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Subsidios sobre Aparecida

15 Aniversario.

DISCÍPULOS MISIONEROS AL ESTILO APARECIDA

¡Necesitamos un nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las


personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y
compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de
“sentido”, de verdad y amor, de alegría y de esperanza! (DA 548)

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ÍNDICE:

DISCÍPULOS MISIONEROS AL ESTILO DE APARECIDA - Página 1

INTRODUCCIÓN - Página 3

LA CATEQUESIS - Página 6

LA LITURGIA - Página 8

LA FAMILIA - Página 10

LOS PROCESOS DE FORMACIÓN - Página 12

EL ARTE Y LA MÚSICA - Página 15

LA FORMACIÓN DE LOS CONSAGRADOS - Página 18

LOS MIGRANTES - Página 21

RELIGIOSIDAD POPULAR - Página 24

PROBLEMÁTICAS SOCIALES - Página 26

LAS ADICCIONES - Página 27

CONTACTO - 28

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INTRODUCCIÓN

Como Cristianos comprometidos y seguidores del mayor líder de la historia,


aquel capaz de marcar la historia de la humanidad en dos partes (antes de Cristo y
después de Cristo), estamos llamados a ser protagonistas en la sociedad de la cual
formamos parte, ello lo haremos con los dones que el mismo Padre Dios nos regaló
para ser felices en la tarea y buscar la santidad. Recordemos que Jn 20, 21 nos
dice, Así como el Padre me ha enviado a mí, así yo también los envió a
ustedes.

En amplios sectores de la población, y especialmente entre los jóvenes,


crece el desencanto por la política y particularmente por la democracia, pues las
promesas de una vida mejor y más justa no se cumplieron o se cumplieron sólo a
medias. En este sentido, se olvida que la democracia y la participación política son
fruto de la formación que se hace realidad solamente cuando los ciudadanos son
conscientes de sus derechos fundamentales y de sus deberes correspondientes.
(Aparecida 77)

Siendo muy cierto lo que decimos en el primer párrafo como misión general
nuestra y lo que se nos expone en este numeral del documento conclusivo de la V
Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del caribe, podemos
entender que sería como un grito de auxilio en la sociedad pidiendo reencaminar
pasos de reconstrucción de tejido social herido, de amistad social que nos permita
darnos cuenta que necesitamos poner a la persona humana por sobre todo y en

los lugares donde más postergada esta. Y siendo la política la forma más alta de
caridad (Papa Francisco), entonces se hace necesario formarnos en la Doctrina
Social de la Iglesia y tener participación activa en espacios de decisión pública con
el objetivo de colaborar con la misión que Dios soñó para cada uno de nosotros, y
para todos en conjunto como familia en esta casa común.

Los mejores esfuerzos de las parroquias, en este inicio del tercer milenio,
deben estar en la convocatoria y en la formación de laicos misioneros. Solamente a
través de la multiplicación de ellos podremos llegar a responder a las exigencias
misioneras del momento actual. También es importante recordar que el campo
específico de la actividad evangelizadora laical es el complejo mundo del trabajo, la
cultura, las ciencias y las artes, la política, los medios de comunicación y la
economía, así como los ámbitos de la familia, la educación, la vida profesional,
sobre todo en los contextos donde la Iglesia se hace presente solamente por ellos.
(Aparecida 174)

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La pregunta inmediata que me viene a la cabeza es, ¿en qué espacio y
momento me estoy comprometiendo con este esfuerzo que hacemos todos en
conjunto?, si bien suena muy amplio e inabarcable, nos da la impresión que hace
falta un milagro para poder alcanzarlo. Justamente por ello la gran necesidad de que
cada uno de nosotros pongamos esas dos monedas o esos cinco panes y dos
pescados, (es decir pongamos TODO lo que tenemos) para que Dios pueda hacer
luego el milagro. Tengamos presente que antes de cada milagro de Jesús hacía
falta contar principalmente con dos cosas: un corazón agradecido que quiere servir,
y una actitud de entrega total y sin medidas. Ósea que no hay espacio para la queja,
crítica destructiva, u opiniones como si no fuéramos parte integrante de la sociedad
de la cual hablamos.

El discípulo y misionero de Cristo que se desempeña en los ámbitos de la


política, de la economía y en los centros de decisiones sufre el influjo de una cultura
frecuentemente dominada por el materialismo, los intereses egoístas y una
concepción del hombre contraria a la visión cristiana. Por eso, es imprescindible que
el discípulo se cimienta en su seguimiento del Señor, que le dé la fuerza necesaria
no sólo para no sucumbir ante las insidias del materialismo y del egoísmo, sino para
construir en torno a él un consenso moral sobre los valores fundamentales que
hacen posible la construcción de una sociedad justa. (Aparecida 506)

Es decir, necesitamos trabajar en equipo, caminar juntos, porque en


comunidad es más fácil. Parecería una misión imposible por la experiencia de vida
que tenemos de lo que describe este numeral del Documento conclusivo de
Aparecida, sin embargo, también es cierto que sabemos que estamos hechos para
vivir de otra manera, donde los egoísmos nos hacen daño y no dejan sacar a luz lo
mejor que cada uno de nosotros tiene. Por lo que podríamos concluir que la
estrategia seria perseverar en la postura de servir en comunidad por el bien común,
apoyándonos en la oración y en acción para con el que más necesita, teniendo una
actitud de escucha y comprensión para con el que piensa distinto, buscando el
consenso.

Los obispos reunidos en la V Conferencia queremos acompañar a los


constructores de la sociedad, ya que es la vocación fundamental de la Iglesia en
este sector, formar las conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, y
educar en las virtudes individuales y políticas. Queremos llamar al sentido de
responsabilidad de los laicos para que estén presentes en la vida pública, y
más en concreto “en la formación de los consensos necesarios y en la
oposición contra las injusticias” (Aparecida 508)

Podemos ver claramente, de manera concreta cual es el pedido, cual es


el compromiso a asumir, sabiendo que no es fácil, pero es necesario. Ante la
falta de motivación personal para embarcarnos en tal desafío, quizás por
miedo a fracasar o a creer que no sea posible, y esto nos va dejando fuera
antes de empezar, podríamos preguntarnos si: prefiero vivir intentando
aquello por lo cual considero es el IDEAL DE LA VIDA, a pesar que pueda

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morir sin llegar a ver los frutos de mi esfuerzo. O bien prefiero vivir sin
intentar, a lo largo de mi existencia en esta tierra, si era o no capaz de dejar el
granito de arena necesario por el cual vine a este mundo.

Para ir concluyendo, quiero agregar algunas ideas que nos comparte


nuestro Papa Francisco en Fratelli Tutti: La política debe entregar las
herramientas necesarias para favorecer el encuentro de un rumbo común. Sin
duda una de ellas es el diálogo, pues ¿Qué ejemplo de fraternidad y amistad
cívica se puede dar si ni siquiera quienes tienen el rol de liderar están
dispuestos a sentarse a conversar? Finalmente, como dice el Papa, quien
carece de disposición al diálogo carece de disposición a perseguir el bien
común. La política no solo puede ofrecer espacios de diálogo, también puede
colaborar estimulando los vínculos y la caridad social. Eso puede llevarse a la
práctica con el apoyo a familias y comunidades locales, así como también a
las sociedades intermedias, vecinales, educativas, culturales, religiosas,
deportivas, etc.

EL DESAFÍO: Involucrarse con alma corazón y vida en la política,


hacerlo sin miedo y con convicción, quizás acompañado de otros amigos en
Cristo, en comunidad. Debe ser un SÍ como el de la Virgen María, sin medidas,
no un “vamos probando”, sino un SÍ, sabiendo que, si con Dios estamos,
entonces quién contra nosotros.

