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La revuelta que comenzó el 18 de octubre hoy cumple un mes, y la pura compilación de los
documentos con perspectivas anticapitalistas y compañeras que van surgiendo al calor de
la revuelta se nos hacen un poco insuficientes. Es por eso que redactamos este texto con
una suerte de cronología de los sucesos de la última semana, a un mes del inicio de la
revuelta.
Se podría decir que aquel fin de semana del 9 y 10 de noviembre la revuelta en las calles se
había apasiguado parcialmente en espera de la huelga general convocada para el martes 12.
Esta huelga estaba ‘convocada’, para la prensa y la sociedad civil (pues nuestra clase no ha
tenido ninguna necesidad de dirigencias al momento de autoconvocarse para desbordar las
calles y autoorganizar sus asambleas desde el primer día de la revuelta), por Unidad Social,
conglomerado de organizaciones sociales, estudiantiles, pobladores organizados,
sindicatos, etc., que reúne a tanto órganos importantes de la izquierda del Capital, como la
CUT,[1] como a organizaciones más autónomas y populares.
La previa a esta huelga comenzó aquel día lunes 11 con focos de manifestaciones en varias
ciudades del país, como cortes de rutas y calles. El centro de la capital fue nuevamente
escenario de concentración y enfrentamientos con la policía, pero esta vez fue en los
barrios, lejos del centro, donde las manifestaciones, fogatas y barricadas se extiendieron
hasta entrada la noche.
Durante todo ese lunes 11 en la Población Lo Hermida, de la comuna de Peñalolén, en
Santiago, se vivió una jornada álgida marcada por la movilización, la represión y la
consecuente ofensiva de lxs vecinxs contra las fuerzas de choque del Estado: en la mañana
al rededor de 300 familias de allegadxs hicieron una ocupación simbólica de la Viña
Cousiño, exigiendo la expropiación de parte del terreno para la construcción de viviendas
sociales. La policía se desplegó con la brutalidad que le caracteriza desde inicio de la
revuelta, disparando contra lxs manifestantes, quienes se enfrentaron con los pacos a la vez
que se replegaban por la población. Los pacos se vengaron allanando ilegalmente las casas
de lxs pobladorxs. Ante la represión, lxs pobladorxs de Lo Hermida respondieron rodeando
y atacando la comisaria de la población, dejando a lo menos 6 pacos heridos. Los
enfrentamientos entre pobladorxs y la policía se prolongaron por lo menos 12 horas, hasta
la madrugada del martes 12.
Todo pronosticaba que la revuelta iría en ascenso y que aquel martes 12 de huelga general
sería una jornada decisivia para la continuidad de la revuelta y la respuesta del Estado y la
burguesía contra ésta. Desde el mismo lunes ya comenzaba a especularse con la posibilidad
de la vuelta del estado excepción y, con él, de la vuelta de los militares a las calles.
Todo el día del martes 12 de noviembre fue una jornada con tintes definitivamente
insurreccionales. Por todo el país se registraron cortes de calles y carreteras y
manifestaciones multiformes desde la primera hora del día. A medida que avanzaba el día,
en las ciudades las manifestaciones fueron derivando en enfrentamientos contra la policía,
a la vez que fue atacada la infraestructura urbana, edificios del Estado y del capital privado.
Solo por nombrar algunos de estos hechos, fue icendiado el edificio de la gobernación del
Bio-bio, en Concepción; en Santo Domingo fue atacada la comisaría local e incendiado
parte del regimiento militar de Tejas Verdes, antiguo centro de tortura durante la
dictadura; en Antofagasta fue incendiado el edificio de la Intendencia. Estos son solo
algunos de entre muchos otros hechos de envergadura en los que la violencia proletaria
ataca y prende fuego a aquello que la lucidez brillante de la revuelta evidencia como la
estructura del enemigo y que debe ser evidenciado como tal.
Todos los sectores del partido del orden, por atomizados que parezcan, parecen
encuadrarse en el llamado a la paz mediante la necesidad del refortalecimiento del Estado
policial.
Jueves 14: un año del asesinato Camilo Catrillanca y el ‘acuerdo por la paz
social’
Mientras la subversión de nuestra clase se manifestaba en las formas de lucha que se nos
han hecho conocidas desde el inicio de la revuelta, todos los partidos, desde el oficialismo a
la oposición, se reunían en el Congreso para deliberar en conjunto los pasos que darían
para la restitución de su paz social.
A las 3:00 am de la madrugada del viernes, en lo que parece haber sido una comisión que
necesitó deliberar hasta esas horas de la noche, el gobierno anuncia en una rueda de prensa
lo que denominó como ‘Acuerdo por la paz social y una nueva constitución’. En principio,
todos los partidos de la oposición, a excepción del llamado Partido ´Comunista´y
Convergencia Social – Parte del Frente Amplio–, que probablemente postergarán su
oportunismo para un momento más propicio, participaron de este pacto. Nuevamente
todos los partidos que aspiran a obtener un lugar en el Estado se evidenciaron como un
único bloque, como el partido del orden. Como si alguna vez los partidos de la oposición
hubieran tenido algo que ver con la revuelta que comenzó en octubre, el gobierno celebró el
acuerdo logrado con estos como un cese al conflicto.
