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S.·. F.·. U.·.

Leyenda del Grado de Maestro y su interpretación Filosófica y


Moral

La palabra leyenda viene de la voz latina legendus, que significa para ser leído, pero en
realidad se refiere a la historia de los seres y las cosas; es también un relato acerca de los
sucesos extraordinarios contenidos en los mitos y demás narraciones más o menos
fantásticas ya sean tradicionales o del orden poético.

En la masonería la inspiración contenida en la leyenda es lo que constituye la base de los


ceremoniales dogmáticos dentro del ritualismo simbólico que corresponde conocer en el
tercer grado; puesto que hace alusión al verdadero simbolismo filosófico que se imparte
dentro de las enseñanzas esotéricas, que se dan a conocer por medio de los conceptos
que se han vertido sobre la inmortalidad.

Desde hace muchos siglos, en Egipto, se le daba el nombre de Cámara del Misterio o de la
Muerte, a lo que ahora llamamos tercero y último grado, que sólo se impone en la Cámara
del Medio, precisamente porque es en la que los masones reciben su instrucción
preparatoria dentro de la filosofía masónica. El maestro, después de su larga y penosa
peregrinación dentro del simbolismo, llama a las puertas de lo desconocido, o de lo
incomprensible, aun cuando nosotros tenemos la convicción de que sólo se trata de una
situación transitoria para el iniciado; puesto que inmediatamente después debe
entregarse a una serie de investigaciones científicas a fin de poder descubrir los
verdaderos misterios que contiene en su esencia la muerte; es decir, resulta indispensable
que el cuerpo se despoje de su envoltura material, que el hombre conoce como
quintaesencia de la especie, para que pueda elevarse espiritualmente hacia las altísimas
cumbres que le proporcionan las ciencias ocultas; en donde irremisiblemente recibe la luz
purísima que lo ilumina desde el oriente, cuyos refulgentes rayos representan al emblema
de lo que nosotros llamamos inteligencia humana. Esta sublime alegoría siempre se
mantendrá inalterable, por cuya razón se encuentra contenida en las leyendas de las
religiones y de las sectas; aun cuando bajo diferentes denominaciones, en consecuencia,
resulta que siempre inspira el espíritu de la misma idea, finalidad y esencia.

La palabra moral deriva de la latina moralis, y se le considera como todo aquello que no es
posible apreciar por medio de los sentidos, sino que se hace necesario emplear la razón, el

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entendimiento y la contienda del hombre; no corresponde al orden jurídico puesto que su


esencia pertenece el fuero interno en este caso sólo se trata de las cualidades que se
aprecian por medio de la bondad, el pudor y la malicia humanas.

Dentro del orden masónico se entiende y se define a la moral como una aplicación sana
de la ciencia de las costumbres; trata de las relaciones que existen entre todos los seres
humanos en relación con su conducta, el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de
sus obligaciones, que se aprecian como consecuencia de los lazos de estrecha unión entre
los hombres; también a esa ciencia se le conceptúa como el conocimiento consciente del
buen comportamiento y urbanidad, de donde necesariamente viene también la estricta
observancia de la educación cívica de que deben estar dotados todos los seres poseídos
de la inteligencia cuya concepción les obliga a conservar el orden, la armonía y las
relaciones de amistad que les hace vivir en sociedad.

Para que la moral tenga una aplicación netamente universal debe ajustarse en sus
procedimientos a los principios fundamentales por los que se rige y los que nosotros los
masones llamamos naturaleza general del hombre, porque es un sistema de urbanidad
que se encuentra firmemente apoyado sobre la esencia de las cualidades que nos
proporciona sólo la virtud para toda la humanidad, en cuyo seno deben ser practicadas
por la totalidad de los hombres como facultades innatas que nos distinguen de los demás
animales.

Existe un mal común que siempre aqueja a la humanidad en general, se trata de la triple
representación de las nefastas plagas sociales que la denigran: ocio, pereza y apatía,
dichas lacras son hijas legítimas de otra trinidad implacable: ignorancia, hipocresía y
ambición; estos males se encuentran personificados en la leyenda de Hiram Abif por los
tres compañeros conspiradores Jubelás, Jubelós y Jubelón, quienes durante el desarrollo
del drama representan el papel de traidores y asesinos.

La sublime lección de moral que se materializa dentro de la narración de la leyenda, nos


proporciona una idea clara de que debemos combatir por todos los medios posibles a la
ignorancia, para no permitir que su nefasta influencia haga pasto de la humanidad; en
cuanto a la hipocresía, debemos procurar también desenmascararla para evitar en forma
radical su nociva acción entre las masas populares y a la ambición debemos colocarle un
ajustado freno para obligar a restringir sus odiosos resultados al mirar a la conciencia

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humana, cuyas terribles consecuencias acarrean siempre los trastornos propios de la


disolución social.

Tengamos en cuenta, esa constante lucha que entablan los males contra los bienes, la
ignorancia contra la ciencia, desdicha contra felicidad, poderoso contra débil, virtud
contra vicio y algunos otros. Esa constante e interminable lucha por lograr el dominio de la
conciencia del hombre, es a lo que nosotros los masones determinamos como un símbolo
sublime por medio del cual la luz siempre despejará las tinieblas.

No nos queda más que continuar nuestros estudios, trabajar acordes con la ideología de
los preceptos masónicos con el fin de fortalecer en lo posible la capacidad intelectual que
cultivamos; pero sin dejarnos arrastrar en nuestras convicciones, sólo por la indiscreta
influencia de la curiosidad; sino más bien mediante nuestra convicción y buena voluntad
que demostramos al buscar nuestro perfeccionamiento moral y espiritual dentro de los
principios fundamentales de la más pura y verdadera ética social.

Por último, si la influencia benéfica que nos proporciona la gloria para el hombre que supo
ser útil a dios, a sus semejantes y a sí mismo, lo dignifica y lo enaltece; es indudable que
con toda razón se hará digno también de una inmortalidad honrosa y de un bienestar
eterno por lo tanto, dentro de nuestro futuro sepamos pues cumplir con esa sagrada
misión durante el período de nuestra vida, puesto que de ello depende la felicidad de
nuestro espíritu y la satisfacción de nuestro ánimo dentro de las altas esferas de la
inmortalidad.

Es cuanto.

M.·. M.·. Alberto Pantaleón Escobar Díaz

Or.·. de Saltillo, Coahuila a 26 de Mayo de 2016 E.·. V.·.

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