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VIRGILIO

Virgilio (70-19 a.C) es, sin discusión, el gran poeta de Roma.


Así fue reconocido ya en vida por sus contemporáneos, así lo
consagró la tradición escolar posterior y así se reitera en la ac-
tualidad. T. S. Eliot lo considera el clásico por excelencia. Sur-
ge en el momento de mayor madurez de la literatura romana,
cuando acaba de producir su mayor clásico en prosa, Cicerón,
y en un pueblo que tiene que exponer sus logros literarios ante
el exigente espejo de una cultura más evolucionada como es la
griega. Además vive en un periodo histórico decisivo, el que
supone elpaso de la República al Imperio, cuando Roma está
a punto de acabar consigo misma en el inmenso baño de san-
gre que supusieron las guerras civiles.
Virgilio, que además de poeta siempre fue un pensador,
parte de ideas estéticas exigentes en lo técnico, pero poco com-
prometidas con la comunidad de ciudadanos, y de una visión
más bien epicúrea del mundo, en la que el tráfago político
cotidiano tiene menos cabida que lo humano general. Sin em-
bargo,ya en sus Bucólicas, para algunos un monumento al es-
capismo poético, se va implicando en la historia contemporá-
nea, confirmando esta evolución en las Geórgicas, donde
muestra un pensamiento y una estética más solidarios y me-
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272 II. ÉPOCA CLÁSICA VIRGILIO,97 273

nos individualistas, apropósito de un tema como el del cultivo veces empapará su altar un tierno cordero de mis apriscos.
de la tierra, que podría haber admitido un tratamiento más Él me facilitó que mis vacas vagasen por ahí, como ves, y que
técnico y neutral. Con la Eneida alcanza la cumbre de su ma- yo tocase a mi antojo el caramillo rústico.
durez como poeta. MELIBEo.- No es que lo vea mal, sino que estoy admira-
La épica antigua, griega o romana, tenía que definirse Con do: ¡tan grande es el jaleo que hay por todas partes en el
respecto a Hornero,y toda la poesía de la época de Virgilio, res- campo! Mira: enfermo, yo mismo careo adelante las ca-
pecto de Augusto y su régimen. A diferencia de todos los demás bras; ya ésta, Títiro, apenas la arrastro. Pues hace un mo-
que practicaban las maneras homéricas en material distinto mento, aquí, entre los espesos avellanos, tuvo unos me-
(historia contemporánea romana, con dioses oráculos, sueños, llizos (esperanza, ¡ay!, del rebaño) y los dejó en la roca
tempestades, catálogos, combates singulares, etc.), Virgilio no pelada. Recuerdo que muchas veces (¡si no estuviesen tan
rehuyó el material homérico (idénticos héroes, la misma le- embotados mis cascos!) me predecían este mallas encinas
yenda troyana, infinidad de versos y de temas trasladados a alcanzadas por el rayo. Pero, en fin, dime, Títiro, qué dios
versos latinos) con propósitos distintos, entender la historia es ése.
contemporánea reciente y las guerras civiles. Sin embargo, a TfTIRO.- La ciudad que llaman Roma creí yo, Melibeo,
través del material extraño -el viaje y la misión de Eneas-, la tonto de mí, que era semejante a esta nuestra, adonde los
historia reciente adquiere profundidad mítica, las imágenes pastores acostumbramos tantas veces a llevar las tiernas
épicas tradicionales se adaptan a un sentido para el que no es- crías de las ovejas. Del mismo modo entendía que los ca-
taban pensadas, y de esta manera Virgilio dice mucho más chorros son semejantes a los perros y los cabritos a sus ma-
que Hornero con material casi idéntico, revitalizando una for- dres; del mismo modo solía comparar lo grande con lo chi-
ma muerta, y habla enfavor del nuevo régimen menos clara e co. Pero esta ciudad ha levantado la cabeza entre las otras
inequívocamente de lo que Augusto hubiera querido, gracias tanto como los cipreses suelen entre las mimbreras flexi-
a las palabras, comparaciones y personajes homéricos. bles.

Bucólicas, 1, 1-25
(B. S. R.) (32)

96. Títiro, Melibeo, el joven dios y Roma

MELIBEO.-Tú, Títiro, acostado al amparo del haya anchuro-


sa, ensayas un son de musas del bosque en tu flauta ligera. 97. Mundo bucólico y mundo exterior
Nosotros abandonamos los territorios, los dulces labrados
de la patria; nosotros huimos de la patria. Tú, Títiro, tran- Trrmo.i-Seguro que antes pacerán en el cielo los ciervos li-
quilamente a la sombra, enseñas a las selvas a repetir el nom- geros y los mares dejarán al desnudo a los peces en la playa;
bre de la hermosa Amarílide. antes, recorriendo recíprocamente sus territorios, beberá
TfTIRo.-¡Ay, Melibeo! Un dios nos procuró esta ociosi- desterrado el parto del Arar o la Germania del Tigris, antes
dad; pues que un dios será siempre para mí aquél. Muchas de que su cara se esfume en mi corazón.
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MELIBEo.-¡Ay! Nosotros, en cambio, nos iremos de aquj, una nueva raza del alto cielo. Únicamente, a ese niño que
los unos al Africa sedienta; los otros llegaremos a la Escitia y nace, con quien terminará por fin la edad de hierro y surgirá
el Oaxes, que arrastra greda, o hasta los britanos, completa- la edad de oro para todo el mundo, tú, casta Lucina, ampára-
mente apartados del mundo entero. Ay, ¿veré alguna vez, lo: ya reina tu Apolo. Justamente en tu consulado, el tuyo, Po-
después de tan largo tiempo, la heredad de mis padres y el lión, llegará tal gloria del tiempo y empezarán a marchar los
cumbrero cubierto de pasto de mi pobre choza, pasmado grandes meses. Bajo tu guía, si alguna huella de nuestro pasa-
entonces de mi reino, unas pocas espigas? ¿Un soldado bruto do queda, se borrará, librando a las tierras de su miedo eter-
va a poseer estos barbechos tan labrados? ¿Un bárbaro, estos no. Él tendrá la vida de los dioses y verá a los héroes mezcla-
trigales? Ay, ¡adónde ha llevado la discordia a los desgracia- dos entre los dioses, y él, a su vez, será visto por ellos. Y
dos compatriotas! ¡Para ellos hemos sembrado los campos! gobernará el orbe pacificado por las virtudes de su padre.
¡Injerta ahora perales, Melibeo, pon las viñas en hilera! Id, Ahora bien, como primeros regalillos, niño, la tierra sin
cabrillas mías, ganado en otro tiempo feliz, andando. Ya no ninguna labranza derramará por doquier para ti hiedras
os veré más, tendido en una gruta verde, triscar a lo lejos en errantes, así como bácar, y colocasias enredadas con cardos
la peña cubierta de zarzas. No cantaré ninguna canción; risueños. Las cabras volverán a casa solas con las ubres hin-
apacentándoos yo no vais a ramonear, cabrillas, del codeso chadas de leche, y las vacas no temerán a los grandes leones;
florido y los sauces amargos. por sí sola la cuna derramará para ti blandas flores. Morirá
TfTIRo.-A pesar de todo, podías descansar aquí esta no- también la serpiente; la hierba que engaña con el veneno
che sobre las hojas verdes. Tengo manzanas dulces, castañas morirá también; por todas partes nacerá el amomo asirio.
mollares y cantidad de leche cuajada. Y ya humean a lo lejos Mas así que puedas leer las glorias de los héroes y las ges-
los techos de los cortijos y se va alargando la sombra que cae tas de tu padre, y saber qué es el valor, poco a poco irá amari-
de los altos montes. lleando el campo con la blanda espiga, de los zarzales bra-
víos colgará el racimo rojizo y las duras encinas destilarán el
Bucólicas, 1, 59-83 rocío de la miel.
(B. S. R) (32) Sin embargo, subsistirán unas pocas huellas del yerro pri-
mitivo, que manden tentar a Tetis con los barcos, ceñir pla-
zas con murallas, hender surcos en la tierra. Habrá entonces
un segundo Tifís y una segunda Argó que transporte a los
98. El reino de Saturno y el Siglo de Oro de nuevo héroes elegidos; habrá también otras guerras segundas y
otra vez se enviará a Troya un gran Aquiles.
Musas de Sicilia, cantemos algo más grande. No a todos gus-
tan los vergeles y los tamarindos humildes. Si cantamos a las Bucólicas, IV, 1-36
selvas, sean las selvas dignas de un cónsul. (B. S. R.) (32)

Yaha llegado la última edad que anunció la profecía de Cu-


mas. La gran hilera de los siglos empieza de nuevo. Yavuelve
también la virgen, el reino de Saturno vuelve. Ya se nos envía
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99. Justa poética entre pastores hollín. Aquí nos preocupamos tanto del frío como el lobo
del número de ovejas o los ríos crecidos de su ribera.
CORIDON.-Ninfas del Libetro, mis amores, o bien regalad- CORIDON.-Enebros y castaños erizados se alzan; tiradas
me una canción igual a la de mi Codro (éste hace en verso están por todas partes las frutas, cada una bajo su árbol.
cosas muy cercanas a Febo), o bien, si no podemos todos, Ahora todo sonríe; más si el bello Alexis se va de estos mon-
aquí, del pino sagrado colgará mi flauta sonora. tes, hasta los ríos verías secos.
TIRSIS.- Pastores de Arcadia, adornad con hiedra al poeta TIRSIS.-El campo está seco; la hierba muere de sed por
que nace, para que le reviente de envidia el bazo a Codro. O el aire viciado. Líbero ha negado la sombra de los pámpa-
si le alaba más de lo debido, ceñid su frente de bácar, no sea nos a los collados: con la llegada de mi Fílide todo el bos-
que su mala lengua dañe al poeta que va a ser. que reverdecerá y J úpiter descenderá con lluvia abundante
CORIDON.- Esta cabeza de jabalí hirsuto te ofrenda, Delia, y alegre.
el pequeño Mitón, y los cuernos arbóreos de un ciervo de CORIDON.-El álamo es gratísimo al Alcida, la vid a Baco;
larga vida. Si este deporte se me asegura, te alzarás de pie en el mirto a la hermosa Venus, y el laurel que es lo suyo, a Febo.
estatua de mármol liso, con tus pantorrillas en fundadas en Fílide quiere avellanos: mientras Fílide los quiera, ni el mirto
un coturno de púrpura. ni el laurel de Febo vencerán a los avellanos.
TIRSIS.- Una jarra de leche y estas hogazas es lo que pue- TIRSIS.-El fresno es el más hermoso de las selvas, el pino
des esperar cada año, Príapo: eres guarda de un jardín de de los jardines, el álamo de los arroyos, el abeto de las mon-
pobre. De momento, de acuerdo con mi situación, te he fi- tañas altas. Pero si vinieras a verme más a menudo, Lícides
gurado en mármol; ahora que si una camada acrecienta el bello, cedería ante ti el fresno en las selvas, el pino en los jar-
rebaño has de ser de oro. dines.
CORIDON.-Galatea, la de Nereo, más dulce para mí que el MELIBEO.-De esto me acuerdo, y que Tirsis vencido por-
tomillo del Hibla, más blanca que los cisnes, más hermosa fiaba en vano. Desde entonces Coridón es Coridón para no-
que la hiedra blanca, así que los toros regresen de pastar a los sotros.
pesebres, si sientes algún cuidado de tu Coridón, vente.
TIRSIS.-Ah, pues yo, así te parezca más amargo que las Bucólicas, VII, 21-79
plantas sardas, más áspero que el acebo, más vil que el alga (B. S. R.) (32)

echada fuera, si este día no es ya para mí más largo que un


año entero. Id a casa, que habéis pastado, si tenéis alguna
vergüenza, iros, novillos.
CORIDON.-Fuentes musgosas, hierba más blanda que el 100. Labores en mal tiempo
sueño y madroño verde que os cubre con rala sombra, guar-
dad al ganado del calor: ya llega el verano tórrido, ya se hin- De aquí, a pesar de lo dudoso del cielo, podemos conocer
chan las yemas en el sarmiento correoso. por anticipado el tiempo; de aquí, la época de las mieses y
TIRSIS.-Aquí hay un hogar y teas resinosas; aquí, fuego la estación de la siembra; cuándo conviene batir con los re-
abundante siempre, y pilares ennegrecidos por el continuo mos el mar traicionero, cuándo botar las escuadras apare-
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jadas O derribar el pino en los bosques a su tiempo. Y no es- zado una cosecha de guerreros con sus cascos y sus lanzas
piamos en vano las salidas y las puestas de los astros y el espesas, sino que la han cubierto trigales granado s y el Mási-
año dividido uniformemente en cuatro estaciones dis- co, el vino de Baco. Olivares y ganados felices la pueblan. De
tintas. aquí parte erguido por la llanura el caballo de guerra; de
Si la lluvia fría en ocasiones contiene al agricultor, cabe aquí, blancos rebaños yel toro, la víctima más grandiosa,
preparar muchas cosas que luego, con el cielo sereno, ten- bañados en tu sagrada corriente, Clitumno, guiaron los
dría que hacer aprisa. El labrador pone en el yunque el dien- triunfos romanos a los templos de los dioses. Aquí reina una
te duro de la reja embotada, fabrica tinajas con el tronco de primavera eterna y un verano en meses que no son los pro-
los árboles, o forja marcas para el ganado o etiquetas para pios. Dos veces quedan preñadas las ovejas, dos veces da su
los montones de cereales. Otros aguzan estacas y bieldo s de cosecha de fruta el árbol. Faltan en cambio las tigres rabio-
dos dientes y preparan lazos de Ameria para la vid flexible. sas, la semilla cruel de los leones y el acónito que sorprende a
O bien se teje fácilmente un canasto con varas de brezo; o los desgraciados que lo cogen. No hay serpientes escamosas
bien, tostad al fuego el trigo, o bien machacadlo con piedras. que arrastren sus descomunales sinuosidades por la tierra ni
y es que las leyes divinas y humanas permiten ejercer algu- que se enrosquen en espiral con una longitud tan grande.
nas ocupaciones los días de fiesta también: ningún precepto Añade tantas ciudades extraordinarias y el esfuerzo de obras
religioso prohíbe guiar de lo alto acequias, poner una cerca realizadas, tantas fortalezas erigidas con los brazos en pe-
al sembrado, ingeniar trampas para los pájaros, quemar las ñascales abruptos y los ríos que se deslizan al pie de las mu-
zarzas y bañar en un río saludable el rebaño de ovejas. Mu- rallas antiguas. ¿Tengo que nombrar los mares que nos ba-
chas veces el arriero carga con aceite o frutas baratas las cos- ñan, el Superior y el Inferior? ¿O nuestros grandes lagos: tú,
tillas del lento pollino, yal volver acarrea de la ciudad una Lario, el más grande, y tú, Benaco, que te hinchas con el
piedra molar o una masa de pez negra. oleaje y el bramido de un mar? ¿O tengo que nombrar los
puertos, el dique adosado al Lucrino, y cómo el mar se ern-
Geórgicas, 1,252-275 bravece con enorme fragor por donde el agua Julia resuena
(B. S. R.) (32) de lejos con la resaca y la marea del Tirreno penetra hasta las
aguas del Averno? Esta tierra, asimismo, ha mostrado en sus
venas ríos de plata y minas de cobre, y ha fluido en chorros
de oro. Esta tierra ha dado una raza aguerrida de hombres,
101. Elogio de Italia los marsos, la juventud sabelia, elligur, avezado a la vida
dura, y los volscos, armados de chuzos; ha dado los Decios,
Pero ni las selvas de los medos, tierra riquísima, ni el hermo- los Marios y los grandes Carnilos, los Escipiones, endureci-
so Ganges o el Hermo, enturbiado por el oro, pueden rivali- dos en la guerra, ya ti, César, el más grande, que ahora, ven-
zar en alabanzas con Italia; ni Bactros ni los indos ni la Pan- cedor ya en las riberas lejanas de Asia, apartas de las colinas
caya toda, engrasada con sus arenas llenas de incienso. Esta de Roma al in do cobarde. Yo te saludo, tierra de Saturno,
tierra no la han arado toros que echan fuego por las narices gran madre de cereales, gran madre de hombres: en tu ho-
para sembrar los dientes del dragón descomunal ni la ha eri- nor la he emprendido con cosas de antiguo fuste y arte, atre-
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viéndome a abrir las fuentes sagradas, y canto por las ciuda- que el año no sobreabunda en frutos o crías del ganado o
des de Roma el poema ascreo. manojos de trigo, y la cosecha sobrecarga los surcos y excede
a los graneros. Ha llegado el invierno: la baya sicionia es tri-
Geórgicas, 11,136-176 turada en las prensas; los cerdos regresan satisfechos de be-
(B. S. R.) (32) llotas; las selvas dan madroños. El otoño deja caer sus pro-
ductos variados, y en lo alto, entre peñascos soleados, la vid
madura suavemente. Entre tanto sus dulces hijos se cuelgan
de él para besarle, su casa honrada guarda el pudor; las va-
102. Elogio de la vida del labrador cas llevan colgando sus ubres con la leche y en la hierba loza-
na los cabritos cebados pelean entre ellos enfrentando los
¡Dichoso también aquel que conoce a los dioses del campo, cuernos. Él, por su parte, celebra los días de fiesta y, tumba-
Pan y el viejo Sileno y las ninfas, sus hermanas! A él no le do en la hierba donde está el fuego en el medio y los compa-
conmueven las fasces populares ni la púrpura de los reyes o ñeros ponen la corona a la cratera, te invoca a ti, Leneo, con
la discordia que arrastra a los hermanos desleales ni el daco sus libaciones, y reta a los caporales del ganado a tirar con el
que desciende por el Danubio alzado en conspiración, ni dardo veloz a un olmo y les hace desnudar sus cuerpos en-
los asuntos de Roma, ni los reinos llamados a perecer. Éste durecidos para la competición agreste.
no sufre con la compasión por el pobre ni con la envidia del
que tiene. Echa mano de los frutos que las ramas o los pro- Geórgicas, 11,490-530
pios campos le ofrecen benévola y voluntariamente, y no (B. S. R.) (32)

conoce las leyes de hierro, la locura del foro ni los archivos


públicos.
Otros atosigan con remos los mares ciegos y se abalanzan
sobre las espadas; se meten en los umbrales y las cortes de 103. OrfeoyEurídice
los reyes. Éste lleva a la perdición a una ciudad y a sus des-
graciados penates, con tal de beber en rubíes y dormir en Orfeo, buscando el consuelo de su amor desgraciado en la
púrpura de Sarra; otro esconde riquezas y duerme sobre el cóncava lira, te cantaba a ti, dulce esposa, a solas en la playa
oro que ha enterrado. Éste se queda estupefacto en los Ros- solitaria, a ti te cantaba, cuando llegaba el día, a ti, cuando el
tras; a aquél, boquiabierto, le sobrecogió el aplauso de los día se marchaba.
bancos, el doble aplauso de la plebe y de los padres. Disfru- También penetró en las fauces del Ténaro, la boca profun-
tan manchándose con la sangre de los hermanos y cambian da de Dite, y en el bosque neblinoso de sombrío terror; llegó
con el destierro sus casas y dulces umbrales, y buscan una hasta los manas y su rey escalofriante, hasta los corazones
patria ubicada bajo otro sol. El labrador separa la tierra con que no saben ablandarse ante las súplicas humanas. Sin em-
el arado corvo: de ahí le viene el trabajo del año, de ahí sus- bargo, movidas por tu canto, de los profundos aposentos del
tenta a su patria y a sus nietos, de ahí, sus manadas de bue- Erebo, iban las sombras sutiles y los espectros de los seres
yes y los novillos que le rinden. No hay descanso en tanto privados de la luz, tan numerosos como los miles de aves que
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se meten en las hojas cuando Véspero o la lluvia del invier- 104. Presentación de Eneas
no los echa de los montes: madres, varones, cuerpos de hé-
roes magnánimos que acabaron la vida, niños y niñas sin ca- Se aflojan de pronto de frío las fuerzas de Eneas,
sar, y jóvenes puestos en las piras ante los ojos de sus padres. gime y lanzando hacia el cielo ambas palmas
A su alrededor, el barrizal negro y las cañas horribles del Co- dice: «Tres veces y cuatro veces, ay, bienaventurados
cito, y una laguna odiosa de agua casi inmóvil los cerca, y la cuantos hallaron la muerte bajo las altas murallas de Troya,
Estige, dividida en nueve círculos, los aprisiona. Incluso a la vista de sus padres. ¡Oh el más valiente de los dánaos,
quedaron atónitas las propias mansiones de la Muerte, la Tidida! ¡Y no haber podido yo caer de Ilión en los campos
parte más recóndita del Tártaro, y las Euménides que cogen a tus manos y que hubieras librado con tu diestra esta alma
sus cabellos con culebras azulencas. Cérbero contuvo abier- [mía
tas sus tres bocas y la rueda de lxión se paró con el viento. donde fue abatido el fiero Héctor por la lanza del Eácida,
y ya, volviendo sobre sus pasos, había superado todos los donde el gran Sarpedón, donde el Simunte arrastra
imprevistos, y Eurídice, a la que había recuperado, llegaba a en sus aguas tanto yelmo y escudo y tantos cuerpos esforza-
las auras de arriba, siguiéndolos detrás (pues Prosérpina le [dos!»,
había puesto esta condición), cuando cogió al imprudente Cuando así se quejaba un estridente golpe del Aquilón
enamorado un acceso súbito de locura, perdonable cierta- sacude de frente la vela y lanza las olas a las estrellas.
mente, si los manes supiesen perdonar. Se detuvo, y ya al Se quiebran los remos, se vuelve la proa y ofrece
borde mismo de la luz, sin acordarse, ay, y sin poderse conte- el costado a las olas, viene después enorme un monte de
ner, se volvió para mirar a su querida Eurídice. En ese ins- [agua;
tante, todo su esfuerzo se perdió, quedó roto el pacto del unos quedan suspendidos en lo alto de la ola; a estos otros se
cruel tirano y por tres veces se oyó un fragor en las marismas [les abre el mar
del Averno. Ella gritó: «¿Qué locura, qué locura tan grande y les deja ver la tierra entre las olas en agitado remolino de
me ha perdido, desgraciada de mí, y te ha perdido, Orfeo? [arena.
He aquí que por segunda vez los hados crueles me hacen vol-
ver y el sueño cierra mis ojos embriagados. Y ahora, adiós. Eneida, 1,92-107
Me llevan envuelta en la vasta noche, y tiendo hacia ti, sin ser (R. F. B.) (33)

tuya, ay, mis manos impotentes». Dijo, y de repente escapó


de su vista, alejándose como el humo se une a las brisas suti-
les, y no lo vio más, mientras él agarraba en vano las som-
bras y quería decide muchas cosas. Y el barquero del Orco 105. Presentación de Dido
no le permitió atravesar más la laguna que se interponía.
Mientras contempla todo esto el dardanio Eneas maravillado,
Geórgicas, IV; 464-503 mientras se queda absorto atento sólo a lo que ve,
(B. S. R.) (32) la reina hacia el templo, la bellísima Dido,
se encamina con numeroso séquito de jóvenes.
l
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Cual en las riberas del Eurotas o en las laderas del Cinto como cuando fue arrebatado por las bigas y negro
Diana dirige a sus coros de Oréadas que la siguen a miles del polvo cruento y atravesados por una correa
y se agolpan a un lado y a otro; ella la aljaba sus pies tumefactos. ¡Ayde mí y cómo estaba!
lleva al hombro y sobresale de todas las diosas al caminar ¡Qué distinto del Héctor aquel que volvió revestido
(se agita de gozo el pecho callado de Latona): de los despojos de Aquiles o que lanzaba los fuegos frigios
así estaba Dido, así de alegre caminaba a las naves de los dánaos! En desorden la barba
entre todos apresurando las obras de su futuro reino. yel cabello encostrado de sangre ... y aquellas heridas,
Ya las puertas de la diosa, bajo la bóveda del templo que muchas recibió rodeando de la patria los muros. Entre
se sentó sobre alto sitial rodeada de sus armas. [mis propias lágrimas
Impartía justicia y leyes a los hombres y la tarea de las obras me veía llamando al héroe y expresarle estos tristes lamentos:
distribuía en partes iguales o dejaba a la suerte, «¡Oh luz de Dardanaia, de los teucros la más firme esperanza!
cuando de pronto Eneas ve llegar entre gran concurso ¿Qué ha podido retenerte? ¿De qué riberas vienes,
de gente a Anteo ya Sergesto y al valiente Cloanto Héctor ansiado? ¡Cómo te vemos, después de tantas muertes
ya algunos otros teucros a quienes negro tornado de los tuyos, agotados por tantas fatigas de los hombres
había dispersado por el mar, lanzándolos a otras orillas. y de nuestra ciudad! ¿Qué indigna causa tu rostro
Pasmado se quedó y a la vez Acates se conmueve sereno manchó? ¿Por qué esas heridas estoy contemplando?».
de alegría y de miedo; ardían ansiosos por estrechar Nada repuso él a mis vanas preguntas, nada repuso
sus diestras, mas la dudosa situación turba sus corazones. pero sacando un grave gemido de lo hondo del pecho,
Se contienen y escondidos en el hueco de la nube observan «Ay,¡huye, hijo de la diosa! -dijo-, líbrate de estas llamas.
cuál ha sido la suerte de sus hombres, dónde han dejado las Está el enemigo en los muros; Troya se derrumba desde lo
[naves, [más alto.
a qué vienen; pues llegaban escogidos de toda la flota Bastante hemos dado a la patria y a Príamo. Si con tu diestra
a pedir favor y se dirigían al templo gritando. [pudieras
salvar a Pérgamo, ya por la mía habría sido salvada.
Eneida, 1,494-519 Troya te encomienda sus objetos sagrados y sus Penates.
(R. F. B.) (33) Tómalos; compañeros de tu suerte, surca el mar
y levanta para ellos unas dignas murallas».
Dice así y saca del interior del templo las cintas
con sus manos, y Vesta poderosa, y el fuego eterno.
106. Héctor se aparece a Eneas
Eneida, 11,268-297
Era el tiempo en que llega el descanso primero a los hombres (R. F. B.) (33)
cansados y se nos mete dentro, gratísimo regalo de los dioses.
En sueños, atiende, se me apareció tristísimo Héctor
ante mis ojos, derramando un llanto sin fin,
286 II. ÉPOCA CLÁSICA VIRGILIO,108 287

107. Aparición de Creúsa a Eneas 108. Héleno profetiza a Eneas las pruebas que le aguardan

Buscando y corriendo sin parar entre los edificios, [... ] y anuncia luego de su divina boca el sacerdote:
se presentó ante mis ojos la sombra de la misma Creúsa, «Hijo de la diosa (pues es evidente que tú navegas
su figura infeliz, una imagen mayor que la que tenía. con auspicios mayores; así echa a suertes el rey de los dioses
Me quedé parado, se erizó mi cabello y la voz se clavó en mi los hado s y agita los cambios y este orden resulta),
[garganta. poco de mucho te voy a aclarar con mis palabras, para que
Entonces habló así y con estas palabras me liberó de cuidado: recorras mares hospitalarios y arribes [más seguro
«¿Por qué te empeñas en entregar te a un dolor insano, al puerto ausonio; pues saber el resto lo prohíben
oh dulce esposo mío? No ocurren estas cosas sin que medie las Parcas a Héleno y hablar me impide [uno Saturnia.
la voluntad divina; ni te ha sido dado el llevar a Creúsa con- De Italia primero, aunque tú ya piensas, ignorante,
[tigo, que está cerca y te dispones a entrar en puertos vecinos,
ni así lo consiente el que reina en el Olimpo soberano. lejos te separa un largo y difícil camino por largas tierras.
Te espera un largo exilio y arar la vasta llanura del mar, Antes debes hincar tu remo en la ola trinacria
y llegarás a la tierra de Hesperia donde el lidio Tíber y recorrer con tus naves la llanura del mar ausonio
fluye con suave corriente entre los fértiles campos de los y los lagos del infierno y la isla de la eea Circe,
[hombres. antes de que puedas fundar tu ciudad en una tierra segura.
allí te irán bien las cosas y tendrás un reino y una esposa Te diré las señales, tú tenlas guardadas en tu memoria:
real; guarda las lágrimas por tu querida Creúsa. cuando, angustiado, junto a las aguas de un río escondido
No veré yo la patria orgullosa de los mirmidones encuentres bajo las encinas de la orilla una enorme cerda
o de los dólopes, ni marcharé a servir a las matronas griegas, blanca echada en el suelo, recién parida de treinta
nuera que soy de la divina Venus y Dardánida; cabezas, con las blancas crías en torno a sus ubres,
me deja en estos lugares la gran madre de los dioses. éste será el lugar de tu ciudad, éste el seguro descanso a tus
Adiós ahora, y guarda el amor de nuestro común hijo». [fatigas.
Luego que dijo esto, me abandonó llorando y queriendo y que no te espanten los mordiscos que darás a las mesas:
hablar aún mucho, y desapareció hacia las auras sutiles. los hados encontrarán el camino y Apolo llegará si le invocas.
Tres veces intenté poner mis brazos en torno a su cuello,
tres veces huyó de mis manos su imagen en vano abrazada, Eneida, I1I, 373-395
como el viento ligera y en todo semejante al sueño fugitivo. (R. F. B.) (33)
Así por fin, consumida la noche, vuelvo con mis compañeros.

