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La Oralidad en El Nuevo Proceso Laboral Peruano PDF
La Oralidad en El Nuevo Proceso Laboral Peruano PDF
Paul Paredes∗
Facultad de Derecho
Maestría en Derecho con mención en Derecho Procesal
Pontificia Universidad Católica del Perú
Resumen
∗
Profesor de derecho procesal del trabajo en las universidades Pontificia Universidad
Católica del Perú y ESAN.
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Introducción
La nueva ley busca solucionar los procesos de manera más rápida y eficiente,
pero también pretende ser un mecanismo que fomente una cultura de armo-
nía, respeto a la persona y de cumplimiento de las obligaciones laborales.
Un mecanismo que junto con otros medios alternativos de solución de con-
flictos (como la conciliación administrativa ante el Ministerio de Trabajo y
Promoción del Empleo, la inspección del trabajo, la conciliación privada o el
arbitraje) establezca un balance en las posiciones de trabajadores y emplea-
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La Nueva Ley Procesal del Trabajo, Ley 29497, fue publicada en El Peruano el 15
de enero de 2010. Su novena disposición complementaria dispuso la entrada en vigencia
a los seis (6) meses desde su publicación, pero, de modo progresivo, en atención a los
ámbitos territoriales que vaya disponiendo el Poder Judicial. El primer distrito judicial
en el que ha entrado en vigencia a partir del 15 de julio de 2010 ha sido Tacna. Hasta
la fecha del presente artículo (abril de 2011) ha entrado en vigencia durante el 2010 en
Cañete (16 de agosto), La Libertad (1 de setiembre), Arequipa (1 de octubre), Lambayeque
(2 de noviembre) y Cusco (1 de diciembre). Puede revisarse al respecto la Resolución
Administrativa 413-2010-CE-PJ publicada en El Peruano el 1 de enero de 2011. De otro
lado, por Resolución Administrativa 124-2011-CE-PJ se ha dispuesto la próxima aplicación
de la ley en los distritos judiciales de Moquegua (1 de julio), Ica (8 de julio), Junín (15 de
julio), El Santa (22 de julio) y Cajamarca (26 de julio).
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La Nueva Ley Procesal del Trabajo involucra diversas tareas muchas de las
cuales deberán ser atendidas por el Poder Judicial, el Tribunal Constitucio-
nal, la Academia Nacional de la Magistratura, el Ministerio de Justicia, el
Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo, las universidades, públicas
y privadas, y los gremios de trabajadores y empleadores.
A decir de Cappelletti esto ocurrió en casi toda Europa, con gran determi-
nación en los ordenamientos alemán y austriaco y, con menor intensidad, en
Francia e Italia; sin embargo –agrega– no ocurrió en España. “Sólo en cuanto
al Proceso Civil español, sería probablemente muy aventurado hablar toda-
vía hoy [1973] de una aceptación de la idea de oralidad; (...)” (Cappelletti,
2006, 63).
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Así, Morales Godo (2009), 6.
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Publicada en El Peruano el 24 de junio de 1996. En vigencia a partir del 22 de setiembre
de 1996.
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Así lo sostiene también Ariano Deho para quien la Ley Procesal del Trabajo de 1996
es un “derivado” del Código Procesal Civil (2007), nota 5, 360.
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Si la Ley Procesal del Trabajo reguló un proceso oral ¿por qué se impulsó
la reforma de la justicia laboral desde la oralidad?
La primera lección que nos deja esta constatación de tener, de un lado, una
norma procesal formal y sustantivamente oral y, de otro lado, un proceso
laboral que, en la práctica, es formal y sustancialmente escrito, es que la
oralidad más que un asunto de la ley es un modo de actuar, un modo de
ser, una actitud, una suma de conductas que, para concretar la oralidad, ne-
cesariamente debe asumir un conjunto de valores y principios que la hagan
actual, constante, viva, como por ejemplo, la prevalencia de lo oral sobre lo
escrito, la preferencia del fondo sobre la forma, la dirección del proceso, la
participación de las partes y sus abogados en las audiencias, la preparación
de los jueces, la búsqueda de la verdad, la valoración razonada de la prueba,
la razonabilidad de las decisiones adoptadas en el curso del proceso, la preo-
cupación por la igualdad (efectiva) de las partes, el respeto de las garantías
constitucionales y de los valores democráticos.
formalismos propios del proceso escrito, sino que los ha exasperado a más no
poder, a tal grado que ha llegado a establecer los márgenes y las distancias
entre rayas ‘de los escritos’ de las partes (art. 130) e incluso en cuál específico
punto deben ser firmados (art. 131).
