Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Aceptemos, pues, que un cierto nivel de agresividad se activa cuando el ser humano se
enfrenta a un conflicto, especialmente si éste se le plantea como una lucha de intereses. El dominio
de uno mismo y la tarea de contener y controlar la agresividad del otro en situaciones de conflicto,
es un proceso que se aprende. Pero en este aprendizaje, como en muchos otros, no todos tenemos el
mismo grado de éxito. Aprender a dominar la propia agresividad y a ser hábiles para que no nos
afecte la de los otros, con los que muchas veces vamos a entrar en conflicto, es una tarea compleja.
Cuando un chico/a es torpe, porque no aprendió bien esta tarea, está en desventaja para establecer
relaciones interpersonales, que circulen mediante la negociación y la palabra, y la situación será peor
aún si aprendió a enfrentarse con los conflictos sin palabras ni negociación.
Los procesos psicológicos tienen dos grandes raíces: la biológica y la sociocultural, y ambas
son productoras de principios de confrontación con los otros. La raíz social, comunicativa e
interactiva, que aporta al individuo su articulación cultural, mediante el proceso de
socialización, le proporciona también un mundo conflictivo, que tiene que aprender a dominar
mediante la negociación y la construcción conjunta de normas y significados, aunque no sea un
camino fácil. La raíz biológica, ya lo hemos dicho, lo enfrenta a la confrontación natural, que
quizás ha sido el origen de nuestra supervivencia hasta este nivel de la historia. Sin embargo,
ninguna de las dos justifica la violencia.
9
La Convivencia en los Centros Educativos Extremeños.
Desde una perspectiva ecológica (Bronfenbrenner, 1979), aceptamos que, más allá de los
intercambios individuales, las experiencias concretas que organizan la socialización incluyen la
connotación afectiva necesaria para percibir el mundo social como un mundo suficientemente
bueno y, por tanto, susceptible de ser imitado personalmente. La consideración de que los
fenómenos psicológicos se producen dentro de marcos sociales, que se caracterizan por disponer
de sistemas de comunicación y de distribución de conocimientos, afectos, emociones y valores, nos
proporciona un enfoque adecuado para comprender el nacimiento y el desarrollo de fenómenos de
violencia interpersonal, como respuesta a experiencias de socialización que, en lugar de
proporcionar a los individuos afectos positivos y modelos personales basados en la empatía
personal, ofrecen claves para la rivalidad, la insolidaridad y el odio.
Hemos propuesto (Ortega y Mora-Merchán, 1996) el análisis de las claves simbólicas con
las que se connotan los mundos afectivos, que constituyen los escenarios comunes de las relaciones
entre los escolares, utilizando para ello, tanto los sistemas de comunicación y ejecución del poder,
como la tonalidad emocional que se respira dentro de ellos. Creemos que sólo en la conjunción de
las claves simbólicas que aporta la cultura, con los procesos concretos de actividad y comunicación
en los que participan los protagonistas, podrá encontrarse la respuesta a por qué brota la violencia
entre los iguales y cómo permanece de forma relativamente impune y resistente al cambio.
10
La Convivencia en los Centros Educativos Extremeños.
Los iguales se definen como aquellas personas que están en una posición social semejante,
lo saben o lo asumen implícitamente, y esto les permite ser conscientes, por un lado, de su
asimetría respecto de algunos y, por otro, de su simetría social respecto de los miembros del grupo.
La ley no escrita de los iguales es la reciprocidad: no hagas conmigo lo que no desees que yo haga
contigo, no me hables como no quieres que yo te hable, no me trates como no quieres que yo te
trate; o dicho en positivo: sé amable conmigo, si quieres que yo lo sea contigo; sé correcto conmigo
y yo lo seré contigo; quiéreme y te querré; salúdame y te saludaré; trata mis cosas con respeto y yo
haré lo mismo con las tuyas. Afortunadamente los chicos/as aprenden desde muy pequeños esta
ley de la reciprocidad social. A partir de los primeros fracasos, cuando en preescolar comprobaron
que el hecho de que ellos prefirieran el juguete de su amigo no le daba ninguna garantía de que lo
llegaran a obtener, se abría en sus vidas sociales un camino duro, pero clarificador, sobre lo que se
podía y no se podía esperar de los iguales. Muy pronto, la cosa quedaba muy clara: se trataba de
comportarse con el otro de la misma forma que cabía esperar que el otro se comportase con uno
mismo.
