Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Teontología y Antropología
(Basado en los libros El Ser de Dios y sus atributos de Heber Campos y Razón de la
Esperanza de Leandro Antonio de Lima)
El Ser de Dios
Introducción
Las nociones que tengamos del Ser Divino y de sus obras serán el
fundamento para todas las demás doctrinas de la fe cristiana. Todo lo que
estudiemos en teología estará asociado a nuestra concepción de Dios. Lo que
creemos sobre Dios determinará nuestros patrones de moralidad, porque la Palabra
de Dios es el patrón de la moralidad. Todo lo que podamos saber sobre Dios
determinará todas las otras relaciones en variados campos de la teología.
1. La singularidad de Dios
El Dios de las Escrituras es el Dios del teísmo, aquel que es al mismo tiempo
inmanente (que se relaciona con la creación) y trascendente (que está por sobre
toda la creación).
Éstas dos ideas teístas deben estar en equilibrio en la mente de todo aquel
que estudia las Sagradas Escrituras. Si hay un énfasis exagerado en una de las dos
ideas, la creencia teísta se perjudica. Si, por un lado, se enfatiza exageradamente la
inmanencia, se pierde la noción de un Dios personal, porque existe el peligro de
caer casi en una identificación de Dios con su creación, como sucede con los que
tienen tendencia panteísta. Si, por otro lado, hubiera un énfasis excesivo en la
trascendencia, se incurre en el error de perder la noción de un Dios activo en la
historia, como es el caso de aquellos que tienen tendencias deístas.
A. La Inmanencia
La inmanencia de Dios tiene que ver con su relación con el mundo creado,
especialmente con el ser humano y su historia. Dios está profundamente
involucrado con la historia humana. Él actúa de modo simple, directa e
indirectamente, e incluso interviene de manera especial en la vida de los seres
humanos que creó, especialmente con los cuales tiene una relación de pacto, a
quienes Jesucristo vino a redimir (Jer. 23:24; Éx. 3:7-8; Job 34:14-15).
B. La Trascendencia de Dios
Las Escrituras contienen algunos pasajes donde estos dos importantes aspectos
de la Divinidad están juntos.
El texto de Isaías 6:1-5 habla de Dios como aquel que está en “un trono alto
y sublime”, indicando que Dios está en una posición elevada sobre su creación,
como el Soberano altísimo e inefable. Al mismo tiempo, el texto dice que “¡Toda la
tierra está llena de su gloria!”, mostrando el carácter inmanente de este Dios que se
hace presente de manera gloriosa en la plenitud de su creación.
El texto del Salmo 113:5-7 presenta a Dios como aquel que habita las alturas,
el Trascendente, tiene preocupación por lo que sucede en el mundo de los
hombres. Observe el pasaje: “¿Quién como Jehová nuestro Dios, que se sienta en
las alturas, que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra? Él levanta del polvo al
pobre, y al menesteroso alza del muladar”. Perciba que la palabra “alturas” (v.5)
excede lo que conocemos como “cielo” (v.6). Estos son creados, y las “alturas” no.
El término “alturas” no es designativo de lugar, pues Dios habita la eternidad, sino
que es significativo de lo que está más allá de lo creado, pues Dios ya estaba allí
antes que hubiera cielo y tierra. Su trono existe desde siempre. No obstante, a pesar
de ser elevado por sobre toda la creación, y separado de ella, se preocupa con lo
que ocurre aquí y está involucrado en todos los acontecimientos de la historia,
socorriendo de un modo especial a los que son parte de “su pueblo”, que en este
texto se les llama “pobres” y “menesterosos”.
Jesucristo deja claro que hay un gran abismo entre lo que pertenece a la
esfera de las cosas creadas y el de las cosas no creadas, entre las cosas temporales y
las cosas eternas, pues dijo: “Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois
de este mundo, yo no soy de este mundo” (Jn. 8:23). Sin embargo, a pesar de haber
una gran distancia entre estas dos esferas, Dios, en el Verbo Divino, cruzó el
abismo que había entre la esfera de la eternidad y la del tiempo, haciéndose uno de
nosotros e involucrándose con nuestro mundo. Teniendo compasión de nosotros,
se unió para siempre con esta esfera temporal y finita, a fin de que pudiéramos ser
redimidos y el cielo y a la tierra fueran unidos.
Introducción
La Biblia fue escrita con la perspectiva de que Dios existe y que Él es vivo y
activo en el mundo que creó. Esta perspectiva combina plenamente con la idea
generalizada de la conciencia humana sobre la existencia de la Divinidad.
1
Citado por Louis Berkhof, Teología Sistemática, 5ª ed. español (Grand Rapids: T.E.L.L., 1981), 21.
2 Gn. 1.1 (ver también Salmo 19; Ro. 1:18; Hch. 14:14; 17:16; He. 11:6; Mt 11:27; 1 Jn. 2:23; Gá. 4:8-9).
sí mismo se volvió el fundamento de todo lo que creemos respecto a Él y es la base
para la formulación de la teología cristiana.
No hay nada tan evidente en las Escrituras como la existencia de Dios. En ellas
esto es un hecho consumado, simplemente porque comienzan con la afirmación
categórica de la existencia de Dios. En ningún lugar de las mismas hay alguna
sugerencia de lo contrario. ¿Cuál es la razón de eso? La razón es la abundante
evidencia acerca de la existencia de Dios encontrada en el propio universo, el hecho
de que los cielos “cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus
manos” (Sal. 19:1). Las Escrituras también acentúan la existencia de Dios al
mostrar que los hombres tienen el deber de creer en Dios de la forma en como Él
se revela. El ser humano requiere fe para aproximarse a Dios.
A. El Argumento Ontológico:
Este argumento parte del supuesto que la existencia real de Dios resulta de
su existencia necesaria en nuestro pensamiento. Si tenemos la idea de Él en nuestra
mente, es prueba de que Él existe. Fue Anselmo quien produjo su formulación más
clásica3.
Premisa Mayor – Una creencia intuitiva universal entre los hombres debe ser
verdadera.
Premisa Menor – La creencia de que hay un Dios es universal e intuitiva entre los
hombres.
No podemos admitir que el simple hecho de que las personas crean que hay
un Dios todopoderoso pruebe que realmente exista. La existencia de Dios en el
pensamiento de las personas es diferente de su existencia en la realidad. “La existencia
en el pensamiento y la existencia en la realidad son dos categorías distintas y
diferentes.”4 El hecho de alguien piense en un objeto o lo imagine no significa que
exista en realidad. El hecho de que las personas crean en alguna cosa no hace que
tal cosa exista. Por ejemplo, aunque todos los hombres conciban un caballo con
alas, esto no significa que existe. Por lo tanto, el argumento ontológico, no importa
B. El Argumento Moral:
C. El Argumento Teleológico:
La palabra “teleológico” tiene que ver con designio o fin (telos). El universo
tiene un propósito. No es caótico y fue hecho para un determinado fin, lo que
implica que hay un diseñador de este fin. Si entendemos que todas las cosas existen
para determinados fines, es lógico y correcto pensar que existe Alguien que
determinó estos fines. Si este mundo es perfecto en sus fines y propósitos, debe
haber Alguien mayor que lo haya creado. Si quisiéramos formular un silogismo para
mostrar este argumento, usaríamos las siguientes premisas correctas, para llegar a
una conclusión razonable:
Premisa Mayor – El orden y la armonía del universo sólo se pueden explicar cuando
presuponemos un arquitecto inteligente, o una causa inteligente mayor.
D. El Argumento Cosmológico:
Premisa Menor – “El universo como un todo y en todas sus partes es un sistema de
cambios”8. O sea, el mundo es un efecto.
Conclusión – “El universo debe haber tenido una causa exterior a sí mismo; la causa
última o absoluta debe ser externa, no causada e inmutable”9. Por lo tanto, el
mundo tiene una causa adecuada, fuera de sí mismo, que lo produjo – Dios.
5 Monologion, I-VII.
6 Suma contra os Gentios, I, xiii.
7 Formulada por A. A. Hodge, Outlines of Theology (Edimburgo: Banner of Truth, 1983),33.
8 Ibid.
E. El Argumento de Consenso Universal:
F. Argumento Estético:
Hay belleza en el universo. Los seres humanos son creados con la gran
capacidad de apreciar la belleza de la creación. Ahora, si hay tanto una cosa como la
otra, es decir, la creación y el hombre, sólo puede haber una inteligencia y una
sabiduría para hacer algo tan bello, o sea, Dios.
9 Ibid.
10 Bavinck, The Doctrine of God, 76.
El Conocimiento de Dios
Introducción
1. El Dios Cognoscible
A. El Conocimiento Innato:
Dios hizo al hombre de tal modo que es capaz de conocer a Dios, y este
conocimiento resulta de la constitución de la mente humana, y no de sus sentidos.
La idea de la divinidad está intuitivamente colocada en la mente del hombre. Este
conocimiento no es producto de la observación o de la deducción en virtud de
factores externos al ser humano. Hay ciertas verdades que la mente percibe
inmediatamente, sin necesidad de la demostración lógica. El conocimiento innato
tiene que ver con la constitución de la mente de modo que “ella percibe ciertas
cosas como verdaderas sin la necesidad de prueba o instrucción”12. Este
conocimiento puede ser desarrollado a medida que ocurre el desarrollo mental. Sin
embargo, no nos olvidemos de que todo conocimiento de Dios presupone la
revelación general. Éste no es producto del raciocinio de la mente.
11 Richard A. Muller, Dictionary of Latin and Greek Theological Terms (Grand Rapids: Baker, 1986), 70.
12 Charles Hodge, Systematic Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 1981), vol. 1, 192.
B. El Conocimiento Adquirido:
2. El Dios incomprensible
Dios puede ser conocido, como vimos en el capítulo anterior, pero lo que
nos intriga es que Dios, aun siendo conocido, no puede ser comprendido. En su
esencia, Dios es incomprensible, aunque conozcamos muchas cosas que Él reveló
de sí.
La incomprensibilidad de Dios es un misterio de la dogmática cristiana.
Nuestro conocimiento de Él es limitado a las informaciones que de Él recibimos.
En otras palabras, Dios puede ser conocido hasta donde Él se nos revela, pero no
puede ser comprendido, porque la comprensión de su Ser interior involucra un
conocimiento exhaustivo, y esto, obviamente, no es posible, por dos razones: 1)
porque no nos dio a conocer todo lo que es; 2) porque no seríamos capaces de
absorber todo lo que es, debido a nuestra finitud.
A. La Biblia y la Incomprensibilidad de Dios:
Job 26:14 – “He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos; ¡Y cuán
leve es el susurro que hemos oído de él! Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede
comprender?”.
Los hechos de Dios incluyen las grandes cosas que no existían, pero que
llegaron a existir por su palabra, como el universo creado y los seres vivos (Is. 41:4).
Vea lo que Pablo dice del amor de Dios, que es el atributo más deseado en
todos los creyentes: “... y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento,
para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:19). No podemos
comprender cómo Dios ama, pues el modo en que ama es muy diferente al
nuestro. La base de su amor está en Él mismo, y nunca en las razones que el objeto
amado ofrece. Con nosotros pasa exactamente lo contrario y, por esto, lo que Él
hace por nosotros se vuelve incomprensible (Job 37:5).
Introducción
Como regla, los nombres que las personas reciben en las Escrituras vienen
siempre acompañados de un significado específico relacionado con eventos
especiales de su vida.
Dar nombres a las personas en los tiempos de la Biblia era un hecho muy
significativo. Tenía mucho que ver con la experiencia de los propios padres y de lo
que ellos querían que sus hijos fueran. Dar nombres a las personas era una gran
responsabilidad – una especie de poder.
Estas cosas se vuelven aún más claras cuando se trata de los nombres de
Dios. Para algunas personas, los nombres que Dios tiene no significan nada más
que simples designaciones del Ser Divino. Por causa de nuestra cultura occidental,
no acostumbramos a prestar atención a la relación que hay entre los nombres de
Dios y su carácter, su modo de actuar, y el significado de los nombres con respecto
a la relación entre Dios y nosotros.
La gran diferencia entre los nombres dados a los hombres y los dados a Dios
es que éstos últimos fueron dados por el mismo Dios. Dios reveló sus propios
nombres a su pueblo.
Los nombres de Dios en el Antiguo Testamento
Elohim es el plural de “El”, que significa “aquel que es fuerte”. Este nombre
también se le atribuye a los falsos dioses, pero, cuando se refiere al Dios verdadero,
es el plural de majestad y puede ser un gran indicador de la idea de trinidad, cuando
se entiende a la luz de otros textos, especialmente del Nuevo Testamento. Este
nombre se usa especialmente cuando se trata de la soberanía divina, en el ejercicio
de su obra creadora, o cuando opera poderosa y soberanamente en la salvación de
Israel (Gn. 1:1; Dt. 5:24; 8:15; Sal. 68:7; Is. 45:18; 54:5; Jer. 32:27).
Esta designación es más propia del período patriarcal. Fue el nombre que
Dios usó para revelarse a Abraham, y tiene bastante importancia pactual. Fue usado
por primera vez en el establecimiento formal del pacto de Dios con Abraham (Gn.
17:1-2). El poder de este Dios indica su protección al pueblo del pacto. Dios
prometió que guardaría y protegería a su pueblo, que debía adorarlo con
exclusividad. En algunas ocaciones, el nombre El-Shaddai es usado por los
patriarcas para recordar a sus oyentes las promesas de Dios hechas a Abraham y,
así, proporcionarles ánimo y consuelo (Gn. 28:3; 43:14; 48:3).
Este nombre enfatiza las provisiones de Dios para la vida de su pueblo. Éste
es uno de los nombres más preciosos entre todos los nombres compuestos de las
Escrituras. Abraham percibió este nombre de Dios cuando experimentó una gran
provisión liberadora de Dios, al ser su hijo sustituido por el cordero, en el monte
Moriah. ¡Moriah es el memorial de la intervención providencial divina! Los
creyentes siempre son confrontados cuando descubren ¡cuán proveedor es su Dios!
El Señor no es solamente aquel que separa a su pueblo para sí, sino también
es el que lo santifica, es decir, lo limpia moral y espiritualmente (Lv. 20:8). Dios
hace que todas las cosas que están relacionadas con Él o con su culto sean
santificadas, es decir, separadas exclusivamente para su servicio, y que no haya en
ellas nada impuro, porque todo lo que se relaciona con Él tiene que poseer sus
características. ¡Por esto se dice que el Señor es santificador (Lv. 21:8,23; 22:15,16)!
Las banderas siempre identificaban la lealtad del alma de los hombres que se
preparaban para defender a un país o a un reino. Cuando la bandera caía, el ejército
era humillado. La bandera en el asta era señal de victoria. Este nombre enfatiza que
Dios es el punto de referencia y, al mismo tiempo, el símbolo de victoria en las
luchas de su pueblo (Ex. 17:15,16). Jehová es el Señor de las batallas y la victoria es
sólo de Él; nosotros somos exhortados a “pelear las guerras del Señor”, ¡luchando
del lado de la justicia y de la descendencia!
Este nombre presenta al Señor que tiene preocupación por sus ovejas,
dándoles lo necesario para su subsistencia. Tal vez ésta sea la expresión más amada
sobre Dios que se afirma en las Escrituras. Dios es la protección, el sustento y el
refrigerio de su pueblo. Tanto el Padre como el Hijo se les llama “pastor” de su
pueblo (Sal. 23:1 y 1 P. 2:25). Dios es el pastor cualitativamente: Él es el Buen
Pastor (Jn. 10:11,14) y Él es el Supremo Pastor (1 P. 5:4). Como Dios es pastor de su
pueblo, así los que son dotados con el don de pastor deben servir al pueblo de Dios
con el mismo interés y preocupación amorosa que Dios tiene para con nosotros.
Este nombre presenta al Señor como aquel que es absolutamente recto por
naturaleza, que no hace nada contra su constitución santa. Al mismo tiempo, Dios
exige que los hombres vivan de manera recta y santa (Lv. 19:35,36). La palabra
justicia, cuando se aplica a nosotros, tiene que ver con el andar conforme a la ley de
Dios, y es sinónimo de rectitud.
Este es el nombre que distingue al Dios de Israel en contraste con los falsos
dioses de las otras naciones (Jue. 5:3 e Is. 17:6).
Como hemos dicho, en la Escritura los nombres de Dios son una revelación
personal del propio Dios, pues sólo él puede llamarse a sí mismo. Sus nombres son
idénticos a los atributos que él exhibe en el mundo.
La Sagrada Escritura no sólo describe los atributos divinos, sino que también
nos revela los nombres personales de Dios. Ya hemos visto estos nombres en el
Antiguo Testamento. Ahora vamos a tratar los nombres de Dios en el Nuevo
Testamento.
