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RESPONSABILIDAD DEL LAICO EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA

EL LAICO, UN CRISTIANO COMPROMETIDO


“Con el nombre de laico se designa a todos los fieles
cristianos, a excepción de los miembros del orden sagrado y los del
estado religioso. Es decir, los fieles en cuanto incorporados a Cristo
por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a
su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la
misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde” (Lumen Gentium 31)
El Papa Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica, “Vocación y Misión de los Laicos en la
Iglesia y en la Mundo” da una descripción positiva de esta vocación; es la inserción en Cristo por
medio de la fe y de los Sacramentos de la iniciación cristiana, la raíz primera que origina la nueva
condición del cristiano en el ministerio de la Iglesia, la constituye su más profunda “fisonomía”, la
que está en la base de todas las vocaciones y del dinamismo de la vida cristiana de los fieles laicos.

El Concilio Vaticano II nos presenta en el texto citado algunas de las notas esenciales que definen al
laico:
 Es una persona incorporada a Cristo por la fe y el Bautismo
 Pertenecientes al Pueblo de Dios, la Iglesia;
 Partícipe de la dignidad sacerdotal, profética y real de Cristo;
 Corresponsable en la realización de la misión de la Iglesia;
 Diferente en su función del Obispo, del sacerdote, del diácono y del religioso que ha recibido
de Dios otro tipo de vocación al servicio de la comunidad.
El laico forma parte del Pueblo de Dios, pero no con una pertenencia superficial o externa,
sino íntima y vital. La Iglesia no es un pueblo formado por diversas categorías de personas, sino una
comunidad, una familia en la que Dios distribuye los distintos carismas, ministerios y funciones.
La Iglesia se configura como un cuerpo (1 Cor. 12, 12-30). En el cuerpo humano, todos los
miembros, aunque diversos, son todos importantes y cada uno desempeña una función peculiar y
propia en bien de todo el organismo.
En cuanto a su dignidad sacerdotal, el laico, unido a Cristo, consagra a Dios todas las
realidades temporales, poniéndolas al servicio del hombre, según el Plan de Dios. El cristiano es la
voz de la naturaleza, pues eleva a Dios el himno de alabanza que surge de todos los seres.
En cuanto a su dignidad profética, el laico habla en nombre de Dios para iluminar con la luz
de su Palabra, los acontecimientos y las actuaciones de los hombres. El laico tiene la misión de
anunciar, dentro de su ambiente, a Cristo y de denunciar todo lo que se opone al proyecto de Dios
sobre el hombre y sobre la misma creación. En cuanto a su dignidad real, el laico es llamado por Él
para servir al reino de Dios y difundirlo en la historia. De particular modo están llamados para dar de
nuevo a la entera creación todo su valor originario, ordenando lo creado al verdadero bien del
hombre. “Todas las cosas son vuestras, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios” (1 Cor. 3, 22-23)

LA CORRESPONSABILIDAD DEL LAICO EN LA MISIÓN


DE LA IGLESIA: La misión de la Iglesia es anunciar a Cristo,
hacerlo presente en todos los pueblos. Pero esta misión no la confió
Cristo solamente a los Obispos o sacerdotes, sino a todos y a cada
uno de los cristianos. Por haber recibido el bautismo y la
confirmación, por participar en la Eucaristía todos los Cristianos,
cada uno según la vocación recibida de Dios, tienen la gran responsabilidad y profunda alegría de
anunciar a Cristo en el ambiente donde viven.
El laico realiza su misión viviendo en el siglo, o sea, en todos y cada uno de los deberes y
ocupaciones del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social.
El trabajo es una ocasión para proclamar y vivir los valores evangélicos. Ante una visión
mercantilizada del trabajo, el laico aporta la visión cristiana, que ve el trabajo como un lugar de la
realización de la persona y de la colaboración del hombre en la obra de Dios, subrayando con fuerza
la primacía de la persona sobre cualquier medio de producción.
En la vida social y política el laico no puede dejar la tarea de la organización social y política
de la sociedad en manos de otros, por comodidad o absentismo. Si el seglar cristiano quiere que en la
convivencia social estén presentes los valores evangélicos, debe antes sembrarlos, hacerlos nacer y
crecer; esa es su tarea peculiar.
El mundo social y político no estará ordenado según Dios sin la aportación decidida de los
seglares, la construcción del reino de Dios exige el compromiso y el esfuerzo de todos los creyentes.
En la vida familiar el laico, tanto si es hombre como mujer, vive dentro de su familia el estilo
de relaciones que Jesús nos muestra en el evangelio: el amor, la confianza, la valoración del otro, el
perdón y la esperanza. El laico está invitado a que en su profesión y trabajo en la vida social, política
y familiar sea levadura (Lc. 13, 21), sal y luz (Mt. 5, 13-14).

Cristo pide al laico que dé testimonio de él con su vida y con sus palabras, pero las palabras
solas mueven poco; a lo más, impresionan, llaman la atención, pero no hacen cambiar a las personas.
El ejemplo de la vida es el que arrastra y da frutos permanentes.

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo
que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús
tiene un Corazón que ama sin medida. Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no
es correspondido. La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la
finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos
30 días. Esto significa que debemos vivir este mes demostrándole a Jesús con nuestras obras
que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado
entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino
a la vida eterna. Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros
depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.
Debemos vivir recordándolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón?
Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades,
etc.).
Debemos, por tanto, pensar si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.
Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en
este mes de junio y durante todo el año.

ORIGEN DE LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS


Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo
un amor especial por ella. Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres
y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado. Durante estas visitas a su alma, Jesús
le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que
su Corazón no sufra más con nuestros pecados. El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos
lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en
esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

LAS PROMESAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS:


Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve
meses seguidos, le concederá lo siguiente:
1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.

Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús


Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies, renovamos alegremente la Consagración de nuestra familia a tu Divino Corazón.
Sé, hoy y siempre, nuestro Guía, el Jefe protector de nuestro hogar, el Rey y Centro de nuestros corazones.
Bendice a nuestra familia, nuestra casa, a nuestros vecinos, parientes y amigos.
Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas,
de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.
Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu
sacrificio, al Padre. Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras
comunidades.

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