Está en la página 1de 5

Antiguo Régimen

Antiguo Régimen (en francés, Ancien régime) fue el término que los
revolucionarios franceses utilizaban para designar al sistema de gobierno
anterior a la Revolución francesa de 1789, y que se aplicó también al resto de
las monarquías europeas cuyo régimen era similar a aquél. También puede
aplicarse como equivalente a una época que, prácticamente, coincidiría con lo
que se conoce como Edad Moderna cuyas bases las encontramos también en
la Edad Media

El Antiguo Régimen es el conjunto de estructuras sociales, económicas y


políticas heredadas de la Edad Media y de la Edad Moderna. Esto es, era la
organización que presentaban los países europeos hasta finales del s. XVIII,
principios del s. XIX. Estas estructuras estaban muy mediatizadas por la
mentalidad teocéntrica (Dios es el centro de todo) heredada de la Edad Media.
Estas estructuras eran:

• 1º sistema económico: una estructura básicamente feudal


• 2º relaciones sociales: definidas por la sociedad estamental
• 3º sistema político: monarquía absoluta.

Características
Economía

La economía, durante el Antiguo Régimen, era básicamente rural. Tres


cuartas partes de la población activa se dedicaba a la agricultura. La ocupación
de la inmensa mayoría de la población seguían siendo las actividades agrícolas
y ganaderas de productividad y rendimientos bajísimos, cuyas técnicas
evolucionaban muy lentamente. En general era una producción de
subsistencia. Además, la agricultura seguía dependiendo mucho del clima, por
lo que periódicamente se producían crisis de subsistencia que solían terminar
en grandes hambrunas. No es casualidad que esas coyunturas generaran
movimientos de descontento conocidos como motines de subsistencia, que en
algunos casos podían tener repercusiones políticas o en el peor de los casos
hambrunas que llevaban a crisis demográficas.

Así pues, era la tierra y su usufructo quien generaba la principal fuente


de riqueza y poder. Sin embargo, la propiedad de la tierra era de carácter
señorial basada en grandes latifundios que estaban en manos de los
estamentos nobiliarios (los nobles) y, además, estaban sometidos a
vinculaciones que incluían los mayorazgos en poder de la nobleza civil y las
manos muertas en poder del clero (o nobleza eclesiástica). Este sistema se
conoce genéricamente con el nombre de feudalismo. Estas vinculaciones se
diseñaron para perpetuar la propiedad de la tierra en las mismas familias, lo
que provocaba que no se pudiera disponer libremente de ella, con lo que la
existencia de un mercado libre de tierras era imposible. Los señoríos de estos
privilegiados suponían el 40 % de la superficie cultivable a finales del siglo

1
XVIII. Los campesinos que no tenían tierras estaban sometidos al régimen
señorial, es decir, eran siervos de un señor. El señor les permitía trabajar una
parte de sus tierras para su sustento, y, a cambio, los campesinos debían
trabajar gratuitamente las tierras del señor ciertos días de la semana y pagarle
una renta.

La industria era de tipo artesanal y estaba ubicada fundamentalmente en


las ciudades y en manos de la burguesía. Esta industria estaba controlada por
los gremios (asociaciones profesionales de artesanos, que controlaba la
producción de manufacturas y fijaba unas condiciones determinadas para
acceder al oficio y para elaborar el producto) y las asociaciones gremiales, que
controlaban la calidad y cantidad de producción que se realizaba en todo
momento, así como el precio. La finalidad era acabar con la competencia y
mantener los privilegios económicos en unas pocas familias. Además el cargo
de maestro (maestro, oficial y aprendiz) terminó, en muchos casos, siendo
hereditario por lo que los beneficios de la industria quedaron en manos de las
mismas familias burguesas, que originaron pequeñas oligarquías urbanas

Por otra parte el comercio terrestre estaba entorpecido con excesivas


reglamentaciones e impuestos. Existían aduanas internas (aranceles
aduaneros), no sólo entre Estados, sino también entre los diversos señoríos.
Los impuestos, además, no eran cobrados sólo por el Rey, pues la Iglesia y los
señores tenían su propio sistema impositivo. El comercio marítimo era más
abierto, pero la mayoría de las veces estaba en manos de la Monarquía o de
familias poderosas que ejercían el monopolio sobre los territorios y los
productos.