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LA CATEQUESIS SEGÚN APARECIDA

El documento de Aparecida nos desafía a ser discípulos misioneros, en


salida y viviendo en plenitud nuestra vocación Cristiana, dejándonos mover por la
fuerza del Espíritu Santo, que con su potencia de vida moviliza y transfigura todas
las dimensiones de la existencia.

La catequesis no es solo un ámbito dentro de la iglesia si no una manera, un


proceso, un camino de encuentro y conocimiento de Jesus, nuestro maestro.

Frente a la realidad que nos rodea donde muchos de nuestros hermanos


dejaron de asistir a las celebraciones litúrgicas, de participar activamente en la
iglesia, dejaron de creer o tienen una fe inmadura (286) estamos invitados a
preguntarnos la manera como estamos educando en la fe, como estamos
alimentando la vivencia cristiana, como acompañamos este camino de fe desde la
iniciación en la vida cristiana. (287) Este camino de iniciación cristiana que incluye el
kerigma, es la manera práctica de ponerse en contacto con Jesucristo e iniciar en el
discipulado. Recordemos que comienza con los sacramentos del bautismo,
comunión, confirmación. (288)

Podríamos entonces preguntarnos ¿Qué anunciamos? ¿Ese kerigma recibió


es la gran buena noticia que compartimos con los demás? ¿En que se basa nuestra
catequesis? ¿Son sólo contenidos o encuentros con alguien? (288-289)

Nuestros obispos en aparecida nos invitan a vivir la catequesis como un


proceso, un itinerario formativo como lo fue desde los primeros años de la Iglesia,
donde la experiencia del encuentro vivo y persuasivo con Cristo era determinante,
recordemos que las primeras catequesis fueron anunciadas por testigos auténticos
de Cristo, aquellos que vivieron cerca de Jesus, experimentaron su cercanía, sus
palabras, compartían esta experiencia con los hermanos, “catequizándolos”, y estos
a sus vez al experimentar a Cristo vivo se volvían en catequistas compartiendo esta
experiencia de Jesus en sus vidas, se trata entonces de una experiencia que
introduce en una profunda y feliz celebración de los sacramentos, con toda la
riqueza de sus signos y de este modo la vida se va transformando progresivamente
por los santos misterios que se celebran, capacitando al creyente para transformar
el mundo. A este proceso es lo que se llama “catequesis mistagógica” (290)

Ser discípulos es un don destinado a crecer. Para que este crecimiento sea
efectivo y verdadero, es necesario un aprendizaje gradual en el conocimiento, amor
y seguimiento de Jesucristo. Es desde este encuentro con la persona de Jesús
donde se forja la identidad cristiana con las convicciones fundamentales y que
acompañarán la búsqueda del sentido de la vida. (291)

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(292) Los rasgos del discípulo al que apunta la iniciación cristiana serían
según los obispos en Aparecida:

1) Que tenga como centro la persona de Jesucristo, nuestro salvador y


plenitud de nuestra humanidad.

2) Que tenga espíritu de oración

3) Sea amante de la Palabra

4) Practique la confesión frecuente y participe de la Eucaristía.

5) Que se inserte cordialmente en la comunidad eclesial y social,

6) Sea solidario en el amor y fervoroso misionero.

(293-294) El lugar privilegiado para la iniciación cristiana es la parroquia y


está a de buscar que este camino formativo sea apropiado tanto para los adultos no
bautizados o no suficientemente evangelizados, para los niños bautizados en un
proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana, iniciar a los no bautizados
que escucharon el Kerigma y quieren abrazar la fe. Por lo tanto exige no sólo una
renovación de modalidad catequística de la parroquia, sino un proceso catequístico
formativo adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana que sea asumido en
todo el continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida
cristiana, y como la catequesis básica y fundamental. Después vendrá la catequesis
permanente que continúa el proceso de maduración en la fe, en la que se debe
incorporar un discernimiento vocacional y la iluminación para proyectos personales
de vida.

(295-296-297) Si bien han existido grandes pasos en la catequesis, un


progreso donde se ha brindado tiempo a la preparación para los sacramentos, se ha
tomado mayor conciencia de la necesidad de una mejor catequesis acompañada
por la familia y los pastores, se han constituido comisiones de catequesis a nivel
diocesana o parroquiales, hay un gran número de personas que brindan su tiempo y
entrega para la catequesis, hay también un camino por seguir recorriendo
donde la formación teológica y pedagógica de los catequistas sea mejor
acompañada, donde los materiales y subsidios que son variados se integren
en una pastoral de conjunto; y sobre todo que estos sean portadores de
métodos pedagógicos actualizados, es necesario que las familias, los
párrocos y laicos se sientan responsables de ser los primeros catequistas.

(298, 299,300) ¿A dónde queremos llegar? A que el fortalecimiento de la


identidad cristiana pase por una catequesis adecuada que promueva una
adhesión personal y comunitaria a Cristo, sobre todo en los más débiles en la
fe.

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Es por esto que la catequesis no debe ser sólo ocasional, reducida a los
momentos previos a los sacramentos o a la iniciación cristiana, sino más bien
“un itinerario catequético permanente” para que, en verdad, el pueblo conozca a
fondo a Cristo y lo siga fielmente, debe ser conducido especialmente en la lectura y
meditación de la Palabra de Dios, que es el primer fundamento de una catequesis
permanente.

No puede la catequesis limitarse a una formación meramente doctrinal sino


que ha de ser una verdadera escuela de formación integral. Se ha de cultivar la
amistad con Cristo en la oración, el aprecio por la celebración litúrgica, la
vivencia comunitaria, el compromiso apostólico mediante un permanente
servicio a los demás.

Para este fin nos servirán subsidios catequísticos elaborados a partir del
Catecismo de la Iglesia Católica y del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
Debe darse una catequesis apropiada que acompañe la fe ya presente en la
religiosidad popular. Podríamos implementar las visitas a las familias invitándolas a
la práctica de la oración familiar, a la lectura orante de la Palabra y al desarrollo de
las virtudes evangélicas que las consoliden cada vez más como iglesias domésticas.
Aprovechar pedagógicamente el potencial educativo que encierra la piedad popular
mariana. Es decir cultivando el amor personal a la Virgen, verdadera educadora de
la fe, que nos lleva a asemejarnos cada vez más a Jesucristo y provoca la
apropiación progresiva de sus actitudes.

En resumen podríamos decir que no se trata la catequesis donde solo


se comunique los contenidos de la fe, sino que conduzca a un encuentro vivo
con la persona de Jesus, una verdadera amistad con Jesucristo vivo.

LA LITURGIA SEGÚN APARECIDA

Si vemos y leemos con detención el índice del documento de Aparecida no


existe el término ni en los títulos, ni subtítulos del índice general del documento, ni
en el índice analítico.

Entonces ¿qué nos dice Aparecida sobre la liturgia? La respuesta sería que
la liturgia es una dimensión transversal que recorre toda la realidad eclesial. En el
documento de Aparecida encontramos referencias sobre la liturgia y los
sacramentos en todos sus capítulos.

Encontramos entonces estas referencias varias veces: En la introducción 2,


Cap. I-1, cap. II: 3, Cap.III:3, Cap.IV; 3, Cap.5; 18, Cap. VI: 29, Cap. VII; 6, Cap. VIII:
4 Cap. IX; 5, Cap. X; 5, Conclusión 1. O sea, 80 referencias, en un total de 554
números.

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Ese sencillo análisis nos dice que el mayor número de referencias sobre la
liturgia aparece en los capítulos centrales y más desarrollados del Documento; en el
V: “La comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia “y en VI: “Itinerario
Formativo de los Discípulos Misioneros” esa observación nos orienta a decir que lo
litúrgico-sacramental se ubica en el corazón de la visión y misión de la Iglesia que
tiene y promueve la V Conferencia.

