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1- ¡Diferencias que bendicen!

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“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son
uno en Cristo Jesús”. Gá. 3:28
La misión de la Iglesia alcanza su mejor potencial cuando respeta y afirma el valor de la diversidad.
Dios estableció la diversidad. Es sorprendente que Dios, el creador del universo, disfrute la diversidad.
Al trabajar con grupos étnicos, es necesario evitar la etiqueta étnica y el estereotipo. Es importante
considerar los siguientes puntos para trabajar juntos en la expansión del reino de Dios.
Cristo, nuestro modelo
Primero, hay que enfocarse en Cristo. Él es nuestra inspiración y ejemplo a seguir. Él murió por todas
nuestras iniquidades. Su ministerio fue asombroso. Su compasión y amor por las diferentes clases de
personas era evidente. El Evangelio de Juan relata el encuentro de Jesús con una samaritana. Jesús no
la rechazó a causa de su nacionalidad; por el contrario, le habló y satisfizo su necesidad específica. El

1
por Víctor H. Cuartas. Texto adaptado de Apuntes Pastorales XXVII-5. Lausanne 2010
3 - La unidad de hombres y mujeres.
“pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Porque todos ustedes, los que han sido
bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no
hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús.” Gálatas 3:26-28
A lo largo de la historia y en casi todas las culturas, los hombres han oprimido a las mujeres. Como se
nos enseña en nuestro libro de estudio, la mentira satánica de que los hombres son superiores a las
mujeres causa más pobreza y miseria que ningún otra cosa.
En la época helenística y en el mundo greco - romano, a las mujeres por lo general se le consideraban
inferiores a los hombres. Se pensaba que las mujeres eran impulsadas por la pasión y el instinto
animal, y que tenían menos fuerza de voluntad e intelecto que los hombres. Las niñas recibían una
educación inferior. A las mujeres, no se les permitía comprar propiedades. Los griegos adinerados
preferían a los niños y a los jóvenes del sexo masculino para tener relaciones sexuales.
Puesto que las bebés mujeres no eran tan deseadas coma los bebés hombres, muchas veces se las
llevaban a un lugar fuera de la ciudad para luego abandonarlas. Estas niñas morían porque los
animales salvajes las mataban, o porque quedaban expuestas al medio ambiente. Ellas también
podían ser criadas por extraños, que luego las vendían como esclavas sexuales para la prostitución.
La afirmación de Pablo en Efesios 2, que “en Cristo”, se acepta, se valora y se adopta en la familia de
Dios a hombres y mujeres como coherederos de Dios fue, por tanto, un mensaje liberador de enorme
significado. Aunque Jesús designó a doce hombres como apóstoles, y Pablo requería liderazgo
masculino con actitud de servicio tanto en el hogar como en la iglesia local, la marca distintiva de la
Iglesia era que los hombres y las mujeres se amasen y se respetasen mutuamente como coherederos
de la gracia de la vida.
En nuestro libro de estudio también se resalta el hecho de que en la iglesia primitiva había un 60 por
ciento de mujeres. Y que lo más probable era que ellas amaban a la iglesia porque sabían que en la fe
de Cristo no había diferencia entre varón y mujer.
La Biblia habla de la igualdad de todos los seres humanos delante de Dios, por lo tanto la iglesia
cristiana ha promovido y promueve por igual la dignidad de hombres y mujeres.
Para pensar:
¿Cuáles son algunas barreras sociales y culturales que afectan la unidad de los cristianos en nuestra
época? ¿Qué puedes hacer para derribar estas barreras en tu propia vida?
Señor se reveló ante esta mujer como el Mesías. (Jn. 4.1–26). Al enfocarnos en Cristo, podemos
completar la tarea, superar los obstáculos y desafíos. No se trata de nuestros intereses, sino de
trabajar unidos para bendecir a la gente que necesita escuchar el mensaje de salvación.
Sentido de comunidad
Todos somos parte del reino de Dios y él nos ha delegado una comisión maravillosa. Segundo, es
necesario que desarrollemos un sentido del trabajo interdependiente. Trabajar con gente de otras
culturas requiere desarrollar un sentido de comunidad. Nos necesitamos unos a otros y la tarea que
cada persona realiza afecta a todos los demás. Los valores son importantes cuando se trata de
trabajar en equipo. La respuesta a la falta de confianza y al paternalismo en la relación entre personas
de diferentes culturas no es la independencia y auto-suficiencia; es la interdependencia. Y esta viene
con un entendimiento más profundo de la unidad en Cristo.
Vidas sumisas
Tercero, se requiere sumisión mutua. Jesús nos dio ejemplo al someterse totalmente a la voluntad del
Padre. Pablo también nos exhorta a «someternos unos a otros en el temor de Dios». La sumisión
requiere humillarse y respetarse unos a otros. Esta sumisión está basada en nuestro amor a Dios y a
los demás.
Servicio al Reino
Cuarto, todo lo que hacemos es a favor del Reino. Los problemas pueden superarse al tener en
cuenta de que todos trabajamos para el avance del reino de Dios.
Estilo flexible
La gente involucrada necesita ser flexible. Este es un aspecto muy crucial al trabajar con personas de
diferentes grupos étnicos. La frustración y la resistencia surgen cuando la gente no es flexible. Llegar a
ser flexible es un proceso, requiere de humildad para crecer y entender las diferentes perspectivas. Es
necesario construir un fundamento común que facilite la comunicación y las dinámicas dentro de un
grupo. Por ejemplo, el sentido de tiempo es diferente en cada cultura.
Para meditar
¿Por qué estamos trabajando juntos? ¿Qué nos motiva? Estas preguntas son esenciales, ya que nos
ayudan a aprender unos de otros.
2 - La unidad de los judíos y gentiles.
“Porque él es nuestra paz. De dos pueblos hizo uno solo, al derribar la pared intermedia de
separación…” (Ef. 2:14,15).
El apóstol Pablo describió la influencia que tuvo el evangelio sobre un gran prejuicio en su época.
Esta influencia tuvo efectos de tanto alcance como la creación de la legislación moderna de los
derechos civiles.
Para apreciar esta revolucionaria afirmación de como Cristo trajo paz tenemos que recordar la
relación que había entre judíos y gentiles. En el templo judío de los días de Jesús había una pared
que separaba el atrio exterior —el atrio de los gentiles— del atrio interior donde solo se permitían
judíos. Esta separación de judíos y gentiles no era solamente una formalidad. La pared que separaba
los dos atrios tenía una inscripción que decía que cualquier gentil que traspasase el muro de
separación sería ejecutado.
Ya que esta separación estaba prescrita en la Ley mosaica, podría ser fácil asumir que el mismo Dios
de Israel tenía prejuicios contra los gentiles. Pero desde el llamamiento de Abraham, el Padre de
Israel, Dios dejó claramente establecido que su plan era usar a Israel pare traer bendición a todo el
mundo (Gn. 12:2,3).
Dios recordó al pueblo judío una y otra vez que Él no lo había escogido porque lo considerase más
atractivo. Lo escogió soberanamente porque de no haberlo hecho, el mundo entero hubiese seguido
alejándose de su Hacedor y poniéndose en su contra. La iniciativa de Dios de escoger a Israel como
testigo Suyo fue tomada para ofrecer salvación a cualquier gentil que creyese en el Dios que se
estaba revelando a través de Israel.
Dios escogió a un pueblo como testimonio para todos.
Sin embargo, con el tiempo, muchos de los judíos no se dieron cuenta de que no merecían nada, por
lo que adoptaron una actitud cruel hacia los gentiles. Su desprecio fue avivado en parte por las
creencias y las prácticas de los gentiles.
Los dioses a quienes adoraban los gentiles reflejaban el lado oscuro de la naturaleza humana. Como
