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Constitucionalmente la protección, garantía y efectivo acceso a los derechos a la educación,

salud, trabajo y justicia son una realidad; no obstante, la legislación y la institucionalidad


denotan vacíos ante las realidades cambiantes que traen fenómenos como la migración, toda
vez que las circunstancias que se han previsto allí al parecer no contemplan con suficiencia
imprevistos que permitan una adecuada gestión para la prestación de servicios desde la
institucionalidad, pues el acceso a dichos derechos pareciese estar sujeto a condiciones que
podrían generar barreras a los migrantes.

Según cifras del Dane, para el 2005, año en el cual se llevó a cabo el censo general de
población, en el territorio nacional, en Colombia se encontraban 37 350 personas de origen
venezolano, de los cuales 17 844 eran hombres y 19 506 mujeres. En términos poblacionales,
teniendo en cuenta que para el período 2005-2006, la población censada fue de 41 468 3842 de
habitantes en territorio colombiano, representaba aproximadamente el 0,09 % de la población
dentro del territorio. Ahora bien, en la actualidad se siguen recopilando los datos del censo
general del año 2018 para tener una cifra más cercana a la realidad de la población colombiana.
Sin embargo, la población proyectada de Colombia para el 10 de octubre de 2018 era de 49 985
602 personas.1

Sin lugar a dudas este fenómeno ha traído serias consecuencias en distintas materias dentro del
territorio colombiano, en primera medida desde el punto de vista en materia de salud, las
personas que han ingresado legalmente a Colombia han debido incluirse como afiliados al
sistema de salud colombiano, bien sea en el régimen contributivo o en el subsidiado.

Desde el punto de vista económico y en materia de salud, no cabe duda de que el incremento
de los afiliados de origen venezolano, sobre todo en el régimen subsidiado, ha representado un
gasto adicional para el Estado colombiano. Está claro que un incremento tan acelerado en la
afiliación a este régimen, representa un aumento significativo de una población con limitados
recursos económicos.

El derecho a la salud en Colombia fue consagrado en la Constitución como un derecho económico,


social y cultural en una primera etapa. Sin embargo, en una segunda fase, su relación con el

1
Colombia, Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), Derecho de petición
radicado 20181510353151 de 2018, fecha: 2018-09-06, interpuesto por Jorge Enrique González
Rodríguez, estudiante de la línea de investigación del área de Derecho Laboral de la Facultad de
Jurisprudencia de la Universidad del Rosario.
desarrollo de las personas instó al reconocimiento como un derecho fundamental por parte de la
Corte Constitucional.

Lo ha protegido por tres vías. La primera ha sido estableciendo su relación de


conexidad con el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal y el
derecho a la dignidad humana, lo cual le ha permitido a la Corte identificar
aspectos del núcleo esencial del derecho a la salud y admitir su tutelabilidad;
la segunda ha sido reconociendo su naturaleza fundamental en contextos
donde el tutelante es un sujeto de especial protección, lo cual ha llevado a la
Corte a asegurar que un cierto ámbito de servicios de salud requeridos sea
efectivamente garantizado; la tercera es afirmando en general la funda
mentalidad del derecho a la salud en lo que respecta a un ámbito básico, el
cual coincide con los servicios contemplados por la Constitución, el bloque de
constitucionalidad, la ley y los planes obligatorios de salud, con las
extensiones necesarias para proteger una vida digna.2

Teniendo en cuenta la segunda consideración que plantea la Corte, se resalta que la población
migrante, por sus condiciones de vulnerabilidad, exclusión y desventaja al salir de su país de
origen y llegar al de acogida, demanda la adopción de medidas especiales por parte del Estado
y de acciones que permitan materializar la garantía de los derechos en condiciones de igualdad
real y efectiva, que deriven en la protección especial de aquellos sujetos que, como los
migrantes, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta, de cara a evitar los abusos o
maltratos que contra ellos se cometan (Corte Constitucional, Sentencia T-210 de 2018).

Como segunda medida el impacto en materia laboral se ha dado en las zonas receptoras, pues
los venezolanos inmigrantes cuentan en dichas zonas, con más frecuencia en las zonas con
límites, pues cuentan con un nivel de educación y de competencias superior en comparación
con los colombianos. Asimismo, han aumentado las actividades informales y algunas
empresas se han visto forzadas al cierre. Adicionalmente, el costo de la mano de obra
inmigrante es menor y es una práctica habitual que los empleadores paguen menos, así esto
implique una contratación irregular.

El ordenamiento jurídico colombiano contempla el derecho al trabajo como


derecho fundamental en el artículo 25 de la Constitución Política, el cual tiene
un núcleo esencial incondicional e inalterable, razón por la cual la Corte
Constitucional lo ha entendido “no solo como derecho fundamental sino
también como obligación social, goza de una especial protección del Estado

2
Sentencia T-760 de 2008
que supone, necesariamente, la garantía de su realización en condiciones
dignas y justas” 3

Como ha sido resaltado anteriormente, una de las cuestiones más apremiantes en el acceso y
la garantía a los derechos está relacionada con el estatus migratorio y, en consecuencia, con la
documentación con la que cuentan los migrantes para obtener la garantía de sus derechos. En
materia de derechos laborales, la regularidad de los migrantes, más que una condición para el
acceso, en virtud de la identificación, se ha convertido en un mecanismo para evitar abusos,
riesgos, tratos desiguales e, incluso, la trata de personas con fines de explotación laboral.
Como tercera medida, el éxodo o la migración venezolano ha ocasionado en Colombia el
aumento de la demanda de albergues temporales y vivienda. Sin embargo, se debe tener en
cuenta que el país presenta un alto déficit habitacional que impide cubrir toda esa demanda.
Por consecuencia, los venezolanos han optado por construir sus propias viviendas en espacios
públicos afectando significativamente la seguridad y las condiciones de salud. De igual forma,
puesto que la mayoría de venezolanos tiene el estatus de irregulares no pueden arrendar una
vivienda por lo que los asentamientos informales en zonas de riesgo han aumentado.
Los movimientos migratorios, es un concepto que se ha venido flexibilizando por distintas
razones a la soberanía del estado, la constitución demográfica, socioeconómica, cultural y
política del mundo actualidad se ha derivado del aporte positivo e incluso del negativo que los
emigrantes traen consigo. Este fenómeno, cada vez más difuso, persuade la gobernanza y la
estabilidad de un país, que podrá entrar en crisis si no se afronta una llegada masiva de
ciudadanos que hasta hace poco conocían y dependían de otra soberanía. La falta de políticas
internas que busquen estabilizar la soberanía que, al menos en la sensación de los nacionales,
está siendo amenazada por falta de respeto a las normas y principios que rigen el país de
acogida puede generar una fuerza fragmentadora que termine enfrentando a dos culturas en
vez de integrarlas.
Colombia, que se caracterizaba por ser un país que aportaba emigrantes hoy en día es también
receptor de ellos. La migración venezolana demuestra lo anterior. Es un reto que Colombia
debe asumir con responsabilidad y solidaridad. Nos hemos dado cuenta de los problemas que
tenemos como país de acogida, como la falta de preparación para recibir a los inmigrantes, en
todos los sectores. Nos estamos convirtiendo en una sociedad que no permite que esta
población se integre a la economía para que pueda aportar a ella y diversicarla.

La migración es una oportunidad para que la economía del país crezca a través del consumo,
los trabajadores especializados, empresarios y emprendedores. Claramente, la migración
conlleva efectos de corto, mediano y largo plazo que se deben tratar con cuidado para que el
proceso de integración a la sociedad sea positivo.

3
Sentencia T-026 de 2002

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