De esta manera de proceder se pueden despreder algunas lecturas. De entre ellas, se podría
dedudir que los partidos de la oposición vaticinaron el acorralamiento del gobierno en un
punto tal en el que porfín podrían aprovechar la situación para favorecer sus fines
particulares. O también se podría incluso pensar que advirtieron las disputan intestinas en
el Estado, entre el gobierno y el ejército, por ejemplo, como peligrosa para su propia
existencia, y definitivamente no querrían estar del lado sobre el que llueven las balas en
caso de recrudeserse la represión con los militares nuevamente bajo el control de la
situación. En uno u otro caso, sigue tratándose del mismo oportunismo característico de la
izquierda del Capital, que querría haber hecho de nuestra clase y de su movimiento la carñe
de cañón para sus mezquinos intereses. Y eso podría haber sido así de no ser porque la
revuelta comenzada aquel 18 de octubre se ha caracterizado hasta el día de hoy por no
obedecer a ningún fin partidista, a ninguna dirigencia ni líderes visibles, ni siquiera en el
espectro extra-parlamentario; un movimiento transversal a cada sector de nuestra clase,
que va por todo y a la vez no quiere nada de lo que los defensores del orden puedan
ofrecerle. Y de esto quedará constancia en la respuesta de nuestra clase en las calles al día
siguiente del pacto de paz que el Estado y sus gestores quisieron imponerle.
Este grotezco llamado a la paz fue rechazado nuevamente por el combate de nuestra clase
en las calles. En la capital lxs manifestantes comienzan a reunirse en Plaza de la Dignidad
desde el medio día, adelantándose por varias horas al llamado a la autoconvocatoria fijada
para las 17 horas. Apróximadamente a las 18 horas los pacos arremeten con todo su arsenal
blindado, lacrimógenas y disparos indiscriminados de balas antimotines contra una
convocatoria que aún se encontraba en paz y recién estaba congregándose masivamente.
Evidentemente, la orden era dispersar la masividad de una convocatoría que habría
evidenciado la esterilidad del intento del Estado por pacificarnos. A pesar de que varios
manifestantes abandonan el lugar, muchxs más se repliegan por un momento en los
alrrededores de la Plaza, reagrupándose, para luego arremeter contra la policía que sitiaba
el lugar, expulsándola. La plaza fue nuevamente ocupada por lxs manifestantes, y muchxs
otrxs estaban algunas cuadras legos enfrentándose como de costumbre a la policía,
mantiendo a raya su actuar.
Nuevamente nos hacen la guerra en nombre de la paz, nuevamente asesinando a otro de lxs
nuestrxs. Esto podría considerarse paradójico de no ser porque nos remite por la fuerza a la
crudeza de la realidad capitalista: la paz de la que nos hablan es la perpetuidad
ininterrumpida de la dominación de una clase que vive de la explotación del resto de la
humanidad, y esta violencia primaria debe ser defensiva con una violencia recrudecida si es
que llegase a peligrar, como ha sucedido este último mes. Esta es su paz.
El ímpetu de lxs nuestrxs está herido pero no decae. A las manifestaciones del viernes y a la
muerte de Abel le siguen la rabia y la insistencia de cotinuar ocupando las calles. Las
manifestaciones y las asambleas continuaron durante el fin de semana, convocándose
diversas manifestaciones para todo este día lunes.
Se burlan de nosotrxs y seguimos respondiéndoles. Nos dijeron, para poner a unxs contra
otrxs, que la linea 4 del Metro de Santiago estaría cerrada cerca de un año a causa de los
daños que se les ocasionó en las primeras jornadas de revuelta. El viernes, luego de su
intento de acuerdo de paz(-cificación), nos dijeron que ésta volvería a funcionar a partir de
este lunes, llegando hasta la Plaza de Puente Alto. Hoy esta estación se encuentra
nuevamente cerrada por los enfrentamientos que suceden en su exterior precisamente en
este mismo momento.
El bastardo del Ministro de Salud, Munalich, se burla de la muerte de Abel sugiriendo que
Abel habría muerto de todas formas independiente del actuar policial. Esto debería
recordarnos que no debemos parar nada hasta que, cuanto mínimo, no quede ni uno de
estxs bartardxs detentando sus puestos de poder.
Compañerxs: el llamado es a no desocupar las calles, que desde hace un mes son nuestras.
A no desocupar las asambleas, que en este momento prefiguran los órganos con los que
nuestra clase tomará el control de sus propias vidas de continuar por esta senda. A no
desanimarnos y recordar que si nos lo proponemos y actuamos juntxs, tenemos en las
manos la posibilidad de ir por todo lo que queramos.
Por Abel y por las decenas de nuestrxs hermanxs muertxs, presxs, torturardxs, vejadxs
¡Vamos por todo y por todxs! ¡A no darles respiro y quienes dominan ni sus cómplices
entre nosotrxs!
Notas: