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El Nivel Óptimo de Contaminación
El Nivel Óptimo de Contaminación
La definición económica de la contaminación depende tanto del efecto físico de los residuos
sobre el medio ambiente como de la reacción humana frente a ese efecto físico. El efecto
físico puede ser biológico (por ejemplo, cambio de especies, perjuicios a la salud), químico
(por ejemplo, el efecto de la lluvia ácida sobre las superficies de los edificios) o auditivo
(ruido). La reacción humana muestra una expresión de disgusto, desagrado,
desesperación, preocupación, ansiedad. Resumimos la reacción humana como una
pérdida de bienestar. Como indicaba el capítulo 2, términos tales como «utilidad» o
«satisfacción» son, para nuestro propósito, sinónimos de bienestar.
Notemos que ambas condiciones son esenciales para que exista un coste externo. Por
ejemplo, si la pérdida de bienestar se acompaña de una compensación por parte del agente
que causa la externalidad, se dice que el efecto se internaliza. Esta distinción la
aclararemos un poco más adelante.
1
Esta lectura está tomada de: Pearce, David y Turner, Kerry, Economía de los Recursos Naturales y del
Medio Ambiente, Madrid, Colegio de Economistas/Celeste Ediciones, 1995, pp: 93-117.
ECONOMÍA Y MEDIO AMBIENTE Lectura 11
DOCENTE: Rosa Ferrín Schettini Página 2
II Semestre: marzo-julio de 2004
Costes, beneficios
x BPMN
CME
A Y D
B C
0 Q* Q
Nivel de actividad económica, Q
BPMN = P - CM (4.2)
P - CM = CME (4.3)
P = CM + CME (4.4)
«El precio iguala al coste social marginal» es la condición para la optimalidad paretiana.
Esto no lo demostramos aquí -una demostración se puede encontrar en cualquier manual
de microeconomía o de economía del bienestar-.
Hasta cierto punto, podemos ver esta idea de la capacidad asimiladora observando que la
curva CME en el gráfico 4.1 debería tener realmente su origen en un nivel positivo de
actividad económica QA. Por debajo de este nivel, el único tipo de externalidad sería
«temporal»: el medio ambiente acabará por retornar a la normalidad una vez que el proceso
de degradación de residuos haya tenido lugar. Asumiendo que podemos ignorar esta
externalidad temporal por el momento, la curva CME aparece como se ve en el gráfico 4.2.
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(Hay que tener en cuenta que CME sólo empieza en QA si la gente percibe los efectos
físicos en ese momento. Si no es el caso, puede empezar aún más hacia la derecha del eje
horizontal. En el extremo, si a las personas no les preocupan los efectos físicos de los
flujos de residuos no hay curva de CME).
Costes,
beneficios
BPMN CME
QA Q* Q
Nivel de actividad económica Q
O
WA W* W
Nivel de residuos
El gráfico 4.2 también muestra cómo el nivel de actividad económica se relaciona con el
nivel de residuos emitidos. Asumiendo que los residuos son directamente proporcionales al
nivel de actividad, podemos traducir sencillamente cualquier cantidad de Q en algún nivel
correspondiente de W. Tal y como Q* es el nivel óptimo de actividad económica, W* es el
nivel óptimo de producción de residuos contaminantes. Más adelante tendremos ocasión
de modificar esta imagen: si el contaminador adopta tecnologías reductoras de la
contaminación, Q puede aumentar sin que el W correspondiente (recordemos que la
Primera Ley de la Termodinámica sigue diciendo que W será proporcional a Q) afecte al
medio ambiente. Básicamente, parte de W se «redirige» de tal modo que no afecta al
medio ambiente. Una vez más, vemos que la receta de «contaminación cero» tiene algún
fundamento. Es imposible que no se produzcan residuos, pero no lo es tanto un nivel cero
de residuos que afecten al medio ambiente.
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Finalmente, los gráficos 4.1 y 4.2 son básicos para la mayor parte de los análisis de los
capítulos siguientes, por lo que será beneficioso para el lector estudiarlos cuidadosamente.
Como al análisis posterior generalmente no le afecta el punto de partida de la curva CME,
por conveniencia, tenderemos a usar la curva CME del gráfico 4.1. Cuando sea necesario
introducir los efectos de la capacidad de asimilación positiva, adoptaremos el gráfico 4.2.
