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Evidencias de la resurrección: parte 3

III. La tumba vacía:

1. Las autoridades judías: los primeros testigos de la tumba vacía Según el Evangelio de Mateo, las
primeras personas en decir al mundo que la tumba de Jesús estaba vacía fueron las autoridades judías,
¡y no los cristianos! Comenzaron a hacer circular por Jerusalén la historia de que los discípulos habían
robado el cuerpo mientras los guardias dormían:

"Y mientras ellas iban, he aquí, algunos de la guardia fueron a la ciudad e informaron a los principales
sacerdotes de todo lo que había sucedido. Y después de reunirse con los ancianos y deliberar con ellos,
dieron una gran cantidad de dinero a los soldados, diciendo: Decid esto: “Sus discípulos vinieron de
noche y robaron el cuerpo mientras nosotros dormíamos”. Y si esto llega a oídos del gobernador,
nosotros lo convenceremos y os evitaremos dificultades. Ellos tomaron el dinero e hicieron como se les
había instruido. Y este dicho se divulgó extensamente entre los judíos hasta hoy." {1}

Surge la siguiente pregunta: ¿es auténtica la historia de Mateo? Algunos han sugerido que es un mito
tardío, inventado mucho después del acontecimiento. Pero esta explicación es improbable. El Evangelio
de Mateo, en el que se relata esta historia, es de común acuerdo el Evangelio más judío del Nuevo
Testamento. Tiene todo el aspecto de haber sido escrito para circular entre los judíos. Se publicó
probablemente a finales de la década de los sesenta del primer siglo de nuestra era. En esa época los
hechos acerca de la crucifixión y sepultura de Cristo ya habrían circulado ampliamente por las sinagogas
judías de esa parte de Oriente Medio. Si la historia hubiese sido una invención posterior inventada por
Mateo, inmediatamente la habrían considerado una ficción reciente. No hay duda de que Mateo no se
habría arriesgado contando semejante relato a las comunidades judías.

Así pues, no existen razones para suponer que su historia no sea cierta. Ahora bien, se plantea otra
pregunta: ¿por qué las autoridades judías pagarían para que una historia así se difundiese? La única
razón pudo ser adoptar medidas preventivas. Sabían por los guardas que la tumba estaba vacía. Vieron
venir que los cristianos darían publicidad a los hechos, y que como explicación dirían que Jesús había
resucitado de los muertos. Por tanto, las autoridades decidieron mover ficha primero, contar que la
tumba estaba vacía, y seguidamente dar su versión de lo ocurrido para contrarrestar la fuerza de la
inevitable explicación cristiana. Sin embargo, el hecho de que hiciesen circular esa historia es una prueba
de que la tumba estaba vacía.
Así pues, los líderes judíos debieron sentir rabia cuando (al contrario de lo que esperaban) los cristianos
no dijeron nada públicamente durante siete semanas. {2} Sin embargo, durante esas siete semanas de
silencio cristiano, el rumor de la tumba vacía se extendería por Jerusalén.

No resulta difícil imaginar que muchos en la ciudad se darían cuenta de que la historia de los guardias
tenía muy poca credibilidad. Era inconcebible que las autoridades judías hubiesen confiado una misión
tan importante a la clase de hombres que se quedarían dormidos. En cualquier caso, si se durmieron,
¿cómo sabían lo que había acontecido? ¿Cómo pudieron identificar a los discípulos? La historia era
evidentemente un producto del desconcierto y la desesperación. Como propaganda procedente de los
enemigos de Cristo, la circulación de este relato es una evidencia histórica de la mayor calidad de que la
tumba vacía de Jesús era un hecho.

Además, si la tumba no hubiese estado vacía, las autoridades no habrían tenido dificultades para exhibir
el cuerpo de Jesús, demostrando concluyentemente que la resurrección no había tenido lugar. Cuando
los apóstoles proclamaron posteriormente que Jesús había resucitado, lo único que se habrían
encontrado habría sido las burlas de todo el mundo, y el cristianismo nunca habría comenzado.