(...).
En el Perú, pues, ambas partes están sujetas a un rigidísimo sistema de
preclusiones de alegación de prueba, que es lo mismo que decir que no es que
tengamos un proceso civil enderezado a emitir sentencias ‘justas’, en cuanto
lo que no ha sido deducido en la demanda o en la contestación (repito,
escritas) no podrá ser nunca más ser (sic) introducido al proceso, menos
que nunca en las ‘cordialísimas’ y ‘oralísimas’ (y, por general, inutilísimas...)
audiencias previstas en nuevo y tan celebrado código.
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Cabe precisar, por cierto, que está apreciación sobre cómo se ha venido operando bajo
la Ley Procesal del Trabajo no desconoce la participación de algunos jueces que la han
venido actuando oralmente, pero en franca minoría.
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Luis Vinatea y Jorge Toyama sostienen que “El proceso laboral, hasta antes de la crea-
ción de la Nueva Ley Procesal del Trabajo, no era uno de carácter oral.” (Vinatea Recoba/
Toyama Miyagusuku, 2010, 28). Agregan, sin embargo, que ello era “en la práctica”.
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Con esos antecedentes y esta primera lección el reto consistía en resolver có-
mo plasmar la oralidad en la nueva norma que sea efectiva y no meramente
formal. Una primera posibilidad era abordar la oralidad desde el plano dog-
mático según el cual la oralidad es uno de los principios claves del proceso
laboral. Desde esta perspectiva la oralidad, junto con la concentración, la
inmediación, la celeridad, la economía procesal y la veracidad constituyen el
elenco de los principios ideales de todo proceso laboral. Esta es una perspec-
tiva estática en tanto se agota en su enunciado: introducir la oralidad como
principio por el hecho de serlo.
Una segunda posibilidad era abordar la oralidad desde una perspectiva me-
todológica, según la cual había que sustituir la escritura por la oralidad
como modo o mecanismo prevalente de las actuaciones procesales. Lo que
se buscaría es que la oralidad termine siendo una característica del proce-
so laboral. Esta es, a su vez, una perspectiva dinámica en dos sentidos. Es
dinámica, primero, porque la oralidad no se logra únicamente con el uso
de la palabra hablada, sino solo en tanto ella signifique, a su vez, concen-
tración, inmediación, celeridad, economía procesal, veracidad y, por cierto,
publicidad; y segundo, porque la oralidad es, sobre todo –como se constata
de la lección anotada– un asunto de actitud de los operadores y usuarios
de la justicia laboral. Si la oralidad no se vive no se puede predicar que un
proceso –el proceso laboral peruano– sea oral, aun cuando la oralidad esté
consagrada normativamente como principio.
Así por ejemplo, las pretensiones y las defensas vienen escritas en la deman-
da y la contestación, pero estas son actualizadas en el momento de las etapas
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El artículo 44 señala que la audiencia de juzgamiento concentra las etapas de confron-
tación de posiciones, actuación probatoria, alegatos y sentencia.
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La audiencia única concentra las etapas de conciliación, confrontación de posiciones,
actuación probatoria, alegatos y sentencia. Véase al respecto el artículo 49.
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Este es el sentido que tiene afirmar que el proceso laboral peruano se ins-
pira, entre otros, en los principios de inmediación, oralidad, concentración,
celeridad, economía procesal y veracidad. A partir de esto se explica el real
contenido y propósito de las audiencias y, a su vez, se da las pautas de inter-
pretación en la solución de situaciones particulares que se pueden presentar
en algún momento en las audiencias.
que cuente con el mejor abogado o con el investigador más diligente, sino a
la parte que sostenga la causa más justa]” (Cappelletti, 2006, 76)32 .
