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El mundo de las ideas es algo constante, inmutable, no engendrado, y que por tal
siempre es. Es este de donde Toma el demiurgo la materia para crear el mundo
visible.1 Después de haber dado forma al último, para darle aun una semejanza
que se acercara más a la perfección de las ideas, le otorga al final la imitación de
la eternidad, creando el tiempo.2
Pero quiso imitar aún más la perfección por su bondad,3 así que creo especies,
entre ellas el hombre, donde les autorizo a los dioses los moldeasen, siempre a
semejanza de la idea del hombre, y él les implanto el alma.4
Platón pone como creador del alma cósmica, de la cual, por la naturaleza de
ambos, no puede definir por completo, pero atribuye a esta alma la mezcla de las
ideas y el devenir sensible, hay pues en ella una identidad y diversidad
intermedias que van de lo perfecto a lo perecedero.
Las almas de los hombres son formadas por el demiurgo de la misma manera que
la cósmica, por lo que participan igualmente tanto del mundo de las ideas como
del sensible. Estas son puestas por los dioses, pero al ver las cualidades que
pose, la distribuyen entre las distintas partes del cuerpo.
1 Timeo. 28b.
2 Ídem 38b-39ª.
3 Ídem 29e-30ª.
4 Idem 44d-47d.
1
Esta misma distribución aparece en el mito del carro alado,5Donde se ve l alma
como una dualidad entre el bien y el mal y esta metáfora es de un auriga tirada por
un caballo blanco y bello, el bien, y uno negro y desagradable, el mal.
5 Fedro. 253d.
6 Fedón 74a.
7 Idem 76e.
2
En cuanto a la inmortalidad, esto es porque el alma se asemeja a lo divino, es
inteligible, simple, inmutable, e indisoluble. Y en su contra parte el cuerpo es
mortal, sensible, compuesto, cambiante y disoluble.
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Bibliografia
Cornford, Francis M., Teoría platónica del conocimiento, (trs. María Dolores del
Carmen Ligatto y Néstor Luis Cordero), Paidós, Barcelona, 2007, pp. 413.
Platón, Platón I, (trs. Emilio Acosta Méndez, Francisco José Olivieri, etcétera),
Gredos, Madrid, 2010, pp. 841.
Platón, Platón II, (trs. M. Isabel, Santa Cruz, Álvaro Vallejo Campos, etcétera),
Gredos, Madrid, 2011, pp. 524.
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