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Gotico Carpintero - William Gaddis PDF
Gotico Carpintero - William Gaddis PDF
William Gaddis
Fotografía de portada
www.sextopiso.com
Diseño
ESTUDIO JOAQUÍN GALLEGO Formación
Impreso en España
—Perdona, no quería...
—Paul el extorsionador.
—¿Estás de broma?
—Pero ¿dónde vas a, dónde te estás quedando?
Nunca...
—Ha vuelto.
—¿Qué le pasa?
-¿Quién?
—Espera un momento.
—¡Bueno enciéndelo!
—¡Apágalo!
son muebles!
—¿Paul?
—¿A quién conoces en Eleuthera?
-¿Qué?
-¿Qué?
—Apágalo, Paul.
-¿Qué?
-¿Qué?
-¿Paul?
—Señora.
—¿Madame?
—Oui madame.
—Oui madame.
mañana?
-¿Qué?
—Quién. Qui.
—Ce monsieur oui, le méme qui est venu ce matin.
—Non madame.
—¿Madame?
¿Madame?
—¿Madame?
—¿Madame?
—Ella, ce madame McCandless, est-ce qu’elle est
jolie?
—Oui madame.
¿A qué hora...?
—¿A qué hora...? —incluso aquí, donde el sol que
se filtraba entre las hojas trepaba desde su hombro
desnudo hasta los labios abiertos, el movimiento
continuaba sobre las contraventanas cerradas para
resguardarse de él, penetraba en un difuso
claroscuro donde el movimiento componía la
silenciosa quietud y a ella cerrada herméticamente,
el tiempo a la deriva mientras el sol avanzaba
cada vez más, destrozada por el teléfono. Se le
derramó la leche cuando fue a cogerlo.
—¿Está aquí?
—¿Dónde se fue?
—¿Quién es?
—¿Lo intentaste?
—Escucha no la conocía. Ni siquiera la conocía
hasta que te conocí a ti.
—Pero ¿qué...?
—¿Qué Cettie?
—Un montón.
-¿Qué?
—Voy arriba.
-¿Eh...?
-¿Paul?
—¡Paul!
-¿Sí? ¿Qué...?
—¿Señora Booth?
—Ya me he enterado.
—O sea si hubiéramos sabido cómo ponernos en
contacto con usted, si usted hubiera llamado antes
de...
-¿Quién?
—¿Señor McCandless?
—¿Señora Booth?
-¿Si yo qué?
-¿Qué?
T)
—Estoy aquí.
—Comprando lámparas.
—¿Quién Paul?
—¿Adolph?
—Vino a buscarlas.
—Yo, no yo...
-¿Paul...?
—¡Ya te he oído!
—No lo...
-¿Qué?
puerta...
—Yo, no puedo.
-¿Liz?
—¿Quieres la...?
—No están...
—Señor Slotko.
—Ojalá pudiera.
—Estoy aquí.
—¿Lester?
—¿Qué cosas?
—Todas. Todo.
—¿Dónde?
léelo.
—Estaba aburrido.
—Siempre estabas aburrido. Estabas aburrido
cuando te conocí, ¿pensabas que no lo leería? Has
metido a Cruikshank aquí como este personaje
Riddle, ¿pensabas que él y Solant y todos los
demás no se darían cuenta de quién lo había
escrito?
—¿Qué filtraciones?
—Quizá pensaran...
—Te he preguntado qué filtraciones. ¿No puedes ir
al grano aunque sea por una vez?
periódicos.
—Como ése.
—¿Quién es?
—¿Eran buenos?
vi.
—¿Qué encontraste?
—¿Esta es Irene?
—No lo sé.
—Escribí uno.
eso.
Smackover?
—Dos mil.
—Ya te he oído.
—¿Qué quieres...?
—¿En qué?
-¿Qué?
T.)
—¿Dispararle?
-¿Señora Booth?
-¿Bibb?
—¡No! Tú, ¿qué...?
—¿África?
-¿Quién?
