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EL HOMENAJE

El público guarda silencio. La luz sobre la escena revela unas cuantas mesas repartidas
por el espacio, y un puñado de hombres sentados en torno a ellas que ríen, conversan y
juegan a las cartas. Corre el año 1940, y, como no podría ser de otra manera, nos
encontramos en la ficticia Vigàta, en el interior del Círculo Fascismo y Familia de la
localidad. Es este el lugar elegido por el veterano Andrea Camilleri para desarrollar gran
parte de la divertida y esperpéntica pieza que es El Homenaje. De pronto, un gran
alboroto. El anciano fascista Manueli Persico ha perecido bajo el peso de las
acusaciones que lanza contra él un crispado Micheli Ragusano, enemigo acérrimo del
fascismo en un momento en que los italianos celebraban la entrada de su país en la
Segunda Guerra Mundial de la mano de los alemanes.

Será este el motor que ponga en marcha la acción de una trama vertebrada por una
crítica feroz al fanatismo político y a aquellos que lo practican. Como si de un cirujano
se tratase, Camilleri va diseccionando las partes más oscuras del ser humano, aquellas
que hicieron que los europeos se entregasen sin reparos a doctrinas radicales que
premiaban la muerte, la “caída”, por encima de la vida. Ya que era deber del buen
fascista honrar a los caídos como Persico, y castigar con el ostracismo a los detractores
como Ragusano, los hombres del Círculo aprueban reunidos en Asamblea renombrar
una calle y otorgarle el nombre del difunto. Pero Camilleri se encarna en el texto para
dotar al relato de sentido común, para impedir que se recompense al necio y se maltrate
al cuerdo. Al más puro estilo de nuestro Valle-Inclán, el siciliano ridiculiza hasta las
últimas consecuencias el dogma, y muestra los laberintos que subyacían bajo la pulcra y
homogénea capa de barniz que pretendía ser el fascismo italiano. Porque adherirse a
movimientos que persiguen anular la libertad particular en pos del pensamiento
colectivo es cómodo a la par que sencillo. Una vez integrado el otrora individuo en la
masa, la finalidad será que el rebaño reme hacia un futuro común, hacia el difuso y
quimérico Reino de la Abundancia. Pero el pasado, propiedad personal e intransferible,
siempre llama a la puerta, y el destino mueve los hilos para que al final, lo que
deseábamos que permaneciera oculto salga a la luz, desenterrado por alguien cuyos
intereses pasan por la exposición del secreto. Así, los protagonistas de El Homenaje van
a terminar por olvidar el fanatismo impuesto de forma externa en detrimento de sus
propias pasiones y sus razones, que van a servir de guía para desentrañar el enigma que
Manueli Persico, el supuesto camarada fascista modélico, pretendía llevarse a la tumba.

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