2. Los discípulos cristianos: su explicación de la tumba vacía:

Llegados a este punto de nuestra investigación, el siguiente paso es explicar esa tumba vacía. Los
discípulos afirmaban que Jesús había resucitado, pero ¿podían estar engañados? ¿Y si alguien había
robado el cuerpo sin que los discípulos lo supiesen y los había engañado para que pensasen que se había
producido una resurrección? Pero ¿qué interés tendría alguien en hacer algo así? Lo último que los
enemigos de Cristo querrían era que ocurriese algo que llevase al pueblo a creer en la resurrección.
Después de todo, por esa misma razón se aseguraron de que la tumba fuese custodiada. Por tanto, la
idea de que los discípulos fueron engañados no tiene poder explicativo alguno, sobre todo cuando
vemos las evidencias que presentaban en favor de la resurrección de Jesús; y eso es lo que vamos a
considerar ahora.

3. Las personas implicadas:


Los Evangelios dejan claro que en los acontecimientos entorno a la cruz y la tumba de Jesús participaron
varios grupos de mujeres.

Mateo dice: “Y muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle, estaban allí,
mirando de lejos; entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la
madre de los hijos de Zebedeo”. {3}

Marcos dice: “Había también unas mujeres mirando de lejos, entre las que estaban María Magdalena,
María, la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, las cuales cuando Jesús estaba en Galilea, le
seguían y le servían; y había muchas otras que habían subido con él a Jerusalén”. {4}

Juan menciona específicamente que la madre de Jesús y otras tres mujeres estuvieron al pie de la cruz:
la hermana de la madre de Jesús, María la esposa de Cleofas y María Magdalena. {5}

Es natural suponer que las tres mujeres mencionadas en las descripciones eran las mismas, que habían
acudido a apoyar a María la madre de Jesús en esos momentos de angustia extrema. John Wenham, en
su detallado estudio de los acontecimientos relacionados con la resurrección, {6} señala que eso
significaría que la hermana de la madre de Jesús se llamaba Salomé, y que era la esposa de Zebedeo y la
madre de Jacobo y Juan (el autor del cuarto Evangelio). María la esposa de Cleofas era la madre de
Jacobo el menor y de José.

Todo ello nos indica que existen lazos familiares entre estas mujeres, un dato importante para nuestro
estudio, si recordamos que era tiempo de Pascua en Jerusalén. La ciudad estaría llena de peregrinos, que
lógicamente se alojarían en casa de parientes cuando fuera posible. Un detalle muy importante es que,
desde la cruz, Jesús ordenó a Juan que cuidase de su madre, María; y leemos que este la llevó
inmediatamente a su propia casa. {7} Es muy probable que fuese en Jerusalén, posiblemente no lejos de
la casa del sumo sacerdote Caifás. Supuestamente la madre de Juan, Salomé, y su esposo Zebedeo
también se alojarían allí, junto con Pedro que, como Juan menciona, lo acompañó al sepulcro la mañana
de la Pascua. {8}

¿Qué hay de los demás apóstoles? ¿Dónde estaban? Justo antes de la fiesta de la Pascua habían estado
alojados en Betania,{9} una aldea justo encima del monte de los Olivos, a unos tres kilómetros de
Jerusalén y, por lo tanto, a la que se podía llegar caminando. El arresto de Cristo tuvo lugar en un huerto
al pie del monte de los Olivos, un huerto que bien pudo haber pertenecido a la familia de Juan Marcos,
el autor del segundo Evangelio.

Leemos que, tras el arresto de Jesús, todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. {10} Lo más
probable es que huyesen más allá del monte de los Olivos, a la seguridad de Betania. Hasta donde
sabemos, Juan y Pedro fueron los dos únicos que permanecieron en la ciudad.

