelación es general: no sólo porque se hace de manera general en todo el mundo,
sino también porque trata únicamente de cosas generales. No dice nada sobre aspectos específicos,
como la reconciliación con Dios, el perdón de los pecados, o el camino al cielo.
Doctrina gemela
Existe una doctrina gemela que debemos considerar ahora: la inspiración, a la que el profesor Louis
Gaussen una vez definió como “ese poder inexplicable que el Espíritu Divino hizo crecer antiguamente
en los autores de la Sagrada Escritura, para guiarlos incluso en el empleo de las palabras que
utilizaban, y para resguardarlos por igual de todo error y de toda omisión”. 2
La inspiración, por lo tanto, es el proceso por el cual Dios ejerce una influencia sobrenatural sobre
ciertos hombres, permitiéndoles que registren de manera exacta e infalible lo que se les haya
revelado. “Los santos hombres de Dios” leemos, “hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo” (2
Pedro 1:21). El resultado de este proceso es la Palabra de Dios escrita, “la escritura de verdad”
(Daniel 10:21). Inmediatamente viene a la mente la clásica declaración del apóstol: “Toda escritura es
inspirada divinamente” (2 Timoteo 3:16).
El primer ejemplo registrado de dicho proceso de puesta por escrito se encuentra en Éxodo 17:14,
donde, a poco de la guerra con los amalecitas, el Señor dijo a Moisés: “Escribe esto para memoria en
un libro…” Nuevamente, en Éxodo 24:4, leemos cómo “Moisés escribió todas las palabras de Jehová”.
4
Y una vez más, en Éxodo 34:27, el Señor le dijo: “Escribe tú estas palabras…” Y así podríamos seguir.
Hay muchos otros pasajes que muestran que Moisés escribió mucho más, incluso la totalidad del
Pentateuco, es decir los primeros cinco libros de la Biblia (por ejemplo, Deuteronomio 31:9,24-26;
Números 33:1,2).
Los originales
Una vez escritos, los originales inspirados, o “autógrafos” (como se los denomina), fueron conservados
cuidadosamente. El rollo de Moisés, por ejemplo, fue entregado a los sacerdotes que lo depositaron
cerca del arca sagrada. Leemos en Deuteronomio 31:25,26 que “Mandó Moisés a los Levitas que
llevaban el arca del pacto de Jehová, diciendo: Tomad este libro de la ley [el libro que había escrito], y
ponedlo al lado del arca del pacto de Jehová vuestro Dios, y esté allí por testigo contra ti” (cf. Josué
1:8; 1 Reyes 2:3; Nehemías 8:1).
Tras Moisés vino Josué, el autor del libro que lleva su nombre; y hacia el fin de su vida, según Josué
24:26, hizo exactamente lo mismo que había hecho una vez Moisés. Tras hacer un agregado al rollo
de Moisés, hizo que se volviera a colocar ese rollo en el santuario. “Y escribió Josué estas palabras en
el libro de la ley de Dios; y tomando una grande piedra, la levantó allí debajo de un alcornoque que
estaba junto al santuario de Jehová”.
No pasó mucho antes de que hubiera otro agregado, esta vez por parte de Samuel, quien “recitó luego
al pueblo el derecho del reino, y los escribió en un libro, el cual guardó delante de Jehová” (es decir,
en presencia de Dios, en el sector más sagrado y al lado del arca del pacto; 1 Samuel 10:25).
El templo
Cuando se cambió el tabernáculo por el templo, estos originales preciosos parecen haber sido
transferidos a una construcción más permanente. Puede haber una referencia a ellos en 2 Reyes 22:8,
donde se registra al sumo sacerdote Hilcías diciendo: "El libro de la ley he hallado en la casa de
Jehová”. Algunos académicos han sugerido que el “libro de la ley” era la copia original de Moisés, que
los sacerdotes habían ocultado durante los reinos perversos de Manasés y Amón, y que recién ahora
se había descubierto y llevado a conocimiento del rey 3. En 2 Crónicas 34:14, se lo denomina “libro de
la ley de Jehová dada por la mano de Moisés”
El Dr. W. H. Green señala que conservar estos documentos en este lugar sagrado estaba “de acuerdo
con los usos de las principales naciones de la antigüedad”. Alude al hecho de que “los romanos,
griegos, fenicios, babilonios y egipcios tenían sus escritos sagrados, que eran celosamente
conservados en sus templos, y confiados al cuidado de funcionarios especialmente designados para
ese propósito”.4
Había, no obstante, razones más importantes por las cuales se confinaron los rollos en este lugar.
El arca estaba guardada en el divino santuario, y por lo tanto a los escritos colocados al costado del
arca se los asociaba particularmente con Dios. Él es indudablemente el autor de las Escrituras. Lo que
Él dijo y lo que dicen las Escrituras es la misma y única cosa (Romanos 9:17; Gálatas 3:2). Aquí,
entonces, está la Palabra escrita de Dios, y en conjunto, estos libros inspirados pueden ser llamados
“la palabra de Dios” (Romanos 3:2; cf. Hechos 7:38).
Los piadosos israelitas entendieron que el arca era el trono de Dios (Éxodo 25:22; Salmos 80:1). El
hecho de que estos escritos se colocaran al lado del arca sugería que eran divinamente autoritativos.
5
La Escritura posee una enorme autoridad. Demanda de los hombres una fe sin dudas en sus
enseñanzas, y una resuelta obediencia a sus preceptos. Cada alma debe inclinarse ante ella. “Él
estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel; la cual mandó a nuestros padres que la
notificasen a sus hijos...” (Salmos 78:5).
Más aún, como las Escrituras estaban colocadas cerca del arca, en el corazón del tabernáculo o
templo, estaban separadas de todos los libros comunes. Manifiestamente se las había declarado
sagradas. Ciertamente, la Palabra de Dios escrita es pura y sublime. Es verdad, sin ninguna mezcla de
error. “Las palabras de Jehová, palabras limpias; plata refinada en horno de tierra, purificada siete
veces” (Salmos 12:6). Los escritos inspirados deben ser reverenciados siempre como “las Sagradas
Escrituras” (2 Timoteo 3:15).
El arca, por supuesto, tenía su cubierta donde se rociaba la sangre del sacrificio (Éxodo 25:21); y los
libros se colocaban cerca, tal vez sugiriendo que explicaban la doctrina de la expiación y establecían la
única forma de acercamiento a Dios. “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y
resucitase de los muertos al tercer día: y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la
remisión de pecados...” (Lucas 24:46,47).
Un pensamiento final: los rollos habrían estado bajo las alas de los querubines (Éxodo 25:18-20), una
indicación de que estaban divinamente salvaguardados y preservados. Aunque actualmente a menudo
se la niega, se debe creer y declarar con audacia la doctrina de la preservación de la Escritura. “El
Antiguo Testamento en hebreo... y el Nuevo Testamento en griego… al estar inmediatamente
inspirados por Dios, y al haberse mantenido por Su singular cuidado y providencia puros en todas las
épocas (La Confesión de Fe de Westminster, Cap. 1; Secc. 8). Nuestro Dios mismo dijo: “hasta que
perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean
hechas" (Mateo 5:18; cf. Salmos 119:152; Isaías 40:8).
Un solo libro
Dios siguió inspirando a los hombres hasta que hubo una maravillosa colección de libros (1 Crónicas
29:29; 2 Crónicas 9:29, 12:15; Isaías 30:8; Jeremías 36:1,2). Los primeros escritos de Moisés datan
de alrededor de 1450 a.C., en tanto el escrito de Malaquías se habría finalizado en alguna fecha
alrededor de 450 a.C. De manera que fue por aproximadamente 1000 años que Dios se comunicó
graciosamente con los hombres y, por la influencia sobrenatural de Su Espíritu, hizo que sus
comunicaciones se escribieran, libres de todo error tanto fáctico como doctrinal. Estos escritos fueron
luego maravillosamente preservados. Sólo nos queda observar aquí que, desde el principio, esta
colección fue considerada como básicamente un solo libro, llamado “el libro de Jehová” (Isaías 34:16).
Copias
La primera vez que se menciona la copia es con respecto a los Diez Mandamientos, escritos
originalmente por supuesto en tablas de piedra por la mano de Dios. Como estas primeras tablas
habían sido rotas, el Señor encomendó a Moisés que cortara unas nuevas, y el Señor escribió en ellas
las mismas palabras. Fue entonces que Dios estableció las reglas para el copiado: la copia debe ser
“conforme a la primera escritura” (Deuteronomio 10:4). Y tenemos fundamentos sólidos para creer
que esta regla se hizo cumplir estrictamente. Cuando el mensaje escrito de Jeremías fue destruido por
Joacim, Dios ordenó al profeta que hiciera otra copia, pero al hacerlo, estipuló que la copia debía ser
exacta. “Vuelve a tomar otro rollo”, dijo, “y escribe en él todas las palabras primeras, que estaban en
el primer rollo” (Jeremías 36:28). Acorde a ello, Baruc (el escriba de Jeremías) volvió a escribir, al
dictado del profeta, todas las palabras que habían sido escritas en el primer rollo (36:32, el segundo
rollo era por lo tanto una copia precisa del primero, aunque en esta ocasión Baruc añadió material
adicional del ministerio inspirado de Jeremías). Así es que se hicieron copias, no sólo de los Diez
Mandamientos sino también de otras partes de la Escritura. Una copia del libro del Deuteronomio, o
6
quizás incluso la totalidad del Pentateuco, debía estar en manos de cada uno de los reyes de Israel. “Y
será, cuando se asentare sobre el solio de su reino, que ha de escribir para sí en un libro un traslado
de esta ley, del original de delante de los sacerdotes Levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos
los días de su vida” (Deuteronomio 17:18, 19; cf. 2 Crónicas 23:11). Los originales, por supuesto,
estaban a cargo de “los sacerdotes levitas”; y cuando dice: “ha de escribir para sí un traslado de esta
ley”, probablemente no quiera decir que él debería hacerlo por sí mismo, sino que debía disponer que
alguien lo hiciera por él (cf. 1 Samuel 1:3; 13:9; 1 Reyes 8:62; Juan 19:19, donde se dice que ciertos
hombres hacen lo que, en el caso, casi con certeza es realizado por otros).
A fin de actuar debidamente, los jueces habrían necesitado acceso a las diversas leyes de Moisés (2
Crónicas 19:10), al igual que los sacerdotes, especialmente aquellos enviados con ciertos levitas a
enseñar en las ciudades de Judá (2 Crónicas 17:7-9). En el último caso, específicamente se dice que
“enseñaron en Judá, teniendo consigo el libro de la ley de Jehová” (v 9). No podemos suponer que
sólo los funcionarios poseían copias de las Escrituras. Hay evidencias que sugieren que los creyentes
por lo general tenían acceso a los libros bíblicos (Salmos 1:4, Salmos 119).
Los originales, como ya hemos observado, se denominan “autógrafos”. A las copias se las conoce
como “apógrafos”. Está claro que se puso un gran cuidado en la copia de las Escrituras. Al principio los
sacerdotes eran responsables de ello (Deuteronomio 17:18), pero posteriormente los escribas (en
hebreo: sopherim, de saphar, escribir) asumieron ese rol, como indica el lenguaje de Jeremías, el
profeta: “¿Cómo decís… la ley de Jehová es con nosotros? Ciertamente, he aquí que en vano se cortó
la pluma, por demás fueron los escribas” (Jeremías 8:8). Aquellos designados como escribas
originalmente tenían muchas y diversas responsabilidades. Sin embargo, a medida que pasaba el
tiempo, tendieron a concentrarse en el trabajo de transcripción, y por ello un hombre como Esdras
llegó a ser llamado “escriba de las palabras mandadas de Jehová, y de sus estatutos a Israel” (Esdras
7:11).
Comprensiblemente, la demanda por copias de las escrituras se tornó muy grande. Los escribas en
consecuencia se agruparon en “familias” o “gremios”, combinando sus esfuerzos para garantizar los
mejores resultados posibles (1 Crónicas 2:55). Su experiencia en este campo, junto con su profunda
reverencia por la Sagrada Escritura, determinó la producción de copias verdaderamente excelentes.
De hecho, sólo se confiaba en los rollos procedentes de esta clase de escriba.
Cabe destacar aquí que, en el propósito y providencia de Dios, los judíos cuidaron de sus escritos
sagrados en mayor medida que ningún otro pueblo del mundo antiguo.
Se alcanzó tal precisión que las copias de los escribas podían ser citadas como la verdadera Palabra de
Dios, y en consecuencia divinamente autoritativa. In 1 Reyes 2:3, David ordena a Salomón, su hijo:
“Guarda la ordenanza de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y
mandamientos, y sus derechos y testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés.”
Ahora bien, el rey Salomón sólo habría tenido acceso a una copia, como se menciona en
Deuteronomio 17:18,19; pero obsérvese cómo a esta copia se la describe como lo que está “escrito en
la ley de Moisés”. Se había tenido un cuidado tan meticuloso en la copia que el manuscrito resultante
conservaba la autoridad del original. Era la Palabra de Dios y como tal se la podía citar.
Jerusalén cayó ante los babilonios en 586 a.C. La ciudad sufrió enormes daños, y el gran templo
construido por Salomón fue destruido por completo (2 Crónicas 36:17-19). Si bien no se menciona en
la historia, es casi seguro que los escritos originales perecieran junto con la ciudad. Sin embargo, no
7
todo se había perdido. Para esas época se habían hecho numerosas copias, y algunas de ellas habían
sido llevadas a la tierra del cautiverio, porque encontramos a Daniel que cita de lo que debe haber
sido una copia de la Ley de Moisés (Daniel 9:11), y también haciendo mención a la profecía de
Jeremías, copia de la cual debe haber tenido en su poder (9:2).
En 537 a.C., los judíos comenzaron el regreso de su cautiverio, y sabemos que Esdras volvió a
establecer el culto “conforme a lo escrito en el libro de Moisés” (Esdras 6:18). Esto sugiere que
todavía tenían copias de las Escrituras, y que podían consultarlas al tomar las disposiciones para el
culto para el segundo templo. Según Nehemías 8:1, el pueblo de hecho pidió a Esdras que trajera “el
libro de la ley de Moisés, la cual mandó Jehová a Israel”. Éste no era el original, sólo una copia, pero
no obstante significativamente se lo describe como “la ley de Moisés”. De tales Escrituras concluimos
que Dios había preservado maravillosamente Su Palabra.
La Gran Sinagoga
La historia del Antiguo Testamento finaliza en forma un tanto abrupta con el regreso desde el
cautiverio; no obstante, según los últimos libros, Esdras parece haber asumido la presidencia de un
cuerpo de estudiosos y sabios (Nehemías 8:4,7,13; cf. Esdras 7:6,11,22). La tradición judía nos
informa que, tras el regreso del pueblo judío, Esdras creó la Gran Sinagoga con miras a reorganizar la
vida religiosa de la nación. Este concejo, porque eso es lo que era en realidad, constaba de 120
miembros, e incluía a los profetas Hageo, Zacarías y Malaquías. Los “Hombres de la Gran Sinagoga”
reunieron todas las copias de la Sagrada Escritura que pudieron encontrar, y las sometieron a
detallados exámenes y comparaciones. Muchos errores menores, cometidos inadvertidamente, fueron
ahora corregidos. Estos errores eran por ejemplo la omisión de una letra, una palabra o incluso una
línea. Que se hubieran deslizado en algunos manuscritos no es sorprendente, si recordamos que
existen como mínimo ocho pares de letras hebreas que son similares, al punto incluso de ser casi
idénticas. El más concienzudo de los escribas no estaba exento de cometer algún pequeño error. No
obstante, en última instancia las copias fueron sometidas a un proceso de corrección, y si se
encontraba alguna particularmente errónea, se la enterraba en una “genizah”, un sitio sagrado cerca
de una sinagoga judía. Como resultado del trabajo de la Gran Sinagoga, el Segundo Templo parece
haber sido provisto de un texto muy similar al último texto hebreo recibido.5
Para la época en que nuestro Señor entra en escena, había disponibles muchas copias. El Señor Jesús
constantemente apelaba a las Sagradas Escrituras. Leía de ellas en las sinagogas (Lucas 4:16); las
citaba en Su ministerio público (Mateo 19:3-5; 21:16,42); y exhortaba a Su audiencia a que las
leyeran por sí mismos (Juan 5:39). No puede haber duda alguna de que Él consideraba a las copias
existentes la verdadera Palabra de Dios. Si bien Él corrigió las glosas e interpretaciones de los
fariseos, ni siquiera una vez cuestionó la integridad del texto hebreo. Fue capaz de decir: “Escrito
está” (Mateo 4:4,7,10), y nuevamente, “la escritura no puede ser quebrantada” (Juan 10:35). Lo
mismo se aplica, por supuesto, a los Apóstoles (Hechos 1:16, 4:25, 28:25; Hebreos 1:1,6,7; etc.).
Podría argumentarse que esto prueba demasiado, en la medida en que el Septuaginto (LXX: la
traducción en griego del Antiguo Testamento hecha por judíos alejandrinos alrededor de 250 a.C.)
también se cita constantemente en el Nuevo Testamento sin que se lo cuestione ni una sola vez. Por
lo tanto, sobre la misma premisa, ¿no podría decirse que esto indica un respaldo al Septuaginto en el
carácter de un texto inspirado y fiel? No, ese razonamiento contiene un grave defecto. El hecho es que
hay diversos lugares en el Nuevo Testamento donde la versión del Septuaginto parece haber sido
deliberadamente rechazada, por ejemplo Mateo 2:15, donde el LXX dice: “De Egipto llamé a sus
hijos”; Romanos 10:15, donde el LXX dice: “Estoy presente como una estación de belleza en las
montañas, como los pies del que predica alegres nuevas de paz, como uno que predica buenas
nuevas”. Véase también: Romanos 11:4; 1 Pedro 4:8).
8
En tanto algunas citas del Nuevo Testamento muestran preferencia por la versión del Septuaginto, se
encontrará que la variación en estos casos es muy leve, y de ninguna manera en el sentido (por
ejemplo, Mateo 15:8,9, en hebreo: “…su corazón han alejado de mí, y su temor de mí se ha
convertido en precepto de los hombres, una cosa que se enseña”; Hechos 13:34, en hebreo: “Os daré
las misericordias seguras de David”, pero el texto griego del Nuevo Testamento en realidad cita al
Septuaginto aquí, como en el margen de la Versión Autorizada en inglés: “[Os daré]… las cosas
sagradas de David, las cosas seguras”).
“No encontramos”, comenta el Dr. Roger Nicole, “ningún ejemplo de una deducción o aplicación del
Nuevo Testamento inferido lógicamente del Septuaginto y que no pueda mantenerse sobre la base del
texto hebreo”. Concluye: “El uso del LXX en las citas no indica que los escritores del Nuevo
Testamento hayan considerado esta versión como inspirada en sí misma… Pero su disposición para
hacer uso del LXX, a pesar de sus ocasionales defectos, enseña la importante lección de que el
mensaje básico que Dios pretendía entregar puede ser transmitido incluso a través de una traducción,
y que puede apelarse a una versión en la medida en que concuerde con el original”. 6
Volviendo a nuestro punto anterior: el respaldo dado por Nuestro Señor y Sus apóstoles al texto
hebreo del siglo I muestra que ese texto era tan fiel como confiable.
Como hemos visto, Dios convocó a escribas, o sopherim, para producir un texto notablemente puro.
Fue responsabilidad de otros continuar su tarea y dar los pasos necesarios para la preservación del
texto. Estos fueron los masoretas, un nombre derivado del término hebreo "Massorah", que significa
“tradición”. Eran familias de académicos y críticos de texto judíos, que finalmente abrieron academias,
una en Tiberias (en la costa del mar de Galilea) y otra en Babilonia (en el Este). Nadie sabe
exactamente cuándo aparecieron los masoretas. Algunos creen que se puede remontar su origen al
siglo I d.C. Otros datan sus inicios en una fecha posterior, alrededor de 500 d.C. Sea cual fuere la
correcta, el logro de los masoretas es lo que verdaderamente importa.
Jerusalén había sido destruida en 70 d.C. Como resultado, los judíos se dispersaron en los diversos
países del imperio romano. Los masoretas sabían que estos judíos dispersos y las generaciones
subsiguientes requerirían copias de las Sagradas Escrituras, y creían que podían hacerse ciertas cosas
para garantizar la preservación del texto hebreo puro. Con esto en mente, recopilaron información
vital sobre el texto, y establecieron reglas detalladas para su copia correcta. Ellos introdujeron los
puntos vocales (el hebreo no tiene vocales), fijaron los acentos (para garantizar una pronunciación
correcta), explicaron el significado de las palabras (donde había ambigüedad), aportaron lecturas
marginales (para eliminar la oscuridad) y marcaron las pausas previstas (que a menudo afectan el
significado). Fueron tan meticulosos en sus estudios que incluso contaron los versículos, palabras y
letras del Antiguo Testamento, consignando por ejemplo que Aleph aparece 42.377 veces, Beth,
38.218 veces, Gimel, 29.537 veces y así sucesivamente.
Los copistas debían seguir las estrictas reglas del Talmud, entre las que se incluían las siguientes: sólo
podían utilizarse los cueros de animales limpios; cada cuero debía contener la misma cantidad de
columnas; no debía haber menos de cuarenta y ocho ni más de sesenta líneas; la tinta negra debía
ser preparada según una receta específica; no debía escribirse ninguna palabra ni letra de memoria; si
apenas una letra se omitía, o se la insertaba incorrectamente, o incluso si una letra tocaba a otra, la
hoja debía ser destruida; tres errores en una página significaban que el manuscrito completo estaba
condenado; y la revisión de la copia debía tener lugar dentro de los 30 días, porque en caso contrario
debía ser rechazada. El manuscrito que sobrevivía a este proceso no podía ser más que
sorprendentemente exacto.
Un texto masorético
9
El propósito de los masoretas era preservar el Antiguo Testamento contra toda forma de alteración; y
fue para garantizar dicho objetivo que hicieron su recopilación de notas detalladas (la Massorah). Los
judíos denominaron “El cerco de la ley” al trabajo terminado. Como resultado de su trabajo, hoy
contamos con un texto estándar y tradicional.
El texto del cual se tradujo la Versión Autorizada se denomina el Texto Ben Chayyim (por Jacob ben
Chayyim, en cuya editora se imprimió en 1524-5), y es similar al Texto de Ben Asher (que vivió en el
siglo X en Tiberias, en Palestina, y junto con otros miembros de su familia estableció una edición
exacta del texto masorético). Es un texto fiel y confiable.
A través de la especial providencia de Dios, podemos decir confiadamente que en el texto masorético
en hebreo tenemos un texto muy cercano al original hebreo.
Resumiendo, entonces, ¿qué medios utilizó Dios para garantizar la preservación de Su Palabra?
El primero fue la profunda reverencia de los judíos por las Sagradas Escrituras. Los judíos literalmente
temblaban ante la Palabra escrita. Según Filo y Josefo, estaban dispuestos a sufrir cualquier tormento,
o incluso la muerte, antes que cambiar nada en las Sagradas Escrituras. Dios utilizó esta reverencia
por el texto para impedir que se lo falsificara y corrompiera.
Segundo, estaban los solemnes mandatos de las Escrituras, como por ejemplo Deuteronomio 4:2: “No
añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella”. Estos mandatos, emitidos con
autoridad divina, instilaron un genuino temor en el corazón de los hombres.
Tercero, estos rollos fueron colocados en el Lugar Santísimo. Al no haber otro lugar más sagrado en la
tierra, los pusieron fuera de la interferencia de cualquier mano.
Cuarto, el absoluto profesionalismo de los escribas y los masoretas garantizaba y preservaba un texto
puro. Eran grandes estudiosos, preparados en la ley divina y reverenciados como intérpretes de las
Sagradas Escrituras.
Quinto, estaba la supervisión de los profetas. Durante todo el periodo del Antiguo Testamento, los
profetas ejercieron un ministerio exclusivo y pudieron controlar el proceso de copia. Ellos habrían
detectado rápidamente cualquier error de transcripción.
Sexto, los judíos repetían constantemente sus Escrituras, como muestra claramente Deuteronomio
6:7: “Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al
acostarte, y cuando te levantes”. Estas repeticiones creaban tal familiaridad con el texto que incluso si
se hubiera alterado una sola palabra, ello habría sido detectado de inmediato y, sin duda alguna,
habría surgido una protesta fuerte e incluso vehemente.
Séptimo, Cristo y Sus apóstoles confirmaron las Escrituras como fueron recibidas en sus tiempos. El
texto estándar utilizado por ellos es exactamente el mismo que usamos hoy. Su cita sin hesitaciones
de él como la Palabra de Dios es un sello indudable de autenticidad y confiabilidad.
Éstas y otras consideraciones nos llevan a considerar que Dios ha conservado maravillosamente el
texto del Antiguo Testamento. Cuando se lee el Antiguo Testamento, según el texto masorético,
podemos creer que estamos leyendo y escuchando la Palabra de Dios. Sin importar cuán interesantes
puedan ser, no debemos aceptar las interpretaciones peculiares de los Rollos del Mar Muerto, de la
versión latina o de cualquier otra fuente.
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Dios ha preservado Su Palabra. No debe entenderse que esto tiene el significado de que, a lo largo de
la historia, Dios hizo repetidos milagros, ni que Él haya “inspirado” a los diversos rabinos y escribas
que trabajaron en el texto. Concedemos que los autógrafos han desaparecido hace mucho, y que
algunos errores se han deslizado en las copias que actualmente tenemos a nuestra disposición. Por lo
tanto existe la necesidad de una crítica textual. La doctrina de la “preservación providencial” requiere
una cuidadosa definición. ¿Qué queremos decir exactamente con esto? Aquí, citaré las palabras del
profesor John H. Skilton: “Dios que nos dio las Escrituras, quien obra todas las cosas tras el consejo
de su voluntad, ha ejercido un cuidado destacado sobre su Palabra, la ha preservado en todas las
épocas en un estado de pureza esencial, y ha permitido que logre el objetivo para el cual la entregó”. 7
El texto hebreo, entonces, fue entregado originalmente por Moisés y los profetas; fue fielmente
copiado por los escribas, estandarizado por Esdras junto con los Hombres de la Gran Sinagoga,
respaldado por Nuestro Señor y Sus apóstoles, y editado con meticuloso cuidado por los masoretas.
La ortodoxia requiere que afirmemos con audacia nuestra fe en el Antiguo Testamento según lo
traducido por el texto hebreo masorético.
El Nuevo Testamento
El Señor Jesucristo atribuyó autoridad inspirada a las Escrituras del Antiguo Testamento (Mateo 5:18;
15:3; Marcos 12:36; Juan 10:35). También prometió que, tras Su regreso al cielo, enviaría el Espíritu
de Dios para comunicar más verdades a Sus siervos elegidos, y les permitiría registrarlo. Esto
proporcionaría a la Iglesia cristiana una guía infalible. “El Consolador”, dijo Él, “el Espíritu Santo, al
cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas
que os he dicho” (Juan 14:26; cf. 16:12,13).
Al principio existía solamente la enseñanza oral. No obstante, pronto fue evidente que la verdad
cristiana debía ser plasmada por escrito. Por una parte, los apóstoles (testigos de Nuestro Señor en
los días de Su encarnación) empezaban a viajar a tierras lejanas, y en poco tiempo la muerte los haría
desaparecer a todos (2 Timoteo 4:6; 2 Pedro 1:14); por otra, el número siempre creciente de nuevos
conversos e iglesias necesitaba una instrucción regular, detallada e integral (Lucas 1:3,4; Hechos
1:1); y además, los escritos espurios y heréticos, incluso entonces en circulación, estaban causando
una confusión doctrinal grave.(2 Tesalonicenses 2:1,2; 3:17).
El Espíritu Santo, anticipando todo esto, ejerció Su influencia sobrenatural sobre ciertos elegidos, de
modo tal que escribieran lo que era infalible y carente de error. Así, al final de su Evangelio, Juan se
describe a sí mismo como “el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas”, y
añade: “y sabemos que su testimonio es verdadero” (Juan 21:24,25; cf. 1 Corintios 14:37; Gálatas
1:20; Filipenses 3:1; 1 Juan 1:4; etc.).
Así se generaron las Escrituras del Nuevo Testamento. Al principio fueron escritas en griego, el idioma
común del Imperio Romano en la época de inicio del cristianismo. La escritura se consignó en
materiales especialmente preparados: papiro (una sustancia similar al papel, fabricada a partir de la
médula de la planta del papiro), y más adelante, pergamino (cuero animal, denominado “vitela”
cuando es de calidad especialmente fina). En su forma exterior, los documentos habrían tenido el
aspecto de rollos (si eran de papiro) o de libros (de ser de pergamino o vitela). El nombre técnico de
estos últimos es “códices”. Con respecto a las plumas utilizadas, debían haber sido plumas de junco o
de plumas de ave (hechas de tallos o rollos), y la tinta, casi con certeza debió haber sido negra, con
base de carbón (preparada con hollín y mezclada con goma). Posteriormente, alrededor del siglo V, se
11
utilizó una tinta metálica roja (preparada a partir de agallas de roble), pero aparentemente ésta sólo
fue utilizada para dar énfasis.
Por supuesto, en el Nuevo Testamento hay referencia a “escritura”, “papel (papiro) y tinta”, y también
a “libros” y “pergaminos” (es decir, pergaminos de cueros preparados). Véase 2 Timoteo 4:13; 2
Corintios 3:3; 2 Juan 12; y 3 Juan 13. Surge una pregunta interesante: ¿qué fue de estos documentos
originales?
Reconocidos inmediatamente por los primeros cristianos como divinamente autoritativos (1 Corintios
14:37), estos textos fueron leídos en primer lugar por aquellos a quienes les habían sido enviados, ya
fueren individuos o iglesias, y luego se los hizo circular de modo tal de que la mayor cantidad posible
pudiera beneficiarse de las enseñanzas de los apóstoles (1 Tesalonicenses 5:27; Apocalipsis 1:3;
Colosenses 4:16; 2 Pedro 3:15,16). Lamentablemente, estos originales (o “autógrafos”) no podrían
haber sobrevivido mucho, en parte porque tendían a tornarse frágiles y el uso constante provocaba su
desintegración, y en parte porque estaban expuestos a riesgos tanto accidentales como de
persecución.
Puede que haya una referencia a los originales en un tratado fechado alrededor de 200 d.C.
Tertuliano, uno de los Padres de la Iglesia primitiva, fue responsable de un tratado titulado: “De la
prescripción contra los herejes”, y en el capítulo 36, escribió: "Ven ahora, tú que te permites una
mejor curiosidad… recorre las iglesias apostólicas... en las cuales se leen sus propios escritos
auténticos… Acaya está muy cerca de ti, (en ella) encontrarás Corinto. Como no estás lejos de
Macedonia, tienes Filipos; (y allí también) tienes a los Tesalonicenses. Como puedes cruzar a Asia,
tienes Éfeso. Como además, estás cerca de Italia, tienes Roma, de la cual viene a tus propias manos
la verdadera autoridad (de los mismos apóstoles)”. 8
Si bien algunos académicos lo niegan, otros afirman que aquí se hace referencia a los originales en
griego. Tertuliano, se dice, urge a sus lectores a visitar esos lugares donde se guardan los originales,
para ver así por sí mismos los escritos divinos y sagrados del Nuevo Testamento. 9
Copia exacta
Sea como fuere, los manuscritos propios de los apóstoles casi con certeza no habrían durado mucho
más allá del año 200 d.C. No obstante Nuestro Señor había indicado que las Sagradas Escrituras
serían preservadas. “El cielo y la tierra pasarán”, dijo Él, “pero mis palabras no pasarán” (Mateo
24:35; cf. 28:20; Marcos 8:38; 1 Pedro 1:23-25). Su preservación estaba garantizada, por supuesto,
por un proceso de copia fiel y concienzudo.
Incluso en épocas apostólicas, los libros del Nuevo Testamento estaban en poder tanto de individuos
como de iglesias. Pedro, de todas maneras, estaba familiarizado con la epístola de Pablo a los
cristianos del Asia Menor (Gálatas, Efesios o Colosenses), y ciertamente, deja traslucir que conocía
“todas las epístolas [de Pablo]”. (2 Pedro 3:15,16). A la iglesia colosense se le dijo que la epístola de
Pablo a ellos no debía ser considerada en sentido alguno como de su especial propiedad, sino que ella
(casi con certeza una copia) debía ser “también leída en la iglesia de los Laodicenses”. A los
Colosenses se les dijo además “y a la de Laodicea [nuevamente, probablemente una copia] que la
leáis también vosotros” (probablemente Efesios; Colosenses 4:16). Antes de que pasara mucho
tiempo había colecciones de estos libros. Las iglesias cristianas necesitaban juegos enteros para la
lectura en el culto público.
12
Esto está confirmado en forma indirecta por los escritos de los Padres Apostólicos del segundo siglo.
En aras de la brevedad, sólo puede hacerse referencia a uno solo de ellos: Policarpo, discípulo del
apóstol Juan. Al escribir a los filipenses, cita extensamente de los Evangelios y las Epístolas, y luego
expresa su confianza en que los mismos filipenses están “muy versados en las Sagradas Escrituras”. 10
Para esta época con certeza se habían hecho copias, y la evidencia sugiere que se las hacía circular
ampliamente.
Las primeras copias pueden haber sido hechas por los mismos apóstoles. Pablo, en su prisión romana,
solicitó que se le llevaran “libros, mayormente los pergaminos” (2 Timoteo 4:13). J.P. Lilley sugiere
que “los «pergaminos» pueden haber sido copias o porciones de las Escrituras, o incluso sus propias
cartas a las Iglesias”.11 También se supone, y con cierta probabilidad, que Juan preparó siete copias
de su “Apocalipsis” y envió una a cada una de las siete iglesias del Asia Menor (Apocalipsis 1:4-6;
2:1,8,18, etc.).12
Si los mismos apóstoles no siempre fueron responsables por el copiado, luego es probable que la tarea
a menudo fuera realizada por sus secretarios. Sabemos con certeza que a veces a éstos se los
empleaba para escribir libros o cartas (Romanos 16:22; 1 Pedro 5:12). ¿Por qué no habrían de asistir
con la tarea de copiado?
Los “escribas”, originalmente equivalente a “secretarios” (Esdras 4:8; Ester 3:12; Jeremías 8:8),
habían sido prometidos a la Iglesia cristiana. “He aquí”, dijo Nuestro Señor, “yo envío a vosotros
profetas, y sabios, y escribas…” (Mateo 23:34; cf. 13:52). Podemos suponer que estos estaban entre
los asistentes de Pablo. Ciertamente, el apóstol hace referencia a “Zenas, doctor de la ley, y a Apolos”
(Tito 3:13). Los copistas transcribieron estos documentos con escrupuloso cuidado. ¿Cómo podemos
estar seguros de esto? En primer lugar, estos libros del Nuevo Testamento fueron investidos de la
misma santidad que las Escrituras del Antiguo Testamento (1 Timoteo 5:18 que cita Lucas 10:7, junto
con Deuteronomio 25:4, como “escritura”; y 2 Pedro 3:16, que sitúa a las epístolas de Pablo en la
misma categoría que “las otras escrituras”). Segundo, prácticamente todos los primeros copistas
debían haber sido escribas judíos conversos o contratados, cuya reverencia por la Palabra escrita de
Dios los obligaba a estudiar la perfecta precisión en la transcripción (Jeremías 36:28; cf.
Deuteronomio 10:4). Tercero, los mismos escritos, al declarar que eran la Palabra de Dios escrita y
autoritativa, emitían las prohibiciones más severas contra cualquier tipo de manipulación con el texto
sagrado (1 Corintios 2:13; 2 Corintios 2:17; Apocalipsis 22:18,19). Cuarto, sabiendo que los apóstoles
estaban todavía vivos y activos, los primeros copistas debieron haber tenido el mayor de los cuidados
de producir manuscritos de primera calidad. Quinto, y para terminar, si al principio la tarea de hacer
copias fue confiada a los compañeros de los apóstoles a los que se conocía como “evangelistas” (y
según Eusebio era su responsabilidad “entregar [a los nuevos conversos] el libro de los divinos
Evangelios”),13 debe recordarse que estos hombres recibieron los dones milagrosos del Espíritu Santo,
y en consecuencia estaban especialmente equipados para preservar el texto inspirado (2 Timoteo 1:6,
4:5).
Más aún, hay un factor divino que no debe pasarse por alto. En Su misericordiosa y vigilante
providencia, Dios evidentemente garantizó que el texto auténtico del Nuevo Testamento fuera
transmitido a las futuras generaciones.
Variantes textuales
Sin perjuicio de todo esto, en ciertas copias efectivamente aparecieron errores, y a medida que se
hacían más copias, empezaron a aparecer diversas variantes de lecturas. Por lo general se las clasifica
como (1) cambios no intencionales, y (2) cambios intencionales. Los de tipo no intencional incluyen
las palabras mal escritas, la confusión de letras, los cambios en el orden de las palabras, el uso de
sinónimos o equivalentes verbales, y la omisión o repetición de letras, palabras, líneas o incluso
13
secciones. Por lejos la mayor cantidad de variantes se debe a errores de este tipo por parte de los
escribas.
Algunos son prácticamente desconocidos, como Asclepíades, Teodoto, Hermófilo y Apolónides, pero
otros eran muy conocidos, como por ejemplo algunos de los primeros gnósticos (que enseñaban la
salvación a través de un conocimiento secreto): Basílides, Valentín y por supuesto Marción, quien
aceptó como canon únicamente sus ediciones mutiladas del Evangelio de Lucas y 10 de las epístolas
paulinas. “Marción utilizó en forma expresa y abierta el cuchillo, y no la pluma, ya que extirpó de las
Escrituras lo que convenía a su propia argumentación”. 16
Los maestros ortodoxos estaban plenamente conscientes de estas malintencionadas alteraciones, y las
exponían tanto en sus enseñanzas como en sus escritos. Como resultado, a los manuscritos
considerados defectuosos por lo general no se los utilizaba con fines de copia. Solamente aquellos que
habían preservado fielmente el original se convirtieron en los documentos modelo a partir de los
cuales se hacían múltiples copias.
¿Tenemos alguna evidencia, sin embargo, para creer que esto es ciertamente lo que ocurrió? Los
primeros líderes cristianos ciertamente alegaron capacidad para evaluar los diversos manuscritos y
decidir cuáles eran los mejores y más precisos. Por ejemplo, Ireneo en su gran obra “Contra las
herejías” se refiere a “las copias más antiguas y aprobadas”. 17 El tipo de criterios utilizados para
determinar un texto fiel habrían sido como los siguientes:
(1) La identidad del copista. Si se trataba de un cristiano ordinario, su copia probablemente contendría
una cierta cantidad de errores. Si, por otro lado, se lo conocía por ser un asistente apostólico o escriba
profesional, podía esperarse un alto grado de precisión.
(2) La naturaleza del manuscrito a partir del cual se había hecho la copia. En tiempos más antiguos
ésta podría haber sido el original inspirado, pero posteriormente con certeza habría sido en sí misma
una copia. Ahora bien, muchas de las copias eran lo que denominamos copias “privadas”, es decir, las
que tenían fines de uso personal y de devoción. Sin embargo, algunas eran copias “oficiales”, de las
cuales los ministros cristianos leían y predicaban en los servicios del culto público. Las últimas siempre
demostrarían ser mucho más confiables que las primeras. Las copias hechas a partir de éstas irían a
compartir mucho de su confiabilidad.
