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Apreciada familia.

Los padecimientos de esta vida presente no son nada en comparación con la gloria
futura que se ha de revelar en nosotros.

He querido dirigirme a ustedes como sacerdote y amigo, para animarlos y


reconfortarlos con la Luz de Cristo, en estos momentos difíciles de persecución,
amenazas e incertidumbre.

Como vicario de esta comunidad de La Argentina no ha sido nada fácil asimilar con
tranquilidad las problemáticas que nos rodean, ya que muchas de ellas tienden a ser
resueltas no a la luz del Evangelio sino con violencia y difamaciones; sin embargo
como decía San Pablo, “es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el
Reino de los cielos”, es la cruz que nos corresponde cargar y afrontar con fe y
esperanza en el Señor, quien salió triunfante a pesar de las humillaciones y de su
muerte. Cristo ha vencido el poder del mal, y desde esta experiencia de la muerte y
resurrección del Salvador, nos anima a perseverar y a confiar en la voluntad de Dios,
que siempre será lo más sabio al final de la prueba.

Quiero invitarlos para que permanezcamos unidos en la oración, haciéndole frente a la


vida asumiendo los mismos sentimientos de Cristo, sin dejarnos dominar por los
sentimientos de odio o rabia sino por el contrario que haya serenidad y tranquilidad
interior, y que antes de decidir o hacer algo al respecto, te preguntes: ¿Qué diría o qué
haría Cristo en este momento?

Ustedes son familia de fe y han experimentado a Dios en sus vidas. Ahora es una
oportunidad más para poner esta situación en las manos de quien todo lo sabe y todo
lo puede, y decir con toda convicción, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

El hombre que se apoya en santas meditaciones persevera firme y seguro y se


mantiene inconmovible frente a todos los terrores diabólicos y amenazas del mundo,
ya que se haya fortalecida por una fe cierta y sólida en el premio futuro.

En la persecución se cierra el mundo, pero se abre el cielo; amenaza el anticristo,


pero protege Cristo; se inflige la muerte, pero sigue la inmortalidad.

Estas consideraciones son las que deben impregnar nuestra mente, esto es lo que hay
que meditar día y noche. Si la persecución encuentra así preparado al soldado de Dios,
su fuerza, dispuesta a la lucha, no podrá ser vencida.

Con afecto y cariño.

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