Por tanto, vemos que hay diferentes grupos de personas alojados en diversos lugares: algunos en
Jerusalén, y otros fuera de la ciudad. Estos hechos adquieren una importancia especial cuando
estudiamos los acontecimientos de la mañana de Pascua, recogidos en los Evangelios. Los relatos a
menudo están muy condensados; y uno podría pensar que contienen elementos contradictorios, si no es
consciente de las complejidades de la situación y del hecho de que hubo diferentes grupos de personas
que fueron y vinieron de la tumba de Cristo, no solo desde diferentes direcciones y por rutas distintas,
sino también en momentos diferentes. El breve relato de Mateo ha condensado estas características,
como veremos más adelante.

4. La evidencia física en la tumba: las vestiduras mortuorias de Cristo

Los relatos de los Evangelios nos dicen que varias mujeres discípulas de Cristo fueron temprano a la
tumba para embalsamar su cuerpo más concienzudamente que José y Nicodemo.{11} Por cierto, su
intención muestra de nuevo que la resurrección era lo último que esperaban. {12}

Según Marcos, María Magdalena, la madre de Jacobo el menor y José (la “otra María”, véase Mateo
27:61; 28:1) y Salomé habían comprado especias el día anterior al atardecer (pasado el día de reposo).
{13} Wenham hace una sugerencia muy plausible: que el relato de Marcos está contado desde la
perspectiva de estas tres mujeres; mientras que el de Lucas, que explica que algunas mujeres volvieron
del entierro, prepararon especias y ungüentos y cumplieron con el día de reposo, probablemente está
escrito desde la perspectiva de Juana, la esposa del mayordomo de Herodes. {14} Como era una mujer
pudiente, tendría especias y ungüentos en casa y no se habría visto obligada a esperar, como los otros
grupos de mujeres, a que terminase el día de reposo y las tiendas abriesen.

Como dice Wenham, es probable que estos dos grupos de mujeres llegasen a la tumba por separado. El
primer grupo —María Magdalena, la “otra María” y Salomé— llegaron en primer lugar. Para su asombro,
¡encontraron la piedra corrida y el sepulcro vacío! Una de ellas, María (quizá sin entrar en la tumba),
corrió a avisar a los apóstoles Pedro y Juan. María no habló de una resurrección, sino simplemente
supuso que alguien se había llevado el cuerpo de Jesús. {15}

Pedro y Juan corrieron a la tumba. Juan llegó primero, se agachó y miró dentro. Inmediatamente notó
algo extraño: las vestiduras mortuorias de lino con las que habían envuelto el cuerpo de Jesús seguían
allí. Más extraño aún, estaban colocadas como si el cuerpo aún estuviera en su lugar, pero este había
desaparecido. Pedro alcanzó a Juan, que debía correr más rápido (uno de esos pequeños detalles que le
dan a la narración ese toque de algo narrado por un testigo ocular). Ambos entraron en el sepulcro y
vieron lo que fue posiblemente la imagen más extraña de todas: las telas que envolvían la cabeza de
Jesús se encontraban en la parte ligeramente elevada del saliente interior del sepulcro; y aunque el
cuerpo ya no estaba, las telas seguían enrolladas del mismo modo, solo que habrían quedado planas
sobre la roca.

El efecto en Juan fue poderoso: vio y creyó.{16} Eso no significa simplemente que ahora creía lo que
María había dicho: desde su primera ojeada a la tumba era obvio que el cuerpo ya no estaba. Ahora
creía que estaban ante algo realmente misterioso. Parecía como si de alguna manera el cuerpo de Jesús
hubiese atravesado las vestiduras mortuorias, dejándolas exactamente donde se encontraban cuando
estaba envuelto en ellas. ¡Juan no tenía duda alguna de que estaba viendo la evidencia de un milagro!

¿Qué fue lo que les confirió a aquellas vestiduras mortuorias tal poder de convicción? La pregunta más
obvia que él, o cualquier otra persona, se haría es: ¿cómo habían logrado quedarse así? Los ladrones de
tumbas no se habrían llevado el cuerpo dejando el valioso lino y las especias. Y si, por alguna razón
incomprensible, hubiesen querido solo el cuerpo, no habrían tenido ninguna razón para enrollar todas
las telas de nuevo como si aún envolviesen al cadáver, a menos que quisieran dar la impresión de que la
tumba no había sido profanada. Pero si hubiesen querido dar esa impresión no hay duda de que habrían
colocado la piedra de nuevo en su lugar. No obstante, aquí nos encontramos con otra cuestión: ¿cómo
podrían haber movido la piedra los ladrones si la guardia estaba vigilando? Habrían hecho un ruido
considerable.

