Está en la página 1de 11

Cooperativa ESPERANZA SIN MUROS

Somos un grupo de ex – presos comunes que hemos cumplido sentencia. Que nos
constituimos convocados por un Promotor de Salud del MOSIS y estamos dispuestos a encarar
respuestas a nuestros problemas vitales.

Nuestro paso por la cárcel nos llevó, por caminos y experiencias diferentes a vivir una fuerte
experiencia de “redención”.
Queremos reinsertarnos en la sociedad. El único modo real de hacerlo es incorporarnos al
trabajo, reinsertarnos como trabajadores CON DIGNIDAD, esto es trabajo en blanco, estable,
continuo con ingresos que nos permitan vivir. A los fines de ayudarnos a nosotros mismos, y a
otros en igual condición, que puedan tener un modo, un lugar de inserción al salir de la cárcel.
También vemos que los jóvenes, hijos nuestros, parientes y vecinos, están al borde, en
situación límite. Queremos DAR LA OPORTUNIDAD QUE NOSOTROS NO TUVIMOS, QUE NOS
LLEGO TARDE O QUE NO SUPIMOS APROVECHAR.
Esta oportunidad que hoy vamos a darnos y dársela a los jóvenes de nuestros barrios:
- a los jóvenes que ya han delinquido
- a quienes no les queda otra (“sin salida”), para que no se tienten
Desde lo que hemos pasado queremos darles a ellos el ejemplo que se puede, lo haremos con
nuestra práctica, distinta y transparente.
Sabemos que no bastan la palabra, ni el ejemplo, debemos ofrecer a los jóvenes alguna
oportunidad, para que no caigan en la droga, en el delito, o en ambas.
También es necesario abrir una oportunidad a las mujeres, tanto las nuestras (esposas,
parejas, hijas) como a mujeres que hayan pasado por experiencias similares a las nuestras.
Sabemos que “Mente desocupada es taller del Diablo”, por ello los jóvenes no deben estar en
las calles, sin ocupación útil. Es necesario abrir las mentes de los jóvenes a preocupaciones
reales, concretas. Sacarlos de los espacios donde camina diariamente la violencia, quien
alimenta la desconfianza en rejas, en distancias, en los “sálvese quién pueda”.
Existe una demanda de mano de obra, pero en nuestra situación, que no ocultamos - porque
cambiar es también “caminar en la verdad”- se traduce en efectos negativos.
En efecto, podemos mencionar
- trabajo en negro
- sin posibilidad de blanqueo
- sin apoyo sindical
- con dificultad para el cobro una vez finalizada la tarea.
Debemos reconocer que muchas veces, relaciones antiguas, proponen o insinúan modos de
salida a los que hemos renunciado. Por ello, para ser consecuentes con nuestra decisión
necesitamos la posibilidad de generar puestos de trabajo, para nosotros, los jóvenes y otros,
que hoy son presos pero saldrán en los años siguientes al ir cumpliendo sentencia. Nos
referimos a aquellos que posean la voluntad y el deseo de cambiar de mentalidad y modo de
vida.
Para ello hemos propuesto:
1. Reinserción Social de este colectivo a través del trabajo digno
2. Que abarque – en el tiempo- a otros de igual condición
3. Brindar un camino de salida a los jóvenes como modo de prevención de la violencia social y
el delito.
4. Contribuir al abaratamiento del consumo de Comedores Comunitarios, Hogares de Día,
Proveedurías Comunitarias y otras organizaciones del pueblo.