A. Theós = Dios
Esta es la palabra griega que se traduce como “dios” sin que se refiera
necesariamente al Dios de la Biblia. Todas las personas con algún tipo de autoridad
eran llamadas “dioses” (Jn. 10:34). Sin embargo, esta palabra griega “Theós”, cuando
se usa en las Escrituras con referencia al Dios verdadero, contiene la esencia de los
nombres mencionados en el Antiguo Testamento, como El, Adon y Jehová,
estudiados anteriormente. No obstante, esta esencia no se explicita por el nombre
en sí.
a. Theós = Todopoderoso:
b. Theós = Redentor:
B. Kyrios = Señor
Después del nombre Theós, que aparece con mayor frecuencia en el Nuevo
Testamento, el nombre de mayor importancia es Kyrios = Señor. La palabra Kyrios
tiene relación con aquel que legalmente posee poder. En el Nuevo Testamento este
es un título que Theós recibe. Éste califica a Theós. Si relacionamos este título con los
nombres de Dios en el Antiguo Testamento, comprobamos que tiene las mismas
cualidades de Adon y Jehová. Como Adon, se asocia con la idea de señor, gobernador,
poseedor. Adon es identificado en el Antiguo Testamento como el que gobierna
todas las cosas y que posee un poder inigualable. Como Jehová, el título Kyrios se
asocia con la idea de su presencia y de sus promesas consoladoras, aquel que está
preocupado de su pueblo. Así, el nombre Kyrios está asociado a estos dos nombres
del Antiguo Testamento que tienen la noción de redentor.
La divinidad de una persona la califica para este título. Como veremos más
adelante, Dios es tripersonal y el Espíritu Santo es una de las personas de la
Trinidad, recibiendo, por lo tanto, el título de Señor. El texto más claro con
respecto al señorío del Espíritu Santo está en 2 Corintios 3:17-18.
C. Pater = Padre
13 Ex. 4:22; Dt. 32:5-6; Jer. 31:9; Os. 11:1; Mal. 2:10.
La Trinidad de Dios
Introducción
a. El Bautismo de Jesús:
Mt. 3:13-17; Mr. 1:9-11; Lc. 3:21-23; Jn. 1:32-34. Estos pasajes hablan del
Hijo encarnado que está frente a Juan Bautista para ser bautizado, mientras el
Espíritu Santo baja del cielo tomando la forma corpórea de una paloma, y al mismo
tiempo se oye la voz del Padre diciendo algo sobre el Hijo amado. En estos textos
se perciben tres personas que aparecen simultáneamente, y no tres maneras
distintas de la misma persona, como piensan los modalistas. Aunque el énfasis
mayor de la idea de persona recaiga sobre el Padre (que habla) y el Hijo (que está
siendo bautizado), no obstante, el Espíritu se presenta de forma diferente a las otras
dos personas.
b. La fórmula bautismal:
Mt. 28:16-20 (Mr. 16:15-18). Los textos sobre el bautismo de Jesús muestran
la presencia simultánea de las tres personas de una manera muy distinta. Pero la
unidad de estas tres personas no es evidente en aquellos pasajes. Sin embargo, la
unidad del Ser Divino se evidencia en el hecho de que los atributos de la divinidad
son aplicados indistintamente a cada una de las tres personas. Y el hecho que cada
una de ellas presente obras puramente divinas es, otra vez, la evidencia de la
divinidad de cada una. La singularidad de la fórmula bautismal está en el énfasis que
da a la unidad de las tres personas en el nombre de aquella que es bautizada.
c. La bendición apostólica:
2 Co. 13:14 muestra de manera clara a las tres personas como las
favorecedoras de los redimidos de Dios. Se debe observar que este texto muestra
que las funciones bendecidoras de cada una de las personas tiene un carácter
personal. La gracia, el amor y la comunión son propiedad de las personas de la
Trinidad, no de energías o poderes. Hay tres personas distintas señaladas
claramente en este pasaje.
Ap. 1:4-5 muestra también a las tres personas juntas, pero con
nomenclaturas diferentes. En este texto, al Padre se le llama “el que es y que era y
que ha de venir” y “quién está en el trono”; al Hijo, Jesucristo, se le llama “el
testigo fiel”, “el primogénito de los muertos” y “el soberano de los reyes de la
tierra”; al Espíritu Santo se le llama “los siete espíritus”. Por lo tanto, gracia, paz y
amor vienen de este Dios trino.
d. Otros textos:
Ef. 4:4-6 – En este pasaje, Pablo trata de la unidad del cuerpo, dando varias
evidencias de la misma. La característica importante es que esta unidad gira en
torno a las tres personas de la Trinidad. Hay un solo Espíritu, un solo Señor y un
solo Dios y Padre de todos. La Trinidad, como en el texto de 1 Co. 12:4-6, es el eje
de la vida del cuerpo. Sin las personas de la Trinidad el cuerpo no puede funcionar.
1 P. 1:1-2 – Mientras los dos pasajes de arriba tienen que ver con la
capacitación de la iglesia, éste tiene relación con la obra soteriológica de las
personas de la Trinidad. El Padre es el responsable de la elección, según su
presciencia; la obra de la redención de los pecadores se realiza por medio de la
“aspersión de la sangre de Jesucristo”, el Hijo; y la santificación de los escogidos y
redimidos es hecha por el Espíritu Santo.
Judas 20-22 – Este pasaje nuevamente muestra a las tres personas ejerciendo
funciones diferentes en la vida de los santos. Es el Padre quien guarda a los santos
en su amor. El Hijo es la expresión de la misericordia divina, en la que los santos
deben esperar. El Espíritu Santo es el que edifica a los santos en la fe santísima, es
decir, en el cuerpo de doctrina recibido, la misma “fe que ha sido una vez dada a
los santos” (Judas v.3).
B. La doctrina de la Trinidad en el Antiguo Testamento
Todos los textos del Antiguo Testamento que serán citados aquí, quedan
mucho más claros cuando los entendemos a la luz de una revelación posterior.
Ellos se entienden mejor cuando reciben la luz que viene de los textos más claros
del Nuevo Testamento, donde la revelación progresiva se vuelve más evidente.
a. Textos Generales:
Is. 48:16 – nos parece que las palabras de este versículo fueron puestas en la
boca de la segunda persona de la Trinidad, el Verbo aún no encarnado. Dios envió
a su Hijo y a su Espíritu Santo para realizar la obra de salvación en la historia del
mundo y en la vida personal del pecador. Obviamente, la primera obra le
corresponde al Hijo encarnado y, la segunda, al Espíritu Santo que opera en lo
íntimo del pecador.
Is. 49:20-21 – estos versículos son palabras directas de Dios, el Padre, aquí
llamado “Señor”, que establece un pacto con su pueblo. Como parte de este pacto,
el Espíritu Santo estaría sobre el mediador del pacto, el Salvador Jesucristo que es el
Redentor que viene de Sion.
Is. 61:1-3 – las tres personas aparecen en forma clara en este pasaje. Éste es
citado en el Nuevo Testamento (Lc. 4:16) para mostrar la unción del Mesías por el
Espíritu que viene de Dios. Por lo tanto, al comienzo del versículo 1, el texto dice:
“El Espíritu del Señor (Dios el Padre) esta sobre mí (el Hijo, Cristo)”.
En textos como Job 35:10; Sal. 149:2; Ec. 12:1 e Is. 54:5, la
traducción en nuestra lengua presenta al Creador en singular, pero el texto hebreo
presenta el término en plural – Creadores. El mundo fue hecho por un solo Dios,
pero fue hecho por el Padre, Hijo y por el Espíritu Santo.
Los Atributos de Dios
Introducción
1. Definición de Atributos
De la simplicidad de Dios se deduce que Dios y sus atributos son uno solo.
Los atributos no pueden ser considerados como piezas que son parte de la
composición de Dios, pues él no está compuesto de varias partes como los seres
humanos15.
Se acostumbra a decir en teología que los atributos de Dios son Dios mismo
según como se revela16. No está mal decir, no obstante, que la esencia de Dios se
encuentra en cada uno de sus atributos.
A. Atributos Naturales y Morales – los naturales son atributos tales como: auto-
existencia, simplicidad e infinidad, que no dependen de la voluntad de Dios. Los
La objeción a esta clasificación es que todos los atributos son naturales en Dios
y son parte de su constitución.
A. Espiritualidad:
Obviamente, hay otras criaturas suyas que también son seres únicamente
espirituales, sin ninguna connotación corpórea, como los ángeles, por ejemplo (He.
1:13-14). Pero Dios es un espíritu muy diferente de otros seres espirituales, porque,
juntamente con el hecho de ser espíritu purísimo, él es infinito, inmensurable,
omnipotente, teniendo todos los demás atributos incomunicables, justamente
porque es un ser eminentemente espiritual.
C. Inmutabilidad:
D. Infinidad:
La infinidad es el atributo por medio del cual Dios está exento de toda y
cualquier limitación. Él no es limitado en manera alguna por el universo existente21.
Porque el espacio es obra de sus manos, las leyes que lo rigen no se aplican a
Dios. Él no necesita recorrer los puntos sucesivos de una línea recta para alcanzar
la otra extremidad del universo que Él creó. Él está en todo lugar y en todo tiempo
(Sal. 139:7-12). Salomón revela que comprendía la naturaleza ilimitada de Dios al
exclamar: “Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos,
los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he
edificado?” (1 R. 8:27; cfr. Hch. 17:24)22.
Introducción
1. El Conocimiento de Dios
Es aquel atributo por el cual Dios se conoce a sí mismo y a todas las cosas
actuales y posibles. Dios tiene de por sí este conocimiento propio y no lo obtiene
de nada ni nadie exterior. Es un conocimiento total y está siempre presente en su
mente. Ha sido llamado como omnisciencia. Dios conoce todas las cosas pasadas,
presentes, futuras y no tan sólo aquellas que tienen una existencia real, sino también
las que son meramente posibles (1 Reyes 8:29; Sal. 139:1-16; Isa. 46: 10; Ez. 11:5;
Hechos 15:18; Juan 21:17; Hebreos 4:13)24.
2. La sabiduría de Dios
3. La bondad de Dios
4. El amor de Dios
5. La Santidad de Dios
La santidad de Dios es ante todo aquella perfección divina por la cual Dios
es absolutamente distinto de todas sus criaturas y elevado muy por encima de ellas
en infinita majestad (Éxodo 15:11, Isaías 57:15). En segundo lugar denota también
que Dios es libre de cualquier impureza moral o pecado, y que por tanto es
moralmente perfecto. En la presencia de un Dios santo, el hombre siente su pecado
muy profundamente (Job 34:10; Isaías 6:5; Habacuc 1:13)28.
26 Ibid.
27 Ibid.
28 Ibid.
6. La Justicia de Dios
7. La Veracidad de Dios
8. La Soberanía de Dios
Este atributo puede ser considerado desde dos puntos de vista, su soberana
voluntad y su soberano poder. La voluntad de Dios, según las Escrituras, es la causa
final de todas las cosas (Efesios 1:11; Ap. 4:11). De acuerdo con Dt. 29:29 ha sido
costumbre distinguir entre la voluntad secreta de Dios y la voluntad revelada. La
primera ha sido llamada la voluntad del decreto divino, está escondida en Dios
mismo y sólo puede ser conocida a través de sus efectos. La segunda es la voluntad
de sus preceptos y nos ha sido revelada en la ley y en el evangelio. La voluntad de
Dios es absolutamente libre en su relación con sus criaturas (Job 11:10; 33:13; Sal.
115:3; Prov. 21:1; Mateo 20:15; Rom. 9:15-18; Ap. 4:11). Aun las acciones
pecaminosas del hombre están bajo el control de su soberana voluntad (Génesis 50:
20; Hechos 2:23). Al poder de ejecutar su voluntad se le ha llamado omnipotencia.
Decir que Dios es omnipotente, no significa que Dios puede hacer cualquier cosa.
La Biblia nos enseña que hay ciertas cosas que aun Dios mismo no puede hacer.
Dios no puede mentir, pecar, ni negarse a sí mismo (Núm. 23:19; 1 Sam. 15: 29; 2
Tim. 2:13; He. 6:18; Stgo. 1:13, 17). Significa en cambio, que Dios puede, por el
mero ejercicio de su voluntad, realizar cualquier cosa que Él ha decidido llevar a
cabo, y que si Él lo quisiera, podría aun hacer más que esto (Gen. 18:14; Jer. 32:27,
Zac. 8:6; Mateo 3:9; 26 :53).
El Decreto de Dios
Introducción
2. La Predestinación
A. La Elección:
(1) Elección del pueblo de Israel (Dt. 4:37; 7:6-8; 10:15; Os. 13:5).
(3) La elección de ciertos individuos para salvación (Mt. 22:14; Ro. 11:5; Ef. 1:4).
Esta elección es definida como el propósito eterno de Dios por medio del cual él
decide salvar a algunas personas por medio de Cristo.
El cristiano, por lo tanto, debe alabar a Dios por haber sido escogido en
Cristo, ya que si su elección dependiese de sí mismo, él nunca creería.
No debemos pensar que por escoger a una persona y no escoger a otra Dios
es injusto, puesto que “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques
con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? ¿O no
tiene potestad del alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para
honra y otro para deshonra? (Ro. 9:20-21).
El pecador no es visto por Dios como un ciudadano que tiene los mismos
derechos que sus pares, sino que como un criminal culpable y condenado, que no
tiene derecho a la libertad y que aguarda el momento de la ejecución de la pena. El
pecador condenado va para el infierno no por culpa de Dios, sino por causa de su
propio pecado. Al condenar al pecador, el Señor ejecuta su justicia de forma plena,
dando al pecador lo que él merece. El escogido, por su parte, va para el cielo
debido al propósito de Dios en salvarlo por gracia. En ese caso, la justicia de Dios
también es satisfecha, pues Cristo pagó el precio por los escogidos de Dios. La
justicia de Cristo es imputada a los escogidos, declarándolos justos a los ojos de
Dios (Ro. 5:1-2).
B. La Reprobación:
Introducción
1. El Mundo Material
La Biblia nos enseña que Dios creó el mundo “en el principio”, es decir, al
principio de todas las cosas temporales. Detrás de este “principio” nos hallamos
frente a una eternidad infinita. La primera parte de la obra creadora nos es
mencionada en Génesis 1:1 y fue la creación sin material pre-existente o mejor
dicho creación de la nada. La expresión “crear de la nada” no se encuentra en la
Biblia, sino solamente en uno de los libros apócrifos (2 Macabeos 7:28). La idea de
creación de la nada se encuentra encerrada en los pasajes siguientes: Génesis 1:1;
Salmo 33:9; 148:5; Romanos 4:7 y Hebreos 11:331.
a. La palabra hebrea yom (día) denota normalmente un día ordinario, y a menos que
el contexto requiera otra interpretación, deberíamos entenderlo como un día de 24
horas.
c. Fue también un día de 24 horas que Dios separó como a día de descanso al final
de la creación.
d. Éxodo 20:9-11 nos enseña que Israel debe trabajar seis días y descansar el
séptimo, porque Jehová hizo los cielos y la tierra en seis días y descansó el séptimo.
Ahora bien, si los tres últimos días eran de 24 horas, ¿por qué no los cuatro
primeros? En el primer día Dios creó la luz y formó el día y la noche al separar la
luz de las tinieblas. Esto no contradice el hecho de que el sol, la luna y las estrellas
fueron creados en el cuarto día, ya que los astros no son la misma luz sino
solamente lumbreras. La obra del segundo día fue también una obra separadora.
Dios separó las aguas superiores e inferiores y estableció el firmamento. En el
tercer día la obra de separación continuó con la separación del mar y la tierra seca.
Además, Dios estableció en este día el reino vegetal, los árboles y las plantas. Por el
poder de su Palabra Dios hizo que la tierra produjese plantas sin flor, vegetales y
árboles frutales cada uno según su simiente y clase. En el cuarto día Dios creó el
sol, la luna y las estrellas para varios fines, es decir, para dividir el día de la noche,
ser señales de las condiciones atmosféricas, regular la sucesión de días, meses y
años y de las estaciones, pero al mismo tiempo para ser lumbreras de la tierra. La
obra del quinto día fue la creación de pájaros y peces, los habitantes del aire y del
agua. Finalmente, el sexto día marcó el clímax de la obra creadora. Dios creó los
animales superiores, y como corona de esta creación puso al hombre hecho a la
imagen de Dios. El cuerpo del hombre fue hecho del polvo de la tierra, pero su
alma fue producto de la creación inmediata de Dios. En el séptimo día Dios
descansó de su obra y se alegró al contemplar la misma33.