Ahora estamos en condiciones de definir algunos términos más. En términos del gráfico
4.1,
Por tanto, el gráfico 4.1 demuestra una proposición muy importante: en presencia de una
externalidad existe una divergencia entre el coste privado y el coste social. Si esa
divergencia no se corrige, el contaminador continuará actuando en un punto como Q en el
gráfico 4.1. En Q se maximiza el beneficio privado en A + B + C, pero el coste externo es
B + C + D. Por tanto, el beneficio social neto = A + B + C - B - C - D = A - D, que es
claramente menor que A, el beneficio social neto cuando la actividad del contaminador se
regula al nivel Q*.
La inclusión del gobierno como generador de externalidades reconoce que los gobiernos a
menudo crean efectos externos a través de legislaciones y regulaciones insuficientes.
4.6. CONCLUSIONES
Precio, CM
coste
0 Q Cantidad
Beneficio
0 Q Cantidad
M
5. 1. DERECHOS DE PROPIEDAD
Hay una escuela de pensamiento que plantea que si bien puede que los mercados no
aseguren la cantidad óptima de externalidad, pueden ser conducidos en esa dirección de
modo muy sutil sin la necesidad de una actividad reguladora completa, con sistemas
impositivos o a través del establecimiento de limitaciones cuantitativas. La primera vez que
se planteó esta idea fue en un artículo de Ronald Coase (1960). Para entender el
argumento, primero tenemos que establecer el concepto de «derechos de propiedad».
A pesar del aparente significado de las palabras, un derecho de propiedad se relaciona con
el derecho a usar un recurso. Esto puede implicar el derecho a cultivar la tierra que se
posee, el derecho a usar la casa propia y el derecho a hacer determinado uso del medio
ambiente. Es extraño que tales derechos sean absolutos: de algún modo se ven limitados
por las normas sociales generalmente aceptadas. El derecho a cultivar la tierra
normalmente no conlleva el derecho de cultivo de amapolas de opio gigantes, ni tan siquiera
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ortigas gigantes (pueden producir serias irritaciones de la piel). Se dice entonces que los
derechos están «atenuados». Nótese que «propiedad» tiene una acepción mucho más
amplia que en el lenguaje corriente, al poder referirse a cualquier bien o recurso. De igual
modo, el medio ambiente es un recurso y, por tanto, «propiedad».
Los derechos pueden ser privados, esto es, propiedad de unos individuos perfectamente
identificables, o comunales, caso en el que el uso de la propiedad en cuestión se comparte
con otros. Este último tipo de propiedad se conoce como propiedad común. Antes de la
delimitación territorial en Inglaterra los pastos eran frecuentemente propiedad común:
muchos individuos podían llevar a pacer a su ganado en esas tierras. En muchos países en
desarrollo la tierra es propiedad comunal. En los capítulos 16 y 17 consideramos si el tipo
de propiedad de la tierra ayuda a explicar el proceso de degradación de los recursos
naturales, pero de momento estamos interesados en el concepto general de derechos de
propiedad.
El gráfico 5.1 repite el diagrama básico de externalidad óptima del capítulo 4. Recordemos
que, en ausencia de regulación, el contaminador tratará de operar en Q, donde se
maximizan sus beneficios, pero el óptimo social está en Q*. El funcionamiento del mercado
y el objetivo del óptimo social parecen ser incompatibles.
Costes, i
beneficios BPMN CME
h
a b
c g
0 d e Q* j f Q
Nivel de actividad económica, Q
Este teorema tiene una importancia potencial muy clara, ya que elimina la necesidad de una
regulación gubernamental de los problemas de la contaminación (¡y también amenaza con
convertir en redundantes los capítulos siguientes!), pero, a pesar de su elegancia, el
teorema de Coase plantea muchos problemas. Consideramos a continuación sólo las
críticas más importantes.
El estado de la competencia
BPMN = P - CM
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y, entonces,
En los términos del enfoque de negociación, lo que se está asumiendo es que BPMN es la
curva de negociación del contaminador y aporta la referencia al decidir cuánto pagar, o
cuánto aceptar en compensación. Ahora bien, supongamos que no existe competencia
perfecta, entonces P - CM ya no es la curva de negociación porque no sería igual a BPMN.