Ahora, si no fueron ladrones de tumbas, entonces, ¿quién pudo ser? ¿Quizá seguidores de Jesús que
intentaron llevarse el cuerpo a un lugar más seguro, lejos de las autoridades? De ser así, no habrían
ocultado el secreto a los otros apóstoles. Lo habrían enterrado de nuevo de forma reverente (como
María pensaba hacer), {17} y al final todos los cristianos habrían acabado sabiendo dónde estaba su
tumba. En cualquier caso, aún nos quedaría por resolver el tema del ruido que habrían hecho al correr la
piedra, ruido que habría alertado a la guardia.
¿Pudo alguien llevarse el cuerpo y enrollar de nuevo las telas deliberadamente para dar la impresión de
que había ocurrido un milagro? ¿Pero quién habría sido? Moralmente hablando, no podían haber sido
los seguidores de Cristo. Psicológicamente hablando, otro tanto de lo mismo, pues no estaban
esperando una resurrección. Y era prácticamente imposible, debido a la presencia de los guardias.

Finalmente, sería absurdo pensar que las autoridades hicieron algo que sugiriese la posibilidad de una
resurrección. Después de todo, ¡colocaron a la guardia precisamente para evitar algo así!

Para Juan y Pedro fue un descubrimiento electrizante. Habían descartado las explicaciones imposibles,
por lo que solo les quedaba una alternativa: el cuerpo había salido de las vestiduras mortuorias. Pero
¿qué significaba eso? ¿Y dónde estaba Jesús ahora?

El conocido historiador Michael Grant de la Universidad de Edimburgo escribe: “Es verdad, el


descubrimiento de la tumba vacía se describe de forma diferente en los Evangelios, pero si aplicamos el
mismo tipo de criterio que aplicaríamos a otras fuentes literarias antiguas, la evidencia es firme y
plausible, lo suficiente como para requerir la conclusión de que la tumba fue encontrada, en verdad,
vacía”. {18}

-Apolos-

Referencias:

{1} Mateo 28:11-15.

{2} Juan 20:19-26 y Hechos 1:4-5

{3} Mateo 27:55-56.

{4} Marcos 15:40-41.


{5} Juan 19:25.

{6} John Wenham, Easter Enigma Do the Resurrection Stories Contradict One Another? Exeter,
Paternoster Press, 1984, p. 34.

{7} Juan 19:27.

{8} Juan 20:3

{9} Juan 12:1

{10} Mateo 26:56; Marcos 14:50. Muchos creen que el joven que estaba en el huerto cuando Jesús fue
arrestado y que se las arregló para escapar a la orden de arresto podría muy bien haber sido Marcos
mismo (Marcos 14:51-52).

{11} Marcos 16:1; Lucas 23:56-24:1.

{12} Es curioso notar que, aunque Jesús les había dicho a sus discípulos que moriría y resucitaría (por
ejemplo, Mateo 16:21), es evidente que no lo habían comprendido. La razón psicológica que lo explica es
clara: iba en contra de todo lo que ellos esperaban que Jesús haría como mesías (ver Lucas 24, que se
explica más adelante, como ejemplo de esto). Sin embargo, las autoridades judías habían tomado nota
de las predicciones de Jesús, y por esta razón custodiaron la tumba (Mateo 27:62-65).

{13} Marcos 16:1.

{14} Wenham, Easter Enigma Do the Resurrection Stories Contradict One Another?, p. 69.
{15} Juan 20:2.

{16} Juan 20:3-8.

{17} Ver Juan 20:15.

{18} Michael Grant, Jesus: An Historian’s Review of the Gospels, Nueva York, Charles Schribner & Sons,
1977, p. 176.

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