Hace tres años nacía la Cooperativa Esperanza sin Muros. Un tiempo atrás, desde un
pequeño grupo de ex-presos, entre ellos “Chichi”, empezaban a moverse para lograr un
objetivo compartido: generar una fuente de trabajo que les permitiera a los que pasaron
por el delito y la cárcel, construir una forma distinta de vivir. “Dignidad” es la palabra que
para ellos condensa esta forma de vivir. Un trabajo estable, en blanco, con ingresos que
les permitan sostener a sus familias. Una vida tranquila, sin riesgos continuos, sin muros
que oprimen; y con la felicidad de poder compartirla con sus seres queridos. Para que esa
forma de vida fuera posible, se hacía necesario generar un espacio en donde contener y
sostener a aquellos que necesitaran y quisieran un cambio. De a poco, a partir del
esfuerzo propio, más el esfuerzo de distintas personas que se acercaron para dar una
mano, la idea originaria fue tomando forma. Hoy en día, en la cooperativa funcionan una
panadería con capacidad para producir gran variedad y cantidad de productos, una
carpintería y una herrería. Por medio de este artículo, desde la Red de Vecinos de San
Vicente, queremos darles a conocer a esta iniciativa e invitarlos a generar contactos para
aquellos que requieran productos de alguno de estos géneros. También comunicarles que,
aunque se han logrado muchas cosas, todavía están faltando otras: en nuestra última
visita a la Cooperativa, algunos de sus miembros nos contaban que andan necesitando
bolsas de cemento para hacer un piso que facilite el ingreso a la panadería. Ya sea para
solicitar alguno de los servicios que desde la cooperativa se prestan, como para colaborar
en la construcción de esta “Esperanza” que “hace y que no espera”, desde ya se agradece
el llamado o la visita.

DESDE HACE CINCO AÑOS UN GRUPO DE EX PRESOS TRABAJA EN LA

CONFORMACIÓN DE UNA COOPERATIVA DE TRABAJO EN EL BARRIO

ESTACIÓN FLORES. EN ESTA NOTA TE CONTAMOS COMO, A PARTIR DE

MICROEMPRENDIMIENTOS, DOCE HOMBRES TRABAJAN POR LA

REINSERCIÓN SOCIAL Y LA DIGNIDAD COMO FORMA DE RESISTENCIA.