(3) La cantidad de procesos de copiado que ya habían tenido lugar. Una copia del original o una de las
primeras copias del original tendría muchas más probabilidades de ofrecer un texto correcto que una
copia con una línea de descendencia larga y complicada. Así, la copia más antigua no siempre se
consideraba la mejor, porque podría haber sido copiada de otras del mismo periodo, en tanto una
copia posterior podía haber sido copiada de una mucho más temprana, cercana al original.
14
(4) El lugar donde se había encontrado la copia. Las mismas iglesias se convirtieron en los custodios
de la pura Palabra de Dios (como había sido antes el caso con las sinagogas locales); y si el
documento copiado había sido conservado en una iglesia, se podía tener una razonable certeza de que
se trataba de una transcripción reconocida, verdadera y adecuada.
(5) La calidad general de la copia. Algunas copias son manifiestamente erróneas. Están mal escritas, y
llenas de errores del carácter más palpable. Quienquiera sea que las haya producido era ignorante o
descuidado, o, por supuesto, ambas cosas. Estas copias no podían ser consideradas ni utilizadas como
testigos veraces del auténtico texto del Nuevo Testamento. Las copias cuidadosamente escritas, no
obstante, inspirarían confianza, y en consecuencia, se las transcribiría meticulosamente.
(6) La concordancia con otras copias existente. Sería un error asumir que el escriba tenía solamente
un texto ante sí. En los primeros dos siglos hubo una rápida multiplicación de copias, de modo que era
posible detectar lecturas extrañas mediante la comparación de ejemplares, y del mismo modo, evaluar
qué habían escrito en realidad los escritores inspirados. Los primeros cristianos estaban en una
posición mucho mejor que la nuestra para hacerlo. Después de todo, ellos tenían acceso a manuscritos
que desde entonces han desaparecido.
(7) La estrecha cercanía a un centro cristiano conocido. Una copia hecha a distancia de los sitios
donde los apóstoles y sus sucesores inmediatos habían ejercido su ministerio habría tenido las
mayores probabilidades de haber sufrido profundos cambios o alteraciones; pero una copia hecha en
un área de actividad temprana de la iglesia probablemente sería representante de una tradición
textual pura.
Puede que los maestros ortodoxos de los siglos I y II no hayan tenido siempre acceso a los mejores
manuscritos, pero parecen haber sabido cómo identificar “las copias antiguas y aprobadas”. Se
hicieron todos los intentos para utilizar el texto subyacente, con el resultado de que la abrumadora
mayoría de los primeros manuscritos griegos eran esencialmente concordantes. Por lo tanto podemos
creer que el texto de la mayoría representaba el original con una precisión impresionante.
Según una lista reciente, la cantidad total de manuscritos de todo o parte del Nuevo Testamento es
5488.18 Se los ubica en las categorías usuales:
(1) Papiros. Conforme a las estadísticas de 1989, se han catalogado 96. Casi todos son fragmentarios,
si bien originalmente habrían aparecido en forma de códice o de libro. Se han descubierto
principalmente en Egipto, donde el clima y la arena han ayudado a preservarlos. Al referirse a estos
fragmentos, los académicos usan la letra “P” seguida de un número de serie: P1, P2, P3 y así
sucesivamente.
El P52 (el denominado fragmento Rylands) es considerado el más antiguo. Mide sólo 2 1/2 por 3 1/2
pulgadas, y contiene unos pocos versículos del Evangelio de Juan (18:31-33, 37-38). Data de
alrededor de 125 d.C.
Entre los más importantes están el P45, P46 y P47. Conocidos como los papiros bíblicos Chester
Beatty (por Sir Chester Beatty, que los adquirió en 1930-1), contienen partes de los Evangelios, las
Epístolas Paulinas y el libro del Apocalipsis. Otra colección importante es la de la Biblioteca Bodmer
(adquiridos por M. Martin Bodmer a partir de 1956). Ésta incluye el P66, páginas y fragmentos de un
códice del Evangelio de Juan, escrito alrededor de 200 a.C., y el P72, una copia del siglo III de las
Epístolas de Pedro y Judas, y posiblemente la más antigua que tengamos.
15
(2) Unciales. Existen 299 unciales conocidos. Escritos a comienzos del siglo IV sobre pergamino o
vitela, en forma de códice o de libro, todos utilizan la caligrafía uncial, es decir, todos están escritos en
letras mayúsculas, sin puntuación. A los primeros en realidad se los designa con letras mayúsculas
junto con números de serie que comienzan con cero (por ejemplo, A-02). Los posteriores tienen
simplemente números (por ejemplo 046).
Entre los que se encuentran en el Museo Británico está el Códice Alejandrino, A-02. Fue copiado en
Egipto en la primera mitad del siglo V, y cuando estaba completo contenía la totalidad de la Biblia
griega junto con una o dos obras apócrifas. Actualmente contiene prácticamente todo el Antiguo
Testamento y la mayor parte del Nuevo (omite Mateo 1:1-25:6; Juan 6:50-8:52; 2 Corintios 4:13-
12:7). El Patriarca de Alejandría obsequió este manuscrito a Carlos I en 1627.
Otro códice que data del siglo V es el Códice de Beza, D-05. En 1581, Teodoro Beza, sucesor de Juan
Calvino, obsequió este manuscrito a la Universidad de Cambridge, donde aún se encuentra. Este
códice tiene los textos en griego y latín (en la página izquierda el primero, en la derecha el segundo),
y contiene la mayor parte de los Evangelios y el libro de los Hechos, junto con unos pocos versículos
de 3 Juan. Los más famosos de los unciales son el Códice Sinaítico, Aleph-01 (Aleph es la primera
letra del alfabeto hebreo), y el Códice Vaticano, B-03.
El Códice Sinaítico, que data de mediados o fines del siglo IV, contiene sólo una parte del Antiguo
Testamento, pero la totalidad del Nuevo Testamento griego. Es el único manuscrito uncial completo
del Nuevo Testamento que se ha conservado. Este códice egipcio fue escrito sobre vitela, con cuatro
columnas de 48 líneas en cada página, pero el mismo texto incluye indicaciones claras de que ha sido
corregido varias veces. En el año 1844, Constantine Tischendorf descubrió algunas de sus hojas en
una papelera en la biblioteca del monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí. Sin embargo, tuvo
que esperar hasta 1859 antes de poder ver el Nuevo Testamento entero. Tras obtener la autorización
lo trasladó a El Cairo, donde produjo una copia; y en 1862, gracias a la generosidad del emperador
ruso Alejandro II, publicó una edición del manuscrito con una introducción y notas críticas.
El Códice Vaticano también puede datarse alrededor de mediados del siglo IV, y al igual que el Aleph,
está escrito sobre fina vitela, pero con tres columnas por página, cada una compuesta por 48 líneas.
Si bien en origen era una Biblia griega completa, desde entonces perdió partes del Antiguo
Testamento y varias secciones grandes del Nuevo Testamento. En este uncial faltan las Epístolas
Pastorales, Filemón, la conclusión de Hebreos (de 9:14 hasta el final), y todo el libro del Apocalipsis.
Diversos correctores han trabajado sobre el manuscrito, y en el siglo X alguna persona repasó mucho
del original, temiendo, aparentemente, que de otro modo las letras pudieran desvanecerse. Las
peculiaridades en la ortografía sugieren un origen alejandrino, pero nadie sabe cómo llegó a la
Biblioteca Vaticana en Roma. La Biblioteca fue fundada en 1448 por el papa Nicolás V, y este
manuscrito está incluido en el catálogo más antiguo, realizado en 1475. Samuel Tregelles intentó
consultarlo en 1845, pero sus custodios clericales le pusieron innumerables impedimentos. En 1866,
se autorizó a Tischendorf a estudiarlo durante cuarenta y ocho horas, y a partir de su estudio y sus
notas se produjo una edición de este manuscrito (Códice B) en 1867. A esto le siguió una edición
emitida por las autoridades papales y preparada por Vercellone y Cozza en 1868; y posteriormente, en
1889-90, se puso a disposición de los académicos un facsímil fotográfico.
(3) Minúsculos. De éstos existen 2812. Se los denomina “minúsculos” porque no están escritos con
mayúsculas sino con minúsculas (llamadas también cursivas). Este estilo de caligrafía había sido
utilizado por siglos en los documentos privados, pero no fue hasta el siglo IX que se lo utilizó con fines
literarios. Con la demanda de libros del Nuevo Testamento en constante crecimiento, esta caligrafía
tenía la ventaja de demorar menos para escribir, y de ocupar menos espacio sobre el pergamino. A los
fines de identificación, se los designa con números ordinarios (1, 2, 3 y así sucesivamente).
16
Los manuscritos minúsculos, entonces, fueron escritos a partir del siglo IX; pero su fecha más tardía
no necesariamente supone que sean menos creíbles que los originales. Los manuscritos del siglo IX
pueden haber sido copiados de otros del siglo III. Como observó una vez el profesor Warfield: “No es
la mera cantidad de años tras cualquier manuscrito lo que mide su distancia con respecto al autógrafo,
sino la cantidad de copias”. 19
MS 1: un códice del siglo XII, que contiene la totalidad del Nuevo Testamento, aparte del libro del
Apocalipsis. MS 4: una copia del siglo XII de los cuatro Evangelios. MS 12: una copia del siglo XI de
los cuatro Evangelios. MS 21: del siglo X pero que también contiene los Evangelios. MS 43: una obra
del siglo XI en dos volúmenes, el primero de los cuales contiene los Evangelios, y el segundo los
Hechos y las Epístolas. MS 330: del siglo XI, contiene los Evangelios, Hechos y las Epístolas. MS 565:
una muy fina copia del siglo X de los Evangelios, escrita en letras de oro sobre vitela púrpura.
(4) Leccionarios. Un total de 2281, éstos son textos que se remontan hasta el siglo VI, y contienen los
Evangelios y Epístolas (Evangeliarios y Apóstoles) designados para ser leídos en las primeras iglesias
cristianas. La mayoría de ellos usan letras unciales pero algunas son minúsculas; y una vez más, la
designación es por números, pero en este caso precedidos por una “l”, o la abreviatura “Lecc.” (por
ejemplo, l59 o Lecc. 1280).
Éstos son manuscritos importantes, no sólo porque algunos de ellos son tempranos, sino también
porque se utilizaban para la lectura en los servicios públicos de la Iglesia. Se debe haber tenido el
mayor de los cuidados con estas copias de la iglesia para preservar su pureza original; y el testimonio
de un leccionario sería, en efecto, el testimonio de todas las iglesias. Actualmente, se encuentra que
los leccionarios sobrevivientes que han sido examinados concuerdan en un grado sorprendente. La
única explicación razonable, con seguridad, es que había un texto reconocido de leccionario.
Clasificación
Por lo tanto tenemos una gran cantidad de manuscritos griegos a nuestra disposición, escritos en
épocas tan antiguas como el siglo II. Los académicos que los han estudiado sostienen que, si bien hay
variantes, ciertos manuscritos tienen muchísimas lecturas en común, lo que sugiere que hay grupos o
familias. Los principales tipos de texto son los siguientes: (i) el bizantino (llamado a veces texto
tradicional, mayoritario o de Antioquía); (ii) el alejandrino (o lo que algunos han denominado “texto
neutral”); (iii) el occidental; y (iv) el cesariense.
Para los fines de este artículo, los dos últimos tipos de texto no requieren un comentario detallado.
Fue B. H. Streeter, en The Four Gospels (1924), quien primero declaró haber encontrado el texto
cesariense. Creía que éste era el texto del Evangelio de Marcos que Orígenes citaba después de 231
d.C., el año en que vino a Cesárea. No obstante, los críticos de texto modernos dudan que pueda
llamárselo realmente un tipo de texto diferenciado. Tienden más bien a considerarlo como una mezcla.
Con respecto al tipo de texto occidental, identificado por B. F. Westcott y F. J. A. Hort, que se piensa
que se originó en Europa occidental, parecería que hay cierta evidencia de su existencia. Está
representado por el Códice de Beza (siglo V), el Códice Claromontano (siglo VI) y las traducciones
Latina Antigua y Siriaco-Curetoniana (siglos III y V, respectivamente). También lo citan algunos de los
primeros Padres de la Iglesia, como Ireneo, Tertuliano y Cipriano. No obstante, este tipo de texto a
menudo difiere radicalmente de todos los demás. Lo desmerecen una cantidad de omisiones, no sólo
de versículos sino de pasajes completos. Su tendencia prevaleciente, sin embargo, es hacer añadidos,
ya fuere mediante paráfrasis o a través de la inserción de detalles adicionales. En los Evangelios
(especialmente en la última parte del Evangelio de Lucas) es más corto, mientras en los Hechos es
17
mucho más largo (aproximadamente un 10%). Sir Frederic Kenyon lo describió como “un tipo de texto
caracterizado por desvíos muy libres de la verdadera tradición". La insuficiencia de respaldo del
manuscrito, junto con una multitud de lecturas diferentes, hacen que este tipo de texto sea en el
mejor de los casos cuestionable, y en el peor no confiable en absoluto.
Esto en realidad nos deja con dos grupos principales de texto: el bizantino y el alejandrino.
Este texto recibe su nombre del hecho de que se lo asoció tempranamente con la capital imperial de
Constantinopla, llamada anteriormente Bizancio, y también debido a que se transformó en el texto
estándar de la Iglesia cristiana a lo largo de todo el periodo bizantino, 312-1453 d.C. (y en realidad
mucho tiempo después). Antes de su entronización en la capital oriental, no obstante, esta forma de
texto había sido conservada en Antioquía, capital de la provincia romana de Siria. Los maestros
cristianos conectados con la iglesia allí claramente lo utilizaban. Entre ellos se incluyen Basilio de
Cesárea, Gregorio de Nisa, Gregorio de Nazianzo (los Padres Capadocios), Teodoreto de Ciro y
Crisóstomo de Constantinopla (quién se trasladó desde Antioquía para ser obispo de
Constantinopla en 398 d.C.).
El tipo de texto bizantino tiene abrumador respaldo de los manuscritos griegos. En los primeros
papiros hay una cantidad muy importante de lecturas claramente bizantinas. Los papiros P45 y P46 de
la colección Chester Beatty contienen tales lecturas, al igual que el P66 de la colección de la Biblioteca
Bodmer. El profesor H. A. Sturz pudo enumerar 150 lecturas bizantinas con respaldo de papiros
antiguos.20 Esto muestra con claridad que, al contrario de las opiniones de los primeros críticos
textuales, las lecturas bizantinas pueden remontarse incluso hasta el siglo II.
Entre los unciales, este texto se encuentra en los códices Alejandrino (A-02; bizantino en los
Evangelios), y Ephraemi (C-01), del siglo V, y en prácticamente todos los posteriores. Se estima que
aproximadamente el 95% de los manuscritos unciales tiene un tipo de texto bizantino. Puede
afirmarse incluso más para los minúsculos, dado que casi todos ellos son bizantinos en sus lecturas.
Los leccionarios examinados hasta aquí también brindan respaldo al tipo de texto bizantino.
Éstas eran las primeras traducciones de las Escrituras del Nuevo Testamento, preparadas para ayudar
a difundir la fe cristiana entre los pueblos del mundo. Entre los primeros que se conocieron entre
nosotros están las versiones siríaca (o aramea) y latina, que se remontan a mediados del siglo II. La
Peshitta, “Reina de las versiones”, es una de las primeras traducciones siríacas, y ciertamente
contiene lecturas bizantinas. Esto también es verdad con respecto a la versión gótica del siglo IV, que
se dice fue traducida por Ufilas, obispo de Antioquía.
Los críticos que niegan la primacía del texto bizantino, y que prefieren verlo como una revisión del
siglo cuarto, a menudo mencionan el hecho de que ningún Padre de la Iglesia primitiva antes de
Crisóstomo (347-407 d.C.) parece ni siquiera haberse referido a él, no ya citarlo. Ahora bien, esto
simplemente no es verdad. La investigación académica meticulosa ha demostrado que Justino Mártir
(100-165 d.C.), Ireneo (130-200 d.C.), Clemente de Alejandría (150-215 d.C.), Tertuliano (160-220
d.C.), Hipólito (170-236 d.C.), e incluso Orígenes (185-254 d.C.) citan repetidamente del texto
bizantino. Edward Miller, tras clasificar las citas de los Padres griegos y latinos que murieron antes de
18
400 d.C., encontró que sus citas respaldaban el texto bizantino 2630 veces (y otros textos sólo 1753
veces). Más aún, al someter pasajes importantes a examen, encontró 530 testimonios para el texto
bizantino (y sólo 170 a favor de sus oponentes). Ésta fue su conclusión: “La predominancia original
del texto tradicional se muestra en la lista de los primeros Padres. Su registro prueba que en sus
escritos, y así por lo general en la Iglesia, la corrupción se había hecho sentir en los primeros tiempos,
pero que las aguas puras habían generalmente prevalecido… La tradición también se continúa a través
de la mayoría de los Padres que los sucedieron. No hay interrupción ni intervalo: el testimonio es
continuo”.21
El hecho simple es que para el siglo IV el texto bizantino estaba emergiendo como el texto autoritativo
del Nuevo Testamento, y durante los siguientes 1200 años (y más) rigió sin cuestionamientos sobre
toda la cristiandad.
El Nuevo Testamento griego se imprimió por primera vez en 1514, si bien no fue publicado en una
edición separada hasta 1522. Fue obra de Francisco Ximenes, Cardenal Primado de España, y formaba
parte de su Políglota Complutense en seis volúmenes. En su Dedicatoria al papa León X, Ximenes
escribió: “Sin duda estamos en deuda por las copias griegas con Su Santidad, que tan gentilmente nos
envió códices muy antiguos de la Biblioteca Apostólica, del Antiguo y el Nuevo Testamento; nos han
sido de mucha ayuda en esta tarea”. El texto griego resultante parece haber sido del tipo bizantino (y
no hay evidencia de que Ximenes alguna vez siguiera el Códice Vaticano [B]).
En 1516, cuando Desiderio Erasmo, el principal académico de Europa, publicó la primera edición del
Nuevo Testamento griego, lo basó en manuscritos representativos bizantinos. Erasmo publicó cuatro
ediciones más de su obra, en 1519, 1522, 1527 y 1535. Otros siguieron pronto sus pasos, muy
notablemente Robert Estienne (latinizado como Stephanus), el editor e impresor francés, cuyo texto
publicado en 1546 era prácticamente idéntico al de Erasmo. Hubo tres ediciones subsiguientes en
1549, 1550 y 1551. Otras ediciones fueron editadas y publicadas por Teodoro Beza entre 1565 y
1604. Posteriormente, en 1624, Bonaventure y Abraham Elzevir publicaron su edición. El Prefacio a la
segunda edición de los Elzevir, publicada en 1633, contiene las palabras: “Por lo tanto tenéis ahora un
texto recibido por todos, en el cual no damos ninguna alteración ni corrupción.” De aquí vino la
expresión actualmente familiar “El Texto Recibido”.
El texto bizantino fue el texto subyacente a todas las grandes Biblias protestantes en inglés, incluso
las asociadas con los nombres de William Tyndale (1525), Miles Coverdale (1535), John Rogers (1537)
y Richard Taverner (1539), así como las conocidas como la Gran Biblia (1539), la Biblia de Ginebra
(1560), la Biblia del Obispo (1568), y por supuesto, la Versión Autorizada (1611); y la Reina en
español, la Karoli en húngaro, la Luther en alemán, la Olivetan en francés, la Statenvertaling en
holandés, la Almeida en portugués y la Diodati en italiano.
Resumiendo, los argumentos a favor del texto bizantino son los siguientes:
1. Este tipo de texto se asocia con la ciudad de Antioquía en Siria. Tras la muerte de Esteban, los
cristianos de Jerusalén abandonaron esta ciudad y comenzaron a predicar el Evangelio a los griegos
allí (Hechos 11:19,20). Surgió una iglesia fuerte, en gran parte a través de los ministerios de Bernabé
y Pablo (Hechos 11:22-26), y desde esta iglesia el apóstol comenzó cada uno de sus viajes misioneros
(Hechos 13:1-3, 15:35,36, 18:22,23). Otros apóstoles visitaron el lugar, incluido el apóstol Pedro
(Gálata 2:11,12). No pasó mucho tiempo antes que Antioquia se convirtiera en la ciudad madre de las
iglesias gentiles, y tras la caída de Jerusalén en 70 d.C., se transformó en el verdadero centro
irrefutable de la Cristiandad. Un texto procedente de Antioquía habría sido el texto aprobado por los
apóstoles y la Iglesia cristiana primitiva.
19
2. Como ya se ha observado, este texto recibió su nombre de Constantinopla (Bizancio), la capital del
Imperio de Oriente, porque pronto quedó allí establecida como el texto griego estándar.
Constantinopla era el centro tanto del mundo de habla griega como de la Iglesia de habla griega,
porque en tanto en Occidente el griego había cedido el lugar al latín, en Oriente seguía siendo el
idioma oficial y común. Por supuesto, esto significaba que los académicos griegos de Constantinopla
estaban especialmente preparados para reconocer y reproducir el texto auténtico.
3. Durante el siglo IV, cuando este texto se convirtió en supremo, la Iglesia fue bendecida con
académicos excepcionales como Metodio (260-312 d.C.), Atanasio (296-373), Hilario de Poitiers (315-
67), Cirilo de Jerusalén (315-386), y Gregorio de Nazianzo (330-394). Estos hombres, y otros como
ellos, participaron en la formulación de la doctrina ortodoxa y la ratificación del canon del Nuevo
Testamento. También se dedicaron al estudio del texto; y tenían una ventaja con respecto a los
críticos posteriores debido a su acceso a muchos manuscritos tempranos e invalorables que hace
mucho han desaparecido. La emergencia de un texto predominante de este periodo es sumamente
significativa. Obviamente se lo consideró el texto genuino, incorrupto y autorizado.
4. Se designó a los judíos guardianes de las revelaciones divinas que se les habían impartido y, en
cumplimiento de la verdad que se les había confiado, ellos preservaron cuidadosamente el texto del
Antiguo Testamento incorrupto y completo (el texto masorético hebreo). Como ha observado el
apóstol Pablo, “la palabra de Dios les ha sido confiada” (Romanos 3:2). Ahora es razonable suponer
que las Escrituras del Nuevo Testamento fueron entregadas a cristianos profesantes o a la Iglesia
cristiana profesante. La pregunta que surge naturalmente es: ¿Qué tipo de texto, en términos
generales, ha reconocido y propagado la Iglesia desde los primeros tiempos? La respuesta es: el tipo
de texto conocido como bizantino.
5. El hecho es que aproximadamente el 90% de los manuscritos griegos representan el tipo de texto
bizantino. Si bien estos manuscritos no son tan antiguos como algunos críticos lo habrían deseado,
son tan numerosos que debemos asumir que hubo literalmente cientos de documentos fuente más
antiguos, muchos de los cuales pertenecían a los primeros tiempos cristianos. De algún modo este
hecho tiene que ser explicado; y no es para nada satisfactorio persistir con la argumentación, contra
la evidencia creciente, de que el texto bizantino no aparece en la historia hasta el siglo IV. Este texto
es temprano. Se difundió ampliamente porque representaba fielmente al original.
6. Siempre se ha ejercido un cuidado providencial hacia la Verdad de Dios, porque los creyentes han
necesitado esa Verdad en una forma exacta y correcta (Mateo 24:35; 1 Pedro 1:23,25). Por lo tanto,
la Palabra entregada por la inspiración ha sido la misma que se publicó posteriormente (Salmos
68:11).
Es inconcebible que Dios fuera a entregar un texto totalmente corrupto y mutilado a Su pueblo, y
luego permitiera que ese texto fuera usado por ellos durante más de dieciocho siglos. ¡Y esto es
exactamente lo que algunos críticos textuales modernos nos querrían hacer creer! “Debe recordarse”,
escribe el Dr. Owen, “que la copia vulgar que utilizamos (el Texto Recibido) fue la posesión pública de
muchas generaciones…; dejemos entonces que esa tenga el carácter de estándar, que es
indudablemente su derecho y su obligación, y rápidamente veremos, Dios mediante, que poca razón
hay en pretender tales variedades de lecturas como con las que ahora nos sorprendemos”. 22
7. Es razonable suponer que Dios actuó de manera similar con respecto a los textos del Antiguo y
Nuevo Testamento. Su método con el Antiguo Testamento fue preservar el texto, en una forma
prácticamente inalterada, a través de muchas generaciones. El resultado, como claramente enseñaron
Cristo y sus apóstoles, fue un Libro en el cual cada letra y parte de letra era sagrada (Mateo 5:18; cf.
Juan 10:35). Cuando se complementó su antigua revelación, Dios procedió del mismo modo: Él
infaliblemente registró Su última Palabra, la puso en posesión de Su Iglesia, y luego se aseguró de
20
que pasara a través de los siglos sucesivos, incluso hasta el presente. “Mas la palabra del Señor
permanece perpetuamente” (1 Pedro 1:25).
Este es un grupo muy pequeño de manuscritos. Las peculiaridades ortográficas indican que están
asociados con Alejandría en Egipto; y no sorprendentemente, las lecturas de este tipo de texto se
encuentran en los primeros papiros egipcios (por ejemplo, P46, P47). Sus principales
representantes, sin embargo, son el Códice Sinaítico (o Códice Aleph) y el Códice Vaticano (o
Códice B).
El respaldo para este tipo de texto procede de los Padres alejandrinos, sobre todo de Orígenes (185-
254 d.C.) y Cirilo (376-444).
1. Este tipo de texto se originó en Alejandría, Egipto. La Escritura no nos da ninguna indicación de que
alguna vez hubiera una presencia apostólica en esos sitios, pero la historia de la iglesia revela que
muchos herejes notorios vivieron y enseñaron allí, entre ellos gnósticos como Basílides, Isidoro y
Valentín. Lo que proceda de este lugar debe ser considerado con cierta reserva.
2. Existe una clara evidencia de revisión por la redisposición de sus palabras. B. H. Streeter sugirió
que el editor fue un obispo egipcio llamado Hesiquio. 23 Esto significa que si bien se hacen grandes
apelaciones en su favor, este tipo de texto no puede ser considerado como singularmente “puro”.
3. Los dos grandes representantes de este tipo de texto, los códices Aleph (Sinaítico) y B (Vaticano)
son de una calidad extremadamente pobre. Al ser examinado por el Dr. F. H. A. Scrivener, se dijo que
el Códice Aleph estaba “someramente escrito”, y “lleno de groseros errores de transcripción”, tales
como “la omisión de líneas completas del original”. Se encontró que el Códice B, si bien “con menos
errores”, era “proclive a equivocarse”, con “errores del carácter más palpable”. 24
5. El texto consignado por los códices Aleph (Sinaítico) y B (Vaticano) varía con respecto a la
abrumadora mayoría de los manuscritos griegos. No sólo está limitado a una familia muy pequeña de
manuscritos, sino que se ha estimado que hay alrededor de 6000 diferencias entre los textos
alejandrinos y bizantinos.
6. Es verdad que en el códice B (Vaticano) hay una pérdida grave de texto, pero considerando su
antigüedad (mediados o fines del siglo IV), estos dos unciales están en un estado notablemente
bueno. Dado que los manuscritos más exactos de esta época desaparecieron a causa del uso, puede
suponerse que éstos fueron rechazados como defectuosos, y en consecuencia no se utilizaban en la
iglesia primitiva.
7. Respalda esta conclusión el hecho de que verdaderamente se hicieron muy pocas copias a partir de
ellos. Como afirma el Dr. Gordon Clark: “Si varios manuscritos tienen un único antepasado, esto
implica que varios copistas consideraron que ese antepasado era fiel a los autógrafos. Pero si un
manuscrito carece de una progenie numerosa, como es el caso con el antepasado del códice B, se
puede sospechar que los primeros escribas pusieron en duda su valor. Posiblemente los primeros
cristianos ortodoxos sabían que B estaba corrupto."25
21
Los críticos atacan el texto bizantino
En el último siglo, dos académicos de Cambridge, B. F. Westcott y F. J. A. Hort, elaboraron una teoría
radicalmente nueva sobre la transmisión temprana del texto del Nuevo Testamento. Argumentaron
que el mejor texto era en realidad el alejandrino (al que llamaron el “texto neutral”), representado por
los códices Aleph y B. Como esos dos manuscritos eran ligeramente más antiguos que otros, ellos
sostuvieron que su ancestro común era cercano al original inspirado. Si bien la pureza absoluta no
estaba adscripta a este texto, Westcott y Hort estaban preparados para decir: “Creemos que (1) las
lecturas de Aleph y B deben ser aceptadas como las verdaderas lecturas hasta encontrar sólida
evidencia interna en contrario, y (2) que ninguna lectura de Aleph y B puede ser rechazada con
certeza en forma absoluta, aunque a veces es correcto colocarlas solamente en una posición
alternativa, especialmente donde no reciben respaldo de las Versiones o los Padres”. 26
El texto bizantino (llamado “texto sirio”) contenía, según pensaban, “lecturas fusionadas”, es decir,
combinaciones de lecturas más antiguas; y consideraban que se habían originado en una revisión en
dos etapas producida en Antioquía o cerca de ella en el siglo IV. Admitiendo que se trata únicamente
de una “suposición”, adelantaron la opinión de que “la creciente diversidad y confusión de textos
griegos llevó a una revisión autoritativa en Antioquía”, y más tarde “a una segunda revisión
autoritativa”. El proceso completo, según ellos, se completó en 350 d.C.; e incluso presentaron la
sugerencia de que Luciano de Antioquía (martirizado en 312) puede haber participado en la revisión
más antigua.
La teoría contiene serios errores. Si bien los críticos y las versiones aún se refieren a “los manuscritos
mejores y más antiguos”, la frase en conjunto mueve a confusión, porque en este debate en
particular, los “más antiguos” son en realidad los “peores”. Con respecto a las “lecturas fusionadas” en
el texto bizantino, jamás se ha presentado una evidencia convincente en su respaldo (incluso, tras
veintiocho años de estudio Westcott y Hort sólo pudieron exhibir ocho ejemplos). De todas maneras,
largas lecturas no prueban una interferencia posterior con el texto. El profesor Sturz ha demostrado
que algunas de estas lecturas están respaldadas por los papiros más antiguos (las lecturas más largas
de Juan 10:19 y 10:31, por ejemplo, están respaldadas por P66). 27 Esto nos lleva a la conclusión de
que el defecto está en el texto alejandrino. Se lo acusa de acortar el texto bizantino. ¿Qué pasa
entonces con la así llamada “recensión luciánica”? No hay ninguna prueba de que alguna vez haya
tenido lugar.
Westcott y Hort asumieron la tarea de preparar un texto griego revisado. Ocurre que también eran
miembros del comité, designado por la Convocación de Canterbury en 1880, para preparar una
edición revisada de la Biblia en inglés. Si bien su texto griego todavía no había sido publicado, se puso
a disposición de los revisores una copia para pruebas; y cuando en 1881 apareció el Nuevo
Testamento de la Versión Revisada, fue evidente de inmediato que el texto griego de Westcott y Hort
no sólo había tenido una gran influencia en el comité, sino que también se lo había seguido en general
en la Versión Revisada del Nuevo Testamento en inglés.
Este texto Hort/Westcott fue el precursor de lo que se conoce hoy como el Texto Nestle/Aland
(Sociedades Bíblicas Unidas), que ha usurpado el lugar del texto bizantino o tradicional, y a
continuación formó la base de prácticamente todas las versiones modernas. La Nueva Versión
Internacional, por ejemplo, si bien en su prefacio declara seguir un texto griego “ecléctico” (es decir,
compilado a partir de diversos manuscritos), procede de inmediato a informar al lector que “donde los
manuscritos existentes difieren, los traductores han hecho su elección de lecturas según los principios
aceptados de la crítica textual del Nuevo Testamento". La adopción de “principios” fundamentalmente
defectuosos ha significado que el texto resultante sea muy similar al producido en 1881 por Westcott
y Hort.
22
La Versión Reina Valera
Durante la Reforma y el período de los Puritanos, aparecieron una serie de versiones Protestantes,
todas basadas en los mismos textos auténticos y traducidas de acuerdo a los mismo principios válidos.
En el año 1569, Casiodoro de Reina, un ex monje católico romano convertido por el Evangelio a la fe
salvadora en el Señor Jesucristo, tradujo la Biblia al idioma español a partir del texto hebreo
masorético y del texto griego recibido. Reina hizo este noble trabajo en medio de grandes luchas y
persecuciones por parte de la Inquisición, la cual prohibía la traducción de las Sagradas Escrituras a
las lenguas romances. Este piadoso hombre Dios completó su traducción en doce años. Luego, la
Biblia de Reina fue revisada por Cipriano de Valera para alinearla aún más a los textos originales. Esta
tarea ardua de Valera le demandó veinte años, y concluyó en 1602. De estos dos grandes hombres de
Dios debemos la monumental traducción de la Biblia española conocida como la Biblia Reina Valera.
A pesar de muchas versiones modernas que van y vienen a través del tiempo, la versión Reina Valera
mantiene su reputación más allá de todas las demás Biblias en español hasta la fecha.
La versión Reina Valera ha demostrado su permanencia a través de los siglos, y por lo mucho que la
ha amado el pueblo de Dios, siendo una producción verdaderamente noble y que sigue siendo la más
fiel traducción al español de la inerrante e infalible Palabra de Dios.
Malcolm Watts, miembro del Comité General de la Sociedad Bíblica Trinitaria, nació en 1946 en
Barnstaple, North Devon, Inglaterra. Educado en un hogar cristiano, fue llamado por la gracia en su
adolescencia y, posteriormente, llamado al ministerio. Estudió en el London Bible College entre 1967-
70, y desde 1971 ha sido el ministro de Emmanuel Church, Salisbury. Él y Gillian se casaron en 1976,
y tienen dos hijas, Lydia y Naomi.
Referencias
1
James Bannerman, Inspiration: the Infallible Truth and Divine Authority of the Holy Scriptures
(Edinburgo: T & T Clark, 1865), pág. 158.
2
Louis Gaussen, Divine Inspiration of the Bible (Grand Rapids: Kregel Publications, 1971. Publicado en
en Edinburgo en 1842 bajo el título, Theopneustia: The Bible, its Divine Origin and Entire Inspiration,
Deduced from Internal Evidence and the Testimonies of Nature, History, and Science), pág. 34.
3
Esta era la posición de los comentaristas más antiguos, Piscator, Poole, Clarke, Gill, y otros. Más
recientemente, ha sido mantenida por el Dr. Greg L. Bahnsen en "The Inerrancy of the Autographa",
capítulo incluido en el simposio titulado Inerrancy, editado por el Dr. Norman L. Geisler (Grand
Rapids: Zondervan Publishing House, 1980), pág. 167.
4
William Henry Green, General Introduction to the Old Testament: The Canon (Londres: John Murray,
1899), pág. 11.
5
Puede encontrarse más información sobre el estado del texto en este periodo en John H. Skilton,
"The Transmission of the Scriptures", en The Infallible Word: a Symposium by the Members of the
23
Faculty of Westminster Theological Seminary tercera impresión revisada (Filadelfia: Presbyterian and
Reformed Publishing Company, 1967) pág. 153 y sig. Véase también Thomas Hartwell Horne, An
Introduction to the Critical Study and Knowledge of the Holy Scriptures, séptima edición, (Londres: T.
Cadell, 1834), 2:34.
6
Roger Nicole, "New Testament Use of the Old Testament", en Revelation and the Bible, Carl F.H.
Henry, ed. (Londres: The Tyndale Press, 1959), pág. 142-43. Véase también los comentarios de
Walter C. Kaiser Jnr, The Uses of the Old Testament in the New (Chicago: Moody Press, 1985), pág. 4
y sig.
7
Skilton, pág. 143.
8
Padres prenicenos, Tertuliano, On Prescription against Heretics, cap. 36 (Grand Rapids: William
Eerdmans Publishing Company, 1979), 3:260.
9
Dr A. Cleveland Coxe, que editó las obras de Tertuliano para la edición original de Edinburgo,
concede en una nota al pie que la “tan disputada frase” (“sus propios escritos auténticos”) puede
referirse a los autógrafos o a los originales griegos. No obstante, piensa que “probablemente” la
referencia concierne a “copias completas sin mutilar”. Edward Miller (quien editó varias de las obras de
Dean Burgon), parece haber creído que Tertuliano aludía a los manuscritos originales. Él escribió:
“Tertuliano, al argumentar con herejes, les ordena consultar los autógrafos de los APóstoles en
Corinto, o Tesalónica, o ñEfeso, o Roma, donde se los conserva y lee en público” (A Guide to the
Textual Criticism of the New Testament [Londres: George Bell and Sons, 1886], pág. 72).
10
Padres prenicenos, Policarpo, The Epistle of Polycarp to the Philippians, cap. 12, 1:35.
11
J.P. Lilley, The Pastoral Epistles (Edinburgo: T & T Clark, 1901), pág. 216.
12
Caspar Rene Gregory, Canon and Text of the New Testament (Edinburgo: T. & T. Clark, 1907), pág.
309. El Dr. Gregory comenta: “Nadie imaginará ... que sólo esas cartas y no el libro del Apocalipsis
debían ser enviado a las iglesias, porque ese versículo (Apocalipsis 1:11) dice que Juan deberá escribir
en el libro lo que ve, es decir las visiones que siguen, y enviarlo a las iglesias” (pág. 310).
13
La historia eclesiástica y los mártires de Palestina, Eusebio, Ecclesiastical History, libro 3, cap. 37.
(Londres: Society for Promoting Christian Knowledge, 1928).
14
Ibid., libro 4, cap. 23.
15
Ibid., libro 5, cap. 28.
16
Tertuliano, cap. 38, 3:262.
17
Padres prenicenos, Ireneo, Irenaeus against Heresies, libro 5, cap. 30, sect. 1, 1:558.
18
Kurt y Barbara Aland, The Text of the New Testament: an Introduction to the Critical Editions and to
the Theory and Practice of Modern Textual Criticism, 2da. ed., 1989. Citado por Bruce M. Metzger en
The Text of the New Testament: Its Transmission, Corruption, and Restoration, tercera edición
ampliada (Oxford: Oxford University Press, 1992), pág. 262.
19
Benjamin B. Warfield, An Introduction to the Textual Criticism of the New Testament (Londres:
Hodder and Stoughton, 1886), pág. 110, 111. 20 Harry A. Sturz, The Byzantine Text-Type and New
24
Testament Textual Criticism (Nashville, TN: Thomas Nelson Publishers, 1984), pág. 61 y sig., 145 y
sig.
21
Edward Miller en "The Antiquity of the Traditional Text", en John William Burgon, The Traditional
Text of the Holy Gospels Vindicated and Established (Londres: George Bell and Sons, 1896), pág. 121.
22
John Owen, "Of the Integrity and Purity of the Hebrew and Greek Text of the Scripture", en The
Works of John Owen (Londres: The Banner of Truth Trust, 1968), 16:366.
