Está en la página 1de 9

En la organización hemos tratado, a lo largo ya de más de treinta años de haberla

conformado, de asumir como una responsabilidad el que los proyectos de vivienda


sean vistos por todos sus integrantes como parte de una problemática mucho más
amplia, una problemática generada por un sistema basado en la explotación y en la
injusticia llamado capitalismo, un sistema que agobia a nuestro país y al mundo
entero, nuestro objetivo ha sido, desde siempre, que los proyectos de vivienda no se
conviertan en engañosos paliativos a la miseria o en la mera consecución de un
satisfactor, quizá porque entendimos que las organizaciones sociales, su accionar,
sus objetivos deben formar parte de un proceso que rebase la inmediatez de las
demandas economicistas, en ese sentido, nosotros hemos entendido dichos
proyectos también como parte de la lucha en contra del sistema capitalista, quizá
porque dadas las nuevas condiciones existentes en el mundo y en nuestro país
creemos que desde ya, que desde aquí, estamos contribuyendo a la revolución
necesaria, entendemos por supuesto los modestos alcances de estos nuestros
esfuerzos pero aspiramos a que se conviertan en estímulos, en apoyo, en suma, en
multiplicación de otros muchos esfuerzos que existen a lo largo y ancho del país y
del mundo.

Será porque nadie mejor que nosotros y millones de otros como nosotros en el
mundo para hablar de la injusticia, será que la hemos sufrido en carne propia, que
hemos aprendido que la injusticia se manifiesta en muchas formas y que una de ellas
es la violencia y nosotros y nuestros pueblos, desde siempre, hemos sido víctimas
de la violencia, una violencia generada por las perversas políticas oficiales, por la
estupidez de quienes dicen gobernar porque, sin duda, es violencia negar los
derechos elementales del ser humano para convertirlos en mercancía, mercancía
inalcanzable para muchos, es violencia convertir en elitista la educación (tan solo en
2019 casi 140 mil jóvenes aspirantes a licenciatura fueron rechazados por la UNAM);
somos violentados cuando nos es negado el derecho a la salud por los altos costos
de las medicinas, cuando el gobierno elabora programas no para el bienestar de la
población sino para maquillar las cifras oficiales; violentados cuando se niega la
posibilidad de obtener un trabajo dignamente remunerado y, en ocasiones,
conseguir siquiera el trabajo (casi dos millones de personas desempleadas en 2019 y
31 millones trabajando en la informalidad son prueba de ello); violentados cuando
el rezago habitacional en el país asciende a 14 millones de viviendas (vivienda
nueva, mejoramiento, ampliación); violentados cuando convirtieron en artículos de
lujo los recursos naturales entregando a trasnacionales el agua, la electricidad, el
suelo y el subsuelo; violentados los millones de mexicanos y mexicanas que han
debido emigrar a otros países para poder subsistir y dejar atrás ese futuro de miseria
al que quieren condenarnos, pero no solo, fuimos violentados cuando esos políticos
permitieron que nuestro país se convirtiera en mercado de la droga, cuando
auspiciaron y protegieron a envenenadores de generaciones enteras, cuando se
apropiaron del mercado y convirtieron todo el territorio nacional en un inmenso
cementerio y llenaron de inseguridad nuestras calles, nuestras vidas, porque la
violencia la padecemos también desde hace muchos años cotidianamente cuando
enfrentamos a policías corruptos, ministerios públicos vendiéndose al mejor postor,
jueces de consigna o imponiendo tabuladores económicos de acuerdo al delito. En
este país en donde la ley es letra muerta cuando se aplica al pobre, en este país en el
que la justicia se aplica de acuerdo a la capacidad económica del acusador o el
acusado se legisla siempre a favor del poderoso, es decir, de las empresas
trasnacionales, de los monopolios porque los políticos son esbirros de ellos.