La finalidad de la privación de la
libertad es que la persona condenada aprenda la ley, la respete y se
reinserte en la sociedad. Eso establece la Ley 24.660 sobre la privación de
la libertad. Sin embargo en nuestro
país muy distante está el escarmiento del aprendizaje. Eso puede observarse en la cantidad de
ex convictos
que lejos están de reinsertarse una
vez cumplida su condena, sobre
todo en el ámbito laboral. Pese a eso
existe en la ciudad de Córdoba una
experiencia cooperativa que hace
frente a la problemática de la exclusión y el desempleo: Esperanza sin
Muros.
Enrique Julio Ventureira tiene 63
años y hace varios años que trabaja
en el Mosis (Movimiento por un sistema integral de salud). Enrique sostiene que trabajar
cooperativamente también es parte de una
militancia. Desde el Mosis, y junto a
otros compañeros, se preguntó por
las variables que determinan la
salud de las personas. Así en 2007
reconoció como una problemática
de exclusión el paso por el sistema
penitenciario.
Ventureira trabaja sobre el concepto de Salud Integral, no restringida a los términos de
atención, pre
vención, y concientización, sino en el
sentido amplio, en todo lo que conlleva a vivir dignamente, a gozar de
una salud plena. Enrique se pregunta: “¿se puede gozar de buena salud
si uno no tiene trabajo? ¿Puede uno
considerarse sano si no tiene lugar
donde dormir?”.
Esperanza sin Muros se conforma
legalmente en 2009, pero trabaja de
hecho desde 2007. Los primeros
emprendimientos fueron la carpintería, la huerta orgánica y la Muñequería (confección de
muñecos estilo country). Cada emprendimiento
se desarrollaba por entonces en un
barrio distinto: Urquiza, Las flores,
Ameghino. Hoy el emprendimiento
de la muñequería decayó –dice Enrique- y los demás emprendimientos
se están armando en Barrio Estación
Flores.
En el 2009 la cooperativa quedó
conformada cuando sus doce miembros se organizaron en una comisión
y distribuyeron los roles según su
aptitudes y saberes. El basamento y
las intenciones fueron claros: se
debería trabajar en pos de la reinserción social a partir del trabajo
digno, prevenir la violencia y el delito en los jóvenes que salen del sistema penitenciario, y
contribuir con
demás organizaciones que realizan
asistencia social como son comedores comunitarios, hogares de día y
otras organizaciones populares.
La primer conquista fue un microcrédito de tres mil pesos para la
compra de algunas herramientas e
insumos que le brindó en 2009 La
Municipalidad de Córdoba para los
primeros emprendimientos sencillos
que se estaban gestando: Muñequería (confección de muñecos estilo
country), la carpintería y la huerta
orgánica. También desde el Mosis se
consiguieron fondos a partir del
aporte solidario de algunos trabajadores del Pami.
Actualmente son doce socios quienes integran la cooperativa y quienes construyen nuevos
espacios de
trabajo: panadería y herrería. Ahondar en los prontuarios de los socios
tiene aquí poca importancia. El crimen o el delito en estos casos es solo
un dato. A los fines laborales, y más
aún si de inclusión estamos hablando, la experiencia no cuenta. Sin
embargo, y aunque resulte llamativo, a la hora fundacional era necesario haber pasado por el
servicio
penitenciario. Hoy los socios han
cumplido sus condenas efectivamente y trabajan en una forma de organización
autogestionada.
Las instalaciones actuales de la
cooperativa están emplazadas sobre
la calle Estocolmo, en pleno corazón
de barrio Estación Flores. Por ahora
no hay carteles luminosos ni obreros
full time. Todo se está armando en la
parcela que Enrique “Coco” Ventureira cedió en comodato a la cooperativa: el patio de su
casa.
La panadería es el emprendimiento que más avanza. Antes se trabajaba en un local de barrio
Yapeyú. Si
bien todavía no funciona regularmente, los socios comenzaron a
hacer pasta frola y pan para vender
y llevar a sus hogares. Hace un año
se comenzó a construir un local de
10 metros por 5 y ya se instaló allí un
horno industrial y otras máquinas
propias del oficio. Para comienzo de
2012 se estima que la panadería va a
estar trabajando diariamente.
Por otra parte la herrería y la carpintería son rubros que se están instalando. Se compraron
herramientas
y actualmente se realizan trabajos
de reparación y de construcción a
partir de desechos. La huerta orgánica provee de algunas verduras de
estación a los socios.
Enrique dice que el encuentro
entre los socios llevó tiempo porque
es difícil relacionarse bajo otros
códigos que no sean los de la cárcel.
El sujeto de cambio tiene en la cooperativa el peso de su pasado y las
necesidades del presente y las tentaciones de un futuro complejo. Sin
embargo los socios están animados
en el trabajo como forma de resistencia. “Hay quienes pasaron más de
la mitad de su vida en penitencia y
romper con la mentalidad “tumbera” es lo esencial. Generar lazos,
romper el egoísmo, compartir un
sueño y trabajar con el otro es lo que
se plantea la cooperativa” dijo Enrique. Además agregó que la única
forma de resistencia es la que surge
a partir de la dignidad: “sin dignidad no se puede resistir”.
Enrique es tajante cuando dice
que “la mente desocupada es taller
del Diablo”. Y va más allá de los
miembros de la organización: “los
jóvenes no deben estar en las calles,
sin ocupación útil. Es necesario
generar preocupaciones reales, concretas, sacarlos de los espacios donde camina diariamente
la violencia”.
El presupuesto total aproximado
para la realización total de proyecto
es de 420.000 pesos. Se contemplan
allí gastos de infraestructura, equipamiento y capacitación. La articulación con diferentes
organizaciones y
estamentos del estado provincial y
nacional fueron el punto de partida
para la concreción de lo que hasta
entonces era un plan estratégico.
En 2009 la organización se vincula
con la secretaría de Derechos Humanos y el trabajo de Esperanza sin
Muros cobra relevancia en los
medios cordobeses. Un Año después
La Ministra de Desarrollo Social de
La Nación, Alicia Kirchner, se compromete a aportar progresivamente
el dinero necesario para que se activen plenamente todos los emprendimientos de la
cooperativa. En 2011
se recibieron los primeros fondos.
Los socios dicen que los objetivos
en el corto plazo son consolidar el
grupo de trabajo, incorporar a mujeres que hayan pasado por penitenciarias, y que todos los
emprendimientos cuenten con la
infraestructura y la capacidad para
sumar a otras personas.