23
B. H. Streeter, The Four Gospels: A Study of Origins, revisado a partir de la edición de 1924
(Londres: Macmillan & Co. Ltd, 1956), pág. 112 y sig.,121 y sig.
24
F. H. A. Scrivener, Six Lectures on the Text of the New Testament and the Ancient Manuscripts
(Cambridge: Deighton, Bell, and Co., 1875), pág. 41, 43.
25
Gordon H. Clark, Logical Criticisms of Textual Criticism (Jefferson Maryland: The Trinity Foundation,
1986), pág. 15.
26
B. F. Westcott y F. J. A. Hort, Introduction to the New Testament in the Original Greek
(Massachusetts: Hendrickson Publishers, 1988. Publicado originalmente por Harper and Brothers,
Nueva York, 1882), pág. 225.
27
Sturz, pág. 84.
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de cualquier parte de esta publicación, en cualquier formato, sin la autorización por escrito de los
editores.
25
La inspiración divina de las Sagradas Escrituras
“Porque la profecía no fue en los tiempos pasados traída por voluntad humana,
sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espíritu Santo.”
2 Pedro 1:21
El siguiente análisis sobre la inspiración de las Escrituras ha sido compilado a partir de los
escritos de J. W. Burgon, L. Gaussen, J. Urquhart, J. C. Ryle y A. A. Hodge por T. H. Brown,
antiguo presidente de la Sociedad.
La Sociedad Bíblica Trinitaria afirma que las Sagradas Escrituras han sido dadas
por inspiración divina, y por lo tanto constituyen la regla única, suprema e
infalible para la fe y su puesta en práctica. No intentamos explicar de qué modo
el Espíritu de Dios obró para garantizar que se nos entregara un Libro
absolutamente preciso, sino que las Escrituras ponen en claro que el Espíritu
Santo lo ha hecho posible. Los caminos de Dios son “inescrutables”, y no es
discordante con la Divina sabiduría el hecho de confrontarnos con el resultado
de Su obra sin hacernos conocer el método. Una excelente definición cristiana
evangélica de la inspiración es: “La influencia sobrenatural del Espíritu de Dios
en la mente humana, mediante la cual los profetas, los apóstoles y los
redactores sagrados fueron capacitados para exponer la Verdad Divina sin
mezcla alguna de error”.
J. W. BURGON:
Hubo un tiempo en que los arzobispos y obispos de la Iglesia de Inglaterra no se
avergonzaban de expresar sus convicciones de este modo: “Todas nuestras
esperanzas para la eternidad, el fundamento esencial de nuestra fe, nuestros
consuelos más íntimos y apreciados, nos serían arrebatados si se declarara que
una sola línea de ese Libro Sagrado no es fiel o confiable”. Estas palabras son
una cita de la declaración unida de los obispos al obispo Colenso en 1863. La
actitud de los cristianos hacia la Biblia es la de confianza implícita y profunda
veneración, porque han tomado conciencia de que la Biblia es la Palabra
infalible del Dios único y sabio.
Como actualmente muchos descartan esta perspectiva de la inspiración como
absurda e insostenible, corresponde a los hombres y mujeres cristianos estar
preparados para dar una razón para su profunda convicción de que su opinión
es la única sensata y acorde a la Escritura. Quienes se oponen a la inspiración
plenaria tienden a desecharla entre burlas, como si supusiera asumir que a los
redactores se los hubiera controlado mecánicamente, y se los hubiera hecho
receptores del dictado de un mensaje. Sin embargo, el absurdo está en el
enfoque mental del crítico. La inspiración no supone un dictado. De hecho, se
excluyen entre sí. El dactilógrafo que escribe cartas “dictadas” por otra persona,
difícilmente diría que ha sido “inspirado”. Según los redactores individuales de
las Sagradas Escrituras, fueron “inspirados del Espíritu Santo”, “el Espíritu entró
en ellos”, “el Espíritu del Señor habló por ellos”, y les permitió hablar, “no con
doctas palabras de humana sabiduría, mas con doctrina del Espíritu”.
A la serpiente en el desierto, el milagro del maná, y Jonás en el gran pez los cita
Él como historia real. La tentación de Eva, el cruce del Mar Rojo, el agua
brotando de la peña golpeada, las murallas de Jericó, el asna de Balaam – todos
ellos son confirmados por Pablo y Pedro. No sólo se ha aplicado el sello de
Cristo y los apóstoles al Antiguo Testamento en general, sino que partes
específicas de él fueron cuidadosamente localizadas y puestas fuera del alcance
de la crítica al recibir por separado la misma impresión divina.
Además de citarse entre sí, los redactores del Nuevo Testamento citan a los
redactores del Antiguo; interpretando sus dichos oscuros, aplicando sus mínimos
detalles, apropiándose de su misma fraseología. Entre los diversos redactores
existe una maravillosa simpatía y armonía. Fueron tan numerosos y tan distintos,
y se extendieron a lo largo de un periodo tan prolongado, y sin embargo los
atraviesa una sorprendente similitud de tema, alusión e ilustración, y uniformidad
de tema que los caracteriza a todos.
La medida de la inspiración
Debemos por lo tanto exponer la inconsistencia de quienes, a la vez que
pretenden admitir la inspiración de las Sagradas Escrituras, todavía argumentan
que éstas contienen errores e imprecisiones. ¿Con qué autoridad se puede
alegar que ciertas partes de la Biblia son veraces y otras no? No sabemos de
ninguna lista preparada por los eruditos modernos para guiar al lector a través
de esta perplejidad. Uno excluirá la filosofía natural de la esfera de la inspiración;
otro excluirá los hechos históricos que no involucran a puntos de la fe o de su
puesta en práctica; en tanto otro afirmará que el razonamiento de los redactores
era el suyo propio. Uno alegará que no había inspiración alguna cuando el
redactor trataba con acontecimientos comunes y cotidianos, o cuando los
redactores tenían lapsos de memoria en cuestiones sin consecuencia. Otro
asevera que la historia común, la cronología y la genealogía pueden eliminarse
de la esfera de la inspiración, y así ad infinitum.
Pero uno tiene derecho a preguntar “¿Por qué?” ¿Por qué el redactor inspirado
debería carecer de inspiración al aludir a fenómenos naturales? ¿Es que el
Creador no está calificado para hablar de cosas “naturales” o creadas, y para
inspirar a Sus siervos a escribir sobre ellas? Si la historia, las cifras, la
cronología y las genealogías no son confiables, ¿podemos tener alguna
confianza en los primeros diecisiete libros del Antiguo Testamento y en los cinco
primeros del Nuevo? ¿Cuánto quedaría de los Profetas si elimináramos su
historia, su razonamiento y sus alusiones a los episodios comunes de la vida
cotidiana? No tenemos justificación alguna para asumir que la Biblia contenga
ningún tipo de error, en temas de ciencia, de historia o de cualquier otra índole.
¿Dónde comienza la Verdad y termina la falsedad en el registro que nos ofrecen
los eruditos racionalistas, y con qué medida de honestidad se podría llamar “la
Palabra de Dios” a un registro tan imperfecto y errado? La Biblia no nos enseña
nada sobre “grados de inspiración”; nos dice que todo ha sido inspirado. “Toda
Escritura es inspirada divinamente.”
El lenguaje del Espíritu Santo
No ganamos nada con especular cuánto debe asignarse al “elemento humano” y
cuánto al “elemento divino”. Es la Palabra de Dios. No debemos ser impacientes
ante este divino misterio. No podemos inmiscuirnos entre el Todopoderoso y
aquellos a quienes Él inspiró y descubrir simplemente el modo en que Él logró
Su fin. Debemos estar satisfechos con que Él nos diga que todo tiene “la
inspiración de Dios”. La Biblia es un Libro inspirado igualmente en su totalidad
por el Espíritu de Dios. El lenguaje del Espíritu Santo es infalible. No osamos
buscar errores en una colección de escritos cuyo autor es Dios. No osamos
siquiera admitir la posibilidad de la existencia de algunas, muy pocas
aseveraciones desconectadas de la religión o las enseñanzas morales, que
podrían ser excepciones a la regla.
Del mismo modo diferían las obras del Hijo Encarnado: en una ocasión en todo
aspecto como las acciones de los hombres comunes, y en otras una clara
muestra del poder divino, una puesta al desnudo del brazo del Todopoderoso.
La verdad esencial es ésta, que Dios estaba invariable y universalmente
presente con y en la Palabra Encarnada, y que Dios está invariable y
universalmente presente con la Palabra escrita. Es infalible en su totalidad
porque en su totalidad es divina. Las visiones poco humanitarias de Cristo
prevalecen allí donde están en boga las opiniones pobres sobre la inspiración.
Los que niegan la inspiración de las Escrituras están siempre preparados para
poner en duda la deidad de Cristo.
Entre los muchos ejemplos que podríamos aducir, nos limitamos, a fin de ser
breves, a la Epístola a los Hebreos.
Hebreos 2:8: Veamos cómo, tras citar estas palabras: “Todas las cosas sujetaste
debajo de sus pies”, el autor sagrado argumenta desde la autoridad de la
palabra “todas”.
Hebreos 2:12: Al citar del Salmo 22, argumenta a partir de la expresión “mis
hermanos”, que al Hijo de Dios correspondía adoptar la naturaleza del hombre.
Hebreos 12:27: Citando al profeta Hageo, Pablo toma las palabras “una vez
más” – “Aún una vez”.
Hebreos 8:8-13: Citando a Jeremías 31:31, argumenta a partir de la palabra
“nuevo”.
Hebreos 7: Hace uso sucesivamente de las palabras del Salmo 110, deduciendo
de ellas las doctrinas más elevadas: “Juró el Señor.
… Juró por su vida. … Tú eres sacerdote. … Tú eres sacerdote eternamente. …
Tú eres sacerdote según el orden de Melchisedec. … Rey de justicia. … Rey de
Salem”. Se encontrará que la exposición de las doctrinas contenidas en estas
palabras ocupa tres capítulos completos, el 5, 6 y 7.
Un ejemplo instructivo
Me preguntan: ¿Cuál es su opinión de las Sagradas Letras? Y respondo: ¿Qué
pensaba mi Maestro de ellas? ¿Cómo apelaba a ellas? ¿Qué uso hizo de ellas?
¿Cuáles eran sus detalles más pequeños ante Sus ojos?
¡Ah! Habla a estos inquisidores Tú mismo, Eterna Sabiduría, Palabra no creada,
Juez de jueces. Mientras les repetimos las declaraciones de tu boca, muéstrales
la majestad en la cual las Escrituras se te aparecieron, la perfección que
reconociste en ellas, la estabilidad eterna que Tú les asignaste a su más mínima
iota, y el imperecedero destino que sobrevivirá al universo, después de que los
mismos cielos y la tierra hayan perecido.
No nos avergüenza decir que cuando oímos al Hijo de Dios citar las Escrituras,
nos transformamos en dóciles creyentes en su inspiración divina; no
necesitamos más testimonio. Todas las declaraciones de la Biblia son, sin duda
alguna, igualmente divinas; pero este ejemplo del Salvador del mundo ha
zanjado la cuestión para nosotros de una sola vez. Esta prueba no requiere de
investigaciones largas ni eruditas; la mente de un niño la capta tan
poderosamente como la de un docto. Si alguna duda asaltara tu alma, el tono de
Su voz, a medida que el mismo Jesús habla de las Escrituras, aplastará tus
escrúpulos.
Sigue a Nuestro Señor en los días de Su carne. ¡Con qué grave y tierno respeto
Él sostiene constantemente en Sus manos “el volumen del Libro”, para citar
cada parte de él y para señalar incluso sus versículos más breves! Mira cómo
una palabra, una única palabra, ya fuere de un salmo o de un libro histórico,
tiene para Él la autoridad de una ley. Advierte con qué confiada sumisión Él
recibe la Escritura completa, sin jamás cuestionar su sagrado canon; porque Él
sabe que la salvación viene de los judíos, y que bajo la infalible providencia de
Dios, “la palabra de Dios les ha sido confiada”. Desde Su infancia a la tumba, y
desde Su resurrección a Su desaparición en las nubes, Él lleva consigo a la
Biblia, a Moisés, los Salmos y los Profetas. Los cita, los explica, versículo a
versículo, y palabra por palabra.
J. URQUHART
Una Biblia totalmente inspirada
“Inspiración verbal” es una frase conveniente para expresar la creencia
constante de la Iglesia de Cristo en que las palabras de la Biblia fueron puestas
allí con la voluntad y la intención del Espíritu de Dios. Esto quiere decir que de
algún modo (cuál, ningún hombre puede decirlo), el Espíritu de Dios llenó así y
guió así al espíritu del hombre, que cada palabra fue colocada sobre la página
del texto sagrado con un propósito divino. Es decir que cada palabra era la
Palabra de Dios. No se trata de una teoría humana con respecto al origen de la
Escritura; es una descripción divina. El apóstol nos dice que las cosas que el
Espíritu de Dios le reveló, él las habló “no con doctas palabras de humana
sabiduría”, sino “con doctrina del Espíritu” (1 Corintios 2:13).
Éste ha sido el entendimiento de las iglesias a lo largo de los tiempos. Lo
reconoce cada predicador creyente y cada estudiante de la Biblia. Toma sus
diccionarios griegos y hebreos, y diligentemente procura fijar el significado
preciso de cada palabra en el pasaje con el que está trabajando. Cuando está
convencido de haber determinado el exacto sentido de cada una, siente que
tiene ante sí el pensamiento mismo del Espíritu de Dios.
Precisión absoluta
Puede que tengamos en un determinado lugar el registro de alguna expresión de
un hombre; puede que sea de un enemigo de Dios, y no la expresión de Dios
mismo. Pero se trata del registro de Dios sobre lo que el hombre dijo; un registro
en cuya absoluta exactitud podemos confiar plenamente. Esto de ninguna
manera excluye el factor humano, el carácter instrumental del hombre, en la
inspiración. El Espíritu de Dios elevó al hombre a la cooperación con Él. El
hombre estaba allí, con todas sus facultades aceleradas y ampliadas, y la
expresión de su personalidad se imprime sobre esa obra suya, que se ha
construido en la Biblia, con tanta claridad como en cualquier otra obra que
hubiera realizado. Pero Dios estaba en la obra, al igual que el hombre. Dios
estaba en la obra, dirigiendo e inspirando su totalidad.
No es un “dictado verbal”
Muchos escritores actúan en forma impetuosa en su tratamiento de esta
aseveración sobre una Biblia plenamente inspirada. Dicen que "inspiración
verbal” en una contradicción en sus términos; y que si a los hombres no se los
dejara libres de escoger sus propias palabras, no podría haber inspiración de
ninguna índole. En consecuencia, llaman a esta creencia “dictado verbal”, como
si representara que la Biblia fue entregada como una carta que un comerciante
dicta a su empleado. Verdaderamente, esto es olvidar, o negar, el elemento
sobrenatural en la Escritura. La inspiración es un milagro. No podemos decir de
qué modo se hizo este milagro más de lo que podemos explicar de qué modo el
pan se multiplicó al ir pasando de mano en mano en las multitudes, y alimentó a
cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños, a partir de unas pocas
hogazas. Que el pan se había multiplicado de ese modo era incuestionable. La
realidad del milagro quedó probada por la renovada fuerza de una multitud
previamente desfalleciente, y por los doce canastos de fragmentos que
quedaron de aquel banquete regalo de Dios. Pero el modo en que se hizo el
milagro, ¿quién puede presumir de decirlo?
La Biblia sola da una explicación razonable del principio y el fin del mundo en el
que vivimos, un verdadero retrato del hombre, y sólo perspectivas de Dios. La
Biblia sola nos muestra un remedio razonable y satisfactorio para los deseos y
necesidades espirituales de los moribundos, y satisface los anhelos de
conciencia al revelar a un Salvador. La Biblia sola explica el estado de las cosas
que vemos en el mundo a nuestro alrededor. Hay muchas cosas en la tierra que
el hombre natural no puede explicar. La Biblia puede decirle que el mundo está
inmerso en la maldad, y que es vano buscar la perfección en el orden actual de
las cosas. La Biblia le dirá que ni las leyes ni la educación pueden cambiar el
corazón del hombre, que la naturaleza del hombre está caída, y que el mundo
en el que trabaja está lleno de pecado. La Biblia le dirá que viene un tiempo de
perfecto conocimiento, perfecta justicia, perfecta felicidad y perfecta paz, pero la
Biblia le dirá que a este tiempo no lo traerá ningún poder sino el de Cristo en su
regreso a la tierra.
Estas son cosas que los hombres no podrían encontrar en ningún lado excepto
en las Escrituras. Probablemente no tengamos la menor idea de cuán poco
conoceríamos sobre estas cosas si no tuviéramos la Biblia. Apenas conocemos
el valor del aire que respiramos, y del sol que nos alumbra, porque nunca hemos
sabido lo que es carecer de ellos. No valoramos las verdades en las que hemos
estado viviendo, porque no nos damos cuenta de la oscuridad de los hombres a
quienes estas verdades no se les han revelado.
(b) Otro hecho es que hay una extraordinaria unidad y armonía en los
contenidos de la Biblia, que es sobrenatural y supera al hombre. Todos
sabemos qué difícil es hacer que tres personas cualesquiera cuenten una
historia en la cual no haya ciertas contradicciones y discrepancias. Pero eso no
pasa con la Biblia. He aquí un extenso libro escrito por no menos de treinta
personas diferentes. Los redactores fueron hombres de todos los niveles y
clases de la sociedad. Uno era legislador. Uno un rey guerrero. Uno un rey
pacífico. Uno era un pastor, otro había sido publicano, otro médico, otro un
fariseo, dos eran pescadores. Vivieron a intervalos a lo largo de un periodo de
1500 años, y muchos de ellos nunca se vieron cara a cara; y no obstante, hay
una armonía perfecta entre estos escritores. El estilo y la caligrafía pueden
variar, pero la mente que atraviesa su obra es siempre una y la misma. Todos
cuentan la misma historia. Todos dan una versión del hombre, una versión de
Dios, una versión de la vía de la salvación, una versión del corazón humano.
Nunca se detecta una verdadera contradicción ni contraposición de opiniones.
(d) Otro hecho es que hay una extraordinaria precisión en los hechos y
aseveraciones de la Biblia, que es sobrenatural y supera al hombre. He
aquí un libro que ha estado ante el mundo por más de 1800 años, el periodo
más atareado y cambiante que el mundo haya visto. Durante este lapso se han
hecho los mayores descubrimientos en ciencias, y las mayores modificaciones
en los usos y costumbres de nuestra sociedad humana. Difícilmente haya una
cosa en la que no se hayan descubierto fallas y puntos débiles, y difícilmente
exista una institución que no haya atravesado un proceso de reformas,
enmiendas y cambios. Pero en todo este tiempo los hombres jamás han
descubierto un punto débil o un defecto en la Biblia. Los infieles la han asaltado
en vano. Allí se yergue: perfecta, fresca y completa, como lo hizo al ser escrita
muchos siglos atrás. La marcha del intelecto nunca la supera. La sabiduría de
los eruditos nunca llega más allá. La ciencia de los filósofos nunca demuestra
que la Biblia esté equivocada. Los descubrimientos de los viajeros nunca la
condenan por errores.
¿Se ponen al descubierto las islas del Pacífico? No se encuentra nada que
contradiga en el menor grado a la versión de la Biblia sobre el corazón humano.
¿Se saquean y exploran las ruinas de Nínive y Egipto? No se encuentra nada
que subvierta ni un ápice de las aseveraciones históricas de la Biblia. ¿Cómo
explicamos este hecho, el que un libro tan voluminoso, que maneja tan vasta
variedad de temas, pueda estar tan libre de errores? Sólo hay una explicación
para este hecho: la Biblia fue escrita por inspiración de Dios.
(e) Es otro hecho que en la Biblia hay una extraordinaria adecuación a los
deseos espirituales de toda la humanidad. Satisface exactamente el corazón
del hombre de toda posición o clase, de cada país y clima, de cada edad y etapa
de la vida. Es el único libro existente que nunca resulta fuera de lugar ni
anticuado. Otros libros después de un tiempo se tornan obsoletos y pasados de
moda. La Biblia nunca lo hace. Otros libros se adecuan a un país o pueblo, y no
a otros, pero la Biblia sirve a todos. Es el libro del pobre y del carente de
educación, no menos que del rico y del filósofo, e igualmente valorado por los
conversos de todas partes del mundo.
Más aún, es el único Libro que siempre luce fresco, rozagante y nuevo. Durante
muchos siglos millones de cristianos individuales lo han estudiado y han orado
con él, y miles de ministros lo han interpretado, lo han explicado y han predicado
sobre él. “Padres”, “académicos”, reformistas, puritanos y teólogos modernos
han cavado incesantemente en las minas de la Sagrada Escritura, y nunca las
han agotado. Es una fuente que nunca se seca, un campo que nunca está
yermo. Satisface los corazones, las mentes y las conciencias de los cristianos en
el presente siglo tan plenamente como a los de los griegos y romanos cuando se
completó por primera vez. Es todavía el primer libro que se ajusta a la mente del
niño cuando empieza a aprender las cosas de Dios, y el último al que el anciano
recurre al abandonar el mundo. En pocas palabras, se adapta a todas las
edades, jerarquías, climas, mentes y condiciones. Es el único Libro que se
adecua al mundo.
(f) Por último, pero no por ello menos importante, es un gran hecho que la
Biblia ha tenido el más extraordinario efecto en la condición de aquellas
naciones en las que se la ha conocido, se la ha enseñado y se la ha leído.
¿Cuáles son las iglesias y organismos religiosos en la tierra que están
produciendo los mayores resultados, difundiendo la luz y despejando la
oscuridad? Los que toman mucho de la Biblia, la enseñan y predican que es la
Palabra de Dios. El romanista, el neólogo, el sociniano, el deísta, el escéptico, o
los amigos de la mera enseñanza secular, no pueden mostrarnos vidas
espiritualmente renovadas en todo el mundo como fruto de sus principios. Sólo
podemos hacer eso quienes honramos la Biblia y la reverenciamos como la
Palabra de Dios. Que también se recuerde ese hecho. El que niega la
inspiración de la Biblia, que explique ese hecho si puede.
Pongo estos seis hechos sobre la Biblia ante mis lectores, y les pido que los
consideren bien. Sobre cualquier otro principio además del de sobrenatural e
inspiración divina, estos seis hechos me parecen inexplicables. Los hombres
que escribieron la Biblia han dado al mundo un volumen que por su profundidad,
unidad, sublimidad, exactitud, adecuación a los deseos del hombre, y poder de
influir a sus lectores, es perfectamente incomparable. ¿Cómo se puede explicar
esto? Sólo hay una respuesta: los redactores de la Biblia tuvieron ayuda y
calificación divinas para el trabajo que hicieron. El Libro que nos entregaron fue
escrito por inspiración de Dios.
A. A. HODGE:
En la era materialista actual, al pueblo de Dios se lo cuestiona constantemente
con respecto a si tiene una fuente infalible de la cual puede derivar un
conocimiento seguro de los propósitos y las obras del Todopoderoso. La
respuesta protestante a esta pregunta es que las Sagradas Escrituras del
Antiguo y del Nuevo Testamento, al haber sido entregadas por inspiración de
Dios, son la única y suficiente regla de fe y juez de las controversias.
Promover traducciones de la Biblia que sean exactas y confiables, utilizando el Texto Masorético
hebreo para el Antiguo Testamento y el Texto Recibido griego para el Nuevo Testamento.
Contribuir a llevar luz y vida, a través del Evangelio de Cristo, a aquellos que están perdidos en
el pecado y en la oscuridad de la falsa religión y la incredulidad.
Defender las doctrinas del cristianismo reformado, dando testimonio de la divinidad igual y eterna
de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, un solo Dios en tres Personas.
Desde hace tiempo la Sociedad Bíblica Trinitaria viene anunciando al pueblo hispano-
hablante el trabajo de revisión que viene desarrollando sobre la Biblia Reina Valera
1909. Los motivos lingüísticos y textuales son expresados en el libro:
¿Por qué consideramos necesaria una Revisión a la Biblia Reina-Valera1909 de la
Sociedad Bíblica Trinitaria?
En esta oportunidad, vamos a explicar en forma más exhaustiva en que consiste la
revisión textual. En ocasiones anteriores hemos expresado que la RV1909 posee
algunos problemas textuales que no se ajustan al Texto Griego Recibido del Nuevo
Testamento, conocido también bajo el nombre en latín de Textus Receptus.
Si bien estos problemas no son muchos, no obstante es imprescindible corregirlos para
un mayor apego a los textos originales, siguiendo la norma de fidelidad textual.
En muchos casos, las revisiones posteriores a la original RV1602 no han seguido la
tradición textual de la misma, sino que en algunos lugares del Nuevo Testamento se han
apartado. Aquí viene la singular tarea de revertir estas pequeñas desviaciones, por lo
cual tenemos que tener en claro cuáles eran aquellas bases textuales que Casiodoro de
Reina y Cipriano de Valera disponían en su momento.
Al referirnos al Textus Receptus, vale aquí formular una serie de preguntas que tuvimos
que hacernos antes de encarar el trabajo de revisión: ¿Qué edición del Texto Recibido
Griego utilizaremos? ¿Cuáles de estas ediciones eran contemporáneas de Reina y Valera?
Por eso compartimos con el lector cuáles son estos criterios, y explicamos un poco más
acerca de lo que en sí mismas son las ediciones del Textus Receptus.
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Podemos decir que desde la Políglota Complutense de 1514 hasta la quinta edición de
Teodoro de Beza de 1598, comprenden aquellas ediciones del Texto Recibido Griego
que eran contemporáneas a la traducción que hizo Casiodoro de Reina en 1569 y la
posterior revisión de Cipriano de Valera del año 1602. Vemos, por lo tanto, en la recta
histórica, dos ediciones posteriores a 1602 que son las de los hermanos Elzevir (1624-
1633) y la última la de F. H. A. Scrivener en las décadas de 1870 y 1880. Podemos
concluir, por lo tanto, que estas dos ediciones (dadas las fechas en que se generaron), no
pudieron ser fuentes consultadas por Reina y Valera.
EL TEXTO DE SCRIVENER
Muchos de los lectores de nuestro sitio web nos consultan acerca de si estamos
corrigiendo la Reina Valera con el texto griego de Scrivener. La respuesta sencilla es:
-No, no estamos corrigiendo la Reina Valera con Scrivener, sino con ediciones del
Texto Recibido contemporáneas a Reina y Valera (como se explicó).
¿Cuál es el valor del texto griego de Scrivener? (se preguntará alguno).
Sabemos que este texto en una edición del Textus Receptus que subyace a la versión
inglesa conocida como la King James Version o la Versión Autorizada. Este es el texto
de norma que imprime la Sociedad Bíblica Trinitaria, el cual sirve en forma válida para
lo siguiente:
Para que alumnos estudien el Texto Griego del Nuevo Testamento (ya que
lamentablemente en la mayoría de las librerías de América Latina sólo se
encuentra el Texto Crítico en las ediciones de Nestlé-Aland).
Un texto que puede servir de base para nuevas traducciones en lenguas que no
poseen la Biblia o parte de ella.
Un texto de inter-consulta (ya que es la edición más reciente del TR griego).
Nos detenemos aquí para hacer una aclaración muy importante, de carácter doctrinal.
Como lo expresa en sus fundamentos, la Sociedad Bíblica Trinitaria cree en la
inspiración verbal y plenaria de las Sagradas Escrituras, su infalibilidad, así como su
preservación a través del tiempo (Isaías 40:8).
En cuanto al Nuevo Testamento, creemos que el texto griego en el cual se preserva es la
llamada familia que corresponde al Textus Receptus o Texto Recibido.
Por alguna razón, Dios permitió a los hombres que, de acuerdo a esa familia de
manuscritos, hicieran varias ediciones según su autor. Las diferencias que hay entre
una y otras son mínimas, ya que todos parten de una misma tradición textual.
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Cada idioma tiene que tener su versión de la Biblia que parta de los originales (no
podríamos corregir la Biblia en español con una versión inglesa, por ejemplo, pues no
es lo correcto), y en el caso de la Reina-Valera, tiene sus propias fuentes textuales,
donde en nuestro trabajo de revisión hemos visto que toma no sólo de una edición del
Texto Recibido, sino de varias.
¿Tendríamos que “canonizar” una edición del Texto Recibido Griego en especial de un
autor en particular? Creemos que no, pues Dios no comparte su gloria con los hombres.
Dios no levantó un solo hombre y una sola edición del Textus Receptus, pues la historia
nos demuestra que hubo varios eruditos en este trabajo.
En la era de la Reforma, donde salieron la principales ediciones del Texto Recibido (y
sus traducciones a diferentes lenguas), fueran hechas sólo para la gloria de Dios, y para
que Su Palabra corra y sea glorificada (2da Tesalonicences 3:1).
En ese momento crucial de la historia del cristianismo, donde hubo un gran impulso de
traducciones de la Biblia en diversos idiomas, las mismas fueron posibles gracias a estas
diferentes ediciones del Textus Receptus. Por lo tanto, podemos decir que:
Revisar la Reina Valera con las ediciones del texto griego de su época es preservar
la identidad de la Reina Valera.
Podemos decir que las cuatro ediciones principales son: a) La Políglota Complutense, b)
Erasmo, c) Estienne, d) Beza. Hemos visto que de las cuatro mencionadas, las dos
primeras son muy coincidentes con el trabajo de Reina y Valera, aunque se tienen en
cuenta las otras dos también, ya que son igualmente contemporáneas a la fecha del
proceso de traducción/revisión de la original Biblia hispana.
POLÍGLOTA COMPLUTENSE
Fue el primer texto bíblico en lenguas originales hecho en imprenta.
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“Complutum”; de ahí que el nombre de esta edición sea traducción en latín.
“Políglota Complutense”.
La edición se compone de seis tomos, ordenados de la
siguiente manera:
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popular en difusión. En la misma incluye el versículo
trinitario de 1ra Juan 5:7 conocida como el “Comma
Johanneum” (que no estaba en sus primeras dos
ediciones). Sus primeros manuscritos disponibles no
contenían este versículo, pero luego consiguió otro que sí
lo tenía. La crítica textual en forma tendenciosa dice que a
Erasmo “le falsificaron” un texto griego incluyendo este
supuesto pasaje “apócrifo”. Es difícil creer que de una
persona culta como Erasmo, le fabricaran un manuscrito
escrito a mano haciéndole suponer que era antiguo. Su ojo
clínico hubiese identificado la caligrafía, el tipo de papel, y
la tinta, para darse cuenta si era un manuscrito del siglo X
o del reciente siglo XVI. No obstante, que él cuestionara
con una nota marginal su autenticidad no significa que se
deba a las causas descriptas. Toda las versiones de la era
de la Reforma (incluso posteriormente la de Lutero) y
otras posteriores ediciones del Texto Recibido, contienen
1ra Juan 5:7 como un texto auténtico y por lo tanto
autoritativo.
Pero si vamos a la tercera edición de Erasmo, vemos la ausencia del posesivo “mou”, y
nos encontramos solamente con la frase “el Padre”.
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Si bien en otras instancias del Evangelio de Juan donde la Reina Valera 1909 tenía “el
Padre” y la RV1602 tenía como el Texto Recibido subyacente de su época: “mi Padre”,
se hizo el cambio correctamente (Ej: Juan 8:28).
Este ejemplo nos sirve para mostrar cómo la RV1602 debería ser cotejada con una
edición del Texto Recibido de su época. En este caso la variante coincide con la tercera
de Erasmo, pero igualmente hubieran podido ser la Políglota Complutense o las
ediciones de Estienne o Beza que veremos a continuación.
TEODORO DE BEZA
CONCLUSIÓN
En estas breves líneas, queríamos dejar en claro cuáles seguramente eran la fuentes
textuales consultadas para revisar la RV1909. Desde 1602 la Reina Valera ha sufrido
algunos cambios en sus diferentes revisiones. Estos cambios se deben a que muchas
veces se consultaron fuentes textuales diferentes, y en algunos casos de la RV1909 hay
variantes que no coinciden con ninguna edición del Texto Recibido, sino
lamentablemente con el Texto Crítico. Dada la necesidad de una revisión lingüística,
también nos enfocamos en la parte textual para corregir cualquier desviación (por más
pequeña que sea) hacia el Texto Crítico, para volverla a la RV1602 y cotejar todo con
las fuentes textuales del Texto Recibido mencionadas. Con mucha reverencia y temor
de Dios reconocemos que la Reina Valera 1909 ha sido una Biblia fiel, utilizada en la
historia del pueblo cristiano hispano; no obstante, se puede siempre mejorar una
revisión para que se corresponda más particularmente a los textos originales y al trabajo
de sus iniciadores.
Podemos decir que esta revisión tiene como exponente principal, no solamente la
fidelidad textual, sino también la preservación de la identidad como tal, de nuestra
amada versión Reina Valera. << Si alguno me ama mi palabra guardará >> (Juan 14:23)
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POR QUÉ 1 JUAN 5:7-8 ESTÁ EN LA BIBLIA
Por G. W. y D. E. Anderson
6
Este es Jesucristo, que vino por agua y sangre: no por agua solamente, sino por agua y sangre.
Y el Espíritu es el que da testimonio: porque el Espíritu es la verdad. 7Porque tres son los que
dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno. 8Y tres
son los que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, y el agua, y la sangre: y estos tres
concuerdan en uno.
En los últimos años, varios seguidores de la Sociedad han escrito para consultar sobre la inclusión de 1 Juan 5:7-8 en la
Biblia, la denominada Coma Juanina (el pasaje que aparece en negrita en la cita anterior). Estas personas han
encontrado versiones que omiten el pasaje sin mención alguna1; escritores que argumentan en contra de la inclusión
de dicho pasaje2; y han encontrado predicadores que soslayan el pasaje a fin de evitar la controversia. Estos
seguidores consideran que el pasaje de pleno derecho debe estar en las Escrituras, como también lo considera la
Sociedad, como lo hicieron los redactores de la Confesión de Fe de Westminster3 y como lo han hecho hombres
piadosos a lo largo de los siglos. Tres de estos hombres, cuyas influyentes obras abarcan tres siglos—Matthew Henry,
R. L. Dabney y Edward Hills—sostuvieron este pasaje en sus escritos. El objetivo de este artículo es dar lugar a que
estos hombres aborden el tema y den sus argumentos para la inclusión de la Coma Juanina.
Esto en su totalidad debe considerarse como una glosa, al igual que las palabras en la tierra en el versículo 8…
Las palabras no están en ningún manuscrito, versión ni cita en griego anterior al siglo XV. Aparecen por
primera vez en un oscuro manuscrito latino del siglo IV, y lograron entrar a la Versión Autorizada (VA) porque
Erasmo, con reticencia, los incluyó en la tercera edición de su texto. Están correctamente ausentes incluso del margen
de la Versión Revisada (VR) y la Versión Revisada Estándar (VRE).4
El académico de Griego Bíblico del Seminario Teológico de Princeton B. M. Metzger señala que:
un manuscrito del Nuevo Testamento completo que data de fines del siglo XV o principios del XVI… es el primer
manuscrito griego descubierto que contiene el pasaje relativo a los Tres Testigos Celestiales (1 Juan 5 vers. 7-8).5
A la vista de tales afirmaciones, ¿cómo se podría argumentar a favor de la inclusión del pasaje? Pero hay extensas
razones académicas para la inclusión de 1 Juan 5:7–8, y muchos estudiosos que han aportado esas razones. Por eso
citamos obras de tres de ellos. Gran parte de esta información se reproduce textualmente de sus escritos, y será de
carácter técnico; sin embargo, el lector podrá seguir los puntos principales de la posición, y hallará una bendición en
los comentarios de estos hombres sobre la Palabra de Dios.
Edward Hills admite que para este pasaje no hay tanto respaldo en manuscritos griegos como lo hay para
muchos otros pasajes del Nuevo Testamento. Sin embargo, hay abundancia de evidencias de otros manuscritos
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antiguos en su apoyo. Como dice Hills, ‘Las primeras menciones incuestionadas de la Coma Juanina aparecen en
los escritos de dos obispos españoles del siglo IV… En el siglo V, la Coma Juanina fue citada por varios escritores
africanos ortodoxos para defender la doctrina de la Trinidad contra las negaciones de los Vándalos, que …
adherían fanáticamente a la herejía ariana’. ‘En las versiones latinas y en los escritos de los Padres de la Iglesia
latina se encuentra evidencia de la existencia temprana de la Coma Juanina’. Entre ellos se encuentran Cipriano
(c. 250) y Casiodoro (480–570), así como también un manuscrito del siglo V o VI en latín arcaico, y en el Speculum,
un tratado que contiene un texto en latín arcaico. También se la encuentra en la gran masa de los manuscritos
posteriores de la Vulgata y en la edición clementina de la Vulgata. 8
(1.) Si [omitimos] el vers. 7, [el vers. 8] parece también una … repetición de lo que se incluyó en el vers. 6… Esto
no llega a conceder una introducción tan noble de estos tres testigos como lo hace nuestra lectura actual.
(2.) Se observa que en muchas copias se lee esa cláusula distintiva, en la tierra: tres son los que dan testimonio en la
tierra. Ahora bien, esto conlleva una visible oposición a algún testigo o testigos en otro lado, y en consecuencia,
nos dicen los adversarios del texto, debe suponerse que esta cláusula ha sido omitida en la mayoría de los
libros que requieren el vers. 7. Pero por el mismo motivo esto debería ser así en todos. Tomemos el vers. 6… No
se agregaría ahora en forma natural y apropiada, Tres son los que dan testimonio en la tierra, a menos que
debamos suponer que el apóstol quiere decirnos que todos los testigos lo son en tanto están en la tierra, cuando
no obstante nos asegura que uno es infaliblemente verdadero, o incluso la verdad misma.
(3.) Se observa que hay una variedad de lecturas incluso en el texto griego…
(4.) El versículo séptimo es muy coincidente con el estilo y la teología de nuestro apóstol… Es entonces
sumamente apropiado al lenguaje y al evangelio de este apóstol mencionar al Espíritu Santo como testigo de
Jesucristo. Entonces,
(5.) Era mucho más fácil que un transcriptor, por desviar la vista, o por la obscuridad de la copia, borrada o
indescifrable en la parte superior o inferior de una página, o desgastada en el tipo de materiales en los que se
escribía en la antigüedad, perdiera y omitiera la página, y no que un interpolador la inventara y la insertara.