Hay justicia o, mejor dicho, hay una “adecuada” y benéfica interpretación de las
leyes para quien puede pagar, es el dinero el que hace que se mueva la anquilosada
maquinaria del poder judicial, son muchos los ejemplos que podemos citar en los
que graves delitos que afectan a la sociedad, que agravian al pueblo todo, casos de
enriquecimiento inexplicable o ilícito, dicen las leyes, son apenas sancionados,
obteniendo en la mayoría de los casos, los delincuentes, su absoluta libertad, en el
caso de los pobres, delincan o no, serán catalogados como culpables hasta que no
demuestren lo contrario, las cárceles del país están sobrepobladas y en una inmensa
mayoría quienes están encerrados son acusados de robo simple, algunos con meses
o años de encierro sin que se haya iniciado su proceso legal, sin embargo, no se trata
aquí de entrar en una disertación sobre la legalidad o sobre el papel del Estado, se
trata más bien de iniciar una reflexión que nos lleve a entender que, si bien como
decíamos líneas arriba, nuestro proyecto intenta, y lo va logrando poco a poco,
convertirse en posibilidad de construir un mundo diferente y por tanto en ruptura
con el sistema imperante, principalmente a partir de tomar en nuestras manos la
solución a diversos problemas generados por el capitalismo, con el problema de la
justicia debemos seguir el mismo camino, es decir, tomarla en nuestras manos,
aunque tomarla en nuestras manos quiere decir empezar a construir o reafirmar una
visión que rompa con lo que nos ha sido inculcado desde siempre, es decir que
debemos construir un proyecto de justicia en el que prevalezca la visión de
compañeros, de hermanos de clase, una justicia solidaria, integradora, una justicia
en la que predominen los intereses colectivos por sobre el individualismo, una
justicia que ayude a corregir y que no se limite a castigar, una justicia que ayude a
construir tejido social a contrapartida de la actual que rompe, aísla y destruyendo
va comunidades enteras.

Justo por todo lo anterior y como parte de nuestra lucha por construir un mundo
más igualitario, un mundo en el que impere la justicia es que hemos puesto especial
interés en desarrollar proyectos que, adecuándose a las condiciones existentes en
cada predio, en cada zona, se enfoquen en reconocer y mejorar el potencial de
nuestros niños y niñas, de nuestras compañeras y compañeros en el rescate y
construcción de una cultura que deje de ser artículo de lujo y que se convierta en
propiedad de quienes durante siglos la han nutrido, por tanto, estos proyectos
intentan abarcar la ciencia, el arte, la salud, la educación entre otros muchos temas,
como un todo integrado e integrador que posibilite la recuperación de saberes
tradicionales, para generar entre los jóvenes y niños el respeto a nuestras raíces a
nuestra historia sin que esto niegue la necesidad de retomar lo mejor de este presente
pero, esencialmente, con la idea de que la salud, la educación, la cultura en general
deje de ser una mercancía y se convierta en derecho de todos, asimismo aspiramos
a que esta lucha genere el reconocimiento de una identidad y, a partir de esta, de
una identificación con esos millones de otros que, aun sin conocerlos, sabemos que
son explotados pero nunca sometidos, que han sido perseguidos o encarcelados pero
que siguen levantando la voz y luchando con dignidad por sus derechos que es
como luchar por los derechos de nosotros todos, pero no solo, estos proyectos
también aspiran a preparar nuevas generaciones de mujeres y hombres que rebasen
los límites impuestos por los perversos planes de estudio oficiales, hombres y
mujeres que sean sensibles ante la injusticia y comprometidos para combatirla, es
decir, nuevas generaciones que den continuidad y aún mejoren la permanente lucha
por la emancipación del pueblo trabajador.

