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Alma – Cuerpo: Entre dualismo metafísico y dualismo real (Platón y

Aristóteles)
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y-dualismo-real-platon-y-aristoteles/

Posted on March 25, 2011 by Nicolás Brando

En sus Diálogos, Platón habla de la función y del valor del alma, no por sí sola, sino en
relación con el cuerpo. En Timeo, explica la naturaleza del alma y su ubicación y función
en el cuerpo: “recibieron el principio inmortal del alma, construyeron el cuerpo mortal,
que dieron a aquélla como un carro para que la llevara” [1]. El cuerpo no es más que el
vehículo para transportar al alma inmortal y divina (la razón). Pero, además de esta alma
inmortal, los dioses colocaron en el cuerpo un alma mortal, la cual funciona como centro
de las pasiones.
Cada una de las almas está ubicada en un lugar distinto del cuerpo, dependiendo de la
función que debe cumplir: al alma inmortal la colocó en la cabeza y así, separada del
resto del cuerpo por el cuello, podía cumplir su función divina de trabajar con la sabiduría
sin ser mancillada por las emociones. “en el pecho y en lo que llamamos tórax fue donde
encadenaron al género mortal del alma” [2]; esta, a su vez, está dividida en dos partes
separadas por el diafragma. La superior, es donde las pasiones son manejadas por el
corazón, como ente que las lleva a cada centímetro del cuerpo; la inferior, desde
diafragma al ombligo, controla la necesidad de alimentos y bebidas funcionando como
una despensa para el cuerpo, siendo ubicada lo más lejos posible de la cabeza para no
perturbar al alma inmortal con sus necesidades físicas.
La salud y la ausencia de enfermedades “depende de la armonía entre el alma y el
cuerpo o de su oposición” [3]. Es decir, es el equilibrio entre estos dos el cual permite al
hombre estar sano; el desequilibrio por debilidad corporal o del alma causa la
enfermedad. El hombre, para ser bueno y bello, debe cuidarse ejercitando el cuerpo
para que el alma pueda trabajar a su máximo rendimiento; y, a la vez, para ser bello no
se requiere sólo ejercitar y cuidar el cuerpo, sino también alimentar el alma y “recurrir a
la música y a la filosofía y solamente así merecerá [el hombre] ser llamado bello y bueno”
[4].
Pero para Platón el cuerpo no es sólo el vehículo del alma, es también una cárcel:
“mientras tengamos nuestro cuerpo, y nuestra alma esté sumida en esta corrupción,
jamás poseeremos el objeto de nuestros deseos; es decir, la verdad” [5]. En Fedón,
Platón analiza la relación entre cuerpo y alma desde un punto de vista distinto: ya no lo
relaciona con el objetivo animal y natural del hombre, sino con su objetivo metafísico;
con la búsqueda del bien.
Sócrates ha sido juzgado y se le ha condenado a muerte pero, para sorpresa de sus
contertulios, no le teme a la llegada del final porque “los verdaderos filósofos no trabajan
durante su vida sino para prepararse a la muerte” [6]. Y es con la muerte que Platón
explica su visión del alma y del camino a la verdad. La muerte no es más que la
separación del cuerpo mortal que perece y del alma inmortal que perdura. Y, siendo que
el filósofo sólo se preocupa por los temas del alma (la justicia, la belleza, el bien), ya
que los temas del cuerpo (comer, beber, los trajes, el calzado, etc.) no son de su
cuidado, entonces, al desprenderse del cuerpo con la muerte, podrá alcanzar la pureza
suficiente para conocer aquellas cosas que el cuerpo no le permitía vislumbrar con
claridad.
Platón afirma que el razonamiento (valor únicamente poseído por el alma) es lo único
que le permite al hombre llegar a la verdad porque “l’essentiel est invisible pour les yeux”
[7] (lo esencial es invisible para los ojos), ya que estos sólo llevarán al engaño del alma
y a inducirla a errar. Esto se debe a que los fines que busca el alma (la justicia, la belleza,
el bien) no pueden ser percibidos por los sentidos, sino sólo por el intelecto, lo que lleva
a que si se busca la verdad con los sentidos se errará porque estos no pueden
conocerla, entonces “si queremos saber verdaderamente alguna cosa, es preciso que
abandonemos el cuerpo, y que el alma sola examine los objetos que quiere conocer”