Aparecida nos va a recordar que “la Eucaristía cumbre y fuente de la


comunión y del itinerario de los discípulos misioneros” (251)

Es ese lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo. Jesús
con este sacramento nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia
Dios y hacia el prójimo… Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la
vocación cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo que la
existencia cristiana adquiera verdaderamente una forma Eucaristía. En cada
eucaristía, los cristianos celebran y asumen el misterio pascual participando en él.
Por tanto los fieles deben vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo
a través de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida
eucarística. La Eucaristía fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo
tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. (252)

Fuente y cumbre, es un enfoque muy pragmático que busca renovar la iglesia


y dar calidad de discípulos misioneros a sus miembros dando una renovada calidad
a la celebración, sobre todo dominical (253) se entiende así la gran importancia del
precepto dominical, del “vivir según el domingo”, como una necesidad interior del
creyente, de la familia cristiana, de la comunidad parroquial. Sin una participación
activa en la celebración eucarística dominical y en las fiestas de precepto, no habrá
un discípulo misionero maduro. y al proceso de iniciación cristiana (285) y de
formación permanente (286) de los cristianos.

Encontramos a Jesucristo, de modo admirable, en la Sagrada Liturgia. Al


vivirla, celebrando el misterio pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los
misterios del Reino y expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y
misioneros. Tiene pues la liturgia un lugar y una función primordial en el
seguimiento de Cristo, en la acción misionera de los cristianos, en la vida nueva en
Cristo y en la vida de nuestros pueblos en El. (250)

Se nos invita pues a vivir la liturgia, como ese espacio donde penetramos en
los misterios de nuestra fe, la fe y la vida se unen, celebramos la Vida nueva de
Jesucristo en nosotros, celebramos con signos, sacramentales que expresan lo que
creemos, lo que celebramos, lo que anunciamos. Es por eso que en el documento la
piedad popular tendrá un espacio valioso, pues en ella donde nuestro pueblo
expresa de forma cultural lo que cree, lo que celebra, lo que anuncia. La piedad
popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y aunque también
se vive en una multitud, no es una espiritualidad de masas. Es una Fe, celebrada y
encarnada en la cultura. (260-261)

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La liturgia se ve plasmada en el documento al hablar de la Eucaristía,(252) el
precepto dominical(253), el sacramento de la reconciliación, lugar donde el pecador
experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece
de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, (254), la oración personal
y comunitaria donde el discípulo es alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva
una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del
Padre.(255) Jesús presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el
amor fraterno. (256) y en la piedad popular encarnada en la cultura de nuestros
pueblos. (258) una manera legítima de vivir la fe (264)

Vemos así que en todo el documento de Aparecida aunque explícitamente no


se encuentre una sección sobre la liturgia, todo el documento plasma este
encuentro vivo siempre con Cristo y es en este encuentro donde creemos,
celebramos y vivimos. Esto es la liturgia, el lugar donde cada discípulo
misionero se encuentra con Jesús en el que cree, celebra este encuentro de
amor y vive encarnadamente su fe.

LA FAMILIA COMO PRIORIDAD EN APARECIDA

El Documento de Aparecida, destaca la importancia central de la promoción


de la familia como prioridad misionera para el continente y para el mundo. En el
documento podemos encontrar 192 menciones a la familia o aspectos de la vida
familiar, el documento de la V Conferencia de Aparecida ha señalado que la
promoción de la familia es una de las prioridades en la misión evangelizadora

El capítulo 9 del documento, inicia afirmando que “La familia es uno de los
tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y es
patrimonio de la humanidad entera.” (N 432) La familia es el eje que atraviesa toda
acción evangelizadora, pero como bien lo dicen los obispos debe ser instrumento de
evangelización para otras familias “Dado que la familia es el valor más querido por
nuestros pueblos, creemos que debe asumirse la preocupación por ella como uno
de los ejes transversales de toda la acción evangelizadora de la Iglesia” (N 435).
Para que esta obra evangelizadora pueda crecer es importante que nuestra familia
pueda ir dando pasos como “Iglesia doméstica” en la oración personal y familiar, en
los sacramentos y en la apertura a los hermanos. ¿Cómo lograrlo? Te contamos el
testimonio de nuestra familia, ya que hoy todos los miembros de nuestra familia
sirven al Señor, creemos que fue importante llevar a nuestros hijos desde pequeños
a la iglesia con nosotros para vincularlos con una familia más grande, la iglesia.
Desde pequeños bendecir la mesa se transformó en un ritual familiar habitual, es
importante leerles la Palabra y orar con ellos desde pequeños, haciéndolos
partícipes de pequeños rituales. A veces es necesario tomar decisiones que vayan
más allá de nuestros sentimientos o emociones, por ejemplo al principio, nuestra

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hija adolescente no quería ir a su grupo de jóvenes de la iglesia, e iba obligada por
nosotros sus padres. Pero luego de a poco se fue integrando y hoy considera que
su parroquia es su segundo hogar donde se siente feliz y tiene amigos con los
cuales comparte la fe y la vida. Por eso es importante a veces como padres tomar
la decisión de Josué " Por mi parte, yo y los míos serviremos a Yahvé.»"(Josué, 24
.15). La decisión de que mi casa va servir al Señor, y darle gracias a Dios
anticipadamente en oración que va suceder es fundamental, porque la oración tiene
poder. Dice la palabra “, Les aseguro que, si tienen fe y no dudan (...), podrán
decirle a este monte: “¡Quítate de ahí y tírate al mar!”, y así se hará. Si ustedes
creen, recibirán todo lo que pidan en oración.”

(Mateo 21:21-22) ¿Queremos que nuestra familia se transforme en una


familia que sirva al Señor en su obra evangelizadora, una familia discípula y
misionera? Entonces oremos y tomemos decisiones que nos lleven a estar cada día
en una mayor comunión con El Señor, con los Sacramentos, con los hermanos y
sus necesidades.

El documento afirma la importancia del sacramento del matrimonio para la


familia “La familia cristiana está fundada en el sacramento del matrimonio entre un
varón y una mujer, signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de
Cristo por su esposa, la Iglesia.” (N 433).

El mundo nos plantea que es lo mismo que las parejas se casen o que
convivan, los obispos hacen referencia a lo fundamental del sacramento, ya que
nuestros matrimonios pueden atravesar distintas crisis, pero si estamos unidos a
Cristo, vamos a poder no solo atravesarlas, sino que podremos salir de dichas crisis,
con más fortaleza, crecimiento y unidad matrimonial. Con mi esposo en 25 años de
matrimonio hemos tenido dificultades de todo tipo, y hemos atravesado muchísimas
crisis matrimoniales, pero hoy miramos hacia atrás, y en la peor crisis de nuestro
matrimonio, recordamos que una imagen nos sostenía, era la imagen de estar
agarrados a una roca en medio de la peor tormenta e inundación que podamos
imaginar. Él es” Nuestra Roca”, sin Él no estaríamos juntos hoy. Él fue quien nos
sostuvo, y tomamos la decisión de agarrarnos firmemente de Él y no soltarnos más.
Hoy vamos caminando con Él y en El, eligiéndonos mutuamente todo los días con
mi esposo, pero sabemos que nuestra elección más importante es decirle Si a Él
Nuestra Roca. Como hace 25 años le dijimos SI en un altar, cada día tomamos la
decisión de decirle juntos “Si Señor, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y
en la riqueza, todos los días de nuestra vida.

El documento ubica que el origen de la realidad familiar está en la misma


Trinidad y hace una llamada de atención contundente sobre la defensa pública de
los valores más entrañables “Esperamos que los legisladores, gobernantes y
profesionales de la salud, conscientes de la dignidad de la vida humana y del
arraigo de la familia en nuestros pueblos, la defiendan y protejan de los
crímenes abominables del aborto y de la eutanasia; ésta es su
responsabilidad” (N 436)

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Esta llamada de atención es para todos, la familia debe transformarse en una
defensora del valor de la Vida, si bien es cierto que todos tenemos distintos niveles
de responsabilidad, como familias debemos trasmitir el valor de la Vida y debemos
defenderla y promoverla permanentemente.