resultado, los gentiles entendían muy poco lo repulsivo que es el pecado.
En tiempos grecorromanos, la vida gentil no tenía valor. Había competencias entre gladiadores y otros
espectáculos sangrientos para entretener a las masas. EI infanticidio era común. La literatura y el arte
que nos han llegado de esa época representan claramente su degenerada sexualidad. La
prostitución, la homosexualidad y la pedofilia estaban muy difundidas. Los “bárbaros” fuera del
imperio eran igualmente depravados.
Para el pueblo de Judío, la manera gentil de vivir estaba en agudo contraste con los principios de
Dios. Pero, Cristo estableció un nuevo pacto, quitó la pared que dividía a judíos y gentiles, y los unió,
en la Iglesia.
El hecho de eliminar la pared intermedia de separación simbolizaba una paz que iba mucho más allá
de la diferencia histórica entre judíos y gentiles. La paz que Cristo trajo también elimino la base de
otros prejuicios profundos e históricos. Dirigiéndose a la iglesia de Gálatas, Pablo escribió: “ 8 Ya no
hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en
Cristo Jesús.” (Gá. 3:28).
Esta afirmación fue revolucionaria, porque otra gran barrera de prejuicios era la que había entre
hombres y mujeres.
4 - La unidad entre las diferentes clases sociales
“Hermanos míos, ustedes que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no deben hacer
diferencias entre las personas. Puede darse el caso de que al lugar donde ustedes se reúnen llegue
alguien vestido con ropa elegante y con anillos de oro, y llegue también un pobre vestido con ropa
andrajosa. Si ustedes reciben gustosos al que viste la ropa elegante, y le dicen: «Venga usted,
siéntese aquí, que es un buen lugar», pero al pobre le dicen: «Tú, quédate allá de pie, o siéntate en el
suelo», ¿acaso no están discriminando entre ustedes y haciendo juicios malintencionados”? Santiago
2:1-4
En la época de Cristo, los conflictos entre clases sociales eran muy comunes. El apóstol Santiago en su
carta, (que fue probablemente la primera del N. T.) abordó el tema prejuicio económico que podía
desacreditar y distorsionar la intención de Cristo para la Iglesia. Estas instrucciones eran
revolucionarias para las personas del primer siglo. A una persona pobre no se le respetaba y ella ni
siquiera podía dar su libertad por sentado. En épocas de crisis económica y de hambre, la gente
pobre, se vendían a sí mismos o vendían también a los miembros de su familia como esclavos.
Fuera de la ley judía, los esclavos no tenían derechos. A Los dueños se le permitía matarlos o abusar
de ellos. Los esclavos rebeldes eran condenados a morir en vida en las galeras o en las minas. La
declaración de la unidad en Cristo, estaba en agudo contraste con la división del mundo del primer
siglo. No obstante, y como lo menciona el apóstol Santiago, los cristianos muchas veces no nos
consideramos como una familia de iguales y de coherederos en Cristo.
Pero la Biblia señala que en Cristo, blancos y negros, ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y
viejos, instruidos e ignorantes son igualmente: amados, perdonados, aceptados, separados para Dios,
adoptados, hechos coherederos con Cristo, dotados por el Espíritu Santo, y protegidos por Dios. Él es
quien llama a la iglesia a ser uno en Cristo.
El reino de Dios es para todos. Dios quiere compartir con todos los que lo llaman Padre: que Él ama a
una mujer tanto como a un hombre, a un gentil tanto como a un judío, a un negro como a un blanco,
a un pobre como a un rico, a un tartamudo como a uno que es elocuente, a una persona desfigurada
tanto como a una hermosa, y a un ignorante tanto como a uno que tiene un erudito. Cualquiera es
bienvenido al reino de Dios.
Como hijos de Dios, los creyentes hemos de reflejar esta apertura para todos. No debemos hacer
distinción de razas, clases sociales o género. Al aceptar y a amar a todas las personas, el reino
invisible de Dios se hace visible en la tierra. 2