Eneida, 11,771-795
(R. F. B.) (33)
288 n. ~POCA cLÁSICA 289

109. Dido reprocha a Eneas su huida 110. Monólogo de Dido

«¿Es que creías, pérfido, poder ocultar La noche era, y gozaban del plácido sopor los cuerpos
tan gran crimen y marcharte en silencio de mi tierra? fatigados por las tierras, y habían callado los bosques y las
¿Ni nuestro amor ni la diestra que un día te entregué [feroces
ni Dido que se ha de llevar horrible muerte te retienen? llanuras, cuando giran los astros en mitad de su caída,
¿Por qué, si no, preparas tu flota en invierno cuando enmudece todo campo, los ganados y las pintadas
y te apresuras a navegar por alta mar entre los Aquilones, [aves,
cruel? ¿Es que si no tierras extrañas y hogares cuanto los líquidos lagos y cuanto los campos erizados
desconocidos buscases y en pie siguiera la antigua Troya, de zarzas habita, entregado al sueño bajo la noche callada.
habrías de ir a Troya en tus naves por un mar tempestuoso? Mas no la fenicia de infeliz corazón, en ningún momento
¿Es de mí de quien huyes? Por estas lágrimas mías y por tu se abandona al sueño o acoge en sus ojos o en su pecho
[diestra a la noche: se le doblan las penas y alzándose de nuevo
(que no me he dejado, desgraciada de mí, otro recurso), amor la mortifica y fluctúa en gran tormenta de ira.
por nuestra boda, por el emprendido himeneo, Así vuelve a insistir y así da vueltas consigo en su corazón:
si algo bueno merecí de tu parte, o algo de la mía «[Qué hago, ay! ¿He de servir de burla a mis antiguos
te resultó dulce, ten piedad de una casa que se derrumba, pretendientes? ¿Buscaré matrimonio suplicante entre los
te lo ruego, y abandona esa idea, si hay aún lugar para las [númidas,
[súplicas. a quienes ya tantas veces desdeñé como maridos?
Por tu culpa los pueblos de Libia y los reyes de los númidas ¿He de seguir si no a las naves de Ilión y las orgullosas
me odian, en contra tengo a los tirios; también por tu culpa órdenes de los teucros? ¿Tal vez por la ayuda con la que les
perdí mi pudor y con lo que sola caminaba a las estrellas, [salvé
mi fama primera. ¿A quién me abandonas moribunda, mi aún permanece en su memoria el agradecimiento por mi
[huésped [acción?
(que sólo esto te queda de tu antiguo nombre de esposo)? Mas aun si así lo quiero, ¿quién lo permitirá y odiosa
¿Qué puedo esperar? ¿Tal vez que arrase mis murallas mi me acogerá en las naves soberbias? ¿Acaso no lo sabes, pobre
[hermano [de ti,
Pigmalión o que prisionera me lleve el getulo Yarbas? y no conoces aún los perjurios del pueblo de Laomedonte?
Si al menos hubiera recibido de ti algún retoño ¿Qué, entonces? ¿Acompañaré sola en su huida a los victo-
antes de tu huida, si algún pequeño Eneas [riosos marinos
me jugase en el patio, que te llevase de algún modo en su rostro, y con los tirios y todo el apretado grupo de los míos
no me vería entonces de esta manera atrapada y abandonada.» me dejaré llevar lanzando de nuevo a las aguas a cuantos a la
[fuerza
Eneida, IV, 304-330 arranqué de la ciudad sidonia y ordenaré dar velas al viento?
(R. F. B.) (33) No, no. Muere, te lo has ganado, y aleja tu sufrir con la espada.
290 !l. ÉPOCA CLÁSICA VIRGILIO,112 291

Tú vencida por mis lágrimas, tú, hermana mía, mi locura En medio extiende sus ramas y los brazos añosos
cargas la primera de desgracias y me ofreces al enemigo. un olmo tupido, ingente, donde se dice que habitan
No he podido pasar mi vida sin bodas y sin culpa, los Sueños vanos, agazapados bajo sus hojas.
como las fieras salvajes, sin probar cuitas tales; y muchas visiones además de variadas fieras,
no he mantenido la palabra dada a las cenizas de Siqueo». los Centauros tienen sus establos en esta puerta y las Escilas
Lamentos tan grandes rompía ella en su pecho. [biformes
y Briareo el de cien brazos y de Lerna el horrísono
Eneida, IV, 522-553 monstruo, y la Quimera armada de llamas,
(R. F. B.) (33) Gorgonas y Harpías y la figura de la sombra de tres cuerpos.
Empuña entonces Eneas su espada presa de un miedo
repentino y ofrece su agudo filo a los que llegan,
y, si su docta compañera no le mostrase las tenues vidas
111. Entrada de Eneas y Sibila en el Infierno sin cuerpo que vuelan fantasmas de una imagen hueca,
se lanzaría y en vano azotaría a las sombras con su espada.
Dioses a quienes cumple el gobierno de las almas y sombras
[calladas Eneida, VI, 264-294
y Caos y Flegetonte, mudos lugares de la inmensa noche: (R. F. B.) (33)
pueda yo repetir lo que sé, pueda por vuestro numen
abrir secretos sepultados en la calígine del fondo de la tierra.
Iban oscuros por las sombras bajo la noche solitaria
y por las moradas vacías de Dite y los reinos inanes: 112. Griegos y romanos en palabras de Anquises
como el camino bajo una luz maligna que se adentra en los
[bosques Labrarán otros con más gracia bronces animados
con una luna incierta, cuando ocultó [úpiter el cielo (no lo dudo), sacarán rostros vivos del mármol,
con sombra y a las cosas robó su color la negra noche. dirán mejor sus discursos, y los caminos del cielo
Ante el mismo vestíbulo y en las bocas primeras del Orco trazarán con su compás y describirán el orto de los astros:
el Luto y las Cuitas de la venganza su cubil instalaron, tú, romano, piensa en gobernar bajo tu poder a los pueblos
y habitan los pálidos Morbos y la Senectud triste, (éstas serán tus artes), ya la paz ponerle normas,
yel Miedo y Hambre mala consejera y la Pobreza torpe, perdonar a los sometidos y abatir a los soberbios.
figuras terribles a la vista, y la Muerte y la Fatiga;
el Sopor además, pariente de la Muerte, y los malos Gozos Eneida, VI, 847-853
de la mente y, en el umbral de enfrente, la Guerra mortal (R. F. B.) (33)
y los tálamo s de hierro de las Euménides y la Discordia en-
[furecida
enlazado su cabello de víboras con cintas ensangrentadas.
292 II. ÉPOCA CLÁSICA VIRGILIO,114 293

113. Segundo prólogo: el rey Latino y la situación 114. Iuno abre las Puertas de la Guerra
de Italia a la llegada de los troyanos
Esta costumbre había en Lacio de Hesperia, que siempre las
Ahora, ea, Erato. He de contar qué reyes, qué tiempos, [ciudades
cuál era en el Lacio antiguo el estado de las cosas, albanas guardaron por sagrada, y hoy la mayor de todas,
cuando un ejército extranjero llevó su flota Roma, la guarda, cuando citan a Marte al inicio del combate
a las costas ausonias, y cantaré el origen de la lucha primera. y la guerra lacrimosa deciden llevar a los getas,
Tú, diosa, ilumina tú al vate. He de decir guerras horribles, los hircanos o los árabes, o marchar sobre el Indo
he de decir ejércitos formados y reyes que el valor condujo a y seguir a la Aurora y arrebatar los estandartes a los partos.
[la muerte Son dos las Puertas de la Guerra (con este nombre las lla-
y las tropas tirrenas y toda entera sometida a las armas sagradas por el culto y el terror del fiero Marte; [man),
Hesperia. Se alza ante mí una serie mayor de sucesos, cien tirantes de bronce las cierran y postes eternos
emprendo una obra aún más grande. de hierro, y no falta a la entrada [ano guardián.
Reinaba el rey Latino, Cuando es definitiva la decisión de combatir en los padres,
ya anciano, en larga paz sobre campos y tranquilas ciudades. el cónsul en persona, con la trábea quirinal y el ceñidor
Que era éste nacido de Fauno y la Ninfa laurente Marica gabino revestido, abre sus hojas chirriantes,
sabemos; Pico fue el padre de Fauno y a ti, Saturno, en persona convoca a la guerra; le sigue después la juventud
por padre te tiene éste: eres tú el origen remoto de esta sangre. y con ronco asenso soplan sus cuernos de bronce. [entera
No tenía hijo Latino por sino de los dioses ni le quedaba Por eso también así se ordenaba a Latino según la costumbre
de varones prole alguna, que había perdido en el surgir de la la guerra declarar a los Enéadas y abrir las tristes puertas.
[primera juventud. Se abstuvo el padre de su contagio y rehuyó sin mirar
Sola guardaba su casa y posesiones tan grandes una hija, el ingrato ministerio y se escondió en ciegas sombras.
madura ya para varón, ya con los años de casar cumplidos. Entonces la reina de los dioses bajando del cielo con su
Muchos la pretendían del gran Lacio y de Ausonia empuja las tardas hojas y la hija de Saturno [mano
entera; la pretendía el más bello que todos los otros, rompe, girando el gozne, los herrados postes de la Guerra.
Turno, poderoso de abuelo y bisabuelo, a quien la regia es-
[posa Eneida, VII, 601-622
animaba con ansia sorprendente a unírsele por yerno; (R. F. B.) (33)
mas portentos divinos lo impiden con terrores diversos.

Eneida, VII, 37-58


(R. F. B.) (33)
294 Il. ÉPOCA CLÁSICA VIRGILIO,117 295

11S. Descripción de Camila Él, satisfecho con los presentes de la diosa y por honor tan
no podía saciarse de mirar todo con sus ojos, [grande,
A éstos se añadió Camila, del pueblo de los volscos, y se asombra, y entre brazos y manos da vueltas
con una columna de jinetes y huestes florecientes de bronce, al yelmo terrible con su penacho y que llamas vomita,
guerrera, no como la que acostumbró sus manos de mujer ya la espada portadora de muerte y la rígida loriga de bronce;
a la rueca y los castillos de Minerva, sino joven hecha a sufrir color de sangre, inmensa, cual la nube cerúlea cuando
duros combates y a ganar con el correr de sus pies a los se enciende con los rayos del sol y brilla a lo lejos.
Ella volaría sobre las crestas de un sembrado [vientos. Después las bruñidas grebas de electro yoro refinado,
sin tocadas, ni rozaría en su carrera las tiernas espigas; y la lanza, y la trama indescriptible del escudo.
o en medio del mar suspendida sobre las olas hinchadas Aquí las hazañas ítalas y las gestas triunfales de los romanos,
se abriría camino sin que las aguas tocasen sus plantas veloces. conocedor de vaticinios y no ignorante de la edad por llegar,
A ella la contempla la juventud entera saliendo de casas había representado el señor del fuego; aquí toda la raza de la
y campos, y no la pierden de vista al pasar las madres, estirpe de Ascanio y las guerras libradas por orden. [futura
con la boca abierta de asombro ante el regio adorno de púr-
que cubre sus hombros suaves o la fíbula de oro [pura Eneida, VIII, 608-629
que trenza su cabello, de cómo lleva ella misma su aljaba (R. F. B.) (33)
licia o el mirto pastoril rematado en punta.

Eneida, VII, 803-817


(R. F. B.) (33) 117. La batalla de Accio

En el centro escuadras de bronce, las guerras de Accio,


aparecían, y toda Leucate podía ver hirviendo
con Marte en formación y las olas refulgiendo en oro.
116. El escudo de Eneas A este lado César Augusto guiando a los ítalos al combate
con los padres y el pueblo, y los Penates y los grandes dioses,
Mas Venus, la blanquísima diosa, se presenta entre nubes en pie en lo alto de la popa, al que llamas gemelas le arrojan
etéreas llevando sus dones; y cuando vio a su hijo solitario las espléndidas sienes y el astro de su padre brilla en su cabeza.
a lo lejos en un apartado valle junto a las frescas aguas, En otra parte Agripa, con los vientos y los dioses de su lado
se le apareció y le habló con estas palabras: guiando altivo la flota; soberbia insignia de la guerra,
«Aquí tienes la ayuda prometida del arte las sienes rostradas le relucen con la corona naval.
de mi esposo. No dudes ya, hijo, en entrar en combate Al otro lado, con tropa variopinta de bárbaros, Antonio,
contra los orgullosos laurentes y el fiero Turno». vencedor sobre los pueblos de la Aurora y el rojo litoral,
Dijo, y buscó Citerea los abrazos del hijo Egipto y las fuerzas de Oriente y la lejana Bactra
y enfrente colocó las armas brillantes bajo una encina. arrastra consigo, y le sigue (¡sacrilegio!) la esposa egipcia.
l

296 n. ÉPOCA CLÁSICA VIRGIUO, 118 297

Todos se enfrentaron a la vez y espumas echó todo el mar 118. Turno mata a Palante
sacudido por el refluir de los remos y los rostros tridentes.
A alta mar se dirigen; creerías que las Cícladas flotaban Turno a su vez la madera que acaba en punta de hierro
arrancadas por el piélago o que altos montes con montes blande largo tiempo y contra Palante la arroja y así exclama:
[chocaban, «¡Mira si mi arma no es más penetrantel».
en popas almenadas de mole tan grande se esfuerzan los Había dicho, yel escudo, tantas capas de hierro y de bronce
[hombres. al que tantas veces da vuelta una piel de toro,
Llama de estopa con la mano y hierro volador con las flechas la punta lo traspasa por el centro con golpe vibrante
arrojan, y enrojecen los campos de Neptuno con la nueva y perfora la defensa de la loriga y el pecho enorme.
[matanza. Arranca Palante en vano el arma caliente de la herida:
La reina en el centro convoca a sus tropas con el patrio sistro por el mismo camino salen la sangre y la vida.
y aún no ve a su espalda las dos serpientes. Cayó sobre la herida (sobre él resonaron sus armas)
y monstruosos dioses multiformes y el ladrador Anubis y besa al morir con boca ensangrentada la tierra enemiga.
empuñan sus dardos contra Neptuno y Venus Turno alzándose sobre él:
y contra Minerva. En medio del fragor Marte se enfurece «Acordaos, arcadios -dice-, de mis palabras y llevadlas
en hierro cincelado, y las tristes Furias desde el cielo, a Evandro: le devuelvo a Palante según ha merecido.
y avanza la Discordia gozosa con el manto desgarrado Sea cual sea el honor de un túmulo, sea cual sea el consuelo
acompañada de Belona con su flagelo de sangre. [de un sepulcro,
Apolo Accíaco, viendo esto, tensaba su arco se lo concedo. No le va a costar poco de Eneas
desde lo alto; con tal terror todo Egipto y los indos, la hospitalidad». Y así que hubo hablado aplastó con el pie
toda la Arabia, todos los sabeos sus espaldas volvían. izquierdo al muerto robándole del cinturón el peso enorme
A la misma reina se veía, invocando a los vientos, con el crimen grabado: el grupo de jóvenes asesinados
las velas desplegar y largar y largar amarras. a la vez en la noche de bodas horriblemente y los lechos de
La había representado el señor del fuego pálida entre los [sangre,
[muertos que había trabajado en mucho oro el Eurítida Clono;
por la futura muerte, sacudida por las olas y el Yápige; con este despojo pasea Turno en triunfo, gozoso por tenerlo.
al Nilo, enfrente, afligido con su enorme cuerpo ¡Corazón de los hombres que ignora el destino y la suerte
y abriendo su seno y llamando con todo el vestido [futura
a los vencidos a su regazo azul y a sus aguas latebrosas. y respetar soberbio la medida en la ocasión favorable!
Día vendrá en que el gran Turno deseará haber cobrado
Eneida, VIII, 675-713 un buen rescate por la vida de Palante y odiará estos despojos
(R. F. B.) (33)
y esta hora. Mas sus compañeros entre lágrimas y muchos
[gemidos
se llevan en gran número a Palante sobre su escudo.
¡Ay,tú, que volverás gloria grande y dolor a tu padre!
298 n. IOPOCA CLÁSICA VIRGILIO, 120 299

Este día primero te metió en la guerra y este mismo te saca, y, desde arriba: «[Dónde está ahora el agrio Mecencio
y dejas sin embargo de rútulos montones inmensos. y la fiereza aquella de tu corazón?». Por respuesta el etrusco,
cuando mirando al cielo se bebió las auras y recobró el sentido:
Eneida, X, 479-509 «Amargo enemigo, ¿por qué me gritas y amenazas de muerte?
(R. F. B.) (33) No hay delito en matarrne, ni así llegué al combate,
ni mi Lauso me hizo este pacto contigo.
Sólo esto te pido, si algo puede pedir el enemigo derrotado:
que permitas que la tierra cubra mi cuerpo. Sé que acechan
119. Últimas palabras y muerte de Mecencio odios amargos de los míos: aléjame de ese furor, te ruego,
y entrégame, compañero de mi hijo, al sepulcro».
y entonces con gran grito a Eneas gritó por tres veces. Así habla, y a sabiendas recibe la espada en su garganta
Eneas le reconoció al punto y alegre suplica: y vierte la vida sobre las armas entre olas de sangre.
«¡Así lo quiera el padre de los dioses, así el alto Apolo!
¡Empieza de una vez a pelear!». Eneida, X, 873-908
Sólo esto dijo y sale al encuentro del asta enemiga. (R. F. B.) (33)
y el otro: «[Crees asustarme cuando a mi hijo me has robado,
más que cruel? Éste era el único camino para perderme:
ni a la muerte tememos ni respetamos a ninguno de los dioses.
Déj alo, pues vengo a morir y te traigo primero 120. Júpitery [uno hacen las paces
estos presentes». Dijo y disparó su dardo contra el enemigo;
luego le lanza otro y otro más que van volando Entre tanto a [uno el rey del todopoderoso Olimpo,
en gran giro, pero aguanta firme el escudo de oro. como de una rubia nube seguía el combate, le dice:
Tres vueltas cabalgó a su alrededor hacia la izquierda «¿Cuál será ya el final, esposa mía? ¿Qué es lo que queda ya?
lanzando dardos con la mano, tres veces gira sobre sí el Sabes bien, y así lo reconoces, que al cielo se debe Eneas
[héroe de Troya como dios tutelar de la patria, y que a las estrellas lo han de
aguantando en su cubierta de bronce un bosque inmenso. [alzar los hados.
Luego de resistir largo tiempo, de arrancar cansado ¿Qué estás tramando o con qué esperanza te agarras a las
tantas puntas y apurado por sostener un desigual combate, [nubes heladas?
tras planear muchas cosas en su pecho salta por fin y entre ¿Fue justo mancillar a un dios con herida mortal?
las cavas sienes del caballo guerrero clava su lanza. ¿y la espada (pues qué podría Yuturna sin ti),
Se alza sobre sus patas el cuadrúpedo y con los cascos entregársela a Turno y acrecentar la fuerza del vencido?
sacude el aire, y cayendo sobre el jinete derribado Déjalo ya por fin y pliégate a mis ruegos,
lo traba y se le viene encima de cabeza con una pata rota. que no te devore en silencio un dolor tan grande ni me lle-
Con sus gritos alcanzan el cielo latinos ytroyanos. [guen
Vuela Eneas hacia allí y desenvaina la espada de tu dulce boca con tanta frecuencia amargos reproches.
300 II. ÉPOCA CLÁSICA VIRGILlO,120 301