Debería ser muy audaz e imprudente quien esperara escapar de la detección y la vergüenza; y también profano,
quien se atreviera a hacer un añadido en un libro que se supone sagrado. Y además,
(6.) Difícilmente pueda suponerse que, cuando el apóstol representa la fe del cristiano en la conquista del mundo y
los cimientos en los que se basa para su adhesión a Jesucristo, y el testimonio diverso que se ha dado de Jesucristo
en el mundo, debería omitir el testimonio supremo que lo ha acompañado, especialmente cuando consideramos
que su intención era inferir, tal como lo hace (versículo 9)… Ahora bien, en los tres testigos en la tierra no están ni
todos los testigos de Dios, ni ciertamente un testigo que sea verdadera e inmediatamente Dios. Los oponentes anti-
trinitarios al texto negarán que individualmente el Espíritu, o el agua, o la sangre, sea Dios mismo; pero, en nuestra
lectura actual, hay aquí una noble enumeración de los varios testigos y testimonios que fundamentan la verdad del
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Señor Jesús y la divinidad de su institución. He aquí el más excelente resumen o compendio de los motivos para la
fe en Cristo, de las credenciales que el Salvador trae consigo y de las evidencias de nuestra Cristiandad que pueda
encontrarse, pienso yo, en el libro de Dios, motivo por el cual, incluso renunciando a la doctrina de la divina
Trinidad, el texto merece plena aceptación.12
‘Con estos fundamentos racionales de nuestro lado’, dice Henry, ‘avanzamos’. 13 Luego continúa con un análisis
del pasaje en sí, con su ‘trinidad de testigos celestiales’,14 y finaliza esta sección afirmando que ‘De estos tres
testigos (que son más diferentes que los tres anteriores) no se dice propiamente tanto que sean uno como que son
para uno, que son para un único y mismo propósito y causa, o que concuerdan en uno, en una y la misma cosa entre
sí y en el mismo testimonio con quienes testimonian desde el cielo. 15
Entonces, la evidencia interna contra esta extirpación se encuentra en los siguientes puntos fuertes:
Primero, si se lo hiciera, al artículo, el numeral y la partícula masculinos… se los hace concordar directamente con
tres neutros – una dificultad gramatical insuperable y muy a la vista. Pero si se permite que estén las palabras
cuestionadas, concuerdan directamente con dos sustantivos neutros y uno masculino… donde, según una bien
conocida regla sintáctica, los masculinos del grupo controlan el género sobre el neutro conectado con ellos…
Segundo, si se hace la eliminación, al quedar el octavo versículo al lado del sexto nos da una repetición sumamente
obvia y extraña, y aparentemente sin sentido, del testigo del Espíritu, dos veces en inmediata sucesión.
Tercero, si se hace la eliminación, entonces la proposición al final del versículo octavo [y estos tres concuerdan en
uno], contiene una referencia ininteligible… ‘Y estos tres concuerdan con ese Uno (mencionado anteriormente)’…
¿Cuál es la unidad mencionada previamente con la que estos tres concuerdan? Si se elimina el séptimo versículo, no
hay ninguna… Si dejamos el séptimo versículo, todo queda claro: los tres testigos terrenales testifican sobre esa
unidad mencionada previamente, constituida por el Padre, el Verbo y el Espíritu.18
Hay una coherencia en el conjunto que presenta una evidencia interna muy sólida del carácter genuino del texto
recibido.19
Dabney recuerda a continuación a sus lectores las circunstancias en las que el apóstol Juan escribió su primera
epístola. ‘El objeto de este escrito era advertir [a los receptores] contra los engañadores (ii.26), cuya herejía, predicha
desde mucho tiempo atrás, estaba ahora desarrollada y se caracterizaba por una negación de la propia condición de
hijo (ii.26) y encarnación (iv.2) de Jesucristo’. En respuesta a estas herejías, en 5:7 el apóstol declara la ‘la unidad del
Padre, el Verbo y el Espíritu, y con la más estricta precisión’. Él declara
la propia humanidad de Jesús, y el real vertido y aplicación por parte del Espíritu de esa agua y sangre de cuya
efusión él mismo ha sido testigo ocular, y de la cual tan enfáticamente da testimonio en su evangelio, en el capítulo
xix.34,35 … Ahora, cuando oímos al apóstol decir a sus ‘hijos’, en el capítulo antes citado de su propia Epístola, que
las dos herejías contra cuyos engaños pretendía guardarlos mediante este escrito eran éstas, la negación de la
calidad de hijo de Dios de Cristo y la negación de su encarnación, y …lo vemos en su testimonio de cierre excluir
precisamente estos dos errores… ¿No es difícil de creer que, en estas circunstancias, escribiría cualquier cosa
diferente de lo que el texto recibido le atribuye? Si mantenemos el séptimo versículo, entonces el pasaje completo
se estructura, con apostólica sabiduría, de modo de excluir de una sola vez ambas herejías.20
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Dabney libremente admite que, según la estricta tradición de los manuscritos griegos, no hay un respaldo sólido en
manuscritos para la inclusión de 1 Juan 5:7. Pero aquí, ‘la Iglesia latina está en posición opuesta a la Iglesia griega’.21
‘Hay sólidos fundamentos probables para concluir que el texto de las Escrituras vigente en Oriente recibió una
modificación maliciosa en manos del famoso Orígenes’.22
Los que están más familiarizados con la historia del pensamiento cristiano saben bien que Orígenes fue el gran
corruptor, y la fuente, o como mínimo el primer canal, de la casi totalidad de los errores especulativos que
plagaron la iglesia en épocas posteriores… Él descreía de la plena inspiración e infalibilidad de las Escrituras,
sosteniendo que los hombres inspirados aprehendieron y afirmaron muchas cosas en forma oscura…
Expresamente negó la unidad consustancial de las Personas y la propia encarnación de la Deidad las
proposiciones mismas que con más claridad se afirman en los diversos escritos doctrinales que tenemos en
revisión.23
Dejemos que el lector imparcial elija … a la luz de estos hechos. Creemos que concluirá con nosotros en que el
peso de la probabilidad está sumamente a favor de esta teoría, a saber, que los anti-Trinitarios, al encontrar ciertos
códices en los cuales estas lecturas doctrinales ya se habían perdido a través de la crítica disoluta de Orígenes y su escuela,
los difundieron con diligencia, a la vez que también hicieron cuanto se atrevieron para sumar a las omisiones de lecturas
similares.24
Hills afirma que la Coma, ciertamente, no cuenta con el respaldo en manuscritos griegos de muchos pasajes de la
Escritura. Erasmo omitió la Coma en la primera edición (1516) de su Nuevo Testamento impreso en griego, pero la
repuso en la tercera edición (1522).26 Algunos creen que la inclusión obedece a un engaño; ‘pero cualquiera haya
sido la causa inmediata, igualmente, en el último análisis, no fue un engaño el responsable de la inclusión de la
Coma Juanina en el Texto Recibido sino el uso de la Iglesia de habla latina. Fue este uso el que hizo que se
considerara que esta lectura debía estar incluida en el texto griego y que se ansiara mantenerlo allí una vez lograda
su inclusión. Bien podemos creer que tras este uso estaba la providencia orientadora de Dios’. 27
Como se ha señalado, Hills brinda amplia evidencia de que el pasaje estaba en uso mucho antes del siglo XV.
Pero hay muchas más evidencias para la inclusión del pasaje, no solamente ésta. ‘Sobre la base de la evidencia
externa, es como mínimo posible que la Coma Juanina sea una lectura que alguien quitó del Nuevo Testamento en
griego pero que se preservó en el texto latino a través del uso de la Iglesia de habla latina, y esta posibilidad se
acerca cada vez más hacia la probabilidad a medida que consideramos la evidencia interna’. 28
En primer lugar, ¿cómo se originó la Coma Juanina si no fuera genuina, y cómo llegó a ser interpolada en el
texto del Nuevo Testamento en latín? … ¿Por qué no contiene la fórmula trinitaria usual, es decir, el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo? ¿Por qué muestra esta combinación singular, que jamás se encuentra en otro lado, el
Padre, el Verbo y el Espíritu Santo?
En segundo lugar, la omisión de la Coma Juanina parece dejar incompleto el pasaje. Porque es un uso frecuente
en la Escritura presentar las verdades o advertencias solemnes en grupos de tres o cuatro, por ejemplo, la
repetición de Tres cosas, aún la cuarta en Proverbios 30, y la frase constantemente recurrente, por tres pecados y por
el cuarto, del profeta Amós… En consecuencia, se ajusta al uso bíblico esperar que en 1 Juan 5:7-8, la fórmula tres
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son los que dan testimonio se repita por lo menos dos veces. Si se incluye la Coma Juanina, la fórmula se repite dos
veces. Si se omite la Coma, la fórmula se repite una sola vez, lo que parece extraño.
En tercer lugar, la omisión de la Coma Juanina supone una dificultad gramatical. Los términos espíritu, agua y
sangre son de género neutro, pero en 1 Juan 5:8 se los trata como masculinos. Si se rechaza la Coma Juanina, esta
irregularidad es difícil de explicar. Habitualmente se dice que en 1 Juan 5:8, el espíritu, el agua y la sangre están
personalizados, y que esa es la razón para la adopción del género masculino. Pero se hace difícil ver de qué
modo dicha personalización supondría el cambio del neutro al masculino. Porque en el versículo 6 la palabra
"Espíritu" claramente se refiere al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad. Con seguridad en este
versículo se "personaliza" la palabra Espíritu, y no obstante se utiliza el género neutro. Por lo tanto, dado que la
personalización no provocó un cambio de género en el versículo 6, en justicia no puede argumentarse que sea la
causa de un cambio de esa índole en el versículo 8. No obstante, si se conserva la Coma Juanina, se hace evidente
un motivo para poner los sustantivos neutros espíritu, agua y sangre en género masculino. Obedece a la influencia
de los sustantivos Padre y Verbo, que son masculinos. Así, la hipótesis de que la Coma Juanina sea una
interpolación está llena de dificultades.29
Referencias:
1. Al momento de escribirse originalmente este artículo (1993), entre las versiones en inglés que omitían el pasaje sin nota alguna se incluían la American Standard
Version [Versión Estándar Americana], la New Century Version [Versión del Nuevo Siglo], la Revised Standard Version [Versión Estándar Revisada], la Good News
Bible [Biblia de la Buena Nueva] (la que algunas sociedades bíblica utilizan para sus traducciones modernas a otros idiomas), la Revised English Bible [Biblia Revisada
en inglés], la Modern Language Bible [Biblia en idioma moderno], la New English Bible [Nueva Biblia en inglés] y el New Testament in Modern English [Nuevo
Testamento en inglés moderno] de Phillips. Además, algunas versiones aumentan la confusión sobre este pasaje al renumerar los versículos. Entre estas están la
American Standard, la New American Standard Bible ay la Revised Standard Version. Un problema adicional es que desde 1993, muchas versiones en inglés han sido
actualizadas o editadas, a veces sin indicar dónde se han hecho modificaciones. Por ello, es posible que la lista no refleje traducciones actuales de 1 Juan.
2. Véase la cita de John Stott en el texto.
3. Confesión de Fe de Westminster, II.3. En las pruebas de la Escritura para la afirmación de la Trinidad, "Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo", se cita 1Juan 5:7.
4. J. R. W. Stott, The Epistles of John (Grand Rapids, MI, EE.UU.: Wm B. Eerdmans Publishing Company, 1979), pág. 180.
5. MS61 [Bruce M. Metzger, The Text of the New Testament: Its Transmission, Corruption, and Restoration (Nueva York: Oxford University Press, 1992), pág. 62].
6. Este tipo de información, que ha llegado a ubicarse en los márgenes en muchas ediciones de la Biblia, ha provocado mucha confusión en nuestro tiempo, y de ese
modo confusión entre los cristianos en cuanto a la validez del pasaje. En 1993, la Ryrie Study Bible manifestó que ‘el versículo 7 debería terminar con la palabra testigo.
El resto del vers. 7 y parte del vers. 8 no están en ningún manuscrito griego antiguo, sólo en manuscritos posteriores latinos’ (pág. 1918). La New International Version
[Nueva Versión Internacional] de 1984 sostiene que los vers. 7–8 provienen de ‘manuscritos tardíos de la Vulgata’ y que ‘no se los encuentra en ningún manuscrito
griego anterior al siglo XVI’ (pág. 906). La New American Standard Bible original dice que ‘en unos pocos [manuscritos] tardíos aparece’ el pasaje cuestionado
(pág. 1066). La New Revised Standard Version dice que ‘en unas pocas autoridades se leen (con variaciones)’ los versículos (pág. 261). La Amplified Version tiene las
palabras cuestionadas en bastardilla, pero no proporciona anotación alguna con respecto al porqué (pág. 380). La Scofield Reference Bible afirma que ‘por lo general se
acepta que el vers. 7 no tiene autoridad real, y ha sido insertado’ (pág. 1325); la New Scofield Reference Bible reitera esta opinión. Incluso la New King James Version
indica que el pasaje no merece la condición de Escritura [‘NU, M omiten las palabras desde en el cielo (vers. 7) hasta en la tierra (vers. 8). Sólo cuatro o cinco manuscritos
muy tardíos contienen estas palabras en griego’ (pág. 1346)]. Pero con la edición continua de estas versiones de la Biblia en inglés, estas notas están sujetas a cambios.
7. Metzger enumera a Greg. 88 del siglo XII, Tisch. w 110 del siglo XVI y Greg. 629 del siglo XIV como manuscritos que contienen 1 Juan 5:7 (Ibid., págs. 101–102).
8. Los obispos hispanos son Prisciliano e Idacius Clarus (Edward F. Hills, The King James Version Defended [Des Moines, Iowa, EE.UU.: The Christian Research Press,
1984], págs. 209–10).
9. Elgin S. Moyer, The Wycliffe Biographical Dictionary of the Church (Chicago, IL, EE.UU.: Moody Press, 1982), pág. 188.
10. La sección en el comentario de Henry sobre 1, 2 y 3 Juan se completó póstumamente, utilizando las notas y escritos de Henry.
11. Matthew Henry, Matthew Henry’s Commentary on the Whole Bible (Iowa Falls, Iowa, EE.UU.: Riverside Book and Bible House, n.d.), VI.1090–91.
12. lbid., VI.1091–92.
13. Ibid., VI.1092.
14. lbid.
15. lbid., VI.1094.
16. R. L Dabney, Discussions of Robert Lewis Dabney, esbozo biográfico por B. B. Warfield, 2 vol. (Carlisle, PA, EE.UU.: The Banner of Truth Trust, 1967), solapa posterior.
17. Ibid., 1.377.
18. Ibid., 1.378.
19. Ibid., 1.380.
20. Ibid., 1.379–81.
21. Ibid., 1.381–82.
22. lbid., 1.382.
23. ‘Las opiniones de Orígenes sobre la Trinidad variaban entre el sabelianismo y el arrianismo’ (Ibid., 1. 383–84).
24. Ibid., 1.389.
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25. Hills, back cover.
26. Según Hills, Erasmo reinsertó este pasaje ‘sobre la base del manuscrito 61, que posteriormente fue respaldado por la presencia del versículo en el Codex Ravianus, en el
margen de 88, y en 629’ (Ibid., pág. 209).
27. Ibid., págs. 209–10.
28. Ibid., pág. 210.
29. Ibid., págs. 210–12.
Visite: www.SociedadBiblicaTrinitaria.org
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Sososds
El traductor, movido por la necesidad de contar con una traducción de la Santa Biblia al idioma español,
acomete su tarea con meticulosidad, de la cual nosotros, lectores de “su” Versión, somos hasta hoy beneficiarios.
Resulta asombroso pensar en las dificultades a las cuales se vio sometido Casiodoro de Reina, desde el punto de
vista de la técnica de la traducción, en una época en la que sólo se valía de la pluma, el papel, y la dedicación.
Respecto a mi trabajo, el mismo consistió en hacer llegar a mis hermanos este valioso documento, para lo
cual he considerado hacer algunas modificaciones que faciliten la lectura del mismo. El primer obstáculo a
considerar es el de la evolución ortográfica de nuestro idioma, por lo que aquellas palabras que en el original
aparecen con otra ortografía, por ejemplo: “escussar”, las he reemplazado por su ortografía actual; en este caso:
“excusar”.
Por otra parte, en algunos pocos casos, me ha parecido agregar al texto algunas partículas o sustantivos con
el fin de hacer más moderna la lectura del mismo. En el caso mencionado, las palabras agregadas las he puesto en
cursiva o bastardilla, con el objeto de que el lector pueda por sí mismo acceder a la lectura original.
Respecto a la ilación del discurso, observamos que el estilo de la época consistía en esgrimir argumentos
por medio de extensas sentencias apologéticas, escasas de comas, puntos y comas, y puntos, por lo que a los fines
de facilitar la lectura he agregado este tipo de puntuación, siempre considerando que tal agregado no modifique la
expresión de las ideas contenidas en el documento. A los mismos fines he modificado la puntuación, agregando
puntos y aparte, y he agrupado párrafos a manera de capítulos, con la adición de títulos, los cuales no están en el
texto, y si así se lo deseare, pueden ser obviados.
Otra modificación importante para ser mencionada es que en algunos casos he procedido a hacer
sustitución de palabras, cuando estas están completamente en desuso en nuestra lengua, y he cuidado de
reemplazarlas por un sinónimo. Si el lector cree que los cambios arriba mencionados pueden afectar la lectura del
documento, bien hará en conseguir el mismo, en su escritura original, y leerlo así como fue escrito; en todo caso,
se verá cumplido mi deseo: que la obra de Casiodoro de Reina sea reconocida entre los cristianos de nuestro
tiempo.
Quiera el Señor dar siervos fieles, celosos de su Palabra, que están dispuestos a presentar sus cuerpos en
sacrificio vivo, agradable a Dios, y de esta manera poner al servicio de la Iglesia los dones que Dios ha repartido
entre nosotros. Amén.
Boris A. Stankievich
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LA PROHIBICIÓN DE LA TRADUCCIÓN DE LAS SANTAS ESCRITURAS
Intolerable cosa es a Satanás, padre de mentira y autor de tinieblas, (Cristiano lector), que la
verdad de Dios y su luz se manifieste en el mundo; porque por este solo camino es deshecho su engaño,
se desvanecen sus tinieblas y se descubre toda la vanidad sobre que su reino es fundado, de donde luego
está cierta su ruina. Y los míseros hombres que tiene ligados en muerte con prisiones de ignorancia,
enseñados con la divina luz se le salen de su prisión a vida eterna y a libertad de hijos de Dios. De aquí
viene, que aunque por la condición de su maldito ingenio aborrezca y persiga todo medio encaminado a
la salud de los hombres, con singulares diligencias y fuerza ha siempre resistido y no cesa ni cesará de
resistir (hasta que Dios lo detenga del todo), a los libros de la Santa Escritura; porque sabe muy bien por
la larga experiencia de sus pérdidas, cuán poderoso instrumento es este, para deshacer las tinieblas en el
mundo, y echarlo de su vieja posesión.
Largo discurso sería menester hacer para recitar ahora las persecuciones que le ha levantado en
otros tiempos, y los cargos infames que le ha hecho, por los cuales no pocas veces ha alcanzado a casi
desarraigarlos del mundo. Y lo hubiera alcanzado sin duda, si la luz que en ellos está encerrada, no
tuviese su origen y fuente más alta que este Sol, y que no consistiese en solos los libros, como todas las
otras humanas disciplinas; de donde viene que pereciendo los libros en que están guardadas, o por la
condición de los tiempos, o por otros mundanos casos, ellas también perezcan. Y si alguna restauración
tienen después, es en cuanto se hallan algunas reliquias, con que ayudado el humano ingenio las
resucita. Mas porque la fuente de esta divina luz es el mismo Dios, y su intento es de propagarla en este
abismo de tinieblas, de aquí es, que aunque muchas veces por cierto consejo suyo permita a Satanás
potestad sobre los sagrados libros, y aunque él los queme a todos, y aun también mate a todos los que ya
participaron de aquella celestial sabiduría, quedándonos la fuente sana y salva, (como no puede tocar en
ella), la misma luz vuelve al fin a ser restaurada con gran victoria, y él queda frustrado y avergonzado de
sus diligencias.
Por ser pues este su pertinaz ingenio contra la divina Palabra, estamos ciertos que no lo dejará de
seguir en esta obra presente, y que cuanto ella es más necesaria a la Iglesia del Señor, tanto más el se
desvelará en despertar contra ella toda suerte de enemigos, extraños y domésticos: los de lejos y los de
cerca. Los de lejos, días ha que se han despertado para impedir toda versión vulgar de la Santa Escritura,
a título de que los sagrados misterios no han de ser comunicados al vulgo, y que es ocasión de errores en
él, etc. De cerca no le faltarán otros supuestos, que con títulos algo más sutiles y aparentes se levanten
contra ella, aunque por ventura a los unos y a los otros no falte buena intención, y celo, como muchas
veces acontece, que buenas intenciones por falta de mejor enseñanza pensando servir a Dios sirven al
demonio y a sus intentos. Cuanto a los primeros, no nos determinamos por ahora a tratar la cuestión, si
es conveniente o no, que la ley de Dios, y todo el cuerpo de Su Palabra, ande de manera que pueda ser
entendida por todos, remitiéndonos a otros muchos que antes de nosotros la han tratado copiosa y
acertadamente. Bastará, por ahora, amonestarles con toda caridad y humildad, que si son Cristianos, y
tienen verdadero celo de la gloria de Dios y de la salud de los hombres, como quieren que se entienda de
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ellos, miren lo primero, que de lo uno y de lo otro la Palabra de Dios contenida en los sacros libros es el
verdadero y legítimo instrumento, y que por tal, Dios lo ha comunicado al mundo, para ser por él,
conocido y honrado por todos, y que por esta vía tengan salud; y esto sin exceptuar de esta
universalidad, ni doctos ni indoctos, ni esta lengua ni la otra. De donde es necesario que concluyan, que
prohibir la divina Escritura en lengua vulgar, no se puede hacer sin singular injuria a Dios, e igual daño
de la salud de los hombres, lo cual es pura obra de Satanás, y de los que tiene a su mando.
Miren lo segundo, que hacen gran vergüenza a la misma Palabra de Dios en decir, que los
misterios que contiene no se hayan de comunicar al vulgo. Porque la supersticiones e idolatrías todas,
con que el diablo ha enredado al mundo, y desviado del conocimiento y culto de su verdadero Dios,
trajeron siempre este pretexto de falta de reverencia. Y tenía razón el inventor de ellas en esto: porque si
quería que sus abominaciones permaneciesen algo en el mundo, era necesario que el vulgo no las
entendiese, sino solo aquellos a quien eran provechosas para sustentar sus vientres y su gloria. Los
misterios de la verdadera Religión son al contrario: quieren ser vistos y entendidos de todos, porque son
luz y verdad; y porque siendo ordenados para la salud de todos, el primer grado para alcanzarla,
necesariamente es conocerlos.
Consideren lo tercero, que no le hacen menor afrenta en decir que sea ocasión de errores, porque
la Luz y la Verdad, (si confiesan que la Palabra de Dios lo es), a nadie puede engañar ni entenebrecer. Y
si algunas veces lo hace, (como no negamos que lo haga, y muchas), de alguna otra parte debe de venir
la distorsión de su ingenio y naturaleza, que es quitar las tinieblas, descubrir el error, y deshacer el
engaño. El profeta Isaías claramente dice, que su Profecía no es para dar luz a todos, sino para cegar los
ojos del pueblo, agravar sus oídos, y embotar su corazón, para que no vean ni oigan la Palabra de Dios, y
se conviertan y reciban sanidad, (Is.6.9). Quien por evitar estos males mandara entonces al Profeta que
callase, y le cerrara la boca, véase si hiciera cosa conforme a la voluntad de Dios, y al bien de su Iglesia,
mayormente diciendo él mismo otras muchas veces, que su profecía es luz para los ciegos, consuelo para
los afligidos, esfuerzo a los cansados, etc., (Is.40.1 y 61.1 ¿ Y qué hablamos de Isaías? El mismo Señor
dice que Vino al mundo para juicio, para que los que no ven, vean, y los que ven sean ciegos, (Jn.9.39).
Le mandarán luego, los padres de la fe entonces que callase, por evitar el daño de los que de su
predicación habían de salir más ciegos. De Él dice Simeón, que viene para levantamiento, y también
para ruina de muchos, (Lc.2.34). Lo mismo había dicho de Él, el Profeta Isaías. Por lazo, (dice), y por
ruina a las dos casas de Israel, de ellos tropezarán muchos, etc., (Is.8.14). Lo mismo dice el Apóstol de
la predicación del Evangelio, que a unos es olor vital, a otros olor mortal, (1Co.2.16). Sería, luego,
buena prudencia quitarlo del mundo, quitando a los buenos el único medio por donde se han de salvar,
por quitar la ocasión de hacerle peores a los que se pierden, y de suyo están ya señalados para perdición.
Miren lo cuarto: que el estudio de la divina Palabra es cosa encomendada y mandada de Dios a
todos por tantos y tan claros testimonios del Viejo y Nuevo Testamento, que sin muy largo discurso no
se podrían aquí recitar; de donde queda claro, que no puede ser sin impiedad inexcusable, que el
mandamiento de Dios, tantas veces repetido, y tan necesario a los hombres, sea dejado y anulado por
una tan débil razón. Y que al fin, ningún pretexto, por santo que parezca, puede excusar, que si Dios la
dio para todos, no sea una tiranía execrable, que a los más la quiten; y falta de juicio es, (si pretenden de
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buena intención), que la habilidad para poder gozar de ella, sea saber Latín solamente, como si solos lo
que lo saben, por el mismo caso sean ya los más prudentes y píos; y los que no lo saben, los más
expuestos a los peligros, que dicen, que temen. Si es la verdadera sabiduría, ¿Quién la ha de necesitar
más que los más ignorantes? Si es Palabra de Dios, insigne injuria se hace a Dios, a ella, y a los buenos,
que por el abuso de los malos se le quite su libertad de correr por las manos de los que podrían usar bien
de ella, y sacar los frutos para los cuales Dios la dio. Perverso juicio es que por evitar el inconveniente
de los errores, que dicen, en algunos, priven a todos del medio con que podrían salir de la ignorancia,
errores, herejías, idolatrías, pecado y toda corrupción, e iniquidad en que nacimos, y fuimos criados, y
de que nuestra corrupta naturaleza se abreva, como dice Job, "como los peces del agua", (Job.15.16).Si
es Luz, a la luz resiste todo hombre que le impide de salir en público para lumbre y alegría de todos; y
tinieblas se debe llamar, y mentira, porque a la luz y a la verdad, no resiste ni pone impedimento sino la
tiniebla y mentira. Si es candela, a cuya lumbre el hombre ciego y habitante en esta caverna tenebrosa,
encamine seguramente sus pasos, visto es pretender de tener los hombres en su ceguera, el que no quiere
que les sea comunicada con aquella abundancia con que ella se da. Si es escudo a todos los que en ella
ponen su esperanza, y cuchillo con que el Apóstol arma al Cristiano para defenderse y ofender a sus
enemigos, en toda suerte de tentación, desarmado y por consiguiente vencido y muerto de mano del
diablo lo quiere, quien se la quita que no la tenga tan copiosa y tan a la mano, cuanto son muchas y
continuas sus tentaciones. Si es útil para enseñar en la ignorancia, para redargüir en el error, para
reprender en el pecado, para enseñar a la justicia, para perfeccionar al Cristiano, y hacerlo hábil y pronto
a toda buena obra, fuera de toda enseñanza, y de toda buena y Cristiana disciplina lo quiere; el error, el
pecado, y la confusión en lo sacro y en lo profano ama y desea, el que en todo o en parte sepulta las
divinas Escrituras. Y sepultándolas en parte da a entender bien claro que lo haría del todo, si pudiese o
esperase salir con ello.
Estas razones son claras, y que se dejan entender por todos, no obstante todos los hermosos
pretextos que se podrán traer en contrario, que no son muchos. Y el más dorado es el que hemos dicho,
tan frío que ni aun con humana razón es digno de que se contienda mucho contra él. Porque está claro
que no habrá ningún hombre de sano juicio, que diga de veras, que un gran bien, y mayormente tan
necesario a todos, dado de Dios, para común uso de todos, se debe de prohibir en todo ni en parte por el
abuso que los malos ingenios pueden tener de él. Por monstruo de desvarío, enemigo del linaje humano,
sería tenido justamente el rey o príncipe, que porque hay muchos que usan mal del pan, del agua y del
vino, del fuego, de la luz, y de las otras cosas necesarias a la vida humana, o las prohibiese del todo, o
hiciese tal restricción de ellas que no se diesen sino muy caras y con gran escasez. La Palabra de Dios
tiene todos estos títulos, porque bien tiene los mismos efectos para el alma. Miren pues los príncipes del
mundo, en qué opinión quieren ser tenidos, haciéndola pasar por tan inicua condición. Finalmente, como
quiera que sea, es necesario que se resuelvan, que ni las disputas inoportunas, ni las defensas violentas,
ni los pretextos cautelosos, ni el fuego, ni las armas, ni todo el poder junto del mundo, podrá ya resistir,
que la Palabra de Dios no corra por toda la tierra tan libremente como el Sol por el cielo, como ya lo
vamos todos probando por experiencia. Y sería prudencia no poca, aprender de lo experimentado para lo
porvenir, y tomar otros consejos. Ni nos dejemos engañar más, con los pretextos dichos, porque no se
encubre mucho, lo que el diablo pretende con ellos, aunque los que los han puesto tengan cuanta buena
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intención quisieren. Por lo menos esto es necesario que esté fuera de disputa: que habiendo dado Dios su
Palabra a los hombres, y queriendo que sea entendida y puesta en efecto por todos, ningún bien puede
pretender el que la prohibiere en cualquier lengua que sea.
EL CONCILIO DE TRENTO
Tenemos ya bien materia de qué hacer, gracias a Dios en esta parte, que ha dado luz a los padres
del concilio Tridentino, ( El decreto del concilio Tridentino acerca de la permisión de la Biblia en
lengua vulgar), para que advirtiendo mejor a esta causa, hayan puesto algún remedio en esto con su
Decreto, el cual pusimos luego en el principio de este libro, a la vuelta de la primera hoja, para que
aquellos, a cuyas manos viniere, quiten del todo el escrúpulo de leerlo, que a la verdad, con el indulto, y
aun mandamiento que tiene de Dios a ser estudiosos de su Palabra, podría haber quitado. Por no haberse
expresado en dicho Decreto ninguna nación, entendemos que la Española será también comprendida,
porque no es de creer que la querrá hacer más apocada y vil que a todas las otras a quien se concede un
bien tan grande; y así recibirá en servicio este nuestro trabajo de darle a tiempo la divina Escritura en su
lengua vulgar, para que, desde luego, pueda gozar de la facultad que por dicho Decreto le es concedida.
Cuanto a lo que toca al autor de la Traducción, si Católico es, el que fiel y sencillamente cree y
profesa lo que la santa Madre Iglesia Cristiana Católica cree, tiene y mantiene, determinado por el
Espíritu Santo, por los Cánones de la divina Escritura, en los Santos Concilios, y en los Símbolos, y
sumas comunes de la Fe, que llaman comúnmente el de los Apóstoles, el del Concilio Niceno, y el de
Atanasio, Católico es, e injuria manifiesta le hará quien no lo tuviere por tal; y como tal ningún bueno,
pío, santo, y sano juicio recusa, no solo de la Iglesia Cristiana, a la cual reconoce todo respecto de
verdadero y vivo miembro, más aun de cualquier particular que con caridad lo corrigiere, si en una obra
tan larga y tan trabajosa se hallare haber errado como hombre.
Resta que en lo que a la versión toca demos razón de algunas cosas, así para que a la Iglesia del
Señor conste de nuestra razón en todo lo que conviene, como para que el pío lector, entendido nuestro
intento, se pueda aprovechar mejor de nuestras diligencias. Primeramente declaramos no haber seguido
en esta traducción en todo y por todo la vieja Traducción Latina, (La versión común latina), que está en
el común uso; porque aunque su autoridad por la antigüedad sea grande, ni lo uno ni lo otro le excusan
los muchos errores que tiene, apartándose del todo innumerables veces de la verdad del Texto Hebreo.
Otras, añadiendo; otras, transponiendo de unos lugares a otros, todo lo cual aunque se puede bien
porfiar, no se puede negar. Así que pretendiendo dar la pura palabra de Dios en cuanto se puede hacer,
fue necesario que esta no fuese nuestra común regla, (aunque la consultamos como a cualquiera de los
otros ejemplares que tuvimos); antes, que conforme al prescripto de los antiguo concilios, y doctores
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santos de la Iglesia, nos acercamos de la fuente del Texto Hebreo cuanto nos fuese posible, (pues sin
controversia ninguna, de él es la primera autoridad) lo cual hicimos siguiendo comúnmente la traducción
de Santes Pagnino, que al voto de todo los doctos en la lengua Hebraica es tenida por la más pura que
hay hasta ahora. En los lugares que tienen alguna dificultad por pequeña que sea, ni a esta ni a ninguna
otra hemos dado tanta autoridad, que por su solo afirmar la siguiésemos, sino que hemos hecho recurso
del mismo Texto Hebreo, y conferidos entre sí lo diversos pareceres, de necesidad habíamos de seguir
uno solo. Y para satisfacer, en este caso, a todos los gustos, en los lugares de más importancia añadimos
en el margen, las interpretaciones diversas que no pudimos poner en el texto, para que el lector tome la
que mejor le pareciere, si la que nosotros hubiésemos seguido no le contentare.
De la vieja Traducción Española del Antiguo Testamento, impresa en Ferrara, nos hemos ayudado
en semejantes necesidades más que de ninguna otra que hasta ahora hayamos visto, no tanto por haber
esta siempre acertado, más que las otras en casos semejantes, cuanto por darnos la natural y primera
significación de los vocablos Hebreos, y las diferencias en los tiempos de los verbos, como están en el
mismo texto, en lo cual es obra digna de mayor estima, (a juicio de todos los que la entienden), que
cuantas hay hasta ahora; y por esta tan singular ayuda, de la cual las otras traducciones no han gozado,
esperamos que la nuestra, por lo menos, no será inferior a ninguna de ellas. Fuera de esto tiene también
grandes errores, algunos afectados en odio de Cristo, como en el cap. 9 de Isaías, vers. 4, donde se
tradujo así: "Y llamó su nombre el Maravilloso, el Consejero, el Dios Fuerte, el Padre Eterno, Sar-
Salom", añadiendo de suyo con malicia rabínica este artículo, (el), en todos estos nombres, y no en el
último, Sar-Salom, siendo otramente asaz diligentes los autores de ella, en no dejar los tales artículos,
cuando el texto los pone, y en no poner lo que no hallan en él. Pero en este lugar, este sacrilegio al
parecer tan pequeño, no le es de poca importancia para defenderse en su pertinacia, porque se ve claro,
que todos aquellos nombres son títulos clarísimos del Mesías, algunos de los cuales testifican
abiertamente su naturaleza divina, y poniendo el artículo (el) en cada uno de los precedentes y
callándolo en el postrero, da a entender que todos los precedentes son nombres de Dios, y el último solo
del Mesías, como si dijese, El Maravilloso, el Consejero, el Dios Fuerte, el Padre Eterno llamó su
nombre: Sar-Salom. Esta maldita malicia no tiene lugar, si se traduce fielmente como está en el texto,
sin poner el artículo (el) sobre ningún nombre, como nosotros hemos traducido; porque entonces aunque
pese a quien le puede pesar de la gloria del Mesías, el nombre Sar-Salom va con todos los precedentes,
de esta manera: "Y llamó (S. Dios, o será llamado, activa por pasado, como es frecuentísimo uso de la
Escritura), su nombre (S. del Mesías) Maravilloso, Consejero, Dios fuerte, (o Valiente o Valeroso),
Padre Eterno, Príncipe de paz".
Otros errores tiene que no pudieron evitar, parte por su principal intento, que parece haber sido
guardar y retener en todo la propiedad de las palabras Hebraicas ,sin admitir ninguna metáfora o
traducción de infinitas palabras de una significación, no solamente a otra, mas aun a otras muchas de
que se ayuda la lengua Hebraica, a causa de la falta de propias palabras que tiene, tomando solamente lo
natural, y muchas veces con manifiesta violencia del sentido; parte también porque cuando cayeron o en
alguna palabra ambigua de suyo, (como hay muchas por razón de diversos orígenes que pueden tener), o
en algún lugar difícil, y se quisieron liberar algo de aquella, su superstición dicha, se asieron de
Parafraseadores, a quien ellos dan tanto crédito como al mismo texto de la Escritura, o al menos los
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tienen en el primer grado después de ella, con los cuales no pudieron dejar de errar las más de las veces.
Por ambas causas, además de los errores dichos, no pudieron asimismo hacer menos que dejar muchas
cosas ininteligibles; otras donde ni aun ellos mismos se entendieron a sí mismos, como parece en sus
frecuentes asteriscos, de los cuales usan para dar a entender que no entendieron los lugares donde los
ponen, aun en lugares donde no hay ninguna dificultad, si el Hebraísmo es entendido por donde se ve
claro, que la lengua Hebrea, en que la Sagrada Escritura está, no es ni ha sido desde hace mucho tiempo,
menos peregrina a los mismos Hebreos, que a los extraños. Esto nos pareció decir de la traducción de
Ferrara en este lugar, no privándola de la alabanza que justamente merece, ni encubriendo con envidia la
ayuda que en la nuestra hemos tenido de ella; Pero avisando también de las faltas en que con nuestra
escasez de fuerzas, la hemos tomado, para que los más doctos le miren mejor a las manos, y todos los
fieles sepan el grado en que la han de tener, y cuánto crédito le han de dar, si se quisieren aprovechar de
ella. Resta que pasemos adelante a nuestro intento.
Con toda la diligencia que nos ha sido posible, hemos procurado atarnos al texto, sin quitarle ni
añadirle. Quitarle nunca ha sido necesario; y así creemos que en nuestra versión no falta nada de lo que
está en el texto, sino fuere por casualidad alguna vez algún artículo, o alguna repetición de verbo, que
sin menoscabo de la integridad del sentido se podría dejar, y de otra manera, ponerse haría que se lea en
forma notablemente absurda en la lengua Española, pero esto será tan raro, que no se me ocurre ejemplo.
Añadir ha sido necesario muchas veces: unas, por dar mayor claridad a la sentencia, que de otra manera
quedaría poco castellana o del todo ininteligible, lo cual con todo eso pretendemos haber hecho con
tanta mesura, que en ninguna de las versiones que hemos visto, (excepto la Española de Ferrara), haya
menos añadiduras de estas, ni más cortas las que hay, que en la nuestra, ni más diligencia en haberlas
señalado a todas en otra letra, (bastardilla), que la del texto común, para que el lector las conozca a
todas, y tenga libertad para aprovecharse de ellas, si le parecieren ser al propósito, o dejarlas del todo,
(como a diligencia humana que puede errar o acertar) y seguir el hilo de su texto, si no le cuadrare,
porque en ellas, ningún juicio queremos ni debemos perjudicar. Otra fuente de adiciones se hallaran,
mayormente en Job, en algunos Salmos, o en los libros de Salomón, y comúnmente en todos los libros
de los cuales no hay texto Hebreo, y asimismo en el nuevo Testamento, que son, no de una palabra sola,
sino de muchas, y hartas veces de sentencias enteras. De esta será otro juicio que de las precedentes,
porque son texto, y las pusimos a causa de la diversidad de os textos, y de otras versiones, por no
defraudar de ellas a nadie, pero entre estas vírgulas: [ ], para que se conozca; aunque en el libro de Job,
(si algunas hay), y en los Salmos, y libros de Salomón, las pusimos de otra letra que la común. En el
Eclesiástico y Sabiduría, y en las historias de Tobías y Judit, procuramos retener lo que la Vieja
traducción Latina pone de más en muchas partes, y hacer contexto de ello con lo que estaba en las
versiones Griegas, en lo cual no pusimos poco trabajo y diligencia. Porque aunque hallamos que esto
mismo habían intentado otros antes de nosotros, no los hallamos tan diligentes que nos excusasen todo
el trabajo que esta diligencia requería.