3. El Mundo Espiritual
Dios no tan sólo creó un universo material sino que creó también un mundo
espiritual angélico. La Biblia asume la existencia de los ángeles y les atribuye una
personalidad real (2 Samuel 14:20; Mateo 24:36; Judas 6; Ap. 14:10). Algunos
enseñan que los ángeles tienen cuerpos etéreos, pero esto es contrario a las
Escrituras. Los ángeles son seres espirituales y puros (aunque algunas veces se nos
presentan en formas materiales), (Efesios 6:12; Hebreos 1:14), sin carne y huesos
(Lucas 24:39), y por tanto invisibles (Col. 1:16). Algunos de ellos son buenos,
santos y elegidos (Marcos 8:38; Lucas 9:26; 2 Cor. 11:14; 1 Tim. 5:21; Ap. 14:10) y
otros cayeron de su estado original y consecuentemente son seres malos (Juan 8:44;
2 Pedro 2:4; Judas 6).
36 Ibid.
valiente que pelea las batallas de Dios contra los enemigos de Su pueblo y los
poderes malos en el mundo espiritual.
Los ángeles adoran y alaban a Dios sin cesar (Salmo 130:20; Isaías 6, Ap.
5:11). Desde que el pecado entró en el mundo, los ángeles sirven a los herederos de
la salvación (Hebreos 1:14), se gozan en la conversión de los pecadores (Lucas 15
:10), guardan a los creyentes (Salmo 34:7; 91 :11), protegen a los pequeños (Mateo
18:10), se hallan presentes en la iglesia (1 Cor. 11 :10; Efesios 3 :10; 1 Tim. 5 :21) y
conducen a los creyentes al seno de Abraham (Lucas 16 :22). A menudo son los
portadores de revelaciones especiales de Dios (Daniel 9:21-23, Zac. 1:12-14).
Imparten las bendiciones de Dios a su pueblo (Salmo 91:11-12; Isaías 63:9; Dan
.6:22; Hechos 5:19) y ejecutan los juicios de Dios contra sus enemigos (Génesis 19:
1, 13; 2 Reyes 19:35; Mateo 13:41). Aparte de los ángeles buenos hay también
ángeles malos que se gozan en oponerse a Dios y destruir su obra. Estos ángeles
fueron creados buenos, pero no llegaron a retener su posición original (2 Pedro 2:4;
Judas 6). No sabemos exactamente cuál fue su pecado, pero probablemente se
rebelaron contra Dios y aspiraron a su divina autoridad (2 Tes. 2:4, 9). Satanás, que
era un príncipe entre los ángeles, vino a ser el jefe de los que cayeron en pecado
(Mateo 25:41; 9:34; Efesios 2:2). Con sus poderes sobrenaturales Satanás y sus
huestes tratan de destruir la obra de Dios. Sabemos que tratan de cegar y engañar
hasta a los elegidos, y dan ánimo a los pecadores para que sigan en sus malos
caminos37.
Introducción
Puesto que Dios no sólo creó al mundo sino que también lo sostiene, la
doctrina de la creación nos conduce lógicamente a la doctrina de la
providencia. Podemos definirla así: La providencia es aquella operación divina
por la cual Dios cuida de todas sus criaturas, manifiesta su actividad en todo
lo que ocurre en el mundo y dirige todas las cosas hacia un fin
predeterminado. Esta doctrina incluye tres elementos, el primero es el ser
divino, el segundo su actividad, y el tercero es el propósito de todas las
cosas38.
1. Elementos de la Providencia
A. Conservación:
Es aquella obra continua de Dios por la cual sostiene todo lo que existe.
Aunque el mundo tiene una existencia diferente del ser divino y no es parte de
Dios, a pesar de todo, la base de esta existencia continua del mundo es Dios
mismo. Permanece así porque Dios manifiesta continuamente su poder, por el
cual todas las cosas retienen su ser y su actividad. Encontramos tal doctrina en
los pasajes siguientes: Salmo 136:25; 145:5; Nehemías 9: 6; Hechos 17:28;
Colosenses 1:17; Hebreos 1:341.
40 Ibid. 592.
41 Berkhof, Sumario de Doctrina Cristiana, 47.
55
B. Concurrencia:
Es aquella obra divina por la cual Dios coopera con todas sus criaturas
y hace que obren precisamente tal como obran. Ello implica que hay causas
secundarias en el mundo como los poderes de la naturaleza y la voluntad
humana, pero afirma que los tales no actúan independientemente de Dios.
Dios obra en cada acto de sus criaturas, no solamente en sus actos buenos
sino también en los malos. Dios los estimula para la acción, acompaña tal
acción en todo momento y hace que tal acción sea eficaz. De todos modos no
debemos suponer que Dios y hombre sean causas iguales; Dios es la causa
primaria y el hombre la causa secundaria. Tampoco debemos concebir tal
cooperación como si cada agente hiciera una parte de la misma. Toda obra es
enteramente un acto de Dios y un acto del hombre en su totalidad. Además,
deberíamos tener presente que esta cooperación no hace a Dios responsable
de los actos malos del hombre. Encontramos las bases de tal doctrina en las
Escrituras (Deuteronomio 8:18; Salmo 104:20, 21, 30; Amos 3:6; Mateo 5:45;
10:29; Hechos 14:17; Filipenses 2:13)42.
C. Gobierno:
42 Ibid.
43 Ibid. 48.
56
2. Los Milagros
44 Ibid. 48-49.
45 Sproul, Las Grandes Doctrinas de la Biblia, 72.
57
Parte 2: Antropología
El Propósito de la Creación
Introducción:
Una teoría popular dice que Dios creó el mundo porque se sentía solo.
Esta teoría nos parece absurda, puesto que implica afirmar que Dios necesita
de los seres humanos para llenar un vacío que existe en su propio ser. El que
posee este vacío es el hombre después de la caída. ¿Cómo podría la divina
trinidad sentirse sola? La trinidad se basta a si misma, pues existe en ella una
perfecta relación en amor. No es Dios quien está solo sin el ser humano, es el
ser humano quien está solo sin Dios.
Otra teoría dice que Dios creó a los seres humanos porque quería tener
alguien que lo amase libremente. Esa teoría dice que los ángeles amaban a
Dios no de libre voluntad, sino que compulsivamente. Eso es dar demasiado
crédito al ser humano. Además, ¿cómo, entonces, buena parte de los ángeles
se rebelaron contra Dios? (2 P. 2:4; Jud. 6; Ap. 12:7). Debemos buscar el
propósito de la creación en la idea de relación.
58
principal del hombre es glorificar a Dios y gozarlo para siempre”. Existimos
para glorificar a Dios y alegrarnos en Él. Dios nos creó para tener placer en
nosotros, y nosotros, de la misma manera, debemos tener placer en Él. Es por
eso que nos fueron otorgados los placeres terrestres. Ellos sirven para elevar
el verdadero sentido de la alegría en él. Eso significa que nuestra búsqueda por
placeres fue calculada para ser algo como una motivación para una búsqueda
de Dios. Imagine la implicación de este tipo de pensamiento. ¿Por qué Israel
tenía tantas fiestas en su calendario litúrgico? Piense en la historia del Dios-
hombre, que no solamente vio una bendición en la unión de un hombre y de
una mujer, pero, más aún proporcionó un milagro a fin de que hubiese vino
para celebrar la aquella ocasión (Jn. 2:1-11). Tal vez usted pregunte: “¿Pero
nosotros no somos instruidos a abandonar al mundo y a sus placeres?”. De
hecho la Biblia enseña eso, pero lo hace justamente porque la caída desfiguró
todo el orden de la vida. En realidad, lo que estamos queriendo afirmar es que
el mundo en sí no es el problema, ni la humanidad en sí, ni sus placeres. El
problema es la rebelión del mundo y de la humanidad contra su Creador. Un
antiguo culto, conocido como Maniqueísmo, que fue grandemente
influenciado por el Gnosticismo, afirmaba que toda la materia era mala y que
solamente el espíritu era puro. De esa manera el cuerpo, la inteligencia y los
apetitos físicos eran inherentemente demoniacos. Contra eso, el Calvinismo,
con base en la Escritura, afirmó que toda la depravación, o los pecados que
surgen de ella, no se levantan de la naturaleza humana, sino de la corrupción
de esa naturaleza. Por lo tanto, no son naturales sino completamente
anormales. El problema no es la materia, sino el pecado. Necesitamos
considerar el propósito de nuestra creación como centrado en Dios. Él nos
hizo para alabanza de su gloria. Solamente cuando entendemos eso podemos
comprender el significado del trabajo y del descanso, del placer y de la
restricción, de la vida y de la muerte, de la risa y del temor. La creación
59
muestra que Dios tiene un inmenso propósito para la vida de cada ser
humano que es llamado a ser un imitador de Dios.
2. La Creación y Relación
C. La tercera particularidad fue la orden divina para el ser humano de no comer del fruto
del árbol de la ciencia del bien y del mal. Si esa orden hubiese sido obedecida, Dios,
Adán y Eva, continuarían manteniendo una linda relación personal. Nada se
opondría a eso.
El Mandato Espiritual:
El Mandato Espiritual tiene que ver con nuestra relación personal con
Dios. Él necesita ser lo más importante para nosotros, pues es la base de
todos las demás relaciones. Dios debe ocupar el lugar central en nuestra vida.
El objetivo principal de obedecer el mandato espiritual consiste en
gradualmente conocer, aceptar y creer en la realidad de la presencia de nuestro
Dios Trino en todas las áreas. No existe área de la vida o aspecto que Dios no
conozca, no comprenda o no vea.
60
El Mandato Social:
(1) Dios les dio la bendición de ser fructíferos, de poder multiplicarse y poblar
la tierra, también a fin de dominarla. Por tanto, el mandato de constituir
familia, de tener hijos y educarlos en el camino del Señor es una gran
bendición.
(2) Dios le dio al hombre la bendición del compañerismo. Dios notó que no
era bueno para el hombre permanecer solo y, por eso, le hizo una auxiliadora
idónea que lo complementara como ninguna otra criatura lo podría hacer (Gn
2:18).
61
El hombre y la mujer se realizan perteneciendo uno al otro dentro del
matrimonio, y eso agrada a Dios.
El Mandato Cultural:
62
humana en Cristo”46, de modo que no podemos agradar a Cristo si no
estamos involucrados de forma saludable en todas las cosas.
Dios estableció los tres mandatos a fin de tornar nuestra vida completa.
Eso significa que existe gozo para nosotros cuando desarrollamos el mandato
cultural. El error es vivir en busca del placer que el aspecto cultural ofrece.
Pero, cuando el equilibrio es respetado, podemos decir con Salomón: “Yo he
conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su
vida; y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el
bien de toda su labor” (Ec. 3:12-13). Sin embargo, todo esto debe ser
integrado. Por esta razón, el sabio Salomón ya había dicho antes: “No hay
cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en
su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios. Porque, ¿quién
comerá, y quién se cuidará, mejor que yo? (Ec. 2:24-25).
63
Tenemos la responsabilidad de vivir una vida integral, haciendo pleno y
adecuado uso de todos los bienes y dones que Dios colocó a nuestra
disposición. No podemos agradarlo si no vivimos la plenitud que él nos da.
3. Implicaciones de la Creación
A. Respeto y responsabilidad:
B. Alegría en el Trabajo:
64
llamado de Dios y todos deben buscar alegrarse en él y glorificar a Dios,
colocando en práctica la creatividad que Dios nos concedió.
C. El Sentido de la Vida:
65
LA DIGNIDAD DE SER HUMANO
Introducción
1. La Teoría de la Evolución
48 Hay una diferencia entre macro evolución y micro evolución. Son dos teorías, la primera dice que todas las cosas
surgieron de la evolución mientras que la segunda enfatiza que, de cierta forma, muchas cosas evolucionan en este
mundo. La macro evolución es decididamente anti-bíblica, pero la micro evolución aparentemente no contradice los
principios bíblicos, puesto que es una realidad que el hombre se adapta a varios lugares y hay un claro progreso en la
historia de la humanidad atestado por la propia Biblia.
66
ésta teoría, las criaturas surgieron del acaso. Habríamos venido de la nada y vamos
en dirección a la nada. Por lo que, podemos decir que, nada somos. Si
consideramos verdadera la teoría de la evolución la vida, como un todo, carece de
sentido.
Las personas piensan que, por causa de su fe, los cristianos rechazan la teoría
de la evolución. Sin embargo, el motivo es otro. Rechazamos la teoría de la
evolución porque ella es irracional. Así, necesitamos de una inmensa dosis de fe
para creer en ella. Se trata de un gran mito. De hecho, es necesario tener mucha
más fe para creer en la teoría de la evolución de la que se necesita para creer en lo
que la Biblia dice. No causa asombro que para muchos la ciencia se transformó en
una especie de religión. Lamentablemente, la teoría de la evolución es enseñada en
las escuelas y universidades como si fuese la más pura verdad científica.
Algunas cosas en particular tornan esta teoría aún más inaceptable. ¿Cómo
algo muerto puede dar origen a la vida? ¿Cómo de algo simple puede surgir lo
complejo?
Una broma se hace con relación a la teoría de la evolución: una vez que se
dice que del Big-Bang, una gran explosión, se originaron todas las cosas, se pide que
se lance una bomba en una relojería y que se verifique que todos los relojes están
67
sincronizados luego de que la polvareda baja. ¿Cómo puede una explosión generar
un universo sincronizado?
2. Marca Registrada
Habiendo Dios creado todas las cosas, solamente en relación al hombre dice:
“hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Gn.
1:26). Por eso “se debe notar también que la creación del hombre fue precedida por
una deliberación o consejo divino: ‘Hagamos al hombre’. Eso demuestra
nuevamente la idea de la singularidad de esta creación. Ese consejo divino no es
mencionado en relación a ninguna otra criatura”49.
Al crear a las otras criaturas, Dios habló y esa palabra las trajo a existencia.
Pero cuando Dios está presto a crear al hombre, el primero delibera consigo mismo
y decide hacer al hombre a su imagen y semejanza. Eso indica que especialmente la
creación del hombre descansa sobre la deliberación, sabiduría, bondad y
omnipotencia de Dios. El consejo divino y la decisión de Dios son más claramente
manifiestos en la creación del hombre que en todas las demás criaturas50.
68
La marca divina, por lo tanto, es una característica exclusiva de la
humanidad. ¿Qué hace del hombre tan especial? En un cierto sentido nosotros
somos iguales a muchas especies de seres vivos. Los pájaros vuelan en bandadas,
las bestias viajan en manadas y nosotros vivimos en tribus. Sin embargo, hay algo
que nos hace diferentes de todas las demás criaturas de Dios. Nosotros sabemos y
sentimos eso. La Biblia explica lo que es: Dios nos creó a su imagen y semejanza.
A. Imitador de Dios
Cuando Dios terminó la obra de la creación, que incluía al hombre, vio que
todo era “bueno en gran manera” (Gn. 1:31). O sea, Dios no vio cualquier defecto
moral en el hombre, porque de hecho, no existía. Había justicia, santidad y piedad
en todas las actitudes. Todo lo que el hombre hiciera, sería parte de la adoración a
Dios. Planear el futuro, dar nombre a los animales, dar a luz hijos, construir
ciudades, escribir músicas, practicar deportes, reflexionar sobre el significado de
cada cosa, etc., todo debería estar centrado en Dios. Además de la perfección
moral, Adán y Eva fueron dotados de la misma creatividad de su creador. Dios
imaginó un mundo perfecto y lo trajo a existencia. Él creó el mundo de la nada (ex
nihilo), con más variedades de tonos, colores y formatos de lo que se podría
imaginar. Él creó tanto el macrocosmos como el microcosmos en todos sus
detalles, tamaño, color y función.
69
estimulando la creatividad del ser humano. Dios quería un imitador suyo, pero que
tuviese cualidades originales. “Dios trajo la humanidad para su familia real. Él no
les concedió su deidad; los dotó con el privilegio y la responsabilidad de ser
cooperadores en las tareas reales que debían ser ejecutadas en la creación”51.
(1) La primera idea es la de personalidad. Dios es un ser personal y el hombre que fue
hecho a Su imagen dispone de esa misma personalidad. Eso no hace del hombre
“algo más” que los animales, hace de él algo sin igual. La personalidad presupone
consciencia, conocimiento y responsabilidad.
(3) La tercera idea de la imagen de Dios en el ser humano es la de libertad. Como ser
personal y espiritual Dios es un ser libre. Dios creó al hombre con libertad para
70
amar, conocer, confiar, desear, obedecer y, también, para negarse a hacer estas
cosas.
(4) La cuarta característica puede ser llamada expresividad. Dios posee la capacidad
de expresarse, de hacer que su voluntad sea conocida y de ejecutarla. Dios expresa
su personalidad porque tiene la capacidad para eso. La Biblia dice que Dios tiene
ojos, nariz, boca, oídos, manos, cabello, etc. Evidentemente que ese es un lenguaje
figurado (antropomórfica –cualidades humanas aplicadas a la divinidad) para
sugerir que él consigue expresarse. El ser humano se expresa igualmente por medio
de partes de su cuerpo y puede transmitir su personalidad, espiritualidad y virtudes.
