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e Historias de
CÁDIZ
Octubre 2016
EL CASO DEL NIÑO JUAN PAEZ
Un 27 de agosto de 1708, después de la oración, jugaba en la puerta
de su casa -en la actual calle Fabio Rufino- con otros niños y
desapareció". Tenía 4 años
A causa de las heridas, Juan Páez murió a los seis días "con la cabeza
pegada en el pecho y los brazos en cruz, como si estuviera
crucificado”.
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EL TUNEL DE SERAFÍN MANZANO
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EL CALLEJÓN DEL DUENDE
*En 1812 un soldado Francés se enamora de gaditana, los descubren
y el contrabandista “El Duende” mata al Francés. Se les sigue
viendo…
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LA MENORÁh DE LA CASA DEL ALMIRANTE
Menoráh: candelabro de aceite de siete brazos de la cultura israelita,
remontándose su uso al pueblo hebreo acampado al pie del monte
Sinaí y en su Éxodo rumbo a la Tierra Prometida, en tiempos de la
Edad Antigua.
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El callejón de los piratas
En la calle Chantre, conocida como el Callejón de los Piratas se refugiaron los
piratas del Defensor de Pedro después de encallar en Cortadura, a la altura
del Ventorrillo el Chato donde enterraron parte de su botín.
El Defensor de Pedro era un buque brasileño dedicado al tráfico de esclavos
con las Indias. Los tripulantes mataron al capitán y a los principales
oficiales, dedicándose a la piratería bajo el mando del pirata gallego Benito
de Soto.
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Santa victoria
1. "la niña era una chiquilla muy beata que iba a rezar todos los días a la
catedral pero en el día de su comunión cayó enferma y no pudo
realizarla así que el obispo de la época la trasladó para enterrarla y al
cabo de unas semanas una disputa familiar provocó que se abriera su
tumba y descubriendo que el cuerpo estaba incorrupto y por
considerar aquello un milagro, el obispo de Cádiz decidió meterla en
la urna y mostrar al pueblo el poder divino de dios". Anónimo.
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La bella escondida
A diferencia del resto, la Bella escondida fue construida no para
observar desde ella sino para ser contemplada por una joven
internada en el convento de la calle Feduchy.
El padre de la joven, un adinerado burgués del siglo XVIII, mandó
construir esta torre de aspecto barroco y hermosos colores para que
su hija, al sentirse sola y angustiada en aquel convento, pudiese
sentir y observar el amor de su familia cada vez que se asomara a
contemplar La Bella escondida.
8
El hombre pez
Liérganes, cercano a Santander, mediados del siglo XVII.
Una mujer, al enviudar, mandó al segundo de ellos, Francisco, a
Bilbao, para que aprendiera el oficio de carpintero y la víspera del día
de San Juan del año 1674, se fue a nadar con unos amigos a la ría. Se
fue nadando río abajo, hasta perderse de vista. Al ver que no
regresaba, le dieron por ahogado. Cinco años más tarde, en 1679,
mientras unos pescadores
faenaban en la bahía de Cádiz, se
les apareció un ser acuático
extraño, con apariencia humana.
Cuando se acercaron a él para ver
de qué se trataba, desapareció. se
repitió por varios días, hasta que
pudieron atraparle, Cuando lo
subieron a cubierta comprobaron
que el extraño ser era un hombre joven, corpulento, de tez pálida y
cabello rojizo y ralo; las únicas particularidades eran una cinta de
escamas que le descendía de la garganta hasta el estómago, otra que
le cubría todo el espinazo, y unas uñas gastadas, como corroídas por
el salitre. Los pescadores llevaron al convento de San Francisco,
donde, después de conjurar a los espíritus malignos que pudiera
contener, le interrogaron en varios idiomas sin obtener de él
respuesta alguna. Al cabo de unos días, los esfuerzos de los frailes en
hacerle hablar se vieron recompensados con una palabra:
LIÉRGANES. El suceso corrió de boca en boca, y nadie encontraba
explicación alguna al vocablo hasta que un mozo montañés, que
trabajaba en Cádiz, vino a comentar que por sus tierras había un
lugar que se llamaba así. Juan Rosendo, fraile del convento, se
encaminó con él hacia Liérganes. Cuando llegaron al monte que
llaman de la Dehesa, a un cuarto de legua del pueblo, el religioso
mandó al joven que se adelantase hasta él.