No existe, por lo tanto, libertad económica ni competencia, ya que todo


estaba controlado o por los gremios, por los nobles o por el propio Estado (el
Rey).

Sociedad

Siguiendo la mentalidad teocéntrica imperante en la época la sociedad


se dividía, según la Biblia, en tres estamentos: “los que rezan” (nobleza
eclesiástica), “los que luchan” (nobleza civil) y “los que trabajan” (el resto). Esta
división tripartita es la que dio origen, en el Antiguo Régimen, a la organización
de la sociedad en tres estamentos definidos desde el nacimiento: dos
estamentos privilegiados: nobleza civil (condes, duques, marqueses, etc.) y
nobleza eclesiástica (obispos, arzobispos, cardenales, abades, etc.), que en su
parte alta correspondía a los hijos segundones de las familias nobles. Estos
dos estamentos estaban por encima del resto de las personas. Y un estamento
no privilegiado: el Tercer Estado o el Común (los campesinos, inmensa
mayoría de la población, y los burgueses, comerciantes o artesanos). Los
derechos de las personas no eran iguales, sino que, legal y jurídicamente, los
nobles laicos y eclesiásticos tenían una serie de privilegios que no tenían los
pecheros (los que “pechaban”, es decir pagaban impuestos: los campesinos y
burgueses), el más importante de los cuales era la exención de impuestos,
entre otros. Los estamentos eran cerrados, sólo se accedía a ellos por
nacimiento, aunque, excepcionalmente, era posible el paso de un no

2
privilegiado a una situación de privilegio, por ennoblecimiento o por la entrada
en el clero.

En particular, las élites de la sociedad del Antiguo Régimen pueden


entenderse como una clase privilegiada formada por una nobleza y un clero
identificados en sus intereses económicos e interpenetrados por las estrategias
de vinculación familiar de tierras y cargos en la Iglesia, la burocracia, el ejército
y la Corte. Así la monarquía no es sino la institución que ejerce el poder en
beneficio de las tradicionales clases dominantes, siendo el Rey un noble más.

Los campesinos y burgueses (el Tercer Estado que debe pagar


impuestos) era un estamento muy heterogéneo, pues encontramos campesinos
en situaciones de auténtica miseria junto a campesinos que gozan de cierta
riqueza. En la burguesía el número de personas que podía llegar a presentar
una acumulación de riqueza elevada era mayor aún. No obstante, en todos los
casos estaban fuera de participar en las decisiones que afectaban a su Estado.

Sistema político

El gobierno de los estados del Antiguo Régimen se asentó sobre


regímenes de carácter absolutista que, en su mayor parte, se justificaron
ideológicamente bajo la fórmula de "monarquía de Derecho Divino”. Bossuet,
clérigo y pensador francés, afirmaba que el poder era transmitido al Rey
directamente por Dios. El monarca no es pues responsable de sus actos ante
sus súbditos sino ante la divinidad. La legitimidad de su poder se asienta sobre
los pilares de un derecho no terrenal.

Los instrumentos utilizaron los reyes para el ejercicio ilimitado de su


mando fueron: los Consejos de ministros, el Ejército, la Burocracia y la
Diplomacia.

La discontinuidad territorial y la confusión de jurisdicciones era más la


norma que la excepción de las entidades políticas. Las fronteras eran
cambiantes e inseguras, y había multitud de enclaves, territorios de fuero
especial, e incluso con soberanía compartida (Andorra) o alterna (Isla de los
faisanes).

A partir del siglo XVII puede hablarse de la presencia de una monarquía


absoluta que tiene la soberanía del Estado. Esta monarquía se justificaba sobre
el supuesto de la procedencia divina del poder, de quien lo recibe sin
intermediarios. El rey sólo tiene que justificarse ante los ojos de Dios. El
ejemplo más acabado es la Francia del Rey Sol, Luis XIV.