Hemos llegado al final. Has podido sacudir a los troyanos Conservarán los ausonios su lengua y las costumbres de su
por tierra y por mar, encender una guerra nefanda, y como es será su nombre; mezclados sólo de sangre, [patria
destrozar una casa y cubrir de luto un himeneo: los teucros se les agregarán. Costumbres y ritos sagrados
que vayas más allá, te lo prohíbo». Así comenzó Júpiter; les daré y a todos haré latinos con una sola lengua.
así le contestó la diosa Saturnia con la mirada baja: La estirpe que de aquí nacerá, mezclada con la sangre auso-
«Porque sabía bien que era ésa tu voluntad, gran Iüpiter, verás que supera en piedad a los hombres y a los dioses [nia,
he abandonado muy a mi pesar a Turno y sus tierras; y ningún pueblo te rendirá culto como ellos».
y no me verías tú ahora, sola en mi sede del aire Asintió a esto [uno y, satisfecha, cambió sus deseos;
aguantando lo que debo y lo que no: estaría junto a las mas en ese momento abandona el cielo y deja la nube.
revestida de Lamas y arrastraría a los teucros a acerbos com-
[bates. Eneida, XII, 791-842
Persuadí (lo confieso) de que ayudase a su pobre hermano (R. F. B.) (33)
a Yuturna y vi bien que por su vida intentase empresas ma-
[yores,
aunque no, sin embargo, que el arco tensara y las flechas;
lo juro por las fuentes implacables del río estigio,
el solo temor religioso que se asignó a los dioses del cielo.
y ahora me aparto en verdad y abandono los odiados com-
[bates.
Sólo esto, que no está fijado por ley alguna del destino,
te pido por el Lacio, por la grandeza de los tuyos:
puesto que ya preparan la paz con felices (así sea)
matrimonios, puesto que ya firman leyes y pactos,
no permitas que cambien los naturales del Lacio
su antiguo nombre o se hagan troyanos y se les llame teucros,
o que cambien su lengua esos hombres o alteren de vestir su
[forma.
Que sea el Lacio, que por los siglos sean los reyes albanos,
sea por el valor de los ítalos poderosa la estirpe romana.
Sucumbió, y deja que así sea, Troya junto con su nombre».
Sonriéndole, el autor de los hombres y de las cosas:
«Eres la hermana de [ove y el segundo vástago de Saturno.
Agitas en tu pecho olas tan grandes de enojo ...
Pero, ea, deja ese furor que en vano concebiste:
te concedo lo que quieres y me rindo, vencido y satisfecho.
HORACIO,121 303

flexivas y moralizantes, y, sobre todo, en su poesía lírica, Epo-


HORACIO dos (en su origen poesía de maldición, en versos yámbicos) y
Odas (exquisitos poemas, en versos y estrofas a la manera eo-
lia), donde exhibe un refinado sentido de laforma. No se trata
sólo de que lo dicho y la forma de decirlo, en verso conciso,
donde cada palabra encaja con virtuosismo en una posición
jamás inerte, sean inseparables, sino sobre todo de la riqueza
de movimientos a lo largo del poema, de esas sutiles transicio-
nes entre estrofas por medio de ricas imágenes o de breves
enunciados abstractos, llenos de sentido, que dan paso afina-
les inesperados y epigramáticos o a los anticlímax suaves y
prolongados. Horacio es equilibrio en movimiento, tan rico en
tonos variados y en matices delicados, con un humor tan fino
y una ironía tan certera, que al tiempo que se ha mostrado
Poseemos muchos datos acerca de la vida de Horacio (65-8 inimitable en su forma, ha estimulado siempre la creatividad
a. C.) y de su carrera poética, no sólo porque los biógrafos anti- de los mejores ingenios de la lírica de todos los tiempos.
guos o los comentaristas se hayan ocupado de él, sino porque
supo convertirlos en material poético. De condición social hu-
milde, hijo de liberto, recibió una educación esmerada gracias
a los desvelos de su padre y pudo figurar en la elite intelectual y 121. AMecenas
polftica de Roma en el momento de su máxima expansión: este
dato, para otros triunfalista, se transforma en su obra en un Irás en bajeles Iiburnos entre los elevados baluartes de las
motivo de humildad, defalta de vanidad y de sentido dellími- naves, amigo, dispuesto a afrontar con tu propio riesgo, oh
te, dándonos una de las claves de la vida y de la estética hora- Mecenas, todos los peligros de César.
cianas. A diferencia de Catulo o Propercio, Horacio tiene una ¿Qué haremos nosotros, para quienes la vida es grata si tú
presencia mucho más real en su obra y sin embargo su indivi- estás a salvo, y penosa en caso contrario? ¿Buscaremos qui-
dualismo es mucho menor. Ello es debido a que, aunque sean zá, como has aconsejado, un sosiego, amargo si no es a tu
él mismo y sus cosas propias el objeto de contemplación, en lo lado, o soportaremos esta prueba con el espíritu con que de-
visto no hay nada exclusivo suyo, sino que su yo poético apare- ben soportarla los varones recios? La soportaremos, y te se-
ce rodeado de circunstancias, sean caracterológicas, amistosas guiremos con ánimo valiente ya sea a través de las cumbres
o políticas, que lo hacen comprensible para todos. Horacio es de los Alpes y el Cáucaso inhospitalario, ya sea hasta el golfo
un maestro en hablar de sí mismo de manera significativa, más extremo de Occidente.
uno de esos raros egocéntricos que nunca aburren. ¿Preguntas cómo puedo ayudar a tu tarea con mi esfuer-
Sus cualidades poéticas afloran en toda su obra: en las Sáti- zo, calmoso y enfermizo como soy? Acompañándote, habré
ras, de tono crítico y conversacional; en las Epístolas, más re- de tener menos miedo; mayor es el miedo que se apodera de
302
304 U. ÉPOCA CLÁSICA HORAClO,123 305

los que están lejos: igual que el pájaro, posado cerca de sus o bien, cuando Otoño ha levantado por los campos su ca-
polluelos implumes, teme más la llegada de la serpiente si los beza engalanada de frutos maduros, ¡cómo goza recolectan-
abandona que si se queda a su lado, no pudiendo, sin embar- do las peras injertadas y vendimiando la uva que compite
go, prestarles más ayuda, aunque estuviera con ellos. con la púrpura, para ofrendarte a ti, Príapo, y a ti, padre Sil-
De buen grado serviré en esta guerra y en cualquier otra, vano, protector de los linderos!
esperando alcanzar tu favor, no para que aumente el número Agrádale tumbarse unas veces bajo añosa encina, otras
de mis bueyes que, uncidos, tiran de los arados, ni para que sobre el tupido césped; corren entretanto las aguas por los
mi ganado se traslade antes de la estación calurosa de los arroyos profundos, los pájaros dejan oír sus quejas en los
pastos de Calabria a los de Lucania, ni para que mi quinta, bosques y murmuran las fuentes con el ruido de sus linfas al
resplandeciente de blancura, alcance las murallas circeas de manar, invitando con ello al blando sueño.
Túsculo, alzada sobre un monte. Harto y sobradamente me y cuando la estación invernal de Júpiter tonante apresta llu-
ha enriquecido tu benevolencia; no pienso acumular rique- vias y nieves, ya acosa por un sitio y por otro con sus muchas
zas para esconderlas bajo tierra como el avariento Cremes, o perras a los fieros jabalíes hacia las trampas que les cierren el
para dilapidarlas cual heredero de túnica desceñida. paso, ya tiende con una vara lisa sus redes poco espesas, enga-
ño para los tordos glotones, y captura con lazo la tímida liebre
Épodos,1 y la grulla viajera, trofeos que le llenan de alegría.
(Y. C. L.) (34) ¿Quién, entre tales deleites, no se olvida de las cuitas des-
dichadas que el amor conlleva? ... »

Épodos, 2, 1-38
122. Beatus ille... (Y. C. L.) (34)

«Dichoso aquel que, lejos de ocupaciones, como la primitiva


raza de los mortales, labra los campos heredados de su pa-
dre con sus propios bueyes, libre de toda usura, y no se des- 123. Jurar en vano
pierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de
guerra, ni se asusta ante las iras del mar, manteniéndose le- Era de noche y la luna brillaba en el cielo sereno entre los as-
jos del foro y de los umbrales soberbios de los ciudadanos tros menores, cuando tú, dispuesta a ofender la divinidad de
poderosos. los dioses soberanos, jurabas sobre mis palabras, pegándote
Así pues, ora enlaza los altos álamos con el crecido sar- a mí con tus brazos enredadizos más apretadamente que se
miento de las vides, ora contempla en un valle apartado sus adhiere la yedra a la encina enhiesta, que, mientras el lobo
rebaños errantes de mugientes vacas, y amputando con la fuera enemigo del rebaño y Orión, funesto para los nautas,
podadera las ramas estériles, injerta otras más fructíferas, o hiciera encresparse el mar en invierno, y mientras la brisa
guarda las mieles exprimidas en ánforas limpias, o esquila agitara los cabellos intonsos de Apolo, este amor sería recí-
las ovejas de inestables patas. proco.
306 II. ÉPOCA CLÁSICA HORACIO,125 307

¡Ah, Neera, cuánto sufrirás por mi orgullo varonil!, pues La pálida Muerte golpea con pie igualitario las cabañas de
si en Flaco hay algo de varón, no aguantará que tú dediques los pobres y las torres de los ricos. ¡Oh Sestio afortunado! La
una tras otra tus noches a otro, prefiriéndole a él, y, en su ra- breve suma de la vida nos prohíbe poner cimientos a una es-
bia, buscará un amor que le corresponda; su porfía no cejará peranza larga. Enseguida la noche, los Manes de la leyenda y
ante tu hermosura ofendida una sola vez, si es que el resenti- la enjuta morada de Plutón te harán su víctima; tan pronto
miento ha penetrado en él con verdadero fundamento. como hayas partido hacia allí, no sortearás con los dados la
y tú, quienquiera seas el que más feliz que yo y ufanándo- realeza en el vino, ni admirarás al tierno Lícidas, por quien
te de mi desgracia paseas, ¡ojalá seas rico en ganado yen ex- los jóvenes todos se enardecen hoy y por quien mañana las
tensión de tierras!, ¡fluya para ti el Pactolo, no encierren muchachas se encandilarán.
para ti secreto alguno los arcanos del resucitado Pitágoras, y
superes en galanía a Nireo! ¡Ay!, ¡ay!, llorarás cuando veas Odas,I,4
(V. C. L.) (34)
tus amores trasladados a otro. Entonces yo, a mi vez, me rei-
ré de ti.

Épodos,15
(V. C. L.) (34) 125. APirra

¿Qué esbelto muchacho en alfombra de rosas, ungido todo


con líquidos perfumes, te abraza, Pirra, al cobijo de amena
124. A Sestio gruta?, ¿para quién te sueltas la rubia cabellera, sencilla en
tus ornatos?
Dilúyese el riguroso invierno con el retorno plácido de la ¡Ay!, ¡cuántas veces llorará las promesas quebrantadas y la
primavera y del Favonio; las máquinas arrastran las quillas mudanza de los dioses, y, desacostumbrado a ello, contem-
secas; y ya ni el ganado se goza con los establos, ni el labra- plará estupefacto los mares encrespados por negros vientos,
dor con el fuego, ni blanquean los prados cubiertos de ca- él, que goza crédulo ahora de tu momento dorado, que espe-
nas escarchas; ya la Citerea Venus guía los coros a la luz de ra encontrarte disponible siempre, complaciente siempre,
la luna y las Gracias hermosas, unidas a las Ninfas, golpean sin acordarse de la brisa falaz!
alternativamente el suelo con su pie; en tanto, el ardiente ¡Desgraciados aquellos ante quienes resplandeces sin que
Vulcano va a inspeccionar las fraguas laboriosas de los Cí- te hayan conocido!
dopes. En cuanto a mí, la pared del templo testimonia en una ta-
Ahora es el momento de coronar la cabeza esplendente bla votiva que he dejado colgadas mis vestiduras mojadas
con verde mirto o con la flor que producen las esponjadas como ofrenda al dios que gobierna en el mar.
glebas; ahora también es momento de hacer sacrificios a
Fauno en los bosques umbríos, ya lo redame de cordera o lo Odas,I,5
prefiera de cabrito. (V. C. L.) (34)
308 n. ~POCA CLÁSICA HORACIO.128 309

126. A Taliarco Sé sabia, filtra el vino y, siendo breve la vida, corta la espe-
ranza larga. Mientras estamos hablando, habrá escapado
Ves cómo el Soracte se yergue blanco por una profunda capa envidiosa la edad: aprovecha el día, fiando lo menos posible
de nieve, y no pueden ya los bosques sostener el peso que les en el que ha de venir.
agobia, y los ríos se han inmovilizado por efecto del hielo pe-
netrante. Odas, 1,11
Disipa el frío echando leños en abundancia sobre el hogar (V. C. L.) (34)
y saca, oh Taliarco, con más generosidad aún, un vino de cua-
tro años de un ánfora sabina de dos asas. Deja lo demás al cui-
dado de los dioses; tan pronto como ellos han puesto calma
en los vientos que combatían sobre la encrespada llanura del 128. ALidia
mar, dejan de agitarse los cipreses y los vetustos olmos.
Huye de preguntarme qué va a ser del mañana, y ten como Los jóvenes osados no golpean tan frecuentemente con to-
ganancia el día, cualquiera sea, que la Fortuna te dé; no des- ques continuos tus ventanas cerradas, ni te roban el sueño; y
precies, tú que eres joven, los dulces amores y los bailes en co- la puerta, que antaño muy complaciente movía los goznes,
rro, en tanto que la tarda vejez se mantiene lejos de tu vigor. gusta ahora del umbral; escuchas menos y menos ya aquello
Ahora debes frecuentar, a la hora prevista, la palestra y las de «¿Duermes, Lidia, mientras yo, que soy tuyo, me consu-
plazas públicas, donde se escuchan callados susurros a la mo a lo largo de las noches?».
caída de la tarde; ahora, la placentera risa que delata a tu Llegará el tiempo en que tú, vieja casquivana, llorarás el
amiga, escondida en un recóndito rincón, y la prenda arran- desprecio de los libertinos en un callejón solitario, mientras
cada a sus brazos o a su dedo, que apenas ofrece resistencia. el viento de Tracia aumenta su furia al ocultarse la luna,
cuando el amor ardiente y la pasión, que suele enloquecer a
Odas, 1,9 las madres de los potros, muestre su crudeza en torno a tu
V. C. L.) (34) hígado llagado, y te quejarás de que la ufana juventud se
goce más con la hiedra verde y el oscuro mirto, y de que con-
sagre las ramas secas al Hebro, compañero del invierno.

127. Carpe diem Odas, 1,25


(V. C. L.) (34)
Tú no preguntes -¡pecado saberlo!- qué fin a mí, cuál a ti die-
ron los dioses, Leucónoe, ni las babilonias cábalas consultes.
¡Cuánto mejor soportar lo que venga, ya si muchos invier-
nos nos ha concedido [úpiter o si es el último este que ahora
deja sin fuerzas al mar Tirreno batiéndolo contra los esco-
llos que se le enfrentan!
310 n. ÉPOCA CLÁSICA HORACIO, 131 311

129. Al poeta Tibulo J úpiter trae los desapacibles inviernos, él mismo se los lle-
va. Si ahora te va mal, no será así también en el futuro; de vez
Albio, no te angusties más de la cuenta recordando a la cruel en cuando provoca Apolo con su cítara a la musa silenciosa y
Glícera ni cantes incesantemente patéticas elegías, porque, no siempre tiende su arco.
roto vuestro compromiso, uno más joven que tú te haya ade- En los momentos difíciles muéstrate animoso y fuerte;
lantado en su favor. mas también aprende a replegar las velas hinchadas por un
A Licóride, famosa por su estrecha frente, la abrasa el viento demasiado favorable.
amor de Ciro; Ciro, en cambio, se inclina por la áspera Fó-
loe: pero antes se juntarán las cabras con los lobos de Apulia Odas, I1, 10
que Fóloe caiga en las redes de ese desvergonzado libertino. (V. C. L.) (34)
Tal es el parecer de Venus, a quien place, con juego cruel, po-
ner bajo yugo de bronce formas y espíritus dispares. Incluso
a mí, aunque una Venus mejor me pretendía, retúvome con
plácida cadena la liberta Mírtale, más iracunda que las olas 131. A Mecenas, negándose a cantar
del Adriático, que socava los golfos calabreses.
No quieras que acomode a los ritmos suaves de mi cítara los
Odas, 1,33 prolongados combates ante la fiera Numancia, ni al duro
(V. C. L.) (34) Aníbal, ni el mar sículo, enrojecido por la sangre púnica, ni a
los crueles Lápitas y a Hileo, desmedido en el uso del vino, ni
a los hijos de la Tierra, domeñados por la mano de Hércules,
ante cuyo peligro se estremeció el refulgente palacio del vie-
130. Aurea mediocritas joSaturno.
Además, tú narrarás mejor, ¡oh Mecenas!, en historias en
Más rectamente vivirás, Licinio, si dejas de navegar siempre prosa las guerras de César y los cuellos de los reyes amena-
por alta mar y evitas acercar te demasiado al litoral peligro- zadores conducidos por las calles.
so, al tiempo que, con cautela, sientes horror ante las bo- En cuanto a mí, la Musa ha querido que cantara dulces
rrascas. canciones a Licimnia, tu dueña; ha querido que cantara sus
El que elige la dorada medianía, carece, bien protegido, de ojos que irradien resplandores, y su corazón totalmente fiel
la sordidez de una casa vieja; carece, en su sobriedad, de un a vuestros recíprocos amores; ella, a quien no hizo desmere-
palacio que cause envidia. cer ni el acercar su pie a los corros, ni el competir en la chan-
Los vientos zarandean con más frecuencia el pino alto, y za, ni el dar sus brazos en diversión a las doncellas hermosas
las torres elevadas caen con más grave derrumbamiento, hi- en el día festivo de la ilustre Diana.
riendo los rayos los picos más altos de las montañas. ¿Acaso querrías cambiar tú lo que poseyó el rico Aquerne-
El pecho bien preparado aguarda una suerte distinta en nes, o las riquezas migdonias de la fecunda Frigia, o las opu-
las situaciones desfavorables, la teme en las propicias. lentas mansiones de los árabes, por un cabello de Licimnia,
313
312 !l. ÉPOCA CLÁSICA HORACIO,133

cuando hurta su cuello a tus ardientes besos, y los niega COn una orden dada, se pone en pie delante de todos, no sin el
afable desdén, aunque de su robo se alegre más ella que consentimiento de su marido, tanto si la llama un mercader,
quien se los pide, o se adelanta a veces a robarlos? como si es el capitán de una nave hispana, comprador adine-
rado de sus desvergüenzas.
Odas, 11,12 No de padres tales había nacido la juventud que tiñó el
(V, C. L.) (34) mar con sangre púnica y dio muerte a Pirro, al grandioso
Antíoco y el cruel Aníbal; sino la prole varonil de soldados
nacidos en el campo, avezada a remover la gleba con azado-
nes sabelios y a llevar troncos cortados a una orden de su se-
vera madre, cuando el sol trasladaba la sombra de los mon-
132. Alosromanos tes y retiraba el yugo de los cansados bueyes trayéndoles el
tiempo de descanso lejos del carro.
Tú, romano, expiarás inmerecidamente los delitos de tus ¿Qué no ha erosionado el corrosivo día? La generación de
mayores, hasta que hayas reconstruido los templos, las mo- nuestros padres, peor que la de nuestros abuelos, nos en-
radas ruinosas de los dioses y sus imágenes ensuciadas por gendró a nosotros, más perversos aún, quienes habremos
el negro humo. de procrear con el paso del tiempo una prole más viciosa to-
Conservas el imperio por conducirte humildemente ante davía.
los dioses: de aquí todo principio, hacia aquí debes guiar el
fm. Los dioses, por haber sido despreciados, ocasionaron Odas, III,6
(V, C. L.) (34)
muchas desgracias a la enlutada Hesperia. Ya por dos veces
Moneses y la tropa de Pácoro desbarataron nuestros ata-
ques, emprendidos bajo auspicios desfavorables, y se afanan
de haber añadido nuestros despojos a sus delgados collares.
El dacio y el etíope casi arrasaron la ciudad, entregada a las
revueltas, éste temible por su flota, más ducho aquél dispa- 133. A la fuente de Bandusia
rando flechas. Unas generaciones fecundas en culpa manci-
liaron primeramente sus nupcias, y luego su linaje y sus ca- ¡Oh fuente de Bandusia, más transparente que el vidrio, dig-
sas: de esta fuente emanó el desastre y recayó sobre la patria na del dulce vino y también de las flores!, mañana tendrás la
yelpueblo. oblación de un cabrito, al que su frente abultada, con los
La doncella casadera se goza en aprender las danzas de [o- cuernos que ya le apuntan, al amor ya los combates lo desti-
nia y se recompone con artificios; ya incluso ahora, desde su na -aunque en vano, pues manchará con su sangre escarlata
más tierna infancia, planea amores impúdicos. Más tarde tus aguas heladas, retoño de grey lasciva.
busca amantes más jóvenes entre los que acompañan a su A ti la hora implacable de la bochornosa Canícula no sabe
marido cuando bebe, y no elige a uno para darle furtiva- tocarte; tú ofreces el frescor placentero a los toros, fatigados
mente placeres prohibidos lejos de las lucernas, sino que, a del arado, y al ganado errante.
314 II. ÉPOCA CLÁSICA HORACIO. 135 315

Serás contada tú también entre las fuentes famosas, si yo 135. No se puede imitar a Píndaro
canto a la encina que se asienta sobre las huecas rocas de las
que brotan tus linfas murmuradoras. El que se afana en imitar a Píndaro, Julo, se vale de alas de
cera, dedálico invento, para acabar dando nombres al mar
Odas, I1I, 13 cristalino.
(V. C. L.) (34) Descendiendo del monte como un río, al que las lluvias
acrecieron por encima de sus riberas de siempre, hierve Pín-
daro, e inmenso se precipita con voz profunda, digno de ser
premiado con laurel apolinar, tanto si en ditirambo s atrevi-
134. Un monumento más perenne que el bronce dos profiere palabras nuevas, como si se deja llevar por rit-
mos libres de ley; si canta a los dioses y a los reyes, sangre de
He levantado un monumento más perenne que el bronce y los dioses, por quienes sucumbieron con merecida muerte
más alto que la regia construcción de las pirámides, que ni la los Centauros y sucumbió la llama de la terrible Quimera; o
lluvia voraz, ni el Aquilón desenfrenado podrán derruir, si elogia a aquellos a quienes la palma elea les hace regresar a
ni la innumerable sucesión de años y la fuga de las genera- su casa alzados hasta el cielo, ya púgil o caballo, y les obse-
ciones. quia con un regalo más valioso que cien estatuas; o si se la-
No moriré por completo y mucha parte de mí se librará de menta por el joven arrebatado a su llorosa prometida, y sus
Libitina; yo creceré sin cesar renovado por el elogio de la fuerzas y valor y costumbres brillantes como el oro las pone
posteridad, mientras al Capitolio ascienda el pontífice por las estrellas y al negro Orco se lo sustrae.
acompañado de la silenciosa vestal. Mucha brisa sostiene el cisne dirceo, Antonio, siempre
De mí se dirá, por donde resuena el violento Aufido y por que se eleva a las altas regiones de las nubes; yo en cambio, al
donde Dauno, pobre en agua, reinó sobre tribus campe- modo y manera de la abeja del Matino, libando industriosa-
sinas, que, llegando a ser influyente, aunque de origen hu- mente dulces tomillos cabe la espesura del bosque y las ribe-
milde, trasladé el primero la canción eólica a los ritmos de ras del húmedo Tíbur, compongo laboriosos versos en mi
Italia. pequeñez.
Acepta el honor que mis méritos te han procurado y ciñe Tú, poeta de plectro más elevado, cantarás a César, cuan-
propicia mi cabellera, Melpómene, con laurel de Delfos. do engalanado con el follaje merecido, arrastre a los fieros
sigambros por la pendiente sagrada; nada mayor o mejor
Odas, III, 30 que él dieron a la tierra los hados y los dioses propicios, ni lo
(V. C. L.) (34) darán, aunque los tiempos vuelvan a la antigua edad de oro.
Cantarás también los días de júbilo y el divertimiento públi-
co de la ciudad, a causa del regreso por fin logrado del va-
liente Augusto, yel foro vacío de litigios.
Entonces, si proclamo algo digno de ser oído, una buena
parte de mi voz se añadirá al griterío, y cantaré: «¡Oh sol her-
316 n. ÉPOCA CLÁSICA HORACIO, 137 317

moso, oh digno de loa!», feliz por haber recuperado a César. Calabria; y, si los papeles silenciaran tus buenas acciones, no
Y,mientras avanzas, diremos tres veces: «jhurra, Victoria!», tendrías recompensa. ¿Qué sería del hijo de Ilia y de Marte si
y no una sola vez «[hurra, Victoria!» la ciudad entera, y ofre- el silencio envidioso hubiera puesto una barrera a los méri-
ceremos incienso a los dioses benévolos. tos de Rómulo? A Éaco, arrancado a las aguas estigias, su
A ti diez toros y otras tantas vacas te purificarán, a mí un virtud, el favor que despierta y la lengua de poetas podero-
joven becerro que crece, lejos de su madre, en la abundancia sos lo inmortalizan en las islas afortunadas. La Musa impide
de los prados, destinado a mis ofrendas, imitando con su que muera el varón digno de alabanza, y lo premia con el
frente los curvados resplandores de la luna que se asoma por cielo. Así el infatigable Hércules participa en los deseados
tercera vez, en donde, níveo de ver, lleva una mancha, siendo banquetes de Júpiter; los Tindáridas, resplandeciente cons-
rojizo en el resto de su cuerpo. telación, sacan las zarandeadas barcas de la profundidad de
las olas; adornadas sus sienes con verde pámpano, Líber
Odas, IV, 2 conduce los deseos a su feliz cumplimiento.
(V. C. L.) (34)
Odas, IV, 8
(V. C. L.) (34)

