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Publicado en diario Clarín 16 de julio de 2017

Diálogos a fondo. Gloria Bonder, especialista en educación y políticas de género.

“A medida que se asciende en la escala de poder o jerarquía, las mujeres siguen en


desventaja”.

Es raro que una mujer ocupe posiciones de liderazgo académico, que figure entre los
autores principales de una investigación, que sea oradora en una conferencia y que ocupe
jerarquías editoriales en las publicaciones científicas.

A esas arbitrariedades de género en el campo de las ciencias, llegó a sumarse la de


expulsar a las mujeres de la construcción del conocimiento en sí. Por ejemplo, en Estados
Unidos se estudió durante años la cardiopatía isquémica utilizando como sujetos de
investigación a varones exclusivamente, lo que generó diagnósticos y tratamientos poco
aptos –e incluso peligrosos– para las mujeres. Hay grupos de trabajo en todo el mundo
dispuestos a visibilizar y transformar estos sesgos.

La Cátedra Regional UNESCO Mujer, Ciencia y Tecnología en América Latina y el


programa GenderInSITE para la región organizaron recientemente en Buenos Aires el
taller “Integración del enfoque de género en la educación superior en ciencia y
tecnología”, del que participaron profesionales de Estados Unidos, Canadá, España,
Francia, Suecia, Reino Unido, Uruguay, México y Argentina. El objetivo que se plantean
es trazar un camino hacia una educación científica universitaria que sea más sensible,
receptiva y responsable con la igualdad de género, y vincularla a los Objetivos de
Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Gloria Bonder, la anfitriona local, cuenta los
desafíos de cambiar la cultura del trabajo científico.

¿Por qué enfocarse en la educación universitaria?

Porque es allí donde se forman los investigadores. Tenemos la percepción de que al


llegar a la educación superior la persona “ya está formada”. Pero hoy en día hablamos de
educación a lo largo de toda la vida. No solo referida al conocimiento técnico sino a
aprendizajes para vivir en un mundo incierto, con menos trabajos y donde la tecnología
está cambiándolo todo. Un enfoque de género implica incorporar a esa educación
competencias que se necesitan para vivir en igualdad de oportunidades, bienestar,
armonía y colaboración.

Todavía se habla de carreras “masculinas” y carreras “femeninas”. ¿Cómo se


forma esa percepción?

Hay un proceso que empieza en la infancia y se gesta en familias, escuelas, medios e


imaginario social, por el que las mujeres servirían para ciertas cosas y los varones para
otras. Esos estereotipos permean los intereses y la autovaloración desde la niñez. Hay
estudios que confirman que hasta los seis años niños y niñas sienten que tienen la misma
capacidad intelectual, pero después comienza a declinar la autoconfianza de las chicas,
sobre todo para ciertas áreas del conocimiento.

¿Se desalienta la participación de las mujeres en determinados ámbitos


académicos?

Hay sesgos de género, prejuicios y valoraciones diferenciales entre sexos en distintas


carreras. A veces son implícitos y erosionan la autovaloración en la forma de “chistes” o
comentarios devaluatorios. Cuando las mujeres son un grupo minoritario en una carrera,
deben adaptarse a la cultura masculina y aceptar ese dominio. Además en los ámbitos en
los que predominan los varones suele haber acoso sexual entre pares o de parte de
profesores.

¿La igualdad numérica cambiaría las cosas?

Atraer, retener y evitar el acoso incrementaría el número de mujeres en aquellas


disciplinas en las que somos minoría. No lo somos en todas las ciencias llamadas “duras”,
pero sí en Física, Matemáticas, Informática y las ingenierías. Ahora bien, ¿es necesaria la
paridad? Sí. ¿Es suficiente? No. Tener muchas chicas no cambiará la cultura de la
institución.

¿Y qué la cambiará?

Es difícil, pero un comienzo es cambiar la imagen de la carrera y la forma de aprenderla.


En Estados Unidos, para atraer más chicas a Informática, titularon un curso universitario
“La belleza y felicidad de la computación”. La mostraron no ya como un ámbito de “nerds”,
sino como un lenguaje relacionado con el placer y el beneficio social. Y levantaron
enormemente la matrícula de mujeres pues se sintieron acogidas de otra manera. La
ambición es cambiar la forma de enseñar, las estrategias pedagógicas y también los
contenidos curriculares, pues las diferencias de género deben contemplarse en las
investigaciones.

¿Qué países están a la vanguardia?

Sobre todo la Unión Europea, que tiene el programa de apoyo a la investigación científica
Horizon 2020. Si querés presentar un proyecto tenés que demostrar que incorporaste el
enfoque de género, porque entienden que es parte de una investigación de calidad. Si no
entendiste que las mujeres deben ocupar puestos de jerarquía y decisión en laboratorios y
equipos, ni siquiera competís. Una creciente cantidad de estudios demuestran que
cuando se hace investigación científica e innovación tecnológica pensando
exclusivamente en los varones, los resultados son errados y sus aplicaciones pueden ser
nocivas para las mujeres.

¿Cómo estamos en Argentina?


El Conicet ha favorecido la igualdad de oportunidades en el desarrollo de las carreras.
Tenemos cada vez más mujeres científicas e investigadoras, lo que es un logro
importante; pero pasa también –y esto es mundial–, que a medida que se asciende en
escalas de poder o jerarquía, las mujeres siguen en franca desventaja.

Señas particulares

Gloria Bonder es Master en Género y Educación, Departamento de Educación, Universidad de Cambridge,


Reino Unido (1993) y Licenciada en Psicología de la UBA (1966). Es directora del Área Género Sociedad y
Políticas en FLACSO Argentina.
Ha sido distinguida por UNESCO como una de las sesenta mujeres en todo el mundo que han colaborado con
sus propósitos, representando las voces, aspiraciones y visiones de muchas mujeres.

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