Es en ese sentido que hemos ido escribiendo nuestra historia a partir de enfrentar
con dignidad al futuro al que quisieron condenarnos y como resultado de ese
esfuerzo colectivo alcanzamos objetivos, obtuvimos logros, los seguimos teniendo,
aunque también reconocemos que tenemos aún muchas cosas por hacer, por
mejorar, una de ellas, sin duda, es que, si bien conseguimos que nuestras
comunidades sean espacios seguros, que los índices delictivos sean mucho menores
dentro de ellas que los que se padecen afuera gracias a las guardias de las brigadas,
a los esfuerzos de las comisiones, a la participación de cada uno en los rondines, es
decir, gracias a que seguimos organizados, no podemos negar que pese a todos
nuestros esfuerzos se han dado hechos que atentan contra la comunidad sea con
robos, agresiones verbales o físicas, violencia intrafamiliar, es decir que no hemos
logrado erradicar del todo las situaciones que alteran y afectan la convivencia
comunitaria, no hemos podido erradicar tampoco el problema de las adicciones y
sus secuelas aunque los esfuerzos han sido muchos y de muchos, el entorno, la
situación social y económica inciden, pese a nuestros esfuerzos, de manera negativa
en el desarrollo de nuestras niñas y niños, de nuestros jóvenes, es indudable que, en
ese sentido, tenemos que mejorar nuestros métodos, nuestras formas, la manera en
que vemos la vida, la forma en que las nuevas generaciones ven a la organización,
quizá empezar a ver a la comunidad como una verdadera familia en la que todos y
todas, de manera consciente, nos preocupemos por el bienestar del otro, de la otra,
de esos otros que han sido mis compañeras, mis compañeros durante tantos años,
entender que hoy nuestra lucha no es solo en contra del Estado y sus leyes, que no
es ya solamente contra nuestros miedos, que hoy enfrentamos a la deshumanización
como parte de una normalidad que quieren imponer a las nuevas generaciones.

Pero es justo en este punto en el que consideramos que este al que hemos llamado
proyecto de vida estaría incompleto si no profundizamos en la discusión sobre la
justicia humanizándola, recobrando su sentido original. Es a partir de ello que
iniciamos nuestras propias reflexiones, nuestros análisis sobre qué tipo de justicia es
la que queremos, la que necesitamos, es cierto que ha pasado tiempo desde entonces,
que realizamos reuniones, encuentros, es cierto también que esos encuentros dieron
como resultado documentos valiosos por lo que manifiestan, sin embargo, hoy
tenemos un reto mucho mayor, uno de los más importantes en esta ya larga lucha,:
el cómo llevar a la realidad todo aquello que hemos sido capaces de imaginar, o
mejor aún, cómo mejorar lo que hasta hoy hemos hecho, porque lo plasmado en el
papel es, a final de cuentas, producto de nuestra experiencia, de nuestro quehacer
de muchos años, desde que comenzamos a ser conscientes de que éramos capaces
de transformar el mundo, pero que debíamos empezar por el pedazo de mundo que
habitamos, desde que descubrimos que hay historias en la vida que nunca se
olvidan, luchas que nunca terminan, luchas que, por el contrario, siempre están
empezando. La nuestra, la que empezamos hace tantos años es una de esas historias,
es una de esas luchas, lo valioso de la organización es que logramos conjuntar lucha
e historia y fuimos construyendo, juntos, una historia de lucha que nació de lo
individual, de las necesidades particulares pero que se fue transformando,
fortaleciendo y materializando en lo colectivo, una historia que nos dice que nunca
hay que rendirse, que nunca hay que darse por satisfecho porque siempre hay retos
por superar, porque siempre hay proyectos por cumplir y uno de esos proyectos es
el de justicia, una justicia diferente a la que hasta hoy hemos padecido, una justicia
que no tenga como único objetivo el castigo, una justicia que analice las raíces y el
origen del conflicto, una justicia que tome en cuenta a la comunidad, que se nutra
día tras día para mejor actuar, que no requiera de jueces ni fiscales, una justicia que
nunca olvide los agravios recibidos hasta hoy para nunca repetirlos, una justicia que
nos haga mejores, que no genere enconos ni rencores, que no sirva a intereses
particulares, una justicia que integre y cohesione a la comunidad, una justicia que
nos involucre a todos, que regenere, que restañe heridas, una justicia que no sea
instrumento de venganza, una justicia equitativa, una justicia ciega que no juzgue
por las apariencias o por el color de la piel o por la religión que se profese ni por la
orientación sexual, una justicia ciega sí pero nunca sorda, en fin, una justicia nacida
de todos para todos.
Por todo lo anterior es que debiéramos seguir reflexionando sobre cuáles son los
obstáculos que tenemos que vencer para lograrlo, tal vez sean muchos, pero
debemos estar seguros de que, si nos lo proponemos, habremos de superarlos
porque ha sido esa nuestra forma de hacer las cosas desde siempre. Seguramente,
como al inicio de nuestro andar, el mayor reto a vencer seamos nosotros mismos, es
decir, igual que en otras muchas cosas quizá tengamos que confrontar con nuestros
prejuicios, con nuestras fobias, con nuestras creencias, en fin, con la forma en que
nos enseñaron a ver la vida, con la forma en que nos van condicionando los medios
de comunicación haciéndonos creer que es bueno lo que es malo y viceversa.
Habría que romper con todo eso, habría que empezar a pensarnos y creernos
diferentes, habría que estar convencidos de que lo que hemos construido a lo largo
de los años es algo que nos trasciende, empezar a convencernos que en verdad y
desde nuestros espacios, con todas nuestras limitaciones, nuestras contradicciones y
problemas, estamos construyendo un mundo nuevo, una nueva sociedad, pero
debemos estar ciertos de que esa construcción significa también rupturas, rupturas
con el pasado, con los lastres heredados, quizá convencernos a nosotros mismos de
querer dejar a las nuevas generaciones el ejemplo de luchar, el deseo de transformar,
la voluntad de ser punto de quiebre y convertir en pasado el presente de explotación
y de injusticia en que nos han obligado a vivir.

