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PEDAGOGÍA DEL

MOVIMIENTO
 EL DESARROLLO MOTOR. EDUCACIÓN Y FORMACIÓN
INTEGRAL

Lo que trabajaremos a continuación tiene que ver con uno de los hechos de mayor importancia
para el trabajo docente, fundamentado en las prácticas físicas. En la presente semana
trabajaremos el aprendizaje de tipo motor como uno de los medios de mayor utilización en las
prácticas docentes que se ubican en la etapa del preescolar.

El estudio del aprendizaje y desarrollo motor es una área obligatoria para las practicas docentes
que se orienten mediante la educación física, por eso el aprendizaje motor se entiende como un
conjunto de cambios producidos en la actividad motriz que posee un ser humano en el
recorrido de su vida y se consolida en tres procesos: maduración, crecimiento y aprendizaje. En
la edad escolar importa bastante el desarrollo del aprendizaje motor, el cual será imprescindible
en nuestro ámbito de formación, ya que el conocimiento del mismo determina los contenidos
de trabajo que se deben desarrollar por medio de la planeación de clase establecida.

En la Maduración se da un proceso fisiológico de desenvolvimiento natural en el entorno. La


identificación de factores normales que permiten la supervivencia y que desarrollarán su
maduración permiten el logro de algún tipo de adaptación. En la etapa del preescolar el ejemplo
más adecuado podría ser el desarrollo del sistema muscular de la mano con el sistema nervioso,
lo cual repercutirá en un enriquecimiento de las habilidades motrices del menor. En los
primeros seis años de vida el niño sufre más cambios motrices y madura más rápido. En el
proceso del crecimiento se podrá vislumbrar el incremento de la masa muscular como una
consecuencia normal del desarrollo celular del menor, lo que se podrá identificar material y
cuantitativamente en la evidente mayor masa y volumen afectará la motricidad del menor y
refinará o entorpecerá la calidad de la motricidad del alumno según su capacidad de asimilación
del cambio y adaptación a su estructura corporal. Finalmente el proceso del aprendizaje es una
constante inherente a la naturaleza humana y siempre guardará relación con la experiencia del
menor frente al medio.

Si fragmentáramos cronológicamente el desarrollo psicomotor de un menor, en la etapa


preescolar se generaría así: de los dos a los cinco años el movimiento y su íntima relación con la
acción predominan sobre cualquier otro elemento visual o perceptivo, por lo cual el cuerpo será
el canal idóneo mayormente usado para explorar las capacidades del menor, entre las que
empezará a desarrollar la lateralización de su esquema corporal, y a identificar en sus acciones
una preferencia sobre uno de sus emi cuerpos, ligar sus experiencias de forma predominante a
un solo lado de su cuerpo respecto del otro. De los cinco a los siete años el menor experimenta
una integración más cercana de la experiencia corporal, al ligarla como una conciencia de su
propio esquema corporal, aspecto que muchos académicos han llegado a tildar como desarrollo
de la propiocepción, el cual hace alusión a la conciencia de la utilización de su cuerpo.

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El menor también asimila lo que Michell Bernard conoce como la corporalidad, que es el uso
social del cuerpo y la corporeidad que será el sentir social del mismo como experiencia única y
exclusivamente individual en la que el menor sentirá cómo su cuerpo varía en volumen, masa y
elongación.

El rol del maestro en el descubrimiento de los procesos motrices de escolares en la etapa del
pre-escolar debe connotarse sobre el enriquecimiento de la experiencia desarrollada
autónomamente por el estudiante y no de la guianza equívoca de algunos maestros que
pretenden desarrollar los esquemas corporales según los deseos de un modelo que no aplica a
las necesidades específicas de una persona, por ejemplo las concepciones tradicionalmente
erróneas sobre escolares zurdos o con predominancia de uso de su emi cuerpo izquierdo, que
en la disciplina de la educación física solían ser vistos como personas ligadas a una deficiencia
exclusivamente por la predominancia de su lado izquierdo, pero que en el hecho científico
suelen tener un desarrollo de motricidad igual o más elevado que aquellos que hagan uso de su
emicuerpo derecho.