ESPERANZA TEXTUAL
Los asociados de la cooperativa tienen claro sus objetivos y ambiciones.
Son conscientes de la apuesta transformadora en la que están comprometidos. Aquí un texto
colectivo surgido desde la cooperativa.
« Esta oportunidad que hoy vamos a darnos es también dársela a los jóvenes de nuestros
barrios. A los jóvenes que ya han delinquido, a quienes no
les queda otra salida, para que no se tienten. Desde lo que hemos pasado
queremos darles a ellos el ejemplo que se puede, lo haremos con nuestra
práctica, distinta y transparente. Sabemos que no bastan la palabra, ni el
ejemplo, debemos ofrecer a los jóvenes alguna oportunidad, para que no
caigan en la droga y el delito.
Existe una demanda de mano de obra, pero en nuestra situación, que no
ocultamos porque cambiar es también “caminar en la verdad”, eso se traduce en efectos
negativos.
En efecto el trabajo en negro, sin apoyo sindical, con dificultades para el
cobro una vez finalizada la tarea son las injusticias que de alguna forma
nos tocan vivir si es que tenemos la posibilidad de trabajar.
Debemos reconocer que muchas veces, relaciones antiguas, proponen o
insinúan modos de salida a los que hemos renunciado. Por ello, para ser
consecuentes con nuestra decisión necesitamos la posibilidad de generar
puestos de trabajo digno, para nosotros, los jóvenes y otros, que hoy son
presos pero saldrán en los años siguientes al ir cumpliendo sentencia. Nos
referimos a aquellos que posean la voluntad y el deseo de cambiar de
mentalidad y modo de vida ».

«Hay quienes pasaron


más de la mitad de su
vida en penitencia y
romper con la mentalidad “tumbera” es lo
esencial. Generar
lazos, romper el ego-
ísmo, compartir un
sueño y trabajar con
el otro es lo que plantea la cooperativa”

OPCION
Año 20 - Nº 144 - Mayo 2011
5000 ejemplares de distribución gratuita
www.fecescor.com.ar

http://entramados.tv/

COORDINADORA ANTICARCELARIA
VIERNES 10 SEP 2010

En Córdoba capital una cooperativa conformada por ex presos lleva adelante una panadería y
busca afianzarse en los rubros de carpintería y herrería.
Domingo “Chichí” Acevedo era una persona alcohólica, estuvo preso y hace 18 años decidió
que eso no era lo que quería para su vida. Se formó como promotor en salud para ayudar en
su barrio y en ese camino se contactó con la gente del Movimiento por un Sistema Integral de
Salud (MOSIS), conformado por un grupo de médicos que comparten una mirada crítica del
sistema sanitario, asegurando que en el mismo “se habla mucho de la enfermedad y no de sus
causas”.
Junto a ellos, hace cinco años generó un proyecto para crear una oportunidad laboral para un
grupo de ex convictos que, como él, querían buscar la posibilidad de un trabajo digno.
Así nació Esperanza Sin Muros, una cooperativa de trabajo que hoy está formada por diez
personas que luego de dejar la cárcel apuestan a una vida distinta. Actualmente, el sector más
fuerte de la cooperativa es la panadería. Todos los días, un grupo de seis personas se levantan
muy temprano para preparar el pan en barrio Estación Flores de la ciudad de Córdoba. Utilizan
una bolsa y media de harina diaria, con la que, según los pedidos de negocios o instituciones,
preparan pan, pasta frola o “chalitas”.
-“Fue duro el comienzo, compramos un horno nuevo para el pan y nos entregaron uno usado,
en malas condiciones. También compramos 300 bolsas de harina a una empresa que luego se
declaró en quiebra. Eso nos fortaleció. Si no nos caímos de entrada no nos vamos a caer más,
hemos hecho unos buenos cimientos”- explica convencido Chichí.
Uno de los principales objetivos es la inclusión social. Es por eso que van a las cárceles,
cuentan la experiencia e invitan a los convictos a que conozcan la panadería.
“Nuestro objetivo es sacar pibes que se encuentran en riesgo. También nos fijamos mucho en
quién entra a la cooperativa, tienen que ser personas que estén dispuestas a trabajar y no
volver a delinquir más. Además de la panadería, de a poco estamos fortaleciendo la parte de
carpintería y herrería”-comenta Domingo Martínez, presidente de la entidad.
Algunos de los socios no llegan a los 30 años, como el caso de Pablo, Diego y David. “También
incorporamos a una viejita que vive a la vuelta, siempre buscando la inclusión y la contención”-
explica Chichi.
Los socios coinciden en que “la palabra lo dice: cooperativa. Cooperar, pensar en el otro.
Muchos llegan y se van enojados porque somos muy claros, acá ´o te portas bien o te portas
mal´. No podemos permitir que alguien venga y nos voltee el proyecto”.
Hoy están esperando que llegue la segunda partida de un subsidio para arreglar un móvil y
fortalecer sus actividades.
“Si queremos establecer políticas de seguridad hay que generar oportunidades con lo que se
denominan remedios estructurales. Uno de ellos es el trabajo digno. Hay que tener en cuenta
ciertas reglas de la sociedad, que tiene todo armado para que se robe apropiadamente, para
los ricos. El Estado tiene que involucrarse si quiere una seria política de seguridad”- asegura el
doctor Horacio Barri, profesor de medicina preventiva y social e integrante del MOSIS.
El hecho es que en Esperanzas Sin Muros hay voluntad de cambio y hay confianza para seguir
adelante. “Nos hemos portado demasiado mal, ahora queremos hacer las cosas bien”.

