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La historia de este libro se divide en tres capítulos, que describen las fases por las
cuales pasa la psique de un prisionero en un campo de concentración Nazi.
Aunque se oye un poco aburrido o técnico, es simplemente lo contrario. El autor
Frankl nos introduce de manera sutil al mundo de la psicología teniendo presente
que cuenta con ciertas características como el que es honesto, desgarrador y
esperanzador; todo al mismo tiempo, y a su vez la historia se divide en distintas
fases que son:
Cada fase explica como poco a poco se va perdiendo la humanidad, pero aún hay
momentos en los que el alma decide seguir siendo libre y llegado el punto en el
que se consigue la añorada libertad simplemente no se siente propia.
Dichas fases son bien específicas y marcan cambios importantes en la psique del
individuo, la cual se podrá apreciar en cada una de las etapas que muestra como
todo ser humano que se caracteriza por tener la capacidad de razonar, meditar,
concientizar, anhelar, y dicho sea de paso desarrollar en su interior, no sólo
mental, sino en sensibilidad, la fortaleza de alcanzar un estado mental que le
permite mantener una visión de valor fuera de normal.
Primera fase: Internamiento en el campo
En esta primera fase nos relata el autor, como eran transportados a los campos de
concentración. Lo que pensaron y creyeron que pasaría y como poco a poco
descubrieron que serían despojados de todo. Nos cuenta como dejaban de tener
nombre e identidad y se convertían en sólo un número.
Esta es la etapa de shock, en la que aun los individuos tratan de bromear acerca
de la situación y esperan paciente que acabe y no que empeore como sucede en
la segunda etapa. Pasando por un estado de ánimo que la psiquiatría denomina:
La ilusión del indulto, que es un mecanismo de amortiguación interno percibido por
los condenados a muerte justo antes de su ejecución; en ese momento conciben
la infundada esperanza de ser indultados de último momento.
Esta es una de las fases más interesantes de la historia. Aquí se pueden ver
prisioneros que empiezan a morir de manera emocional, ya no reaccionan a la
maldad que los rodea y ha dejado de horrorizarle la inhumanidad de sus captores,
una fase de apatía generalizada.
Frankl relata que en esas circunstancias aunque resulte paradójico, un golpe bien
dado, certero, quizá hiere menos que otro que no atina en el blanco. Al igual que
los insultos, en esos momentos no es el dolor físico lo que más hiere, sino la
humillación y la indignación provocadas por la injusticia, por la cruda irracionalidad
de todo aquello.
Como todos los individuos sufrían de una percepción errada del tiempo, para ellos
un día pasaba muy lentamente pero una semana solía pasar más rápido, a pesar
de ser una unidad de tiempo mayor. La necesidad de hablar de su familia, de
imaginarla, soñarla y hasta hablarle a la persona amada quitaba un poco lo
insoportable de la situación. La mente permitía un escape de tanta maldad.
Quizás lo más sorprendente de esta fase y quizás algo que simplemente es
admirable, es que los prisioneros eran capaces de disfrutar más la belleza de un
paisaje, de un amanecer o atardecer. Como esas pequeñas cosas le arrebatan del
lugar tan despreciable en el que estaban contra su voluntad.
No sólo en este capítulo vemos relatada la vida del prisionero, sino también la de
los guardias y seres aún más despreciables llamados capos. Los capos eran
también prisioneros, pero estos eran seleccionados por su nivel de crueldad para
vigilar y hacerse cargo de los demás abusando de su poder y castigando a
latigazos por cualquier motivo
“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades
humanas -la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino-
para decidir su propio camino.”
Luego de una segunda fase que nos lleva la liberación de los prisioneros, este
entra en una etapa de despersonalización. Simplemente no se puede creer lo que
está ocurriendo y todo ha perdido el color.
Hay momentos en los que te indignas, otros en los que te cautiva, unos en los que
lloras, pero sobre todos hay momentos en los que te pones en los zapatos del
prisionero y siente la emoción descrita por el autor tan vívidamente, que es
sencillo comprender lo que te desea explicar.
”De acuerdo con la logoterapia, la primera fuerza motivante del hombre es la lucha
por encontrarle un sentido a su propia vida. Este sentido es único y específico, en
cuanto es uno mismo y uno solo quien ha de encontrarlo; únicamente así el
hombre alcanza un fin que satisfaga su propia voluntad de sentido.” Viktor Frankl
COMENTARIO ADICIONAL
Por naturaleza el ser humano, las personas son dinámicas, más no estáticas, esto
permite que constantemente su mismo medio de interacción cambie con
recurrencia, y se puntualiza, su entorno, ya que independientemente de que la
persona no se interese en generar ciertos cambios el entorno continuará
modificándose. El ser humano sin duda alguna se distingue del resto de los
mamíferos por excelencia, por tener una característica en particular que es la de
razonar hasta lo más mínimo, que de ello dependerá sus decisiones, su manera
de pensar, de actuar, de vivir con independencia del lugar en donde se encuentre
y con quién esté.