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Universidad Particular

“ SAN PEDRO ”
FACULTAD DE INGENIERIA
ESCUELA : ARQUITECTURA Y URBANISMO

CURSO : TALLER DE DISEÑO VI

TEMA : ESPACIO PUBLICO

DOCENTE :ARQ. SORIA CABALLERO


GIANFRANCO

ALUMNO : CRUZ ALVARADO DANIEL

CODIGO : 1416100413

Huaraz – Ancash – Perú


Introducción

La visión del espacio público como un espacio de construcción de ciudadanía


y encuentro social, está anclada a la reflexión política acerca de lo público-
privado; accesibilidad, transparencia y libertad. El análisis del espacio
público es una cuestión que involucra un aspecto discursivo y filosófico, pero
que también se expresa en el lenguaje de los planificadores y arquitectos, que
de una u otra forma refiere a aspectos de la promoción o el control de la
sociabilidad y el encuentro social que se produce en la construcción de la
ciudad (Borja & Muxi, 2001; Salcedo, 2002). En este trabajo presentamos
una revisión de lo que planteamos como relatos sobre el espacio público. En
los dos primeros aparatados abordamos los aspectos centrales que distinguen
las diversas aproximaciones sobre el componente comunicativo del término
o lo que más habitualmente se denomina esfera pública y su expresión en la
conformación morfológica de la ciudad. Distinguiremos dos visiones acerca
del espacio público que según Weintraub (1995), se encuentran en la base de
los distintos desarrollos conceptuales: la versión Clásica, de estirpe greco-
romana-republicana, y la visión Moderna, ligada a las prácticas sociales que
se dan en la ciudad multifuncional y compacta. Estas dos visiones son el
sustrato sobre el que se articulan las lecturas específicas respecto a la esencia,
configuración y proyección del espacio público en la ciudad actual.
Distinguiremos estas diversas lecturas, organizando sus discursos en tres
grandes relatos: el relato de un espacio público perdido, el de un espacio
público como espacio de construcción de civilidad y el de un espacio público
como espacio de control y disputa.
El concepto de Espacio Público.

Desde el punto de vista urbanístico, el espacio público podría definirse de la


forma siguiente: “Es un conjunto de bienes colectivos destinados a la
satisfacción de necesidades colectivas independientemente de su función y
su escala. La cantidad disponible de estos bienes es un agregado
heterogéneo, medido en metros cuadrados, de la extensión ocupada con
parques, zonas verdes, plazas, vías y zonas de preservación ambiental, sean
de escala vecinal, zonal o metropolitana. Su disponibilidad por habitante es
igual al cociente resultante de dividir el número de usuarios por el número
de metros cuadrados de espacio público, de una determinada escala, existente
en el segmento cartográfico de referencia (un sector censal, una localidad o
toda la ciudad).” (Plan Maestro de Espacio Público - Bogota: 2006). Esta
definición demuestra entonces tener dos componentes, uno funcional y uno
físico-espacial. En cuanto al primero, la definición relaciona el hecho de
necesidades colectivas, que se entienden como socialmente relevantes y cuya
característica fundamental es que su satisfacción se mide en la medida en
que un número plural de personas logren hacerlo de manera simultánea. A
esto se suma el que dichas necesidades no existen per se en el entorno sino
que son mas bien el producto de la existencia de la ciudad y de las dinámicas
que en ella tienen lugar; en ese sentido, aspectos como la movilidad, la
conectividad y la accesibilidad resultan conexistenciales a la propia
naturaleza de la ciudad. De forma complementaria, y tal como se ha descrito
en apartes previos, el hecho de que la Ciudad sea un producto socio histórico
implica la existencia de espacios para que los procesos que constituyen su
génesis y existencia tomen lugar en la medida en que el ser humano es un ser
que vive necesariamente en comunidad, hecho por el cual se justifica la
existencia de espacios para el 23 encuentro, la concurrencia, la información
y la reunión. Es en esta circunstancia determinante en donde toma asidero el
componente físico-espacial del espacio público.
La transformación del espacio público

Una vez realizado el análisis de la movilidad y el espacio público, a


continuación se presentan una serie de criterios de transformación muy
vinculados con las redes de movilidad. Se formulan soluciones para la red
básica orientadas a la reorganización del paso de los distintos móviles, con
el condicionante común de dejar el máximo espacio posible para el peatón.
Todas ellas comportan una nueva distribución del espacio público en que
los medios de transporte más sostenibles obtienen claros beneficios. El
nuevo modelo de movilidad basada en supermanzanas se adapta
mayoritariamente a las características de la trama viaria de Lugo. Sin
embargo, existen casos en los cuales se requiere una mayor transformación
del reparto actual del espacio público para garantizar la funcionalidad del
modelo.