Enfaticemos un poco en la lateralidad. Al inicio del proceso de adaptación a su esquema


corporal, el menor tiende a realizar movimientos bilaterales que no tienden a ser guiados de
una motricidad fina, sino más bien de una motricidad gruesa, por lo cual son movimientos
ciertamente erráticos y sin un control adecuado. Sobre la edad de los dos años se empiezan a
generar las primeras muestras de independencia segmentaria, por lo que se evidencian
alternaciones en la utilización de sus miembros. El escolar interioriza estas experiencias y
determina internamente su predominancia como un hecho que se alargará aproximadamente
hasta los 7 años.

Tan importante como saber sobre el desarrollo de la lateralidad en el menor es saber sobre la
importancia de las representaciones mentales en las experiencias individuales de cada
estudiante sobre el que tengamos la oportunidad de desarrollar un proceso educativo. Los niños
(as) tienen la capacidad de representar gráficamente mediante dibujos en los que puede
graficar su propio esquema corporal de la siguiente forma: de los dos a los cuatro años el
garabateo ilustra su experiencia, por lo que a falta de motricidad fina se identificará la creación
de trazos largos y desordenados, muestra de su ausencia de coordinación viso-manual. Es
necesario que este tipo de capacidades motoras sea refinado, ya que afectará gestos básicos
que el escolar desarrollará toda su vida, como la escritura. Sobre los cuatro a los siete años de
edad el estudiante experimentará la etapa pre-esquemática, en la cual se dan aproximaciones a
las capacidades practicas del menor y se empieza a consolidar la conciencia del niño respecto a
su cuerpo y las partes que le componen. Se identifica los primeros tipos de representación de la
figura humana (a estas edades dibujarán la figura humana sólo con la cabeza y las extremidades,
incorporarán el tronco y, progresivamente, pondrán dedos a sus manos, dos, tres, hasta los
cinco totales) y el cuello entre la cabeza y el tronco. Dentro de la cara, ojos y boca, y más
adelante otros elementos, a medida que vayan profundizando en el conocimiento de su cuerpo
y de el de los demás.

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Dentro de la teoría del desarrollo psicomotor se ha establecido que sobre el preescolar, en la
edad que comprende de los 3 a los seis o siete años de edad, desarrolla su movimiento de
forma progresiva en tres diferentes etapas que corresponden al desarrollo de movimientos
reflexivos (1año), rudimentarios (2 años) y fundamentales (2 a 7 años). Lo realmente positivo de
la edad preescolar es que en esta etapa de la vida la experiencia es un continuo devenir de
ensayo y error. De los 3 a los 4 años se evidencian aspectos como la gran riqueza de los
movimientos, la continuidad de la imitación como método de reproducción de conocimientos,
el desarrollo de diferenciación de tamaños, colores y propiedades de objetos de su contexto; de
los 5 a los 6 años se comienzan a diferenciar los diversos tipos de movimientos y las
combinaciones hacen parte del desarrollo lúdico que serán el fundamento de una sesión de
clase que aumente la complejidad de los ejercicios a promover, así como se acerque a
actividades pre deportivas como la natación, el atletismo, etc. De los 3 a los 6 años también es
posible identificar la consecución del desarrollo motor grueso y fino por medio del desarrollo
perceptual motor, fundamentado en la combinación adecuada de su percepción sensorial con el
desarrollo de sus destrezas motoras en la ejecución de una actividad; gracias a este tipo de
actividades logra conocimiento de su cuerpo, conciencia espacial, conciencia direccional y
conocimiento temporal.

Las posibilidades son casi ilimitadas en función a la energía y disposición del escolar en los
procesos de formación pedagógica; sin embargo deben ser conscientes de la cualidad de
garantes que revisten sobre el cuidado y prevención a bienes jurídicos como la vida y la
integridad personal de sus estudiantes. Es preferible precaver la seguridad antes que cualquier
otra cosa. Es muy común la ocurrencia de accidentes generados en la buena fe creada del
objetivo de formar; sin embargo recordemos que en preescolar el menor casi nunca mide los
riesgos de sus acciones, por lo que la nobleza de su interés podría llegar a ser nociva si sus
acciones exploratorias no se contemplan en un espacio de clase que prevea riesgos que
menoscaben sus condición física, psíquica o cognitiva.