COLSECOR REVISTA
EDISION Nº 205
SEP 2012

Juan, el maestro panadero, y sus dos ayudantes, David (29) y Pablo (22), van y vienen
en la panificadora. Cientos de panes dulces dorados salen del horno industrial. Son las
16. Afuera el sol parte la tierra. La temperatura ya sobrepasó los 39 grados. Cruzando
el patio, “Pancho” (64) no le afloja a la soldadora. Al lado, en la carpintería, Marcelo
Argüello (47) no se cansa de cortar madera con la sierra. Otros alcanzan materiales,
dos mantienen la limpieza en los tres ambientes y se turnan para alcanzar un mate a
los compañeros. Trabajan mañana y tarde. Al cabo de varios años de lucha y con el
incondicional apoyo del Mosis (Movimiento por un Sistema Integral de Salud), el grupo
de laburantes consiguió la personería gremial para constituirse en la Cooperativa
Esperanza Sin Muros.
En este ambicioso emprendimiento, todos los integrantes de la cooperativa tienen algo
en común: son ex presidiarios.
El impulsor de la idea fue un promotor de salud que trabaja para el Mosis (Movimiento
por un Sistema Integral de Salud), organismo no gubernamental integrado en su
mayoría por profesionales de la salud que en sus ratos libres se dedican a ayudar y
poner en marcha proyectos sociales en sectores marginales. Se llama Eduardo
Domingo Acevedo (63), pero todos lo conocen por “Chichí”. En su prontuario acumula
seis condenas entre 1968 y 1983. Desde que salió de la última se consagró a velar por
la seguridad de sus hijos y nietos.
“Nosotros no teníamos idea de trabajar con presos, jamás lo pensamos. Todo nació
cuando mi amigo Mario Dobruskin, que trabajaba en el Ministerio de Salud de la
Nación, me llamó un día para decirme que lo habían trasladado a la cartera de
Desarrollo Social y quería saber quiénes eran unas mujeres que habían pedido apoyo
del Plan de Inclusión Social a través del Trabajo. Él desconfiaba y pensaba que podían
ser ‘señoras gordas’ del Cerro de las Rosas”, recuerda el médico Horacio Barri, quien se
desempeña en el Ministerio de Salud de la Provincia.
El miércoles siguiente, a esa conversación telefónica se reunieron los miembros del
Mosis y cuando Barri comentó el tema, “Chichí” preguntó qué significaba eso de
“inclusión social”. Luego de que le explicaran dijo: “Necesitamos uno de esos planes
para ayudar a cinco muchachos que están por salir de la cárcel. Entre los cinco suman
más de 100 años de cárcel. Estoy seguro de que si tienen un trabajo no robarán más”.
A partir de ese instante se inició una verdadera cruzada por parte de los médicos. Lo
primero fue iniciar los trámites ante el Ministerio de Solidaridad de la Nación. No
sabían que llevaría años conseguir la aprobación del proyecto.
“Consultamos y comenzó un largo periplo llenando formularios, haciendo propuestas.
Los ex presos enfrentaban todo tipo de trabas burocráticas que no les permitían
trabajar, en especial el certificado de buena conducta. A pesar de haber cumplido
todas las condenas, en el certificado figuraban los antecedentes delictivos. Tuvieron
que pasar tres años hasta que se aprobara el proyecto. La traba principal era que el
Plan Nacional no estaba pensado para este tipo de excluidos, es decir ex presidiarios”,
subraya Barri.
En ese interín se golpearon innumerables puertas. Salvo una, todas estaban cerradas.
La única que se abrió fue la del Inta, delegación Cruz del Eje. “El ingeniero Santos nos
donó más de 400 pollitos bebé y nos dijo que debíamos eliminar a los pollitos machos.
Por supuesto que nadie se atrevió y todos fueron a parar a la casa de un médico. Era
muy alto el costo de criarlos, pero los pudimos ir vendiendo”, recuerda Barri.
Difícil comienzo. A medida que cumplían sus condenas, los primeros cinco ex
presidiarios empezaron a criar a las pollitas. “Les dábamos de comer en la boca”, dice
Marcelo Argüello, el más dicharachero del grupo. “Es como el loro de la publicidad de
Nextel, habla y habla”, comenta “Pancho”. “Mientras las criábamos hasta que pusieran
huevos teníamos un hornito chileno para hacer empanadas... apenas sacábamos para
los cospeles. Pero ahora es otra cosa. Todo cambió para nosotros desde hace dos años
cuando desde la Nación nos mandaron la mitad de los 490 mil pesos que nos aprobó la
Alicia Kirchner (ministra de Desarrollo Social), pero no todo lo que brilla es oro, hubo
dos empresarios que nos cagaron”, asegura Marcelo.
Al respecto, Barri, Osvaldo Canelo y José Gasparini cuentan que una de las condiciones
del subsidio era que se compraran máquinas nuevas. “Al final de 2009 llegó esa partida