Dentro de las soluciones adoptadas, se plantea en primer lugar reducir la


anchura de los carriles del vehículo privado por donde no circula el autobús
a 2,50m. En segundo lugar, se propone la eliminación de elementos que
puedan constituir obstáculos para la definición de la nueva sección, como
divisores de tráfico, medianas, plazas de aparcamiento, etc. Por otra parte,
se propone la segregación de los carriles para bicicletas, así como la
utilización de franjas de servicio que permiten varias funciones según las
necesidades del tramo: proteger el carril de bicicletas, acoger paradas de
autobús, aparcamiento de coches y bicicletas y/o mobiliario urbano. A
continuación, se describen las características y criterios dimensionales
aplicados a cada uno de los elementos de la sección de calle.
El Espacio Público Perdido

Corresponde a los planteamientos que describen la pérdida del espacio


público democrático en la sociedad contemporánea y que denuncian la
emergencia de fenómenos de privatización, en lo que se ha llamado la
disolución de la ciudad. Se cuestiona fundamentalmente la capacidad
cohesionadora del sistema de espacios públicos, y la creciente privatización
urbana, cuyas manifestaciones ejemplares, se encuentran en la substitución
de las calles y las plazas por un conjunto de artefactos urbanos de dominio
privado y la transformación del paisaje urbano por fenómenos de
homogenización de la ciudad, hipervigilancia y control espacial. El supuesto
de base de esta perspectiva es que el espacio público en algún momento fue
un lugar de expresión democrático, donde predominaban la diversidad de
usos y el encuentro social (Salcedo, 2002; Gorelik, 2008), hipótesis desde la
cual se contrasta la actual situación de la ciudad contemporánea. Sennett
(1974), uno de los exponentes más celebres de esta posición, lo resume muy
bien cuando señala: “la ciudad ha servido como foco para la vida social
activa, para el conflicto y el juego de intereses, para la experiencia de la
posibilidad humana, durante la mayor parte de la historia del hombre
civilizado. Pero precisamente esa posibilidad civilizada se encuentra hoy
adormecida” (Sennett, 1974: p.416) En su libro “El declive del hombre
público”, este sociólogo norteamericano explica que el proceso de
individuación, que caracteriza a la sociedad contemporánea, ha instalado la
creencia actual de que los significados sociales son generados por los
sentimientos de los seres humanos individuales, fenómeno que ha originado
la destrucción de lo público en desmedro de lo privado. Ideales como
libertad, igualdad, tolerancia y respeto a la diferencia, que fueron señas de
identidad de la perspectiva democrática en la que surgió la ciudad, han sido
reemplazados gradualmente por la fragmentación y la separación estricta de
los espacios, avalada por una seguridad cada vez más sofisticada y
estructurada sobre el aumento de la desigualdad. “Estrategias que introducen
transformaciones en el paisaje urbano que afectan patrones de circulación,
hábitos y rutinas relacionadas con el uso de las calles, del transporte público,
de los parques y de los espacios públicos en general” (Caldeira, 2000:297).
Estos cambios en las formas en que se configura real y simbólicamente la
ciudad y la vida pública, componen un conjunto de fenómenos socio-urbanos
que desplazan el eje de la convivencia de lo público a lo privado; emergen
espacios pseudopúblicos que vienen a reemplazar los entornos de
sociabilidad tradicionales, la calle es reemplazada por corredores o túneles
peatonales (Boddy, 1992), el mercado, por los centros comerciales
(Crawford, 1992) y los barrios, por comunidades cerradas (Atkinson & Flint,
2004); nuevas formas de control y seguridad modifican las dinámicas de
sociabilidad posibles en la ciudad (Davis, 2003) y las estrategias de mercado,
asociadas a estéticas globales, homogenizan los entornos urbanos
(Sorkin,1992).