Es por eso que estamos convencidos de que la justicia que exigimos, la que podemos
construir debería tomar en cuenta los diferentes factores que originan el que una
actitud determinada de una persona o varias afecte a la comunidad y darle, en ese
sentido, un trato diferenciado atendiendo a las condiciones de cada quien,
aceptando lo que ya sabemos, que no hay ni puede haber un manual para sancionar
o un tabulador de penalizaciones sin el riesgo de, en algún momento, cometer
injusticias, que cada caso es diferente de ahí la necesidad de contar con una
participación colectiva en esa evaluación, pero además, y más importante es tratar
de combatir esos casos desde la raíz, tratar de prevenirlas, asumir que nuestros
niños, nuestros jóvenes tienen que enfrentar las complicaciones propias de su
desarrollo físico y mental además de las condiciones adversas en la escuela o en el
trabajo cuando deben integrarse al mercado laboral: una educación deficiente, así
como una devaluación de los estudios académicos, la depauperación permanente de
la población, el ambiente generado por los medios de comunicación, que han
instaurado una cultura apologética de la violencia y la deshumanización, todo ello
dejando como una de las pocas opciones de sobrevivencia la droga sea como
consumidores o como vendedores, un camino fácil en el cual no hace falta sino
oponerse a toda autoridad, un profundo desprecio a la vida, la carencia absoluta de
solidaridad y la violencia contra el más débil. Es indudable que todo esto ha tenido
un impacto negativo en todos los niveles, pero principalmente entre los niños y
jóvenes a quienes les serán negadas permanentemente oportunidades de desarrollo
y que finalmente, si no hacemos hasta lo imposible por evitarlo, habrán de ser
utilizados como carne de cañón, como elementos prescindibles para el sistema.