Así lo hizo su silencioso acompañante, que se dirigió directamente
hasta Liérganes, sin errar una sola vez en el camino; ya en el lugar, se
encaminó sin dudar hacia la casa de su familia.
Esta, en cuanto lo vio, le reconoció como su hijo Francisco, al igual
que sus hermanos que se hallaban en la casa.
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El joven se quedó en casa de su madre, donde vivía tranquilo.
Siempre iba descalzo, y si no le daban ropa no se vestía y andaba
desnudo con absoluta indiferencia. No hablaba; sólo de vez en
cuando pronunciaba las palabras "tabaco", "pan" y "vino", pero sin
relación directa con el deseo de fumar o comer.
Cuando comía lo hacía
con avidez, para luego
pasarse cuatro o cinco
días sin probar
bocado. Era dócil y
servicial; si se le
mandaba algún
recado lo cumplía con
puntualidad, pero
jamás mostraba
entusiasmo por nada.
Por todo ello se le tuvo por loco hasta que un buen día, al cabo de
nueve años, desapareció de nuevo en el mar sin que se supiera nunca
más de él.
Plinio el Viejo en su historia natural vio un hombre marino en las
costas gaditana. “autores y testigos tengo, que resplandecen en la
orden de caballería, que en el mar océano, cerca de Gades,
caminando la nao en que iba una noche muy oscura, les entró en ella
un hombre marino que en todo tenia semejanza de hombre humano:
era tan grande y pesaba tanto, que trastornaba la nao hacia la parte
donde estaba y si mucho se detuviera, la trastornara y la llevara al
fondo”.
Según su obra, siglo I d.c. vio dos hombres-pez en la bahía de Cádiz.
En un texto de Glauco, del autor Ovidio, en su capítulo XIII, de la obra
metamorfosis, se dice: “era un pescador griego de Antedonte en las
costas de Gades, comió una hierba mágica y se sintió impelido a
arrojarse de cabezas al mar siendo recibido por océanos y te diste
con todos los honores, observaba que sus piernas se iba conservando
en una cola de pez y le empezaba a crecer una larga y verdosa
barba”.
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LA MUERTE EN EL CALLEJÓN DEL TINTE
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PELAYO QUINTERO Y la dama de cádiz
Desde que llegó a Cádiz, en 1904, su principal
empeño había sido encontrar la réplica
femenina del sarcófago fenicio que ejercía de
estrella central del Museo. Pelayo Atauri se
'autoexilió' a Tetuán en 1939 con esa
obsesión intacta. Nada. Ni rastro de la chica
que buscaba.
El 26 de septiembre de 1980, en un solar de
la calle Parlamento, los dientes metálicos de
una excavadora quebraron lo que parecía una
enorme placa de mármol. El operario introdujo la mano en uno de los
huecos y extrajo trozos de hueso. Avisó a las autoridades. Pero era el
mediodía de un viernes, y Ramón Corzo, tras ordenar que se
paralizaran las obras, pospuso la visita de inspección hasta después
del fin de semana.
Cuando, el lunes siguiente, acompañado de buena parte de su
equipo, Corzo descubrió, tallada en la piedra, la serena belleza de un
rostro de mujer, se dio cuenta de lo maquiavélico que puede llegar a
ser el destino: el sarcófago estaba justo debajo de la casa de Pelayo
Quintero.
«Quintero Atauri tuvo, en fin, un sueño, pero nunca supo que dormía
sobre ese sueño…
El hallazgo del sarcófago antropoide masculino se produjo de manera
casual, como consecuencia de los desmontes realizados en Punta de
la Vaca, en 1887.
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Voces del más allá de más acá…
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Si quieres saber más…
adipcadiz.blogspot.com.es
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