Por ello es importante la advertencia que los Obispos hacen sobre “… los
presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar, encontramos la
ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación
sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana.
Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad
del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia” (N
40). Por ello es fundamental que salgamos de la indiferencia, y defendamos los
valores de la vida, y de la familia.

Termina con una enunciación de 14 acciones concretas y específicas que son


como una hoja de ruta para el despegue definitivo de la Pastoral Familiar en todo el
Continente. Temas como la formación permanente, el diálogo con gobiernos, la
paternidad responsable, la atención especial a matrimonios en situaciones
irregulares, a huérfanos, a madres adolescentes y solteras, a hogares incompletos,
entre otros.

Es importante que subrayemos que este documento resalta la prioridad de


que “ la familia asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la
Iglesia” (N 432) Para ello es necesario vivir como familia discípula y misionera ,
una familia que pueda estar en comunión ferviente con el Maestro, que lo ponga en
el Centro a Jesús , como su Roca , como dice la Palabra “Descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque
estaba fundada sobre la ROCA” (Mt 7.24).El gran desafío que nos propone este
documento es ser una familia que está cimentada como discípula de Jesús, y que
además es misionera porque sale en búsqueda de otras familias que están heridas,
divididas, o enfermas, y no conocen a Jesús. Este documento nos interroga en lo
más profundo de nuestro seno familiar ¿Estamos dispuestos a ser una familia
discípula y misionera?

LOS PROCESOS DE FORMACIÓN SEGÚN APARECIDA

El capìtulo seis del Documento de Aparecida nos introduce en la necesidad


de una respuesta de evangelización, concreta, que sea capaz de respetar los
procesos individuales de las Parroquias, pero que no se aleje de la propuesta
Cristocéntrica universal de “Id y haced Discípulos” (Mateo 28, 19)

Resalta cuatro particularidades importantes para poder responder más


eficazmente, a las necesidades de los tiempos que vivimos, siguiendo vivamente la
moción del Espíritu Santo. (Gaudium Et Spes 11)

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1. PROCESO.

No se trata de un método o una metodología, la aplicación de estrategias de


Evangelización deben centrarse en determinar un procesos, caminos que
determinen de manera cíclica una espiritualidad, un discipulado y una misión
desarrollada de manera permanente.

En este punto la clave es el acompañamiento y el desarrollo de los carisma


en función de las diferentes pastorales parroquiales. Su Santidad en el Documento
de Evangelii Gaudium nos habla de “Poliedro” figura de lados irregulares, donde
todos con un carisma propio podamos construir un camino para crecimiento de los
fieles laicos reunidos en comunidad. (Evangelii Gaudium 236)

2. ADAPTABILIDAD.

Una de las cosas que llaman la atención del Capítulo seis, numeral 278 es
la idea de “Aspectos Fundamentales” esta manera de llamar a cada uno de los
puntos del proceso de formación nos introduce en el desafío de la adaptabilidad. Ya
no se habla de acciones sucesivas, sino que cada acción está determinada por la
necesidad de cada Parroquia y su realidad, por la formación específica de sus laicos
y la espiritualidad y acompañamiento de sus Pastores.

Para que la Adaptabilidad se desarrolle es necesario una estrategia que


determine cada necesidad y potencie cada carisma. La base del un proceso de
formación que funciones es:

a. El descubrir de los Carismas por parte de los Laicos


b. La potencialidad de esos Carismas en la Pastorales
c. El camino de Formación de lo Laicos Referentes
d. El Acompañamiento de los Pastores y su apertura a crecer como comunidad
e. El lugar preferencial de la Espiritualidad como crecimiento individual y
comunitarios, y experiencia con Jesucristo.
f. La Misión siempre nueva y siempre activa.
g. La determinación de metas y objetivos claros que fomente un crecimiento
específico.
h. Una mirada cíclica para que siempre tengamos caminos de Evangelización y
referentes que preparen el camino de delegación.

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3. TRANSVERSALIDAD

También es importante destacar la importancia de la transversalidad. Una


mirada sobre la conformación de Pastorales que impliquen valores genuinos.

Una pastoral misionera no sólo puede estar compuesta por personas con
vocación de salida.

Una pastoral de jóvenes no puede estar conformada sólo por jóvenes.

Una pastoral de adicciones, no puede estar compuesta sólo por adictos


recuperados.

y así con cada pastoral…

Hoy los ámbitos sociales y culturales, incluso los religiosos. Lugares donde
nuestras pastorales funcionan están entrelazados y funcionan desde la pluralidad
como potencialidad, donde lo individual cerrado pierde peso y no llega a cumplir su
propósito.

En este camino todas las pastorales son importantes para el crecimiento


espiritual y desarrollo comunitario. Clave para volver a ver Parroquias llenas de vida.

4. ESPIRITUALIDAD

Por último una presencia viva del Espíritu Santo que ilumina y nos da las
herramientas para un mejor discernimiento tanto en el plano individual, como en el
comunitario; sólo se puede dar cuando tenemos tiempo de encuentro con Jesús
Vivo.

Presencia Sacramental, Adoración, Oración en Intimidad, Oración


Comunitaria. Lectura de la Palabra, Profundización, Transformación de Vida y
Compromiso Misionero.

No busquemos un camino de Evangelización que sea capaz de transformar


nuestra vida, nuestra parroquia, nuestro barrio, nuestra familia, nuestro país… si no
somos capaces de tener una Espiritualidad Madura. (Aparecida 278 A)

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EL ARTE Y LA MÚSICA SEGÚN APARECIDA

Este Documento es un texto muy analítico bastante extenso, que busca llegar
a todos los rincones donde esté la presencia de la Iglesia Católica en Latinoamérica
y el Caribe. Es importante destacar que este documento tiene una dimensión
bastante sensible a las necesidades materiales y espirituales de nuestros pueblos.
Por eso la Iglesia no quiere estar en una posición cómoda, sino comprometida en la

búsqueda de una verdadera identidad cristiana que dignifique nuestras vidas en


estas tierras latinoamericanas.

El arte en general como expresión sensible de las profundidades humanas


que son inefables, está también presente en la iglesia, en la vivencia, experiencia y
expresión de la fe. El documento de Aparecida es muy consciente de esta realidad.

Si bien el documento no desarrolla expresamente la realidad del arte y la


música en concreto, sabe que la dimensión artística es una pieza fundamental como
instrumento de evangelización, es por eso que en los diferentes puntos del
documento se va percibiendo la conciencia de los obispos con respecto a esta
realidad.

En el punto n°1 del discurso inaugural, el papa Benedicto XVI nos recuerda lo
siguiente:

“La fe en Dios ha animado la vida y la cultura de estos pueblos durante más


de cinco siglos. Del encuentro de esa fe con las etnias originarias ha nacido la rica
cultura cristiana de este continente expresada en el arte, la música, la literatura
y, sobre todo, en las tradiciones religiosas y en la idiosincrasia de sus gentes, unidas
por una misma historia y un mismo credo, y formando una gran sintonía en la
diversidad de culturas y de lenguas”.

De esta manera, el hoy emérito Papa, nos trae a la conciencia que mucha de
la tradición religiosa que sobrevivió a lo largo de los años en nuestros pueblos
latinoamericanos se lo debemos principalmente a la experiencia viva del arte: cantos
religiosos, esculturas, pinturas, dibujos, danzas originarias, etc.