En el aprendizaje motor, el desarrollo pedagógico debe estar idóneamente articulado a cada


experiencia física que lleve a cabo el alumno por la intervención del docente. Recordemos que
la experiencia corporal es altamente rica y es por esto que la variedad de movimientos y
actividades pueden llegar a establecer las etapas de cambio y adaptación motora del menor. El
docente debe saber fundamentar muy bien este tipo de transferencias. Las transferencias son la
aplicación de tareas aprendidas en el desarrollo motor, las cuales son aplicables en diferentes y
nuevas situaciones de aprendizaje. La transferencia puede ser positiva cuando el aprendizaje de
una tarea facilita el desarrollo de una actividad o gesto; puede ser negativa cuando perjudica un
aprendizaje anterior, puede ser neutra si no se influyen los diferentes aprendizajes motores en
el desarrollo de una nueva actividad, puede ser lateral si el menor está en capacidad de
desarrollar tareas de similar nivel de complejidad y finalmente puede ser vertical cuando un
desarrollo motor adquirido en el pasado sirve a una nueva actividad motriz que es igualmente
similar y compleja.

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El docente, en lo que compete a las transferencias, debe crear los escenarios lúdicos y
pedagógicos que permitan un desarrollo adecuado de transmisión de información y
experiencias que faciliten la experiencia; la estrategia práctica del mismo debe encaminarse a
presentar las actividades de modo singular y organizado, al análisis de la variedad y
combinación de estrategias pedagógicas conforme a los distintos tipos de aprendizaje que se
puedan desarrollar en su clase. Esto no sólo debe estar generado desde un hecho
observacional; el docente estará en capacidad de generar lo que la teórica Flora Davids (2005)
denomina la Pedagogía de la Ternura, no sólo dictar un contenido, sino entender las
necesidades propias de cada uno de sus estudiantes.

Las estrategias más utilizadas en la esfera de la educación física tienden a subdividirse en


estrategias prácticas, globales, analíticas o mixtas. Sin embargo, con el ánimo de centrar nuestra
contextualización temática es preciso aclarar que, debido al desarrollo cronológico del menor
en la etapa del preescolar, la estrategia que más se adecúa a las necesidades educativas de este
serán las estrategias prácticas globales, en las cuales se busca la realización total de la
asignación de una tarea de tipo motriz, que puede ser modificada por el docente en la medida
en que se requiera de una intervención para orientar el desarrollo de dicha tarea. Tengan en
cuenta que cuando hablamos de la edad pre-escolar nos referimos a la educación física de base.
Las estrategias no podrán ser tan complejas debido a la ausencia de desarrollo del esquema
motor y las concepciones propioceptivas del niño; en el quehacer docente se debe desarrollar
un método inductivo que trace el camino del aprendizaje de lo sencillo a lo complejo, un
ejemplo de esto podría darse en los procesos de imitación de movimientos, que como ya lo
dijimos en reflexiones anteriores, busca un aprendizaje mecánico, pero inteligente (método
conductista y constructivista).

Para que la clase se desarrolle conforme a lo indicado, las tareas asignadas al estudiante deben
lograr que él mismo en su ejecución perciba los logros alcanzados y promueva en sí mismo un
grado de satisfacción. Las tareas serán construidas en función a la estructura física del
estudiante y lo más recomendable es subdividir dichas actividades para interiorizar la
aprehensión de las sensaciones percibidas por él, así como también se puede modificar las
tareas asignándole nuevos objetivos, como los trabajos de secuencias, en donde se dispone al
alumno a experimentar desplazamientos que varían entre la marcha, la caminata, el salto, el
giro, etc.

Para poder iniciar actividades prácticas, el docente debe conocer muy bien lo que es el esquema
corporal. En educación física, el esquema corporal es entendido como el conocimiento, idea o
concepción personal que tiene un individuo respecto de su propio cuerpo. En palabras del
pedagogo Le Boulch (1992), el esquema corporal es “…El conocimiento inmediato y continuo
que nosotros tenemos de nuestro cuerpo en estado estático o movimiento, en relación con sus
diferentes partes y sobre todo en relación con el espacio y los objetos que nos rodean”.

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El esquema corporal tiende a ser afectado por las construcciones sociales, culturales y hasta
biológicas de un contexto, por lo que no es lo mismo la concepción personal del esquema
corporal cuando variamos la teorización del mismo en diferentes partes del mundo; por ejemplo,
en la costa atlántica colombiana, debido a las condiciones atmosféricas y a las costumbres
culturales, la concepción del cuerpo es dieferente a la que tenemos en el interior del país. En
Bogotá los cachacos, rolos, bogotanos, etc, tienden a ser más bajos de estatura por su
necesidad fisiológica de concentrar más oxigeno debido a la altura de la ciudad sobre el nivel del
mar, mientras que en la costa los cuerpos tienden a ser más estirados y delgados debido a la
alta presencia de partículas de oxígeno que permiten un bajo desgaste de las funciones cardio-
respiratorias. Por esto la contextualización programática que realice el educador deberá darse
conforme a las condiciones en donde pretenda desarrollar su actividad formativa.