de dinero que debía ser destinado a cuatro proyectos, panadería, huerta, carpintería y
muñequería (este último para mujeres). El número de interesados en integrar la
cooperativa creció rápidamente. En poco tiempo pasó de 5 a 42 personas”, explica
Gasparini.
A su turno, Barri habla del “grave problema que se generó porque la compra de
equipamientos e insumos debía hacerse en forma perentoria y por lo tanto se pagaron
al contado y se dejaron en depósito en las casas vendedoras, hasta que se obtuviera un
lugar donde funcionar”. “Los vendedores no siempre actuaron honestamente. Una
firma entregó un horno de panadería usado en vez del nuevo que le habíamos pagado.
Hicimos el reclamo en la Defensoría del Pueblo de la Provincia, pero hasta ahora no
logramos que nos cambien el horno. Encima, compramos 340 bolsas de harina a un
proveedor y le dijimos que las iríamos retirando de a poco. El hombre se declaró en
quiebra y a pesar de que le pedimos que las devolviera de a poco, semanalmente, no
recibimos ni una sola bolsa”, puntualiza Barri.
El lamento es generalizado. “Pancho”, que desde el primer momento puso su
camioneta a disposición del grupo para poder armar la estructura y distribuir la
mercadería que producen, es el más indignado de todos. “Armamos toda una
estructura nueva y el tipo nos trajo ese horno viejo. La Defensoría lo emplazó y se
comprometió a instalarnos el nuevo en no más de seis meses, pero ya pasó más de un
año. Yo no quiero dar mi nombre ni que me filmen o saquen fotos porque nosotros
somos un holograma, no existimos. Para la sociedad somos ex presos, no existimos”,
asegura con amargura y bronca.
De los 42 integrantes de la cooperativa han quedado 18. Muchos aprendieron un oficio
y buscaron nuevos rumbos, unos pocos reincidieron y fueron expulsados. “Hay dos que
empezaron a vender droga; los rajamos en el acto. A nosotros nos preocupa
muchísimo el tema de la falopa porque tenemos hijos, por eso buscamos a los
muchachos del barrio (Estación Flores) y tratamos de rescatarlos”.
En estos momentos hay dos muchachos que abandonaron el delito y trabajan en la
cooperativa.
–David, ¿por qué te acercaste?
–Yo vivía delinquiendo. Algunos me venían a buscar y salía a robar. Acá lo que hacen es
bueno, por eso me acerqué Ahora voy por la calle y ya hay gente que me saluda... Si no
me hubiera acercado estaría bien, tendría plata, pero también podría terminar muerto
o en la cárcel. Yo entré de menor a la cárcel, tenía 18 años y estuve hasta los 25 y
desde los 25 estuve hasta los 29, hace tres meses que salí. En el 2001 robaba, ya no
robo más”.
David es ayudante del maestro panadero y ya aprendió a soldar. El caso de Pablo (22)
es muy similar al de David.
La cooperativa ha cobrado gran impulso y está produciendo bastante. “Además de
vender los productos de panadería (incluidos unos exquisitos alfajores de Maizena)
estamos sacando muchos portamacetas metálicos y ‘diablitos’ (para hacer el fuego del
asado). Ya hemos hechos tres eventos para los jubilados del Pami, atendimos a las
Madres de Plaza de Mayo y hemos tenido un servicio en el comedor universitario. Nos
salió un proyecto para construir 100 mesitas de madera para un camping y el Pami nos
está por dar para hacer 500 sillas de ruedas y bastones metálicos de cuatro patas.
Tenemos los planos, el Inti (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) nos apoyó. Lo
que pasa es que nos falta una dobladora. Cuando tengamos esa máquina podremos
agarrar el trabajo”, dice con orgullo el más charlatán de todos.
Dicen que el trabajo dignifica. Por lo visto en la Cooperativa Esperanza sin Muros, esa
frase está plenamente vigente.
De proyecto a realidad
Trámite engorroso. Pasaron tres años desde que los ex presidiarios y los profesionales
del Mosis iniciaron el proyecto de Cooperativa Esperanza sin Muros hasta que
pudieron completar los requisitos para que empezara a funcionar.
Ayuda. Recibieron un préstamo de 10 mil euros de una organización europea y
pudieron comprar una Trafic.
Un caso único. Esta cooperativa, integrada exclusivamente por ex convictos y única en
la Argentina, es un caso testigo de trabajo por la inclusión social.
Aporte de la Nación. Hace dos años recibieron la mitad de los 490 mil pesos que había
aprobado el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
LA VOZ DEL INTERIOR
Ansias de libertad
Ex presidiarios que no quieren volver a delinquir formaron una cooperativa y llevan
adelante un proyecto único en el país.
 08/01/2012 00:01 , por Miguel Durán