¿Qué es el espacio público?

El contenido atribuido al concepto de espacio público suele ser o muy


general, al extremo de que pierde especificidad, o muy restrictivo dado su
marcado carácter espacialista, tributario de las concepciones del urbanismo
moderno. Es un concepto difuso, indefinido y poco claro, que puede incluir
la plaza, el parque, la calle, el centro comercial, el café y el bar, así como la
opinión pública o la ciudad, en general; y que, por otra parte, puede referirse
a la «esfera pública», allí donde la comunidad se enfrenta al Estado,
constituyéndolo como un espacio de libertad. En este sentido, el espacio
público no se agota ni está asociado únicamente a lo físicoespacial (plaza o
parque), sea de una unidad (un parque) o de un sistema de espacios. Es, más
bien, un ámbito contenedor de la conflictividad social, que contiene distintas
significaciones dependiendo de la coyuntura y de la ciudad de que se trate.
El acoso al espacio público
En la actualidad el espacio público se encuentra acosado por las nuevas
modalidades del urbanismo. Hay una especie de «agorafobia», asedio,
rechazo o desprecio por los espacios públicos, al extremo de que la población
los considera peligrosos y les tiene miedo, porque no protegen ni son
protegidos. Son un territorio abandonado, incluso, de la disputa social. Su
mantenimiento prácticamente no existe o es escaso. Se ha convertido en
guarida y no en hábitat (Borja y Muxi 2003). Como resultado de este asedio
al espacio público, tenemos que la ciudad pierde las posibilidades de
construcción y de cohesión sociales, se reduce la participación, se restringe
la ciudadanía y se ausenta el estímulo a las prácticas de tolerancia. De allí
que los espacios públicos en el nuevo urbanismo de América Latina estén en
peligro por causas como las siguientes.

Fragmentación.

Fragmentación. La ciudad empieza a vivir una nueva forma de segregación


urbana caracterizada por la fragmentación. Se hace obsoleta la segregación
caracterizada por la existencia de espacios unifuncionales y estancos (usos
de suelo) para la industria, el comercio, la vivienda, la administración bajo
el instrumento del «zoning», donde la unidad urbana no se diluye y la ciudad
como totalidad no desaparece, porque las partes integran el todo. Y se
desarrolla la fragmentación a través de la desarticulación de cada uno de los
componentes del conjunto urbano, produciendo la ruptura de la unidad
urbana. Castells (1999) llega a proponer que las ciudades son
«constelaciones discontinuas de fragmentos espaciales». De esta manera, la
ciudad se convierte en un mosaico de espacios inconexos, que tienden a
diluir el sentido de unidad desde la perspectiva de las identidades, de la
funcionalidad de sus componentes y del gobierno.13 La fragmentación lleva
al habitante de la ciudad a ser visto como extranjero, porque cuando no
camina por los senderos habituales hacia el lugar de trabajo o de residencia
y sale de su territorialidad (barrio), se le exige identificación, como si fuera
necesario un pasaporte para ir de un barrio hacia otro. Ahora nuestras
ciudades no son de ciudadanos sino de forasteros. En otras palabras, la
fragmentación ha dado lugar a la foraneidad en la ciudad, así como a la
pérdida de los espacios referenciales para la construcción social (espacio
público) y la pérdida del sentido de pertenencia. Las «constelaciones
discontinuas» que menciona Castells se expresan en distintos tipos de
urbanización en lugares diferenciados de la centralidad y la periferia. En la
centralidad se vive un doble fenómeno: por un lado, de gentrificación, pero
no bajo el esquema clásico del reemplazo de la población de bajos ingresos
por la de altos ingresos, como ocurre en Estados Unidos o Europa, sino más
bien por el recambio de la población por negocios de prestigio;14 y por otro,
de tugurización, a partir de la estrategia popular del pago entre muchos de
los costos que la localización central demanda, o sea, mediante el
hacinamiento y la densificación. Y en la periferia existen los tradicionales
barrios piratas, favelas, villas miseria, pueblos jóvenes, así como los de
autosegregación, que son grandes urbanizaciones cerradas y autárquicas con
escuelas, supermercados y servicios públicos para los sectores de altos
ingresos económicos.