En el desarrollo del
esquema corporal también
debe trabajarse la
lateralidad del menor como
un proceso que le permitirá
entender la segmentación y
partes que componen su
cuerpo, realizando el
proceso sin generar en las
orientaciones alguna
disposición a emplear más
un emicuerpo que el otro.
La actitud del educando en
este proceso debe ser un
producto de la calidad del
trabajo docente, por lo que
siempre ha de esperarse
una modificación
placentera y voluntaria de
las sensaciones experimentadas en las prácticas físicas; es esencial la capacidad de análisis sobre
el tono del menor que se pretende educar. El docente estará en capacidad de identificar el tono
de reposo (relajación), el tono de realización (el que dispone a la actividad) y el tono de acción
(que es quien determina las acciones específicas en la tarea motriz), persigue con la adecuada
identificación de dichos tonos un desarrollo muscular equilibrado desarrollado mediante la
acción, que como siempre recomendaremos que este circunscrita a la realización de juegos.

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En el trabajo del esquema corporal también entra a jugar un importante papel la coordinación
como una acción que permite el uso eficiente del esquema corporal y su inherente relación
neuro-muscular en la realización de una acción motriz de forma armónica. La coordinación
dinámica general le permitirá al estudiante desplazarse eficaz y competentemente mientras
hace uso de todo su esquema corporal; la coordinación dinámica específica hace alusión a la
manipulación y dominio de objetos, por lo que la alternancia funcional de los órganos de los
sentidos con la segmentación y ejecución de actividades con diferentes segmentos será el logro
de este tipo de coordinación, por ejemplo en la coordinación viso-maula (mano-ojo) o viso-
pédica (pie-mano).

Dentro del proceso formativo que se quiera desarrollar también será necesario incluir la
educación y trabajo del elemento espacio y tiempo, para desarrollar percepciones de ubicación
espacial del cuerpo y el manejo de tiempos y ritmos sobre los desplazamientos. Es vital
especificar en el desarrollo de objetivos como el antes, el durante, el después, la simultaneidad,
la sucesión, la percepción de pausas, los cambios de ritmos y las duraciones de las actividades.

Para desarrollar el esquema corporal, contextualizando las acciones sobre la etapa preescolar,
es imperativo conocer las etapas evolutivas que se ubican en el crecimiento. De tres meses a 1
año se establecen las primeras relaciones con el entorno, se crea una visión parcial del mundo y
corporalmente el niño puede sostenerse derecho; del primer al tercer año se genera una etapa
conocida como “del cuerpo vivido”, en donde la marcha será fundamental para servir de
mediadora de la experiencia personal y social; de los tres a los siete años existe una
desvinculación de la subjetividad interna del menor y se empieza a desarrollar más con su
entorno social y corporalmente se empieza el trabajo de la lateralidad; y sobre los siete años se
logra identificar la estructuración del esquema corporal, reconociendo la segmentación de su
cuerpo y empezando la mediación de las experiencias de forma más autónoma.

Las etapas enunciadas anteriormente determinan las áreas de interés en el trabajo del docente,
por lo que las prácticas pedagógicas deberán orientarse a la edad de uno a tres años (evolución
motriz), en movimientos globales con intención, que sean caracterizados por la continua
recordación e imitación de lo realizado; para la edad de dos a seis años (área de
experimentación motriz), en trabajos de lateralidad iniciales y conducción de elementos, por lo
que la asignación de tareas deberá subir la complejidad de las acciones y los canales de
transmisión de conocimientos serán variados y diversos, y para la edad de los tres a los seis años
se crearán espacios para la adaptación al entorno escolar, mediando las experiencias por medio
de la aplicación de juegos. En síntesis los aspectos vitales a desarrollar son los siguientes:

• Evolución de la motricidad

• Experimentación de la motricidad

• La integración y el reconocimiento social

• La relación y cooperación con otras materias

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• La expresión y creatividad

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