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En el Nuevo Testamento nos pareció ser esta diligencia más necesaria, por cuanto hay esta
diferencia en los mismos textos Griegos en algunas partes, y todos parece que son de igual autoridad.
Algunas veces hallamos que la Vieja versión Latina añade sin ninguna autoridad del texto Griego, y ni
aun esto quisimos dejar, por parecernos que no es fuera del propósito, y que fue posible haber tenido
también texto Griego de no menos autoridad que los que ahora se hallan. No nos hubiera ayudado poco
en lo que toca al Nuevo Testamento, si hubiera salido antes la versión Siríaca del, que con gran bien y
riqueza de la República Cristiana ha salido a luz este mismo año, pero ha sido al tiempo que ya la
nuestra estaba impresa, y así no nos hemos podido ayudar de ella, que no hay que dudar sino que (no
obstante que no sea suya la suprema autoridad sobre las ediciones Griegas), todavía daría gran luz en
muchos lugares difíciles, como hemos visto que lo hace en los que la hemos consultado. Esto cuanto a la
versión en general.
EL NOMBRE DE DIOS
Resta que en especial demos razón de algunos vocablos antes inusitados, que en ella hemos
retenido, y asimismo de nuestras anotaciones y argumentos de capítulos. Cuanto a lo primero, hemos
retenido el nombre (Iehová), no sin gravísimas causas. Primeramente porque donde quiera que se hallará
en nuestra versión, está en el texto Hebreo, y nos pareció que no lo podíamos dejar, ni cambiar por otro
sin infidelidad y sacrilegio singular contra la ley de Dios, en la cual se manda "Que no se le quite , ni se
le añada", (Dt.4.4 y Pr.30.5). Porque si en las adiciones arriba mencionadas, no nos movió este
escrúpulo, hay razón diferente; porque nuestras adiciones no se pueden denominar "adiciones al texto",
sino declaraciones libres, que en tanto tendrán algún valor, en cuanto son conformes al texto. Añadir a la
Ley de Dios y a su Palabra, se entiende, cuando a los mandamientos, o constituciones de Dios, los
hombres temerarios añaden sus tradiciones, conque, o deshacen el mandamiento de Dios, o le añaden
mayor dureza por superstición. Ejemplo de lo primero puede ser lo que el Señor dice en Mt.15.4,
"porque, (dice), Dios dijo, Honra a tu padre y a tu madre, etc. ...y vosotros decís a vuestros padres,
Cualquier don que yo ofreciere al Corbán aprovechará a ti, etc. Ejemplo de lo segundo será, señalar Dios
en la Ley ciertas purificaciones, y obligar los hombres de su pueblo a ellas, por entonces, e inventar
ellos, con este color no entrar en casa, ni comer sin lavarse las manos, etc.,, como S. Marcos dice. Así
que en lo que hasta ahora se ha usado acerca de este nombre, es expresamente quitar y añadir, ambas
cosas en el hecho de quitar el nombre (Iehová), y poner (Señor, o Dios) en su lugar, que aunque en la
sustancia de la cosa que significan no haya variación, la hay en las circunstancias, en la manera y razón
de significar, lo que no importa poco. Asimismo nos pareció, que esta mutación no se puede hacer sin
contravenir el consejo de Dios, y en cierta manera, quererlo enmendar, como si El hubiese hecho mal
todas las veces que su Espíritu en la Escritura declaró este nombre, y hubiera de ser este otro. Y pues es
cierto, que no sin particular y gravísimo consejo, Dios lo manifestó al mundo, y quiso que sus siervos lo
conociesen e invocasen por él; temeraria cosa es dejarlo; y superstición temeraria dejarlo, con pretexto
de reverencia. Y para que mejor se vea esto así, no será fuera de propósito mostrar, de donde ha venido
esta superstición acerca de este santo nombre. Está contado en el Levítico, que estando el pueblo de
Israel en el desierto, recién sacado de Egipto, un mestizo, hijo de un Egipcio y de una Israelita, riñendo
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con otro del pueblo, pronunció, (o declaró, como dicen otros), el santo nombre: "y dijo mal a Dios",
quiere decir, "blasfemó de Dios por este sacro nombre", de la manera que también ahora los impíos,
Cristianos, reniegan de él, y lo botan y pisotean en sus cuestiones, por mostrarse valientes. Por ser esta
palabra blasfema tan nueva en el pueblo de Dios, el blasfemo fue puesto en prisión, y desde a poco
apedreado de todo el pueblo: Y a esta ocasión, fue puesta Ley entonces por mandato de Dios, que el que
en el pueblo de Israel dijese mal a Dios, fuese castigado; y el que PRONUNCIASE (o declarase) el
santo nombre, muriese por ello. Quiere decir: blasfemase con el santo nombre, como blasfemó aquel por
cuya ocasión se puso la Ley. Los rabinos modernos, de la palabra "pronunciar", (no entendiendo el
intento de la Ley), sacaron esta superstición en el pueblo, ser ilícito pronunciar, o declarar, el santo
nombre, no mirando que, además de que el intento de la Ley era claro, por la ocasión del blasfemo,
después de aquella Ley, lo pronunciaron Moisés, Aarón, Josué, Caleb, Débora, Gedeón, Samuel, David,
y todos los profetas y píos Reyes; y finalmente fue dulcísimo en la boca de todo el pueblo, que lo cantó
en Salmos y alabanzas, como aparece por todo el discurso de la Santa historia. Así que de la superstición
de los modernos Rabinos, salió esta ley encaminada del diablo para con pretexto de reverencia, sepultar,
y poner en olvido del pueblo de Dios, su santo nombre, con el cual solo El quiso ser diferenciado de
todos los otros dioses. Ni esta es arte nueva suya. Decimos Rabinos modernos, no porque sean los de
nuestro tiempo, sino los que vinieron después de los profetas, ignorantes de la Ley divina, y
establecedores de nuevas tradiciones, por haber ignorado las virtudes de las que Dios les dio, y aun no
poco, ya ignorantes de la pura y antigua lengua Hebrea, por el frecuente comercio de las otras naciones,
aunque fueron antes del advenimiento glorioso del Señor, de los cuales parece bien, haber sido los
Setenta intérpretes, que tradujeron primero en Griego la Escritura al Rey Ptolomeo de Egipto, los cuales
parecen haber dado fuerza a esta ley supersticiosa, con haber ellos falseado primero que nadie el sacro
texto, traduciendo siempre "Señor", en lugar de "Jehová", y suprimiendo del todo el santo nombre con
pretexto, a la verdad, supersticioso, y envidioso del bien de las gentes, de que no eran dignas de que se
les comunicasen los misterios divinos. Véase ahora, si está bien que esta superstición continúe, o que
cese, habiendo Dios dado mejor entendimiento; y que el pueblo Cristiano lo conozca y adore en Cristo
por el mismo nombre, conque el se dio a conocer a los padres, y ellos le conocieron e invocaron, y por el
cual, El prometió por sus profetas, que se daría a conocer a las gentes, para que le invocasen por él. Este
dirá (dice Isaías) yo soy de Jehová; el otro se llamará del nombre de Jacob; el otro escribirá con su
mano, A Jehová, etc. Alguno nos podría alegar aquí, que ni Cristo ni los Apóstoles en sus escritos
enmendaron este error, etc. A esto respondemos, que ellos nunca se encargaron de hacer versiones, ni de
corregir las hechas, sino que atentos a mayor y más principal asunto, que era la anunciación del
advenimiento del Mesías, y de su Reino glorioso, se servían de la versión común, que entonces estaba en
uso, que parece haber sido la de los Setenta, porque en ella tenían de sobra para su principal intento.
Otra obligación tiene, quien hace profesión de traducir la divina Escritura, y darla en su integridad. Ni
tampoco acá estamos determinados de tomar cuestión con nadie sobre este asunto; ni constreñir a
ninguno a que pronuncie este nombre, si la superstición judaica le pareciere mejor que la pía libertad de
los Profetas y píos del Antiguo Testamento: puede pasarlo cuando leyere, o en lugar de él, pronunciar
"Señor", como hacen los Judíos, con que nos confiese, que en traducirlo, no hemos salido de nuestro
deber. Y al fin no se peca en escribirle e imprimirle en letras Hebreas, tampoco debe de ser pecado
escribirle en otras lenguas y letras. La significación del nombre es muy conveniente a lo que significa:
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porque es tomado de la primera propiedad de Dios, que es el del ser, lo cual es propio suyo, y todo lo
demás que existe en el mundo, lo tiene mendigado de Él. Por esta causa, aunque todos los otros nombre
de Dios, son comunicados a algunas criaturas por alguna dispensación especial, este otro es
incomunicable a otro que a Él; porque ser fuente del ser, y el que por sí es, sin dependencia de otro, a Él
solo conviene; de donde se infiere evidentemente que si en la Escritura se halla comunicado al Mesías y
al Espíritu Santo (como se halla muchas veces) es argumento invencible de que son de una misma
esencia divina con el Padre, no obstante que el Mesías tenga también la misma naturaleza humana que
nosotros. Y pues que el mismo Dios declaró a Moisés este su nombre de la manera dicha, no hay para
que nadie comente más sobre ella.
El nombre "Concierto", (en adelante se expresará como "Pacto"), que la Vieja traducción latina
comúnmente llama Testamento (siguiendo la versión de los 70), nos puso en alguna dificultad. Porque
es nombre teológico, y de los más principales en toda la Escritura; y así requería ser muy entendido, y
muy en uso entre los Cristianos, no menos de lo que lo fue en el Pueblo viejo. El nombre Hebreo
(Berith) significa lo mismo que el latino "Foedus", que quiere decir, no simplemente Pacto, sino Pacto
hecho con solemne rito de muerte de algún animal, como se tuvo diverso entre diversas naciones. Y
Dios lo imitó con Abraham, (Gen.15.9), estableciendo con él su Pacto, el cual en el Antiguo Testamento
fue confirmado con la muerte de los animales de los sacrificios, cuyas muertes eran un rito solemne
conque aquel Pacto se renovaba y refrescaba, entre Dios y su pueblo. Venido el Nuevo Pacto, se ratificó,
no como un rito, sino como muerte real del Mesías, y con su sangre, la cual derramada una vez, tuviese
por sí virtud expiatoria eternamente de nuestros pecados, y junto con esto fuese eternamente
establecedora de parte de Dios, del Nuevo Pacto hecho a su pueblo. Lo uno y lo otro dijo de ella el
Señor, cuando tomando el vaso en su última cena, dijo, "Este es el Vaso del Nuevo Testamento en mi
sangre, la que será derramada por muchos para perdón de los pecados". Siendo pues tanta la cualidad de
este asunto, nos hemos hallado dificultados para darle nombre que lo significase en toda su dimensión;
lo cual al fin no pudiendo hacer, por la carencia de la Lengua Española, tomamos comúnmente el
nombre "Concierto", aunque es más general que el que necesitábamos, usando algunas veces del latino
(Pacto), y del poco usado en español (alianza) para comenzar a introducirlos, y hacerlos más familiares a
nuestros Españoles. Porque a la verdad estos se llegan más a la entera significación que el vocablo
Concierto. Pero entretanto que no son más usados, menos inconveniente nos pareció tomar un vocablo
entendido, aunque no lo signifique todo, que otro que lo signifique todo, y por no ser entendido del
común, pueda venir en abuso, como los vocablos Torá, (en el original está sin acento), y Pacto, usados
por los Judíos Españoles, el primero por la Ley, y el segundo por el Concierto de Dios, por los cuales
nuestros Españoles les levantaban que tenían una "tora" o becerra pintada en su sinagoga, a la que
adoraban; y del Pacto sacaron refrán contra ellos: "Aquí pagaréis el pato". De esta manera ha sido causa
la ignorancia del verdadero Cristianismo, que se burlasen los Cristianos de los Judíos de aquello en que
los habían antes de imitar, o por mejor decir, habían de recibir de ellos. Así que porque no se venga tan
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rápido a la profanación del Concierto de Dios por la ignorancia del nombre, acordamos en usar el más
claro, hasta que los más apropiados estén en uso.
Los vocablos reptil, escultil y escultura, de los que algunas veces hemos usado, nos parece que
tienen también alguna necesidad de disculpa, por ser extraños de la lengua Española. Reptil, es animal
que anda arrastrando el pecho y vientre, como culebra, lagarto. Propiamente podríamos decir serpiente,
si este vocablo no estuviese en significación muy diferente del intento. La de Ferrara fingió, como suele,
otro vocablo no menos extraño: "Removilla". Los otros dos, Escultil y Escultura, quieren decir imágenes
esculpidas a cincel o a buril. La Escritura, para afear más la idolatría, llama a los ídolos las menos veces
con sus nombres propios que tenían entre los que los honraban. Más comúnmente los llama por el
nombre de la materia de que se hacen: palo, piedra, oro, plata, etc. Otras veces de la forma: "obra de
manos de hombres". Lo más ordinario de todo es llamarlo del modo con que se hacen: fundiciones, o
vaciadizos, o cosas hechas a buril o cincel , que es lo que nosotros retuvimos del Latín (por no hallar un
vocablo Español puro), Escultura. La de Ferrara, "Doladizo", que es como si dijera "Acepilladizo", lo
cual es menos de lo que pretende significar. Esto cuanto a los vocablo nuevos que hemos usado en
nuestra versión, acerca de los cuales rogamos a la Iglesia del Señor, y singularmente a cada pío lector,
que si nuestra razón no le es bastante, nos excuse y soporte con su amor.
LAS ANOTACIONES
Para remedio de la dificultad que consiste en las palabras solas, procuramos en nuestra versión,
toda la claridad que nos fue posible, pero de tal manera que el texto quedase siempre en su integridad,
reteniendo todas las formas de hablar Hebraicas que, o concuerdan con las Españolas, como son la
mayor parte, o a lo menos que pueden ser fácilmente entendidas, aunque en ello pecásemos algo contra
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la pulidez de la lengua Española, teniendo por menor mal pecar contra ella, aunque fuese en mucho, que
en muy poco contra la integridad del Texto. Donde hallamos el Hebraísmo tan duro, que vuelto palabra
por palabra en Español, quedaría incomprensible del todo, pusimos en el texto el sentido de él, y porque
en nada quedase defraudado el texto, y quedase libre el sentido de él a quien lo entendiese de otra
manera, lo pusimos en el margen con esta nota: "Heb.", y a continuación como está en el Hebreo,
palabra por palabra. Donde el Hebraísmo no es tan oscuro, pero todavía tiene dificultad, lo declaramos
en el margen, como lo entendimos, con esta nota: "q.d.", que significa quiere decir; otras veces sin ella,
para no ocupar el margen, que nos quedaba pequeño. De manera que todas nuestras amonestaciones son,
o diversas interpretaciones en los lugares ambiguos, como ya hemos declarado arriba, o el Hebraísmo,
donde es del todo absurdo en Español; o declaración del Hebraísmo, donde es algo difícil. Las
anotaciones que conciernen a la declaración de las cosas, las guardamos, o para imprimirlas aparte,
cuando entendamos que nuestro estudio agrada a la Iglesia del Señor, o para ponerlas juntamente con el
texto en otra impresión, si el Señor fuese servido en que alcancemos a hacer aquella. En las que hemos
puesto, fuimos algo escasos al principio de la impresión, y aun hasta el medio, porque pensábamos
poner las que dejábamos al final del libro; pero cuando vimos que el volumen crecía más de lo que
pensamos al principio, acordamos de cargar la mano algo más, aunque todo fue muy poco para satisfacer
nuestro deseo, y a lo que fuera necesario para anotar todo lo que tuviera dificultad. Parte fue de esta falta
o cortedad haber trazado el margen tan pequeño para las anotaciones, que muchas veces no bastase en
los lugares dificultosos, como son los cánticos y los profetas en muchas partes, y asimismo en las
epístolas Apostólicas, a recibir todo lo que estaba en el texto, con su letra para ser anotado; y así se
quedó señalado el lugar en el texto, y sin anotación en el margen. Esta falta suplimos con hacer poner al
final del libro las anotaciones que no cupieron en sus propios lugares.
Casiodoro de Reina incluyó sobre cada capítulo un breve sumario de lo que contenía el mismo.
Estos sumarios se mantuvieron hasta la Revisión de 1865 inclusive.
Cuanto a los sumarios de los capítulos, advertirá el lector, que no pretendimos tanto hacer
sumarios que se quedasen siempre por leer, como argumentos que sirviesen para la comprensión del
capítulo, y las más de las veces, toda la disposición de él, y la conexión de las sentencias, cosa que como
no nos costó poco trabajo, no se hallará en todos los comentarios; de donde no es de maravillar, si
aquellos donde hicimos semejante diligencia, nos salieron al parecer un poco prolijos. Digo al parecer,
porque el lector que no va contando los renglones, sino buscando el provecho de la comprensión de lo
que lee, hallará que ni son largos ni sin fruto. La partición que en ellos guardamos fue primeramente
comprendida toda la materia del capítulo en la mente, reducirlo a los menos miembros que nos fue
posible, lo cual por lo primero sirve mucho a la continuación de las sentencias del todo, donde la
menudencia de miembros que en otros vemos, muchas veces causa dificultad en la conexión, y aun
confusión. Repartido así el capítulo, ponemos el argumento, los miembros por su orden señalándolos, no
por los versos del capítulo, sino por propios números: el primero, primero; el segundo segundo, etc., y
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después distribuyendo los mismos números por el capítulo, poniendo a cada miembro el número que
tuvo en el argumento con el parágrafo " ¶ ". Algunas veces se hallarán estos números confusos, así en el
argumento como en el capítulo, lo cual es cuando el mismo capítulo tiene la misma confusión, tratando
(como si dijésemos) después del segundo miembro algo que pertenece al primero. Entonces después del
número segundo se volverá a hallar el primero, para que el lector sepa deducir las sentencias al miembro
que pertenecen.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Esto es lo más importante de lo que al presente nos pareció que debíamos dar razón de nuestra
versión a la Iglesia del Señor, por el bien y consuelo de la cual hemos trabajado. En lo que toca a nosotros,
aunque haber tomado una empresa tan grande con fuerzas tan pequeñas en parte nos sea contado a
temeridad, mayormente por los que no lo consideran todo, o por los que nada o poco saben agradecer, aun
de aquello de que se sirven, o por los que por ser ya más doctos, ningún provecho ni contentamiento
esperan de nuestros trabajos, con todo eso tiene remedio lo que por parte de esta nuestra temeridad se podrá
haber errado. Primeramente en que habiendo hecho con toda fidelidad todo lo que hemos podido, ningún
sano juicio nos reñirá por lo que nuestras fuerzas no alcanzaron. Quien lo pudiere y quisiere hacer mejor,
nuestro presente trabajo no le estorbará, sino que le ayudará aun con las mismas faltas y errores que tuviere.
En segundo lugar, en que tampoco pretendemos poner regla a la Iglesia, la cual necesariamente tenga que
graduar y canonizar por infalible (digo cuanto es de nuestra versión). Solamente pretendemos ayudar con lo
que podemos, corto o largo, hasta que Dios dé más abundante provisión a su Iglesia. En tercer lugar, para
quien nos quisiere corregir con caridad, por la gracia de Dios, no somos del número de los que, o con razón
o sin ella, presumen tanto de sí, que tengan por tan acabado lo que una vez sale de sus manos, que nada se
le pueda añadir ni quitar. Confesamos que pudiera haber otros muchos en la nación adornados de mayores
dones de Dios para esta empresa; pero Dios no les ha dado el querer ni el atrevimiento, ocupados por
ventura en otras cosas, a su parecer más importantes. Y poco tenemos acá por qué entremeternos en este
juicio, porque ellos verán , qué cuenta darán en el juicio de Dios, del buen o mal empleo de sus dones.
Cuanto a nosotros, es cierto, y de ello nos dará el Señor, fiel testimonio algún día, que visto que ninguno de
estos doctísimos que lo pudieran hacer mejor, se osaba encargar obra tan necesaria para el adelantamiento
del Reino y la gloria del Señor, el dolor de la falta que la Iglesia padecía en esta parte, nos puso el ánimo
que nunca nos pusiera la sola consideración de nuestras fuerzas, así para comenzarla, como para llegar a
este punto; y ninguna duda tenemos de que nuestro trabajo no haya sido agradable a Dios, por la continua
asistencia de su favor con que hemos podido llevar una carga tan pesada, tan estorbada por Satanás, tan
poco ayudada por hermanos y durante tantos días. Sacado el tiempo que nos han llevado enfermedades, o
viajes u otras ocupaciones necesarias en nuestro destierro y pobreza, podemos afirmar, que han sido bien
los nueve (años), que no hemos soltado la pluma de la mano, ni aflojado el estudio en cuanto las fuerzas así
del cuerpo como del ánimo nos han alcanzado. Parte de tan larga tardanza ha sido la falta de nuestra
erudición para tan grande obra, y el celo de tratarla con toda limpieza, con la cual obligación, ninguna
erudita ni larga diligencia se puede satisfacer lo suficiente. La erudición y conocimiento de las lenguas,
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aunque no ha sido ni es la que quisiéramos, ha sido la que basta para, (como ya arriba hemos tocado),
entender los pareceres de los que más entienden, y conferirlos entre sí, para poder escoger lo más
conveniente conforme al sentido y conocimiento que Dios nos ha dado de su palabra. Nos hemos
ayudado del juicio y doctrina, así de los vivos como de los muertos, que en la obra nos han podido dar
alguna ayuda, consultando las más versiones que hay hasta ahora, y muchas veces los comentarios.
Tampoco nos han faltado las experiencias y ejercicio de muchas de las cosas de que trata y hace principal
estado la divina Escritura, que de hecho es la mayor y más sustancial ayuda, (no faltando las otras), para su
verdadera inteligencia. Con todo eso no entendemos que lo hemos alcanzado todo, porque si aun con
nuestra cortedad de vista hemos visto y hallado faltas, y algunas no livianas, en los que nos hacen ventaja
sin comparación, así en erudición como en espíritu, no hay porque no creamos, que en nuestra obra aun se
hallarán muchas, aunque estamos ciertos que ninguna será tal, que por ella merezcamos en juicio sano título
de corruptores de la Escritura, el cual no es justo que se dé sino al que queriendo y sabiéndolo, corrompe o
altera algún lugar, o para confirmación de algún error de importancia, o para quitar cimientos a algún
principio bien fundado de la Fe universal de la Iglesia. Los demás errores, que siendo por una ignorancia o
inadvertencia, que por la debilidad de la naturaleza puede caer aun en los más diligentes y circunspectos, y
junto con esto no son perjudiciales a la común Fe, la caridad Cristiana los sabe excusar y sufrir, y cuando la
oportunidad se ofrece, enmendarlos con toda suavidad. Lejos van de este pío y Cristiano afecto los que
exaltan y suben de punto las faltas semejantes, llevándolas por sus largos conductos hasta algunos de los
primeros principios de la Fe, donde las gradúan y califican por subversoras de la Fe, y les dan los mismos
títulos, que con razón se darían a las negativas de aquel artículo; y nombran luego al errado por los nombres
de los principales herejes que primero establecieron el error. Este método tiene apariencia de celo por el
edificio de la Iglesia, pero a la verdad es un oscuro artificio con que el diablo la llena de cismas, de
disensiones, de revueltas: la mina, y al final la arruina, unas veces acusando unos sin ninguna piedad, otras
defendiendo otros sin ninguna templanza, lo que por ventura, o que se dijera, o que se dejara, ni iba tanto en
ello que la concordia Cristiana, tan encomendada del Señor en su Iglesia, no hubiera de ser de mayor
estima. Y uno de los mayores males es, (y aun por hablar más propio, una especie de escarnio), que todos
sabemos hacer esta queja, pero nadie quiere ser el primero en ponerle el remedio, cuando viene a mano la
ocasión. Así que por poner ya fin a esta nuestra amonestación, la obra que damos al presente, por ser la
Palabra de Dios y su Ley es buena en sí, y útil, y aun necesaria a la Iglesia Cristiana, y harto deseada de los
píos. Por las faltas que en ella hubiere de nuestra parte, (las cuales no negamos, aunque no las sabemos),
nadie la debe menospreciar, mucho menos calumniar, (excepto Satanás, cuyo oficio es, o abiertamente o
con santos pretextos, calumniar lo bueno, y estorbar todo lo que en el mundo puede adelantar la gloria de
Dios, y la salud de los hombres), mayormente pues que no hay quien en Español haya dado cosa mejor
hasta ahora, y ni pudimos más ni estorbamos a quien más pudiere, ni queremos poner versión de suma
autoridad a la Iglesia, ni en las faltas que hubiéremos hecho queremos ser pertinaces defensores de ellas;
antes protestamos delante del Señor y de todos sus Ángeles, que nada que nada pretendemos en ella que no
sea a su gloria y a la edificación de su Iglesia; y que lo que a estos dos fines no hiciere, desde ahora lo
damos por no dicho y hecho, de lo cual la misma Iglesia, por la regla de la misma palabra de Dios que tiene
y sigue, sea el juez. Por conclusión final de este propósito diré lo que me parece acerca de este asunto, y
tendrá el valor que la Iglesia del Señor le querrá dar. Y es, que pues que ya se entiende que el uso de la
Divina Escritura en lengua vulgar es bien que se conceda, (como el Decreto del Concilio Tridentino ha
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determinado), prudencia digna de Reyes y Pastores Cristianos sería poner orden con tiempo, de mandar a
hacer una versión , no a uno ni a pocos, sino a diez o doce hombres escogidos por los más doctos y píos de
todas las Universidades e Iglesias del Reino, los cuales con diligencia tal consultasen el texto Hebreo en el
Antiguo Pacto, y el Griego en el nuevo, y todas las versiones que se pudiesen tener, y de todas sacasen una
versión Latina que sirviese para las escuelas, y otra vulgar que sirviese para el vulgo, a las cuales por un
público Concilio, a lo menos nacional, y con el favor del público supremo Magistrado se les diese suma
autoridad para que estas solas tuviesen fuerza de Escritura canónica, por la cual se decidiese
definitivamente, como por legítimas leyes, todo asunto o disputa Eclesiástica, y para ser alegada por tal, así
en sermones como en lecciones o disputas; a la cual bajo gravísima pena nadie pudiese quitar, ni modificar,
ni añadir. Pero por cuanto aun los dichos autores de dichas versiones podrían también haber faltado en algo,
que algún otro particular en algún tiempo podría alcanzar a ver, como sucede, y asimismo por evitar toda
especie de tiranía, sería de parecer que quedase libertad a cualquiera que hallase alguna falta en las
versiones así autorizadas, no para enmendarla él de su autoridad, sino para proponerla en el Concilio o
Sínodo, cuando se tuviese, para que siendo examinada en él, con autoridad del mismo Sínodo se
enmendase, lo cual se podría hacer con nueva impresión, y poniendo mandamiento, que conforme a ella se
enmendasen todos los ejemplares viejos. En la impresión de estas tales versiones también me parece que
debería de tenerse especial recato. Que para evitar la corrupción por culpa de los muchos impresores, se
señalase uno, el que se estimase ser el más diligente y fiel en su oficio, el cual solo fuese calificado por
pública autoridad del Sínodo o Concilio nacional para imprimir dicha Biblia, el cual fuese obligado a hacer
tantas impresiones de ella al año, o de cierto en cierto tiempo, cuantas al Concilio pareciese que bastaría,
para que el no haber más de un impresor de ella no fuese causa a él de avaricia, y a la Iglesia de falta. Dé el
Señor espíritu en los ánimos de los Reyes y Pastores Cristianos, para que celando como deben, la gloria de
Dios y el bien de su pueblo, conciban algún día tales pensamientos. Amén.
Casiodoro de Reina
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Adaptación de Boris A. Stankievich - Necochea, 24 de Diciembre de 2000.
Con el permiso de distribución sin fines de lucro a Sociedad Biblica Trinitaria.
PRÓLOGO
El presente trabajo tiene por objeto acercar a los hermanos en Cristo del Siglo XXI, el testimonio y
pensamiento de Cipriano de Valera, primer Revisor de la Biblia del Oso, vertida al Castellano por Casiodoro de
Reina en 1569.
Cipriano de Valera nació en Valera la Vieja (Herróbriga), entonces perteneciente al Reino de Sevilla, en
1531 o 1532 y falleció luego de 1602, al parecer en Londres. Fue condiscípulo de Arias Montano, mientras
estudiaba en Sevilla. Al terminar seis años de estudios de Filosofía, y con el grado de Bachiller, ingresó en el
Monasterio Jerónimo de San Isidoro del campo, próximo a Sevilla, desde el que huyó, con otros, en 1557, a
Ginebra para librarse del Tribunal de la Inquisición, que llegó a quemarlo en efigie (“por luterano”) en 1562 y le
colocó en el “Indice de los libros prohibidos”, como autor de primera clase.
De Ginebra pasó a Londres, al subir al trono Isabel I, y allí residió el resto de sus días, menos el tiempo que
le llevó en Ámsterdam la impresión de la 2da edición (su revisión), de la traducción Castellana de la Santa Biblia,
denominada en este caso “Biblia del Cántaro”, por el impreso que presenta en su tapa.
En Inglaterra fundó una familia, enseñó en las Universidades de Cambridge y Oxford, y publicó varios
libros y traducciones.
En el presente prólogo, el hermano Revisor aboga por la lectura de las Sagradas Escrituras, discierne la
cuestión de la composición del Canon de las mismas y describe la forma que adquiere su trabajo, al especificar de
qué manera revisa la Versión de Casiodoro de Reina.
A lo largo de esta exhortación, como él la llama, podemos ver en un estilo propio de su siglo, como se nos
presentan con sencillez y humildad, pero provistas de autoridad de lo alto y profundo discernimiento espiritual,
cuestiones sensibles de la Palabra de Dios, de gran magnitud y vigencia en aquellos tiempos, pero que con el paso
de los años mantienen su importancia y nos ilustran a nosotros, Cristianos que recibimos un legado, de lo que el
mismo costó a varias generaciones de Siervos Fieles.
De la misma manera que en la transcripción del prólogo de la Biblia del Oso, he considerado oportuno
hacer algunos cambios en la puntuación de este escrito, como así también separarlo en mayor cantidad de
párrafos, y proveerles a los mismos de un título orientativo. También he considerado agregar algunas palabras con
el objeto de hacer de lectura contemporánea ciertas oraciones que de otro modo se hacían de áspera lectura o de
difícil interpretación. En estos casos todas las adiciones las he dejado en bastardillas, de forma que pueda leerse el
texto tal como estaba, prescindiendo de las mismas.
Por otra parte, he cambiado algunos términos que están en desuso en nuestra lengua y los he sustituido por
términos sinónimos de uso actual.
Quiera el Señor que seamos concientes y podamos estar agradecidos por las bendiciones que nos ha traído
este trabajo de traducción y revisión que nuestros hermanos hicieron en el pasado. Que se manifieste también en
nosotros, como también es el deseo de Cipriano, la disposición espiritual de llevar a las almas perdidas al
conocimiento de la Voluntad de Dios, expresada por medio de Su Santa Palabra. Así sea. Amen.
Boris A. Stankievich
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LA LECTURA DE LA SANTA BIBLIA
Nuestro buen Dios y Padre, que tanto desea y procura nuestra salvación, y que ninguno de
nosotros se pierda por ignorancia, sino que todos vengamos al conocimiento de la verdad, y que así
seamos salvos, nos manda muy expresamente, y no en un lugar, sino en muy muchos que leamos la
sagrada escritura, que la meditemos, escudriñemos y rumiemos. Y así en Dt. 6.7 hablando con todo su
pueblo en general, y con cualquiera de ellos en particular dice: “Estas palabras, que yo te mando hoy,
estarán sobre tu corazón, y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por
el camino, y acostándote en la cama y levantándote, etc.” Lo mismo repite en el capítulo 11, ver. 18 y
19, y cap. 17.18 del mismo libro, hablando Dios del deber del Rey dice: “Cuando se asentare el Rey
sobre la silla de su reino, se hará escribir esta segunda ley en un libro, etc.”; y luego , “el cual tendrá
consigo: leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, etc.”.
El mismo Dios que mandó esto al Rey, manda esto a Josué, el cual era capitán general de los
Israelitas: “Que el libro de la ley nunca se aparte de su boca, sino que de día y de noche medite en él,
etc.” En el Salmo 1 versículo 2 se dice que “el pío, (al cual llama bienaventurado), pensará en la ley de
Jehová de día y de noche”. En el Salmo 78.5 se dice Dios haber mandado “a los padres que notifiquen su
ley a sus hijos”, etc. Juan 5.39, manda el Señor “escudriñar las Escrituras”; y luego da la causa porque
las debamos escudriñar: “porque ellas, (dice), son las que dan testimonio de mí”. Hechos 17.2, cuenta S.
Lucas que cuando Pablo predicó en Berea, “los que recibieron la Palabra escudriñaban cada día las
Escrituras para ver si lo que les predicaba Pablo convenía con la Escritura”. S. Pablo, en su primera carta
a los Corintios 14.35, manda que “la mujer cuando tuviere alguna duda (respecto a la religión), demande
a su marido la resolución”; ¿Y cómo el marido resolverá la duda a su mujer, si él no ha leído la
Escritura, ni jamás se ha ejercitado en ella?
San Pablo, hablando con su buen discípulo Timoteo, (2 Tim. 3.15), le dice “que de su niñez has
sabido las sagradas Letras, las cuales te pueden hacer sabio para la salud por la fe que es en Cristo
Jesús”; y añade estas palabras: ”Toda escritura divinamente inspirada es útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instituir en justicia: para que el hombre de Dios sea perfecto, perfectamente
instruido para toda buena obra”.
El que quisiere saber los encomios, loores y alabanzas de la palabra de Dios lea aquel grande y
admirable Salmo 119, (que cada día cantan o rezan nuestros adversarios en su Prima, Tercia, Sexta y
Nona, y que tan pocos de ellos lo entienden o consideran), donde muy de propósito exhorta David al
Pío, al fiel Cristiano, al que desea y procura servir y adorar a Dios en Espíritu y en verdad, a la lectura y
meditación. Cuya lectura y meditación juntamente con invocación del Espíritu del Señor, (que alumbre
nuestros entendimientos, para que entendamos y saquemos fruto de la lectura de la Sagrada Escritura),
es necesaria así a chicos como a grandes, así a ricos como a pobres, así a doctos como a indoctos, así a
eclesiásticos como a los que llaman seglares. En este Salmo, David llama a la palabra de Dios con estos
títulos: Ley de Dios, Camino, Palabra de Dios, Juicios, Testimonios, Mandamientos, Estatutos y
Ordenanzas de Dios. Este Salmo tiene 176 versos y casi no hay verso en el cual no haya alguna de estas
2
palabras que hemos dicho. Y así dice:_ “Lámpara es para mis pies tu palabra, y lumbre para mis
sendas”. Y al principio del Salmo, había preguntado David: “¿Con qué limpiará el mozo su camino?”
quiere decir: ¿cómo vivirá la juventud en limpieza y temor de Dios? Responde el mismo David:
“Cuando guardare tu palabra”. Pregunto yo ahora: ¿Cómo guardará, o el viejo o el mozo la palabra de
Dios, o cómo les será lumbre en sus caminos, cuando no la conocen, ni saben que cosa sea? ¿cuándo no
la leen, ni la oyen a otros leer? ¿ cuándo no la rumian, ni meditan, ni invocan al Señor, que les alumbre
sus entendimientos para entenderla?
Y si esta disputa de leer la Escritura se hubiese de liquidar por lo que dicen los Doctores y
concilios antiguos, fácilmente confirmaríamos lo que decimos. Porque no hay ninguno de ellos que no
exhorte a los fieles a leer y a oír la Sagrada Escritura. Pero entre todos ellos San Juan Crisóstomo
admirablemente exhorta en muchísimos lugares a todo género y suerte de hombres como de mujeres, de
cualquier estado y condición, que sean, chicos o grandes, ricos o pobres, doctos o indoctos, etc., a leer la
Escritura. Y él mismo responde a todas las objeciones que nuestros adversarios hacen el día de hoy
contra la lectura de la Escritura. Pero entre todos estos lugares de Crisóstomo, el sermón 3º que hizo de
Lázaro es admirable. Dice pues al principio de dicho sermón de esta manera: “Yo tengo por costumbre
de deciros muchos días antes la materia de que tengo que tratar, para que vosotros en el entretanto
toméis vuestro libro, y advirtiendo toda el conjunto de lo que se puede tratar, después que hubiereis
entendido lo que se ha dicho, os aparejéis para oír lo que resta. Y esto siempre exhorto, y nunca cesaré
de exhortarlo, que no solamente aquí”, (quiere decir en la Iglesia), “advirtáis lo que se os dice: sino aun
cuando estuviereis en casa, os ejercitéis continuamente en la lección de la Sagrada Escritura”. Y luego
responde a las objeciones, diciendo: “Y no me diga nadie: yo harto tengo que entender en los negocios
de la República: yo soy Magistrado, yo soy oficial, que vivo del trabajo de mis manos; yo soy casado,
tengo mujer, hijos y familia que proveer; yo soy hombre del mundo y por eso no me conviene a mí leer
la Escritura, sino a aquellos que han dejado el mundo, y se han ido al desierto”. A los cuales Crisóstomo
responde: “¿Qué dices, oh, hombre?¿ No te conviene a ti escudriñar las Escrituras, porque andas
distraído con muchos cuidados? Antes te digo que es más tu deber que no de los otros, etc”. Y da la
razón: “Dice que aquellos no tienen tanta necesidad de leer la Escritura, como otros que están a manera
de decir, en mitad de la mar, traídos de acá para allá con las ondas; los tales, (dice), tienen siempre
necesidad de un continuo conforte de la Escritura. Aquellos están sentados lejos de la batalla, y por eso
no reciben muchas heridas; pero tú, porque continuamente estás en la batalla, porque muchas veces eres
herido, por eso tienes más necesidad de remedio, como aquel a quien la mujer provoca, el hijo le
contrista y mueve a ira, el enemigo le estrecha y el amigo le tiene envidia”.
Y así va discurseando, y concluye diciendo: “Por lo cual es necesario tomar sin cesar armas de la
Escritura”. Y un poco más abajo: “Y no puede ser ahora, no puede, digo, ser que alguno se salve, si
continuamente no se ejercita en la lectura espiritual, etc”. Y luego: “¿No ves tú que los herreros, plateros
y todos cuantos se ocupan de algún arte mecánica, tienen toda la herramienta, y todos los instrumentos
de su arte preparados y puestos en orden ? Aunque sean muy pobres, y que el hambre los aqueje, con
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todo esto más preferirán sufrir hambre, que vender alguno de los instrumentos de su arte para comer,
etc”. Y compara: “Ciertamente nosotros debemos tener el mismo ánimo que ellos, y como los
instrumentos de su arte son el martillo, el yunque, las tenazas, así de la misma manera, los instrumentos
de nuestro arte son los libros de los Apóstoles y de los Profetas, y toda la Escritura divinamente
inspirada y provechosa, etc.” Y agrega: “Así que no seamos negligentes en procurar tener estos libros
para no ser heridos de herida mortal”. “La misma vista de estos libros causa que no seamos tan prontos a
pecar. Si hemos cometido alguna cosa que nos está prohibida, al volver a casa, y mirar los libros, nuestra
conciencia con mayor vehemencia nos condena, etc”.
