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CAPITULO I

Crease o no éste es un programa de Filosofía por televisión. Éste programa tiene un nombre:
Filosofía aquí y ahora. ¿Por qué aquí y ahora? Bueno, en principio digamos, es aquí, es decir,
es en la televisión argentina. Esto implica un grado de novedad muy grande. La novedad es
lo que surge, lo inesperado, la novedad es lo que nadie espera y quizá lo que nadie esperaba
es que se hiciera filosofía por televisión.

Estamos aquí para responder preguntas fundamentales. Las preguntas de la Filosofía tienen
ese carácter, es decir, son fundamentales porque remiten a las cuestiones esenciales de la
condición humana.

La primera pregunta que nosotros vamos a formularnos, es una pregunta que se formula un
filósofo alemán de nombre Martín Heidegger, en un libro de 1935, y la pregunta que hace,
(que es como para quitarle el sueño a cualquiera, espero que no se los quite a ustedes, pero
si se los quita mejor, porque van a sentir en carne viva qué es la Filosofía, digamos, la
Filosofía es una disciplina que incomoda, que acorrala, que sofoca, que da enormes
satisfacciones pero que requiere también un trabajo intenso).

La pregunta que hace Heidegger es: ¿Por qué hay ALGO y no más bien NADA? Es una
pregunta central, absoluta, definitiva, es la pregunta de las preguntas. Porque en realidad
todos nosotros estamos acá, todos nosotros andamos en éste mundo. Yo estoy aquí, usted
está ahí, pero por qué nos preguntamos esto, por qué hay algo y no más bien nada, porque
bien puedo haber ocurrido que no hubiera nada, cosa que nosotros no podemos ni siquiera
imaginar porque no podemos concebir la nada absoluta.

Lo que sabemos es que hay algo. Está todo esto, está la tierra, está el cielo, miramos, están
las estrellas… y de ahí surgen las preguntas definitivas. ¿Saben por qué las preguntas son
definitivas? Porque el ser humano, el ser humano es el único que se hace éstas preguntas. El
ser humano, que es un ser imperfecto, en medio de un mundo y un universo perfectos, que
es un ser finito, en medio de la temporalidad infinita del universo, que es un ser carenciado,
en medio de la abundancia que lo rodea… Se siente a veces, muy pequeño ante tanta
grandeza.

Y al sentirse así, quizás afrontar ese sentimiento es la muestra más grande de su grandeza.
Porque es cierto, Hegel lo decía: “La Tierra es un cascote que meramente gira alrededor del
sol” y eso le quita o le entrega la pequeñez que es ante la inmensidad del universo, pero, dice
Hegel, en éste cascote, que es la Tierra, en éste cascote que gira meramente alrededor del sol,
hay un ser metafísico que se pregunta por el sentido del universo. Es decir, ese ser metafísico
es el hombre. El hombre está en un cascote. El hombre es un ser pequeño, finito, mortal, lleno
de angustia, lleno de miedo, destructivo, autodestructivo, pero tiene la grandeza de saber que
muere y a pesar de eso quiere seguir viviendo. Y tiene la grandeza, además, de preguntarse
por todo esto, por “la Totalidad”, y la Totalidad es todo lo que hay. Y la pregunta por todo lo
que hay la formula aquí, el hombre, el ser humano. Se pregunta por qué hay algo y no más
bien nada. Esa pregunta hace a su grandeza y esa pregunta también lo llena de angustia,
porque esa pregunta, en efecto, quizá no tenga respuesta.

Este ser metafísico que se pregunta por el sentido del universo, quizá no llegue nunca a
obtener esa respuesta.

No sé si ustedes recuerdan esa película de Woody Allen, donde Woody Allen chiquitito, no
quería seguir yendo al colegio, porque él más o menos decía que nunca le iban a poder
enseñarle todo lo que él necesitaba saber, porque el universo estaba en expansión. Y claro, si
el universo está en constante expansión nunca vamos a poder saber todo lo que tenemos que
saber porque nunca vamos a poder alcanzar la expansión del universo. Woody Allen, en éste
sentido, es un filósofo, hace filosofía a su modo, hace filosofía desde las películas, desde el
espectáculo. Hay una frase que dice Einstein, muy famosa que dice así: Dios no juega a los
dados con el universo. Y Woody Allen dice: Sí, Dios no juega a los dados, juega a las
escondidas. Es decir, la frase tiene una dramaticidad muy grande, que el cinematógrafo sueco,
que acaba de morir, Ingmar Bergman, interpretó como “el silencio de dios”.

Cuando Woody Allen dice: Dios no juega a los dados con el universo, juega a las escondidas,
lo que está diciendo es que dios está pavorosamente ausente de los terribles dolores que
aquejan a los hombres.

¿Por qué hay Filosofía? ¿Por qué hay todo lo que hay? ¿Por qué hay Filosofía, por qué hay
Arte, por qué hay Música, por qué hay Pintura, por qué hay todas las expresiones a través de
las cuales el hombre intenta inmortalizarse, trascenderse a sí mismo?
Todos esos intentos existen porque el hombre es un ser finito, porque el hombre muere.
(Cuando digo “el hombre”, digo “la mujer” también, ¿eh?, lo que pasa es que no hemos
encontrado otra manera. Tendríamos que hacer una revolución y en lugar de “hombre” decir
“mujer”, pero estaríamos más o menos en lo mismo).

El hombre es un ser finito. Sus días están contados y él tiene sin embargo hambre de
inmortalidad. Nadie quiere morir… digamos, Shakespeare hubiera entregado Hamlet,
Macbeth, Otelo, si le hubieran garantizado dos años más de vida. El hombre tiene pavor a la
muerte y, sin embargo, sabiendo que es un ser finito, se pregunta por la finitud, la afronta, no
la niega… (muchos la niegan, ¿eh?, la droga, el sexismo, son montones de ceremonias para
ocultar el hecho de saber que morimos, en cambio la Filosofía pone éste hecho por delante).

El hombre es un ser finito, y porque es un ser finito es un ser que se angustia. Como el hombre
se angustia, se angustia porque muere. Cuando la angustia le revela al hombre que su destino
es la Nada, le aparece la idea de la Nada, y la idea de la Nada lo lleva a la idea de que él va
a ser Nada durante mucho mucho tiempo. Cuando yo digo que la grandeza del hombre reside
en que sabe que muere y sin embargo sigue viviendo…esto está en la Filosofía, pero también
está en otras expresiones. No solamente la Filosofía plantea éstas cosas. La plantean las
novelas, la plantean la pintura, la plantea la música… toda, toda partitura termina y cuando
termina sentimos la angustia de aquello que se termina.

Y hay libros, hay libros, por supuesto montones de libros escritos sobre esto. Los libros de
Filosofía se escriben para responder a cuestiones a veces muy estrictamente filosóficas, pero
en el fondo de todos ellos está el intento del hombre por pensar su situación en éste
mundo…Por eso esto (el programa) se llama “Filosofía aquí y ahora”,

Aquí es donde hacemos Filosofía… no estamos en la Sorbona, no estamos en Friburgo, no


estamos en la academia norteamericana. Estamos en la Argentina. Hacemos Filosofía aquí.
Vamos a hacer filosofía como argentinos, inevitablemente, porque estamos situados. Nuestro
pensamiento es un pensamiento situado. …Y “Ahora”, es porque, o la hacemos ahora o no
sabemos si la vamos a hacer más adelante. Porque el hombre es un ser abierto a miles de
posibilidades.

