Está en la página 1de 7

A través de ella

A través de los barrotes de su conciencia, el agobiante recuerdo de esa noche eterna lo


mantiene recluido. Los lejanos instantes que definieron su vida lo llevaron a resumir su
existencia en un calabozo olvidado, con una condena perpetua donde los recuerdos se
confunden con sus sueños olvidados de una vida irresponsable y crápula.

La ausente razón en sus actos condenó su libertad, sin saber que ni siquiera en su niñez
fue libre, los estigmas de su conciencia se dibujaban con soberbia claridad desde su
infancia, marcado con una inolvidable huella de abusos y maltratos sin la posibilidad de
una niñez digna, siendo constantemente vituperado por sus allegados.

El desconocimiento de un afecto digno, sin una educación moral y ética fragmentaron su


identidad, y su propio aprecio denigrado su sensatez frente a las relaciones sociales,
creciendo de forma tosca y hostil, generando en su más temprana infancia una absoluta
misantropía.

Muchas veces de pie, frente a la orilla de sus pensamientos se sintió naufragado en su


conciencia y ausente en el vértice de su existencia.

Extendió sus manos en un sutil intento de acoger la religión, para detener el temerario
pensamiento de un suicidio, la más cercana expectativa de un posible asesinato.
Las voces estridentes que le gustaban a sus oídos en la niñez, retumban con formidable
fervor en su mente distorsionando sus buenas intenciones y atormentando su conciencia
con díscolas advertencias.

La inaudible voz del remordimiento se revelaba como una cacofonía sonora que
acribillaba su razonamiento hasta el borde un colapso nervioso.

Antes de ser un presidiario solía rememorar con frecuencia un sueño, que se reiteraba
con la realidad de un recuerdo la sensación de haber vivido aquello, lo despertaba con
estrepitosa fuerza y tembloroso semblante en la oscura penumbra de la que era su
habitación observaba en algunos casos el ligero desfilar de sombras reproduciendo lo
que habían sido sus pesadillas.

Recordaba algunos fragmentos ausentes logrando encadenar imágenes de una solitaria


habitación amarilla, sentado en el centro bañado por una luz blanca, que hacía apenas
visible la alta ventana lateral que proyectaba la claridad lunar.

Era una constante proyección frustrada de recuerdos repetitivos, en el monótono


escenario de la existencia.

La reiteración del sueño hacia más posible rememorarlo en su totalidad, sim embargo
solo recordaba con escasa precisión que se levantaba de la abandonada silla y seguía
una sirena atreves de la habitación y allí el pánico solía despertarlo y generaba una
amnesia justo en la parte más escabrosa.

La gente despreciaba su presencia de cualquier forma demostrado su desagrado,


intentaba escupir a quien lo miraba con cierta suspicacia.

Lejos de terminar en la cárcel la gente consideraba que terminaría en un sanatorio o


mejor una morgue, donde su cuerpo seria velado, después de ser atrapado intentando
acosar a una mujer, fue sorprendido y golpeado simultáneamente por una multitud
enfurecida, trasmitían en cada golpe los sentimientos de rencor, y asco, como golpeando
un saco de boxeo, o mejor una bolsa de basura, eran alrededor de 40 personas, hasta
ser salvado, con un milagroso reclamo, una anciana inocente y compasiva, lo miraba con
ojos de madre, que lo reclamaba como su hijo.

Posteriormente fue internado en un hospital por 8 meses, los dos primeros en coma, y
luego riesgosas cirugías y necesarias reconstrucciones, tres costillas rotas, el hombro
derecho fracturado, perdió parte de nariz, en el ojo izquierdo le quedo un agujero, donde
antes había un globo ocular, parte de sus labios desgarrados, y la reconstrucción
permitía observar parte de sus colmillos muy incisivos y algunas muelas y encías donde
faltaban algunos dientes.

La existencia deleznable que llevaba sobre su alma cambio por semanas, antes de salir
del hospital, una bella mujer, tan singular como cualquier que la llegara apreciar, cuando
la observo creyó que era una enfermera, una de las tantas que lo trataban como a un
animal, pero él ya estaba acostumbrado a la indiferencia

Cuando pudo detallar con mayor claridad su rostro se dio una fuerte sorpresa, al
comprobar que era aquella mujer que había acosado meses atrás antes en un parque,
aquella por la cual estaba internado en aquel manicomio, el miedo ominoso lo hizo
recomponerse, incorporarse e intentar huir del hospital, la mujer lo llamo por el nombre,
él se detuvo de haberse lanzado al destino habría sido más favorable para él.

El hospital se hacía cargo de él, la única ayuda que pudo obtener, durante ocho meses,
las enfermeras enfatizaban que no conocía ninguno de sus allegados, llamada tras
llamada, nunca nadie fue a visitarlo, menos a preguntar por él, solo la víctima, la persona
menos pensada, la chica que sorpresivamente perdono sus acciones

El perdón de ella pudo más que el rencor, sus ojos y su sonrisa trasmitían ternura y
dulzura a quien la rodeaba, su rostro tan luciente como las estrellas, era la persona más
pura, y humana, para él, doliente de su heridas, fue la mejor cura, su mejor tratamiento,
como si nunca hubiera sufrido lesiones casi mortales.
El tiempo hizo desarrollar en el una necesidad afectiva, por fin la despreciable vida que
tantas veces quería cegarse ahora avivaba con formidable fervor la deleznable vida que
llevaba empezó a cambiar su semblante, aunque para él, ella era su principal interés, el
solo apreciaba meramente su compañía, pues siempre iniciaba conversaciones
siniestras, corrompidas, ilógicas y civiles

Por un intervalo efímero fue tan feliz, como nunca más lo seria en su vida, no recordaba
una persona más maravillosa que ella, sabia escuchar sus más íntimas Cavilaciones y
los más lamentables pensamientos.

