Está en la página 1de 1

El poder del grupo

Los agrupamientos humanos, por la lucha de intereses comunes, pueden tener


dos facetas. Los humanos se pueden agrupar para hacer el mal, dígase de las bandas de
delincuentes, o para hacer el bien, como es el caso de los grupos que luchan por la
defensa de sus derechos.

Lo mismo encontramos en la Escritura, hubo quien se agrupó para rebelarse,


como es el caso del pueblo en contra de Moisés: << Todos ellos se reunieron y, se
enfrentaron con Moisés y Aarón>> (Nm 16, 3). Pero hubo también momentos en que el
pueblo, unido, hizo grandes cosas, como cuando derribaron Jericó uniendo fuerzas del
pueblo, los sacerdotes y los soldados (Jos 6, 15-20).

A la luz de esto, pensemos en nosotros, en nuestra Iglesia. Nos une un interés


común: la extensión del Evangelio y, con ello, del Reino de los Cielos. Hay mucho,
muchísimo por hacer. Un mundo necesitado de todo tipo de ayuda humanitaria, moral,
espiritual. Debemos entender que nuestra fuerza viene de la comunión. Un mismo interés
nos une, una misma misión nos compromete, pero como todos los grupos conformados
por humanos, la división, la competencia o los pecados de la lengua pueden debilitarla en
su fuerza.

Nutridos por tantas parroquias, tantos grupos parroquiales, tantas comunidades


religiosas, etc., ¿Por qué a veces parece que en la Iglesia tenemos poca fuerza de
impacto? ¿No será que nos hace falta, respetar nuestros respectivos métodos y carismas
y unir fuerzas para ello?

No queremos hacer un juicio para ella, si está o no fracturada, sino más bien en
estas líneas proponer positivamente una opción, hace falta que, como Iglesia,
aprendamos a unir fuerzas en la misión que tenemos.

Y esto porque nuestro impacto no debe ser solo en el sentido devocional, hacer
que todo mundo vaya a Misa y ya, necesitamos tener impacto también de tipo social.
Necesitamos ayudar a que la delincuencia disminuya, a que la corrupción sea menos, a
que la pobreza no esclavice a nuestros hermanos.

Si aprendemos a unirnos, nos podemos cuidar entre nosotros, podemos defender


los derechos a la vida, la justa distribución de los bienes, hacer presión social para
detener acciones que atentan contra nuestros principios, todo esto de manera pacífica;
dígase por ejemplo lo que se ha hecho por la familia o las marchas en favor de la paz o de
la justicia, en donde la Iglesia, al igual que otras denominaciones católicas, ha estado
presente.

Por tanto, querido lector, si acostumbras ir a Misa, si perteneces a algún grupo


parroquial y te sientes parte de la Iglesia, es necesario pensar en esto. La Iglesia necesita
de ti, de tu fuerza, de tu participación para cumplir juntos la misión encargada de parte de
Jesús. ¡Cuántas cosas podríamos hacer juntos! ¡Cuánto podríamos hacer si todos
cooperamos para la misma misión!

También podría gustarte