Siguiendo esta idea, los obispos mencionan con gran lucidez:

“Las raíces católicas permanecen en su arte, lenguaje, tradiciones y estilo


de vida, a la vez dramático y festivo, en el afrontamiento de la realidad. Por eso, el

15
Santo Padre nos responsabilizó más aún, como Iglesia, en “la gran tarea de
custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios”. (7)

Sólo hace falta tener una memoria agradecida para saber reconocer que

En el capítulo II, de la primera parte, se hace un análisis de la “Mirada de los


discípulos misioneros sobre la realidad”. Aquí se percibe que hoy se sobrevalora al
individuo, logrando que se deje de lado la preocupación por el bien común para dar
paso a la realización inmediata de los deseos individuales. La cultura del consumo
descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La publicidad conduce
ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser
satisfecho. En este punto, los obispos advierten que esta cultura está impregnando
también el arte, la música y las diferentes manifestaciones religiosas (cf. 35). Es por
eso que nosotros tenemos la responsabilidad de estar alerta a esta realidad para
cuidar nuestra idiosincrasia.

Hemos dicho que el arte expresa aquellas realidades humanas que las
palabras no pueden hacerlo, y una de esas realidades es la alegría. Por eso es que
el capítulo III los obispos quieren expresar justamente “La alegría de ser discípulos
misioneros para anunciar el Evangelio de Jesucristo”.

Ante una vida sin sentido, Jesús nos revela la vida íntima de Dios en su
misterio más elevado, la comunión trinitaria (cf. Jn 14, 23). En este sentido los
obispos rezan así:

“Alabamos a Dios por el don maravilloso de la vida y por quienes la honran y


la dignifican al ponerla al servicio de los demás; por el espíritu alegre de nuestros
pueblos que aman la música, la danza, la poesía, el arte, el deporte y cultivan
una firme esperanza en medio de problemas y luchas.” (106)

De esta manera se reconoce que nuestros pueblos guardan celosamente el


tesoro de la fe en los cofres de las diferentes manifestaciones artísticas.

Sin embargo, debemos traer a la conciencia uno de los puntos altos de este
documento nos llama a ser discípulos misioneros. Desde esta perspectiva cabe
preguntarnos qué responsabilidad le cabe al discípulo misionero en cuanto al arte y
la música. Y los obispos nos ayudan y nos dan una luz. En el capítulo V, en donde
los obispos se detienen a ver a las parroquias como comunidad de comunidades
nos expresan que los mejores esfuerzos de las parroquias deben estar en la
formación de laicos misioneros. Esta formación no puede estar al margen de la
cultura, el arte y la música de cada pueblo, pues sólo a través de ellos podremos ser
uno más del pueblo. Porque es importante recordar que: “el campo específico de la
actividad evangelizadora laical es el complejo mundo del trabajo, la cultura, las
ciencias y las artes” (174). Esta misma idea podemos encontrarla en los puntos 210

16
y 283 donde los obispos nos exhortan a la formación de los discípulos misioneros en
vistas a los diversos campos de evangelización que cada día son más vastos.

A su vez, en el capítulo X del documento, la conferencia de Aparecida


reflexiona sobre “nuestros pueblos y nuestra cultura” y desde allí mira muy
positivamente las diversas formas de culturas presentes en el continente y piensa
en la manera de evangelizarlas. Allí citando al discurso inaugural del santo Padre
Benedicto XVI, los obispos coinciden en que algunas pistas encontraremos si
pensamos que esta realidad se ha expresado en el arte y la música. (Cf. 478).

“Pero, esta misma fe deberá engendrar modelos culturales alternativos para


la sociedad actual. Los cristianos, con los talentos que han recibido, talentos
apropiados deberán ser creativos en sus campos de actuación: el mundo de la
cultura, de la política, de la opinión pública, del arte y de la ciencia”. (480)

Sin embargo, el fundamento último de la presencia del arte y la música en la


evangelización es porque estas realidades tratan de reflejar la belleza de Dios. Así
lo manifiestan los obispos en el documento:

“Dios no es sólo la suma Verdad. Él es también la suma Bondad y la suprema


Belleza. Por eso, la sociedad tiene necesidad de artistas, de la misma manera como
necesita de científicos, técnicos, trabajadores, especialistas, testigos de la fe,
profesores, padres y madres, que garanticen el crecimiento de la persona y el
progreso de la comunidad, a través de aquella forma sublime de arte que es el ‘arte
de educar’”. (496)

Es bueno recordar que detrás de esta afirmación se encuentra lo que han


expresado los obispos reunidos en el Concilio Vaticano II. Con gran cordura y
clarividencia se indica en el número 122 de la Constitución Sacrosanctum Concilium
sobre la Sagrada Liturgia.

“Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan, con razón,
las bellas artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte
sacro. Estas, por su naturaleza, están relacionadas con la infinita belleza de
Dios, que intentan expresar de alguna manera por medio de obras humanas. Y
tanto más pueden dedicarse a Dios y contribuir a su alabanza y a su gloria cuanto
más lejos están de todo propósito que no sea colaborar lo más posible con sus
obras para orientar santamente los hombres hacia Dios”.

Finalmente, el documento de Aparecida recomienda que para irradiar y


comunicar la belleza de Dios a través de las manifestaciones artísticas deban
integrarlas a las diversas realidades de la vida social y eclesial.

“Les cabe también a las Iglesias de América Latina y de El Caribe crear


oportunidades para la utilización del arte en la catequesis de niños,

17
adolescentes y adultos, así como en las diferentes pastorales de la Iglesia. Es
necesario también que las acciones de la Iglesia en ese campo sean acompañadas
por un mejoramiento técnico y profesional exigido por la propia expresión artística.
Por otro lado, es también necesaria la formación de una conciencia crítica que
permita juzgar con criterios objetivos la calidad artística de lo que realizamos”. (499)

LA FORMACIÓN DE LOS CONSAGRADOS EN APARECIDA

El documento conclusivo de Aparecida se refiere de manera concreta a los


procesos de formación de los sacerdotes y de las religiosas y religiosos, a las casas
de formación y sus formadores. Esto lo desarrolla desde el párrafo 314 al 327.

Vamos a hacer un esquema que nos ayude a organizar la lectura de


estos números.

Ap. 314 y 315. Ap. 314. Espacio de la Pastoral Vocacional.

Pastoral
Vocacional.

Ap. 315. Urgencia de una Pastoral Vocacional integral y


transversal a todas las acciones pastorales de la Iglesia.

Ap. 316 al 325. Ap. 316. Comunidades discipulares.


Comunidades
Formadoras.

Ap. 317. Formadores.

18
Ap. 318 al 325. Ap. 319. Dimensiones de la
Procesos Formación.
formativos que
den respuesta a
la realidad. Ap. 319 y 320. Pilares de la Vida
Espiritual.

Ap. 321. Dimensión humana.

Ap. 322. Educación en la libertad.

Ap. 323. Formación intelectual.

Ap. 324. Formación en la vida


comunitaria y pastoral.

Ap. 325. Inculturación del proceso


formativo

Ap. 326.

Formación
permanente de los
presbíteros.

Ap. 327.

Otras casas
formativas.

Lo primero sobre lo que nos hablara el documento es sobre la importancia


que tiene la Pastoral Vocacional en cuanto acción de la Iglesia para acompañar
cuidadosamente el proceso de maduración de la fe de todos aquellos que se sienten
llamados a vivir una vida de servicio consagrada a Dios y su Pueblo, sea en la vida
sacerdotal, religiosa o laical.