El rey concentraba el poder legislativo, ejecutivo, judicial, militar, etc., ya


que el rey decidía qué leyes entraban en vigor, tomaba las decisiones del
gobierno, nombraba los jueces y era el jefe del Ejército. El rey declaraba la
guerra y hacía la paz; comandaba los ejércitos; determinaba los gastos y fijaba
los impuestos; nombraba y destituía a los funcionarios y dirigía la
administración entera. El rey hacía las leyes, que eran la expresión de su
voluntad personal. Sus súbditos no tenían propiamente ningún derecho

3
ejercible o exigible ante el Estado. Además, el rey dirigía la administración de
justicia, pues esta se dictaba en su nombre y por funcionarios que el
designaba. Se usaba la tortura judicial para lograr la confesión de los
acusados, a quienes se juzgaba en secreto y a los que se aplicaban cruentas
penas corporales (las marcas con hierros candentes, la picota, el látigo)
incluyendo una amplia panoplia de tipos de penas de muerte adecuadas a la
categoría del reo o del delito (decapitación con distintas armas, degollamiento,
ahorcamiento, hoguera, desmembramiento...). En ocasiones, en los señoríos
era el noble quien ejercía la justicia entre los miembros del Tercer Estado.

Pocos estados europeos escaparon al absolutismo monárquico como


fórmula de ejercicio del poder. Destacaron tres: las Provincias Unidas
(Holanda), la República de Venecia e Inglaterra.

Pensamiento e ideología

El predominio de la Iglesia en el pensamiento, la educación y la cultura


sigue siendo abrumador. Las instituciones eclesiásticas se habían convertido
en un aparato de poder que dirigía las vidas de los ciudadanos desde la
política, la economía y el control ideológico. La Iglesia es la gran defensora y
difusora del pensamiento teocéntrico que lo impregna todo (política, economía,
arte, pensamiento, medicina, ciencia, vida cotidiana, etc.). No obstante, desde
el Humanismo y el Renacimiento, el antropocentrismo muy lentamente va
sustituyendo al Teocentrismo. El teocentrismo es la doctrina según la cual
Dios es el centro del Universo, todo fue creado por Él, es dirigido por Él y no
existe ninguna razón más que el deseo de Dios sobre la voluntad humana. El
teocentrismo abarca todo lo que existe, incluso la razón científica, ya que todo
lo explica por la voluntad divina y mística de Dios. El antropocentrismo es la
doctrina que hace al ser humano medida de todas las cosas: política,
economía, ciencia, medicina, vida cotidiana, etc. Puesto que el mayor don que
el ser humano tiene es la razón (la capacidad de pensar) ahora no debemos
explicar todos los fenómenos a partir de la idea de Dios, sino que debemos
preguntarnos la causa, el origen, los porqués de estos fenómenos, como ya
hicieron en la antigua Grecia pensadores como Platón y Aristóteles. Se busca
entonces la verdad a través de la reflexión personal y de la investigación.

En el siglo XVII el humanismo originó la denominada revolución


científica. Eran las respuestas a los primeros porqués o interrogantes que se
plantearon durante el humanismo. Las investigaciones aceleraron el desarrollo
científico. Los nuevos métodos de investigación condujeron a grandes
progresos en las ciencias y a numerosos descubrimientos. Los tres científicos
más importantes de este periodo son Galileo, Kepler y Newton. El humanismo
del siglo XVI y la revolución científica del siglo XVII tuvieron su continuación en
el siglo XVIII en la denominada Ilustración.

Sin embargo, en el monopolio de las ideas impulsado por la iglesia no


tuvieron cabida las nuevas ideas impulsadas por el pensamiento racionalista
que se fue difundiendo a lo largo de la Edad moderna, ya que vieron en él una
amenaza a su situación de privilegio porque proponía nuevas formas de
entender el mundo y la religión. De este modo muchos científicos, humanistas,

4
ilustrados fueron perseguidos por defender explicaciones racionalistas que
contradecían los dogmas de la Iglesia. Lo notable es que todavía en la
actualidad hay personas que anteponen los dogmas religiosos a las
explicaciones científicas.

También podría gustarte