Tremenda afirmación esta que nos hace reflexionar sobre el sentido del pro-
ceso (su propósito, su telos) y su vinculación con el acceso a la justicia, es
decir, al sistema jurídico. ¿De qué sirve tener un derecho si este no puede
hacerse valer en juicio o si este puede ser postergado en homenaje a la me-
ra formalidad o si este depende de la habilidad (o torpeza) de la defensa?
Finalmente ¿qué otro sentido tendría el proceso si no es hacer justicia en el
sentido de brindar una solución imparcial como resultado de una participa-
ción procedimental en igualdad de capacidades?
This particular scepticism of the reach of reasoning does not yield (...)
any ground for not using reason to the extent one can, in pursuing the idea
of justice or any other notion of social relevance, such as identity. Nor does
it undermine the case for our trying to persuade each other to scrutinize
our respective conclusions. It is also important to note that what may ap-
pear to others as clear examples of ‘unreason’ may not always be exactly
that. Reasoned discussion can accommodate conflicting positions that may
appear to others to be ‘unreasoned’ prejudice, without this being quite the
case. There is no compulsion, as is sometimes assumed, to eliminated every
reasoned alternative except exactly one.
[...]
(...). What matters most is the examination of what reasoning would
demand for the pursuit of justice – allowing for the possibility that there
may exist several different reasonable positions. That exercise is quite com-
patible with the possibility, even the certainty, that at a particular time not
everyone is willing to undertake such scrutiny. Reasoning is central to the
understanding of justice even in a world which contains much ‘unreason’;
indeed, it may be particularly important in such a world (2009), xviii-xix.
[Este particular escepticismo –sobre los alcances del razonamiento– no da ningún sustento
para no usar la razón en toda su extensión, en la búsqueda de la idea de justicia o de
cualquier otra noción de relevancia social, tal como la identidad. Tampoco pone en peligro
nuestro intento de persuadir a los demás de examinar en detalle sus respectivas conclusio-
nes. También es importante señalar que lo que puede parecer a los demás como un claro
ejemplo de "irracionalidad" no siempre lo es. Una discusión razonada puede acomodar po-
siciones en conflicto lo cual puede parecer a otros un “irracional” perjuicio, sin que lo sea.
No hay compulsión, como a veces se supone, en eliminar todas las alternativas excepto
una.
[...]
(...). Lo más importante es el examen de qué tipo de razonamiento es el que se requiere
en la búsqueda de la justicia, lo cual admite la posibilidad de que pueden existir varias
posiciones razonables diferentes. Este ejercicio es compatible con la posibilidad, incluso
la certeza, que en un momento determinado, no todos están dispuestos a realizar este
escrutinio. El razonamiento es fundamental para la comprensión de la justicia, incluso
en un mundo que contiene mucha "irracionalidad" y, de hecho, puede ser particularmente
importante en un mundo así.] (Traducción libre).
Más adelante Sen sustenta la razón en la exigencia de objetividad a partir de un análisis
de imparcialidad:
(...). What lies behind the case for relying on reasoning in making ethical
judgements are, I would argue, also the demands of objectivity, and they
call for a particular discipline of reasoning. The important role given to
reasoning in this work relates to the need for objective reasoning in thinking
about issues of justice and injustice.
[...].
The reasoning that is sought in analysing the requirements of justice will
incorporate some basic demands of impartiality, which are integral parts of
the idea of justice and injustice. (...). (Sen, 2009, 40-41, 42)
[(...). Lo que hay detrás del razonamiento en la toma de decisiones éticas son, en mi
opinión, exigencias de objetividad, y estas exigen un modo particular de razonamiento. El
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Estos principios y valores también supone contar con un juez que dirige
y controla el proceso. No un juez autoritario que acalle o intimide a las
partes, sino un juez dialogante que expone razones y que no se refugia en
las formalidades.
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Couture concluye su exposición sobre el derecho procesal del trabajo del siguiente
modo:
Un nuevo derecho procesal, extraño a todos los principios tradicionales,
sin exceptuar uno solo de ellos, ha debido surgir para establecer, mediante
una nueva desigualdad, la igualdad perdida por la distinta condición que
tienen en el orden económico de la vida, los que ponen su trabajo como
sustancia del contrato, y los que se sirven de él para la satisfacción de sus
intereses (Couture, 1979, 288).