19
Por eso la Pastoral Vocacional debe ser fruto de una sólida pastoral de
conjunto, diríamos hoy de un verdadero camino sinodal. El papa Francisco nos dirá
en el documento Cristo vive que toda Pastoral Juvenil es una Pastoral Vocacional,
podríamos decir que Aparecida amplia este aspecto haciendo de todas las
Pastorales un Pastoral Vocacional. Es responsabilidad de todo el pueblo de Dios,
desde la familia, las comunidades catequísticas, los grupos y movimientos juveniles,
la liturgia y los espacios de actividad misionera y apostólica comunitaria, generar
espacios para que todos puedan madurar su fe y abrir el corazón al llamado de
Dios. Todo el Pueblo cristiano es responsable de promover, acompañar, apoyar y
formar en el proceso vocacional. Las vocaciones son don de Dios que su Pueblo
debe cuidar para que den fruto a su debido tiempo. (Ap 314)

Jesús sigue llamando a muchos hermanos, pero hay que generar los
espacios para que ellos se sientan abiertos a esa llamada de Dios. Que sepan que
el Señor les dará la gracia necesaria para responder con generosidad aun en medio
de los problemas generados por una cultura centrada en el consumismo y el placer.
(Ap 315)

En los números siguientes se referirá propiamente a las casas de formación.


(Ap 316 al 327).

Es necesario para la formación de los consagrados el ejercicio pleno de la


vida comunitaria a imagen de la primera comunidad discipular apostólica que se
configuraba con Cristo en el compartir la oración, la misión, las enseñanzas de
Jesús, etc. Todo esto va iluminando sus mentes y modelando su corazón para vivir
su entrega en una sólida espiritualidad de comunión según el modelo de Jesús el
buen pastor. (Ap 316)

En este espacio comunitario tienen un rol muy especial los formadores cuyo
testimonio, preparación y acompañamiento son decisivos para la configuración de
las vocaciones. El perfil de los formadores debe responder a las necesidades
presentes y futuras de nuestra Iglesia. (Ap 317)

Igual importancia tienen los proyectos formativos de los seminarios y otras


casas formativas que deben ofrecer un verdadero proceso integral que ayude a
madurar la vocación en las dimensiones humana, espiritual, intelectual, comunitaria,
y pastoral. El descuidar a los formadores o a los procesos formativos repercutirá
profundamente en la formación de los candidatos a la vida sacerdotal o religiosa.
Hablamos de los peligros de la fragmentación de la personalidad, la incapacidad de
asumir compromisos, no poder entablar relaciones afectivas humanamente
maduras, debilitamiento de la identidad espiritual, etc., todo ello dificulta que un
consagrado viva verdaderamente como discípulo misionero. (Ap. 317, 318 y 319)

La vida espiritual de los seminaristas debe estar cimentada profundamente


en la Palabra de Dios, para que puedan tener un espacio donde profundizar el
encuentro personal con Cristo y establecer con el Buen Pastor una relación de amor

20
y amistad. El amor a la Virgen María también será un pilar para toda espiritualidad
que busca consagrarse a Dios en el servicio de su pueblo, ya que ella es madre y
maestra de los apóstoles. (Ap 319 y 320)

Las diferentes dimensiones del proceso formativo se detallarán desde el 319


al 324 de Aparecida. Se debe tener clara noción de que todas las dimensiones son
de vital importancia para configurar a verdaderos pastores que sean discípulos y
misioneros según el corazón del único y gran Pastor de las ovejas. Esta
configuración debe respetar la cultura y el bagaje que trae cada candidato. La
configuración con un modelo de vida consagrada no debe apartarlo nunca de su
pertenencia al pueblo de Dios que camina en una cultura concreta (Ap 325)

Los últimos números (Ap 326 y 327) nos hablarán de la necesaria formación
permanente de los presbíteros, y que al igual que los seminarios, las casas
formativas religiosas son de vital importancia.

LOS MIGRANTES EN APARECIDA

“…Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del


extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. (Éxodo 23:9)

La iglesia Latinoamérica en el documento de Aparecida, al fijar las


orientaciones de la iglesia en nuestro continente y haciendo una lectura e
interpretación de su realidad, no deja de lado a nadie, su mirada también llega hasta
los migrantes. La movilidad humana es el fenómeno humano que, quizá, más haya
marcado la historia de la humanidad. Siempre ha habido movilidad humana
enmarcada en las diversas contingencias de la historia. Hoy como ayer, este
fenómeno está presente en nuestro siglo XXI, con sus características y matices
propios. Si bien se trata de un fenómeno antiguo, que aparece con mucha
frecuencia inclusive en la Biblia, a tal punto que aquí llega a ser justo el símbolo más
elocuente de la condición de los creyentes, “forastero delante de Ti y huésped
como todos nuestros padres” (1 Cr 29,15). La iglesia no ha sido indiferente a
esto. Así lo reflejan los obispos latinoamericanos que en los numerales 411 a 416
del documento, se refieren concretamente a ello.

21
“…Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui
forastero, y me recogisteis”. (Mateo 25:35)

Hoy, de hecho, el destino de millones de personas itinerantes apremia a la


Iglesia a descubrir su originaria identidad migrante, sobretodo mientras reaviva las
motivaciones de sus actitudes de apertura y de disponibilidad y de consecuencia,
desarrolla actividades de socorro humanitario, para la tutela y la promoción de cada
persona humana.

El fenómeno migratorio, desde luego, no es un fenómeno nuevo en la


historia. Como tampoco lo es su atención por parte de la Iglesia. Una aproximación
al tema de las migraciones en clave de fe, nos debe llevar a ver este fenómeno,
siempre presente en la vida de la Iglesia, desde distintos puntos. Uno de ellos es sin
lugar a dudas la palabra de Dios, La Biblia: Antiguo y Nuevo testamento. A partir de
allí también será necesaria una reflexión sobre la teología de las migraciones, su
necesidad y sus elementos constitutivos. Y no deben faltar las consideraciones
éticas y filosóficas al respecto. En ese sentido también lo recoge y lo enseña el
magisterio de la iglesia, tal como se expresa en el documento de Aparecida.

La Iglesia como Madre, ya que por su universalidad y catolicidad se


considera “sin fronteras”, ha de desarrollar una espiritualidad y actitud de acogida,
para que incorporados a las comunidades eclesiales propias en cada parte, pueda
seguir su peregrinación como Pueblo de Dios, invitados también a ser discípulos
misioneros. En ella no hay extranjeros, todos son considerados sus hijos, sin
distinción de nacionalidad, raza, lengua, cultura. Todos los bautizados son miembros
de ella, perspectiva de visión que se extiende aun a aquellos que aún no han
recibido la gracia del bautismo, es decir a todos los hombres y mujeres sin
distinciones.

En este sentido, los pastores de América Latina y el Caribe, en el documento,


reflejan la preocupación ´por millones de personas, que por diversos motivos están
en constante movilidad y que muchas de ellas, en nuestro continente, han pasado a
ser emigrantes, desplazados y refugiados, especialmente por causas económicas,
políticas y de violencia.

Frente a esto, se invita a las iglesias locales: Diócesis, parroquia,


comunidades a estar atentos a esta realidad y acoger a quien llegue a nuestras
puertas y, al realizar esta acogida, estamos invitados a “conectarnos” con las
Iglesias particulares o diócesis de donde emigraron, para buscar una continuidad en
su vida cristiana.

En cuanto el modo, se invita también a valorar su propia riqueza espiritual y


cultural, que desde el Evangelio podemos recibir de ellos, de tal manera que no los
veamos como problema, sino como oportunidad de servicio y solidaridad. Los laicos,

22
especialmente, han de prepararse para animar y liderar acciones y actitudes de
acogida y servicio a estos hermanos. Es importantísimo trabajar por la tutela de sus
derechos legítimos y contrarrestar los atropellos que por su situación de inmigrantes
puedan padecer.

Considerando la preocupación de los pastores en la V Conferencia General


de Aparecida sobre los migrantes como nuevos actores sociales destinatarios de la
evangelización y futuros misioneros, se hace una reflexión interdisciplinaria, entre la
teología y las ciencias sociales, sobre el trabajador migrante como lugar teológico.
Poniendo en equivalencia las categorías de éxodo y migración, se intenta hacer
manifiesto el camino del esfuerzo del trabajador migrante que, en tiempos de
globalización, ve en el trabajo una vía de movilidad social ascendente desde la
pobreza del ser a la dignidad del trabajador asalariado como creatura de Dios.
Como ejemplo de solidaridad, de trabajadores misionando en función de
trabajadores, se presenta el caso de la integración regional sindical en red, y sus
modos de irrupción en el mundo de la determinación.