[8].
En su libro Acerca del Alma, Aristóteles analiza qué es el alma y cuál es su relación con
el cuerpo. Por un lado, afirma que el cuerpo y el alma no pueden ser la misma cosa ya
que existen cuerpos sin vida, y el alma sólo está en cuerpos con movimiento y reposo
(cuerpos vivientes) “lo animado se distingue de lo inanimado por vivir” [9]. Y para
representar qué es el alma para el cuerpo da el ejemplo metonímico del ojo: “si el ojo
fuera animal, su alma seria vista” [10], es decir, el alma es la razón por la cual el cuerpo
existe; es su máxima representación, sin la vista el ojo no sería en realidad un ojo ya
que su función precisamente es ver, y al no poder hacerlo “aquél no sería en absoluto
un ojo a no ser de palabra, como es el caso de un ojo esculpido en piedra o pintado”
[11]. Y de la misma manera que el ojo no es ojo sin vista, la vista no es vista sin ojo; “el
alma no es separable del cuerpo” [12] porque esta constituye la entelequia del cuerpo y
no es posible imaginar el objetivo sin tener la causa. Entonces, concluye Aristóteles, “el
alma ni se da sin cuerpo ni es en sí misma un cuerpo” [13].
Luego de haber dado una visión general de su idea del alma, Aristóteles se sumerge a
estudiar las facultades del alma y cómo estas la definen. Aristóteles le llama potencias
a las facultades que un ser viviente puede realizar: algunos las pueden realizar todas,
otros pueden realizar sólo algunas. El total de facultades son la nutritiva, sensitiva,
desiderativa, motora y discursiva. Explica que entre estas facultades hay algunas que
están implícitas dentro de otras facultades, por ejemplo, “la facultad vegetativa [nutritiva]
está contenida en la sensitiva” [14], como el triángulo dentro del cuadrilátero; una no es
más que un trozo interior de la otra. Algunos vivientes poseen más cualidades: algunos
tienen la desiderativa que incluiría las dos anteriores dentro de estas; otros la motora y
otros la discursiva, y cada una incluye a las anteriores dentro de sí misma, por lo cual
se concluye que cada ser viviente tiene un alma diferente dependiendo de a qué nivel
potencial puede llegar y “en relación con cada uno de los vivientes deberá investigarse
cuál es el alma propia de cada uno” [15].
En la Ética a Nicómaco, Aristóteles sigue la división de Platón del alma dividida en una
parte racional y otra irracional: hay “por naturaleza otro elemento contrario a la razón
que combate a la razón y se resiste a ella” [16], es decir, hay un alma irracional o
pasional y apetitiva, la cual está en constante lucha con el alma racional y por lo cual
esta última tiene la labor de reprimir a la primera. Y de la misma manera que se divide
el alma, se dividen las virtudes. Por un lado, están las intelectuales la sabiduría y la
comprensión que se desarrollan con tiempo y experiencia; y, por otro lado, están las
morales, como la generosidad y la templanza, que se originan fundamentalmente desde
la costumbre. El hombre desarrolla estas virtudes a partir de la costumbre de ser
generoso o templado. Pero, al igual que Platón cree que el equilibrio entre cuerpo y alma
es necesario para que no lleguen las enfermedades, Aristóteles cree que para generar
un buen hábito de generosidad que no se deforme en vicio, debe haber un término medio
que no dé cabida ni al exceso ni al defecto, porque “los buenos son de una sola manera,
de muchas los malos” [17]; por eso el bien no tiene ni excesos, ni defectos, y los excesos
y defectos nunca lograrán hacer el bien.

[1] Platón, Diálogos Tomo III, Ed. Gráficas Modernas, Bogotá 2005, p.283.
[2] Ivi.
[3] Ibid, p.300.
[4] Ibid, p.301.
[5] Ibid, p.133.
[6] Ibid, p.131.
[7] A. de Saint-Exupéry, Le Petit Prince, Editions Gallimard, Paris 1997, p.72.
[8] Platón, Diálogos Tomo III, Ed. Gráficas Modernas, Bogotá 2005, p.134.
[9] Aristóteles, Acerca del alma, Gredos, Madrid 1988, p.171.
[10] Ibid, p.169.
[11] Ivi.
[12] Ibid, p.170.
[13] Ibid, p.174.
[14] Ibid, p.177.
[15] Ivi.
[16] Aristóteles, Ética a Nicómaco, Alianza Editorial, Madrid 2007, p.73.
[17] Anónimo, procedente de la lírica arcaica, en Ibid, p.85.

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