"Coco", un héroe silencioso


Es enfermero y ha facilitado la mayor parte de su casa para que funcionen las
instalaciones de la cooperativa integrada por ex presidiarios.
 08/01/2012 00:01 , por Redacción LAVOZ

Enrique Ventureira es un tipo muy especial. Todos lo conocen por “Coco” y, aunque se
confiesa ateo, ha demostrado ser un buen samaritano. Se muestra como un duro que
despotrica porque hay 880 mil jóvenes de entre 20 y 30 años sin trabajo en la
Argentina, pero se conmueve cuando alguno de los ex reclusos tiene un problema y
todos se unen para ayudarlo.
La cooperativa no podría funcionar si no fuera por “Coco”, quien cedió la mayor parte
de su casa, en Estocolmo 4219, barrio Estación Flores, para que se instalen la
panificadora, la carpintería y la herrería.
Ventureira es enfermero e integra el Mosis. Si de algo se jacta es de que ha impulsado
la formación de cooperativas en Villa La Tela y otras zonas marginales.
“‘Coco’ solucionó un gran problema porque los locales para producir y funcionar no se
pueden comprar o alquilar, sino que sólo pueden ser cedidos en comodato por
personas de buena voluntad. Solicitamos ayuda a la Iglesia y a otras entidades y no
obtuvimos respuesta. Hubo personas humildes que ofrecieron su casa pero no reunían
las condiciones”, sostiene el médico Horacio Barrí.
Este profesional que trabaja en el Ministerio de Salud de la Provincia no ahorró críticas
a ciertos funcionarios. “A nivel de Provincia hubo quienes pretendieron adueñarse del
proyecto. Un funcionario rechazó un subsidio por cada liberado que hubiera en la
provincia para desarrollar proyectos similares. A mí me dijo que ‘algún interés político
habría’ y que desconfiaba de la Nación. En la Municipalidad, mientras empleados de
planta colaboraban activamente, hubo una funcionaria de alto rango que pidió la
mitad del dinero de todo el proyecto para firmar. Por supuesto que la propuesta no
fue aceptada”.