136. El poder de la poesía

Daría de buen grado a mis camaradas páteras y vistosos 137. Poesía satírica: un pesado
bronces, Censorino; daríales trípodes, premio a la fortaleza
entre los griegos, y tú no te llevarías los peores de esos rega- Iba yo a la ventura, por la Vía Sacra, como es costumbre mía,
los en caso de que yo fuera rico en las obras de arte que pro- pensando en no sé qué bagatelas y todo en ellas embebecido.
dujeron Parrasio o Escopas -hábil éste con la piedra, aquél Corriendo viene hacia mí un hombre, a quien sólo de nom-
con colores líquidos para representar ora un hombre, ora un bre conocía, y tomándome de la mano: «¿Cómo estás, mi
dios-. Pero no tengo yo tal riqueza, y tampoco tu hacienda o más dulce amigo?». «Bien, como ves, y deseando siempre
tu gusto personal necesitan de tales suntuosidades. Te re- complacerte.» Y como me fuera siguiendo, me anticipo a pe-
creas con los versos; versos sí podemos regalar te y decir el dirle: «¿Quieres algo?». Y él: «Ya debieras haberme conoci-
valor de nuestro regalo. do; soy un intelectual». Y yo: «En tanto más te estimo». Bus-
Ni los mármoles grabados con inscripciones públicas, cando, pobre de mí, escaparme de él, ora me daba prisa, ora
merced a los cuales los valerosos caudillos recobran aliento me paraba; luego decía a mi esclavo alguna cosa al oído; y el
y vida después de la muerte, ni la rápida escapada de Aníbal sudor ya me corría hasta más abajo de los talones: «Bien
y sus amenazas rechazadas y vueltas hacia atrás, ni los incen- haya, oh Bolano, tu mal genio», decíame a mí mismo, mien-
dios de la impía Cartago, debidos a aquel que, por su victo- tras él iba garlando cuanto le venía en boca y hacía el elogio
ria sobre África, regresó de allí enriquecido con un título, re- de las calles y de la ciudad. Y como yo nada le respondiera,
flejan los honores con tanta claridad como las Piérides de me dice él: «Pobre de ti; yo mucho rato ha que veo que tienes
318 ll. ÉPOCA CLÁSICA HORACIO,137 319

gran gana de irte; pero será en vano; te tengo y no te dejaré. sana. Ninguno con más seso que él usó de la fortuna, Ten-
¿Adónde vas ahorai». «No hay necesidad que eches rodeos drías en mí un grande coadjutor que se contentaría con las
por mí; quiero ir a visitar a un cierto amigo que tú no cono- segundas partes, si quisieras hacerme amigo de este hom-
ces; está malo en cama allá de la otra parte del Tíber, cerca de bre. Así me muera si no los retiraba a todos». «No llevamos
los huertos de César,» «Yo no tengo qué hacer, y no soy pere- allí dentro la vida que tú piensas; no hay casa más honrada
zoso, te seguiré hasta allá.» que aquélla, ni más ajena de estos males; ningún estorbo me
Bajé mis orejas, como jumento mal resignado cuando le hace el uno porque sea más rico, ni el otro porque sea más
ponen encima una carga demasiado pesada. Y él comienza: docto; cada uno tiene su lugar,» «Cosa grande es lo que me
«Si me conozco a mí mismo, seré tan buen amigo tuyo como cuentas que apenas se puede creer,» «Pues así pasa, como yo
Visco o como Vicario, porque ¿quién puede escribir más te lo digo.» «Con lo que me dijiste me has encendido en ma-
versos o más prestamente que yo? ¿Yquién mover los miem- yor deseo de estar más cerca de él.» «Basta que tú quieras;
bros en la danza con tanta gentileza y donaire? Y el mismo con tus méritos lo conseguirás; Mecenas no es inexpugnable
Hermógenes puede tener envidia de lo que yo canto». Ahora ni tiene difícil el primer acceso.» «No me faltaré; cohecharé
me tocaba a mí: «¿Tienes madre, tienes parientes que hayan sus esclavos con presentes; si hoy me desecharen, no por esto
menester de tu saludi». «No tengo a nadie. A todos los ente- cejaré; buscaré ocasiones, haréme encontradizo por las ca-
rré.» «¡Dichosos ellos!» Sólo quedo yo por enterrar. Acaba lles; le acompañaré hasta su casa. Nada sin grave trabajo dio
también conmigo; pues tiene que cumplirse aquel hado mío la vida a los mortales.»
que, siendo yo niño, me pronosticó una vieja de Sabina, lue- Mientras estas cosas decía, he aquí a Fusco Aristio, mi
go de haber dado vueltas a la urna fatal: «A este niño, ni los grande amigo, y que muy bien conocía a este moledor. Nos
crueles venenos, ni la enemiga espada, ni el dolor de costa- detenemos. «¿De dónde venís y adónde vas?», me pide él; y
do, ni la tisis, ni la tardía gota, sino que será un charlatán él a su vez me responde. Comienzo a tirarle del vestido y a
quien lo acabará; si fuere cuerdo, se guardará de habladores apretarle con la mano los brazos, insensibles, meneando la
luego que fuere crecido en edad». cabeza y guiñándole el ojo, para que me librase de aquella
Habíamos llegado al templo de Vesta, y ya era pasada una molienda. Él hace como que no entiende, disimula y ríe; y a
cuarta parte del día, y, por azar, tenía él que comparecer a mí la bilis me abrasa el hígado. «Por cierto que me dijiste que
cierto emplazamiento, y si no lo hiciera perdía el pleito. «Si tenías que decirme no sé qué cosas en secreto.» «Harto lo sé
eres amigo mío -díjome-, aquí espérame un poco.» «Mala yo; pero lo dejaré para mejor tiempo; hoyes luna nueva y es
muerte muera si puedo tenerme en mis pies y si sé pizca de sábado, ¿quieres ofender a los judíos circuncisos?» «No soy
derecho civil; demás de que tengo prisa de ir adonde sabes.» supersticioso», le dije. «Pues yo sí, y no puedo hacer más;
«Dudoso estoy -dice-, de lo que haré; si perderte a ti o al soy uno de los muchos que hay; me perdonarás; te lo diré
pleito.» «¡Déjame a mí, por vida mía!» Él respondióme: «[No otro día.»
lo harél». Y comienza a adelantárseme. Y como el porfiar es ¡Que un sol tan negro haya hoy amanecido para mí! Se es-
cosa dura, ando a la zaga de mi vencedor. Y en tal punto: «y capa el redomado, y me deja a mí debajo de la cuchilla. Ven-
Mecenas, ¿cómo está contigo? -dice anudando la conversa- turosamente vino al encuentro su contrario, y comienza a
ción-. Son bien pocos los hombres como él y de mente tan decir a voz en grito: «¿En dónde te escondías, embustero!».
320 II. ~POCA CLÁSICA HORAOO,l38 321

«¿Y quieres serme testigoi», me dice. Yole ofrezco la oreja. Él brase un bosque entre columnas de variado mármol, y es
se lo lleva a rastras al juzgado. Clamor y voces del uno y del alabada la casa que contempla campos espaciosos. Expulsa
otro; gente que acude. Así me libró Apolo. a la Naturaleza a golpes de horca; ella, porfiada, retornará, e
indomable, sin que tú lo sientas, destruirá los hábitos desde-
Sátiras, 1, 9 ñosos.»
(L. R.) (35) Aquel que no tenga discernimiento asaz agudo para dis-
tinguir la púrpura sidonia de aquel tinte rojo de Aquino con
que se empapa la lana, no recibirá daño más cierto ni que
más se le adentra en lo más hondo que el que no acertó a dis-
138. A Aristio Fusco: del campo y la ciudad cernir lo verdadero de lo falso. Al que las cosas prósperas de-
leitan más de lo justo, una vez trocadas, causarle han tor-
Un enamorado del campo saluda a Fusco, enamorado de la mento mayor. Si admirases alguna cosa, habrás de dejarla
ciudad. «Desernejantes sólo en esto, puesto que en todas las forzado, a tu pesar. Huye de las grandezas; pues debajo de un
demás cosas somos como nacidos de un vientre; y son fra- pobre techo bien puedes llevar una vida mejor que los reyes
ternales nuestros pechos, que lo que el uno niega, niega el y que los privados de los reyes.
otro; y como las viejas palomas de la fábula, ambos a dos y al Un ciervo, más valiente en la pelea, expulsaba a un caba-
mismo tiempo, hacemos señales de anuencia. Tú guardas el llo de unos pastos que les eran comunes, hasta tanto que el
nido, y yo del campo deleitoso alabo las corrientes aguas, y caballo, reconociéndose por menor en la larga contienda,
los riscos musgosos, y los bosques sagrados. ¿Qué más quie- imploró el socorro del hombre, y se dejó enfrenar y subir.
res? Desde que abandoné todo lo que vosotros, a fuerza de Mas después que con una violenta acometida se deshizo del
alabanzas, levantáis hasta el cielo, yo vivo y reino. A guisa del enemigo con victoria, no consiguió sacudir al jinete de sus
esclavo que huyó de sacerdote, rehúso las libaciones; pan he lomos ni el freno de su boca. Así el que, por temor de la po-
de menester, que es mejor que las tortas enmeladas. Si es que breza, se priva de la libertad, más valiosa que el oro, trae so-
conviene vivir conforme a la Naturaleza, si para construir bre sí vergonzosamente a un dueño y estará sujeto a perpe-
una casa es preciso antes escoger el solar espacioso, ¿cono- tua servidumbre, porque no supo compasarse con poco.
ciste, por ventura, sitio mejor que el campo venturoso? ¿Hay Quien no se acomodare a su estado, hará como el calzado,
algún otro donde más tibios sean los inviernos? ¿En donde que si es sobradamente baldío, hace caer a quien lo lleva; y si
el aire más suave mitigue la rabia del Can y la ira desaforada fuere demasiado estrecho, le escuece y le lastima. Sabiamen-
del León, cuando, feroz, dio acogida al Sol, lanzando sus te vivirás, Aristio, si te contentares con tu suerte. Si alguna
agudos dardos? ¿Hay otra parte donde el cuidado envidioso vez te pareciere que yo voy allegando más de lo que basta, y
quiebre menos el sueño? La hierba en flor, ¿huele más malo que no me tomo reposo en recoger, no has de dejarme sin re-
resplandece menos que las calzadas hechas de menudos gui- presión. El dinero allegado sirve a su dueño o tiraniza a su
jarros de la Libia? ¿Es más pura y limpia el agua que corre dueño, pero me parece a mí que es más merecedor de seguir
por los caños de plomo que la que bulle y tiembla con un la retorcida soga que de guiarla. Estas máximas escribía yo
fresco ruido por el río, pendiente? Y, en efecto, ahora siém- para ti, detrás de las mohosas ruinas del templo de Vacuna;
322 lI. ÉPOCA CLÁSICA HORACIO,140 323

contento de todo, fuera de que tú no estuvieses conmigo 140. Los poetas antiguos no son mejores
allá, orilla de mí.
Ennio, el sabio yel fuerte, o, como dicen los críticos, el se-
Epístolas, 1,10 gundo Hornero, no cura mucho de promesas ni de sueños
(L. R.) (35) pitagóricos. Y Nevio, cual si fuera recién muerto, ¿no queda
en las manos y en la memoria de todos? ¡Tan sagrado es
cualquier poema viejo! Discútese cuál es mejor que el otro,
Accio o Pacuvio: a Pacuvio se le da fama de viejo sabihondo,
139. Que Asina haga honor a su nombre y a Accio, de elevado. Y afírmase asimismo que la toga de
Afranio hubiese sentado a Menandro mejor: que Plauto va
Como muchas veces y con porfía obstinada y grande te pedí, su camino, acelerado y ágil, al ritmo yal trote de Epicarmo
Vinio, cuando partías, entregaras a Augusto, si estuviere de Sicilia: y que si Cecilio le vence en gravedad, Terencio le
bueno, si alegre y finalmente te los pidiera, los libros sellados puja en maestría.
que te confié; no sea que por exceso de celo por mí, y embaja- A éstos aprende de memoria, a éstos admira la omnipo-
dor demasiado diligente, incurras en culpa y concites su odio tente Roma, y para verlos se apiña y se amontona en el tea-
contra ellos por tu oficiosidad sobrada. Si acaso la carga de tro, y desde los trasnochados tiempos de Livio Andronico
mi escritura te pareciere pesada, en demasía, arrójala por el hasta el día de hoy, les otorga la primacía y los tiene por sus
suelo antes que rempujar la albarda allá donde te mandé que poetas más grandes.
la trajeses, no sea que seas motivo de risa con tu cognombre El vulgo juzga rectamente a veces; pero también a veces se
paterno de Asina y objeto de chacota y de escarnio. engaña. Si cuando en tal grado admira y encarece a los vie-
Sacarás todas tus fuerzas por cuestas, por ríos y por tre- jos poetas, hasta el punto que ningún otro le parezca compa-
medales. Y luego que superados todos los riesgos de tu em- rable o superior, entonces yerra. Pero cuando cree que a tre-
presa, hubieres llegado al término del viaje, no quites el ojo chos dicen cosas sobradamente arcaicas, o usan vocablos
de tu fardo, ni lo lleves debajo del brazo, así como el rústico desabridos en exceso o faltos de aliño y compostura, enton-
lleva asobarcado su cordero, o como la borracha de Pirria ces cree lo que yo, y acierta y juega con el ecuánime criterio
lleva los ovillos de la lana hurtada o como lleva el convidado de Iúpiter,
gañán las abarcas con el sombrero. No es que yo me ensañe con ellos, ni que piense que hay
y no te pares a contar al vulgo cómo sudaste a cuestas con que dar al fuego los poemas de Livio: recuerdo aún cómo me
mis versos, que tal vez detendrán los ojos y los oídos de Cé- los dictaba, cuando yo era muchacho, Orbilio, que siempre
sar. Muchos avisos te doy; cúmplelos todos. Vey tengas salud hacía resonar su férula. Pero admírome de que haya a quien
y guarda que no tropieces y estropees todos mis encargos. parezcan limados y hermosos y no muy lejos de la perfec-
ción; en ello, si acaso de trecho en trecho hay alguna lumbre
Epístolas, 1, 13 o algún primor; o uno que otro verso fluye más suave, no
(L. R.) (35)
bastan para hacer bueno todo el poema. Indígname que una
obra sea repudiada, no porque esté groseramente versifica-
324 D. ÉPOCA CLÁSICA

da y sin gracia alguna, sino porque es nueva; y que se pida


para los antiguos, sólo porque lo son, no indulgencia, sino TIBULO
premio y gloria.

Epístolas, II, 1,50-78


(L. R.) (35)

141. No basta con que el poema sea hermoso

No es bastante que los poemas sean hermosos; deben ser en-


cantadores y llevar el ánimo del oyente donde quieran. Del
mismo modo que los rostros humanos ríen con los que ríen,
así también asisten a los que lloran; si quieres que yo llore, A pesar de conservarse una breve biografía, poco es lo que sabe-
antes debes dolerte tú mismo; entonces, Télefo o Peleo, tus mos de la vida de Albio Tibulo (ea. 50 a.c.-ea. 19-17 a.Ci): que
infortunios me harán daño; si dices mal el papel encomen- era caballero, que acompañó a Mesala a la guerra y que murió
dado, me adormeceré o reiré. Palabras tristes convienen a joven. Su obra propia se nos ha conservado en dos libros de ele-
un rostro apesadumbrado, llenas de amenazas si airado, ale- gías, un género que tuvo como precursor a Cornelio Galo en el
gres si divertido, serias si adusto. En efecto, inicialmente la mismo siglo 1 a.C; otros poetas del círculo de Tibulo, como un
naturaleza nos modela internamente en todos los aspectos Lígdamo cuya identidad realmente se desconoce y una mujer lla-
de la fortuna; nos recrea o nos impulsa a la ira, o nos abate mada Sulpicia, autora de seis deliciosos poemas, ocupan la ma-
hasta la tierra con onerosa pesadumbre o nos aflige; luego yor parte del tercer libro del llamado Corpus Tibullianum.
expresa los movimientos de nuestra alma valiéndose de las Caracterizado de «fino y elegante» por Quintiliano, Tibulo
palabras; si lo dicho es disonante de la fortuna del hablante, es autor de poemas personales de una cierta extensión, que to-
jinetes e infantes romanos estallarán en carcajadas. Habrá can cada uno buena parte de los temas típicos de la elegía:
gran diferencia si había un dios o un héroe, o un longevo an- aversión por la guerra, elogio de la vida tranquila, predilec-
ciano o un hombre fogoso aún en su juventud floreciente, o ción por lo bucólico y el cultivo de la vida sencilla en compa-
una señora de alta cuna o una diligente nodriza, o un merca- ñía de la amada, rechazo del comercio, los viajes, la guerra, el
der viajero o un labrador de un campillo verdeante, o uno de afán de poseer, el rico amante que consigue el amor con su di-
la Cólquide o de Asiria, o un tebano o un argivo. nero frente al pobre poeta que sólo ofrece sus versos, etc. Sus
transiciones de un tema a otro, delicadas y sutiles, recuerdan
Arte Poética, 99-118 en sus mejores momentos el movimiento de las sátiras de Ho-
(A. G.) (36) racio, que admiraba a este poeta sencillo y humilde tanto
como poco parecía apreciar a Propercio.
325
326 Il. ÉPOCA CLÁSICA TIBULO,l42 327

El mundo amoroso de Tibulo es más amplio y menos limi- cargados de frutas para espantar a las aves con su cruel hoz.
tado que el de su gran oponente elegíaco, sin limitarse exclusi- Vosotros también, custodios de un campo feliz en otro tiem-
vamente a una única amada ni sólo al sexo femenino. Cuand¿ po y ahora pobre, tenéis vuestros regalos, dioses Lares. En-
comparten los mismos temas, discrepan de manera significa- tonces una ternera inmolada purificaba innumerables ter-
tiva en su tratamiento. El verso de Tibulo tiene claridad, sen- neros; ahora, en cambio, una cordera es la modesta VÍctima
cillez y precisión, lo mismo que la marcha general de la elegía, de un exiguo campo. Una cordera os será sacrificada para
que anda sin sobresaltos y sin transiciones abruptas de pensa- que alrededor de ella la juventud campesina grite: «¡Ea, dad-
miento ni oscuridades motivadas por la densidad de sentidos nos trigo y buen vino!»,
o por la erudición mito lógica, de la que prescinde por comple- ¡Ojalá pudiera vivir ahora mismo contento con poco y no
to. Si Propercio es oscuro, barroco o romántico, Tibulo repre- estar entregado siempre a largos viajes, sino evitar a la som-
senta la transparencia y el estilo llano, siendo el clásico de una bra de un árbol, junto a un río, de corriente agua, la calurosa
poesía que por su temática no podía serio. salida del Can!
Entre tanto, sin embargo, no me avergonzaría haber cogi-
do el azadón o azuzar con el aguijón a los tardos bueyes. Ni
me daría pesar llevar en el regazo, de regreso a casa, una cor-
142. Que otros se hagan ricos; yo prefiero una vida dera o una cría de cabra abandonada por olvido de su madre.
tranquila Pero vosotros, ladrones y lobos, respetad mi mermado gana-
do: las presas deben tomarse de un rebaño más grande. Aquí
Amontone otro para sí riquezas de brillante oro y posea mu- todos los años suelo purificar a mi pastor y rociar con leche a
chas yugadas de suelo cultivado; que a ése su afán cotidiano la bondadosa Pales. ¡Sedme propicios, dioses, y no despre-
le traiga el miedo cuando esté cerca el enemigo y que los so- ciéis las ofrendas de una mesa pobre ni de unas sencillas vasi-
nes de la trompeta de Marte le quiten el sueño. A mí lléveme jas de barro! En otro tiempo, el antiguo campesino hizo para
mi pobreza por una vida ociosa mientras brille mi hogar con sí los vasos de barro y los modeló de blanda arcilla.
acostumbrado fuego. No busco yo las riquezas de mis padres ni los beneficios
Yo mismo, labrador, plantaré las tiernas vides en el mo- que la mies almacenada trajo a mi antiguo antepasado. Un
mento adecuado y los crecidos frutos con diestra mano. Y pequeño campo es suficiente, suficiente es descansar en el
no me abandone la esperanza, sino que me proporcione lecho y, si es posible, dar solaz al cuerpo en el tálamo de
siempre montones de frutos y pingües mostos en el repleto siempre. [Qué agradable es escuchar acostado los fieros
lagar. Pues siento veneración si un tronco solitario en el vientos y estrecharse a la amada contra su apacible regazo o,
campo o una vieja piedra en la encrucijada tienen floridas cuando el Austro invernal derrama heladas aguas, seguir
guirnaldas, y cualquier fruto que me ofrece el nuevo año es dormido recogido al calor del fuego! Que me toque esto; sea
colocado como ofrenda a los pies del dios agrícola. con justicia rico el que puede hacer frente al furor del mar y a
Rubia Ceres, toma para ti una corona de espigas arranca- las aciagas lluvias.
da de mi terruño para que cuelgue ante las puertas de tu ¡Oh, que se acabe cuanto oro y piedras preciosas existan
templo y que Príapo, el rojo guardián, se alce en los huertos antes que ninguna muchacha llore a causa de nuestra parti-
328 IJ. ÉPOCA CLÁSICA TIBULO,143 329

da! A ti, Mesala, te honra el batallar por tierra y mar para que 143. Consejos de Príapo al amante e imposibilidad
tu casa exhiba el botín enemigo; a mí me retienen atado las de seguirlos
cadenas de una hermosa muchacha y, como un portero, per-
manezco sentado ante sus crueles puertas. No busco ser ala- «¡Que así te proteja, Príapo, una techumbre umbrosa para
bado, Delia mía; mientras esté contigo, pido ser llamado co- que ni el sol ni la nieve hieran tu cabeza! ¿Qué astucia tuya
bardeyvago. cautivó a los hermosos? No te reluce la barba ni tienes cuida-
¡Ojalá te vea, cuando me llegue la hora suprema, y pueda do el cabello y desnudo soportas los fríos de la bruma inver-
tocarte, al morir, con mano temblorosa! Me llorarás, Delia, nal; desnudo también los secos meses del Can estival.»
cuando sea colocado en la pira dispuesta a las llamas y me Así dije yo; entonces, el hijo campesino de Baco, dios ar-
darás besos mezclados con desconsoladoras lágrimas. Llo- mado de curva hoz, me respondió: «¡Oh!, evita dar crédito
rarás: no están tus entrañas sujetas con duro hierro ni una al tierno griterío de muchachos, pues siempre tienen un mo-
piedra se aloja en tu tierno corazón. Ningún joven ni mu- tivo de justo amor. Éste agrada porque retiene un caballo
chacha será capaz de volver a casa de aquel funeral con los con ajustadas riendas, éste empuja el agua tranquila con su
ojos secos. Tú no ofendas a mis Manes, pero perdona a tus pecho de nieve, éste te cautiva porque posee una valiente
sueltos cabellos y perdona, Delia, a tus tiernas mejillas. osadía; mas a aquél, un pudor virginal se alza ante sus tier-
Entre tanto, mientras los hado s lo permitan, unamos nas mejillas.
nuestro amor; ya vendrá la Muerte, cubierta su cabeza de ti- »Pero que no te venza el desánimo si al principio alguno
nieblas, ya se colará de pronto la edad inerte, y no convendrá llegara a negarse: poco a poco someterá su cuello bajo el
amar ni decir halagos con la cabeza cana. Ahora hay que go- yugo. Un largo tiempo enseñó a los leones a obedecer al
zar de la ligera Venus, mientras no avergüenza romper puer- hombre; un largo tiempo socavó las rocas con la ligera agua;
tas y agrada provocar trifulcas. Aquí yo soy buen general y el año hace madurar las uvas en los valles soleados; el año
soldado: vosotros, estandartes y trompetas, marchaos lejos, trae los astros luminosos en el momento preciso. Y no temas
llevad las heridas a los hombres de ambición, llevadles tam- jurar: los perjurios de Venus los vientos se los llevan vanos
bién riquezas. Yo, tranquilo con mi precisa ganancia, des- por la tierra y la superficie del mar.
preciaré la opulencia y despreciaré el hambre. »[Muchas gracias a Júpiter! El padre mismo impidió que
prosperara lo que un inconveniente amor había jurado ar-
Elegías, 1, 1 dorosamente. Por sus flechas Dictina te permite que con-
0.1. A.) (37) sientas impunemente, y Minerva por sus cabellos.
»Pero si vas a ser perezoso, te equivocarás: pasará la edad.
¡Cuán deprisa, sin lentitud, se presenta el día y vuelve a mar-
charse! ¡Cuán deprisa la tierra pierde su color de púrpura!
¡Cuán deprisa el alto álamo su hermoso follaje! ¡Cómo yace
tendido, cuando le han llegado los hados de la débil vejez, el
caballo que partió en primera posición de la meta elia! Yohe
visto a un joven, al verse agobiado por edad más adusta, la-
330 n. ÉPOCA CLÁSICA TIBULO.l44 331

mentándose de haber dejado pasar los días en vano. ¡Crue- Ope la del Ida, que en su errar recorra trescientas ciudades y
les dioses!: los hados no dieron ningún plazo a la hermosura. corte su vil miembro al son de los cantos frigios. La propia
Sólo para Baco y Febo es eterna la juventud, pues les sienta Venus quiere que haya lugar para la ternura: a las quejas su-
bien a uno y otro dios la intonsa cabellera. plicantes, a los desdichados llantos ella mostrará su favor,»
»Tú, cualquier cosa que le apetezca intentar a tu mucha- Estas palabras hizo salir el dios de su boca para que se las
cho, concédesela: la mayoría de las cosas las vence el amor cantara a Ticio, pero su mujer impide que Ticio las recuerde.
con un regalo. Y no te niegues a acompañarlo aunque se pre- Que él obedezca a la suya: vosotros, a quienes un despabila-
pare un largo viaje y el Can abrase los campos de ardiente do muchacho tiene en danza con su perversa arte, celebrad-
sed; aunque el arco que trae la lluvia, cubriendo el cielo me como maestro. Cada cual tiene su gloria: a mí que me
como de herrumbre, barrunte el agua venidera. Y si quiere ir consulten los amantes que serán despreciados, para todos
en barco a través de las azuladas olas, impulsa tú mismo con está abierta mi puerta. Llegará el tiempo en que una incon-
el remo su barquichuelo por el mar. Y no te avergüence ha- dicional turba de jóvenes me transporte, ya viejo, llevando
ber soportado duras tareas o haber encallecido tus manos los preceptos de Venus.
desacostumbradas al trabajo. Si quiere cercar los profundos ¡Ay, ay, con qué lánguido amor me atormenta Márato!
valles con trampas, mientras le agradas, no se nieguen tus Fracasan mis artes y fracasan mis engaños. Ten compasión,
hombros a llevar las redes. Si desea las armas, intentarás en- muchacho, te lo ruego, para que no me convierta en burda
trenado con tacto; a menudo le ofrecerás el costado descu- habladuría cuando se rían de mis vanas enseñanzas.
bierto para que él te venza. Entonces será condescendiente
contigo, entonces se te permitirá robarle preciados besos: se Elegías, 1,4
opondrá, pero con todo te dará los justos. Al principio te 0.1. A.) (37)
dará sólo los que le robes, luego él mismo te los ofrecerá
cuando se lo pidas; después incluso querrá abrazarse a tu
cuello.
})¡Ay,ahora, desgraciadamente, mezquinas artes traen es- 144. Esclavitud amorosa
tos tiempos!: ya hasta el tierno muchacho se ha acostumbra-
do a querer regalos. Pero tú, el primero que enseñaste a po- Era arrogante y decía que soportaría bien la separación,
ner en venta el amor, quienquiera que seas, que una pero ahora lejos de mí se encuentra la jactancia del que es
desdichada piedra aprisione tus huesos. ¡Muchachos, amad decidido. Pues voy de un lado a otro como la rápida peon-
a las Piérides ya los doctos poetas y que los regalos de oro no za, lanzada por una cuerda, da vueltas por un suelo plano, a
superen a las Piérides! Gracias a un poema, de púrpura es el la que un niño inquieto hace girar con experta maña. Que-
cabello de Niso; si no existieran poemas, el marfil no habría ma al fiero y atorméntalo, para que no le quepa decir nin-
brillado en el hombro de Pélope. A quien canten las Musas, guna osadía después de esto: pon freno a las horribles pala-
vivirá, mientras la tierra fuerza, mientras el cielo estrellas, bras. Pero ten compasión; te lo ruego por los pactos de un
mientras el río, agua tengan. Pero el que no escucha a las lecho furtivo, por el amor y por tu cabeza que se recostó a
Musas, el que pone precio a su amor, ése que siga el carro de milado.
332 II. ÉPOCA CLÁsICA TIBULO,l44
333

Yo soy aquel de quien se dice que, como yacieras cooeu. nos brazos y con su rubia cabellera. Tal como aquella vez
mida por cruel enfermedad, te salvaste gracias a mis súpli- Tetis, la cerúlea nereida, fue transportada por un pez enfre-
cas. Yo mismo, al haberlo predicho una vieja con su mágico nado hasta el hemonio Peleo.
ensalmo, purifiqué en derredor tuyo con azufre puro; yo Esto es la fuente de mis males: que tiene un amante rico y
mismo tuve el cuidado de que no pudieran dañarte las crue- una astuta alcahueta llegó para mi perdición. Que coma ella
les pesadillas conjurándolas tres veces con harina sagrada; sanguinolentas comidas y con su boca manchada de sangre
yo mismo, con un tocado de hilo y con la túnica suelta, hice beba amargos brebajes con mucha hiel. A su alrededor pulu-
los nueve votos de Trivia en el silencio de la noche. Todo lo len las ánimas lamentando su suerte y desde los tejados
cumplí: ahora otro goza de tu amor y, afortunado, saca él grazne sin cesar un búho siniestro. Que enloquecida por
provecho de mis plegarias. acuciante hambre busque hierbas en los sepulcros y huesos
Por mi parte, insensato, me prometía una vida feliz si te abandonados por crueles lobos; que corra con las ingles des-
salvabas, pero iba contra la voluntad de un dios: «cultivaré nudas y ulule por la ciudad; después, que una rabiosa jauría
los campos y mi Delia me acompañará como guardiana de de perros la expulse de los caminos.
los frutos mientras la era trilla las mieses al calor del sol»; o Sucederá: el dios da indicios, los númenes están con el que
«guardará para mí uvas en cubas llenas y claros mostos pisa- ama y Venus se enfurece al verse abandonada por injusta ley.
dos por rápido pie; el parlotero esclavo tendrá la costumbre Pero tú, abandona cuanto antes los consejos de la astuta la-
de contar el ganado, tendrá la costumbre de jugar en el rega- drona, pues con regalos se vence todo amor. El pobre siempre
zo de su querida ama. Ella sabrá ofrecer al dios agrícola uva estará contigo; el pobre te acompañará el primero y permane-
por las vides, espigas por la cosecha, un banquete por el ga- cerá clavado a tu tierno costado; el pobre, fiel compañero, te
nado; que ella dirija a todos, estén a su cargo todas las ocu- dará la mano en un apretado tumulto de gente y te mostrará
paciones, pero que a mí me baste no ser nada en toda la casa. el camino; el pobre te llevará a escondidas hasta los amigos
Aquí vendrá mi Mesala, para quien Delia cogerá los dulces ocultos y él mismo desatará las sandalias de tu pie de nieve.
frutos de árboles seleccionados y, sin cesar, se afanará en ¡Ay,canto en vano! La puerta no parece ceder vencida por
atender sólo a este hombre; para él preparará y, ella misma mis palabras, sino que hay que golpearla con las manos lle-
como criada, le servirá la comida». nas. Pero tú, que ahora eres el preferido, teme mi suerte: la
Estas cosas me imaginaba, deseos que ahora el Euro y el inestable Fortuna gira en el rápido círculo de su rueda. No en
Noto esparcen por los perfumados armenios. A menudo in- vano ahora mismo alguien está parado en su umbral e in-
tenté quitarme de encima las preocupaciones con vino, pero quieto mira de acá para allá y se esconde; simula pasar de lar-
el dolor había matado todo el alcohol en lágrimas. A menu- go ante la casa, después vuelve de inmediato; también solo,
do tuve en mis brazos otra mujer, pero, cuando ya me dispo- ante las mismas puertas, escupe continuamente. Desconoz-
nía a gozar de ella, Venus me recordó a mi amada y me aban- co qué trama un furtivo amor. Te pido que lo aproveches,
donó. Entonces, apartándose de mí, la mujer me llamó mientras se pueda; tu barca navega en agua escurridiza.
embrujado, se avergüenza yva diciendo que la mía conoce lo
que no se puede decir. Pero esto no lo consigue con encanta- Elegías, 1, 5
0.1. A.) (37)
mientos: mi amada me embruja con su rostro, con sus tier-
334
u. ÉPOCA CLÁSICA TIBULO.149 335

(Pequeñas elegías de Sulpicia) 147. Cumpleaños alegre

145. Por fin llegó el amor ¿Sabes que se ha suspendido el triste viaje por decisión de tu
muchacha? Ya puede quedarse en Roma para su cumplea-
Por fin llegó el amor, el que se me reprocha haber ocultado a ños. Que sea celebrado por todos nosotros aquel día de
mi pudor tanto como no habérselo desvelado a nadie. Con- cumpleaños que ahora llega a ti por un azar sin tú esperarlo.
vencida p~r mis Camenas, Citerea me trajo a aquél y le dejó
caer en mi pecho. Venus cumplió sus promesas: que narre Elegías, III, 15
~is goces si.alguien dice no haber tenido los suyos. No qui- O. L. A.) (37)

siera yo enviar nada en tablillas selladas para que nadie lo lea


antes que el mío, pero me agrada haber pecado, me molesta
fingir un rostro de cara a la galería: que de mí se diga que he 148. No voy a dar un mal paso
sido digna de un digno.
Resulta curioso que te creas, tan seguro ya de mí, que no
Elegías, 11I, 13 me voy a dejar llevar de repente por mi inexperiencia. Que te
O. L. A) (37) sea preferible la obsesión por la toga y una prostituta carga-
da con un canastillo antes que Sulpicia, la hija de Servio. Se
preocupan por mí aquellos para quienes el principal motivo
de preocupación es que no caiga en-lecho desconocido.
146. Triste se presenta el cumpleaños
Elegías, III, 16
Se acerca un odioso cumpleaños que, triste, habrá de cele- O. L. A.) (37)

brarse en un campo fastidioso y sin Cerinto. ¿Qué hay más


dulce que la ciudad? ¿Acaso es apropiada para una muchacha
una villa y un helado río en el campo Aretino? Descansa ya, 149. ¡Cómo lamento haberte dejado anoche!
Mesala, afanado en exceso por mí. ¡Ayde tus prematuras par-
tidas, cruel pariente! Llegada a este punto, abandono mi espí- Ojalá no te sea otra vez, luz de mis ojos, una febril preocupa-
ritu y mis sentidos, mientras no me dejes estar a mi antojo. ción como me parece habértelo sido hace unos pocos días.
Si, necia, he cometido alguna falta a lo largo de toda mi ju-
Elegías, III, 14 ventud, de ésa confieso no haber sentido más vergüenza que
O. L. A.) (37) el haberte dejado solo la noche pasada queriendo ocultar mi
pasión.

Elegías, III, 18
O. L. A.) (37)
PROPERClO,I50
337

que el amor y la belleza son efímeros y que cuando se acaba el


PROPERCIO amante sobrevive el canto: está así disponible para volver su
mirada hacia Roma, para observar objetivamente su grande-
za y también el significado social, y ya no meramente perso-
nal, del amor.
Elyo de Propercio, como el de Catulo, está por todas partes.
y también la enorme tensión amorosa y poética de sus versos,
llenos de ingenio y erudición, difíciles y oscuros, abruptos,
propensos a transiciones inesperadas, siempre ~xcesivos, en
los que laforma tiende a la brevedad y elpensam~ento a l~ ~x-
pansión. Propercio, dado a lo sombrío, con un cierto espintu
morboso y romántico, deja casi siempre, como Lucano, sensa-
ción de agobio.

La vida de Propercio (ea. 50 a.c.-ea. 15 a.C) aparece influida


por circunstancias semejantes a las de Virgilio, como las con-
fiscaciones de tierras y el enfrentamiento en Italia entre Au-
gusto y Antonio. También es captado para el círculo de Mece- 150. Amante ante la amada dormida
nas y refleja en su poesía la tensión entre un modo de vida
privado y las exigencias que el nuevo régimen imponía sobre Tal como quedó tendida, al alejarse la nave de Teseo,
las elites poéticas. languideciente, la Gnosia, en las desiertas playas,
En sus cuatro libros de elegías, aparecidos al tiempo que las y tal como en su primer sueño la cefia Andrómeda
de Tibulo, las Odas de Horacio o la Eneida, nos es dado obser- se tendió libre ya de las duras rocas,
var una evolución típica de lospoetas augústeos. Siguiendo la y no menos cansada la bacante tras sus continuas danzas
senda de Catulo, impone a la elegía en su primer libro tan se abandonó desfallecida en el herboso Apídano,
fuertes restricciones temáticas que sólo cantará al amor, a así me pareció Cintia respirar suave reposo
una única amada y su esclavitud hacia ella. Las fluctuaciones apoyando su cabeza en vacilantes manos
y sutilezas, las cimas y los abismos de la pasión amorosa, las cuando yo arrastraba mis pasos ebrios por el abundante Baco
exaltaciones y los celos, lafuerza y la riqueza de sentimientos y los criados agitaban las teas en la tarda noche.
que se revelan en ese Monobiblos dedicado a Cintia lo con- Aún no perdidos todos mis sentidos, intento acercármele
vierten en uno de los libros más intensos y brillantes de poesía apoyándome suavemente en su oprimido lecho;
amorosa que se han producido jamás. y aunque arrebatado por doble ardor me impulsaban
Después, el mundo de Propercio se amplía. Enamorado an- de aquí Amor, de allí Líber, dioses crueles ambos,
tes que poeta en sus comienzos, según confesión propia, des- a acariciar su cuerpo colocando suavemente mi brazo bajo ella,
cubre progresivamente que la poesía perdura en el tiempo, ya dar besos y luchas con dispuesta mano,
336
339
338 ll. ÉPOCA CLÁSICA PROPERClO,151

sin embargo no osaba turbar el reposo de mi amada 151. Advierte a un rival de lo que le espera si logra
temiendo los enojos de su probada crueldad; el amor de Cintia
no obstante, así me adherí fijo con atentos ojuelos,
como Argos a los ignotos cuernos de la hija de fnaco. Envidioso, ¡reprime de una vez tus palabras molestas
Ora sacaba de mi frente coronitas de flores y déjanos ir juntos ~or el camino en ~l qu~ estamos;
y las ponía, Cintia, sobre tus sienes, ¿Qué pretendes para ti, demente? ¿Sentlf mIS locuras.
ora gozaba en arreglar tus despeinados cabellos, Infeliz, te apresuras a conocer males extremos
ora daba a tus huecas manos furtivas manzanas ya llevar tus pasos, miserable, por ignotos fuegos
y prodigaba todos los dones a tu sueño ingrato, ya beber todos los venenos tesalios.
dones que a menudo caían desde tu inclinado pecho. Ella no es comparable con jóvenes inconstantes:
y cuantas veces suspiraste con raro movimiento, para ti ella no sabrá enojarse suavemente.
crédulo me pasmé por el augurio vano, Mas si acaso no es contraria a tus ruegos,
como si los sueños te brindaran extraños temores 'cuántos miles de inquietudes te causará!
1 d ' . 1
de alguien que te obligaba, sin tú quererlo, a ser suya; No tendrás sueños, aquélla no aban onara tus ojue os,
hasta que la luna, recorriendo diversas ventanas, ella, sola, atrapa a los hombres feroces de ánimo.
luna indiscreta con sus tardas luces, ¡Ah!, cuántas veces, despreciado, correrás a mis umbrales
abrió con suaves rayos tus ojitos cerrados. mientras se te escapen, con sollozo, palabras arrogantes
Así habla apoyando el codo en el muelle lecho: y tembloroso brotará el horror de tus tristes llantos
«Al fin, ¿devolviéndote a mi lecho, el desprecio y el temor marcará una nota deforme en tu rostro.
de otra te expulsó de sus cerradas puertas? y cuando desees quejarte, huirán de ti todas las palabras
¿Una vez que gastaste las largas horas de una noche mía, mísero 'no podrás conocer quién eres ni dónde estás!
Y, '1 d .
exhausto llegas a mí, ay, cuando las estrellas han comple- Entonces aprenderás a soportar la cruel servidumbre e rm
[tado su camino? amada
¡Ojalá, malvado, pases tales noches tal como y qué es salir de la casa, rechazado; .
mandas que yo, desdichada, tenga siempre! ni te admirarás tantas veces de nuestra palidez
Pues poco ha engañaba al sueño con el hilo purpúreo ni de por qué sea nada en todo mi cuerpo.
y de nuevo, cansada, con el canto de la lira órfica, Tu linaje no podrá socorrerte cuando ames,
mientras levemente abandonada lamentaba conmigo Amor no sabe ceder a antiguas imágenes.
tus demoras, a menudo prolongadas en un amor extraño; Porque si hubieras mostrado pequeños vestigios de tu culpa
hasta que el Sopor me venció cansada con sus placenteras alas: ¡de tan alto nombre, cuán pronto serás un rumor!
esa última preocupación tuvieron mis lágrimas». Entonces, cuando me ruegues, no podré consolarte,
pues no tengo ningún remedio para mi des.gracia;
Elegías, 1, 3 SIDO que, igualmente desdichados por un mismo am.or, se-
(H. F. B.) (38)
[remos obligados
a llorar mutuas penas, uno en el regazo del otro.
340 1I. ÉPOCA CLÁSICA PROPERCIO.153 341

Por eso, deja, Galo, de indagar de qué es capaz mi Cintia: Déjame a mí, a quien la fortuna quiso siempre que yaciera
ella, cuando es llamada, no viene impunemente. y que entregue esta alma a la indolencia extrema.
Muchos perecieron con agrado en un largo amor,
Elegías, 1, 5 en el número de los cuales la tierra también me cubra.
CH. F. B.) (38) No nací ni para la gloria, ni diestro en armas:
los hados quieren que yo padezca esta milicia.
Pero tú, ya por donde se tiende la muelle [onia,
ya por donde el agua del Pactolo tiñe las lidias praderas,
ya recorras las tierras con los pies, ya los mares con los remos,
152. El amigo se va; él no puede dejar a Cintia tendrás parte pues del aceptado imperio:
entonces, si tienes un momento como para acordarte de mí
No temo ahora conocer contigo el mar de Adria, conocerás que yo vivo bajo dura estrella.
Tulo, ni conducir las velas por la sal egea,
pues contigo podría ascender a los montes rifeos Elegías, 1,6
e ir más allá de las casas memnonias; CH. F. B.) (38)

mas me retienen las palabras de mi amada que se abraza a mí,


y graves ruegos a menudo con color mudado.
Durante noches enteras me revela sus fuegos
y, abandonada, se queja de que no existen los dioses; 153. Cintia fue la primera, Cintia sera la última
ella me asegura que ya no es mía, amenaza,
como suele una amiga triste a su hombre ingrato. ¿Por qué no dejas de acusarme de pereza
Yano puedo resistir una hora más a estas quejas: y de que Roma, tentadora, me demora?
¡ah! ¡que perezca, si alguno puede amar en calma! Ella está alejada tantas millas de mi lecho,
¿O vale tanto para mí conocer la docta Atenas cuantas Hípanis dista del Erídano véneto;
y contemplar las riquezas antiguas de Asia, ni Cintia me alimenta con su abrazo los acostumbrados
como para que una vez botada la popa, Cintia me grite ni su voz suena dulce en nuestro oído. [amores,
injurias y se arañe el rostro con furiosas manos Antes le era grato; en aquel tiempo a nadie le tocó
y pida al viento contrario los besos que le son debidos, poder amar con tal fidelidad.
y que no existe nada más duro que un hombre infiel? Fuimos motivo de envidia; ¿no me habrá abrumado algún
Intenta tú superar las segures merecidas por tu tío [dios?
y llevar viejas leyes a olvidados aliados. ¿O la hierba nos separa, recogida en cimas prometeicas?
Tu vida, pues, nunca se entregó de lleno al amor Yano soy el que era: un largo camino muda a las enamoradas.
y su preocupación fue siempre la de las armas patrias, ¡Cuán grande amor huyó en poco tiempo!
[Que jamás ese niño te brinde mis fatigas Ahora, por vez primera, solitario, soy obligado a conocer las
y todas las cosas conocidas por mis lágrimas! ya que sea, yo mismo, a mis oídos, molesto. [largas noches
342 n. ÉPOCA CLÁSICA PROPEROO, 155 343

Feliz quien pudo llorar junto a su amada presente: ¡Cuánto temo, Cintia, que despreciada mi tumba,
mucho goza Amor en las lágrimas derramadas; Amor, injusto, te aparte de mi ceniza
o si, despreciado, pudo cambiar sus amores, y te obligue, forzada, a enjugar las lágrimas que caigan!
también hay gozos en la cambiada esclavitud. Una muchacha fiel es doblegada por continuas amenazas.
A mí no me es posible amar a otra o desistir de ésta; Por eso, mientras nos sea permitido, juntos gocemos como
Cintia fue mi primer amor, Cintia será el último. un amor nunca es demasiado largo. [amantes:

Elegías, 1, 6 Elegías, 1, 19
(H. F. B.) (38)
(H. F. B.) (38)

154. Polvo serán, mas polvo enamorado


155. Cambio de rumbo poético
Ahora no temo, Cintia mía, a los tristes Manes,
ni demoro los tributos debidos a la extrema hoguera; Es tiempo de recorrer el Helicón con otros coros,
mas que mi funeral, acaso, esté privado de tu amor, y de dar campo al caballo hemonio.
este temor es más duro que las mismas exequias. Yano me alegra celebrar escuadrones valientes en batalla
No tan suavemente el niño Amor se adhirió a nuestros ojos y cantar el romano campamento de mi guía.
como para que mis cenizas, habiéndose olvidado de tu Mas si me faltaran las fuerzas, mi gloria estará, por cierto,
[amor, queden libres. en mi osadía; en los grandes propósitos, basta sólo con
Allá, en las ciegas comarcas, el héroe Filácida no pudo per- [haberlos deseado.
sin la memoria de su agradable cónyuge, [manecer La juventud cante los amores; la edad madura, las guerras:
y deseoso de tocar con falsas manos los gozos, cantaré luchas ya que las he cantado sobre mi amada.
el tesalio venía como sombra a su antigua morada. Ahora quiero avanzar más solemne y con la frente arrugada,
Allá, sea lo que fuere, siempre seré llamado tu espectro: ahora mi Musa me enseña otra cítara.
un amor grande cruza inclusive las riberas del hado. Elévate de lo humilde, alma mía; tomad ya fuerza, oh poemas;
Hasta allí pueden ir en coro las hermosas heroínas hoy, Piérides, de magna boca será la obra.
que el despojo dardanio dio a los héroes argivos, Yael Éufrates niega que el jinete parto mire tras sus espaldas
ninguna de ellas, Cintia, será para mí más grata que tu forma, y se duele de haber retenido a los Crasos;
(asílo permita la justa Tierra), hasta la India, Augusto ofrece el cuello de tu triunfo,
y aunque los hados te reserven una larga vejez, y la morada de la Arabia, intacta, tiembla ante ti,
caros serán, con todo, tus huesos a mis lágrimas. y si alguna tierra se sustrae en las costas más extremas,
¡Que tú, mientras vivas, puedas sentir estas cosas por mi ce- ¡que aquélla, conquistada, sienta al fin tus manos!
[niza! Yoseguiré tus ejércitos; cantando tus campañas, seré magno
La muerte, entonces, en modo alguno me sería amarga. como vate. ¡Que los hados me conserven ese dia!
344 II. ÉPOCA CLÁSICA PROPERCIO.156 345

Mas cuando a las grandes estatuas no es posible tocar la ca- inclusive más, pues si la pasión me lleva más lejos,
la corona se deposita ante sus ínfimos pies; [beza, mostrarás a la madre los brazos golpeados.
así nosotros ahora, sin fuerzas como para ascender al car- Los pechos caídos aún no te impiden jugar:
[men de gloria, que de eso alguna se cuide si le avergüenza haber dado a
en humildes ritos ofrendamos pobres inciensos. [luz.
Mis canciones aún no han conocido las fuentes ascreas, Mientras nos lo permitan los hados, saciemos los ojos con
mas hace poco Amor las bañó en la corriente del Permeso. [amor:
ya una larga noche viene para ti y el día no ha de volver.
Elegías, II, 10 ¡Y ojalá que, adheridos de este modo, quieras que nos enea-
CH. F. B.) (38) de manera que ningún día nunca nos separe! [denemos
Te sirvan de ejemplo las palomas enlazadas en el amor,
el macho y la hembra en total connubio.
Se equivoca aquel que busca la extinción de un loco amor;
el verdadero amor no conoce límite alguno.
156. El verdadero amor no sabe tener mesura Antes burlará la tierra con falso fruto a quienes aran
y más rápidamente el Sol agitará sus negros caballos
[Oh, feliz de mí! ¡Oh noche para mí resplandeciente! y los ríos comenzarán a llevar aguas a su naciente
y [oh tálamo, dichoso a causa de mis placeres! yel pez estará árido en seco abismo,
[Cuántas palabras nos contamos a la luz de la lámpara que pueda referir a otra mis angustias;
y cuánta lucha hubo cuando fue quitada la luz! seré de ésta mientras viva; de ésta, muerto.
Yaluchaba conmigo con sus pechos desnudos, Mas si quisiera concederme tales noches consigo,
ya se demoraba cubriéndose con la túnica. inclusive un año de vida me sería largo;
Ella abrió con su boca mis ojos que se cerraban de sueño si ésta me concediera muchas, en ellas me haría inmortal:
y dijo: «¿Así yaces, perezoso?». en una sola noche, cualquiera puede ser un dios.
[Qué variados abrazos cambiaron nuestros brazos! ¡Y cuánto Si todos ambicionaran correr semejante vida
se demoraron mis besos en tus labios! y yacer con los miembros pesados a causa del mucho vino,
No sirve arruinar el acto del amor haciéndolo a ciegas; no existiría el hierro cruel, ni la nave de guerra,
por si no lo sabes, en el amor los ojos son los guías. ni el mar de Accio agitaría nuestros huesos,
El mismo Paris, se cuenta, se rindió por la espartana desnuda ni Roma, tantas veces conmovida entorno por sus propios
cuando ésta se erguía del lecho de Menelao; [triunfos,
se dice también que, sin ropas, Endimión cautivó a la her- estaría cansada, en señal de duelo, de soltar sus cabellos.
y que yació con la diosa desnuda. [mana de Febo Estas cosas, por cierto, podrán alabar con razón quienes nos
Pero si persistiendo en tu ánimo te acuestas vestida, nuestros combates no dañaron a ninguna deidad. [sigan:
una vez desgarrado tu ropaje, tendrás que soportar mis [Tú, ahora, mientras haya luz, no dejes el fruto de la vida!
[manos: Aunque dieras todos los besos, darías pocos.
346 PROPERClO,158
347
!l. éPOCA CLÁSICA

y así se han desprendido de las marchitas corolas los pétalos ya quienes unió, luego la lascivia sus cadenas desata:
,que, esparcidos por todas partes, ves nadar en las copas, sujeten nuestra lealtad los augurios primeros.
aSIa ~osotros que amantes hoy aguardamos lo más grande, y así, quien quiebre los pactos en altares sellados
quizá el día de mañana pondrá fin a nuestras vidas. y manche los sacros esponsales con tálamo nuevo,
padezca los dolores que en el amor acostumbran
Elegías, 11, 15 y ofrezca su cabeza al rumor charlatán;
(H. F. B.) (38) y, al llorar a su dueña, no se le abran las ventanas de noche:
ame siempre, mas del fruto del amor siempre carezca.