Si el contaminador es una empresa, debería ser relativamente evidente que su curva de
negociación es su curva de beneficio marginal (ver apéndice 4.1) y, en condiciones de
competencia perfecta, esto es igual al ingreso marginal menos el coste marginal, esto es:
BPMN = IM - CM
La importancia de esta crítica depende de dos cosas: primero, de las diferencias que
creamos que existen entre el mundo real y la competencia perfecta. Mientras algunos
economistas dirían que la cantidad de competencia «imperfecta» (o monopolio) no es muy
grande, nuestra opinión es que la competencia perfecta es una ficción conveniente para la
construcción de modelos económicos, pero está muy lejos de describir el mundo real. Por
tanto, la existencia de competencia imperfecta es la base para una seria crítica al teorema
de Coase. El segundo aspecto es más complicado y se trata de modo más formal en el
apéndice 5.1. Es posible que la curva de negociación del contaminador se pueda definir de
modo que relacione conjuntamente los intereses de los contaminadores (productores) y, los
consumidores. Entonces tendrán que negociar con los contaminados. Mientras el enfoque
es técnicamente correcto, requiere que se involucren de un modo un tanto peculiar los
productores (contaminadores), los consumidores y los contaminados todos en un acuerdo,
lo que no parece excesivamente realista.
La segunda crítica al teorema de Coase es que a todos nos cuesta bastante esfuerzo
pensar en ejemplos de tales acuerdos en el mundo real. Es cierto que algunas compañías
generadoras de electricidad «negocian» la instalación de centrales nucleares o depósitos de
residuos con la población local, en ocasiones ofreciendo dinero en efectivo, en otras
contribuyendo con infraestructuras urbanas. También existen ejemplos de negociaciones
internacionales entre países que sufren contaminación y aquellos que la producen, pero
normalmente tienen más que ver con recursos de propiedad común, por lo que
retomaremos este argumento más adelante. Sin embargo, el capítulo 2 indicaba que es de
esperar que las externalidades sean muy amplias, como consecuencia del principio de
balance de materiales. Por tanto, deberíamos ser capaces de señalar muchos ejemplos en
lugar de situaciones aisladas y, como éste no es el caso, cabría pensar que, bien existen
demasiados obstáculos como para que se produzcan, o que el teorema de Coase no está
enraizado en la economía del mundo real.
transacción, esa parte dejará la negociación o puede que ni tan siquiera la inicie. Más aún,
parece probable que los costes de transacción recaerían en la parte que no es titular de los
derechos de propiedad. Los costes de transacción son costes reales y no hay razón alguna
para darles un trato distinto del que se otorga a otros costes en economía. Por tanto, si los
costes de transacción son muy altos, todo lo que estaremos diciendo es que los costes del
acuerdo sobrepasan los beneficios, en cuyo caso el óptimo sería no alcanzar acuerdo
alguno.
Llevado a este nivel el argumento rápidamente se convierte en redundante, porque dice que
las negociaciones pueden producirse o no producirse. Si se producen, entonces la cantidad
de externalidad generada será óptima (según el teorema de Coase). Si no tienen lugar,
también se alcanza el óptimo porque lo único que indica es que los costes de la transacción
excedían los posibles beneficios netos procedentes del trato. Tendríamos, pues, una teoría
no falsable sobre la externalidad óptima, según la cual toda la externalidad que vemos es
externalidad óptima, por lo que no hace falta nada al respecto. Pero la prueba conlleva
afirmaciones no falsables, por lo que el argumento es no falsable.
Sin embargo, el argumento de los costes de transacción nos sirve para recordar algunas
precauciones muy importantes con respecto a cualquier regulación de externalidades:
Si T < B, puede producirse una negociación (ver más adelante las razones por las que
puede que no sea así en este contexto).
Aun si los costes de transacción son menores que los beneficios que se podrían obtener de
una negociación, bien podría no alcanzarse el acuerdo. Muchos contaminantes son de
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Antes apuntamos que los derechos de propiedad pueden ser privados o comunales. En el
caso de que sean comunales, se puede llegar a un acuerdo mutuo entre los usuarios de la
propiedad. Cada usuario acuerda restringir su uso del recurso en el interés de su uso
sustentable de más largo plazo, tanto para toda la comunidad como para generaciones
futuras. Esto se denomina una solución cooperativa a un problema de seguridad. Cada
individuo necesita asegurarse de que los otros también se comportarán de un modo
cooperativo, si no, existirá la tentación de «romper filas» y buscar de nuevo el máximo
beneficio privado. A pesar del gran volumen de literatura empírica y teórica sobre este tipo
de situaciones de «teoría de juegos», no es fácil decir por qué algunos contextos de
propiedad comunal son susceptibles de soluciones cooperativas y otros no. Sin embargo,
desde el punto de vista de la negociación lo que hay que destacar es que cada usuario de
la propiedad comunal es el contaminador (o usuario del recurso) y cada usuario individual
es también el beneficiario. En los términos de los gráficos anteriores, BPMN y CME
«pertenecen» a las mismas personas. Entonces, individuos racionales y cooperativas
compensarán los costes y los beneficios para llegar a su Q* personal, de tal modo que la
suma de las posiciones individuales será el óptimo social. Ahora bien, a cualquier individuo
le puede compensar ir más allá de Q* si él o ella juzgan que «podrán salirse con la suya» y
tener unas ganancias a corto plazo bastante grandes a costa de otros usuarios actuales y
futuros.