El documento pone el acento en que “la realidad de las migraciones no se ha


de ver nunca sólo como un problema, sino también y sobre todo, como un gran
recurso para el camino de la humanidad”. Por tal motivo, considero que ver al
migrante como ventaja y no como amenaza, puede ser el eje de una campana
social regional, no solo como políticas públicas coordinadas, sino también como
lugar teológico y como tarea pastoral.

En el Mensaje Final del documento de Aparecida, en el punto referido al


discipulado misionero al servicio de la vida, introduce el tema de los migrantes
como destinatarios del compromiso evangélico, y compromete a colaborar en la
generación de condiciones para una vida digna: “Nos comprometemos a defender a
los más débiles, especialmente a los niños, enfermos, discapacitados, jóvenes en
situaciones de riesgo, ancianos, presos, migrantes.. para garantizar condiciones de
vida digna: salud, alimentación, educación, vivienda y trabajo para todos”.

Los obispos ven que es insuficiente el acompañamiento pastoral a los


migrantes, ya que los “movimientos eclesiales no siempre se integran
adecuadamente en la pastoral parroquial y diocesana; a su vez, algunas estructuras
eclesiales no son suficientemente abiertas para acogerlos”.

Quizás se deba a que se está ante nuevos actores sociales, y sea necesario
conocer un poco más esa realidad. ¿Cómo es el migrante de la globalización? La
situación actual de América Latina –según datos de las CEPAL (Comisión
Económica para América Latina)- muestra un flujo de trabajadores migrantes de
treinta millones de personas por año, de los cuales cinco millones migran entre
países de la región. Solo el 5% de esa migración tiene educación terciaria. Frente a
estos datos no debemos dejar de ver la realidad Argentina que es una excepción en

23
la región, ya que sus migrantes en un 80% cuentan con formación terciaria, y migran
en su mayoría a Estados Unidos y Europa. Argentina no es un país exportador de
trabajadores, sino receptor, de mano de obra de países vecinos que deben ser
acogidos, promovidos, protegidos e integrados: he aquí el desafío y la misión para
toda nuestra Iglesia.

“Que el amor fraternal permanezca en ustedes. Y no se olviden de practicar la


hospitalidad, pues gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron
ángeles.”(Hebreos 13:1)

RELIGIOSIDAD POPULAR Y APARECIDA

La religiosidad popular es “rica y profunda, en la cual aparece el alma de los


pueblos latinoamericanos” son las palabras con las que el santo Padre destacó lo
que es la Religiosidad popular. Tan importante es que nos invita a promoverla y a
protegerla, merece nuestro cariño, respeto. Ya que en ella se refleja “una sed de
Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer.”

¿Qué es entonces la religiosidad popular? Es una manera de expresar la fe,


que está presente de diversas formas en todos los sectores sociales. Es la religión
del pueblo latinoamericano, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular,
profundamente inculturado, que contiene la dimensión más valiosa de la cultura
latinoamericana. (258)

Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas


patronales, las novenas, los rosarios y via crucis, las procesiones, las danzas y los
cánticos del folclore religioso, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas,
las oraciones en familia, las peregrinaciones. (259)

El documento pone énfasis en las peregrinaciones como ese lugar propicio


donde el peregrino al dejar su comodidad, al decidirse a ponerse en camino, es
reconocerse Pueblo en camino, el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en
medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera.

Ya solo el hecho de salir en camino hacia el santuario es confesar la fe, el


caminar es un verdadero canto de esperanza y la llegada es un encuentro de amor.

24
La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la ternura y la
cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio y lo disfruta en silencio.
Se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y des sus sueños. La súplica
sincera, que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha
renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve
instante condensa una vivía experiencia espiritual. (259)

La piedad popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y


aunque también se vive en una multitud no deja de ser una experiencia individual
que surge, en el rezo de un Ave Maria, en encender una vela, en una sonrisa
elevada al cielo, el Santuario se convierte en lugar de encuentro, sus paredes
contienen historias de conversión, de perdón y de dones recibidos, que millones
podrían contar. (260-261)

Solo si valoramos positivamente lo que el Espíritu Santo ya ha sembrado en


el pueblo, podemos profundizar y penetrar cada vez mejor la forma de vivir esta fe
encarnada en la cultura de los pueblos. Es por eso que el discípulo misionero tiene
que ser sensible a ella, percibir sus dimensiones interiores y sus valores
innegables. Cuando se dice que hay que evangelizarla o purificarla, no queremos
decir que esté privada de riqueza evangélica. Simplemente, deseamos que todos
los miembros del pueblo fiel, reconociendo el testimonio de Maria y de los santos,
traten de imitarles cada dia mas y así procurar un contacto más directo con la Biblia
y una mayor participación en los sacramentos, llegarán a disfrutar de la celebración
dominical de la Eucaristía y vivirán mejor todavía el servicio del amor solidario.
(262)

No podemos devaluar la espiritualidad popular, o considerarla un modo


secundario de la vida cristiana, porque sería olvidar el primado de la acción del
Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios. En la espiritualidad popular se
contiene y expresa un intenso sentido de la trascendencia, una capacidad
espontánea de apoyarse en Dios y una verdadera experiencia de amor teologal.

Es una espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, que, no por


eso, es menos espiritual, sino que lo es de otra manera.

Es por tanto la religiosidad popular una manera legítima de vivir la fe, un


modo de sentirse parte de la iglesia y una forma de ser misioneros, donde se
recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. En el ambiente de
secularización que viven nuestros pueblos, siguen siendo una poderosa confesión
del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. (263-264)

Que Maria desde Guadalupe nos recuerda que estamos en el pliegue de su


manto y en aparecida nos envía a lanzas las redes, nos ayude a ser discípulos

25
misioneros capaces de acompañar al pueblo. Abramos pues nuestro corazón a
estas expresiones populares de nuestra fe, valorándolas, acompañándolas,
sintiendo cariño por ellas.

APARECIDA Y PROBLEMÁTICAS SOCIALES

Encontramos en el capítulo 8 de Aparecida, donde se fundamenta la acción


de la Pastoral Social. Se titula “Reino de Dios y promoción de la Dignidad Humana”

Jesucristo es la respuesta total, sobreabundante y satisfactoria a las


preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida y de la realidad, la
felicidad, la justicia y la belleza. Esas inquietudes que están arraigadas en el
corazón de toda persona y laten en lo más humano de la cultura de los pueblos. Su
mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las
personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de los
humanos le puede resultar extraño. (380)

Para acercar la vida de Jesucristo como respuesta a los anhelos de nuestros


pueblos, el documento destaca algunos grandes ámbitos, prioridades y tareas para
la misión de los discípulos de Jesucristo en el hoy de América Latina y El Caribe.

*Reino de Dios y justicia social y caridad cristiana.

* Dignidad humana

* Opción preferencial por los pobres y excluidos

* Una renovada pastoral social para la promoción humana integral.

* Globalización de la solidaridad y justicia internacional

* Migrantes

* Enfermos

* Detenidos en la cárcel

La Voz del Señor nos sigue llamando como discípulos misionero y nos
interpela a orientar toda nuestra vida desde la realidad transformadora del
Reino de Dios que se hace presente en Jesus. Jesucristo es el Reino de Dios
que procura desplegar toda su fuerza transformadora en nuestra Iglesia y en
nuestras sociedades.