Segmentación.
Segmentación. Ahora como nunca la ciudad se encuentra segmentada, al
extremo de que el espacio público no genera el encuentro de los diversos,
porque se ha llegado a la situación en que los ricos y los pobres ya no se
encuentra en ningún lado. La mayor expresión de este fenómeno tiene que
ver con el hecho de que mientras los ricos viven el tiempo, los pobres lo
hacen en el espacio; es decir que los pobres se localizan mientras los ricos
viven el tiempo real.15 Ilustrando la afirmación, por ejemplo, ya no hay
posibilidad de que en el sistema escolar puedan encontrarse el rico con el
pobre, porque la persona que empezó estudiando en escuela privada
terminará en universidad privada, y la que empezó en escuela pública
terminará en universidad pública.

Difusión.

Difusión. Hoy tenemos una urbanización periférica con baja densidad,


centralidades débiles y espacios discontinuos (red global de ciudades) o
continuos (áreas metropolitanas), que hacen pensar que estamos pasando del
espacio de los lugares al de los flujos, gracias a las nuevas tecnologías de la
comunicación (Castells). En la ciudad de la dispersión o expansiva se hace
difícil construir el sentido de pertenencia y de reconocimiento de su unidad,
porque la centralidad urbana, como espacio público, se desvanece como
factor integrador.

Inseguridad.

Inseguridad. Las ciudades en América Latina se han hecho altamente


inseguras. La violencia impacta a la ciudad en tres de sus condiciones
esenciales: reduce el tiempo de la urbe (ciudades y sectores urbanos no de
24 horas: hay horas en que no se puede transitar por ciertos barrios o calles,
considerados «peligrosos»), disminuye el espacio (lugares por donde no se
puede ir) y reduce las posibilidades de ciudadanía (desconfianza, pérdida del
sentido de lo colectivo). De allí que lo que existe es una población temerosa
frente a la ciudad y, especialmente, de su espacio público, y la proliferación
de lugares cerrados (urbanizaciones, comercios), monofuncionales y
especializados. Se generalizan los enclaves como búsqueda de seguridad
(Giglia 2001).16

Privatización.
Privatización. Se vive la gestión privada del espacio público, que se expresa
en que el uso de las calles urbanas y autopistas sea previo pago de peajes, o
que en los parques y plazas cerradas se reserve el derecho de admisión o su
uso esté sujeto al pago de una tasa a empresas privadas de servicios, que son
las que finalmente los administran. Y junto a esto, se vive la privatización
del espacio público, tendencia que se expresa en el cine, el trabajo, la comida,
los malls, las urbanizaciones y los clubes.
Conclusiones

En la concepción clásica, el ámbito público es el espacio de la comunidad


política, se fundamenta en la ciudadanía y se expresa en una activa
participación colectiva en la toma de decisiones. Su encarnación física y
social es la “polis” (autónoma, deliberativa y democrática), materializada en
el ágora como espacio de discusión y confrontación. La visión moderna,
ligada a la ciudad industrial europea, el espacio público reduce su intensidad
participativa y coincide con la trama de calles y plazas de la ciudad, es una
red de espacios en la que tiene lugar la convivencia colectiva cotidiana,
marcada por la coexistencia inmediata de individuos y actividades, de
proximidad física y distancia social, en un juego permanente de tensiones en
las que emerge la representación como forma de participación política. En
su versión contemporánea existe una dramática separación entre los actores
políticos, los grupos de poder y los ciudadanos comunes. Hay un gran
desequilibrio entre los distintitos grupos de interés, la esfera relacional se
encuentra cooptada por los medios de comunicación y el espacio de la ciudad
se segrega, controla y homogeneíza. La distinción de esta trayectoria
conceptual y urbana del espacio público, parafraseando a Deutsche (2001),
no nos despeja las incertidumbres sobre las preocupaciones y ansiedades de
nuestros ordenes sociales presentes, sólo nos devela un repertorio de lecturas
posibles, más o menos críticas, más o menos optimistas, más o menos
transformadoras del orden social dominante.

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