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Amenazas
Otro problema con la solución negociada de las externalidades es que ofrece un potencial
para convertir las amenazas en una actividad económica. Si un contaminado compensa a
un contaminador porque este último es titular de los derechos de propiedad, existe la
posibilidad de que otros «contaminadores» entren en el juego y reclamen una
compensación. El uso de las amenazas no se puede considerar como un uso racional de
recursos económicos escasos. Posiblemente, la situación se podría corregir definiendo
cuidadosamente a los titulares de los derechos de propiedad, por ejemplo, negándoselos a
potenciales amenazadores, pero hay que tener en cuenta que los proyectos (la
compensación para potenciales contaminadores se han encontrado con esta dificultad. En
algunos países es posible recibir una compensación estatal en efectivo por no cultivar, con
la idea de proteger unos terrenos ambientalmente valiosos y reducir los excedentes
agrícolas. Parece probable que algunos agricultores podrían decir que van a cultivar una
zona húmeda aunque nunca hayan tenido intención de hacerlo, obteniendo, de paso, la
«compensación».
D CM + CME = CSM
P
MR
CM
P - CM
P = CSM
M P = CM
CME
X
0 Q Q*
El gráfico A5.2 muestra algunos de los resultados posibles en el caso de asumir «no
convexidad». En a) mostramos una función CME decreciente que corta BPMN desde
arriba. En esta situación se puede ver que el punto E ni es óptimo (los costes externos
totales exceden a los beneficios privados totales), ni es estable, ya que a la derecha de E
los contaminadores pueden compensar a los contaminados para aceptar incrementos de
contaminación y, a la izquierda de E, los contaminados pueden compensar a los
contaminadores hasta un output cero. En b) CME tiene una pendiente menor pero corta a
BM desde abajo. En este caso, E es tanto estable como óptimo. Esta situación en a) causa
dificultades para la solución negociada, aunque podemos ver que, si los titulares de los
derechos de propiedad son los contaminadores y, por tanto, Q es el punto de partida, la
ausencia de acuerdo será Pareto óptima si los costes externos totales en Q son menores
que los beneficios privados totales. Yendo más al grano, debemos preguntarnos hasta qué
punto es realista un CME descendiente. Una razón es, esencialmente, que las empresas
no pueden perder más que sus costes fijos.
Si la externalidad que causa las pérdidas de la empresa alcanza una cantidad equivalente a
los beneficios de la empresa calculados como margen o diferencia sobre los costes
variables, la empresa cerrará, provocando una discontinuidad en la curva CME, de tal modo
que CME = 0. Sin embargo, no está claro si este razonamiento en concreto produce algún
problema serio. Quizá sea mejor pensar en este caso estableciendo un límite dentro del
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cual pueda tener lugar cualquier política de corrección de externalidad. Esto no significa
que la curva CME tiene que tener una pendiente decreciente en toda su longitud, sino que
no tenemos más que una discontinuidad eventual. Sin embargo, Baumol y Bradford (1972)
han proporcionado un argumento más general sobre la no convexidad. De nuevo, el
análisis es en términos de externalidades entre empresas, pero parece que los resultados
son sostenibles para todas las categorías de externalidad. El argumento sostiene que la
propia existencia de efectos externos puede ser suficiente para inducir una situación de no
convexidad. Pensemos en dos empresas, P, que produce un bien que tiene como efecto
colateral contaminación, y S, que produce un bien que no contamina pero que sufre la
contaminación de P.
CME
BPMN CME (a)
BPMN
0 Q* Q Q
CME
BPMN BPMN (b)
CME
0 Q* Q Q
B
A 400
20
B’
A’ 10 H 200
100
C
-8 -4 0 -8 -4 0
Ocio (trabajo)
P output
20
PP1
10
PP2
En el gráfico A5.3 las pérdidas totales de la industria S crecen a un ritmo constante. Esto
quiere decir que la curva CME es horizontal. La concavidad de la curva de posibilidades de
producción se ve reforzada tanto si la industria S experimenta una función de producción
con rendimientos decrecientes como si experimenta una función de producción con
rendimientos crecientes cuando la externalidad no está presente. En cada caso, la curva
CME será creciente. Sin embargo, para que CME sea decreciente, la empresa S deberá
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tener, bien una función de rendimientos crecientes con la externalidad, o bien una función
de rendimientos decrecientes sin la externalidad.