Señales evidentes de la presencia del Reino son: la vivencia personal y


comunitaria de las bienaventuranzas, la evangelización de los pobres, el
conocimiento y cumplimiento de la voluntad del Padre el martirio por la fe, el

26
acceso de todos los bienes de la creación, el perdón mutuo, sincero y
fraterno, aceptando y respetando la riqueza de la pluralidad y la lucha para no
sucumbir a la tentación y no ser esclavos del mal. (381-382)

Por lo tanto ser discípulo y misionero de Jesucristo siempre consistirá


en emprender una tarea de dignificación de las personas y de transformación
evangélica de las culturas. Pero esta tarea no podemos entenderla solo como una
realización humana sino ante todo como la obra del Espíritu que hace presente el
Reino en primer lugar en nuestro corazón y en nuestra interioridad para que
nosotros podamos después manifestarlo con nuestro testimonio y nuestras obras.

El documento va a clarificar que esta plasmación del reino se concreta


en socorrer las necesidades urgentes de los otros y en colaborar con otras
personas y organismos para organizar estructuras más justas (383-384)

ADICCIONES SEGÚN APARECIDA

“El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade


todo. No reconoce fronteras ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a
países ricos y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y
mujeres. La Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está
destruyendo a la humanidad, especialmente a las nuevas generaciones. Su
labor se dirige especialmente en tres direcciones: prevención,
acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales”

(Documento de Aparecida, 422)

“Adicción” es el hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o


algunas drogas tóxicas, o por la afición desmedida a ciertos juegos.

La adicción es una enfermedad primaria, crónica, con factores genéticos,


psicosociales y ambientales que influyen en su desarrollo y manifestaciones. La
enfermedad es frecuentemente progresiva y puede ser fatal. Es caracterizada por
episodios de descontrol continuos o periódicos sobre el uso, el cual trae aparejado
consecuencias adversas, y distorsiones del pensamiento, más notablemente la
negación.

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Es importante reconocer en el proceso adictivo, que cuando un individuo se
somete, se “adhiere” y se esclaviza a “algo” perdiendo así su libertad. No solo nos
referimos a “sustancias”, adicciones químicas como en el caso de las drogas, sino
también a otras adicciones, no químicas como por ejemplo al consumo, sexo, juego,
etc.

La adicción es una respuesta falsa y frustrada al desafío de encontrar un


sentido para la propia vida, que es esencial a la existencia de la persona. La crisis
interna de valores y la incertidumbre acompañan a las adicciones
independientemente de su tipo o motivaciones que la mantengan.

Hay muchos factores que contribuyen a esta desgracia, pero como cristianos
podemos discernir el común denominador de todo esto: la conexión perdida o no
existente con Dios.

Se hacen recordar las palabras de San Agustin:

“Nos creaste para ti, Señor, y nuestro corazón andará siempre inquieto
mientras no descanse en Ti”.

Nada de esto está en los planes de vida y abundancia de Dios para con
nosotros, sus hijos amados. La droga deshumaniza, pues anula el don precioso y
único de la libertad que todos poseemos y quiebra los proyectos de vida, sueños y
esperanzas de cada uno de los adictos llevando sufrimiento y dolor a todas las
familias.

Pastoral de adicciones

La propuesta pastoral de la Iglesia, con respecto a la problemática de las


adicciones y su alcance, es el compromiso serio, de corazón y mente, de ser
discípulos y misioneros de Cristo entre los que sufren esta compleja patología y
prevenir en la vida a los que no están cerca de ella, o no lo saben.

La Iglesia como comunidad de fe en su totalidad, desde los obispos al último


bautizado quiere ver el problema de las adicciones con ojos de Fe y Esperanza, y
estar presente con el Espíritu de Amor que todo dolor y complejidad humana
requieren.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que frente a las adicciones


nuestra misión es “orientar y acompañar”. La lucha contra el narcotráfico, la falta de
control en la venta de medicamentos o alcohol, etc. son funciones indelegables del
Estado, y ante estas situaciones debemos exigir que el mismo asuma su rol.

¿Qué buscamos y a qué se nos invita? Participar desde el campo de la


educación y prevención – que incluyen la catequesis, la pastoral juvenil, la

28
formación de novios y pastoral familiar, etc. – es decir en toda instancia donde la
Iglesia siembra y se presenta con su propuesta, mensaje, pedagogía o la simple
convivencia cristiana que nos “educa”·en el vivir evangélico.

Además queremos acompañar a los que intentan y luchan por emprender un


camino de recuperación, rehabilitación o como te guste llamarlo y a quienes trabajan
en ello, para que Cristo llegue a ellos como Camino, Verdad y Vida alternativa al
“vacío existencial”- al decir del beato Juan Pablo II- que los aqueja.

Frente a una situación puntual de adicción, lo primero que debemos es saber


que la parroquia no es quien debe curar, no somos ni la entidad adecuada, ni somos
profesionales capacitados para asumir tal responsabilidad pero sí es necesario:

• El acompañamiento pastoral afectivo y efectivo a la persona, familia y


entorno cercano.

• El acompañamiento desde la oración.

• El respeto por la intimidad de la persona y de la familia.

• La objetividad frente a la situación.

• Orientar hacia la derivación a una institución adecuada.

Como seguidores de Jesús, angustiados por toda esta situación, no podemos


callar lo que “hemos visto y oído”: sabemos bien que la Buena Noticia anunciada por
Jesús nos conduce a la vida y nos enseña el camino de la salvación.

Nuestros Obispos de América Latina, reunidos y preocupados por esto nos


dicen:

«La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien


reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a
todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría
de la Buena Noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la
muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosna y
compasión (cf. Lc 10, 29- 37; 18, 25-43).

Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona;


haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a
conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.» (Documento de Aparecida,
29)

Tú y yo, como discípulos misioneros, somos llamados a entrar en este mundo


sufrido y cansado. Como lo habíamos discutido anteriormente, el discípulo
misionero es alguien que se sienta a los pies de Jesus en oración y acepta la

29
relación amorosa que Él nos ofrece. Nutrido por la oración y los sacramentos,
especialmente por la Eucaristía, un discípulo sabe que tiene que ser misionero,
llevando a otros la Buena Nueva donde pueden encontrar significado, la paz y la
realización personal.

La primera labor del misionero es amarles allí donde se encuentran y


mostrarse interesados en sus vidas. Y cuando llegue el momento adecuado, pueden
preguntarles: qué lugar, según ellos, Dios ocupa en la historia de sus vidas.
Cualquiera que sea la respuesta, ellos van a percibir si estás interesado en ellos y
si te importan, o tan solo quieres probar en ellos tu poder de persuasión.

Si has escuchado a la persona y su historia con un corazón sincero, el


espacio se abrirá para hablar de Dios y de lo importante que es EL para tu vida. Es
impresionante cuántas personas están hambrientas de hablar de la vida en este
nivel tan profundo.

La tarea es sin duda, ímproba, pero como ves, está al alcance de todos.
Cada uno con su granito de arena y semilla propia del Espíritu puede hacer su
parte. Nada es pequeño en el Reino de Dios, al contrario, es semilla de mostaza
que promete un gran árbol (Mt 13, 32)

“Señor Jesús, Luz del mundo,


te pedimos ilumines nuestras noches
y nos protejas en las tormentas de la vida,
calmando toda tempestad.
Señor Jesús, Buen Pastor,
que das la vida por tu rebaño,
guíanos siempre por sendas de esperanza,
aparta de nosotros todo peligro
y cuida especialmente a los más pequeños.

Señor Jesús, Hijo amado del Padre,


recuérdanos la gloriosa dignidad de ser hijos de Dios,
y ayúdanos a anunciar esta buena noticia
a cada hermano que no lo sabe.
Señor Jesús, Buen Samaritano,
levanta al caído, fortalece al débil,
ayuda al desvalido,
y danos un corazón solidario
semejante al tuyo.

Señor Jesús, Camino, Verdad y Vida,


no permitas que nos separemos de ti,
y llena nuestras vidas con la alegría de tu salvación.

Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas,


en unidad del Padre y del Espíritu Santo. Amén”

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