Otra objeción que ponen, es la que hacen algunos de nuestros tiempos: ¿Qué será, (dicen), si no
entendemos lo contenido en los libros? Responde Crisóstomo: “Aunque no entendáis los secretos de la
Escritura, con todo esto, la misma lectura de la Escritura causa en nosotros una cierta santidad. Aunque
no puede ser, que todo cuanto leéis, ignoréis. Porque la gracia del Espíritu por eso dispensó y modificó
todo lo que está en la Escritura, para que los publicanos, pescadores, artífices, pastores, Apóstoles,
idiotas e indoctos fuesen salvos por medio de estos libros; para que ningún idiota, se valiese de esta
excusa, diciendo que la Escritura es oscura; para que lo que dice en ella, todos lo pudiesen ver
fácilmente; y para que el artífice, el sirviente, la viuda y el más ignorante de todos los hombres, sacase
alguna ganancia y provecho de haber oído leer la Escritura”. Además, “Los Apóstoles y Profetas
hicieron claro y manifiesto a todos los que dijeron: Como comunes Doctores del mundo; para que cada
uno por sí mismo pueda aprender lo que se dice de la sola lección. Y esto pronunciándolo antes el
profeta dijo: Todos serán enseñados de Dios, y ninguno dirá a su prójimo: Conoce a Dios; porque todos
me conocerán, desde el más pequeño hasta el mayor, etc.” Esto dijo Isaías, capítulo 54.13. Leed
Jeremías 31.34, y Juan 6.45.
Además dice Crisóstomo: “Demás de esto, las señales, los milagros e historias ¿no son cosas
manifiestas y claras, que todos las entienden? Así que es pretexto, excusa y cobertura de pereza lo que
dicen: que no se entiende lo que está en la Escritura. ¿Cómo podrás entender en algún momento, lo que
ni aun de pasada quieres mirar? Toma el libro en tus manos, lee toda la historia, y lo que es claro retenlo
en tu memoria; y lo que es oscuro y no muy claro, léelo muchas veces, y si con la continua lectura aun
no lo pudieres entender, vete a algún sabio, a algún hombre docto: comparte con ellos lo que haz leído ,
etc.” Y añade: “La lectura de la Escritura es gran arma contra el pecado: gran precipicio y profundo
piélago el ignorar la Escritura; Es gran pérdida de la salvación no saber nada de lo contenido en las leyes
divinas. El ignorar las Escrituras es causa de las herejías. Esta ignorancia hace que los hombres vivan
tan mal: ésta lo revuelve todo de arriba abajo, porque no puede ser, no puede ser, digo, que el que
continua y atentamente leyere la Escritura, quede sin provecho, etc.” Todo esto y mucho más dice San
Juan Crisóstomo en el sermón citado, lo cual he abreviado lo más que he podido.
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DIVERSAS VERSIONES ANTIGUAS DE LAS SANTAS ESCRITURAS
El mismo Dios, que mandó que todos sin hacer diferencia alguna de sexo, ni de edad, ni de calidad
leyesen la Sagrada Escritura, ese mismo ordenó que ella fuese divulgada en todas las lenguas, (como
vemos que lo es), para que ninguno pretendiese ignorancia. Así en tiempo pasado se divulgó en las tres
lenguas más principales y más comunes, que entonces se usaban en el mundo, que eran la Hebrea,
Griega y Latina. Después los hombres píos y doctos, movidos de un santo celo de hacer bien a los de sus
naciones, la tradujeron a sus lenguas vulgares. Así leemos que S. Jerónimo la tradujo a su lengua
materna, que era la Dalmática; S. Juan Crisóstomo la tradujo a la lengua Armenia. Ulfilas, Obispo Godo
la tradujo a la lengua Gótica; Juan, Obispo de Sevilla la tradujo a la lengua Arábiga. Metodio en
Eslavónica, etc. En tiempo de Eltestano, que reinó en la que ahora llamamos Inglaterra hará sus
novecientos años, (es decir alrededor del año 700 d.C.), la Biblia se tradujo a la lengua Británica que era
la lengua que entonces se usaba en aquella isla.
Considerando Crisóstomo estas diversas traducciones dijo estas palabras: “ Los Siros, Egipcios,
Persas, Etíopes, y otras innumerables naciones tienen la doctrina celestial traducida a sus lenguas; y por
este medio han dejado su barbarie para filosofar de veras.” Teodoreto dice: “ Los libros Hebreos son no
solamente traducidos al Griego, más aun en lengua Latina, Egipcia, Persa, India, Armenia, Escita,
Sauromática, y para decirlo en una palabra, en todas las lenguas, de las cuales aun hasta el día de hoy
usan las naciones.”
Pero dejadas las historias de otras naciones, vengamos a nuestras historias de España; porque los
ejemplos domésticos son los que más mueven. Cuando los Godos se apoderaron de España, (que hace ya
como 1200 años – año 400 d.C.-), la Sagrada Escritura fue traducida (como ya hemos dicho) por Ulfilas
a la lengua Gótica, para que los Godos, gente bárbara e infiel, se hiciesen domésticos, y se convirtiesen a
la Fe de Jesucristo, como se convirtieron. Casi cuatrocientos años después cesó el imperio de los Godos
en España apoderándose de la mayor parte de ella los Moros, que pasaron desde África. Reinando pues
los Moros en España, un Obispo de Sevilla tradujo la Sagrada Escritura a la lengua Arábiga, para que los
Moros supiesen cual era la religión Cristiana. Setecientos años y más después de la pérdida de España,
el Rey Don Fernando ganó el Reino de Granada; y así los Moros, que no quisieron tornarse Cristianos,
fueron totalmente echados de toda España; y los que se convirtieron se quedaron en España.
Para que pues estos Moros recién convertidos fuesen bien instruidos en la religión Cristiana, el
primer Arzobispo de Granada, Fraile Jerónimo, fue de parecer que la Sagrada Escritura se tradujese en
lengua Arábiga, ( porque de la otra traducción que dijimos, hecha cuando los Moros entraron en España,
ya no había memoria de ella. A este tan pío intento se opuso don Francisco Jiménez, Arzobispo de
Toledo, que era el todo en todo en toda España, alegando razones no tomadas de la Palabra de Dios, ni
de lo que dijeron e hicieron los santos doctores de la Iglesia, sino fabricadas por juicio de hombre, y por
el consiguiente repugnantes a la Palabra de Dios. Y así se impidió la traducción, que tanto bien hubiera
hecho a aquellos pobres e ignorantes Moriscos.
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Después acá el mismo Dios movido de la misma misericordia que antes, ha levantado algunos
Españoles en nuestros tiempos, que han traducido los libros sagrados. Los libros impresos en Español
que yo he visto son los siguientes: La Biblia en lengua Valenciana con licencia de los inquisidores, a
cuya traducción asistió S. Vicente Ferrer, que hace más de ciento y tantos años que se imprimió en folio
de papel real; el Antiguo Testamento sin los libros Apócrifos, impreso en Ferrara en 1553, palabra por
palabra como está en Hebreo, que es un gran tesoro de la lengua Española; La Biblia de Casiodoro de
Reina impresa en Basilea en 1569; Francisco de Enzinas Burgales tradujo en 1542 el Nuevo Testamento,
y lo presentó al Emperador don Carlos en Bruselas; el Doctor Juan Pérez de pía memoria, en 1556
imprimió el Nuevo Testamento, y un tal Julián Hernández movido con el celo de hacer bien a su nación,
llevó muchísimos de estos Testamentos y los distribuyó en Sevilla en 1557.
A Juan Pérez, Casiodoro, y Julián yo los conocí, y traté familiarmente. En 1596 imprimimos el
Nuevo Testamento; y ahora por la misericordia de Dios sacamos otra vez a la luz la Biblia Española.
Estas impresiones yo las he visto, fuera de las que con la injuria del tiempo, y con la persecución de los
enemigos de la Cruz de Cristo, nuevos Antiocos, se han perdido. Además de estas traducciones en
Español que hemos nombrado, hay dos admirables Biblias impresas en diversas lenguas, (como luego
diremos), que Españoles han hecho, las cuales son, y con muy gran razón, muy estimadas de todos los
doctos, de cualquiera nación que sean; la causa porque se hayan impreso diremos aquí.
En el Concilio Vienense se mandó que las lenguas Latina, Griega, Hebrea, Caldea y Arábiga, se
leyesen públicamente en las universidades. Conforme a este decreto, don Francisco Jiménez, (Fray
Francisco), Arzobispo de Toledo, Cardenal, Gobernador e Inquisidor general de España, y fundador de
la célebre universidad de Alcalá, que en Latín se llama Complutum, el cual en Persona pasó a Africa, y
en sus costas ganó a Orán; este digo, juntó muchos hombres doctos en las lenguas, principalmente en la
Hebrea, para el Antiguo Testamento, y en la Griega para el Nuevo, y sirviéndose de ayuda y trabajo de
estos, hizo imprimir en 1515, aquella admirable Biblia, que por razón del lugar de impresión se llamó
Complutense, la cual dividieron en seis tomos. En el Antiguo Testamento pusieron el Texto Hebreo y la
Paráfrasis Caldea, cada una con su Versión Latina. En el Nuevo pusieron el Texto Griego con su
Versión Latina. El Papa León X aprobó esta obra y la confirmó con grandes privilegios exhortando a
cada uno que la leyese.
Esta obra le costó al Cardenal, (porque él la hizo toda a su cargo), sus seiscientos mil ducados.
Esta Biblia fue el único instrumento y medio que Dios tomó para reformar y renovar el estudio de las
lenguas y de las buenas letras, que en aquel tiempo estaban al rincón, comidas de polillas y cubiertas de
moho. Y así los doctos comenzaron a dejar la teología Escolástica, que consiste en vanas e intrincadas
especulaciones sacadas de la filosofía inventada por los hombres, sin ninguna Palabra de Dios, y se
dieron a la verdadera Teología, que es la lectura de las Sagradas Escrituras – a estos los Escolásticos
llamaban por escarnio y vituperio “Biblistas” ); y así estos Biblistas comenzaron a sacar su agua de las
fuentes de la Salud, y no de cisternas requebrajadas, cuya agua es hedionda y mortífera. Estas fuente son
la dos lenguas Hebrea y Griega, en que agradó al Señor enseñarnos Su Ley y Voluntad. Estas dos
lenguas, por cuanto el Antiguo Testamento fue escrito en Hebreo y el Nuevo en Griego, son las dos tetas
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por las que nuestra madre, la Iglesia Católica, regida por el Espíritu Santo, cría a sus hijos y los guía
hasta traerlos a perfecta edad.
Veis aquí como el Señor hizo resplandecer la luz del Evangelio en medio de las tinieblas de
ignorancia, superstición e idolatría; y ha resplandecido tanto esta luz, que ha cundido por toda Europa, y
aun ha pasado el gran mar Occidental, y ha venido hasta las Indias Occidentales (América), y Orientales.
En nuestra España muchísimos doctos, muy muchos nobles y gente afamada e ilustre, han salido por
esta causa en los Autos de Fe. No hay ciudad, y a manera de decir, no hay villa ni lugar, no hay casa
noble en España, que no haya tenido y aun tenga alguno, o algunos que Dios por su infinita misericordia
haya alumbrado con la luz de su Evangelio. Común refrán es el día de hoy en España, cuando hablan de
algún hombre docto, decir: “Es tan docto que está en peligro de ser Luterano. Nuestros adversarios han
hecho cuanto han podido para apagar esta luz del Evangelio; y así han afrentado con pérdida de bienes,
vida y honra a muy muchos en España. Y es de notar que cuanto s más afrentan, más apresan y ponen
sambenitos, echan a galeras, o en cárcel perpetua, y queman, tantos más se multiplican porque la sangre
de los Mártires es la simiente de la Iglesia. Es necesario, como dice nuestro Redentor, que el grano de
trigo para que se multiplique se eche en la tierra y muera; y si no muere, si no se pudre, queda solo, y no
multiplica. Es también aquí de admirar la inmensa potencia, sabiduría y providencia de Dios, que tomó a
un Español por instrumento para hacer todo esto, al fraile Francisco, Arzobispo de Toledo, Cardenal de
Roma, Gobernador e Inquisidor General de España. ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de
la ciencia de Dios!; ¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e imposibles de hallar sus caminos!
Habiéndose agotado todos los ejemplares de la mencionada impresión del Cardenal, de tal manera
que por ningún dinero no se podían hallar, (porque los que los tenían, no querían carecer de un tesoro
tan grande), agradó a Dios, movido de la misma misericordia que antes, inspirar en el corazón de Benito
Arias, natural de Frejenal de la Sierra, (y por ello se llama “Montano”), al cual yo conocí estudiando en
Sevilla, de hacer otra nueva impresión, para que la Iglesia de Dios no careciese de tanto bien; y así vino,
no hace muchos años, a Amberes, donde a costa del Rey don Felipe II la imprimió, poniendo juntamente
con el texto Hebreo la versión Caldea, Griega, Siríaca, y algunas versiones Latinas antiguas y modernas.
Fue hombre muy docto en diez lenguas; pasó su juventud estudiando en Sevilla; por lo cual, y porque su
tierra Frejenal no está lejos, y es del territorio de Sevilla, se llamó “hispalensis” (quiere decir
“Sevillano””). En Sevilla dio gran muestra en sus estudios de los que después había de ser. Oía de muy
buena gana la doctrina de los buenos predicadores de Sevilla, como del doctor Constantino, del doctor
Egidio, y de otros tales, que Dios levantó en Sevilla en aquel tiempo. ¡Veis aquí, Españoles, cómo
nuestros, compatriotas han encendido dos antorchas de luz evangélica, que alumbran a todo el mundo! Y
ahora otro vuestro Español, enciende la tercera, la cual ya que no alumbrará a todo el mundo, por lo
menos alumbrará a nuestra España. ¡No resistáis, pues, al Espíritu Santo; no apaguéis la luz con que
Dios os quiere alumbrar! ¡Servios de este trabajo para gloria de Dios y salud de vuestras almas!
Concluyamos de todo lo dicho, que pues el Dios Todopoderoso, que creó los cielos y tierra, y todo
cuanto se contiene en ellos, mandó tan expresamente en el Antiguo Testamento que todos los fieles
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leyesen la Sagrada Escritura. Y pues que su Hijo Jesucristo, que murió por nuestros pecados y resucitó
por nuestra justificación, mandó lo mismo en el Nuevo Testamento. Y pues que los santos doctores
inspirados por el Espíritu Santo exhortaron a todos los fieles sin excepción de persona ninguna a leerla.
Y pues que los bienaventurados Mártires y los demás fieles y católicos Cristianos obedeciendo al
mandamiento de su Dios, Rey y Señor, para argumento de su fe y provecho suyo la leyeron.
Concluyamos, digo, que todos aquellos que como nuevos Antiocos y perseguidores de la Iglesia
Ortodoxa, Católica y Apostólica, y crueles enemigos de la salud de los hombres, prohíben lo que Dios
ordenó para salvar a los fieles, que es el leer la Sagrada Escritura, son rebeldes a Dios, y tiranos para con
la Iglesia.
Y lo que es peor y más de llorar, es que los tales rebeldes han hallado discípulos que de muy
buena gana los oyen, y en extremo se gozan con semejante prohibición de leer la Sagrada Escritura, los
cuales exhortan a sus Pastores que no los apacienten con el pasto de vida, que no les prediquen Palabra
de Dios, sino fábulas, sueños y falsos milagros; lo cual previó y predijo S. Pablo, cuando hablando con
su discípulo Timoteo, dijo: “Vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina; antes teniendo comezón
en las orejas se amontonarán maestros conforme a sus concupiscencias, y así apartarán de la verdad el
oído, y se volverán a las fábulas” –2.Tim.4.3- Y antes de S. Pablo lo había profetizado Isaías: “Que
dicen (dice Isaías), a los que ven, ¡no veáis!, y a los Profetas, ¡No nos profeticéis lo recto! Decidnos
halagos, profetizad errores”, (Is.30.10). Y el mismo Isaías, cap.8 versículo 19 y 20 manda a los píos que
cuando los impíos les digan: “ Preguntad a los Pitones y a los adivinos, etc”, que les respondan: “¿No
consultará el pueblo a su Dios? ¿Preguntarán por los vivos a los muertos? No, sino ¡A la Ley y al
Testimonio!” Y luego dice: “los que no hablan de esta manera es porque no les ha amanecido.” Quiere
decir que están en tinieblas de ignorancia. A este mismo propósito dice Abraham (como lo cuenta el
Señor en Lc.16.29) al Rico avariento: “A Moisés y a los Profetas tienen: ¡Óiganlos!”
Contra los tales habla el Señor (Jn.8.47), diciendo: “El que es de Dios, las palabras de Dios oye;
por tanto vosotros no las oís por cuanto no sois de Dios”
Nuestra vida no es sino una continua batalla contra poderosos y mortales enemigos, con los cuales
jamás tendremos paz, ni aun treguas, siquiera por un solo día. “No tenemos, (dice el Apóstol en
Efesios6.12), lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra señores del
mundo, gobernadores de las tinieblas de esta era, contra malicias espirituales que están en lo alto”. Y por
tanto nos manda que “tomemos toda la armadura de Dios, para que podamos resistir, etc”. Y nombra las
piezas, que son: “la cota de justicia, el escudo de la fe, el yelmo de salud” Al fin concluye con la pieza
principal: “tomad, (dice), el cuchillo del Espíritu que es, (como el mismo Apóstol lo interpreta), la
Palabra de Dios”.El que pues, nos quita la Palabra de Dios, nos envía desarmados al matadero, o por
mejor decir, al infierno.
Cristo, nuestro maestro, siendo tentado por Satanás, con la Escritura Sagrada que es la Palabra de
Dios, lo vence; en lo que nos dio ejemplo de cómo nos las tengamos que ver en las tentaciones, y como
las hayamos de vencer. Si lo que hemos dicho es la verdad, (como lo es), miren cómo responderán a
Dios los que han prohibido el leer las Sagradas Escrituras a los fieles. Los tales sin duda han sido causa
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de tantas herejías, como se han levantado en la Iglesia. Porque el ignorar la Escritura causa las herejías,
como lo testifica Crisóstomo, ya alegado. Y antes de Crisóstomo, Ireneo había dicho lo mismo. Dice,
pues, Ireneo hablando de los Valentinianos herejes, lib.4, cap.12 y 13: “El ignorar las Escrituras los ha
hecho caer en aquella herejía”. Y para decirlo todo en una palabra, el Señor hablando con los Saduceos,
en Mateo 22.19, dice: “Erráis, porque no sabéis las Escrituras”. Los Legistas, (o abogados que
comúnmente llamamos Letrados), tienen por un común axioma o Máxima, (que es una sentencia por
todos admitida), decir, “Erubescimus quando sine lege loquimur”: “Nos cubrimos de vergüenza cuando
hablamos sin ley”, que quiere decir: cuando no confirmamos lo que decimos con alguna de las Leyes.
Lo mismo, y con muy mayor razón, podemos decir los Cristianos: “Nos cubrimos de vergüenza cuando
hablando de cosas espirituales, de cosas que se refieren al servicio de Dios, a nuestra salud y bien de
nuestro prójimo, no las confirmamos con la Ley de Dios, con la Palabra de Dios, que Su Majestad ha
revelado y ha dictado a sus santos Profetas y Apóstoles, y nos manda que nos gobernemos por ella. ¿Y
cómo confirmarán con la Palabra de Dios aquello que dicen, los que nunca leen la Escritura Sagrada ni
saben qué cosa es? Hablo del vulgo ignorante, que se llama Cristiano; los cuales engañados de sus falsos
profetas, creen, y así lo dicen ser la Biblia un libro maldito y excomulgado, lleno de herejías, que hace a
los que la leen herejes y abominables; creen que el mismo Satanás, padre de la mentira, se haya
inventado la Biblia para destruir cuerpos y almas de los que la leyeren. Otra vez vuelvo a decir que
hablo del vulgo ignorante, mal instruido por sus falsos profetas. ¡Oh, inmensa paciencia y longanimidad
de nuestro buen Dios, que con tanta paciencia sufres tales blasfemias! Pero su día vendrá a los tales,
cuando su ignorancia no los excusará, sino que sentirán el riguroso juicio de Dios, y entenderán la
Palabra de Dios permanecer para siempre, y que no la ha inventado Satanás, sino que el mismo Dios,
cuyo nombre es JEHOVÁ , creó cielo y tierra y todo cuanto en ellos se contiene, la dictó e inspiró a sus
santos Profetas y Apóstoles para salvar a todos los que admitieren por palabra y voluntad de Dios, y así
se gobernaren por ella.
La causa porque los adversarios prohíban la Escritura, y persigan a sangre y fuego a los que la
leen, es que entienden, por la gran experiencia que tienen, que la Sagrada Escritura es el único medio
que Dios, por su gran misericordia, ha dejado en el mundo para saber entender y conocer cuál sea la
verdadera religión, y cuál sea la falsa: cuál sea el culto y manera de honrarle que él mande, y cual sea el
que el vede y deteste. Para que pues no entiendan los hombres la religión y doctrina de estos hipócritas y
falsos profetas ser falsa y contraria a la que Dios instituyó en su Santa Palabra, mandan bajo pena de
gravísimas censuras que no lean la Sagrada Escritura. Y aun han avanzado tanto en esta desvergonzada
tiranía que algunos de ellos han dicho, y dejado por escrito, (para que su desvariada blasfemia fuese más
notoria y manifiesta a todo el mundo), que mucho mayor daño causa la lectura de la Sagrada Escritura
en lengua vulgar, que leer los libros de los filósofos Paganos; y que por esto se prohíbe lo primero y no
lo segundo.
Las palabras formales de nuestro Español Fray Alonso de Castro al final de capítulo 13 del libro 1
“Adversus Haereses”, son estas: “Cum ergo plus nocumenti inferatur ex libris sacris in linguam
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vulgarem versis cuam ex lectione Gentilium Philophorum, meritó illud inhibetur, etiam si de alio sulla
fiat prohibito”. Que es lo que hemos dicho.
Para confundir esta blasfemia de Fray Alonso, y de otros tales, basta saber que el Espíritu Santo
dictó la Sagrada Escritura en lenguas vulgares y comunes que todos en aquellos tiempos entendían, que
eran la Hebrea en tiempo de los Profetas, y la Griega en tiempo de los Apóstoles; y que para que todos la
lean la dictó, no exceptuando sexo ni edad, ni cualidad de persona alguna.
Cuanto a los libros de los Paganos, sabemos que hay en ellos muchas impiedades y blasfemias
contra la Majestad Divina. Como cuando dice Terencio en los Adelphos: “non est flagitium, mihi crede,
adolescentem scortari”; (No es pecado, dice, creedme que el joven sea putañero). Los que se llaman
Cristianos, y no lo son, concluyeron de aquí, ser lícito tener prostíbulos públicos, lo cual es contra el
7mo mandamiento de la Ley de Dios que dice:”No fornicarás” ; y en Deuteronomio.23.17 manda Dios
“que no haya ramera en Israel””.
Con la licencia que ellos dan, la juventud se corrompe en lo que respecta al alma, y en lo que atañe
al cuerpo se llena de bubas. Cuanto a la inmortalidad del alma, muchos filósofos la negaron, y muchos la
dudaron, y pocos la confesaron. Pero el Señor dice al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”:
Y el alma de Lázaro fue llevada al seno de Abraham, que es el Paraíso, y el alma del Rico avariento al
infierno. La resurrección de los cuerpos todos los filósofos en común la negaron. Leed Hechos 17: la
burla que hacen de S. Pablo porque les anunciaba la resurrección de los muertos. En cuanto a la
resurrección , y cómo se hará, leed 1 Corintios 15 desde el versículo 12 hasta casi el final del capítulo.
Aristóteles y otros muchos “afirmaron ser el mundo ab eterno, que ni tuvo principio ni tendrá fin”.
Pero las primeras palabras de la Sagrada Escritura dicen que “Dios en el principio creó los cielos y la
tierra, etc”. El mismo Aristóteles dijo: “virtutes... vitia sunt in nostra potestate”; de aquí dijeron los
filósofos que “los dioses nos dieron el ser que tenemos, pero que seamos buenos lo tenemos de
nosotros”. Pero la Escritura dice que “somos naturalmente hijos de ira; que somos siervos del pecado;
pero que seremos libres cuando el Hijo (a saber Cristo), nos libertare. Y que no es del quiere, ni del que
corre, sino de Dios que tiene misericordia”.
En conclusión, los filósofos introdujeron una infinidad de dioses, como que uno no bastase para
gobernar el mundo. Pero la Escritura dice: “Oye Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es.
(Deuteronomio 6.4). Todo esto se lee en los filósofos, y se permite; y la Palabra de Dios que es la verdad
y santidad misma, no se permite. Pero gracias a Dios que ya se lee la Escritura en todas las lenguas, por
más que los enemigos de la salud de los hombres , la prohíban. E igualmente, nuestros adversarios dicen
“que mucho mejor fuera para la Iglesia si el Evangelio nunca fuera escrito”. Y porque esto parecía a
algunos una cosa nueva, que yo me haya inventado, pondré aquí las mismas palabras del Cardenal
Hosio, aquel gran pilar de la Iglesia de nuestros adversarios: “melius, (dice), actum fuisset cum Ecclesia
si nullum extaret scriptum Evangelium”, ( Hosius in Confesione Petrocoviensi).
Quieren que los hombres sean ignorantes, y exaltan la ignorancia llamándola Madre de devoción;
mejor dijeran ser la ignorancia madre de superstición y causa de las herejías, como dicen Ireneo y
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Crisóstomo, que ya hemos alegado. Y S. Jerónimo in Prohemio I lib. Comment Esaie, dice a este
propósito lo que sigue: “Si como dice S. Pablo, Cristo es virtud de Dios, y Sabiduría de Dios; y el que
ignora a la Escrituras, ignora su virtud y sabiduría (se infiere de aquí), que el que ignora las escrituras,
ignora a Cristo”.
La misma experiencia nos muestra que cuanto uno es más supersticioso, tanto es más ignorante.
Por tanto el deber del Cristiano es no ser ignorante, sino sabio en el conocimiento de Dios, que su
Majestad ha revelado en la Sagrada Escritura; y así la escudriñe, rumie, hable de ella, y la medite de
noche y de día; pero lo hará con espíritu de humildad, no fiándose de su propio entendimiento,
considerando cuan inhábil sea por sí mismo para entenderla; y así invoque al Señor que le dé su Espíritu
que le declare la Escritura, que le abra el sentido, (como lo abrió a los Apóstoles –Lucas 24.45-) para
que entienda las Escrituras. “El hombre animal, sensual y sin Espíritu de Dios no entiende, ni puede
entender las cosas de Dios: antes las menosprecia y se burla de ellas, porque las tiene por locura”. Solo
el hombre espiritual, que es regido por el Espíritu de Dios, las entiende y estima, porque las tiene por
suma sabiduría. Su Majestad nos haga la gracia de entenderlas, para que entendiéndolas, vivamos
conforme a ellas sirviendo a nuestro buen Dios en Espíritu y en verdad; y así no seamos hijos de
tinieblas sino de luz.
Agradase a Dios por su infinita misericordia inspirar en el corazón del Rey que mandase a su costa
juntar hombres píos y doctos en las lenguas Hebrea y Griega que viesen y reviesen esta traducción de la
Biblia; los cuales con un ánimo pío y sincero, que desea servir a Dios, y hacer bien a su nación, la
comparasen y confrontasen con el texto Hebreo, que Dios dictó a sus santos Profetas antes de la venida
de Cristo, y con el texto Griego, que él mismo dictó a sus santos Apóstoles y Evangelistas después de la
venida de Cristo en carne. Y así el Rey la autorizase con su real autoridad, la cual Su Majestad leyese, y
mandase a sus súbditos que la leyesen; en lo cual haría lo que Dios le manda en los lugares ya alegados
del Deuteromio y de Josué. E imitaría a los píos y verdaderamente Católicos Reyes, que así lo hicieron.
Y principalmente al buen Emperador Teodosio II, descendiente de casta Española, el cual con su propia
mano, (porque entonces no se imprimían los libros, sino se escribían), escribió todo el Testamento
Nuevo, y tenía por costumbre leer cada día por la mañana en él; a cuya lectura la Emperatriz, su mujer,
llamada Eudocia, mujer muy bien ejercitada en la Sagrada Escritura, y las hermanas del Emperador se
hallaban presentes.
De Alfredo, Rey de Inglaterra, se lee que repartía las 24 horas, que hay en el día y en la noche, en
tres partes: las ocho horas pasaba leyendo, orando, y meditando; otras ocho gastaba en la administración
de su reino, y las otras ocho cumplía con las necesidades de su cuerpo.
Del Emperador Carlomagno, se lee que era muy dado a la lectura de la Sagrada Escritura El Rey
de nuestra España, Recensuinto (o Recensunto), que murió en el 672, entre otras virtudes que se cuentan
de él, tuvo una sed insaciable de saber los secretos misterios de la Sagrada Escritura; y así jamás estaba,
ni comía sin tener consigo grandes teólogos, a los cuales habitualmente preguntaba cosas muy profundas
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Ahora, por el contrario, los recogen para que los fieles que desean servir a Dios conforme a su
Santa Palabra, no los lean, y si los leen, queman los libros, y a los fieles que los leen juntamente con
ellos, y en lugar de los libros de vida les dejan leer libros fabulosos y deshonestos, con que la juventud
se acaba de echar a perder. ¡Gran paciencia de nuestro Dios!
Nuestro buen Rey Recaredo, por ser tan bien ejercitado en la lectura de la Sagrada Escritura, él
mismo con su sabio razonamiento, convenció muchos presbíteros Arrianos. Y así con más razón, que
con autoridad de Rey, los hizo convertir a la verdadera Religión Cristiana. ¡Quiera Dios que nuestro
Rey y los demás Reyes y Príncipes Cristianos del día de hoy imitasen a estos santos Emperadores y
Reyes verdaderamente Cristianos, leyendo la Sagrada Escritura, meditándola y orando. Su ejemplo de
buena vida y doctrina haría mucho bien a sus súbditos, porque cual es el Rey, tales comúnmente son los
súbditos; o por lo menos, lo muestran ser. Tenga el Señor misericordia de su Iglesia, y les envíe buenos
Pastores y Ministros, que los instruyan en la verdadera doctrina, y no en fábulas; y así vengan al
conocimiento de la verdad, y sean salvos. “Esta es la vida eterna, (dice el Señor), que te conozcan, solo
Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo” (Juan 17.3).
Y pues que Dios, (como ya en lo arriba dicho hemos visto), en tanto lugares del Antiguo Testamento,
como del nuevo nos manda no solamente que leamos los libros Sagrados, sino aun que los meditemos y
rumiemos. Y esto no lo manda a una suerte de gente, sino a todo fiel Cristiano, a toda persona que desea
ser salva, sea hombre, sea mujer, joven, viejo, rico o pobre, Rey o vasallo, Eclesiástico o seglar, (como
muchos los llaman), razón será, y nuestro deber haremos, so pena de ser rebeldes, que obedezcamos a lo
que nuestro Dios, Padre y Señor nos manda, siendo ciertos que no nos mandará, sino lo que es santo y
bueno, y conviene para su gloria, y para nuestro bien y provecho.
Y pues que lo que nos manda es asunto de tanta importancia, que no nos va en ello menos que la salud
de nuestras almas, razón será que sepamos cuantos y cuales sean estos sagrados libros, que debemos
leer; los cuales han sido inspirados y dictados por el Espíritu Santo a sus santos Profetas en el Antiguo
Testamento, y a sus sagrados Apóstoles y Evangelistas en el Nuevo.
Los Doctores antiguos, así Griegos como Latinos y algunos Hebreos, y muchos de los modernos
Latinos, a una voz y de manera común dicen ser santos los libros del Antiguo Testamento, cuantas son
las letras del Alfabeto Hebraico, es decir 22; y los nombran de esta manera: el primero Génesis, (en
Hebreo “bereishit”, que quiere decir “en el principio).
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2- Éxodo, (en Hebreo “Veéle-shemot”, que significa “y estos son los nombres”).
10- De las Crónicas, que dividen en dos libros, (Heb. “Dibrei haiamim” , q.d. “palabras de los días” ).
19- Jeremías, (Heb. “Irmeiau”), con el que se cuentan sus lamentaciones o endechas.
21- Daniel.
22- Y por último el libro de los doce Profetas que se llaman Menores, por ser sus libros pequeños, (Heb
“Tere Hasar”), que son :
• Joel.
• Amós.
• Nahum.
• Habacuc.
Y así Orígenes (Apud Eusebiun, libro 6, capítulo 25), dice que son 22. Lo mismo dice Atanasio (in
Synopsi Script), e Hilario Pictaviense, y Nazianzeno en sus versos. Cirilo Jerosolimitano a este
propósito dice: “Leed las Divinas Escrituras, aquellos veintidós libros”. Así Damasceno pone 22. Josefo
(contra Apíon Gramático) dice: “Nuestros libros no son infinitos, etc; son solamente 22”.
Nicéforo pone 22. Rabano Mauro, (in Inst. Cleric. Cap. 25), dice: “Esdras dividió el Viejo
Testamento en 22 libros, para que tantos fuesen los libros de la Ley, cuantas son las letras”. Hugo de S.
Victore, (lib. 2 cap. 9, Exeptionum).
Es verdad que muchos de los Hebreos dicen ser 24, porque hacen a Rut, libro por sí, y a las
Lamentaciones hacen también libro por sí; y así todo viene a una cuenta: pues que no nombran ningún
otro libro, sino solamente aquellos que hemos nombrado. A estos 22 libros, el Sínodo Laodicense y los
doctores de la Iglesia llamaron “Canónicos”, porque son la única regla, (que los Griegos llaman
“canon”), de todo cuanto el hombre pío debe creer, y hacer para ser salvo. A estos libros canónicos todo
hombre, sea quien fuere, se debe sujetar, y por ellos regir, porque son la Palabra y la Voluntad de Dios,
que su Majestad nos ha en ellos revelado. El que a estos libros canónicos no diere entero crédito, y que
por cuanto los menospreciare, sepa este tal que menosprecia al mismo Dios que los dictó; y por tanto no
se escapará de su horrendo juicio. “Horrenda cosa es caer en las manos del Dios viviente”. ¿Dónde, o
cómo se podrá escapar el miserable hombre, que la ira y el furor de Dios no lo halle?
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LOS LIBROS QUE NO ESTÁN EN EL CANON (APÓCRIFOS)
Hemos probado bastantemente cuantos y cuales sean los libros canónicos del Antiguo Testamento,
a saber veintidós, de donde se sigue manifiestamente que todos cuantos libros se añadieren a estos 22 no
son canónicos, no son Sagrada Escritura. Nuestros adversarios admiten los mismos 22 libros, que hemos
nombrado por canónicos. Pero no contentándose con estos 22, admiten, no haciendo caso de lo que los
Antiguos Hebreos, Griegos y Latinos ni de lo que muchos modernos Latinos determinan, otros libros
por canónicos, a los cuales dan la misma autoridad y crédito que a los otros, que verdaderamente son
canónicos.
Los libros que se han añadido son estos: El 3er y 4to que llaman de Esdras, la oración de Manases,
el libro de Tobías, de Judit, de la Sabiduría -comúnmente llamada de Salomón-, el de Jesús hijo de Sirac
–comúnmente llamado el Eclesiástico-, y el 1ro y 2do de los Macabeos, y en algunas Biblias se halla el
tercero. Además de estos han añadido a Ester siete capítulos, a Jeremías el libro de Baruc, al capítulo 3
de Daniel han añadido el Cántico de los tres jóvenes, y todo lo que sigue después del capítulo 12 de
Daniel, a saber, la historia de Susana, la de Bel y la del Dragón. Y aunque para refutar su fantástica y
perjudicial opinión bastaría lo que hemos alegado de tantos Doctores de la Iglesia Católica que a una
voz y de un común consentimiento dicen los libros Canónicos del Antiguo Testamento, no ser sino 22,
que hemos nombrado; pero para mayor confusión de nuestros adversarios, pondré aquí algunos dichos
notables y razones contra esta su opinión.
Los antiguos Doctores, y aun muchos de los modernos llaman a estos libros, “No Canónicos”, sino
“Apócrifos”, que quiere decir “ocultos” (o escondidos). Rufino en la exposición del Símbolo, (el cual
tratado se halla entre las obras de S. Cipriano), después de haber nombrado los libros Canónicos del
Antiguo Testamento y del Nuevo, que son los mismos que nosotros tenemos por Canónicos, dice estas
palabras: “Es necesario con todo esto saber, que hay otros libros que no son Canónicos, a saber: la
Sabiduría de Salomón, el libro de Sirac, el de Tobías, el de Judit, y el de los Macabeos. Estos –dice-,
quisieron que se leyesen en las Iglesias, pero que no fuesen alegados para por ellos confirmar la
autoridad de la fe”. Epifanio en su libro “De Ponderibus & Mensuris”, hablando del libro de la Sabiduría
y del de Sirac, dice estas palabras: “Son ciertamente útiles, mas con todo estos no se cuentan entre los
libros Canónicos, ni fueron puestos en el Arca de la alianza”.
Entre los Padres, el que más copiosa y más claramente trató esta cuestión es S. Jerónimo, y esto no
en un lugar sino en muchos. Léase su prólogo, que llamó “Galeato”, que escribió a Paulino, donde habla
de esta manera: “Como hay 22 letras en el Alfabeto Hebreo, así hay 22 libros”. Y luego “Para que
sepamos que todo cuanto se hallare fuera de estos 22 libros se ha de poner entre los Apócrifos”. “Por
tanto la Sabiduría de Salomón, Jesús y Judit y Tobías no están en el Canon”. Y en su prefacio sobre los
libros de las Crónicas, dice: “La Iglesia ignora los libros Apócrifos; por tanto a los Hebreos nos debemos
acoger, de los cuales el Señor habla, y sus Discípulos tomaron ejemplos. Todo cuanto no está en
aquellos libros se debe desechar totalmente”. Esto dice sobre Esdras y Nehemías; y en su prefacio sobre
los libros de Salomón dice: “Como pues la Iglesia lee los libros de Judit, de Tobías y de los Macabeos,
pero no los cuentan entre las Escrituras canónicas, así ni más ni menos lea estos dos libros”, -a saber el
15
que llaman de la Sabiduría de Salomón, y el de Sirac- “para edificación del pueblo, no para confirmar la
autoridad de los dogmas eclesiásticos”. Y así el mismo S. Jerónimo, (Lib I contra Pelagian), reprende a
un cierto hereje, por cuanto que él pretendiendo probar cierta cosa respecto al Reino de los Cielos, había
alegado testimonios tomados de los libros Apócrifos. El Cardenal Gaetano (que llamaban “el alma de S.