Durante los años de la escolaridad primaria, los chicos y chicas practican la dialéctica de sus
conflictos, y en esta práctica una norma preside todas las discusiones: todos son iguales ante los
argumentos de reciprocidad. Así, la igualdad de derechos y deberes, la libertad de expresarse y de
justificar sus razonamientos, etc., se convierte en una ley universal. O, al menos, así se entiende que
debe ser, lo cual no significa que todos y cada uno de ellos/ellas consiga aprender el arte de
defender su punto de vista, junto con el deber de ajustarse a la norma. A veces, la vida intelectual
avanza más rápidamente que la vida social, y muchos chicos/as, que se saben con derecho a la
reciprocidad, son incapaces de dominar las destrezas sociales que les permitirían ejercitar dicho
derecho. Otros, aun sabiendo que están forzando la ley que da a los otros sus mismos derechos,
prefieren gozar del beneficio del poder abusivo.
11
La Convivencia en los Centros Educativos Extremeños.
adultos sabemos que si no se practica la reciprocidad moral, las consecuencias son negativas para las
relaciones.
12
La Convivencia en los Centros Educativos Extremeños.
La violencia y los malos tratos entre alumnos/as es un fenómeno que hay que estudiar
atendiendo a multitud de factores que se derivan de la situación evolutiva de los protagonistas, de
sus condiciones de vida y de sus perspectivas de futuro. Sin embargo, es necesario no eludir el
análisis del plano concreto en el que la violencia tiene lugar: el ámbito de la convivencia diaria de
sus protagonistas, que se concreta en el tipo de relaciones afectivas que se dan en la actividad
académica y en los sistemas de poder y comunicación.
El clima de aula y de centro es uno de los factores, pero no el único. Otros factores más
ligados a la personalidad de ciertos alumnos/as y a sus problemas personales podrían aflorar, y ser
desencadenantes de episodios de violencia aislados.
Sin embargo, lo que con toda seguridad podemos afirmar es que la violencia tiene todas
las posibilidades de aparecer en un clima donde las normas sean arbitrarias, elaboradas al margen
de la participación del alumnado, inconsistentes y poco claras, sin que los implicados en su
cumplimiento sepan cuándo son de obligado cumplimiento y cuándo pueden no cumplirse, porque
no exista una clara especificación de hasta dónde llega la libertad individual, y hasta dónde la
13
La Convivencia en los Centros Educativos Extremeños.
libertad de cada uno debe reducirse en orden al respeto a los derechos de los demás. Pensamos que
esto es así por dos razones básicas: el marco cultural no ofrece criterios de referencia para elaborar
pautas claras de convivencia y la inconsistencia en la aplicación de las normas impide saber qué
será considerado como correcto y qué como incorrecto.
Es evidente que siempre ha habido algunos adultos que han abusado de algunos chicos/as
pero, históricamente, parte de este abuso se ha enmascarado bajo la apariencia de formas eficaces y
necesarias de autoridad. También se han dado siempre situaciones en las que algunos chicos/as
abusaban de otros, por su fuerza o por su habilidad para hacer las cosas, actuar en los juegos,
conseguir el favor de los adultos, etc., pero se ha considerado como cosa de chicos/as, en un alarde
más o menos inconsciente de no querer entrar en el asunto. Y es que el asunto ofrece un panorama
revelador, no sólo de esta injusticia concreta, sino de otras muchas en las que nos vemos envueltos
en la vida cotidiana. No saber a qué atenerse provoca inseguridad y miedo, lo que es un campo
abonado para el comportamiento dependiente y sumiso y para la aparición de la prepotencia y el
abuso. La disciplina incoherente o autoritaria contribuye a crear confusión sobre lo que está bien
y lo que está mal; y esto, a su vez, es un factor determinante para que aparezca la violencia.
Los malos modos, los insultos, la provocación para iniciar una pelea, la pelea misma, la
intimidación y, en general, el comportamiento de abuso social de unos escolares hacia otros, incluso
hacia el propio profesorado, es un problema que siempre ha existido, aunque hasta muy
recientemente no hemos sido sensibles de su importancia y sus consecuencias. La sociedad ha sido
muy tolerante hacia comportamientos y actitudes que los más fuertes han desplegado hacia los que
ocupan un lugar de sumisión a ese poder, sin plantearse de forma concreta el hecho. Estos
fenómenos son coherentes con una disciplina autoritaria basada también en la ley del más
poderoso. El tránsito de una disciplina autoritaria a un estilo democrático y participativo, puede
crear conflictos puntuales como consecuencia de la aparente falta de modelo, pero, al final del
proceso, si se ha sido consistente, lo normal es que aparezca un nuevo modelo de convivencia
que excluya la violencia y el abuso.
14