Pero en todas esas posibilidades está la posibilidad de que muera, en consecuencia, sin
urgencia, sin desesperación, pero tenemos que considerar que cada minuto es absolutamente
precioso… que el “ahora” tiene una densidad ontológica, es decir, una densidad de “ser” en
la cual tenemos que participar, en la cual tenemos que comprometernos… y que filosofar
“aquí”, en la Argentina, y “ahora”, es necesario, porque éste país necesita pensar, éste país
necesita salir de todo aquello que distrae a sus ciudadanos en medio de la pavada y de la
estupidez. A ver si soy claro, y esto quisiera decirlo claramente:

En la televisión se trabaja para estupidizar a las personas. En general en los medios de


comunicación. Y esto no pasa solo en la Argentina, pasa en todo el mundo. El poder a través
de los medios de comunicación intenta colonizar la subjetividad de los sujetos. O sea, sujetar
a los sujetos.

Entonces ese señor que llega cansado a su casa, que trabajó todo el día, y llega y enciende la
televisión… la televisión lo atrapa, lo atrapa con, digamos, el espectáculo infinito de la
pavada, y la pavada le impide pensar su situación, le impide pensar que quizás el trabajo que
está haciendo no le gusta, que quizá debería cambiar de trabajo, que quizá debería irse de su
casa, o debería estar más en su casa, o debería amar más a su mujer, o debería amarla menos,
o a sus hijos…o debería irse… yo que sé… al Congo Belga… a dónde sea, y escapar de todo,
pero… O debería quizá darse cuenta que ese aparato que está ahí idiotizándolo está para eso,
para idiotizarlo, entonces, el día que tome consciencia crítica de esto, hace algo muy
sencillo… lo apaga. Cuando un tipo apaga el televisor porque sabe que desde ahí le están
quitando la libertad subjetiva que él merece tener… Ahí comienza su libertad.

Tenemos que preguntarnos por las preguntas de la Filosofía.

La Filosofía hace preguntas que no todos quieren preguntarse. Porque hace preguntas que,
en realidad, toda la existencia humana, el entero planeta en el que habitamos, está organizado
para que el hombre no se haga esas preguntas. Por ejemplo, hay preguntas como: ¿Por qué
es tan injusto el universo en que vivimos?, ¿Por qué hay hambre? ¿Por qué hay gente que
tiene tanto y gente que tiene tan poco?… esas son determinadas preguntas, pero son preguntas
filosóficas, y son preguntas que han nacido, digamos, de una determinada filosofía, por
ejemplo, la filosofía del querido cabezón barbado Karl Marx, que tenía una cabeza enorme y
se le ocurrió preguntar un día ¿Por qué algunos tienen tanto y otros tan poco?… y escribió
un enorme libro “El Capital” qué bueno… ya entraremos en eso.
Ahora, las preguntas de la Filosofía, las fundamentales, son del siguiente tipo…porque,
digamos, la hicieron los griegos. Los griegos se asombraron de estar en medio de tanta
maravilla y dijeron: todo esto que hay y que yo veo, es Algo, pero es un Algo enorme.

¿Y si en lugar de todo esto no hubiera nada, si en lugar de esto no hubiera nada?… entonces
esa pregunta surge del asombro.

Pero hay otra pregunta fundamental que inaugura la modernidad del capitalismo, y es la que
hace René Descartes en 1637, en uno de los textos más bellos de la Historia de la Filosofía,
“El discurso de método”, que cualquiera lo puede comprar y lo puede leer en una hora o dos
horas… Y la pregunta de Descartes no surge del asombro, surge de la duda, y vamos a ver
cuánto tiene que ver con nosotros. Un día éste señor, Descartes, simplemente dijo: “Voy a
dudar” … Miren, eso fue revolucionario.

No hay nada más revolucionario que plantarse un día ante toda la realidad y decir: bueno, yo
voy a dudar de todo ¿eh?, no me vendan más buzones, no quiero que me convenzan más. Yo
voy a dudar de todo. ¿De qué dudó Descartes? Descartes dudó de toda la Teología Medioeval,
dudó del Aristotélico Tomismo, dudó de las verdades Evangélicas, dudó de la Inquisición,
dudó, en última instancia, de Dios. ¿Por qué dudó de Dios? Porque

Descartes dijo: “voy a dudar de todo”. Y cuando alguien dice voy a dudar de todo, tiene que
dudar de Dios. Y Descartes estaba en 1637, lo habían quemado a Giordano Bruno, la
inquisición ya había quemado a Giordano Bruno… Descartes estaba preocupado, por eso se
fue a Holanda, que era un país en el que todavía se podía pensar con mayor libertad, de dónde
vemos que el pensamiento requiere de la libertad para ejercerse.

En Holanda, Descartes dice: voy a dudar de todo y después dice: pero de lo que no puedo
dudar es de mi duda… y después dice: bueno, pero si yo dudo es porque pienso, porque mi
duda surge de una actitud del pensamiento. Entonces dice: ¿de qué puedo no dudar? De mí
pensamiento. Y saca la célebre formula “Pienso luego existo”. Pero me interesa más que nos
mantengamos en la cuestión de la duda. Cuando él dice “voy a dudar de todo”, nosotros hoy
deberíamos decir también “dudemos de todo”. ¿Qué hizo Descartes? Descartes apagó el
televisor de la teología medieval (ese era un televisor tremendo, además, si uno no veía esos
programas, la inquisición lo quemaba, si uno no creía en lo que decía ese televisor la
inquisición lo quemaba, le golpeaba la puerta a uno y … a la hoguera.) Entonces Descartes
tuvo el enorme coraje de afirmar su propia subjetividad. Esto es revolucionario en la
Filosofía.

Esto es lo que tiene de revolucionario la Filosofía, de contestatario, de nuevo… Esto es lo


que le puede cambiar la vida a usted. Descartes dijo: “Yo voy a dudar de todo y no les voy a
creer más a todos aquellos que me dicen que tengo que creer en la verdad revelada de dios,
que la iglesia es la encargada de bajarla a la tierra y de aplicarla a través de sus grandes
inquisidores” … No, dijo Descartes: voy a dudar. Y al hacerlo apagó, entonces, ese televisor
de la teología medioeval.

Qué tal si nosotros, qué tal si nosotros un día de éstos, digamos, estamos en casa, y estamos
en casa como estamos habitualmente ¿NO? sentados ahí. chuk, chuk, chuk, chuk… dale,
dale, dale con el zapping de una cosa a la otra y no nos importa nada. ¿Qué vemos? vemos
una catástrofe, vemos el hambre, vemos la tortura, vemos la guerra, vemos a las modelos,
vemos todos los traseritos, por decirlo así, (en un programa de Filosofía uno dice trasero en
lugar de culo), pero los vemos, así, abusivamente, nos tiran con todo eso, pasan de una cosa
a la otra y quedamos… así, idiotizados, hasta que nos dormimos.

