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Las Tesis sobre Feuerbach son “nuestro alfa y nuestro omega” (anexo de Respuesta a un
crítico, 30 de noviembre de 1963).
La filosofía es “lucha de clases en la teoría” (Respuesta a John Lewis, 1972). [La teoría
(ciencia y filosofía) se inscribe en la materialidad como materialidad] [La teoría nace allí
donde tiembla la ideología, en sus márgenes; ¿se trata de una materialidad sin psicología
(subjetividad), previa e irreductible a toda psicología y, por tanto, a ser “objeto”, objetivable?].
[Título provisorio: La materialidad de la ciencia en la filosofía contemporánea]
Como si cierto horizonte acompañase tácitamente, como una suerte de condición geográfica
abstracta, a quien itinera.
Pareciera haber cierta distinción entre lo psicológico y lo real, o entre una realidad efectiva,
cotidiana, y una realidad imaginaria. Pareciera haber en la materialidad una dimensión que
nos afecta en la medida en que importa o comienza a importar (pues también esta
materialidad sería historial) a la existencia humana: su significatividad, su destinalidad
(¿teleología?), su usuariedad. La materialidad afecta a la existencia humana no si deviene
signo, sino si la señala o alcanza como sensoriedad: ella, la materialidad a la existencia (o al
cuerpo), y no al revés. El acontecer de la materialidad consiste en esta posibilidad (posibilidad
que no es un acontecimiento anticipable mediante la imaginación, puesto que no se halla
dentro del horizonte; su destinalidad nos espera sin que podamos nosotros esperarla a ella).
La materialidad nos afecta encentándonos, o haciendo de nosotros seres encentables,
sufrientes, víctimas, heridos. La materialidad no está verdaderamente en nosotros más que
viniendo o por venir: no como subjetividad (real, efectiva), sino como imaginación. La
sensación no sería del mismo orden que la materialidad que la produce.
Al parecer Althusser distinguiría entre el puro estar en el lenguaje, esto es, la abstracción o el
mito, cuya “realidad” no sería otra más “que la del discurso y la intención” (p. 43), una pura
existencia mítica o una existencia, un “acontecimiento histórico” o un “fenómeno real sin
necesidad interior” (p. 44), cuya “realidad” reposa sobre un mito, y el estar en la verdad de la
realidad. En el caso del primero se trataría de una ideología, esto es, “un movimiento de
opinión históricamente incomprensible sin un recurso al contexto [histórico] en el cual
aparece [se muestra, exhibe]”. (p. 44) La ideología tendría un contenido imaginario, y es por
ello que no puede poner en cuestión “las distinciones reales de la historia”. (p. 45) De lo que
se trata es de “confrontar esta ideología con la historia en la que se muestra y de elucidar la
razón de este [contenido] imaginario en una historia verdadera”. (p. 45) Y añadirá en una nota
que “esta empresa es peligrosa” (p. 45). Una crítica de todo reduccionismo de las causas
materiales a “causas psicológicas” (p. 45). Se trataría de cierta “confusión”, confusión que no
cesa de beneficiar a algunos. Se trataría de “un mito confusional” o “confundidor”
(confusionnel), de una operación mítica que cubre, oculta o esconde (cache) “las verdaderas
razones y las realidades presentes” (p. 46), ignora los antagonismos sociales, las “posiciones”
esenciales del capitalismo, sirve a aquello que no invoca, arranca a los hombres “de la
realidad misma de su existencia, de su lucha cotidiana, política y social” (p. 48), y los fija en
mitos.
“Aquellos sostienen que depende del hombre el que la técnica lo libere en lugar de someterlo
[l’asservir], que su trabajo lo libere [l’affranchisse] en lugar de destruirlo; sería monstruoso
que el hombre que descubre la energía atómica no descubriese también su utilización para el
bien del hombre. Pero este desvío [détournement] atómico no es nuevo: la bomba no es más
que un producto del trabajo humano, y el mundo en el que la humanidad tiembla ante su obra
es la imagen desmesurada de la condición proletaria en la que el trabajador es sometido
[asservi] por el producto de su propio trabajo; se trata, sencillamente, del mismo mundo. [...]
la vía de reconciliación del hombre con su destino es esencialmente la de la apropiación de
los productos de su trabajo, de su obra en general y de su historia tanto como de su obra. Esta
reconciliación supone el paso del capitalismo al socialismo por la liberación del proletariado
obrero, quien por este acto puede no sólo liberarse a sí mismo, sino incluso liberar a la
humanidad entera de su contradicción, y por sobretodo del espanto apocalíptico que la asedia.
El destino es la conciencia de sí como de un enemigo, decía Hegel. Esperamos el
advenimiento de la condición humana y el fin del destino. Pero sabemos el precio de este
esfuerzo, y la lucidez que requiere. La solución sólo será dada en la lucha [...]. En este
combate lucharemos también contra los mitos que quieren robarnos la verdad: tenemos
hambre de verdad, y la amamos como el pan, cuyo sabor ella tiene. En este combate
rechazamos la buena voluntad, pero nos hace falta la voluntad y los camaradas que acepten
oír y ver. No son los sordos y los ciegos quienes guiarán a los hombres hacia la amistad de
su destino”. (pp. 48-49)