Lograr todo lo anterior exigirá, por supuesto, un esfuerzo individual, pero también
colectivo, exigirá pensar y planificar en el corto, mediano y largo plazo, nos obligará
a consolidar los proyectos existentes para dotar de herramientas a nuestros niños y
jóvenes para enfrentar al mundo en su momento, para rechazar y erradicar los vicios
que esclavizan, aunque eso implicaría hacerlo desde la familia, aun entendiendo que
la familia misma es resultado de las condiciones sociales existentes, pero habría que
aspirar a tratar de enseñar con el ejemplo, a tratar de ser mejores para que nuestros
hijos y nietos tengan parámetros diferentes a los que ofrece hoy la sociedad,
justipreciar los esfuerzos que realizan cotidianamente compañeros y compañeras
por compartir saberes con el único objetivo de mejorar las condiciones de vida de
todos y todas, ampliar nuestro bagaje cultural y por ende el de las nuevas
generaciones, es decir, que si verdaderamente aspiramos a construir un modelo
diferente de justicia debemos empezar una nueva revolución, una revolución que
inicie en cada uno de nosotros, una justicia que permee en cada una de las familias,
o mejor dicho, que empiece en cada familia, no partimos de cero, eso está claro,
aunque, afortunadamente, aún nos queda mucho por hacer.

OBJETIVOS.

Aspiramos a que esto que fue un sueño y se convirtió en proyecto deje de ser
proyecto para convertirse en realidad, a que seamos capaces de generar un sistema
de justicia en el que participemos todas y todos, en el que cada uno de nosotros y
nosotras asumamos una responsabilidad, a que hagamos cada vez más patente el
nosotros sobre el yo y a que ese nosotros se multiplique para hacer de este mundo
algo mejor. Para ello es que nos proponemos:
1. Generar nuevos proyectos, fortalecer y mejorar los ya existentes con el
objetivo de involucrar en mayor número y calidad a niños y niñas, a jóvenes
y adultos.
2. Retomar e impulsar el proyecto de educación en todos los niveles
entendiendo la importancia de la educación formal, pero insistiendo en que
la educación que reivindicamos y a la que aspiramos contempla también
otros aspectos, otras materias, otros objetivos.
3. Insistir en la generación de proyectos productivos que involucren y
beneficien a las comunidades, especialmente a las nuevas generaciones.
Sobre la Comisión, de Justicia:

Para la materialización del sistema de justicia se ha decidido conformar una


comisión, sin embargo, esta comisión, de ninguna manera, debe convertirse o
considerarse como el tribunal de la comunidad, el objetivo es que el sistema
involucre al mayor número, si no es que a todos, los integrantes de la organización
y que la comisión se encargue de profundizar, analizar y determinar sobre aquellas
situaciones que no puedan ser resueltas en las demás instancias, para ese fin cada
instancia deberá entregar un reporte a la comisión del problema analizado, el reporte
debe contener antecedentes, tratamiento y conclusiones, de tal suerte que los
integrantes de la comisión de justicia tenga el mayor número de elementos para
decidir si el problema fue resuelto o se hace necesaria su participación. En aquellos
casos que la comisión retome para su tratamiento se privilegiará el diálogo, la
imparcialidad, el espíritu de compañerismo, asimismo la comisión determinará
cuales casos deberán ser expuestos ante el CGR o ante la Asamblea General.