Entonces lo que hace Descartes, bueno, basta con esto. Tiro el control remoto al diablo y tac,
apago el televisor… y empiezo a pensar. Estoy dudando de eso, yo estoy dudando de eso.
Porque en realidad, todo ese vértigo creo que me lo están tratando de meter en mí, en mí
consciencia. Y yo no quiero que mi consciencia sea el vértigo que me están vendiendo.
Quiero que mi consciencia sea libre y piense mis problemas. Entonces comienzo a dudar. Yo
voy a dudar de eso. Y cuando comienzo a dudar, comienzo a ser libre, libre. Porque solo una
consciencia crítica es libre. No hay libertad si no está alimentada por la crítica. Y la crítica
solo puede ser ejercida a partir de la autenticidad del sujeto crítico.

La grandeza de la libertad del hombre reside en muchas cosas. Reside en que, como dije, y
tenemos que repasar: es finito en un mundo infinito, es imperfecto en un mundo perfecto, lo
angustia su pequeñez, lo angustia la idea de la nada, lo angustia la idea del dolor, de la
injusticia, y también, la grandeza del hombre todavía, todavía, todavía porque puede ser que
esto no sea para siempre, todavía puede radicar en que se revele contra lo que intentan hacer
de él.

Y quiero decir, y con esto rendir homenaje a un gran filósofo Jean Paul Sartre, (que tenía un
ojo que se le iba para un lado, pero la inteligencia la tenía clara), Sartre tiene una frase que
dice: “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Para mí, ésta es una de las
frases más fundamentales de toda la historia de la humanidad porque evidentemente desde
que nacemos hacen de nosotros algo. Nosotros nacemos, y nos hablan. Nos meten una lengua.
Nos hablan, nos hablan, nosotros recibimos como una esponja palabras, palabras, palabras.
Cuando empezamos a hablar ¿Qué decimos? Decimos las palabras que nos dijeron, es decir,
no tenemos un lenguaje propio, creemos que dominamos una lengua y esa lengua nos domina
a nosotros.

Pero alguna vez vamos a tener que decir una palabra nueva. Alguna vez vamos a tener que
decir una palabra que sea nuestra. Y esa va a ser nuestra Libertad.

Entonces, es cierto, está el lenguaje que nos condiciona, el entorno socio-político que nos
condiciona, está el inconsciente que nos condiciona… es verdad, todo eso, todo lo que
quieran… pero en algún momento, a partir de algún momento tenemos que ser responsables
de nosotros mismos porque somos lo que elegimos ser. Entonces, bienvenida la frase del
maestro Jean Paul Sartre que dice: “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”.

Bien. Esta es la grandeza de la Filosofía. La grandeza de la Filosofía es entender éstas cosas,


entender éstas problemáticas, entender que esto… en realidad esto requiere coraje, porque la
vida que alguien lleva es una vida que puede parecerle injusta, pero es mansa, es mansa
porque se deja llevar: usted va al trabajo y se afeita, desayuna, usted va al trabajo, el jefe lo
trata mal, pero no lo escupe por lo menos, sigue, almuerza al mediodía en algún lugar, corta
y choca, porque son esos lugares donde usted corta y choca con los codos, come mala comida,
pero después se toma un digestivo, bueno, después sale… hay problemas con el tránsito… y
bueno, llega a su casa agotado pero bueno… nada grave lo acosó durante todo el día…saluda
a su mujer… y se va a dormir tranquilo, y pasó otro día de mi vida. Sí, pero pasó, pero No
pasó. No pasó nada en su vida. Ese día no pasó nada en su vida.

O sea, usted la pasó bien. Usted no se amargó. Usted no se asustó. Usted no se angustió. Se
deslizó a lo largo de ese día como… y bueno, como una especie de hoja en la tormenta del
capitalismo del siglo veintiuno, que es el único sistema que está vigente.

Pero, cuánto más interesante hubiera sido si en ese día, de pronto, usted se para y dice: “Pero
caramba!, qué vida de porquería estoy llevando. No puedo seguir viviendo así. Este empleo
que tengo es terrible. Mi jefe me trata mal. A mi mujer no me la banco más. A mis hijos los
quiero, pero me voy a separar y me los voy a llevar o sino se los dejo, pero… yo que sé, la
verdad que no los quiero tanto o me resultan imbancanbles. ¡Qué porquería es la televisión
que veo! ¡Es pura chatarra, es pura basura…además esas cosas redondas que muestran las
mujeres todo el tiempo… ya estoy harto! ¿no tienen cara las mujeres? ¿qué paso? ¿se les fue
la cara a las mujeres? Antes las mujeres tenían labios, tenían ojos, ojos hermosísimos
tenían… yo que sé, por ejemplo, Greta Garbo, Michael Pfaiffer. Que tienen unos ojos… No.
Olvídese. No hay más. Las mujeres ahora tienen una sola cosa: culo. Y usted tiene que ver
eso porque eso le están dando.

Entonces hay un momento en el que usted dice: “Bueno esto no va más”. Pero a partir de ese
momento ¡Ojo! Usted está solo. Usted está solo. Y eso se lo tiene que bancar. Se lo tiene que
bancar y eso es una actitud filosófica.

Pero es muy difícil, porque usted a partir de ahí, dejó de pertenecer a la manada y comienza
a pertenecer a usted mismo. Y cuando usted comienza a pertenecer a usted mismo ya no tiene
justificaciones, ya no puede distraerse. Tiene que elegir. Y usted va a ser el responsable de
cada una de sus elecciones.

Aunque muchas de las cosas que dije están extraídas del pensamiento de grandes filósofos,
de todos modos, en nuestras próximas entregas o en nuestros próximos encuentros… si es
que usted sintoniza el próximo programa… porque por ahí, usted se asustó tanto que dice:
no, éste tipo me quiere despertar, me quiere cambiar la vida, yo estoy cómodo así, yo veo lo
que hay que ver, hago lo que hay que hacer, como lo que hay que comer, me visto como hay
que vestirse… yo estoy fenómeno así. Bueno no. No.

Está bien… Pero “acá” eso no va. Acá eso… digamos, nosotros le vamos a plantear
cuestiones peligrosas todo el tiempo. La filosofía es así.

Vamos a empezar a ver a determinados autores para a aprender a ver la Filosofía de estos
autores. Vamos a partir de Descartes, de “el discurso del método”, de 1637, después vamos
tomar a Kant, después vamos a tomar a Hegel, después vamos a tomar a Marx, y vamos a
tratarlos lo más seriamente que podamos.

Eee, y ahora… ahora vamos a irnos, porque como todo lo que llega… se va. Es una ley de la
vida y es una ley del desarrollo histórico y de la vida de cada uno de nosotros: Llegar y partir.
CAPITULO II
Sacar la filosofía a la calle. ¿Sujetos sujetados? ¿Si la historia está en manos de Dios qué
hacen los hombres? ¿En qué consiste la ruptura teologal con el pensamiento de Descartes?

Descartes ¿Un héroe del pensamiento?

Habíamos dicho en el programa anterior que la Filosofía tiene como surgimiento la condición
finita del hombre. Que, en realidad, si el hombre no fuera un ser finito…, es decir, “un ser
finito” es una frase un poco, demasiado exquisita para decir que estira la pata, digámoslo más
concreto: Se muere. El hombre se muere. Y es porque se muere que reflexiona, filosofa, hace
todas las cosas que hace sobre este mundo.

Si en lugar de hombres fuéramos dioses no nos preocuparía las cosas que preocupan a la
filosofía, porque los dioses no hacen filosofía, los dioses son dioses... y bueno… o retozan
en el Olimpo o les dictan las tablas de la ley a Moisés, bueno… o hacen cosas que ninguna
de las cuales implica morirse…Pero el hombre sí. El hombre es un ser finito, y lo interesante
de esto, para avanzar porque esto ya lo dijimos, es: ¿Qué pasaría si fuéramos inmortales?
¿Qué pasaría si no nos muriéramos?

Hay un cuento, excelente de Borges (porque no todos los cuentos de Borges son buenos, pero
este es bueno, bueno en serio) que se llama “El inmortal”. “El inmortal” trata justamente de
la historia de alguien que no va a morir jamás y se encuentra con Homero una vez, Homero
que es inmortal. Entonces narra y dice: “Homero y yo nos separamos en las puertas del
Tánger; creo que no nos dijimos adiós” … Bueno… porque dos inmortales no se pueden
decir adiós.

Dos inmortales, inevitablemente, en el largo de su inacabable vida, se van a volver a


encontrar en algún momento. Nosotros decimos adiós, hasta luego, hasta pronto, que te vaya
bien en ese viaje, ojalá vuelvas pronto… porque sabemos que cada partida puede tener un no
retorno, puede no tener un retorno. Dos inmortales que se separan saben que en algún
momento de sus vidas se van a volver a encontrar.

O sea, ¿Qué sacamos de esto? Que el hombre es un ser patético, patético porque vive una
situación patética: la de saber su finitud. Pero a la vez, es un ser precioso porque cada uno de
los instantes de su vida vale infinitamente. El instante de la vida de un inmortal no vale nada
porque ese instante va a ser repetido hasta la náusea, va a ser repetido hasta el infinito, en
cambio, cada uno de los instantes de nuestra vida es único, es único porque es un camino
hacia la muerte, es verdad, pero es también nuestra vida actual presente en la que estamos
viviendo ahora, entonces, eso es lo que nos hace preciosos, preciosos, cada momento de
nuestra vida es precioso.

Eso es, digamos, lo que Borges básicamente plantea en ese cuento “El inmortal”, y lo plantea
muy bien y por supuesto con muy buena prosa porque Borges escribía muy bien.
Ahora, el pensamiento filosófico… es deseable que sea autónomo, autónomo. Y no solo el
pensamiento filosófico… el suyo también, el mío también. En general, es conveniente, es
recomendable que nuestro pensamiento sea autónomo, es decir, que sea nuestro, que no
seamos pensados por el sistema (por darle éste nombre, así, en general a la cosa)

Digamos, hay un enorme sistema que nos piensa, que piensa todo por nosotros entonces nos
ahorra la terrible tarea de pensar. A esto, Heidegger lo llama “vivir en estado de interpretado”.
Casi toda la gente de este mundo vive en “estado de interpretado”. Les voy a dar un ejemplo
de “estado de interpretado”: La “ideología Taxi” (yo tomo muchos taxis, espero que no se
enojen conmigo) … Generalmente uno sube al taxi y el taxista argentino tiene una
característica muy peculiar, que es que uno sube y él le empieza a hablar (esto es muy muy
argentino) pero le empieza a hablar de lo que escucha por la radio, entonces apenas dice dos
palabras uno ya sabe que radio escucha.

Entonces uno puede decirle: “Mire, no siga hablando porque yo sé que usted me va a decir
esto, esto,esto y esto. ¡Ah!, dice el taxista, ¿cómo lo sabía?… Y, lo sé porque eso es lo que
dicen en la radio que usted escucha, entonces usted no está diciendo sus ideas, está diciendo
las ideas de la radio que escucha. Usted no está hablando, está siendo hablado. Usted no está
pensando, está siendo pensado. Usted vive en “estado de interpretado”. Sus ideas no son
suyas. Lo que usted dice no le pertenece.

Entonces, ésta cuestión de vivir en “estado de interpretado”, Heidegger la va a llamar: “La


existencia inauténtica”. La existencia inauténtica es ante todo aquella que es incapaz de dar
cara a la finitud del hombre. La existencia inauténtica es aquella que vive en exterioridad.
Vamos a dar dos, tres elementos de la existencia inauténtica: la avidez de novedades, por
ejemplo, la gente vive devorada por la avidez de novedades, es decir, salta de una cosa a la
otra… Qué hay de nuevo en literatura, qué hay de nuevo en ropa… por eso, digamos, la moda
es un ejemplo total de la avidez de novedades, cambia constantemente, justamente para
posibilitar y promover el consumo. La avidez de novedades. Después está también lo que
hay que leer, lo que hay que ver, etc, etc. Todo esto tiene que ver con la existencia inauténtica.
Es decir, son sujetos sujetados por el poder.

La Filosofía tiene como condición de posibilidad de dejar de lado a Dios, porque la Filosofía
es un sistema de formular preguntas y de posibilitar algunas respuestas. Pero
fundamentalmente, yo diría que la Filosofía es el arte de preguntar. En cambio, Dios es el
Ser que da todas las respuestas.

Durante el Medioevo los hombres no hicieron Filosofía porque la verdad les era revelada por
Dios. Al serles revelada por Dios, no buscaban la verdad, bastaba creer en Dios. Bastaba
creer en lo que Dios revelaba a través de los textos evangélicos para tener todas las respuestas.
En realidad, una situación bastante cómoda. Es decir, la vida era un páramo de lágrimas, pero
alguien había venido a sufrir y había redimido todos nuestros pecados y hay una promesa,
que es la promesa divina, que vamos a llegar al reino de los cielos y ahí seremos todos eternos
y felices.

Este relato… este relato, por supuesto, paraliza a los seres humanos porque todo está resuelto.
Todo está resuelto. No hay preguntas que hacer porque Dios las responde a todas. No hay
orden histórico que transformar, porque este decurso histórico no es el importante, sino el
que va a venir después, el del reino de los cielos.

Entonces, durante diez o trece siglos la Historia permaneció detenida. Permaneció detenida
porque no son los hombres los que hacen la historia. Cuando los hombres se someten a la
veracidad divina, al juicio divino, a la promesa divina, no toman la Historia entre sus manos.

El que está haciendo la Historia es Dios. Es tan fuerte la figura de Dios y de sus representantes
terrenos, es decir, la iglesia… que quedan históricamente paralizados. Si a eso le añadimos
el poder terrenal, despiadado, de la inquisición, entonces, efectivamente los hombres
trabajan, son labriegos y toda verdad es una verdad revelada por Dios. Y la duda que pueda
tener cualquier hombre, la tiene que ir a decir en el confesionario. Entonces en el
confesionario surge lo que Michele Foucault llama “El poder pastoral”.

El poder pastoral es uno de los poderes más despóticos que se han instalado en la tierra. El
poder pastoral es el poder de los representantes de la iglesia en el confesionario. Es decir,
¿Qué hace alguien cuando va al confesionario? Le va a decir al cura, del cual, se somete en
el confesionario… le va a decir lo que le pasa: “Padre, he pecado… o padre he hecho esto o
aquello… bla bla bla” Y el cura lo escucha y domina su subjetividad, la recibe. El otro le
entrega su subjetividad al cura. El cura la recibe. Y le da dos o tres cosas, padrenuestros, etc.
Y lo manda afuera.

Entonces, hay un poder pastoral, como dice Foucault, que se realiza a través de la confesión.
Luego, va a decir Foucault, va a venir el poder pastoral del Estado. Va a ser el Estado
Moderno el que, a través de las ciencias, las prisiones, los manicomios, el psicoanálisis… va
a representar ese poder pastoral.

Ustedes observen lo interesante que dice Foucault, es que esa confesión que el hombre del
medioevo le hacía al cura, es muy similar a la confesión que el paciente le hace al
psicoanalista hoy en día. De modo que, el poder pastoral en el Estado moderno lo tienen las
Instituciones medicinales, psicoanalíticas, las cárceles, los manicomios… dónde se agrupa a
la gente.

Por otro lado, descubrir América implica, escenifica, la decisión del hombre prometeico de
ir a la conquista de los territorios nuevos. Es una empresa capitalista. Porque Colón va a
América para expropiar América.

Entonces, cuando decimos que la conquista española de América implicó la muerte de


cincuenta millones de indígenas, tratemos de sacar esta cifra de la estadística y de pensarla
como lo que realmente es: cada uno de esos cincuenta millones fue uno.

Hay una frase que sobre el holocausto judío dice: “No mataron seis millones de judíos.
Mataron un judío y después lo mataron seis millones de veces más”. Entonces, esta conquista
y este genocidio Americano del hombre capitalista. Y como los Españoles eran algo lentos
en esto, fueron aventajados por los piratas que robaban los galeones españoles que llevaban
el oro y lo derivaban a Inglaterra que se hizo la Gran Nación de la burguesía industrial.
Ahora, bien. En 1637, Descartes pone al hombre en la centralidad. Desplaza a Dios. Dios ya
no es el que está en la centralidad. Dios ya no es el centro, el que revela la verdad a los demás
hombres. Ahora lo que es puesto en la centralidad de la explicación de la Historia humana es
“El hombre”.

El hombre, atención, en tanto Sujeto. El hombre en tanto pensamiento. El hombre en tanto


subjetividad.

Lo que hace Descartes es decir con esa famosa frasecita “Pienso luego existo”, “Cogito ergo
sum”… Lo que está diciendo Descartes es que el sujeto capitalista, al cual él representa, se
define por la subjetividad. Y que ahora es la subjetividad aquello que da fundamento a todo
lo existente. La subjetividad es ahora el subiectum. El subiectum es aquello que subyace a
todo lo que existe. Así como los griegos lo llamaban hipokeimenon, es decir, aquello que es
como el basamento de todo lo existente…

Descartes al poner el pensamiento como base de todo decurso filosófico, histórico, etc, etc…
Ahora es la subjetividad del hombre el punto de partida de todo razonamiento. Y con esto,
entonces, nosotros tenemos nada menos que esta subjetividad, que no es cualquier
subjetividad…, esto que yo estoy explicando, habitualmente no se explica de este modo.

Habitualmente se dice que Descartes dijo: “Pienso luego existo”, pero después vino Kant y
dijo: “Las condiciones de posibilidad del sujeto son las misma que las del objeto...; que
después vino Hegel y dijo: “La sustancia consiste en concebir a la sustancia como sujeto” …
Es decir, ¿Qué hace esa gente? No hace Historia razonada de la Filosofía. Hace historias de
los héroes del pensamiento, digamos: …Descartes, pasamos a Kant, pasamos a Hegel,
pasamos a Nietzsche…

Entonces todo esto es un gran movimiento. Es decir: Colón descubre América, Copérnico,
Giordano Bruno, Galileo y Descartes. Y Descartes viene a decir: “Ya que hemos desafiado
tanto en el campo astronómico” …, …Ah, el poder de la iglesia… digamos la verdad: El
hombre se está adueñando de la Historia. Cuando Descartes y el Renacimiento surgen, es que
el hombre se está adueñando de la Historia.

Les voy a dar un ejemplo muy contundente:

Durante trece siglos en la Edad Media no pasó nada, o pasó poco. “El discurso del método”
es de 1637. Y en 1789 ocurre la gran Revolución burguesa, que es la Revolución Francesa.
De 1637 a 1789 hay muy poco tiempo. Cuando Descartes escribe “El discurso del método”,
le está cortando la cabeza a Luis XVI.

Porque ahí, es el hombre de la burguesía el que se pone en la centralidad y es el hombre de


la burguesía capitalista el que comienza a hacer la Historia. Entonces cuando el hombre
comienza a hacer la Historia, la Historia se dinamiza. Porque el hombre ya no está esperando
que Dios haga la historia. La Historia la hace él. Entonces la Historia cobra un ritmo que
antes no tenía. Porque antes era la etapa de la espera. Se esperaba el reino de los cielos. Ahora
los hombres ya no esperan nada. Lo hacen todo ellos.
Decía que Descartes era un héroe del pensamiento. Y efectivamente lo es. Es un héroe del
pensamiento del capitalismo burgués. Con Descartes surge la subjetividad capitalista. A
algunos quizás les llame la atención que yo una a Descartes con el surgimiento de la
subjetividad capitalista, pero es que la Filosofía es así.

La Filosofía ocurre en medio de la Historia, en medio de las relaciones de producción y en


medio de las relaciones sociales de producción. Descartes es un señor burgués que decide
que la subjetividad de su clase social, la burguesía, es el elemento fundante de toda la
realidad. Entonces Hegel, que también era un filósofo de la burguesía, lo llama “héroe del
pensamiento” porque se ha atrevido a dudar de todo y sobre todo se ha atrevido a dejar a Dios
como principio supremo.

Entonces, la cabeza de Luis XVI cuando cae, no es que sea Descartes quien le tiró la
guillotina y la cabeza rodó… pero sí es el pensamiento de Descartes el que dio origen a ese
proceso histórico que llevó a las turbulentas jornadas de la Revolución Francesa, la toma de
la bastilla y el decapitamiento de Luis XVI. Es muy interesante ver que el pensamiento de
Descartes es subversivo.

En la Argentina esta palabra tiene un triste recuerdo, y en realidad cada vez que la decimos
nos ponemos mal porque recordamos etapas muy muy negras de la Argentina, en las cuales
ni por asomo este programa habría podido ser realizado. Es decir, todos los que hacemos este
programa, en otra etapa de la Argentina, salíamos a la calle y no existíamos más después, o
ya nos estaban esperando…

El pensamiento de Descartes fue subversivo porque cuestiona el orden instaurado de la


teología medioeval, cuestiona el orden de la iglesia y cuestiona el orden de la inquisición.
Por eso, Descartes, que quizás no era demasiado valiente, escribió “El discurso del método”
en Holanda que era un país liberal, donde todavía se podía escribir y pensar… porque en
realidad, un filósofo para pensar tiene que tener una cierta tranquilidad de espíritu.

No se puede pensar y estar esperando que a uno lo vengan a buscar para decapitarlo o tirarlo
por ahí… ese tipo de cosas. El pensamiento exige la libertad del contorno individual. Los
regímenes autoritarios lo primero que hacen es establecer un dogma y prohibir el
pensamiento libre. Eso ocurre tanto en la iglesia medioeval como ocurrió en el régimen
soviético durante el Stalinismo. Se establece un dogma del partido y el que piensa fuera del
dogma del partido es liquidado… Siberia.

Entonces, el pensamiento de Descartes es subversivo porque lo subversivo es lo que


subvierte, es decir, lo que subvierte es que cambia, lleva a que una cosa se transforme en otra.
Y el pensamiento de la burguesía capitalista que expresa Descartes, se expresa en la realidad
a partir de la praxis de los revolucionarios franceses.

Hay cosas notables que influyen en la Historia. Una de las cosas que más decidió el ímpetu
salvaje de la Revolución Francesa fue el pensamiento, por supuesto, de los ilustrados, el
pensamiento de la ilustración, los que escribieron la Enciclopedia: Diderot, D’Alambert,
Rousseau, Voltaire…
Pero hubo una frase, hubo una frase de María Antonieta que llenó de indignación y de fuerza
revolucionaria a toda la población, al menos a las clases que pasaban hambre. Le preguntaron
a esta reina, le dijeron, le informaron que el pueblo tenía hambre. Y célebremente,
célebremente María Antonieta dijo: ¿Por qué tiene hambre el pueblo? Le dijeron: “Porque
no tienen pan”. Y ella respondió: “Bueno, que coman pasteles”. Y este fue uno de los motivos
que dinamitó la Revolución Francesa. Esa frase resultó intolerable para la plebe. Y la plebe
a partir de esa injuria decide revelarse y la revolución se desata.

Como vemos, a veces basta un elemento de irritación para que una situación encuentre el
desenlace histórico detrás del cual estaba. O sea, trece siglos de la Edad Media no resuelven
nada. Y la subjetividad del hombre capitalista de la modernidad se arroja en una historicidad
desbocada que en poco más de un siglo produce un hecho trascendental como la Revolución
Francesa.

La Revolución Francesa pone al hombre capitalista en la centralidad. Es la burguesía


capitalista la que se adueña del poder. La monarquía pertenece al pasado. Una revolución
consiste en poner en el centro de la Historia a la clase históricamente más moderna, más
revolucionaria. Entonces la actitud que va a tener el hombre capitalista es la actitud de hacer
la Historia…

Como vamos a ver, y esto va a volver muy apasionante nuestro curso, el capitalismo va a
generar su antagonista, que va a ser el proletariado. Y eso nos lo va a explicar el cabezón
barbado Marx. Que vemos hasta ahora; lo dejamos hasta aquí. Yo casi me voy.

Ahora yo que sé. Me voy… Porque la Filosofía tiene que salir a la calle y ensuciarse un poco.
CAPITULO III
Hubo dos grandes descubrimientos: Colón descubre América y Descartes descubre la
subjetividad. No siempre estas cosas se relacionan. En realidad, yo ya lo dije y lo vuelvo a
decir, y lo voy a decir insistentemente: La historia de la Filosofía se estudia mal.

La Filosofía se estudia mal ¿Por qué? Porque la Filosofía estudia como si los filósofos fueran
unos tipos distraídos que andan por ahí pensando cosas, pensando cosas que nadie entiende.
En cambio, los filósofos son seres muy terrenales, muy terrenales, metidos en procesos
históricos, grandes procesos históricos que ellos expresan y que ellos dinamizan con su
pensamiento.

Entonces, la relación entre Descartes y el descubrimiento de América, no es frecuente que


ustedes la encuentren en los libros de filosofía; porque van a decir: “¿Para qué vamos a poner
el descubrimiento de América en un libro de Filosofía, si un libro de Filosofía no es un libro
de Historia?… Y un libro de Historia no tiene que ser un libro de Filosofía…”

Pero no. Descartes y Cristóbal Colón tienen mucho que ver, porque Cristóbal Colón descubre
América para el capitalismo, como lo habíamos visto; y no es que descubra América porque
América no existía. América existía, pero no existía para los ojos mercantilistas del
capitalismo. El capitalismo descubre América con Colón e incorpora a América al mundo
europeo, que era “el mundo” en esos momentos. Entonces se establece así un “sistema
mundo”. Ahora, este sistema mundo, requiere a un protagonista, y el protagonista es el
hombre.

Es el hombre el que sale a buscar nuevos mundos. Porque el hombre medieval no hubiera
buscado nunca nuevos mundos, porque el mundo era un lugar de pasaje, era un lugar de
llanto, un mero lugar de pasaje en camino hacia el reino de los cielos. Pero el hombre de la
modernidad sale a buscar nuevos mundos (este es el hombre capitalista). Ahora, este hombre
necesita tener una subjetividad, necesita pensarse a sí mismo, necesita saber quién es él, cuál
es su relación con la realidad exterior.

Y aquí aparece Descartes, quien, como lo dijimos, parte de una concepción de la Filosofía
como “Duda”. Descartes ha demostrado la existencia del pensamiento. Pero no demostró la
existencia de las cosas externas.

Lo que ha hecho hasta ahora Descartes es poner al hombre en la centralidad. El hombre es el


centro. Ese hombre es el sujeto capitalista de la historia. El hombre es la centralidad y con
esto nace el Humanismo. El Humanismo nace cuando el hombre ocupa la centralidad y
desplaza a Dios de la centralidad. Con esto nace el Humanismo. Lo llamamos Humanismo
porque parte del hombre. ¿De dónde parte Descartes? Parte de la subjetividad, pero esa
subjetividad es la subjetividad del hombre.
Entonces, el Humanismo, vamos a definirlo así, es una concepción que hace del hombre el
punto de partida epistemológico fundamental. “Epistemológico”, se refiere a todo aquello
que sea el pensamiento científico sobre la realidad. Entonces, el Humanismo es esa
concepción que parte del hombre como sujeto, del hombre como sujeto centrado a partir del
cual es posible conocer todo lo otro que hay en el mundo.

Entonces, el nuevo problema que encarna Descartes, y el problema que realmente lo va a


angustiar seriamente, es un problema…, es un problema que podemos disfrutar planteándolo
porque…

Veámoslo así: Este señor René Descartes, en Holanda, junto a una estufa, tranquilo, protegido
por la monarquía holandesa, sin miedo a la inquisición…, descubre que el centro del
pensamiento es la subjetividad; está seguro de eso; de eso dice: “yo estoy seguro, estoy
seguro de que mi pensamiento es el origen de todo posible filosofar”. Ahora, Descartes dice:
“sin embargo…”, fíjense ustedes que para el sentido común esto es casi risible, diríamos…,
un buen hombre, laborioso, campesino le diría a Descartes: -No sé por qué usted se plantea
estas cosas… es tan evidente que mi vaca está ahí, que mi carruaje está ahí, que mi asada está
ahí…Ah no, dice Descartes, pero yo soy un filósofo. Yo tengo que dar cuentas, yo tengo que
justificar metodológicamente, epistemológicamente, filosóficamente que la realidad externa
existe.