Tomás de Aquino”, al cual el Papa por su erudición envió a Alemania contra Lutero), en el fin de sus
Comentarios de la historia del Antiguo Testamento dice estas palabras: “Aquí acabamos los comentarios
de los libros historiales del antiguo Testamento, porque los demás, (a saber Judit, Tobías, los libros de
los Macabeos), S. Jerónimo no los cuenta entre los libros Canónicos, sino entre los Apócrifos,
juntamente con el libros de la Sabiduría, y con el Eclesiástico, como se ve en el Prólogo Galeato. No te
turbes, novicio, si en algún lugar hallares, o en los santos concilios, o en los sagrados Doctores que estos
libros se llamen canónicos. Porque así las palabras de los concilios, como la de los Doctores han de ser
limadas con la lima de S. Jerónimo, y conforme a su determinación, escribiendo a Cromacio y a
Heliodoro Obispos, estos libros, y los demás de su clase, que andan en el Canon de la Biblia, no son
Canónicos, quiere decir, no son “Regulares” para confirmar lo que pertenece a la fe. Pero se pueden
llamar “canónicos”, para la edificación de los fieles, como recibidos y autorizados en el Canon de la
Biblia para este intento. Con esta distinción podréis discernir los dichos de S. Agustín, y los escritos del
Concilio Provincial Cartaginense”. Hasta aquí Gaetano.
Hugo de S. Victore, (in Prólogo lib I de Sacram. Cap. 7), dice estas palabras: “Leense estos libros,
pero no se escriben en el cuerpo del texto, ni en el canon de autoridad; coo es el libro de Tobías, de
Judit, de los Macabeos, la Sabiduría de Salomón y el Eclesiástico”. Ricardo de S. Victore, (lib. 2 cap. 9
Exceptionum), después de haber dicho los libros Canónicos del antiguo Testamento ser 22, añade lo
siguiente: “Además de estos, hay otros libros, como la Sabiduría de Salomón, el libro de Jesús hijo de
Sirac, el libro de Judit, el de Tobías y los Macabeos, los cuales ciertamente se leen, pero no se escriben
en el Canon”. Y un poco más bajo: “Hay, -dice- en el Antiguo Testamento ciertos libros que no están
escritos en el Canon; y con todo esto se leen, como son la Sabiduría de Salomón, etc”.
Lo mismo dice Nicolao de Lyra, en el prólogo sobre los libros Apócrifos. Dionisio Cartusiano, (in
principio coment. In Genesin). El Tostado (in Mat. Cap. 1). Antonio, (3ra parte, tít. I 8 c 8). Hugo,
Cardenal, en el prólogo sobre josué, llama a Tobías, Judit, Macabeos, Sabiduría de Salomón, y al
Eclesiástico, Apócrifos; y dice “que la Iglesia los admite no para confirmación de la fe, sino para
institución de la vida”. La glosa del Decreto de Graciano, ditt. 16, “afirma la Biblia tener algunos libros
Apócrifos”. Lo mismo en muchos lugares testifica Erasmo. Pero dejados los doctores ya suficientes y
muchos, que hemos alegado, vengamos ahora y mostremos bastantes razones que prueben estos libros
no ser canónicos, sino Apócrifos.
16
RAZONES POR LAS QUE UN LIBRO SE HA DE DECLARAR O NO
CANÓNICO
Tres cosas infaliblemente son necesarias para que un libro sea Canónico; (hablo de los libros del
Antiguo Testamento): La 1ra, que ninguna cosa contenga contra la analogía de la fe; quiero decir
contra lo que el Espíritu Santo ha revelado en los otros libros Canónicos.
La 2da que algún Profeta divinamente inspirado lo haya escrito. Así dice S. Pedro, (2 Pedro 1.19
y 21): “tenemos la firmísima palabra de los Profetas”. Y Romanos 1.2, hablando S. Pablo de Cristo,
dice: “El cual había antes prometido por sus Profetas en las Santas Escrituras”. Y Romanos 16.26:
“Por las Escrituras de los Profetas”. Lucas 1.70: “Como habló por boca de sus Santos Profetas”; y
16.29: “A Moisés y a los Profetas tienen: ¡Óiganlos!”. Y Lucas 24.27: “Comenzando de Moisés y de
todos los Profetas”.
Lo tercero que es necesario, es que el tal libro sea escrito en la lengua materna y vulgar en que
hablaban y escribían los Profetas, que era la Hebrea. Y así dice S. Jerónimo: “A los libros Hebreos
debemos recurrir, en cuya lengua el Señor habló, etc”.
Presupuesto esto ser verdad, como lo es, formaré estos argumentos: 1ro, Todos los libros
Canónicos del Antiguo Testamento fueron escritos por los Profetas; ningún libro de los que llamamos
Apócrifos, fue escrito por algún Profeta. Luego, ningún libro de los que llamamos Apócrifos, es
Canónico.
2do, Todos los libros Canónicos del Antiguo Testamento fueron originalmente escritos en la
lengua vulgar de los Profetas, que era la lengua Hebrea; ningún libro de los Apócrifos fue escrito
originalmente en lengua Hebrea. Luego, ningún libro de los Apócrifos es canónico.
3ro, El Señor y sus Apóstoles confirman la doctrina, alegando los libros canónicos, pero nunca
alegan los Apócrifos. Se infiere de aquí que los Apócrifos no son canónicos.
4to, La antigua Iglesia Hebrea recibió y aprobó todos los libros canónicos del Antiguo
Testamento; a estos que llamamos Apócrifos nunca los recibió. Luego, no son Canónicos. Así dice S.
Pablo, (Ro.13.2), “Los Oráculos de Dios fueron confiados a los Hebreos”, o Judíos. Concluyamos de lo
dicho, que pues los Profetas no escribieron estos libros, y pues que no están alegados en el Nuevo
Testamento, y pues que la Iglesia Israelita nunca los admitió, que no son canónicos.
5ta razón: Además de esto, en cada uno de estos libros hay algo que es contra la Analogía de la
fe pronunciada en los libros canónicos. Luego, no son canónicos. El Espíritu Santo es constante, y no
dice una cosa en un libro y lo contrario en otro. Hombres doctos y píos han probado en cada uno de
los libros Apócrifos hallarse algo que contradiga a lo que dicen los libros canónicos. Bastará pues por
ahora notar algunas cosas de dos o tres libros, por las cuales podréis conocer qué tales sean los
demás. Cuanto al 3er y 4to que llaman de Esdras, muchos de nuestros adversarios no los tienen por
canónicos, sino por Apócrifos. Y así el Concilio Tridentino no los nombra en al catálogo de los libros
canónicos. Arias Montano no los pone en su Biblia, ni aun entre los Apócrifos. S. Jerónimo en su
prefacio sobre Esdras y Nehemías, dice estas palabras: “ninguno se deleite con los sueños del 3er y
4to de Esdras”. Cuanto a los libros de los Macabeos, S. Jerónimo, (en Catal Ilust. Virorum, y lib 2
17
contra Pelagian), dice Josefo ser el autor de estos libros. Josefo vivió después de la muerte del Señor
y no fue Profeta; por tanto no pudo componer libros que perteneciesen al Canon de los Hebreos.
Asimismo, Gregorio Magno dice no ser canónicos, (lib. 19, cap.16 Moralium). Además de esto, el
segundo libro contradice algunas cosas que están en el primero. Y es de notar que al primero se da
más crédito que al segundo; En 1ro Mac. 6.8 y 16 se dice que Antioco murió en Babilonia del dolor y
tristeza que concibió, habiendo oído las malas nuevas de la pérdida de su ejército en Judea. Pero 2do
Mac. 1.16 dice que los sacerdotes lo mataron a pedradas en el templo de Nanea y que después lo
hicieron pedazos. Igualmente, en 2do Mac. 9.28 se dice que murió de miserable muerte, peregrino
entre los montes, yendo contra Judea. ¿Cómo es posible que un mismo hombre muriese en tan
diversos lugares y con tan diversos géneros de muerte? Asimismo en 1ro Mac 9.3 y 18, se dice Judas
haber sido muerto en la batalla, que se dio en el año 152, (a saber del reino de los Seleúcidas), pero
en 2do Mac. 1.10, se dice que en el año 188, Judas escribió letras a Aristóbulo. ¿Cómo pudo
escribirlas 36 años después de muerto? Asimismo, en 2do Mac. 2.24, dice el autor que él ha abreviado
y hecho un resumen de los cinco libros de Jasón Cireneo. ¿Cuándo el Espíritu Santo suele hacer
recapitulación de la historia de un autor profano? Quien haya sido este Jasón no se sabe. Esto es
cierto: que no fue Profeta. Igualmente, en 1ro Mac. 4.36, se dice que Judas Macabeo limpió el templo,
habiendo vencido a Lisias antes de la muerte de Antioco. Pero en 2do Mac. al principio del cap. 10, se
dice que esta limpieza se hizo después de la muerte de antioco. Y los mismos adversarios conceden
que en ambos lugares se habla de una misma limpieza.
Pero vengamos a lo vivo; en el 2do libro se hallan cosas que manifiestamente repugnan a la
doctrina Católica enseñada en los libros Canónicos. En cap.12.43, Judas Macabeo es alabado por
haber ofrecido sacrificio por los que murieron en la batalla. Debajo de las ropas de estos muertos,
(como se dice en el v.40), se hallaron algunas cosas de las ofrecidas a los ídolos de Jamnia, las cuales
la Ley veda, (Dt.7.25) a los Judíos; de donde fue manifiesto que por aquella causa habían sido
muertos en la batalla; y nuestros adversarios afirman que por semejantes idólatras y sacrílegos no se
han de ofrecer sacrificio, pues que murieron en pecado mortal. Si Judas Macabeo ofreció este
sacrificio, no hizo bien, porque todo “cuanto se hace sin fe es pecado, y todo lo que no procede de fe
es imposible que agrade a Dios”. Nunca Dios, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento mandó que
se ofreciesen sacrificio por los muertos. Las almas de los que mueren en el Señor van a vida eterna, y
las de los que no mueren en el Señor, como las de estos de quien hablamos, no murieron, van a
muerte perpetua. Un tercer lugar donde las ánimas estén depositadas, hasta que sean limpiadas, la
Escritura Sagrada lo ignora.
Asimismo en el cap 14.42 del mismo libro, Razis que se mató a sí mismo por no caer en manos
de sus enemigos, es alabado por ello, debiendo de ser condenado, pues quebrantó el mandamiento de
Dios, que dice: “No matarás”. Y así estará con Saúl, que por la misma causa se mató a sí mismo; (leed
1Sam.31.4), y como Judas, que desesperado se ahorcó. Asimismo, al final del último capítulo de este
2do libro de los Macabeos, el autor o abreviador dice estas palabras: “Y si hubiere bien dicho y como a
la historia conviene, esto es lo que yo deseo; mas si poco y flacamente: esto es lo que pude”: O como
dice la vulgata, edición a la cual nuestros adversarios le dan suma autoridad: “Concedendum est mihi:
superpoteseme”. Otro semejante perdón se demanda en el prefacio del Eclesiástico. ¿Cuándo el
Espíritu Santo, que es la misma sabiduría y verdad, usó de semejante manera de hablar, demandando
perdón a los hombres si no ha hablado tan bien como debiera? Acaben pues nuestros adversarios de
entender la gran diferencia que hay entre los libros canónicos y los Apócrifos; y conténtense con que
los hayamos puesto aparte, y no entre los canónicos, cuya autoridad es sacrosanta e inviolable.
18
Cuanto a los libros del Nuevo Testamento, ninguna diferencia hay entre nosotros y nuestros
adversarios; los mismos que ellos admiten por canónicos, admitimos nosotros. Con todo esto en una
cosa no convenimos con ellos: ellos dicen que la Iglesia puede a cualquier libro Apócrifo hacerlo
canónico, lo cual nosotros negamos. Porque la Iglesia no es sino aprobadora, conservadora,
depositaria y cajera de los libros que el Espíritu Santo ha inspirado a sus santos Profetas en el Antiguo
Testamento, y a sus sagrados Apóstoles en el Nuevo; no es inventora, y por esto S. Pablo, (Ro.3.2),
hablando de la prerrogativa del pueblo Judío dice: “A ellos fueron confiados los oráculos de Dios”. Los
mismos Oráculos de Dios son confiados a la Iglesia Cristiana. Graciano, (dist.19), y Alonso de Guerra,
o Guerrero,(in tesauro Cristiana Religionis c.3 núm. 5), y otros cuentan las epístolas decretales de los
sumos Pontífices entre las Escrituras canónicas, y les dan la misma autoridad. Si esto es verdad, ¿Por
qué no las imprimen juntamente con el Nuevo Testamento? La falsa opinión que tienen que ni los
sumos Pontífices, ni la Iglesia, ni el concilio que la representa no pueden errar, (y aun algunos añaden
que ni los inquisidores), los hace caer en semejantes desvaríos
Resta ahora dar cuenta qué nos haya movido a hacer esta segunda edición. Casiodoro de Reina,
movido de un pío celo de adelantar la gloria de Dios, y de hacer un señalado servicio a su nación,
viéndose en tierra de libertad para hablar y tratar de las cosas de Dios, comenzó a entregarse a la
traducción de la Biblia, la cual tradujo. Y así en 1569 imprimió dos mil seiscientos ejemplares, los
cuales por la misericordia de Dios se han repartido por muchas regiones. De tal manera que hoy casi
no se hallan ejemplares, si alguno los quiere comprar. Para que, pues, nuestra nación Española no
careciese de un tan gran tesoro, como es la Biblia en su lengua, hemos tomado la pena de leerla y
releerla una y muchas veces, y la hemos enriquecido con muchas notas, y aun algunas veces hemos
alterado el texto; lo cual hemos hecho con maduro consejo y deliberación, y no fiándonos de nosotros
mismos, (porque nuestra conciencia nos testifica cuán pequeño sea nuestro caudal); lo hemos
consultado con hombres doctos y píos, y con diversas traducciones, que por la misericordia de Dios
hay en diversas lenguas el día de hoy.
Cuanto a lo demás, la versión, conforme a mi juicio, y al juicio de todos los que la entienden, es
excelente; y así la hemos seguido, cuanto hemos podido, palabra por palabra.
La expresión “por ventura”, por saber a gentilidad la hemos quitado. También hemos quitado el
término “capullo” y en su lugar puesto “prepucio”, que es vocablo admitido hace mucho tiempo ya, en
la Iglesia Cristiana. También hemos quitado todo lo añadido de los 70 Intérpretes, (Versión de los LXX
o Septuaginta), o de la Vulgata, que no se halla en el texto Hebreo; lo cual principalmente aconteció en
los Proverbios de Salomón. Esto digo, para que si alguno comparare esta versión con la que llaman
Vulgata, y no hallare en esta todo lo que hay en aquella, no se sorprenda. Porque nuestro intento no
es traducir lo que los hombres han añadido a la Palabra de Dios, sino lo que Dios has revelado en sus
Santas Escrituras.
Hemos también quitado las acotaciones de los libros Apócrifos en los libros canónicos; porque no
está bien hecho confirmar lo cierto con lo incierto, la Palabra de Dios con la de los hombres. En los
libros canónicos hemos añadido algunas notas para aclaración del texto, las cuales se hallarán en otro
tipo de letra que las notas del primer Traductor. Cuando hallareis en el texto esta señal: * , significa
que en el margen hay alguna acotación con la misma *.
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Las letras del Alfabeto que hallareis añadidas en el texto, significan que en el margen hay alguna
nota, que le corresponde a la misma letra. Donde hallareis estas dos letras: “q.d.”, leeréis “quiere
decir”. “Ab.” significa “abajo”, “Ar.” significa “arriba”, conviene a saber, en el mismo capítulo o libro. “S”,
significa “ es a saber”. Los nombre propios los hemos retenido como comúnmente se pronuncian; y así
decimos María, que en hebreo se dice Miriam, disílabo; Moisés, en hebreo Moshé; Isaías, en heb.,
Ieshaiau. Jeremías, en heb. Irmeiau; Sofonías, en heb., Tzefania; Malaquías, en heb. Malawi. Bien
quisiéramos que los nombres fueran los propios hebreos, pero no los hemos usado, porque queremos
hablar de manera que doctos e indoctos nos entiendan.
Jah, tan frecuentemente hallado en los Salmos y en algunos otros lugares de la Escritura,
es su abreviatura. Y así es nombre propio de la Esencia divina, que significa y es lo mismo que
Jehová. Y así en el Sal.68.4, “En Jah su nombre”. Se deriva del mismo verbo sustantivo que
Jehová. David Kimhi, Judío de confesión y Español de nacionalidad dice que Dios se llama Jah
porque es creador del mundo y porque es causa de su propio ser.
La primera razón que aquí añado es esta: Los Gentiles idólatras que tuvieron algún
comercio y trato con el pueblo Hebreo pronunciaron el nombre de Jehová. Pregunto yo ahora:
¿De quién aprendieron a pronunciarlo cuando hablaban con los Hebreos, sino de los mismos
Hebreos, que hablando con los Gentiles, lo pronunciaban? En Gén.24.31, Labán dice al sirviente
de Abraham: “Ven, bendito de Jehová”, y en el versículo 50, Labán y Batuel dicen al mismo
sirviente: “De Jehová ha salido esto, no podemos hablarte malo ni bueno”. En Ex.5.2, el Faraón
respondió a Moisés y Aarón, (que le habían dicho: “Jehová el Dios de Israel dice así, etc.”),
“¿Quién es Jehová para que yo oiga su voz?” Y luego: “No conozco a Jehová, etc.”. En Ex.10.7,
los Egipcios dicen al Faraón: “Deja ir a estos hombres para que sirvan a Jehová su Dios”. Y así
Faraón (versículo siguiente), movido por lo que le habían dicho sus Egipcios, dijo a Moisés y
Aarón: “Andad, servid a Jehová vuestro Dios”; y en el versículo 10, el mismo Faraón les dice:
“Así sea Jehová con vosotros, como yo os dejaré ir”; y en el Versículo 11: “Servid a Jehová, etc”.
En Exodo 18.10, Jetro, Sacerdote de Madián, dijo a Moisés su yerno: “Bendito Jehová que os
libró, etc.” En Núm.23.27, Balac Rey de Moab dijo a Balaam: “¿Qué ha dicho Jehová?” Y en el
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Cap.24.11, le dice: “Jehová te ha privado de honra; y en el versículo 13, Balaam dice: “No podré
traspasar el dicho de Jehová”; y luego: “Lo que Jehová hablare,etc.”
En Josué 2.19, Rajab dice a los espías de Josué: “Hemos oído que Jehová hizo, etc”, y en
el versículo 12 les ruega que le juren por Jehová; y en el cap.9.9, los Gabaonitas dicen a Josué:
“Por la fama de Jehová tu Dios”.
En Rut 1.17, Rut dice a su suegra Noemí: “Así me haga Jehová, etc.”.
En 1ro Samuel 29.6, Aquis, Rey de los Filisteos, dijo a David: “¡Vive Jehová que tu has sido
recto!, etc.”.
En 1ro Reyes 5.7, Hiram, Rey de Tiro, dice a Salomón: “Bendito Jehová, etc.”; Y en el cap.
10.9, la Reina de Sabá dice a Salomón: “Jehová tu Dios sea bendito”; y en el mismo versículo:
“Jehová ha amado siempre a Israel”.
En 2do Reyes, Naamán el Siro, hablando, hablando de Eliseo dice: “Pensaba en mí: él
saldrá luego y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios”. En 2do Reyes 18.25,
Rabsaces hablando con los Judíos les dice: “¿He venido yo sin Jehová?, etc.””Jehová me ha
dicho: Sube a esta tierra, etc”; Y en el versículo 30: “No os haga Ezequías confiar en Jehová,
diciendo: librando nos librará Jehová”. Y de igual manera en el versículo 32. La misma historia se
cuenta en Isaías 36.
¿De dónde Labán, Batuel, el Faraón, los Egipcios, Jetro, Balac, Balaam, Rajab, los
Gabaonitas, Rut, Aquis, Hiram, la Reina de Sabá, Naamán, Rabsaces, y otros infieles e idólatras
que se hallarán en la escritura, supieron el nombre del Dios de los Hebreos ser Jehová, y lo
pronunciaron hablando con los Hebreos, sino de haberlo oído pronunciar a los mismos Hebreos,
con quienes familiarmente trataban? Y lo que es mucho de resaltar, que ni Moisés, tan celoso de
la gloria de Dios, ni su hermano Aarón, Sumo Sacerdote, ni Josué, criado a los pies de Moisés,
ni David, tan santo, ni salomón, tan sabio nunca los reprendieron por haberlo pronunciado, lo que
sin duda ninguna hicieran si no fuera lícito pronunciarlo.
De dónde los antiguos Latinos idólatras llamaron a su gran Dios “IOVIS”, (Jeovis es el
nombre antiguo; después dijeron Júpiter), como cuando dijo Virgilio, (Égloga 3):
Sino del nombre Hebreo Jehová, que habían oído ser el nombre del Dios de los Hebreos?
Nuestro Sevillano Benito Arias, doctísimo en lenguas, hablando de los nombres de Dios
hace particular mención del nombre esencial Jehová, y así dice estas palabras: “Y si es lícito
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mostrara por razón de otros semejantes nombres la cierta pronunciación , IEHVEH se habría de
decir. Y así pienso que los Padres lo pronunciaron, así Israelitas como otros hombres de otras
naciones, que tuvieron noticia de este nombre”. El mismo Benito Arias después de haber dicho lo
precedente, promete que tratará en otro lugar acerca de la verdadera pronunciación del nombre
Jehová. Si lo ha hecho, no lo sé.
Habiendo probado que es lícito pronunciarlo, y que los antiguos, así Hebreos como
Paganos lo pronunciaron, resta ahora avisar al que lo pronuncia que cuando concibe este
glorioso nombre en su mente, cuando lo escribe, o pronuncia, lo haga con la reverencia que se
debe a un tan sacrosanto nombre; acuérdese de las condiciones, que anteriormente hemos
notado, que Jeremías 4.2 pone. El nombre de Jehová, (como se dice en el Salmo 119.9), “es
santo y terrible”. Si es santo, ¿Por qué, miserable pecador, lo profanas tomándolo sin reverencia
ninguna cada dos por tres en tu boca? Si es terrible, ¿Por qué tú, miserable gusano, polvo y
ceniza, no tiemblas cuando lo tomas en tu boca sucia? Acuérdate que Dios no tendrá por
inocente al que tomare su nombre en van, (Ex.20). Acuérdate del horrendo Castigo con que Dios
castigó al blasfemo. En Lev.24.14, mandó Dios que fuese apedreado. Y así lo fue.
Perdonadme, Cristiano Lector si he sido largo en esto: la superstición de los Judíos, y los
escrúpulos de algunos Cristianos me han hecho ser prolijo.
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RECONOCIMIENTO A DIOS POR PARTE DEL REVISOR
El trabajo que yo he tomado para sacar a luz esta obra, ha sido muy grande, y de muy
largo tiempo; y tanto ha sido mayor, cuanto yo he tenido menos ayuda de alguno de mi nación
que me ayudase, siquiera a leer, a escribir o corregir. Todo lo he hecho yo solo. Ha agradado a
mi buen Dios de tomarme por instrumento, (aunque indigno e insuficiente), para acometer una
tan grande empresa, y darme fuerzas y ánimo para no desmayar en mitad del camino, y dar con
la carga en tierra. Además de esto, Satanás, recelándose del daño y ruina que esta Biblia
Española causará en su reino, ha procurado por las vías posibles, (conforme a su maldito odio y
rencor que tiene contra Dios y su gloria), impedirla con nuevos ardides y estratagemas. Pero con
todo esto no ha podido salirse con la suya; porque nuestro buen Dios, (cuya causa en esta obra
se trata), le ha tenido las riendas, y lo ha frenado de tal manera con el freno de su potencia, que
no ha hecho sino lo que su Majestad le ha concedido que hiciese. Y aun esto ha sido para
ejercitar mi paciencia, y argumentar mi fe en El, que por su misericordia me ha dado.
Yo, siendo de 50 años comencé esta obra; y en este año de 1602, en que ha agradado a
mi Dios sacarla a luz, soy de 70 años, (edad es esta en que las fuerzas desfallecen, la memoria
se entorpece y los ojos se oscurecen). De manera que he empleado 20 años en ella. Todo el
cual trabajo doy por muy bien empleado. Mi intento ha sido servir a mi Dios, y hacer bien a mi
nación. ¿Y qué mayor bien les puedo hacer que presentarle el medio, que Dios ha dispuesto
para ganarle almas, el cual es la lectura de la Sagrada Escritura? Aquí se dan buenas nuevas a
los pobres; aquí se da la medicina para sanar los quebrantados de corazón, aquí se pregona a
los cautivos libertad y a los ciegos vista. Aquí se publica el año agradable del Señor: aquí los
tristes son consolados, y lo demás que dijo Isaías cap. 61. Y el Señor lo alega en Lc.4.18.
Agrade a su Majestad quiera por su Cristo aceptar este, mi MINJAH, este, mi sacrificio
vespertino, que yo le ofrezco en mi vejez. Le suplico bendiga esta su obra, para que su
sacrosanto nombre, el cual es anunciado en ella, sea santificado en España, como lo es en otras
naciones.
Esta Biblia fue impresa con la ayuda y asistencia de pía gente. He dicho esto para que su
memoria sea eterna, y para que otros, a su ejemplo, se ocupen en semejantes obras de piedad.
Hacer esto es juntar, (como el Señor en Mt.6.20 nos manda), “tesoros en el cielo, donde la
polilla, ni herrumbe los come; y donde los ladrones no minan ni hurtan”.
Si librar al cuerpo mortal de algún peligro inminente es cosa que mucho agrada a Dios, y
por tal razón nos la manda, ¿Cuánto más grato le será librar al alma inmortal de ignorancia,
superstición e idolatría, y darle el verdadero conocimiento de la voluntad de Dios, lo cual se hace
con la lectura y meditación de la Sagrada Escritura, la cual os presentamos en este libro?
Escuchad, pues, diligentemente, ¡Oh, Españoles carísimos!, con un ánimo humilde, abatido y
desconfiado de sí mismo, al Dios todopoderoso que os creó, redimió y santificó, y os promete, (si
vosotros oyereis su voz e hiciereis lo que os manda y cómo lo manda), glorificarnos en su Reino
consigo, el cual os habla y enseña en esta, su Santa Palabra, su voluntad. Su Majestad por su
23
Cristo, no mirando a nuestra ausencia de méritos, (porque ¿Qué hombre hay que no peque?
Todos somos concebidos, nacidos y crecidos en pecado, y envejecidos en él), os haga la gracia
por su Cristo, que así lo hagáis. Así sea, así sea.
EXHORTACIÓN FINAL
Por tanto hermanos míos muy amados, os exhortamos en el nombre del Señor, cuyos
embajadores somos, que no recibáis en vano la gracia que su Majestad os hace de manifestaros
su voluntad hablándoos hoy en vuestra lengua Española. Os suplico en Su nombre, que no
endurezcáis hoy vuestros corazones, no queriendo oír la voz del Señor que hoy os habla. He
aquí hoy es el tiempo acepto, he aquí ahora el día de salud; Dios os habla: ¡Escuchadlo y haced
lo que os manda, como El lo manda! Porque ¿Cómo escaparéis vosotros, si tuviereis en poco
una salud tan grande, como la que os presenta Dios el día de hoy? Advertid que si Dios es
Padre misericordioso, lo es para con aquellos que se humillan y se dejan gobernar por Su
Palabra. Pero para los rebeldes y contumaces es severísimo juez. “Horrenda cosa es caer en
sus manos”. Acordaos como haya tratado a su pueblo Hebreo, por no haberle oído ni obedecido.
“Por tanto yo juré, (dice el Señor), en mi furor, No entrarán en mi reposo”. Lo mismo hará con
vosotros, sino lo oyereis hoy cuando os habla.
En Oseas 4.6, dice Dios: “Mi pueblo fue talado, porque le faltó sabiduría”. Amós 8.11: “He
aquí que vienen días, dijo el Señor Jehová, en los cuales enviaré hambre a la tierra: no hambre
de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Dios”; y luego nombra el castigo con que los
castigará: Prov.29.18 dice que “el pueblo sin Profecía, (quiere decir, sin enseñanza de la
voluntad de Dios), será disipado. Para no caer pues en semejantes peligros y castigos, oíd a
Dios, que por boca de sus santos Profetas y Apóstoles os habla hoy en este libro, que llamamos
LA BIBLIA.
Otra vez vuelvo a suplicar a nuestro buen Dios y Padre misericordioso, os haga la gracia
que lo oigáis para que sepáis su voluntad, y sabiéndola, viváis conforme a ella; y así seáis salvos
por la sangre de aquel Cordero sin mancha, que se sacrificó a sí mismo en el altar de la Cruz,
para alcanzaros perdón de vuestros pecados delante del Padre. Así sea.
C. de V.
24
Por Alejandro David Riff – Representante SBT en Argentina
Introducción
Pero también las itálicas fueron ampliamente utilizadas por los traductores de la Biblia
de la era de la Reforma del siglo XVI.
Esta tradición aplicada al uso de las itálicas fue mantenida por siglos en las
traducciones bíblicas de los diferentes idiomas y su uso es un principio que la Sociedad
Bíblica Trinitaria mantiene en todas sus versiones y traducciones de la Biblia.
Cabe preguntarnos:
¿Por qué en la actualidad nos encontramos con versiones de la Biblia donde el uso
de itálicas ya no es más empleado?
¿Qué uso intrínseco tienen las itálicas dentro del texto bíblico?
Trataremos con estas preguntas, y con otros temas relacionados con las itálicas, en
este breve estudio.
Este estilo de letra nació en Florencia, Italia, en el seno de una influyente familia (los
Medicis), a comienzos del Renacimiento. Era usada en primera instancia para fines
particulares de la familia y entre su círculo de amistades. No obstante, con el tiempo,
pasó al uso protocolar de la cancillería papal, en especial, durante el período de
Eugenio IV. Por tal motivo, el nombre inicial de este tipo de letra fue: “lettera
cancelleresca”. Más tarde, los círculos humanistas de la época modificaron
Page 1
Itálicas: Transparencia en la Traducción
El nombre común de esta letra pasó a llamarse “itálica” por ser Italia
su país de origen. Otros nombres que recibe este tipo de letras son:
“bastardilla”, “cursiva”, o “letra aldina” en honor al tipógrafo Aldo
Copia de la obra
Manucio, que hizo un uso extendido de la misma. El año1501 fue el año clásica Virgilio,
primer impreso de
en el cual las letras itálicas encontraron su forma en los moldes de Manucio en 1501 en
imprenta de la mano de dicho humanista e impresor. letras itálicas.
Muy pronto, y antes de la mitad del siglo XVI, las itálicas de Aldo Manucio se habían
extendido entre los principales tipógrafos de Europa. También a Aldo
Manucio se le da el crédito de ser el creador de los primeros “libros de
bolsillo” (aunque no eran tan pequeños como se los conoce hoy en
día). Cabe destacar que el conocido editor del Nuevo Testamento
griego, Erasmo de Rotterdam, trabajó con Manucio aproximadamente
entre 1506 y 1509.
También Manucio fue uno de los primeros tipógrafos en utilizar
caracteres griegos. Aldus Manutius,
nombre en latín del
célebre tipógrafo.
Por el año 1492, Manucio escogió como modelo para su tipografía
griega una escritura informal, cuya caligrafía poco estética contaba con innumerables
contracciones y ligaduras (la única característica del griego aldino que más tarde fue
abandonada).1
INTENTOS TEMPRANOS
Podemos decir que antes del uso de la letras itálicas para para fines bíblicos, hubieron
varios intentos de diferenciar entre un tipo de letra y otro dentro de un mismo texto, en
lo que se refiere a traducciones. Un primer uso de este tipo fue realizado por Sebastian
Münster (1489-1552), profesor de hebreo en Basilea. Este produjo la Biblia Hebrea en
dos volúmenes, la cual fue acompañada por una traducción al latín. En dicha
traducción, tuvo la idea de utilizar un tipo de letra romana más pequeña para
aquellas palabras auxiliares que quería agregar al texto principal. El segundo en utilizar
esta filosofía (y un personaje más conocido), fue Olivetan, traductor de la Biblia al
francés, publicada en 1535 en Suiza, con prólogo de Juan Calvino, su primo. Olivetan
Página 2
Itálicas: Transparencia en la Traducción
utilizó un tipo de letra más pequeña para distinguir palabras que no estaban en el
original hebreo o griego, pero que se necesitaban en la traducción para completar el
sentido de las frases. No era todavía la letra itálica inclinada, pero podemos decir que
cumplía con los mismos propósitos.
LA BIBLIA DE GINEBRA
Una innovadora Biblia, traducida por refugiados ingleses en Ginebra, fue publicada
en el año 1560. William Tyndale había publicado en 1526 el Nuevo Testamento inglés
traducido desde el idioma griego, pero esta nueva obra, denominada “La Biblia de
Ginebra”, contenía también el Antiguo Testamento, traducido directamente del
original hebreo. Aparte de tener títulos de sección y notas marginales con diversos
comentarios, fue innovadora en el sentido que introdujo en el texto la división de
capítulos y versículos, siguiendo el trabajo del impresor Robert Estienne. Pero el tema
que nos interesa en este estudio es que la Biblia de Ginebra fue la primera en
incorporar palabras en letras itálicas (letra inclinada como tal) para suplir el trabajo de
traducción, ejemplo que siguieron las demás Biblias de la Reforma, incluso la
traducción de Reina en 1569 de la que trataremos luego.
Se sabe que la traducción de un idioma a otro no siempre puede ser palabra por
palabra, y que muchas frases traducidas literalmente del idioma fuente no tienen una
equivalencia exacta en el idioma receptor. Los traductores de la Reforma conocían
perfectamente estos gajes del oficio, pero debido a su sumo respeto a la Palabra de
Dios, y con el concepto de la “inspiración verbal”2 en mente, desarrollaron este
reverente principio de utilizar palabras auxiliares en un tipo de letra distinto al texto
normal. Ellos no querían hacer agregados intencionales al texto bíblico, pero también
se cuidaban de no agregar algo espurio que surgiera del proceso de traducción y sus
inevitables equivalencias. En sus mentes estaba firmemente presente el texto de
Apocalipsis 22:18 y19, y su reverencial temor por la Santa Palabra del Señor no era
para menos. El desarrollo de la imprenta, junto con la necesidad de realizar
traducciones fieles y exactas de las Escrituras, dio origen a la utilización de palabras en
un tipo de letra diferente, de caligrafía inclinada, para indicar que dichas palabras no
forman parte del texto bíblico en el idioma original y, de esta forma suplir la estructura
2Inspiración Verbal: Posición teológica que define la inspiración de Dios en las Escrituras, no
solamente en los temas que trata y lo que abarca (inspiración plenaria), sino también que
cada palabra en el texto fue inspirada por el Espíritu Santo (no confundir con el postulado del
dictado mecánico, el cual es incorrecto).
Página 3
Itálicas: Transparencia en la Traducción
gramática o el sentido que falta al texto traducido. Así nacieron las denominadas
“itálicas bíblicas”.
3 Traducción de Casiodoro de Reina en el año 1569, cuya tapa mostraba un oso tratando de
acceder a un panal de miel.
4 Según un estudio del Dr. William Patterson, consultor de la Sociedad Bíblica Trinitaria, experto
trabajaron para mejorar la itálica de Manucio, en especial las letras mayúsculas. Garamond
incluso trabajó un tiempo junto al editor del Nuevo Testamento griego, Robert Estienne.
Página 4
Itálicas: Transparencia en la Traducción
Leamos ahora cuál era la opinión del traductor original de la Biblia en español,
Casiodoro de Reina, refiriéndose a las itálicas:
« Con toda la diligencia que nos ha sido posible, hemos procurado atarnos al texto, sin
quitarle ni añadirle. Quitarle nunca ha sido necesario; y así creemos que en nuestra
versión no falta nada de lo que está en el texto, sino fuere por casualidad alguna vez
algún artículo, o alguna repetición de verbo, que sin menoscabo de la integridad del
sentido se podría dejar… // ...haberlas señalado a todas en otra letra, que la del texto
común, para que el lector las conozca a todas, y tenga libertad para aprovecharse
de ellas, si le parecieren ser al propósito, o dejarlas del todo, (como a diligencia
humana que puede errar o acertar) y seguir el hilo de su texto, si no le cuadrare,
porque en ellas, ningún juicio queremos ni debemos perjudicar6. »
La Sociedad manifiesta claramente por qué aboga por el uso de las denominadas
“itálicas” o “cursivas” en todas sus traducciones o revisiones de la Biblia.
Página 5
Itálicas: Transparencia en la Traducción
Una práctica habitual en la traducción bíblica, pero evitada por los traductores de
la Sociedad, es reemplazar por nombres los pronombres incluidos en los textos griego y
hebreo: “él”, “ella” o “ello”. De este modo, el lector tiene la oportunidad de interpretar
la Biblia por sí mismo, sin que interfieran las opiniones subjetivas de los traductores. Por
otro lado, este tratamiento no interpretativo había sido, hasta épocas relativamente
recientes, el habitual parámetro de traducción ».7
Página 6
Itálicas: Transparencia en la Traducción
180
160
140
120
100
80
60
40
20
0
RV1909 Nueva Revisión SBT
Las Sociedades Bíblicas Unidas (SBU) han realizado e impreso la conocida revisión del
año 1960. Esta Biblia, tan difundida en el mundo hispanohablante, fue la primera de la
línea Reina-Valera en abandonar el uso de las itálicas.
Muchos lectores cristianos que crecieron con la lectura de esta Biblia quizá nunca
supieron que desde la traducción de 1569 hasta la revisión de 1909 se utilizaron las
letras itálicas por causa de la filosofía de traducción empleada y, por qué no, de la
posición teológica de los revisores.
La SBU, desde su fundación en1946, asimiló la idea que el antiguo método por
“Equivalencia Formal”8 debía dar paso a nuevos métodos de traducción que no
hicieran tanto énfasis en las palabras, sino en el significado del mensaje que se desea
transmitir. Eugenio Nida fue el creador del método conocido como “equivalencia
dinámica”. Sin entrar en detalles sobre el significado de esta filosofía de traducción
(que no se ajusta a los principios de nuestra Sociedad), ponemos sobre relieve que la
idea implantada dio lugar a nuevas versiones de la Biblia en español, tal como: Dios
Habla Hoy, Biblia en Lenguaje Actual, etc. Este fenómeno de proliferación de versiones
bíblicas se replicó, desde luego, en otros idiomas.
8Método que tiene en cuenta las palabras del idioma fuente y que sigue de cerca la literalidad
de la traducción en cuanto sea posible.
Página 7
Itálicas: Transparencia en la Traducción
Ahora la pregunta que cabe es: ¿Por qué la Reina Valera de 1960 no utilizó itálicas?
En cierta forma, la utilización de las itálicas era una prevención de agregados al texto
bíblico por parte de traductores o revisores.
Bajo la metodología del uso de las itálicas, nadie podía volcar dentro del texto bíblico
pensamientos o desarrollo de ideas propias sin quedar en evidencia.