Sabía que en el mundo no llegaría a existir alguien que lo apreciara como ella, sentía en
lo más profundo de su ser que la vida lo destinaria al amor, a morir por ella, por primera
vez la vida le dio un aventón a la Felicidad

Esta vez al igual que las otras el descernimiento no hace parte de él, solo los actos
impulsados por la sensiblería de su corazón.

Las pesadillas lo acechaban con recalcitrante frecuencia y la ansiedad lo volvía


tembloroso y errante, las inhibiciones en su hogar eran frecuentes, decidió un día invitar
aquella mujer que aliviaba su alma, la invitación seria en una noche lúgubre donde la
compañía era su principal interés, la invito a beber algunas copas, y a cenar en su hogar.

La mejor decisión de su vida hasta el momento, siempre fue indecisa, con el resultado
de malas decisiones, pero esta fue la mejor de su vida.

El temor dominaba por completo su cuerpo, no encontraba la fórmula perfecta para


declarar un amor tan sincero y puro, tampoco sabía la receta de alguna comida que la
hiciera ver entender que el siempre estaría con ella, dos patas de camello, un ojo de
pescado, y un diente de león, eso había leído en cuentos, como si fuera así de fácil.

La llovizna se precipitaba en su tejado y la paciencia se embriagaba con deliberación


metódica, manos siempre en los bolsillos mirada al suelo, consumiendo de forma
sucesiva algunos cigarrillos que guarda en su olvidado interés de disminuir su ansiedad.
Su hogar era compuesto por una sala angosta, donde solo apoyaba un libro en una mesa,
y un pequeño televisor, además había un pequeño fogón y un cilindro, donde se cocinaba
en destartaladas ollas, la comida siempre se demora en estar lista, además solo cabía
una persona en ese pequeño lugar, y dormía en un cuarto a un más pequeño que la
cocina, tenía una pequeña ventana alargada que miraba a un arroyo, paredes oscuras,
basura en cada esquina, era lo más parecido a una pocilga.

Los nervios consumían su cuerpo sagazmente, pero que fueron acribillados en seco, en
un momento inoportuno para él, perfecto para ella, era el sonido, un sonido que los
separaba, que se repetía como una sinfonía otra vez sus tímpanos, era ella, y él lo sabía.

Con un sutil y agradecido pico, la saludo, levanto su brazo señalando la sala, la razón se
desvanecía de su ser por completo, solo se dejaba llevar por los actos improvisados de
sus sentimientos, la luz que radiaba su rostro le daba vida a la casa, le daba un
oportunidad aquel acosador que se encontraba en el abismo del suicidio.

Sin embargo, el amor no se mide por lo que es o por las cosas que te gustan o no, es
algo que simplemente llega, que va naciendo, que crece dependiendo de le forma que
se siembra, por eso él no tenía miedo, la conversación fluyo sola, parecían conocerse de
toda la vida.

Después de haber estado algo ebrio decidió levantar la mesa donde había cenado dejo
una silla donde se ubicara después de abrir la ventana estrecha del lado lateral de la
cocina

Regreso a su silla y continuo bebiendo de forma soberbia y fumo hasta quedar levemente
dormido

Lo despertó la frecuente pesadilla pero no logro salir del sueño, sentía estar viviendo
todo lo que estaba soñando se puso de pie en aquella nebulosa habitación, difusas las
paredes logro definir que era por el cigarrillo que empezó a quemar con parsimonia la
alfombra, quiso seguir el hilo de sus sueños y siguió caminado en dirección a la
habitación
Botellas, varias colillas, ropa, basura, eran las cosas, que estaban en el suelo, eran el
pulmón de la nebulosa oscuridad causada por el humo, y la distorsión que con ellos
causaban, algunas tejas de barro que en algún momento fueron un problema, esta vez
fueron una ayuda, la lluvia fue mi ayudante.

Los sucesos posteriores parecen ajenos a su memoria, como si fue una película pudo
observar cómo se iban evaporando las brumas que impedían observar con claridad, se
dirigió a su estrecha cama y se latero al percatarse de una mancha en la pared giro en
dirección a la salpicadura sangrante y allí observo el final de su sueño.

Aquella singular mujer inigualable e inmaculada que intento salvarlo del precipicio de su
existencia, aquella que le brindo el beneplácito beneficio de una vida digna, una libertad
emocional y un responsable compromiso consigo mismo.

Allí se encontraba como un cuerpo amorfo, amoratado y sangrante, había piltrafas de


carne, miembros dispersado en aquella esquina observo sus prendas pintadas de un rojo
escarlata, la conciencia lo abandono y se desmayó.

La conciencia lo recobro, en un cuarto con unas rígidas paredes que daba la libertad tan
limitada, el espacio era apenas para poder das dos pasos de lado a lado, un sitio donde
no se alcanzaba a observar el techo, entonces se incorporó y más temprano que tarde
comprendió que estaba en la cárcel.

La frustración de una existencia lo tomo por completo, su boca iracunda nunca más volvió
a decir una palabra, sabía que estaba condenado al olvido, a la soledad, al desprecio de
la personas que lo tomaban como una gran asesino.

Cuando lo conocí estaba en los últimos días antes de fallecer de una neumonía en un
fervoroso invierno que azotó su prisión, los últimos días delirantes, me conto su historia
y jamás pensé que estaba narrando mi propia historia.
Ocho de la mañana;

El inconfundible sonar de la alarma me despertó, es hora de ir a trabajar.

También podría gustarte