Elegías, I1I, 20
(A. A. E.) (39)

157. Foedus amoris

¿Crees que puede aún de tu belleza acordarse


quien viste de tu lecho salir con velas al viento?
[Cruel quien pudo a su niña cambiar por dinero! 158. Aprende a temer el fin de tu belleza
¿Tanto valía África entera para hacerte llorar?
Mas tú, necia, en dioses, tú en vacías palabras confías: Ya era motivo de risa en los banquetes una vez servida la
quizás él frota su pecho con un amor diferente. y quien quisiera podía ser burlón a costa mía. [mesa,
Tienes belleza inmensa, tienes arte de Palas la casta, Durante cinco años pude servirte con fidelidad:
y fama radiante de un sabio abuelo te alumbra, muchas veces, mordiéndote las uñas, lamentarás mi cons-
una casa feliz, si tuvieras un amigo leal. [tancia.
Yote seré leal: ¡corre, niña, a mi lecho! No me conmueven tus lágrimas: he estado cautivo por esa
Tú también, que haces aún más los fuegos del estío crecer, siempre, Cintia, sueles llorar por insidias. [estratagema;
Febo, acorta el camino de la luz que obliga a esperar. Lloraré al alejarme de ti, mas tu afrenta puede más que el
¡Mi noche primera se acerca! ¡Dure esta noche primera!, Tú no permites que el yugo marche bien parejo. [llanto.
espera, Luna, un poco más en mi lecho primero. Adiós, ya, umbrales que lloraron por mis palabras, . .
[Cuántas horas sin fin pasarán, conversando nosotros, y adiós puerta que, empero, no fue rota por mi funosa
hasta que Venus a sus dulces armas nos eche! [mano.
Antes habrá de hacerse un pacto y sellar juramentos En cuanto a ti, ¡que la grave edad te acose con sus años se-
y la ley en este nuevo amor he de escribir. y una arruga siniestra alcance a tu hermosura! [cretos
Amor en persona tales garantías con su sello refuerza: [Que entonces quieras arrancar de raíz los blancos cabellos,
testigo es la corona labrada de la diosa estelar. mientras el espejo, ay, te revele las arrugas,
Pues, cuando no se afirma el lecho con pacto ninguno, y, marginada, sufras a tu vez los soberbios desdenes
carece de dioses que la venguen la noche en vigilia, y hecha una vieja, lamentes las cosas que hiciste!
348 349
n. ÉPOCA CLÁSICA PROPERCIO,16O

Mi verso te canta estas maldiciones: Cebados puercos purificaban las estrechas encrucijadas
aprende a temer el ocaso de tu hermosura. y el pastor, al son de sus flautas, ofrendaba las entrañas de
[una oveja.
Elegías, lII, 25 Un labrador, vestido con una piel, blandía un azote de cerdas
(H. F. B.) (38) de donde proceden los ritos del licencioso Fabio Lupero.
y el rudo soldado no deslumbraba con las armas odiosas:
desnudos trababan combates con una estaca endurecida
[al fuego.
159. Canto aRoma
Elegías, IV, 1, 1-28
Todo esto que ves, extranjero, donde está la esplendorosa (H. F. B.) (38)
antes del frigio Eneas fue colina y pastizales; [Roma,
y donde se elevan los santuarios palatinos en honor de Febo
por la victoria naval, allí reposaron las fugitivas vacas de
[Evandro.
Para dioses de arcilla se elevaron estos dorados santuarios 160. Autobiografía poética
y no se avergonzaron de que se les levantara una choza
Iüpiter Tarpeyo tronaba desde la desnuda roca, [sin arte; Hasta aquí, las historias: ahora explicaré tus estrellas;
y el Tíber era poco conocido para nuestros bueyes. comienza tú a compadecerte con nuevas lágrimas.
Donde se erige sobre gradas esa casa de Remo, en otro tiempo La antigua Umbría te engendró en casa ilustre
una sola morada eran los grandiosos reinos de los dos ¿miento?, ¿o estoy rozando los límites de tu patria?,
[hermanos. por donde la neblinosa Mevania humedece con rocío el fon-
La Curia, que hoy resplandece sublime por las togas de los [do de un valle
[senadores, y el lago umbro se entibia con aguas estivales,
albergaba a padres vestidos de piel, corazones sencillos. y la muralla de Asís, que elevándose, surge en su vértice,
La trompa convocaba a asamblea a los primitivos romanos: muralla aquella más famosa por tu ingenio.
el senado a menudo eran unos cien en la pradera. y recogiste los huesos de tu padre no en la edad en que deben
Del hueco teatro no colgaban pabellones sinuosos, ser recogidos y tú mismo te viste forzado a humildes lares:
ni las tribunas olían solemnes azafranes. pues aun cuando muchos novillos araban tus campos,
Nadie se preocupaba por buscar dioses extranjeros, una triste pértiga te arrebató tus cuidados bienes.
porque la multitud se estremecía temblorosa con el patrio Más tarde, cuando la bula de oro te fue quitada de tu joven
y, quemando heno, celebraba las anuales Palilias, [rito, [cuello,
así como ahora se renuevan los sacrificios mutilando un y ante los dioses maternos vestiste la toga de ciudadano,
Vesta, sencilla, gozaba con coronados asnitos, [caballo. entonces Apolo te inspiró algunas cosas con su canto
y magras vacas llevaban ofrendas humildes. y te prohibió pronunciar palabras en el Foro insano.
350 ll. ~POCA CLÁSICA

¡Mas tú, compón elegías, género seductor: ahí está tu carn,


[pamento!, OVIDIO
d~ ~odo qu~ la restante multitud escriba con tu ejemplo.
Sufnras la servidumbre de Venus bajo blandas armas
y serás un enemigo útil para los niños de Venus.
Pues cualquier victoria que con esfuerzo hayas alcanzado
una niña burlará tus palmas,
y aunque quisieras sacudir el gancho bien fijado en tu men-
de nada te servirá: el anzuelo te sujetará de la boca. [tón,
Verás la noche y el día, según el arbitrio de aquélla:
ninguna lágrima caerá de tus ojos, si ella no la desea.
En nada te ayudarán ni mil centinelas, ni sellar las puertas:
a la que está dispuesta a engañar, le basta una grieta.
Ahora, aunque tu nave luche en medio del oleaje,
o vayas como enemigo inerme a los armados, La vida de Ovidio (43 a.C.-ca.17 d.C.), bien conocida gracias
o la tierra, temblando, abra un abismo en tus entrañas, a su obra poética, coincide casi exactamente con el reinado de
teme la espalda siniestra del Cangrejo de ocho patas. Augusto, y tiene dos fases claramente marcadas: la anterior a
su exilio, en la que llegó a ser el más famoso poeta vivo, y la
Elegías, IV, 1, 119-150 posterior, en la que desde las márgenes del Imperio, al borde
(H. F. B.) (38) del mar Negro, convirtió su fracaso y su desgracia, como antes
había hecho con sus éxitos, en poesía de una gran calidad.
Dotado como nadie para la poesía y en posesión de una
enorme cultura y erudición, Ovidio comenzó a publicar su
obra cuando todos los grandes géneros poéticos, tanto los pú-
blicos (épica, tragedia, lírica) como los privados (elegía, sáti-
ra), habían avanzado su culminación, por lo que su obra debe
ser contemplada como el arte de la inteligente variación a
partir de modelos deformidable grandeza.
Llevó a sufin el mundo de la elegía erótica explotando afon-
do las situaciones amorosas reales (Amores) o el rico reperto-
rio mítico de mujeres abandonadas o con enamorado ausente
(Heroidas), hasta conferir forma sistemática a sus conoci-
mientos sobre el amor en su Arte de Amar, donde laforma de
tratado didáctico empleada para enseñanzas útiles contrasta
con un contenido frívolo y poco estimado como era el amoroso.
351
352 n, I>POCA CLÁSICA OVIDIO,162 353

Los Fastos y las Metamorfosis suponen su asalto a la gran Si no me avalan nombres ilustres de antiguos antepasados,
poesía. Tras la síntesis épica de Virgilio, las Metamorfosis si el autor de mi sangre es de la clase ecuestre,
que a su manera aúnan también historia y mito, representa~ si mi campo no se renueva con arados infinitos
un poema policéntrico y cuidado, de una asombrosa variedad y si mis padres, los dos, moderan frugalmente sus gastos,
temática y de tonos, una síntesis de casi todos los géneros en- en cambio, Febo, sus nueve acompañantes y el descubridor
sayados antes, en el que la unidad se concibe más a la manera de la vid están de mi lado, y el Amor que a ti me entrega
de Calímaco que a la de Aristóteles. y mi fidelidad que no cede ante nadie, y mi conducta sin ta-
La poesía del exilio, Tristes y Pónticas, refleja un cambio de y mi desnuda sencillez y un pudor ruboroso. [cha,
laelegía alegre a la elegía triste y una exploración de campos No me gustan las mujeres a miles, no soy volatinero del
hasta entonces no tratados, siendo en cierto modo los prime- [amor
ros libros de poesía postaugústeos por la ambigüedad alambi- ¡tú, si existe la fidelidad, serás mi constante preocupación!
cada de los elogios hacia el poder y por el aprovechamiento ¡Los años que me concedan los hilos de las Hermanas contigo
de acontecimientos públicos de la ciudad de Roma (triunfos, me toque vivirlos y pueda morir de doliente contigo!
inauguraciones, desfiles, etc.) como pretexto para poemas. [Ofrécete tú a mí como materia fértil de mis versos:
Poeta entre dos mundos, el de Roma y el del exilio, y entre saldrán versos dignos de tu causa!
dos épocas, el último poeta clásico y el primero de la Edad de Por un poema tiene renombre Ío aterrada por sus cuernos
Plata, los logros poéticos de Ovidio son asombrosos, marcan- y aquella a la que un adúltero engañó en forma de ave de
do, en una medida igualo superior a la de Virgilio, el desarro- y la que, llevada sobre el mar en toro simulado, [río
llo de toda la poesía latina posterior. Aunque se le achaca con sujetó curvos cuernos con su mano de doncella.
frecuencia que lefaltó un gran tema y una concentración dis-
ciplinada de sus inagotables dotes poéticas para ser el más También yo seré cantado igualmente por el mundo entero
grande, pese a haberse empeñado en tantos y tan diversos y siempre mi nombre estará unido al tuyo.
asuntos, su verso muestra siempre tal claridad y limpieza que
todo lo que tocaba lo volvía clásico. Amores, 1,3
\
(A. R. Y.) (40)

161. Ovidio cantará eternamente a su amada

Justa es mi súplica: que la niña que ha poco me ha hecho su


162. Primera visita de Corina
presa o me quiera o me dé razones para quererla yo siem-
¡Ay,he pedido demasiado! [Que sólo se deje querer! [pre.
Hacía calor y el día había cumplido la mitad de su tiempo:
¡La de Citera habrá oído mis muchas súplicas!
puse mis miembros para aliviarlos en medio de la cama.
¡Acepta a quien podría ser tu esclavo largos años, Una hoja de la ventana estaba abierta, la otra cerrada,
acepta a quien sabe amar con leal fidelidad! casi como suele ser la luz en el bosque,
354 II. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,l63 355

como luce el crepúsculo al huir Febo o como cuando Odio, pero no puedo en mis deseos no ser lo que odio:
la noche se va y sin embargo no ha nacido aún el día. ¡ay,qué duro es soportar lo que deseas quitar te de encima!
Ésa es la luz que hay que ofrecer a las jóvenes vergonzosas, No tengo, en efecto, fuerzas ni ley para regirme a mí mismo:
por donde su tímido pudor espere hallar refugio. soy llevado como popa arrastrada por rauda corriente.
He aquí que llegó Corina tapada con su túnica des ceñida,
cubriendo su blanco cuello con guedejas divididas, No es una belleza concreta la que pueda excitar mi amor:
como se cuenta iba la hermosa Semíramis al tálamo existen cien razones para estar yo siempre enamorado.
y Lais, la amada por muchos hombres. Si una bajó sus ojos ruborosos a tierra,
Le arranqué la túnica: no molestaba mucho de fina que era, me abraso y ese pudor es para mí una emboscada;
pero sin embargo ella luchaba por cubrirse con la túnica, si otra es provocativa, cautivo quedo porque no es sosa
y como luchaba como la que no quisiera vencer, y me da esperanzas de menearse bien en mullido lecho.
vencida quedó sin dificultad por su propia traición. Si pareces huraña y émula de las sabinas puritanas,
pienso que quieres, pero que en el fondo estás disimulando;
Cuando se quedó de pie sin velos ante mis ojos, si eres culta, me agradas dotada de esas extraordinarias
no hubo en todo su cuerpo defecto en parte alguna. cualidades; si inexperta, me agradas por tu sencillez.
¡Qué hombros, qué brazos vi y toqué! Está la que dice que los versos de Calímaco son rústicos al
¡La forma de sus pechos, qué adecuada fue para estre- [lado
¡Qué fino su vientre bajo un pecho perfecto! [charlos! de los míos: a la que agrado, al instante ésa me agrada;
¡Qué grandes y hermosas caderas! ¡Qué muslos de joven! está también la que me critica a mí, poeta, y mis versos:
¿A qué detenerme en cada parte? Nada vi que no fuera
desearía tener debajo los muslos de la detractora.
elogiable y desnuda la estreché contra mi cuerpo.
Camina delicadamente: cautiva con su meneo; otra es dura:
El resto, ¿quién no lo sabe? Relajados descansamos los dos: pero podrá ser más delicada al contacto con un hombre.
¡que lleguen para mí muchas siestas así! A ésta porque canta dulcemente y modula con gran soltura
la voz, quisiera darle besos robados mientras canta;
Amores, 1,5 ésta recorre las quejumbrosas cuerdas con el hábil pulgar:
(A. R. V.) (40) ¿quién no se enamoraría de manos tan sabias?
Aquélla agrada con sus gestos, mueve rítmicamente los
[brazos
y contonea su delicada cintura con sensual destreza:
163. Todas las mujeres me gustan por no hablar de mí, a quien cualquier cosa altera,
¡pon allí a Hipólito y será Príapo!
No me atrevería yo a defender mis defectuosas costumbres Tú, porque eres tan alta, igualas a las antiguas heroínas
ni a mover armas en defensa de mis vicios. y puedes ocupar tendida toda la cama;
Lo admito, si de algo sirve reconocer las faltas: otra es manejable por su pequeñez; las dos me pierden:
ahora, tras reconocerlas, vuelvo insensato a mis delitos. la grande y la chica se avienen a mis deseos.
356 n. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,l64 357

No está arreglada: me imagino lo que ganaría arreglándose; Lo que fue el joven focense para el argólico Orestes,
está acicalada: ella misma exhibe sus propios encantos. eso era, mientras pudo, la tórtola para ti, papagayo.
La mujer blanca me cautivará, me cautivará la rubia:
también es agradable Venus en el color oscuro. Sin embargo, ¿para qué esa lealtad, para qué la belleza de tu
Si cuelgan oscuros cabellos de un cuello de nieve ..., exótico color, para qué una voz habilidosa en imitar soni-
Leda era el centro de las miradas por su negra cabellera; [dos,
si amarillean ..., agradó Aurora por su cabello azafranado: para qué sirve haber gustado a mi niña, cuando se te regaló?
mi amor se acomoda a todas las leyendas. ¡Desgraciada, gloria de las aves, bien muerta estás!
La joven me atrae, me seduce la madura: Tú podías con tus plumas oscurecer las frágiles esmeraldas
aquélla es superior por su físico, ésta es la que sale. y tu pico era purpúreo teñido de rojo azafrán.
No hubo en la tierra ave más imitadora de voces:
En fin, a las jóvenes que cualquiera aprueba por toda Roma, ¡qué bien repetías palabras con sonidos entrecortados!
de todas ellas mi amor es candidato. Te arrebató la envidia: tú no causabas fieras guerras,
sino que eras hablador y amante de la plácida paz;
Amores, 11, 4 te llenabas con nada y por amor a la charla
(A. R. V.) (40) no podías dejar libre tu pico para muchos alimentos.
La nuez era tu alimento, la adormidera te traía el sueño
y la sed te la quitaba un sorbo de agua clara.
Mira, las codornices viven en medio de sus luchas
164. A la muerte del papagayo de Corina y tal vez por eso llegan con frecuencia a viejas.
Vive el buitre voraz y el milano que traza giros
El papagayo, el ave imitador a de la India del oriente, por el aire y el grajo que anuncia el agua de lluvia;
ha muerto: ¡acudid, aves, en tropel a las exequias! vive también la odiada por la guerrera Minerva, la corneja,
¡Id, pájaros piadosos, golpeaos con las alas el pecho la que sin duda difícilmente morirá antes de nueve siglos.
y marcad vuestras tiernas mejillas con dura uña! ¡Ha muerto aquella locuaz imagen de la voz humana,
En vez de tristes cabellos se arranquen plumas erizadas el papagayo, un regalo traído desde el confín del mundo!
y en vez de la larga trompeta resuenen vuestros ca~tos. Las cosas mejores suelen ser arrebatadas las primeras
Sobre el crimen que lamentas, Filomela, del tirano de Ismaro, por manos avaras, las peores completan su propia cuenta.
ese lamento se ha cumplido en sus años debidos Tersites vio los tristes funerales del Filácida
Desvíate al desgraciado funeral de un ave no común: y en vida de sus hermanos Héctor era ya ceniza.
Itis es un motivo grande, pero antiguo, de tu dolor.
Todas las que mantenéis el rumbo en el aire claro ¿A qué contar los piadosos deseos de mi tímida niña por ti,
-pero tú más que otras, tórtola-, lamentaos. deseos arrastrados por el proceloso Noto a través del mar?
Plena concordia tuvisteis en toda vuestra vida Llegó el séptimo día, el que no iba a ver al siguiente,
y hasta el final permaneció una lealtad larga y constante. yya estaba la Parca con la rueca vacía.
358 n. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,l65 359

y con todo no se paralizaron tus palabras en paladar pere- ejército más lleno. Tú sólo pasa el rato tranquilamente a la
gritó con su lengua al morir «¡adiós, Corina!», [zoso: sombra del pórtico de Pompeyo, cuando el sol se aproxima
a la espalda del león de Hércules, o donde la madre ha acer-
Bajo la colina del Elisio florece un bosque de negras encinas cado sus regalos a los regalos de su hijo, suntuosa obra por el
y la tierra húmeda reverdece de grama perenne. mármol venido de fuera. No evites tampoco el pórtico, sal-
Si algún crédito hay en lo incierto, aquel lugar, dicen, es de las picado de antiguos cuadros, que tiene por nombre el de Li-
aves piadosas, del que se excluye a las aves funestas. via, su fundadora, y en donde las Bélides se atrevieron a tra-
Allí pacen a lo ancho los ingenuos cisnes mar la muerte de sus desdichados primos y el fiero padre se
yel fénix de larga vida, siempre la misma ave; yergue espada en mano. Y que no se te pase por alto Adonis,
despliega sus plumas la misma ave de Juno llorado por Venus, ni los ritos del séptimo día celebrados
y besos da la tierna paloma a su macho apasionado. por el judío sirio, ni evites el templo menfítico de la ternera
El papagayo recibido en esa sede nemorosa atrae cubierta de lino (ella hace ser a muchas lo que fue ella misma
hacia sus palabras a estas aves piadosas. para [úpiter). También los foros (¿quién podría creerlo?)
Sus huesos cubre un túmulo, un túmulo grande para su vienen bien al amor y a menudo su llama ha sido encontrada
[cuerpo entre el ruido del foro. Por donde la Apíade, sita aliado del
donde una piedra exigua recoge un poema igual a ella: templo de Venus hecho de mármol, hiende los aires con las
SE DEDUCE DEL SEPULCRO MISMO QUE AGRADABA A MI aguas que surte, en aquel lugar muchas veces el jurista es
[DUEÑA, sorprendido por Amor y él, que se cuidó de otros, no se cui-
TUVE UN PICO MÁS ADIESTRADO PARA HABLAR QUE EL da de sí; en aquel lugar muchas veces le faltan palabras al
[DE UN AVE. orador, un caso nuevo se le presenta y ha de actuar en su pro-
pio proceso. Venus se ríe de él desde su templo que está al
Amores, 11, 6 lado; quien hasta hace poco era patrón, ahora desea ser un
(A. R. V.) (40) cliente.
Pero tu caza está sobre todo en los curvos teatros: estos
lugares son los más fructíferos para tus deseos. Allí encon-
trarás algo para amar, algo con lo que puedas divertirte,
algo que tocar una sola vez y algo que quieras tener para
165. La ciudad de Roma: inventario de lugares propicios siempre. Como va y viene incansable la hormiga a través
para el amor de larga fila cuando lleva en su boca portadora de grano el
alimento acostumbrado o como las abejas, tras haber en-
Si sientes debilidad por las que tienen pocos años y están to- contrado los sotos deseados y olorosos pastizales, revolo-
davía creciendo, vendrá ante tus ojos una muchacha de ver- tean por entre las flores y las frondes del tomillo, así la mu-
dad. Si deseas una joven, mil jóvenes te gustarán: te ves obli- jer se precipita con sus mejores galas a los concurridos
gado a no saber la que es de tu agrado. Si te gusta tal vez la juegos: muchas veces su abundancia ha retardado mi elec-
edad madura y más sabia, también, créeme, tendrás este ción. Vienen para contemplar, pero vienen también para
360 !l. ÉPOCA CLÁSICA
OVIDIO,167 361

que las vean a ellas; aquel lugar conlleva el quebranto del Quizás incluso, malvado, abandones a una Dido embara-
casto pudor. zada y en mi cuerpo se esconda encerrada una parte de ti. La
desdichada criatura seguirá el destino de su madre y serás
Arte de amar, 1,61-100 culpable de la muerte de alguien que aún no ha nacido; el
0.1. A.) (41) hermano de Julo morirá junto con su madre y un único cas-
tigo arrastrará a dos que están unidos entre sí.

Heroidas, VII, 1-24; 133-140


166. DidoaEneas (V. C. L.) (42)

Como canta el blanco cisne, cuando la muerte lo llama, ten-


dido sobre las húmedas hierbas en la ribera del Meandro, así
te hablo yo, y no porque abrigue esperanzas de conmoverte 167. Ariadnaa Teseo
con mis súplicas.
Contra la voluntad divina he dado comienzo a esta carta. Pero ya te habías arrancado a mis ojos. Entonces, por fin, llo-
Pero, puesto que para mi desgracia he perdido ya mi buena ré, pues antes el dolor había paralizado mis ojos delicados.
fama y la honestidad de mi cuerpo y de mi alma, de poca im- ¿Qué mejor podían hacer mis ojos sino llorar por mí, des-
portancia es perder también unas palabras. pués que habían dejado de ver tus velas? Y deambulaba sola
Tienes decidido, a pesar de todo, irte y dejar a la desdicha- con los cabellos sueltos, como una bacante impulsada por el
da Dido, y los vientos se llevarán al mismo tiempo tus velas y dios ogigio, o bien me sentaba, yerta, sobre una piedra, mi-
tu promesa. Tienes decidido, Eneas, desatar amarras a las rando al mar, y era yo tan piedra como la piedra misma so-
naves a la vez que te desatas tú de tu compromiso, y buscar bre la que me sentaba. Una y otra vez vuelvo al lecho que nos
los reinos ítalos, que no sabes dónde están. Y nada te impor- había acogido a los dos, pero que no iba a mostrarnos nunca
ta la naciente Cartago ni las murallas que van alzándose ni el acogidos en él, y en vez de tocarte a ti, toco lo único que pue-
sumo poder entregado a tu cetro. Escapas de lo que está he- do, tus huellas y el colchón que tus miembros habían calen-
cho, persigues lo que está por hacer. Otra es la tierra que de- tado. Me tumbo y sobre el lecho, que chorreaba de las lágri-
bes buscar a través del orbe, otra es la tierra que buscabas. mas que yo había vertido, exclamo: «¡Dos estuvimos encima
Mas, aunque encuentres esa tierra, ¿quién te la ofrecerá para de ti, haz que volvamos los dos! Vinimos aquí juntos, ¿por
que la poseas?, ¿quién dará sus campos a unos desconocidos qué no nos vamos juntos de aquí? ¡Lecho traidor!, ¿dónde
para que se queden con ellos? Otro amor te está esperando y está la mayor parte de míí».
otra Dido a la que engañar de nuevo, otra palabra tienes que ¿Qué haré? ¿Adónde me dirigiré yo sola? No está habitada la
dar. isla. No veo rastros de hombres ni de labor de bueyes. Por todas
¿Cuándo llegará el tiempo en que fundes una ciudad partes el mar rodea la tierra. Marineros por ningún sitio. Nin-
como Cartago y veas a tu gente desde la altura de un alcázar? guna nave dispuesta a cruzar las dudosas aguas. Supón que se
[...] me ofrecen compañeros, vientos y una nave, ¿cuál será mi
362 Il. ¡OPOCA CLÁsICA OVIDIO,l68 363

meta? Me está prohibido acercarme a la tierra de mi padre. el mismo Amor, sigue sus huellas a paso desbocado.
Aunque me deslice felizmente en una nave a través de los mares Como el galgo que ha visto a una liebre en campo abierto,
en calma, aunque Éolo modere los vientos, seré una desterra- y con las patas busca aquél su presa, ésta su salvación
da. ¡No te volveré a ver, Creta, repartida en cien ciudades, tierra (el uno, a punto de cogería, espera cobrada inmediatamente
que conoció [úpiter cuando era niño! Pues a mi padre y a mi y olisquea las huellas con su hocico extendido;
tierra, que mi justo padre gobierna, nombres para mí queridos, la otra duda si ha sido capturada, se escapa de las mismas
los he traicionado con mi mala acción; fue entonces, cuando te [fauces
di a ti los hilos que, como guía, dirigieron tus pasos para que no y deja atrás el hocico que ya la tocaba): así el dios y la donce-
murieras, una vez vencedor, en el laberinto lleno de curvas. En- el uno es rápido por la esperanza, la otra por el temor. [lla,
tonces tú me decías: «Por estos mismos peligros te juro que se- Con todo, quien persigue, ayudado por las alas del amor
rás mía, mientras viva uno y otro de nosotros dos». Vivimos, es más rápido, no da tregua, acosa la espalda de la fugitiva
Teseo, si es que al menos estás vivo tú; y no soy tuya yo, mujer echa su aliento sobre los cabellos derramados por el cuello.
que ha sido sepultada por la traición de su perjuro marido. Agotadas sus fuerzas, palideció ella y vencida por el esfuerzo
[Haberme matado también a mí, malvado, con la misma clava de la rápida huida dijo mirando a las aguas del Peneo:
con que mataste a mi hermano! La promesa que me habías he- «¡Ayúdame, padre, si los ríos sois divinidades, echa a perder,
cho hubiera quedado solventada con mi muerte. cambiándola, esta figura con la que he gustado demasia-
Ahora yo no sólo pienso en lo que he de padecer sino en [do!».
todo lo que puede padecer una mujer abandonada. Apenas acabó su plegaria, un pesado sopor invade sus
una delgada corteza ciñe su tierno pecho, [miembros:
Heroidas, X, 43-80 sus cabellos crecen como hojas, sus brazos como ramas,
(V. C. L.) (42) sus pies ha poco tan veloces se adhieren en raíces perezosas,
en lugar del rostro está la copa: sólo la belleza queda en ella.
Aun así la ama Febo y colocando su diestra en el tronco
siente todavía temblar su pecho debajo de la nueva corteza
168. Metamorfosis de Dafne y abrazando con sus brazos las ramas como si fueran miem-
[bros
Apolo se disponía a seguir hablando cuando huye en teme- da besos a la madera: esquiva sin embargo los besos la ma-
[rosa A ésta el dios le dijo: «Yaque no puedes ser mi esposa, [dera.
carrera la hija de Peneo y lo dejó con la palabra en la boca; al menos serás mi árbol; siempre te tendrá mi cabellera,
y aun entonces le pareció bonita: el viento desnudaba te tendrá mi cítara, laurel, y te tendrá mi aljaba.
su cuerpo, soplos contrarios agitaban el vestido en su direc- Tú acompañarás a los caudillos latinos, cuando voces ale-
[ción canten el triunfo y visiten el Capitolio largos desfiles. [gres
y una ligera brisa hacía retroceder su cabello en movimiento: Ante las puertas de Augusto tú misma te erguirás, guardiana
la huida aumentaba su belleza. Pero el joven dios no aguanta fidelísima de sus jambas, y protegerás la encina en medio;
más desperdiciar sus requiebros y, tal como le aconsejaba y como mi cabeza es juvenil con sus cabellos sin cortar,
364 n. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,170 365

lleva tú también siempre el honor perpetuo de la fronda». extiende sus miembros en el espacio de dos signos. Cuando
Acabó de hablar Peán; asintió el laurel con sus ramas recién el muchacho lo vio, empapado en el sudor de su negro ve-
formadas y la copa parecía que se movía como una cabeza. [neno
y amenazando herirle con su corvo aguijón, enloquecido
Metamorfosis, 1, 525-567 por un helado terror, suelta las riendas. Cuando éstas,
eA. R. V.-E N. A.) (43) abandonadas, tocaron las grupas, los caballos se salen de la
[ruta
y, desbocados, galopan por los aires de una región descono-
[cida,
169. Faetón conduce los caballos de su padre el Sol y por donde les lleva su impulso, se precipitan desenfrenados;
en el alto firmamento arremeten contra las estrellas fijas,
Pero cuando desde lo más alto del cielo el desdichado Faetón arrastran el carro por parajes impracticables, y tan pronto
avistó las tierras que se extendían muy al fondo, palideció, se encaminan a las alturas, como por taludes y declives
las rodillas le temblaron presas de repentino temor, se dirigen a las proximidades de la tierra. Se maravilla
y entre tan gran luz aparecieron tinieblas en sus ojos. Yaque- la Luna de que los caballos de su hermano galopen por debajo
[rría de los suyos; las abrasadas nubes se evaporan. La tierra,
no haber tocado jamás los caballos de su padre; ya se arre- en especial las zonas más elevadas, es pasto de las llamas,
[piente y se resquebraja y agrieta, y privada de su humedad se seca.
de haber comprobado su origen y triunfado en sus súplicas; Los pastos blanquean, en tanto el árbol arde con sus hojas,
ya desea que se le llame hijo de Mérope, mientras es arras- y la mies, reseca, proporciona combustible para su propia
[trado [ruina.
como la nave impelida por el impetuoso Bóreas, cuyo piloto
ha soltado el inútil timón, abandonándola a dioses y plega- Metamorfosis, 11, 178-213
¿Qué hacer? Mucho cielo ha quedado a su espalda, frias. eA. R. V.-E N. A.) (43)
ante los ojos mucho más. Mide mentalmente ambos trechos;
y tan pronto mira al ocaso, que el destino no le permitirá
alcanzar, como vuelve la mirada hacia el orto;
sin saber qué hacer, queda paralizado y ni suelta las riendas,
ni es capaz de retenerlas, ni conoce los nombres de los ca-
[ballos. 170. El tormento de Narciso
Espantado, ve además, diseminados por el tachonado cielo,
toda suerte de prodigios e imágenes de fieras gigantescas. Así éste la había burlado, así antes a otras nacidas
Hay un lugar donde curva sus brazos en doble arco en las aguas o en los montes, así la compañía masculina.
el Escorpión y con la cola y las pinzas dobladas en ambos Entonces uno de los despreciados, levantando las manos al
[lados [cielo,
366 !l. ÉPOCA CLÁSICA OVIOIO,l71 367