Desde 1960, con la llegada de la nueva Biblia Reina Valera, los lectores se fueron
olvidando poco a poco que alguna vez existieron las itálicas en revisiones anteriores.
Esto llevó posteriormente a que se aceptara un texto bíblico donde nadie pudiera
identificar los agregados que permite el método de traducción por “Equivalencia
Dinámica” en las versiones modernas.
Página 8
Itálicas: Transparencia en la Traducción
Conclusión
Conservar el uso de las letras itálicas dentro de una versión bíblica es un principio de
fidelidad escritural.
Es un principio que distingue entre las palabras del hombre y las palabras de Dios, por
tanto, un acto reverente que pone en alto al Autor por encima del traductor.
Quizá para las mentes modernas el uso de las itálicas en una versión bíblica sea algo
anticuado, o un concepto fuera de los “adelantos” en materia de traducción.
Página 9
¿Qué
diferencia
hay
entre
La
Biblia
de
las
Américas
y
la
Biblia
Reina
Valera?
Por
el
equipo
de
Sociedad
Bíblica
Trinitaria
en
español
¿Qué
diferencia
hay
entre
La
Biblia
de
las
Américas
y
la
Biblia
Reina
Valera?
Esta
es
una
pregunta
muy
frecuente
que
hacen
nuestros
lectores
a
través
de
nuestro
sitio
web
tanto
como
por
las
redes
sociales.
Por
lo
general
lo
hacen
comparándolo
con
la
revisión
de
la
Reina
Valera
de
1960.
En
este
escrito
vamos
a
hacer
un
análisis
objetivo
de
La
Biblia
de
las
Américas,
pero
comparándola
con
la
Reina
Valera
Antigua
(1909)
y
la
nueva
revisión
que
está
llevando
a
cabo
la
Sociedad
en
el
aspecto
textual
y
gramatical.
Le
recordamos
al
lector
que
la
Reina
Valera
de
1960
es
una
revisión
de
las
Sociedades
Bíblicas
Unidas,
y
no
tiene
nada
que
ver
con
la
Sociedad
Bíblica
Trinitaria,
que
tiene
otros
principios
de
traducción
tanto
como
otros
criterios
acerca
del
uso
de
fuentes
textuales.
Hemos
visto
varios
artículos
en
Internet
que
comparan
La
Biblia
de
Américas
con
la
Reina
Valera
de
1960,
pero
no
se
tiene
en
cuenta
que
gran
parte
del
público
hispanohablante
usa
todavía
la
Reina
Valera
1909,
y
que
esta
versión
tiene
otras
características
respecto
a
la
de
1960.
También
mencionaremos
algunas
particularidades
de
nuestra
revisión
actual
(Reina
Valera
SBT)
para
comparar
algunas
diferencias
con
respecto
a
La
Biblia
de
las
Américas.
Aspectos
comunes
entre
La
Biblia
de
las
Américas
y
la
Reina
Valera
Uno
de
los
principales
aspectos
que
compartimos
es
la
forma
de
traducir
por
“Equivalencia
Formal”.
A
diferencia
de
las
versiones
más
modernas
(Nueva
Versión
Internacional,
Nueva
Traducción
Viviente,
Biblia
en
Lenguaje
Sencillo
etc.),
La
Biblia
de
las
Américas
es
conservadora
en
su
forma
de
traducir;
es
decir
que
es
como
la
Reina
Valera
en
muchos
aspectos,
aunque
no
tan
literal
como
ella.
Otra
de
las
cosas
que
se
comparte
con
los
principios
originales
de
las
Biblias
de
la
Reforma
es
el
uso
de
las
letras
itálicasi
o
cursivas.
Las
letras
cursivas
fueron
abandonadas
en
la
revisión
de
la
Reina
Valera
de
1960
(y
la
gente
se
acostumbró
a
su
ausencia),
pero
el
público
que
continuó
utilizando
la
Biblia
Reina
Valera
de
1909
conoce
muy
bien
esta
característica
que
da
trasparencia
a
la
traducción.
Algunas
personas
ven
el
uso
de
las
letras
cursivas
en
La
Biblia
de
las
Américas
como
si
fuera
como
un
avance
novedoso
en
la
fidelidad
textual,
pero
esta
fue
desde
siempre
la
característica
de
las
traducciones
antiguas.
Por
supuesto,
miramos
con
agrado
que
La
Biblia
de
las
Américas
utilice
letras
itálicas;
solamente
destacamos
que
esto
no
es
una
innovación,
sino
el
criterio
que
se
tuvo
históricamente
en
la
traducción
bíblica,
pero
que
fue
abandonado
por
las
Sociedades
Bíblicas
Unidas
en
sus
múltiples
versiones.
En
la
nueva
revisión
de
la
Reina
Valera
de
la
Sociedad
Bíblica
Trinitaria
hay
un
análisis
exhaustivo
de
las
cursivas;
por
eso
se
encontrarán
más
letras
cursivas
que
en
Biblia
de
las
Américas,
ya
que
hay
un
seguimiento
más
de
cerca
de
cada
palabra
en
la
traducción
por
equivalencia
formal.
Ejemplo
de
cursivas
o
itálicas
La
Biblia
de
la
Américas,
en
su
traducción
en
Génesis
3:6,
debería
incluir
un
verbo
en
cursiva:
“que
estaba
con
ella”,
puesto
que
la
expresión
hebrea
sólo
tiene
una
preposición
y
el
pronombre.
Pero
tiene
todo
el
párrafo
en
letra
normal
con
lo
que
demuestra
que
el
criterio
utilizado
no
guarda
una
consistencia
mayor
que
las
Biblias
antiguas.
2
¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
Antiguo
Testamento
Respecto
al
texto
del
Antiguo
Testamento,
La
Biblia
de
las
Américas
comparte
en
común
con
la
Reina
Valera
que
toma
del
texto
hebreo
masoréticoii.
Quizá
no
use
respecto
a
la
Sociedad
Bíblica
Trinitaria
la
misma
edición
del
Texto
Masorético,
pero
en
líneas
generales
se
conserva
esta
fuente,
a
diferencia
de
otras
versiones
de
la
Biblia
donde
también
toman
para
el
Antiguo
Testamento
de
la
versión
griega
Septuaginta
(LXX),
como
por
ejemplo
La
Biblia
Textual.
Diferencias
entre
La
Biblia
de
las
Américas
y
la
Reina
Valera
(revisión
de
la
SBT)
La
principal
diferencia
se
encuentra
en
la
base
textual
empleada
para
el
Nuevo
Testamento.
La
Biblia
Reina
Valera
utiliza
las
ediciones
del
texto
griego
proveniente
de
la
Reforma
Protestante,
conocido
como
el
Textus
Receptus
(otros
sinónimos:
Texto
Recibido,
Texto
de
la
Reforma,
Texto
Mayoritario.
Texto
Tradicional).
Pero
La
Biblia
de
las
Américas
toma,
según
la
información
de
Lockman
Foundationiii,
de
la
edición
número
26
de
Nestlé-‐
Aland,
que
es
una
edición
proveniente
del
Texto
Crítico
cuya
fuente
principal
es
el
trabajo
de
Westcott
y
Hortiv
del
siglo
XIX.
Ahora,
si
bien
la
sociedad
detrás
de
La
Biblia
de
las
Américas
no
menciona
expresamente
al
Texto
Recibido
como
fuente
de
consulta,
vamos
a
ver
que
en
muchos
casos
toma
“varias
palabras
y
frases
prestadas“
provenientes
de
dicho
texto.
Un
ejemplo:
Juan
3:13
“Nadie
ha
subido
al
cielo,
sino
el
que
bajó
del
cielo,
es
decir,
el
Hijo
del
Hombre
que
está
en
el
cielo”.
*La
frase
“que
está
en
el
cielo”
(en
griego:
ὁ
ὢν
ἐν
τῷ
οὐρανῷ.)
no
está
en
la
edición
de
Nestlé-‐Aland
26
pero
sí
en
las
ediciones
del
Texto
Recibido.
Otro
ejemplo:
Hechos
8:37
“Y
Felipe
dijo:
Si
crees
con
todo
tu
corazón,
puedes.
Respondió
él
y
dijo:
Creo
que
Jesucristo
es
el
Hijo
de
Dios”.
*El
versículo
entero
se
omite
en
el
Texto
Crítico
de
Nestlé
Aland.
¿Por
qué
la
Lockman
Foundation
no
menciona
abiertamente
que
utilizaron
el
Texto
Recibido
en
ciertas
ocasiones?
No
lo
sabemos.
¿Quizá
la
escuela
de
la
crítica
textual
ha
puesto
en
la
mente
de
muchas
personas
que
el
Texto
Recibido
es
una
especie
de
texto
absurdo,
que
no
se
convendría
mencionar
por
miedo
a
ser
considerado
“menos
académico”?
Sin
embargo,
este
texto
tan
despreciado
por
algunos
fue
la
base
de
traducción
del
Nuevo
Testamento
para
la
Biblias
de
la
Reforma
del
siglo
XVI
en
todos
sus
idiomas,
las
misiones
mundiales
del
siglo
XIX
con
William
Carey,
y
el
texto
defendido
históricamente
por
el
protestantismo,
siendo
uno
de
sus
mayores
exponentes
John
Owen.
Owen
escribió
un
librov
sobre
la
defensa
del
“Texto
Tradicional”
(Textus
Receptus),
alegando
que
Roma
siempre
quiso
imponer
sus
textos
(por
ejemplo
el
Códice
Váticano)
para
socavar
la
base
de
la
Reforma.
El
Texto
Crítico
de
Westcott
y
Hort,
justamente
una
de
sus
bases
textuales,
es
el
Códice
Vaticano
(lo
que
Owen
temía)
y
es
utilizado
hoy
en
la
ediciones
griegas
de
¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
3
Nestlé-‐Aland,
a
la
cual
se
acoplan
las
versiones
modernas
incluyendo
La
Biblias
de
las
Américas.
La
Biblia
de
las
Américas
y
el
Texto
Crítico
Frases
omitidas
Muchos
lectores
que
no
han
sido
advertidos
apropiadamente
podrían
pensar
que
en
La
Biblia
de
las
Américas
se
encuentran
los
mismos
versículos
que
en
la
Reina
Valera.
Vamos
a
comparar
algunos
versículos
conocidos
de
los
Evangelios.
Las
frases
subrayadas
en
la
Reina
Valera
son
las
omisiones
en
La
Biblia
de
las
Américas.
Mateo
5:44
LBLAvi
“Pero
yo
os
digo:
amad
a
vuestros
enemigos
y
orad
por
los
que
os
persiguen,”
RV
SBT
“Pero
yo
os
digo:
Amad
a
vuestros
enemigos,
bendecid
a
los
que
os
maldicen,
haced
bien
a
los
que
os
aborrecen,
y
orad
por
los
que
os
ultrajan
y
os
persiguen;”
Mateo
27:35
LBLA
“Y
habiéndole
crucificado,
se
repartieron
sus
vestidos,
echando
suertes;”
RV
SBTvii
“Y
después
que
lo
hubieron
crucificado,
repartieron
sus
vestidos,
echando
suertes,
para
que
se
cumpliera
lo
que
fue
dicho
por
el
profeta:
Repartieron
entre
sí
mis
vestidos,
y
sobre
mi
ropa
echaron
suertes”.
Marcos
6:11
LBLA
“Y
en
cualquier
lugar
que
no
os
reciban
ni
os
escuchen,
al
salir
de
allí,
sacudid
el
polvo
de
la
planta
de
vuestros
pies
en
testimonio
contra
ellos”.
RV
SBT
“Y
todos
aquellos
que
no
os
recibieren
ni
os
oyeren,
saliendo
de
allí,
sacudid
el
polvo
que
está
debajo
de
vuestros
pies,
para
testimonio
a
ellos.
De
cierto
os
digo
que
más
tolerable
será
el
castigo
a
los
de
Sodoma
y
Gomorra
en
el
día
del
juicio,
que
a
los
de
aquella
ciudad”.
Marcos
7:8
LBLA
“Dejando
el
mandamiento
de
Dios,
os
aferráis
a
la
tradición
de
los
hombres”.
RV
SBT
“Porque
dejando
el
mandamiento
de
Dios,
mantenéis
la
tradición
de
los
hombres:
los
lavamientos
de
los
jarros
y
de
las
copas;
y
hacéis
muchas
otras
cosas
semejantes”.
Lucas
11:2
LBLA
“Y
El
les
dijo:
Cuando
oréis,
decid:
"Padre,
santificado
sea
tu
nombre.
Venga
tu
reino”.
RV
SBT
“Y
les
dijo:
Cuando
oréis,
decid:
Padre
nuestro
que
estás
en
los
cielos,
santificado
sea
tu
nombre.
Venga
tu
reino.
Hágase
tu
voluntad,
como
en
el
cielo,
así
también
en
la
tierra”.
Lucas
23:38
LBLA
“Había
también
una
inscripción
sobre
El,
que
decía:
ESTE
ES
EL
REY
DE
LOS
JUDIOS”.
RV
SBT
“Y
había
también
sobre
él
una
inscripción
escrita
con
letras
griegas,
y
latinas,
y
hebraicas:
ESTE
ES
EL
REY
DE
LOS
JUDÍOS”.
Juan
6:47
LBLA
“En
verdad,
en
verdad
os
digo:
el
que
cree,
tiene
vida
eterna”.
RV
SBT
“De
cierto,
de
cierto
os
digo:
El
que
cree
en
mí,
tiene
vida
eterna”.
4
¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
Juan
8:59
LBLA
“Entonces
tomaron
piedras
para
tirárselas,
pero
Jesús
se
ocultó
y
salió
del
templo”.
RV
SBT
“Tomaron
entonces
piedras
para
tirárselas;
mas
Jesús
se
ocultó,
y
salió
del
templo
atravesando
por
en
medio
de
ellos,
y
así
se
fue”.
Nota:
La
Biblia
de
las
Américas
hace
muchas
aclaraciones
a
pie
de
página
acerca
de
los
manuscritos,
pero
sólo
refiriéndose
a
estos
como
“los
más
antiguos”,
“muchos
manuscritos”,
“algunos
manuscritos”,
no
dando
precisión
al
lector
común
de
qué
familia
de
manuscritos
se
tratan
(alejandrino
o
bizantinos).
Algunos
textos
cambiados
en
La
Biblias
de
las
Américas
Hechos
2:47
LBLA
“Y
el
Señor
añadía
cada
día
al
número
de
ellos
los
que
iban
siendo
salvos.”
RV
SBT
“Y
el
Señor
añadía
cada
día
a
la
iglesia
los
que
habían
de
ser
salvos.”
*Hay
dos
variaciones
en
este
conocido
texto.
En
primer
lugar,
la
LBLA
sigue
la
variante
del
Texto
Crítico
que
omite
“iglesia”.
En
segundo
lugar,
si
bien
es
una
opción
de
traducir
el
verbo
en
pasivo
con
“los
que
iban
siendo
salvos”
no
es
lo
mismo
que
decir
“los
que
habían
de
ser
salvos”,
lo
cual
denota
un
escogimiento
previo
de
los
creyentes
que
serían
añadidos
a
la
iglesia.
Dice
el
comentarista
Matthew
Henryviii
en
este
versículo:
“Los
que
Dios
ha
designado
para
la
salvación
eterna,
serán
eficazmente
llevados
a
Cristo
hasta
que
la
tierra
sea
llena
del
conocimiento
de
su
gloria.”
Obviamente
en
La
Biblia
de
las
Américas
el
comentario
de
Matthew
Henry
no
tiene
ninguna
aplicación.
1
Corintios
10:9
LBLA:
“Ni
provoquemos
al
Señor,
como
algunos
de
ellos
le
provocaron,
y
fueron
destruidos
por
las
serpientes.”
RV
SBT:
“Ni
tentemos
a
Cristo,
como
también
algunos
de
ellos
lo
tentaron,
y
perecieron
por
las
serpientes.”
*Al
cambiar
“Cristo”
por
“Señor”,
no
se
puede
demostrar
que
este
pasaje
hace
una
conexión
entre
Cristo
y
el
Dios
del
Antiguo
Testamento.
Cuando
los
israelitas
tentaron
a
Dios,
tentaron
a
Cristo.
La
Biblia
de
las
Américas
sigue
la
variante
crítica
“kurion”
en
vez
de
“Jriston”
(Texto
Recibido).
Por
eso
el
famoso
comentarista
Charles
Hodgeix
dice
respecto
a
este
pasaje:
“Cristo
es
por
lo
tanto
Dios
(…
)
los
corintios
son
advertidos
de
no
tentar
a
Cristo
con
la
impaciencia
y
el
descontento
como
lo
hicieron
los
israelitas
…”
1
Timoteo
3:16
LBLA
:
“E
indiscutiblemente,
grande
es
el
misterio
de
la
piedad:
El
fue
manifestado
en
la
carne…”
RV
SBT
“Y
sin
contradicción,
grande
es
el
misterio
de
la
piedad:
Dios
ha
sido
manifestado
en
carne…”
*La
variante
del
Texto
Crítico
seguido
por
La
Biblia
de
las
Américas
causa
una
ambivalencia.
El
pronombre
“él”
puede
ser
referido
a
Jesucristo
tanto
como
a
Dios.
Decir
¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
5
que
Jesucristo
fue
manifestado
en
carne
es
correcto,
pero
mayor
significado
tiene
decir
que
“Dios
fue
manifestado
en
carne”.
Como
dice
el
comentario
de
Juan
Calvinox:
“Examinemos
ahora
las
diferentes
cláusulas
en
su
orden.
Pablo
no
pudo
haber
hablado
más
apropiadamente
sobre
la
persona
de
Cristo
que
con
estas
palabras:
"Dios
fue
manifestado
en
carne."
Primero,
tenemos
aquí
un
testimonio
claro
de
ambas
naturalezas;
porque
declara
al
mismo
tiempo
que
Cristo
es
verdadero
Dios
y
verdadero
hombre.
Segundo,
Pablo
señala
la
distinción
entre
las
dos
naturalezas
cuando,
por
una
parte,
lo
llama
Dios,
y,
por
la
otra,
expresa
su
"manifestación
en
la
carne".
Otras
diferencias
respecto
a
la
Biblia
Reina
Valera
No
usa
el
nombre
Jehová
La
Biblia
en
español
Reina
Valera,
a
diferencia
de
las
versiones
en
inglés,
menciona
explícitamente
el
tetragramatón
hebreo
bajo
el
nombre
Jehová.
Si
bien
sabemos
que
esta
palabra
es
una
convención
adoptada
desde
el
tiempo
de
la
Reforma
(y
no
sabemos
cómo
se
pronunciaba
la
Palabra),
no
obstante
es
una
característica
histórica
que
adoptó
el
pueblo
hispanohablante.
La
Biblia
de
las
Américas
traduce
“SEÑOR”
(todo
en
mayúscula)
las
veces
que
aparece
el
tetragramatón
(así
lo
aclara
la
Lockman
Foundation).
Diferencias
ortográficas
y
de
uso
de
las
normas
del
español
actual
Algunas
cosas
han
cambiado
en
el
tiempo
en
la
Real
Academia
Española.
Por
supuesto,
lo
que
mencionamos
a
continuación
no
son
errores
de
la
Biblia
de
las
Américas,
sino
que
mencionamos
que
algunas
cosas
en
ella
ya
quedaron
desactualizadas.
(Lo
que
nombramos
a
continuación
es
tenido
en
cuenta
en
la
nueva
revisión
de
la
Reina
Valera
de
la
Sociedad
Bíblica
Trinitaria).
1-‐
Acentuación
de
mayúsculas:
La
Biblia
de
las
Américas
no
acentúa
las
letras
mayúsculas
(ejemplo:
Éfeso
–
Hechos.
18:19)
que
es
normativo
actualmente.
2-‐
Leísmo:
Conserva
el
fenómeno
llamado
“leísmo”1
donde
se
utiliza
el
pronombre
“le-‐les”
en
casos
de
objetos
directo
donde
debería
utilizarse
“lo-‐los-‐la-‐las”.
Ej:
Marcos
5:24:
“una
gran
multitud
le
seguía
y
le
oprimía”.
Debería
ser:
“una
gran
multitud
lo
seguía
y
lo
oprimía”.
(Este
problema
también
lo
tiene
la
Reina
Valera
de
1960).
3-‐
Cursivas
en
forma
parcial:
Aún
en
la
Reina
Valera
1909
hay
palabras
en
letra
redonda
con
una
parte
en
cursiva
(itálicas).
En
la
LBLA
sucede
lo
mismo,
por
ejemplo
en
Éxodo
39:3:
“cortaron
en
hilos
para
entretejerlas”.
Las
normas
actuales
consideran
toda
la
palabra
en
redonda
o
en
cursiva,
pero
no
una
combinación
de
ambas.
Aunque
claro
está
que
es
un
uso
especial
de
las
cursivas
que
podría
permitirse.
¿Es
La
Biblia
de
las
Américas
más
fiel
y
clara
que
la
Reina
Valera?
Acerca
de
la
claridad
Algunos
argumentan
que
la
Biblia
de
las
Américas
es
más
clara
o
exacta
en
algunos
pasajes
que
la
Reina
Valera
(nuevamente
lo
comparan
con
la
versión
de
1960,
que
hizo
algunos
cambios
con
respecto
a
la
antigua
Reina
Valera).
Podemos
decir
que
determinados
6
¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
sintagmas
hebreos,
arameos
o
griegos
pueden
tener
más
de
una
forma
de
traducción
a
nuestro
idioma.
Preferir
una
u
otra
forma
de
traducir,
es
decir
elegir
una
opción
de
traducción,
no
invalida
la
otra,
aunque
sí
marca
un
matiz
diferente
(como
lo
que
mencionamos
de
Hechos
2:47).
Ejemplo
en
Génesis
3:6
Algunos
dicen
que
la
traducción
de
La
Biblia
de
las
Américas
en
Génesis
3:6
es
correcta
respecto
a
la
Reina
Valera.
La
frase
que
hace
LBLA,
“que
estaba
con
ella”,
es
desde
luego
una
buena
traducción.
Pero
Valera
1602
también
la
tenía,
sólo
que
vinculaba
la
palabra
hebrea
con
la
cláusula
siguiente:
“y
comió
con
ella”,
lo
cual
es
también
una
traducción
posible
y
literal.
Si
vamos
al
caso,
la
Reina
Valera
1960
tampoco
deja
de
traducir
esta
palabra
hebrea:
“comió
así
como
ella”.
La
preposición
עִם está
traducida
“así
como”
lo
cual
es
una
traducción
posible
y
literal
del
hebreo
(cf.
Gn.
18:23;
Sal
73:5).
Por
lo
tanto,
se
trata
de
dos
opciones
de
traducción
igualmente
posibles
y
legítimas.
Ninguna
es
más
literal
que
la
otra.
Estas
dos
opciones
se
convierten
en
dos
tradiciones
de
traducción.
Es
razonable
pensar
que
La
Biblia
de
las
Américas
optó
en
estos
casos
por
traducir
de
manera
diferente
para
diferenciarse
de
la
tradición
Reina-‐Valera.
Pero
una
vez
más,
no
es
que
sea
más
literal
o
“más
fiel”.
Ejemplo
de
Efesios
2:8
LBLA
“Porque
por
gracia
habéis
sido
salvados
por
medio
de
la
fe…”
La
traducción
de
La
Biblia
de
las
Américas
traduce
seguramente
así
para
reflejar
el
participio
del
griego,
que
es
perfecto.
Lo
que
ocurre
es
que
está
acompañado
del
verbo
"ser"
en
presente
(ἐστε).
Es
una
forma
compuesta,
así
que
la
traducción
del
verbo
auxiliar
es
correcta,
y
la
del
verbo
principal
"salvos",
o
"salvados"
es
una
opción
que
traduce
también
perfectamente
el
perfecto
griego.
No
creemos
que
la
traducción
de
la
Reina
Valera
sea
inferior
en
este
texto.
Acerca
de
la
fidelidad
No
decimos
que
la
Reina
Valera
sea
una
traducción
perfecta
ni
inspirada,
ni
que
somos
defensores
ciegos
de
una
tradición.
Pero
la
Biblia
Reina
Valera
fue
la
versión
que
Dios
utilizó
para
evangelizar
a
todo
un
continente;
fue
desde
el
tiempo
de
la
Reforma
la
pionera
en
el
idioma
español
y
creemos
que
Dios
puede
seguir
utilizándola.
Casiodoro
de
Reina
decía
de
la
posibilidad
de
“quien
quisiera
hacer
un
trabajo
mejor”
que
el
de
él,
pueda
valerse
de
su
traducción
de
1569.
Esto
lo
logró
Cipriano
de
Valera
en
su
revisión
de
1602.
La
Biblia
Reina
Valera
ha
tenido
múltiples
revisiones
en
la
historia
con
aciertos
y
errores.
Pero
en
la
Sociedad
Bíblica
Trinitaria
creemos
que
la
Reina
Valera
hoy
por
hoy
no
es
reemplazable,
sino
que
con
una
revisión
fiel,
que
la
adecue
a
los
originales
y
las
normas
actuales
del
español,
puede
seguir
siendo
la
Biblia
de
norma
para
los
hispanos.
Acerca
de
la
“precisión”
Es
verdad
que
la
Reina
Valera
tiene
un
lenguaje
característico
que
le
es
propio,
pero
también
la
Reina
Valera
tiene
una
precisión
bíblica
y
teológica.
Por
ejemplo,
el
uso
de
la
palabra
“concupiscencia”
que
es
irremplazable
(aunque
LBLA
también
la
emplea
en
dos
ocasiones:
en
2
Tesalonicenses
4.5
y
2
Pedro
1:4).
El
uso
de
esta
palabra,
entre
otras,
da
una
mayor
riqueza
conceptual,
ligando
nuestro
discurso
actual
con
todo
el
caudal
de
enseñanza
que
hubo
dentro
del
cristianismo
a
lo
largo
de
los
siglos.
Veamos
un
ejemplo
¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
7
de
La
Biblias
de
las
Américas
donde
cambia
un
conocido
versículo
para
hacerlo
más
comprensible,
pero
que
a
nuestro
criterio
pierde
precisión
teológica.
Ejemplo
de
Juan
1:1
LBLA
“En
el
principio
existía
el
Verbo,
y
el
Verbo
estaba
con
Dios,
y
el
Verbo
era
Dios.”
Posiblemente
el
cambio
que
hace
La
Biblia
de
las
Américas
en
la
forma
verbal
se
deba
a
querer
hacer
“más
comprensible”
el
lenguaje.
En
todo
caso
(si
esto
se
consideraba
una
supuesta
mejora),
la
traducción
es
menos
precisa
que
la
Reina
Valera
desde
el
punto
de
vista
de
una
traducción
literal.
Primero,
porque
traduce
del
mismo
verbo,
en
dos
frases
consecutivas
en
el
mismo
versículo,
de
dos
maneras
diferentes;
segundo,
porque
el
verbo
“estar”
en
español
expresa
condición,
no
un
estado
permanente.
Con
esto,
abre
la
puerta
a
considerar
que
el
Verbo
no
siempre
“había
estado”
con
Dios.
El
extraño
punto
de
vista
de
la
Lockman
Foundation
respecto
a
los
manuscritos
Tomado del sitio web en español de Lockman Foundation (apartado: Principios de Traducción).
“En tiempos recientes se han descubierto una gran cantidad de documentos que iluminan el texto
bíblico y aclaran pasajes de difícil comprensión. Hasta la fecha se han descubierto unos cinco mil
manuscritos, en su mayoría del texto griego del Nuevo Testamento, que comparados con
aproximadamente un centenar que eran conocidos hasta mediados del siglo XVI , marcan una
diferencia informativa considerable.”
Una
simple
lectura
de
este
párrafo,
así
como
lo
expresa
la
Lockman
Foundation,
daría
a
entender
las
siguientes
cosas:
1) En
el
siglo
XVI
(era
de
la
Reforma)
el
texto
que
se
usó
era
minoritario.
2) Que
al
pasar
los
siglos
se
fue
descubriendo
un
texto
mayoritario
(5.000
manuscritos)
que
presenta
un
“diferencia
informativa
considerable”.
Para
cualquier
lector
que
desea
un
texto
bíblico
puro,
lo
más
cercano
posible
al
original,
estas
palabras
suenan
convincentes.
¿Qué
prefieres?
¿Una
Biblia
basada
en
pocos
manuscritos
(de
los
cuales
no
hay
garantías
que
sean
los
indicados)
o
una
Biblia
basada
en
una
mayoría
textual
que
nos
asegura
confiabilidad
histórica?
Por
supuesto
cualquier
lector
amante
de
la
Palabra
de
Dios
diría:
“Una
Biblia
basada
en
una
mayoría
textual”.
Lo
irónico
de
la
frase
de
la
Lockman
Foundation
es
que
justamente
presenta
la
información
“de
cabeza”.
Presenta
la
información
al
revés,
y
los
que
conocemos
del
tema
textual
no
podemos
menos
que
sentir
perplejidad
y
asombro
ante
la
falta
de
sinceridad
y
de
cómo
se
manipula
la
información
haciendo
una
declaración
ambigua.
Una
y
otra
vez
nuestra
Sociedad,
en
todos
los
idiomas,
viene
enseñando
(junto
a
otras
iglesias
e
instituciones
cristianas
que
creen
en
la
preservación
del
Textus
Receptus
como
fuente
del
Nuevo
Testamento)
que
el
Texto
Crítico
proveniente
de
Westcott
y
Hort
(cuya
ediciones
de
Nestlé-‐Aland
parten
del
mismo)
es
un
“texto
minoritario”.
Es
decir
que
es
un
texto
basado
principalmente
en
los
Códices
Sinaítico
y
Vaticanoxi,
con
una
breve
participación
del
Códice
Alejandrino
y
algunos
otros.
Siempre
se
supo
que
el
argumento
de
la
Critica
Textual
fue:
“lo
más
antiguo
es
mejor”.
Entonces,
a
pesar
de
ser
un
“texto
minoritario”,
ellos
argumentaban
sobre
la
“legitimidad
de
la
antigüedad
de
los
textos
alejandrinos”
(siglo
IV
y
V)
frente
las
copias
mayoritarias
del
Texto
Bizantino
de
fecha
más
reciente
(la
mayoría
del
siglo
X,
aunque
hay
más
antiguas,
incluso
referencias
anteriores
al
siglo
IV).
8
¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
Por
un
lado
la
Lockman
Foundation
dice
que
basan
principalmente
el
Nuevo
Testamento
de
la
Biblia
de
las
Américas
en
la
edición
26
de
Nestlé-‐Aland
(que
proviene
del
texto
minoritario
de
Westcott
y
Hort,
basados
en
el
Códice
Sinaítico
y
Vaticano),
y
luego
presenta
el
párrafo
mencionado
como
su
trabajo
se
basara
en
un
texto
mayoritario.
Esto
es
curioso
en
verdad
y
una
desinformación
al
sincero
lector.
Hemos
demostrado
que
La
Biblia
de
las
Américas
“toma
prestado”
del
Textus
Receptus
en
algunas
ocasiones
(sin
especificarlo),
pero
su
fuente
principal
sigue
siendo
el
texto
griego
de
Nestlé-‐Aland.
Si
la
analizamos
palabra
por
palabra
veremos
que
sigue
de
cerca
al
Texto
Crítico
en
aproximadamente
un
99%
de
su
masa
textual.
La
pregunta
que
debemos
hacernos
es:
¿Hubo
nuevos
descubrimientos
textuales
luego
del
siglo
XVI?
La
respuesta
es:
sí,
los
descubrimientos
textuales
han
ido
en
aumento
(cerca
de
5.000
manuscritos)
pero
para
sorpresa
de
los
críticos
textuales
la
mayoría
de
ellos
respaldan
al
Textus
Receptus.
¡Un
90%
de
los
5.000
manuscritos
respaldan
lecturas
del
Texto
Recibido!
Citamos
una
frase
de
uno
de
los
libros
de
Sociedad
Bíblica
Trinitaria
que
trató
este
tema
hace
décadas:
“Más
de
5,000
de
estos
manuscritos
griegos
han
sobrevivido
hasta
hoy.
El
gran
número
de
estos
manuscritos
griegos
respalda
lo
que
se
denomina
la
tradición
textual
bizantina,
bizantina
porque
provino
de
todo
el
mundo
de
habla
griega
de
esa
época.
Estos
manuscritos
bizantinos
conforman
lo
que
se
conoce
como
el
Texto
Tradicional
del
Nuevo
Testamento.
La
mejor
representación
impresa
de
este
tipo
de
textos
bizantinos
es
el
Textus
Receptus
(o
Texto
Recibido)”
xii
Otro
argumento
falso
de
la
Crítica
Textual
es
hacer
creer
que
el
Texto
Recibido
es
solamente
la
edición
de
Erasmo
de
Rotterdan,
cosa
que
hemos
demostrado
como
inexacta
en
nuestro
artículo:
¿Es
el
Textus
Receptus
un
texto
exclusivo
de
la
edición
de
Erasmo?
(Citamos
cerca
de
30
editores
del
Texto
Recibido
aparte
de
Erasmo).
Conclusión
Hemos
tratado
de
ser
objetivos
con
el
análisis
a
La
Biblia
de
las
Américas.
A
diferencia
de
muchas
traducciones
contemporáneas,
es
una
buena
versión
de
la
Biblia,
y
todo
estudiante
serio
y
pastor
debería
consultarla.
Pero
creemos
que
es
apresurado
llegar
a
la
conclusión
que
es
una
traducción
“con
más
precisión”
o
con
más
“fidelidad”
que
la
Reina
Valera,
o
que
la
preferencia
de
la
Reina
Valera
se
deba
meramente
a
una
cuestión
de
“tradición”
(como
algunos
argumentan
hoy
en
día).
Es
cierto
que
la
Reina
Valera
constituye
una
tradición
de
la
traducción
de
la
Biblia,
pero
esto
se
debe
a
su
extendido
uso
que
Dios
le
ha
dado
a
través
de
los
siglos
(lo
cual
La
Biblia
de
las
Américas
todavía
no
puede
contar).
La
revisión
de
la
Reina
Valera
que
estamos
preparando
íntegramente
de
los
textos
recibidos
es
una
traducción
lo
más
literal
posible,
y
hace
un
uso
extensivo
de
las
letras
cursivas
y
un
registro
elevado
(aunque
no
cultista)
del
lenguaje,
un
lenguaje
que
forma
parte
del
patrimonio
léxico
y
conceptual
de
creyentes
e
iglesias
en
español
a
lo
largo
de
los
siglos,
que
la
liga
además
al
resto
de
Biblias
de
la
Reforma.
¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
9
REFERENCIAS
i
Letras
utilizadas
como
auxiliares
en
la
traducción.
Se
usa
este
tipo
de
letra
inclinada
para
indicar
que
no
pertenece
al
texto
fuente
desde
dónde
se
traduce.
Ver
artículo
de
la
Sociedad
Bíblica
Trinitaria
al
respecto
en
nuestro
sitio
web.
ii
El
Texto
Masorético
es
el
texto
hebreo
conservado
por
judíos
escribas
del
siglos
VII
y
X
de
nuestra
era
en
las
ciudades
de
Tiberias
y
Jerusalén.
Su
responsabilidad
fue
hacer
copias
fidedignas
de
las
escrituras
sagradas
siguiendo
el
canon
hebreo
del
Antiguo
Testamento.
Crearon
un
sistema
de
puntuación
parta
introducir
vocales
al
texto
consonántico
hebreo.
El
término
hebreo
masora
significa
"tradición".
iii
Información
proporcionada
en
el
sitio
web
http://www.lbla.org/lbla/lblaprin.php
iv
Brooke
Foss
Westcott
(1825–1901)
y
Fenton
John
Anthony
Hort
(1828–1892)
fueron
los
editores
del
texto
crítico,
compilado
a
partir
de
los
códices
Sinaítico
y
Vaticano.
Westcott
y
Hort
trabajaron
en
este
texto
griego
desde
1853
hasta
su
finalización
en
1881.
v
Defensa
del
Texto
Tradicional
John
Owen
(1616
–
24
Agosto
1683).
El
contexto
más
amplio
para
entender
el
libro
de
Owen,
es
el
intento
de
la
Iglesia
Romana
para
socavar
y
desacreditar
la
doctrina
protestante
de
la
Sola
Scriptura
señalando
las
variantes
en
los
manuscritos
griegos
existentes
como
prueba
de
que
el
Nuevo
Testamento
griego
(TR)
era
demasiado
corrupto
para
ser
considerado
autoritario.
El
objetivo
de
los
papistas
era
derribar
toda
la
confianza
en
las
Escrituras
originales
hebreas
y
griegas
para
que
pudieran
volver
a
establecer
la
autoridad
de
su
iglesia
y
la
Vulgata
Latina
y
así
desbaratar
la
Reforma;
sus
medios
elegidos
para
llevar
a
cabo
este
fin
nefasto
fue
la
disciplina
de
la
crítica
textual.
Fuente:
http://www.chapellibrary.org/files/ebooks/ebtb/OEBPS/Text/section7.xhtml
vi
LBLA:
La
Biblia
de
las
Américas.
vii
RV
SBT:
Reina
Valera
revisión
de
la
Sociedad
Bíblica
Trinitaria.
Ver
proyecto.
viii
Comentario
bíblico
de
Matthew
Henry.
Se
considera
por
muchos
como
el
mejor
comentario
bíblico
devocional.
ix
An
Exposition
of
I
Corinthians
By
Charles
Hodge.
x
Comentario
de
Juan
Calvino
a
1
Timoteo.
xi
También
en
el
texto
de
"Nestle-‐Aland"
actual
se
da
claramente
preferencia
a
la
transmisión
alejandrina
con
su
pequeña
minoría
de
unciales.
En
la
mayoría
de
los
casos
se
da
más
peso
al
conjunto
del
Sinaítico,
Vaticano
y
los
antiguos
papiros.
Es
interesante
que
en
algunos
pasajes
ya
se
han
reconocido
lecturas
mayoritarias
-‐
pero
sólo,
en
la
medida
en
que
se
han
hallado
también
en
los
viejos
unciales.
Por
lo
general,
el
juicio
arbitrario
de
la
crítica
textual
sigue
siendo
que
la
cantidad
abrumadora
de
manuscritos
de
la
tradición
textual
bizantina
"(...)
están
fuera
de
consideración
para
el
trabajo
de
la
crítica
textual"
(La
transmisión
del
texto
del
Nuevo
Testamento
y
nuestras
Biblias
de
hoy
por
Rudolf
Ebertshäuser).
xii
Lo que el cristiano actual necesita saber sobre el Nuevo Testamento griego Por G. W. Anderson. Bajar libro.
1 ¿QUÉ
DIFERENCIA
HAY
ENTRE
LA
BIBLIA
DE
LAS
AMÉRICAS
Y
LA
BIBLIA
REINA
VALERA?
0
LA BIBLIA REINA-VALERA
Cipriano de Valera
Nació en 1534.
1582-1602, revisó la Biblia de
Reina para que fuera más fiel a
los idiomas originales.
1602: se publica la revisión de
Valera en Amsterdam (Países
Bajos).
ALGUNAS TRADUCCIONES DE LA
ÉPOCA DE LA REFORMA