"Delincuentes son los banqueros"


Los ex presidiarios recibieron un préstamo en euros. La visita de un funcionario de un
organismo europeo.
 08/01/2012 00:01 , por Redacción LAVOZ

Los ex presidiarios recibieron un préstamo de 10 mil euros de una organización


europea y pudieron comprar una Trafic.
El caso de la Cooperativa Esperanza sin Muros, integrada exclusivamente por ex
convictos y única en la Argentina, es seguido de cerca por distintas autoridades. El
proyecto ha logrado un éxito que ha trascendido nuestras fronteras y el último apoyo
importante que recibió fue un préstamo de 10 mil euros del Tribunal Permanente de
los Pueblos Lelio Basso, ex Bertrand Russell. El doctor Gianni Tognoni, secretario
general del organismo internacional, visitó la sede de la cooperativa y compartió un
almuerzo con ex presidiarios.
¿Cómo se siente al compartir una comida con delincuentes?, le preguntó uno de los
cooperativistas. “Ustedes no son delincuentes, delincuentes son los banqueros”,
respondió Tognoni. Otro le preguntó cómo podían devolverle el préstamo, cuáles
podrían ser las cuotas. “Yo no soy banquero”, señaló el italiano.

"Chichí", el artífice
Fue quien le dio forma a la idea de recuperar a ex presos dándoles trabajo en una
cooperativa.
 08/01/2012 00:01

La Cooperativa Esperanza sin Muros es hoy una realidad gracias al impulsor de la idea:
“Chichí” Acevedo (63), ex preso con seis condenas en su haber, quien decidió retirarse
a cuarteles de invierno en 1983, cuando salió por última vez de la cárcel.
Al nacer, “Chichí” no fue anotado en el Registro Civil. “Diez meses después nació mi
hermano y nos anotaron a los dos el mismo día, en los papeles somos mellizos”, dice el
hombre que se convirtió en promotor de salud para ayudar a los más necesitados.
Chichí tiene un grato recuerdo de Carlos Argüello (61), un administrativo, político y
poeta, integrante del Mosis, quien estaba desocupado y se puso el proyecto de la
cooperativa al hombro. Argüello dedicó todo su tiempo a la iniciativa y después de
poco más de un año murió.
“Chichí” aprendió mucho de él y hoy recorre las casas de barrios periféricos para
aconsejar a las madres que lleven a sus niños al dispensario. “Yo colaboro mucho con
los centros de salud. Necesitamos un lugar para enseñar primeros auxilios. Recorro el
barrio para que las madres que no saben lleven a sus chicos a los controles. Yo tengo
calle, si me entero de que un chico tiene problemas en la escuela lo hago llevar a la
psicóloga”.
Aunque sólo cursó primer grado, “Chichí” da charlas en la Universidad Nacional de
Córdoba y con sus compañeros de la cooperativa visitan cárceles e institutos de
menores para aconsejar a los internos.
Recientemente hizo un recorrido por la penitenciaría de barrio San Martín con la
doctora Analía Sampaoli, otra integrante del Mosis. “Quisimos visitar la enfermería
para ver si había remedios. El subdirector dijo que había de todo, pero yo sé que si te
duele la cabeza, el estómago o una pierna, siempre te dan la misma pastilla. Había
muchas cajas de distintos medicamentos, pero cuando las abrimos vimos que todas
estaban vacías. El subdirector casi se desmaya”, comenta mientras invita la segunda
ronda de mates dulces.

También podría gustarte