3. Privilegio y Responsabilidad
De todo lo que fue dicho hasta ahora, ya podemos entender que la creación
es la llave para entender al hombre. Cuando pensamos en la redención, necesitamos
limitarla a un número de personas, pues ella se restringe a aquellos a quienes Dios
en el curso de la Historia movió y llamó para sí mismo. Pero, cuando pensamos en
la creación, tenemos que incluir tanto a cristianos, como a no cristianos, puesto que
todos son criaturas de Dios. Eso quiere decir que todos fueron hechos a imagen de
Dios. No es que el ser humano posea la imagen divina, él es la propia imagen.
Normalmente nos olvidamos de eso.
71
Las impresiones digitales que Dios dejó sobre el ser humano lo hacen muy
significativo para el universo, pero, al mismo tiempo, lo hacen responsable delante
de Dios. Por eso el ateo como una persona sin Dios es una imposibilidad absoluta,
toda vez que la imagen de Dios está grabada en cada uno de nosotros. De hecho,
Dios dejó tan grabado en el corazón del hombre el sentido de su existencia que
nadie podrá argumentar delante de Él: “yo no sabía”. En estos tiempos modernos,
tal vez antes de hablar a las personas sobre aceptar a Jesús como Señor y Salvador,
debiésemos hablar sobre aceptar a Jesús como Creador53. Parte de la ciencia ha
intentado negar esa verdad esencial.
72
LA PERSONALIDAD DEL SER HUMANO
Introducción
Como bien sabemos, una de las características del ser humano es que él fue creado
por Dios. Existe algo en el hombre que lo diferencia de todas las otras criaturas y
que lo asemeja a Dios. Tal singularidad reside en el hecho de que Dios colocó en el
ser humano Su imagen y semejanza. Podemos decir que, además de ser una criatura
creada por Dios, el ser humano es también una persona, o sea, él posee una
personalidad de la misma forma como Dios también la tiene.
Ahora nos interesa entender un poco más sobre el significado de esta relación entre
criatura y persona en el ser humano54.
Génesis afirma de forma coherente los dos aspectos del ser humano, a saber: el
aspecto de criatura y el ser persona.
Queda claro que el ser humano no es el resultado de algún proceso evolutivo. Dios
creó al hombre “del polvo de la tierra”. Dice la Escritura: “Entonces Jehová Dios
formó al hombre de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un
ser viviente” (Gn. 2:7). Dios usó material que ya existía para formar al hombre.
Aquí no tenemos un ejemplo de creación “de la nada”. Aun así, es la mano del
Creador la responsable por la formación del ser humano. El profeta dice: “Ahora
pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así
que obra de tus manos somos todos nosotros” (Is. 64:8). Dios podría renovar la
situación del pueblo de Israel como el alfarero renueva el vaso de barro. Eso es
posible porque nuestra imagen fue siendo literalmente formada del barro por las
manos de Dios. Es precioso entender que, como el alfarero, Dios tuvo “el
derecho” de hacernos como él quiso. Eso significa que somos el resultado de un
deseo exacto de Dios. Dios nos quiso hacer tal cual somos. No podríamos ser
54
Ver Hoekema, Creados a la imagen de Dios, p. 16-22.
73
diferentes, puesto que la maravillosa complejidad que es el cuerpo humano sólo
puede ser obra de un artista como Dios.
Por otro lado, si Dios es el alfarero y nosotros somos el barro, queda implícita
nuestra dependencia de Dios. Pablo usa esa imagen del alfarero modelando el barro
para explicar por qué Dios tiene el poder de predestinar a las personas: “¿O no
tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa una vaso para
honra y otro para deshonra?” (Ro. 9:21). Aquí notamos que, una vez que somos
criaturas, somos absolutamente dependientes de la voluntad de Dios. Pablo dijo
eso a los atenienses: “El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay,
siendo el Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos
humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él
es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo
el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha
prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a
Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está
lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos;
como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo
somos” (Hch. 17:24-28). Cada actitud durante toda nuestra existencia es,
maravillosamente, “en Dios”. Somos totalmente dependientes de Dios y no
conseguimos vivir lejos de él de la misma forma como un pez no puede vivir fuera
del agua.
Génesis destaca que Dios colocó dentro del hombre su aliento divino, razón por la
cual el hombre pasó a ser un “ser viviente” (o “alma viviente”). Así, “el hombre no
es solamente criatura, también es persona”55. Esa singularidad lo distingue de los
animales que no recibieron el “soplo de Dios”.
55
Hoekema, Creados a la imagen de Dios, p. 16.
74
Es necesario resaltar la actitud íntima de Dios al aproximarse y soplar en los labios
del hombre, pues el ser divino infunde en el hombre un poco de su propia vida. La
expresión “ser viviente” es un equivalente para “persona”. Eso destaca la
singularidad del hombre como creación de Dios. Él es más que una simple criatura,
él recibe el don de la personalidad. ¿Por qué Dios hizo eso? Ya vimos que fue para
que el hombre fuese un “imitador de Dios”. Dios quería tener una relación
personal con el hombre. Ahora, eso nos lleva a una implicación aún mayor. Como
persona, el hombre goza de libertad para actuar. Si como criatura él es totalmente
dependiente de Dios, como persona él es libre. Aquí nos enfrentamos con una
paradoja (cuando hay dos verdades aparentemente contrarias, siendo difícil para
nosotros conciliarlas por causa de nuestra mente finita).
La Biblia revela con claridad que Dios determinó todas las cosas y que ellas suceden
según un plan prestablecido, donde incluso están determinados los que serán
salvos. Por otro lado, la Biblia enseña igualmente que cada hombre es
absolutamente responsable por sus acciones y jamás podrá atribuir a Dios culpa
alguna. También se ve la paradoja en el hecho de que el hombre fue hecho como
persona y criatura. Tal característica configuraría la base de toda la paradoja de la
vida humana: “Este es el misterio fundamental del hombre: ¿Cómo puede el ser
humano ser igualmente una criatura y una persona? Ser criatura, como ya vimos,
significa dependencia absoluta de Dios, ser persona significa independencia
relativa”56. De hecho, aquí tenemos la clave para comprender al hombre en su
relación con Dios. Debemos recordar siempre que el ser humano es al mismo
tiempo una criatura, o sea, que está totalmente bajo la dirección de Dios y que él es
una persona, o sea, Dios le concedió una cierta libertad para actuar y tiene toda la
responsabilidad por sus actos.
56
Ibid., p. 17.
75
3. ¿Dicotomía o Tricotomía?
El aspecto espiritual que Dios colocó en el ser humano es una de las características
más destacadas del hombre. Él es un ser compuesto de cuerpo y alma. Esa es la
visión dicotómica del hombre.
Hay muchos que sustentan una tricotomía, insistiendo que el hombre está compuesto
de cuerpo, alma y espíritu. La tricotomía se originó con los griegos, especialmente
con Platón, que veía al ser humano como compuesto por tres partes. El alma sería
el medio de unión entre el cuerpo y la mente (nous)57. Entre los cristianos, Ireneo
enseñó que mientras los incrédulos tienen apenas cuerpo y alma, el creyente tiene
alma, cuerpo y espíritu, este último, creado por el Espíritu Santo. Hay dos textos en
la Escritura que sugieren una división tripartita del hombre. Uno de ellos es 1
Tesalonicenses 5:23: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo
vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de
nuestro Señor Jesucristo”. El otro es Hebreos 4:12: “Porque la Palabra de Dios es
viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; que penetra hasta partir
el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón”.
57
Ibid., p. 228.
58
Machen. La visión cristiana del Hombre, p. 143.
59
Hoekema. Creados a la Imagen de Dios, p. 230.
76
al simbolismo para decir que lo que el hombre no puede dividir, la Palabra de Dios
sí puede”.
De allí que la dicotomía es la visión más bíblica, pues las Escrituras usan
indistintamente las palabras alma y espíritu (Mt. 10:28; 1 Co. 7:34; Stg. 2:26).
(1) Los mismos sentimientos son atribuidos al alma y al espíritu (1 Sm 1:10; Is.
54:6; Jn. 12:27; 13:21; Hch. 17:16; 2 P 2:8).
(2) La alabanza y el amor a Dios son atribuidos tanto al alma cuanto al espíritu (Lc.
1:46-47; Mc. 12:30).
(3) La salvación es asociada tanto al alma cuanto al espíritu (Stg. 1:12; 1 Co. 5:3, 5).
(4) La muerte es descrita como el partir del alma y del espíritu (Gn. 35:18; 1 R.
17:21; Mt. 10:28; Lc. 8:55; 23:46; Hch. 7:59). Los muertos son llamados como
“almas” y como “espíritus” (Mt. 10:28; Ap. 6:9; He. 12:23).
El autor de Eclesiastés describe la muerte del ser humano con las siguientes
palabras: “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo
dio” (Ec. 12:7). En este texto el hombre se compone solamente de esas dos partes.
Por lo tanto, y en vista de los pasajes citados arriba, es bueno preguntarse, ¿si el
hombre tuviese todavía más una tercera parte, para dónde esa parte iría cuando se
muere? Si el cuerpo vuelve para el polvo de la tierra y el espíritu vuelve a Dios (sea
al cielo o al infierno), ¿para dónde iría el alma en el caso de que ella fuese diferente
del espíritu? Parece más correcto decir que el ser humano está compuesto de
cuerpo y alma. Todavía, debemos evitar tratar de esas cosas como si fuesen
separadas. El ser humano debe ser considerado como un todo indivisible. No
significa que el alma sea más valiosa que el cuerpo, como pretendían Platón y los
griegos. El cuerpo y el alma poseen el mismo valor y ambos cayeron en Adán y
necesitan ser redimidos. Por esa razón la Biblia enfatiza la resurrección. No basta al
hombre estar en espíritu junto de Dios después de la muerte. Para ser completo, él
77
necesita tener de nuevo su cuerpo y, así, con cuerpo y alma restaurados, el ser
humano vivirá feliz para siempre.
Entendemos que el alma humana no tiene una especie de “prexistencia”. O sea, ella
comienza a existir juntamente con el cuerpo. Más aún, necesitamos identificar
como sucede ese “surgimiento” del alma. Dos son las principales teorías sobre este
tema, a saber: creacionismo y traducianismo.
A. Creacionismo
B. El Traducianismo
60
Berkhof, Teología Sistemática, p. 199.
78
todos los descendientes que, generalmente, son vistos como estando en los
“lomos” de los padres (Gn. 46:26; He. 7:9, 10). Cuando la mujer fue creada, nada se
dice del alma, lo que puede significar que ella la heredó de Adán. El problema
mayor con el traducianismo es que parece hacer del alma un objeto que se divide,
pues se origina del alma del padre, de la madre o de ambos. Tal vez una forma de
salir de ese problema sea decir que en el surgimiento del alma sucede tanto una
herencia natural cuanto un acto creador de Dios. ¿Acaso no podemos afirmar esto
también del propio cuerpo humano? De cierta manera el cuerpo es a penas el
resultado de herencias genéticas, ¿pero eso significa que Dios no participa
activamente en la formación del cuerpo humano? El salmista dice: “Porque tú
formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre” (Sal. 139:13). Él
está describiendo la manera como Dios lo formó dentro del vientre de su madre.
Así, afirmamos que el alma es tanto resultado de un traducianismo, una especie de
herencia de los padres, como un acto creador de Dios.
79
EL MUNDO ESPIRITUAL
Introducción
El estudio del ser humano implica estudiar la caída, ya que ella afectó todo lo que el
ser humano es y lo que hace. Sin embargo, antes de hablar sobre la caída, es decir,
del primer pecado, necesitamos retroceder un poco en el tiempo y hablar del origen
del mal en sí mismo, puesto que él surgió antes que el hombre pecara. El origen del
mal está estrechamente relacionado con la creación del mundo espiritual y, por ese
motivo, es importante que hablemos sobre ese asunto primero.
1. El mundo invisible
Antes de crear la tierra y todo lo que en ella hay, Dios creó algo de lo cual no
tenemos muchas informaciones, excepto por las pequeñas indicaciones que la
Biblia nos da. Estamos hablando del mundo espiritual. En el primer versículo de la
Biblia está escrito: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). El
segundo versículo dirige la atención completamente para la tierra: “Y la tierra
estaba desordenada y vacía…” (Gn. 1:2). A partir de allí poco se dice sobre el cielo.
De alguna forma la creación del mundo espiritual está incluida en el primer
versículo. El libro de Job da a entender que los ángeles fueron creados antes que la
tierra: “¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes
inteligencia. ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella
cordel? ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular,
cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de
Dios?” (Job 38:4-7).
Para la Biblia existen dos realidades: una visible y otra invisible. La mayoría de los
hombres sólo consiguen ver y entender la realidad visible que es básicamente el
mundo material. Por esta razón, los hombres conducen su vida a penas dentro de
esa esfera y les parece inaceptable imaginar que existan realidades invisibles, como
la vida después de la muerte, el cielo o el infierno. La Biblia, en cambio, habla del
mundo invisible como siendo mayor que el mundo visible. Es más, para la Biblia,
80
aunque esas dos realidades se influencian mutuamente, es el mundo invisible el que
más influencia al mundo visible, sea para bien o para mal. El mundo invisible no
sólo existe antes del mundo visible, sino que es determinante para todo lo que
existe o sucede aquí.
Existe en el mundo invisible un lado bueno y un lado malo. No queremos decir que
exista una especie de “dualismo”, donde fuerzas antagonistas se equilibran entre sí.
Para la Biblia hay a penas una esfera de soberanía, la del Reino de Dios, pues Dios
es el único soberano. Sin embargo, dentro de la esfera de soberanía existen fuerzas
invisibles que son sumisas a Dios y las fuerzas invisibles que están en rebelión
contra Dios; el dominio del mal, el imperio de las tinieblas, que aún está dentro de
la esfera de la soberanía de Dios. Antes que comencemos a estudiar al ser humano
(y como el pecado entró en el mundo), debemos considerar estas dos fuerzas que
existen en el mundo invisible, fuerzas que son representadas por los ángeles buenos
y por los ángeles malos (o demonios).
Los ángeles buenos son llamados de “escogidos” (1 Ti. 5:21). Ellos fueron dotados
de una capacidad para no ser atraídos por el mal, o sea, Dios los preserva de caer. Si
Dios no hiciese eso con los ángeles que no siguieron a Satanás en su rebelión,
siempre existiría la posibilidad que algún ángel fuese engañado por el Diablo y,
entonces, hasta hoy los ángeles podrían abandonar el cielo para seguir al Dragón.
Eso no sucede porque Dios preserva a sus ángeles del pecado por un proceso
semejante a la elección de los hombres. Los hombres también son escogidos (Ef.
1:3-12), sin embargo, son escogidos para salvación. Los ángeles, diferentemente,
son escogidos para que no pierdan el estado que ya poseen.
La Biblia dice que los ángeles son seres incorpóreos (Mt. 8:16; Lc. 7:21; 24:39) que
pueden estar en grandes cantidades en un lugar al mismo tiempo (Lc. 8:30)61. Ellos
61
En este caso la referencia es a demonios, es decir, ángeles caídos.
81
no se casan (Mt. 22:30), son seres racionales (2 S. 14:20; Ef. 3:10; 2 P. 2:11),
extremamente numerosos (Dt. 33:2; Sal. 68:17; Mt. 26:53; Ap. 5:11). Son
grandemente poderosos e inteligentes, pero no son omniscientes ni omnipotentes.
Son clasificados en: Querubines (Gn. 3:24; 2 S. 22:11; Sal. 18:10; 80:1; Ez. 1; Ap. 4);
Serafines (Is. 6:2, 6); Principados, potestades, tronos y dominios (Ef. 3:10; Col. 2:10; 1:16;
Ef. 1:21; 1 P. 3:22)62.
En la Biblia sólo dos ángeles reciben nombres: Gabriel y Miguel (Dn. 8:16; 9:21;
Lc. 1:19, 26; Jud. 9; Ap. 12:7). El último es llamado de Arcángel, que literalmente
significa “al ángel principal” (Jud. 9). Él es el comandante de los ejércitos celestiales
(Ap. 12:7) y ya actuaba en el Antiguo Testamento defendiendo al pueblo de Israel
de las huestes malignas invisibles (Dn. 10:13, 21). Esos elementos bíblicos con
relación a los ángeles muestran que hay una gran diversidad y que estamos en un
asunto que puede generar muchas especulaciones. Refiriéndose a eso Calvino
escribió: “Ahora, a pesar que de la diversidad de nombres concluimos que hay
varias órdenes, sin embargo, investigarlos más minuciosamente, fijar su número y
determinar sus jerarquías, no sería mera curiosidad y sí, temeridad impía y
peligrosa”63.
Los ángeles cumplen diversas funciones, entre ellas la de alabar a Dios (Job 38:7; Is.