«Así ame él, ojalá; así no consiga al objeto de sus deseos», No tiene entidad propia; contigo vino y contigo permanece;
dijo, y asintió la Ramnusia a la justa súplica. y contigo se alejaría, si tú pudieras alejarte.
Había una fuente nada cenagosa, de claras y plateadas aguas,
que ni los pastores ni las cabras que pastan en el monte Metamorfosis, I1I, 402-436
habían tocado, ni otro ganado alguno, y que ningún pájaro (A. R. V.-E N. A.) (43)

ni fiera había enturbiado, ni rama caída de un árbol.


Crecía alrededor la hierba, alimentada por la humedad cer-
[cana,
y una espesura que jamás permitirá que aquel paraje se enti- 171. PíramoyTisbe
[bie con el sol.
Aquí vino a tumbarse el zagal, fatigado por la pasión de la Píramo y Tisbe, el uno el joven más bello de todos,
[caza la otra más hermosa de las jóvenes de Oriente,
yel calor, buscando tanto la belleza del lugar como la fuente. vivían en casas contiguas, donde Semíramis, se cuenta,
y mientras ansía calmar la sed, nació otra sed; y mientras había rodeado de murallas de adobe su alta ciudad.
bebe, cautivado por el reflejo de la belleza que está viendo, La vecindad les hizo conocerse y dar los primeros pasos;
ama una esperanza sin cuerpo; cree que es cuerpo lo que es con el tiempo creció el amor, y se habrían unido
[agua. en legítimo matrimonio, pero se opusieron sus padres;
Se extasía ante sí mismo y sin moverse ni mudar el semblante pero, y a eso no se pudieron oponer, los dos ardían por igual
permanece rígido como una estatua tallada en mármol de en sus corazones cautivos. Nadie lo sabía, por gestos y señas
[Paros. hablaban, y cuanto más se oculta, más hervía el fuego oculto.
Apoyado en tierra contempla sus ojos, estrellas gemelas, Una pared medianera de ambas casas tenía una pequeña
sus cabellos, dignos de Baco y dignos de Apolo, [grieta
sus mejillas lampiñas, su cuello de marfil, la gracia que se había producido hacía tiempo cuando se construía.
de su boca, y el rubor mezclado con nívea blancura, Nadie había reparado en este defecto en muchos siglos, pero
y admira todo aquello que le hace admirable. (¿de qué no se da cuenta el amor?) vosotros, enamorados,
Se desea a sí mismo sin saberlo, elogiando se elogia, [fuisteis
cortejando se corteja, y a la vez que enciende, arde. los primeros en vedo, abristeis un camino para la voz y por
¡Cuántas veces dio vanos besos a la fuente engañadora! [allí
¡Cuántas veces sumergió sus brazos para agarrar el cuello solían atravesar seguros en leve murmullo vuestros requie-
que veía en medio de las aguas y no consiguió cogerse en ellas! [bros.
No sabe qué es lo que ve, pero lo que ve le quema, Con frecuencia, cuando Tisbe estaba a un lado y Píramo al
y la misma ilusión que engaña sus ojos, los excita. Crédulo, [otro
¿para qué intentas en vano atrapar fugitivas imágenes? y habían notado mutuamente la respiración de sus bocas,
Lo que buscas, no existe; lo que amas, apártate y lo perderás. decían: «¿Por qué te interpones entre dos enamorados,
Esa sombra que estás viendo es el reflejo de tu imagen. pared envidiosa? ¿Qué te costaba permitirnos unir por entero
368 II. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO.l71 369

nuestros cuerpos o, si eso es demasiado, abrir te por lo menos Más tarde salió Píramo, vio en el espeso polvo las huellas
para besarnos? Pero no somos desagradecidos, reconoce- seguras de una fiera y se puso pálido en todo su rostro;
[mosque pero cuando encontró también la prenda teñida de sangre,
te debemos que nuestras palabras hayan llegado a oídos «Una sola noche», dijo, «perderá a dos enamorados;
[amigos». de los dos, ella merecía una vida más larga;
Después de hablar así en vano desde sitios diferentes, mi alma es culpable. Yoa ti, desgraciada, te he perdido,
al anochecer se dijeron «adiós» y cada uno en su parte yo que te invité a venir de noche a lugares llenos de miedo
dio besos que no llegaron al otro lado. y no llegué antes aquí. Despedazad mi cuerpo
La aurora siguiente había apartado los fuegos de la noche y devorad mis vísceras criminales con fieros mordiscos,
yel sol había secado con sus rayos las hierbas cubiertas de leones, quienquiera que seáis los que habitáis bajo esta roca.
[rocío: Pero es un cobarde quien desea la muerte». Levanta el velo
se reunieron en el lugar acostumbrado. Entonces, tras lanzar de Tisbe, lo lleva consigo a la sombra del árbol acordado
muchos lamentos en voz baja, deciden engañar en el silencio y tras derramar lágrimas y dar besos a la conocida prenda,
de la noche a sus guardianes e intentar salir por la puerta dice: «Recibe ahora también la bebida de mi sangre».
y, fuera ya de sus hogares, abandonar también los edificios y la espada que llevaba a la cintura la clavó en sus ijares
de la ciudad; y, para no perderse yendo por anchos campos, y sin tardanza se la arrancó, moribundo, de la caliente herida,
reunirse junto al sepulcro de Nino y ocultarse a la sombra y quedó tendido boca arriba en el suelo: la sangre salió
de un árbol. Allí había un árbol cuajado de níveos frutos, despedida hacia arriba, como cuando en un plomo defec-
un alto moral, que lindaba con una gélida fuente. [tuoso
Aprueban el plan; la luz del día, que les pareció lenta en ale- se abre una hendidura y sale un largo chorro por un agujero
[jarse, estrecho y estridente rasgando el aire con sus golpes.
se precipitó en las aguas y de las aguas emergió la noche. Los frutos del árbol con las salpicaduras de sangre
Astuta en las tinieblas, Tisbe hace girar el quicio de la puerta, se vuelven de apariencia oscura y la raíz humedecida de
sale, engaña a los suyos, con la cara cubierta [sangre
llega a la tumba y se sienta bajo el árbol acordado. matiza a las moras que cuelgan de color de púrpura.
El amor la hacía atrevida. He aquí que llega una leona Mira, sin estar todavía repuesta del miedo, para no defraudar
con el hocico espumeante y manchado de la matanza reciente a su amor, vuelve, busca al joven con los ojos yel corazón,
de unos bueyes, para aliviar su sed en el agua de la vecina deseando contarle el peligro tan grande que ha evitado;
[fuente. pero, aunque reconoce el lugar y la forma del árbol que ha
La babilonia Tisbe la vio de lejos bajo los rayos de la luna el color del fruto la hace dudar: no sabe si es éste. [visto,
y huyó con pasos asustados a una oscura cueva, Mientras duda, ve temblorosa unos miembros palpitar
yen su huida dejó un velo caído a su espalda. en el suelo ensangrentado, retrocedió y con la cara más pálida
Cuando la cruel leona aplacó la sed con agua abundante, que el boj quedó horrorizada como la llanura del mar
de regreso al bosque se topó casualmente con el tenue velo que tiembla cuando una leve brisa roza por su superficie.
sin Tisbe y lo despedazó con su boca ensangrentada. Pero después que se detuvo y reconoció a su amor,
370 n. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,172 371

se golpeó sus brazos sin merecerlo entre grandes lamentos, 172. Dédalo e Icaro
se arrancó el cabello, abrazó el cuerpo amado,
llenó de lágrimas sus heridas, mezcló el llanto Entre tanto Dédalo aborrece Creta y el prolongado destierro,
con su sangre y clavando sus besos en el rostro helado siente nostalgia de su país natal, pero se encuentra
gritó: «Píramo, ¿qué desgracia te ha arrebatado de mí? cercado por el mar. «Aunque me cierre el paso por tierra
¡Píramo, responde! Tu Tisbe, querido mío, te llama y por mar, el cielo al menos está abierto; iré por ahí.
por tu nombre; escúchame y levanta tu cabeza yacente». Podrá poseerlo todo Minos, pero el aire no lo posee.»
Al nombre de Tisbe Píramo levantó los ojos ya pesados Dijo, y se aplica a un arte hasta entonces desconocido
por la muerte, la miró y los volvió a cerrar. Cuando Tisbe y trastorna la naturaleza. Dispone plumas en hilera,
reconoció su prenda y vio la vaina de marfil sin la espada, empezando por la más pequeña y siguiendo de menor a
exclamó: «Tu propia mano y el amor te han perdido, [mayor,
desgraciado. Tengo yo también una mano fuerte para esto de suerte que parecen que crecen en pendiente; así es como
solo, también tengo amor: éste me dará fuerzas para herirme. un día fue surgiendo la rústica zampoña con cañas de avena
Te seguiré muerto y se dirá que soy causa y compañera desiguales. Sujeta luego con hilo las plumas centrales y con
de tu muerte; y tú, que sólo con la muerte, ¡ay!, te pudieron [cera
arrancar de mí, ni con la muerte podrán arrancarte de mí. las laterales; así ensambladas, les da una pequeña curvatura
Con todo las palabras de los dos os pedirán esto, para imitar a las aves de verdad. Con él estaba un niño,
padres míos y de aquel desgraciadísimos, fcaro; sin saber que estaba palpando su propio peligro,
que a quienes unió un fiel amor, a quienes la última hora, con rostro risueño, tan pronto intentaba atrapar las plumas
no veáis mal que sean sepultados en la misma tumba. que se llevaba una brisa pasajera, como ablandaba la rubia
y tú, árbol que con tus ramas cubres ahora el cuerpo desgra- [cera
de uno solo y pronto cubrirás el de dos, conserva [ciado con el pulgar y con su juego estorbaba el admirable trabajo
las señales de la muerte y ten siempre frutos negros de su padre. Cuando hubo dado el último retoque a su obra,
y apropiados para el luto en memoria de nuestra doble san- el artesano balanceó su propio cuerpo con ambas alas
Dijo y con la punta de la espada debajo de su pecho, [gre», y agitándolas se suspendió en el aire; aleccionó también
cayó sobre el hierro todavía tibio por la muerte anterior. a su hijo diciéndole: «Te advierto, Icaro, que debes volar
y las súplicas llegaron a los dioses y llegaron a los padres: a media altura, para evitar que las olas recarguen tus alas
pues el color del fruto, cuando está, es negro si vas demasiado bajo, y que el calor las queme si demasiado
y lo que queda de sus piras descansa en una sola urna. [alto;
vuela entre mar y cielo. Te aconsejo que no mires al Boyero
Metamorfosis, IV, 55-166 ni a la Hélice ni tampoco a la espada desnuda de Orión;
(A. R. v.-F. N. A.) (43) [vuela detrás de mí!». Mientras le da instrucciones de cómo
debe volar, le acomoda las extrañas alas sobre los hombros.
Durante la operación y las advertencias se humedecieron
las mejillas del anciano y temblaron sus manos de padre; dio
372 !l. ÉPOCA CLÁSICA OVIOIO.173 373

a su hijo besos que no volvería a dar, y elevándose con sus alas 173. ElSueñoysushijos
vuela delante, inquieto por su acompañante, como el ave que
desde el encumbrado nido ha lanzado a los aires a su polluelo, Cerca del país de los Cimerios hay una caverna muy pro-
y le alienta a seguirle y le instruye en el pernicioso arte [funda,
y agita él mismo sus alas y se vuelve a mirar las de su hijo. un monte hueco, la morada y santuario del perezoso Sueño;
Algún pescador cuando capturaba peces con temblorosa allí jamás puede Febo, ni al amanecer, ni al mediodía,
[caña, ni en su ocaso, penetrar con sus rayos; la tierra exhala
algún pastor apoyado en su báculo, o algún labrador en la neblinas y tinieblas, y hay siempre una débil luz crepuscular.
[esteva, Allí el ave madrugadora, coronada de cresta, no llama
los vio y se quedaron atónitos, y creyeron que eran dioses, a la aurora con su quiquiriquí, ni con sus ladridos rompen
puesto que podían surcar los cielos. Y ya tenían a su izquierda el silencio los perros guardianes ni el ganso, más sagaz que
Samos la isla de [uno (Delos y Paros habían quedado atrás), los perros; ni fieras ni reses ni ramas movidas por la brisa
ya la derecha a Lebinto ya Calimna rica en miel, ni el griterío de lenguas humanas producen ruido.
cuando el muchacho empezó a recrearse en su atrevido vuelo, Reina una muda quietud. Sin embargo, de las entrañas
abandonó a su guía, y, arrastrado por sus ansias de cielo, de una roca brota un arroyo del río del Olvido; sus aguas
remontó el vuelo. La proximidad del abrasador sol se deslizan rumorosas por un lecho de fragorosos guijarros,
ablanda la aromática cera que sujetaba las plumas. invitando al sueño. A la entrada de la caverna florecen
La cera se ha derretido; agita fcaro sus brazos desnudos, fecundas adormideras y numerosas plantas; de sus jugos
y, desprovisto de alas, no puede asirse en el aire, liba la Noche el narcótico que luego esparce con el rocío
y aquella boca que gritaba el nombre de su padre es engullida por las tenebrosas tierras. Tampoco rechina la puerta al girar
por las azuladas aguas, que de él tomaron nombre. el quicio; ninguna hay en toda la mansión, ningún guardián
Su desdichado padre, que no lo era ya, gritó: «Icaro, en el umbral; sí se alza en el centro de la gruta un lecho
Icaro, ¿dónde estás? ¿En qué lugar debo buscarte?». de ébano y plumas, monocolor y cubierto de negras colchas.
«Icaro» gritaba; divisó las plumas sobre las olas Allí descansa el dios en persona, entregado a la holganza.
y maldijo su inventiva; depositó el cuerpo en un sepulcro, Esparcidos a su alrededor e imitando diferentes figuras
y aquella tierra fue llamada con el nombre del sepultado. están tendidos tantos vanos sueños como espigas tiene una
hojas un bosque, y granos de arena una playa. [...] [mies,
Metamorfosis, VIII, 183-235
(A. R. V.-E N. A.) (43) El padre Sueño, de entre la turbamulta de sus mil hijos,
despierta entonces a un hábil imitador de formas, a Morfeo.
No hay otro capaz de reproducir con mayor destreza que él
los andares, las facciones y el timbre de voz de cada hombre,
y hasta sus ropas y palabras más comunes. Pero él sólo sabe
imitar a los hombres; otro hay que se convierte en fiera,
en ave, en serpiente de alargado cuerpo; a éste lo llaman
374 II. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO, 174 375

fcelo los celestiales, Fobétor el vulgo de los mortales. despojó de sus ofrendas el santuario y el primero que de la
Hay incluso un tercero, dotado de una habilidad diferente, [capilla
Fántaso; en tierra, en piedra, en agua, en árbol, cogió un candelabro repleto de brillantes antorchas,
y en cuantas cosas carecen de vida, se transforma y disfraza. y levantándolo bien alto, como quien se dispone arernper
Suele éste mostrarse de noche a reyes y caudillos; otros con el hacha sacrificialla blanca cerviz de un toro,
deambulan entre las masas del pueblo llano. A éstos los pasó lo estrelló contra la frente dellápita Celadonte,
de largo el anciano, y de entre todos los hermanos el Sueño dejándole un amasijo de huesos en un rostro irreconocible.
elige a uno, a Morfeo, para que ejecute el encargo de la hija Los ojos se le salieron de sus órbitas, y, rotos los huesos
de Taumante; y entregándose de nuevo a la muelle holganza, de la cara, la nariz se le hundió e incrustó en el palaQar.
recostó la cabeza, hundiéndola en lo profundo de su lecho. A Árnico, arrancando una pata de una mesa de arre, lo de-
[rribó
Metamorfosis, XI, 592-615; 633-649 en tierra, con el mentón caído sobre el pecho, Pélate, de Pela,
eA. R. V.-E N. A.) (43) y mientras escupía dientes mezclados con negra satgre,
con un segundo golpe lo envió a las sombras del Táttaro.

Tras acercarse al altar humeante, Grineo le echa un. mirada


asesina y dice: «¿Por qué no hacer uso de estor», y levantó
174. Combate de lápitas y centauros el descomunal altar junto con sus fuegos y lo arroió
en medio de la formación de los lápitas, abatiendo ~dos,
[... ] Por azar, a Bróteas y a Orío. La madre de Orío era Mícale, dequien
había allí cerca una antigua crátera con altos relieves; se sabía que con sus conjuros muchas veces había hecho
la levanta el hijo de Egeo, irguiéndose más enorme de lo que descender los cuernos de la luna, pese a su resistencia.
de por sí era, y la lanza contra el rostro de su adversario. «¡No saldrás impune, con sólo que pueda contar con un
Éste, vomitando por la herida y por su boca borbotones de [arrnal»
[sangre, había dicho Exadio, y toma por arma unas cuernas deciervo
sesos Yvino, de espaldas sobre la arena empapada, patalea. que estaban como exvoto en la copa de un pino.
Se enardecen con la muerte de su hermano los centauros, La doble asta traspasa las órbitas de Grineo y le arranca
y, a porfía, todos a una gritan: «¡A las arrnasl». los ojos, uno de los cuales queda clavado a Iosctemos, el
El vino les daba ánimos, y en los prolegómenos de la batalla [otro
vuelan como proyectiles copas, frágiles jarros y torneados rueda por la barba y queda colgando de la sangreceagulada.
[calderos,
objetos apropiados antes para el festín, ahora para la guerra Metamorfosis XI\ 234- 270
[y la matanza. eA. R. V.-E . A.) (43)

Árnico, el hijo de Ofión, fue el primero que sin escrúpulos


376 u ÉPOCA CLÁSICA
OVIDIO,176 377

175. Discurso de Ulises te sobrepaso. De igual modo en el cuerpo humano el corazón


tiene más importancia que el brazo; en él está todo el vigor.
¿Dónde está el valiente Áyax? ¿Dónde las bravuconadas
del gran hombre? ¿Por qué tienes miedo ahora? ¿Por qué Metamorfosis, XlII, 340-369
(A. R. V.-E N. A.) (43)
[Ulises
se atreve a cruzar las centinelas, a confiarse a la noche, a pe-
[netrar
por entre fieras espadas no ya dentro de los muros de Troya,
sino hasta lo más alto de la ciudadela, a arrebatar de su capilla 176. Canción de Polifemo a Galatea
a la diosa y a traérsela luego cruzando el campo enemigo?
y si no hubiera hecho yo todo eso, en vano el vástago de [...) Escondida yo en una gruta, descansaba
[Telamón en el regazo de mi Acis, cuando con mis oídos capté
hubiera portado en su siniestra los cueros de siete toros. a lo lejos estas palabras, que anoté tras escuchadas:
Aquella noche alcancé yo la victoria sobre Troya; vencí
a Pérgamo entonces, cuando logré que pudiese ser vencida. «¡Galatea, más blanca que la hoja del aleño nevado,
Deja de señalarme con la mirada y con murmullos a mi amigo más florida que los prados, más esbelta que el alto aliso,
el Tidida; tiene él su parte de gloria en esto. Tampoco tú, más reluciente que el cristal, más juguetona que el cabritillo,
cuando embrazabas tu escudo para defender la escuadra más pulida que las conchas desgastadas por las continuas
[aliada, [olas,
estabas solo; te acompañaban muchos hombres, a mí uno más agradable que el sol en invierno y la sombra en verano,
[solo. más noble que las manzanas, más vistosa que el alto plátano,
y éste, si no supiera que la bravura es inferior a la sagacidad, más brillante que el hielo, más dulce que la uva madura,
y que el premio no está reservado a la diestra invicta, más suave que las plumas del cisne y la leche cuajada
también él lo reclamaría; y lo pediría el Áyax más comedido y, si no me huyeras, más hermosa que un jardín regado:
y el belicoso Eurípilo y el hijo del ilustre Andremon, pero la misma Galatea es más cruel que los novillos indó-
y no menos lo pedirían Idomeneo y Meriones, nacidos [mitos,
en la misma patria, y hasta el hermano del Atrida mayor; más dura que una añosa encina, más falaz que las olas,
pues son valientes y no inferiores a ti en la pelea, más flexible que las ramas del sauce y las blancas vides,
pero ¡han cedido a mi talento! Tú tienes una diestra buena más inamovible que estas rocas, más violenta que un río,
para la batalla, pero una mente que precisa de mi dirección; más soberbia que el admirado pavo real, más cruel que el
tú empleas tu fuerza a ciegas, yo tengo visión del futuro; [fuego,
tú sabes luchar, pero la hora del combate la elige más áspera que los abrojos, más enfurecida que una osa
el Atrida conmigo; tú eres útil sólo con tu cuerpo, [parida,
yo con mi talento; y cuanto el capitán de un barco aventaja más sorda que los mares, más implacable que un hidro pi-
al remero, cuanto supera el general al soldado, otro tanto [sado,
.....,