Para pensar:

En general, ¿de qué manera la gente muestra su favoritismo? ¿Cómo ve Dios el favoritismo? ¿Cuál es
la lección en este pasaje, cómo debemos relacionarnos con los demás, ya sean ricos o pobres?

2
Darrow Miller, El Reino inconmovible de Dios, (editorial Jucum , 2005), p. 101.
5 - REFLEXIONES SOBRE LA UNIDAD3

Efesios 4:1, 3

Ningún tema relacionado a la vida en Cristo ha sido tan descuidado como la unidad del cuerpo. Es
mayormente por nuestra falta en este aspecto que no hemos logrado presentar en forma
convincente al mundo las Buenas Nuevas del evangelio. Es bueno, entonces, que meditemos en las
razones por las cuales la unidad es tan difícil de practicar.
Hemos de notar que la exhortación de Pablo no nos motiva a trabajar para crear la unidad, sino a
mantenerla. Es importante tomar nota de la diferencia porque frecuentemente escucho en la iglesia
llamados a “trabajar” hacia la unidad. La verdad es que la unidad es un regalo de Dios. Llegamos a la
unidad porque estamos vinculados con un Dios que vive en perfecta unidad. Lo único que podemos
hacer nosotros es quebrar esa unidad. Por esta razón nuestro esfuerzo debe estar dirigido hacia la
preservación de lo que el Señor ha establecido.
Gran parte de la dificultad en disfrutar de la unidad radica en una confusión acerca de lo que significa
el concepto. En la mente de muchos de nosotros “unidad” se refiere a que seamos todos iguales. Es
decir, que todos pensemos de la misma manera, tengamos las mismas metas y trabajemos en los
mismos proyectos. Eso no es unidad, sino uniformidad. Hemos visto, en las congregaciones donde se
impone la uniformidad, lo artificial que resulta la vida espiritual que se practica a diario. No se puede
disentir, ni tener opinión diferente a la de los líderes porque esto es “quebrar” la unidad. Esta
tendencia es la que vemos claramente reflejada en el primer concilio de la iglesia en Hechos 15.
Alguno de los líderes quería imponer la uniformidad.
Es precisamente por este criterio que se nos hace tan difícil practicar la unidad. Al entender que
unidad se refiere a una relación con aquellos que piensan de la misma manera que nosotros, nuestro
círculo de relaciones es muy pequeño. Unidad, sin embargo, no es la descripción de una coincidencia
de ideas y conceptos sino de un compromiso. Vivir en unidad es aceptar el llamado de honrar a todos
los que son de la casa de Dios, aun cuando sean enteramente diferentes a lo que nosotros somos. Se
funda sobre la convicción de que las ideas y los métodos pasarán, pero el amor permanecerá para
siempre. Quebramos la unidad cuando creemos que las diferencias con los demás nos dan licencia
para criticar, despreciar y condenar.
En este tema nuestro rol como pastores es fundamental. Las personas observan nuestras actitudes.
Escuchan los términos que usamos para referirnos a otros. Analizan la manera en que manejamos a
aquellos que actúan y piensan diferente a nosotros. Muchas veces, nuestro ejemplo será el factor
más importante para ayudarles a no quebrar la unidad del Espíritu. El Señor nos conceda, sobre todas
las cosas, ser conocidos por la abundancia de amor en nuestras vidas.
Para pensar:
¿Cómo reaccionas frente a las diferencias con otros? ¿Cuán tolerante te considera la gente que te
conoce? ¿Qué cambios debes hacer en tu vida para seguir avanzando hacia la unidad?

3
Reflexión tomada de “Alza tus Ojos” de Christopher Shaw. Pág. 280

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