6:3; Sal. 103:20; 148:2; Ap. 5:11). Tal vez ésta es la función principal de ellos. Los
ángeles también desempeñan la función de auxilio para los creyentes y se alegran
grandemente cuando un pecador se arrepiente (Lc. 15:10). Hebreos 1:14 dice que
los ángeles son “espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que
serán herederos de la salvación”. Según este texto, de algún modo los ángeles
ayudan a aquellos que serán salvos. Sabemos que no es función de los ángeles
predicar el evangelio y, al contrario, de lo que se piensa comúnmente, la Biblia no
dice que ellos desean predicar, sólo se limita a informarnos que ellos desean
conocer más sobre el asunto (1 P. 1:12). De cualquier forma, los ángeles
62
Estos últimos títulos son aplicados también a los ángeles caídos.
63
CALVINO, Efesios, p. 46.
82
contribuyen obedeciendo las órdenes de Dios. Otra función de los ángeles es la
protección de los creyentes (Sal. 34:7; 35:4, 5; 91:11-13; Mt. 18:10; Hch. 5:19).
Mediante la acción de los ángeles en la Biblia, Dios proporcionó protección física
para Elías (1 R. 19:5-7), dio valor a Pablo durante sus viajes (Hch. 27:23-25), liberó
a Pedro de la cárcel (Hch. 5:19), dirigió a Pedro para encontrarse con Cornelio
(Hch. 8:26). Una tarea peculiar que la Biblia parece atribuir a los ángeles es la
función de encaminar a los creyentes muertos para el cielo (Lc. 16:22) y, en el día del
Señor, serán los ángeles los que reunirán a los escogidos del Señor (Mt. 24:31; Mc.
13:27). Además, los ángeles se involucran en las actividades judiciales de Dios
como sus ejecutores. Fueron ellos los que anunciaron la destrucción de Sodoma y
Gomorra (Gn. 19:12, 13). Uno de ellos hirió al rey Agripa debido a su blasfemia
(Hch. 12:23). Los ángeles recogerán a los impíos para llevarlos al infierno (Mt. 13:39-
42). En este sentido, ellos también cumplen la función de derramar los juicios de
Dios sobre la tierra (Ap. 16:2-17) y la voz de un Arcángel anunciará el día de la
venida del Señor (1 Ts. 4:16).
83
3. Los ángeles caídos
Dios creó a los ángeles antes que al ser humano. Sabemos, también, que existió una
caída en el mundo de los ángeles. Esa caída probablemente ocurrió luego de que la
creación fue completada, puesto que la Biblia dice que al terminar la obra de la
creación “Dios vio que todo era bueno en gran manera” (Gn 1:31). Si todo era
bueno en gran manera esto nos hace pensar que la rebelión de Satanás aún no había
ocurrido. De esta manera, “el diablo, al caer, se transformó en la cabeza de aquella
esfera que se encuentra fuera de la vida de Dios y, así, podemos describirlo como el
imperio de la muerte”64. No sabemos exactamente como sucedió la caída de los
ángeles, porque nada sobre eso está registrado en la Biblia. Por no menos no
directamente. Todavía, algunas deducciones pueden ser hechas a partir de textos
indirectos. Sabemos que de alguna forma un grupo de ángeles liderados por Satanás
se rebeló contra Dios. Satanás significa “adversario” y es el gran líder de esa
rebelión.
64
D.M. Lloyd-Jones, Dios el Padre, Dios el Hijo. P. 436.
84
rey de Babilonia. Es una profecía respecto al rey de Babilonia y no una explicación
directa sobre el origen de Satanás. Cierto es, sin embargo, que el rey de Babilonio
descrito en Isaías tiene semejanzas con Satanás y, por lo menos, es un representante
de él en la tierra. Por este motivo, es posible que por detrás de lo que está siendo
dicho sobre el rey de Babilonia haya alguna referencia al propio Satanás. El texto
describe la caída de ese rey quien en su orgullo quería ser semejante a Dios y,
realmente, parece haber sido ese el motivo principal de la caída de éste ángel.
Otro texto que generalmente se aplica a Satanás es Ezequiel 28:11-19, que registra
una profecía contra el rey de Tiro. Lo que dijimos respecto al rey de Babilonia se
aplica a este texto también. La profecía dice: “Vino a mí palabra de Jehová,
diciendo: Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha
dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y
acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra
preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de
zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas
estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande,
protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las
piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que
fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus
contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte
de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se
enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de
tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren
en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones
profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te
consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran.
Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto
serás, y para siempre dejarás de ser”. Algunas expresiones de este texto son
interesantes como: “En Edén, en el huerto de Dios estuviste”, “Tú, querubín
85
grande, protector”, “yo te puse en el santo monte de Dios”, “Perfecto eras en
todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad”.
De hecho esas expresiones extrapolan en mucho lo que se podría afirmar de un
hombre. Parece que el texto tiene alguna aplicación al propio Satanás, del cual el rey
de Tiro era un representante. Pero no es posible afirmar eso con total seguridad.
Sea cual sea la aproximación que hagamos al asunto una cosa clara salta a la vista.
Hubo una rebelión en el mundo espiritual, rebelión que fue liderada por Satanás.
Esto llevó a un número indeterminado de ángeles a caer junto con él, ángeles que
reciben el nombre de demonios.
86
EL ENIGMA DEL MAL
Introducción
Una de las preguntas que frecuentemente hacen las personas son las
siguientes: ¿Por qué Dios permitió y permite la existencia de Satanás? No existe
duda de que Dios podría haber impedido la caída de los ángeles o, también, los
podría haber exterminado a fin de que no causasen todo el mal que han venido
causando a lo largo de los años. Esas criaturas son perversas, no hay una pisca de
bondad o justicia en el carácter de Satanás y sus ángeles, son absolutamente malos.
Entonces, ¿Por qué Dios permitiría la existencia de una ser tan malo en el mundo?
Esa pregunta nos trae de vuelta al asunto del propio origen del mal. ¿De dónde
vino?
Hablar sobre el origen del mal es entrar en uno de los caminos más obscuros
y poco explorados por la teología. Pocos son los que se aventuran en esa estrecha
senda llena de trampas y dificultades, donde fácilmente se puede tropezar y caer en
la herejía e, incluso, en la blasfemia. La pregunta “¿quién creó el mal?” es una de
aquellas cuestiones de la cual todo profesor de Seminario o de Escuela Dominical
preferiría huir. Considerar ese asunto puede ser útil para entender muchas cosas,
especialmente la relación de Dios y el nuestro con el mal.
87
está lejos de ser bíblico. Según la Biblia, Satanás no es igual a Dios. Dios es el único
Soberano, Satanás es una criatura rebelde de Dios. No existe comparación, Dios es
el Rey por excelencia, Satanás no es más que un usurpador.
En lo que dice relación con el origen del mal, tal vez esa sea la cuestión más
difícil de responder. Nunca tendremos una respuesta completamente satisfactoria,
por lo menos en esta vida.
Para comenzar a responder, una cosa necesita quedar bien clara: Dios no es
el autor del mal. Sea cual sea la respuesta que demos para el origen del mal, ella
necesita excluir a Dios como su causa, ya que si Dios fuese el autor del mal, no
podría ser el Dios bueno y justo en el cual creemos. Dios es el creador de todas las
cosas, pero no el creador del mal.
Entonces, ¿sería Satanás el creador del mal? Si Satanás fuese el creador del
mal, eso haría de él alguien que está directamente en competencia contra Dios. La
verdad es que el mal no fue necesariamente creado. Lo que queremos decir es que
nadie lo creó de la nada y de forma específica. Por lo tanto, el mal es lo que puede
ser llamado una “derivación”; o sea, fruto del uso de cosas que ya existían, como
por ejemplo, el libre albedrío, la personalidad y el poder de Satanás. En ese sentido,
Dios dotó a Satanás con esas cualidades y él las usó para originar el mal. Eso es lo
máximo que podemos decir, es el límite hasta donde podemos ir. Frente a eso,
podemos entender que el pecado no tiene origen, mas sólo un inicio. Lo que de allí
se desprende es que no podemos determinar el origen del pecado o del mal,
solamente podemos constatar su inicio.
Algunos apelan para la expresión de Isaías, donde Dios dijo: “que formo la luz
y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto” (Is.
45:7), como una prueba de que Dios es el autor del mal. El contexto del pasaje en
cuestión sugiere que ese mal no se refiere al mal último, metafísico, sino que a una
situación específica, que en el caso de los judíos, sería el arribo de los caldeos que
invadirían a la nación. El mal en ese texto se refiere más bien a algo como
88
calamidad y no al pecado. El hecho de que la Escritura no dé una explicación
directa sobre el origen del mal sino que muestre el papel del mal, es una poderosa
indicación de que eso último debe ser el foco de nuestra atención. El origen del mal
siempre será una incógnita para nosotros.
Volver a la cuestión del porqué Dios permite el mal nos lleva a transitar en
un terreno más sólido. De alguna forma, el mal puede ser usado por Dios en sus
propósitos. De nada sirve cerrar los ojos ante el hecho de que al conceder libre
albedrío a los ángeles y, después, a Adán, la existencia del mal vino a ser una
posibilidad. Sin embargo, no podemos imaginar que Dios permitiría algo que
pudiese de hecho arruinar sus propósitos. El Señor siempre mantuvo el control,
nada colocó en riesgo su gran proyecto. La Confesión de Fe de Westminster dice:
“Dios desde la eternidad, por el sabio y santo consejo de su voluntad, ordenó libre e
inalterablemente todo lo que sucede. Sin embargo, lo hizo de tal manera, que Dios ni es
autor del pecado, ni hace violencia al libre albedrío de sus criaturas, ni quita la libertad ni
contingencia de las causas secundarias, sino más bien las establece”65.
Esa es, tal vez, la afirmación más exacta que ya fue formulada sobre el origen
de todas las cosas. Existe una tensión (paradoja) admitida en la frase, la de que por
un lado todo sucede según la voluntad de Dios y, por otro, la de que eso no hace a
Dios el autor del pecado, ni elimina la libertad del hombre. La única
responsabilidad por el mal que puede ser atribuida a Dios es que Él creó un mundo
en el cual el mal era posible y eso para demostrar Su gloria, por el hecho de que Él
sabía lidiar con eso y, al final, conducir todo para el bien.
La verdad es que la existencia del mal sigue los propósitos de Dios para este
mundo. Una cosa necesita quedar bien clara: el Señor no tiene ningún placer en
Satanás y no acepta ninguna de sus maldades, sin embargo, Dios puede usar a
Satanás para cumplir sus propósitos. No es que Satanás gentilmente sirva a Dios,
89
en realidad, él lucha desesperadamente contra Dios, pero tal es la soberanía del
Creador, que aún en su lucha desesperadora, Satanás termina contribuyendo para
que el supremo propósito de Dios se cumpla.
En ese sentido, una de las maneras que Dios usa el mal es para probar a su
pueblo. La prueba es una prueba de cualidad. Cualquier producto, para que sea
confiable, necesita ser colocado bajo alguna presión a fin de que se pruebe su
resistencia. Los creyentes reciben sobre sí la presión de Satanás y esa es una buena
forma de probarlos. Dios puede usar a Satanás como un instrumento de castigo
también. Satanás es un instrumento de castigo divino por causa de la maldad del
mundo, y hasta de los creyentes. Hay por lo menos dos casos en la Biblia en que
personas fueron “entregadas a Satanás” como un castigo por sus pecados, un
creyente y un incrédulo (1 Co. 5:5; 1 Ti. 1:20).
90
existencia de éste razonable. Dios permitió el mal para que su poder fuese probado,
pero el mal no tendrá continuidad en la creación de Dios. El mal cumple un papel
establecido por Dios y cuando ese papel se acabe, Dios lo eliminará y nunca más
permitirá que el mal reaparezca. En el mundo venidero el mal nunca más será una
posibilidad.
91
las iglesias es una prueba incontestable de eso. El apóstol Pablo dijo que debemos
siempre tener una postura íntegra “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros;
pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Co. 2:11). Ignorar sus designios es
prácticamente decretar su victoria.
Por otro lado están los que exageran la importancia de Satanás. Los monjes
en la Edad Media se enclaustraban en monasterios para evitar se fascinados por el
Diablo. En los días de hoy, al contrario de eso, muchos están desafiando al Diablo
abiertamente y hasta supuestamente entrevistándolo en la televisión. El Diablo ha
sido el blanco principal de muchos movimientos evangélicos, que lo ven
prácticamente en todo. En muchos casos la responsabilidad personal de cada uno
es minimizada y todo lo que sucede de malo es atribuido al Diablo. Ellos dicen:
para tener prosperidad, reprenda al Diablo; para tener salud, reprenda al Diablo;
para tener un matrimonio feliz, reprenda al Diablo. Hay una verdadera obsesión
por el Diablo, lo que por cierto le agrada mucho a él. Es una equivocación gastar
tiempo del culto a Dios para promover la lucha contra el Diablo. Equilibrio, por lo
tanto, es necesario. No debemos exagerar ni minimizar la importancia del Diablo.
92
EL ENEMIGO DE NUESTRAS ALMAS
Introducción:
Muchas personas han ignorado los designios del Diablo. Muchos pintan un retrato
mitológico de él, todo rojo, con cachos y un tridente en la mano. La Biblia, en
cambio, dice que él prefiere presentarse como “ángel de luz” (2ª Co. 11:14). De
hecho, actuando a escondidas, ha conseguido grandes victorias.
Por otro lado, hay muchos creyentes que prestan más atención al Diablo que a
Dios. Parece que ven al Diablo en todo y atribuyen todo lo malo al enemigo.
Nuestro adversario le encanta estar en el centro de las atenciones y, por cierto, le
agrada tener toda esa publicidad, ya que la recibe como si fuese un homenaje.
Encontrar demonios en todas partes es una obsesión personal que Satanás usa
como una cortina de humo, desviando la atención de su verdadero plan: la
corrupción espiritual.
Como en casi todos los asuntos espirituales, también en este existe la necesidad de
equilibrio. Querámoslo o no, todos estamos involucrados en una batalla espiritual
contra el Diablo, ya que, como dice Pedro, él es nuestro adversario (1ª P. 5:8). La
mejor táctica en esa guerra es: conozca al enemigo, no lo sobrestime ni lo
subestime.
93
I. Las Características del Enemigo:
El primer problema es: ¿Cómo conocer al enemigo? Creemos que el primer paso es
conocer bien a Dios. ¿Quién es Dios para nosotros? ¿Un tío celestial a quien nos
dirigimos cuando necesitamos alguna cosa? Entonces, el Diablo es el mal genio
cósmico que le gusta echar a perder todo. Si Dios es un Ser poderoso, pero no
Todopoderoso, entonces el Diablo tiene casi que el mismo poder que Dios y
disputa mano a mano con Él. Sin embargo, si entendemos que Dios es el único
Soberano, el Todopoderoso, el Incomparable (Is. 40:25); el Diablo, por lo tanto,
sólo puede ser un usurpador que intenta beneficiarse de la gracia de Dios, antes que
la justicia divina sea ejecutada sobre él de forma definitiva.
Para que tengamos una comprensión clara con respecto al enemigo, tenemos que
conocer bien a Dios primero. Hoy en día muchos creyentes quedan fascinados con
revelaciones de personas que practicaban brujería, magia negra o que eran
satanistas. Piensan que esas personas pueden enseñarnos algo más con respecto al
Diablo. ¿Por qué creeríamos en ellas? El Diablo es el padre de la mentira (Juan
8:44). ¿Quién garantiza que esas personas no fueron engañadas todo el tiempo? Lo
más importante es conocer a Dios y Su Palabra, pues las informaciones que
tenemos en la Palabra de Dios son infalibles y dignas de todo crédito. De esa forma
no seremos sorprendidos por el Diablo.
94
en control de todas las cosas es Dios. Satanás gobierna el corazón de los hombres
que se mantienen alienados de Dios. Debemos pensar que él consiguió ese
“derecho” cuando convenció al primer hombre y a la primera mujer a romper con
Dios, pasándose así para las filas de él. Es en ese sentido que él es el príncipe de
este mundo, pues es el jefe de la estructura mundana que intenta negar a Dios de
todas las formas posibles. Pablo llama a Satanás de “el dios de este siglo” (2 Co.
4:4), ya que dicta las normas y los valores para la vida de aquellos que están lejos del
Dios verdadero. Él intenta substituir el verdadero lugar de Dios en la vida de las
personas.
Satanás es el comandante de los demonios (Mt. 9:34; 25:41; Ef. 2:2). A pesar de
recibir los títulos de príncipe de este mundo (Jn. 12:31; 14:30; 16:11) y de dios de
este siglo (2 Co. 4:4), no se debe pensar que él es el jefe de toda la creación divina.
Es Dios quien está en absoluto control de este mundo como un todo. Satanás
controla el mundo malo, el sistema separado de Dios66.