Descartes dice: “Ya que yo veo todas esas cosas ahí afuera, esas cosas tienen que existir.
Porque si yo las viera y no existieran Dios me estaría engañando. Entonces tienen que existir
porque Dios es infinitamente bueno, es infinitamente veraz, es incapaz de todo engaño…

Y si yo veo todo lo que está ahí afuera, es que Dios no me está engañando, sino que todo eso
que está ahí afuera, está.” Ahora, Descartes introduce aquí una figura muy simpática, que es
la del “Genio Maligno”, Descartes escribía en francés -Esta digresión que voy a hacer es muy
importante: Descartes escribía en francés y no escribía en latín; quería hacerse entender,
quería llegar a que la gente lo entendiera, quería llegar al pueblo en última instancia-

Entonces introduce esta figura del “Genio Maligno”. Descartes dice: “Podría haber un “Genio
Maligno” que me engañara y todo lo que está ahí afuera no existiera.” Entonces, yo estaría
viendo todo eso y eso no existe, porque el “Genio Maligno” me está engañando. “Sin
embargo, dice, la veracidad de Dios tiene que ser más fuerte que el poder del “Genio
Maligno”, y yo no puedo dudar de la veracidad divina”.

Entonces Descartes llega a la siguiente conclusión: “Todo aquello que yo veo que está ahí
afuera, es decir, la “Res extensa”, la cosa externa, tiene que existir, porque si no existiera
Dios me estaría engañando y yo creo en la veracidad divina”.

Ahora bien, metodológicamente, como vemos, Descartes se ha traicionado porque para


demostrar la existencia exterior de las cosas no se ha remitido a su fundamento primero, el
pensamiento, sino que se ha remitido al viejo fundamento de la teología medieval, a Dios,
entonces estamos de nuevo en la teología medieval. Para demostrar la existencia de la
realidad externa Descartes recurre a Dios.
Recuerdo un chiste muy lindo que se contaba en mis viejos años de estudiante, en la calle
“Viamonte”. En la calle “Viamonte” estaba la Facultad de Filosofía, y ese era un ámbito
mítico donde circulaban personajes como: Oscar Masotta, León Rozitchner, Eliseo Verón,
Sebreli…, y a veces yo. Bueno, había un chiste que salía en una revista que era el siguiente:
-Era una broma a la filosofía idealista-

En el primer cuadrito de la historietita, salía un filósofo y había un florero dibujado en el aire.


Y el filósofo decía: -Todo esto es muy sencillo, ese florero está ahí porque yo lo pienso; como
yo pienso ese florero, ese florero está ahí.

Segundo cuadrito: El florero y el filósofo. El filósofo dice: -Si yo dejara de pensar que ese
florero está ahí…Tercer cuadrito: El florero solo. Y se escucha la voz del filósofo: -Ese
florero dejaría de existir. Cuando en realidad, el chiste era que el que dejó de existir fue el
filósofo. Este es un chiste típico del materialismo filosófico, es decir, el que propone la
primacía de la materia por sobre la subjetividad.

Nosotros éramos muy jovencitos y estábamos estudiando a Descartes en 1966. En 1966 se


da el golpe, cavernícola, del General Juan Carlos Onganía. A Onganía le habían dicho que
en las Facultades residía el monstruo Marxista. Entonces, Onganía decidió extirparlo. Para
extirparlo, bueno, hizo lo de siempre, mandó los camiones de asalto, la policía con los
palos…, (había salido un chiste de Quino, por esa época, que llamaba al palo de policía “El
palo de abollar ideologías”) Entonces, la policía entra en las Facultades.

Era la primera vez que se violaba la autonomía universitaria. Entonces la policía de Onganía
entra en las Universidades, y en Ciencias Económicas, Ciencias Sociales…pegan muy
duramente y hay profesores que salen ensangrentados. Bueno, pero nosotros estábamos en
Filosofía y la cosa fue más calma. Pero lo divertido fue que estábamos planteándonos como
demostrar la veracidad de la realidad exterior. Estábamos estudiando a Descartes y nos
preguntábamos: ¿Cómo demostrar, cómo demostrar que la realidad externa realmente existe?
En ese momento entró la policía a la Facultad.

Hicieron una doble hilera, y nos hicieron pasar por el medio, y nos dieron palos de arriba
abajo… Y ahí nos dimos cuenta que existía la realidad externa. La realidad externa existía,
nos molía a palos y era fascista.

Aparte de los bastones, de la policía, “de abollar ideologías”, la subjetividad como principio
fundante de la Filosofía, como elemento a partir del cual se podía demostrar la existencia de
la realidad externa… El cogito cartesiano, el ego cogito, el pienso luego soy, va a recibir
varios palazos, digamos, a lo largo de la Historia. Pero hay uno sobre todo que, digamos, en
Buenos Aires, es muy conocido, el que proviene de la cualidad neurótica de ésta ciudad
portuaria, llena, precisamente, de neuróticos… Y donde hay muchos neuróticos hay muchos
psicoanalistas; y dónde hay muchos psicoanalistas hay muchos neuróticos, a la vez. Ahora
comienza a haber muchos psicofármacos, quizás todo esto reduzca a los neuróticos y a los
psicoanalistas, y aumente…bue… no importa.

Paso ahora al tema al que quería ir. El tema al que quiero ir es justamente Freud. Como
vemos, aquí, Sigmund Freud…, es un hombre que dijo una frase muy, muy adecuada, que
era: “Un cigarro a veces es un cigarro”. Porque siempre que uno ve un cigarro dice: “Oh, eso
es un pene”. No, no, no. A veces un cigarro es un cigarro, aún en Buenos Aires… aún en
Buenos Aires.

Bueno. El golpe que el psicoanálisis le da al sujeto cartesiano…, es decir, ¿Cómo le diría


Freud a Descartes? “Mire, este… Renato, realmente hay algo que usted no tuvo en cuenta.
Usted, Renato –preguntaría Freud- ¿Se come las uñas? Sí, diría Descartes. ¿Usted a veces
hace actos que no puede controlar? Uy sí, sí, sí. ¿Usted sueña cosas? Sí, sí, sí. ¿Sueña con su
padre, con su madre? Ah, sí, sí. Bueno usted es un neurótico.

Hay cosas en su sujeto transparente, translúcido, punto indubitable de todo conocimiento, …


Hay cosas que ese sujeto ignora; hay cosas que ese sujeto ignora. Y esas cosas las ignora,
porque yo no sé dónde –va a decir Freud- No sé dónde está esto que es el inconsciente. ¿Qué
es inconsciente?, diría Descartes: El inconsciente es todo aquello que no pasa por la
consciencia. Que no se entiende desde la consciencia, sino que no puede ser ni conocido ni
controlado por la consciencia. O sea, su consciencia, Descartes, no es tan transparente, sino
que está realmente herida o dividida.

Ese sujeto está dividido porque hay en él una opacidad. Una opacidad que nos lleva a hacer
actos que no queremos hacer. Nos lleva a tener conductas repetitivas que no queremos tener.
Nos lleva a soñar cosas que nos revelan o nos ocultan otras cosas…

Bueno, entonces, Freud le enseñaría a Descartes la primera gran herida del narcisismo del
cogito, que es la existencia del inconsciente. Pero bueno. Yo quería enunciarlo ahora para
dejarlo planteado ¿No?, cómo la gran herida del cogito cartesiano va a ser esa. Está en
muchos libros de Freud. Quizás esté en algunos más que en otros, pero es bueno recurrir a
ciertos libros de Freud para que descubramos, cómo el inconsciente, cómo brillantemente lo
ha trabajado Don Sigmund, efectivamente, hiere el narcisismo del cogito cartesiano.