378 lI. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,l77 379

y, lo que especialmente yo quisiera poder quitarte, más hui- plumas cubren a las aves, la propia lana embellece a las
no ya que un cieno acosado por sonoros ladridos, [diza [ovejas:
sino incluso que el viento y la voladora brisa. [...] la barba y las hirsutas cerdas adornan el cuerpo de los va-
[rones.
Todo este ganado es mío; muchas cabezas vagan también Tengo un solo ojo en el centro de la frente, pero semejante
por los valles, a muchas oculta el bosque, muchas están reco- a un enorme escudo. ¿Y qué? ¿No ve todo esto el gran Sol
[gidas desde el cielo? Y el Sol tiene un único disco.
en las cuevas, y, si acaso preguntas, no podría decirte cuán-
[tashay. Metamorfosis, XIII, 786-807; 821-837; 840-853
¡De pobre es contar el ganado! Sobre su calidad no me cree- (A. R. V.-E N. A.) (43)
tú misma en persona puedes observar cómo apenas [rías:
sus patas pueden soportar sus rebosantes ubres.
Hay también, ganado menor, corderos en tibios rediles,
hay también, de igual edad, cabritos en otros rediles. 177. Autobiografía poética
Siempre dispongo de leche blanca como la nieve: de ella
[conservo Escúchame, posteridad, para que sepas quién fui yo, aquel
parte para beberla y otra la endurece el líquido cuajo. célebre cantor de los tiernos amores, al que estás leyendo.
y no sólo tendrás placeres asequibles y regalos vulgares, Mi patria es Sulmona, muy rica en aguas frescas y que dis-
gamos, liebres, cabras, una collera de palomas ta noventa millas de Roma. Allí nací yo, concretamente
y un nido arrancado de la copa de un árbol: (para que conozcas la fecha) cuando ambos cónsules caye-
encontré dos osezno s de una peluda osa en la cima ron víctimas de un mismo sino. Por si esto vale algo, soy un
de las montañas, para que puedan jugar contigo, viejo heredero del orden ecuestre desde mis bisabuelos y no
tan iguales entre sí que apenas podrías diferenciados; he sido nombrado caballero recientemente por un don de la
los encontré y dije: «los guardaré para mi dueña». [... ] fortuna. Ni fui el primogénito, sino que nací cuando ya lo
había hecho un hermano mío, que había nacido dos meses
Al menos yo me conozco, me he visto hace poco en el reflejo antes. El mismo día fue testigo del nacimiento de los dos y
de las líquidas aguas y me agradó mi físico al verme. un solo día era festejado con la ofrenda de dos pasteles: ese
Mira mi corpulencia: no es mayor que este cuerpo día es, de los cinco festivos dedicados a la armígera Minerva,
J úpiter en el cielo (pues vosotros soléis contar que reina el primero que suele ensangrentarse con la lucha.
no sé qué J ú piter), abundante cabellera cuelga Nuestra formación comenzó ya desde nuestra primera
sobre mi torvo rostro y, como un bosque, sombrea mis infancia y, por interés de mi padre, fuimos a Roma a seguir
[hombros, las lecciones de maestros insignes por sus conocimientos.
y no consideres feo el que mi cuerpo está muy densamente Mi hermano, nacido para los esforzado s combates del 10-
erizado de rígidas cerdas: feo es el árbol sin hojas, cuaz Foro, se sentía atraído desde tierna edad hacia el arte de
feo el caballo si una crin no cubre su amarilla cerviz; la elocuencia. A mí, sin embargo, ya desde niño me gustaban
380 II. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,l77 381

los misterios celestes y la Musa me arrastraba en secreto temporal. Y así como yo honré a los poetas que eran mayo-
hacia su trabajo. A menudo me dijo mi padre: «¿Por qué in- res que yo, lo mismo hicieron conmigo los que eran meno-
tentas un estudio sin provecho? El propio Meónida no legó res y mi Talía no tardó en ser conocida. La primera vez que
fortuna alguna». Me habían convencido sus palabras y, leí en público mis poemas de juventud, apenas si había rasu-
abandonando por completo el Helicón, intentaba escribir rado mi barba una o dos veces. Había inspirado mi ingenio
palabras desprovistas de ritmo. Espontáneamente, el poema poético aquella a la que canté por toda la ciudad y llamé con
tomaba su ritmo apropiado y todo aquello que intentaba es- el falso nombre de Corina. En verdad, escribí muchos ver-
cribir era verso. sos, pero todos aquellos que me parecieron malos, los arrojé
Entre tanto, transcurriendo los años con paso tácito, mi al fuego para que los enmendara. Incluso entonces, cuando
hermano y yo tomamos la toga viril y sobre nuestros hom- iba a partir para el exilio, quemé algunos versos que habrían
bros vestimos la púrpura con laticlavo y permanecen las afi- gustado, indignado con mi afición y con mis poemas.
ciones que antes teníamos. Ya había alcanzado mi hermano Mi corazón era tierno, vulnerable a los dardos de Cupido
los veinte años de edad, cuando murió y comencé a sentirme y al que podía conmover cualquier pequeño motivo. Con
privado de una parte de mí mismo. todo, a pesar de ser así y encenderme con el menor fuego, no
Obtuve también los primeros honores de la juventud y circuló ninguna habladuría a cuenta mía. Siendo casi un
durante un cierto tiempo fui uno de los triunviros. Me falta- niño, se me dio una esposa ni digna ni útil, que estuvo des-
ba el Senado, pero reduje la anchura de mi púrpura: esa car- posada conmigo por poco tiempo. Le sucedió otra que, aun-
ga era superior a mis fuerzas; ni mi cuerpo aguantaba, ni mi que irreprochable, no había de durar tampoco mucho tiem-
espíritu estaba preparado para ese trabajo, y yo huía de la po en mi lecho. La última, que ha permanecido conmigo
tentadora ambición; además, las hermanas Aonias me invi- hasta los últimos años, ha soportado ser la esposa de un ma-
taban a buscar distracciones tranquilas, siempre preferidas rido exiliado. Mi hija, madre por dos veces en su primera ju-
por mi gusto. ventud, aunque no de un solo marido, me hizo abuelo. Yami
Traté y apoyé a los poetas de aquella época y en todos los padre había cumplido su destino, habiendo añadido nueve
hombres inspirados que tenía delante yo creía ver dioses. lustro s a otros nueve. No de otro modo lo lloré que como lo
Macro, algo mayor que yo, me leyó con frecuencia sus poe- hubiera hecho él si me hubiera perdido a mí. Poco después
mas sobre los pájaros, sobre las serpientes peligrosas y sobre tributé las honras fúnebres a mi madre. ¡Dichosos los dos y
las hierbas benéficas. Frecuentemente también Propercio sepultados a tiempo, ya que murieron antes del día de mi
acostumbró a recitarme sus poemas amorosos debido a la castigo! ¡Dichoso también yo, puesto que soy desgraciado
amistad que nos unía. Póntico, célebre por sus versos heroi- ahora que ellos no viven y porque no tuvieron que lamentar-
cos' y Baso, por sus yambos, fueron amables miembros de se por mi causa! Con todo, si algo más que los nombres que-
mi convivencia; el melodioso Horacio cautivó mis oídos, da de los muertos y una tenue sombra huye de las piras ya le-
mientras entonaba cultos poemas con la lira ausonia. A Vir- vantadas, si hasta vosotras, sombras de mis padres, ha
gilio lo conocí sólo de vista y a Tibulo no le dio el avaro desti- llegado alguna noticia sobre mí y mis delitos se evocan en el
no tiempo de ser mi amigo. Éste fue tu sucesor, Galo, y Pro- foro estigio, sabed, os lo suplico (pues no me es lícito enga-
percio el suyo, y de éstos yo mismo fui el cuarto en el orden ñaros) que el motivo del exilio que se me ha impuesto es un
ti

382 TI. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,178


383

error, no un delito. ¡Esto es bastante para los Manes! A voso- producido grandes poetas, la fama no fue maligna con mi
tros me vuelvo, espíritus solícitos, que indagáis los actos de ingenio, y, a pesar de que yo pongo a muchos por delante de
mi vida. mí, no soy considerado inferior a ellos y soy muy leído en
Ya, pasados los mejores años, me había llegado la canicie todo el mundo. Y si los presagios de los vates tienen algo de
y se había mezclado con mis antiguos cabellos. Desde mi na- verdad, desde el momento en que muera no seré, tierra, tuyo
cimiento, el caballero vencedor, coronado con el olivo de en adelante. Sea que yo haya obtenido este renombre por tu
Pisa, había obtenido por diez veces el premio, cuando la ira favor o por mi poesía, es de justicia, amable lector, que te dé
del Príncipe ofendido me ordena dirigirme a Tomos, situa- las gracias.
do en la ribera occidental del Mar Euxino. El motivo de mi
perdición, bastante conocido por todos, no debe ser testi- Tristes, rv 10, 1-132
moniado por mí. ¿Para qué me voy a referir a la injusticia de O. G. V.) (44)
mis amigos y a la perfidia de mis sevidores? He tenido que
soportar muchas cosas más duras que el propio destierro.
Mi espíritu se indignó de someterse a esas vejaciones y, sir-
viéndose de sus propias fuerzas, se mantuvo invicto, y olvi-
dándome de mí mismo y de una vida vivida tranquilamente, 178. La censura en la literatura
empuñé armas extrañas impuestas por las circunstancias y
tuve que arrostrar tantas desgracias por tierra y por mar Seducido por estos ejemplos, compuse versos jocosos, pero
como estrellas hay entre el polo visible y el invisible. Por fin, un triste castigo ha venido tras mis bromas poéticas. En fin,
tras largo errar, alcancé las costas sármatas, vecinas de los al- no encuentro a uno solo de entre tantos escritores al que
jabados getas. Aquí, aunque las armas de los pueblos vecinos haya llevado a la ruina su Musa: el único que encuentro soy
resuenan a mi alrededor, trato de aliviar como puedo mi yo. ¿Qué hubiera ocurrido si hubiese escrito mimos que di-
triste destino con la poesía, y aunque no hay aquí nadie a cu- vierten con obscenidades, que contienen siempre el delito
yos oídos pueda recitársela, sin embargo, de este modo voy del amor prohibido, en los que con frecuencia aparece el
pasando y engañando el tiempo. amante elegante y la astuta casada engaña a su necio mari-
Así pues, si yo continúo con vida, si resisto las duras pena- do? Esto lo contemplan jóvenes doncellas, matronas, hom-
lidades y no me embarga el hastío hacia una vida angustia- bres y niños, y asiste a ellos una gran parte del Senado. Y no
da, es gracias a ti, Musa. Pues tú me ofreces consuelo, tú vie- siendo suficiente manchar los oídos con palabras indecen-
nes como descanso y remedio de mis preocupaciones; tú tes, los ojos están habituados a soportar muchas cosas ver-
eres mi guía y mi compañera; tú me apartas del Histro y me gonzosas: cuando el amante consigue burlar al marido me-
proporcionas un puesto en medio del Helicón. Tú (cosa diante algún nuevo procedimiento, se le aplaude y se le
rara) me has dado en vida un nombre ilustre, que la fama concede la palma en medio de estrepitosas aclamaciones. Y
suele dar después de la muerte. Ni la envidia, que suele deni- cuanto menos moral es el teatro, tanto más lucrativo es para
grar todo lo contemporáneo, ha mordido ninguna de mis el poeta y tanto más caras compra el pretor piezas tan escan-
obras con su inicuo diente. Pues, aunque nuestra época ha dalosas. Examina los costes de tus juegos, Augusto, y podrás
384 u. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,178 385

ver que te han costado mucho la gran cantidad de c~lebra- filaba tantas veces ante ti, siendo tú censor. De esta manera,
ciones de este tipo. Tú los contemplaste y tú has ofrecido los los escritos de juventud que, por mi falta de prudencia, nun-
espectáculos con frecuencia (¡hasta tal punto tu gener~sa ca pensé que me pudieran perjudicar, lo han hecho ahora en
majestad está presente en todas partes!) y con tus propIOS mi vejez. Tarde ha recaído el castigo sobre mi viejo librito y
ojos, de los que se beneficia el mundo entero, has contempla- la pena está lejos del tiempo del delito que la mereció.
do condescendiente adulterios sobre la escena. Si está per- No vayas a creer, sin embargo, que toda mi obra es de
mitido escribir mimos que representan escenas indecentes, poco vuelo: a veces he dado a mi nave grandes velas. He
el tema tratado por mí merecía un menor castigo. ¿O acaso compuesto seis Fastos en otros tantos libros, y cada volumen
sus escenarios hacen que este tipo de escritos sea inmune y acaba con su mes, y esta obra, escrita poco ha en tu nombre,
la libertad de los mimos se la deben a la escena? También mis César, y dedicada a ti, se ha visto interrumpida por mi desti-
poemas han sido danzado s con frecuencia en público y a ve- no. He dedicado también al trágico coturno una obra sobre
ces también atrajeron tu atención. reyes y tiene la expresión que corresponde al grave coturno.
Pues, así como en nuestras casas brillan las imágenes de Y he narrado también, aunque le falta la última mano a mi
los antepasados pintadas por la mano de un artista, de la obra, las metamorfosis de muchos cuerpos. ¡Ojalá apartes
misma manera se puede encontrar en algún lugar una tabli- un poco la cólera de tu ánimo y en un rato libre hagas que te
lla que represente algunas posturas y figuras amorosas; yasí lean de esta última obra unas pocas páginas, aquellas en las
como el hijo de Telamón está en una representación sedente que, comenzando desde el principio del mundo, he desarro-
expresando la cólera en su rostro y una madre cruel lleva el llado mi obra hasta tu época, César! Podrás comprobar
crimen en sus ojos, así también aparece Venus empapada de cuánto me has inspirado tú mismo y con cuánto entusiasmo
agua enjugando con los dedos sus húmedos cabellos y cu- te canto a ti y a los tuyos.
bierta aún con las aguas maternas. Otros hacen sonar las Nunca ofendí a nadie con poemas satíricos y mis versos
guerras llenas de armas cruentas, y unos celebran las haza- no revelan los delitos de nadie. Yo, inocente poeta, he huido
ñas de tu familia y otros las tuyas propias. A mí, sin embar- de las gracias salpicadas de hiel; ni una siquiera de mis letras
go, la avara naturaleza me ha encerrado en un reducid~ es- está rociada de gracia venenosa. Y,sin embargo, seré el úni-
pacio y ha dado a mi inspiración unas fuerzas dem~slado co, entre tantos miles de ciudadanos y habiendo escrito tan-
exiguas. Y,sin embargo, el afortunado autor de tu Eneida lle- to, al que miCalíope perjudique. Deduzco, pues, que ningún
vó «al héroe y sus armas» a un lecho tirio, y ninguna otra ciudadano romano se alegra de mis males sino que, por el
parte de toda la obra se lee más que el pasaje de la unión de contrario, muchos se han afligido por ellos; y no puedo creer
ese amor ilegítimo. Y este mismo autor había cantado antes, que alguien me haya insultado en mi postración, si es que mi
durante su juventud, al modo bucólico los amores de Fílide y inocencia ha merecido algún reconocimiento.
de la tierna Amarílide. ¡Ojalá que por estas y otras consideraciones pueda ablan-
Yo también, hace tiempo, cometí la falta de escribir un darse tu divina voluntad, oh padre, cuidado y salud de tu pa-
poema por el estilo: y un delito que no era nuevo paga un tria! No es volver a Ausonia lo que pido, sino que tal vez un
castigo inusitado; y, sin embargo, yo había publicado esos día, cuando hayas cedido por la larga duración de mi casti-
versos cuando, sin haber dejado nunca de ser caballero, des- go, me concedas un exilio más seguro y un poco más tran-
386 n. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,l79
387

quilo, para que mi castigo sea proporcionado al delito come- ríos encadenados por el frío se congelan y cómo se extraen
tido. del lago las frágiles aguas? El mismo Histro, no más estrecho
que el río productor de papiro y que se mezcla con el ancho
Tristes, 11,493-578 mar por numerosas desembocaduras, se hiela al endurecer
O. G. V.) (44) los vientos su cerúlea corriente y con sus aguas cubiertas ser-
pea hacia el mar. Por donde antes habían pasado embarca-
ciones, se va ahora a pie y el casco del caballo golpea las
aguas congeladas por el frío; y por esos nuevos puentes, bajo
179. El paisaje invernal de Tomos los cuales se deslizan las aguas, los bueyes sármatas tiran de
bárbaras carretas.
Si alguien se acuerda aún por ahí del exiliado Nasón y mi Seguramente, apenas se me creerá, pero, cuando no hay
nombre sobrevive sin mí en Roma, que sepa que yo, poster- recompensa alguna para el engaño, el que da testimonio
gado bajo estrellas que nunca tocan al mar, vivo en medio de debe encontrar crédito. Re visto el ingente Ponto congelarse
la barbarie. Me rodean los sármatas, pueblo salvaje, los be- por el hielo y una cubierta resbaladiza oprimía las inmóviles
sos y los getas, nombres ¡cuán indignos de mi inspiración! aguas. y no me bastó con haberlo visto: pisé el mar endure-
No obstante, mientras que la brisa es tibia, nos protege el cido y la superficie marítima estuvo bajo el pie sin llegar a
Histro que discurre por medio: éste, mientras fluye líquido, humedecerlo. Si tú, Leandro, hubieras tenido en otro tiem-
aleja los ataques con sus aguas. Pero cuando el triste invier- po un estrecho así, tu muerte no sería el crimen de un brazo
no ha mostrado su horrible rostro y la tierra se ha tornado de mar. Así, ni los pardeados delfines pueden levantarse por
blanca a causa del marmóreo hielo, mientras el Bóreas y la los aires: a los que lo intentan, los detiene el duro invierno; y
nieve se aprestan a habitar bajo la Osa, se ve entonces a estos aunque el Bóreas resuene agitando sus alas, no habrá ola al-
pueblos oprimidos por el polo que hace temblar. La nieve guna en el abismo aprisionado; las naves, bloqueadas por el
cubre la tierra y, para que, una vez caída, ni el Sol ni las llu- hielo, se mantendrán sobre la marmórea superficie y el remo
vias puedan derretirla, Bóreas la endurece y la hace eterna. no podrá ya hendir las rígidas aguas. Re visto que los peces
Así pues, cuando la primera aún no se ha derretido, cae otra sujetos se hallaban inmóviles en el hielo, aunque parte de
y en muchos lugares suele durar dos años, y es tanta la fuerza ellos estaban aún vivos.
del Aquilón desencadenado que derriba altas torres y se lle- Así pues, cuando la violencia salvaje del crecido Bóreas
va por delante tejados arrancándolos. Con pieles y calzones congela las aguas marinas o las del río desbordado, al ins-
cosidos por abajo evitan los perjudiciales fríos, y de todo su tante allanado el Histro por los secos Aquilones, el bárbaro
cuerpo lo único que queda visible es el rostro. A veces, sus enemigo se pasea en veloz caballo; este enemigo, terrible por
cabellos, al sacudírselos, suenan por el hielo que pende de sus caballos y por sus flechas que vuelan a bastante distan-
ellos y la barba brilla resplandeciente a causa del hielo que cia, devasta extensamente la región vecina. Unos huyen y, al
tiene incrustado; el vino fuera de la jarra se mantiene conge- no haber nadie que proteja los campos, los bienes sin custo-
lado conservando la forma de ésta y no lo beben a sorbos dia son presa del pillaje: pequeñas recolecciones del campo,
sino que se reparte a trozos. ¿Qué diré acerca de cómo los ganado y chirriante s carretas y todos aquellos bienes que
II. ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,lOO 389
388

suelen poseer los pobres indígenas. Otros son llevados cau- empapados en vino, y algunas violetas esparcidas: que una
tivos con los brazos atados detrás de la espalda y volviendo vasija dejada en medio del camino contenga estos presentes.
en vano los ojos hacia sus campos y sus hogares; otros caen No prohíbo ofrendas mayores; pero con las mencionadas
lastimosamente traspasados por arponadas saetas, pues un puede aplacarse la sombra de los muertos. Después de le-
veneno tiñe el volátil hierro. Todo aquello que no pueden vantar el hogar para el sacrificio, añadid las plegarias y las
llevar consigo o arrastrar lo destruyen y la llama enemiga fórmulas apropiadas. Esta costumbre, justo Latino, la trajo a
quema las inocentes chozas. tus tierras Eneas, el más acabado modelo de piedad. Él solía
Incluso en tiempo de paz tiemblan por miedo a la guerra presentar solemnes ofrendas al Genio de su padre. De aquí
y nadie surca la tierra hundiendo en ella la reja. Este lugar, o aprendió el pueblo estos piadosos rituales. Pero en pasados
ve al enemigo, o le teme cuando no lo ve; la tierra, abando- tiempos, estando los romanos entregados a largas guerras
nada en un duro barbecho, descansa improductiva. El dulce con belicosos ejércitos, olvidaron la celebración de los Días
racimo no se esconde aquí bajo la sombra de los pámpanos de los Difuntos. Este olvido no quedó impune: después de
ni el hirviente mosto colma los profundos lagares. Este país semejante presagio, Roma -según dicen- sufrió el calor de
no da frutos, y Aconcio no tendría aquí donde escribir las las hogueras fúnebres encendidas en los suburbios. Cuentan
palabras que había de leer su amada. Se pueden ver los cam- -aunque yo me resisto a creerlo- que nuestros antepasados
pos desnudos sin fronda y sin árboles: ¡lugares, ay, que no salieron de sus tumbas y comenzaron a gemir en medio del
debe visitar un hombre feliz! silencio de la noche; y afirman que a través de las calles de la
Pues bien, a pesar de la gran extensión que tiene el inmen- ciudad y por los extensos campos anduvieron ululando los
so orbe, no se ha encontrado otra tierra sino ésta para mi espíritus sin forma, una muchedumbre de fantasmas. Des-
castigo. pués de estos portentos, vuelven a rendirse a las tumbas los
honores de los que se les había privado, y los fúnebres prodi-
Tristes, I1I, 10 gios finalizaron.
O. G. V.) (44) Mientras duran estas fiestas, vosotras, jóvenes, permane-
ced aún sin marido: que la nupcial antorcha de pino espere
la llegada de los días puros; y que a ti, a quien tu madre, an-
siosa por casarte, considera ya madura para el matrimonio,
180. El culto alos muertos la curvada punta de la lanceta no peine tu virginal cabellera.
¡Oh Himeneo, guarda tus antorchas! ¡Llévatelas lejos de es-
Es un testimonio de respeto el tratar de aplacar en sus sepul- tos fuegos sombríos! Son otras las antorchas que las tristes
turas a las almas de los antepasados y llevarles modestas sepulturas utilizan. Que también los dioses de los templos se
ofrendas a las tumbas que se les han levantado. Los Manes oculten en ellos tras las puertas cerradas. Los altares estén
exigen pequeñas cosas: la piedad les resulta más grata que desprovistos de incienso, y los hogares permanezcan sin
los ricos presentes. La profunda Estigia no posee dioses ávi- fuego. Estos días las etéreas almas y los cuerpos que han re-
dos. Una teja velada por las coronas votivas, unas semillas cibido sepultura andan errantes; estos días las sombras de
desparramadas, unos pocos granos de sal, dones de Ceres los muertos toman los alimentos que se les han ofrendado.
390 n, ÉPOCA CLÁSICA OVIDIO,182 391

No obstante, estas fiestas no duran más días del mes que pos: el bárbaro enemigo no permite que se are la tierra. Con
cuantos son los pies que miden nuestros versos. A este día lo un buen clima se reconforta el cuerpo yel espíritu: las costas
denominaron Feralia porque se les lleva a los difuntos los ho- sármatas están heladas por el continuo frío. Hay en el agua
nores debidos. Éste es el último día para aplacar a los Manes. dulce un placer que no produce envidia: se bebe aquí un
agua estancada mezclada con sal marina.
Fastos, Il, 535-570 Todo me falta. Sin embargo, mi ánimo lo vence todo y
(M. A. M. C.) (45) hace también que mi cuerpo tenga fuerzas. Para sostener la
carga, has de apoyarla en toda la cabeza y si, por el contrario,
dejas que tus músculos se relajen, te caerás. También la espe-
ranza de poder ablandar con el tiempo la cólera del Príncipe
181. Ovidio lamenta su suerte me hace vivir y no desfallecer. Y no pequeños consuelos me
dais vosotros, que sois pocos en número, pero cuya fideli-
Muchos buscaron la gloria en las artes liberales: yo, ¡desgra- dad en medio de mis desgracias es admirable. Continúa
ciado de mí!, me perdí a mí mismo por mis propias dotes. Mi comportándote así, te lo ruego, y no abandones mi nave en
vida anterior carece de defectos y ha sido vivida sin tacha: el mar, y conserva a la vez mi persona y tu juicio.
sin embargo, ningún auxilio me ha prestado en mis desgra-
cias. Con frecuencia, una falta grave se perdona por las sú- Pónticas, II, 7,47-84
plicas de los amigos: todos los que tenían alguna influencia (]. G. V.) (44)
permanecieron mudos en mi favor. Ayuda a algunos el estar
presentes en circunstancias difíciles: una gran tempestad
hundió mi vida estando ausente. ¿Quién no ha de temer la
cólera, incluso silenciosa, del César? A mi castigo se añadie- 182. Un pasaje pseudovidiano de la Consolación aLivia
ron duras palabras. Dependiendo de la época, el exilio pue-
de resultar más suave: arrojado al mar, sufrí la amenaza de Suelta, Livia, tus cabellos que no lo merecen. ¿De qué te va-
Arturo y de las Pléyades. A veces, las embarcaciones suelen len ahora tus virtuosas costumbres y haber pasado toda una
experimentar un invierno tranquilo: las olas no fueron tan vida con recato y haber complacido tanto a un esposo tan
crueles con la nave de ftaca. La fiel lealtad de mis compañe- ilustre? ¿De qué te valió tu pudor engastado entre tan gran
ros podría aliviar mis males: una pérfida multitud se ha e.n- cúmulo de virtudes, hasta el punto de ser el más modesto de
riquecido con mis despojos. El lugar puede hacer el destie- tus méritos? ¿De qué te valió haber tenido un alma íntegra,
rro más suave: no hay debajo de los dos Polos otra tierra más aun en contra de las costumbres de la época, y haber ergui-
desolada que ésta. De algo sirve estar cerca de las fronteras do la cabeza por encima de los vicios y no haber causado mal
patrias: a mí me tiene el extremo de la tierra, el fin del mun- a nadie, incluso teniendo la oportunidad de hacerlo, y que
do. Tu laurel, oh César, garantiza la paz incluso a los deste- nadie te haya temido por tu fuerza, y no se hayan insinuado
rrados: las tierras del Ponto están sometidas a un enemigo tus influencias ni por el Foro ni por el Campo Marcio y ha-
limítrofe. Es agradable pasar el tiempo cultivando los carn- berlas limitado a tu casa menos de lo permitido?
392 II. ~POCA CLÁSICA

Es cierto que la arbitrariedad de la Fortuna se enseñorea


en medio de estas costumbres y aquí también se ha apoyado PROSA
en su azarosa rueda. También aquí se hace sentir y, en su
maldad, para no dejar nada sin hostigar, se ensaña y por do-
quier dispensa en provecho suyo una injusta justicia. En ver-
dad que si sólo Livia hubiese quedado exenta de duelo, los
dominios de la Fortuna serían más pequeños. ¿Qué hubiera
ocurrido si Livia no se hubiera comportado en toda circuns-
tancia de manera que su propia dicha no hubiese suscitado
la envidia?

Consolación a Livia, 40-58


(T. G. R.-P. S.) (46)

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