El Apocalipsis describe al Diablo como alguien que se rebeló contra Dios y que,
junto con sus aliados, fue expulsado del cielo (Ap. 12:7-9) y “ha descendido a
vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Ap. 12:12). A pesar de que
ese texto haya sido escrito en forma simbólica, es posible entender que el Diablo
fue expulsado del cielo y que está en la Tierra, actuando con furia, porque sabe que
sus días están contados. Es importante entender que Satanás y sus ángeles están en
la Tierra. Ellos no están ni en el cielo ni en el infierno. Las figuras mitológicas del
diablo como siendo el jefe del infierno no son bíblicas. Tanto el cielo como el
infierno están bajo el control de Dios, pues el infierno es el lugar de castigo. El
Diablo será lanzado en el lago de fuego que es el infierno definitivo después de la
segunda venida de Jesús (Ap. 20:10). Hasta ese momento, él actúa en este mundo,
ferozmente, sabiendo que su tiempo no es muy largo.
66
Cfr. BERKHOF, Louis. Teología Sistemática, p. 149.
95
Es necesario considerar cuál es la libertad que él tiene para actuar en este mundo.
No es una libertad ilimitada, ya que Dios le impone serias restricciones. En el A.T.,
cuando Satanás quiso colocar a Job a prueba, necesitó de la expresa autorización de
Dios para tocar a Job (Job 1:12; 2:6). El N.T. deja más claro que existen serias y
pesadas restricciones sobre el enemigo. Jesús dijo que su venida fue para “atar al
hombre fuerte” y que, por eso, se puede saquear su casa (Mt. 12:29). Mediante su
muerte y su resurrección Jesús impuso una derrota definitiva a Satanás. Pablo
describe los efectos de la obra de Jesús con las siguientes palabras: “y despojando a
los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos
en la cruz” (Col. 2:15). Y el autor a los Hebreos dice que él fue destruido: “Así que,
por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo
mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte,
esto es, al diablo” (He. 2:14).
96
III. Métodos Malignos:
Es necesario recordar que él está en prisión, o sea, no tiene absoluta libertad para
actuar, pero sí tiene una cierta libertad, pues la Biblia dice eso. Ya dijimos que él
puede presentarse como “ángel de luz” (2 Co 11:14). Eso significa que fealdad no
es necesariamente una característica de Satanás. Su mayor arma es parecerse lo más
que pueda con lo verdadero. Por eso los creyentes tienen que tener mucho cuidado,
ya que sus falsos maestros se presentan disfrazados como ovejas, siendo que por
dentro son lobos voraces (Mt. 7:15). Es dicho que él puede manipular eventos
físicos (2 Tes. 2:9; Job 1:12), puede sugerir pensamientos errados en nuestra mente
(Mt. 4:3), puede causar enfermedades (Lc. 13:16), puede cegar a los incrédulos (2
Co. 4:4), causar sufrimiento (Hch. 10:38), inducir a caer (1 Tes. 3:5), engañar a los
hombres (2 Ti. 2:26), robar la palabra sembrada (Mr. 4:15), impedir y resistir a los
siervos de Dios (1 Tes. 2:18; Zac. 3:1) y hasta poseer el cuerpo de los hombres (Jn.
13:27). Una de las afirmaciones más espantosas sobre Satanás es que él “tenía el
imperio de la muerte” (He. 2:14). Eso no quiere decir que él es quien decide quien
muere. Esa es una prerrogativa divina. Lo que el texto está diciendo es que por
causa del pecado la muerte entró en el mundo. Satanás fue el instrumento por
medio del cual la muerte entró, entonces, en ese sentido, él tenía “el imperio de la
muerte”. Sin embargo, por medio del sacrificio de Jesús, Satanás perdió ese poder,
por lo menos en la vida de los salvos. Aun así, el mundo entero está bajo el maligno
(1 Jn. 5:19). Él ve al creyente como un fugitivo de su imperio (Col. 1:13) y va a
97
hacer de todo para hacerlo cautivo nuevamente. Él puede operar por medio de
deseos inocentes (Gn. 3:6; Lc. 4:2-3), de consejos bien intencionados (Mt. 16:22-23)
y hasta tiene sus siervos dentro de la iglesia (Mt. 13:38).
A veces se dice que la mejor defensa es un poderoso ataque. Este principio que
fluye del sentido común constituye la mejor estrategia en la batalla contra el
enemigo. Pero somos llamados para una lucha de resistencia, porque el enemigo
ataca constantemente. La palabra de orden es: “Someteos, pues, a Dios; resistid al
diablo, y huirá de vosotros” (Stg. 4:7).
98
La conversión nos coloca en el centro de una batalla de la que no podemos huir: la
batalla espiritual. Pablo dice: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el
Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que
podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en
las regiones celestes” (Ef. 6:10-12). La carta a los Efesios demuestra el maravilloso
plan de Dios para su iglesia, que fue escogida antes de la fundación del mundo, que
experimenta la salvación por la gracia mediante los méritos de Cristo y que servirá
como demostración pública del poder y de la sabiduría de Dios. Pero las cosas no
serán fáciles, puesto que una guerra sin treguas se hace la realidad del cristiano.
Pablo dice que el maligno usa “asechanzas” para atrapar a los creyentes (Ef. 6:11).
Una asechanza es una especie de trampa. Es un engaño ingenioso que hace que las
personas caigan sin darse cuenta.
En dos pasajes Pablo habla sobre el “lazo del diablo”. En uno de ellos dice que el
presbítero debe tener buen testimonio de los de fuera, a fin de no caer en el
descrédito y en el lazo del diablo (1 Ti. 3:7). En el otro pasaje, habla de personas
que se oponían al evangelio, las cuales necesitaban ser liberadas de los lazos del
diablo, pues habían sido hechas cautivas por él para hacer su voluntad (2 Ti. 2:25-
26). El engaño, por tanto, es su principal táctica de guerra y eso tanto en relación
con los incrédulos como en relación con los creyentes. Las recomendaciones de
Pablo siguen el siguiente orden:
99
4. Necesitamos revestirnos de la armadura de Dios para enfrentar este combate
(Ef. 6:13-18).
100
LA CAÍDA DEL HOMBRE
Introducción:
La creación habla de la gloria del hombre creado a imagen de Dios. Sin embargo,
luego de la creación una gran tragedia sucedió: el hombre cayó. Ese es un hecho
determinante para entender al hombre y a la sociedad en el estado en que
actualmente se encuentran. De esa forma, todas las explicaciones dadas por la
filosofía, por la psicología y, también, por la genética para los problemas de la
humanidad que no consideran la caída en el pecado y el pecado del hombre, no
consiguen diagnosticar el verdadero mal de la humanidad. Y, sin un diagnóstico
preciso, no existe un tratamiento adecuado para los males que tocan al ser humano.
La Biblia dice que Dios luego de haber creado al hombre a su imagen y semejanza
lo colocó en el jardín del Edén y le dio la tarea de cultivar y guardar ese jardín. En
seguida le dio una orden: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo
árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no
comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:16-17).
Pocas veces pensamos en todos los privilegios que el hombre tenía en el jardín, él
podía comer libremente de todos los frutos con excepción de uno. O sea, nada le
faltaría y podía disfrutar abundantemente de todas las bendiciones de Dios. Esa
descripción es útil para que notemos que la caída no tuvo justificación alguna. Fue
una verdadera rebelión sin causa.
101
Creador. Para ello, “el árbol de la ciencia del bien y del mal” fue puesto en medio
del jardín. Aquella era la única excepción, todo lo demás estaba a disposición del
hombre.
Como sabemos, el ser humano desobedeció a Dios, haciendo parecer que es propio
de la naturaleza humana no ver las bendiciones de Dios cuando hay algo que la
descontenta.
102
fue usar, en Eva, la misma línea que había usado efectivamente en sí mismo en su
propia rebelión. Eva mordió el anzuelo y los humanos han seguido su ejemplo
desde entonces: Ustedes serán como Dios” (Gn. 3:5)67. Gran ilusión.
Satanás había dado su golpe final. El próximo paso, una vez que la duda ya estaba
enraizada en el corazón, fue sucumbir a la tentación y comer del fruto (Gn 3:6).
La mujer, atraída por la belleza del fruto y por las promesas mentirosas del diablo,
comió del fruto y lo dio a su marido que también comió. El texto dice que
“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos;
entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (Gn. 3:7). A partir de
ese momento comenzó la película más repetida en la historia de la humanidad: La
Fuga. El pecado cortó de una forma precoz y dolorosa la relación personal del
hombre con Dios. Conscientes de su error, avergonzados de su desnudez y
temerosos de encontrarse con Dios, sólo podían intentar huir de la presencia de Él,
escondiéndose en medio de los árboles del jardín (Gn 3:8). Esa es la escena más
trágica que ha sido descrita. Ella demuestra cómo es profundo el pozo en que el
hombre cayó.
67
Michael Horton, Las Doctrinas de la Maravillosa Gracia, p. 42.
68
Cornelius Plantinga Jr. No era para ser así, p. 26.
103
Dios. Luego estarían afectados los aspectos sociales (familiares) y culturales
(trabajo).
En primer lugar necesitamos recordar que ya había sucedido una caída, la caída de
Satanás y, por lo tanto, el mal ya existía. En seguida, necesitamos considerar la
actuación de Satanás junto al ser humano, despertando la codicia en él. De alguna
forma, el pecado nació dentro del ser humano. Dios debe ser excluido de todo esto,
puesto que como Génesis muestra, todo sucedió en la relación ser humano-Satanás.
A pesar de que el decreto permisivo de Dios asegurase la entrada del pecado en el
mundo, el mal se originó en Satanás y en el ser humano.
Santiago nos da una explicación para este tema: “Cuando alguno es tentado, no
diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal,
ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha
concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto
desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra
de variación” (Stg. 1:13-17).
104
interior del ser que peca. Primero surge la codicia. La codicia como que se
“embaraza” y, entonces, genera el pecado, que por su parte lleva a la muerte. Luego
viene una advertencia: No se engañen. Es un grave engaño imaginar que el pecado
y el mal pueden venir de Dios. De Dios sólo pueden venir cosas buenas, él es el
Padre de las luces, la sombra no es una posibilidad en su carácter.
Lo que queda muy claro en las palabras de Santiago es que el origen del pecado está
dentro del propio hombre. Si eso lleva a preguntarse si Dios colocó ese deseo en
nosotros, sólo podemos decir que Dios concedió libertad al primer hombre para
que escogiese. El pecado se originó dentro del hombre, eso es todo lo que
podemos decir.
Un método más barato es culpar a los otros. Fue exactamente eso lo que hicieron
Adán y Eva. Cuando Dios interrogó a la pareja, Adán respondió que la mujer que
Dios le había dado era la responsable por todo y la mujer trató de responsabilizar a
la serpiente (Gn. 3:12-13). Cada uno se colocó como la víctima. Responsabilizar a
otros nunca nos hará inocentes. Si la película más repetida de la historia es La Fuga,
la segunda más repetida es Yo no fui. Evidentemente, esa es una forma de
autoengaño: “fenómeno sombrío por medio del cual colocamos una cubierta sobre
alguna parte de nuestra psique. No nos movemos dentro de nosotros. Negamos,
suprimimos o minimizamos lo que debemos saber sobre la verdad. Afirmamos,
adornamos y elevamos lo que sabemos que es falso. Hacemos bellas las realidades
feas y compramos una versión maquillada”69. Esa es la imagen que el hombre
69
Ibid., p. 113.
105
intenta producir de sí mismo, desde el inicio. La gran defensa es: No soy el responsable
de eso. Y, entonces, el hombre sigue su camino como si nada hubiese hecho. Pero
ese es un engaño muy tonto.
Sin embargo, en lo más íntimo de nuestro ser, sabemos que somos culpables.
Sabemos que el sentimiento que nos atormenta proviene del hecho de que
realmente somos responsables por nuestras acciones y, por lo mismo, somos
culpables y estamos en deuda. Aunque gastemos todo el dinero del mundo en
terapias o en distracciones nunca podremos cambiar esa realidad.
El ser humano fue influenciado por la serpiente (Satanás), pero fue él mismo fue el
responsable por su pecado, ya que cambió la libertad y todo el estatus que Dios le
concedió por la ambición de ser independiente. Él hombre usó su personalidad
para el mal.
En seguida, Dios pronunció una serie de maldiciones sobre el ser humano y sobre
la tierra. La maldición fue reducida, pues Dios aseguró la continuidad de la
existencia humana, pero no dejó de ser maldición. La mujer, el hombre y la propia
tierra fueron maldecidos (ver Gn. 3:16-19). Necesitamos ver en esa maldición
106
divina lanzada sobre el ser humano y sobre la tierra la razón de todas las tragedias
de la vida humana.
107
HEREDEROS DE ADÁN
Introducción:
El espíritu de nuestra época se caracteriza por romper tabús. Las personas dicen
que la única cosa que debe ser prohibida es prohibir, que debe existir libertad para
hacer lo que las personas quieran. Ahora, si las personas son dejadas que hagan lo
que quieran, ¿serán verdaderamente libres?
I. Mala Elección:
Cuando rompemos nuestra relación con Dios, no perdemos apenas nuestra religión
o devoción, sino que también nuestra salud, nuestra felicidad y todas las cosas que
pertenecen a la vida social y cultural. Dios dijo: “maldita será la tierra por tu causa”
(Gn. 3:17). Toda la creación se corrompió por causa del pecado del hombre. Por
eso Pablo dice que la naturaleza “gime a una y a una está con dolores de parto hasta
ahora” (Ro. 8:22). Todas las tragedias del mundo, toda la violencia y corrupción del
hombre y de la naturaleza son consecuencia del pecado. Y el pecado genera más
tragedias, violencia y corrupción. De hecho “el pecado es tanto la causa como el
70
MacARTHUR, John, Sociedad sin Pecado, p. 81.
108
resultado de la miseria humana”71. Toda la miseria comenzó con el pecado y la
consiguiente caída, y ahora el hombre no consigue exterminarlo, ya que él origina la
miseria y la miseria se origina de ella, lo que termina en un círculo vicioso. Eso
muestra que Adán escogió muy mal.
Estamos todos juntos en Adán y Eva, puesto que heredamos de ellos el veneno del
pecado. El pecado corre por nuestra sangre. Eso es lo que los teólogos llaman de
pecado original. Adán incluyó a todos en su decisión y esa decisión fue fatal para
toda la raza. La enseñanza bíblica es que todas las personas nacen pecadoras. Todos
los hombres heredan el pecado como si fuese una especie de enfermedad
hereditaria. David, cuando reconoció el terrible pecado cometido con Betsabé,
entendió que su estado de pecado iba mucho más lejos de su acto malvado, ya que
el pecado era una realidad desde su nacimiento. David dijo: “Porque reconozco mis
rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he
pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en
tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (Sal. 51:3-4). Pero él notó que en
realidad había algo mucho más profundo: “He aquí, en maldad he sido formado, y
en pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5).
71
Cornelius Plantinga Jr. No era para ser así, p. 17.
109
Ninguno de los efectos de la caída, como el pecado, el dolor, el sufrimiento o
tragedias pueden ser atribuidas a Dios. El Señor creó un mundo perfecto, fue la
elección deliberada del hombre lo que trajo el caos, por lo tanto, la humanidad es
absolutamente responsable por todo lo malo que sucede en este mundo. Y
continuamos destruyendo la tierra con el proceso de explotación desenfrenada. La
ironía es que nosotros contaminamos el mundo y colocamos la culpa en Dios
cuando ocurren desastres naturales.
Pablo escribiendo a los Romanos dice: “Por tanto, como el pecado entró en el
mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Según el texto, el pecado entró en
el mundo por medio de “un hombre”. Es imposible no identificar ese hombre con
Adán. La consecuencia del pecado es la muerte. Así, la muerte pasó a todos los
descendientes de Adán, “porque todos pecaron”. Pablo está hablando en términos
representativos. Muchas veces Pablo usó la imagen del representante, tanto para
Adán como para Cristo. Él dice a los Corintios: “Porque por cuanto la muerte
entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados” (1 Co. 15:21-22). Aquí está la idea de representación. Todos los
hombres mueren o viven en su representante: Adán o Cristo. Por lo tanto,
interpretamos la expresión “todos pecaron” como “todos pecaron en Adán”.
La clara intención del apóstol es demostrar la conexión que existe entre la justicia
de Cristo y su pueblo en contraste al pecado de Adán y a la condenación de la
humanidad. Eso es evidente en los versículos 13 y 14: “Pues antes de la ley, había
pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante,
reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de
la trasgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir” (Ro. 5:13-14). El
argumento de Pablo es que la muerte, como consecuencia del pecado estuvo en el
mundo desde el inicio, aún para aquellos que pecaron antes de la promulgación de
110
la ley y, en ese sentido, no pecaron como Adán, quien recibió un mandamiento
específico para no pecar. Eso sólo adquiere sentido si el versículo 12 se refiere al
pecado de Adán. En los versículos siguientes, queda aún más evidente que el
pecado que causa la muerte es el pecado de Adán, puesto que Pablo repetidamente
habla de la ofensa de uno solo que resultó en muerte para todos en contraste a la
obediencia de uno solo que trae la vida (Ro. 5:15-19). Por lo tanto, si no es
verdadero el principio de que todos pecaron en Adán, sería imposible afirmar que
todos pueden ser justos en Cristo.