Ahora, el problema en el que habíamos dejado a Descartes era cómo se demostraba la


existencia de la realidad externa. Ahí Descartes recurre a la veracidad divina. Pero para
recurrir a la veracidad divina hay que demostrar que Dios existe. ¿Pero cómo sé que Dios
existe? Bueno, esto es todo un problema. Esto es lo que se llama “La prueba ontológica”. La
prueba ontológica es la prueba acerca del Ser de Dios, es decir, que Dios tiene un ser, y que
ese ser expresa su existencia… que Dios existe.

Hay un punto que yo voy a analizar acerca de cómo Descartes demuestra la existencia de
Dios, y que es el punto más genuinamente cartesiano, porque Descartes va a decir: “Dado
que la imagen de Dios está en mí. Y dado que en mí la imagen de Dios es la imagen de un
ser perfecto, existe en mí la idea de la perfección. Si la idea de la perfección existe en mí,
que soy un ser imperfecto, quiere decir que alguien que es perfecto la puso ahí”. Esto está
claro, pero igual lo voy a repetir. Descartes demuestra la existencia de Dios del siguiente
modo: Existe en mí la idea de la perfección. Yo no soy perfecto, en consecuencia, alguien
que es perfecto la puso en mí. Y ese es Dios.

Bueno. Sin embargo, ustedes observen que esta demostración que hace Descartes de la
existencia de Dios… esta demostración está hecha a partir de la subjetividad también, porque
no demuestra la existencia de Dios dejando de lado la subjetividad, sino que la demuestra
partiendo otra vez del cogito ¿Por qué? Porque Descartes dice: “Dado que existe en mí
subjetividad, en mí pensamiento, en mí cogito la idea de la perfección… debe existir un ser
perfecto”. O sea, demuestra la existencia del ser perfecto porque existe en la consciencia la
idea de la perfección.

Está bien. Digamos que es como haber tirado la esponja dentro del pensamiento de Descartes.
Es una aflojada. Pero es una aflojada hasta cierto punto porque demuestra la existencia de
Dios porque en el pensamiento existe la idea de la perfección. Entonces, es desde el
pensamiento que Descartes demuestra la existencia de Dios. Porque hay en la consciencia la
idea de la perfección es que tiene que existir un ser perfecto que la haya puesto ahí.

Sartre va a demostrar que no hay una consciencia por un lado y un mundo por otro. Que la
consciencia es intencional, que la consciencia está toda ella arrojada sobre el mundo. Que no
es que exista aquí la consciencia, y el mundo, ahí. Que hay consciencia de mundo. Eso es lo
que hay. El mundo le es inalienable a la consciencia. No hay una consciencia que no sea a la
vez “Consciencia de mundo”.

Esto es lo que Sartre y los fenomenólogos van a llamar “intencionalidad de la consciencia”.


La consciencia no existe reposando en sí. Sartre tiene una hermosa imagen que es “como
conteniendo el aliento”. La consciencia no está conteniendo el aliento. La consciencia está
como vomitada, expectorada sobre el mundo.

Está toda ella arrojada sobre el mundo. Cuando yo corro detrás de un colectivo, no hay
consciencia de estar corriendo detrás del colectivo. La única consciencia que hay es
“consciencia colectiva”. Es decir, si yo tomara consciencia de que estoy corriendo al
colectivo, lo perdería porque sería un momento en el cual me bloquearía.

Ahora. Volviendo a Descartes, pero no olvidemos claramente esto sobre lo cual vamos a
volver. Las Filosofías Fenomenológicas son aquellas que hacen de la consciencia un acto de
pura intencionalidad. La consciencia se arroja sobre el mundo. No hay un mundo ahí. Hay
conciencia-mundo.

Me interesa volver en éste momento al rol del filósofo en Descartes. Descartes en el final de
“El Discurso del método”, tiene un muy lindo texto. Termina diciendo… termina diciendo
un texto cálido, cálido, muy lindo, dice: “Quienes lean esto, (que recordemos lo escribe en
francés para que todos lo lean), quienes lean este texto, “El Discurso del método”, 1637,
quienes lo lean y les guste…

Yo no deseo para mí, fortuna ni grandes empleos. Solo deseo que me dejen disfrutar de mi
ocio”. En realidad, el rol del filósofo es que lo dejen disfrutar de su ocio, que es un ocio
creativo, no es un ocio de tirarse panza arriba, digamos, a escuchar CD, sino que es un ocio
que le permite pensar. La concepción que Descartes tiene del filósofo es la de un hombre que
necesita serenidad para pensar. Y que de esa serenidad van a salir sus obras.

El filósofo no transforma al mundo con la espada ni con las bombas ni con la metralla… Lo
transforma con el pensamiento, si pone su pensamiento al servicio de la transformación del
mundo. Ya vamos a ver, ésta es la tesis XI de Marx, y es la que justamente propone algo
revolucionario para la Filosofía. Es decir, no solo pensar el mundo sino también
transformarlo.

Descartes, que no se lo proponía, que solo quería que lo dejaran pensar tranquilo y que le
dieran el patrimonio de su ocio (y sobre todo no pedía ningún empleo porque todos los
empleos le quitan tiempo al filósofo) entonces, quería usar su ocio para la libertad del
pensamiento.

Esto nos lleva a revisar la imagen del filósofo como un ser distraído, que anda por las nubes…
No. Todas esas son macanas. Los filósofos son los seres más atentos a la realidad que existen.

Además, los filósofos son aquellos pocos seres que todavía tienen tiempo para pensar el
mundo. Porque hoy, por ejemplo, ya nadie tiene tiempo para pensar el mundo. Apenas si
tienen tiempo para cumplir sus tareas cotidianas, levantarse, desayunar, trabajar, comer y
dormir.

El filósofo se hace tiempo todavía para pensar la realidad. O sea, que quizás el filósofo a
quien se lo tiene como al tipo que está boleado en medio de las ideas, sea el personaje que
todavía puede pensar este mundo y descubrir todo tipo de aristas: sus aristas irritativas, sus
aristas bellas, sus aristas injustas, sus aristas intolerables, sus aristas ignominiosas… (marco
estas porque son la mayoría que constituyen nuestro mundo)

Hannah Arendt, había propuesto una imagen del filósofo como el tipo distraído para justificar
a Martín Heidegger, que había sido el maestro y el amante de su juventud. Y había dicho que
Heidegger había caído en el Nacional Socialismo como Tales o Anaximandro, (no recuerdo
exactamente) pero creo que era Tales de Mileto, que había caído en un pozo por mirar las
estrellas. Bueno, es una torpe justificación de lo que le pasó a Heidegger. Heidegger se hizo
al Nacional Socialismo con total consciencia y lucidez. Y los filósofos no andan mirando las
estrellas ni se caen en los pozos.

Cuando miran las estrellas lo hacen para tener una concepción del universo y esa concepción
del universo los lleva siempre inexorablemente a tener una concepción de la vida y
comprometerse con ella.

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