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Lección 1 (I)
Lección 1 (I)
vida, muerte,
inmortalidad y eternidad.
(Parte I)
1. Noción de vida o alma. 2. Las dualidades de la vida humana. 3. La historicidad humana y las
etapas de la vida. 4. El sentido de la vida. 5. Las privaciones de la vida.
Tabla de contenidos
Lección 1. Introducción: vida, muerte, inmortalidad y eternidad (Parte I)
o 1. Noción de vida o alma
o 2. Las dualidades de la vida humana
o 3. Las dualidades de la historicidad humana
o 4. El sentido de la vida
o 5. Las privaciones de la vida
[1] ARISTÓTELES describe la vida como: “la forma de un cuerpo natural que tiene la
vida en potencia”, De Anima, l. II, cap. 1 (BK 412a 30); “el acto de un cuerpo natural
orgánico”, De Anima, l. II, c. 1 (BK 412b 10); “la causa y el primer principio del cuerpo
vivo”, De Anima, l. I, c. 4 (BK 415 b 8); “el acto primero de un cuerpo natural
orgánico”, Ibid., l. II, c. 1 (BK 412 a 3 - 413 a 10), Madrid, Gredos, 1983; “aquello por
lo que primeramente vivimos, sentimos, nos movemos y entendemos”, Ibid. TOMÁS
DE AQUINO describe el alma como “el primer principio de vida de los seres vivos”, S.
Theol., I, q. 75, a. 1 co.
[2] Cfr. POLO, L., Introducción a la Filosofía, Pamplona, Eunsa, 1995, 41.
[1] Cfr. POLO, L., Antropología trascendental, II, La esencia de la persona humana,
Pamplona, Eunsa, 2003, 17-28.
[2] Otro tiempo es el de la conciencia humana, al que Husserl hizo referencia tras
su lectura de Heidegger. Ese tema también está presente en Marcel, Ricoeur, y
otros pensadores del s. XX.
[3] Cfr. GUARDINI, R., Las etapas de la vida, Madrid, Palabra, 1997.
4. El sentido de la vida
Aunque se espera que se entienda mejor más adelante,
en una somera respuesta se puede decir que el sentido de
la vida natural recibida lo vamos descubriendo
progresivamente, porque esa realidad está en nuestras
manos, a nuestra disposición. Así, descubrimos el sentido
de nuestro cuerpo, el de las funciones y facultades
corpóreas, etc., aunque también es verdad que el sentido
corporal completo no lo alcanzamos nunca y, además, hay
asuntos que afectan notablemente a ese tipo de vida que
parecen no tener sentido, o por lo menos, en los que es muy
difícil descubrirlo: la enfermedad, el dolor, la muerte. Por su
parte, el sentido de la vida añadida se lo damos
enteramente nosotros, cada uno, a nuestras facultades,
especialmente a las superiores (inteligencia y voluntad), y a
través de ellas, al resto de nuestra naturaleza humana. Así,
uno dota de ciertos conocimientos a su inteligencia
restándole otros, y dota de ciertos quereres a su voluntad
quitándole otros; a su vez, dota de ciertos desarrollos a sus
sentidos, apetitos, a su comportamiento, a su corporeidad,
etc.
[1] Cfr. COTTA, S., Las raíces de la violencia, Pamplona, Eunsa, 1987.