Concluimos, según lo que Pablo enseña, que el pecado en nuestra vida se originó
en Adán. Como nuestro representante él pecó y así todos nosotros caímos. El
pecado de Adán es nuestro pecado. Somos culpables en Adán, “pues ahora no
nacemos tal como Adán fue originalmente creado, sino que somos la simiente
adulterada del hombre degenerado y pecaminoso”72. Por lo tanto, nacemos
pecadores.
72
Juan Calvino, Efesios, p. 56, Ef. 2:3.
111
Claramente eso no significa que cada uno de nosotros realiza todo el mal
imaginable, sino que significa que tenemos capacidad para ello. Y, más aún,
significa que estamos completamente perdidos, ya que Dios requiere de nosotros la
perfección con que nos capacitó cuando nos creó, sin embargo, no hay área de
nuestra vida que no haya sido afectada por el pecado. De ninguna manera podemos
dar aquello que Él espera de nosotros.
El ser humano no peca de la peor forma posible, pero peca en todo lo que hace,
puesto que el pecado está arraigado en nuestra naturaleza. Según la Biblia, el
hombre no puede hacer el bien (Mt. 7:17-18; 1 Co. 12:3; Jn. 15:4-5; Ro. 8:7), no
puede entender el bien (Hch. 16:14; 2 Co. 3:15-16; Jn. 8:43; 1 Co. 1:18; 2:14; 2 Co.
4:3-4), ni puede desear el bien (Jn. 5:40). Está claro, entonces, que las Escrituras
ven al ser humano como sumergido en un profundo océano y no apenas como uno
que lucha contra un mar de pecados. Él ni sabe que necesita ayuda. Para salvarlo es
necesaria una obra sobrenatural de Dios, es necesario traerlo a la superficie e
introducir vida en su corazón.
73
Louis Berkhof, Teología Sistemática, p. 249.
112
La depravación total explica los problemas básicos de nuestro mundo y nos dice
que la sociedad no resolverá esos problemas hasta que todos nazcan de nuevo. Sin
embargo, ni la conversión del mundo resolvería todos los problemas, pues los
cristianos continúan pecando. La doctrina de la depravación total, por otro lado,
nos enseña sobre el inmenso amor de Dios por nosotros. Nunca podríamos ser
salvos por nosotros mismos, fue solamente el amor de Dios el que posibilitó
nuestra salvación.
74
Michael Horton, Las Doctrinas de la Maravillosa Gracia, p. 48.
113
Tal vida prisionera de las pasiones pecaminosas es una forma de manifestación de
la muerte en el ser humano pecador. Lo más impresionante, según Pablo, es que las
personas saben que están caminando hacia la muerte, pero ni así cambian de
rumbo: “…quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican
tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen
con los que las practican” (1:32). Eso demuestra aún más vívidamente el estado de
muerte como consecuencia del pecado, puesto que ese conocimiento de la
condenación no “introduce, de ninguna manera, algún cambio en su existencia,
pero sí debe ser considerada una parte de esa muerte”75.
75
Herman Ridderbos. La Teología del Apóstol Pablo, p.121.
114
CADA VEZ MÁS PROFUNDO
Introducción:
Génesis dice que desde el inicio, la tentación de Adán y Eva fue “ser como Dios”
(Gn. 3:5) y, así, ser independientes de Él. La frustración que siguió a la Caída no
retiró ese deseo del corazón del hombre. Desde el ingreso del pecado en el mundo,
los hombres han intentado vivir sin Dios. La base del relativismo moderno es el
humanismo pues, para el humanismo, el hombre no es criatura y, por lo tanto, no
debe satisfacción a nadie. La existencia humana tiene como objetivo solamente el
propio hecho de existir y el hombre, según el humanismo, posee inteligencia y
capacidades suficientes para tener una buena vida aquí y nada más que aquí. El
secularismo ve como extremamente prejudicial a la mayor parte de los credos
religiosos del mundo. Entiende que la idea de Dios debe ser abandonada para la
construcción de una existencia humana libre y autónoma.
Caín, el primer hijo de Adán y Eva, desafió el juicio divino de andar errante y
edificó una ciudad, comenzando así un “estilo de vida” donde Dios no ocuparía
ningún “papel” de importancia (Gn 4:12-17). Esa fue la primera ciudad que el ser
humano edificó y, de cierta manera, prefigura también la última. Alejándose de
Dios, Caín y sus descendientes intentaron hallar “sentido” a la vida e hicieron eso
por medio de las realidades de lo cotidiano y de la lucha por sobrevivir,
estableciendo relaciones para sí. La primera y más básica relación fue la relación
amorosa, tanto la lícita (matrimonio) como la ilícita (lo que Lamec hizo cuando
115
tomó a dos mujeres para sí –Gn. 4:19). Lamec tuvo tres hijos; uno fue empresario,
el otro músico y el otro artesano (Gn. 4:20-22). El cultivo de rebaños, la música y
los instrumentos de producción, etc., se transformaron en la principal ocupación de
la vida. Ese desarrollo de los recursos y de los dones naturales no era ilícito, pues
estaba en la orden dada en la creación, pero esas cosas deberían haber sido
desarrolladas en sumisión a Dios, sin embargo, ahora, servían como instrumentos
para que el hombre viviese y encontrase sentido para la vida independiente de Dios
y se hicieron la base de la ciudad de los hombres.
Luego del diluvio, la ciudad de los hombres volvió a ser edificada. A partir de los
hijos de Noé surgen las naciones que fueron separadas después que Nimrod
construyó la Torre de Babel. La degeneración del hombre se manifestó una vez
más y tuvo su ápice en la construcción de la torre que ansiaba por establecer la
notoriedad humana, figuradamente “alcanzar los cielos” (Gn. 11:3-4). Cuando Dios
destruyó la torre, estaba demostrando que no dejaría al hombre entregado a sí
mismo, ni le permitiría llegar a la cúspide de su pecado. Pero es necesario recordar
que Jesús dijo que en los últimos días los hombres volverían a ser como “en los
días de Noé” (Lc. 17:26-27). Eso sólo puede significar que en los tiempos finales el
egocentrismo volvería con fuerza total, pues el hombre sería entregado “a sí
mismo” una vez más. Si no estamos en ese tiempo, ciertamente no estamos lejos.
116
Una ciudad en la Biblia se transformó en el estereotipo de la “ciudad de los
hombres”: Babilonia. Sea la primera Babilonia de Nimrod o la de Nabucodonosor
que llevó cautivo a Judá y lo hizo aprender la cultura de los caldeos, o la última
Babilonia descrita en Apocalipsis, todas ellas representan el poderío humano en su
máxima expresión. Los profetas Isaías y Jeremías predicaban al pueblo para que
“saliera de Babilonia” (Is. 48:20; Jer. 50:8). En el Apocalipsis, Juan describe la
ciudad de los hombres, Babilonia, como “LA GRANDE, LA MADRE DE LAS
RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA” (Ap. 17:5). La
condenación de ella es anunciada: “Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído,
ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo
espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las
naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han
fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de
sus deleites” (Ap. 18:2-3).
“Dios está muerto”. Básicamente eso fue lo que Caín y sus hijos dijeron cuando
partieron para su viaje sin Dios. Ellos no estaban dispuestos a vivir en conformidad
con el patrón divino, por eso, Dios estaba muerto para ellos. Ellos estaban
haciendo sus propias leyes. Lamec mató a dos hombres y adaptó la legislación
divina respecto a Caín para su propio caso: “Si siete veces será vengado Caín,
Lamec en verdad setenta veces siete lo será” (Gn. 4:24). Fue éste el momento
117
donde la moral circunstancial nació, esto es, la ética que se adapta a las
circunstancias, puesto que el patrón divino absoluto fue abandonado. Fue aquí que
cada ser humano comenzó a hacer sus propias leyes. El mundo de Dios ya no tenía
significado para ellos, por eso, crearon su propio y personal significado.
Frente a eso, todos los proyectos y toda la gloria humana están destinados a la
aniquilación. No existe declaración más realista sobre el hombre que la bíblica:
“Porque: toda carne es como hierba, y toda gloria del hombre como flor de la
hierba. La hierba se seca, y la flor se cae” (1 P. 1:24). No hay construcción o
artefacto construido por la mano del hombre que no contenga fallas y que al final
de cuentas no camine para la destrucción. La tierra vence al hombre no solamente
por medio de los grandes cataclismos de la naturaleza, sino que hasta el micro-
universo, donde los virus y bacterias muchas veces están fuera de control. En la
lucha enfermiza por la sobrevivencia, finalmente, el hombre comete su mayor
crimen, cuando destruye la vida de su semejante, como lo hizo Caín con Abel y, al
hacer esto, se está destruyendo a sí mismo. Eso se da no solamente cuando las
armas son disparadas o cuando las bombas detonan en los campos de batalla, sino
118
que también cuando las figuras públicas desvían dineros que salvarían vidas o
cuando personas comunes practican el más simple y cruel de todos los crímenes: la
indiferencia. En la ciudad de los hombres reina la desesperanza.
Hay una historia con respecto al famoso filósofo del Pesimismo Arthur
Schopenhauer (1788-1860). Se dice que estaba sentado en un banco en un parque
de Frankfurt y que un guardia del parque que lo confundió con un mendigo le
preguntó: “¿Quién es usted?”. El filósofo respondió: “¡Cómo me gustaría saber
eso!”76. Cuando el ser humano dio la espalda para Dios, dio la espalda para aquello
que le daba significado. Cuando se lanzó solo en el viaje por el desierto, comenzó
una búsqueda por lo inalcanzable, un espejismo que siempre está a algunos metros,
pero que permanece inaccesible. Volver a tener sentido implica una readecuación
del entendimiento de la propia esencia del hombre. La respuesta para la terrible
duda de Schopenhauer está muy clara en la Biblia.
John Stott resumió la búsqueda del ser humano como siendo triple. Una búsqueda
por transcendencia, por significado y por comunión. Él dice que la transcendencia
es la búsqueda por Dios; el significado es la búsqueda por nosotros mismos; y la
comunión es la búsqueda por el prójimo77. Ninguna de estas cosas puede ser
encontrada sin un repudio al sistema humano de vida distanciado de Dios, sin un
abandono de la ciudad de los hombres.
76
John Stott, Oiga al Espíritu, p. 35.
77
Idem., p. 263-264.
119
muchas veces, hundidos en el alcohol, en las drogas y en el sexo, que son formas de
escape de los miserables de las poblaciones. Nada satisface al ser humano. La
explosión de la religiosidad en el siglo XIX es una demostración de eso. Las
multitudes que se arrastran tras de tantos “predicadores nuevos” dejan claro que las
personas están en búsqueda de “algo más”. El humanismo nunca consiguió ni
conseguirá satisfacer verdaderamente esa necesidad del ser humano.
Interesantemente, esas búsquedas que mueven al ser humano fueron planeadas por
Dios desde el inicio. Según Génesis, cuando Dios creó al ser humano, lo colocó
dentro de una esfera de tres relaciones. El hombre debía relacionarse con Dios, con
su mujer y con la creación en la tarea de cultivar el jardín. Siendo creado a imagen
de Dios (Gn. 1:26), el hombre fue dotado de la capacidad de conversar con Dios y
de relacionarse íntimamente con Él. El hombre debería construir una familia,
tomando a una mujer con la cual establecería una relación estable de amor,
compañerismo, entendimiento y ayuda mutua, lo que serviría de base para crear
120
hijos integrados al todo. La alienación de la juventud actual no es nada más que un
resultado de la desintegración familiar, cultural y espiritual. A partir de la relación
con Dios y de la familia estructurada, el hombre debería cultivar la creación, pues el
Señor determinó que tuviese dominio sobre todas las cosas creadas.
Desempeñando funciones en estrecha relación con Dios, el hombre se sentiría
completamente útil e integrado con la obra divina y totalmente satisfecho consigo
mismo, pues era una satisfacción derivada del Creador.
En la propia esencia del ser humano está la búsqueda por Dios, la búsqueda por
amor familiar y por significado en el trabajo. Esas son excelentes oportunidades
para que la iglesia proclame su mensaje al mundo. El mensaje de Jesús es el único
que va al corazón del problema del ser humano. Es el único que tiene condiciones
121
de ofrecer una respuesta satisfactoria a todos los dilemas de la existencia humana,
por eso el narcisismo eclesiástico es tan injustificado como el narcisismo secular.
Predicar el evangelio al mundo moderno puede transformarse en una tarea muy
gratificante cuando estamos dispuestos a ver las señales que Dios ha dejado en la
sociedad, como pistas que podemos seguir para conquistar grandes resultados para
Dios.
122
EL PECADO Y LA GRACIA COMÚN
Introducción:
Jesús enseñó que Dios muestra su favor incluso al malvado: “Pero yo os digo:
Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de
vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y
que hace llover sobre justos e injustos” (Mt. 5:44-45). En la bondad de Dios existe
un espacio que es de libre acceso para todos los seres humanos, sin embargo, ese
especio no tiene que ver con la salvación.
El ser humano después de la caída fue expulsado del jardín. A partir de ese
momento, siguió su vida y construyó su existencia casi siempre lejos de Dios. De
esa forma, la situación humana es de total depravación, que implica la sumisión del
mundo al maligno y la esclavitud del hombre al pecado. Así, “por causa de la caída,
cada ser humano es fundamentalmente egocéntrico y sin amor, odiando a Dios,
odiando a los otros y devastando a la naturaleza”78. De hecho, esa descripción no
nos parece muy distante de lo que sería el infierno.
Existe una histórica discusión teológica respecto al nivel en que el pecado afectó al
ser humano. Desde el inicio del Cristianismo, hubo posiciones divergentes. Un
78
Anthony Hoekema, Creados a la Imagen de Dios, p. 208.
123
monje llamado Pelagio enseñaba que el hombre no había heredado ningún pecado
de Adán. Lo que sucedía era que el hombre generalmente imitaba a Adán. El
pelagianismo, por lo tanto, defiende que la naturaleza humana no es esencialmente
mala, al contrario, es buena. Posteriormente, una especie de semipelagianismo
sustentó que las personas eran apenas inclinadas al pecado, pero que no eran
necesariamente corruptas del todo. Esa fue la posición dominante en el catolicismo
romano. En el tiempo de la Reforma, calvinistas y arminianos volvieron a debatir
sobre el asunto. Los arminianos negaron la depravación total, quedando así, bien
próximos al semipelagianismo, sustentando que la naturaleza humana, a pesar de
ser corrupta, no era totalmente corrupta. El Calvinismo siguió la línea de Agustín
enfatizando la depravación total del ser humano.
124
preservación de la vida en este mundo. Es por eso que el ser humano no es tan
corrupto cuanto podría ser, porque la gracia común lo refrena.
La gracia común la podemos ver desde el inicio de la Biblia. Cuando Dios maldijo
al ser humano, su gracia común se manifestó en el hecho de que el hombre siguió
viviendo. Y no sólo eso, sino que la gracia común dio al hombre lo que necesitaba
para continuar viviendo. A pesar de que la tierra produjese “cardos y espinos” es un
hecho más que comprobado que ella no produce apenas cardos y espinos, sino que
también produce el alimento necesario para la sobrevivencia. Aun cuando Dios le
dijo a la mujer que ella tendría terribles dolores en la concepción, garantizó que la
propia concepción acontecería, o sea, la vida continuaría. La gracia común se
manifestó en la secuencia, cuando el ser humano comenzó a desarrollar los
recursos naturales del mundo. A fin de cuentas, ¿de dónde provino la habilidad
para criar ganado, hacer instrumentos musicales y trabajar los metales (Gn. 4:20-
22)?
Parece que poco antes del diluvio Dios disminuyó su poder en frenar al ser
humano. El capítulo 6 de Génesis describe la situación: “Aconteció que cuando
comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron
hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas,
tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Y dijo Jehová: No contenderá mi
espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus
días ciento veinte años. Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también
después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les
engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron
varones de renombre. Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la
tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo
solamente el mal” (Gn. 6:1-5).
125
La narrativa sugiere que Dios permitió que el ser humano se hundiese lo más
posible en el pecado. El resultado fue desastroso al punto que Dios entendió que la
única solución sería el aniquilamiento de la raza humana por medio del diluvio. El
diluvio, sin embargo, no extinguió nuestra raza, pues Dios separó y guardó a Noé.