—Es mi hermana.
si...
—No, no estamos muy bien servidos gracias... —y
ella vio (pie había echado un chorro en el vaso
que tenía al lado del codo—. Es lo mismo que va a
hacer ahí en el espectáculo monstruoso que decías
que había montado en California, explicarles que
el pentecostalismo es la única arma que tenemos
para luchar contra la diseminación del marxismo
incluso hasta el África más negra, para luchar
contra las fuerzas del mal que quieren detener su
gloriosa misión de diseminar la estupidez desde un
extremo del continente negro hasta el otro, no estoy
hablando de la ignorancia. Estoy hablando de la
estupidez. Si quieres ignorancia puedes
encontrarla ahí mismo, en ese emplazamiento en el
Lago Rudolf, en la
mantelitos, cuando
y...
—¿Quién es usted?
-¿Qué?
—¿Quieres agua?
-¿Qué? ¿Dónde?
-Era el...
-Sigue enviando esta mierda ¿una factura por
cincuenta dolares? ¿De hace un año?
¿A qué?
-¿Liz?
—¿Dijo eso?
—¿Qué es...?
—¿La qué?
—La ternera, está un poco dura.
—¡Dame eso!
—¿Dónde está...?
—Cariño...
—Demasiado tarde.
-¿Quién...?
—No lo sé.
—Echa un vistazo.
—¿Dónde podría... ?
—¿Qué es Bedford?
—Sobre mi padre.
—¿En qué?
—Van a arrestarlo.
—Por soborno.
—No se sorprenderá ¿verdad? ¿Al final Grimes lo
ha dejado caer?
—Eso es.
es...?
Í6f,
—Y tú te vas.
—Pero...
—¡Podrías intentarlo!
—No es, ya es tarde...—pero ella ni siquiera lo
miraba yo, haré lo que pueda—cogió el
impermeable por una manga, empezó aponérselo
—. No puedo ir a la ciudad antes de que esté
oscuro. Te llamaré.
—No, abrázame.
—Pero yo no...
—Deberías afeitarte.
—Siempre le decía que dejara las malditas puertas
cerradas, podría haber contratado a alguien para
que lo hiciera ¿es eso lo que estás pensando? Lees
los malditos periódicos ¿cuánto dinero tendría, es
eso lo que estás pensando? —y se quedó ahí de
pie en medio de la entrada hasta que aquel coche
gris común y corriente giró colina abajo, tiró una
escoba que estaba ahí apoyada contraía escalera y
la recogió, ahí de pie miró hacia lo alto de la
escalera y al final volvió a dejar caer al suelo la
escoba y subió, avanzó por el pasillo donde
bufandas, jerseys, papeles, incluso los cajones de
la cómoda seguían tirados sobre la cama, en el
suelo tal como los había encontrado, y la carpeta
color sepia que había encontrado abierta sobre Ja
cama en una mano él apenas sabía escribir pan,
cebollas, leche, pollo. Aquí destacadas en
párrafos enteros y tachaduras, exclamaciones al
margen, meticulosos añadidos, su lengua recorría
la delicada vena engullía la curva de su rígida
elevación hasta la cabeza exprimida lívida en su
mano, apartó el cilindro con su finísimo hilo antes
de hacerlo entrar, elevándose para recibirlo
durante todo lo que durara, se quedó ahí
estupefacto y después lo volvió a meter
cuidadosamente en la carpeta, y después se agachó
para coger sus zapatos y salió a toda prisa de la
habitación, avanzó por el pasillo donde su
expresión estupefacta lo esperaba en el espejo
sobre el lavabo, tenía en la mano los pelos blancos
que había encontrado allí como si no supiera qué
hacer con ellos hasta que abrió el grifo al máximo
y metió la cabeza debajo, al final salió afeitado,
lleno de cicatrices y sin camisa cuando un
movimiento no mayor que un aleteo atrajo su
mirada a través del cristal al pie de la escalera,
alguien de puntillas, intentando escudriñar el
interior, y entonces las bajó.