● Esta instancia deberá estar conformada por compañeras y compañeros con


una gran autoridad moral ganada por su participación en la organización, su
imparcialidad, discreción y buen juicio, pero principalmente, por su interés
en el bien común.
● Deberán elaborar un reglamento interno que contemple las características de
las y los integrantes de esta instancia, temporalidad de la participación,
disciplina, puntualidad y sobre todo discrecionalidad.
● Establecerán los ejes de la vinculación con todas las comisiones y proyectos
de la organización.
● Consideramos que la comisión de justicia debe estar estrechamente vinculada
con todos los proyectos de la organización, tanto para ir desarrollando el
proceso preventivo tratando de incluir a jóvenes, niñas y niños en las
actividades que desarrollan todas las comisiones, aunque es imprescindible
que todas las comisiones reflexionen, discutan y propongan distintas formas
para vincularse con el proyecto de justicia tanto en la acción o acciones
preventivas, que deben ser permanentes, como en el aspecto ejecutivo, es
decir, si en algún caso, se llegara a determinar que para la reintegración de
un compañero o compañera debe cumplir participaciones en alguna
actividad o actividades, la comisión responsable de la actividad deberá
responsabilizarse del trato con el compañero o compañera y del
cumplimiento de la actividad o actividades, entregando al final un reporte y
una evaluación colectiva del quehacer del compañero o compañera. De la
misma forma la comisión de justicia (CJ) deberá presentar informes
periódicos de todos los casos vistos, deberá tener el criterio suficiente para
resolver por sí misma pero también para decidir en qué casos y en qué
momentos debe consultarse con el CGR o con la AG.
● Por parte de la comunidad deberá existir la completa disposición para acatar,
cumplir y hacer cumplir los acuerdos de la comisión, del CGR y de la misma
AG, debe quedar claro también que en primer lugar, cuando se determine
algún proceso de reinserción, la familia del involucrado debe ser garante del
cumplimiento de este, entendiendo que, si bien, la responsabilidad es de toda
la comunidad entera, esta responsabilidad empieza por la familia.

Sobre el Sistema
La problemática en las comunidades es en general harto compleja ya que a pesar de
que los reglamentos existentes fueron elaborados y aprobados en las asambleas
generales ha sido lento el proceso para que se asuma que esas normas de convivencia
corresponden a todos y no solamente al socio o socia o para erradicar la idea de que
las normas solo aplican dentro de los asentamientos o de las unidades
habitacionales, incluso el superar el casi generalizado cambio de mentalidad que
sigue a la asignación de la vivienda definitiva y que no siempre es para bien, se ha
tenido que combatir la idea de que “después de tantos años de lucha ya me gané la
casa, ya no tengo responsabilidades con nadie y mis hijos y mi familia pueden hacer
lo que quieran” de algunos compañeros y compañeras que, afortunadamente, son
cada vez menos gracias a la labor de muchos más y esos muchos son las compañeras
y compañeros que integran las brigadas, las comisiones y la asamblea general y es
justo esta participación la que intenta aprovechar esta propuesta, aprovechando
también la experiencia de tantos años y el análisis permanente que nos han
permitido sistematizar algunos de los problemas más frecuentes y llegar a la
conclusión que muchos de ellos podrían solucionarse mediante el diálogo y no
requerirían siquiera ser llevados a una comisión es, en ese sentido, que el
planteamiento que hoy hacemos considera que a partir de ahí es que puede lograrse
la participación colectiva, con esa finalidad se plantean tres niveles de problemas:

1er Nivel. Conflictos vecinales. Tales como: estacionamiento, ruido, limpieza,


mascotas y un largo, largo etcétera.

En este primer nivel se plantea que se busque la solución mediante el diálogo entre
los interesados, dicho diálogo podría ser apoyado por la brigada en caso que se
considere necesario un primer arbitraje, entendiendo que el papel de la brigada será
el garantizar que el diálogo entre los compañeros o compañeras interesadas sea
respetuoso y con el objetivo de encontrar puntos de acuerdo.
2do Nivel. Mal uso de espacios comunes, inasistencias, incumplimientos, etc.
Todos estos casos se encuentran considerados en el reglamento de cada comunidad,
en ellos se contempla que serán las comisiones y las brigadas las encargadas de
tomar las medidas necesarias para inhibir y tratar de erradicar estas prácticas así
como estimular el cumplimiento de ellas.

3er nivel. Problemas de adicciones, riñas, amenazas, agresiones, situaciones que


pongan en riesgo a la comunidad, bajas, expulsiones, etc.
En este nivel las problemáticas serían de competencia de la comisión de justicia que
consideraría la necesidad de apoyarse en el cgr y de informar a la asamblea general
para su tratamiento y/o para la aprobación de sus dictámenes.

Nota: En los tres casos las situaciones planteadas son meramente ejemplificativas,
entendiendo que la lista será ampliada a partir del análisis colectivo.

También podría gustarte