Y cuando Noé salió del arca, Dios demostró su decisión de refrenar nuevamente el
pecado del ser humano. El hombre no viviría más de ciento veinte años, lo que
ciertamente refrenaría bastante su maldad (Gn. 6:3). Además, Dios estableció la
pena de muerte. Así, era requerida la sangre de aquel que derramaba la sangre de su
semejante (Gn. 9:6).
El ser humano no es tan malo como podría ser. Eso se debe a que Dios le impuso
un freno. Esos frenos son internos y externos. Internamente está la ley de la
consciencia (Ro. 2:14-15). El ser humano sabe cuando está infringiendo esa ley y,
por más que luche contra ella, no puede escapar. Externamente, existe la autoridad
civil y la propia opinión pública. La Escritura dice que “no hay autoridad sino de
parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas” (Ro. 13:1). Dios
concedió poderes a las autoridades civiles para que ejecuten la justicia a fin de hacer
la vida humana más soportable. Por eso Pablo declara: “porque es servidor de Dios
para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues
es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo” (Ro. 13:4).
La opinión pública también contribuye para refrenar el pecado del mundo. Existe
en la mayoría de las personas, cristianas o no, un consenso general sobre lo que es
correcto e incorrecto. Una persona no necesita ser cristiana para saber que matar,
robar, mentir, adulterar, etc., son cosas erradas. Esa opinión pública ayuda a
restringir el pecado y debe ser considerada como una actuación de la gracia común.
Sin embargo, esa manifestación de la gracia común de Dios parece estar cada vez
menos presente en el mundo. Frente a los ataques masivos de los medios de
comunicación, la moralidad que dominaba la opinión pública ha retrocedido. Eso
126
sólo puede ser explicado como la preparación maligna para la manifestación del
Anticristo y su reino inmoral. Son aquellos tenebrosos tiempos profetizados por la
Escritura, en que misterio de la iniquidad tendrá libre curso en este mundo. Parece
que ya podemos verlo a lo lejos.
127
de Caín (hijos de los hombres). La única preocupación de aquellas personas era con
la satisfacción de sus deseos y Dios no era tomado en cuenta. Los rabinos
entendían que las personas de aquel período fueron las peores que este mundo ya
vio. Dios las entregó a su pecado, entonces, la gracia común operó menos en aquel
tiempo.
Parece que en los días que antecederán a la segunda venida de Jesús, la gracia
común disminuirá para que el hombre sea tan malo como él es capaz de ser. Eso
parece ser hasta lógico, puesto que en este período se manifestará plenamente el
misterio de la iniquidad que, según Pablo, ya opera en este mundo, pero que
aguarda que sea retirado algo que aún lo detiene para manifestarse completamente
(2 Ts. 2:6-7). Cuando vemos para el mundo de nuestros días no es difícil notar que
todo camina para eso. A cada año la sociedad se hace más inmoral, pervertida y
corrupta. Cada año que pasa las personas rechazan de forma más consciente la
influencia de Dios en su vida. Si aún no estamos viviendo los “días de Noé”,
ciertamente ellos no están muy distantes.
Como casi todas las doctrinas, es verdad que la doctrina de la gracia común puede
ser distorsionada. Ella puede, por ejemplo, ser utilizada como excusa para una vida
mundana, sin distinción alguna entre las cosas de Dios y las de los hombres o para
oscurecer la enseñanza bíblica de la depravación y la necesidad de redención.
128
correctamente, ayudan a los hombres a vivir mejor. De ese modo, no necesitamos
rechazar todo aquello que los incrédulos producen. Existen muchas cosas buenas
en el campo de la cultura que son producidas por los incrédulos y que benefician
nuestra vida, aunque no necesitamos compartir las convicciones de ellos. Podemos
alabar a Dios por haber concedido esos dones, a pesar de que esas personas no
hagan esas cosas para glorificar a Dios.
Esta doctrina explica como es posible que exista una civilización y una cultura a
pesar de la condición caída del hombre. La tierra no es un verdadero infierno
porque la gracia común restringe la corrupción humana, haciendo que la vida, la
sociedad y la cultura sean posibles. Eso nos debe llevar a luchar por un mundo
mejor. A pesar de que sepamos que un día este mundo dejará de existir como existe
hoy, y debemos anhelar por aquella patria celestial que nos está reservada, aún
tenemos mucho que hacer y contribuir aquí. Es necesario que nos interesemos por
la política, por la economía, por la cultura, por la ecología, etc. No debemos hacer
eso con un sentimiento crédulo de que este mundo será totalmente cristiano algún
día, porque no está destinado a eso. Sin embargo, debemos luchar por un mundo
mejor aquí y ahora, pues Dios quiere que hagamos eso como parte de nuestro
llamado cristiano.
129
LA RENOVACIÓN DE LA IMAGEN DE DIOS
Introducción
El pecado no extinguió por completo la imagen de Dios en el ser humano, sino que
la corrompió. Como ilustración podemos decir que antes de la Caída el ser humano
era como un espejo perfecto que reflejaba nítidamente la imagen de Dios. Después
de la Caída, el ser humano aún es un espejo que refleja a Dios, pero ahora el espejo
está trizado y la imagen que refleja es bastante distorsionada. Luego de la caída, con
la imagen pervertida, el hombre comenzó a usar los dones de Dios de manera
equivocada. Por ejemplo, la adoración se transformó en idolatría. El amor se
transformó en egoísmo. La mayordomía se convirtió en tiranía y en el uso
irresponsable de los recursos que fueron dados por Dios. Tal vez aquí tengamos a
más comprensible definición de pecado que podríamos dar. El pecado es algo tan
terrible que corrompe aquello que fue creado para ser bueno. Es una distorsión de
los grandes dones y talentos que Dios concedió al ser humano. Por eso, la
renovación de la imagen de Dios en el ser humano implica la extinción del pecado.
Jesús de Nazaret vino a este mundo para restaurar la imagen de Dios en el hombre.
Él mismo es la mejor definición que podemos tener de lo que significa ser “imagen
de Dios”. Pablo escribió de Jesús: “Él es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda la creación” (Col. 1:15). Cuando miramos la vida de Jesús
notamos que aquellos tres dones originales del ser humano están en clara y perfecta
operación.
Jesús vivía totalmente para Dios, o sea, la primera relación, la espiritual, estaba
perfectamente desarrollada en Jesús. Cuando leemos los evangelios no sólo
constatamos que Jesús pasaba noches enteras en oración, sino que él estaba todo el
tiempo en íntima comunión con el Padre. Él resistió a la tentación y se sometió a
Dios en todos los momentos (Jn. 4:34; Mt. 26:39).
130
Jesús también estaba conectado con el prójimo. A pesar de que él no se haya
casado, fue un hombre de familia. Su madre y sus hermanos aparecen
frecuentemente en la lectura de los evangelios. Además, él cuidó muy bien de los
suyos. Está muy claro en los Evangelios que Jesús jamás se alejó de sus familiares,
pues en el momento de su muerte se encargó de dejar a su madre al cuidado de uno
de sus discípulos (Jn. 19:26-27). Al mismo tiempo, Jesús siempre estuvo cercano de
otras personas. Siempre estuvo dispuesto a atenderlas. Él amó tanto a las personas
que se dispuso a morir en el lugar de ellas.
Jesús también desempeñó la tercera relación, pues fue un profesional. Es fácil notar
que Jesús era dedicado en todo lo que hacía. Fue un carpintero y sustentó a su
familia con su trabajo. Está claro que aún debemos ver su poder sobre la propia
naturaleza como un aspecto de eso. Él dominaba la naturaleza calmando la
tempestad, andando sobre las aguas, multiplicando los panes y los peces, etc. A
pesar de todas esas cosas, él aún estaba sujeto a limitaciones, ya que asumió un
cuerpo caído, pero sin pecado. Es su resurrección que nos da una idea completa de
lo que es la imagen perfecta de Dios. El cuerpo glorificado de Cristo es un
prototipo divino para el ser humano. Llegará el día cuando todos los fieles serán
revestidos de la misma incorruptibilidad (1 Co. 15:53-54).
131
para lo que fue destinado a ser. La santificación pos-conversión es la renovación
progresiva del hombre a la imagen de Dios. Por medio de la obra del Espíritu
Santo, Dios santifica al hombre retirando de él los efectos contaminantes del
pecado e implanta la obediencia de Cristo. Eso es un proceso que Pablo describe a
los corintios: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Co. 3:18). Existe una transformación
progresiva operada por el Espíritu en nuestra vida que nos hace subir de “gloria en
gloria”, como si fuese “de escalón en escalón”, hasta que lleguemos al máximo
nivel. Algo semejante es lo que Pablo escribe a los de Colosas: “No mintáis los
unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y
revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando
hasta el conocimiento pleno” (Col. 3:9-10).
Como ya mencionamos, fuimos predestinados para ser como Cristo (Ro. 8:29).
Juan dice que “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo
que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a
132
él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2). Cuando Dios restaure al ser
humano en la resurrección final, seremos más que Adán. Adán era capaz de no
pecar, nosotros no seremos capaces de pecar. La diferencia es sustancial. Adán tuvo
una naturaleza pura. Era bueno y tenía la capacidad de mantenerse fiel como
también la capacidad de pecar y caer de su estado. El ser humano restaurado por
Dios será totalmente libre de imperfecciones y de la propia posibilidad de pecar.
Eso es absolutamente necesario, pues en caso contrario, siempre existiría la
posibilidad de pecar y de una nueva caída. Pero la Biblia deja bien claro que “nunca
más” existirán las cosas propias de un mundo caído (Ap. 7:16; 22:3). De alguna
forma, el cuerpo futuro será superior al cuerpo de Adán. Pablo explica esto
diciendo que el cuerpo de la resurrección tendrá características más “espirituales”
que el cuerpo de Adán y Eva: “Así también está escrito: Fue hecho el primer
hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual
no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra,
terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo” (1 Co. 15:45-47).
Podemos imaginar como serán los tres mandatos originales después de la
resurrección final. En relación al mandato espiritual, que involucra nuestra relación
con Dios, su cumplimiento será perfecto. Juan describe esa relación con las
siguientes palabras: “Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero
estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus
frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz
del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos”
(Ap. 22:3-5). Nuestra adoración a Dios será perfecta. No habrá más herejías o
falsas comprensiones con respecto a Dios.
133
nunca acabará (1 Co. 13:8). Todas las barreras que separan a las personas
desaparecerán.
134
muy lejos de ser lo que debía, se desprecia y hasta se odia. El pecado colocó en la
cabeza de esas personas que no son dignas de ser amadas. No debemos confundir
las cosas. Para que alguien sea salvo necesita reconocer su banca rota espiritual (Lc.
18:9-14; 2 Co. 7:10), pero ¿será que Dios quiere que tengamos una autoimagen
negativa? Evidentemente que no. Necesitamos mantener el equilibrio. Pablo nos
explica como: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre
vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que
piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”
(Ro. 12:3). No debemos pensar en nosotros mismos más de lo que somos, pero
tampoco debemos pensar menos. Dios está renovando su imagen en nosotros en el
proceso de la Redención. Es así cómo nos debemos ver.
La Biblia tiene la corrección para esos dos excesos. El antídoto para el orgullo es
sólo recordar nuestra miseria espiritual sin Cristo (Ef. 2:12). El antídoto para la baja
autoestima es recordar que no somos apenas pecadores, sino que nuevas criaturas
en Cristo. Olvidar estas cosas es hacer una injusticia a la obra de Dios en nuestra
vida. Algo maravilloso sucedió en nosotros: Cristo murió en nuestro lugar, o sea,
fuimos perdonados; Cristo vivió en nuestro lugar, o sea, fuimos revestidos con su
justicia. Fuimos transportados del imperio de las tinieblas para el Reino de Jesús
(Col. 1:13). Ahora somos nuevas criaturas (2 Co. 5:17). Nuestra autoimagen
positiva no fluye del conformidad, sino de una compresión de lo que Dios hizo por
nosotros. Es cuestión de glorificar a Dios por su gracia, amor y misericordia para
con nosotros. Una autoimagen positiva es esencial para un buen ministerio y para
una adoración autentica.
135
La Antropología en los Estándares de Westminster
CAPITULO 6: DE LA CAIDA DEL HOMBRE, DEL PECADO Y DE SU
CASTIGO
II. Por este pecado cayeron de su rectitud original y perdieron la comunión con
Dios, (1) y por tanto quedaron muertos en el pecado, (2) y totalmente corrompidos
en todas las facultades y partes del alma y del cuerpo. (3)
1. Génesis 3:6-8; Eclesiastés 7:29; Romanos 3:23.
2. Génesis 2:17; Efesios 2:1.
3. Tito 1:15; Génesis 6:5; Jeremías 17:9; Romanos 3:10-18.
III. Siendo ellos el tronco de la raza humana, la culpa de este pecado les fue
imputada, (1) y la misma muerte en el pecado y la naturaleza corrompida se
transmitieron a la posteridad que desciende de ellos según la generación ordinaria.
(2)
1. Hechos 17:26 con Romanos 5:12, 15-19 y 1 Corintios 15:21,22,49; Génesis
1:27,28; Génesis 2:16,17.
2. Salmos 51:5; Génesis 5:3; Job 14:4 y 15:14.
V. Esta corrupción de naturaleza permanece durante esta vida en aquellos que son
regenerados; (1) y, aun cuando sea perdonada y amortiguada por medio de la fe en
Cristo, sin embargo, ella, y todos los efectos de ella, son verdadera y propiamente
pecado. (2)
1. 1 Juan 1:8,10; Romanos 7:14,17,18,23; Santiago 3:2; Proverbios 20:9; Eclesiastés
7:20.
2. Romanos 7:5,7,8,25; Gálatas 5:17.
VI. Todo pecado, ya sea original o actual, siendo una transgresión de la justa ley de
Dios y contrario a ella, (1) por su propia naturaleza trae culpabilidad sobre el
136
pecador, (2) por lo que este queda bajo la ira de Dios, (3) y de la maldición de la ley,
(4) y por lo tanto sujeto a la muerte, (5) con todas las miserias espirituales, (6)
temporales (7) y eternas. (8)
1. 1 Juan 3:4.
2. Romanos 2:15; Romanos 3:9,19.
3. Efesios 2:3.
4. Gálatas 3:10.
5. Romanos 6:23.
6. Efesios 4:18.
7. Lamentaciones 3:39; Romanos 7:20.
8. Mateo 25:41; 2 Tesalonicenses 1:9.
P. 25. ¿En qué consiste, lo pecaminoso del estado en que cayó el hombre?
R. Lo pecaminoso del estado en que cayó el hombre consiste en la culpabilidad del
primer pecado de Adán, ñ) la falta de la justicia original en que aquel fue creado, la
corrupción de toda su naturaleza por lo cual está enteramente indispuesto,
incapacitado y en oposición a todo lo que es bueno espiritualmente, e inclinado de
un modo completo a lo malo, en cuyo estado permanece hasta el día de hoy, o) y al
cual se le llama, comúnmente pecado original, del que proceden todas nuestras
137
transgresiones actuales. p)
ñ) Rom. 5:l2, 19; I Cor. 15:22; o) Rom. 3:10, 20; 5:6; Efe. 2:1, 2, 3; Rom 8:7, 8; Gal.
6:5. p) Sant. 1:14, 15; Mat. 15:19.
P. 27. ¿En qué consiste la miseria del estado en que cayó el hombre?
R. La caída hizo que el género humano perdiera la comunión con Dios, r) y
quedara bajo el desagrado de éste; así es que nosotros somos por naturaleza hijos
de ira, s) esclavos de Satanás t) y justamente expuestos a todo castigo tanto en este
mundo como en el venidero. u)
r) Gen. 3:8, 24. s) Efes. 2:2, 3. t) II Tim. 2:16; Luc. 11:21, 22; Heb. 2:14. u)
Rom. 5:14; 6:23.
138
P. 14. ¿Qué es el pecado?
P. 15. ¿Cuál fue el pecado por cuya causa nuestros primeros padres cayeron del
estado en que fueron creados?
R. El pecado por cuya causa nuestros primeros padres cayeron del estado en
que fueron creados fue el comer del fruto prohibido. Gn. 3:12,13.
R. Habiéndose hecho la alianza con Adán, no para él solo, sino también para
su posteridad, todo el género humano descendiendo de él según la generación
ordinaria, pecó en él y cayó con él en su primera transgresión. Gén. 1:28 Actos
17:26; I Cor. 15:21,22.
P. 18. ¿En qué consiste lo pecaminoso del estado en que cayó el hombre?
P. 19. ¿En qué consiste la miseria del estado en que cayó el hombre?
R. Todo el género humano perdió por su caída, la comunión con Dios, está
bajo su ira, y maldición, y expuesto a todas las miserias de esta vida actual, a la
muerte misma, y a las penas del infierno para siempre. Gén. 3:8,24: Efes. 2:3; Ro.
6:23; Mar. 9:47,48.
139