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Actúan sus roles. De ahí que se espere que esta resulte convincente, persua-
siva. Este es un valor importante porque concreta la misión de comunicar
los argumentos del caso, tanto para defenderlo como para atacarlo, pero a
su vez, para resolverlo.
Así, el juez del nuevo proceso laboral no es un juez indiferente sino sensible
a los principios y valores de capacidad, dirección y control de los procesos,
igualdad real de las partes, simplicidad, informalidad, búsqueda de la verdad,
publicidad, transparencia, teatralidad o performance, entre otros.
Pero este argumento esconde una falacia. Si entre las partes existen diferen-
cias económicas, sociales, culturales e informativas, por ejemplo, salta a la
vista que no se encuentran en igualdad de armas. La equidistancia, en un
contexto así, es sinómimo de indiferencia y tributaria de una artificiosa igual-
dad. La equidistancia sería, por tanto, no una expresión de imparcialidad
sino de una parcialización por omisión a favor de la parte mejor posicio-
nada, es decir, se constituiría en una herramienta de consolidación de las
diferencias y, por tanto, de injusticia. Como bien observa Aguiló:
Dicho esto vuelve sobre la mesa la pregunta sobre cuál es el propósito del
proceso, cuál es su finalidad. Aquí un intento de respuesta.
Esa diferente ubicación en la red social trae como consecuencia que las per-
sonas, en los distintos escenarios de interacción social (incluido el procesal),
tengan diferentes capacidades para concretar sus objetivos o lograr sus rea-
lizaciones. Mis circunstancias me sitúan en una buena o una no tan buena
oportunidad para hacer efectivas mis capacidades. Una mejor oportunidad
me brindará una libertad más intensa para elegir y concretar mis metas, mis
realizaciones. Esas oportunidades pueden estar negadas para algunos y, por
tanto, el ejercicio de su libertad se reduce a una mera formalidad o es solo
apariencia38 .
cular, que limite su atención en algunas personas y no en otras asumiendo, aunque sea
implícitamente, que solo algunas personas son relevantes mientras que otras no lo son? La
moral y la filosofía política contemporáneas van en la dirección de Mary Wollstonecraft
negando tal posibilidad y demandando que cada persona sea vista, moral y políticamente,
como relevante. (...). La universalidad de la inclusión del tipo demandado por Wollstone-
craft es, en efecto, parte integral de la imparcialidad, (...).] (Traducción libre).
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Michael Sandel presenta la siguiente metáfora para distinguir entre la igualdad formal
y la igualdad real:
Those who have supportive families and a good education have obvious
advantages over those who do not. Allowing everyone to enter the race is a
good thing. But if the runners start from different starting points, the race
is hardly fair. That is why, Rawls argues, the distribution of income and
wealth that results from a free market with formal equality of opportunity
cannot be considered just. (...) (2009), 153.
[Quienes tienen familias de apoyo y una buena educación tienen evidentes ventajas sobre
aquellos que no. Permitir a todos entrar en la carrera es una cosa buena. Pero si los
corredores parten desde diferentes puntos, la carrera no es justa. Por eso, sostiene Rawls,
la distribución del ingreso y la riqueza derivada de un libre mercado con igualdad formal
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injusticias42 . El reto –tal vez ingenuo– es impulsar nuestras vidas hacia una
sociedad más imparcial, más libre, más igualitaria, más justa; o dicho de otro
modo, una sociedad más democrática (más tolerante, más respetuosa, más
cívica, más honesta, más responsable) con vigencia de los derechos humanos
que permita, por tanto, acceder (a todos) al sistema jurídico.
Reflexión final
Referencias
Gómez Valdez, Francisco: Nueva Ley Procesal del Trabajo. Lima: Edi-
torial San Marcos, 2010
Sandel, Michael J.: Justice: what’s the right thing to do? Primera edición.
New York: Farrar, Straus and Giroux, 2009
Taruffo, Michele: La prueba de los hechos. trad. por Jordi Ferrer Bel-
trán. Segunda edición. Madrid: Editorial Trotta, 2005